5.- SAN JUAN

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5.

San Juan

Sinopsis del Nuevo Testamento es un estudio sintético de cada uno de los libros del
Nuevo Testamento: Se examina el propósito de cada libro, quién fue el autor, cuándo y a
quiénes se escribió. Se identifica cuál es el mensaje de cada libro y cómo se relaciona
este con los demás. La meta de esta materia es darle al alumno un concepto
panorámico de la Biblia.

EL EVANGELIO DE JUAN:

¿QUIEN ES ESTE HOMBRE?

por Ray C. Stedman

Por muy diversos motivos, el cuarto Evangelio tiene un especial significado para mi, pero sobre
todo debido a que fue escrito por el discípulo más cercano al corazón del Señor. Al leer el
Evangelio de Mateo, leemos el relato de nuestro Señor visto a través de los ojos de un
discípulo devoto. Marcos y Lucas, como es natural, fueron cristianos dedicados que conocieron
y amaron a Jesucristo, a pesar de que aprendieron acerca de él principalmente gracias al
testimonio de otros, pero Juan fue el que aprendió apoyándose en su pecho. Pertenecía al
círculo interno que incluía a Pedro y a Jacobo, que pasaron con el Señor por las circunstancias
más íntimas de su ministerio y oyeron más que los otros. Por lo tanto, este libro lo abrimos con
un sentimiento de anticipación porque en él hallamos el testimonio de los amigos más íntimos
del Señor.

A la vista de esto, es sorprendente ver de qué modo empieza el Evangelio de Juan (capítulo 1,
versículo 1):

"En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios y el Verbo era Dios."

Algunas veces pienso que resulta difícil creer que Jesús es Dios. Se que no hay ni un solo
cristiano que en una ocasión u otra no haya sentido el impacto de todos los argumentos que le
convierten solo en un hombre. Hay ocasiones en las que nos cuesta trabajo comprender la
intención completa de esas palabras y pensar en Jesús como Dios.

Pero si nosotros lo encontramos difícil ¿cuánto más no lo encontrarían sus discípulos? Ellos, de
todos los hombres, serían los que posiblemente les costaría más trabajo creer que fuese Dios,
porque vivían con él, veían su humanidad como ninguno de nosotros la hemos visto ni jamás la
veremos. Debieron de enfrentarse repetidamente con un tema que les intrigaría y les
preocuparía "¿quién es este hombre? Como ellos mismos dijeron: "¿Qué clase de hombre es
este que sana a los enfermos, resucita a los muertos, y hasta los vientos y el mar le obedecen?

Con frecuencia me los he imaginado tumbados bajo las estrellas con nuestro Señor en una
noche de verano junto al Mar de Galilea. Me imagino a Pedro o a Juan o incluso a uno de los
otros despertándose en medio de la noche, apoyándose sobre un codo, y al contemplar al
Señor Jesús, durmiendo junto a ellos, diciéndose a sí mismo: "¿Es esto verdad? ¿Es posible
que este hombre sea el Dios eterno? ¿Cuál es el secreto de su ser, el misterio de su venida?
No es de sorprender que se sintiesen intrigados por él y que hablasen continuamente entre
ellos acerca del misterio de su ser.

Pero la evidencia de lo que veían y oían resultaba tan abrumadora y convincente que cuando
llegaron al final de la historia, cuando Juan empezó a poner por escrito los recuerdos de
aquellos días extraordinarios, comenzó declarando la deidad de Jesús: "Él era el principio. Era
el Verbo que estaba con Dios, que estaba en el principio con Dios y era Dios.

Ese es el tema de este Evangelio de Juan. En Mateo vemos al Señor como Rey, en Marcos le
vemos como el siervo, siempre ocupado y sumido en una incesante actividad, en Lucas vemos
la perfección de su humanidad, el hombre tal y como Dios pretendía que fuese. Pero ahora, en
el Evangelio de Juan vemos cómo entra en el Lugar Santísimo y nos enteramos del secreto de
su vida.

La clave del Evangelio de Juan se encuentra en el penúltimo capítulo y este breve Evangelio
tiene dos finales. Juan añade una postdata, que llamamos el capítulo 21, y que tiene que ver
con ciertas cosas que sucedieron después de la resurrección, pero Juan había acabado su
Evangelio con estas palabras (capítulo 20, versículos 30-31):

"Por cierto, Jesús hizo muchas otras señales en presencia de sus discípulos, las cuales no
están escritas en este libro. Pero estas cosas han sido escritas para que creáis que Jesús es el
Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo [que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios] tengáis
vida en su nombre." (20:30-31)

Este es el doble propósito de este libro. Primero, Juan se dispone a presentar la evidencia de
por qué cualquier hombre en cualquier lugar puede creer totalmente y de todo corazón que
Jesús es el Cristo, o para usar la forma hebrea, el Mesías, el Ungido, el prometido. El segundo
propósito es mostrar que es el Hijo de Dios.

Actualmente se concede una gran importancia a las palabras el "Hijo de Dios, como si hubiese
una distinción entre Dios y el Hijo de Dios, pero ninguna palabra hebrea lo entendería jamás de
esa manera. Para los hebreos, llamar a alguien el "hijo de algo representaba que se
identificaba o era idéntica a esa cosa o esa persona. Bernabé fue nombrado "Hijo de
Consolación. Ese es el significado de su nombre. ¿Por qué? Porque era esa clase de hombre,
un hombre al que le gustaba animar y consolar a sus semejantes. Su mote representa el
epítome de la consolación, era la expresión de esa idea.

Para los hebreos, el uso de este término, el Hijo de Dios, quería decir "este es Dios. Por eso es
por lo que, invariablemente, cuando nuestro Señor usa ese término acerca de sí mismo, se ve
desafiado por los escribas y los fariseos incrédulos que le dicen "¿quién eres? ¿Quién te crees
que eres? ¿Por qué te haces igual a Dios? Pues claro que lo hacía porque es precisamente lo
que quiere decir el título.

Al disponerse a demostrar este hecho, Juan se vale del principio de la selección. Deja que su
mente repase aquellos tres años y medio extraordinarios durante los cuales estuvo con el
Señor. Mateo, Marcos y Lucas habían escrito ya sus Evangelios, pero Juan no escribió el suyo
hasta la última década del primer siglo. Lo escribió cuando era ya anciano, recordando estos
acontecimientos.

Como es natural, los críticos se han valido de este hecho para decir que no podemos depender
del Evangelio de Juan, porque es el relato de un anciano que está intentando recordar
acontecimientos que tuvieron lugar en su juventud. Sin embargo, no olvidemos que estos
acontecimientos estuvieron en los labios, en el corazón, en la lengua y en la memoria del
apóstol Juan cada día después de que sucediesen estos acontecimientos y estaba siempre
hablando sobre ellos y los escribió con el propósito de unir el relato que habían escrito Mateo,
Marcos y Lucas.

Fíjense en qué modo los divide. Jesús es el Cristo, ese es el primer tema. Era la pregunta en
labios de los hombres de los tiempos de Juan, la pregunta que dividía a los judíos. Las figuras
más destacadas se estaban preguntando: "¿Es este al que Esperábamos? ¿Es este el Cristo?
Sabían que había una profunda sensación de expectación a lo largo de todo el Antiguo
Testamento, que decía siempre de un modo u otro "¡Alguien va a venir! ¡Alguien va a venir! Al
final del libro de Malaquías, vemos que está en el aire la pregunta: "¿Quién es Este que ha de
venir?

En los días de Juan, las gentes se sentían conmovidas por la aparición de Juan el Bautista y le
preguntaron "¿eres tú el Cristo? A lo que él les respondió: "No, pero viene tras de mi y cuando
Jesús comenzó a predicar arriba y abajo, por las colinas de Judea y de Galilea, había hombres
por todas partes diciendo: "¿Es este al que esperábamos? ¿Es éste el Mesías?

El Señor Jesús declaró una y otra vez que había venido con las credenciales autorizadas del
Mesías. Es lo que quiso decir con las palabras:

"De cierto, de cierto os digo que el que no entra al redil de las ovejas por la puerta, sino que
sube por otra parte, ése es ladrón y asaltante. Pero el que entra por la puerta es el pastor de
las ovejas." (10:1-2)

El redil era la nación de Israel. Dijo que había Uno que habría de venir por el camino
autorizado, por la puerta y si alguien viene de alguna otra manera es un ladrón y un mentiroso,
pero el que entra por la puerta, la entrada autorizada, será reconocido como el Gran Pastor. Y
continua diciendo (versículo 3):

"A él le abre el portero y las ovejas oyen su voz..."

En este versículo se está refiriendo al ministerio de Juan el Bautista, que vino como el que
habría de abrir la puerta, como el precursor del Mesías. Por lo que vino como el que estaba
autorizado, con las debidas credenciales.

¿Cuáles eran esas credenciales? Son las que nos da él mismo en la sinagoga de Nazaret.
Lucas nos dice en el capítulo 4 que se puso en pie en la sinagoga ese día y leyó del libro del
profeta Isaías. Encontró el sitio y deliberadamente leyó aquellas palabras a los allí reunidos:

"El Espíritu del Señor Jehová está sobre mí, porque me ha ungido..."

¿Cuál es el significado del Mesías? ¿Del ungido? "El Espíritu del Señor Jehová está sobre mí
dice,

"...porque me ha ungido para anunciar buenas nuevas a los pobres...para proclamar libertad a
los cautivos y vista a los ciegos, para poner en libertad a los oprimidos y para proclamar el año
agradable del Señor." (Luc. 4:18-19)

Se detuvo a mitad de la frase, cerró el libro y se sentó. A continuación dijo a todos los
presentes: "Hoy las Escrituras se han cumplido ante vosotros, es decir, "yo soy Aquel al que se
refieren.

Tomemos esas señales del Mesías y coloquémoslas junto a las siete señales que Juan escoge
del ministerio de nuestro Señor y se darán ustedes cuenta de que escogió esas en particular
porque son las señales que demuestran que Jesús es el Cristo, el Mesías. Permítanme que se
las enseñe en el orden en que aparecen en el Evangelio de Juan.

El primer milagro que realizó nuestro Señor fue transformar el agua en vino. (2:1-11) Ese
milagro era una parábola. Nuestro Señor estaba llevando a cabo un acto simbólico en las
bodas de Cana de Galilea. Tomó algo que pertenecía al ámbito de lo inanimado, como el agua
y la transformó en una sustancia viva, en vino. Cogió lo que pertenecía al ámbito de la muerte y
lo cambió en lo que es para siempre una expresión de gozo y de vida. De esta manera está
declarando, por medio de un símbolo, lo que vino a hacer: a proclamar el año aceptable del
Señor. No vino a declarar el día de la venganza, deteniéndose en el pasaje de Isaías. Pero vino
con el fin de declarar el día de la gracia, cuando el propósito de Dios sería tomar al hombre con
su estado de quebrantamiento, su vacío y su falta de animación para darle la vida, para
proclamar el tiempo aceptable del Señor.
La próxima señal es la curación del hijo del noble. (4:46-54) La figura central de ese relato no
es el hijo, que está enfermo y a las puertas de la muerte, sino el noble, que acude al Señor con
el corazón destrozado y entristecido por el sufrimiento. En la agonía de su corazón clama a
Cristo y le dice: "¿Vendrías y sanarías a mi hijo? El Señor no solo sana al muchacho a
distancia, con una palabra, sino que sana el corazón dolorido del padre. Como había dicho:
había sido ungido para sanar a los quebrantados de corazón.

La tercera señal es la curación del hombre impotente, junto al estanque de Bethesda (5:1-9)
Como recordarán, aquel hombre llevaba allí treinta y ocho años. Había estado esclavizado por
una enfermedad que le tenía paralizado, de manera que no podía entrar en el estanque.
Alguien le había llevado junto a él, con la esperanza de ser sanado, con la esperanza de verse
liberado y nuestro Señor le escogió de entre una gran multitud de personas impotentes y le
sanó, diciéndole: Levántate, toma tu cama y anda. Pero ¿por qué? Estaba demostrando su
habilidad para liberar a los oprimidos. Durante treinta y ocho años aquel hombre había estado
atado y él le liberó en un instante.

El próximo milagro es la alimentación de los cinco mil (6:1-14) Este milagro aparece en los
cuatro Evangelios. Unido a él se encuentra el milagro sobre el caminar sobre las aguas. ¿Cuál
es el significado de estas señales? La verdad es que resulta imposible leer el relato de la
alimentación de los cinco mil sin darse cuenta de que es una maravillosa demostración del
deseo que tiene el Señor de suplir las más profundas necesidades del corazón humano, del
anhelo profundo que siente el hombre de Dios y lo hace usando el pan como símbolo. El mismo
había dicho: "No solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de
Dios. (Mat. 4:4) Y luego demostró la clase de pan al que se refería. "Yo dijo, "soy el pan de
vida. (6:35) Tomando el pan, lo partió y con él alimentó a los cinco mil, simbolizando de qué
modo tan absoluto puede suplir la necesidad de la vida humana.

Luego, enviando a sus discípulos en la tormenta, fue caminando sobre las olas hacia ello en
medio de la tempestad. Las olas eran de gran tamaño y la barca estaba a punto de zozobrar,
por lo que los discípulos se sentían angustiados a causa del temor. Pero él les tranquiliza
diciéndoles: "¡Yo soy; no temáis! (6:20) En el doble milagro de la alimentación de los cinco mil y
cuando camina sobre las aguas, hay una representación simbólica de la capacidad que tiene
nuestro Señor para satisfacer la necesidad de los corazones humanos y librarlos de su mayor
enemigo, que es el temor. Esta es una buena noticia ¿no es así? Esta es una de las señales
del Mesías: vino con el propósito de proclamar las buenas nuevas a los pobres. ¿Se le ocurre a
ustedes una noticia más importante que decirle a alguien que hay una manera de hallar todo el
gozo que anhela el alma, satisfaciéndola y librándola de todo temor en la vida? Eso es
proclamar las buenas nuevas a los pobres.

El próximo milagro es la curación del ciego. (9:1-12) Este milagro apenas si necesita de
comentario alguno. Nuestro Señor dijo que había venido para "dar la vista a los ciegos. Escogió
a un hombre que era ciego de nacimiento, de la misma manera que el hombre está
espiritualmente ciego desde el momento en que nace, y le sanó.

El último milagro es la resurrección de Lázaro de entre los muertos (11:1-44), simbolizando la


liberación de aquellos que durante toda su vida han vivido sometidos a la esclavitud de Satanás
por medio del temor a la muerte. Por lo tanto, estas siete señales demuestran, por encima de
toda duda, que Jesús es el Mesías, el Esperado.

Pero Juan habla de algo mucho más profundo que eso, dice que él es no solo el Cristo, sino el
Hijo de Dios. Cuando le vemos con su poder de liberación, le estamos viendo realmente como
el Liberador prometido, como el Mesías. Oh sí, nos dice Juan, pero ese no es el mayor secreto
acerca de él. Cuando le vemos como el que puede hacer todas estas obras poderosas,
supliendo las más profundas necesidades de los hombres, miren ustedes aun más allá y verán
además su gloria.

Descubrimos que, al hallarnos ante la presencia de su humanidad, contemplamos sus


preciosos ojos, sentimos el latido de su corazón humano, la compasión de su vida
derramándose en servicio y también nosotros nos encontramos ante la presencia de Dios,
viendo cómo él es. "Este dice, "es el Hijo de Dios.

Esto es algo que nos dice en el primer capítulo de su Evangelio: "A Dios nadie le ha visto jamás
eso es establecer un hecho. El hombre tiene un profundo deseo de Dios y está constantemente
buscándole, pero Juan continúa diciendo: "...el Dios único [al margen dice que muchos
manuscritos, como en esta versión, se lee Dios] el único Dios, que está en el seno del Padre, él
le ha dado a conocer. (1:18) Literalmente, ha hecho una exégesis de Dios, revelando cómo es
Dios.

En su Evangelio Juan recoge siete de las grandes palabras de nuestro Señor, que demuestran
esa afirmación, basándolo todo en el gran nombre de Dios, que le fue revelado a Moisés en la
zarza ardiente. Cuando Moisés contempló la zarza ardiente y se volvió a un lado para descubrir
su secreto, Dios le habló desde la zarza y le dijo: "Yo soy el que Soy. (Exo. 3:14) Esa es la
naturaleza de Dios. Es decir, "soy exactamente lo que soy. No soy nada más, pero tampoco
nada menos. Soy el eterno Yo Soy. Juan recoge siete veces esta palabra en su Evangelio y la
usa acerca de nuestro Señor. De hecho, estas palabras brotaron en siete ocasiones diferentes
de los labios de nuestro Señor y esto constituye la prueba de que él es la deidad.

¿Les asombra eso? ¿Ha pensado usted que lo que demuestran que es Dios son sus milagros?
No, no. Demuestran que era el Mesías, el Prometido. Son sus palabras las que demuestran
que es Dios. Escúchenlas: "Yo soy el pan de vida. (6:35) Es decir, yo soy el que sustenta la
vida, el que satisface la vida. "Yo soy la luz del mundo (8:12), el que ilumina la vida. "Yo soy
[para tomar prestada una frase de Pablo] aquel en quien están ocultos todos los tesoros de la
sabiduría y del conocimiento, el que explica las cosas, el que echa luz sobre los misterios y los
enigmas y los resuelve.

"Yo soy la puerta (10:7) dijo Jesús, es decir, la oportunidad en la vida, el camino que se abre.
Cuando se enfrenten ustedes con una sensación de carencia, un anhelo de más, estas son las
palabras que necesitan ustedes oír: "yo soy el buen pastor (10:11); es decir, el que guía en la
vida, el único debidamente preparado para llevar a una persona y dirigirla con seguridad a
través de los problemas y de los abismos que surgen por doquier, guiándola con seguridad por
la vida. ("Jehová es mi pastor, nada me faltará.)

Luego dice "yo soy la resurrección y la vida. (11:25) Es decir, el poder de la vida. ¿Se dan
ustedes cuenta de que el poder de la resurrección es la única clase de poder que funciona
cuando falla todo lo demás? Es algo que funciona en medio de la muerte. El poder de la
resurrección es la única clase que no necesita de ninguna ayuda exterior, de ningún proceso de
aprendizaje. Cuando ya no se puede hacer nada más, aparece y comienza a actuar. Jesús dice
"yo soy la resurrección y la vida.

"Yo soy el camino, la verdad y la vida. (14:6) Es decir, la realidad final. Soy la verdadera
sustancia detrás de todas las cosas. "Yo soy la vid…separados de mí, nada podéis hacer.
(15:5) Yo soy el que produce el fruto, la fuente de fraternidad, de identidad y de comunión.

Por ello, nuestro Señor adopta el gran nombre revelador de Dios y, uniéndolo a estos simples
símbolos, nos permite entender a Dios. "El Verbo nos dice Juan "se hizo carne y habitó entre
nosotros. Puso su tienda entre nosotros, y contemplamos su gloria, gloria como del unigénito
del Padre hecho hombre. Este es el fascinante tema de este libro. No hay tema de mayor
importancia en todo el universo que el hecho de que cuando nos encontramos ante la
presencia de la humanidad de Jesús de repente descubrimos que nos hallamos, por primera
vez, ante la presencia de Dios. Así es como es Dios. El que sana, el que ama, el que sirve, el
que espera, el que bendice, el que muere y resucita de nuevo, ese es Dios y es lo que revela
Juan.

La palabra que nos deja es, por lo tanto, que sí creemos que él es el Mesías y que es Dios,
tenemos vida en su nombre. Él es la clave de la vida. ¿Quién no quiere vivir? ¿No es eso lo
que todos deseamos, tanto los jóvenes como los mayores? Lo que estamos realmente
buscando es la clave de la vida. Lo que queremos es sentirnos realizados, queremos ver
hechas realidad todas las posibilidades y el potencial de nuestro ser que sentimos que se halla
en lo más hondo de nuestro ser. Deseamos ver satisfechos esos profundos anhelos, queremos
expresarnos a nosotros mismos y deseamos ser aquello para lo cual fuimos diseñados y que
se pretendía que fuésemos.

¡Pero escuchemos! Juan dice: "Pero estas cosas han sido escritas para que creáis que Jesús
es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengáis vida en su nombre.

Esto nos trae inevitablemente a dos cosas: primero, la adoración. ¿Cómo podemos estar ante
la presencia de este misterio divino y no sentir el corazón atraído a la adoración de Dios? Como
cantamos con frecuencia:

¿Puede ser que tenga interés en la sangre del Salvador? ¿El que murió por mí, a quien causé
dolor? ¿Por mí, a pesar de que la muerte le persiguió? Qué inmenso amor, ¿cómo puede ser
que tú, mi Dios, ¿murieses por mí?

Esa es la adoración.

Isaías que vio al Señor elevarse y el templo llenarse del humo de su gloria, se inclinó y clamó
diciendo: "¡Ay de mí, pues soy muerto! Porque siendo un hombre de labios impuros y habitando
en medio de un pueblo de labios impuros... (Isa. 6:5) Entonces un ángel descendió del altar y
tomando un carbón tocó sus labios con él y le purificó.

Eso le trajo a la próxima cosa, a la que también nosotros hemos de llegar, si somos
conscientes de aquello a lo que se refiere Juan aquí, no solo la adoración, sino el servicio. "Un
amor tan asombroso y tan divino dice Isaac Watts, "exige ¿qué exige? "Mi alma, mi vida, mi
todo. ¿De qué manera podemos adorar, a menos que escuchemos las palabras del Señor
Jesús “Como mi Padre me envió, os envío yo a vosotros decimos con Isaías “Heme aquí,
¿envíame a mí? (Isa. 6:8) ¿Qué podría ser más importante que estar unidos a esta vida,
alrededor de la cual se une todo el universo, la imagen del Dios invisible?

Oración

Padre nuestro, te pedimos al inclinarnos ante el Bendito, acerca del cual nos habla este libro,
que sean abiertos los ojos de nuestro entendimiento, para que podamos darnos cuenta que
aquí tenemos a Aquel que es supremo en medio de los cientos de miles y miles del Apocalipsis
que claman diciendo: "Digno es el Cordero de ser alabado, de recibir el honor, la gloria y la
bendición. Digno es El que murió y está vivo y vive para siempre. Te damos gracias por esta
revelación, y pedimos que nuestros corazones se hagan eco de estas palabras: "Señor, heme
aquí; no soy más que un ser humano, nada más que un hombre, una mujer, un niño o una niña,
pero heme aquí Señor. Tómame a mí, envíame y úsame. En el nombre de Cristo, amen.

Nº de Catálogo 244

Juan

20 de Noviembre, 1966

Mensaje Cuarenta y Cuatro

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