Arlequin_servidor_de_dos_patrones Carlo_Goldoni
Arlequin_servidor_de_dos_patrones Carlo_Goldoni
Arlequin_servidor_de_dos_patrones Carlo_Goldoni
PATRONES
PERSONAJES
ESCENA II
TRUFALDINO, ESMERALDINA y los otros
ESCENA III
BEATRIZ, vestida de hombre, y los otros
ESCENA IV
PANTALEÓN, BEATRIZ y BRIGHELLA; después el
CRIADO de Pantaleón
ESCENA V
BEATRIZ y BRIGHELLA
ESCENA VII
FLORINDO, de viaje con un MOZO DE CUERDA que lleva
su baúl a la espalda
MOZO DE CUERDA. —Le digo que no puedo más, que pesa
como una montaña.
FLORINDO. —Ahí tenemos un cartel de fonda o posada. ¿Es
que no puedes caminar estos cuatro pasos?
MOZO DE CUERDA. —¡Socorro! Se me cae el baúl.
FLORINDO. —Ya decía yo que no me servirías, eres
demasiado débil, no tienes fuerza. (Acomoda de nuevo el baúl
sobre la espalda del mozo de cuerda).
TRUFALDINO (observa la escena y habla para sí). —Si
pudiese ganarme unas moneditas. (A Florindo). Señor, ¿puedo
servirle en algo?
FLORINDO. —Estimado joven, ayúdame a llevar este baúl a
esa posada.
TRUFALDINO. —¡De inmediato! ¡Déjelo en mis manos! (Se
carga el baúl sobre la espalda y empuja al mozo de cuerda, que
cae).
FLORINDO. —¡Bien, muy bien!
TRUFALDINO (entra en la posada con el baúl a cuestas). —
Pero, si no pesa nada.
FLORINDO (al mozo de cuerda). —¿Ves cómo se hace?
MOZO DE CUERDA. —No puedo hacerlo mejor. Hago de
mozo de cuerda por una desgracia, pero soy hijo de una persona de
buena posición.
FLORINDO. —Y, ¿qué hacía tu padre?
MOZO DE CUERDA. —¿Mi padre? Mi padre carneaba
corderos para la ciudad.
FLORINDO (para sí). —Este es un chiflado y no tiene remedio
alguno. (Intenta dirigirse a la posada).
MOZO DE CUERDA. —Ilustrísimo señor, ¿no piensa darme
nada?
FLORINDO. —¿Qué?
MOZO DE CUERDA. —Págueme por el acarreo.
FLORINDO. —¿Cuánto tengo que darte por diez pasos?
(Señala).
MOZO DE CUERDA. —Yo no cuento los pasos. Págueme.
FLORINDO (le pone una moneda en la mano). —Aquí tienes
cinco céntimos.
MOZO DE CUERDA. —Págueme lo justo. (Se queda con la
mano tendida).
FLORINDO. —¡Oh, qué molestia! Toma otros cinco.
MOZO DE CUERDA. —Págueme.
FLORINDO (le da una bofetada). —Ya me he aburrido, ya
está.
MOZO DE CUERDA. —Ya he sido pagado. (Se va).
ESCENA VIII
FLORINDO, después TRUFALDINO
ESCENA IX
TRUFALDINO, BEATRIZ vestida de hombre y BRIGHELLA
TRUFALDINO. —Una moneda de más al día y treinta
monedas al mes. No es verdad que el otro me diese un felipe, sólo
me daba un paulino. Puede que diez paulinos sumen un Felipe,
pero no estoy seguro. En cuanto a aquel señor turinés, no lo veré
nunca más, es un loco. Es un jovenzuelo lampiño, sin barba ni
juicio. Dejémoslo correr y vayamos al correo a buscar las cartas de
este señor… (Está por irse pero se encuentra con Beatriz, que llega
con Brighella).
BEATRIZ. —¡Muy bien! ¿Es así como me esperabas?
TRUFALDINO. —Aquí estoy, señor. Aún lo espero.
BEATRIZ. —¿Y por qué vienes a esperarme aquí y no me
esperas en la calle, como te había dicho? Es una casualidad que te
haya encontrado.
TRUFALDINO. —He paseado un poquito, hasta que me pasase
el hambre.
BEATRIZ. —Bien, date prisa, ve a la barca que me trajo, que te
entreguen mi baúl y llévalo a la posada del señor Brighella.
BRIGHELLA. —Esa es mi posada, no puedes equivocarte.
BEATRIZ. —Bien, entonces date prisa, ve, que te espero.
TRUFALDINO. —¡Diablos! Tenía que ser justo en esa posada.
BEATRIZ. —Ten. Al mismo tiempo irás al correo de Turín y
preguntarás si hay cartas para mí. Más aún, pregunta si hay cartas
para Federico Rasponi y para Beatriz Rasponi. Mi hermana
pensaba venir conmigo, pero por un asunto inesperado hubo de
quedarse en la villa; alguna amiga pudo haberle escrito. Mira si han
llegado cartas, para ella o para mí.
TRUFALDINO (para sí). —Ahora no sé qué voy a hacer, soy
el hombre más embrollado del mundo.
BRIGHELLA (en voz baja a Beatriz). —¿Cómo espera cartas a
su nombre falso y a su verdadero nombre, si ha viajado en secreto?
BEATRIZ (en voz baja). —He dejado instrucciones a un fiel
servidor que administra mi casa, para que me escriba, no sé a qué
nombre lo hará. Pero, vamos, que ahora le contaré todo
detalladamente. (A Trufaldino). ¡Date prisa! Ve al correo y luego a
la barca. Busca las cartas y haz traer el baúl a la posada.
TRUFALDINO (a Brighella). —¿Usted es el dueño de la
posada?
BRIGHELLA. —Sí, lo soy. Pórtate bien y haré que comas
mejor. (Entra en la posada).
ESCENA X
TRUFALDINO, después SILVIO
ESCENA XI
SILVIO, después FLORINDO y TRUFALDINO
SILVIO. —¡Nadie podrá decir jamás que yo retrocedí ante un
rival! Si Federico salió con vida una vez, no quiere decir que pueda
volver a pasar. O renuncia a cualquier pretensión sobre Clarisa, o
tendrá que vérselas conmigo… Está saliendo otra gente de la
posada. No quiero que me molesten. (Se retira al lado opuesto).
TRUFALDINO (a Florindo, que lo acompaña, señalando a
Silvio). —Ahí está el señor que desparrama veneno en todas
direcciones.
FLORINDO (a Trufaldino). —Es que yo no lo conozco, ¿qué
quiere de mí?
TRUFALDINO. —Yo no sé nada. Voy a buscar las cartas…
con su permiso. (Para sí). Yo no quiero problemas. (Se va).
SILVIO (para sí). —Y Federico no viene.
FLORINDO (para sí). —Quiero aclarar esta situación. (A
Silvio). Señor, ¿es usted quien me ha mandado llamar?
SILVIO. —¿Yo? Si no tengo siquiera el honor de conocerlo.
FLORINDO. —Sin embargo el criado que acaba de irse me ha
dicho que con voz imperiosa y amenazas ha pretendido
provocarme.
SILVIO. —El pobre me ha malinterpretado. Lo que le he dicho
es que fuera a hablar con su patrón.
FLORINDO. —Pues bien, yo soy su patrón.
SILVIO. —¿Usted, su patrón?
FLORINDO. —Sin duda: él está a mi servicio.
SILVIO. —Perdóneme, entonces. O su servidor se parece a otro
que he visto esta mañana, o está al servicio de otra persona.
FLORINDO. —No lo dude, está a mi servicio.
SILVIO. —Siendo así, vuelvo a pedirle perdón.
FLORINDO. —No es nada, estos equívocos son ineludibles.
SILVIO. —¿Es forastero, señor?
FLORINDO. —Turinés, para lo que guste.
SILVIO. —Turinés como aquel con quien deseaba
desahogarme.
FLORINDO. —Si es un compatriota mío entonces es posible
que lo conozca. Y si lo ha ofendido lo obligaré a que le dé
satisfacción.
SILVIO. —¿Acaso conoce a un tal Federico Rasponi?
FLORINDO. —¡Oh! Lamentablemente lo he conocido.
SILVIO. —El pretende, por una palabra obtenida del padre,
quitarme a la dama que esta mañana me juró fidelidad.
FLORINDO. —No lo dude, amigo: Federico Rasponi no puede
quitarle la prometida porque está muerto.
SILVIO. —Sí, todo el mundo creía que había muerto, pero esta
mañana se presentó en Venecia vivo y con buena salud, para mi
desgracia y desesperación.
FLORINDO. —Señor, me deja petrificado.
SILVIO. —¡Tal y como he quedado yo mismo!
FLORINDO. —Le aseguro, querido señor, que Federico
Rasponi está muerto.
SILVIO. —Y yo le aseguro que Federico Rasponi está vivo.
FLORINDO. —Fíjese bien, porque se está engañando.
SILVIO. —El señor Pantaleón dei Bisognosi, padre de la
muchacha, mi prometida, ha hecho todo lo posible para asegurarse,
y tiene pruebas definitivas y verdaderas de que es Federico en
persona.
FLORINDO (para sí). —O sea que no fue muerto en la pelea,
como todos suponían.
SILVIO. —Él o yo debemos renunciar a los amores de Clarisa,
o a la vida.
FLORINDO (para sí). —¿Federico aquí? Huyo de la justicia y
me encuentro frente al enemigo.
SILVIO. —¿Hace mucho que no lo ve? Iba a alojarse en esta
posada.
FLORINDO. —No lo he visto. Aquí me dijeron que no había
ningún forastero.
SILVIO. —Habrá cambiado de idea. Señor, perdone si lo he
importunado. Si por casualidad lo ve, dígale que abandone la idea
del casamiento. Mi nombre es Silvio Lombardi y ha sido un placer
saludarlo.
FLORINDO. —Atesoraré su amistad. (Para sí). Pero me
invade la confusión.
SILVIO. —¿Puedo saber su nombre, señor?
FLORINDO (para sí). —No debo descubrirme. (A Silvio).
Horacio Ardenti, para servirlo.
SILVIO. —Señor Horacio, quedo a sus órdenes.
ESCENA XII
FLORINDO, solo
ESCENA XIII
TRUFALDINO con otro MOZO DE CUERDA que lleva el
baúl de BEATRIZ
Trufaldino avanza unos pasos con el mozo de cuerda. Después,
viendo a Florindo y temiendo ser visto, hace que el otro se retire.
ESCENA XIV
TRUFALDINO solo, después el MOZO DE CUERDA con el
baúl
ESCENA XV
BEATRIZ que sale de la posada, TRUFALDINO y el MOZO
DE CUERDA
ESCENA XVI
TRUFALDINO, PANTALEÓN
TRUFALDINO. —Me fue bien, es más, no me podía ir mejor.
Soy un hombre listo y valgo cien escudos más de lo que valía hasta
ahora.
PANTALEÓN (llegando). —Dime: ¿se encuentra en casa tu
patrón?
TRUFALDINO. —No señor. No está aquí.
PANTALEÓN. —¿Sabes dónde puede estar?
TRUFALDINO. —No señor.
PANTALEÓN. —¿Vendrá a comer?
TRUFALDINO. —Creo que vendrá, señor.
PANTALEÓN. —Toma, y cuando regrese dale esta bolsa que
contiene cien ducados. Ahora no puedo quedarme; tengo que hacer.
Adiós. (Se va).
ESCENA XVII
TRUFALDINO, FLORINDO
ESCENA XVIII
En casa de PANTALEÓN
PANTALEÓN, CLARISA, después ESMERALDINA
ESCENA XXI
PANTALEÓN, CLARISA y BEATRIZ
ESCENA I
Patio en casa de Pantaleón dei Bisognosi
SILVIO y el DOCTOR
ESCENA II
El DOCTOR, PANTALEÓN
ESCENA III
PANTALEÓN, SILVIO
ESCENA IV
BEATRIZ empuñando la espada, SILVIO, PANTALEÓN
ESCENA V
CLARISA, BEATRIZ
ESCENA VI
SILVIO y CLARISA
ESCENA VII
ESMERALDINA, CLARISA y SILVIO
ESCENA VIII
SILVIO y ESMERALDINA
ESCENA IX
SILVIO, solo
ESCENA X
La sala en la posada. Hay dos puertas laterales y otras dos al
fondo
TRUFALDINO y FLORINDO
ESCENA XI
TRUFALDINO, BEATRIZ con un papel en la mano
ESCENA XII
TRUFALDINO y BRIGHELLA
ESCENA XIII
BEATRIZ y PANTALEÓN más TRUFALDINO y
BRIGHELLA
ESCENA XIV
BEATRIZ, PANTALEÓN, después los criados, TRUFALDINO
ESCENA XV
UN CRIADO con la carne del puchero, TRUFALDINO,
FLORINDO, BEATRIZ, los otros CRIADOS
ESCENA XVI
ESMERALDINA, el CRIADO de la posada
ESCENA XVII
ESMERALDINA y TRUFALDINO
ESCENA XVIII
BEATRIZ y PANTALEÓN más ESMERALDINA y
TRUFALDINO
ESCENA XIX
BEATRIZ, TRUFALDINO, después FLORINDO, asomado a
la ventana de la posada.
ESCENA XX
TRUFALDINO, FLORINDO
ESCENA I
Sala de la posada, hay varias puertas
ESCENA II
FLORINDO en su habitación, y TRUFALDINO
ESCENA III
TRUFALDINO, después BEATRIZ y PANTALEÓN
ESCENA IV
Calle de la posada
DOCTOR, después PANTALEÓN
DOCTOR (viendo salir de la posada a Pantaleón). —No
puedo dar un paso sin toparme con este vejestorio de Pantaleón.
Cuanto más lo pienso más me sube la bilis.
PANTALEÓN. —Querido doctor, lo saludo.
DOCTOR. —Me sorprende que le quede tanta vehemencia al
saludarme.
PANTALEÓN. —Quiero contarle una novedad, ¿sabía…?
DOCTOR (interrumpiéndolo). —¿Acaso quiere decirme que
han formalizado la boda?… ¡Me importa un comino!
PANTALEÓN. —Nada, nada de eso es verdad. Sobrepóngase,
por favor, y déjeme hablar.
DOCTOR. —¡Hable! Y que lo parta un rayo.
PANTALEÓN (para sí). —Ahora, en este momento, me vienen
ganas de doctorarlo a puñetazos. (Al doctor). Si lo quiere así, mi
hija se casará con su hijo.
DOCTOR. —Mire, estoy más que agradecido, pero mi hijo no
está muy bien del estómago y no se come las sobras de nadie.
Entréguela nomás a ese señor turinés.
PANTALEÓN. —No diría lo que ha dicho si supiese quién es
el turinés.
DOCTOR. —Sea quien sea el turinés, su hija ha sido vista con
él, et hoc sufficit[11].
PANTALEÓN. —Pero no es verdad que él sea…
DOCTOR. —¡No quiero oír más!
PANTALEÓN. —Si no me escucha será peor para usted.
DOCTOR. —Ya veremos para quién será peor.
PANTALEÓN. —Mi hija es una muchacha honorable, y
aquella…
DOCTOR. —¡Que el diablo lo lleve!
PANTALEÓN. —Iré en su compañía.
DOCTOR. —¡Viejo sin palabra y sin honor! (Sale).
ESCENA V
PANTALEÓN, después, SILVIO
ESCENA VI
El salón de la posada, dispone de varias puertas
BEATRIZ y FLORINDO, salen de sus habitaciones
respectivas, cada uno empuñando un cuchillo de cocina, dispuestos
a todo. BRIGHELLA viene conteniendo a BEATRIZ, mientras que
un criado hace lo propio con Florindo, adelantándose de modo que
ninguno de los dos ve al otro.
ESCENA VII
BEATRIZ, FLORINDO, después BRIGHELLA
ESCENA VIII
BEATRIZ y FLORINDO
ESCENA X
FLORINDO y TRUFALDINO
ESCENA XI
FLORINDO, después BEATRIZ y TRUFALDINO
ESCENA XII
FLORINDO y TRUFALDINO
ESCENA XIII
Sala en casa de Pantaleón
ESCENA XIV
BRIGHELLA y los presentes
BRIGHELLA (entrando). —Con su permiso, ¿se puede entrar?
PANTALEÓN. —Pasa, pasa Brighella, tú eres el responsable
de que yo me haya creído todas estas estupendas historias y quien
me aseguró que mi huésped era el señor Federico.
BRIGHELLA. —Querido señor Pantaleón, ¿quién no se habría
engañado? Eran dos hermanos que se parecían como gotas de agua.
Tal y como se presentó, vestida de hombre, me hubiera jugado la
cabeza que era el señor.
PANTALEÓN. —Bien, ya está, ya pasó. ¿Qué hay de nuevo?
BRIGHELLA. —Que la señora Beatriz está aquí y desea ser
recibida.
PANTALEÓN. —¡Que pase! Será un placer recibirla.
BRIGHELLA. —Querido señor, compadre, le pido
comprensión, lo hice sin malicia, palabra de caballero. (Sale).
CLARISA. —Pobre Beatriz, me consuela que se encuentre
bien.
SILVIO. —¿Sientes compasión por ella?
CLARISA. —Sí, muchísima.
SILVIO. —¿Y por mí?
CLARISA. —¡Ah, bribón!
PANTALEÓN (al doctor). —Escuche cuántas palabras de
amor.
DOCTOR (a Pantaleón). —Mi hijito mantiene la compostura.
PANTALEÓN (al doctor). —Pobrecita, lo dice de corazón.
ESMERALDINA. —Los dos saben sus papeles.
ESCENA XV
BEATRIZ y los presentes
ESCENA XVI
TRUFALDINO y los otros presentes
ÚLTIMA ESCENA
FLORINDO, TRUFALDINO y los otros
FIN