el arte de generar y mantener el espacio dialógico

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LA POLÍTICA O EL ARTE DE GENERAR Y MANTENER EL ESPACIO DIALÓGICO 75

La Política o el arte de generar y


mantener el espacio dialógico.
Consideraciones para mejorar la calidad
democrática en México
Rosa María Lince Campillo*

Resumen
La autora concibe a la política como el arte de generar y mantener el espacio público donde a
través del diálogo, se logran consensos sobre los asuntos de interés común (vitales para nues-
tra actividad diaria). En México observa a una política desdibujada debido a la imposibilidad
de dialogar libre, honesta y directamente, ya que el espacio que debiera ser público se en-
cuentra secuestrado por unos cuantos a causa de la falta de respeto a la normatividad, into-
lerancia e imposición, esta última en algunos casos respaldada en la amenaza de pérdida de
la paz social.

Palabras clave: Política, Democracia, diálogo, consenso, tolerancia

Abstract
The author conceives politics as the art of generating and maintaining public space. Where it
is possible to achieve consensus on matters of common interest throuhg dialog. She observes
politics blurred in Mexico mainly to the inability to use an open dialog honestly and directly,
because the space that should be public is kidnapped by a few people, as a result of the lack
of respect for the regulations, intolerance and enforcement, the latter in some cases backed
by the threat of losing social peace.

Keywords: Politics, democracy, dialogue, consensus, tolerance

La Política

P
uede definirse a la Política como teoría y práctica de gobernar, la con-
ducta seguida en asuntos de interés general o conjunto de prácticas,
hechos, instituciones y determinaciones del gobierno de un Estado o
de una sociedad. Aunque también puede entenderse como la actividad del
que participa directamente en la vida pública trabajando por llegar a acuer-
dos (según la actividad que se desempeña) evitando o reduciendo el conflicto

* Doctora en Ciencias Políticas y Sociales por la UNAM. Profesora de Tiempo Completo


en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, UNAM.

D.R. © 2011. Universidad Nacional Autónoma de México, Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, Centro de
Estudios
EstudiosPolíticos,
Políticos.novena
Estudiosépoca, núm.
Políticos 2727(septiembre-diciembre,
núm. 2012),75-100.
(septiembre-diciembre, 2012): 75-100México, D.F. ISSN: 0185-1616
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a cero entre los miembros que conviven en el mismo espacio (lo que no
necesariamente significa vivir en paz, porque puede haber tensiones) y
que tiene como objetivo lograr el Bien de la Comunidad.
En síntesis, la Política es el arte de realizar (en el sentido de hacer rea-
lidad) lo posible para el Bien de la Comunidad.
Una primera pregunta que viene a la mente es: ¿qué tan difícil es lle-
gar a acuerdos? Pero sobre todo, ¿quién o cómo se define o determina lo
que constituye el Bien de la Comunidad?

El Espacio Público

Parto de la idea de que la Política es una actividad exclusivamente huma-


na que, entre otras cosas, se propone generar o construir un espacio común
o también llamado espacio público, en el que podamos encontrarnos y
coexistir con otros hombres capaces de cobrar conciencia en el discurso,
de que el mundo es un espacio que se comparte.
En este espacio, cada uno de nosotros podemos compararnos con los
otros, interactuar y también intercambiar nuestros bienes, lo que necesita-
mos y deseamos porque carecemos de ello. Para lograr esto, es indispen-
sable que existan límites claros y normas de comportamiento que nos ubi-
quen y sean respetadas (para no transgredir y ser transgredidos), para
protegernos a todos y permitir el libre desarrollo de nuestras actividades.
En este espacio, los asuntos que se tratan o sobre los que se delibera
básicamente corresponden a las condiciones que permiten no solamente
sobrevivir sino gozar una vida donde se observen los derechos humanos,
civiles, sociales y políticos, es decir, una vida digna.
La vida de una sociedad democrática asume que existe pluralidad de
intereses e ideologías, por lo que es indispensable la práctica de la tole-
rancia y respeto a las diferencias. La tolerancia debe ser un respeto recí-
proco, es indispensable si tenemos la intención de lograr un entendimiento
y reconocernos como iguales en derechos en una República democrática
(Honnet, 2010:55).
El reconocimiento es un intento de compaginar con el concepto del res-
peto jurídico. Es decir, la tolerancia es una disposición normativa respecto
del otro que debemos adoptar cuando lo vemos como portador de los mis-
mos derechos y por tanto lo respetamos (Honnet, 2010:55).

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La importancia del diálogo en la vida democrática

Para lograr una sana convivencia es necesario contar con un marco legal
que asegure la libre expresión o argumentación, lo que permite poner en
una justa competencia nuestros puntos de vista a través del diálogo.
Este último no sólo se da de forma oral, sino que también lo entiendo
como acción e interacción entre los sujetos que compartimos el espacio
común, donde tratamos de hacer prevalecer lo que consideramos que es
mejor para nuestra comunidad.
Es también por medio del diálogo que se impulsa la vida democrática,
ya que en la deliberación acerca de los asuntos que competen a la comu-
nidad, se exige una resistencia y puesta a prueba de los argumentos que
se exponen para probar su efectividad.
Así se fortalecen las relaciones democráticas, porque los acuerdos polí-
ticos sobre asuntos de la comunidad necesitan un criterio amplio acerca de
los posibles beneficios de otras perspectivas y una disposición no sólo a
tolerar sino a escuchar con atención la disensión, incluida una disposición
por cambiar nuestra postura si existen razones convincentes para hacerlo.
Estas últimas sólo tienen la oportunidad de presentarse cuando el de-
bate es libre y vigoroso. La democracia funciona cuando el equilibrio de
poder no está establecido de forma permanente (Armstrong, 1992:125-
128). En una democracia ideal, en el espacio público, se reúnen los dife-
rentes grupos en Asamblea, para presentar los problemas que según sus
puntos de vista se requieren resolver por el bien de la Comunidad. Se dis-
cute y decide la prioridad de los mismos, así como la forma, medios y
recursos con los que se han de atacar, dónde y cómo conseguir dichos
recursos, además de quién o quiénes serán los encargados de cumplir con
la agenda de trabajo y finalmente cuando los elegidos han realizado la
tarea, o cada determinado tiempo informarán a los electores de los resul-
tados o bien de los avances obtenidos.
Según los griegos, la injusticia es la imposibilidad de coexistencia de
los opuestos, es decir, que el día tenga que morir para que la noche viva y
viceversa. Aunque es cierto que si bien el día debe aniquilarse para que
sea de noche, también la noche requiere del día para definirse o ¿cómo
explicaríamos a la noche sin el día? Los opuestos se requieren, se nece-
sitan, pero a la vez se excluyen y anulan, ésa es la injusticia de una dia-
léctica negativa.
Por lo que la idea de justicia, desde el punto de vista político (en el sen-
tido de la convivencia de opuestos), puede entenderse como expresión
de la era socialdemócrata (Honnet, 2010:10) en donde partidos políticos de

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las más diversas tendencias pueden discutir sobre sus argumentos sin
aniquilarse los unos a los otros, sin un totalitarismo.
El Doctor José Woldenberg afirma que una democracia requiere de un
sistema equilibrado de partidos políticos y desde luego de elecciones que
nos permitan manifestar nuestras preferencias. Los partidos son los con-
ductos por medio de los cuales se expresa la diversidad política, y las elec-
ciones auténticas que se realizan periódicamente son el método que sigue
la democracia para oxigenarse y revitalizarse: la fórmula por la cual la plu-
ralidad política convive y compite por los cargos de representación popular
en un espacio y en un tiempo determinados (Woldenberg, 2006:7).
En México, por más de 25 años, se han presentado cambios que han
ido modificando la vida política. El juego de poder que se ejecuta en los
procesos electorales antes, durante y después de los comicios, regenera
cada vez más los procesos democráticos. Gradualmente hemos ido acep-
tando las fórmulas institucionales que se han adecuado y ajustando a
nuestra realidad y contexto histórico a través de diversas reformas a la
legislación electoral haciéndose cada vez más confiables.
Al mismo tiempo y realizando un gran esfuerzo, hemos edificado un
marco legal e institucional en donde la diversidad política de los diferentes
partidos puede tener una expresión libre y equitativa para competir en de-
bates ideológicos o discusiones entre personas que expresan puntos de
vista distintos, sobre determinados problemas o proyectos concretos, inten-
tando reducir los conflictos y procurando contiendas pacíficas, ya que de
otra forma degeneran en agresión y violencia.
El logro de concretar acuerdos por medio del diálogo, también asegura
en gran medida su respeto (siempre que se observe la normatividad insti-
tucional), ya que es el resultado al que se ha llegado y, por lo tanto, se
considera una resolución o proposición tomada en común. Por ello, es
aceptada por quienes comparten la definición de la situación discutida y
por lo mismo se facilita su adopción.
Ahora bien, en un verdadero diálogo, la libertad de expresión está im-
plícita, ya que se busca hablar de forma abierta e íntimamente ligada a la
igualdad entre los ciudadanos. Así, tomar una decisión debe ser el resul-
tado de la deliberación colectiva, abierta, pero sobretodo honesta.
En las propuestas que se someterán a debate, por ética debería con-
siderarse que cada habitante se debe beneficiar en la misma proporción
que su comunidad. Esto es, los intereses personales o del partido político
al que se pertenece, no deben estar por encima de los de la comunidad.
Estamos acostumbrados a escuchar que en la democracia griega los
esclavos no participaban, una primera interpretación es que no eran consi-

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derados seres humanos con derechos innatos. Pero también existe otra
interpretación, al no ser libres, sus decisiones tampoco lo serían y respon-
derían a los intereses de su amo, quien los esclavizaba laboralmente; de
otra forma serían castigados, en consecuencia, no podían elegir de mane-
ra correcta, ello explica el porqué no se les permitía participar desde el
punto de vista político.
En otras palabras, si no nos encontramos libres de necesidades vita-
les, estamos condicionados por ellas y somos presa fácil para ser influidos
en la toma de decisiones y para no inclinarnos por la fórmula lógica o más
racional en cuanto a que es la que con efectividad nos acerca a la meta
aceptada, al bien valorado o deseado por la mayoría y respondemos a un
satisfactor inmediato pero que NO resuelve nuestros problemas de raíz.
Sin bien es muy difícil encontrarnos sin necesidades, entre más vitales
sean nuestras carencias, menos libertad tenemos. Es decir, nos encon-
tramos restringidos por éstas, y en tiempos electorales justamente las pro-
mesas de campaña afectarán nuestra elección, sin importar que lo que se
promete en ocasiones no es posible de ser cumplido ya que no se en-
cuentra en la esfera de las funciones de quien hace la promesa.1 Esta es la
explicación de la llamada compra de votos y, a la vez, venta de voluntades.
A lo largo de la historia, se ha observado que no siempre es prioritaria
la búsqueda del Bien de la Comunidad, sino que se usan las palabras y
formas legales para hacer que prevalezca y se promueva una decisión o
interés personal o particular que no necesariamente respeta la responsa-
bilidad política que se delegó a través de la representación.
El político no sólo es responsable de convencer a la Asamblea con sus
argumentos, sino de practicar un honesto y verdadero diálogo como un
ejercicio o lección de reflexión democrática, en cuanto a saber plantear
argumentos, pero también saber escuchar cuando existe controversia en la
percepción de un problema. Pero sobre todo se trata de iniciar con un
planteamiento verdadero y sobre él construir la argumentación y no esta-
blecer una argumentación sobre un planteamiento falso y no sujeto a
demostración, presentándolo repetitiva y retóricamente como verdadero,
porque entonces se sostiene un silogismo.
Recordemos que el diálogo se efectúa entre iguales pero con concep-
ciones diferentes que corresponden a sus experiencias de vida.

1
Aunque también ha sucedido que en el momento de tomar posesión de un cargo no se
asume el compromiso que implica la responsabilidad del mismo. Por ejemplo, cuando no se ad-
mite que se es responsable por las acciones que realizan los subalternos.

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Siendo así que las instituciones y el marco jurídico nos permiten tener
elementos para enfrentar los conflictos y desencuentros, pero hace falta
atacar con más fuerza la desigualdad social para mejorar la democracia.
Debemos asumir con responsabilidad que todavía debemos elevar aún
más la calidad de la democracia, respecto a la intervención e influencia de
los medios de comunicación y la participación en éstos tanto de los intelec-
tuales como encuestadores y analistas políticos que con sus opiniones
afectan las de los ciudadanos comunes.
En México tenemos una democracia prácticamente restringida al ám-
bito electoral, con una ciudadanía que necesita y exige el pleno cumpli-
miento de sus derechos, pero al mismo tiempo esta ciudadanía no tiene
los mismos elementos para hacer valer sus derechos políticos, ya que pri-
mero tiene que cubrir necesidades primarias y, por tanto, prioritarias. Es
decir, no tiene las mismas oportunidades en el espacio público para lograr
su plena participación y por tanto inclusión.
A esto hay que agregar que el tejido social se ha estado diluyendo
cada vez más, por la polarización de posturas políticas que se presentan
como irreconciliables, porque siempre se culpa al otro como responsable
de mi mala situación y por tanto le corresponde resolver mis problemas.
De tal suerte que resulta imposible desarrollar un diálogo pacífico, ya
que si no se está de acuerdo con una postura, la diferente se califica como
falsa, como si sólo existiera un punto de vista. Se practica el fanatismo
político, ya que cualquier persona que disienta de la postura que se es-
grime se considera extraña, hostil, y es una amenaza a la causa que se
sostiene.
Para nadie es un secreto que en México, la desigualdad económica y
social se ha ido incrementando a pasos agigantados en la última década.
La forma de acceso a satisfactores de bienestar social se da por medio de
los programas de política social que sustentan las políticas públicas, gene-
rados por el gobierno en turno, lo que disminuye la autonomía ciudadana.2

2
Esto podemos observarlo frecuentemente en un Estado paternalista en donde nos he-
mos acostumbrado a que, por ejemplo, frente a desgracias naturales en lugar de ponernos a
trabajar de inmediato para volver a edificar y recuperar lo perdido, nos limitamos a esperar
ser parte de un censo ya que más tarde que temprano, la ayuda fluirá; en cambio, si volvemos
a construir, dejaremos de ser parte de los damnificados. Así se pasan los meses y las familias
de Oaxaca siguen viviendo a la intemperie después de los sismos de fines de 2011, ahora ya
con los estragos de los huracanes de mediados del 2012. En este aspecto existe una dis-
cusión muy seria en que los desastres no son precisamente “naturales”, porque eso significa
culpar a la Naturaleza de nuestros errores; por ejemplo, fincar en laderas o cauce de antiguos
ríos, donde se ha ido dando permiso de hacerlo o se hace caso omiso de que constituyen
zonas de alto riesgo.

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De tal suerte que los grupos vulnerables a la exclusión resultan ser


presa fácil de la compra de voluntades por los partidos políticos en mo-
mentos electorales y también antes de ellos, a través de programas socia-
les que más parecen ser populistas porque no resuelven la raíz de la
necesidad y, por si fuera poco, polarizan a la sociedad, como expliqué an-
tes. Los más afectados son los más pobres y de entre ellos los indígenas,
que por si no fuera suficiente, padecen discriminación.
Las definiciones de desigualdad, pobreza y desarrollo se mencionan
indiscriminadamente en los discursos de los candidatos, quienes prometen
políticas públicas asistenciales frente al electorado necesitado de ellas.

La interpretación de la pluralidad como actividad política

Ahora regresemos al planteamiento de cómo lograr la convivencia ya sea


de los candidatos propuestos por los partidos políticos o de nuestros repre-
sentantes con gran diversidad ideológica o incluso de nosotros mismos, los
ciudadanos comunes y corrientes, en un espacio determinado como el Con-
greso de la Unión, o cualquier Asamblea o espacio público en donde nos
encontramos con diferentes definiciones sobre los problemas y necesida-
des sociales, ejemplo de la pluralidad política que conforma nuestra Nación.
El poder está estrechamente relacionado al acto de comprender, inter-
pretar y representar el mundo, ya que son formas de cuestionamiento de la
autoridad. Debido a esto, la interpretación cobra una especial importancia,
ya que puede ser considerada una actividad política, especialmente por las
repercusiones que tienen las distintas formas de develar y criticar los su-
puestos acerca de asuntos tales como historia, comunidad, poder y cam-
bio, entre otros.
En un diálogo o debate entre personas, grupos o partidos políticos con
ideologías distintas y por tanto puntos de vista diferentes e incluso en
algunas ocasiones aparentemente irreconciliables (aunque en busca de
comprensión mutua, por lo que no debe ser dogmática), existen intérpretes
contrarios en pos del dominio y la autoridad que libran una lucha encar-
nizada por el poder (Armstrong, 1992: 123-124).
El ciudadano que concibe Aristóteles se encuentra situado en la polis o,
en otros términos, la ciudad y goza de libertad para participar en los asun-
tos que competen a la comunidad, es decir, son públicos, ya sea en el
proceso de deliberación o en la impartición de justicia si se transgrede
el orden establecido por la comunidad. De acuerdo a lo anterior, es posi-
ble considerar que el ciudadano se encuentra consignado a vigilar que se

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cumplan los acuerdos por el bien de su polis y por ello delibera en el


espacio público, donde se expresan las ideas y toman las decisiones.
En este sentido, si bien la ciudadanía necesita de la participación de
los ciudadanos en los asuntos de interés general, debido a que el espacio
público se encuentra destinado para cumplir con la finalidad de que los
integrantes de una sociedad expresen públicamente sus pensamientos,
ideas, intereses y necesidades, con objeto de tomar las decisiones correc-
tas que permitan desarrollar las acciones orientadas al Bien Común. Sin
embargo, en México nos caracterizamos por la apatía y poca participación
ciudadana en asuntos que no nos afectan directa e inmediatamente.
Ahora bien, según el texto “El retorno del ciudadano. Una revisión de la
producción reciente en teoría de la ciudadanía”, se puede observar que “La
ciudadanía no es simplemente un status legal definido por un conjunto de
derechos y responsabilidades. Es también una identidad, la expresión de la
pertenencia a una comunidad política” (Kymlicka y Norman, 1997:25).
Antes mencioné que el Dr. José Woldenberg afirma que los partidos
políticos son los instrumentos por medio de los cuales los ciudadanos de-
claran sus necesidades y demandas, y es también a través de ellos que se
expresa la contienda entre los diversos diagnósticos y propuestas que exis-
ten en la sociedad (Woldenberg, 2006:11). Pero ¿quién lleva la batuta en
el acto de interpretar y por tanto de comprender, expresar y discutir los
derechos en virtud de los cuales un ciudadano puede participar en el ejer-
cicio del poder? Ya sea directamente o a través de los representantes elec-
tos a través del voto que también es una de las formas de participar.
Los partidos políticos expresan, organizan y representan a los ciuda-
danos, de tal suerte que se convierten en un eslabón indispensable del
proceso democrático representativo. De esta manera, fungen como canali-
zadores de los intereses sociales y como puente en las esferas del poder
público (Woldenberg, 2006:12).
En resumen, según el Dr. Woldenberg, la democracia es una forma de
gobierno que parte del principio de que en una sociedad coexisten ideo-
logías, intereses, programas e incluso sensibilidades distintas, y que esa
diversidad conforma la riqueza de una sociedad. Por lo cual, intentar ho-
mogeneizar el pensamiento o desterrar y combatir a quienes sostienen
posiciones diferentes no solamente resulta nocivo, sino altamente perjudi-
cial para la sociedad (Woldenberg, 2006:46).
Lo anterior explica el porqué resulta tan importante tener un gobierno
que no tenga mayoría absoluta en las Cámaras, para que existan pesos y
contrapesos reales y sobre todo se establezca la necesidad de dialogar,

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negociar y llegar a consensos y acuerdos con las diferentes oposiciones,


evitando el totalitarismo.
Durante las contiendas electorales, los ciudadanos pueden optar entre
las diversas ofertas que presentan los partidos políticos.
Frente al electorado, los candidatos observan un comportamiento pru-
dente y hábil para conseguir convencer a la audiencia aprovechando las
condiciones democráticas del encuentro que les permite intercambiar pun-
tos de vista y opiniones, lo que promueve la reflexión para que finalmente
se elija al candidato que mejor represente los intereses de cada quien; por
ello, es importante presenciar los debates entre los candidatos e incremen-
tar el diálogo entre ciudadanos.

El diálogo entre diferentes pero con algo en común

Ahora bien, para que exista un verdadero diálogo se necesita en el esce-


nario de al menos dos personas que piensen diferente. Ya que si todos
fuéramos absolutamente iguales no necesitaríamos de la interpretación
que permita la comunicación. Al ser distintos y convivir en el mismo espa-
cio, se establece la acción o actividad política para gestionar las diferencias
a partir de lo que tenemos en común porque de otra forma sólo aumenta
la distancia.
En este sentido, también es cierto que cuando uno de los miembros in-
tervinientes en un diálogo empieza a descollar o distinguirse, se convierte
en un indicador molesto para los demás porque les recuerda aquello de lo
que carecen.
Por tanto, es en lo que compartimos en donde podemos llegar a un
verdadero intercambio de sentido y conciliar acuerdos y no en lo que nos
separa, o donde no coincidimos, eso se pondrá a discusión en el diálogo
en el espacio construido políticamente, para reunir o volver a unir lo que
separa, porque se supone que todos vamos en el mismo sentido o tene-
mos la misma intención: buscar lo mejor para la comunidad.3
Ahora bien, entre las condiciones del espacio político se encuentra que
éste debe ser construido por medio de la aceptación y respeto del otro y
los otros, con su propio espacio vital en donde puedan desarrollar y gozar
de sus diferencias sin afectar tanto las mías como las de los otros y cada

3
Para evitar la división y enfrentamientos internos, el Partido Acción Nacional informó, a
través de su vocera, que a partir de hoy 26 de julio de 2012 va a endurecer sus normas para
evitar desviaciones y críticas internas (sic).

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uno de los integrantes requiere de ser interpretado, explicado y compren-


dido a través de su discurso.
En ese espacio nos reconocemos, identificamos lo que tenemos en
común, nuestras coincidencias y lo que tenemos de diferente, nos comu-
nicamos y ponemos de acuerdo. Es cierto que este ejercicio constante de
reconocimiento e identificación no siempre es amable, existen molestias
por la convivencia en la diferencia, pero ello es precisamente parte de la
democracia y requiere como condición sine qua non de la tolerancia como
un valor cívico.
En otras palabras, según Enrique Krauze, Tolerancia no es amor, no es
acuerdo, es tolerancia para administrar los desacuerdos.4
Por eso, el ideal democrático es que en ese espacio público sea posi-
ble desarrollar todo tipo de actividades de manera libre y respetuosa. Ya
había mencionado al inicio de este texto que entiendo como diálogo no
solamente el intercambio de palabras cargadas de significados sino tam-
bién de acciones con las que los hombres nos comunicamos, ya sea acti-
tudes, tradiciones, generación de símbolos, actividades políticas, etcétera.
Es decir, no hay democracia sin el establecimiento de un diálogo, ya
que éste es la mejor manera de ponernos de acuerdo, de establecer con-
senso. Pero para lograr esto es indispensable que nos guiemos por la ho-
nestidad, la transparencia y el respeto a la ley, la observancia de la norma-
tividad. Porque diálogo y consenso son elementos de construcción del
espacio democrático e insisto, sólo se pueden efectuar si hay honestidad,
transparencia y respeto a la ley; en otras palabras, para que se pueda ejer-
cer un diálogo libre debe haber límites claros, precisos, legales que asegu-
ren el respeto de los acuerdos.
El presupuesto teórico en el que nos basamos es que las personas
que están habilitadas para participar en la deliberación pública deben tener
la intención de buscar el Bien Común, hacerlo de manera clara y directa,
pero sobre todo honesta y éticamente. Esto es, que examinen cuidadosa-
mente datos relacionados con la elección de una cierta respuesta a un pro-
blema, los pros y contras de una determinada decisión antes de que se
proponga su realización.
Pero no podemos perder de vista que cuando presentamos abierta-
mente una forma de pensar estamos expuestos a la crítica más despia-
dada, incluso aquella que aniquila.

4
Enrique Krauze, comentario en entrevista televisiva en Canal 2 de Televisa, el día 1 de
julio de 2012.

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El Dr. Enrique Díaz Álvarez nos recuerda que los griegos llamaron
bárbaros a los extranjeros que no sabían o no podían hablar su lengua.
Para nosotros bárbaro es un ser que no puede conversar e intercambiar
ideas, esta incapacidad lingüística se considera signo de no humanidad
incluso a veces cuando no nos entendemos con alguien exclamamos con
desesperación: ¡contigo no se puede hablar! 5
En la actualidad, no se trata sólo del desconocimiento de una lengua
sino de no compartir, desconocer o descalificar hábitos, creencias, prefe-
rencias sexuales y políticas e incluso concepciones ético-políticas que
practica el Otro. Esto dificulta que un sujeto que pertenece a una deter-
minada etnia o país, considere al Otro o diferente, como un sujeto con los
mismos derechos, porque se juzga y califica como el extraño, atrasado,
pobre, desviado, la minoría, incluso en muchas ocasiones, el desigual o
inferior.
Ahora bien, para ponernos de acuerdo con los Otros es necesario tener
interés en acortar distancias, poniendo en práctica el reconocimiento de lo
que tenemos en común (que debiera ser el interés por el Bien de la Comu-
nidad). Esto es posible mediante el acercamiento por medio del conoci-
miento, escuchar, interpretar lo que piensan los otros, conocer sus inte-
reses y estar en disposición de llegar a acuerdos para una convivencia que
no significa necesariamente estar en el justo medio, sino un espacio inter-
medio en donde no se imponga un Tú o un Yo, sino que se genere el
acuerdo de Nosotros.
La acción comunicativa no termina con el acto del entendimiento, sino
en los alcances de la interpretación. La comunidad comunicativa exige del
hombre disposición y responsabilidad ética que transforma el Yo en Noso-
tros, porque “el individuo no se comprende aisladamente, sino en la trama
de sus relaciones” (Nicol, 2003:25). En otras palabras, ponernos de acuer-
do en lo que tenemos en común como seres humanos, sin imponer, anular
o sacrificar.
Entonces, entiendo a la política como el arte de generar y mante-
ner el espacio donde a través del diálogo se logran consensos sobre
lo que es de interés común (vital para nuestra actividad diaria) para ha-
cerlo valer, en algunos casos, generar igualdad de oportunidades y en otras
equidad para la participación en la vida pública y lograr la inclusión.

5
Enrique Díaz Álvarez, “Hacia una interpretación de lo diverso”, Conferencia dictada en
el Primer Coloquio Horizontes de Interpretación, La Hermenéutica y las Ciencias Humanas, 26
y 27 de septiembre, México, FCPyS/UNAM, Proyecto PAPIIT IN-305411-3, “La Hermenéutica
como herramienta metodológica para la investigación en ciencias sociales y humanidades”.

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Hago hincapié en que para establecer un diálogo, la premisa funda-


mental es que éste se establezca entre seres diferentes para poder tener
puntos de vista y opiniones diversas que complementen a la propia, ya que
de otra forma se convierte en un soliloquio en donde lejos de permitirnos
enriquecer nuestras concepciones con aspectos complementarios, éstas
se convierten en reafirmaciones de una postura, de ahí la imposición o el
autoritarismo del totalitarismo. Por ejemplo, en el sexenio del Presidente
Calderón el gabinete de gobierno ha sido conformado con personas que
por su cercanía, amistad y coincidencia con las posturas calderonistas, no
son necesariamente los más críticos, experimentados o hábiles, pero sí los
más cercanos. Es recomendable que alguien difiera en su punto de vista,
sea crítico y explique desde una posición distinta otras formas de percibir o
alternativas de solución, ya sea para que nos permita reconsiderar o para
afianzarse en la propia.
Por mucho tiempo, reconocer al Otro como diferente se entendía como
una amenaza del orden político, todos debíamos ser iguales; así, en el
transcurso de su vida cada ser humano estaba sujeto al respeto y a la apre-
ciación de los demás (Honnet, 2010:19). Las formas de reconocimiento de
las diferencias dependen de la evolución normativa (Honnet, 2010:32). En
una verdadera democracia, para evitar el autoritarismo se ofrece un espa-
cio institucional con las condiciones que permiten la coexistencia pacífica y
civilizada de la pluralidad política, permitiendo la diversidad de expresio-
nes, sin dejar de lado la competencia y lucha por hacer valer sus ideales
(Woldenberg, 2006: 8-9).
Por otro lado, si todos tuviéramos la misma imagen del mundo, la comu-
nicación sería innecesaria, por eso es más fácil gobernar poblaciones don-
de rige la homogeneidad, pero ello va en contra del ejercicio democrático
como también ya expliqué. En tanto, si se acepta la pluralidad, en donde
cada quien tenga una perspectiva irreductible del mundo, la comunicación
resultaría imposible, lejos de ser un diálogo abierto se convierte en un
debate en el que se intenta hacer prevalecer un solo punto de vista sobre
los demás. Entonces, debemos compartir códigos o un mínimo de infor-
mación para podernos comunicar, al menos hablar, el mismo idioma, ya
que todos tenemos un origen común y por tanto compartimos la misma
historia.6

6
Incluso podemos decir que lo que tenemos en común es que provenimos de muchas
etnias diferentes, o en el caso de las personas que vivimos en el D.F. somos cosmopolitas.

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Ahora bien, aceptamos que somos polisémicos, debido a que no hay


dos seres completamente iguales, porque cada uno de nosotros tiene una
historia personal y experiencias diferentes (Alcalá Campos, 1999:64). Por
lo que se requiere que en cada proceso de interpretación se tenga la con-
ciencia clara de la existencia del otro que es distinto a mí, pero no por ello
inferior, es decir, estamos en el mismo plano y, por tanto, podemos comu-
nicarnos como iguales. Entonces, al tener la intención de comprender al
otro, para comunicarnos con él, reconocemos eso que tenemos en común
y que nos hace identificarnos.
Ésta es la gran importancia de los signos y símbolos, así como de las
tradiciones, costumbres o hábitos que compartimos y, por lo tanto, nos unen
en una comunidad y nos enlazan con los miembros de ella y a la vez evi-
dencia la gravedad de decisiones que afectan este mínimo compartido
como “el águila mocha” que identificó al sexenio del ex Presidente Fox,
pero sacrificó el águila que identificaba a una Nación o que en el mismo
período al celebrar las fiestas patrias de Independencia, se haya mencio-
nado indistintamente los nombres de los héroes de la Independencia y los
de la Revolución.
El concepto de comunidad, como la gran experiencia de lo humano
radica en ese ser en común, que es un hacer en común y también pensar
y decir en común (Bauman, 2008). Según Platón, el conocimiento nace del
entendimiento de las cosas y esto se logra mediante el diálogo, que al irse
construyendo éste, se construye al mundo. Pero siempre y cuando las co-
sas tengan el mismo significado para todos.
Entonces, los elementos que tenemos para efectuar la interpretación
tienen un importante sentido político, primero para evitar una torre de
Babel y permitirnos llegar a acuerdos y segundo para que la diferencia sea
valorada y no sea entendida como desigualdad y menos aun como inferio-
ridad que en muchos casos conlleva discriminación y en otros tantos, ex-
clusión. Sabemos que existe una íntima relación entre desigualdad y
pobreza, específicamente entre los grupos más afectados y, por tanto, vul-
nerables como son las mujeres o los indígenas.
Dar a conocer lo que compartimos, lo que tenemos en común, en
pocas palabras nuestra historia, es labor del sistema educativo de una
Nación y en nuestro caso, la generación de esta cultura política también es
una de las tareas fundamentales del Instituto Federal Electoral, que dedica
una buena parte de sus esfuerzos a educación cívica procurando un efecto
positivo en la participación ciudadana. No podemos reconocernos como
miembros de una comunidad menos aun respetar a las instituciones que
forman parte de nuestra vida política si las desconocemos.

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88 ROSA MARÍA LINCE CAMPILLO

En otras palabras, asumir y aceptar la pluralidad tiene un doble carác-


ter: de igualdad y distinción. Los hombres no somos iguales pero tenemos
intereses comunes y para realizarlos, debemos entendernos y planear o
prever para el futuro, de otra forma no podríamos organizarnos en una
comunidad o Estado. Pero, al mismo tiempo, como somos distintos, nece-
sitamos del discurso para diferenciarnos de cualquier otro hombre.
Cuando comparo la conexión vivida (a partir de la experiencia interna),
con otras experiencias, aclaro la mía. Sólo entonces se me hace cons-
ciente lo que mi propia existencia difiere de la de los otros. Esta toma
de conciencia es imposible si no se establece el diálogo conmigo, con los
otros y con el mundo.
Es a través de la palabra y el discurso que los hombres se organizan
políticamente para vivir juntos y revelan su individualidad. En la conviven-
cia de los diversos, lo que importa es captar un orden o estructura interme-
dia entre un orden puramente objetivo (la realidad independientemente de
los sujetos que la observan) y una representación puramente subjetiva
(Arendt, 2005:36).
Por la hermenéutica, contamos o expresamos la historia de nuestro
diario vivir, por el establecimiento de un intercambio de voces y silencios,
así como de escucha recíproca,7 aceptando que no se puede alcanzar una
interpretación unívoca (Navarro, 2006:24).
Ahora bien, ese diálogo que establecemos no es solamente una con-
versación, sino el método de la mayéutica por el que los interlocutores al ir
cuestionando mutuamente sus observaciones y experiencias, se obligan a
reconsiderarlas y reformularlas hasta llegar a un acuerdo de mutuo enten-
dimiento.
Habermas lo llama acción comunicativa, o el aspecto deliberativo de la
democracia, llegar a estar de acuerdo o ponerse en acuerdo con. Un mu-
tuo entendimiento capaz de llegar a una armonía racional. Aquí el proble-
ma fundamental teóricamente hablando es el de la significación.
Pero ¿qué significa vivir, hacer y decir en común? Cuando, como he
venido insistiendo, México se caracteriza por las distancias y desigualdad
entre sus ciudadanos. ¿Cómo debe ser la participación y sobre todo un
verdadero diálogo entre los actores? Me refiero a un diálogo incluyente que
responda a la demanda del reconocimiento y respeto a las diferencias en
la vida comunitaria basado en la tolerancia y que responda a intereses
colectivos en igualdad de oportunidades de participación.

7
Cada texto y cada palabra dentro del texto tienen un triple significado: cognoscitivo,
expresivo y normativo, que se da y es perceptible simultáneamente.

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LA POLÍTICA O EL ARTE DE GENERAR Y MANTENER EL ESPACIO DIALÓGICO 89

En los últimos años, la ciudad de México ha sufrido una transformación


que se ha denominado democrática, en tanto se permiten y toleran las
más diversas expresiones y manifestaciones, que han llegado a la exage-
ración extrema de privatizar el espacio público para fines de grupos minori-
tarios, dejando al grueso de la población en indefensión. En este sentido,
considero que no se ha administrado equitativamente el derecho a la libre
manifestación.
Ahora bien, resulta claro que los intereses personales o de partido no
deben estar por encima de los de la comunidad. Entonces, por la interac-
ción en una comunidad, a través del diálogo se trata de construir acuerdos
capaces de orientar la acción hacia objetivos previamente reconocidos
como válidos y brindar a los miembros de dicha comunidad igualdad de
oportunidades de participación de los satisfactores disponibles, porque
parto del supuesto de que buscamos el bien de la comunidad y no respon-
demos a intereses egoístas, es decir, sólo me realizo en una sociedad por-
que no vivo solo en una isla, tengo una comunidad a la que pertenezco
y me debo a ella.
El punto clave radica en pensar al otro, como parte de mi núcleo so-
cial, no es un ajeno, extraño, extranjero o una amenaza, sino que es mi pró-
jimo. Me explico: cuando violo normas, reglamentos, conductas de urbani-
dad o civilidad, no pienso que estoy afectando a los otros, tanto como a mí
mismo, porque esos desconocidos que me son ajenos socialmente son los
más próximos, mis vecinos.
Al pensar que las conductas antisociales no nos afectan, estamos en un
grave error al no reconocernos como miembros de la misma sociedad
compartiendo el mismo espacio.
Por ejemplo, desperdiciamos agua, no respetamos las filas, pintamos
bardas, tiramos basura en la vía pública, incluso colillas de cigarros que obs-
truyen coladeras, hacemos escándalo, dejamos que nuestras mascotas
hagan sus necesidades en la calle por donde caminamos, nos adueñamos
y disponemos de espacios públicos, o incluso podemos llegar a defraudar
a la Asistencia Pública porque ninguna de estas violaciones son conside-
radas delitos graves. Además, porque si falta agua, no es a mí, si eso in-
fecta o enferma a alguien, es a ese desconocido y ajeno que es el otro, sin
darme cuenta que al mismo tiempo yo soy el desconocido de ese otro y
tarde o temprano ese enajenamiento me afectará si no dejamos de pre-
tender vivir en un espacio vacío de solidaridad con los otros, que son mis
compañeros y que comparten el mismo país.
En muchos casos hemos perdido la capacidad de apenarnos, de sen-
tir vergüenza por la exhibición de una conducta indecorosa frente a los

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90 ROSA MARÍA LINCE CAMPILLO

demás y, por ejemplo, se presume en las redes sociales cuando se es


detenido por manejar en estado inconveniente y poner en peligro la vida
propia y la de los otros, al fin y al cabo celebramos afectar a los otros que
no merecen ser cuidados, protegidos, procurados, porque son descono-
cidos o no reconocidos como iguales a nosotros.
No se trata de hablar o preocuparme por la seguridad sólo cuando he
sido víctima de la inseguridad, o porque soy delgado no interesarme por el
problema creciente de la obesidad en México, ya que finalmente parte del
pago de impuestos, incluyendo los míos, tendrán que destinarse al cuidado
de las consecuencias que ocasiona en materia de salud pública la obesi-
dad y quizá dejará de invertirse todo lo que se requiere (porque los recur-
sos son limitados) en enfermedades crónico degenerativas por el aumento
de la esperanza de vida de los mexicanos y no tenga atención adecuada si
llego a la tercera edad.
Por eso me debo ver en y a través del otro. Se trata de trabajar en con-
junto para generar alternativas de políticas públicas incorporando puntos
de vista diferentes. En principio, dichas propuestas deben provenir de per-
sonas que tengan experiencia en la resolución de problemas similares,
pero no excluyen a estudiosos o especialistas en la materia que quieran
presentar sus alternativas.
Se requiere entonces de canales de comunicación que permitan a los
ciudadanos presentar sus interpretaciones y explicaciones sobre los pro-
blemas que aquejan a la comunidad de pertenencia y no delegar esa res-
ponsabilidad a los representantes electos cada tres o seis años, según el
caso, en los diferentes niveles (Federal, estatal o municipal) y áreas de
gobierno (Legislativo, Ejecutivo y Judicial).
Por ello, insisto en que la acción comunicativa necesariamente es
social, porque opera desde la mediación dialógica según una racionalidad
argumentativa y se enraíza en la política, en el reconocimiento del otro
como un interlocutor legítimo y que me interesa, con el cual se interactúa
para lograr ciertos fines, porque en última instancia se refiere al hacer en
común y a la comunidad para legitimar. Es decir, para establecer un marco
normativo sobre el cual hablar y dentro del que los interlocutores, al adqui-
rir reconocimiento lingüístico, puedan visualizar racionalmente los temas o
situaciones que importa atender.

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LA POLÍTICA O EL ARTE DE GENERAR Y MANTENER EL ESPACIO DIALÓGICO 91

La Comunidad como común unidad de intereses

En cuanto al concepto de comunidad, la experiencia de lo humano radica


en ese hacer, en pensar y decir en común. Uno de los retos más impor-
tantes a los que se enfrentan las Ciencias Sociales es el replanteamiento
del problema de las comunidades, de los espacios colectivos o mundos de
vida, donde la vida habitual y tradicional adquiere forma y sentido,
Porque según el Mtro. Felipe Neri López Veneroni,8 citando a Zygmunt
Bauman (Bauman: 2008), nos encontramos en una época de diásporas y
migraciones que fracturan la vida de las comunidades de origen. Con ello
se diluyen las identidades, los referentes simbólicos y la potencia del len-
guaje como comunicante. Lo paradójico es que pese a todos los medios y
tecnologías “personales” de “comunicación” (smart phones, blackberries,
blog spots, Twitter y Facebook) vivimos en lo que Bauman llama “tiempos
de desvinculación”.
Según este mismo autor, es por eso que la Política necesita plantear
estrategias que permitan “rearraigar” lo “desarraigado” y reencontrar lo co-
mún en la vida de la comunidad, aquello que da razón de ser e identidad.
Desde luego y repito nuevamente, es indispensable la libertad de expre-
sión, ya que se busca hablar de forma abierta e íntimamente ligada a la
igualdad entre los ciudadanos. Así, tomar una decisión en Asamblea debe
ser el resultado de la deliberación colectiva, abierta y sobretodo honesta,
aquí radica la importancia de la difusión de una correcta información a
través de los medios de comunicación y en su caso de los llamados líde-
res de opinión.
Aunque se ha observado que en muchos casos, por no decir en la
mayoría, no siempre se busca el bien de la comunidad sino que se abusa
de las palabras y las formas legales para hacer que prevalezca o se pro-
mueva un interés privado que no necesariamente observa o respeta la res-
ponsabilidad política de la representación que se delegó a través del voto.
Recordemos que el diálogo se efectúa entre iguales pero con concep-
ciones diferentes, entonces ¿cómo generar un ambiente en donde sea
posible presentar concepciones distintas, defender y debatir ideas sin im-
posiciones, o con/vencimiento? En los debates no se trata de dialogar y

8
Felipe Neri López Veneroni, “La otra comunicación: Del orden estructural del discurso a
la autonomía generativa del habla”, Primer Coloquio Horizontes de Interpretación, La Her-
menéutica y las Ciencias Humanas, 26 y 27 de septiembre, México, FCPyS/UNAM, Proyecto
PAPIIT IN-305411-3, “La Hermenéutica como herramienta metodológica para la investigación
en ciencias sociales y humanidades”.

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92 ROSA MARÍA LINCE CAMPILLO

llegar a acuerdos, sino de exponer y vencer al oponente con/vencer y si es


posible aniquilar.
La resolución consensuada evita conflictos y violencia, por lo que se
requiere de caminos de comunicación permanentemente abiertos entre
ciudadanos y actores o representantes políticos (que no siempre es posible
por las leyes establecidas y su funcionamiento). En papel existen formas
para que los ciudadanos expresen sus opiniones, pero no siempre se en-
cuentran habilitadas, o se reúnen las condiciones para que se instalen, por
ejemplo, referéndum, consulta, etcétera.
Por otra parte, más que buscar los equilibrios para mantener la homo-
geneidad del sistema, habría que resaltar la heterogeneidad en que se plu-
ralizan los procesos de significación en las interacciones colectivas. Como
ejemplo, recordemos que en su momento Ernst Cassirer9 interpretó el po-
der del Nacional-socialismo explicando que su discurso se manifestó como
acción política y que según su percepción éste anuló de manera absoluta
la posibilidad de expresión de cualquier otra forma de acción política o
social (Cassirer, 1982: 264-292).
Para complementar lo anterior, pensemos que al igual que los bárbaros
de ayer, los de hoy (que no se consideran a sí mismos bárbaros) se ca-
racterizan porque prejuzgan a los otros como seres irracionales, poco dig-
nos, no merecedores e incapaces de vivir en libertad o inclusive de tener
su propia opinión, porque se les considera inferiores y eso sirve como una
justificación a que se hable por ellos, es decir, dejarlos fuera o excluirlos de
la posibilidad de diálogo (Todorov, 2008:39).
A pesar de que según Castoriadis “ya no dividimos el mundo humano
entre nosotros y ellos —nosotros: los únicos verdaderos seres humanos,
los otros: salvajes, bárbaros, paganos... Ya no consideramos nuestra pro-
pia institución de la sociedad como la única buena, razonable, verdadera-
mente humana, y las instituciones de los otros como curiosidades, aberra-
ciones (…) (Castoriadis, 2006:264).
Ese menosprecio e incluso desprecio por los otros, se manifiesta con
fuerza, resentimiento, agresión y hasta violencia, lo mismo en las vanguar-
dias de algunas movilizaciones sociales, en movimientos de presión social,
en elites políticas o por grupos terroristas, quienes incluso sienten repul-
sión por los otros.

9
Al respecto, consúltese el apartado XVI sobre: “Del culto de los héroes al culto a la raza”,
así como la teoría de la “Raza totalitaria“.

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LA POLÍTICA O EL ARTE DE GENERAR Y MANTENER EL ESPACIO DIALÓGICO 93

Con el argumento de mantener la paz y permitir la libre expresión se


toleran y protegen grupos que ejercen presión social que son minorías,
que se expresan en lo mismo en lugares públicos que en privados, que
marchan en las principales avenidas, que muchas veces amenazan a los
Otros, con las arengas que gritan y que con sus altavoces acallan las
voces de la mayoría, a la vez que las sacrifican mediante el uso y abuso
de la violencia.
Los gobernantes hablan en los canales institucionales para dar voz a
los que no la tienen o la han perdido y los legitiman como interlocutores, y
los demás les permitimos hablar mientras nos mantenemos en silencio
como espectadores… sin comprometernos.
Discriminar a los otros por no pertenecer a nuestro grupo social, a
nuestra comunidad lingüística, es lo mismo que discriminar por no perte-
necer a nuestro tipo físico o a nuestro mismo partido político.
El fanatismo no sólo se da en el ámbito deportivo o en los espectácu-
los, o religión. En política también podemos encontrar el fanatismo y devo-
ción por un Mesías, lo mismo que en Inglaterra se dio el caso de la “prin-
cesa del pueblo” hemos tenido candidatos del pueblo o que se identifican
como héroes de la patria.
Un pequeño estrato social elitista proyecta su visión del mundo a las
circunstancias sociales. Pero hay que cuidar que no se dé el peligro de
querer convertir mi cosmovisión en la única verdad universal, absoluta y
que cualquier otra que no coincida con la mía se descalifique como falsa,
esto es lo peor que le puede pasar al diálogo democrático, porque lo ani-
quila sin remedio (Honnet, 2010:70-71).
Ahora bien, en el caso anterior, no es posible llegar a un consenso10
cuando un oyente acepta como verdadera una afirmación pero simultá-
neamente cuestiona la veracidad del hablante “o la adecuación normativa
de su emisión” (Habermas, 2002:172).
El consenso es resultado de decisiones y convicciones que coinciden.
Por otra parte, es o será civilizado aquél que sabe o es capaz de reco-
nocer plenamente la humanidad de los otros, con modo de vida, costum-
bres, tradiciones, lengua, historia, religión, raza, etcétera, diferentes a los
nuestros e igualmente dignas y válidas y aceptar que una cosa es la di-
ferencia y otra la inferioridad, ya que los Otros como en algunos casos
se considera a las mujeres o los indígenas, etcétera, somos igualmente

10
El consenso es el medio para alcanzar la acción social organizada, que significa que
los actores sociales son capaces de ponerse de acuerdo sobre la validez de sus argumentos
y es inherente al acuerdo entre múltiples voluntades.

Estudios Políticos, novena época, núm. 27 (septiembre-diciembre, 2012), 75-100


94 ROSA MARÍA LINCE CAMPILLO

humanos y sólo por ello merecemos las mismas oportunidades y no única-


mente el 2% que obliga el COFIPE cuando se elige a los candidatos a
participar en elecciones.11
Aceptar que existe Otro diferente en género significa, por ejemplo, que
a las mujeres se les ha asignado históricamente el rol o función de la
reproducción y a los hombres se les ha asignado el de la producción. Pero
eso no significa que los hombres se hayan incluido a la misma velocidad al
trabajo de educación y crianza de los hijos, al mismo ritmo y velocidad con
el que las mujeres nos hemos incorporado al rol de la producción y del mer-
cado de trabajo.
Por eso se necesita pensar desde la alteridad para generar discusiones
reales y proyectos que consideren el punto de vista del otro, no sólo crear
guarderías sino proyectos que permitan la liberación de horas y condicio-
nes para que las mujeres tengamos realmente los mismos derechos y
oportunidades de incorporación al trabajo productivo o a la participación
política y no sólo cuando se ha cumplido con las obligaciones asignadas.
Esto no significa que se les dé trabajo a un porcentaje de mujeres, sino
que se generen las posibilidades para que tengan participación activa y
tiene que ver desde la accesibilidad a los horarios como con los lugares de
las reuniones.
Ahora bien, el diálogo es una forma de comunicación civilizada en
tanto que implica un respeto e interés entre los interlocutores. Lo que nos
humaniza no es sólo la capacidad de articular palabras como creía Aris-
tóteles, sino la posibilidad de dialogar, comunicarnos con los que se está
en relación. Es así que los participantes deben estar dispuestos a tratar de
comprender lo que el otro quiere decir y hacer para una sana convivencia,
por más que no compartan las mismas posturas o pertenezcan a géneros
diferentes (Todorov, 2008:41).
El objetivo normativo ya no parece ser la eliminación de la desigualdad,
sino la prevención de la humillación o del menosprecio. En esta nueva
visión, el centro no es la distribución equitativa o la desigualdad de bienes,
sino la dignidad y el respeto (Honnet, 2010:10), yo agregaría el respeto al
otro tanto como me debo respeto a mí mismo.

11
Según la legislación del COFIPE de 2008, en la Reforma Electoral del 2007, de cuota
de género para candidatas a puestos de elección popular.

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LA POLÍTICA O EL ARTE DE GENERAR Y MANTENER EL ESPACIO DIALÓGICO 95

Sobre cómo se debe dialogar

Pero entonces ¿quiénes son los merecedores de ser escuchados? ¿Y


quién merece ser un interlocutor? Sólo podemos hablar desde nuestra pro-
pia historia; y ¿cuáles son las historias que merecen ser contadas? ¿Con
cuáles nos identificamos? A través de ¿qué historias vivimos lo que no he-
mos vivido?
El diálogo es visto por Gadamer como arte-ciencia que ayuda al sur-
gimiento de la verdad. Es en el diálogo en donde se encuentra la verda-
dera interpretación, porque en cada intervención dialógica se va corrigien-
do y perfilando el sentido. Debemos aprender a pensar poniéndonos en el
lugar de los demás (Kant, 2004:40), pero de otra manera.
El pluralismo, entonces, implica reconocimiento, cada ser humano es
único o distinto justamente porque es una historia particular e irrepetible.
Ya no es sólo que sin el otro no habría necesidad de diferenciarnos o
distinguirnos como personas, sino que necesitamos al Otro para reali-
zarnos a nosotros mismos y sobre todo para legitimarnos.
Es una necesidad humana poder interpretar nuestra propia existencia y
forma de vida. Y sólo podemos hacerlo si hemos interiorizado la perspec-
tiva que los demás tienen de nosotros. Es decir, si podemos comprender,
desde otras posiciones, cómo es el mundo. En realidad, el mundo es la
suma de realidades que cada uno percibe, incluyendo las nuestras.
Cuando hablamos de moral point of view se hace referencia principal-
mente a las cualidades deseables o requeridas de las relaciones que los
sujetos mantienen entre sí (Honnet, 2010:15).
Por su parte, Habermas entiende que para una sana convivencia es
necesario un respeto mutuo tanto de la especificidad como de la igualdad
de todas las otras personas, comportamiento discursivo de los participan-
tes en una argumentación. El reconocimiento caracteriza algunas formas
de apreciación de estilos de vida diferentes al propio, como las que se dan
en el contexto de la solidaridad social (Honnet, 2010:16).
En la operación de distanciamiento de uno mismo y la propia cultura
requiere de una profunda dimensión ética (que no siempre se observa y
respeta), ya que es ahí donde podemos ser críticos con nuestra propia vi-
sión al entender que sólo es una entre muchas, pero por ello también es
posible que se trate de imponerla por medio del debate como la única váli-
da o verdadera.
Es en este distanciamiento afortunado donde podemos imaginar o
intuir —aunque sea por un momento y desde el propio contexto— lo que

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96 ROSA MARÍA LINCE CAMPILLO

representaría estar en el lugar del Otro (que, por desgracia, no siempre


importa).
En los últimos 20 años surgieron una serie de debates políticos y movi-
mientos sociales que tenían como ideal común la necesidad de obtener
reconocimiento o respeto por su diferencia. La idea de justicia debía estar
ligada a la concepción de cómo y en calidad de qué los individuos se reco-
nocían los unos a los otros (Honnet, 2010:14-15).
Bien decía Platón en sus diálogos sobre el amor, especialmente en el
Banquete, que el más perfecto debía buscarse entre los diferentes y que
era injusto el que no pudieran coexistir.12
Ahora no sólo no coexisten, sino que el rencor que se genera al dividir
a la sociedad entre los que poseen una cierta característica y los que no la
tienen es cada día más aguda y por tanto evidente, lo que se manifiesta en
agresión y violencia como recientemente hemos observado en grupos van-
dálicos que cobijados en el anonimato agreden a ciudadanos indefensos
que simplemente estaban en el lugar equivocado en el momento equivo-
cado, siendo blanco fácil del resentimiento social.
Pareciera que el mensaje es si yo carezco de algo que el otro posee
hay que destruirlo, porque ni siquiera roban un bien para usarlo, sino que
rompen, destrozan, golpean... si acaso unos pocos son detenidos y días
después se encuentran en libertad, gozando de total impunidad.13 Así, la
labor del verdadero político es manifestar su autoridad al conciliar entre las
posturas más radicalmente opuestas, para poder llegar a acuerdos, pri-
mero con la fijación de posturas, después con respeto a las mismas.
Al mismo tiempo, debe ser ejemplo en la práctica de la tolerancia para
enriquecerse con los argumentos que justifiquen su estancia en esa deter-
minada posición y así lograr una transferencia de sentidos, significados y
razones, en el diálogo que por analogía llevaría a una reconciliación o un
acto amoroso que finalmente es la Política que no anula, no impone, ni
con/vence, sino que reúne o liga religiosamente, siempre observando y res-
petando los procedimientos y la normatividad que se ha dado a sí misma
la sociedad (evitando la impunidad); en otras palabras, siguiendo el man-
dato de una República democrática.

12
Ahora bien, toda cultura minoritaria establecida junto a una mayoritaria no sólo debería
tener oportunidades para ser valorada socialmente y también disponer de oportunidades para
ser valorada, a través de dar a conocer sus prácticas (Honnet: 2010:58).
13
Como ejemplo, los actos vandálicos acontecidos en julio de 2012 en la colonia Roma
cuando se suspendió un concierto de Reggae, o la respuesta a un operativo en Tepito en el
mismo mes, para decomisar mercancía robada, cuando más de 2,000 granaderos no podían
controlar a los llamados comerciantes, quienes golpearon a transeúntes y taxistas.

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Desde luego que quien detenta el poder prefiere hacerlo sin oposicio-
nes, pero es en la competencia continua por el dominio y el control que la
actividad de gobernar resulta productiva, sólida y más confiable. Las argu-
mentaciones que se libran en los diálogos evitan que la autoridad se an-
quilose porque permiten una revisión según los cambios de situaciones.
Obligan a una revisión vigorosa de los puntos de vista que se consideran
verdaderos y cuestionarlos o someterlos a competencia con opiniones con-
trarias, pone a prueba su capacidad para enfrentar nuevos desafíos (Arms-
trong, 1992:124-125).
Un reconocimiento recíproco es la esfera del respeto jurídico (Honnet,
2010:55).
En conclusión, una democracia sólo es posible si se cumplen las si-
guientes condiciones:

• Que los integrantes de una sociedad sean libres.


• Que existan varios grupos políticos que compitan.
• Que se lleven a cabo elecciones periódicas; con sufragio universal.
• Que todos los interesados tengan la posibilidad de opinar e influir en
la toma de decisiones.
• Y finalmente que todo esto se desarrolle en un marco jurídico, ya que
en dicho sistema existe un amplio respeto por las reglas del juego, las
cuales se establecieron para la consecución de objetivos, previo debate y
crítica entre los interesados.

La existencia de un sistema democrático demanda que las decisiones


se tomen, previa discusión entre todos y cada uno de los integrantes de la
sociedad con la información que posean, ya que sólo así se podrán gene-
rar políticas públicas que retomen los intereses y necesidades de los inte-
resados.
Aristóteles decía lo siguiente:

…es ciudadano el individuo que puede tener en la asamblea pública y en el


tribunal voz deliberante, cualquiera que sea, el Estado de que es miembro, y
por Estado entiendo positivamente una masa de hombres de este género, que
posee todo lo preciso para satisfacer las necesidades de la existencia. El
ciudadano… es un individuo revestido de cierto poder, y basta, por tanto, gozar
de este poder para ser ciudadano (Aristóteles, 2002:90-91).

En este sentido, más allá de la exclusión de mujeres, niños, esclavos y


ancianos que hace el autor para concebir a los ciudadanos, destaca que

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98 ROSA MARÍA LINCE CAMPILLO

sus características principales son participar en el poder deliberativo y en


la justicia.
Por último, a manera de conclusión:
Nuestra tarea como polítólogos es magnífica si consideramos que la
Política puede entenderse como la búsqueda de consensos y el arte
de conciliar en la forma más democrática, evitando el conflicto y por
ende la violencia.
A través del diálogo se gesta el sentido comunitario, ya que comunicar
es compartir, acercarnos al otro.

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Conferencias

1. Díaz Álvarez, Enrique, “Hacia una interpretación de lo diverso”, Con-


ferencia dictada en el Primer Coloquio Horizontes de Interpretación, La
Hermenéutica y las Ciencias Humanas, 26 y 27 de septiembre, México,

Estudios Políticos, novena época, núm. 27 (septiembre-diciembre, 2012), 75-100


100 ROSA MARÍA LINCE CAMPILLO

FCPyS/UNAM, Proyecto PAPIIT IN-305411-3, “La Hermenéutica como herra-


mienta metodológica para la investigación en ciencias sociales y huma-
nidades”.
2. López Veneroni, Felipe Neri, “La otra comunicación: del orden estruc-
tural del discurso a la autonomía generativa del habla”, Primer Coloquio
Horizontes de Interpretación, La Hermenéutica y las Ciencias Humanas, 26
y 27 de septiembre, México, FCPyS/UNAM, Proyecto PAPIIT IN-305411-3, “La
Hermenéutica como herramienta metodológica para la investigación en
ciencias sociales y humanidades”.

Estudios Políticos, novena época, núm. 27 (septiembre-diciembre, 2012): 75-100

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