Klein i.
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Antes de escribir, el escritor planifica su texto. Sin embargo,
es importante recordar que, si bien el proceso de planificación es
previo al de la puesta en texto, es un proceso que acompaña el proceso
de escritura en su totalidad porque comparte la recursividad que
caracteriza a todas las operaciones involucradas: en la medida que se
escribe, se vuelve sobre la planificación, se revisa y, tal vez, se
modifica.
La planificación, que es el acto de construir la representación
interna que el escritor utilizará durante la escritura, implica, a su vez,
una cantidad de subprocesos:
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idea arrase con él.
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deben exponerse argumentos, organizarlos jerárquicamente, citar
ejemplos, etcétera. La información recuperada, entonces, no sólo debe
responder a las necesidades del tópico y del género sino también a las
necesidades retóricas. Estas últimas, en tanto se convierten de este
modo en subobjetivos relacionados con el contenido, producen
cambios en la organización del conocimiento del escritor (modificará
el plan del texto, buscará nuevas relaciones semánticas, etcétera). Es,
en este sentido, que podemos decir que el proceso de escritura es un
proceso de descubrimiento.
En Surpassing ourselves (1993), Scardamalia y Bereiter
argumentan que el desarrollo de las destrezas y la transformación del
conocimiento son posibles si se los expone a los estudiantes a una
variedad de contextos similares en los cuales puedan transferir
destrezas pero en los que deban componer un nuevo esquema
estructural en lugar de recurrir a un esquema de estructuras
establecidas.
De este modo, podemos concluir que la escritura es un
proceso de descubrimiento (“heurístico”, según Bereiter y
Scardamalia, 1987) y una actividad que implica la resolución de
problemas (Flower y Hayes, 1980 a; 1980 b; 1981).
La lectura en la escritura
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expuesto anteriormente– inscribir el texto en determinada situación
comunicativa, la comprensión lectora exige, a su vez, comprender la
enunciación del otro, orientarse en relación con ella y reubicarla en
el contexto adecuado.
El proceso de lectura no es automático sino que implica un
proceso estratégico en el que el lector debe, entre otras cosas,
interactuar con la propuesta de organización textual realizada por el
autor del texto; activar el conocimiento que se tiene acerca del tema,
identificar las ideas globales; reconocer el modo en que el escritor
realiza una puesta en relación; comprender los contextos
situacionales (reconocer la situación de comunicación en que se
inscribe el texto, los propósitos del autor en relación con el lector:
informar, persuadir, etc.). Por lo tanto, leer es una actividad
compleja, sobre todo si se intenta reconocer en el texto el sentido
que el autor le ha asignado, esto es, “negociar” con la propuesta
estructural del texto sin anteponer los propios esquemas de lector a
los que propone el texto.
En este sentido, podemos afirmar que todo buen escritor
deber ser, también, un buen lector. Leer como escritor, supone,
entre otras cosas, no sólo procesar la información lectora (integrarla
a la red de conocimientos que ya posee) y controlar la comprensión
lectora (activar las estrategias correspondientes para asegurar los
determinados objetivos de lectura que se propone, tales como leer
para aprender, desarrollar un tema, precisar un dato, etc.) sino
también reconocer en los textos los diversos recursos de la lengua
que aparecen (la forma en que está organizada y jerarquizada la
información, la selección léxica, la elección de los títulos, etc.),
reflexionar sobre su función y eficacia a fin de utilizarlos en su
propio texto.
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