Practicando el poder del ahora _01

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 8

CAPÍTULO UNO

SER E ILUMINACIÓN

Más allá de la miríada de formas de vida que están sujetas al nacimiento


y a la muerte existe la Vida Una, eterna y omnipresente. Muchas personas
utilizan la palabra Dios para describirla, pero yo suelo llamarla Ser.
La palabra Ser no explica nada, pero la palabra Dios tampoco. Ser, no
obstante, tiene la ventaja de ser un concepto abierto. No reduce el infinito
invisible a una entidad finita. Es imposible formarse una imagen mental del
Ser, y nadie puede pretender su posesión exclusiva. Es tu esencia misma;
puedes acceder a ella inmediatamente como el sentimiento de tu propia
presencia.
Por eso sólo hay un pequeño paso entre la palabra Ser y la experiencia
del Ser.

EL SER NO SÓLO ES TRASCENDENTE; TAMBIÉN IMPREGNA


PROFUNDAMENTE
cada forma, y su esencia es invisible e indestructible. Esto significa que
ahora mismo puedes acceder al Ser porque es tu identidad más profunda, tu
verdadera naturaleza. Pero no trates de aferrarlo con la mente. No trates de
entenderlo.
Sólo puedes conocerlo dejando la mente en silencio. Cuando estás
presente, cuando tu atención está plena e intensamente en el ahora, puedes
sentir el Ser, pero nunca podrás entenderlo mentalmente.
La iluminación es recuperar la conciencia del Ser y residir en ese estado
de «sensación-realización».
La palabra iluminación suscita la idea de un logro sobrehumano, y al
ego le gusta que sea así; pero no es más que tu estado natural en el que
sientes la unidad con el Ser. Es un estado de conexión con algo
inconmensurable e indestructible, con algo que es esencialmente tú, y sin
embargo es mucho mayor que tú. Es encontrar tu verdadera naturaleza más
allá del nombre y de la forma.
La incapacidad de sentir esta conexión crea la ilusión de que estás
separado de ti mismo y del mundo que te rodea. Entonces te percibes,
consciente o inconscientemente, como un fragmento aislado. Surge el
miedo, y los conflictos internos y externos pasan a ser la norma.
El mayor obstáculo para experimentar la realidad de tu conexión es la
identificación con la mente, que hace que el pensamiento se vuelva
compulsivo. Ser incapaz de dejar de pensar es una enfermedad terrible, pero
no nos damos cuenta de ella porque casi todo el mundo la sufre y se
considera algo normal. Este ruido mental incesante te impide encontrar el
reino de quietud interior que es inseparable del Ser. También crea un falso
yo fabricado por la mente, que lanza una sombra de miedo y sufrimiento.
La identificación con la mente produce una pantalla opaca de conceptos,
etiquetas, imágenes, palabras, juicios y definiciones que bloquean toda
verdadera relación. Esa pantalla se interpone entre tú y tú mismo, entre tú y
tu prójimo, entre tú y la naturaleza, entre tú y Dios; crea la ilusión de
separación, la ilusión de que tú y el «otro» estáis totalmente separados.
Entonces te olvidas del hecho esencial de que, debajo del nivel de las
apariencias físicas y de las formas separadas, eres uno con todo lo que es.
La mente es un instrumento soberbio si se usa correctamente. Sin
embargo, si se usa de forma in-apropiada, se vuelve muy destructiva. Para
decirlo con más precisión, no se trata tanto de que usas la mente
equivocadamente: por lo general no la usas en absoluto, sino que ella te usa
a ti. Ésa es la enfermedad. Crees que tú eres tu mente. Ese es el engaño. El
instrumento se ha apoderado de ti.
Es como si estuvieras poseído sin saberlo, y crees que la entidad
posesora eres tú.
LA LIBERTAD COMIENZA
cuando te das cuenta de que no eres la entidad posesora, el pensador.
Saberlo te permite examinar la entidad. En el momento en que empiezas a
observar al pensador, se activa un nivel de conciencia superior.
Entonces empiezas a darte cuenta de que hay un vasto reino de
inteligencia más allá del pensamiento, y de que el pensamiento sólo es una
pequeña parte de esa inteligencia. También te das cuenta de que todas las
cosas verdaderamente importantes -la belleza, el amor, la creatividad, la
alegría, la paz interna- surgen de más allá de la mente.
Empiezas a despertar.

LIBÉRATE DE TU MENTE

La buena nueva es que puedes liberarte de tu mente, que es la única


verdadera liberación. Y puedes dar el primer paso ahora mismo.

EMPIEZA POR ESCUCHAR LA VOZ QUE HABLA DENTRO DE


TU CABEZA,
y hazlo tan frecuentemente como puedas. Presta una atención especial a
cualquier patrón de pensamiento repetitivo, a esos viejos discos de
gramófono que pueden haber estado dando vueltas en tu cabeza durante
años.
Esto es lo que llamo «observar al pensador», que es otra manera de
decir: escucha la voz dentro de tu cabeza, mantente allí como presencia que
atestigua.
Cuando escuches la voz, hazlo imparcialmente. Es decir, no juzgues. No
juzgues ni condenes lo que oyes, porque eso significaría que la misma voz
ha vuelto a entrar por la puerta de atrás.
Pronto te darás cuenta de esto: la voz está allí y yo estoy aquí,
observándola. Esta comprensión Yo soy, esta sensación de tu propia
presencia, no es un pensamiento. Surge de más allá de la mente.
Así, cuando escuchas un pensamiento, no sólo eres consciente del
pensamiento, sino también de ti mismo como testigo del pensamiento. Ha
hecho su aparición una nueva dimensión de conciencia.
CUANDO ESCUCHAS EL PENSAMIENTO,

sientes como si hubiera una presencia consciente -tu yo profundo- por


debajo o detrás de él. De este modo el pensamiento pierde su poder sobre ti
y se disuelve rápidamente, porque ya no energetizas tu mente mediante la
identificación con ella. Es el principio del fin del pensamiento compulsivo e
involuntario.
Cuando el pensamiento se aquieta, experimentas una discontinuidad en
la corriente mental, una brecha de «no-mente». Al principio las brechas
serán cortas, tal vez duren unos segundos, pero gradualmente se irán
prolongando. Cuando ocurren estas discontinuidades, sientes cierta quietud
y paz dentro de ti. Es el principio del estado natural de sentirte unido al Ser,
generalmente nublado por la mente.
Con la práctica, la sensación de quietud y de paz se va ahondando. De
hecho, esa profundidad no tiene fin.
También sentirás una sutil emanación de alegría elevándose desde lo
más hondo de ti: la alegría de Ser.
En este estado de conexión interna estás mucho más alerta, más
despierto que en el estado de identificación mental. Estás plenamente
presente. Y también se eleva la frecuencia vibratoria del campo energético
que da vida al cuerpo físico.
A medida que profundizas en este reino de la no-mente, como a veces
se le denomina en Oriente, vas alcanzando el estado de conciencia pura. En
ese estado sientes tu propia presencia con tal intensidad y alegría que, en
comparación, todo pensamiento, toda emoción, tu cuerpo físico y todo el
mundo externo se vuelven relativamente insignificantes. Sin embargo, no es
un estado de egoísmo, sino de desprendimiento y generosidad. Te lleva más
allá de lo que pensabas que era «tu identidad». Esa presencia es
esencialmente tú, y al mismo tiempo es inconcebiblemente mayor que tú.

EN LUGAR DE «OBSERVAR AL PENSADOR,


también puedes crear una apertura en la corriente mental por el simple
hecho de dirigir el foco de tu atención al ahora. Basta con que te hagas
intensamente consciente del momento presente.
Esto es algo por demás satisfactorio. De este modo retiras la conciencia
de tu actividad mental y creas una brecha sin mente en la que estás muy
alerta y consciente, pero no piensas. Ésta es la esencia de la meditación.
E N TU VIDA COTIDIANA
puedes practicar esto tomando cualquier actividad rutinaria, que
habitualmente sólo es un medio para un fin, y darle toda tu atención para
que se convierta en un fin en sí misma.
Por ejemplo, cada vez que subas o bajes las escaleras en tu casa o en tu
puesto de trabajo, presta mucha atención a cada escalón, a cada
movimiento, incluso a tu respiración. Mantente totalmente presente.
O cuando te laves las manos, presta atención a todas las percepciones
sensoriales asociadas con esa actividad: el sonido y la sensación del agua, el
movimiento de tus manos, el aroma del jabón, etc.
O cuando entres en tu coche, después de cerrar la puerta, detente
durante unos segundos y observa el flujo de tu respiración. Toma conciencia
de una silenciosa pero intensa sensación de presencia.
Hay un criterio que te permite medir el éxito logrado en esta práctica: el
grado de paz que sientas en tu interior.
El paso más vital en tu camino hacia la iluminación es éste: aprende a
no identificarte con tu mente. Cada vez que creas una apertura en el flujo
mental, la luz de tu conciencia se fortalece.
Puede que un día te sorprendas sonriendo a la voz que suena en tu
cabeza como sonreirías a las travesuras de un niño. Esto significa que has
dejado de tomarte el contenido de tu mente tan en serio, y que tu sentido de
identidad ya no depende de él.

ILUMINACIÓN: ELEVARSE POR ENCIMA DEL PENSAMIENTO

A medida que uno crece, va formándose una imagen mental de sí


mismo basada en su condicionamiento personal y cultural. A este yo
fantasma lo llamamos ego. El ego es tu actividad mental y sólo puede
funcionar mediante el pensamiento constante. El término ego tiene distinto
significado según se trate de una persona u otra, pero cuando lo uso aquí me
refiero al falso yo, creado por una identificación inconsciente con la mente.
Para el ego, el momento presente apenas existe. Sólo considera
importantes el pasado y el futuro. Esta inversión total de la verdad explica
por qué, en la modalidad ego, la mente es tan disfuncional. Siempre está
tratando de mantener el pasado vivo, porque ¿quién serías sin él? Y se
proyecta constantemente hacia el futuro para asegurarse la supervivencia y
buscar en él una sensación de liberación o satisfacción. Dice: «Algún día,
cuando haya ocurrido esto, lo otro o lo de más allá, estaré bien, en paz, seré
feliz.»
Incluso cuando parece que el ego está en el presente, no ve el presente:
lo percibe equivocadamente porque lo mira con los ojos del pasado. O
reduce el presente a ser un medio para un fin, un fin que siempre reside en
el futuro proyectado por la mente. Observa tu mente y comprobarás que
funciona así.
El momento presente contiene la clave de la liberación, pero no puedes
encontrar el momento presente mientras seas tu mente.
Alcanzar la iluminación significa elevarse por encima del pensamiento.
En el estado de iluminación sigues usando la mente cuando la necesitas,
pero de un modo mucho más enfocado y eficaz que antes. La empleas
principalmente con fines prácticos, pero eres libre del diálogo interno
involuntario, y vives en la quietud interior.
Cuando empleas la mente, y en particular cuando necesitas dar una
solución creativa a algo, vas oscilando cada pocos minutos entre la mente y
la quietud, entre la mente y la no-mente. La no-mente es conciencia sin
pensamiento. Sólo la no-mente permite pensar creativamente, porque da al
pensamiento un poder real. El pensamiento por sí solo, desconectado del
vasto campo de la conciencia, se convierte rápidamente en algo estéril,
insano, destructivo.

EMOCIÓN: LA REACCIÓN DEL CUERPO A LA MENTE

La mente, tal como yo uso la palabra, no es únicamente el pensamiento.


Incluye también las emociones y las pautas de reacción inconscientes, tanto
mentales como emocionales. La emoción surge en el punto donde cuerpo y
mente se encuentran. Es la reacción del cuerpo a la mente o, dicho de otra
forma, el reflejo de la mente en el cuerpo.
Cuanto más te identificas con el pensamiento, con lo que te gusta o
disgusta, con tus juicios e interpretaciones, es decir, cuanto menos presente
estás como conciencia observante, más fuerte es la carga de energía
emocional, seas consciente de ella o no. Si no puedes sentir tus emociones,
si estás desconectado de ellas, acabarás sintiéndolas a un nivel puramente
físico, como un problema o síntoma físico.
Si TE ES DIFÍCIL SENTIR TUS EMOCIONES, empieza por enfocar
la atención en el campo energético interno de tu cuerpo. Siente el cuerpo
desde dentro. Así estarás en contacto con tus emociones.
Si realmente quieres conocer tu mente, el cuerpo siempre te dará un
reflejo fiel; por tanto, observa la emoción o, más bien, siéntela en tu cuerpo.
Si existe un conflicto aparente entre ambos, el pensamiento es el que miente
y la emoción dice la verdad. No la verdad última de tu identidad real, sino
la verdad relativa de tu estado mental en ese momento.
Es posible que aún no puedas hacer consciente la actividad de tu mente
inconsciente en forma de pensamientos, pero siempre se reflejará en el
cuerpo como una emoción, de la que sí puedes tomar conciencia.
Observar una emoción es básicamente igual que escuchar u observar un
pensamiento, tal como he descrito el proceso anteriormente. La única
diferencia es que, mientras el pensamiento está en tu cabeza, la emoción
tiene un fuerte componente físico, de modo que se siente principalmente en
el cuerpo. Puedes dejar que la emoción esté ahí sin ser controlado por ella.
Ya no eres la emoción; eres el observador, la presencia que mira.
Si practicas así, todo lo que es inconsciente en ti saldrá a la luz de la
conciencia.

ADQUIERE EL HÁBITO DE PREGUNTARTE:


¿Qué está pasando dentro de mí en este momento? Esa pregunta te
orientará en la dirección correcta. Pero no analices, simplemente observa.
Enfoca tu atención hacia dentro. Siente la energía de la emoción.
Si no hay ninguna emoción presente, lleva la atención más
profundamente al campo energético de tu cuerpo.
Es el pasadizo hacia el Ser.

También podría gustarte