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LA EVOLUCIÓN CONSTITUCIONAL DEL ESTADO


DE TLAXCALA

Hugo Gaspar GARCÍA DOMÍNGUEZ

SUMARIO: I. Consideraciones generales. II. Diputados tlaxcaltecas a


las Cortes de Cádiz. III. El gobierno virreinal reconoce a Tlaxcala
como provincia independiente. IV. México independiente. V. Territo-
rio federal. VI. El nacimiento del estado de Tlaxcala. VII. La actual
Constitución.

I. CONSIDERACIONES GENERALES

Antes de reseñar el recorrido institucional del estado de Tlaxcala, desde


su nacimiento hasta la época actual, considero necesario hacer una breve
exposición de los antecedentes históricos de esta entidad federativa, por-
que creo darán al lector mayor claridad a la explicación de sus avalares
como parte integrante de la República mexicana.

1. La época prehispánica

La vida del pueblo tlaxcalteca, como de algunos más de nuestro país,


se inscriben a la par de las luchas nacidas por el ímpetu de la dominación
territorial o de la pugna por el poder político. Desde la época prehispánica
los aztecas pretendieron, sin lograrlo, apoderarse del territorio de Tlax-
cala.1 No obstante de que el poderío azteca se extendió bastamente, no
pudieron dominar a los indios de Tlaxcala y de Huejotzingo, fincando
entres estos pueblos pugnas insuperables que llevó inclusive a que azte-
cas prácticamente sitiaran a esta “república” privándola por más de 100
años de sal de mar y del comercio con otras tribus. Por ello, cuando

1 Margadant S., Guillermo, Floris, Introducción a la historia del derecho mexicano,


10a. ed., México, Esfinge, 1992, pp. 13 y ss.
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Hernán Cortés en 1519, advirtió la pugna profunda entre estas dos tribus
indígenas decidió hacer llegar al Senado de Tlaxcala una propuesta de
alianza militar para conquistar la gran Tenochtitlán.2
Pero en Tlaxcala, no se olvide, el joven Xicoténcatl advirtió que no
luchaban contra dioses. Tal dijo el mozo de grande espíritu, que por su
talento y hazañas, ocupaba el puesto de general de las armas. Era preciso
batir a los españoles, para que de este modo conozca el mundo —terminó
la arenga— que no es lo mismo ser inmortales en Tabasco, que invenci-
bles en Tlaxcala.3 En realidad no eran los españoles quienes vencían a
los Tlaxcaltecas, y en general a los hombres originales de esta antigua
parte del mundo, que se conocería, sin embargo, como nuevo. La derro-
taba un adversario más temible: el tiempo. Los recién llegados no solo
habían recorrido el océano; también habían caminado hacia atrás, varios
siglos. Era el futuro quien derrotaba a los tlaxcaltecas y bautizaba a los
4 senadores con el género de nombres que tendrían los mexicanos veni-
deros.4
Aquí cabe mencionar que la Tlaxcala prehispánica estaba organizada
por 4 señoríos o “ senados” —asimilándolo a las formas occidentales—
formados por grupos de familias emparentadas entre ellas, viviendo bajo
un sistema patrilineal, probablemente no exogámico y con residencia pa-
trilocal y que dentro de estos grupos hubo una vida relativamente demo-
crática, bajo un gobierno de consejos de ancianos, formaban unidades
militares, tenían en forma colectiva ciertos terrenos. Hacia abajo estaban
subdivididos en Tlaxilacalli; hacía arriba, agrupados en 4 Campans.5
En sí, narrar la historia de Tlaxcala es una tarea harto difícil, que se
complica aún más cuando se trata de resumir —concientemente arbitra-
ria— para explicitar el impacto que tuvo esta alianza con los españoles

2El estado de Tlaxcala, México, Gobierno del Estado de Tlaxcala, 1993, p. 19.
3Solís, Antonio de, Historia de la Conquista de México, ed. facsimilar, México,
Casa de Moneda de México, 1987, pp. 159, cap. XVI. Aquí difieren los cronistas e
historiadores. Antonio de Solís, como he visto, atribuye esa reflexión combativa a
Xicoténcatl el joven o el mozo, en tanto que el P. Clavijero la reivindica para su viejo
padre: porque —dice— creemos deber dar mayor asenso a los historiadores antiguos, que
se informaron de los mismos tlaxcaltecas. Historia Antigua de México, sacada de los
mejores historiadores españoles y de manuscritos y pinturas antiguas de los indios, trad.
de Francisco Pablo Vázquez, Editorial del Valle de México, 1974, p. 226.
4 García Ramírez, Sergio, Historia de un pueblo: Tlaxcala, México, Gobierno del
estado de Tlaxcala, 1994, pp. 6 y 7.
5 Margadant S., Guillermo, Floris, op. cit., p. 21.
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en los años venideros; sin embargo, habrá que decir con toda certeza que
el pueblo de Tlaxcala nunca traicionó, por el contrario, hizo lo inteligible
para su contexto para defenderse de los mexicas. Estas guerras floridas
los hicieron víctimas, su alianza hispano-tlaxcalteca le permitieron tomar
su revancha histórica, más tarde, los convirtieron en conquistadores y co-
lonizadores, y luego blanco de puniciones.6

2. La dominación española

La mencionada alianza militar entre el pueblo de Tlaxcala con los es-


pañoles para la conquista de Tenochtitlán, les valió a los primeros la con-
cesión de diversos privilegios como era conservar su gobierno indígena,
sus tierras, el derecho de portar armas y montar caballos; se les consideró
hidalgos con la facultad de anteponer a su nombre el título de don, se
les eximió del pago de tributos; a la República de Tlaxcala, se le nombró
sede del primer obispado de la Nueva España, se le otorgó un escudo de
armas y el nombre de Leal Ciudad de Tlaxcala.
A los tlaxcaltecas se les utilizó para colonizar diversos lugares como
es Querétaro, Puebla, San Luis Potosí, Jalisco, Zacatecas, Saltillo y Chia-
pas, inclusive llegaron hasta Guatemala, Filipinas y la Florida.7 También
encontramos en las crónicas de Humboldt, que los Tlaxcaltecas fueron
importantes para apaciguar los movimientos armados de los nativos en
diferentes puntos del país, como en Taxco, para evitar los asaltos en la
transportación de la plata.8
De igual manera resalta que el 18 de julio de 1563, el rey Felipe II,
otorgó una cédula real que protege a Tlaxcala contra el sistema de la
encomienda. Sin embargo, todas estas circunstancias no fueron bien vis-
tas por otros indígenas, principalmente por los criollos, generando envi-

6 Al respecto Bernal Díaz del Castillo, Historia verdadera de la Conquista de la


Nueva España, 4a. ed., México, Editorial Valle de México, 1980, cap. LX, pp. 226 y
227. Narra la explicación de Xicoténcatl el viejo para decidir sobre la alianza con los
españoles. De esa lectura se deduce que para los tlaxcaltecas el enemigo eran los aztecas
no los españoles. En esto pudo haber un colosal error histórico y antropológico, pero no
se podría pretender que, en sus circunstancias, los tlaxcaltecas fuesen visionarios.
7 Ramírez Rancaño, Mario, Las raíces de un estado. El estado de Tlaxcala, México,
Gobierno del Estado de Tlaxcala, 1993, p. 20.
8 Humboldt, Alexander von, Museo de Taxco, Guerrero, Testimonio existente en el
museo de este personaje.
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dias que se profundizarían al pasar de los años y acrecentadas por las


luchas intestinas.

II. DIPUTADOS TLAXCALTECAS A LAS CORTES DE CÁDIZ

Hacía 1810 se reunieron las cortes liberales en Cádiz, España, con ob-
jeto de elaborar una Constitución de tendencia liberal que rigiera en la
Metrópoli y en sus colonias.
Cuando la Corona española convocó para que cada intendencia de
la Nueva España nombrara a sus representantes en las Cortes de Cá-
diz. La intendencia de Puebla no cesó en su propósito de absorber a Tlax-
cala. Así, cuando se trató de llevar a cabo las elecciones de ambos ayun-
tamientos y diputados a las Cortes de Cádiz, pretendió incluir en las
suyas a Tlaxcala, pero como entonces ésta tenía el apoyo del regente
Miguel Lardizábal y Uribe y del señor José Miguel Guridi y Alcocer —el
primero— máxima autoridad en España y hombre de relieve intelectual
en México el segundo, resultó que en la convocatoria respectiva, se es-
pecificó concretamente que Tlaxcala debía designar su propio cabildo y
su propio diputado a dichas Cortes.
Esa fue la ocasión que políticamente apareció ligado a la vida de Tlax-
cala, por vez primera, el señor Guridi y Alcocer.9
Al tiempo de nombrar jefe político superior de Nueva España a don
Juan 0’Donojú, Femando Vil pidió a sus 20 consejeros una interpretación
sobre las facultades que tendría el nuevo jefe político. Todos estuvieron
de acuerdo en que, según la Constitución, no podía haber virrey, y que
el jefe político con asiento en la ciudad de México tendría jurisdicción
únicamente sobre las provincias representadas en la Diputación provin-
cial de Nueva España y sus jefes políticos respectivos eran por completo
independientes del jefe político de la ciudad de México. Por eso 0’Do-
nojú fue nombrado jefe político de solo aquella región que formaba la
jurisdicción de la Diputación provincial de la Nueva España.
Así, pues, el origen del federalismo en México se puede remontar a
la forma de gobierno establecida por la Constitución de 1812 para España
y sus colonias.

9 Nava Rodríguez, Luis, Tlaxcala. Textos de su Historia, México, Instituto de


Investigaciones doctor José María Luis Mora-Gobierno del estado de Tlaxcala, 1990, t.
XI, pp. 104 y 105.
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III. EL GOBIERNO VIRREINAL RECONOCE A TLAXCALA COMO PROVIN-


CIA INDEPENDIENTE

Al volver de Cádiz en 1812 (Guridi y Alcocer) se hizo cargo de su


curato de Tacubaya, y en la elección de ayuntamientos y candidatos a las
diputaciones provinciales, antecedentes de los congresos de las entidades,
supo explotar su prestigio y consiguió que tras la convocatoria del caso,
expida en septiembre de 1812, el virrey Calleja del Rey reconociera a
Tlaxcala como provincia independiente con derecho a elegir su diputado
a la gran diputación provincial de México.
Fueron declaradas componentes de la Nueva España las provincias de
México, Puebla, Valladolid (Michoacán), Guanajuato, Oaxaca, Veracruz,
San Luis Potosí, Tlaxcala y Querétaro. Los electores de provincias reci-
bieron la instrucción de reunirse en la capital de cada una. Respecto a la
división provincial en distritos o partidos, la junta preparatoria resolvió
que: “la distribución actual de las provincias en subdelegaciones sea y
se entienda por división en partidos, de manera que cada Subdelegación
sea un partido”.10

DIPUTACIÓN PROVINCIAL DE LA NUEVA ESPAÑA INSTALADA


EL 13 DE JUNIO DE 1814

1. México 1 - 1
2. Michoacán 1 - 0
3. Oaxaca 1 - 1
4. Veracruz 1 - 0
5. Puebla 1 - 1
6. Tlaxcala 1 - 0
7. Querétaro 1 - 0

10 Lee Benson, Nettie, La diputación provincial y el federalismo mexicano, México,


El Colegio de México.
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IV. MÉXICO INDEPENDIENTE

1. La Constitución de Apatzingán

De los documentos, con apariencia de leyes emanados de los caudillos


insurgentes, el más importante, sin duda. es el llamado Decreto Consti-
tucional, sancionado en Apatzingán el 22 de octubre de 1814. Se preten-
día con esta ley dar al país un código fundamental y en el capítulo pri-
mero se ocuparon del punto de la división territorial. En el artículo 42
se dividió “ esta América Mexicana” en 17 provincias, teniendo cada una
la extensión que hasta hoy se les había reconocido y en el número tres
figura Tlaxcala.

2. El Congreso Constituyente de 1823

Con la entrada triunfal del Ejército Trigarante en la ciudad de México,


con la integración de la Junta Provisional Gubernativa de la que fue
miembro José Miguel Guridi y Alcocer, oriundo de Ixtacuixtia, quien
representó a Tlaxcala como diputado en las Cortes de España, durante
1810 y 1812, y con la instalación de la regencia se consumaba la Inde-
pendencia nacional.
González Oropeza nos explica que en la inmediatez de la Inde-
pendencia nacional no todas las entidades federativas tuvieron buen aco-
gimiento en el Congreso Constituyente, y al respecto de nuestro caso

...la oposición para constituirse en estado (Tlaxcala) estuvo fundada en in-


tereses políticos y económicos a los que les convenía más su pertenencia
al estado de Puebla, que a inaugurar el nuevo estado de Tlaxcala. Sin em-
bargo, dichos intereses estaban enclavados en la propia diputación provin-
cial de Tlaxcala, con Manuel Bernal, José Antonio Díaz Várela y Gabriel
Illescas, así también contaban con el apoyo de Miguel Valentín, poderosa
e influyente figura del centralismo mexicano en los años por venir. Esta
corriente publicó un manifiesto el 31 de diciembre de 1823 contra la ins-
tauración del estado de Tlaxcala, promoviendo —en contra— su anexión
a Puebla.
Como una típica lucha federalista de principios del siglo XIX en Mé-
xico, el debate sobre el estado de Tlaxcala tomó las dimensiones de una
polémica entre entidades más que entre personas; de tal suerte, los muni-
cipios de Huamantla, Tlaxco. Apetatitlán, Ixtacuixtla y San Dionisio Ya-

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huquemehcan, elevaron representaciones al Congreso Constituyente en


contra de la idea de segregar a Tlaxcala de Puebla.11

La lucha de los tlaxcaltecas por conservar su identidad regional, su


autonomía política y su integridad territorial, se intensificó. Hacia la pri-
mavera de 1823, la idea de la República federal ya se discutía en el Con-
greso Constituyente, y cuando al fin se aprobó para México esta forma
de gobierno, Tlaxcala tuvo que oponerse con todas sus fuerzas a las am-
biciones anexionistas de puebla. Al no ser considerada por la comisión
con los elementos bastantes para formar por sí sola uno de los estados
de la Federación, se acordó la agregación de la provincia de Tlaxcala al
futuro estado de Puebla.
La reacción de los tlaxcaltecas no se hizo esperar: los ayuntamientos
de la provincia encabezados por su diputación provincial se manifestaron
en contra de tal medida y en el seno del Congreso Constituyente, la in-
tegridad de la entidad fue valientemente defendida por el tlaxcalteca José
Miguel Gurídi y Alcocer, diputado al Congreso y a la sazón presidente
del mismo, quien al fin obtuvo después de múltiples sesiones y acalora-
dos debates que Tlaxcala fuera declarada en sesión del 2 de noviembre
de 1823, parte integrante de la Federación como un estado libre, inde-
pendiente y soberano. Pero esta denominación quedó inválida cuando al
lanzarse la Constitución federal del 4 de octubre de 1824, se acordó que
Tlaxcala, no reunía los requisitos indispensables para quedar erigida
como tal.12

V. TERRITORIO FEDERAL

1. Generalidades

De esta manera, la situación política de la provincia quedó pendiente,


conviniéndose finalmente, el 24 de noviembre de 1824 en que Tlaxcala
formara parte de la naciente República, como territorio (federal). La pro-

11 González Oropeza, Manuel y García Domínguez, Hugo Gaspar, Tlaxcala y sus


Constituciones. Digesto Constitucional Mexicano, México, Congreso del Estado de
Tlaxcala, 1999, p. 20.
12 Lira y Ortega, Miguel, Historia de la creación del estado de Tlaxcala. Sociedad
de geografía. Historia y literatura de Tlaxcala, México, 1965, pp. 34-42.
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vincia aceptó por de pronto esta denominación, considerando que si bien


no tenía la categoría de estado libre y soberano, cuando menos conser-
varía su integridad territorial y su organización política autónoma, que le
permitiría en el futuro, tras una constante lucha por su supervivencia,
obtener el rango de estado independiente que ya desde entonces se había
fijado.13
Tanto la ciudad de México como Tlaxcala, estuvieron en el limbo po-
lítico durante 1824, ya que no había acuerdo sobre su estatus ni sobre su
organización. Finalmente serían llamados “ territorios federales” , figura
creada para los casos difíciles;14 es decir, sujetos a la potestad del go-
bierno federal.
Finalmente, ante los problemas existentes, una ley constitucional, pos-
terior a la Constitución federal del 4 de octubre de 1824, fue la que de-
terminó la naturaleza de la entidad como un territorio federal.
En la vigencia del régimen centralista, la ley de 30 de diciembre de 1836,
agregó al entonces territorio de Tlaxcala al nuevo departamento de Mé-
xico, que en ese año recuperó también la que había sido su capital, la
ciudad de México. Su carácter de territorio federal no lo volvería a re-
cuperar sino hasta 1846.

2. Sus dos estatutos orgánicos

La Ley del Congreso General del 7 de septiembre de 1849, permitió


a las diputaciones territoriales de los territorios federales a expedir su
propio estatuto orgánico, es decir, lo que sería su Constitución política
de dichos territorios.
La diputación territorial de Tlaxcala aprobó su Estatuto Orgánico del
12 de octubre de 1849 y fue aprobado por el Congreso general el 12 de
abril de 1851; por primera vez, Tlaxcala daba su primer virtual Consti-
tución. 46 artículos.
Entre 1853 y 1855, Tlaxcala volvió a ser objeto de discordias para que
no se le reconociera su carácter de territorio federal y se le incluyera a
un estado circunvecino, sea Puebla o de México. El Plan de Ayutla, per-
mitió la expedición de un nuevo Estatuto Orgánico, con carácter de pro-

13 García Verástegui, Lia y Pérez Salas, María Esther, Tlaxcala, ¿estado o territorio?,
Tlaxcala, Textos de su Historia, op. cit., pp. 133 y 134.
14 González Oropeza, Manuel y García Domínguez, Hugo Gaspar, op. cit., p. 21.
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visional, el 27 de septiembre de 1855 (sería el segundo documento cons-


titucional). Con 16 artículos.

VI. EL NACIMIENTO DEL ESTADO DE TLAXCALA

1. La declaratoria

La reacción del Constituyente federal de 1856-1857 hacia los territo-


rios federales, considerados como un error del sistema federal originario,
provocó ante la insistencia de los ayuntamientos y órganos de gobierno
territorial de entonces, que Tlaxcala finalmente se considerara como es-
tado de la Unión federal, en la sesión del 9 de diciembre de 1856.
Es memorable el discurso de José Mariano Sánchez, dado en el sobe-
rano Congreso de la Federación, y que fue motivo para que se aprobara
la creación por 75 votos contra 13.

2. La primera Constitución

El nacimiento del estado de Tlaxcala, contemplado en la Constitución


federal se confirmó con la Constitución del estado que se promulgó el 3
de octubre de 1857.15
Los primeros trabajos legislativos se iniciaron el 1o. de junio de 1857,
en razón de la convocatoria del 12 de abril de ese año; esta Legislatura
funcionó como “ Congreso Constituyente” y a la vez como “ Con-
greso Constitucional” .
La primera Legislatura estuvo integrada por 6 diputados: José Manuel
Saldaña, diputado presidente, José María Ávalos, diputado vicepresiden-
te, José Mariano Sánchez, Luis León, Miguel de Sesma y Francisco León
Armas.
Este documento constitucional contuvo 79 artículos y 4 artículos tran-
sitorios.
El propio Congreso, constituyente y constitucional, designó como go-
bernador del estado a Guillermo Valle, en razón de que en las elecciones
ordinarias ningún contendiente había reunido la mayoría de votos en los

15 Los datos que componen estos dos últimos apartados, son extraídos en su sustancia
del la obra Tlaxcala y sus Constituciones, op. cit., pp. 19-81.
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distritos electorales, e impuso que el 3 de octubre de 1857, jurara y pro-


mulgara la Constitución política estadual.
Aun antes de la expedición de la Constitución, resalta la buena gestión
de la administración Valle, auxiliado por su eficiente secretario de go-
bierno y futuro gobernador José Miguel Lira y Ortega.
El decreto número 5 se había ocupado de la instrucción primaria como
una obligación de los poderes estaduales.
El cuidado por la vida municipal se reflejó con el decreto número 6
que prescribió que en todas las municipalidades del estado, habría un
ayuntamiento constituido por un presidente, un regidor y un síndico.
Debido a los problemas de seguridad y rebeliones, por decreto número
18 del 11 de enero de 1858, se trasladó la capital del estado a San Agustín
Tlaxco.
El restablecimiento del gobierno republicano, hizo aparecer a Lira y
Ortega, como gobernador sustituto el 26 de abril de 1867. Tuvo una efi-
ciente administración y promulgó entre otros ordenamientos jurídicos, el
Reglamento Provisional para el Gobierno Interior de los Distritos del Es-
tado; la Ley de Hacienda; la Ley para el Castigo de Ladrones y Plagia-
rios; la Ley sobre Organización de la Hacienda Municipal, y la primer
Ley Orgánica del Poder Municipal.
Como una institución de relieve jurídico fue la de considerar como
poder político al municipio, propiciando dos leyes orgánicas innovadores
en su tiempo que fue precisamente la Ley del Poder Municipal y la Ley
Orgánica del Cuarto Poder Municipal.
Miguel Lira y Ortega, enfatizó durante su administración, la importan-
cia del municipio como poder político, escribiendo y conside-
rándolo constitucionalmente con la misma jerarquía que los demás pode-
res del gobierno estadual.
No es sino hasta las reformas de 1994 a la Constitución federal, que
se le vuelve a dar a esta instancia de gobierno este carácter de poder
público, no como poder integrante del gobierno estadual, sino como un
nivel de gobierno autónomo a los demás, con la facultad organizativa de
realizar las funciones sustantivas de aquellos; es decir, de legislar a través
de la creación de su propia reglamentación, de tener funciones ejecutivas
en la administración de la cosa pública y de administrar justicia munici-
pal en la aplicación de la normatividad de esa competencia.
El Tribunal Superior de Justicia se integró hasta el 31 de diciembre
de 1868.
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LA EVOLUCIÓN CONSTITUCIONAL DE TLAXCALA 445

El Congreso del estado se dio su primer reglamento interior el 1o. de


julio de 1870.

VII. LA ACTUAL CONSTITUCIÓN

Formalmente, fue la XXV Legislatura del Congreso del estado la que


fungió como Congreso Constituyente, y que dió el, 16 de septiembre de
1918, la actual Constitución que promulgó Máximo Rojas; ésta se publi-
có en 8 entregas a partir del:

2 de octubre de 1918, los artículos 1o. al 18.


9 de octubre del 19 al 30.
16 de octubre del 31 al 43, fracción XXXIII.
23 de octubre del 43, fracción XXXIV al 49, fracción IV.
30 de octubre del 49, fracción V al 62.
6 de noviembre del 63 al 77.
20 de noviembre del 78 al 87.
4 de diciembre del 88 al 103.

Actualmente la Constitución tiene 121 artículos.


A la fecha se han producido 44 reformas a la Constitución, en las cua-
les se han modificado un total de 31 artículos.
Los artículos más modificados son el 54 que establece las facultades
del Congreso y el 70 que fija las del Ejecutivo.
El gobernador que más reformas ha introducido a la Constitución lo-
cal, ha sido Tulio Hernández Gómez, incluso, llegó a ordenar que se pro-
mulgara un nuevo texto de la Constitución, como si se tratara de un nue-
vo ordenamiento expedido por él, lo cual es absolutamente ilegal.
Actualmente el Honorable Congreso del estado, ha iniciado un proceso
de reforma integral a la carta magna estadual que seguramente dará frutos
innovadores. Espero que con el redimensionamiento del estudio del de-
recho constitucional local, la tendencia de creación y perfeccionamiento
de las instituciones jurídicas y políticas nuevamente las entidades fede-
rativas sean las que impulsen la renovación de nuestra carta magna fe-
deral.

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