El Renacimiento tuvo lugar al término de la Edad Media
El Renacimiento tuvo lugar al término de la Edad Media
El Renacimiento tuvo lugar al término de la Edad Media
Su punto de partida fue una época marcada por el debilitamiento del poder eclesiástico, a causa de la Reforma
protestante y de la caída del Sacro Imperio Romano Germánico. Además, se desarrolló una pronunciada crisis económica
que acusaba el fin del modo de producción feudal, lo cual trajo consigo un decaimiento en las artes y las ciencias.
En medio de la decadencia medieval, muchos centros de poder europeos buscaron refugio en un nuevo modelo de
Estado, comandado por un autoritarismo monárquico, así como las artes buscaron refugio en la antigüedad clásica.
Además, en el siglo XVI, además tuvieron lugar los grandes descubrimientos geográficos europeos, a manos de Cristóbal
Colón, Fernando de Magallanes y Vasco da Gama. Así se abrieron nuevos mercados y nuevas rutas comerciales,
otorgándole cada vez más poder a una nueva clase social en ascenso: la burguesía, encargados de tender las bases del
capitalismo venidero.
El Renacimiento comenzó en Italia, específicamente en las ciudades-república de Florencia y Venecia, pero también en
ciudades monárquicas como Milán y Nápoles, y en Roma, sometida al dominio papal.
El Renacimiento fue un amplio e importante movimiento cultural producido en Europa en los siglos XV y XVII. Sirvió de
transición entre el Medioevo y la Edad Moderna, trayendo consigo una profunda renovación del pensamiento, las artes y
las ciencias. Se caracterizó por el retorno a las raíces grecolatinas clásicas de Occidente, lo cual significó una
revalorización de sus mitos, sus discursos y su filosofía, luego de siglos de pensamiento dogmático religioso.
El Renacimiento no fue un movimiento homogéneo, ni unitario, desde el punto de vista cronológico o geográfico. De
hecho, surgió de manera desordenada en Europa y se transmitió luego a las recientes colonias europeas en América.
Por otro lado, los cambios políticos y sociales que trajo esta época fueron de importancia en todo Occidente: el fin del
pensamiento religioso medieval y del sistema feudal aristocrático, el surgimiento de las culturas burguesas y el inicio,
algo después, del capitalismo.
Muchos de los grandes artistas y pensadores occidentales a los que rendimos culto hoy en día formaron en su momento
parte del Renacimiento, y algunas de sus obras constituyen hoy en día íconos de la cultura moderna Occidental. De
alguna forma, el mundo que hoy conocemos comenzó a construirse con el Renacimiento.
El “retorno a la Antigüedad”, o sea, la recuperación de la tradición filosófica, artística y política de la Grecia y la Roma
clásicas, que durante siglos el cristianismo había tenido por pagana.
El rechazo al dogmatismo cristiano y el inicio de una nueva relación con la naturaleza, mediada por la ciencia. Esto a la
larga condujo al nacimiento del humanismo, que reemplazó a la fe por la razón como valor supremo, y en lugar de Dios
puso al ser humano como centro del universo.
Las artes fueron patrocinadas por las altas clases sociales (ya no sólo por la Iglesia) a través del mecenazgo. Esto financió
una importante cantidad de artistas de la época, y les permitió incursionar en obras de arte de temática no religiosa o no
cristiana.
Se promovieron y realizaron nuevos descubrimientos científicos, nuevos proyectos de medición y nuevas deducciones,
entre las que destaca la sustitución del modelo geocéntrico del universo (aristotélico) por el heliocéntrico (copernicano).
La literatura del Renacimiento giró en torno al humanismo y, como en las otras artes, en torno a la recuperación de los
mitos, motivos y la tradición clásica grecolatina.
Inicialmente, muchas de las ideas platónicas y aristotélicas fueron recuperadas y puestas al servicio del cristianismo, lo
cual permitió la recuperación de la preceptiva clásica. Se desarrollaron nuevos géneros, como el del ensayo, y nuevos
modelos métricos para la poesía (como el soneto y el verso endecasílabo), así como la novela moderna.
La literatura renacentista fue difundida con enorme fuerza gracias a la invención de la imprenta y nació bajo la influencia
de tres grandes antecesores: Dante Alighieri (1265-1321), cultor destacado del dolce stil nuovo; Francesco Petrarca
(1304-1374), autor de un formidable cancionero escrito en italiano; y Giovanni Boccaccio (1313-1375), célebre autor del
Decamerón.
El nacimiento del ensayo fue de particular importancia, ya que permitió la divulgación de las ideas del humanismo en
escritos didácticos, explicativos. Fueron importantes cultores del género durante el Renacimiento: Martín Lutero (1483-
1546), Erasmo de Rotterdam (1466-1536), Michel de Montaigne (1533-1592) y Nicolás Maquiavelo (1469-1527).
Al mismo tiempo, la Commedia dell’Arte y la dramaturgia isabelina marcaron una importante pauta, en especial bajo las
plumas de William Shakespeare (1564-1616) y Christopher Marlowe (1564-1593), tanto como lo hizo la novela bajo la de
Miguel de Cervantes (1547-1616) y François Rebelais (c. 1494-1553), entre muchos otros.
El Renacimiento constituye una ruptura en la historia de la arquitectura, especialmente respecto al estilo gótico que
predominó en el Medioevo cristiano. Como otras formas de arte, buscó su inspiración en las formas clásicas, pero
introdujo en ellas numerosas innovaciones en cuanto a técnicas y materiales de construcción, y a lenguaje
arquitectónico.
Además, los arquitectos pasaron del anonimato artesanal a una figuración pública propia de la profesionalización de la
arquitectura. Así, sus obras fueron debidamente documentadas y sus nombres conservados, a diferencia de los
arquitectos románicos y góticos precedentes.
La arquitectura renacentista se centra en el ser humano, tal y como lo proponía el humanismo naciente. Se nutrió de
diferentes artes y técnicas, gracias a lo cual se pudo descubrir la perspectiva, lo cual es quizá el rasgo más notable del
período entero.
Dado que los arquitectos renacentistas aspiraron a lo clásico, pero no a lo neoclásico, se permitieron la experimentación
y la innovación en cuando al legado antiguo y medieval, del cual tomaron y reinterpretaron a su antojo.
Los principales arquitectos renacentistas fueron Jacopo Vignola (1507-1573), Leon Battista Alberti (1404-1472), Filippo
Brunelleschi (1377-1446) y el propio Miguel Ángel Buonarotti.
Algunas de las obras artísticas más conocidas del Renacimiento son las siguientes:
Pintura:
La Capilla Sixtina (1482) de Miguel Ángel, La escuela de Atenas (1512) de Rafael, La Gioconda (1519) de Leonardo da
Vinci, El nacimiento de Venus (1485) de Sandro Botticelli, El caballero de la mano en el pecho (c. 1580) de El Greco.
Arquitectura:
Palacio Medici Riccardi (1444) de Michelozzo, en Florencia, Villa Capra (1566) de Andrea Palladio, en Vicenza, Basílica de
San Lorenzo (1418-1470) de Filippo Brunelleschi, Michelozzo y Antonio Manetti, en Florencia, Cúpula de la Catedral de
Santa María del Fiore (1471) de Filippo Brunelleschi, en Florencia, Monasterio de los Jerónimos de Belém (1514-1544) de
Diogo Boitaca, Juan de Castillo y Diego de Torralva, en Lisboa.
Escultura:
David (1504) de Miguel Ángel, La piedad (1499) de Miguel Ángel, Las cuatro estaciones (c. 1547) de Jean Goujon.
Literatura:
Elogio de la locura (1511) de Erasmo de Rotterdam, Ensayos (1580) de Michel de Montaigne, El príncipe (1531) de
Nicolás Maquiavelo, Hamlet (1605) y Otelo (1604) de William Shakespeare, Don Quijote de la Mancha (1605) de Miguel
de Cervantes, Gargantúa y Pantagruel (1534) de François Rebelais.
Renacimiento y humanismo
El humanismo constituyó el espíritu del Renacimiento. Fue un movimiento intelectual, filosófico y cultural que retomó el
humanismo clásico grecolatino, para así reinventar la cultura europea en oposición al oscurantismo medieval.
Suplantó la fe en Dios por la razón humana. De la mano de las ciencias nacientes, el humanismo propuso un modelo
educativo nuevo, una nueva concepción del mundo y del lugar que el ser humano en él ocupaba, y finalmente sentó las
bases para la Ilustración y la Revolución francesa de 1789.
El humanismo se opuso al mundo aristocrático y desigual del Medioevo. Reinterpretó algunos valores clásicos para
avanzar hacia un mundo de iguales, en el que los seres humanos fueran los artífices de su propia salvación, y no la
autoridad divina.
Así, se propuso limitar el poder de la Iglesia, construir nuevos discursos y valores. Inició el arduo trabajo de construir una
moral y una ética totalmente nuevas y propias, labor de la que se encargó en adelante la filosofía moderna.
Con la aparición del humanismo, el mundo medieval llegó a su fin y comenzó la Edad Moderna en Occidente.
Un valor esencial del Renacimiento es el antropocentrismo, que consiste en hacer del ser humano el centro de
referencia de la vida social y cultural. Parte de este cambio hunde sus raíces en el humanismo teocéntrico del medioevo,
que da lugar al humanismo antropocéntrico del Renacimiento. Sin embargo, de acuerdo a Pierre Francastel, no se
derrumba la creencia en la divinidad, sino la fe en la esencia mística del mundo.
De este modo, el paso de la Edad Media al Renacimiento no se explica por la refinación de la técnica, sino por la
transformación de las relaciones humanas. Así, el hombre ya no está a merced del destino que le imputa el clero, sino
que comprende la relatividad de la condición humana.