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I. CONSIDERACIONES GENERALES
1. La época prehispánica
Hernán Cortés en 1519, advirtió la pugna profunda entre estas dos tribus
indígenas decidió hacer llegar al Senado de Tlaxcala una propuesta de
alianza militar para conquistar la gran Tenochtitlán.2
Pero en Tlaxcala, no se olvide, el joven Xicoténcatl advirtió que no
luchaban contra dioses. Tal dijo el mozo de grande espíritu, que por su
talento y hazañas, ocupaba el puesto de general de las armas. Era preciso
batir a los españoles, para que de este modo conozca el mundo —terminó
la arenga— que no es lo mismo ser inmortales en Tabasco, que invenci-
bles en Tlaxcala.3 En realidad no eran los españoles quienes vencían a
los Tlaxcaltecas, y en general a los hombres originales de esta antigua
parte del mundo, que se conocería, sin embargo, como nuevo. La derro-
taba un adversario más temible: el tiempo. Los recién llegados no solo
habían recorrido el océano; también habían caminado hacia atrás, varios
siglos. Era el futuro quien derrotaba a los tlaxcaltecas y bautizaba a los
4 senadores con el género de nombres que tendrían los mexicanos veni-
deros.4
Aquí cabe mencionar que la Tlaxcala prehispánica estaba organizada
por 4 señoríos o “ senados” —asimilándolo a las formas occidentales—
formados por grupos de familias emparentadas entre ellas, viviendo bajo
un sistema patrilineal, probablemente no exogámico y con residencia pa-
trilocal y que dentro de estos grupos hubo una vida relativamente demo-
crática, bajo un gobierno de consejos de ancianos, formaban unidades
militares, tenían en forma colectiva ciertos terrenos. Hacia abajo estaban
subdivididos en Tlaxilacalli; hacía arriba, agrupados en 4 Campans.5
En sí, narrar la historia de Tlaxcala es una tarea harto difícil, que se
complica aún más cuando se trata de resumir —concientemente arbitra-
ria— para explicitar el impacto que tuvo esta alianza con los españoles
2El estado de Tlaxcala, México, Gobierno del Estado de Tlaxcala, 1993, p. 19.
3Solís, Antonio de, Historia de la Conquista de México, ed. facsimilar, México,
Casa de Moneda de México, 1987, pp. 159, cap. XVI. Aquí difieren los cronistas e
historiadores. Antonio de Solís, como he visto, atribuye esa reflexión combativa a
Xicoténcatl el joven o el mozo, en tanto que el P. Clavijero la reivindica para su viejo
padre: porque —dice— creemos deber dar mayor asenso a los historiadores antiguos, que
se informaron de los mismos tlaxcaltecas. Historia Antigua de México, sacada de los
mejores historiadores españoles y de manuscritos y pinturas antiguas de los indios, trad.
de Francisco Pablo Vázquez, Editorial del Valle de México, 1974, p. 226.
4 García Ramírez, Sergio, Historia de un pueblo: Tlaxcala, México, Gobierno del
estado de Tlaxcala, 1994, pp. 6 y 7.
5 Margadant S., Guillermo, Floris, op. cit., p. 21.
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en los años venideros; sin embargo, habrá que decir con toda certeza que
el pueblo de Tlaxcala nunca traicionó, por el contrario, hizo lo inteligible
para su contexto para defenderse de los mexicas. Estas guerras floridas
los hicieron víctimas, su alianza hispano-tlaxcalteca le permitieron tomar
su revancha histórica, más tarde, los convirtieron en conquistadores y co-
lonizadores, y luego blanco de puniciones.6
2. La dominación española
Hacía 1810 se reunieron las cortes liberales en Cádiz, España, con ob-
jeto de elaborar una Constitución de tendencia liberal que rigiera en la
Metrópoli y en sus colonias.
Cuando la Corona española convocó para que cada intendencia de
la Nueva España nombrara a sus representantes en las Cortes de Cá-
diz. La intendencia de Puebla no cesó en su propósito de absorber a Tlax-
cala. Así, cuando se trató de llevar a cabo las elecciones de ambos ayun-
tamientos y diputados a las Cortes de Cádiz, pretendió incluir en las
suyas a Tlaxcala, pero como entonces ésta tenía el apoyo del regente
Miguel Lardizábal y Uribe y del señor José Miguel Guridi y Alcocer —el
primero— máxima autoridad en España y hombre de relieve intelectual
en México el segundo, resultó que en la convocatoria respectiva, se es-
pecificó concretamente que Tlaxcala debía designar su propio cabildo y
su propio diputado a dichas Cortes.
Esa fue la ocasión que políticamente apareció ligado a la vida de Tlax-
cala, por vez primera, el señor Guridi y Alcocer.9
Al tiempo de nombrar jefe político superior de Nueva España a don
Juan 0’Donojú, Femando Vil pidió a sus 20 consejeros una interpretación
sobre las facultades que tendría el nuevo jefe político. Todos estuvieron
de acuerdo en que, según la Constitución, no podía haber virrey, y que
el jefe político con asiento en la ciudad de México tendría jurisdicción
únicamente sobre las provincias representadas en la Diputación provin-
cial de Nueva España y sus jefes políticos respectivos eran por completo
independientes del jefe político de la ciudad de México. Por eso 0’Do-
nojú fue nombrado jefe político de solo aquella región que formaba la
jurisdicción de la Diputación provincial de la Nueva España.
Así, pues, el origen del federalismo en México se puede remontar a
la forma de gobierno establecida por la Constitución de 1812 para España
y sus colonias.
1. México 1 - 1
2. Michoacán 1 - 0
3. Oaxaca 1 - 1
4. Veracruz 1 - 0
5. Puebla 1 - 1
6. Tlaxcala 1 - 0
7. Querétaro 1 - 0
1. La Constitución de Apatzingán
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V. TERRITORIO FEDERAL
1. Generalidades
13 García Verástegui, Lia y Pérez Salas, María Esther, Tlaxcala, ¿estado o territorio?,
Tlaxcala, Textos de su Historia, op. cit., pp. 133 y 134.
14 González Oropeza, Manuel y García Domínguez, Hugo Gaspar, op. cit., p. 21.
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1. La declaratoria
2. La primera Constitución
15 Los datos que componen estos dos últimos apartados, son extraídos en su sustancia
del la obra Tlaxcala y sus Constituciones, op. cit., pp. 19-81.
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