MODULO 2 -ARCHIVO 1
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Un acto se vuelve automático y autónomo cuando se libera cada vez mas de los
estímulos exteriores y contiene las percepciones reguladoras necesarias. El
aprendizaje del hábito es por medio del adiestramiento mientras que el método de
aprendizaje instintivo es a través del ensayo y error.
Mientras que en las especies inferiores cada dificultad se resuelve mediante una
acción exitosa, en el hombre queda un aprendizaje de la vía de resolución a través
de la memoria, tal como lo enunciaba en clases anteriores.
Dentro de las condiciones para formar lo hábitos, se hallan las externas, en tanto la
percepción debió preceder inmediatamente a la acción del estimulo normal y las
internas, como las tendencias afectivas, la voluntad, o la motivación.
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Hábitos higiénicos
Hábitos de cortesía
Hábitos de buenas costumbres
Hábitos profesionales
Hábitos mnemónicos
Hábitos de autonomía
Hábitos de trabajo
Hábitos de libertad
Ahora bien, ¿qué es un hábito? Un hábito es algo que no sabemos hacer, pero que, a
base de repetición, aprendemos. Los hábitos siempre tienen connotaciones
culturales; por ejemplo, un hábito es lavarse los dientes con un cepillo, comer la
sopa con la cuchara o aprender a manejar una bicicleta o a deslizarse con esquís.
Ahora bien, los hábitos se realizan de una manera o de otra, algo especialmente fácil
de entender estudiando el hábito de la comida. Por ejemplo, en Japón, los niños
comen sentados en el suelo, con un bol y unos palillos; en cambio, aquí lo hacemos
sentados a la mesa con una cuchara y un plato. Los dos hábitos son correctos,
aunque, si el niño japonés viene aquí y quiere seguir con su hábito, tendrá
dificultades de adaptación a su nuevo ambiente. No lo hará mal, sino que,
simplemente, puede tener alguna dificultad de adaptación. De igual manera
sucederá si nosotros vamos allí. Por lo tanto, nosotros no explicamos dogmas ni
filosofías, sino el resultado de estudios científicos sobre cómo podemos enseñar
unos hábitos que no están correctamente establecidos dentro de una cultura que es
la nuestra.
Durante el primer año de vida, los niños aprenden básicamente dos hábitos: comer y
dormir. Quede claro que el hambre es una necesidad del cuerpo, pero que comer
bien es algo que se aprende; y de igual forma sucede con el sueño. Veamos un
ejemplo. Cuando una madre de un niño de siete meses dice a su padre que le dé las
papillas, éste coge al niño, lo sienta en una sillita, le pone un babero y coge un bol y
una cuchara. Es decir, utiliza unos elementos externos (bol, plato, vaso, cuchara,
sillita, etc.) que asocia al hábito que va a enseñar. De una forma natural -sin recurrir
a ninguna información extra-, todos los elementos externos que utiliza para asociar
al hábito que va a enseñar se los deja al niño durante todo el tiempo que dura el
hábito. Es decir, el padre no le quitará en mitad de la comida un elemento externo,
en este caso la cuchara, para hacer que el niño, por ejemplo, se beba la sopa.
Analicemos ahora al hábito del sueño. Los elementos externos asociados al hábito
del sueño son más. Por ejemplo, supongamos que damos al niño la manita para que
se duerma. Ése va a ser el elemento externo que el niño asocie a su sueño.
Lógicamente, una vez que se ha dormido, nos vamos. Pero ¿qué pasa si se despierta
porque su reloj biológico todavía no está en hora y, por tanto, no ha aprendido a
dormir seguido? Como no sabe hablar, reclama el elemento externo que ha asociado
a su sueño, pero los padres, que desconocen esta situación, van cambiando: un día
le dan agua, al segundo le cantan, al tercero le bailan, al cuarto le dan la mano, al
quinto lo llevan a su cama para que duerma con ellos... Es decir, sin darnos cuenta
vamos cambiando los elementos externos que asociamos a su hábito. Y con ello,
lógicamente, transmitimos inseguridad.
. El problema en este caso es que los padres, que son los mejores educadores
(cuando se les dice lo que tienen que transmitir a sus hijos), sin querer transmiten su
inseguridad al hijo.
"gu, gu, gu". Ante esta primera acción, la reacción de los padres es mirarse entre
ellos y decirse "qué mono, está cantando una canción".
Ahora bien, el niño puede hacer otra acción: levantarse, ponerse de pies, estirar los
brazos, llenarse de mocos y empezar a gritar "¡mua, mua, mua!". Entonces, los
padres lo cogen, le cantan, la bailan..., hacen todo lo que pueden.
Si este niño tiene problemas con el hábito del sueño, ¿por cuál de las dos acciones
optará? Por la que ha conseguido la reacción del adulto, evidentemente. Por lo tanto,
las acciones que utilizan los niños para comunicarse con los adultos cuando están en
una situación de inseguridad en su hábito de sueño son el llanto, el grito, el vómito y
darse golpes. En efecto, las otras dos acciones que el niño sabe hacer (dar palmitas
y hacer "gu, gu, gu") no sirven para despertar a sus padres a las cuatro de la
mañana.
Victoria privada
La primera, o victoria privada, está relacionada con el cambio interno, propio, que
permitirá continuar el proceso. El concepto principal de la victoria privada es el paso
de los estados de dependencia a los de independencia, no como meta final, sino
como un paso más hacia el desarrollo integral. Esta parte analiza los tres primeros
hábitos:
Victoria pública
Hábitos de trabajo
'Estoy atento: sé escuchar cuando nos explican algo.'
'Tengo por costumbre sentarme correctamente, evitando malas posturas que me
perjudican y así puedo trabajar mejor.'
'Ayudo a crear un ambiente tranquilo, sin gritar ni correr, para poder trabajar
todos mejor.'
'Pongo interés en trabajar bien y limpio.'
'Sé donde tengo que ir a buscar el material, lo trato bien y sé ordenarlo y devolverlo
a su sitio.'
'Aprendo a hacer de mensajero entre la escuela y casa: sé poner los comunicados en
la mochila y no los pierdo, recuerdo de transmitir las informaciones,...'
'Soy responsable y pongo interés en hacer bien mi cargo y las tareas que tengo
encomendadas.'
'Tengo curiosidad e interés en aprender cosas nuevas.'
El artículo considera que los hábitos son una limitación. Por el contrario, el
hecho de probar cosas nuevas (dirigir nuestro propio cambio desarrollando de
manera consciente nuevos hábitos) nos hace salir de lo que llaman “la zona de
confort” e impulsa la creatividad, tanto en el trabajo como fuera de él.
Eso no significa que nos molestemos en “eliminar” nuestros viejos hábitos. Una
vez que una conducta se graba en nuestro hipocampo, se queda allí para siempre.
Sin embargo, los nuevos hábitos que somos capaces de arraigar en nosotros
mismos crean rutas paralelas y puentes con esas conductas “viejas”.
“La primera cosa que necesitamos para innovar es la fascinación por el asombro”,
comenta Dawna Markova, autora del libro “The open mind” (La mente abierta).y
consultora para la firma Profesional Thinking Partners. “Sin embargo, nos han
enseñado a “decidir”, del mismo modo que nuestro presidente se denomina a sí
mismo “El Que Decide”. Ahora bien, decidir es aniquilar todas las posibilidades
salvo una. Un buen innovador explora el resto de las posibilidades”, comenta.
Resolver problemas
que se proponga” comenta M J. Ryan, autor del famoso libro “This year I will…
(Este año voy a…) “Es una mentira que se ha perpetuado y que propicia la
mediocridad. Conocer en lo que somos buenos y potenciarlo nos lleva a la
excelencia”, afirma
Es en este punto donde los nuevos hábitos vienen a colación. Quienes son
analíticos y tienden a proceder aprenden de un modo totalmente diferente a
quienes son innovadores y tienden a colaborar. Digamos que las personas
analíticas que quieren aprender algo o desarrollar un nuevo hábito se leen un libro
o hacen un curso, mientras que las personas innovadoras buscan nuevas vías, de
tal modo que están en disposición de crear nuevas vías en su cerebro.
Ryan y Markova han descubierto que nuestra existencia se mueve en tres zonas:
comodidad, expansión y tensión. La comodidad es el reino de nuestros hábitos. La
tensión ocurre cuando nuestras metas están muy lejos de nuestra experiencia
actual. Finalmente, la expansión es como una zona media donde residen las
actividades o hábitos con los que no nos sentimos cómodos. Es en esta última
zona donde ocurren los cambios.
“Acceder a esa zona es bueno porque mantiene nuestro cerebro sano”, comenta
Ryan. Si no seguimos aprendiendo, si no afrontamos nuevos retos con los que
nuestro cerebro cree otras rutas, caemos, literalmente, en la atrofia.