Democracia Deliberativa
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Ius et Praxis,
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Universidad de Talca
Chile
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LA DEMOCRACIA DELIBERATIVA
RESUMEN
En las sociedades democráticas modernas, coexiste una pluralidad de concep-
ciones morales acerca de lo que es bueno para las personas o las colectividades.
Asegurar la convivencia, razonablemente pacífica entre ellas, es una de las
tareas que, constantemente, se asumirá en el debate democrático. Este artículo
discute uno de los intentos más influyentes para elaborar una concepción
deliberativa de la política, el realizado por J. Habermas en Facticidad y Vali-
dez. La concepción deliberativa de la política pretende encontrar una manera de
superar el impasse entre el liberalismo, que defiende la superioridad de los de-
rechos humanos individuales, y el republicanismo igualitarista, que defiende la
primacía de la soberanía popular.
ABSTRACT
In the modern democratic societies, there coexists a plurality of moral concepts
about what is good for people or for communities. Assuring cohabitation,
reasonably peacefully among them, is one of the tasks that will be constantly
raised in the democratic debate. This article discusses one of the most influential
attempts to elaborate a deliberative concept of politics, the one carried out by J.
Habermas in Facticidad y Validez. The deliberative concept of politics endeavors
to find a way to overcome the impasse between liberalism, which defends the
superiority of the individual human rights, and equalitarian republicanism, which
defends the supremacy of popular sovereignty.
(*) Profesor de Teoría Política y Sociología del Derecho en la Universidad del Mar.
1
J. Cohen, «Deliberation and Democratic Legitimacy» en A. Hamlin y B. Pettit (Eds.), The Good Polity, Oxford,
1989.
2
James S. Fishkin, Democracy and Deliberation: New Directions for Democratic Reform, Yale University
Press, New Haven, 1991.
3
Carlos Santiago Nino, La Constitución de la Democracia Deliberativa, Editorial Gedisa, Barcelona, 1997.
4
Rodrigo Pineda Garfias, “Consideraciones sobre la legitimidad en un orden político democrático. El aporte de
Jürgen Habermas” en Revista de Ciencias Sociales Nº 44, primer y segundo semestre de 1999, Edeval, Valparaíso,
2000.
5
Jürgen Habermas: “Human Rigths and Popular Sovereignety: The liberal and Republican Versions”, en Ratio
Juris 7, 1994, p 1.13. Texto de una conferencia presentada en el departamento de Filosofía de la Northwester
University, Evanton, el 23 de septiembre de 1992. Traducción de este trabajo se encuentra en el libro de Rafael del
Águila, Fernando Vallespín y otros, La democracia en sus textos, pp. 278-279, Editorial Ariel, Madrid, 1998.
6
Rafael del Águila, “La Política: El poder y la legitimidad” en Manual de Ciencia Política, p. 32, Editorial Trotta,
Madrid, 1997. Habermas se refiere en detalle a este aspecto cuando expone los planteamientos de J. Cohen
«Deliberation and Democratic Legitimacy» en Política Deliberativa, un concepto procedimental de la democracia»
en Facticidad y Validez, p. 382, Trotta, 1998.
7
Eduard Gonzalo y Ferran Requejo, «Las Democracias» en Miquel Caminal Badía (Ed.) Manual de Ciencias
Políticas, pp. 228 y 229, Editorial Tecnos, Madrid, 1996.
8
Jürgen Habermas, Facticidad y Validez (sobre el Derecho y el Estado Democrático de Derecho en términos
de Teoría del Discurso) cuarta edición, traducida por Manuel Jiménez Redondo, p. 381, Editorial Trotta, Madrid,
1998.
La concepción de una política deliberativa supone, en primer lugar, que nos en-
contramos ante una sociedad moderna y plural9 donde no se puede apelar a un consen-
so teológico o metafísico para justificar la legitimidad de un orden de dominación.
Esto no quiere decir que las antiguas tradiciones no pervivan. Así, por ejemplo,
«en las doctrinas del derecho natural, sobre todo en la tradición de Aristóteles, y del
derecho natural cristiano, configurado por el tomismo, que siguieron operando hasta
bien entrado el siglo XIX, se refleja todavía un ethos social global, que penetra a través
de las distintas capas sociales de la población y vincula mutuamente los diversos
órdenes sociales»10.
9
Jürgen Habermas tiene en mente el modelo social de la Unión Europea.
10
Jürgen Habermas, Ibíd. nota 8, p. 160.
11
Jürgen Habermas, Ibíd. nota 8, p. 161. La línea cursiva es mía.
12
Jürgen Habermas, Ibíd. nota 5, pp. 270-271.
13
Joaquín Almoguera Carreres, «La legitimación en la era de la posmodernidad», en Doxa 15-16 (1994), pp. 297-
298.
Hanna Fenichel Pitkin ha descrito en parte las consecuencias que esta situación
crea cuando señala que «nuestro tiempo, me parece que el abandono de un diálogo
auténtico y personal y de un debate público racional y verdadero ha resultado en una
derrota precipitada y en toda su dimensión; huimos movidos por el pánico absoluto en
todas direcciones antes de que haya tenido lugar encuentro alguno. Unos se refugian
en el cinismo y en el psicologismo y llegan a ser inside -depesters, propagandistas,
manipuladores; se convierten en hombres de relaciones públicas cuya sola consciencia
de sí mismos proviene del reflejo de la «imagen» que «proyectan». Otros se refugian
en alguna forma de positivismo y ciencia (malentendida), buscando seguridad en la
esterilidad y orden del recurso a la «mera» descripción. Llegan a convertirse en unos
insignificantes funcionario del establishment científico, los intelectuales burócratas.
Incluso otros se refugian en el silencio: algunos en el agresivo y explosivo silencio de
la violencia, de la ciega actividad no medida por el concepto o la razón; otros en el
silencio privado y pasivo del sueño, de la experiencia de las drogas y de la vida sin
palabras»14 .
Ante este estado de cosas Habermas nos recuerda que «la pregunta acerca de las
posibilidades de una identidad colectiva ha de plantearse de otra manera: en tanto que
andemos buscando un sustituto de una doctrina religiosa, que sea capaz de integrar la
conciencia normativa de toda una población, estamos presuponiendo que las socieda-
des modernas constituyen todavía su unidad en la forma de cosmovisiones que prescri-
ben una identidad común caracterizada por contenidos determinados. Pero ya no
podemos partir de ese presupuesto. Hoy día podemos anclar una identidad colectiva,
en todo caso, en las condiciones formales bajo las que se crean y se transforman las
proyecciones de identidad. Su identidad colectiva ya no aparece ante los individuos
como el contenido de una tradición, sobre la que esos individuos puedan configurar su
propia identidad como sobre algo consistentemente objetivo; lo que ocurre más bien es
14
Hanna Fenichel Pitkin, Wittgenstein: El lenguaje, la Política y la Justicia, Centro de Estudios Constituciona-
les, Madrid, 1984.
15
Enrique M. Ureña, La Teoría Crítica de la Sociedad de Habermas, la crisis de la sociedad industrializada,
segunda edición, Tecnos, Madrid, 1998, p. 120.
16
Thomas McCarthy, «Constructivismo y Reconstructivismos Kantianos: Rawls y Habermas en diálogo» en José
Antonio Gimbernat (Ed.), La Filosofía Moral y Política de Jürgen Habermas, pp. 38-39, Biblioteca Nueva,
Madrid, 1997.
Para Hannah Arent la vida política al igual que los asuntos humanos en general,
es un terreno de opinión. «No hay verdades políticas de las que quepa esperar que una
comunidad política se conciencie. Los hombres situados en lugares diferentes ven el
mundo desde sus diferentes perspectivas y llegan a diferentes conclusiones… Si hay
que crear un mundo común y compartido, habrá que constrastar las diferentes opi-
niones en un diálogo significativo». De lo cual llega a concluir - luego de distinguir
entre labor, trabajo y acción- que la política como una forma de acción, es una activi-
17
Rodrigo Pineda Garfias, ibíd., nota 4.
Para esta pensadora política en la comunidad política «la relación entre gobierno
y ciudadanos es radicalmente distinta de la forma en que ha sido generalmente enten-
dida. El gobierno se concibe a menudo como un conjunto de hombres que gobiernan a
sus súbditos y promulgan leyes o mandatos que estos últimos están obligados a obede-
cer. En una comunidad política, en cambio, el gobierno no es un organismo externo y
superior, sino que se compone de hombres a los que el pueblo ha conferido poderes
para ejercer la autoridad en su nombre y a los que el pueblo está dispuesto a apoyar»19.
18
Bhikhu Parekh, Pensadores Políticos Contemporáneos, Alianza Editorial, Madrid, 1986, pp. 21-26.
19
Ibíd. nota anterior, p. 28.
20
Jürgen Habermas, en este sentido cita a H. Arendt, Ibíd. nota 8, p. 215.
21
Rafael del Águila, Ibíd. nota 6, p. 30.
Esta idea de diálogo que genera el común acuerdo sólo es posible donde se dan las
condiciones de la igualdad política que aparece directamente ligada a la idea de liber-
tad. Es por ello que nos recuerda que «la razón de que el pensamiento político griego
insistiese tanto sobre la interrelación existente entre libertad e igualdad se debió a que
concebía la libertad como atributo evidente de ciertas, aunque no de todas, actividades
humanas y que estas actividades sólo podían manifestarse y realizarse cuando otros las
vieran, las juzgasen y las recordasen. La vida de un hombre libre requería la presencia
de otros. La propia libertad requería, pues, un lugar donde el pueblo pudiese reunirse:
el ágora, el mercado o la polis, es decir el espacio político adecuado»23. Esta nostalgia
por el espacio público donde la igualdad y la libertad se dan la mano constituye la
nostalgia por la polis, el espacio donde se manifiestan los actos libres y las palabras
del hombre, la que podía dar esplendor a la vida». Una forma de interrelación entre
los sujetos que «hacía posible que los hombres corrientes, jóvenes y viejos, pudiesen
soportar la carga de la vida»24.
22
Hannah Arendt, Sobre la Revolución, Ediciones de la Revista de Occidente, Madrid, 1967, pp. 193-194.
23
Hannah Arendt, Ibíd. nota anterior, p. 38.
24
Hannah Arendt, Ibíd. nota 22, p. 294.
25
Jürgen Habermas, Ibíd. nota 8, p. 214.
26
Jürgen Habermas, Ibíd. nota 8, p. 215.
27
Jürgen Habermas, Ibíd. nota 8, p. 216.
28
Jürgen Habermas, Ibíd. nota 8, p. 214.
29
Habermas utiliza la expresión poder social para referirse a «fáctica capacidad de imponerse que tienen los inte-
reses privilegiados».
30
Jürgen Habermas, Ibíd. nota 8, p. 237.
La teoría del discurso supone, asimismo, para ser consecuente con ella misma,
que no sólo el poder comunicativo se encuentra en la base de legitimidad del poder
administrativo, sino, además, que la transformación del poder comunicativo en poder
administrativo se haga deliberativamente. La formación de la opinión y la voluntad ha
de efectuarse en formas de comunicación que hagan valer el principio del discurso. De
allí que pueda afirmar que «el entrelazamiento de producción discursiva del derecho y
formación comunicativa del poder se explica, en última instancia, porque en la acción
comunicativa las razones constituyen también motivos»31.
1.- «Las cuestiones jurídicas y las cuestiones morales se refieren, ciertamente, a los
mismos problemas: el de cómo ordenar legítimamente las relaciones
interpersonales y cómo solucionar consensualmente los conflictos de acción
sobre el trasfondo de principios normativos y reglas intersubjetivamente reco-
nocidos. Pero se refieren a los mismos problemas de forma distinta en ambos
casos. Pese al común punto de referencia la moral y el derecho se distinguen
prima facie en que la moral postradicional no representa más que una forma de
saber cultural, mientras que el derecho cobra a la vez obligatoriedad en el plano
institucional. El derecho no es sólo un sistema de símbolos, sino un sistema de
acción»32.
31
Jürgen Habermas, Ibíd. nota 8, p. 218.
32
Jürgen Habermas, Ibíd. nota 8, p. 172.
33
Jürgen Habermas, Ibíd. nota 8, p. 226.
Estas negociaciones para que sean justas han de ser equitativas (fair) para llegar a
compromisos, conciertos o acuerdos entre las distintas partes. Para ello es necesario
que se den a los menos tres condiciones:
a.- Que ella sea más ventajosa para todos que la ausencia de solución;
b.- Que se margine de ella a los que eluden la cooperación (free riders), y
34
Jürgen Habermas, Ibíd. nota 8, p. 233.
35
Jürgen Habermas, Ibíd. nota 8, pp. 234-235.
36
Hannah Arendt, Ibíd. nota 22, pp. 198-202.
37
Jürgen Habermas, Ibíd. nota 8, p. 398.
Desde luego, la primera prevención que hemos de considerar para determinar las
condiciones que hacen posible una democracia deliberativa supone que de ella se ha de
excluir la violencia como método de resolución de las discrepancias sobre lo que tene-
mos que hacer para determinar lo justo. La «violencia aparece como fuerza que blo-
quea la comunicación, la deliberación y el consenso necesarios para lograr generar el
poder que el sistema requiere. Aquí es donde la comunicación distorsionada, la mani-
pulación y la formación de las convicciones ilusorias e ideológicas hacen surgir una
estructura de poder político que, al institucionalizarse, pueden utilizarse en contra de
aquellos que lo generaron y de sus intereses»38.
Esas condiciones son: «Primero, la libertad de las partes para hablar y exponer
sus distintos puntos de vista sin limitación alguna que pudiera bloquear la descripción
y argumentación en torno a lo que debe hacerse. Gran cantidad de derechos y liberta-
des típicos del liberalismo democrático cuidarían de este principio de libertad de las
partes: Libertad de Expresión, de conciencia, etc.»39.
38
Rafael del Águila, Ibíd. nota 6, pp. 32-33.
39
Rafael del Águila, Ibíd. nota 6, p. 33.
La Democracia Deliberativa debe excluir, por tanto, (i) la violencia como méto-
do de acción política, (ii) las negociaciones falsas, y asimismo, (iii) la primacía de
los poderes sociales o fácticos que hacen prevalecer sus intereses en la sociedad
obstaculizando una comunicación verdadera entre todos los miembros de ella.
Cuando una o más de estas circunstancias se presenta, el efecto es que se dictan nor-
mas que no cuentan con el asentimiento de los destinatarios de ellas y que perpetúan
los problemas de legitimidad dentro de la sociedad.
40
Rafael del Águila, Ibíd. nota 6, p. 34.
41
Jürgen Habermas, La Inclusión del Otro, Estudios de Teoría Política, pp. 238-239, Barcelona, 1999.
Ante este panorama tan desolador ¿ha quedado el modelo de la acción comunicativa
relegado al mundo de los idealismos o de las hermosas utopías? como lo llegan a pos-
tular los escépticos o los que argumentan a favor del decisionismo en política.
La manera práctica -no teórica- de acercarse a una comunicación ideal sólo pue-
de ser realizada considerando que las condiciones que supone la Democracia
Deliberativa permiten establecer las bases para evitar los momentos de anomia social y
evitar que los discursos aparezcan como islas en el mar de la praxis.
En este sentido el derecho actúa como el medio a través del cual podemos empe-
zar a realizar, aunque sea de manera restringida, los presupuestos de unas deliberacio-
nes que conduzcan a entendimientos o al menos a negociaciones que se manifiesten en
compromisos que den como resultados soluciones equitativas para todos los partici-
pantes. Por ello Habermas es consciente que el modelo de comunicación pura es ficti-
cio debido a «la circunstancia de que cuenta con una sociedad sin derecho y sin política
42
Jürgen Habermas, Ibíd. nota 8, p. 404.
43
Jürgen Habermas, Ibíd. nota 8, p. 405.
Sin perjuicio de ello queda, a mi juicio, en pie el hecho de que para la realización
de la democracia deliberativa se requieren ciertas condiciones sociales, económicas y
culturales que hagan posible la construcción aunque sólo sea aproximativamente, de
estos entendimientos y compromisos que supone el modelo»45 .
El derecho puede contribuir, ser una vía, para acercarnos a ese modelo, siempre
bajo el supuesto de que los sujetos sociales - personas, colectivos o cuerpos interme-
dios- tengan un control equitativo sobre su elaboración, cuestión que sin duda es la más
difícil de resolver ya que supone que la gran mayoría de la sociedad está formada por
sujetos que han alcanzado un grado de autonomía que les permite buscar una forma
«justa» de resolver sus conflictos.
Desde luego, cuando hablamos de qué entendemos por Derecho nos acercamos a
la ardua tarea de encontrar una definición, tarea que ha motivado los más amplios
debates en el mundo de la reflexión jurídica. Así, nos encontraremos con definiciones
44
Jürgen Habermas, Ibíd. nota 8, p. 405.
45
Habermas es consciente de ello y por eso afirma que «ciertamente, los discursos y negociaciones, incluso bajo
condiciones ideales, sólo pueden desplegar su fuerza de resolver problemas en la medida en que los problemas que
nos salen al paso sean percibidos con sensibilidad, descritos adecuadamente y respondidos de forma productiva a
la luz de tradiciones convertidas en reflexivas, de tradiciones postconvencionales. Un entendimiento discursivo
garantiza, ciertamente, el tratamiento racional de los temas, razones e informaciones; pero ello no podrá ser sino en
los contextos de una cultura abierta al aprendizaje y de un personal capaz de aprender. En este aspecto imágenes
dogmáticas del mundo y patrones rígidos de socialización pueden constituir barreras para un modo discursivo de
sociación”.
46
Antonio Enrique Pérez Luño, Teoría del Derecho, una concepción de la experiencia jurídica, Editorial Tecnos,
Madrid, 1997, pp. 27 a 49.
47
Jürgen Habermas, Ibíd. nota 8, p. 172.
48
Jürgen Habermas,
Habermas, IbidIbíd nota
nota8,8,p.p.190.
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todos
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por
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una voluntad
una
absolutamente
voluntad absolutamente
general, lasgeneral,
reglas jurídicas
las reglas
expresan
jurídicas
también
expresan
la voluntad
tambiénparticular
la voluntad
de losparticular
miembrosde delos
unamiem-
deter-
minada
bros de comunidad
una determinada
jurídica».comunidad jurídica».
49
Jürgen Habermas, Ibíd. nota 8, p. 212.
Por otra parte, el Derecho actúa como un medio que descarga a la moral de las
exigencias de integración social. En este sentido una función importantísima del Dere-
cho para la sociedad sería garantizar la integración social, evidentemente no de cual-
quier forma sino que apelando al principio del discurso, con lo cual se obtiene además
el efecto de que sean no sólo formalmente válidas sino que además legítimas.
Para llegar a esta conclusión Habermas explica que el problema que plantean las
sociedades modernas es el de cómo estabilizar la validez de un orden social en el que
desde el punto de vista de los actores mismos se establece una clara diferenciación
entre la acción comunicativa que ha quedado liberada de vinculaciones institucionales
estrechas (es decir se ha vuelto autónoma), y las interacciones de tipo estratégico. Por
otra parte, esta sociedad se encuentra profundamente profanizada por lo que la que los
órdenes normativos han de poder mantenerse sin apelar a visiones metasociales. Tam-
poco las certezas del mundo de la vida, ya pluralizadas y cada vez más diferenciadas,
ofrecen una compensación que baste para paliar tal déficit. Así el peso de la integra-
ción social se desplaza, cada vez más, a las operaciones de entendimiento intersubjetivo
de los actores sociales.
50
Jürgen Habermas, Ibíd. nota 8, p. 176.
51
Jürgen Habermas, Ibíd. nota 8, p. 191.
En efecto, una vez superada la fundamentación sacra del derecho, el orden jurídi-
co puede operar como un elemento que facilite la integración, a través de un derecho
generado a través de un procedimiento que garantice un discurso que se fundamenta en
la deliberación y no en una justificación sacra o metafísica, donde sin embargo se
multiplican los requerimientos por su justificación. «En la época contemporánea todas
esas normas y valores quedan expuestos a un examen crítico. Los miembros de una
comunidad tienen que poder suponer que en una libre formación de la voluntad políticas
ellos mismos darían su aprobación a las reglas a las que están sujetos como destinatarios
de ellas. Por lo demás, este proceso de legitimación queda convertido en ingrediente del
sistema jurídico, ya que frente a las contingencias que comporta el informe flotar de la
comunidad cotidiana, necesita él mismo de institucionalización jurídica»53.
52
Jürgen Habermas, Ibíd. nota 8, p. 99.
53
Jürgen Habermas, Ibíd. nota 8, p. 100.
54
Jürgen Habermas, Ibíd. nota 8, p. 103.
Si bien este derecho resulta indispensable para la integración social puede quedar
reducido a mero instrumento de integración sistémica ya que en «las sociedades mo-
dernas no sólo se integran socialmente, es decir, por medio de valores, normas y pro-
cesos de entendimiento, sino también sistemáticamente, es decir, a través de mercados
y de poder empleado administrativamente» y si bien el derecho contribuye a la integra-
ción social «- el derecho moderno queda asociado con los tres recursos de la integra-
ción social. A través de una práctica de la autodeterminación, que exige de los
ciudadanos el ejercicio común de sus libertades comunicativas, el derecho nutre en
última instancia su capacidad de integración social de las fuentes de la solidaridad
social». Sin embargo, también es cierto que «las instituciones de derecho público y
privado posibilitan, por otro lado, el establecimiento de mercados y la organización
del poder estatal; pues las operaciones del sistema económico y del sistema adminis-
trativo, diferenciadas de los componentes sociales del mundo de la vida, se efectúan en
las formas que le presta el derecho» lo que lleva a no perder de vista que el Derecho
moderno «resulta ser, precisamente por esa razón, un medio profundamente equívoco
de integración de la sociedad. Muy a menudo el derecho presta al poder ilegítimo una
apariencia de legitimidad». Para salir de esa situación no queda otro camino que fun-
dar las normas jurídicas en discursos conducentes a entendimientos y negociaciones
fair que den lugar a compromisos que aseguren la integración social y no sólo sistémica.
55
Fernando Vallespín, Introducción a Jürgen Habermas/John Rawls, debate sobre el liberalismo político, Edi-
torial Paidós, Barcelona, 1998, p. 31.
1.- Una sociedad donde los integrantes de ella gozan de autonomía privada y pública.
3- Imperan unos derechos que hacen posible la efectiva realización del principio
discursivo, y que en el pensamiento de Habermas se expresan a través de normas:
56
Jürgen Habermas, Ibíd. nota 8, p. 378.
57
Jürgen Habermas, Historia y crítica de la opinión pública, quinta edición, Editorial Gustavo Gili S.A, Barcelo-
na, 1997.
58
Jürgen Habermas, La reconstrucción del materialismo histórico, problemas de legitimación en el Estado
Moderno, Editorial Taurus, Madrid, 1981.
59
Jürgen Habermas, Teoría de la acción comunicativa, Editorial Taurus Madrid, 1988.
60
Jürgen Habermas, Facticidad y Validez, Sobre el derecho y el Estado democrático de derecho en términos de
teoría del discurso, cuarta edición, traducida por Manuel Jiménez Redondo, Editorial Trotta, Madrid, 1998.
61
Jürgen Habermas, La inclusión del otro, estudios de teoría política, Editorial Paidós, Barcelona, 1999.
Frente a una lectura optimista del papel que juega la opinión pública para el desa-
rrollo de un sistema democrático, es necesario recordar que desde hace un tiempo
hasta esta parte, y fundada tanto en razones teóricas como empíricas, se viene cuestio-
nando la capacidad que tendría la opinión pública para controlar la gestión de sus
gobiernos y, consecuentemente, las decisiones que son adoptadas por éste. En esta
línea se encuentra el análisis que describe las características de la «sociedad actual»
como un lugar donde predominaría un grado creciente de masificación y alienación de
las personas y que les incapacitaría para tomar decisiones que no vinieran ya manipu-
ladas. En este sentido, por ejemplo, en una lectura crítica de izquierdas, Horkheimer y
Adorno señalan que «los flujos de comunicación controlados a través de los medios de
comunicación de masas sustituyen a aquellas estructuras de la comunicación que anta-
ño habían posibilitado la discusión pública y la autocomprensión del público que for-
maban los ciudadanos y las personas privadas. Los medios electrónicos, que representan
una sustitución de lo escrito por la imagen y el sonido, es decir, primero el cine y la
radio y después la televisión, se presentan como un aparato que penetra y se adueña
por entero del lenguaje comunicativo cotidiano. Transmutan, por un lado, los contenidos
auténticos de la cultura moderna en estereotipos neutralizados y aseptizados, e ideológi-
camente eficaces, de una cultura de masas que se limitan a reduplicar lo existente»64.
62
Jürgen Habermas, Ibíd. nota 57, pp. 41-43.
63
Robert A. Dahl, La democracia y sus críticos, Editorial Paidós, Barcelona, 1993, p. 225.
64
Jürgen Habermas, Ibíd. nota 58, p. 551.
65
Jürgen Habermas, Ibíd. nota 57, pp. 189-192.
66
Jürgen Habermas, Ibíd. nota 58, pp. 560-561
67
Jürgen Habermas, Ibíd. nota 57, prefacio, pp. 21 a 22.
Con el fin de aclarar aún más esta idea, destaca que Bernan Manin ha elucidado
este aspecto cuando ha destacado que «es necesario modificar radicalmente la pers-
pectiva común tanto de las teorías liberales como al pensamiento democrático: la fuente
de la legitimidad no es la voluntad predeterminada de los individuos, sino más
bien el proceso de su formación, es decir, la deliberación misma... Una decisión
legítima no representa la voluntad de todos, pero es algo que resulta de la delibe-
ración de todos. Es el proceso por el que se forma la voluntad de cada uno lo que
confiere su legitimidad al resultado, en lugar de la suma de las voluntades ya formadas.
El principio deliberativo es tanto individualista como democrático... Debemos afirmar,
a riesgo de contradecir a toda una extensa tradición, que la ley legítima es el resultado
de la deliberación general, y no la expresión de la voluntad general. De este modo
se desplaza la carga de la prueba desde la moral de los ciudadanos hacia aquellos
procedimientos de la formación de la voluntad y la opinión democráticas que deben
fundamentar la presunción de que son posibles los resultados racionales»69.
68
Jürgen Habermas, Ibíd. nota 57, prefacio, p. 24.
69
Jürgen Habermas, Ibíd. nota 57, prefacio, p. 26.
Para formar parte de ella no se necesita estar dotado de unas capacidades o cono-
cimientos especializados, sino que ser capaz de participar de la práctica comunicativa
cotidiana. Mediante esta concepción se supera la noción de una razón tecnocrática que
aleja los problemas políticos fundamentales de la población. Así tales cuestiones no
quedan restringidas a una casta, sino que abierta al ciudadano común que puede opinar
y someter a discusión intersubjetiva sus visiones sobre lo que es adecuado, bueno y
justo para su sociedad.
70
Jürgen Habermas, Ibíd. nota 57, prefacio, p. 26.
71
Jürgen Habermas, Ibíd. nota 8, p. 440.
72
Jürgen Habermas, Ibíd. nota 8, p. 439.
73
73 Jürgen Habermas, Ibíd. nota 8, p. 459.
74 Jürgen Habermas, Ibíd. nota 8, p. 459.
74 Jürgen Habermas; ibíd nota 8, p. 460. «Naturalmente, los temas pueden también seguir otros cursos; de
Jürgen Habermas; ibid nota 8, p. 460. «Naturalmente, los temas pueden también seguir otros cursos; de la perife-
la periferia al centro hay también otras sendas, otros patrones de acceso con complejas ramificaciones y
ria al centro hay también otras sendas, otros patrones de acceso con complejas ramificaciones y modos de conexión
modos de conexión retroalimentativa. Pero por lo general puede constatarse que incluso en los espacios
retroalimentativa. Pero por lo general puede constatarse que incluso en los espacios públicos políticos más o menos
públicos políticos más o menos hipotecados por estructuras de poder las relaciones de fuerza se desplazan
hipotecados por estructuras de poder las relaciones de fuerza se desplazan en cuanto la percepción de problemas
en cuanto la percepción de problemas socialmente relevantes provoca en la periferia una conciencia de
socialmente relevantes provoca en la periferia una conciencia de crisis. Y cuando entonces actores de la sociedad
crisis. Y cuando entonces actores de la sociedad civil se encuentran y asocian, formulan el tema correspon-
civil se encuentran y asocian, formulan el tema correspondiente y lo propagan en el espacio público cobra eficacia
diente y lo propagan en el espacio público cobra eficacia una ley inscrita en la propia estructura interna de
una ley inscrita en la propia estructura interna de todo espacio público, que de otro modo permanecería latente, y
todo espacio público, que de otro modo permanecería latente, y que también se mantiene presente en la
que también se mantiene presente en la autocompresión normativa de los medios de comunicación de masas, a
autocompresión normativa de los medios de comunicación de masas, a saber, que quienes actúan en el
saber, que quienes actúan en el escenario deben la influencia que ejercen desde él al asentimiento del público
escenario deben la influencia que ejercen desde él al asentimiento del público que ocupa la galería.» (p.
que ocupa la galería.» (p. 463).
463).
De esta manera, una teoría que pone el acento en la deliberación libre e informada
de la opinión pública y que redescubre al derecho como mecanismo que puede facilitar
la integración, se da la mano con la concepción de la Democracia Deliberativa, que
intenta, a través de una opinión pública politizada, devolver el alma de la soberanía
popular al cuerpo de nuestras instituciones democráticas.
75
Jürgen Habermas, Ibíd. nota 8, p. 462.