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CUADERNOS DE GEOGRAFÍA DEL COMERCIO | 2

CUADERNOS DE GEOGRAFÍA DEL COMERCIO | 2

PRESENTACIÓN

Los Cuadernos de Geografía del Comercio (CGC) son el resultado del trabajo
de integrantes del Grupo de Estudios de Geografía Económica y Comercio
Internacional (GECI), en el marco del Observatorio Geohistórico (OGH) y el
Programa de Estudios Geográficos (PROEG) del Departamento de Ciencias Sociales
y el Instituto de Investigaciones Geográficas (INIGEO) de la Universidad Nacional de
Luján (UNLu).
Por un lado, se pretende que los CGC sean un insumo académico que
contribuyan al desarrollo del Observatorio de Comercio Internacional (OCI) del
Departamento de Ciencias Sociales (UNLu) y, al mismo tiempo, que acompañen la
labor del Observatorio Geoeconómico (OGE) del Colectivo GeoEcon.
Concretamente, los CGC tienen el objetivo de complementar las lecturas de
las/os estudiantes por medio de una selección de materiales educativos referidos a
distintos debates en torno al comercio internacional desde una perspectiva
geográfica.
Por último, consideramos que los CGC deben permanecer a disposición de
docentes, graduados y estudiantes para su empleo como herramienta didáctica. Por
tal motivo, los CGC integran un acervo de materiales educativos organizados en el
Portal Coordenadas (www.portalcoordenadas.com.ar) y preparados para su
descarga en formato PDF.

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EQUIPO DE TRABAJO

DIRECTOR

Prof. Omar Gejo (GECI-OGH-UNLu)

SECRETARIO DE REDACCIÓN

Prof. Alan Rebottaro (GECI-OGH-UNLu)

INVESTIGADORES ASESORES

Mg. Gustavo Alves (OCI-UNLu)


Lic. Ana Laura Berardi (UNMdP)
Dr. Zeno Crocetti (ILAT-UNILA)
Lic. Susana Fratini (GECI-OGH-UNLu)
Prof. Mariano Iscaro (FCA-UNMdP)
Prof. Gustavo Keegan (GECI-OGH-UNLu)
Dra. Ana María Liberali (UNMdP/UNICEN/UBA)
Lic. Osvaldo Morina (GECI-OGH-UNLu)
Dr. Martín Martinelli (OGH-UNLu/CLACSO)
Lic. Solange Redondo (ISFD N° 45/UBA)
Prof. Diego Solimeno (ISFD N° 19/UNMdP)
Lic. Graciela Suevo (GECI-OGH-UNLu)
Lic. Alberto Virdó (GECI-OGH-UNLu)
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ÍNDICE

CHINA RETORNA EL CENTRO DE LA ECONOMÍA MUNDIAL


Jorge Castro _____________________________________________________________________ 05

LA NUEVA RUTA DE LA SEDA, EL GRAN PLAN ESTRATÉGICO DE CHINA


Macarena Vidal Liy ______________________________________________________________ 08

UNA GUERRA MUNDIAL EN TIEMPOS DE PANDEMIA


Jorge Altamira ___________________________________________________________________ 14

LA CRISIS SE ANUNCIABA ANTES DEL CORONAVIRUS


Alejandro Nadal _________________________________________________________________ 17

COVID-19, DESMUNDIALIZACIÓN Y RIVALIDAD ESTRATÉGICA


Xulio Ríos ________________________________________________________________________ 19

LA CRISIS NO ES AFUERA
Carlos Leyba ____________________________________________________________________ 22

IMPORTACIONES MUNDIALES DE MERCANCÍAS, POR REGIONES Y PAÍSES


SELECCIONADOS (1948-2018)
Organización Mundial del Comercio (OMC) _____________________________________ 27

LAS NUEVAS RUTAS DE LA SEDA: “LOS CAMINOS CONTEMPORÁNEOS”, LAS


CONEXIONES EN EUROPA” Y “PROYECTOS FINANCIADOS POR CHINA EN EL MUNDO”
Macarena Vidal Liy ______________________________________________________________ 28
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CHINA RETOMA EL CENTRO DE LA ECONOMÍA MUNDIAL

Jorge Castro

A partir de la crisis financiera internacional 2008/2009, el comercio global ha


crecido menos que el PBI mundial (1,5% anual vs. 3,5% por año en 2015) y China ha
profundizado su condición de primera exportadora global (12% del total) y de la
mayor potencia comercial del mundo (su relación comercio global/PBI es 75%).
En este mismo período, el valor que tenían sus exportaciones en sus ventas
externas (comercial trade) ha disminuido 30 puntos. Era 60% en 1995 y cayó a 35%
en 2016.
Significa que China ha incorporado a su sistema de producción doméstica
una parte creciente de sus ventas externas; y esto coincide con una reducción de su
comercio internacional, que se manifiesta en una disminución de las importaciones
(cayeron 5,15% en el primer semestre de 2015) y también de las colocaciones en el
exterior (-0,9% en igual período).
Por eso, el saldo neto del comercio exterior de la República Popular ha sido
nulo o negativo en los últimos 5 años. China crece hoy sobre la base excluyente de
su demanda doméstica.
Esto ha ocurrido cuando ha acentuado su liderazgo en el flujo de
informaciones por Internet, núcleo de la globalización. Más del 80% del flujo global
de información tenía lugar en 2005 solo entre EE.UU. y Europa. Ahora ha crecido 45
veces, y el eje del intercambio es el que existe entre China y el mundo.
El Sur-Sur (Asia-América Latina) ha sido el canal del comercio internacional
que más ha disminuido a partir de 2009 (+ de 60%), y este ha sido el intercambio
de doble vía que más rápidamente creció en los 10 años previos (+15% anual).
El resultado ha sido que el intercambio global se ha expandido 2,5% en
volumen en 2015, por debajo del PBI global, que creció entonces 3,1%. Pero en valor
disminuyó 6 veces más (-13,8%).

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Este giro estructural del comercio internacional ha aumentado la centralidad


de China, a pesar de que la masa de sus exportaciones (+ de 60%) se dirige en
barcos hacia sus principales mercados, que son Europa y EE.UU. Los costos del
transporte marítimo se mantienen estables desde la década del 80, tras haber caído
sistemáticamente en el siglo previo. La reducción de los costos del transporte fue la
causa crucial que impulsó el auge del comercio internacional en el siglo XX.
China es una potencia esencialmente terrestre en la economía global del
siglo XXI; y esto se contrapone con el hecho de que la acumulación capitalista desde
la Revolución Industrial (1780/1840) ha estado a cargo de potencias marítimas (Gran
Bretaña y EE.UU., sucesivamente).
La historia del comercio internacional en la fase de la globalización que
comenzó en 1991 se puede resumir en estos términos: ha aumentado US$ 20
billones en 3 décadas (pasó de US$ 4 billones en 1990 a US$ 24 billones en 2014),
era 20% del PBI global en 1991 y trepó a 30% en 2015 (UNCTAD).
La novedad histórica es que China ha comenzado ahora a desplegar una
plataforma terrestre para su intercambio global, integrando la masa euroasiática
desde el noroeste de la República Popular hasta Alemania, recorriendo en forma
inversa el camino de Marco Polo en el siglo XIII.
La “Ruta de la Seda” es una inversión en infraestructura de US$ 8,5 billones
en 15 años, que abarca a 63 países, 60% de la población mundial, y un tercio del
PBI global; y promete aumentar el comercio internacional de la Republica Popular
en US$ 2,5 billones en 10 años.
Lo más importante es que la “Ruta de la Seda” le asegura a China una nueva
centralidad cuyo eje es la masa terrestre euroasiática y no los océanos que la
vinculan a Europa y EE.UU.
La integración mundial del capitalismo se ha realizado vía marítima en los
últimos 200 años a través de las sucesivas hegemonías británica y norteamericana.
De ahí que la incorporación de China al sistema capitalista global haya ocurrido en
forma subordinada, a través de la eficacia de las cañoneras del Reino Unido en la
“Guerra del Opio” (1839/1842).
Ese papel subordinado ahora ha desaparecido, salvo en lo que se refiere a
la utilización de los mares para sus exportaciones destinadas al capitalismo

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avanzado. El transporte marítimo es el resto de sometimiento que aún experimenta


la República Popular.
Lo que viene ahora para China a través de la “Ruta de la Seda” es la
recuperación de la posición central que tenía en el siglo XVIII, cuando era 32% del
PBI global (Angus Madison).
El capitalismo no es una cosa, sino una relación y el mercado no es un
espacio finito, sino un entramado de inversión y consumo que se sustenta en la
infraestructura. El hinterland de China en el siglo XXI es la economía global, y su
principal vía de acceso en los próximos 10/15 años es a través de la masa
euroasiática, atravesada e integrada por la “Ruta de la Seda”.
Todo indica que China vuelve a ser el “Imperio del Medio” del siglo XXI, el
nuevo centro y eje de la economía global.

Fuente: Castro, J. (28 de mayo de 2017) China retoma el centro de la economía mundial. Clarín.

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LA NUEVA RUTA DE LA SEDA, EL GRAN PLAN ESTRATÉGICO DE CHINA

Macarena Vidal Liy

Para sus críticos, es un proyecto para dominar el mundo; para sus


defensores, facilita el desarrollo de regiones olvidadas.
Un puerto en Portugal, el de Sines. Una ruta de tren a Madrid. Un gasoducto
en Kazajistán. Una urbanización en Malasia. Una exposición artística en Dunhuang,
en el oeste de China. Todos son proyectos integrados en la Nueva Ruta de la Seda,
la ambiciosa red china de infraestructuras repartida por los cinco continentes que
puede costar hasta un billón de dólares. Un plan estratégico de ramificaciones
geopolíticas y económicas, criticado por algunos como un instrumento para
dominar el mundo y alabado por otros como un plan Marshall del siglo XXI que
ayudará a desarrollar regiones olvidadas. Y al que China asigna una importancia
vital; tanta, que desde el año pasado la ha incluido en la Constitución del Partido
Comunista.
En sus comienzos, cuando el presidente chino Xi Jinping presentó la idea en
sendas cumbres en Astaná (Kazajistán) y Yakarta (Indonesia) en 2013, la propuesta
se ceñía a los países vecinos, y su propósito era principalmente la construcción de
infraestructuras. Pero ha ido expandiéndose geográfica y sectorialmente, a medida
que ha ido creciendo la asertividad de China en el exterior. Actualmente, según
Pekín, están adheridos más de cien países en todo el mundo. Y abarca casi cualquier
área: tiene componentes comerciales, financieros, de seguridad y culturales.
El interés geográfico principal sigue siendo Asia. Pero “de acuerdo con las
comunicaciones oficiales chinas, todos los países y continentes pueden incluirse,
desde el Ártico a América Latina”, precisa Alice Ekman, investigadora sobre China
del Instituto Francés de Relaciones Internacionales (IFRI). Y “ya no solo incluye
carreteras, rutas ferroviarias, puertos, aeropuertos e infraestructuras de transporte.
También incluye normas y estándares, aduanas, tribunales, comercio electrónico…

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Básicamente, es una etiqueta que se puede pegar en todo un abanico de


proyectos”.
Desestimada en sus comienzos por algunos como un plan imposible, la
Nueva Ruta de la Seda, o “Iniciativa de la Franja y la Ruta” (“yi dai yi lu” en mandarín,
BRI por sus siglas en inglés) ha cambiado realidades sobre el terreno y va a
continuar durante décadas. A través de uno de los proyectos estrella, el Corredor
Económico China-Pakistán, tendrá acceso desde su oeste a través del puerto
pakistaní de Gwadar al mar. En Yibuti, en el cuerno de África, ha establecido su
primera base militar.
Para China, los beneficios del plan son claros: ampliar vías hacia el oeste le
permite desarrollar sus regiones occidentales, más empobrecidas; estimula sus
sectores industriales en momentos en los que su economía entra en una etapa de
menor crecimiento; abre mercados para sus productos; facilita que otros países
adopten sus estándares tecnológicos, por ejemplo en telefonía 5G; y, en general,
expande su presencia e influencia internacional.

LA GUERRA COMERCIAL CON ESTADOS UNIDOS

El plan ha adquirido una importancia estratégica aún mayor para Pekín ante
su guerra comercial con Estados Unidos. Si continúan las tensiones, necesitará
diversificar sus importaciones y exportaciones. “Pekín recurrirá a los canales
construidos a lo largo de la Ruta, especialmente en los sectores agrícola y
energético. En los márgenes, cierta producción adicional china puede trasladarse al
sureste asiático”, apuntaba la consultora Eurasia Group esta semana en una nota.
Para los países beneficiarios, las ventajas son también obvias. Asia necesitará
cerca de 1,7 billones de dólares (1,5 billones de euros) en inversiones en
infraestructuras hasta 2030 para mantener su crecimiento, según el Banco Asiático
de Desarrollo. Y las inversiones de China llegan sin preguntas sobre derechos
humanos o la naturaleza del Gobierno en el poder.
Hasta el momento, China asegura haber desembolsado 53.000 millones de
euros; el Instituto Mercator de Estudios sobre China (MERICS) calcula esa cifra en
22.000 millones en su base de datos sobre la iniciativa. Esos montos seguirán
aumentando. El número de proyectos supera con holgura el millar, y aunque Pekín
ha restringido el flujo de capitales al exterior ante su ralentización económica, las

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propuestas con la etiqueta BRI siguen encontrando una financiación generosa. Y


algunos países, especialmente aquellos que encuentran acceso más difícil a los
mercados internacionales, han aceptado con entusiasmo la chequera china.
Lo que ha generado críticas de algunos países. Por boca de su secretario de
Estado, Mike Pompeo, y de su vicepresidente, Mike Pence, Estados Unidos —
inmerso en su guerra comercial con la potencia asiática— ha acusado a Pekín de
llevar a cabo una política exterior de “trampa de la deuda”.
Una deuda que —según los acusadores— puede utilizarse para evitar críticas
sobre los derechos humanos en China o para conseguir decisiones favorables, por
ejemplo en torno a nombramientos en puestos internacionales o sobre disputas
territoriales, como la que mantiene en el mar del Sur de China. Pekín es el acreedor
de más del 50% de la deuda de ocho países incluidos en la BRI: Kirguistán, Laos,
Maldivas, Mongolia, Montenegro, Pakistán, Tayikistán y Yibuti.
Varios países de Europa Occidental —incluida España— o Japón mantienen
también sus reservas sobre la BRI, aunque se muestran dispuestos a colaborar en
proyectos puntuales. El primer ministro nipón, Shinzo Abe, suscribió el mes pasado
un memorando de entendimiento para colaborar en terceros mercados, un
documento similar al que ha suscrito España esta semana. Pero estos países insisten
en que, aunque el plan cuenta con un enorme potencial, China tiene que mostrar
una transparencia en los contratos y los créditos que ha sido esquiva hasta el
momento.
“Hay que cumplir los estándares internacionales. Si se respetan, entonces hay
potencial para la cooperación”, apuntaba el mes pasado un funcionario del
Gobierno nipón durante la visita de Abe a Pekín.
En Bruselas y Tokio, en Berlín, París y Madrid se subraya la necesidad de
demostrar que esos proyectos no perjudican al medioambiente, son viables,
beneficiosos para sus destinatarios y el país receptor puede pagarlos.
Estas capitales han rechazado firmar, pese a las sugerencias chinas,
memorandos de entendimiento generales de respaldo a la BRI. “Los términos de
estos memorandos son a menudo muy generales, vagos en algunos casos, e
incluyen expresiones oficiales chinas que Pekín quiere promover pero cuyo
significado aún no está claro, como ‘comunidad de destino compartido”, explica
Ekman.

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SRI LANKA, UN CASO EMBLEMÁTICO

El caso de Sri Lanka es emblemático de estas críticas. Este país ha recibido


créditos chinos por valor de unos 9.000 millones de euros, lo que le convierte en el
tercer receptor de fondos de la BRI, solo por detrás de Pakistán y Rusia. Su fuerte
endeudamiento —no solo con Pekín— le ha llevado a ceder a una empresa china
el uso de su puerto de Hambantota y ha colocado en una situación de gran
debilidad a su Gobierno.
El peso de la deuda y lo gigantesco de los proyectos ha llevado a echarse
atrás, en algunos casos, a los países. El nuevo primer ministro malasio, Mahatir
Mohamed, anunció poco después de su llegada al poder la suspensión de una línea
de tren, la Línea de Ferrocarril de la Costa Este, y de una serie de gasoductos.
Durante la campaña electoral que le llevó al poder este verano, y ante la abultada
deuda de su país, el flamante jefe de Gobierno en Pakistán, Imran Khan, prometía
revisar las cuentas del Corredor Económico, donde China ha prometido invertir
cerca de 40.000 millones de euros.
En otros casos, las quejas vienen de la falta de resultados. La línea Madrid-
Yiwu sigue sin arrojar beneficios en su trayecto de regreso a la ciudad costera china.
En 2016, Filipinas desestimó el fallo a su favor de una corte internacional en su
disputa territorial con Pekín en el mar del Sur de China y su entonces nuevo
presidente, Rodrigo Duterte, anunció un giro hacia la gran potencia asiática; a
cambio, recibió 14 memorandos con promesas de jugosas inversiones. Pero dos
años más tarde, apenas se ha materializado ninguna.
China replica que sus proyectos generan empleo en los países y favorecen
el desarrollo. Y que sus créditos no son los causantes de los problemas de deuda
de los países en problemas. “China ha llegado más tarde. No es el principal país
acreedor”, sostenía en septiembre Ning Jizhe, el vicepresidente de la Comisión
Nacional de Reforma y Desarrollo, el principal órgano de política económica en
Pekín.

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UN CAMBIO DE MARCHA

Pero también ha aceptado que, sobre todo en los primeros años, cuando
todos —empresas, provincias y Gobierno central— se lanzaron a toda prisa a poner
en marcha la BRI, pudieron cometerse errores por desconocimiento o precipitación.
El propio Xi Jinping, en una serie de actos para conmemorar el quinto
aniversario de la iniciativa, ha instado a cambiar de marcha y no tanto firmar
proyectos por firmar sino “priorizar las necesidades de los otros socios y poner en
marcha proyectos que beneficien a los residentes locales”. La asociación con otros
socios que aporten fiabilidad —Japón o países europeos como España— parece
parte de ese cambio de estrategia.
Xi también ha rechazado otras acusaciones contra un plan que lleva su sello
personal. La BRI no tiene, asegura, ni fines geoestratégicos ni militares, como han
denunciado algunos críticos, ni tiene como objeto lograr la hegemonía de China.
“No es un club de China”, subrayaba en agosto.
Y, si bien es cierto que una serie de proyectos han resultado problemáticos,
la consultora RWR Advisory Group, en Washington, calcula esa proporción en solo
un 14%, una cifra relativamente reducida dadas las dimensiones del plan. Incluso en
los casos en los que los Gobiernos receptores han protestado —Mahatir llegó a
hablar de “nuevo colonialismo”—, más que una cancelación absoluta de los
proyectos polémicos, se ha buscado una renegociación. En el caso malasio, la línea
de tren a la que se ha puesto en pausa interesa a los dos países; los oleoductos, al
parecer, solo están suspendidos mientras Kuala Lumpur resuelve sus “problemas
fiscales internos”. El primer ministro ha insistido en la importancia de la inversión
china para su país.
En el caso de Pakistán, que trata de renegociar su deuda, el primer ministro Khan
acordó, en una visita a Pekín este mes, la creación de un grupo de trabajo sobre
“desarrollo socioeconómico”. También suscribió un comunicado conjunto en el que
los dos Gobiernos “rechazan la creciente propaganda negativa” contra el Corredor.
En otros países, el futuro de la ruta está aún sujeto a incertidumbres.
Tailandia e Indonesia tienen previstas elecciones que pueden alterar la actitud de
sus respectivos Gobiernos. En Filipinas, pende un interrogante sobre la salud de
Duterte.

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Aunque sobre la mesa no hay grandes alternativas para satisfacer las


necesidades asiáticas de infraestructura. El Banco Asiático de Desarrollo (BAD) no
puede competir contra las arcas chinas. El plan japonés de ayuda a las
infraestructuras, lanzado en 2015 y dotado con casi 100.000 millones de euros para
cinco años, es mucho más modesto, en alcance geográfico y en fondos, que el
chino. Europa solo ha propuesto su propio programa muy recientemente, y para
empezar en 2021. Estados Unidos ha anunciado este año unos meros 113 millones
de dólares (unos 100 millones de euros) en nuevas inversiones en la región Indo-
Pacífico.
En cambio, China mantiene su fuerte apuesta por la BRI. Y al incluirla en la
constitución del Partido Comunista, ha dejado claro que la iniciativa continuará
durante décadas.
El año próximo celebrará su segunda Cumbre de la Ruta de la Seda. Si a la
primera, en 2017, acudieron delegaciones de 110 países y 29 jefes de Estado o de
Gobierno, Pekín no se conformará con menos. Será una cita clave para determinar
la evolución de este proyecto, que comenzó como una mera propuesta de
infraestructuras y ha evolucionado a un gigantesco plan estratégico.

Fuente: Vidal Liy, M. (3 de diciembre de 2018) La Nueva Ruta de la Seda, el gran plan estratégico de China ,El
País. Recuperado de https://elpais.com/economia/2018/11/30/actualidad/1543600537_893651.html

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UNA GUERRA MUNDIAL EN TIEMPOS DE PANDEMIA

Jorge Altamira

POR QUÉ LA CRISIS DEL PETRÓLEO

La ruptura del acuerdo de producción y precios entre Arabia Saudita y Rusia


ha sido señalada como el segundo ‘cisne negro’ junto a la difusión del coronavirus.
La crisis de liquidez y el derrumbe del mercado accionario a nivel internacional
aparecen como un “cisne blanco”, simplemente porque no lo ha visto venir quien
no quería.
El detonante del derrumbe de los precios del petróleo fue naturalmente la
caída de la demanda internacional, ocasionada en parte por tendencias recesivas y
fundamentalmente por el estrago del coronavirus en China, el primer importador
de petróleo, a partir de principios de año. Cuando Arabia Saudita le propuso a Rusia
reducir la producción para defender el precio de los combustibles, Putin le bajó el
pulgar luego de varios años de operar como un cartel con los países de la OPEP.
Existen razones que podemos llamar técnico-económicas para justificar la
propuesta del príncipe Mohamed Ben Salman, el Calígula que se ha impuesto como
el dictador del reino, en detrimento de la dominación colectiva de la casta de
príncipes. Aunque los expertos aseguran que el costo del barril de petróleo es
alrededor de tres dólares en Arabia Saudita, ese monto llega a cerca de treinta
dólares cuando se le añade las necesidades financieras del déficit fiscal. Algo similar
ocurre en Rusia, donde al costo del barril, más alto que el saudita, se le agregan las
necesidades fiscales, menores que en Arabia. Estas ecuaciones atendibles palidecen
cuando se incorpora el factor fundamental de la crisis: la guerra económica
petrolera desatada por Trump contra Rusia.
Ocurre que un conjunto de factores ha llevado a una gran parte de las
compañías que producen petróleo y gas no convencional (de la roca) en Estados
Unidos, a la crisis y a la cesación de pagos. El precio de los combustibles que
empareja la ecuación costo-precios (ganancia incluida) de las compañías

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norteamericanas está en un nivel de cuarenta dólares, aproximadamente, algo


parecido a la ecuación del pre-sal de Brasil. Lo que permitió que la industria se
expandiera fue la baratura del crédito, que llegó al uno por ciento anual. Las bajas
tasas de interés financiaron la explotación de roca para empresas que casi no
aportaron capital. La acumulación de deudas eleva el costo norteamericano más
allá del yacimiento, porque debe cubrir el pago de deudas enormes. Lo último que
querrían los capitales estadounidenses y Trump es una guerra de precios
internacional. Es lo que pretendió evitar Ben Salman cuando propuso un nuevo
acuerdo a Rusia.
Putin no lo vio de la misma manera, y por una razón muy simple: la campaña
de sanciones de Trump contra Rusia para dominar el mercado del gas y el petróleo.
Hace pocos meses, Trump consiguió que las compañías internacionales se retiraran
de la construcción del último tramo del segundo gasoducto que debía unir a Rusia
con Alemania. Al mismo tiempo, sabotea políticamente el flujo de gas ruso que
debe transitar a Europa por medio de un gasoducto a través del mar Negro, que
esquiva la vía actual por medio de Ucrania. Ucrania sigue siendo el gran contencioso
entre la OTAN y Rusia, debido a la ocupación del este de Ucrania por milicias pro-
rusas y la ocupación de Crimea por parte de Putin. Este entretejido explica la
hostilidad de Estados Unidos hacia el turco Erdogan, a quien intentó voltear
mediante un sangriento golpe de Estado. Explica también las alianzas y des-alianzas
entre Putin y Erdogan en Siria, a lo cual se añade la disputa de Turquía con Grecia,
Israel y Egipto por los yacimientos del oriente del Mediterráneo, que ha devuelto la
posibilidad de una guerra civil e internacional por el control de Chipre, central en la
zona en conflicto.
De igual importancia es la guerra que Trump ha desatado contra la petrolera
rusa Rosneft, en especial en Venezuela, pero también con relación a Irán, dos
estados fuertemente sancionados por Estados Unidos – un bloqueo naval y
comercial. Rosneft ha jugado un papel fundamental para comerciar el petróleo de
Venezuela, y tiene poder de veto en Citgo, la refinadora y distribuidora de
combustible venezolana en Estados Unidos, sobre la que pesan embargos judiciales
de capitales norteamericanos. Las fuerzas armadas de Rusia son el obstáculo más
importante para un ataque militar de EEUU y sus cómplices del “grupo de Lima”,
tanto por el abastecimiento de material

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bélico, radares y drones, como por la presencia de asesores del estado mayor de
las fuerzas armadas de Rusia. La supervivencia de Rusia frente a Estados Unidos se
juega en un tablero internacional. Las tentativas de arribar a acuerdos que protejan
los intereses estratégicos de uno y otro han fracasado.
El disparo contra los precios internacionales propiciado por Putin quebró la
tentativa saudita de ponerles un piso, y desató la réplica de Mohamed Ben Salman.
La consecuencia ha sido brutal sobre las compañías norteamericanas de shale gas
y shale petróleo, ni qué decir sobre los bancos que financiaron casi el ciento por
ciento de las inversiones. Putin ha lanzado su contraataque a sabiendas de la crisis
financiera monumental que suscitaría, y del debilitamiento político que provocaría
a Trump. Rusia no tiene ninguna posibilidad de desafiar la dominación internacional
de Estados Unidos, de modo que este golpe financiero será seguido, en tiempo
oportuno, por represalias políticas y militares norteamericanas. La crisis política que
todo esto representa en Estados Unidos no encuentra eco en la campaña electoral,
ni en las internas del partido Demócrata, lo cual constituye un desfasaje de alcances
catastróficos, que irrumpirá con ese impacto en los meses que vienen. Putin, por su
lado, ya llamó a un plebiscito para asegurar su continuidad en el poder por más de
una década adicional. Todo, claro, muy precario.
Así como la crisis del coronavirus ha demostrado la contradicción insoluble
entre el capitalismo y la salud y la vida, este nuevo salto en las tendencias a la guerra
debe suscitar la atención de los trabajadores. La humanidad vuelve a enfrentar, sin
que en ningún momento haya dejado de hacerlo, la amenaza de la barbarie.

Fuente: Altamira, J. (2020). Una guerra mundial en tiempos de pandemia. Red de Geografía Económica (RGE),
365/20. Recuperado de https://groups.google.com/forum/?hl=es#!forum/redgeoecon.

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LA CRISIS SE ANUNCIABA ANTES DEL CORONAVIRUS

Alejandro Nadal

Los ciclos y crisis en el capitalismo pueden suceder de manera irregular. Esto


es parte del movimiento anómalo de una economía que es intrínsecamente
inestable. La gran crisis de 2008 fue resultado de ese tipo de procesos. Y para sacar
a flote a una economía que ha caído en el desequilibrio se necesita inyectarle
liquidez en buenas cantidades. Por ejemplo, las medidas de política de flexibilidad
monetaria aplicadas por la Reserva Federal se hicieron sentir antes de la crisis y sus
efectos especulativos comenzaron a difundirse por toda la economía desde 2009-
2010. Cantidades astronómicas pasaron a fondos de pensión y departamentos de
tesorería de grandes corporaciones, en donde sirvieron para aceitar la especulación
a escala mundial. Pero lo que sí no hicieron fue promover la inversión y el empleo.
El proceso de recuperación ha sido muy publicitado, pero la realidad es que
si por recuperación se entiende un periodo más o menos prolongado de
crecimiento, pues eso sí se ha manifestado. Pero, por otro lado, si ese crecimiento
ha sido muy lento y la creación de empleos ha sido débil, entonces la recuperación
puede caracterizarse como una larga recesión. Aún antes de que se desatara esta
gran recesión, era evidente que los esquemas de flexibilidad cuantitativa en materia
de política monetaria no estaban funcionando como fomento de la economía real.
Lo único que habían logrado era promover la recompra de acciones, las
operaciones de carry trade, en la que las grandes corporaciones llevaron la
especulación a todos los confines de la tierra, en territorios en los que prevalecían
menores rendimientos.
Frente a este panorama de fragilidad, con una economía estadounidense
perezosa, creadora de empleos de mala calidad, una Europa reticente y unas
economías china e india cayendo en recesión, el fantasma de una guerra comercial
con todas sus implicaciones, unos desequilibrios muy marcados en toda la
economía mundial y el espectro de una crisis mundial, se manifiesta con mayor

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claridad. Y frente a la amenaza generalizada de una recesión que se cierne sobre la


economía mundial, las cosas se confunden. Y lo primero que hay que observar con
claridad es el prospecto de una crisis que se intensifica. El nuevo coronavirus
promueve que la gente permanezca en sus hogares y evite viajar, recortando la
demanda de transporte aéreo y servicios de hotelería de manera significativa. Los
recortes de producción en China y otros lugares han perturbado las cadenas de
valor. Este proceso, a su vez, ha detonado un flujo constante de avisos de alarma
sobre cómo afectará el ya tristemente célebre virus al resto de la economía. Por el
lado de la economía estadounidense, entre más dure la pandemia y más intensos
sean los esfuerzos para contrarrestarla –aunque por el momento la situación sigue
siendo muy incierta porque hay muchos sitios afectados y gran cantidad de gente
ha sido perjudicada–, la gravedad de la situación no ha podido ser evaluada con
precisión.
Para una economía que ya se encontraba en fase de semiestancamiento, la
situación se ha complicado mucho. Para comenzar, con China todo depende de la
velocidad con que se pueda controlar la epidemia mundial, las perspectivas para
frenarla y el proceso de restricciones masivas y cuarentenas nunca vistas. Ese país
está sufriendo su primera contracción económica desde 1971 y las consecuencias se
dejarán sentir en toda la economía global. Si estos procedimientos no funcionan, la
recesión será inevitable.
Varios analistas predicen caídas de 2 y hasta 3 por ciento en el PIB mundial
si la recesión se declara y se extiende más tiempo. Pero que nadie se deje engañar
en este contexto. Los temblores que se vienen pronosticando están presentes desde
hace meses y los remedios que supuestamente estaban diseñados para aplacar el
dolor los han intensificado. Las contradicciones del capitalismo se han dejado sentir
desde la crisis de 2008 y los remedios no constituyen la superación de estos
problemas. De todos modos, los más los vulnerables frente a la crisis de la pandemia
siguen siendo los más pobres y explotados por el sistema capitalista. Bajo el
capitalismo, ésta seguirá siendo la historia y el signo de los explotados de la tierra.

Fuente: Nadal, A. (2020) La crisis se anunciaba antes del coronavirus. Red de Geografía Económica
(RGE), 316/20. Recuperado de https://groups.google.com/forum/?hl=es#!forum/redgeoecon.

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CUADERNOS DE GEOGRAFÍA DEL COMERCIO | 2

COVID-19, DESMUNDIALIZACIÓN Y RIVALIDAD ESTRATÉGICA

Xulio Ríos

La crisis del coronavirus está resultando en una seria amenaza a la economía


mundial y pone sobre el tablero la vulnerabilidad de la mundialización, el paradigma
de desarrollo de los últimos treinta años. No falta quien apunta a la necesidad de
repensar las estrategias de producción y, sobre todo, a reducir la dependencia de
la “fábrica del mundo”. En este sentido, el COVID-19 viene a alimentar la idea de
algunos sectores que abogan por la desconexión entre las economías capitalistas
de Occidente y China.
Desde los años 80, China se hizo progresivamente un hueco relevante en las
cadenas globales de producción. Ello resultó de la política denguista de apertura al
exterior, de la laxa legislación interna y del afán crematista de las grandes
multinacionales occidentales que tiraron ventaja de los bajos salarios y la abundante
mano de obra. Estos factores han pasado a mejor vida en China. La mano de obra
tiende a escasear, los salarios suben, la legislación interna se refuerza y China ahora
quiere ser el gran centro tecnológico mundial. Lo que no cambia es la apertura. Al
contrario.
Por otra parte, en el actual contexto, no podemos quejarnos de que las
autoridades chinas hayan puesto por delante la salud de su población ante los
imperativos económicos inmediatos. Quizá alguien prefería otro orden de
prioridades. Durante mucho tiempo se criticó el “capitalismo salvaje” que en forma
de ingentes sacrificios permitió el acelerado proceso de acumulación chino que le
catapultó a la condición de segunda economía del mundo. Paradójicamente, aquí
se invoca el “impacto” para desaconsejar ciertas medidas draconianas como las
tomadas en China para atajar la epidemia. Allí parece haberles funcionado, aunque
la factura no será pequeña. Siempre es más fácil cerrar escuelas que fábricas. Aquí
veremos qué pasa y cuál es la factura final del camino elegido. Ahora bien:
paciencia, comprensión y solidaridad, poca.

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CUADERNOS DE GEOGRAFÍA DEL COMERCIO | 2

El proceso de deslocalización que en su día vivieron las economías


occidentales a favor de China (y otros países), lo vive la propia China desde hace
algunos años a favor de Bangladesh, Vietnam, Myanmar o Camboya, por citar
algunos casos. El COVID-19 puede acelerarlo. La fuga de empresas extranjeras
tendría en esto otro motivo adicional, además de la guerra comercial o los
crecientes costes laborales. Aun así, el riesgo de desorganización que conlleva la
fragmentación del proceso de producción a nivel mundial no es evitable del todo y
tampoco puede consumarse de la noche a la mañana. Hoy es un virus, mañana es
un terremoto, unas inundaciones, etc. El nivel de exposición aumenta.
Indudablemente, el gigantismo de China le confiere una posición difícilmente
evitable y de mayor peso, y por eso mismo no es tanto la desmundialización en sí
lo que está en cuestión como el estoque al modelo China de los últimos lustros.
Para China, todo esto supone otro acicate adicional para acelerar su tránsito hacia
el nuevo modelo de desarrollo y revela su urgencia.
El retraso en el regreso al trabajo a consecuencia del coronavirus afecta a
millones de empresas en todo el mundo, no solo a las implantadas en China. Limitar
la dependencia de China es una tentación lógica en este contexto. Algunas
multinacionales estadounidenses y europeas calibran diversificar sus operaciones y
retirar las cadenas de suministro de China. Ahora bien, las mismas empresas pueden
hallar en la respuesta de Beijing a esta crisis un ejemplo inimitable en cualquier otro
país. Y también saben que se pondrán las pilas como en ninguna otra parte. Esa
garantía podría no ser suficiente pero ya veremos cómo se gestiona aquí una
situación similar. Y lo que dura. Y lo que cuesta.
La crisis del COVID-19 se suma al elenco de divergencias con China de los
últimos tiempos, nutriendo la desconfianza y la rivalidad económica y tecnológica
además de la ideológica, diplomática y militar. La mundialización puede tomar otro
rumbo o desdoblarse, también incorporar ajustes de diversa naturaleza pero la
vuelta a la situación anterior no se antoja muy verosímil. No obstante, si frente a la
lógica de la cooperación internacional, que debiera primar en esta crisis, se
antepone el imperativo de conveniencia de la rivalidad estratégica para quitar
ventaja, bien podríamos hallarnos ante un empujón sustancial a la desconexión que
algunos ansían como talismán para preservar la hegemonía del mundo occidental
en general y de EE.UU. en particular.

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CUADERNOS DE GEOGRAFÍA DEL COMERCIO | 2

La cuestión es si esa desconexión que tanto preconizan algunos para yugular


la emergencia china, simplemente les deja atrás. Entre otros porque quien más tira
del crecimiento de la economía mundial es China. Y a pesar del COVID-19, todo
indica que lo seguirá haciendo.

Fuente: Ríos, X. (2020) COVID-19, desmundialización y rivalidad estratégica. Red de Geografía Económica (RGE),
318/20. Recuperado de https://groups.google.com/forum/?hl=es#!forum/redgeoecon

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CUADERNOS DE GEOGRAFÍA DEL COMERCIO | 2

LA CRISIS NO ES AFUERA

Carlos Leyba

La palabra pánico está al orden del día. La asociamos con la idea de miedo,
extremado y colectivo.
Las primeras señales del pánico, que también se manifestó bursátil, fueron
las del contagio de un virus de especies animales que, por mutación, se hizo
transmisible entre humanos.
La aparición fue en China, un freno al motor de las primeras décadas del
Siglo XXI. La respuesta de ese Estado fue la cuarentena de una región.
Después el cierre de la frontera rusa. Luego la explosión italiana y el cierre de los
vuelos de Europa a Estados Unidos. Por un tiempo el mundo tiende a poner
paréntesis en el desarrollo lineal que parecía incontenible. Un inexplicable Pangolin
lo contuvo, al menos, por un tiempo.
A pesar de una confesada e inexplicable demora ministerial tenemos una
reacción social de autoprotección importante. Pero ya tenemos casos autóctonos.
Es preocupante. Nuestro Jujuy cierra por quince días el dictado de clases.
El virus se expande planetariamente hasta dónde ha llegado la civilización.
La demora en el desarrollo del arma protectiva o vencedora, promueve la distancia
para detener el contagio. Cambios en las normas cotidianas: ni la mano, ni el beso.
El riesgo verdadero es el colapso de los sistemas sanitarios no preparados para este
ataque sorprendente escapado del mundo animal. Justamente el pánico surge de
lo que no se puede prever.
El pánico a los mercados impulsa a la baja los valores que representan la
dinámica económica y que descuentan el retroceso de la actividad. Lo peor, la
profecía autocumplida como derivación de los problemas logísticos de la
diseminación planetaria de todas las partes, bienes, insumos, que componen la
cadena de valor de todos los bienes y de todo el sistema productivo transformado

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CUADERNOS DE GEOGRAFÍA DEL COMERCIO | 2

por la globalización. Hay un pánico material, el temor, a la interrupción de las


cadenas.
Aquella atomización locativa que se predicaba como la fuente de la
productividad, el resultado de la más eficiente asignación de recursos, se enfrenta
a la verificación de que todo lo que se procuraba se trata, en principio, de un caso
especial y que sólo sería válido en esas condiciones cuya obtención no es
inexorable: el enfrentamiento China, Estados Unidos; el coronavirus o la cuestión
del petróleo, todo en poco tiempo pone en duda la generalización “urbi et orbi” de
lo absolutamente benéfico de ese modelo de cadenas internacionalizadas
atomizadas.
Por ejemplo, los barcos de materias primas de nuestros productos de
exportación que no se descargan en puertos bloqueados o que dejan de comprarse
o que dejan de pagarse y que podrían cortar las cadenas de pago hacia adentro,
conforman una amenaza hasta ayer no previsible.
La dependencia de la capacidad de compra atada al progreso y al pago de
unas pocas naciones, es decir, todos los huevos en pocas canastas, es la debilidad
derivada de la especialización simplificada. Un verdadero disvalor que, muchos
economistas argentinos, han promovido y promueven, sin haber logrado entender
que si se tienen pocas letras del abecedario pocas palabras se pueden escribir y
pronunciar y en ese caso, la conversación económica se torna monosilábica.
Primitiva. La especialización construye sociedades primitivas y por lo tanto débiles,
frágiles, contagiables.
Por otro lado, la dependencia propia de las actividades armadoras que sólo
pueden existir en la medida que llegan las partes constitutivas de la cadena de valor
a la que pertenecen, procedentes de otros ámbitos, es una condición de fragilidad
estructural de todo aquello que no surge de la explotación de la naturaleza. La
industria armadora, y a eso estamos reducidos con pocas excepciones, está
sometida a la provisión de suministros externos. El peso de la interrupción de
suministros es la medida de la fragilidad de lo que no es pura explotación de la
naturaleza.
Es demasiado prematuro y tal vez agorero, imaginar que las consecuencias
de la desaceleración de la economía, el impacto del coronavirus, podrían reducir
nuestra capacidad de venta de nuestra naturaleza y la obtención de recursos

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CUADERNOS DE GEOGRAFÍA DEL COMERCIO | 2

decisivos. Tal vez también sea extremadamente pesimista imaginar siquiera que las
provisiones de las cadenas, que componen los bienes de los que somos armadores,
habrán de, o podrán, interrumpirse. Tal vez nada de esto ocurra.
Pero sin duda el temor que hoy acusan los mercados, sensibles, volátiles, no
nos ofrecen un escenario de confort futuro. No será la suerte de todos. Aquellos
capaces de generar el espectacular negocio de la compra a la baja y la venta a la
suba, estarán de para bienes. Aunque no es menos cierto que siempre la
especulación, aunque genera ganancias, produce pánico para la inmensa mayoría.
Pues bien. No somos nosotros responsables de lo que ocurre en el planeta
y menos del serendipity del coronavirus y su furiosa expansión. De ninguna manera.
Pero sí somos responsables por no haber trabajado en multiplicar el número
de nuestros mercados y de no haber extremado el valor agregado de nuestros
productos de la naturaleza: por ejemplo, hicimos una agricultura cada vez más
sojera, una producción de proteínas menos animal. Durante el kirchnerismo
liquidamos 10 millones de cabezas de vacunos supuestamente “para defender la
mesa de los argentinos”. Primarizamos y especializamos las exportaciones y las
encajamos en pocos mercados por no haberlas valorizado en términos de
procesamiento.
Somos responsables de haber permitido perder la integración local de la
industria automotriz o de haber destruido la industria ferroviaria y el sistema
ferroviario y haber perdido la flota marítima y haber destruido la industria naval
generando déficit permanente. Esas responsabilidades nuestras nos han hecho un
país frágil.
La crisis del Pangolin que golpea a una economía mundial que arrastraba
problemas de deterioro del incremento de la productividad, problemas de
distribución e inequidad, con una conflictividad social creciente y contradicciones
como las que surgieron en las principales economías planetarias, lo que evidencian
los problemas del modelo implícito de integración China – Estados Unidos, el Brexit
respecto de la economía europea y ahora la nueva geopolítica del petróleo.
El coronavirus es algo nuevo y distinto y opera como un acelerador. ¿Es
nuevo? La gripe aviar tuvo más consecuencias fatales, pero, dicen –palabras de
Angela Merkel– que hasta el 60% de un país puede ser contagiado por este virus.

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CUADERNOS DE GEOGRAFÍA DEL COMERCIO | 2

Umberto Eco en 1972 escribió un ensayo, tan breve como iluminador,


llamado “La nueva Edad Media”. Eco analizaba el trabajo liminar de Roberto Vacca
cuya tesis –resumía Eco– era que “la degradación de los grandes sistemas típicos
de la era tecnológica que, demasiado vastos y complejos para ser coordinados por
una autoridad central y también para ser controlados individualmente por un
aparato directivo eficiente, están condenados al colapso y, por interacciones
recíprocas, a producir un retroceso de toda la civilización industrial”.
¿Es una profecía? No lo sé. Pero en todo caso las cuestiones problemáticas
del sistema global, su compleja administración, nos obligan –y el escenario del
coronavirus, que seguramente será transitorio, sólo contribuye a ponerlo en blanco
y negro– nos obliga a privilegiar, en el diseño político, la prioridad de la definición
del rumbo de la navegación interior. Ser capaces de superar las contingencias sea
del coronavirus sea de la crisis global de la economías por cualquiera de las causas
posibles imaginables o no, nos obliga a definir un rumbo de navegación interior.
Sin duda que toda política, como señalaba el general Juan Perón, es política
internacional. Pero eso supone que la definición de la Nación está clarificada,
esclarecida, aterrizada en sus fases prácticas, materiales. Esta situación crítica nos
abre nuevamente estos interrogantes.
¿Dónde radica la cohesión de un país en el que hay territorios, provincias, en
las que las condiciones materiales de vida, los ingresos, la salud, la educación, la
habitación, hasta la distracción, imita las condiciones del primer mundo y, a horas -
cuando no a minutos–, las condiciones materiales de vida naufragan
escandalosamente, la pobreza y la dependencia de la ayuda pública constituye el
único medio de vida, la salud es una ruleta rusa , la educación es el nombre de
algunas comidas y el hacinamiento generador de la violencia es la política
habitacional? ¿Quién cree que, en esas condiciones, volvamos al virus, el “cuidado”
nos puede preservar?
O pongamos kilómetros y no horas. Las provincias del norte, donde radican
mayorías de argentinos de siglos en esta tierra, los que se mestizaron desde la
conquista y nos legaron la tonada, como recita Esteban Agüero, y que dieron y dan
y están condenados a la entrega de su producción y su trabajo en estado primario
por la molicie del Estado, la política, que no ha pensado, desde hace años, en
navegar el rumbo interior por romper la colonización interna en que vivimos y

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CUADERNOS DE GEOGRAFÍA DEL COMERCIO | 2

permite a la Ciudad de Buenos Aires gozar de un nivel de vida que –digan lo que
digan– se basa en el trabajo y la historia de toda la Nación y no sólo de lo que –sin
duda con mérito– logran los porteños.
Esta dicotomía que nace y se mantiene por el ocio estructural de la política
de no pensar en el país todo, del que pareciera no se siente parte, es lo que nos
hace vulnerables a todos los episodios en los que no sopla el viento de cola que,
sin el menor esfuerzo de la política, nos hace creer que estamos avanzando.
Y cada vez que ese viento de cola se detiene ni siquiera podemos
permanecer en el mismo lugar: retrocedemos. Las crisis, del Pangolin al petróleo,
son para nosotros viento de bolina que nos empujan a la red enmarañada de
problemas que nunca hemos decidido resolver.
Hoy –es verdad– la deuda, los compromisos incumplidos, los fracasos
estrepitosos de los anteriores gobiernos de los últimos 45 años, nos pesan y nos
enfrentan al presente como si estas urgencias fueran lo único de que ocuparnos.
Despertemos, si no pensamos la navegación interior, el afuera terminará por
consumirnos. Sin pensar el adentro jamás tendremos una respuesta convincente
para el afuera, hoy la deuda.

Fuente: Leyba, C. (2020) La crisis no es afuera. Red de Geografía Económica (RGE), 342/20. Recuperado de
https://groups.google.com/forum/?hl=es#!forum/redgeoecon.

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CUADERNOS DE GEOGRAFÍA DEL COMERCIO | 2

IMPORTACIONES MUNDIALES DE MERCANCÍAS,


POR REGIONES Y PAÍSES SELECCIONADOS (1948-2018)

Recorte geográfico 1948 1953 1963 1973 1983 1993 2003 2018

Mundo a 62 85 164 594 1.883 3.805 7.694 19.394


Mundo b
100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0
América del Norte 18,5 20,5 16,1 17,2 18,5 21,3 22,4 18,4
EE.UU. 13,0 13,9 11,4 12,4 14,3 15,9 16,9 13,5
México 1,0 0,9 0,8 0,6 0,7 1,8 2,3 2,5
Canadá 44, 5,5 3,9 4,2 3,4 3,7 3,2 2,4
América del Sur c 10,4 8,3 6,0 4,4 3,9 3,3 2,5 3,3
Brasil 1,8 1,6 0,9 1,2 0,9 0,7 0,7 1,0
Chile 0,4 0,4 0,4 0,2 0,2 0,3 0,3 0,4
Argentina 2,5 0,9 0,6 0,4 0,2 0,4 0,2 0.3
Europa 45,3 43,7 52,0 53,3 44,1 44,5 45,0 36,9
Alemania 2,2 4,5 8,0 9,2 8,1 9,0 7,9 6,6
Países Bajos 3,4 3,3 4,4 4,8 3,3 3,3 3,4 3,3
Francia 5,5 4,9 5,3 6,4 5,6 5,7 5,2 3,5
Reino Unido 13,4 11,0 8,5 6,5 5,3 5,5 5,2 3,5
CEI d
- - - - - 1,5 1,7 2,2
África 8,1 7,0 5,2 3,9 4,6 2,6 2,2 3,0
Sudáfrica 2,5 1,5 1,1 0,9 0,8 0,5 0,5 0,6
Medio Oriente 1,7 2,2 2,3 2,7 6,2 3,3 2,8 3,8
Asia 13,9 15,1 14,1 14,9 18,5 23,5 23,5 32,4
China 0,6 1,6 0,9 0,9 1,1 2,7 5,4 11,0
Japón 1,1 2,8 4,1 6,5 6,7 6,4 5,0 3,9
India 2,3 1,4 1,5 0,5 0,7 0,6 0,9 2,6
Australia y Nueva Zelanda 2,9 2,3 2,2 1,6 1,4 1,5 1,4 1,4
Seis economías comerciantes de Asia 3,5 3,7 3,2 3,9 6,1 10,2 8,6 9,4
Oriental e

Unión Europea - - 25,5 37,1 31,4 36,2 42,0 33,5


URSS, ex 1,9 3,3 4,3 3,6 4,3 - - -
Miembros del GATT/OMC 58,6 66,9 75,3 85,5 79,7 89,3 98,4 98,2

Referencias:: a Miles de millones de dólares, b Porcentaje, c Incluye América Central y el Caribe, d Comunidad
de Estados Independientes y e
Se refiere a República de Corea, Hong Kong, Malasia, Singapur, Tailandia y
Taiwán.
Fuente: Organización Mundial del Comercio (OMC) (2019) Examen estadístico del comercio mundial 2019.
Recuperado de www.wto.org/spanish/res_s/statis_s/wts2019_s/wts2019_s.pdf.

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CUADERNOS DE GEOGRAFÍA DEL COMERCIO | 2

LAS NUEVAS RUTAS DE LA SEDA

Los caminos contemporáneos

28
CUADERNOS DE GEOGRAFÍA DEL COMERCIO | 2

Las conexiones en Europa

29
CUADERNOS DE GEOGRAFÍA DEL COMERCIO | 2

Proyectos financiados por China en el mundo

Fuente: Vidal Liy, M. (3 de diciembre 2018) La Nueva Ruta de la Seda, el gran plan estratégico de China. El País.
Recuperado de https://elpais.com/economia/2018/11/30/actualidad/1543600537_893651.html

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