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DERECHOS HUMANOS CÁTEDRA A COMISIÓN 1

ALEGATO DE
CLAUSURA:
“CASO CELESTE”
(2013)
GRUPO N° TRES SOBRE TORTURA

INTEGRANTES:
Matarrese, Bárbara Sofía; DNI: 44028577; Abogacía Plan 2018
Silva, Facundo Nahuel; DNI: 43774111; Abogacía Plan 2018
Zelaya, Ignacio; DNI: 44920929; Abogacía Plan 2018
1) Introducción

El caso de Celeste del año 2013 es el primero de una mujer trans como víctima que
accede a los tribunales penales de Tucumán el cual se relaciona esencialmente con
la temática de tortura en contexto de encierro (en el presente, una comisaría de la
policía local), y también se intersecta con género (al tratarse de una miembro de la
población travesti-trans la cual estuvo histórica y socialmente marginada y
menoscabada) como categoría especialmente protegida por los sistemas de
protección universal e interamericano de los DDHH. Los motivos por los cuales
presentamos el siguiente alegato reside no sólo porque se dio una serie de abusos
sexuales como forma específica de torturar a una persona sino además detectamos
que esta situación está agravada por la intersección de distintas vulnerabilidades
socio-económicas como el que sufrió Celeste: ser trans, autopercibirse mujer, estar
en condiciones de pobreza, no saber leer ni escribir, expulsada de su familia, y de
los sistemas educativos, de la salud y de justicia. Por lo que nos lleva a advertir a su
Señoría que este entrecruzamiento produce una marginación estructural e
interseccional aumentando exponencialmente los riesgos actuales y potenciales de
nuestra defendida al entrar en contacto con el sistema contravencional y penal de
justicia en su calidad de víctima.

Adelantamos que la actuación de la Sala III en Lo Penal no sólo niega su identidad


personal, sino va más allá produciendo un menoscabo a los atributos inherentes a la
dignidad, la libertad y los derechos humanos que posee Celeste por el solo hecho
de ser persona. Por último, consideramos que no se adecúa al estado actual de
desarrollo de la normativa internacional de DDHH y los estándares en la materia de
tortura y violencia sexual tendientes a proteger los derechos de las víctimas, por los
hechos detallados a continuación.

2) Hechos del caso

Celeste es una mujer trans y en noviembre de 2013 fue detenida por la policía de
Tucumán con una orden ilegal y posteriormente trasladada a una Comisaría Barrio
“San Cayetano”. Allí, la insultaron, humillaron, golpearon y violaron. Los acusados
fueron encontrados culpables por privación ilegítima de la libertad y falsedad
ideológica, pero nunca se llevó a cabo una investigación seria ni mucho menos se
concluyó siquiera por una condena de los abusos sexuales que sufrió.

Empecemos desde el principio: Celeste fue a la escuela primaria hasta segundo


grado porque la corrieron. No aprendió a leer ni escribir, y a sus tan solo 21 años,
tuvo que irse a la calle después de contarles a sus padres sobre su identidad de
género.
Un día cualquiera, mientras se estaba bañando en su propia casa aparecieron un
grupo de policías, la esposaron a la fuerza, sin decirle nada, y la llevaron por medio
de insultos y atropellos a la Comisaría Seccional cuarta de San Miguel de Tucumán.

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Llegó a una comisaría donde todos los detenidos eran varones, acusados por
abusos sexuales, de homicidio, y ella ni siquiera sabía qué hacía ahí, un policía la
tiró a la “jaula” con ellos.

La insultaron, la trataron de “puto”, la humillaron, la golpearon, le echaron semen en


su cuerpo y posteriormente la violaron, no solo los agentes policiales sino también
los demás detenidos después de que el Jefe de la Comisaría les cobrara a cada uno
de ellos dinero para utilizar su cuerpo a su antojo como si de un objeto se tratara.

La obligaban a limpiar la cocina, el baño y el patio, en uno de esos momentos tuvo


la oportunidad de escapar. Fue en el Hospital “Centro de Salud” en donde los
médicos la revisaron y pudieron constatar en su cuerpo las heridas de los abusos.

Ahí se animó a denunciar. Los policías se enteraron y quisieron comprar su silencio,


ella se negó y llegó a juicio oral. Esa fue la primera vez que un caso de violencia
contra una chica trans llegó a esa instancia.

A lo largo de las audiencias, los abogados defensores de los acusados la trataban


en masculino e incluso cuestionaban las declaraciones que ella había hecho para
mostrar contradicciones, siendo que las firmó en 2013 y no sabía qué decían.
Celeste no sabía leer ni escribir, y su firma era apenas unos trazos mal escritos que
mostraban su nombre.

En el proceso se demostró que los agentes judiciales no respetaron la normativa


internacional y nacional para juzgar con perspectiva de género. Y también en la
sentencia por las múltiples arbitrariedades durante el proceso: la Sala III en Lo
Penal lo único que no consiguió para Celeste fue justicia.

Esta breve pero dura exposición de los hechos es lo que nos motiva a presentar los
siguientes argumentos jurídicos pertinentes para la consideración de Su Señoría.

3) Marco legal
Celeste merece que el caso sea tratado como una forma minuciosa de tortura dado
a que los actos desplegados tuvieron por objeto menoscabar su integridad personal
al haber causado graves consecuencias físicas, psíquicas y sexuales. Y el ser trans
no es un dato menor: constituye una categoría social sistemáticamente
estigmatizada y perseguida por los sistemas contravencionales y penales aun en
tiempos de gobiernos democráticos. Detenciones arbitrarias, alojamiento en
comisarías sin contacto alguno y uso de la violencia física para acallar a un sector
de la sociedad que todavía reclama mayor visibilización y reconocimiento por tal
cual son: el derecho a ser por como uno es y a desarrollar un proyecto de vida sin
exclusiones y con la más amplia libertad reconocida a los ciudadanos por ser tal.
Los hechos son de interés del DIDH ya que se presentan como violatorios de los
derechos de las víctimas de abuso sexuales consagrados en distintos Instrumentos
de protección, y a su vez implican la responsabilidad internacional actual y potencial

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del Estado argentino por las acciones cometidas por agentes de seguridad y el
deber que recae sobre este de prevenir, investigar, juzgar y sancionar aquellos
actos. Es imprescindible no mantener una postura pasiva y convalidante, por lo que
ahora más que nunca, un tribunal de justicia debe comportarse como una instancia
de control convencional para corregir la sentencia que impugnamos.

Para esto, se deben seguir las pautas internacionales dispuestas en los


instrumentos de derechos humanos:

"Convención contra la tortura y otros tratos crueles, inhumanos o degradantes" de


Naciones Unidas en su artículo 1.

“Convención Interamericana para Prevenir y Sancionar la Tortura de la Organización


de Estados Americanos” en su artículo 2 y la “Convención Sobre la Eliminación de
Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer” en sus artículos 2 apartado c) y
artículo 3 del Sistema Interamericano de Derechos Humanos.

Los fallos citados de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, entre ellos:


“Caso Azul Rojas Marín y Otra vs Perú”; “Caso Penal Miguel Castro Castro”; “Caso
Rosendo Cantú y Otra vs México” y “Caso Mujeres víctimas de tortura sexual en
Atenco Vs México” por el bagaje interpretativo que del tribunal frente a la temática
de violencia sexual como forma de tortura.

Además consideramos importante la interpretación del Comité CEDAW en su


Recomendación General 19 al remarcar la obligación del Estado sobre debida
diligencia y el informe de la Comisión IDH sobre “Violencia contra personas
lesbianas, gays, bisexuales, trans e intersex en América” ya que ofrece una mirada
específica sobre la población LGBTIQ+ como grupo vulnerable.

Así como las instrucciones impartidas por la Corte Suprema de Buenos Aires en
“Prácticas Aconsejables para Juzgar con Perspectiva de Género”.

4) Argumentos para resolver como se pide

El Dr. D. Rafecas en su escrito "El crimen de la tortura" define a la misma como


"todo tipo de imposición de violencia física o psicológica de carácter grave, aplicada
por un funcionario público en abuso de sus funciones o a través de terceros que
actúan bajo su amparo, sobre una persona que está legal o ilegalmente detenida
(...), y sin que sea relevante el móvil procurado con dicha imposición, a diferencia

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del antiguo alcance, que estaba limitado a la obtención de la confesión o la
declaración". Otra definición fundamental sobre este delito surge del artículo primero
de la "Convención contra la tortura y otros tratos crueles, inhumanos o
degradantes" adoptada en el seno de las NU. Sostiene en su artículo 1 que se trata
de "todo acto por el cual se inflija intencionadamente a una persona dolores o
sufrimientos graves, ya sean físicos o psicológicos, con el fin de obtener de ella o un
tercero información o una confesión, de castigarla por un acto que haya cometido o
se sospeche que ha cometido, o de castigar o coaccionar a esa persona o a otras, o
por cualquier razón basada en cualquier tipo de discriminación, cuando dichos
dolores o sufrimientos sean infligidos por un funcionario público u otra persona en el
ejercicio de funciones públicas, a instigación suya, o con su consentimiento o
aquiescencia”. La ventaja del estándar universal es que nos permite identificar una
cláusula abierta con respecto a los fines con los que puede ser llevada la tortura al
mencionar que pueden estar basadas en cualquier tipo de discriminación como lo es
el presente basado en el género al tratarse de una mujer trans.

Es más amplia aún la letra del artículo 2 de la “Convención Interamericana para


Prevenir y Sancionar la Tortura de la Organización de Estados Americanos”:
“se entenderá por tortura todo acto realizado intencionalmente por el cual se inflijan
a una persona penas o sufrimientos físicos o mentales, con fines de investigación
criminal, como medio intimidatorio, como castigo corporal, como medida preventiva,
como pena o cualquier otro fin. Se entenderá también como tortura la aplicación
sobre una persona de métodos tendientes a anular la personalidad de la víctima o a
disminuir su capacidad física o mental, aunque no causen dolor físico o angustia
psíquica”. La definición plasmada por el Sistema Interamericano nos resulta más
abarcativa dado a que no requiere como elemento tipificante la “gravedad” para
considerar a un hecho como tortura por lo que permite extender el concepto a otros
casos en los que se inflige un trato inhumano, cruel o degradante. Es decir, va más
allá de la concepción clásica que traía la intensidad o el quantum como estándar
determinante. Este enfoque es el que nos permitirá hablar en el caso señalado
sobre la conjugación de la violencia sexual como género y la violación sexual como
acto específico para cometer esta conducta regulada convencionalmente.

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Teniendo en cuenta este bagaje normativo, es imposible negar que Celeste fue
sometida al padecimiento de ser víctima de tortura en diversas formas por partes de
las autoridades de la policía de la Comisaria Seccional cuarta de Tucumán. No solo
fue torturada en el marco de una detención arbitraria y privada ilegalmente de su
libertad durante el lapso de cuatro días, sino que también fue víctima de tortura
física y psicológica. Fue golpeada por sus agresores, humillada mediante insultos
transfobicos y obligada a tareas de servidumbre. Fue forzada a utilizar ropa de
varón y tratada como un hombre, disminuyendo e invisibilizando su personalidad por
completo. Discriminada y torturada por ser una mujer transgénero, y finalmente
abusada sexualmente por los hombres allí detenidos, quienes le arrojaron semen en
su cuerpo, y pagaron para abusar sexualmente de ella numerosas veces. Estamos
hablando simple y llanamente, de una mujer que fue sometida a distintas tipologías
específicas de tortura por sus agresores. Y la herramienta legal utilizada como
medio por los policías para poder cumplir con sus cometidos fue el “Código
Contravencional” local: es clave entender que fue arrestada sin la orden previa de
un juez competente por la infracción de “disturbio en la vía pública” la cual nunca
existió porque Celeste se encontraba en su domicilio dándose un baño al momento
de su detención. Por lo que la justificación de haberla atrapado “in fraganti” cae por
su propio peso.

De acuerdo a lo ya expresado, el caso Celeste constituye un paradigma de una


forma específica de tortura cometida en comisarías policiales locales: el
entrecruzamiento con la cuestión de género. Entendemos que el análisis no puede
soslayar por quién era, cómo eran sus condiciones de vida y qué posibilidades le
daba la sociedad para que desarrolle su proyecto de vida. Dentro del paraguas que
implica este concepto, la lucha del Colectivo LGBTIQ+ ha disputado y conquistado,
a través de la sanción de la Ley 26.743, el concepto de identidad de género
entendida como la vivencia autopercibida del género y que puede coincidir o no con
la del sexo biológico. Así, obtenemos un primer encuadre socio-jurídico: Celeste es
una mujer trans a la cual su nombre no fue respetado por la policía de la Comisaría
Seccional cuarta, la defensa de los imputados al tratarla por su nombre anterior y
con pronombres en masculino, y por el tribunal a quo al convalidar la discriminación
y vulneración del derecho humano a la identidad.

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Se evidencia la existencia de una variable fáctica que, frente al accionar de las
fuerzas de seguridad y del sistema penal de justicia, permite identificar a ciertos
sujetos o poblaciones que no se encuentren en igualdad de condiciones al entrar en
contacto con el aparato coercitivo del Estado. En dicho sentido, el Estado argentino
se ha comprometido en un conjunto de Instrumentos Internacionales de DDHH de
los cuales emanan obligaciones de respetar y garantizar los derechos de sectores
vulnerables como las mujeres y colectivos de la diversidad sexual, y de prevenir y
sancionar aquellos hechos que violen su normal desenvolvimiento. La “Convención
Sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer”
en su artículo 3 dispone que los Estados deben tomar en distintos ámbitos todas
aquellas medidas apropiadas para asegurar el “pleno desarrollo y adelanto” de la
mujer. A su vez, el artículo 2 (en lo atinente a encarrilar una política a eliminar la
discriminación contra la mujer) en su apartado c) compromete al Estado a proteger
jurídicamente contra dichos actos arbitrarios a través de los tribunales. En nuestro
entendimiento, el estándar internacional de DDHH al mentar sobre “medios y
medidas apropiadas” no se ciñe únicamente a tipologías legislativas o ejecutivas,
sino que también abarca al Poder Judicial como órgano decisorio garante de los
derechos y garantías. Durante el trámite de la causa, la Sala III en Lo Penal de
Tucumán poseyó no tan solo la posibilidad de abarcar la investigación y sanción de
los imputados por el abuso sexual contra Celeste con un enfoque diferenciado sino
que principalmente constituye un deber estatal que no cumplió, y por consiguiente
empeoró aún más la situación de vulnerabilidad de la víctima. Ahora lo que cabe
preguntarnos es si en qué consiste ese enfoque y cuál es la importancia en
implementarlo.

La atención que merecen los casos en los que están involucradas personas del
Colectivo LGBTIQ+, en especial de la población travesti-trans, ronda en torno a la
aplicación de la perspectiva de género. No alcanza con señalar que Celeste fue
víctima de una mera decisión formal errática dado a que no estaba en igualdad de
condiciones procesales de defensa material (no fue advertida que podía constituir
una querella para impulsar la investigación, la fiscal no mantuvo contacto con ella
para interiorizarse del caso, y no sabiendo leer ni escribir fue notificada por escrito
que debía prestar declaración ante el tribunal). Lo que nos lleva a plantear que la
actuación dentro de todo proceso, desde la investigación hasta el dictado de una

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sentencia, debe anclarse en una óptica que distinga situaciones diferentes como
diferentes para encontrar soluciones de fondo y más acabadas.

La Suprema Corte de la Provincia de Buenos Aires en “Prácticas Aconsejables


para Juzgar con Perspectiva de Género” señala que dicha perspectiva “implica
abordar el supuesto a analizar bajo el prisma de la desigualdad estructural que
existe entre hombres, mujeres y diversidades sexuales que son sociales, históricas
e institucionales” para evitar un trato inequitativo entre las partes.

Analizar lo acontecido requiere tener en cuenta que Celeste proviene de un origen,


contexto y entorno en el que la violencia, además de arraigarse en su género, se
entrecruzan con otras variables socioeconómicas que aumentan exponencialmente
el grado de vulnerabilidad en el que estuvo y está expuesta. El Sistema
Interamericano, a través de la Comisión IDH, ha señalado que “las personas LGBTI
son más propensas a experimentar violencia y más vulnerables a ciertos tipos de
violencia en la intersección, por un lado de su orientación sexual y/o identidad de
género no normativa, y por el otro, su etnia, sexo, género, situación migratoria,
edad, situación de defensor/a de derechos humanos, raza, situación
socio-económica y situación de privación de libertad” en el Informe “Violencia contra
personas lesbianas, gays, bisexuales, trans e intersex en América”. Por lo que es de
importancia seguir la línea interpretativa que plantea la interseccionalidad: es
decir, Celeste fue el blanco de una discriminación múltiple al ser trans,
autopercibirse como mujer, ser pobre y analfabeta, expulsada de su familia y de los
sistemas educativos, de salud y de justicia.

Seguir los parámetros mencionados permitirá a la jurisdicción maximizar la


protección y reparación de los bienes jurídicos atinentes a la dignidad y libertad
personal menoscabados de Celeste: por un lado, su libertad ambulatoria al haber
sido detenida ilegalmente en su casa y luego traslada con violencia física y verbal a
la Comisaría; por el otro, su integridad psico-física-sexual por los abusos sexuales
perpetrados por policías y otros detenidos del establecimiento. En segundo lugar, el
enfoque de género conlleva necesariamente a decodificar y deconstruir prejuicios y
estereotipos que representan preconceptos e ideas basadas en premisas
irracionales que no coinciden con la realidad. Por ejemplo, la indagación hacia
Celeste al momento de prestar declaración en la audiencia sobre su vida sexual

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representa teñir al proceso de la idea que un hecho puede ser menos grave si
mantenía una vida sexual activa. También, imputa un estigma basado en que como
el 80% de la población trans se encuentra excluida del mercado laboral formal, y
obligada a ejercer la prostitución para sobrevivir, sería menos importante al conllevar
una actividad propia de dicho trabajo. Sin dudas, son prejuicios que no pueden estar
presentes en los operadores jurídicos del sistema judicial, y el Estado no puede
mantenerse pasivo frente a estas situaciones. Así lo estipula la Corte IDH en el caso
“Azul Rojas Marín y Otra vs Perú” al advertir que “la apertura de líneas de
investigación sobre el comportamiento social o sexual previo de las víctimas en
casos de violencia de género no es más que la manifestación de políticas o
actitudes basadas en estereotipos de género (…) el Tribunal considera que las
preguntas relativas a la vida sexual de la presunta víctima son innecesarias, así
como revictimizantes”. Empero, la actuación del a quo fue permisivo con dichas
situaciones por lo que el juzgamiento por abuso sexual se ve altamente sesgado por
estereotipos de género.

Por si fuera poco, la sentencia que apelamos no hace mención siquiera una vez ni
se pronuncia con respecto al abuso sexual contra Celeste. Según consta en las
actuaciones, la Sala III en Lo Penal incumplió con el deber estatal de investigar
que surge de la Ley nacional N° 26.485 en su artículo 30 en donde el juez posee
facultades para “ordenar e impulsar el proceso, pudiendo disponer todas las
medidas que fueren necesarias para indagar los sucesos”. Entendemos que la
norma es de tipo operativa ya que busca por un lado robustecer las facultades
judiciales para efectivizar internamente las obligaciones contraídas por la Argentina
frente a la comunidad internacional en materia de género, y por otro, buscar la
verdad material (saber realmente qué pasó). En estos casos de violencia sexual
comprendidos como “acciones de naturaleza sexual que se cometen contra una
persona sin su consentimiento que además de comprender la invasión física del
cuerpo humano, pueden incluir actos que no involucren penetración o incluso
contacto físico alguno” por la Corte IDH en el caso “Rosendo Cantú y Otra vs
México” delinea el estándar para encuadrar de manera fáctica: Celeste, además de
ser violentada sexualmente por actos de penetración fue blanco de tocamientos
corporales y puesta en contacto con semen sobre su cara.

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Tal cual lo marca la jurisprudencia de la Corte IDH, es crucial remarcar que estamos
frente a un caso específico dentro del género violencia sexual: la violación sexual.
Los actos no fueron cometidos por personas particulares sino que presentan el
re-agravamiento de haber sido perpetrados por agentes policiales. Del hecho
descripto debe extraerse una característica fundamental: la asimetría de poder
existente entre la víctima y el agente de policía en la cual este último ejerce una
superioridad de recursos económicos, materiales, de contactos e institucionales
para facilitar la comisión del delito y consecuentemente procurar la impunidad. Esto
es, la obstaculización de encontrar las evidencias (los policías de la Seccional
cambiaron las ropas con las cuales había sido abusada y le entregaron ropa de
varón), el hostigamiento y ofrecimiento de dinero para que retirara la denuncia como
las amenazas a su seguridad física durante el proceso penal. La sentencia de la
Corte IDH en “Penal Miguel Castro Castro” establece que “es un acto especialmente
grave y reprobable, tomando en cuenta la vulnerabilidad de la víctima y el abuso de
poder que despliega el agente. Asimismo, la violación sexual es una experiencia
sumamente traumática que puede tener severas consecuencias y causa gran daño
físico y psicológico”.

De acuerdo a la conexidad entre violencia sexual y la asimetría de poder señaladas,


creemos firmemente que estamos frente a una modalidad específica de tortura.
De acuerdo a la jurisprudencia de la Corte IDH en “Caso Mujeres víctimas de tortura
sexual en Atenco Vs México”: “para calificar una violación sexual como tortura
deberá atenerse a la intencionalidad, a la severidad del sufrimiento y a la finalidad
del acto, tomando en consideración las circunstancias específicas de cada caso”.
Los actos desplegados tuvieron la finalidad objetiva de causar sufrimientos físicos
y psicológicos a la víctima menoscabando un atributo de la personalidad
fundamental: la de la integridad personal. Es más, esta defensa considera que la
finalidad objetiva fue la de anular la personalidad de Celeste cometiendo actos
extremadamente vejatorios sumado al aislamiento, y librándola a su suerte. En
cuanto a los sujetos queda involucrada de lleno la responsabilidad del Estado al
haber sido perpetrada por agentes de policía local en dependencias
públicas-estatales como lo son las Comisarías Seccionales. Y por otro, la finalidad
subjetiva de establecer un castigo personal al tratarse de una mujer trans, y un
medio intimidatorio y una especie de mensaje de las fuerzas de seguridad al resto

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de la Comunidad LBGTQI+ y la población travesti-trans sobre las consecuencias de
entrar en contacto con el poder coactivo del Estado siendo parte de una comunidad
que no se amolda a la “heteronormatividad”.

En este orden de ideas y por todo lo señalado precedentemente, no fallar con


perspectiva de género implica una vulneración del principio internacional que el
Estado debe fallar con la debida diligencia. En palabras de la Recomendación
General N° 19 del Comité CEDAW apartado 9 dispone que los Estados también
pueden ser responsables si no adoptan las medidas con la debida diligencia para
impedir la violación de derechos o para prevenir e investigar los actos. Por lo que
nuestro fundamento jurídico ahonda en que el abordaje no tan solo debe realizarse
con respecto a la sentencia sino ampliar su cobertura hacia la actuación del
Ministerio Público Fiscal y de la Defensa dado a que debe representar una política
pública judicial para brindar una protección integral teniendo en cuenta el contexto
en el que se encuentra la víctima. La misma debe materializarse en todas las etapas
del proceso hasta obtener un decisorio que no se limite a la condena de los
imputados por el abuso sexual contra Celeste sino que le ofrezca a ella distintas
medidas reparatorias socio-económicas para superar su condición de extrema
vulnerabilidad.

5) Petitorio

A través de la presente, solicitamos a su Señoría confirmar las condenas


establecidas en la sentencia de la Sala III en Lo Penal por falsedad ideológica y
privación ilegítima de la libertad, pero a su vez reabrir las etapas de investigación,
juzgamiento y condena a los acusados por los delitos de abuso sexual gravemente
ultrajante, con acceso carnal y agravado por su condición de fuerzas de seguridad.
En el entendimiento que el mencionado tribunal omitió deliberadamente
pronunciarse sobre los hechos aun teniendo pruebas sobre ello, y deja a Celeste sin
acceso efectivo a la justicia material y genera una situación de impunidad para los
policías acusados.

Porque “cuando te niegan la identidad, y lo que te pasó, te hacen sentir que no sos
nada”.

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SITIOS DE CONSULTA

Agencia Presentes: “Tucuman: Sin Justicia para Celeste”. Disponible en:


https://agenciapresentes.org/2016/12/08/tucuman-sin-justicia-celeste/

La Tinta: “Tucumán: no hubo justicia para Celeste”. Disponible en:


https://latinta.com.ar/2016/10/28/tucuman-no-hubo-justicia-para-celeste/

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

Rafecas, D. “El crimen de la tortura”. P. 100.

Corte Suprema de Justicia de la Provincia de Buenos Aires. Prácticas Aconsejables para juzgar con perspectiva
de género. 2023. P. 3.

INSTRUMENTOS INTERNACIONALES DE DDHH

Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación Contra la Mujer (CEDAW). Artículo 2
apartado c) y artículo 3.

Comité CEDAW. Recomendación General N° 19 apartado 9.

Comisión IDH. Informe: “Violencia contra personas lesbianas, gays, bisexuales, trans e intersex en América”.
2015. Párrafo 388.

JURISPRUDENCIA CONVENCIONAL

Corte IDH. Caso Azul Rojas Marin y Otra vs Perú. 2020. Párrafo 202.

Corte IDH. Caso Penal Miguel Castro Castro. Corte IDH. 2006. Párrafo 311.

Corte IDH. Caso Rosendo Cantú y Otra vs México. Corte IDH. 2010. Párrafo 109.

Corte IDH. Caso Mujeres víctimas de tortura sexual en Atenco Vs México. Corte IDH. 2018. Párrafo 193.

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