Doctrina constitucional peruana en el siglo XX
Doctrina constitucional peruana en el siglo XX
Doctrina constitucional peruana en el siglo XX
La literatura constitucional peruana en el siglo XX es escasa hasta 1980, debido a los problemas políticos del país.
Desde su independencia en 1821, Perú ha sido influenciado principalmente por el constitucionalismo norteamericano
y francés, y más tarde por el europeo. Se ha intentado aplicar estos esquemas a la realidad peruana, con resultados
variables. Se ha destacado la tendencia a escribir manuales hasta 1980, cuando comenzaron a surgir investigaciones
más específicas sobre problemas político-constitucionales.
Manuel Vicente Villarán fue una figura importante en la primera mitad del siglo XX, destacándose por su labor de
sistematización, análisis y divulgación de problemas constitucionales, principalmente del Derecho Comparado.
Publicó numerosos trabajos sobre constitucionalismo americano y europeo, así como lecciones de Derecho
Constitucional. También participó en la elaboración de un anteproyecto de Constitución en 1931 y realizó estudios
sobre la posición constitucional de los ministros en Perú.
Víctor Andrés Belaunde, discípulo de Villarán, abogó por la introducción de un corporativismo cristiano en el
parlamento en 1931, aunque posteriormente se alineó con la democracia representativa. Otros autores importantes en
la literatura constitucional peruana del siglo XX incluyen a Toribio Alayza y Paz-Soldán, Lizardo Alzamora Silva,
José Pareja Paz-Soldán, Raúl Ferrero Rebagliati y Darío Herrera Paulsen.
Estos autores publicaron manuales, ensayos y monografías sobre la historia constitucional peruana, la teoría
constitucional y otros aspectos del constitucionalismo. Destacaron por contribuir al conocimiento y análisis de la
legislación y la realidad constitucional del país, influyendo en generaciones posteriores de juristas. La obra de José
Pareja Paz-Soldán abarca un lapso de treinta años de magisterio en la Universidad Católica y su influencia llega hasta
la actualidad.
A partir de 1980, hubo un aumento significativo en la publicación de manuales universitarios con temas modernos y
análisis exegéticos en artículos y monografías en Perú. Esto se debió en gran parte a la aprobación de la Constitución
de 1979, que marcó un hito en el constitucionalismo peruano al adoptar y adaptar los avances del constitucionalismo
europeo.
Los primeros trabajos importantes de esta época fueron realizados por Domingo García Belaunde, quien inició el
interés por el estudio moderno de los instrumentos procesales de defensa de los derechos humanos y de la jerarquía
normativa. Otros autores como Sigifredo Orbegoso, Víctor Julio Ortecho, José F. Palomino Manchego, entre otros,
continuaron con investigaciones propias en el ámbito del constitucionalismo contemporáneo.
En cuanto a publicaciones, destacan diversos ensayos de autores como Alfredo Quispe Correa, Pedro Planas, y la
fundación de la Asociación Peruana de Derecho Constitucional en 1996. Además, se creó la Revista Peruana de
Derecho Público en 2000 y la Biblioteca Peruana de Derecho Constitucional en 1977.
El constitucionalismo peruano del siglo XX representa un avance significativo en comparación con el siglo XIX, con
un mayor nivel científico, amplitud de miras y diálogo con la doctrina y legislación europeas. La doctrina
constitucional en Perú ha destacado por su enfoque en la estabilidad constitucional y la defensa de los derechos
fundamentales, adaptándose a los desafíos del entorno y manteniendo perfiles diferenciales con otros sistemas
constitucionales latinoamericanos.
El surgimiento del constitucionalismo social
El siglo XX comenzó con la dictadura de Porfirio Díaz, cuya política económica estaba siendo cuestionada. Bajo su
gobierno, las inversiones extranjeras impulsaron el crecimiento industrial en México. Sin embargo, el descontento
social y la lucha por la justicia llevaron a un movimiento armado contra la dictadura.
El Partido Liberal Mexicano y su Manifiesto de 1906 fueron clave en el cuestionamiento al gobierno de Díaz. La
revolución finalmente estalló en 1910 en Puebla, aunque no se consumó hasta años después. Durante este tiempo, los
campesinos y trabajadores eran los sectores más afectados y explotados.
La clase trabajadora mexicana enfrentaba condiciones laborales pésimas, con salarios raquíticos y falta de
prestaciones sociales. Las leyes laborales eran escasas y no protegían los derechos de los trabajadores. Los conflictos
laborales, como las huelgas de Cananea y Río Blanco, fueron motivados por la explotación y abuso de los patrones
extranjeros.
En Cananea, los trabajadores mineros exigieron igualdad salarial y condiciones laborales justas, lo que llevó a una
huelga reprimida brutalmente por las autoridades. En Río Blanco, los obreros de una fábrica textil también exigieron
mejoras laborales y se enfrentaron a una represión violenta por parte de las autoridades.
Estos acontecimientos históricos reflejan la desprotección de los trabajadores mexicanos en el inicio del siglo XX. La
lucha por los derechos laborales impulsó importantes instituciones constitucionales de carácter social que perduran
hasta el siglo XXI. Los cambios en el sistema jurídico mexicano deben atender a la nueva realidad social que plantea
la globalización, sin perder de vista los derechos de los trabajadores y la corriente constitucionalista del liberalismo
social.
La Revolución de 1910 en México dio lugar a la promulgación de una nueva Constitución en 1917 que permitió una
reforma significativa en la estructura política, económica y social del país. En el ámbito social, surgieron el
constitucionalismo social agrario y laboral, basados en los artículos 27 y 123. Estas disposiciones incluyeron los
derechos individuales, el derecho al trabajo y la protección de los trabajadores.
El artículo 123 de la Constitución mexicana se considera como una "Declaración de Garantías Sociales" que establece
los derechos de los trabajadores como una clase social. Estos derechos modificaron las estructuras legales, políticas y
sociales, creando el derecho social como una tercera rama del derecho. Este derecho busca contrarrestar la desigualdad
económica y social entre las partes, promoviendo la justicia social y la equidad.
El derecho social se convierte en una institución crucial del siglo XX, centrada en la protección de los derechos
laborales y la seguridad social. Su base constitucional y sus principios jurídicos y políticos buscan equilibrar los
derechos y obligaciones de los trabajadores, atendiendo a su vulnerabilidad en las relaciones laborales.
El derecho del trabajo, derivado del artículo 123 de la Constitución, establece normas protectoras para corregir las
desigualdades y garantizar la equidad en el ámbito laboral. El cumplimiento de estas normas se refuerza con
mecanismos coactivos ante las Juntas de Conciliación y Arbitraje.
Se enfatiza la necesidad de condiciones mínimas para que los trabajadores más débiles puedan igualarse jurídicamente
con sus contrapartes, lo que ejemplifica una práctica de democracia social. Se justifica el reconocimiento del derecho
a la libertad sindical y a la huelga.
La democracia social también se refleja en la acción tripartita en las prácticas laborales, la institucionalización de la
seguridad social y en el fortalecimiento de las instituciones que benefician a los trabajadores. Las crisis financieras no
han detenido el avance hacia la universalidad de la seguridad social en México.
El Instituto del Fondo Nacional para la Vivienda de los Trabajadores es destacado por su patrimonio formado por
aportaciones de trabajadores, empleadores y gobierno, que se utiliza para financiar créditos accesibles para adquirir
viviendas dignas. Se reconoce el derecho de huelga como un medio para equilibrar los derechos laborales y los
intereses del capital. La creación del sistema de seguridad social, con la Ley de Seguro Social, brinda protección a
trabajadores, campesinos y otros sectores sociales, incluyendo servicios como guarderías y seguros por invalidez,
vejez y cesantía involuntaria.
Las Juntas de Conciliación y Arbitraje se crean como autoridad paritaria para resolver conflictos laborales, priorizando
la autocomposición. Las contribuciones de este siglo a la democracia social son significativas, pero es necesario
adaptarlas a la globalización manteniendo la viabilidad económica y beneficios para los trabajadores y empleadores,
sin perder el enfoque en la justicia social. La estructura laboral y de seguridad social establecida en la Constitución de
1917 es un pilar importante de la democracia social en México.