Introduccion General Parkin y Stone
Introduccion General Parkin y Stone
Introduccion General Parkin y Stone
El parentesco ha sido un tema central en la antropología social desde sus inicios. Se resalta
su vínculo con la organización social y el desarrollo de la teoría antropológica. Inicialmente,
los antropólogos victorianos estudiaron el parentesco en sociedades no europeas,
influenciados por el evolucionismo y una visión eurocéntrica que asociaba estas sociedades
con estadios “primitivos” de desarrollo. Este enfoque se basaba en la idea de que estos
grupos podrían ofrecer pistas sobre los orígenes de la humanidad y de la organización
social.
Las estructuras familiares también presentan una gran diversidad. En algunas sociedades,
la familia nuclear monógama “de por vida” es una excepción, mientras que en otras
predominan familias extendidas o sistemas de parentesco amplios que abarcan
generaciones. Por ejemplo, los grupos de descendencia (o descent groups) se trazan como
largas cadenas de vínculos entre generaciones, ya sea a través de la línea paterna
(patrilineal), materna (matrilineal) o de manera cognática, permitiendo conexiones por
ambas líneas.
Esta variabilidad también se refleja en los sistemas de parentesco que incluyen relaciones
adoptivas, de crianza o de afinidad. En muchos casos, el parentesco se define más por la
crianza y el cuidado que por la biología, lo que pone de manifiesto su naturaleza social.
Esta terminología refleja no solo los vínculos biológicos, sino también las funciones sociales
y las expectativas culturales asociadas a cada tipo de pariente. Además, algunos sistemas
incluyen relaciones basadas en la co-residencia o en el intercambio de recursos, lo que
subraya la importancia de los factores sociales y económicos en la definición del
parentesco.
El estudio del parentesco en antropología tiene una raíz sólida en las contribuciones de
Henry Lewis Morgan, un abogado estadounidense que en el siglo XIX desarrolló una de las
primeras grandes teorías sobre la organización social humana. Morgan sentó las bases
para el análisis del parentesco como un fenómeno estructural y cultural, abordando temas
como la terminología de parentesco, los sistemas de descendencia y el papel del
matrimonio en las sociedades humanas. Este ensayo analiza la influencia de Morgan en el
desarrollo de la antropología del parentesco, sus descubrimientos principales y las críticas y
debates que generó su obra.
Henry Lewis Morgan nació en 1818 en Nueva York, en un periodo en el que los Estados
Unidos aún no habían alcanzado el desarrollo moderno. Su interés por los iroqueses, una
tribu local de nativos americanos, surgió durante sus años de estudiante. A través de su
participación en asociaciones que recopilaban información sobre los iroqueses, Morgan
descubrió la organización matrilineal de esta sociedad y su sistema de parentesco, que
difería drásticamente del modelo occidental. Este descubrimiento marcó el inicio de su
investigación sobre los sistemas de parentesco a nivel global.
Morgan publicó dos obras principales que cimentaron su legado: Systems of Consanguinity
and Affinity of the Human Family (1870) y Ancient Society (1877). En estas obras, Morgan
buscó trazar un marco evolutivo para entender cómo las sociedades humanas habían
pasado de estructuras primitivas a formas complejas de organización social.
Uno de los aportes más significativos de Morgan fue la distinción entre sistemas de
parentesco clasificatorios y descriptivos. En los sistemas clasificatorios, comunes en
sociedades “primitivas”, los términos de parentesco no diferenciaban entre parientes
lineales (padres e hijos) y colaterales (tíos y primos). Por ejemplo, el hermano del padre
podía ser llamado “padre” y los primos paralelos podrían ser considerados “hermanos”. En
contraste, los sistemas descriptivos, típicos de las sociedades occidentales, se
diferenciaban claramente entre estas categorías.
Morgan interpretó estas diferencias como evidencia de un proceso evolutivo: los sistemas
clasificatorios reflejaban un estadio social primitivo en el que la organización social era
menos compleja, mientras que los sistemas descriptivos eran propios de sociedades
“civilizadas”. Aunque esta interpretación evolucionista fue posteriormente criticada, su
análisis de la terminología de parentesco sigue siendo un punto de referencia en la
antropología.
Morgan también estudió los sistemas de descendencia, como los patrilineales (trazados a
través de la línea masculina) y matrilineales (trazados a través de la línea femenina).
Argumentó que las sociedades matrilineales eran anteriores a las patrilineales, ya que en
un supuesto estado primitivo de promiscuidad sexual, solo la maternidad podía identificarse
con certeza. Según Morgan, este estadio evolucionó hacia formas más estructuradas de
organización social, como los clanes exogámicos y las familias nucleares monógamas.
Uno de los ejemplos más conocidos de los sistemas que estudió Morgan es el “sistema
malayo”, también llamado generacional o hawaiano. En este sistema, todos los varones de
una generación tienen el mismo término, al igual que todas las mujeres, sin distinciones
entre parientes lineales y colaterales. Morgan interpretó esto como una representación de
un estadio temprano de organización social, aunque este enfoque fue posteriormente
revisado por otros antropólogos.
Morgan también destacó cómo los sistemas de parentesco estaban relacionados con la
herencia y la propiedad, subrayando la importancia de los grupos de descendencia en la
distribución de bienes y recursos dentro de las sociedades. Esta conexión entre parentesco
y economía sigue siendo un tema relevante en la antropología contemporánea.
Aunque la obra de Morgan fue pionera, también generó críticas significativas. Su enfoque
evolucionista, que postulaba una secuencia lineal de desarrollo desde sociedades primitivas
hasta civilizadas, fue cuestionado por su simplismo y su etnocentrismo. Antropólogos
posteriores, como Franz Boas y sus seguidores, argumentaron que las culturas deben ser
estudiadas en sus propios términos, sin imponer jerarquías evolutivas.
La obra de Morgan también sentó las bases para debates teóricos que siguen vigentes. La
tensión entre el parentesco como un fenómeno biológico y como una construcción social,
así como la relación entre parentesco, economía y organización política, son temas que han
evolucionado, pero que mantienen sus raíces en las preguntas que Morgan planteó.
El evolucionismo social, base teórica de Morgan, fue una de las principales áreas de crítica.
Autores como Sir Henry Maine argumentaron que las teorías evolucionistas simplificaban
en exceso la diversidad de las sociedades humanas. Maine, en contraste con Morgan,
postuló que la familia patriarcal había sido la forma más antigua de organización social, y
que los clanes y linajes eran ficciones legales que emergieron posteriormente para regular
la herencia y la propiedad.
En cuanto a la descendencia, Morgan había sugerido que las sociedades matrilineales
representaban un estadio temprano de desarrollo, ya que la maternidad era más fácil de
identificar que la paternidad. Sin embargo, los críticos cuestionaron esta narrativa lineal.
Autores como Rivers y Radcliffe-Brown argumentaron que los sistemas de descendencia
unilineales eran respuestas adaptativas a contextos económicos y políticos particulares,
más que etapas universales en una secuencia evolutiva.
W. H. R. Rivers, una figura clave en la antropología de principios del siglo XX, desempeñó
un papel fundamental en la reacción a las ideas de Morgan. Rivers desarrolló el método
genealógico, una herramienta que permitía recopilar información sistemática sobre las
relaciones de parentesco en las sociedades estudiadas. A diferencia de Morgan, quien
interpretó las terminologías de parentesco como vestigios de estadios evolutivos, Rivers
consideró que estos sistemas debían analizarse en su contexto cultural e histórico
específico.
Más adelante, Rivers evolucionó hacia un enfoque difusionista, proponiendo que las
similitudes entre sistemas de parentesco podían explicarse por el contacto y la transmisión
cultural entre sociedades, en lugar de una evolución lineal. Aunque su difusionismo fue
criticado, el método genealógico y sus aportes al estudio del parentesco marcaron un punto
de inflexión en la antropología.
La llegada del relativismo cultural, promovido por Franz Boas y sus estudiantes, representó
un giro radical en la antropología. Boas rechazó las teorías evolucionistas de Morgan y sus
contemporáneos, argumentando que las culturas debían ser estudiadas en sus propios
términos, sin imponer esquemas universales. Para Boas, las variaciones en los sistemas de
parentesco reflejaban adaptaciones históricas y culturales únicas, no estadios de desarrollo
predecibles.
Alfred Kroeber, uno de los estudiantes de Boas, desarrolló una crítica específica al
concepto de “terminología clasificatoria” de Morgan. Sostuvo que todas las terminologías de
parentesco son formas de clasificación cultural, pero no necesariamente reflejan relaciones
sociales. Esta perspectiva desvinculó parcialmente el parentesco de las estructuras
sociales, abriendo el camino para enfoques más simbólicos y lingüísticos.
El Redescubrimiento del Parentesco Social
Esta concepción también fue desarrollada por Marcel Mauss y su teoría del intercambio,
que interpretaba el parentesco como un sistema de obligaciones recíprocas que mantenía
la cohesión social. Para Mauss, el matrimonio y la alianza entre grupos eran tan
importantes como los lazos de sangre, una idea que contrastaba con el énfasis biológico de
Morgan.
A partir de los años 1920, la teoría de la alianza, liderada por Claude Lévi-Strauss,
emergió como una crítica directa al enfoque de Morgan. Lévi-Strauss argumentó que el
parentesco no podía reducirse a la descendencia o a las relaciones biológicas, sino que
estaba estructurado por las reglas de intercambio matrimonial. Según él, las relaciones
entre grupos a través del matrimonio eran fundamentales para entender las estructuras
sociales.
En este contexto, los sistemas de matrimonio entre primos cruzados y las reglas de
exogamia fueron reinterpretados como estrategias para mantener alianzas y redistribuir
recursos, en lugar de reflejar estadios evolutivos. Este enfoque marcó un alejamiento
definitivo del modelo lineal de Morgan, estableciendo una visión más compleja y relacional
del parentesco.
En última instancia, la obra de Morgan sirvió como un punto de partida para la antropología
moderna. Si bien sus teorías evolucionistas y biológicas fueron revisadas y, en muchos
casos, reemplazadas, su metodología y su énfasis en el parentesco como una estructura
analizable dejaron una huella indeleble en la disciplina.
EL ALEJAMIENTO DE LA HISTORIA
A finales del siglo XIX, la antropología estaba dominada por el evolucionismo social,
representado por figuras como Henry Lewis Morgan y Edward Burnett Tylor. Esta
corriente teórica postulaba una progresión lineal y universal de las sociedades humanas,
desde estadios primitivos hasta formas “más avanzadas”. El evolucionismo se apoyaba en
la historia como un elemento fundamental para explicar el desarrollo de las instituciones
sociales, el parentesco, el lenguaje y la religión.
Sin embargo, el surgimiento de nuevas corrientes teóricas a inicios del siglo XX marcó un
distanciamiento del enfoque histórico. El relativismo cultural, impulsado por Franz Boas, y
el funcionalismo, representado por Bronislaw Malinowski y A.R. Radcliffe-Brown,
propusieron alternativas metodológicas y epistemológicas que desafiaron el evolucionismo
y su énfasis en la historia universal.
Franz Boas, considerado el padre del relativismo cultural, fue una de las figuras más
importantes en el alejamiento de la historia. Boas criticó el evolucionismo por su
generalización excesiva y su falta de atención a la diversidad cultural. Sostuvo que cada
cultura es el producto de una historia única y particular, y que no puede ser comprendida a
través de esquemas evolutivos universales.
Este cambio metodológico fue significativo, ya que desplazó la atención desde el desarrollo
histórico de las sociedades hacia el análisis de su organización interna y sus funciones
actuales. Como resultado, la historia fue relegada a un segundo plano en favor de un
estudio más inmediato y sincrónico de las culturas.
Por otro lado, el distanciamiento de la historia también tuvo efectos limitantes. Al enfocarse
en el presente y en las estructuras funcionales, los antropólogos corrieron el riesgo de
ignorar los procesos históricos que dieron forma a las sociedades. Este enfoque ahistórico
fue criticado por reducir las culturas a sistemas estáticos y desconectados de su pasado.
La Reintroducción de la Historia
EL GIRO SCHNEIDERIANO
Durante gran parte del siglo XX, la antropología del parentesco estuvo dominada por teorías
que consideraban las relaciones biológicas como el eje central del parentesco. Autores
como Radcliffe-Brown y Claude Lévi-Strauss enfocaron su trabajo en la estructura y
función de las relaciones de descendencia y alianza, buscando principios universales que
pudieran explicar cómo las sociedades organizan sus relaciones sociales.
David Schneider emergió como una voz disidente en este contexto. Basándose en sus
estudios de los yapese (Islas Carolinas) y su trabajo sobre la familia estadounidense,
Schneider argumentó que el parentesco no era una categoría universal ni biológica, sino
una construcción cultural cuya definición variaba significativamente entre sociedades. Su
obra fundamental, American Kinship: A Cultural Account (1968), estableció las bases para
este giro teórico.
Schneider cuestionó dos supuestos centrales del paradigma clásico de la antropología del
parentesco: