Artic_Enseñar Gram en Secundaria
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Recibido: 01/12/18
Aceptado: 24/04/20
Índice
Creo que para empezar debo aclarar mi formación académica: soy filólogo
especializado en literatura, la manipulación artística del lenguaje. La creatividad y
la libertad del hecho literario llevan muchas veces a cuestionar los límites de la
gramática, cuando no directamente la agramaticalidad. A modo de ejemplo
recuerdo estos versos de Lorca, Neruda o Vallejo:
La primera pregunta que me planteé fue: ¿Para qué sirve la gramática? ¿Es útil?
Para mí, como profesional del tema, claro está que sí, pero ¿y para el alumnado?
Para empezar, he repasado cuáles son las competencias básicas en el ámbito
lingüístico en secundaria (las cinco dimensiones: competencia lectora, expresión
escrita, comunicación oral, literaria y, por último, la actitudinal y plurilingüe) y,
como puede observarse, no existe una llamada “competencia gramatical”, sino
que está subsumida dentro de las otras dimensiones y sobreentendida como
herramienta para ayudar a estructurar el pensamiento, generar ideas y organizarlas
por vía de la expresión escrita (especialmente, competencias 4, 5 y 6) y también,
según se puede deducir, mediante la comunicación oral. Más adelante se aclara
que existe un bloque transversal de conocimiento de la lengua que incluye:
pragmática, fonética y fonología, léxico y semántica, morfología y sintaxis y
lenguaje audiovisual. En definitiva, la competencia gramatical sería un eje
transversal de una materia instrumental, que permite la correcta adquisición,
elaboración, estructuración y expresión de otros conocimientos. Por lo tanto,
desde el punto de vista del diseño curricular de la enseñanza secundaria
podríamos decir que “no está” porque, en realidad, está en todas partes. De aquí se
deriva la complejidad del asunto: es una sustancia, como se dice metafóricamente
hoy en día, líquida, que lo impregna todo, omnipresente aunque, paradójicamente,
difusa.
Si echamos un vistazo a los libros de texto de secundaria, vemos que los
contenidos de la gramática se van repitiendo en una espiral casi infinita con
alguna ampliación, claro está, a lo largo de todos los cursos de ESO y
Bachillerato, con lo que queda claro que se consideran fundamentales, pero
también que no se sabe cómo secuenciarlos correctamente.
A menudo, mi experiencia (gramatical) en el aula me dice que los alumnos,
en general, no saben ver la utilidad de la gramática y, según cómo se enseñe,
resulta una materia árida (“esto es muy aburrido”), absurda (“esto para qué sirve”)
y reiterativa (“esto ya lo hicimos el curso pasado”, dicen, aunque no se acuerden
de nada). ¿Cuál es el acercamiento correcto? ¿Desde qué lugar puede el alumnado
captar la importancia y la utilidad de la gramática?
Enseñar gramática en secundaria REGROC 2020 139
Pero todo ello no resulta tan sencillo. Recuerdo cuando estudiaba en la facultad el
estructuralismo y nos explicaban las relaciones paradigmáticas y sintagmáticas.
Por ejemplo, nos decían: en la oración “El lápiz está roto”, el lugar que ocupa
“lápiz” es el del sustantivo y las palabras que, por sustitución, pueden aparecer en
el mismo espacio, pertenecen a la misma categoría gramatical. Así, podemos decir
que en ese eje paradigmático podrían aparecer términos como “bolígrafo”,
“coche”, “etc. Pero ¿qué ocurría cuando en ese lugar colocábamos otros
sustantivos como “niño”, “cielo”...? Entonces abandonábamos el aséptico nivel
formal/estructural para incluir matices semánticos y hablar de rasgos como
“animado/no animado”, “humano”, etc., o entrábamos de lleno en el reino mágico
de la literatura, donde todo es posible, y considerábamos usos metafóricos del
adjetivo “roto”. Como decía Paul Valéry, oscilamos entre el sonido y el sentido,
forma y contenido, significante y significado... y cuando se entrometen los
significados, efectivamente, con la lengua hemos topado.
Otra pareja bien avenida es la de forma y función: el binomio mágico de
muchos lingüistas (y también de los diseñadores) que ayuda a entender el
funcionamiento de la gramática: cada forma tiene su función, un cambio formal
implica una refuncionalización, una función nueva requiere una nueva forma, la
simbiosis perfecta… De esta manera puede cobrar más sentido y significatividad
la descripción de la lengua.
Aunque resulta mucho más atractivo recurrir al generativismo y decir con
Chomsky que todos tenemos un gramático dentro, más o menos escondido. La
gramática interna del hablante, respecto a su lengua materna, que se demuestra
Enseñar gramática en secundaria REGROC 2020 141
Para que el estudio de la gramática sea significativo para los jóvenes, debería
producirse esta íntima revelación, que se dieran cuenta de que en realidad están
sistematizando una serie de conocimientos que ya tienen, que ya "saben", y que de
esta manera pueden generalizarlos, perfeccionarlos y con un uso adecuado llegar a
una mejora en la capacidad de comprensión y expresión de las ideas, es decir,
avanzar y profundizar en el camino de la abstracción.
Vayamos a lo práctico. ¿Se puede enseñar gramática? Sí, claro está. Pero
¿de qué forma? A priori, existen dos métodos que pueden considerarse
antagónicos o complementarios: el tradicional o memorístico, basado en la clase
magistral, la repetición, la ejecución de baterías infinitas de ejercicios (en
principio, más pasivo), y otro más activo o lúdico, a veces contaminado por un
excesivo uso de las nuevas tecnologías, que es el que tratamos de perfilar. No hay
que demonizar a ninguno de ellos y claramente se pueden combinar ambos. En
algunos casos, funciona mejor un método y en otros momentos es mejor utilizar el
contrario.
Claramente, la metodología óptima depende del alumnado y este suele ser
muy heterogéneo, por lo cual a priori conviene ir combinando las diferentes
metodologías; todas son útiles y la alternancia, asimismo, evita la monotonía y
estimula las diversas habilidades y destrezas implicadas en el proceso de
aprendizaje.
En cuanto a la mnemotecnia, si los jóvenes se saben de memoria la
alineación de su equipo de fútbol favorito, una lista que parece interminable de
Pokémons o un galimatías de términos y características, personajes, materiales,
circunstancias y niveles de cualquier videojuego, ¿por qué no aprovechar esta
habilidad y aplicarla a otros campos de aprendizaje?
Un ejemplo: algunos alumnos llegan a la secundaria con la lista de
preposiciones aprendida de memoria (aunque, curiosamente ésta oscile entre 19 y
23 palabras, y, sorprendentemente, incluyendo a veces las arcaicas “cabe” y “so”,
tal como me la enseñaron a mí hace muchísimos años). Aunque este aprendizaje
memorístico puede resultar irrelevante e incluso algunos lo consideran
cuestionable, les supone una evidente ventaja (pues es algo de lo que no se han de
ocupar, causando así la envidia de sus compañeros de clase) cuando se trata del
142 REGROC 2020 Víctor Montolí
6. Conclusiones: un decálogo
"Y porque naturalmente soy poltrón y perezoso de andarme buscando autores que
digan lo que yo me sé decir sin ellos…".
PS: Este texto fue escrito en mayo de 2018. Desde entonces hasta el momento de
su publicación (prevista para otoño de 2020), han ocurrido muchos cambios (yo
mismo he cambiado de centro de trabajo), especialmente una conocidísima crisis
sanitaria con un posterior confinamiento que ha potenciado la enseñanza on line y
la utilización de recursos y plataformas digitales (moodle, classroom, multitud de
aplicaciones…). La reflexión sobre qué enseñar y cómo hacerlo se ha tenido que
adaptar a la nueva situación y, por lo tanto, estamos aún más obligados a repensar
nuestra práctica docente.