JStJ - Dirty Angels MC 08 - Down&Dirty - DeX

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Jeanne St.

James
DOWN & DIRTY: DEX
Dirty Angels MC 08
Sinopsis:
Bienvenidos a Shadow Valley, donde reina el Dirty Angels MC. Prepárate
para ensuciarte porque ésta es la historia de Dex...

Una extraña con un diario que contiene un secreto de hace treinta


años. Uno que podría destrozar una hermandad...

Nacido y criado en el DAMC, Dex nunca fue como el resto de sus


hermanos del club. Aunque ser motero era su destino, siempre le
faltaba algo. Nunca había podido descubrir qué era, ni por qué, hasta
que un día una mujer entra en el Shadow Valley Pawn. Una mujer sexy
y ruda que lo desafía a cada paso.

Cuando Brooke descubre la verdad sobre su madre después de su


muerte, va a Shadow Valley. Sin embargo, un simple viaje para
encontrar respuestas se convierte en algo que nunca esperó. No solo
eso, sino que la exitosa empresaria se cruza con un motero que pone a
prueba el control que tanto ama, tanto dentro como fuera del
dormitorio.
Inesperadamente, Brooke no solo activa un interruptor dentro de Dex
y le muestra su verdadero yo, sino que también aprende que está
bien renunciar a parte de la independencia a la que se aferra con tanta
fuerza.

Pero esos no son los únicos descubrimientos que hacen los dos. Un
secreto sacude al club hasta los cimientos al descubrir que un
miembro los ha estado destruyendo desde adentro hacia afuera.

Nota: Este libro se puede leer de forma independiente. Incluye muchas


escenas calientes, jerga de moteros, palabrotas, algo de violencia y, por
supuesto, un final feliz. Si te gustan los machos alfa a los que les gusta tomar
el control, este libro es para ti.
Advertencia:
Este libro contiene escenas sexualmente explícitas y lenguaje adulto y
puede ser considerado ofensivo para algunos lectores. Está a la venta
SOLAMENTE para adultos. Guarde sus archivos de manera
prudente, en un lugar donde los lectores menores de edad no puedan
acceder a ellos.

Descargo de Responsabilidad:
No intente ninguna práctica sexual nueva (BDSM o de otro tipo) sin
la guía de un practicante experimentado. El autor no será responsable
de ninguna pérdida, daño, lesión o muerte que resulte del uso de la
información contenida en este libro.
Árbol Familiar de Bear
Árbol Familiar de Doc
Capítulo 1

Dex tenía una jodida media erección. Hizo una mueca porque
necesitaba acomodársela, pero si su hermana lo pillaba haciéndolo, le
daría mierda. Miró por encima del hombro a través del gran ventanal
hacia la oficina de la casa de empeños donde Ivy estaba sentada
trabajando delante de una computadora.
Jodido infierno.
Después su cuello se giró una vez más para mirar fijamente a la mujer
que deambulaba por Shadow Valley Pawn fingiendo revisar los
artículos a la venta.
Ella estaba fingiendo y él quería saber por qué.
Era posible que solo estuviera intentando pasar el tiempo. Tal vez la
habían enviado allí esos cabrones del MC rival, los Shadow Warriors,
para que inspeccionara el lugar y pudieran causar estragos en el
futuro.
Hacía tiempo que no tenían noticias de esos nómadas forajidos, así
que ya era hora de que mostraran sus bastardas caras.
Pero sin importar por qué la mujer estaba allí, Dex no podía ignorar
el hecho de que era tan jodidamente sexy que ponía las pollas duras.
Caliente.
Alta, de piernas largas y con unas tetas que le hacían la boca agua.
Joder.
Ahora su media erección era una erección completa.
A la mierda. Se agachó y tiró de su polla para colocarla en una
posición más cómoda. Que le den a Ivy. Podía quejarse todo lo que
quisiera.
Si tenía suerte, ella no se habría dado cuenta.
Ahora que no estaba tan incómodo, se reclinó contra el mostrador
detrás de la vitrina de cristal y cruzó los brazos sobre el pecho
mientras continuaba controlando a la “cliente”.
Su cabello era como rubio rojizo. Estaba bastante seguro de que así lo
llamaban las chicas. No tan rojo como el de su hermana Ivy, ni tan
rubio claro como el de Emma, la vieja de Dawg. Un tono intermedio.
Podía imaginar a la mujer de rodillas delante de él, con su polla en la
boca, sus dedos fuertemente envueltos en sus cabellos, su cabeza
subiendo y bajando.
Joder, sí.
Su polla se contrajo y sus bolas se apretaron mientras se preguntaba
si los pelos de su coño combinaban con su cabello.
¡Por el amor de Dios, nunca había deseado tanto lamer un coño como
en este momento!
Necesitaba ver el color de sus ojos. Quería imaginar cómo se verían
cuando ella los levantara hacia él mientras eyaculaba en su boca.
Él gimió. Luego volvió a gemir cuando ella pasó los dedos sobre una
escultura de mármol que le recordaba a un consolador antiguo.
Sí, exacto.
Cuando ella rodeó la base de la escultura con sus dedos, un suave
gemido se le escapó antes de que pudiera detenerlo.
Mierda. Hoy iba sin bóxer y su polla estaba haciendo un desastre en
sus vaqueros. Se movió, luego se movió otra vez cuando la mezclilla
le raspó la punta sensible.
Podría tener que regresar al área de almacenamiento, encerrarse en
un armario y pajearse.
Volvió a mirar por encima del hombro para asegurarse de que Ivy
estuviera haciendo lo que fuera que estaba haciendo. Tenía la cabeza
agachada y estaba ocupada escribiendo en el teclado.
Su mirada se dirigió de nuevo a la mujer super sexy que ahora estaba
pasando el pulgar sobre la corona del...
¡Era una jodida escultura!
¿Por qué mierda Ace había aceptado ese empeño? Nadie en su sano
juicio pagaría mil dólares por una cosa de mármol que se parecía
demasiado a una polla.
Quizás esta mujer lo haría, ya que parecía fascinada con ella.
Se apartó del mostrador, se acomodó una vez más y caminó hacia
donde ella estaba acariciando...
—Hola—hizo una mueca de dolor cuando se le quebró la voz.
Carraspeó y bajó la voz una octava—. ¿Necesitas ayuda?
Ella levantó la vista mientras subía y bajaba el dedo por el suave
mármol veteado y lo inmovilizó en el lugar con...
Él no podía decir de qué color eran sus ojos. Eran azules, pero no de
un azul típico. Como un azul grisáceo, azul cielo, azul pizarra, lo que
fuera. No tenía ni puta idea, ya que parecían cambiar cuanto más la
miraba. Tal vez fuera por la falta de sangre en su cerebro.
—¿Qué son?— preguntó como si estuviera en trance.
—¿Qué? —preguntó ella suavemente.
—Tus ojos, ¿de qué color son?
Ella arqueó las cejas e inclinó la cabeza para estudiar su rostro.
—¿Le preguntas eso a todos tus clientes?
Sólo a los que me ponen dura la polla.
—Sí, es un requisito.
—¿Como una verificación de crédito?
—Algo así.
Sus labios se crisparon y se encogió de hombros.
—Son azules.
Bastante simple. Esos ojos azules se encontraron con los suyos y él se
imaginó bombeando su semen por su garganta.
Ella hizo un gesto con la cabeza hacia su polla, que ahora palpitaba.
—¿También siempre luces una erección cuando hablas con tus
clientes?
Dex sonrió, pero evitó bajar la mano para tocar lo que ella estaba
mirando.
—Depende del cliente.
—Sabes que eso es acoso sexual, ¿verdad?
Él frunció el ceño.
—¿Qué?
—Desnudarme con la mirada en el momento en que entré por la
puerta, mirar fijamente mis tetas, pararte tan cerca de mí con una
erección.
—Bueno, quizá no deberías masturbar una polla de mármol.
Su mirada se dirigió a la escultura y retiró la mano.
—¿Eso es lo que es?
—No lo sé. No me importa. Sólo sé que me gustaría estar en su lugar.
Ella chasqueó la lengua.
—Supongo que no escuchaste lo que acabo de decir.
—No —dijo él sonriendo—. Todavía no te he tocado. Cuando lo
haga, podrás advertirme de nuevo sobre mi mal comportamiento.
—O comportamiento inmoral.
Dex se encogió de hombros.
—Solo quería que supieras que me gusta lo que veo.
—Entonces, ¿la escultura de mármol te excita? —Sus ojos se
arrugaron en los rabillos.
—Me excita el hecho que la estés tocando.
—Sin filtro, ¿eh?
—¿Qué quieres decir?
—Dice lo que tienes en la cabeza—dijo ella, haciendo un gesto con
una mano.
—Sí, más o menos.
Ella se rio y sacudió la cabeza.
Maldita sea, esa risa no ayudaba con el pequeño problema en sus
vaqueros. Que le den con eso, su gran problema.
—¿Supongo que trabajas aquí?
—Sí —gruñó él.
Ella señaló con la barbilla su cut (NdelT: slang motero para chaleco).
—¿Ese es el uniforme que usan todos los empleados?
—Algunos de nosotros. —Al menos Ace y Dex llevaban los colores
del Dirty Angels MC. Ivy no llevaba el cut de su viejo. Y Ace tenía un
par de empleados a tiempo parcial que trabajaban en la casa de
empeños, pero no formaban parte de su club—. No es un uniforme.
Es un cut.
—Sé lo que es –respondió ella.
Dex frunció los labios y la recorrió con la mirada de pies a cabeza. A
la mierda el acoso sexual. ¿Los Warriors la habían enviado allí?
¿Esos cabrones siquiera conocerían a una mujer que se pareciera a
ella?
Llevaba unos vaqueros que se ajustaban a sus muslos y caderas, unas
botas marrones de tacón alto que le llegaban hasta las rodillas y una
camiseta ajustada de manga larga que... seh, resaltaba sus tetas. Tenía
un abrigo de cuero marrón sobre el brazo.
—No pareces una chica motera—murmuró.
—¿Cómo es una chica motera?
Buena jodida pregunta.
El timbre sonó, indicando que la puerta principal de la tienda se
había abierto y Ace entró. Los ojos de su tío se posaron
inmediatamente en ellos y Ace negó con la cabeza.
Al pasar, le lanzó una mirada mordaz a Dex. A Ace no le gustaba que
Dex coqueteara con las clientes. Le había advertido una y otra vez
que no se convirtiera en Pierce, el ex presidente del DAMC, que era
un completo imbécil y le gustaba aprovecharse de las mujeres...
acosándolas sexualmente.
Mierda.
Arrastró los pies, esperando que Ace no viera su erección, y volvió a
carraspear. Se suponía que debía ayudar a las clientes y hacer ventas,
no ahuyentarlas.
—Entonces... ¿quieres comprar esa... cosa? —Arqueó una ceja hacia la
escultura.
—¿Por mil dólares? Podría comprar un Rabbit1 más barato.
—¿Qué?
—Dije que no.
No fue eso lo que había dicho. No tenía idea de lo que era un Rabbit
(NdelT: conejo), aparte de los que saltaban. Pero tal vez debería
averiguarlo.
Más tarde. Cuando estuviera solo.
—Entonces, si no lo quieres, ¿por qué estás aquí? ¿Qué estás
buscando?
—A mi padre.

El tipo era guapo... más o menos. Una especie de motero rudo. Pero
no estaba mal. No tenía panza cervecera. Todavía. Y no tenía barba
larga. Todavía. A diferencia del hombre mayor que acababa de entrar
y caminar por la casa de empeños con vaqueros gastados, botas
pesadas de motero y un cut similar al de éste.
La mirada de Brooke se dirigió hacia el hombre que estaba detrás del
mostrador. ¿Podría ser él? ¿Su padre?
—¿Quién es tu padre?
Su atención se centró de nuevo en el hombre que tenía delante.
Tatuajes coloridos se extendían por sus antebrazos, desde donde la
camiseta térmica de manga larga estaba subida más allá de sus codos,
hasta las muñecas. Llevaba un pequeño aro dorado en una oreja y un
par de dedos estaban rodeados por unos anillos de latón de gran
tamaño. Una ancha banda de cuero rodeaba su muñeca izquierda.
Muy típico de un motero.
—Estoy tratando de averiguarlo.
Tenía buena dentadura y parecía limpio. Bueno, salvo por el chaleco
de cuero, cuyos parches estaban sucios. Pero tampoco era como si
pudiera tirar su cut a la lavadora. Un parche rectangular blanco sobre
su pecho derecho decía “Secretario”.
—Pero ¿por qué viniste aquí? Tienes que tener una razón.
Brooke se colocó detrás del motero para leer la parte de atrás del
chaleco. Extendió la mano y rozó con los dedos el top rocker (NdelT:
Es un parche con forma cóncava con el nombre del MC y va en la
parte superior trasera del chaleco).
—Por eso.
Él giró la cabeza.
—¿Qué?
—Por lo que dicen tus parches.
Él se dio la vuelta para mirarla.
—Habla jodidamente claro.
Ella se encogió de hombros.
—Está bien. Como dije, estoy buscando a mi padre.
Sus cejas oscuras se fruncieron.
—¿Y qué tiene eso que ver con el DAMC?
—Estoy bastante segura de que es miembro. O lo era. Al menos
cuando me concibieron. No estoy segura de si todavía lo es.
Brooke vio una expresión en su rostro, una mezcla de incredulidad y
sorpresa. Su mirada se posó en el parche con su nombre. Dex.
Se preguntó qué significaba el nombre. Seguramente todos los
moteros tenían un apodo.
—Dex.
—Sí—gruñó él, y se giró para gritarle al otro lado de la tienda al
motero mayor que estaba detrás del mostrador—. ¿Tienes otra hija de
la que no sabes nada, Ace?
Los ojos del motero mayor se abrieron ampliamente y luego se
entrecerraron cuando se posaron en Brooke.
—¿De qué carajo estás hablando? —gruñó este Ace mientras rodeaba
el largo mostrador de cristal y se dirigía hacia ellos.
—Una hija. ¿Como si hubieras dejado embarazada a una perra y no lo
supieras?
Brooke suspiró. Debería ofenderse por el hecho de que Dex llamara
perra a su madre. Mierda, debería ofenderse por la forma en que la
follaba con la mirada.
Ace se estaba tirando de su larga barba entrecana mientras se
acercaba y la observaba de arriba abajo, casi como si estuviera
tratando de ver si le resultaba familiar. Se parecía a su madre, al
menos antes de que el cáncer la convirtiera en nada más que un
cascarón.
La voz de Ace sonaba ronca y desgastada como su cut.
—¿Cuántos años tienes?
A algunas mujeres también les ofendería esa pregunta, pero ella
estaba allí por una razón específica, así que sería inteligente que le
respondiera.
—Treinta.
Ace resopló y se pasó una mano por la frente como si se estuviera
secando el sudor.
—No es mía. Janice me hizo castrar después de que Diesel saliera de
ella como una bola de demolición.
Brooke debería sentirse aliviada de que ese motero no fuera su padre,
pero no lo estaba. La decepción la invadió antes de que pudiera
deshacerse de ella, porque eso significaba que tenía que seguir
buscando.
—Además, no me he acostado con nadie más que con Janice desde
que Hawk fue concebido en la parte trasera de mi sled (NdelT: slang
motero para referirse a su moto). Supe en ese momento que era amor
verdadero. —Le dedicó una amplia sonrisa y luego se inclinó más
cerca como si estuviera a punto de contarle un secreto—. Sí. Un coño
apretado sobre una Harley. No hay nada mejor que eso.
Dex le dio un golpecito a Ace en el brazo.
—Es cierto, hermano. Tal vez una buena mamada quede en segundo
lugar. —Los ojos de Dex se posaron en sus labios.
Brooke inclinó la cabeza para ocultar que estaba poniendo los ojos en
blanco. Necesitaba mantenerlos centrados en el tema en cuestión.
—Lo siento. Solo sé que es un motero y que podría tener un negocio
en Shadow Valley. Pregunté por la ciudad y parece que hay varios
negocios propiedad de moteros, así que voy a detenerme en todos
ellos. Resulta que este es el primero de mi lista.
—Bueno, los únicos moteros que trabajan en esta tienda somos Dex y
yo. Y este chico puede que sea un tipo cachondo, pero dudo que haya
dejado embarazada a alguien cuando tenía dos años.
Brooke tuvo que contener la mueca.
—¿Sois parientes?
—Su tío. Y hermanos del club —dijo Ace, y luego inclinó la cabeza—.
¿Seguro que tu padre era un Angel?
—Estoy bastante segura.
—¿Cómo es que lo estás buscando ahora?
—Mi madre falleció hace un par de meses y, cuando estaba revisando
sus cosas, descubrí que mi padre no era realmente mi padre. O al
menos no era mi padre biológico.
Ace la miró durante un largo momento.
—¿Tienes un nombre?
Brooke negó con la cabeza.
—No. Solo encontré algunas cosas escondidas en el ático. Algunas
mencionaban tu MC y estaban fechadas aproximadamente en la
época en que yo nací.
—¿Crees que ella rondaba por el club hace treinta años? —le
preguntó Ace.
Brooke se encogió de hombros.
—No lo sé. No estoy segura de hasta qué punto estaba involucrada
con ese motero. Puede que fuera solo una aventura de una noche, ya
que estaba casada cuando se quedó embarazada de mí. Pasara lo que
pasara, ella nunca habló de ello, nunca me dijo la verdad. Siempre
supuse que mi padre era... mi padre. Su nombre incluso figuraba en
mi certificado de nacimiento.
Dex se movió a su lado.
—Entonces, ¿por qué crees que no es tu padre?
Ella lo miró por un momento.
—¿Además de las cosas que descubrí? Me parecía curioso que no me
pareciera a él. Nunca me parecí a mi hermano, ni a mi hermana
tampoco. Simplemente no encajaba. —Aunque se parecía a su madre,
no se parecía en nada a su padre, mientras que sus hermanos
menores sí. Brooke siempre había preguntado sobre eso, pero nunca
obtuvo una buena respuesta. Así que lo dejó pasar. Hasta que
comenzó a preguntarse de nuevo mientras limpiaba la casa de su
madre, y se encontró con algunas cosas que la hicieron cuestionar
quién era su verdadero padre.
—¿Le preguntaste a tu padre? —le preguntó Ace, con las manos en
las caderas.
Ella negó con la cabeza.
—No, él murió de un ataque al corazón cuando yo era adolescente.
—Maldita sea. Perdiste a tu madre y a tu padre. Lamento oír eso —
murmuró Ace—. Pero todavía no entiendo por qué crees que tu
padre biológico era un Angel. Solo unos pocos recuerdos, o lo que
sea, no indican nada. He sido miembro de este club desde siempre.
Mierda, nací en él. Mi padre fue un miembro fundador. Así que
conozco a todos los que han venido y se han ido y han usado
nuestros colores. Tenía que ser un hermano que tenga más o menos
mi edad o más. A menos que...
—¿A menos que qué?
Ace se encogió de hombros.
—A menos que fuera un simpatizante o un prospecto que no resultó
bien. No quedan muchos miembros de aquella época. Rocky y Doc
están en prisión. En cuanto al resto, a muchos de ellos los mataron
cuando la cosa empezó a ponerse fea y pesada con los Shadow
Warriors.
—Grizz—mencionó Dex.
—¿Quién es Grizz?—preguntó Brooke.
—Uno de los miembros más antiguos —respondió Dex—. Al menos
de los que no están en prisión—añadió rápidamente. Miró a Ace—.
¿Podría ser Grizz?
—Joder. Ni siquiera digas eso en voz alta. Mamá Bear tendría tus
pelotas clavadas en un asador y las estaría sirviendo en The Iron Horse
sin pensárselo dos veces.
—¿The Iron Horse es uno de los negocios del club? —preguntó Brooke.
No recordaba si ese negocio estaba en su lista. Si no lo estaba, tenía
que añadirlo.
—Sí —respondió Dex.
—¿Quién lo dirige?
Ace resopló.
—Mi hijo, Hawk. Definitivamente tampoco es tu padre.
—Si no es Grizz, ¿quién entonces? —preguntó Dex—. ¿Uno de los
miembros que los Warriors mataron?
Ace se tiró de la barba lentamente y frunció el ceño.
—Podría ser.
—¿Qué hay de Rocky?
—No lo sé, muchacho. Tiene edad suficiente para serlo. —Ace miró a
Brooke—. La pregunta es, si lo encuentras, ¿qué harás?
Esa era una muy buena pregunta. No había pensado tan a futuro.
Pensó que necesitaba averiguar quién era y si aún estaba vivo,
entonces... entonces dependiendo de quién fuera...
—Si no eres tú, ni tampoco Grizz, puede que sea Rocky.
—Podría ser cualquiera, Dex. Y ni siquiera tiene pruebas sólidas. Ni
siquiera un puto nombre.
—Tal vez pueda hablar con D. Tal vez su equipo pueda ayudarla.
Ace miró a Dex con el ceño fruncido.
—¿Por qué?
—Para ayudarla a averiguar quién es su padre. ¿Qué carajo, Ace?
—¿Por qué coño te importa, muchacho? ¿Por qué quieres traer más
drama a este maldito club? ¿No tenemos suficiente? Solo quieres
meterle la polla y piensas que te dará su pequeño coño agradecido si
la ayudas. No te entrometas. Por lo que sabemos, su padre podría ser
el mismo que el tuyo ya que ese holgazán se fue, dejando a tu maldita
madre con tres pequeños.
—Ace.
—No. —Ace levantó las manos—. No metas la polla en ella hasta que
sepas que no es tu hermana. ¡Por el amor de Dios! Eso es lo último
que necesitamos —se alejó refunfuñando.
—Umm —comenzó Brooke, sintiendo calor subiendo por su cuello.
—Sí —murmuró Dex. Se pasó los dedos por el pelo oscuro, que era
un poco más largo en los lados. No muy largo, pero tampoco muy
corto. Sus ojos castaños oscuros se posaron en ella—. Lo siento por
eso. También por la erección.
La mirada de Brooke se dirigió automáticamente hacia donde había
posado su mano, luego cerró los ojos y se maldijo por haber hecho
precisamente eso. Pero Ace tenía razón, podrían ser hermanos. Se
estremeció al recordar cómo Dex la había estado mirando antes.
Un nudillo le rozó la mejilla y abrió los ojos.
—Ace está equivocado. No eres mi hermana. Mi padre ya no era un
Angel cuando tu madre se quedó embarazada. Se subió a su sled, se
fue y nunca regresó.
—¿Está seguro?
—Sí, bebé. Porque eso apestaría.
—¿Por qué?
—Porque te voy a comprar una maldita cerveza.
No estaba segura de si se suponía que esa era una frase para ligar.
Porque si lo era, era horrible. Pero tenía que admitir que el hombre
tenía mucha confianza.
—Yo no bebo cerveza.
—Whisky entonces.
—Podríamos tomar un whisky juntos incluso si fuéramos parientes.
—Sí, pero no podríamos hacer el resto de las cosas que tengo
planeadas.
Sus cejas se alzaron. Tal vez lo que ella consideraba confianza en sí
mismo en realidad era arrogancia.
—¿Oh, sí?
—Oh, joder, sí —susurró, y se lamió los labios.
Bueno, ahora su confianza estaba al borde de lo espeluznante.
Necesitaba salir de allí lo antes posible.
—¡Dex! —gritó Ace desde el otro lado de la tienda—. Déjala en paz y
vuelve al trabajo. Tiene que irse.
En eso sí que ella estaba de acuerdo.
Los labios de Dex se torcieron en una mueca.
—Supongo que no eres de por aquí.
Brooke negó con la cabeza.
—¿Dónde te alojas?
—Yo… —¿Por qué demonios iba a responder a su pregunta?—. En
ninguna parte, todavía.
—¿Necesitas un lugar donde quedarte?
—¿Me estás ofreciendo uno?—preguntó con incredulidad.
—Tengo una habitación encima de la iglesia. La cama es demasiado
pequeña. Esperaba que tuvieras una habitación de motel o algo así.
O algo así.
—Iglesia—repitió ella. Sabía que no significaba lo que debería. Había
investigado un poco sobre los moteros antes de subirse al coche y
dirigirse a Shadow Valley, pero no recordaba qué significaba iglesia
en el lenguaje de los moteros.
—Sí. Iba a mudarme al apartamento de arriba, pero D es un testarudo
y cree que va a criar a su hijo allí. Jewelee está furiosa por eso.
Ella negó con la cabeza, sin saber de quién estaba hablando.
—No importa. Terminarás siendo parte del DAMC, tarde o temprano
los conocerás a todos. Este club es como una gran familia
disfuncional.
Su plan no era unirse al grupo de moteros. Su plan era encontrar a su
padre, hacerle algunas preguntas, ocuparse de sus asuntos y volver a
casa. No estaba allí para instalarse con un grupo de moteros como si
fueran una familia perdida desde hacía mucho tiempo.
—¿Qué tal si nos vemos en algún lado? —agregó ella rápidamente—.
Para tomar ese whisky. —Ciertamente no se reuniría con él para nada
más. Pero no le importaría reunirse y hacerle más preguntas, ya que
parecía dispuesto a ayudar. Tal vez tener la oportunidad de conocer a
más miembros del club. Intentar averiguar quién había sido
realmente su padre.
O es.
Y por qué debería importarle, ella tampoco había descubierto esa
parte todavía.
Había amado al padre que la había criado, fuera de su sangre o no.
Pero cuando rebuscó en esa caja de zapatos y encontró información
que la hizo preguntarse quién era ella en realidad, algo la atrajo.
Curiosidad.
Y tal vez él entendería el significado de algunas de las cosas que su
madre había escrito en el diario que había quedado enterrado bajo
algunos recortes de periódicos viejos. Tal vez podría aclararle algunos
de los garabatos crípticos.
Pero, fuera como fuera, no era como si necesitara una relación con su
padre biológico. Solo quería saber quién era. A los treinta años, no
necesitaba ningún tipo de “papi”.
Especialmente no del tipo que estaba frente a ella.
Queriendo comprarle un whisky.
Capítulo 2

Dex bebió de un trago el whisky que Linc había dejado frente a él


apenas unos segundos antes. Hizo una mueca hasta que se le pasó el
ardor y luego golpeó el vaso contra la barra. Linc lo miró con el ceño
fruncido porque The Iron Horse Roadhouse estaba lleno por ser viernes
por la noche. Tomó la botella de Jack Daniels y la dejó caer de golpe
frente a Dex.
—No estoy aquí para servirte—gruñó Linc—. Hazlo tú mismo.
—Voy a decirle a Hawk que estás tratando a sus clientes como una
mierda.
Linc le hizo una seña obscena con el dedo mientras se dirigía hacia la
concurrida barra.
—¿Desde cuándo eres cliente?
—Da igual, tío —gritó Dex y agarró la botella—. ¡Oye, necesito otro
vaso!
—¡Agárralo tú mismo, maldita sea! —gritó Linc desde el otro extremo
de la barra mientras servía una cerveza.
—Trabajo todo el maldito día, ni siquiera puedo relajarme y
conseguir que alguien me sirva por aquí—murmuró para sí mismo.
Se levantó del taburete y rodeó la barra. Encontró vasos de chupito
limpios y agarró uno. Cuando levantó la vista, la vio entrar por la
puerta principal del bar.
No fue el único que la vio. Un músculo comenzó a palpitar en su
mandíbula apretada cuando notó que casi todos los hombres en The
Iron Horse estiraban el cuello para verla atravesar el lugar.
Me cago en su puta madre.
Sí, era el puto diciembre y sí, las mujeres usaban vaqueros porque
hacía frío. Pero, joder, ¿cuántas podrían lucir así de calientes con solo
unos vaqueros ajustados que se pegaban a unas piernas largas que
parecían poder rodear su cintura dos veces? Y peor aún, esas botas de
tacón alto hacían que sus piernas parecieran aún más largas...
Joder. Joder. Joder.
Necesitaba conseguir su propio lugar y mudarse de la iglesia. Su
cuchitril de arriba no era un lugar para llevar a una mujer de ese
calibre. No, joder, no lo era.
Ella se acercó a la barra, se inclinó y él se olvidó por completo de sus
piernas. Ahora sus tetas estaban en su radar, ya que llevaba una
especie de escote en V profundo que mostraba su muy generoso
escote. Ésta no era la blusa que llevaba antes. Aunque aquella era
sexy, ésta era abrasadora. Todo ese escote estaba enmarcado por el
pequeño abrigo de cuero marrón que abrazaba sus curvas a la
perfección.
Pero fue su susurrante:
—Hola— lo que casi lo hizo caer de rodillas.
Abrió la boca para responder. Cuando no salió más que un chillido,
hizo una mueca. ¡Puta Madre!
Entonces ella se rio. Un sonido gutural que salió de lo más profundo
de ella y fue directo a su polla, haciendo que tuviera que agarrarse a
la barra para mantenerse en pie.
Sus ojos azul pizarra se posaron en la botella de Jack Daniels que
estaba sobre la barra.
—¿Vas a servirme un whisky? ¿O te quedarás ahí parado luciendo
como si te hubieras cagado en los pantalones?
Su columna se enderezó de golpe, agarró la botella, giró la tapa y le
sirvió un trago doble.
Después de deslizarlo frente a ella, él también volvió a llenarse el
vaso.
—Dex —dijo ella suavemente.
Maldita sea, recordaba su nombre.
Entonces recordó que su nombre estaba cosido en el frente de su cut.
Mierda.
—Dex —repitió ella.
¡Mierda ! Podía decir su nombre un millón de veces en ese tono.
Nunca se cansaría de oírlo.
—¡Dex! ¡idiota, sal de detrás de la barra! —le gritó Linc—. Hay
mucho trabajo y estás impidiendo que Jester y yo nos movamos.
—¿Qué carajo haces detrás de la barra, Dex? —Hawk se acercó a él y
le dio una fuerte palmada en el hombro—. No eres camarero. Vete.
—Linc es un cabrón maleducado—murmuró.
—Sí, pero hace las cosas bien y eso es bueno para que el dinero siga
fluyendo. Y necesito ese dinero porque tengo un hijo en camino.
Ahora mismo, tú ahí parado lo estás jodiendo. Así que, vete.
Dex rodeó la barra sin apartar la mirada de la mujer. ¡Entonces se dio
cuenta de que nunca había descubierto su nombre!
Pero él sabía cómo remediarlo.
—Hawk, ella es...—dijo mientras se acercaba a ella.
La mujer le tendió la mano a Hawk.
—Brooke.
La mirada de Hawk se posó en su mano extendida y luego volvió a
mirarla a la cara.
—¿Y entonces? —Su mirada se posó en Dex—. ¿Desde cuándo
empezaste a presentar a tu coño?
—Ella no es mi coño.
Todavía.
Los ojos oscuros de Hawk se entrecerraron.
—¿Qué es ella entonces?
—Está buscando a su padre.
—¿Sí? —La atención de Hawk volvió a Brooke.
—Sí —respondió ella suavemente.
—¿Lo perdiste?
—Nunca lo tuve para perderlo—afirmó ella.
Hawk la miró fijamente durante un largo momento. Dex se dio
cuenta de que su primo estaba tratando de averiguar si se parecía a
alguien conocido.
—¿Crees que está aquí en The Iron Horse?
—Ella cree que él es parte del DAMC —añadió Dex—. O lo era.
Hawk arqueó una ceja.
—¿Por qué?
—Por algo que encontré en el ático de mi madre.
Hawk alzó un hombro.
—Entonces pregúntale a tu madre.
—Está muerta.
—Joder —murmuró Hawk y se pasó una mano por el mohawk—.
Eso apesta. Entonces, ¿quién es tu padre?
—Esa es la pregunta del millón.
Hawk arqueó las cejas.
—¿No tienes un nombre?
—No.
—Bueno, buena suerte con esa mierda —respondió Hawk y se
desplazó por la barra.
—¿Ese es el hijo de Ace?—preguntó Brooke mientras veía a Hawk
hablar con Jester.
—Sí.
Ella tomó un sorbo de whisky.
—Y tú eres su...
—Primo.
—Primo—repitió ella lentamente, como si estuviera tratando de
construir un árbol genealógico en su cabeza—. ¿Todos en este MC
sois parientes?
—No. Doc y Bear fueron los miembros fundadores de nuestro club.
La mayoría de nosotros nacimos en el club, pero había dos troncos
distintos en el árbol. ¿Ahora? No tanto.
—¿Por qué?
—El árbol como que se está retorciendo un poco. —Bebió su trago
doble, siseó y se limpió la boca con el dorso de la mano.
—¿Como incesto?
Golpeó con fuerza el vaso contra la barra.
—¡No! ¡Joder, no! Como... mira, si te lo dijera, te confundirías. Pero
volviendo a tu pregunta, no, no todos somos parientes. Hay muchos
miembros que no tienen sangre de Doc o de Bear. —Levantó la
barbilla hacia Linc—. Linc, por ejemplo. Fue prospecto y después
consiguió su parche. Jester sigue siendo un prospecto y debería ser
parcheado pronto. Ninguno de los dos está relacionado con el resto
de nosotros.
—¿Cuántos miembros hay en este MC?
Dex se encogió de hombros y se sirvió otro trago doble.
—No los he contado últimamente. Suficientes para mantener gordas
las arcas del club.
—Con estos negocios que posee el MC.
—Sí.
—¿Estos negocios os mantienen a todos?
—Más o menos. Cada uno tiene que hacer su parte.
—¿O qué?
—O estás fuera.
—No pensé que fuera fácil dejar un MC.
—No lo es—suspiró. No iba a entrar en asuntos del club con ella. Ni
siquiera las mujeres del DAMC se enteraban de todo. No era para
oídos de mujeres—. Mira, hay un bar privado al otro lado de este
edificio. Vayamos allí donde podemos hablar más tranquilamente.
—Estamos hablando muy bien aquí.
Dex miró alrededor del bar.
—Hay demasiadas miradas sobre nosotros. —La verdad era que
había demasiadas miradas sobre Brooke. No estaba seguro de que eso
le gustara. No, estaba seguro, definitivamente no le gustaba.
—¿Y?
Dex apretó los dientes ante su terquedad.
—Quiero conocerte mejor, ya que podrías terminar siendo una
hermana del club.
—¿Hermana del club? ¿Miras a todas tus hermanas del club como me
miraste a mí en la casa de empeños o como me miraste cuando entré
en este bar?
Dex frunció el ceño.
—No, no. Soy pariente de algunas de ellas.
—Pero no de todas.
Maldita sea, a esta mujer no se le escapaba nada. Era inteligente.
—Creció con el resto. La misma mierda. —Agarró la botella de Jack
Daniels y señaló con la cabeza las puertas dobles que conducían a la
cocina que separaban al The Iron Horse de la iglesia—. Vamos.
—Deja el Jack aquí —gritó Linc—. Hay bastante allí.
Dex miró a Linc con el ceño fruncido.
—Maldito Linc. No sé qué se te ha metido en el culo. No te habría
votado si hubiera sabido que iba a ser un idiota.
—Tal vez esté teniendo un mal día—sugirió Brooke.
—Probablemente sólo necesite echar un polvo.
Brooke sonrió.
—A veces todos necesitamos eso.
La cabeza de Dex giró para mirar a la mujer que tenía delante.
Maldita sea.
—Sí. Algunos de nosotros más a menudo que otros.
Sin siquiera una reacción ante sus palabras, Brooke se alejó del bar.
—Está bien, vamos.
Dex dejó la botella en la barra y miró a Brooke en estado de shock.
Cerró la mandíbula que se le había abierto hasta casi tocar el suelo.
—¿Vamos? ¿A mi habitación?
Los ojos azul grisáceo de Brooke se abrieron de par en par.
—¡No! Al otro lado del edificio, como dijiste. Para hablar.
Ah, joder. Por un segundo, hizo que le hirviera la sangre.
—Sí, claro. Eso es lo que quería decir.
—Lidera el camino.
Oh, no, no. Ella necesitaba liderar el camino para que él pudiera
apreciar todo sobre ella. Pero... maldita sea, no tenía idea de a dónde
iba. Él suspiró y le tendió la mano.
Ella lo miró fijamente.
—¿Qué es eso?
—Mi maldita mano.
—¿Para qué la quiero?
—Para que no te pierdas.
Ella frunció el ceño.
—¿Necesito tomar tu mano para no perderme? ¿Está lejos? ¿Está a
través de un laberinto? Quiero decir, ¿crees que podría perderme
para siempre mientras caminamos a través de un edificio?
Los labios de Dex se apretaron con fastidio mientras sacudía la mano.
—Solo tómala.
Ella negó con la cabeza.
—No funciona así.
Él frunció el ceño.
—¿Qué no funciona así?
—Tú diciéndome qué hacer y yo haciéndolo.
Dex escuchó un fuerte resoplido y notó que Hawk estaba apoyado
contra la barra, con los brazos cruzados sobre el pecho mientras los
observaba.
—Esto va a ser bueno.
—Joder—murmuró Dex en voz baja y dejó caer la mano—. Como sea.
Vamos, carajo. —Se dio la vuelta y se dirigió a la cocina, esperando
que ella estuviera justo detrás de él. Se negaba a darse la vuelta y
comprobarlo.
Aunque quería.
Empujó las puertas dobles y sostuvo una abierta para ella. Y sí, ella lo
había seguido. Contuvo la sonrisa cuando ella pasó. Luchó contra el
impulso de inclinarse y oler su cabello. Tenía la sensación de que
podría terminar luciendo un ojo morado si lo hacía.
Y todo el bar la vería darle un puñetazo, algo que él jamás olvidaría.
Soltó la puerta batiente y le puso una mano en la espalda para guiarla
a través de la cocina. Sorprendentemente, ella no protestó. Cuando
llegaron a las puertas batientes que conducen a la iglesia, él le abrió la
puerta nuevamente.
Esta vez, cuando pasó por allí, se detuvo y giró la cabeza para mirarlo
a los ojos.
—Así es como un hombre debe tratar a una mujer. No debe ser
exigente ni grosero desnudándola con la mirada. —Dicho esto, entró
en la iglesia.
Sus ojos se posaron en su culo. Joder . Esas nalgas en esos vaqueros...
Ella miró por encima del hombro y él rápidamente levantó la mirada,
fingiendo que no estaba apreciando su culo.
Pero era difícil no apreciarlo.
Mierda, y ahora estaba duro.
Se detuvo a unos pasos en la parte del club del edificio y Dex se dio
cuenta de por qué. El lugar no estaba tan concurrido como The Iron
Horse, pero había demasiada gente pasando el rato, bebiendo y
jugando al billar para su gusto.
Necesitaban ir a un lugar más privado. Dudaba que ella estuviera de
acuerdo.
Ella arrugó la nariz.
—¿Ésta es tu supuesta iglesia?
¡Me cago en su puta madre!, actuaba como si hubiera entrado en un
fumadero de metanfetamina o algo así.
—Sí. —La empujó y se colocó detrás del bar privado del club.
Levantó la barbilla hacia Grizz, que estaba sentado en un extremo, en
su lugar habitual, bebiendo su cerveza.
Dex agarró una botella de Jack del estante detrás de la barra y
encontró dos vasos limpios.
—¿Te importaría traerme un vaso más grande con un poco de Coca-
Cola? Normalmente no bebo whisky solo.
Dex la miró fijamente por un momento. Luego, su mirada recorrió el
área común de la iglesia y se dio cuenta, una vez más, de que sus ojos
no eran los únicos que observaban a Brooke.
Él realmente necesitaba su propio lugar.
Diesel y Jewel tenían que mudarse del apartamento que estaba sobre
la casa de empeños y buscar un lugar más grande antes de que Jewel
diera a luz al hijo de D. Lo cual probablemente iba a suceder pronto.
Un apartamento de una habitación y un baño no era ideal para criar
una familia.
Pero él realmente pensaba que D todavía estaba en estado de
negación cuando se trataba del hecho de que realmente iba a ser
padre. Con un hijo de verdad. Uno que usaría pañales, lloraría y esas
cosas. Sin embargo, si se mudaban del apartamento y compraban una
casa, la realidad lo iba a golpear como un ladrillazo en la cabeza.
Como lo había hecho ese palo meado positivo.
Dex sonrió al recordar cómo D se había desmayado al enterarse de
que Jewelee estaba embarazada. Su primo grande y rudo se había
desplomado con fuerza contra el suelo.
A diferencia de Hawk, que estaba feliz cuando su vieja quedó
embarazada.
A Dex le parecía bien dejar que sus hermanos del club siguieran
teniendo hijos, porque él mismo no estaba preparado para eso en un
futuro próximo.
Aunque, si la mujer que tenía delante en este momento se pusiera de
rodillas y le suplicara por su bebé, tal vez estaría dispuesto a
intentarlo.
Maldita sea, esta mujer estaba confundiendo su mente.
Sirvió un poco de Jack en el fondo de un vaso alto y lo remató con la
pistola de soda mientras Brooke se acomodaba en un taburete en la
barra, mirando alrededor del área común.
—¿Tu casa club siempre está tan concurrida?
—No, depende de la noche, de si hay fiesta o no.
—¿Hay una fiesta?
—No. Si el tiempo acompaña, saldremos a una carrera el domingo.
Después, asaremos un cerdo.
Ella frunció el ceño.
—¿Una carrera?
—Un paseo en grupo—aclaró. Esperaba que el clima templado de
principios de diciembre se mantuviera, porque lo más probable era
que fuera el último del año. Una vez que llegaba el invierno, no
muchos hermanos montaban sus sled. Y ciertamente no iban a dar
largos paseos.
—Ah, en vuestras Harley.
—Sí, en nuestros sled.
—Correcto. Sled. —Aceptó el vaso de Jack y Coca-Cola y bebió un
sorbo—. ¿Estarán todos allí?
—Probablemente la mayoría de nosotros. —Cualquiera que no le
tuviera miedo al frío.
—¿Cómo se consigue que alguien te invite a una carrera?
—¿Por qué? —Sus ojos se entrecerraron por su pregunta, pero luego
bajó la mirada cuando su escote rebotó mientras se encogía de
hombros.
—Sólo curiosidad.
—Quieres ver a todos.
Ella carraspeó y volvió a llamar la atención de él hacia su rostro,
enmarcado por su pelo rubio rojizo y esos ojos de un azul grisáceo.
—Sí, tal vez. Podría ser una buena manera de averiguar si mi padre
todavía está en tu club.
—¿Por qué decidiste conocerlo?
—¿No sentirías curiosidad si descubrieras que tu padre no es
realmente tu padre?
—En realidad estaría jodidamente feliz si él no lo fuera.
—¿Por qué?
—El cabrón se fue y dejó a mi madre con tres niños pequeños y sin
dinero. Vació su cuenta, se subió a su sled y nunca más lo volvimos a
ver.
Sus ojos se abrieron de par en par con asombro.
—¿En serio?
—Sí —suspiró.
—¿Nunca volviste a hablar con tu padre?
—Nunca hablé con él. Era demasiado joven para tener una maldita
conversación con él antes de que se fuera.
—Así que estás en el mismo barco que yo.
—No, no. Sé su nombre. No estoy buscando su culo inútil.
—Como si no hubiera en este club miembros que no son padres
inútiles.
Dex echó la cabeza hacia atrás.
—No, no. El DAMC es una familia. La familia es muy importante.
Con sangre o sin ella. ¿Entiendes?
—Pero tu padre…
—Se fue—la interrumpió Dex.
—Está bien, pero…
—Se fue, carajo. No hay más que decir. No hay nada más espeso que
la sangre DAMC. Nada.
—Entonces, si mi padre todavía está en este club y sabía de mí...
—No lo creo.
—¿Está seguro?
—La mayoría de nosotros no tenemos la edad suficiente para ser tu
padre. Ya tuvimos esta discusión. Grizz y Ace no lo son. Doc y Rocky
han estado en prisión más tiempo del que tú llevas viva. El único que
queda que...
No, de ninguna maldita manera.
—El único que queda que... ¿qué?
Ni siquiera iba a decirlo en voz alta, porque no podía ser él.
—Nada. Creo que tu padre se fue hace mucho tiempo. Eso es todo. O
estás equivocada y tu padre de sangre no es un Angel.
—No creo estar equivocada.
—¿Cómo lo sabes con seguridad?
—Por lo que encontré entre unos recortes de periódicos viejos que
tenían que ver con tu club.
—¿Qué fue?
Dudó un momento. Luego, tras otro largo sorbo de su bebida, dijo:
—Su diario.
—¿Sí? ¿Y no mencionaba ningún nombre?
Ella negó con la cabeza y su largo cabello rozó la piel de sus
clavículas expuestas. Una piel en la que él quería hundir los dientes
mientras la clavaba a un colchón.
—No. No tengo un nombre. Creo que había una razón para ello.
—¿Por qué?
Ella tomó otro sorbo de su Jack con Coca-Cola, evitando su mirada.
—No estoy lista para discutir los detalles del diario de mi madre.
—Pero quieres información de mí—afirmó Dex frunciendo el ceño.
—Sí. Y también de algunos de tus otros “hermanos” del club —
admitió ella.
Correcto.
—No funciona así.
Ella dejó su vaso en la barra.
—¿Por qué no?
—Porque no le contamos mierdas a cualquiera que nos las pide.
—No soy cualquiera.
—Eso dices tú. No lo sé con seguridad.
Se dio la vuelta ligeramente en su taburete y observó la sala común
una vez más.
—Tal vez solo necesite pasar un rato con tu club y conocer mejor a
algunos de vosotros. Parece que a ninguno le molesta que haya
mujeres por aquí.
Dex miró de reojo a los culos dulces que colgaban de Crash y Rig
mientras jugaban al billar. Sus ojos se deslizaron hacia Tequila, que
frotaba su entrepierna contra Rooster mientras bailaban al ritmo de
una música que sonaba por los altavoces del The Iron Horse. Ella
estaba haciendo algo que no debía, como siempre y Rooster lo sabía.
Los prospectos no podían follar con los culos dulces porque estaban
prohibidas.
Pero ahora mismo, a él no le importaba un carajo porque no tocaría a
Tequila ni con una polla de tres metros. Tenía la sensación de que ella
se lo hacía a cualquiera en el club, prospectos y simpatizantes por
igual. Si Hawk, Z o Diesel la atrapaban, su culo estaría afuera.
—No eres una de esas —murmuró, y se bebió el whisky de un trago.
—¿Qué significa eso?
—Que tú no eres una de esas —aclaró.
—¿Una de qué?
Levantó la barbilla hacia las mesas de billar.
—De esas.
—¿Esas mujeres?
—Sí.
—¿Por qué?
—Simplemente no lo eres.
—¿Son culos dulces?
Mantuvo su expresión en blanco, pero le sorprendió que ella
conociera el término.
—¿Cómo sabes de ellas?
—Lo leí en Internet. ¿Es cierto? ¿Se limitan a quedarse por ahí y follar
a cualquiera de los miembros de tu club que lo desee?
—Sí.
—¿Follas con alguna de ellas?
Dex miró a Destiny y a Roxy. Hizo una mueca. Sí, las había follado.
De hecho, una noche las había follado a ambas al mismo tiempo.
—No.
—Eres un mentiroso—susurró ella, sacudiendo la cabeza con
incredulidad.
Claro que sí, porque no era un estúpido. Deseaba a la mujer que
estaba sentada en la barra, no a las que se colgaban de Crash y Rig.
Sería un tonto si admitiera que se había acostado con esos culos
dulces cuando estaban de pie no muy lejos de ellos. Justo delante de
la vista de Brooke. Así que, joder, no iba a admitir ninguna mierda.
De todos modos, todo eso ya era cosa del pasado. Su futuro estaba
justo frente a él. O al menos su “futuro próximo”, lo que significaba
tal vez esa noche y las próximas. Si tenía suerte.
¿Más allá de eso? ¡Ni hablar! No buscaba nada permanente. Y dudaba
que Brooke quisiera convertirse en la vieja de alguien. O incluso en la
pieza habitual de un motero.
Pero en ese momento, estaba disparando alto y esperando dar en el
blanco.
—Entonces, ¿puedo ir a ese paseo del domingo?
—Las únicas pe… mujeres que vienen con nosotros tienen que
ganarse un lugar.
Hizo una pausa con el vaso a medio camino de los labios.
—¿Qué tengo que hacer para ganarme un lugar?
—Más bien con quién.
Ella dejó el vaso en la barra sin beber.
—¿Quieres que me acueste contigo para poder ir a dar un paseo en
moto? Estás loco.
—Como dije, ese lugar hay que ganárselo. Tienes que ser una pieza
habitual o una vieja. Hay solo tres formas de llegar allí.
—No creo que lo desee tanto.
Dex se encogió de hombros y se sirvió otro trago doble. Se lo bebió de
un trago y golpeó el vaso contra la barra.
—Como quieras, pero todos estarán allí.
—Dijiste que hay tres maneras de llegar pero sólo mencionaste dos.
Sí. La tercera era una invitación. Normalmente, invitar a una perra a
que se suba a tu sled estaba mal visto. Los paseos no eran para las
perras. Eran para los hermanos. Cualquier mujer que no fuera una
pieza habitual o una vieja podía esperar en la iglesia, o donde
quisiera sentarse, hasta que el paseo terminara y comenzara el asado
de cerdo.
—Sí.
—¿Me vas a decir la última manera?
—No.
Ella se encogió de hombros.
—Entonces iré al asado de cerdo después.
—Tienes que ser invitada.
—Ya tengo mi invitación.
Él enarcó una ceja.
—¿Cómo es eso?
—Me invitaste.
Dex negó con la cabeza.
—¡Una mierda te invité!
—Lo escuché.
—Necesitas que te limpien los oídos.
—Tú me invitaste y yo acepté.
Maldita sea, esta mujer.
—Ahora estás mintiendo.
Ella le dedicó una gran sonrisa e inclinó la cabeza hacia la mesa de
billar donde estaban Destiny y Roxy.
—Igual que tú lo hiciste con respecto a no follar con esas mujeres.
Se encogió de hombros.
—Sólo son un coño.
De repente, el rostro de Brooke cambió de amistoso y bromista a muy
serio. Se bajó del taburete y agarró su bolso, que estaba junto a su
bebida.
—Y tú sólo eres un idiota.
Dex parpadeó. Entonces sintió que sus pies estaban en arenas
movedizas mientras ella atravesaba las puertas dobles de la cocina
abriéndolas bruscamente con las palmas de las manos.
—Mierda—murmuró, y finalmente descubrió que podía moverse.
Corrió tras ella y la alcanzó cuando estaba atravesando el segundo
juego de puertas batientes que daban al The Iron Horse.
No se molestó en comprobar si alguien los estaba observando o si
tenían público. O si parecía un completo idiota. La agarró de la
muñeca y la arrastró hacia la entrada principal del bar.
Ella sacudió el brazo, pero él no la soltó.
—Suéltame.
—No.
—No necesito que me acompañes a la salida.
—No te voy a acompañar a la salida.
Ella volvió a sacudir la muñeca, pero él simplemente la apretó con
más fuerza.
—Entonces, ¿qué mierda estás haciendo?
La sacó a rastras, a la noche oscura y fría, cerró la puerta de golpe y
luego dudó.
—¿Cuál es tu coche?
—Suéltame.
—Contéstame, carajo. ¿Cuál es tu maldito coche?
—Si me sueltas, te lo mostraré—dijo y sacudió el brazo una vez más.
Él le soltó la muñeca y levantó las palmas de las manos.
—Muéstrame.
Ella atravesó apresuradamente el oscuro aparcamiento. Como estaba
lleno, había tenido que aparcar en el borde, junto a una hilera de
arbustos. Ella buscaba en su bolso al mismo tiempo que daba largas
zancadas con sus piernas kilométricas.
Pero él no tenía ningún problema para seguirle el ritmo. Era alta, pero
él era más alto que ella. Pesaba más. Y era un jodido hombre, maldita
sea.
Se detuvo frente a un BMW de cuatro puertas y presionó el mando a
distancia. Estaba demasiado oscuro para distinguir el color, pero las
luces parpadearon cuando el coche se desbloqueó. Él le arrebató el
dispositivo de la mano antes de que pudiera llegar al lado del
conductor.
—¡Ey!
Volvió a pulsar el botón de desbloqueo y oyó que se abrían las
cerraduras del resto de las puertas. Abrió la puerta trasera
bruscamente y soltó:
—Entra.
Incluso en la oscuridad, pudo ver como ella abría los ojos.
—¿Qué? No.
—Entra, joder.
—Tienes la idea errónea de que puedes darme una orden y te
obedeceré.
—Seh.
Levantó la cabeza de golpe mientras lo miraba fijamente.
—¿Seh? —Él la observó mientras ella respiraba profundamente y
enderezaba la columna. Ella señaló la parte trasera del coche—. Sube
al jodido coche.
¿Qué? ¿Le estaba dando órdenes?
—¿Quieres jugar a este juego? ¿A ver quién es más dominante ? Puedo
jugarlo. —Se inclinó hacia él. Tan cerca que pudo sentir su cálido
aliento sobre sus labios—. Me como esa mierda para desayunar.
Ahora... Sube. Al. Jodido. Coche.
El corazón de Dex latía con fuerza en su pecho. ¿Qué mierda estaba
pasando? Debería estar preocupado de que esta mujer estuviera loca
y pudiera apuñalarlo. Tal vez ella iba a hacer precisamente eso.
Subirlo a la parte trasera del coche, arrancarle el corazón con sus
manos y alejarse para arrojar su cuerpo en algún campo lejano.
Ella cruzó los brazos sobre el pecho y golpeó el suelo con su bota.
Joder. Su polla estaba dura como una piedra al pensar en ella
dominándolo. Haciéndolo someterse.
—¿Vas a follarme?
—Sube. Al. Jodido. Asiento. Trasero.
Ella no dijo que no. Joder, sí.
La contundencia en el tono de su voz, la mirada dura en sus ojos por
lo que podía ver en la escasa luz...
Toda esa mierda lo puso muy cachondo.
Se quitó el cut, ya que no podía usarlo en la jaula a la que estaba a
punto de subir. Se inclinó y lo colocó con cuidado sobre el respaldo
del asiento del conductor.
Luego subió, preguntándose si estaba cometiendo un gran error.
Pero, mierda, podría estar consiguiendo sexo. Y necesitaba correrse.
Pronto. Entonces, si iba a morir, iba a morir como un cabrón agotado
y satisfecho.
O al menos eso esperaba.
Se deslizó hasta el centro del asiento trasero, dejándole espacio para
seguirlo. Y, que le den, si ella no lo hizo.
Ella arrojó su chaqueta al asiento delantero, subió detrás de él, cerró
la puerta de golpe y extendió la mano.
—Mando a distancia.
Él lo dejó caer en la palma abierta de ella y ella presionó un botón que
puso en marcha el coche y empezó a soplar aire caliente.
Buena idea, ya casi era invierno y no quería que se le encogiera la
polla.
Luego presionó otro botón y todas las cerraduras hicieron clic,
trabándose.
Otra buena idea.
Entonces ella estaba sobre él, a horcajadas sobre sus muslos, tomando
su boca.
Él gimió cuando su lengua se abrió paso dentro de su boca, tomando
el control.
Joder, sí, fue todo lo que pudo pensar.
Él le agarró el culo y lo apretó mientras ella subía y bajaba sobre su
regazo, ambos todavía completamente vestidos.
Entonces ella le mordió el labio inferior con tanta fuerza que él gruñó
y sintió el sabor de la sangre.
—Mío.
¿Qué? ¿Qué carajo acaba de decir?
—Bájate los pantalones. Date prisa. —Se sacó la blusa por la cabeza y
la arrojó al asiento delantero. Luego se alejó de él, se bajó la
cremallera y se quitó las botas, se deslizó los vaqueros ajustados por
los muslos y las pantorrillas hasta los talones—. ¡No te estás
moviendo! —le gritó ella.
Él se puso en acción de golpe, la sangre corrió por su cuerpo y
aterrizó en su polla. Levantó las caderas del asiento, se desabrochó
los vaqueros y se los bajó lo más que pudo, pero solo fue hasta las
rodillas dobladas.
—¿Tienes tatuajes en el pecho?
—Sí.
—Quítate la camiseta. Quiero verlos.
¡Esta mujer estaba loca! Y al quitarse la camiseta, iba a ver algo que la
mayoría de sus hermanos no sabían que tenía.
Pero a la mierda. Iba a divertirse con esta mujer tan sexy. Y no le
importaba una mierda lo que ella viera.
Se sacó la camiseta térmica de manga larga por la cabeza y la arrojó.
Entonces él sonrió cuando ella bajó la mirada. Ella no estaba mirando
su polla. Por más magnífica que fuera en verdad. Joder, no, no la
estaba mirando.
Ella se sentó a horcajadas sobre sus muslos nuevamente, con su coño
caliente y resbaladizo rozando su polla palpitando.
—No me esperaba esto —susurró ella, con una voz tan entrecortada
que casi se corrió.
Intentó que no se le quebrara la voz cuando le preguntó:
—¿No te gusta?
—Me encanta—susurró ella.
Él sonrió. Luego echó la cabeza hacia atrás, contra el asiento, mientras
ella tiraba con fuerza de los dos anillos de sus pezones. Todo el
oxígeno dejó sus pulmones con un “Aaah, joder”.
Luego bajó la cabeza y chupó uno de sus pezones con la boca,
mientras su lengua rozaba el anillo.
Él empujó contra su coño mojado. Ella agarró su otro anillo y lo giró,
haciendo que arqueara la espalda.
—Joder, sí, nena—gruñó.
Su lengua siguió tirando y acariciando un pezón perforado, sus
dedos retorciendo el otro con más fuerza, casi hasta el punto de
causarle dolor.
Pero él no iba a decirle que parara. Joder, no.
Sus dedos se clavaron en su culo mientras ella se frotaba contra él, su
polla deslizándose hacia adelante y hacia atrás a través de sus
pliegues húmedos.
Mierda, necesitaba correrse. Pero no sobre sí mismo.
—Móntame—gimió él.
Ella dejó de hacer todo lo que estaba haciendo y se echó hacia atrás.
—No me digas qué hacer.
Mierda, esta mujer estaba loca. Pero a él le encantaba.
Tenía un hilo de líquido preseminal pegado al estómago y las pelotas
tan apretadas que estaba a punto de estallar. Así que, si no hacía algo
pronto, perdería la oportunidad de follar con él.
Pero tal vez ella no quería follar con él.
Mierda.
No. ¿Le haría eso? ¿Dejaría que se corriera sobre sí mismo y se
marcharía?
Sería un castigo cruel e inusual, ¿verdad? ¡Claro que sí!
Se quedó inmóvil cuando ella se agachó y lo sostuvo en el lugar, su
polla palpitaba en su mano mientras ella se levantaba y...
—Sin envoltorio —gruñó él en una protesta a medias.
...se dejaba caer sobre él.
Capítulo 3

Brooke cerró los ojos mientras él la llenaba. Pero sólo por un


segundo. Sólo se permitió un segundo para apreciar esa plenitud.
Luego comenzó a montarlo con fuerza.
Necesitaba sacar todos los demonios de dentro de ella. Frustración.
Rabia. Dolor.
¡Y qué descaro el de este hombre al intentar decirle qué hacer!
Al diablo con eso.
Nadie le decía qué hacer. Nunca.
Su madre siempre le había dicho a ella y a su hermana que nunca
permitieran que un hombre tomara la delantera, que nunca
mostraran debilidad. Que siempre actuaran como si tuvieran el
control, incluso cuando sintieran que no era así.
Ella había tomado ese consejo muy en serio. Tal vez incluso lo había
llevado más allá de lo que su madre pretendía. Nunca había dejado
que un hombre la dominara. Ni una sola vez. Siempre había tenido el
control de su destino. Y había tenido éxito por ello.
Pero ahora las manos de Dex estaban de nuevo sobre su culo,
ayudándola a levantarse y caer sobre su dura longitud. Ella no quería
eso. No necesitaba su ayuda. No en este caso.
Le agarró las muñecas con fuerza y le arrancó las manos,
inmovilizándolas contra el respaldo del asiento de cuero. Apretó los
dedos alrededor de sus muñecas, una con el ancho brazalete de cuero
negro, la otra solo su piel desnuda. Sus tatuajes terminaban en sus
muñecas como una manga. Le recorrían los brazos y el pecho, tal
como él había dicho. Su mirada se posó en los anillos de sus pezones.
Ella no tenía idea de que a los moteros les gustaba eso.
Quizás no le gustaba. Quizás sólo a éste.
Dex.
Ella todavía no tenía idea de qué significaba ese apodo.
Normalmente, sería la abreviatura de Dexter. Pero ¿qué motero se
llamaba Dexter?
Especialmente uno con un montón de tatuajes y piercings en los
pezones. Era una rareza.
Incluso con la escasa luz, podía notar que su labio inferior se estaba
hinchando por la mordida. No pudo evitarlo. Necesitaba recordarle
que él no era su jefe.
Ni ahora ni nunca.
Así era como a ella le gustaba. Estar encima. Controlarlo todo
durante el sexo. Controlarlo todo siempre. Punto.
A la mayoría de los hombres no les gustaba. Había asustado a
muchos.
A veces encontraba a alguien que lo toleraba por un tiempo, hasta
que ella los intimidaba con su fuerte personalidad y sus exigencias,
tanto dentro como fuera de la cama.
Se habían quejado de que ella intentaba quitarles su “hombría”.
No, eso no era lo que ella estaba tratando de hacer.
Pero éste no se quejaba. Le permitía que lo inmovilizara contra el
asiento con ambas manos y con su coño. No se había quejado de que
lo mordiera y le hiciera sangrar.
Cuanto más fuerte había chupado los anillos de sus pezones, los
había retorcido y jugado con ellos, más reaccionó su cuerpo.
A él le gustaba esta mierda.
Le encantaba.
No le tenía miedo.
No se sentía intimidado por ella.
Todavía.
Si él pudiera tomar todo lo que ella le daba y pedir más, entonces...
Ella detuvo la dirección de sus pensamientos.
Entonces, nada.
Estaba en Shadow Valley por una razón. Y no era para montar la
polla de un motero. Puede que fuera un beneficio adicional, pero eso
era todo.
Nada más.
Ella lo había conocido apenas unas horas antes. Ni siquiera sabía su
apellido. Ni su verdadero nombre. Y allí estaba ella, en la parte
trasera de su BMW, follándolo.
Pero esto solo duraría unos minutos, luego ella terminaría con él.
Seguiría su camino. Acabaría su búsqueda para encontrar a quien
carajo fuera su verdadero padre.
Para saciar esa apremiante curiosidad.
Para descubrir la verdad.
Quizás confrontar a quienquiera que lo fuera.
No tenía idea de lo que haría. Pensaba que lo sabría cuando lo
encontrara. Si lo encontraba.
Si no, volvería a su vida, a su casa, a su trabajo. Se olvidaría del Dirty
Angels MC y terminaría de arreglar el asunto de la herencia de su
madre.
Y seguir jodidamente adelante.
En este momento, el hombre cuya polla montaba era solo una
distracción. Tal vez una herramienta en su búsqueda.
Eso era esto.
Eso era todo.
Este Dex.
Ella cayó hacia delante, hundiendo la cara en su cuello y hundiendo
los dientes con fuerza en su garganta. Él se tensó debajo de ella, pero
no se soltó. Le permitió que continuara inmovilizándolo. Era más
grande, más fuerte, pero no utilizaba su fuerza ni su tamaño para
tomar el control.
No, le gustaba.
¡Diablos!, él lo deseaba.
Estaba duro como el acero mientras ella mecía las caderas,
asegurándose de que su clítoris lo golpeara de la manera correcta.
Justo ahí. Era perfecto. Justo lo que ella necesitaba.
Ella le soltó las muñecas, hundió los dedos en su cabello y tiró de su
cabeza hacia atrás, arqueando su garganta, estirando su piel a lo largo
de su delicada tráquea, volviéndolo vulnerable.
Él estaba respirando con dificultad, su piel se humedecía, su pecho se
agitaba y emitía gruñidos entre los labios. Ella se dejó caer con más
fuerza sobre su regazo, restregándose contra él hasta que no pudo
meter su polla más profundamente.
Sí, esto era lo que ella necesitaba.
Sólo esto.
Ella acercó los labios a su oído.
—Te gusta así.
Al principio, él no respondió, no luchó contra el tirón de su cabello,
que ella sabía que debía ser doloroso, porque ella se aseguraba de
que así fuera.
Unas cuantas respiraciones después, logró decir:
—Maldita perra, adelante.
Brooke sonrió, bajó la boca a su hombro y lo mordió con más fuerza
que nunca. Él gritó y su cuerpo se tensó de nuevo. Ella soltó su
cabello, encontró los dos anillos de sus pezones y tiró lo más lejos que
pudo sin arrancarlos de su piel.
Le lamió el cuello, la mejilla, le chupó el labio inferior herido y volvió
a besar su boca. Sabía tan bien. Exploró cada rincón mientras pasaba
sus largas uñas por sus pectorales, por las duras puntas de sus
pezones y por su estómago.
De repente, Brooke lo imaginó desnudo y atado con las piernas
abiertas sobre su cama para poder hacer con él lo que quisiera.
Quería que este motero rudo, este hombre que conducía una Harley,
vestía cuero y botas de motero, gimoteara, se retorciera y suplicara.
Su orgasmo la tomó por sorpresa, alterando su ritmo mientras se
apretaba con fuerza alrededor de él, y luego palpitaba ferozmente.
—¡Mierda!—gritó él.
Ella tomó su boca nuevamente mientras continuaba montándolo con
fuerza, acelerando el ritmo nuevamente, sosteniendo su cabeza
inmóvil usando su cabello oscuro para mantenerlo en el lugar.
Hacía mucho tiempo que no había tenido un orgasmo así. Necesitaba
otro. Él necesitaba durar lo suficiente para que ella lo consiguiera.
Se apartó lo suficiente para decirle, con la voz más ronca de lo
normal:
—No te corras todavía. ¿Me oyes? Todavía no. Te diré cuándo. No
antes.
Él no respondió.
—Respóndeme—exigió.
Cerró los ojos, exhaló un suspiro y hundió los dedos en su culo. Iba a
dejarle moretones, pero a ella no le importaba. Solo necesitaba que
durara un poco más.
Sólo un poco...
Sus dedos amasaron, apretaron y se clavaron en su carne y ella juró
que lo escuchó rechinar los dientes.
Le tiró del pelo.
—Todavía no.
Soltó un gemido largo y fuerte.
—Voy a correrme.
—Todavía no, maldita sea. No lo hagas.
—Sí, bebé, tengo que correrme.
—Cuando te lo diga.
—¡Ah, mierda! —gimió—. No puedo...
—Puedes y lo harás —dijo con firmeza, intentando no sonar como si
ella estuviera perdiendo el control. Solo unos segundos más. Eso era
todo lo que necesitaba.
Ella estaba justo ahí. Su polla estaba tocando todos los puntos
correctos mientras ella se apretaba contra él, presionando su clítoris
con fuerza contra su pelvis.
Necesitaba sus manos en sus pechos, en sus pezones. Pero no se había
quitado el sujetador y no iba a tomarse el tiempo ahora. Estaba tan
cerca.
Y entonces... Ella. Estaba. Allí.
Echó la cabeza hacia atrás y gritó porque este orgasmo era aún mejor,
más intenso que el primero. La atravesó, haciéndola estremecerse y
caer contra el hombre que todavía estaba duro como una roca dentro
de ella.
—Joder, bebé—murmuró él, y luego gritó—. ¡Me cago en su puta
madre!
Ella se dio cuenta de que él estaba esperando que ella le diera
permiso para correrse. Ups.
Todavía jadeando, acercó la boca a su oído.
—Ahora.
Con un gruñido, sus caderas se levantaron del asiento, casi
haciéndola perder el equilibrio. Ella se agarró de sus hombros para
permanecer en su lugar mientras él se corría violentamente dentro de
ella, su polla palpitaba y se sacudía.
Después de un momento, él se desplomó contra el asiento de cuero
del BMW de ella, sus ojos intensos mientras se miraban el uno al otro,
casi como si estuvieran sorprendidos. Conmocionados, incluso.
Su corazón dio un vuelco nervioso porque algo pasó entre ellos. Una
conexión. Algo que no debería existir.
Él era solo una distracción. Nada más.
Sólo un medio para un fin. Una forma de encontrar a su padre.
Eso era todo.
Un gran puño golpeando la ventanilla trasera del lado del pasajero
hizo que ambos saltaran.
—Tenemos una jodida audiencia aquí—gritó Hawk, mientras su
cabeza tatuada y con su cresta mohicana aparecía a la vista mientras
los miraba con una sonrisa.
—Mierda—murmuró Dex y ambos se quedaron mirando por la
ventanilla parcialmente empañada mientras el rostro de Hawk
desaparecía. Sin duda tenían público. Algunos de los clientes del bar
estaban de pie alrededor del coche, con grandes sonrisas en sus
rostros. Un par de ellos incluso levantaron sus cervezas mientras
abucheaban y gritaban.
—Llévate tu coño a otro lado, hermano, antes de que aparezcan los
cerdos y te acusen de actos lascivos o alguna mierda así. No necesito
la 5-0 aquí esta noche, ¿entendido? —Hawk se inclinó más cerca de la
ventanilla y dijo—. Buenos pezones, Dex. Sabía que eras un maldito
bicho raro en el fondo. —Se enderezó una vez más y se volvió hacia
la multitud, agitando sus brazos musculosos y tatuados—. Todos
adentro. El maldito espectáculo terminó. Dadle la oportunidad de
acurrucarse un poco en el resplandor crepuscular—dijo aullando de
risa mientras obligaba a la multitud a dispersarse.
Brooke se quedó inmóvil, congelada en el regazo de Dex. Se
concentró en el tatuaje sobre su corazón, aunque no podía leer lo que
decía claramente debido a la poca luz.
—¿Vas a quitarte de encima? —Su voz profunda la invadió y ella
apretó los dientes—. Bebé...
—No me trates como a una bebé. —Cerró los ojos, intentando no
arremeter contra el hombre sobre el que todavía estaba sentada a
horcajadas. No era su culpa. No era él.
Él no lo hizo.
Ni siquiera era consciente de lo que había pasado. Como había dicho
su tío Ace esa mañana en la casa de empeños, él debió tener unos dos
años cuando ella fue concebida.
Concebida.
Eso hizo que sonara mucho mejor de lo que había sido.
—¿Qué carajo te pasa?
Abrió los ojos y se dio cuenta de que lo estaba agarrando con tanta
fuerza que él estaba haciendo una mueca de dolor.
—Coño—murmuró ella.
Sus cejas oscuras se juntaron.
—¿Qué?
—¡Coño! ¡Coño! Probablemente mi madre fue considerada un coño
por vosotros, cabrones. Por el Angel que la dejó embarazada.
—Fue su elección follar con un hermano.
—¡No! —Ella negó con la cabeza. Entonces la verdad la golpeó en ese
mismo instante. Como una tonelada de ladrillos. La golpeó en la puta
cara. Lo que no había podido ver con claridad hasta ese preciso
momento. Hasta que Hawk la llamara coño—. No. No lo fue.
Su cuerpo se solidificó contra el de ella.
—¿Qué estás diciendo?
—No lo fue —repitió como si esas tres palabras pudieran explicarlo
todo.
—Brooke.
Ella lo miró con ojos irritados y se dio cuenta de que era la primera
vez que él pronunciaba su nombre.
—Brooke —suspiró de nuevo.
—¿Qué?
—¿Estás diciendo que un Angel se folló a tu madre sin que ella lo
consintiera? ¿Que naciste porque... tu madre fue obligada?
Ella respiró profundamente e intentó controlar sus emociones.
Intentó calmar todos esos nervios en carne viva que chascaban y
chisporroteaban ante las respuestas a sus preguntas.
Esas palabras en el diario de su madre... nunca dijo quién. Ni qué. Ni
por qué. Ni siquiera exactamente dónde. Pero las evidencias, las
pistas que había dejado atrás. Tal vez no a propósito. Tal vez en un
intento de limpiar su alma de la inmundicia. Todo eso tenía sentido
ahora. Todas esas palabras dispersas de repente se unieron como un
rompecabezas creando una imagen que Brooke ahora podía ver
claramente.
Su madre no había engañado a su padre.
Su madre no le había ocultado la verdad a Brooke por crueldad.
¡Mierda, no!
Su madre la estaba protegiendo.
De la verdad.
De saber de dónde venía Brooke. Cómo había llegado a existir.
Ahora sabía por qué estaba en Shadow Valley.
Y encontrar a su supuesto padre ya no era una curiosidad sino una
necesidad.
Él la sacudió y gruñó:
—Respóndeme.

Dex se quedó mirando a la mujer que todavía estaba en su regazo, la


que no respondía. Su polla todavía estaba dentro de ella, aunque eso
estaba a punto de cambiar rápidamente. Hablar de violación era
como si alguien le echara agua helada por la columna vertebral. Con
el ceño fruncido, se retiró de ella, dejando un desastre y sin forma de
limpiar.
Otro recordatorio de que no habían usado un envoltorio. ¡Qué
estupidez!
Con un suspiro entrecortado, se deslizó hasta el asiento junto a él y
agarró su bolso. Buscó en él y sacó un par de toallitas húmedas y un
paquete de pañuelos de papel para viaje. Le puso bruscamente un
par de pañuelos y un paquete de toallitas húmedas en el pecho y
luego procedió a limpiarse antes de volver a ponerse las bragas y los
vaqueros.
—Menos mal que tomo anticonceptivos. No quiero que se repita la
historia.
Sus fosas nasales se dilataron y abrió el paquete de un tirón, haciendo
una mueca de dolor cuando el alcohol de la toallita húmeda le hizo
picar la polla.
—No me compares con un maldito violador. No te oí decir que no ni
una vez. Ni una puta vez. No me tires esa mierda en la cara. —Tiró la
toallita usada al suelo del coche y luego hizo lo mismo después de
usar los pañuelos.
—Lo siento—dijo ella en voz baja mientras se ponía la blusa por
encima de la cabeza y se la acomodaba.
—Y tú tomaste el control, te montaste sobre mi polla como si fuera un
poste de striptease. Probablemente me dará una infección por todos
los mordiscos y rasguños que me hiciste.
—Tampoco te oí decir que no.
—De ninguna jodida manera. No soy estúpido.
Ella se recostó contra la puerta trasera del lado del conductor y lo
observó mientras se subía los vaqueros hasta los muslos y las caderas.
No se molestó en abrocharlos.
Ella señaló con la barbilla hacia su pecho.
—¿Qué pasa con los anillos en los pezones?
Dex se encogió de hombros. Se los había hecho después de terminar
de tatuarse el pecho. No quería que Crow los viera mientras el
hombre lo tatuaba, ya que no necesitaba escuchar bromas de ninguno
de los hermanos sobre ellos.
Él les había dicho a los culos dulces que si se los mencionaban a
alguien, las expulsaría de la iglesia para siempre.
Pero ahora que Hawk lo sabía... estaba jodido.
—¿Te gustan?
—Jodidamente calientes—dijo ella en voz baja.
Él sonrió.
—Seh. —Encontró su camiseta térmica y se la puso por la cabeza,
cubriendo esos anillos en los pezones que tanto le gustaban.
Escondiendo sus mordeduras y rasguños. Los sentiría por un tiempo.
Probablemente los vería por más tiempo.
Valieron la pena.
—¿Me gané un lugar en tu paseo del domingo?
¿Qué carajo? ¿Lo había utilizado? Él la miró fijamente.
—¿Por eso me follaste?
—No, pero creo que tal vez quieras dejarme acompañarte de todos
modos.
—¿Por qué?
—¿Un poquito más de esto después?
Maldita sea. ¿Quería follar con él otra vez? No iba a negarse a
repetirlo, pero...
—Aún podría sentarte en mi polla sin que te sientes en la parte
trasera de mi sled.
—Pero me llevarás contigo.
No era una pregunta. Esta mujer tenía confianza rebosando de sus
malditos poros.
—Tendré que pensarlo.
—No hace falta pensarlo —le aseguró—. ¿A qué hora es el paseo?
—Maldita sea, mujer. —Sacudió la cabeza y dejó escapar un suspiro
—. Voy a hacerte un trato. Te ayudaré a descubrir quién es tu padre.
Y cuando lo descubramos, y si lo que dices es verdad, que folló a tu
madre sin que ella dijera que sí, entonces voy a despellejarlo yo
mismo. ¿Me entiendes?
—Entonces, ¿me presentarás a todos tus miembros?
—No te llevaré a Greene para que veas a Doc y Rocky, pero sí, a
todos los demás. —Tenía la sensación de que se iba a arrepentir de
esto. No necesitaban más drama en el club. Y esta mierda... esta
acusación suya, iba a traer precisamente eso.
—¿Greene?
—Prisión. SCI Greene.
—Ah, ¿qué hicieron?
¿Qué no hicieron?
—Asesinato.
—Qué bien. —El sarcasmo en su voz era intenso.
Dex se encogió de hombros.
—Debes hacer lo que tienes que hacer.
—Claro. Asesinato. Violación. Lo que sea. Debes hacer lo que tienes que
hacer —repitió ella.
Sus labios se apretaron y su mandíbula se tensó.
—La mierda ha cambiado.
—¿En serio?
Ella no le creía.
—Sí.
—¿No hay violencia en absoluto entonces?
Ella se estaba burlando de él. Él suspiró.
—Debes hacer lo que tienes que hacer.
—Correcto. Eso pensé. Ahora tengo que irme.
Él no quería que se fuera. No estaba listo para separarse de ella.
—¿Encontraste un lugar para quedarte?
—Sí.
—¿Dónde?
—Por ahí.
—Mujer—dijo en voz baja y refunfuñó.
—No. Ni siquiera intentes dominarme. No ganarás. Puedes intentarlo
con esas mujeres—miró hacia el edificio—ahí dentro. Pero no
funcionará conmigo. —Abrió la puerta del coche y se volvió para
mirarlo—. ¿Puedo llevarte a algún lado? Es lo mínimo que puedo
hacer después de dejarme montar tu polla.
Él resopló. Maldita sea, esta mujer.
—Tengo mi sled. Vive aquí.
—¿Dónde?
Señaló con la barbilla al The Iron Horse.
—Tengo una habitación arriba.
—¿Arriba del bar?
—Arriba de la iglesia, sí.
Ella se inclinó más cerca, chupó su labio inferior herido y luego lo
soltó.
—Entonces, ¿por qué sigues sentado en mi coche?
Él resopló de nuevo, sacudió la cabeza, agarró su cut y empujó la otra
puerta para abrirla. Salió, se subió los vaqueros un poco más arriba
de las caderas y se dirigió a la iglesia por la parte trasera del edificio.
Necesitaba una maldita ducha.
Y que le examinen la cabeza.
Esta mujer no era más que problemas.
Él sonrió. Después de un segundo, su sonrisa se convirtió en una
sonrisa tan grande que no podía borrarla de su rostro, incluso si
hubiera querido.
Capítulo 4

Un golpe en su puerta hizo que Dex maldijera en voz baja. Tomó


una toalla y se la envolvió alrededor de la cintura. ¿Quién mierda lo
estaba molestando tan temprano?
Todavía faltaba una hora para que empezara el paseo.
Normalmente, no se levantaría tan temprano. Los domingos de
paseos, salía de la cama, se ponía los vaqueros y la camiseta más
limpios que encontraba, tomaba un café rápido en la planta baja, se
subía a la moto y salía con sus hermanos.
Esta mañana era diferente. Se había despertado a una hora de mierda
y no podía sacarse de la cabeza lo que había pasado en la parte
trasera de ese BMW. Al menos ayer, había tenido que levantarse y
trabajar en la casa de empeños, así que eso había sido una distracción.
Pero esta mañana, sabía que tenía tiempo y su cerebro daba vueltas
pensando en lo que Brooke le había hecho en el asiento trasero de ese
coche.
Eso le provocó una erección matutina muy dolorosa, que logró aliviar
dos veces, escupiendo semen por todas sus tripas y pecho. Por eso
había tenido que levantarse y ducharse.
Se llevó los dedos al labio, que todavía estaba lastimado, y alguien
golpeó la puerta otra vez. Joder.
—¿Seh?
La voz de Crow llegó a través de la puerta.
—Baja.
—¿Por qué? ¿Tenemos una reunión o algo así?
—No. Hay algo abajo que te pertenece.
¿Qué carajo? No había ordenado nada.
—Bajo.
—Pronto.
—Empieza a preparar el café.
Escuchó un gruñido de respuesta y luego las pesadas botas de Crow
caminando por el pasillo.
Abrió el cajón superior de su cómoda y sacó su camiseta de manga
larga Harley favorita. Buscó en el suelo unos vaqueros hasta que vio
un par que no parecían tan sucios. Después de olerlos rápidamente,
se los puso. Se deslizó el cut por los hombros, agarró sus botas de las
que asomaban un par de calcetines y bajó las escaleras.
En cuanto vio la barra, casi tropezó bajando las escaleras. Extendió la
mano libre para apoyarse en la pared, tratando de no dejar caer las
botas.
Su mirada se posó en algo que no debería estar.
O más bien, alguien.
Brooke estaba sentada en un taburete, de cara a la escalera,
apoyándose en los codos contra en la barra. Por lo que podía ver, una
vez más llevaba unos vaqueros que cubrían sus largas piernas y que
le quedaban como si estuvieran pintados y una camiseta de algodón
ajustada que no solo abrazaba sus tetas, sino que mostraba
claramente a todos en la sala lo duro que estaban sus pezones.
Que me den.
Crow estaba al otro lado de la barra, con una taza de café levantada
hasta la mitad de sus labios y una sonrisa burlona en el rostro
mientras observaba a Dex descender con cuidado el resto de los
peldaños.
Linc estaba sentado en el otro extremo de la barra, en el lugar
habitual de Grizz, tomando café también.
Crash entró por la puerta doble de la cocina con un plato que parecía
una gran pila de huevos revueltos. Se detuvo en seco cuando vio a
Brooke y se apresuró a sentarse a su lado, dedicándole una gran
sonrisa.
—Hola—la saludó Crash.
—Hola a ti también —respondió Brooke, volviendo su atención hacia
él. Le tendió la mano—. Brooke.
Crash la miró, se secó la mano en los vaqueros, luego la tomó y se la
estrechó con firmeza.
—Crash. ¿Te invitaron al paseo?
—Sí —respondió Brooke, ignorando la mirada de Dex.
—No —gritó Dex desde el otro lado de la habitación mientras se
dirigía hacia el bar rodeando las mesas de billar vacías.
Cuando llegó hasta ellos, Brooke extendió la mano y le pasó el pulgar
por el labio inferior hinchado mientras sonreía.
—Sí, voy al paseo.
Dex echó la cabeza hacia atrás.
—Dije que te ayudaría, pero no que hoy podrías montar en mi sled.
Crash tragó un bocado de huevos, se pasó la mano por los labios y
luego dijo:
—Ella puede montar conmigo.
Brooke le dirigió una sonrisa.
—Gracias. Lo aprecio.
—Ni siquiera la conoces —siseó Dex, dejando caer sus botas junto al
taburete vacío al lado de Brooke.
—Eso podría cambiar muy rápido—dijo Crash con una sonrisa y un
guiño a Brooke.
Crow apoyó su culo contra el mostrador trasero y se rio entre dientes.
Dex le lanzó una mirada ceñuda y luego se enfrentó a Brooke.
—¿Quién te dejó entrar?
—La puerta estaba abierta.
—¿Y entraste así sin más?
—Sí.
Sacudió la cabeza, resopló y se dirigió hacia la cafetera de tamaño
comercial que había en la esquina. Agarró una taza y la llenó,
inhalando el aroma del café recién hecho. Crow lo preparaba a la
perfección casi todas las mañanas.
Gracias, joder.
El día en que Crow se mudara y tuviera su propia casa iba a ser un
día triste para los hermanos que dependían de su dosis de cafeína por
la mañana. Especialmente después de una noche intensa de fiesta.
De repente, Crow estaba a su lado diciendo en voz baja pero
divertida.
—Iba a preguntarte si ya habías golpeado a esa, pero parece que ella
te golpeó a ti, hermano. Apuesto a que es una pieza de cuidado.
Dex soltó un “mmm”, ignorando la risa de Crow, y regresó donde
Crash coqueteaba descaradamente con Brooke.
Tan pronto como Dex estuvo a su alcance, ella agarró su taza y bebió
cuidadosamente un sorbo del café caliente.
—Gracias.
Crash abrió mucho los ojos y se quedó boquiabierto. Crow casi se cae
al suelo de la risa. Es posible que incluso haya oído un resoplido de
Linc desde el otro extremo de la barra.
La puerta trasera de la iglesia se abrió de golpe y Hawk entró con una
mano en la espalda de Kiki. Dex notó que la abogada del club ahora
vestía blusas más holgadas para cubrir su vientre ligeramente
redondeado.
Crow se acercó a la barra y apartó a Kiki de Hawk, colocando una
gran mano sobre su vientre y un brazo alrededor de su cintura.
—¿Vas al paseo hoy, mamá?
Kiki le sonrió.
—Sí, me muero de ganas de ir. Necesito desestresarme.
—¿Por qué? ¿Qué está pasando?—le preguntó Crow.
—Los ex suegros de Emma están peleando por poder visitar a Lily.
—Mierda.
—Mierda es correcto. Dawg y Em no confían en ellos y no puedo
culparlos en lo más mínimo.
Crow asintió.
—No cuando la mierda de su hijo le robó a su hija y ellos ayudaron a
financiarlo. Pero no deberías estresar al bebé.
Kiki colocó su mano sobre la de Crow, a lo largo de su vientre.
—Es el hijo de Hawk. Es duro como una roca. Estará bien.
—¿Él?—preguntó Crash—. ¿Ya lo sabéis?
Hawk se acercó a la cafetera, llenó dos tazas y acercó una para
entregársela a Kiki.
—Sí. Queríamos saberlo—respondió el VP del club.
—Diesel no—dijo Crash.
—No, pero lo descubrirá pronto—convino Kiki.
—Sí, creo que Jewelee está a punto de estallar—concordó Hawk.
—Si D pudiera, creo que le pondría un corcho. No creo que esté listo
—dijo Kiki—. A diferencia de mi viejo, que está ansioso por conocer a
su hijo.
Jewelee entró en la iglesia justo en ese momento, su barriga liderando
el camino
—¿Dónde está tu viejo?—gritó Hawk.
—En su sled. Tuve que tomar mi Jeep porque no hay suficiente
espacio en su moto para él, yo y—se puso una mano sobre su enorme
barriga—este niño.
—¿Por qué estás aquí tan temprano si no vas al paseo?—preguntó
Crow, dirigiéndose hacia Jewelee y poniendo su mano sobre su
vientre como lo había hecho con Kiki.
Jewel se acercó y le acarició la mejilla.
—Porque dije que cuidaría a Baby Z para que Sophie pudiera ir. Ah, y
a Lily también. Ella puede ayudarme a mantener entretenido a Zeke
mientras esperamos.
D entró corriendo por la puerta trasera, vio a Crow tocando a Jewel y
frunció el ceño.
—Hermano—le advirtió.
Crow levantó las palmas de las manos en señal de rendición.
—No puedo evitarlo. La capacidad de generar vida me asombra
muchísimo.
—Bueno, habrán más —anunció Jag en voz alta, siendo el siguiente
en entrar.
Toda la atención se centró en Ivy y en él.
—¿Sí?—preguntó Hawk.
—Joder, sí —respondió Jag con una gran sonrisa—. Por fin.
Kiki y Jewel abrazaron a Ivy mientras los hombres se estrechaban las
manos y chocaban los hombros con Jag.
—Ya era hora de que la metieras en el agujero correcto—dijo Hawk,
dándole un golpecito a Jag en la espalda.
Dex abrazó a su hermana.
—¿No pudiste decírmelo antes que a los demás?
—No se suponía que lo anunciara así—le dijo. Su mirada se deslizó
hacia Brooke, que seguía sentada sola en la barra, bebiendo café y
observando cómo se desarrollaba todo—. ¿No estaba en la tienda el
otro día?
—Sí.
—¿Qué está haciendo aquí? —Sus ojos verdes se entrecerraron
cuando notó su boca—. ¿Qué te pasó? ¿Ella?
—Sí.
Ella resopló y luego se dirigió directamente hacia Brooke. Dex la
siguió porque no tenía idea de lo que estaba a punto de suceder.
Ivy se detuvo frente a Brooke y le hizo un gesto con la mano a Dex.
—¿Le hiciste eso a mi hermano?
La mirada de Brooke se deslizó hacia Dex y luego volvió a la pelirroja
que estaba frente a ella.
—¿Dex es tu hermano?
—Claro que sí. ¿Lo golpeaste en la boca?
—No.
—Oh, te iba a invitar a una copa si lo habías hecho. A veces se lo
merece.
—No lo dudo —dijo Brooke y extendió la mano—. Soy Brooke.
Ivy le agarró la mano y la estrechó.
—Ivy.
—Felicidades—dijo Brooke sonriendo.
—Gracias. Tardé mucho en conseguirlo.
Brooke inclinó la cabeza.
—La diversión está en la práctica, ¿verdad?
Ivy parpadeó.
—Sí. —Luego miró la boca de Dex otra vez, con más atención esta vez
—. Eso es un mordisco, ¿verdad?
—No respondas eso—le dijo Dex a Brooke.
Brooke le sonrió y luego le respondió a Ivy:
—Sí, lo es.
Dex levantó las manos y, sacudiendo la cabeza, caminó de regreso
hacia donde estaban los hombres reunidos observando a Ivy y
Brooke.
—Estás muy jodido, chico pezón —dijo riendo Hawk.
Jag miró a Dex.
—¿Qué significa eso?
—Nada —respondió Dex rápidamente, esperando que Hawk
entendiera la indirecta.
Por supuesto, Hawk tuvo que anunciar en voz alta:
—Dexter tiene esos anillos de oro en sus tetas.
—Dios—murmuró Dex.
—¿Cómo lo sabes? —le preguntó Diesel a su hermano.
—Los vi. Esos dos se lo estaban montando en la parte trasera de su
BMW en el estacionamiento el viernes por la noche.
—Explica el labio—dijo Jag.
—Eso no explica por qué está aquí esta mañana —gruñó D mientras
miraba fijamente a Brooke al otro lado de la habitación.
—Ella viene al paseo—dijo Crow.
—Maldita sea, Dex —dijo Hawk—. Ya tiene tus pelotas en una
prensa. Debió haber sido una buena mierda la otra noche.
Ace y Janice entraron después, seguidos por Dawg y Emma. La hija
de Emma, Lily, pasó corriendo junto a todos ellos para ir hacia Jewel,
que ahora estaba parada en la barra hablando con Brooke.
Mierda. Se preguntaba de qué hablaban las mujeres. Se estremeció al
pensarlo.
Janice y Emma siguieron lentamente a Lily.
Ace se detuvo de golpe junto a Dex.
—¿Qué está haciendo ella aquí?
—¿La conoces? —le preguntó D a su padre, arqueando una ceja.
—Estuve en la tienda el viernes por la mañana dándole a éste una
erección que no se detenía.
—Dios—murmuró Dex otra vez. Tal vez debería regresar a su
habitación y volver a dormir. Este día ya se estaba yendo al carajo.
—Vino a comprar algo y en su lugar consiguió la polla de Dex—dijo
Hawk.
Ace frunció el ceño.
—¿Lo hizo?
—Sí, se la folló en el asiento trasero de su BMW—confirmó Hawk.
Joder, nunca iba a terminar de escuchar eso.
—¿Qué carajo, muchacho? Te dije que no necesitamos tener más
problemas colgados del cuello.
—¿Qué problema?—preguntó Diesel, levantándose en toda su altura.
Ace miró en dirección a Brooke y luego a su hijo.
—Ella está buscando a su padre.
—¿Y?—gruñó D.
—Cree que es un Angel. —Cuando todos guardaron silencio y
miraron a Ace, él levantó las manos—. No es mía. Preguntadle a
Janice. Ella fue quien programó mi esterilización después de que
nació D.
—Mierda—murmuró D y luego añadió—. Para ambos casos. —Miró
hacia donde estaban las mujeres conversando—. ¿Quién cree que es?
¿Y por qué le importa ahora?
—No tiene ni una mierda. Ni siquiera un nombre. Podría haber sido
cualquiera. Excepto yo—añadió Ace rápidamente.
—Grizz—dijo Jag.
—No—respondió Ace.
—¿Rocky?—preguntó Hawk.
—Ella tiene treinta años—dijo Dex.
—Bueno, eso descarta a Rocky y Doc. Gracias a Dios —dijo Jag—. No
queda nadie con edad suficiente para ser su padre. Al menos que
todavía siga vivo.
—Correcto—dijo Dex.
Desafortunadamente, había una persona. Alguien que nadie había
mencionado. Solo porque había estado escabulléndose por un tiempo
y estaba volando bajo el radar.
—Hay un hermano lo suficientemente mayor y todavía respira —dijo
Dawg—. Tengo que trabajar con ese cabrón todos los putos días. —
Miró rápidamente para asegurarse de que Lily no estuviera cerca
para oírlo, ya que Emma lo regañaba por maldecir ante sus hijas.
Todas las miradas se dirigieron hacia Brooke.
—No puede ser. Es demasiado sexy para ser la hija de Pierce—dijo
Jag.
—Probablemente se parece a su madre—dijo Ace.
—Lo cual tendría sentido de por qué Pierce haría eso—dijo Dawg.
—Si Pierce aparece hoy, probablemente intentará follarla también, sin
saber que es de su sangre—dijo Crow.
Dex suspiró.
—No sabemos si lo es.
—Tampoco sabemos si no lo es—respondió Crow.
—Tiene edad suficiente—dijo Ace asintiendo.
—Y es lo suficientemente descuidado como para tener hijos de los
que no sabe nada—se quejó Diesel.
—En aquellos tiempos... —las palabras de Ace se desvanecieron.
Sacudió la cabeza—. Pierce era un tipo muy ocupado.
Dawg gruñó y se pasó una mano por la barba.
—Sigue acosando a las mujeres cada vez que entran en la tienda de
armas. Si bajara un poco el ritmo, me sorprendería. Tengo que
suavizar las aguas erizadas constantemente. Incluso perdí algunas
ventas porque es demasiado sobón. A veces tengo que poner todo mi
esfuerzo para no darle un puñetazo en la puta garganta.
—Lenguaje—susurró Emma mientras se acercaba a su marido.
—Claro, cariño. Lo siento. —Dawg le apartó el cabello rubio de la
frente y le dio un beso—. ¿Lily se queda?
—Sí, ama a Jewel.
—No es la única —dijo Crow y le dio un golpe a Diesel en la espalda.
D gruñó.
—Hablaremos de esta mierda más tarde. Haré que Z programe una
reunión mañana. No hablemos más por ahora. Hay demasiadas
personas alrededor. ¿Entendido?
Se oyeron unos “entendido”. Luego cada uno tomó su camino para
prepararse para el paseo

***
Dex apenas podía abrir la mandíbula después de apretar los dientes
durante las tres horas que duró el paseo. Y no había sido por el frío,
sino porque pasó tres malditas horas viendo a Brooke montar con
Crash.
Sí. Crash. Cabrón.
Dex le había dicho a Brooke que no, que no podía salirse con la suya
con él. Enseñarle que el simple hecho de montar su polla y tirar de los
anillos de sus pezones no le garantizaba un lugar en la parte trasera
de su sled.
Joder, no, no lo hacía.
Pero ella se quedó de pie mirando a todos los hermanos en el
estacionamiento, buscando con la mirada a alguien que pudiera ser
su padre, mientras todos se formaban y montaban en sus Harley. Y,
que le den, en el último minuto, se subió a la moto de Crash.
Así nada más.
Cuando ella rodeó la cintura de Crash con sus brazos, Dex casi salta
de su moto para bajarla, pero no lo hizo.
Estaba decidido a actuar como si no le importara, aunque todos
sabían que sí. Así que, en lugar de dejar que todos lo miraran a él y a
su mal humor, decidió ir último en el grupo. Cerrar la marcha.
El problema era que tenía que ver el largo cabello rubio rojizo de
Brooke volando libre detrás de Crash mientras se pegaba a su
espalda, probablemente tratando de mantenerse caliente.
En uno de los parques donde se detuvieron para descansar, Dex se
acercó a ella y le informó que tenía que subirse a su sled.
Ella no estuvo de acuerdo. Estuvo muy en contra, de hecho.
Y como todos los ojos estaban puestos en ellos, se alejó, ignorando las
sonrisas de sus hermanos.
Así que ahora, después de regresar a la iglesia, él se quedó sentado en
la moto, observándola desmontar de la parte trasera de la Harley de
Crash con una enorme sonrisa en el rostro.
Mierda. Si estaba tratando de hacerlo enojar, funcionaba.
No culpaba a Crash. La mujer estaba caliente y el hombre sabía que
Dex no tenía derecho a reclamarla.
Ninguno en absoluto.
Su mirada la recorrió de pies a cabeza. El pelo alborotado por el
viento, las mejillas sonrojadas y un brillo en los ojos, todo debido al
paseo, mientras estaba hablando con Crash junto a su sled.
Un músculo se contrajo en su mandíbula cuando ella se inclinó, puso
una mano sobre el hombro de Crash y le dio un rápido beso en la
mejilla.
Luego caminó hacia Dex, al lado opuesto de donde se dirigían todos
los demás, que era a la iglesia para prepararse para el cerdo asado y
calentarse.
Dex observó cómo sus caderas se meneaban dentro de sus ajustados
vaqueros mientras caminaba hacia él, sus pechos rebotando bajo su
chaqueta con cada paso decidido.
Su sonrisa había desaparecido hacía rato cuando llegó hasta él.
Cuando lo hizo, puso las manos en las caderas e inclinó ligeramente
la cabeza mientras lo miraba fijamente.
—Pensé que querías repetir lo del viernes por la noche.
—¿Tú?
—Lo quería. Pero solo si me llevabas contigo al paseo.
Él resopló.
—Estuviste en el maldito paseo.
—Cierto. En contra de tus deseos.
Levantó un hombro y lo dejó caer con fuerza.
—Conseguiste lo que querías.
—No precisamente.
Dex tenía la sensación de que esas dos palabras tenían mucho más
significado que lo que parecía.
—¿Va a haber más gente en el asado de cerdo?—preguntó.
—Sí. Simpatizantes. Prospectos.
—¿Algún otro miembro parcheado?
Dex se encogió de hombros otra vez.
—No lo sé. Supongo que te quedarás por aquí para averiguarlo.
—¿Eso te va a molestar?
¿Lo molestaría? ¿Y a ella le importaría si así fuera? Lo dudaba. Ella
haría lo que le diera la gana.
—¿Vas a follar con Crash?
Sus labios se crisparon.
—No lo tenía planeado.
—¿Seguro?
—Aunque es un tipo divertido y lindo, no es lo mío.
Él no era lo suyo. Correcto.
—Sobre todo—levantó la mano y la agitó sobre su cabeza—, con ese
moño masculino. —Arrugó la nariz. Extendió la mano y la deslizó en
su cut para pellizcar el aro del pezón a través de la camisa de franela
que se había puesto antes de subirse a su sled. La sangre le corrió por
el cuerpo y aterrizó en su polla—. Él tampoco tiene lo que tú tienes.
—¿Cómo lo sabes?
—Le pregunté.
¿Ella hizo qué?
Brooke le dedicó una gran sonrisa y sus ojos se arrugaron en rabillos.
—Estoy bromeando contigo.
Soltó el aire que no se dio cuenta que estaba conteniendo.
—Correcto—murmuró.
—¿Te estás bajando?
Sus cejas se alzaron hasta el nacimiento de su cabello. Sus labios se
crisparon un poco más mientras señalaba con la barbilla la moto.
—De tu moto—añadió ella.
Él resopló de nuevo y finalmente se bajó. En cuanto lo hizo, ella se
acercó para agarrarle la polla a través de los vaqueros.
—¿Dijiste que tenías una habitación arriba?
—Sí —suspiró mientras sus dedos agarraban su erección a través del
denim.
—El paseo me mojó—susurró ella cerca de su oído.
Luchó contra el escalofrío que quería recorrerlo.
—¿El paseo o Crash?
—La vibración de la moto. El recuerdo de la noche del viernes—
murmuró ella.
—¿Sólo me vas a usar?
Brooke se apartó y sonrió.
—Sí.
Dex le hizo un gesto brusco con la cabeza y la agarró de la mano.
—La vida es una perra. Vamos. —Dicho eso, la arrastró hasta la
iglesia y hasta su habitación, ignorando todas las miradas que los
seguían.
Capítulo 5

La cabeza de Dex se echó hacia atrás sobre la almohada mientras


Brooke le hacía una mamada profunda, con una mano apretando sus
pelotas hasta el punto del dolor y con la otra retorciendo uno de sus
pezones.
Apenas podía respirar, apenas podía pensar, todo su cuerpo
palpitaba.
El roce de sus dientes sobre la punta de su polla hizo que sus caderas
se sacudieran hacia arriba, empujándola aún más profundamente
dentro de su boca.
La mujer no se había atragantado ni una vez, lo que le hizo
preguntarse cómo era que había aprendido a hacer sexo oral tan bien.
Apartó ese pensamiento y extendió la mano a ciegas para hundir los
dedos en su cabello.
Un fuerte golpe en la mano le hizo retirar los dedos con sorpresa. ¡La
zorra lo había golpeado!
Se rio entre dientes y sonrió mirando al techo. Joder esta mujer.
Dios.
De todos los negocios que el DAMC poseía y dirigía, ella tuvo que
entrar primero en el que él trabajaba. Lástima que hubiera venido a
Shadow Valley por el motivo por el que lo hizo.
Pero, por Dios, mientras estuviera en la ciudad y dispuesta, podía
arañarlo, morderlo, abofetearlo y retorcerle los pezones hasta que le
dolieran.
Mierda seh, podía.
Los culos dulces nunca lo habían follado con la intensidad con la que
lo hacía Brooke. Y ésta era la segunda vez en la noche. Un polvo
rápido antes del cerdo asado y ahora esto.
Pero esta vez no estaba en su habitación de mierda en la iglesia.
Joder, no. Estaba en la habitación que ella había alquilado en el
Shadow Valley Motor Inn, que no era mucho más bonita que su propia
habitación. Sin embargo, al menos la habitación tenía una cama más
grande. Y las sábanas estaban bastante limpias.
Otra ventaja era que no tropezarían con la ropa que tenía esparcida
por el suelo. Pero esa mierda no importaba ahora. En este momento,
le estaban chupando la polla como si no hubiera un mañana.
Lo que significaba que estaba a punto de correrse. Pero no lo hizo.
Con dos dedos apretando fuerte la base de su polla, ella se apartó.
—Oye—se quejó él.
—Tengo otros planes primero —le dijo ella mientras se ponía de
rodillas y se sentaba a horcajadas sobre sus caderas. Sin soltar su
polla, se alineó y se hundió lentamente.
—Ah, joder —gimió él cuando el calor húmedo y apretado lo rodeó.
Ella le sonrió mientras lo cabalgaba lentamente, tomándose su
tiempo, llevándolo profundamente. Restregándose con fuerza cuando
se dejaba caer.
—Tócame—le ordenó ella.
Él levantó la cabeza y arqueó una ceja.
—¿Vas a golpearme la mano otra vez?
—No. Hazlo.
Cada vez que ella le daba una orden, sus bolas se apretaban más y su
polla se sacudía.
—¿Puedo hacerte lo mismo que tú a mí?—preguntó. Porque por
mucho que le gustara que ella se lo hiciera duro, él quería hacerle lo
mismo a ella.
—Haz lo que quieras. Te corregiré si te pasas de la raya.
Te corregiré si te pasas de la raya.
Puta mierda.
Le agarró los dos pezones y los retorció entre los dedos. Sus tetas
eran de las mejores que había visto en su vida. Grandes y pesadas,
pero con pezones respingones que le hacían la boca agua.
Él se moría de ganas de chuparlos y morderlos, pero ella aún no se lo
había permitido.
¿Qué carajo...?
Ella aún no se lo había permitido.
—¿Mis pelotas todavía están ahí?
Ella extendió la mano y las apretó hasta que él se sacudió.
—Sí.
—Gracias, joder. Solo quería comprobarlo.
Ella soltó una risa ronca.
—No hay nada de malo en que te guste lo que necesitas.
—¿Crees que necesito esto?— preguntó él.
—Sí, creo que sí.
—¿Y tú?
—Sí, definitivamente lo necesito así. —Sus manos cubrieron las de él
y sus dedos lo animaron a tirar y retorcer sus pezones aún más fuerte
a medida que su ritmo aumentaba.
—Quiero estar arriba—se le escapó.
Ésta era la tercera vez que follaban y la tercera vez que ella estaba
encima. Aunque a él no le importaba, quería variar un poco las cosas.
Quién sabía cuántas veces más ella montaría su polla antes de irse de
la ciudad.
Quería clavarla fuerte al colchón al menos una vez.
—Debes ganarte ese lugar—dijo ella arrastrando las palabras con su
mejor voz de motero.
Él echó la cabeza hacia atrás y soltó una carcajada.
—¿Cómo es eso?
—Te avisaré cuando lo hagas.
—Es difícil jugar cuando no conoces las reglas.
—Te mantiene alerta—le recordó.
—Sí, siempre y cuando eso te mantenga sobre mi polla.
Su respuesta fue que su coño se apretó con fuerza alrededor de su
polla mientras comenzaba a montarlo con desenfreno. Ella echó la
cabeza hacia atrás, abrió la boca y los sonidos más jodidamente
asombrosos salieron de ella, unos que hicieron que sus pezones se
endurecieran. Una de sus manos bajó hasta donde estaban unidos y
se frotó el clítoris. No sabía dónde mirar primero. Su rostro, sus
deliciosas tetas, rebotando y golpeándose entre sí como locas, o ella
jugando con su clítoris.
Al final no miró ninguno de ellos, ya que cerró los ojos con fuerza y
sus testículos se tensaron. Estaba patinando peligrosamente por ese
borde sin retorno.
Mierda. Ella necesitaba correrse antes que él.
Sus ojos se abrieron de golpe.
—¿Vas a correrte?
Ella lo ignoró, montando su polla como una mujer salvaje. Mierda. Él
iba a perder el control en cualquier momento. Ella no iba a tolerar
que la dejara atrás. Podía verla dándole una puñetazo en la boca por
correrse demasiado pronto.
—Bebé…
Ella bajó la cabeza, su largo cabello enmarcando su rostro mientras lo
miraba fijamente, con los ojos desenfocados y la respiración
entrecortada.
—Bebé... —volvió a decir, esperando que ella respondiera antes de
tener que suplicar. Porque no iba a suplicar...
No.
—¿Vas a correrte, bebé?
Oh, joder, por favor.
Sintió una oleada de calor húmedo y el resto de su cuerpo tensó
mientras su coño tenía espasmos salvajes alrededor de su verga.
—Oh, gracias a Dios—susurró, y cerrando los ojos una vez más, sus
caderas se levantaron de la cama mientras se corría profundamente
dentro de ella.
Entonces ella estuvo sobre él, se desplomó sobre su pecho húmedo
mientras movía las caderas en círculos, sacando hasta la última gota
de su polla.
Su respiración no era mejor que la de ella. Ambos fueron incapaces
de hablar hasta que su ritmo cardíaco disminuyó y también los
jadeos.
—No sé por qué estás tan sin aliento cuando yo hice todo el trabajo—
dijo ella finalmente.
—La próxima vez estaré arriba.
Ella inclinó la cabeza mirándolo con esos hipnóticos ojos de color
azul pizarra.
—Ya veremos.
Le apartó el pelo húmedo de la cara con los dedos.
—Sí, lo haremos—murmuró él.
Ella golpeó uno de los anillos de su pezón con la punta de la lengua.
—Sí, lo haremos—repitió ella.
—¿Siempre te gusta así?
Ella levantó la cabeza para encontrarse con su mirada.
—Sí. ¿A ti?
—No.
Ella sonrió.
—No estás acostumbrado a no tener el control.
—Joder, no
—Apuesto a que los moteros estáis acostumbrados a dar órdenes a
las mujeres. A tomar lo que queréis, cuando lo queréis.
Consideró sus palabras por un segundo, pero eso fue todo lo que
hizo falta.
—Déjame dejarte algo en claro. No somos violadores. Sí, nos gusta el
coño. Pero podemos tenerlo en abundancia sin obligar a nadie.
—Yo no...
Él la interrumpió.
—Estuviste en el paseo. En la iglesia. Afuera en el patio. Viste a Diesel
con Jewel. A Hawk con Kiki. A Z con Sophie. A Jag con mi hermana.
A Slade con Diamond. A Dawg con Emma. Mierda, a Ace con Janice.
Todos son jodidos moteros, todos DAMC. Morirían por sus viejas. No
dudarían un maldito segundo en ponerse delante de una bala por
ellas. Solo porque tu madre recibiera un jodido trato injusto con
alguien, y aún no sabemos quién, no significa que todos seamos así.
—¿Esos supuestos culos dulces no son tratados como propiedad?
—Nadie las obliga a hacer nada. —La rodeó con una pierna y la giró
hasta que quedó boca arriba y lo miró—. Déjame decirte algo más...
La mujer de Hawk estuvo así—separó el pulgar y el índice un poco—
de cerca de ser violada. Le dieron una paliza brutal. A Jazz la
violaron dos hombres, la golpearon y la cortaron. A Jewel la
secuestraron contra su voluntad y fácilmente podrían haberla
violado. Nosotros no hacemos esa mierda. Si jodes con nuestras
mujeres, te vamos a joder.
—¿Quién lo hizo?
Las fosas nasales de Dex se ensancharon mientras tomaba aire,
tratando de calmar su ira.
—Otro club.
—¿Qué pasó con el otro club? —le preguntó suavemente.
—Algunos siguen por aquí, otros no.
—Venganza—dijo ella con naturalidad.
—¿No es eso por lo que estás aquí? ¿Por venganza?
—Mi madre murió y eso me afectó mucho. Limpiar ese ático...
encontrar esa información, ese diario. Me partió el corazón, Dex. No
sabía para qué estaba aquí, honestamente, hasta que el viernes por la
noche me di cuenta. Cuando esas palabras escritas finalmente se
volvieron claras. Ojalá hubiera sabido lo que le había pasado todos
esos años antes de que partiera. Quiero hacerle preguntas, obtener
algunas respuestas. Pero no puedo. Esa oportunidad se perdió. Solo
queda una persona en esta tierra que sabe la verdad.
—Probablemente ella nunca quiso que lo supieras. No quería revivir
esa mierda si sucedió de la manera que crees.
—Creo que sí.
—Quiero leer ese diario
—¿Qué? No.
—Sí. Necesito leerlo. Sólo la parte que menciona al DAMC.
—¿Por qué?
—Si quieres dar con él, tal vez cuando lo lea pueda encontrar
información que tú nunca encontrarías.
Ella consideró sus palabras durante unos segundos.
—Lo pensaré. Si acepto, nadie más lo leerá.
—No puedo prometerte eso. Creo que tal vez Ace debería leerlo.
Alguien que estaba por allí en ese momento. —La miró fijamente a
los ojos azules—. ¿Qué vas a hacer si descubrimos quién es y todavía
está vivo?
—No lo sé.
—La venganza no siempre es dulce, bebé.
—Estoy de acuerdo. Pero ¿y si todavía está ahí fuera? Es posible que
les esté haciendo lo mismo a otras.
—Podría ser. Pero no tienes pruebas para encerrarlo. Probablemente
haya algún tipo de caducidad para lo que pasó con tu madre. Incluso
si no la hay, es tu palabra contra la de él. Y treinta años después, los
cerdos no te tomarán en serio. La única forma de lidiar con eso, si es
verdad, es hacerlo en secreto.
—¿Hacer qué en secreto?
Dex se deslizó sobre su espalda junto a Brooke, metió los brazos
detrás de la cabeza y miró hacia el techo.
—Lo que sea necesario.
—¿Y si todavía está en tu club?
—Nos encargaremos de ello.
—¿Quiénes nos encargaremos?
—El club, no tú. Nosotros somos nuestra propia policía, bebé. —
Respiró profundamente y continuó—. Tengo otra hermana que aún
no conoces. Bella. Su viejo, el primero, no el que tiene ahora, abusó de
ella hasta el cansancio. Intentó matarla. La apuñaló varias veces hasta
que pensó que estaba muerta.
Brooke respiró profundamente y luego soltó un sonido.
—Eso no es ni la mitad. Bella estaba embarazada del cabrón.
—Ella perdió el bebé.
Él asintió.
—La apuñaló en el vientre a propósito.
Ella se dio la vuelta y quedó de costado, apretada contra él, y le puso
una mano en el pecho.
—Oh, Dios mío.
—Sí—gruñó él.
—¿Y era miembro de tu club?
—Sí.
—¿Qué le pasó?
—Le pasó Axel. —Se estiró y colocó un mechón de su pelo largo y
sedoso detrás de la oreja. Observó a la mujer desnuda que estaba a su
lado por un momento y luego dijo—. Axel es un 5-0. Fue el primero
en llegar a la escena. Aunque me alegro mucho de que haya llegado y
le haya salvado la vida, no me alegro de que los cerdos hayan
arrestado a Rebel antes de que pudiéramos encontrar su culo.
—Entonces, ¿está en prisión?
—No. Una cosa buena fue que atraparan a Rebel y lo enviaran a
Greene.
—Greene —repitió—. La prisión que mencionaste.
—Correcto.
—¿Dónde están Rocky y Doc?—dijo Brooke.
—Sí.
—¿Debería adivinar qué pasó?
—No. Ya lo sabes. Doc es nuestro abuelo. No es que eso hubiera
importado. Doc habría mandado a matar a Rebel hubiera sido de
nuestra sangre o no. Como dije, nosotros cuidamos de los nuestros.
—¿Está bien ahora?
Una sonrisa se dibujó en el rostro de Dex al pensar en su hermana.
Era una mujer fuerte. Siempre había pensado que si alguna vez se
establecía con una vieja, sería tan fuerte y valiente como Bella.
—Sí, está genial. Axel es su viejo ahora.
—Espera. ¿Un policía?
—Sí.
—Entonces, ¿ya no es parte del club?
—Oh, no, lo es.
—¿A él no le importa?
—Le importa. Pero no tiene mucho que decir. Axel también es el
hermano de Z.
—¿Z? ¿Zak? ¿El presidente de tu club?
—Sí.
Brooke apoyó la barbilla en el pecho de Dex.
—Vaya. Eso es... ni siquiera sé qué es eso. ¿Cómo ocurrió?
—Bear y Doc fueron los miembros fundadores del club. Compañeros
de Vietnam. Fueron dados de baja y fundaron el club juntos. Eso es lo
que quise decir cuando dije que había dos troncos en el mismo árbol.
—Un árbol que ahora se está retorciendo.
Ella lo recordaba. Había prestado atención.
—¿Por Bella y Axel?— preguntó ella.
—No sólo por ellos. Jag y mi hermana, Ivy. Diesel y Jewel también. El
padre de Z y Axel es Mitch. Bear es... era el padre de Mitch.
Ella se movió.
—¿Quién es ese Mitch? ¿Ya lo conocí?
—No. Mitch no es parte del club. Mitch también es un 5-0.
—Vaya —dijo ella y levantó la cabeza—. Oye, ¿cuántos años tiene
Mitch?
—Tiene edad suficiente para ser tu padre, pero no lo es. Mitch creció
en el club, pero nunca fue un Angel. Tomó un camino diferente y
arrastró a Axel con él. Z luchó contra eso.
—¿Eso creó una ruptura en la familia?
—Sí, claro—suspiró Dex—. ¡Y grande!
—¿Causa problemas con Axel y Bella?
—Sí, a veces. Bella tiene que sortear esa delgada línea entre su lealtad
al club y su lealtad a su viejo.
—Eso debe ser difícil.
—Sí. Quiero a mi hermana y Axel es bueno para ella. Pero Axel no es
bueno para el club.
—Ella no se alejará del DAMC.
—No, lo lleva en la sangre. Como yo. Como Ivy. Incluso como Axel.
—Supongo que no es bienvenido a cosas como el cerdo asado de esta
noche.
—A veces está con Bella. Sin embargo, las cosas tienden a ponerse un
poco tensas cuando él está cerca. Pero no le gusta que ella esté fuera
de su vista con demasiada frecuencia.
—¿Por qué?
Dex se encogió de hombros y se levantó de la cama.
—Tenemos enemigos.
—¿Quién?
—El DAMC.
—¿El club que lastimó a las mujeres?
—Sí. Los Shadow Warriors.
Brooke permaneció en silencio mientras su mano se deslizaba sobre
su pecho y hacía girar uno de los anillos de su pezón de un lado a
otro con la punta del dedo.
—¿A quién más no he conocido todavía?
Dex recordó el paseo y el cerdo asado. Todos habían aparecido en un
momento u otro.
Todos menos Pierce.
Sin embargo, no estaba listo para contarle sobre Pierce. Todavía no.
Cuando Zak se enteró de lo que había pasado con Brooke, el
presidente del club estuvo de acuerdo en que necesitaban una
reunión para discutirlo con más detalle. Para averiguar algo antes de
sacar conclusiones apresuradas. Así que había programado una
reunión del Comité Ejecutivo para mañana por la tarde. Ahora Dex
solo tenía que evitar que Brooke investigara demasiado por su cuenta
hasta entonces.
Como tenía los lunes libres en la casa de empeños, si podía
mantenerla ocupada en la cama hasta el lunes por la tarde, sería
genial.
Los hermanos podrían idear un plan y moverse a partir de ahí.
El problema era que Brooke no recibía órdenes de él y dudaba que
recibiera órdenes de nadie.
No era tan arrogante como Pierce, pero tenía una personalidad fuerte.
Dex podía ver que Brooke era de su misma sangre.
Es cierto que eso le preocupaba. Pierce ya era una mancha en el
DAMC. Añadir una violación a su larga lista de problemas sería la
gota que colmaría el vaso.

***
Zak golpeó con su mazo la mesa de madera de la sala de reuniones.
La mesa que tenía el logo del DAMC tallado a mano en el centro por
su difunto abuelo. Ese logo, ese símbolo de su hermandad, lo era
todo. Era el pegamento que mantenía unido al club. Significaba
familia y lealtad.
No solo estaba tallado en la mesa donde se reunía el Comité
Ejecutivo, sino que había un cartel de madera tallado a mano sobre el
bar privado. También había un cartel colgado sobre la parte trasera
de la puerta de la casa club con su lema: Down & Dirty 'til Dead.
Y no solo llevaban sus colores en sus cuts2, sino que todos tenían esos
rockers y símbolos tatuados en la piel de la espalda. Absolutamente
todos los que estaban sentados alrededor de esta mesa.
Z, Hawk, Diesel, Ace, Dex y Jag. El presidente, el vicepresidente, el
sargento de armas, el tesorero, el secretario y el capitán de ruta.
El motivo por el que estaban en esta habitación esta tarde solía
sentarse a la cabecera de la mesa. Lo había hecho durante diez putos
años mientras Z cumplía condena en prisión.
Pierce, que era de la vieja escuela, odiaba el hecho de que Z hubiera
intentado que el club fuera legal. A él no le gustaba que las cosas
cambiaran. Y Z siempre había estado a favor del cambio. De mejorar
las cosas para el club. Y no solo para el club, sino para todos.
La vieja escuela significaba asesinatos y caos. Y Z quería que el club
prosperara, no que se desintegrara. Tener miembros en prisión o a
dos metros bajo tierra no le hacía ningún bien a nadie.
Aun así, Pierce no había podido esperar a tener el mazo en sus manos
una vez que Z fuera arrojado a SCI Fayette. Y todos no habían podido
esperar a que Z lo recuperara una vez que lo liberaran. Todos, menos
Pierce.
—Hoy estamos aquí por una sola cosa y es para discutir la mierda de
esta mujer. —Z volvió la mirada hacia Dex.
Esta mujer.
—Brooke—dijo Dex.
—Seh, como se llame. La mujer que cree que un Angel violó a su
madre y la dejó embarazada. ¿Y ahora está aquí para qué? —Z miró a
Dex otra vez.
—Encontrar a quien lo hizo.
—Seh, no me digas. ¿Y luego qué?
—Tal vez quiera cortarle las pelotas y ponérselas alrededor del cuello
—gruñó D.
—Bueno, si es Pierce, es bienvenida. La ayudaré a sujetarlo—dijo Jag.
Z levantó la mano.
—Sigue siendo un hermano, así que tenemos que decidir cómo
vamos a manejar esto. No necesitamos que ella salga corriendo al
Departamento de Policía de Shadow Valley. No es que vayan a hacer
nada, pero no necesitamos el maldito dolor de cabeza.
—Malditos hombres—murmuró Ace.
—Tampoco necesitamos un maldito violador entre nosotros. Así que,
si resulta que lo hizo, hay que ocuparse de él rápidamente —
intervino Hawk con el rostro serio—. Puede que eso haya sucedido
hace treinta años, pero quién sabe qué otras mierdas habrá hecho
desde entonces.
Diesel gruñó y todas las miradas se volvieron hacia él.
—¿Tienes algo que decir, hijo?—le preguntó Ace a su hijo menor.
—No —volvió a gruñir el ejecutor del club.
—No necesitamos que alguien que lleve nuestros colores haga esa
clase de mierdas—dijo Hawk.
—Si es que lo hizo. Sé que acosa a las mujeres, pero ser sobón y violar
a una mujer son cosas diferentes—dijo Z.
—Diferente para ti que no eres una jodida mujer—se quejó Jag—. Si
se hubiera puesto sobón con Ivy, lo habría enterrado junto a Black
Jack.
La idea de que Pierce tocara a alguna de sus hermanas o, mierda,
incluso a sus primas, no le sentaba bien a Dex.
—Era un tipo muy ocupado en su época, no creo que haya bajado
mucho el ritmo—dijo Ace.
—Su vieja lo dejó hace menos de cinco meses porque lo sorprendió
metiendo la polla en su ratón doméstico.
—Ah, joder. No lo sabía—murmuró Ace.
—No puedo creer que Randi no lo haya dejado antes —dijo Jag,
sacudiendo la cabeza—. No estoy seguro de qué ve una mujer en él.
—Puede cautivarlas cuando es necesario. Lo he visto con mis propios
ojos muchas veces—dijo Ace.
Z golpeó la mesa con el mazo.
—Muy bien, tengo que volver a la pastelería, así que tenemos que
terminar con esto.
Hawk resopló.
—¿Para qué? No es como si hicieras algo en la pastelería. Bella y
Sophie hacen todo el trabajo. La mitad del tiempo ni siquiera estás
vigilando al niño.
Z frunció el ceño.
—Vigilo a Zeke.
—Sí, mientras le chupa las tetas a tu vieja. Eso es todo.
Una risa se escuchó alrededor de la mesa.
Z golpeó el mazo contra la mesa otra vez.
—Está bien, decidamos qué carajo vamos a hacer.
—Lo primero que tenemos que hacer es asegurarnos de que Pierce sea
su padre —afirmó Ace, recostándose en su silla y cruzando los brazos
sobre el pecho.
—¿Cómo vamos a hacer eso?—preguntó Zak.
—¿ADN?—sugirió Jag.
Z resopló.
—Sí, genial. Una respuesta fácil a un problema difícil. No va a abrir la
boca y dejar que le tomemos muestras sin hacer un montón de
jodidas preguntas.
—Creo que tenemos que hacerlo en secreto. Obtener su ADN a
escondidas. Averiguar si es el culpable. Si lo es, entonces tenemos que
seguir con esta conversación. Pero hasta entonces, tenemos que
mantenerlo en secreto. ¿Me habéis entendido?—dijo D.
—¿Cómo podemos obtener sus ADN sin que ellos lo sepan?—
preguntó Jag.
Todas las miradas se volvieron hacia Dex, incluida la de Diesel.
—Te la estás tirando. No hay problema en conseguir algo de ADN.
Mierda.
—¿Como saliva?
Diesel se inclinó hacia delante y lo miró fijamente.
—No quiero que te quites la saliva de la polla. Joderá el ADN. Solo
unos pelos. De un cepillo o algo así.
Dex podría lograrlo si Brooke lo dejaba entrar a su habitación. La
mujer era impredecible cuando se trataba de pedirle algo. Ya había
aprendido eso en el poco tiempo que había pasado desde que la
conoció.
—¿Y qué pasa con Pierce?—le preguntó a Diesel.
—Haré que Dawg le quite un poco de pelo. O algo así. Ya lo veré.
—Necesitamos que Axel se involucre, ya que tal vez tenga una forma
de analizarlo—preguntó Zak.
—¡No, no! —gritó D—. No quiero que los cerdos se involucren. Ya lo
tengo controlado. Hunter debería poder conseguirlo.
—¿Cuánto tiempo va a durar esta mierda?—le preguntó Dex a D.
Se encogió de hombros.
—No lo sé. También depende de lo pronto que me consigas ese pelo.
Tampoco vello púbico que quedó atrapado entre tus dientes,
hermano. ¿Me entiendes?
—No tiene nada—anunció Dex, aunque eso era completamente falso.
Pero que le den a su primo y a su comentario listillo.
Ace se rio entre dientes, sacudió la cabeza y miró fijamente la mesa.
—No entiendo por qué las mujeres de hoy en día tienen que afeitarse
toda esa mierda. No hay nada como una mujer de antaño con pe...
—¡Muy bien! Se levanta la sesión —gritó Hawk, poniéndose de pie—.
No necesito oír a mi padre hablar de coños peludos.
—No iba a hablar de tu madre—dijo Ace con una sonrisa.
—Dios—masculló Diesel.
—Brooke no va a ser paciente—le advirtió Dex a Diesel mientras su
primo se levantaba del asiento.
Zak se acercó a la mesa y le dio una palmada en la espalda a Dex.
—Entonces mantenla ocupada, hermano. —Le dedicó una gran
sonrisa—. La he mirado bien. No debería ser un problema para ti.
—Ella puede ocupar su tiempo jugando con tus pezones, primo—dijo
Hawk y se rio mientras le daba una palmada en la espalda también.
Capítulo 6

Dex golpeó la puerta de la habitación del motel. Como era la tercera


vez que lo hacía y no había escuchado absolutamente nada, estaba
bastante seguro de que Brooke no estaba en su habitación.
Tal como pensaba, ella no iba a tener paciencia. Y no iba a obedecerle,
él le había dicho que esperara en su habitación a que regresara.
Pero, por supuesto, ante cualquier orden saliendo de su boca, ella iba
a hacer lo contrario.
Porque podía y quería demostrarlo.
—Me cago en su puta madre—gruñó y se pasó los dedos por el pelo.
Bajó la cabeza y se quedó mirando sus botas durante un minuto
mientras intentaba dejar de lado la ira.
Sacó el teléfono del bolsillo trasero y envió un mensaje de texto
masivo a todos los hermanos.
Cualquiera que vea a Brooke, me avisa
Cerró los ojos y apretó los dientes ante los mensajes de respuesta.
¿Se escapó con tus pelotas?
Necesitas atar la correa más fuerte, hermano.
Quizás encontró un hombre con anillos más grandes...
¡Qué mierda!
Dex miró fijamente el texto de Dawg.
Aquí.
Oh, mierda. Estaba en la tienda de armas.
Dex le respondió rápidamente:
¿Está buscando a Pierce o comprando un arma para matarlo?
No lo sé. Trae tu culo aquí.
—Mierda —murmuró él y rápidamente se dirigió a su sled, se subió,
puso el motor en marcha y se dirigió a las afueras de la ciudad, al
Shadow Valley Gun Shop and Range, a toda velocidad.
En diez minutos, ya estaba entrando al estacionamiento. Se le
revolvió el estómago pensando en lo que ella podría haber
descubierto.
La moto de Dawg estaba en el estacionamiento, pero no vio la de
Pierce. Tal vez eso fuera una buena señal.
Caminó como un cangrejo con su sled hasta el lugar junto al BMW de
Brooke y, después de apoyar la pata de cabra, giró la cabeza para
mirar fijamente la parte trasera del coche.
Su polla se crispó dentro de sus vaqueros al recordar la primera vez
que la había follado. O que ella lo había follado.
De cualquier manera, había sido jodidamente caliente.
Se acomodó la polla. Cuando entró en la tienda, una vez que sus ojos
se acostumbraron, se posaron en Dawg.
El hombre estaba apoyado contra la vitrina de cristal que contenía las
pistolas y sacudía su cabeza rubia oscura.
—Es un puto coñazo.
—¿Dónde está?—preguntó Dex, frotándose las manos para
calentarlas.
Dawg hizo un gesto con la cabeza hacia la puerta que conducía al
campo de tiro interior.
—En la parte de atrás.
Dex arqueó las cejas.
—¿Compró un arma?
—No, no. Tenía una. Una linda Sig. Le pregunté si necesitaba ayuda y
me dijo que me fuera a la mierda. Aunque lo hizo sonar un poco más
amable.
Dex miró alrededor de la tienda vacía.
—¿Dónde está Pierce?
—Se fue—gruñó Dawg.
—Bien. ¿Se vieron?—preguntó Dex.
—No.
—¿Cuándo regresará?
—No lo sé. Pero tenemos que sacarla de aquí antes de que regrese.
Porque te aseguro que no dejará pasar la oportunidad de coquetear
con ella. Y si lo hace... —Dawg negó con la cabeza.
—No va a ser bueno—terminó Dex por él.
—No. Y si lo ve, sospechará. Y, como dijo D, tenemos que mantenerlo
en secreto por ahora hasta que sepamos si son parientes.
Dex se puso las manos en las caderas y miró hacia la puerta cerrada.
Necesitaba convencer a Brooke de que saliera de la tienda con él. Sin
embargo, si le exigía que lo hiciera, se resistiría. Si tan solo le pedía,
probablemente se preguntaría por qué y entonces las cosas podrían
ponerse difíciles.
—¿Crees que podrías agarrar un poco de su cabello mientras está
aquí? Tengo la muestra que D quería de Pierce. Pensaba que si
consigues algunos mechones de cabello, puedo avisarle a D lo que
tenemos y poner todo en marcha.
Dex miró fijamente al hombre más grande y barbudo.
—¿Cómo conseguiste el ADN de Pierce?
Dawg resopló.
—Ayer acorraló a una mujer que le dio una bofetada y le hizo sangrar
la nariz. Encontré unos pañuelos de papel ensangrentados en la
basura. D dijo que eso funcionaría. Los pondré en una bolsita y los
llevaré al almacén más tarde. Consigue algo de ADN mientras estás
aquí, lo llevaré también.
Dex asintió y volvió a mirar la puerta que conducía al campo de tiro.
—¿Hay alguien más disparando ahí atrás?
—No.
—¿Puedes asegurarte de que nadie vaya por un tiempo?
—Sí —dijo sonriendo—. ¿Necesitas unos treinta segundos?
—Treinta y cinco para ser exactos.
Dawg se rio.
—Si no tuviera a Em y a las chicas y no hubiera renunciado a Heaven’s
Angels, tal vez le habría preguntado si necesitaba un trabajo. Tiene
buenas tetas, además de un culo que le daría una erección a cualquier
hombre.
—Dudo que su objetivo profesional sea columpiarse en un poste.
—¿A qué se dedica?
Dex abrió la boca. Luego la cerró. No tenía ni puta idea. No creía que
ella se quedaría por allí, así que preguntarle ese tipo de mierdas
nunca se le pasó por la cabeza. Maldita sea.
Dawg se rio de nuevo.
—Ni siquiera lo sabes, hermano. Es difícil mantener a una mujer en
tu cama si no muestras ningún interés en su maldita vida.
—No todo el mundo es un marica en el fondo como tú, Dawg.
Dawg sonrió.
—No me importa una mierda cómo me llames. Tengo a Em en mi
cama. Nunca he sido más feliz. “Esposa feliz, vida feliz” es una
verdad absoluta. Créeme.
Dex tenía que admitir que Emma era un buen partido. Dawg estaba
feliz, aunque estaba bastante seguro de que el hombre estaría más
feliz si no tuviera que compartir las tareas de administración de la
tienda de armas con Pierce.
Pero eso podría cambiar en el futuro próximo.
—¿Vas a quedarte ahí parado o vas a buscar algo de ADN?—dijo
Dawg, riendo.
—Sí —gruñó Dex y se dirigió hacia la puerta del campo de tiro. Miró
por encima del hombro una última vez—. En serio, no dejes que entre
gente.
—Por lo que he oído, te gusta tener público.
Dex meneó la cabeza y se dirigió hacia el campo de tiro.

***
Brooke se paró con los pies separados y disparó. Dio justo en el
centro de la silueta de papel. Luego disparó una y otra vez, hasta que
el cargador estuvo vacío. Soltó el cargador y se aseguró de que la
recámara estuviera vacía antes de colocar el arma en la funda. Se
quitó las gafas protectoras y los tapones de goma de los oídos.
—Si le disparas, encerrarán tu puto culo—dijo una voz profunda
detrás de ella.
Su corazón dio un vuelco y luego empezó a latir con fuerza. No tenía
ni idea de que había alguien allí. No solo se había concentrado en su
objetivo, sino que los tapones para los oídos le habían impedido oír a
Dex entrar.
Ella se giró en la cabina y lo vio apoyado contra la pared de bloques
de cemento pintados, con los brazos cruzados sobre el pecho.
Su corazón volvió a dar un vuelco, pero esta vez no fue porque
estuviera asustada.
¡Por supuesto que no!
Él se veía muy bien, pero era un problema con P mayúscula. No
necesitaba seguir ese camino con él, ni ningún otro. ¿Tomar un
desvío? Tal vez, pero tenía que recordarse que solo serían unos días.
Sólo hasta que descubriera quién era su padre. Tal como estaban las
cosas, no quería perder mucho tiempo en eso. Necesitaba volver a su
negocio, a su casa. Poner su vida en orden. Volver a donde estaba
antes de que su madre muriera y encontrara ese maldito diario.
Se apartó de la pared y Brooke contuvo la respiración cuando se
acercó a ella, pero él solo se inclinó hacia la cabina para presionar el
botón de la pared. La silueta de papel se acercó hacia ellos hasta que
estuvo al alcance de la mano.
Él se acercó para estudiarla.
—Un tiro muy bueno.
—¿Disparas?
Pasó los dedos sobre la pistola que estaba en el estuche abierto.
—A veces, pero no soy tan bueno.
—Si vas a llevarla, debes ser así de bueno.
Se giró para mirarla.
—No la llevo con regularidad.
Estaban apenas a centímetros de distancia, el calor de su cuerpo se
mezclaba con el de ella, su aliento recorría sus labios cuando hablaba.
—Quieres decir que no llevas un arma. —Se estiró y metió la mano en
el bolsillo trasero de sus vaqueros, sacó un cuchillo doblado3 y lo
levantó—. Pero llevas uno de estos.
Dex se lo arrancó de los dedos y lo guardó.
—Seh. Es una estupidez no estar preparado.
—¿Para qué?
Él levantó un hombro.
—Cualquier amenaza.
Ella ladeó la cabeza.
—¿Esos Shadow Warriors?
Él no respondió a su pregunta, sino que preguntó:
—¿Cómo es que eres tan buena?
—Tengo que serlo.
—¿Por qué? ¿Eres policía?
Habían follado durante los últimos días e incluso él se había quedado
a dormir en su habitación del motel anoche, pero nunca le preguntó
nada personal sobre su vida. Ella había hecho la mayoría de las
preguntas en su intento de obtener información sobre su posible
padre.
—Soy una asesina a sueldo—dijo con cara seria.
—¿Qué?
Ella sonrió.
—Solo estaba bromeando contigo. Otra vez.
—¿A qué te dedicas? En serio.
—Soy diseñadora de interiores.
Él simplemente la miró fijamente.
Tenía que saber qué era un diseñador de interiores, ¿verdad?
—De espacios comerciales. Como oficinas corporativas y cosas así…
—agregó ella.
—¿Tu jefe te dio tiempo libre para todo esto?
Ella sonrió.
—Claro que sí.
—Tienes un jefe generoso.
Ella levantó la barbilla y lo miró directamente a los ojos.
—Seguro que sí, ya que soy yo.
La sorpresa se dibujó en su rostro.
—¿Tienes tu propio negocio?
—Sí.
—¿Y puedes permitirte el lujo de tomarte este tiempo libre para
encontrar a tu padre?
—Limpié mi agenda, le pasé mi trabajo a uno de mis asistentes. Y sí,
puedo permitírmelo. Guardé suficiente dinero para tiempos difíciles.
—¿Encontrar al hombre que violó a tu madre son tiempos difíciles?
Ella hizo una mueca.
—No, que mi madre muriera de cáncer de ovario son tiempos
difíciles.
Ahora era su turno de hacer una mueca.
—Lo siento, bebé—dijo y le apartó un mechón de pelo de la cola de
caballo de la cara.
Ella le agarró la mano y la mantuvo quieta.
—Sabes, a la mayoría de las mujeres fuertes e independientes no les
gusta que las llamen cosas como ‘bebé’.
—Seh.
—Seh—repitió ella—. Pero eso no te detendrá.
Él asintió una vez.
—Correcto.
Ella frunció los labios y lo observó. Su cabello estaba alborotado,
probablemente por haber estado en su moto, sus ojos castaños
oscuros combinaban con su cabello oscuro, sus labios eran llenos y
definitivamente dignos de ser besados, y vestía una camiseta de color
naranja, gruesa y desgastada debajo de ese chaleco de cuero que
llevaba con orgullo y que claramente afirmaba que era un motero
rudo. Tenía un par de gafas de sol metidas en el cuello de la camiseta
de manga larga. Y ella sabía exactamente lo que había debajo de ésta.
Sus pezones se pusieron duros ante su secreto oculto.
Un cinturón de cuero negro con una hebilla de latón voluminosa
sostenía sus gastados vaqueros sobre sus delgadas caderas, una
cadena le pasaba por la parte delantera de la cintura hasta el bolsillo
trasero, donde llevaba su enorme billetera, y unas pesadas botas
negras de motero cubrían sus pies. Unos anillos pesados adornaban
sus largos dedos, dedos que tenía que admitir que sabía usar con
cierta habilidad, y un pendiente de oro le colgaba de una oreja.
También lucía algo de vello facial hoy, ya que no había empacado una
bolsa con una maquinilla de afeitar cuando se quedó a dormir en su
cama en el motel.
Bueno, él no durmió mucho.
Ella tampoco.
Y las bolsas debajo de los ojos se debían a la falta de sueño.
—Bebé—murmuró él.
Ella levantó la mirada para ver sus labios curvados en una sonrisa y
los rabillos de sus ojos arrugados por la diversión.
De nuevo con lo de bebé.
—Acabamos de tener esa discusión—le recordó ella.
—No, tú tuviste esa discusión. —Sus labios se torcieron—.
¿Terminaste de mirarme?
—No.
Su sonrisa se hizo más amplia. Esa sonrisa no solo era impresionante,
sino que sus ojos marrones brillaban.
—¿Quieres hacerlo aquí mismo?
—No. —Eso era una mentira absoluta. Pero había lugares mucho
mejores para hacerlo que un campo de tiro cubierto.
—¿Por qué no?
—Tengo una cama perfectamente buena en mi habitación.
Extendió la mano y hundió los dedos en su cabello, sacándolo de la
cola de caballo que llevaba.
—Una pared serviría. —Se metió la banda elástica negra para el
cabello en el bolsillo delantero de sus vaqueros.
Ella miró a su alrededor.
—Sí, tal vez. Pero la gente podría entrar. Ya causamos una multitud
una vez, ¿de verdad quieres hacerlo de nuevo? —Puede que a ella le
gustaran muchas cosas, pero el sexo en público no era una de ellas.
—Dawg lo tiene todo cubierto.
Entrecerró los ojos al ver al hombre que la estaba tentando en ese
momento.
—¿Tiene todo cubierto?— Su coño se apretó ante la idea de
empujarlo contra la pared y tomar lo que quería.
Aunque sus pensamientos eran probablemente opuestos.
Probablemente él se la estaba imaginando follándola contra la pared.
Pero estaban en un lugar público. Más o menos.
Lo cual podría ser excitante. Más o menos.
—No va a venir nadie por un rato—le aseguró.
—¿Tú lo arreglaste?
—Sí.
—¿Y pensaste que estaría de acuerdo?
Él sonrió y sus ojos brillaron.
—¿Lo estás?
Ella lo empujó con las dos palmas, estampando su espalda contra la
pared con un ¡uf!
—Jugaremos a mi manera.
—Mientras estemos jugando...
—Silencio—le ordenó mientras se quitaba los zapatos y comenzaba a
desabrocharse los pantalones.
Los labios de Dex se cerraron, pero ella no pudo pasar por alto el tic
en las comisuras. A él le encantaba que ella lo mandara. Eso la
sorprendía muchísimo. También hacía que su sangre fluyera, así
como sus jugos. Sus bragas ya estaban mojadas por la anticipación.
Arrojó los pantalones sobre el pequeño mostrador que había en la
parte delantera de la cabina y se quitó las bragas, dejándolas junto al
estuche de su arma.
—Quítate el cinturón.
Él hizo lo que le dijo, sin una palabra, pero sus ojos lo decían todo.
Estaban calientes y su mirada se posó instantáneamente en el lugar
donde ella arrastró sus dedos a continuación. A través de sus
pliegues húmedos, reuniendo su excitación resbaladiza. Ella levantó
los dedos hacia sus labios.
—Chúpalos hasta dejarlos limpios.
Cuando él separó los labios, ella le metió dos dedos en la boca. Con
un gemido, él los chupó, mientras la punta de su lengua se
arremolinaba alrededor de los dedos.
Ella reprimió un gemido.
—Quiero que saques tus tetas —dijo él cuando ella sacó los dedos de
entre sus labios.
—Quieres. —No lo planteó como una pregunta, porque no lo era.
En lugar de hacer lo que él quería, ella le desabrochó el botón de los
vaqueros y bajó bruscamente la cremallera sobre su erección. No
llevaba ropa interior. No estaba segura de lo cómodo que era para él,
especialmente con su erección en este momento, ni tampoco le
importaba.
Con un tirón brusco, ella deslizó sus vaqueros por sus muslos lo
suficiente para que su polla quedara libre. Él se inclinó para agarrarla
y ella le dio una palmada en la mano.
—Te dije antes que es mía. No te dije que la tocaras.
—Mierda—murmuró mientras ella caía de rodillas desnudas sobre el
frío suelo de hormigón epoxi.
Ella le rodeó la polla con los dedos y la tomó en su boca.
Sus caderas se tensaron y se sacudieron mientras ella deslizaba su
verga dentro y fuera de sus labios, dejándolo resbaladizo con su
saliva, raspando sus dientes a lo largo de su longitud y a través de la
corona.
Él gimió, empujando sus caderas hacia adelante.
—Joder, bebé—gimió él.
Ella lo soltó el tiempo suficiente para ordenarle:
—Silencio.
Su cuerpo se estremeció y ella levantó la vista para verlo con la
cabeza apoyada contra la pared, mirando al techo y riendo.
No iba a reírse por mucho tiempo. Ella lo chupó con mayor
entusiasmo hasta que sus labios se separaron y su respiración
comenzó a entrecortarse. Luego lo chupó aún más fuerte, agarrando
sus pelotas con fuerza en su puño.
Sus manos estaban a los costados y ella no podía dejar de notar que
sus dedos se movían nerviosamente, probablemente porque quería
hundirlos en su cabello y follarle la cara.
Cosa que no le dejaría hacer.
No. Ella dirigiría este baile.
Soltó su polla con un sonido húmedo, luego hundió los dientes en la
parte superior de su muslo, haciéndolo sacudirse por la sorpresa.
Ella se puso de pie, sin soltarle las pelotas, y se encontró con su
mirada oscura.
—¿Te gusta que te obliguen a hacerlo? —Sus vaqueros todavía
estaban empujados hasta la mitad de sus muslos y le impedían
moverse demasiado.
—Si eso significa que vas a montar mi polla, entonces sí.
—Eso es lo que significa —confirmó—. ¿Cuánto tiempo tenemos?
—No mucho, así que haz lo que tengas que hacer.
—¿Eso es una orden?
Dudó un momento y luego dijo:
—No, una sugerencia.
—Buena respuesta—ronroneó ella—. Aprendes rápido.
—No soy estúpido.
Ella lo miró durante unos segundos y finalmente le soltó las pelotas.
—No, no lo eres. Debería hacerte caer de rodillas y comerme.
Antes de que ella pudiera detenerlo, él hizo exactamente eso. Estaba
de rodillas, con los vaqueros todavía apretados alrededor de sus
muslos. La agarró por las caderas y la atrajo bruscamente hacia
adelante, empujando su cara contra su coño. La punta de su lengua se
movió salvajemente sobre su clítoris.
Era bueno con los dedos, pero definitivamente era mejor con la
lengua. Separó las piernas en una postura similar a la que había
usado para disparar antes y lo dejó hacer lo suyo, lo dejó tomar el
control, solo por unos momentos.
Disfrutaba de sus habilidades y no le costaría mucho correrse con lo
que él le estaba haciendo. Metió la mano debajo de su chaleco y le
pellizcó los dos anillos de los pezones a través de la camiseta. Sus
lametones se volvieron más intensos hasta que jadeó cuando ella le
retorció los pezones lo más fuerte que pudo. Entonces él chupó su
clítoris con fiereza y raspó el sensible nudo los dientes.
Quería gritar, pero se contuvo. No quería que él supiera cuánto la
afectaba. Quería que trabajara duro para conseguirlo.
El resultado final no sólo le daría más satisfacción a ella sino también
a él.
Ya sea que lo supiera o no.
Echó la cabeza hacia atrás y el aire se le escapó a toda prisa mientras
un orgasmo la invadía. Entonces él se levantó y se alejó, la agarró por
los muslos con los brazos, se giró, empujándola contra la pared y, con
una embestida, ya estaba dentro de ella.
Él le levantó las piernas y las colocó alrededor de su cintura para
poder embestirla sin descanso. Cada embestida le arrancaba un
gruñido a él y un jadeo a ella.
Ella necesitaba tener el control.
Ella necesitaba tener el control.
Pero, oh, joder, esto se sentía tan jodidamente bien. No solo dejar que
él tomara el control, sino lo que estaba haciendo. Mostrarle lo que él
quería, no ella.
Tomar lo que él quería, no ella.
Él presionó su cara contra su cuello y su cálido aliento golpeó contra
su piel caliente.
Un pensamiento se arremolinaba en su cerebro... No podía cederle ni
un centímetro porque si lo hacía, él lo querría cada vez.
Y ella no estaba preparada para eso.
No. Necesitaba permanecer arriba. Necesitaba conservar el poder,
tomar el control de la situación.
No él.
No Dex.
Cerró los ojos y lo permitió de todos modos, en contra de su mejor
criterio. Envolvió los brazos alrededor de sus hombros y lo alentó
clavándole los talones en la parte posterior de los muslos. Las
palabras salían a borbotones de su boca, y ella aún no estaba lista
para dejarse ir.
Aún no.
Por un momento le permitió tener ese control que tanto amaba, ese
control que necesitaba para mantener su vida en orden y
encaminada.
Sus muslos apretaron sus caderas con más fuerza, sus uñas se
clavaron en el cuero y arañaron las zonas de la parte posterior de su
cut. Hasta que ya no pudo aguantar más.
Se corrió. Rápido. Fuerte. Pero él la sostuvo.
Él se corrió al mismo tiempo, la embistió, se restregó contra ella,
derramándose profundamente en su interior.
Llenándola de Dex.
Dex. Ese motero. Ese hombre al que nunca esperó conocer.
El único capaz de lograr que cediera el control.
¿Por qué él? ¿Por qué ahora?
Él se quedó inmóvil, pero la mantuvo atrapada contra la pared. Su
respiración era agitada y su pecho subía y bajaba.
Su boca contra su oreja.
—Joder, bebé. Joder.
Sí, eso lo resumía todo.
Tenía que renunciar a esta búsqueda, a este deseo de encontrar al
hombre cuyo ADN portaba.
Tenía que salir corriendo de Shadow Valley. Ahora.
Antes de perderse.
Capítulo 7

Dex se quedó mirando a Jewel, que estaba sentada detrás del


escritorio de Diesel en el almacén. El sillón de la oficina estaba muy
alejado del escritorio para acomodar su barriga, que era enorme. Dex
hizo una mueca. Le parecía demasiado incómoda.
Se alegraba de no ser una maldita mujer.
De vez en cuando ella hacía una mueca y se movía en el asiento.
Hunter, que estaba apoyado contra una de las paredes, carraspeó,
atrayendo la atención de Dex nuevamente hacia el ex agente Special
Forces que trabajaba para D en In the Shadows Security.
—Tengo noticias —gruñó D, de pie detrás de Jewel con los brazos
cruzados sobre su enorme pecho. Era como un centinela detrás de su
vieja, listo para acabar con cualquiera que se acercara a ella.
—Pensaba que por eso me habías llamado aquí. No para tomar un
puto té.
—Tengo resultados —dijo D a continuación, ignorando la respuesta
de Dex.
—Si vas a hablar con frases de dos putas palabras, me sentaré porque
voy a estar aquí un rato.
D le lanzó una mirada ceñuda.
Dex se volvió hacia Hunter, que al menos hablaba con oraciones
completas. O la mayoría de las veces.
—¿Cómo abstuviste los resultados tan rápido? Le di el accesorio para
el cabello a Dawg ayer mientras estaba en la tienda de armas.
Jewel chasqueó la lengua.
—Follaste a la hija de Pierce en su propio negocio. Un poco irónico.
Así que Dawg no se había quedado callado sobre sus actividades con
Brooke en el campo de tiro ayer. Se lo había imaginado. La mirada de
Dex se posó en Jewel.
—¿Es?
—Sí—gruñó Diesel.
—Noventa y nueve coma nueve nueve nueve y así sucesivamente por
ciento positivo—afirmó Hunter—. Y para responder a tu pregunta,
moví algunos hilos. Esa es la única razón por la que los obtuve tan
rápido.
—Mierda —soltó Dex. Así que era cierto, Brooke era la hija de Pierce
—. Eso solo complica la mierda.
—Seh, la complica—gruñó Diesel—. Significa que lo que está
diciendo podría ser jodidamente cierto.
—Seh—dijo Dex, suspiró y se frotó la frente con una mano mientras
apoyaba la otra en la cadera—. Tenemos que tener una reunión del
Comité Ejecutivo para decidir el siguiente paso.
—¿Cómo vais a averiguar si Pierce realmente forzó a la madre de
Brooke a tener relaciones sexuales? ¿Crees que os va a decir que sí
cuando se lo preguntéis? —preguntó Jewel, y luego se movió en el
asiento con un gruñido.
D frunció el ceño mientras observaba a Jewel moverse de un lado a
otro.
—¿Qué coño te pasa?
Giró la cabeza para mirar con enojo a su viejo.
—Esta criatura. Dios. Es enorme. Y me está matando. ¿Crees que esto
es fácil?—le gritó con una mano sobre su vientre hinchado.
D dio un manotazo en su dirección, quitándole importancia a su
frustración.
Dex frunció los labios para no reírse de ellos dos. Jewel era perfecta
para su primo, de eso no había duda. No se dejaba intimidar por él.
Pero se amaban a morir. No es que D nunca lo fuera a admitir. En voz
alta, de todos modos.
Jewel se volvió hacia Dex y suspiró mientras se frotaba el vientre.
—Hay otro problema.
—¿Con el embarazo? —preguntó Dex sorprendido.
—No, con…
—¡Mujer!—la interrumpió Diesel.
Jewel puso los ojos en blanco y agitó una mano en el aire.
—Como sea. Díselo tú.
Dex miró a Diesel.
—¿Decirme qué?
—Tu prima…
—¡Mujer! —volvió a ladrar D, interrumpiendo a su vieja.
—Dios —murmuró Jewel.
Dex volvió a mirar a Diesel.
—¿Cuál prima?
—Kelsea —respondió Jewel antes de que D pudiera hacerlo.
Dex frunció el ceño confundido.
—¿Qué pasa con ella?
—Bueno… —empezó Jewel.
—¡Mujer!
Dex escuchó un fuerte resoplido proveniente de la dirección de
Hunter.
—Mierda, D, entonces díselo —resopló Jewel, su cara poniéndose
roja.
—¿Decirme qué?
—Kelsea también es hija de Pierce —soltó Jewel antes de que D
pudiera detenerla.
Dex se quedó con la boca abierta por un segundo y luego la cerró de
golpe.
—¿Qué? ¿Cómo lo sabes?
D masculló una maldición antes de decir:
—Annie me lo dijo. Pero como estábamos haciendo análisis de ADN,
Jewel también le arrancó un poco de pelo. Pensé que era un buen
momento para estar seguros.
Dex dejó escapar un suspiro.
—Mierda. ¿Quién sabe esto?
—Yo. Jewelee. Annie. Hunter. Ahora tú.
Dex levantó la palma de la mano.
—Espera. ¿Kelsea no lo sabe?
D negó con la cabeza.
—No, joder, no.
—¿Hace cuánto que lo sabes?
—Inmediatamente después de la boda de Z y Sophie.
—Eso fue... —La mandíbula de Dex cayó al suelo.
—Correcto.
—¿Y lo mantuviste en secreto?
—No me correspondía a mí decirlo —respondió D—. Le
correspondía a Annie.
—Y a Pierce—añadió Dex.
—No. Él no lo sabe. Al menos eso es lo que dice Annie.
—Nuestra prima y Brooke son hermanas—murmuró Dex. Eso era un
poco perturbador.
—Medias hermanas—lo corrigió Jewel.
—Lo que sea. Es jodidamente extraño.
—No tienes ningún parentesco con ella —le recordó D.
—Cierto, pero aun así... es... extraño.
—Pues deja de follarla. Mándala de vuelta. Eso facilitaría muchísimo
las cosas.
Dex frunció los labios y colocó la mano sobre su pecho, sobre uno de
sus pezones doloridos. Después de haber tenido sexo en el campo de
tiro ayer, se detuvo rápidamente en la iglesia para ducharse y
cambiarse de ropa antes de encontrarse con ella en la habitación del
motel.
Luego, durante el resto de la noche, ella lo castigó por tomar el
control en el campo de tiro. Le había encantado cada maldito
segundo.
—Seh, no vas a dejar de follarla, hermano—se quejó D.
—Deberías ver tu cara—añadió Hunter con una sonrisa.
Jewel se rio.
—¡Ay!—gritó agarrándose la barriga. Miró a D con enojo—. ¡Nunca
más!
—A mí me parece bien. No quería a éste—murmuró.
Jewel tomó una botella de agua llena del escritorio y se la arrojó. Él ni
siquiera se inmutó cuando la botella lo golpeó en el pecho y aterrizó
en el suelo. Al menos la tapa estaba bien cerrada.
Hunter se rio entre dientes, bajó la cabeza y la sacudió.
Jewel se inclinó y jadeó. Dex se acercó al escritorio preocupado. La
mujer llevaba a su futuro primo después de todo.
Diesel gruñó.
—Probablemente solo necesite soltar un pedo.
Jewel le puso cara de tonta.
—Sí, bueno, si solo es eso, acabo de hacer un desastre en tu sillón.
Ella usó el escritorio para ponerse de pie y no solo sus pantalones
estaban mojados sino que el sillón de la oficina de Diesel estaba
empapado.
—¿Qué es eso? ¿Te has meado otra vez?
—Joder, D—gimió ella, cerrando los ojos con fuerza y jadeando.
—Parece que ha roto aguas, jefe. —Hunter le dio una palmada en la
espalda—. Felicidades. El niño está por nacer.
—No —dijo D, con los ojos un poco más abiertos de lo normal.
—Sí —insistió Hunter y se rio.
—No —dijo D, negando con la cabeza.
—¡Sí! —gritó Jewel, agarrándose con fuerza del escritorio—. Sí, D.
Esto no es un puto pedo, es tu hijo viniendo.
—No es el momento adecuado—murmuró él, poniéndose pálido.
Los ojos de Jewel se abrieron de par en par.
—¿Quién lo dice? Esta criatura dice que lo es.
—Eh... ¿tienes que ir al hospital? —preguntó Dex, sin saber qué
hacer, ya que D debería intervenir, pero el hombre estaba congelado
en su lugar.
—¡Claro que tengo que ir al hospital!—gritó ella—. ¡Hijo de puta!
Dex hizo una mueca al ver la expresión de dolor en el rostro de Jewel.
—¡Diesel! ¡Encárgate de tu vieja!
D sólo parpadeó.
—¡No te atrevas a desmayarte! —le gritó Jewel.
Dex sacó el teléfono.
—Oh, sí. Desmáyate, D. Estoy preparado. La primera vez me lo perdí.
Esta vez lo grabaré todo en video.
Eso pareció sacar a D del shock en el que se encontraba. Lo miró con
enojo.
—Vete a la mierda, Dexter.
Dex se rio.
—Llévala al hospital. Enviaré un mensaje a todos y os seguiré en
breve.
Jewel se inclinó y dejó escapar un gemido largo y espeluznante, luego
enseñó los dientes.
—¡Vámonos, carajo!
Con la mandíbula apretada, Diesel la levantó en sus brazos y salió de
la oficina.
—¿Estará bien para cargarla? —preguntó Hunter mientras miraba
por la puerta abierta.
Dex se encogió de hombros.
—Eso espero. —Escribió rápidamente un mensaje de texto y lo envió
a todos los hermanos—. Los seguiré.
—Sí. Tal vez sea lo mejor.
Dex levantó la mano por encima del hombro en señal de despedida
hacia un Hunter divertido y salió apresuradamente de la habitación.

***
Dex se paseaba por la abarrotada sala de espera de maternidad.
Miró su teléfono por centésima vez. Había llamado a Brooke dos
veces y había dejado mensajes en ambas ocasiones. También le había
enviado un mensaje de texto.
Que le den, fueron más bien tres veces.
Pero eso era todo lo que iba a hacer. No iba a rogarle que volviera con
él.
Soltó un suspiro y se frotó la barba incipiente con la mano. Intentaba
ser... amable y decirle por qué no se presentaría a su fiesta nocturna de
sexo. Intentaba hacerle saber que no la estaba ignorando sin ningún
buen motivo.
Su mirada rebotó por toda la habitación y se posó en Ace, que
caminaba de un lado a otro frente a los ascensores. La tía de Dex,
Janice, estaba parada en una de las esquinas de la habitación con
algunas de las otras mujeres del DAMC. La madre de Dex, Allie, y su
hermana y la madre de Kelsea, Annie, también estaban en ese grupo.
Dex observó a Kelsea desde el otro lado de la habitación. Era la única
rubia de ojos azules de la familia Dougherty. El resto tenía el cabello
y los ojos oscuros. Bueno, excepto Ivy, que era pelirroja de ojos
verdes. Pero eso venía del lado paterno, según había dicho su madre.
Pero el cabello rubio y los ojos azules no encajaban. Sin embargo,
nadie supo nunca quién era el padre de Kelsea. Su tía Annie había
anunciado un día que iba a tener un bebé y eso fue todo.
Si hubo una discusión sobre quién era el padre entre Ace, Allie y la
abuela de Dex, Lonnie, nunca se había enterado. En ese momento era
demasiado joven para entenderlo o incluso importarle.
Además, su propio padre se había largado antes de que Dex tuviera
la oportunidad de conocerlo, así que las madres solteras en su familia
no eran nada nuevo. O incluso extraño.
Ace había asumido el papel de la figura paterna para todos ellos.
También se había convertido en el jefe de la familia Dougherty tan
pronto como Doc fue a prisión por asesinato.
Pero ahora su tío se estaba convirtiendo en abuelo por primera vez.
Dex se dirigió al tesorero del club.
—Tendrás que acostumbrarte a esto—le dijo Dex.
—Lo sé —se quejó Ace, pero siguió caminando.
—Kiki e Ivy también te darán nietos pronto.
—Lo sé—murmuró.
—Janice estará en el paraíso de los cerdos.
Ace se detuvo en seco y miró a Dex.
—Ya lo estaba cuando nació Baby Z.
—Es cierto, pero Zeke no es de la misma sangre.
—Nos da igual.
Dex asintió.
—Cierto. Seguimos siendo familia. Pero no es lo mismo.
Zak se les unió, llevando a Zeke en su cadera.
—¿Estás nervioso, abuelo?
Ace extendió los brazos y tomó al bebé del presidente del club. Le
hizo muecas a Zeke, lo que provocó que el niño se riera.
—Sí. No por convertirme en abuelo. Tengo algo de práctica con este
pequeñito. Solo quiero asegurarme de que Jewelee esté bien y que el
bebé esté sano.
—Jewelee es demasiado terca como para dejar que el nacimiento de
un niño la afecte—dijo Z.
—Es el hijo de Diesel—les recordó Ace.
Dex y Z se rieron.
—Cierto. —Z negó con la cabeza—. El chico va a ser un cabrón
testarudo.
—¿D está en la habitación donde está sacando al niño?—preguntó
Dex.
Ace frunció los labios.
—No lo sé. Más vale que esté. Si no, Jewelee nunca dejará que lo
olvide.
—Si ella está sufriendo, él tiene que sufrir—dijo Z con total
naturalidad.
Ace resopló.
—Como hiciste con Sophie.
—Sophie no es tan testaruda como Jewel. —Z se puso serio y se
volvió hacia Dex—. Hablando de testarudas, ¿has estado
manteniendo ocupada a Brooke?
—Seh, pero me reuní con D antes, cuando Jewel rompió aguas.
Necesitas programar una reunión con el Comité Ejecutivo. Obtuvo
los resultados y tenemos que hablar de otro asunto.
—¿Podemos hacerlo ahora que estamos reunidos en un mismo lugar?
—preguntó Zak—. Quién sabe cuánto tiempo pasará antes de que el
hijo de D decida hacer acto de presencia.
—¿Te dijo que iba a tener un niño?—preguntó Hawk mientras se
interponía entre Ace y Z—. No pensé que quisieran saber el sexo. —
Hawk bajó la cabeza y levantó una mano—. Espera. Quiero decir que
Jewel no quería saber el sexo. D todavía niega que haya un pequeño
humano en su puta barriga. —Se inclinó hacia delante, agarró a Zeke
de los brazos de Ace y lo levantó por encima de su cabeza—. Lo
siento, niño, no quise maldecir delante de ti.
Zeke se rio cuando Hawk lo dejó caer de repente y lo hizo volar como
un avión en un círculo con efectos de sonido y todo.
—No, aún no lo saben—confirmó Ace.
—Entonces, ¿qué hay de esa reunión? —empezó Dex—. ¿No
necesitamos a D? Está un poco ocupado ahora mismo.
—Como capitán de ruta, Jag puede votar en su lugar. Si necesitamos
una votación —respondió Z.
Dex asintió.
—Creo que vamos a necesitar una votación.
—Mierda—masculló Z.
—Seh, aunque eso no es ni la mitad —le advirtió Dex. Se dio la vuelta
y buscó a Jag—. ¡Jag!
Jag estaba sentado en una de las sillas de la sala de espera con Ivy en
su regazo. Ivy estaba hablando con Bella, que también estaba
acurrucada en el regazo de Axel en la silla de al lado.
Entonces se dio cuenta de lo felices que estaban sus hermanas. Ivy
finalmente se había establecido con Jag, quien adoraba el suelo que
pisaba. Bella se había permitido amar a Axel libremente. Y el
hermano de Z también adoraba todo lo relacionado con la hermana
de Dex.
Se alegraba de no tener que patearle el culo a nadie en nombre de sus
hermanas. Sin embargo, Diesel le había dado un puñetazo que había
dejado inconsciente a Axel cuando atrapó al policía en la cama de
Bella una noche.
Diesel tendía a ser más protector con Bella que Dex, pero todos
habían sido criados en la misma granja y eran más hermanos que
primos.
Jag se acercó.
—¿Qué pasa, hermano?
—Tendremos una reunión rápida. Si necesitamos una votación, tu
voto contará, ya que D está ocupado—le dijo Hawk. Normalmente,
como capitán de ruta, el voto de Jag no contaba a menos que faltara
otro miembro del Comité Ejecutivo.
—¿Se trata de Brooke?—preguntó Jag, mirando a Dex.
—Sí—gruñó Dex.
Jag miró a su alrededor y vio que la sala estaba llena de gente.
—¿Lo haremos aquí mismo?
—No, no —respondió Z—. Necesitamos un lugar lejos de todo el
mundo.
—Estoy de acuerdo—dijo Hawk—. Sobre todo si esto va a resultar
como creo.
—¿Cafetería?—sugirió Z.
—O afuera—dijo Ace.
—Adonde sea —gruñó Z. Levantó la cabeza y le gritó a Sophie—.
Cariño, ven a buscar a mi hijo.
Sophie se tomó su tiempo para acercarse y agarrar a Zeke. No era de
las que saltaban cuando Z gritaba “salta”. Pero entonces, Dex miró
alrededor de la habitación y vio que ninguna de las mujeres del
DAMC lo hacía.
Mierda, Brooke encajaría a la perfección con ellas. Todas eran mujeres
testarudas, fuertes e independientes. Incluso las que no tenían sangre
DAMC corriendo por sus venas. Kiki, Sophie e incluso Emma.
Era una verdadera lástima que Brooke fuera la hija de Pierce. Volvió
a mirar a Kelsea y frunció el ceño.
Pierce se había arraigado en este club más profundamente de lo que
había imaginado.
—Tenemos que tener una reunión rápida—le dijo el presidente del
club a su esposa—. Voy a bajar. Envíame un mensaje si el nuevo
miembro del DAMC llega al mundo antes de que regresemos.
—Hablé con una de las enfermeras. Parece que el parto será más
largo que el mío—dijo Sophie.
—¿Dijo si D todavía está de pie?—preguntó Z con una sonrisa.
—La enfermera es un hombre. Y no pregunté. —Aceptó a su hijo de
manos de Hawk y le dio un beso en la mejilla a Z—. Si estáis
hablando de asuntos del club en medio de todo esto, espero que no
sean malas noticias.
Como sabía que no obtendría respuesta, suspiró y se alejó, haciendo
pedorretas en la mejilla de su hijo.
—Vamos —dijo Ace—. Quiero volver aquí lo antes posible.
—Estoy de acuerdo. No puedo esperar a conocer a mi sobrino—dijo
Hawk.
Diez minutos después, estaban reunidos alrededor de una mesa en
un rincón oscuro de la cafetería con vasos desechables de café de
mala calidad frente a ellos.
—D debería estar aquí porque recibió los resultados. Pero no importa,
no es nada bueno—empezó Dex.
—Ya puedo adivinar que Pierce es el padre de Brooke—murmuró
Hawk.
—Correcto. Pero como dije, eso no es todo. —Todas las miradas se
dirigieron hacia Dex—. Hay otro pequeño inconveniente con el que
tendremos que lidiar si le quitamos los colores a ese cabrón.
—¿Qué?—preguntó Z.
Dex hizo una mueca.
—Ella no sabe...
—¿Quién no sabe qué? —preguntó Ace, inclinándose hacia delante,
con los hombros tensos y los ojos fijos en Dex.
—Kelsea.
Ace golpeó la mesa con la mano y los vasos de café saltaron.
—¿Qué pasa con ella?
Dex inhaló profundamente y se preparó porque tenía la sensación de
que al menos Ace y tal vez incluso Hawk podrían estallar de ira ante
la noticia sobre su prima.
—Kels también es la hija de Pierce.
Al principio, el silencio fue total. Entonces Ace se puso de pie de un
salto.
—¡Maldito hijo de puta! —gritó tan fuerte que podría despegar la
pintura de las paredes. Su rostro se puso con motas rojas.
—Siéntate antes de que te dé un puto ataque al corazón, papá—dijo
Hawk con las fosas nasales dilatadas.
Menos mal que era tarde y la cocina de la cafetería estaba cerrada.
Eran los únicos que estaban allí, a excepción de un hombre que
estaba sentado en un rincón bebiendo su propio café. Dex no lo culpó
cuando se levantó rápidamente y se fue después del arrebato de Ace.
—¡Dios mío!—murmuró Z—. Eso sí que es una mierda. ¿Pierce violó
a Annie?
Ace que se estaba volviendo a sentar cuando Z preguntó eso, se puso
de pie de golpe, con todo su cuerpo temblando.
—Voy a matar a ese maldito hijo de puta. Con mis propias manos.
Hawk agarró el brazo de su padre y tiró de él.
—¡Siéntate! Nadie va a matar a nadie ahora mismo. Tienes un nieto
en camino. Vamos a ocuparnos de esto.
—No sé la respuesta —admitió Dex—. Pero no tendría sentido. D
podría saber más, ya que se enteró por la propia Annie. Él lo
confirmó con una prueba de ADN mientras Hunter estaba haciendo
las pruebas a Brooke y Pierce.
—Sí, no tendría sentido que ella siguiera trabajando a tiempo parcial
en la armería si él lo hubiera hecho. Nadie querría trabajar al lado de
su violador—coincidió Hawk.
—Voy a cortarle sus jodidas pelotas y metérselas por la garganta —
masculló Ace, recostándose finalmente en su silla.
—Tiene sentido por qué le estaba dando a Kelsea y a ese Dark
Knights una mirada de desaprobación cuando estaban bailando en
mi boda—dijo Z.
Dex negó con la cabeza.
—No lo tiene. La cuestión es la siguiente… D dijo que ninguno de los
dos lo sabe.
—¿Qué? —preguntó Jag, con las cejas casi pegadas al nacimiento del
pelo—. ¿Cómo pudo Annie ocultárselo?
—Si Pierce te dejara embarazada, ¿se lo dirías? ¿Y luego dejarías que
él criara a tu hija? Joder, yo no lo haría—respondió Dex.
Hawk gruñó a su lado.
—No gastó ni un solo centavo para ayudar a criarla —se quejó Ace—.
Ni uno solo. Salió impune. Cabrón.
—Annie debe haber tenido sus razones para ocultárselo. Y a ti, Ace. A
todos nosotros. Mierda, incluso a su propia hija —dijo Jag.
—Que Pierce sea el padre de Kelsea no es suficiente motivo para
despojarlo de sus colores—les recordó Hawk a todos.
—No, pero violar a una mujer sí—le dijo Dex a Hawk—. Aunque no
sé cómo estar seguro de eso.
—¿Tenemos que estar seguros? —preguntó Jag—. ¿O podemos
patearle el culo como quiero hacer desde hace un tiempo?
Hawk consideró lo que dijo Jag.
—¿Solo por sospecha? Supongo que sí. Pero todo el club debe votar al
respecto. Y si lo que dice Brooke es cierto, puedo decirte... —Se quedó
en silencio y luego bajó la voz—. Va a ser algo más que simplemente
quitarle los colores, hermano. Tenemos tolerancia cero con esa
mierda. Cero.
Jag se recostó en su silla con expresión satisfecha.
—Ninguna puta pérdida.
—No sé cómo se va a tomar Kels el hecho de descubrir que su padre
es Pierce y un segundo después que él tiene prohibido entrar al club
—dijo Ace.
—Prohibido—ladró Hawk y se echó a reír, sacudiendo la cabeza.
Ace continuó, ignorando a su hijo mayor.
—A eso hay que sumarle el descubrimiento de que podría haber
violado a una mujer. Y por eso, tiene una hermana.
Z se encogió de hombros.
—No tienes que decírselo.
—Sí, pero Brooke es su hermana de sangre —le recordó Dex—.
Aunque solo compartan la mitad de la sangre tóxica de Pierce, siguen
siendo hermanas. ¿De verdad queremos mantener a las hermanas
separadas?
—¡Ni siquiera se conocen, Dex! —gritó Ace y volvió a golpear la mesa
con la mano—. Todo este maldito drama. No necesitamos que este
club se destruya por una mierda de este tipo. Todo por lo que hemos
trabajado tan duro. Pierce es como un maldito cáncer. Tenemos que
cortarlo de raíz. Que no se enteren las dos chicas. Que desaparezca.
Lo que sea. Solo tiene que irse. Quitarle nuestros colores de la puta
espalda mientras estamos en ello.
Hawk dejó escapar un suspiro fuerte, se recostó en la silla y se pasó
una mano por el mohawk.
—Joder, papá. Sé que estás furioso. Yo también estoy cabreado. Pero
tenemos que lidiar con esta mierda con mucho cuidado. Estas
mujeres son fuertes —miró a Dex—. Pueden lidiar con más mierda de
la que crees.
Dex asintió con la cabeza. Brooke definitivamente era fuerte. Lo sabía
por el poco tiempo que había pasado con ella.
—Yo crié a Kelsea como si fuera mía, Hawk. —Ace se dio un par de
palmadas en el pecho—. Yo. Yo lo hice todo. Las apoyé, a ella, a su
madre—volvió la mirada hacia Dex—, a tu madre y a vosotros, hijos,
también. Yo lo hice. No ese cabrón. Tampoco tu puto padre, Dex.
Hawk miró preocupado a su padre.
—Tienes que calmarte, papá. No tienes por qué acabar en una cama
de hospital. El club ayudó económicamente. Tienes que recordarlo.
De alguna manera, Pierce apoyó a Kels. Y Annie no le dio la
oportunidad de dar un paso al frente.
Ace frunció el ceño a su hijo mayor.
—¿Lo estás defendiendo?
Hawk levantó las palmas de las manos.
—Joder, no. Solo intento evitar que se te reviente un vaso sanguíneo.
Ese cabrón se merece todo lo que le va a pasar.
Ace resopló y se recostó en su asiento. Respiró lentamente unas
cuantas veces hasta que su color normal comenzó a regresar.
—De alguna manera tengo que manejar esto con estas mujeres. Pierce
es la parte fácil. Brooke—Ace sacudió la cabeza y miró a Dex—. Esa
mujer no es mi preocupación, pero Kels sí.
Esa mujer.
—Creo que Brooke debería ser nuestra preocupación. Llevaba
nuestros colores cuando violó a su madre.
—Y tampoco lo estoy defendiendo, pero estás creyendo en la palabra
de ella—dijo Z.
Dex apretó la mandíbula.
—Dice que está en el diario de su madre que encontró.
—¿Lo dice con todas las letras?—dijo Jag, inclinándose hacia delante,
con los ojos oscuros.
Dex negó con la cabeza.
—No sé. Le dije que quería leerlo, pero todavía no me ha dejado. Ni
siquiera estoy seguro de si lo tiene con ella. —Volvió la mirada hacia
Ace—. Creo que tú también deberías leerlo, por si necesitamos
aclarar algo, dado que estabas por allí en esa época.
Ace lo miró fijamente, con los labios apretados.
—Ya es bastante malo que todavía estemos lidiando con estos
malditos Warriors después de todas estas décadas, y ahora también
con esto.
—No podemos superar el pasado—masculló Jag.
—D se está ocupando de los Warriors. Va lento, pero va bien —dijo
Hawk en voz baja—. Si arreglamos esta mierda, el pasado podrá
quedarse donde pertenece.
—Eso espero—masculló Ace.
—Ahora mismo, el futuro está a punto de unirse a nosotros arriba.
Tenemos que regresar allí por D y Jewel —dijo Z, pasándose los
dedos por el pelo—. Zeke, el hijo de D, tu hijo, Hawk, e incluso tal
vez el tuyo, Jag, si es un niño. El futuro está encima de nosotros.
Tenemos que asegurarnos de que nuestra mierda esté limpia para
todos ellos. Asegurarnos de que este club siga vivo como imaginé que
lo haría. ¿Me habéis entendido?
—Aún no hemos decidido qué haremos con las chicas—le recordó
Ace a Z.
El presidente del club golpeó la mesa con los nudillos mientras
pensaba.
—Crow no está aquí con nosotros, pero sé exactamente lo que diría
ese hermano...—dijo después de unos minutos.
Hawk asintió y terminó por él.
—Las chicas son de la misma sangre. Necesitan saberlo.
—Sí —dijo Dex en voz baja—. Supongo que puedo decírselo a
Brooke, pero no estoy seguro de qué va a hacer ni de cómo va a
actuar.
—Probablemente querrá confrontarlo—dijo Jag.
—Sí, eso es lo que me da miedo. Es una profesional disparando con
esa Sig que tiene.
Hawk resopló.
—Bueno, si ella lo liquida, entonces ya no será nuestro problema.
Dex frunció el ceño.
—Seh, y ella termina en una celda por asesinato a sangre fría.
Hawk arqueó una ceja.
—¿Te importa?
¿Le importaba? ¿Podía verla como algo más que un polvo rápido y
caliente, de las últimas dos noches? Dex miró a su primo durante un
largo minuto. Que me den.
—Sí, me importa.
Los labios de Hawk se crisparon y le dio un golpe a Dex en la
espalda.
—Bienvenido al maldito club.
—Mierda. —Dex negó con la cabeza—. Era el único que quedaba en
el comité con las pelotas intactas.
—Hermano, perdiste tus pelotas cuando te pusieron esos anillos en
los pezones—dijo Hawk.
—Eso es verdad—convino Z, y volvió rápidamente al tema—.
Encontraremos una oportunidad para que las chicas se conozcan y le
daremos la noticia a Kels. Partiremos de ahí. Una vez que D se haya
instalado con el bebé, nos ocuparemos de lo de Pierce. ¿Vale?
De la mesa surgió un “Seh” como respuesta.
Z miró a Ace.
—Supongo que también tendrás que encargarte de Annie. Prepárala
para la mierda que está a punto de caer.
—Mierda—masculló Ace.
—Lo que no nos mata nos hace más fuertes, ¿verdad?—preguntó Jag.
—Cierto—dijo Dex.
—Muy bien, es hora de volver arriba. Estoy listo para conocer a mi
nieto —dijo Ace.
—¡Down an’ dirty... —empezó Z en voz alta.
—Til dead!—gritaron en respuesta, al tiempo que golpeaban la mesa
con los puños.
Después todos volvieron al piso de arriba para esperar al miembro
más nuevo de la próxima generación del DAMC.
Capítulo 8

Al final resultó que no había ninguna necesidad de subir corriendo a


la sala de espera. Con padres testarudos como Diesel y Jewel, su hijo
era igual de testarudo sobre venir al mundo.
Todos esperaron durante horas y horas. Algunos tomaban café, otros
dormían una siesta. Pero una cosa estaba clara… todos estaban
empezando a impacientarse.
Dex había querido irse varias veces para ir al motel de Brooke,
todavía no había recibido ni un puto mensaje de texto, ni una llamada
telefónica.
Y eso era una maldita mierda.
Dex miró alrededor de la habitación. La futura tía Diamond tenía la
cabeza sobre el hombro de Slade y su brazo la rodeaba mientras
ambos dormían. Ivy estaba sentada una vez más en el regazo de Jag,
con los ojos cerrados también. Los de Jag estaban abiertos, pero
apenas, mientras esperaba que su hermana diera a luz. La hija de
Emma, Lily, dormía envuelta sobre el amplio pecho de Dawg,
mientras que su vieja estaba acurrucada en una silla junto a él. Janice
y Ace estaban sentados tomados de la mano y hablando entre ellos en
voz baja, esperando a su primer nieto. La madre de Jewel, Ruby,
estaba sentada muy inquieta cerca, hojeando una revista. Hawk y
Kiki estaban acurrucados en un rincón junto a los ascensores. Z
estaba sentado en el suelo, con la espalda contra la pared, Sophie
entre sus piernas, reclinada sobre su pecho con Zeke dormido en sus
brazos. Annie, Allie y Kelsea, junto con Grizz y Mamá Bear jugaban
una partida tranquila de cartas en otro rincón. Bella estaba sentada
junto a Crow, ya que Axel había tenido que irse horas antes para
trabajar en el turno de medianoche en el Departamento de Policía de
Shadow Valley. Crow tenía la cabeza echada hacia atrás y la boca
abierta mientras dormía y su larga trenza negra colgaba del respaldo
de la silla.
Dex dirigió su atención a otro rincón donde se habían reunido Linc,
Crash, Nash y Rig. Observó a Linc, que estaba enviando mensajes de
texto a alguien en su móvil. No estaba seguro de si era a Jayde, que
no había aparecido. Dex estaba bastante seguro de que Mitch habría
fruncido el ceño si Jayde hubiera venido al hospital y esperado a que
naciera la próxima generación de moteros. Y como la hermana de Z
todavía vivía en su casa, trataba de no crear demasiados problemas.
Ya había causado uno grande cuando se fue a trabajar para la
abogada del club, Kiki.
Y aunque Jayde sentía algo por Linc, parecía que el hermano había
estado manteniendo las distancias con ella. Especialmente porque su
padre, Mitch, era policía, su hermano Axel también lo era y, además,
el presidente del club era su hermano mayor... Linc estaba mejor si la
dejaba en paz. El hombre tenía la cabeza bien puesta, así que a Dex
no le sorprendería en lo más mínimo que fuera sensato y no
permitiera que un coño lo metiera en problemas.
Los únicos miembros parcheados que faltaban en la sala de espera
eran los dos más nuevos: Rooster, que probablemente tenía que
trabajar en The Iron Horse hasta el cierre, y Moose, que ahora estaba a
cargo del Heaven's Angels Gentlemen's Club. Y, por supuesto, ninguno
de los prospectos estaba allí.
Se preguntó si Brooke hubiera devuelto sus llamadas o mensajes de
texto, ¿habría ido al hospital a esperar con él? Podría estar acurrucada
en su regazo en este momento, babeando sobre su hombro, como
Diamond estaba haciendo con Slade.
Joder. Brooke probablemente lo haría acurrucarse en su regazo. Era
una mujer muy dominante.
Él sonrió para sí mismo.
Cada exigencia que ella le había hecho hasta ahora cuando follaban,
él no había tenido ningún problema en cumplirla. Cuando llegara el
momento en que se cansara de ello, se lo haría saber. Pero por ahora...
Mierda. Por ahora era todo lo que tenían, porque quién sabía qué coño
iba a pasar una vez que todo lo relacionado con Pierce y todos los
secretos salieran a la luz.
Brooke querría su libra de carne y volvería a casa. A donde sea que
estuviera.
¿Dónde diablos era eso?
Me cago en su puta madre, nunca se lo había preguntado. Tampoco
es que ella le hubiera dado esa información voluntariamente. Ahora
sabía a qué se dedicaba, pero no dónde lo hacía.
Dex se movió en el lugar que había reclamado en el suelo, ya que no
había más sillas disponibles. Se sentía como si cada parte de su
cuerpo se hubiera quedado dormida. La cama de Brooke en su
habitación de motel era mucho más cómoda. Incluso si ella le causaba
dolor al arañarlo, morderlo o tirar de los anillos de sus pezones.
Probablemente tenía una mazmorra de dominatrix en el sótano del
lugar donde vivía.
Debería estar preocupado por que una mujer lo atara y lo golpeara
hasta la sumisión, pero por alguna razón eso solo hacía que su polla
se contrajera. Estaba jodido. Nunca, jamás, pensó que querría que una
mujer lo dominara.
Mientras miraba nuevamente a su alrededor, se dio cuenta de que lo
último que necesitaba era que uno de sus hermanos se enterara. Ya
era bastante malo que supieran lo de los anillos en los pezones.
Unos pasos pesados que se acercaban lentamente por el pasillo desde
la dirección de la sala de maternidad le hicieron girar la cabeza.
Diesel caminaba pesadamente por el pasillo, quitándose una bata
amarilla que apenas le quedaba. Su rostro parecía serio, su expresión
sin decirle nada a Dex.
Dex se puso de pie.
—¡Ey! ¡D ya viene!—gritó para despertar a todos.
Una a una, las cabezas de todos se levantaron. Ace y Janice se
pusieron de pie de un salto y dieron un paso adelante, al igual que
Ruby. Esperando. Algo. Cualquier cosa.
Pero nadie dijo una palabra.
D simplemente se quedó allí, sin siquiera parpadear. Dex se preguntó
si el hombre estaba en estado de shock o algo así.
Janice tenía a Ace fuertemente agarrado y una mirada preocupada en
su rostro mientras miraba a su hijo menor.
Ruby tenía una mano sobre la boca, casi como si esperara lo peor.
Y todos los demás estaban tan congelados como Diesel.
El hielo se rompió cuando Ace gritó:
—¿Y bien? ¿Cómo se llama?
Diesel finalmente parpadeó, miró a su padre y dijo:
—Violet.
Y antes de que alguien pudiera reaccionar, D cayó de rodillas y
enterró su cara entre sus manos.
Nadie se movió. Nadie dijo una palabra. Nadie siquiera respiró.
Janice corrió hacia él, cayó de rodillas también y abrazó a D lo mejor
que pudo.
—Hijo, ¿qué pasa?—gritó, con lágrimas corriendo por sus mejillas.
—Nada. Ella es... perfecta.
***
Dex se sentó en su moto y miró fijamente la ventana oscura de la
habitación del motel de Brooke. Estaba muy cansado y sabía que ella
seguiría durmiendo, ya que eran apenas las cinco de la mañana.
Él también debería estar durmiendo. Y el cansancio debería deberse a
haberse tirado a Brooke toda la noche, no a haber estado en un
hospital.
Pero Violet DeeJay Dougherty había llegado al mundo con cuatro
kilos doscientos y esa humana en miniatura había dejado a Diesel
patas arriba.
¡Mierda! Los había sorprendido a todos.
Nadie, ninguno de ellos, esperaba jamás que Diesel fuera capaz de
gestar una hija.
Una niña.
Janice había aligerado el ambiente en la habitación al golpear a su
hijo en la cabeza por haber preocupado a todos con su forma de
reaccionar.
Dex todavía no estaba seguro de si a D le parecía bien tener una hija.
Su primo era difícil de entender.
Zeke. Violet. El hijo no nacido de Hawk. Y lo que fuera que Ivy y Jag
terminaran teniendo. La cuarta generación del DAMC estaba en
pleno apogeo. Diablos, incluso Lily y posiblemente Caitlin, la hija
adolescente de Dawg, podrían contarse entre ellos.
Estaba seguro de que no pasaría mucho tiempo antes de que Sophie
volviera a quedar embarazada, Baby Z ya tenía más de un año.
Además, Di y Slade probablemente estaban practicando mucho la
mecánica para hacer un bebé.
Dex no estaba seguro de si Di quería ser madre o no.
Y luego estaba Bella...
A su hermana le habían robado esa oportunidad y cualquier otra en
el futuro. Una pérdida tanto para ella como para Axel porque serían
unos padres increíbles, ya sea que finalmente adoptaran o no...
Dex se encogió de hombros mentalmente, suspiró, bajó la pata de
cabra y, con un gruñido, se bajó de su sled. Ni siquiera estaba seguro
de que Brooke lo fuera a dejar entrar, ya que ella nunca le había
respondido.
Ni siquiera el último mensaje de texto que le había enviado hacía una
hora para hacerle saber que Violet había nacido.
Se paró, a punto de desplomarse, frente a la habitación del motel y
levantó el puño para golpear la puerta. En lugar de eso, lo dejó caer,
apoyó la frente y todo su peso contra la puerta de madera y gritó su
nombre.
Cerró los ojos mientras esperaba que ella se despertara y viniera a
abrir la puerta.
Dios. No creía que pudiera reunir la energía necesaria para follarla.
Sentía que se estaba hundiendo en arenas movedizas. Necesitaba
ponerse en posición horizontal pronto.
—Bebé—gritó esta vez y se obligó a levantar la mano para tocar.
Nada.
—Bebé... —repitió—. Déjame entrar.
Todavía nada.
Él gimió. Sacó el móvil del bolsillo trasero y marcó el número de ella.
Contuvo la respiración para ver si podía oír el teléfono sonando en el
interior.
No. Su teléfono tenía que estar apagado.
—Maldita sea, Brooke —gritó y golpeó la puerta un poco más fuerte.
Nada de nuevo.
Ninguna luz se encendió. No hubo movimiento. Nada.
Mierda.
Parpadeó. Por el amor de Dios , ¿y si los Shadow Warriors la habían
atrapado mientras él estaba en el hospital haciendo nada?
Se dio la vuelta y notó algo que debería haber visto desde el
principio… su BMW había desaparecido.
¿Qué carajo?
De repente se espabiló por completo y sus terminaciones nerviosas
crujieron.
Si esos malditos Warriors se la llevaron...
Se dirigió a la oficina del motel y, aunque el cartel decía cerrado, tocó
el timbre cinco mil veces hasta que la dueña se levantó de la cama y
llegó a la puerta con sus rulos, su bata y calzada con un par de
pantuflas peludas.
—¿Qué carajo quieres? El cartel dice cerrado, idiota—se quejó la
mujer.
—Sé leer. Necesito saber cuándo fue la última vez que viste a la mujer
del número cuatro.
La dueña parpadeó un par de veces mientras miraba más allá de él,
hacia la puerta y a la habitación de Brooke.
—¿La última vez que la vi? ¡Cuando jodidamente se marchó! —Y
dicho esto, le cerró la puerta en las narices.
Dex echó la cabeza hacia atrás y respiró profundamente para
tranquilizarse.
¿Cuando se marchó?
—¿A qué hora fue eso?—gritó a la puerta. Pero ni la mujer, ni la
puerta le respondieron.
Sacó nuevamente el móvil y envió un mensaje de texto furioso.
Llámame lo antes posible.
Necesitaba dormir un par de horas antes de dirigirse a la casa de
empeños. Maldiciendo, regresó a su sled.

***
Dex estaba de pie junto a su hermana. La cabeza de ella estaba
apoyada sobre el escritorio, los brazos usados como almohadas y
roncaba levemente.
Él estaba igual. Las dos horas de sueño que intentó conseguir nunca
llegaron. Dio vueltas y vueltas en la cama, preguntándose adónde
mierda se había ido Brooke y por qué no le respondía.
Tal vez necesitaba contactar a Hunter para ver si podía rastrearla.
Pero eso significaba que recibiría mierdas por perseguir a una mujer.
No solo de sus propios hermanos, sino también de los “Shadows” de
D.
Dejaría eso como último recurso.
En lugar de eso, decidió ver si Ivy podía hacer su magia en la
computadora.
—¡Ivy! —gritó, haciéndola saltar.
Ella levantó la cabeza y le frunció el ceño.
—¿Qué? ¿No ves que estoy durmiendo?
—No dejes que Ace te atrape.
Ella tomó una botella de agua que tenía cerca y bebió un trago.
—No está aquí. Sigue en el hospital.
—Está bien. Sólo digo.
Cuando él respiró profundamente, ella lo miró con los ojos
entrecerrados.
—¿Qué quieres? —preguntó con un tono de suspicacia en la voz.
—Necesito un favor.
— Por supuesto que sí.
—Necesito que hagas algo por mí, pero esto queda entre nosotros,
Ivy.
Se sentó más erguida, más despierta que hacía unos segundos.
—¿Qué?
—Sólo necesito que me encuentres una información.
—¿Sobre quién?
Apoyó la cadera en el borde del escritorio.
—Brooke.
Sus cejas se alzaron.
—¿Qué tipo de información y por qué?
—Necesito su dirección.
—¿Para qué?
—En serio, hermana. Solo necesito sus datos.
Ivy movió el ratón y la pantalla se iluminó. Era una experta con las
computadoras y era lo mejor que podía conseguir en vez de pedir
ayuda a uno de los muchachos de D.
—¿Cuál es su apellido?
Los ojos de Dex se deslizaron hacia un lado.
—Eh...
Ivy le dio una palmada en el muslo.
—Joder, ¿la has estado follando y ni siquiera sabes su apellido?
Ah, joder.
—No... lo sé. Simplemente lo olvidé.
Ivy resopló.
—Mentiroso. —Se dio un golpecito con el dedo en el labio inferior—.
Bien, ¿tienes la matrícula?
—Es PA. No estoy seguro de la información de la placa.
—Dios mío. Tenemos su nombre de pila y un estado. —Lo miró de
reojo—. ¿Su número de teléfono?
—Sí, lo tengo.
—¿Y bien?
Leyó los dígitos de su móvil mientras Ivy los escribía en la
computadora y luego hizo clic con el ratón unas cuantas veces.
Ivy se quedó mirando la pantalla de la computadora.
—Monroe.
—¿Eh?
—Su apellido, tonto. Monroe. Brooke Marilyn Monroe. —Ivy se rio—.
Eso es genial. Casi tan genial como Mick Jagger Jamison.
—Jag, no cree que sea genial —le recordó.
—Sí, bueno...
—Anota su dirección.
—Necesito investigar más para encontrar la dirección exacta.
—Está bien, entonces date prisa, joder.
Ivy empujó el teclado hacia él.
—Hazlo si crees que es tan fácil.
—Vamos, hermana.
Ivy lo miró fijamente por un momento.
—¿Qué le pasa?
—Nada.
—¿Se fue?
Dex miró atentamente a su hermana por un momento, antes de decir:
—Sí.
—¿Y entonces? ¿No puedes encontrar coños en otro lado? —Ivy
levantó una mano—. Estoy hablando de otros lugares que no sean los
culos dulces o las strippers. —Cuando Dex no dijo nada por un
momento, Ivy se sentó en la silla y cruzó los brazos sobre el pecho—.
¿Qué está pasando, Dex?
—Nada. Sólo tengo algo que decirle.
Ivy frunció los labios e inclinó la cabeza.
—¿Por qué tiene que ser en persona?
Una vez más, no respondió.
—¿No puedes llamarla y decírselo?
—Esto no.
Ivy se inclinó hacia delante.
—Joder, ¿quién es su padre?
—Ivy…
—Dex, dime, carajo . ¿Quién violó a su madre?
—Dios —murmuró, pasándose los dedos por el cabello—. Hermana,
vamos a lidiar con eso.
—Dímelo o no te daré una mierda.
—Ivy, tienes que hacer esto por mí. Te prometo que lo sabrás lo antes
posible.
—Esto es una completa mierda, Dex, te lo digo ahora mismo.
¿Alguien está en peligro?
Cuando su hermana dijo “alguien”, estaba bastante seguro de que se
refería sólo a las mujeres.
—No.
—¿Seguro?
Dex contuvo el aliento. Pierce no se atrevería a tocar a una de las
mujeres del DAMC, ¿verdad? Pero ¿podría realmente decirle a su
hermana que estaba seguro de que el imbécil no lo haría?
—Cuanto antes me des la dirección de Brooke, antes podremos
solucionar esto, ¿entiendes?
—Esto es una mierda, Dex. Lo sabes. Tienes que decirnos quién es.
Correcto, y luego ser responsable de que las mujeres se pusieran
justicieras con el culo de Pierce. Lo que llevaría a que Dex fuera
criticado por hablar de asuntos del club con una de ellas. Incluso si se
trataba de su propia hermana y la vieja de Jag.
—Lo sabrás cuando llegue el momento.
Ivy se recogió el pelo largo y rojo en lo alto de la cabeza y dejó
escapar un suspiro.
—Te voy a conseguir su información, pero tienes que prometerme
que me lo dirás lo antes posible.
—Estoy bastante seguro de que Jag te lo dirá.
—Maldito Jag. Él lo sabe, ¿verdad?
Oh, mierda.
—Fue esa reunión que tuvisteis anoche en el hospital—dijo ella con
naturalidad.
—No le des mierda, Ivy. No arruines lo que tenéis solo para obtener
información que ahora mismo no necesitas.
—No estoy arruinando nada. Las mujeres tenemos derecho a saberlo.
—¡Ya lo sabrás! —gritó—. Sólo danos un minuto para solucionarlo.
Ivy lo miró fijamente durante unos largos instantes y luego volvió a
concentrarse en su computadora. Tecleó furiosamente y un par de
minutos después golpeó su mano sobre el escritorio y se sentó
nuevamente. Miró a Dex con sus ojos verdes.
—La tengo.
—Escríbemela, ¿quieres?
Los labios y la mandíbula de Ivy estaban apretados mientras
garabateaba la dirección en una nota adhesiva. Luego se la pegó en la
palma de la mano.
—Ocúpate de esto—dijo.
Dex miró fijamente el pequeño trozo de papel amarillo que tenía en la
mano.
—Lo haré, hermana. Te lo prometo.
Ivy asintió.
—¿Puedes cuidar el fuerte? ¿Llamar a algunos de los trabajadores a
tiempo parcial? —Levantó la nota—. Al parecer, tengo un pequeño
viaje por delante.
—Está bien —resopló—. Haz lo que tengas que hacer.
Se inclinó y le dio un beso en la parte superior del cabello.
—Te amo, hermana. No dejaría que nada les pasara a ti, ni a Jag Jr.
Ella resopló.
—Jag Jr. —Luego suspiró, colocando una mano sobre su vientre
todavía plano.
—¿Estás feliz?
Ivy lo miró con dulzura.
—Sí —susurró—. Ahora te toca a ti.
—No sé nada de eso.
—Yo sí.
Capítulo 9

Por tercera vez en un puto día se encontraba parado frente a una


maldita puerta golpeándola para poder entrar. Estaba cansado de
esta mierda.
Sin dormir. Sin comer. Sin nada.
Estaba al borde de su maldito límite.
Tenía que abrir la puerta y tenía que hacerlo pronto. Si no lo hacía... si
no lo hacía, él tomaría el asunto en sus propias manos. Y si ella
llamaba a la 5-0 porque un motero estaba entrando a la fuerza en su
casa, que así fuera.
—Abre la puta puerta—gritó él.
Estaba en casa. Tenía que estarlo. Había visto su BMW en el garaje
cuando miró por la pequeña ventana de la puerta del garaje.
Había conducido más de tres horas por la gélida autopista para llegar
a su casa. Había estado pensando cada minuto de esas tres malditas
horas y acamparía en la entrada de su casa hasta que ella
respondiera.
Sabía que vivía allí. Además del coche aparcado en el garaje que
probablemente todavía tenía su ADN en el asiento trasero, su
apellido estaba en el maldito buzón de este típico barrio de clase
media alta.
De repente, la puerta se abrió de golpe y apareció Brooke en el
umbral con un bikini blanco, el color contrastaba con su piel
bronceada y tersa. Llevaba el pelo recogido de forma desordenada en
lo alto de la cabeza y una bata abierta le colgaba de los delgados
hombros.
Pero esa bata abierta no ocultaba lo duros que estaban sus pezones.
Podía ver su contorno asomando a través de la fina tela de la parte
superior del bikini. Una parte superior que apenas cubría sus
malditas tetas.
¡Dios mío! ¿Se ponía eso en público?
¿Quién llevaba bikini en diciembre, por el amor de Dios?
Ella también llevaba una... mueca en la cara.
—¿Qué haces aquí, Dex? Me fui por una razón. No esperaba que me
siguieras.
Dex miró más allá de ella y vio lo que había dentro de su casa. Era
una casa moderna de una sola planta, con un plano de planta abierto
y techos altos que parecía decorada profesionalmente.
Lo cual tenía sentido.
Si bien no era enorme, aun así daba a entender que la persona que
vivía allí no tenía que vivir con un presupuesto ajustado, ni en una
habitación encima de una casa club.
—Joder, no respondiste ni a mis mensajes, ni a mis llamadas.
Ella puso las manos en sus caderas y arqueó una ceja.
—¿Y desde cuándo tengo que responder ante ti?
Sus fosas nasales se dilataron mientras inspiraba, tratando de
controlar su temperamento.
—Terminaste conmigo, ¿verdad?
—¿Qué?
—Terminaste conmigo. Ya te divertiste. Ya terminaste de follarme. Ya
terminaste con tu pequeña misión de investigación. Fin. ¿Cierto?
Brooke abrió la boca, una expresión cruzó su rostro que él no
reconoció, y luego dijo:
—Cierto. Es hora de seguir adelante. Dejar atrás todo esto.
—Seguir adelante —repitió Dex, con el corazón latiendo fuertemente
en su pecho.
—Sí, estoy segura de que lo has hecho muchas veces. ¿Te has
arrepentido de hacer algo después de hacerlo? ¿Has decidido que no
valía la pena el fastidio?
—Algo —gruñó—. ¿Te refieres a alguien?
No valía la pena el fastidio. ¿Estaba hablando de él? ¿O de encontrar a
su padre?
—No tú. Encontrar a mi padre. —Hizo un gesto con la mano en el
aire—. Ya he terminado con todo esto. No me va a servir de nada
perseguir al hombre que violó a mi madre. No va a cambiar nada. No
va a ser castigado y mi madre ya no tiene que sufrir con el recuerdo.
Estoy segura de que lo hizo todos los días durante la mayor parte de
su vida cuando miraba... —Brooke se detuvo, su rostro palideció y se
aferró a la puerta—… mi rostro.
Se le retorció el estómago.
—Bebé—suspiró—. Dudo que te haya culpado.
Ella negó con la cabeza.
—Vete, Dex. Fue divertido, pero se acabó.
Cuando ella cerró la puerta, Dex metió la bota, impidiéndole cerrarla
por completo.
—No me dejes afuera—gruñó.
—¿Por qué? ¿Por qué te importa siquiera? Las pocas veces que he
estado cerca de los miembros de tu club, me miraban como si fuera
un problema que les gustaría que desapareciera. Entiendo que
queráis proteger a los vuestros. Yo no pertenezco a esa categoría. Ese
imbécil sí. Es natural querer protegerlo a él.
—Nosotros no protegemos nada. No toleramos ese tipo de mierdas.
Si lo hiciéramos, no seríamos mejores que un club de forajidos. No
somos eso. Nos llevó décadas construir este club y no vamos a
destruir lo que construimos por culpa de un hijo de puta como Pierce.
Brooke parpadeó y se quedó con la boca abierta.
Ah, joder.
Cerró los ojos con fuerza y apretó los dientes por su error.
—¿Sabes quién es? —le gritó en la cara mientras le golpeaba el pecho
con ambas palmas, tirándolo hacia atrás—. ¡Lo sabes! ¿Cuánto tiempo
hace que lo sabes? Dormiste en mi maldita cama las últimas noches y
no dijiste ni una palabra. ¡Me ocultaste esa información!
—No. —Necesitaba entrar. Necesitaba que ella se calmara y lo
escuchara. El problema era que no tenía ni idea de qué demonios iba
a decir. No tenía ni idea de cómo hacer que todo esto mejorara. Por
ella. Por él. Por el club. Por el pasado.
Su pecho se agitó mientras gritaba:
—¡Sí!
Cuando ella volvió a alcanzar la puerta, él la golpeó con el pecho. Ella
se tambaleó hacia atrás y se adentró más en el vestíbulo. Él entró
rápidamente y cerró la puerta de golpe, deteniéndose el tiempo justo
para girar el pestillo.
—¡Sal de mi casa!
—No.
—¿Ves? Ese es el problema con vosotros los moteros. No saben
cuándo no los quieren. No saben lo que significa “no”. Simplemente
hacéis lo que os da la gana.
—Bebé —comenzó él, y su ira aumentando casi al punto de igualar la
de ella.
—Joder, no me llames así. No soy un bebé. Soy una maldita mujer a
la que hay que tratar con respeto. No soy un objeto. Una cosa.
—Mierda—murmuró, y cuando extendió la mano hacia ella, ella
retrocedió a toda prisa.
—No me toques.
—Bebé... Brooke, déjame hablar contigo.
—¿Hablar? Podrías haber hablado todas esas horas cuando estabas
en mi cama. Decidiste no hacerlo. Sabías quién era mi padre y no
dijiste nada. —Sus palabras gritadas resonaron en el alto techo del
vestíbulo.
Dio un paso hacia ella.
—¡No! Solo tenía una sospecha. Eso era todo.
Ella se alejó un paso de él.
—¿Pero ahora lo sabes? ¿Cómo?
Ah, mierda. Ahora tenía que admitir que le había quitado pelo sin su
consentimiento. Le había hecho una maldita prueba de ADN sin
preguntarle primero.
Estaba jodido.
Nada de esto valía la pena. ¿Por qué mierda había viajado más de tres
horas hasta el este de Harrisburg para tener que escucharla
enloquecer?
¿Qué maldito hombre pedía pasar por esta mierda?
—Bebé—dijo suavemente, intentando controlarse.
—¡Bebé!—gritó ella y levantó los brazos—. ¡Bebé!
—Maldita sea—murmuró él, cerrando los ojos. Después de un
segundo, los abrió y vio que sus manos estaban nuevamente en sus
caderas, lo que resaltaba cada una de sus curvas, las que podía ver
por el bikini y las que apenas cubría la bata blanca de seda. Ella
estaba esperando su respuesta.
—¿Tienes una piscina?
Sus ojos se abrieron de par en par.
—¿Qué?
Dio otro paso hacia adelante.
—¿Tienes una piscina?
—¿Estás bromeando?
—No. No me gusta esta mierda chillona. Vine aquí por una razón. Y
no era esto.
—Viniste aquí para decirme quién era mi padre, ¿verdad?
—Sí.
—Bueno, ya me lo dijiste. Ahora puedes... irte.
Enderezó los hombros y se irguió completamente. Dio un paso más
hacia ella. Ahora estaban a solo un metro y medio de distancia. Lo
suficientemente cerca como para olerla. Sus fosas nasales se dilataron
mientras se llenaban con la loción o el perfume que ella usaba. El
mismo aroma que él terminaba usando cada vez que se levantaba de
su cama.
—No me voy.
—No hay nada para ti aquí, Dex. Como dije antes, fue divertido. Eso
es todo. No te debo nada. Tú no me debes nada. Ahora sé el nombre
de pila del hombre cuyo... semen me creó. Mi donante de esperma. Y
eso es todo lo que fue y será. —Levantó una palma—. Oh, espera.
Será un Angel, ¿verdad? Hasta el día que se muera. Down and dirty ‘til
dead, ¿verdad? ¿No es ese el lema de tu club? ¿El que tienes tatuado
en la espalda, junto con los parches que muestran tu ciega “lealtad”?
¿Pase lo que pase?
—No. Te equivocas, be... Brooke. —Sacudió la cabeza—. Te equivocas
por completo.
—¿Sí? ¿Cómo es eso? ¿Qué vais a hacer con este Pierce? —
Prácticamente escupió el nombre del ex presidente del club.
—Nos encargaremos de ello—dijo con una calma que le costaba
mantener.
Cerró los ojos y soltó una carcajada.
—Cierto.
—Te doy mi palabra —dijo suavemente, dando un paso más hacia
ella.
Ella abrió los ojos y los clavó en él.
—¿Cuánto vale tu palabra, Dex?
Cuando él no respondió con la suficiente rapidez, ella cerró la
distancia que los separaba. Cuando volvió a levantar las manos hacia
él, él le agarró las muñecas y las sujetó con fuerza.
Ella tiró de ellas pero él no las soltó.
—¿Sabes lo que vale tu palabra? Nada. No eres más que un motero
sucio, sin educación y misógino. Eso es todo lo que eres. Eso es todo
lo que sois todos. Nada más.
Un músculo de su mandíbula latió y tiró de sus brazos, pero ella
plantó los pies en el suelo de baldosas y se echó hacia atrás.
—¿Sí? No tuviste ningún problema en gritar mi nombre cuando mi
sucia y estúpida polla estaba dentro de tu maldito coño.
Su rostro se puso rojo mientras intentaba soltarse una vez más. Él no
la dejaría ir. De ninguna manera.
Pero debería hacerlo. Debería alejarse. Especialmente ahora que sabía
la verdad sobre lo que ella pensaba de él.
Era un motero sucio, sin educación y misógino. Lo suficientemente
bueno como para follar un par de noches, pero eso era todo.
—Suéltame—siseó ella, tirando de sus brazos otra vez.
Lo hizo y ella se tambaleó hacia atrás, pero cuando recuperó el
equilibrio, él estaba corriendo hacia adelante, con el hombro hacia
abajo, lo que la golpeó justo en el estómago mientras la arrojaba sobre
su hombro y corría a través de la casa.
—¡Qué carajo! ¡Suéltame! ¿Qué carajo estás haciendo? —gritó en su
oído, golpeándole la espalda y tirándole del pelo.
Él lo ignoró todo, incluso cuando sus ojos comenzaron a lagrimear
por el dolor en el cuero cabelludo.
A la mierda con esto.
Siguió caminando hasta que encontró lo que buscaba. Con un brazo
todavía alrededor de ella para evitar que se cayera, miró la puerta
corrediza de vidrio abierta y usó su bota para abrirla más. Entonces
vio su segundo destino, aunque no era lo que esperaba. Se apresuró a
llegar al borde y la arrojó.
Todo lo que vio fue un remolino de brazos y piernas y una nube de
cabello rubio antes de ver y oír el fuerte chapoteo.
Él se quedó de pie contra el borde, con las manos en las caderas,
mientras ella salía a la superficie del jacuzzi. Su bata mojada se le
pegaba como una segunda piel, sus pezones estaban duros como
diamantes bajo el bikini. Ella jadeó, se apartó el pelo de la cara y se
giró para mirarlo.
Él se inclinó para desabrocharse las botas, se las quitó de una patada
y se quitó el cut de los hombros.
—No te muevas, joder—le gruñó mientras ella se empujaba hacia un
rincón y se secaba el agua de los ojos—. Quédate ahí.
—Vete a la mierda—dijo ella, pero su temperamento definitivamente
se había calmado. Justo el efecto que él buscaba.
Él sonrió, se arrojó sobre una tumbona cercana y terminó de quitarse
la ropa. Y antes de que ella pudiera salir, él se metió en el agua
caliente y turbulenta.
—Vete a la mierda, Dex —dijo de nuevo, su voz ahora más suave,
gotas de agua cayendo sobre sus espesas pestañas y su rostro
mientras se movía hacia el escalón, al otro lado del jacuzzi.
La atrapó, le rodeó la nuca con una mano y la atrajo hacia sí,
tomando su boca. Con un gemido, ella metió la lengua en la de él,
tratando de tomar el control una vez más.
La empujó contra la pared del jacuzzi, le quitó la bata y tiró del lazo
en la nuca y en el centro de la espalda, dejando que la parte superior
del bikini se fuera.
Los dedos de ella se hundieron con fuerza en su cabello mojado y su
otra mano encontró su polla dura como una piedra, que estaba
encajada entre sus estómagos. Él se empujó contra su palma mientras
ella lo apretaba con fuerza.
Él interrumpió el beso, respirando con dificultad, presionando su
frente contra la de ella.
—Solo soy un estúpido y sucio motero. ¿Estás segura que quieres esta
polla dentro de ti?
—No.
Él se apartó un poco para mirarla a los ojos de un azul pizarra.
—No, ¿no la quieres? ¿O no, no estás segura?
—No, la quiero —suspiró ella.
—¿Segura? Porque soy bastante sucio y estúpido también.
Cerró los ojos y su mano sobre su polla se detuvo a mitad de la
caricia.
—Lo siento. Me equivoqué. No debería haber dicho esas cosas.
—No descargues tu maldita ira conmigo. No hice nada.
—Lo sé.
—No quiero hacerte daño, bebé. Lo juro
—Hazme lo correcto—murmuró Brooke en su oído, recorriendo el
pabellón exterior con la punta de la lengua.
Sus grandes manos la agarraron por la cintura y la colocaron en el
borde de la bañera, mientras el agua se deslizaba por su cuerpo. Se
alegró de tener una cerca de privacidad de dos metros alrededor de
su jardín y terraza, ya que estaba segura de que lo que estaban a
punto de hacer sorprendería a los vecinos.
Qué curioso, la noche anterior lo había extrañado en su cama. Este
motero al que, en su frustración, había llamado sucio e ignorante.
No era ninguna de esas dos cosas. Sin embargo, ella no lo conocía tan
bien. De hecho, casi nada. No habían tenido ninguna conversación
profunda durante o después de sus sesiones de sexo. Ella no había
querido conocerlo mejor y él no había insistido. Se había conformado
con yacer a su lado en silencio en la oscuridad de la habitación del
motel.
Pero ahora, por alguna razón, se arrepentía de haber perdido ese
tiempo.
—Quítate las bragas y separa los muslos—gruñó él.
Él le estaba dando órdenes. Una noche separados y él había olvidado
quién estaba a cargo.
No era él.
—Tú quítamelas—le ordenó, mirándolo fijamente, mientras estaba de
pie, desnudo, en el centro del jacuzzi. Su polla era claramente visible
debajo de la superficie del agua, que se movía debido a la fuerza de
los chorros. Su cuerpo mojado, cubierto de tatuajes coloridos,
brillaba. Los anillos de oro que perforaban sus pezones reflejaban la
luz del sol que brillaba a través de los paneles de vidrio del solario.
Se le hizo la boca agua.
No fue nada delicado cuando le bajó las bragas por el culo y las
piernas, tirándolas al suelo detrás de ella. Ella reprimió un jadeo
cuando él hundió los dedos en sus muslos y los separó, dándose
suficiente espacio para meter la cabeza entre ellos, su barba incipiente
raspando la tierna piel de la parte interna de sus muslos. Suficiente
espacio para chupar su clítoris. Sus dientes rasparon su sensible
protuberancia haciendo que sus caderas saltaran.
Y entonces esos largos dedos con anillos, encontraron su coño, se
hundieron profundamente, hallando ese punto que la hizo dejar caer
la cabeza hacia atrás y abrir la boca mientras el aire salía de sus
pulmones. Levantó las caderas y gimió cuando él no fue nada gentil.
Demonios, no lo era. Estaba siendo rudo y exigente con su boca, su
lengua y sus dedos.
Pero necesitaba mantener la calma, recordar quién era, no dejar que él
la aplastara y la ahogara.
Él extendió la mano, agarró su pezón con fuerza y tiró de él tan fuerte
como ella lo había hecho con él tantas veces en los últimos días. Lo
retorció y tiró, provocando que una descarga eléctrica la recorriera.
Ella sujetó su cabeza y la empujó más profundamente en su coño. Él
intentó apartarse, pero ella lo sujetó con fuerza.
—Haz que me corra—exigió ella.
Los dos dedos que tenía dentro de ella se curvaron y la acariciaron, y
ella hizo todo lo posible para luchar contra el clímax. Quería que él
trabajara para conseguirlo.
No quería que fuera fácil; quería que valiera la pena.
Ella quería ver si él estaba dispuesto a esforzarse para complacerla a
ella, no sólo a sí mismo.
Aunque tenía que admitir que no había sido un amante egoísta en
absoluto en el motel. Ni una sola vez. De hecho, había sido ella la que
había sido egoísta al aceptar todo lo que podía obtener de él durante
el breve período de tiempo que lo estaba recibiendo.
Y él nunca se había quejado, ni una sola vez. Todo lo que ella le
lanzó, él lo había aceptado.
No podía ser tan sencillo. Este Dex. Este hombre que la había
levantado y la había llevado hasta allí, recordándole que no siempre
podía tener el control.
Incluso aunque quisiera.
A veces tenía que dejarse llevar y permitir que otra persona tomara la
iniciativa.
Pero, una vez más, se preguntó: ¿por qué él? ¿Por qué ahora? En este
momento de su vida, cuando todo había comenzado a desmoronarse.
Su vida ordenada y pulcra se había derrumbado cuando perdió a su
madre. Cuando descubrió su secreto.
Y ahora todo seguía girando vertiginosamente. Todo se había
complicado tanto que había tenido que marcharse de Shadow Valley,
alejarse de él, de su club, y tal vez incluso huir de la verdad.
Pero él la siguió y ella no se lo esperaba. Para nada.
No tenía por qué hacerlo. No tenían ninguna conexión. Nada que los
uniera.
Simplemente sexo.
Quizás... Quizás no fuera tan sencillo...
Antes de que ella pudiera protestar, él la giró sobre su vientre y tiró
de sus caderas hacia él. Su polla se deslizó entre sus pliegues, sobre
su estrecho agujero, luego trajo la gruesa punta entre sus húmedos
pliegues.
Lo hizo de nuevo. Y una vez más. Estaba esperando algo, pero no dijo
nada. Mierda . Quería que ella...
Cerró los ojos y se cubrió la boca con la mano para no gritar, para no
rogarle que la follara. No iba a rogarle.
Él debería ser el que rogara por su permiso.
Ella debería aguantar.
Pero era muy difícil hacerlo con este hombre.
¿Por qué quería que él asumiera el mando? ¿Por qué quería que él
fuera el que estuviera a cargo?
Esto no era propio de ella.
A ella no le gustaba eso.
A ella no le gustaba así.
¿O sí?
—Por favor… —escapó de sus labios antes de que pudiera
contenerlo.
Le mordisqueó la espalda y los omoplatos, subió por la columna
hasta la nuca y trazó un camino con la lengua a lo largo del costado
de la garganta. Apartó su cabello húmedo y espeso y le chupó el
lóbulo de la oreja.
—¿Quieres mi polla? Pídela.
Ella ya había roto su regla al decir “por favor” una vez, ¿qué daño
habría en decirlo otra vez?
—Por favor —gimió, pero se negaba a decir nada más.
—Por favor, ¿qué? —gruñó en su oído, sin dejar de atormentarla con
su polla, apretando firmemente su pecho con una mano y retorciendo
su dolorido pezón hasta que una sensación aguda la atravesó hasta el
coño.
Él iba a obligarla a hacerlo. Obligarla a rogar.
No podía. No podía. Porque si lo hiciera...
¿Finalmente había encontrado su rival en este Dex?
¿Era el indicado?
¿El que toleraría sus formas dominantes? ¿El que podría dar lo
mismo que ella?
Imposible.
No.
No él.
No este motero. Este hombre de un mundo completamente diferente.
Uno con el que ella no quería tener nada que ver. Solo se sintió
atraída por él por una razón específica durante un breve periodo.
No esperaba quedar atrapada en eso.
Un simple viaje para encontrar a su verdadero padre se había
convertido en algo más.
Algo que ella no esperaba.
Ella inclinó más las caderas.
—Por favor...
—Dilo, joder.
—… fóllame.
Con una fuerte embestida, la penetró profundamente, enterró la cara
en su cuello y clavó los dientes en su carne. Ella quería que la
mordiera con más fuerza, como ella hacía con él. Quería que no le
tuviera piedad.
Quería olvidar. Y tal vez él pudiera obligarla a hacerlo.
Pero no le pediría nada. Nada en absoluto.
Sin embargo, no tuvo que hacerlo.
Él lo sabía.
Sabía lo que ella necesitaba. Lo que ansiaba desesperadamente.
Con la boca abierta, su mordida se hizo más profunda, su lengua
rodeó su piel húmeda, lamiendo, acariciando mientras la
inmovilizaba y la follaba con rudeza. El aire se vaciaba de sus
pulmones con cada fuerte estocada. El solario se llenó con el sonido
de sus pieles mojadas al chocar, sus gruñidos, sus gemidos, el agua
salpicando y derramándose por el borde.
No era suficiente. Necesitaba más de él, pero no sabía si Dex tenía lo
que necesitaba.
Entonces, la palma húmeda de su mano encontró su nalga
provocándole un escozor agudo, lo que la hizo jadear y sacudirse
hacia adelante, aunque no tenía adónde ir. Estaba atrapada entre el
borde del jacuzzi y su gran cuerpo mientras él la embestía
implacablemente con cada embestida hasta que no pudo ir más
profundo.
Sus caderas tendrían moretones por la ferocidad de sus golpes contra
el duro borde de la bañera, su culo tendría una marca roja de su
mano, su cuello mostraría hendiduras de sus dientes, pero aun así no
era suficiente.
La zurró de nuevo, pero esta vez ella estaba lista, y el poco aire que
había inhalado salió rápidamente en un silbido.
—Más fuerte —exigió con los dientes apretados.
Su aliento golpeaba caliente contra su cuello como un tren tratando
de ganar velocidad.
Otro golpe punzante en el culo y otro grito, luego él soltó el pecho
que tenía agarrado con fuerza y enroscó sus dedos alrededor de la
parte delantera de su cuello.
—Sí —lo animó ella—. Sí.
La inesperada presión que le apretaba la garganta le provocó un
escalofrío y cuando él la golpeó con más fuerza esta vez, se corrió con
una intensidad que nunca antes había experimentado. Su clímax
explotó en su interior, rompiéndola en un millón de pedazos. Trató
de atraparlos, pero no pudo. Eran tantos, estaban tan separados que
nunca los encontraría a todos de nuevo.
Nunca volvería a ser la misma.
Él soltó la mordida en su cuello y, con un fuerte gruñido, se empujó
profundamente y se derramó dentro de ella. La palpitante base de su
polla la hizo estremecerse en contra de su voluntad, pero estaba
demasiado débil, demasiado agotada para siquiera controlar eso.
Ella se desplomó como una muñeca de trapo sobre el borde del
jacuzzi, con el peso de él en su espalda, su pecho palpitando contra el
de ella y, de vez en cuando, sus caderas se sacudían lo suficiente para
que ella supiera que todavía estaba teniendo un orgasmo, incluso si
su cuerpo no tenía nada más para dar.
Entonces se quedó inmóvil, con la frente presionada entre los
omoplatos de ella. Mientras tomaba aire, su corazón latía tan fuerte
que ella podía sentirlo contra la espalda.
No le exigió que se moviera, que quitara su peso de encima, porque
no quería que lo hiciera.
Quería que él permaneciera dentro de ella, conectado. Necesitaba que
ese gran peso le recordara lo que acababan de hacer, lo que acababa
de suceder.
Aunque no tenía ni idea de qué diablos significaba todo eso, ni de
cómo irían las cosas a partir de ahora.
Capítulo 10

Brooke caminaba descalza por su dormitorio, prestando mucha


atención a las dos tazas de café que llevaba en la mano. No necesitaba
derramarlas sobre la alfombra blanca. Cuando llegó al final de la
cama, levantó la vista y lo que vio le hizo sonreír.
Dex tenía una muñeca esposada a cada esquina superior del
cabecero. Tenía las piernas bien abiertas y gruesas esposas de cuero
negro abrochadas alrededor de cada tobillo con una correa atada
debajo de la cama para asegurarse de que no pudiera cerrar las
piernas.
Sus pezones estaban hinchados y rojos, sus labios también. Su polla
ahora yacía flácida a lo largo de su cadera.
Habían pasado una buena noche, una noche activa, y esa mañana
había sido incluso mejor.
Sorprendentemente, él no había dicho que no a ninguna de sus
exigencias y tampoco había mostrado miedo a ninguna de sus
sugerencias. Cosas que él nunca había intentado antes.
Una vez más, ella estaba contenta de que él estuviera dispuesto.
Sus ojos eran oscuros mientras recorrían su cuerpo desnudo.
—Podrías haberme soltado antes de ir a preparar el café.
—Podría haberlo hecho—dijo ella, y se movió alrededor de la cama
para colocar las tazas en la mesita de noche—. Pero decidí que me
gustas así.
—Decidiste—repitió en un murmullo.
Anoche, ella había sacado a relucir la mayoría de sus juguetes porque
quería poner a prueba sus límites. Sin importar lo que hiciera, él se
había negado a murmurar siquiera la palabra de seguridad que ella le
había asignado. Ni una sola vez.
Lo cual la preocupó un poco porque por un momento se olvidó de sí
misma y le resultó un desafío ver hasta dónde podía llegar y cuánto
se resistiría él a decirla.
Pero finalmente reaccionó y se echó atrás porque no quería arruinarle
la experiencia.
O a ella.
—¿Me ayudarás a beber mi café o me soltarás?
Con un suspiro, agarró la llave de las esposas del tocador, pero antes
de soltarle las muñecas, desabrochó las esposas de los tobillos y las
dejó caer al suelo. Luego se lo quedó mirando unos instantes,
admirando su cuerpo, hermoso a su manera con los coloridos
tatuajes, la barba oscura en el rostro y sus inteligentes ojos castaños.
Estaba muy equivocada. No era un motero tonto. Quizá no tuviera
un título universitario. Desde luego, no era médico, abogado o un
genio de las finanzas, pero no era estúpido.
Su manera de hablar dejaba algo que desear, pero ella lo consideraba
similar a un acento, algo que uno adquiere de su entorno y de la
gente que lo rodea. Aunque el resto de sus “hermanos” hablaban de
la misma manera, a ella le parecía gracioso, que las mujeres del club
no lo hicieran. A los hombres probablemente les importaba un carajo.
No creía que a Dex le importara un carajo lo que la gente pensara de
él, de su aspecto, de su forma de actuar o de hablar.
Incluso ella.
No había intentado impresionarla ni una sola vez.
No. Ella veía exactamente quién era. Él no lo ocultaba.
No había nada falso en él.
En su pasado, muchos hombres habían hecho todo lo posible por
impresionarla. ¿Y para qué? ¿Para intentar acostarse con ella? ¿Para
tener una relación?
Pero después de un tiempo el baño de oro se desgastaba y ella veía a
los verdaderos hombres debajo de sus exteriores brillantes.
Con el tiempo, ellos pasaban por alto su apariencia y su éxito para
verla como realmente era. No era una mujer que dijera “sí” a los
hombres. No necesitaba apaciguar a ninguno de ellos. No necesitaba
su aprobación.
Y a veces eso no les sentaba bien.
¿A veces? Casi siempre.
Estaba segura de que con éste también ocurriría lo mismo.
Con cierta reticencia y decepción, ella le quitó las esposas y las
guardó en un cajón. Luego volvió a ocuparse del café y le ofreció una
taza humeante mientras él se frotaba las muñecas.
Él le quitó el café y ella tomó la taza que quedaba para beber un sorbo
con cuidado. Después de acomodarse en el borde de la cama,
preguntó:
—¿Te molestaron?
—¿Las esposas?
—Sí.
—No, mientras no sean los cerdos los que me las pongan, estoy bien.
Ella sonrió, bebió otro sorbo y lo observó por encima del borde de la
taza.
—Te quedaban bien.
Él gruñó y bebió un sorbo de café. Miró su taza con sorpresa en el
rostro.
—Buena mierda.
—Sí, lo es.
—Crow prepara el café en la iglesia todas las mañanas, gracias a
Dios. De lo contrario, es lodo tóxico.
Ella se movió un poco más hacia la cama, lo suficiente para sentarse
con las piernas cruzadas, mirándolo mientras él se relajaba contra la
cabecera.
—¿Cuánto tiempo has vivido encima del club?
—Desde que era prospecto a los dieciocho años.
Esa noticia la sorprendió.
—¿Tuviste que ser un prospecto?
—Seh —gruñó él.
—¿Aunque naciste, como dices, en el club?
—Seh. Todo el mundo tiene que cumplir con su tiempo de prospecto.
—Y tu madre, la hermana de Ace, también nació en el club. —Estaba
tratando de imaginar ese árbol genealógico, ahora retorcido, como él
decía, en su cabeza.
—Seh.
—¿Qué significa Dex?
Levantó los ojos oscuros del café.
—¿Qué quieres decir?
—Todos tenéis algún apodo motero, ¿verdad? Dex debe ser la
abreviatura de algo.
Él resopló y bebió otro sorbo de café caliente.
—Seh. Es la abreviatura de algo.
—¿De qué?
Frunció el ceño y colocó la taza con cuidado sobre la mesita de noche.
—Dexter.
—Pero es un apodo, ¿verdad? ¿Uno que te dieron cuando eras un
prospecto? ¿Como Rooster, Jester y Moose? ¿Por qué Dexter? ¿Solías
usar gafas de nerd o algo así? ¿Es por eso que te dieron ese nombre?
Se pasó una mano por la frente y la miró fijamente.
—Mi madre me puso ese nombre.
Ups.
—Paso por una especie de fase en la que le encantaba el punk rock y
me nombró Dexter Holland.
—¿Quién es ese?
—Algún cantante de una banda. The Offspring o algo así.
—Oh.
—Ella pensaba que era genial. —Aunque, por la expresión de su
rostro, estaba claro que no le parecía genial.
—Oh.
—Estaba equivocada.
Sus labios se curvaron y lo disimuló tomando otro sorbo de café.
—Es un buen nombre.
—Una mierda lo es.
Ella levantó una mano.
—Pero podrías haberlo cambiado por algún nombre de motero
genial. Como Diesel o Hawk.
—Esos son sus verdaderos nombres.
—Oh —frunció el ceño. ¿Quién le ponía a su hijo el nombre de un
combustible? Pensó un momento—. ¿Crash y Rig?
—Sí, esos son apodos.
—¿Ves? Algo así.
—Correcto.
—¿Por qué no lo hiciste?
—Porque los prospectos reciben nombres de mierda a propósito. Y
como Dexter es un nombre de mierda, los hermanos pensaron que
sería divertido obligarme a que lo mantuviera. Por eso.
—Pero ¿podrías haberlo cambiado una vez que te parchearon?
Él levantó un hombro.
—Supongo que sí. Pero en ese momento no me importaba una
mierda.
Ella se inclinó y colocó su taza junto a la de él.
—Bueno, me gusta. Quizás deba comenzar a llamarte Dexter. Como
Dexter Morgan. Era genial.
—Era un asesino en serie.
Ella frunció los labios.
—Cierto. —Levantó un dedo—. Pero inteligente.
Él resopló.
—Lo más inteligente sería que me dieras de comer para tener energía
para follarte bien después.
—¿Crees que cocino?
—Los huevos son fáciles. ¡Ponte a cocinar, mujer!
Ella arqueó las cejas.
—Sabes que tengo una mordaza de bola, ¿verdad? ¿La viste en mi
caja de juguetes anoche?
Él gruñó y sonrió.
—No puedo comerte el coño con una de esas en la boca.
El coño antes mencionado se apretó con fuerza cuando Brooke
imaginó su cabeza encajada entre sus muslos.
—Mmm. Buen punto.

***
Dex se frotó la mandíbula dolorida y la movió. No volvería a hacer
esa mierda de la mordaza de bola. No estaba seguro de tener límites
hasta anoche, cuando descubrió que los tenía.
Se dio la vuelta y se puso de lado para observar a la mujer que
dormía a su lado. Pasó un dedo por la hendidura de su columna y
luego volvió a subir, frotando su cabello largo y suave entre los
dedos.
Que le den. Dos noches en su casa. En su gran cama. Dos noches
volándole la cabeza.
Ella todavía tenía una marca en el cuello de donde él la había
mordido fuerte el otro día y la recorrió suavemente con la punta del
dedo.
Su teléfono vibró en la mesita de noche y suspiró, se dio la vuelta y,
de mala gana, tomó el móvil.
Presionó el botón de encendido y, cuando se encendió, se desplazó
por los mensajes más recientes. Había ignorado la mayoría de ellos
durante los últimos días y noches, pero estos no podía ignorarlos.
Diesel.
El nuevo padre no parecía contento con la desaparición de Dex.
Necesitamos lidiar con esta mierda.
Necesito tu culo de vuelta aquí.
Se suponía que le darías la noticia, no tu polla.
Consigue lo que necesitamos y vete.
—Mierda—susurró. Se había olvidado por completo del diario. Si
iban a crucificar a Pierce, necesitaban pruebas de lo que había hecho.
No tenían que ser sólidas, pero necesitaban algo.
Despojar al hombre de sus colores era algo serio.
Le respondió al ejecutor del club:
¿Le dijiste a Kels?
No. Necesitamos hechos primero.
Dex asintió para sí mismo. Todavía no podía creer que Pierce no sólo
fuera el padre de su prima, sino también de la mujer que yacía
desnuda a su lado.
Envió un último mensaje.
Consigo el diario y me vuelvo a casa.
Hoy, recibió la orden de una sola palabra. Debía preguntarle a D
sobre la bebé, pero sabía que su primo no querría hablar de tonterías.
Ni siquiera de su propia hija.
Se dio la vuelta sobre su espalda una vez más y se dio cuenta de que
Brooke no sólo estaba despierta, sino que lo estaba mirando.
—¿Malas noticias?
—No. Tengo que volver pronto. —La observó atentamente para ver si
mostraba alguna decepción ante su anuncio.
No. Al parecer, él era el único que se sentía decepcionado.
—Está bien. También tengo que volver a trabajar. No estoy haciendo
mucho todo el tiempo desnuda y solo saliendo de la cama el tiempo
suficiente para ducharme y comer.
Ella se inclinó y le besó el hombro. Antes de que pudiera alejarse, él le
rodeó la nuca con los dedos y le apretó la mejilla contra él,
abrazándola fuerte.
—Bebé... —murmuró, sin saber qué pasaría una vez que se fuera.
¿Seguiría con sus asuntos y se olvidaría de él por completo?
Quería quitarse el dolor del pecho frotándose la piel, una sensación
que no reconocía.
Ella le puso una mano en el estómago y se acurrucó más cerca con un
suspiro. Su piel era suave y cálida contra él, su cabello suave al rozar
su mejilla y su pecho.
Enterró la nariz en su pelo e inhaló. Pensaba que nunca olvidaría ese
aroma. Siempre le recordaría a ella y al poco tiempo que habían
pasado juntos.
Una cosa era segura… nunca volvería a ver el sexo de la misma
manera. ¡Joder, no! Ella le había abierto los ojos a mierdas que nunca,
jamás, pensó que le gustarían.
Pero el problema era que no podía verse haciéndolas con nadie más.
Cerró los ojos y dejó escapar un suspiro al pensar en subirse a su sled
y dirigirse hacia el oeste una vez más. Necesitaba ir a casa.
Porque Harrisburg no lo era.
También necesitaba conseguir ese diario primero. Necesitaba leer lo
que Brooke había leído. Ver la mierda por sí mismo.
Después el Comité tendría que tomar medidas. O bien dejar de lado
estas acusaciones porque Brooke había interpretado algo en las
palabras de su madre que tal vez no fuera cierto. O eliminar el cáncer
de su club.
Pero una cosa era segura, dudaba que Brooke le entregara el diario de
su difunta madre sin más. Y no tenía ni puta idea de dónde estaba.
Dudaba que pudiera pedírselo y que ella se lo diera voluntariamente
para que se lo llevara a Shadow Valley.
Sin embargo, podría dejárselo leer ya que ya lo habían discutido
antes.
Le pasó los dedos por el pelo.
—El otro día me preguntaste qué valor tiene mi palabra. Te lo digo
ahora, mi palabra para ti vale todo. Debes saber que hemos estado
evitando hablar de Pierce y tenemos que hablar de ello antes de que
me vaya. Prometo que nos ocuparemos de eso... con él.
—Espero que sí.
—Planeamos hacerlo. Solo tienes que confiar en mí. Confiar en que
haremos lo correcto. —Dudó—. Pero necesito que hagas algo por mí.
Ella lo miró con sus ojos azules y él se quedó sin aliento. Se armó de
valor para enfrentarse a la extraña sensación que lo atravesó. Una que
no podía identificar. O tal vez una que no quería identificar.
—¿Qué?—preguntó suavemente.
—Necesito ver el diario de tu madre.
Ella no dijo nada durante un largo rato, en lugar de eso su mirada se
dirigió a otro lugar de la habitación.
—Necesito leer la parte que es importante, no todo—dijo él después
de un rato.
—¿No me crees?
—Te creo, bebé. Solo necesito poder decir que lo que leíste es lo
mismo que yo leí. Él no podrá enfrentarse a su acusadora, así que
quiero estar seguro.
—¿Qué harás con él si te muestro su diario y aceptas que lo que leí
realmente sucedió?
No le iba a gustar su respuesta, pero era necesario decirlo.
—Eso es asunto del club, bebé.
Ella levantó la cabeza.
—También es asunto mío, Dex. Si lo que dijo mi madre es cierto... —
Sacudió la cabeza—. Soy el resultado de sus acciones. Sus acciones
cambiaron la vida de mi madre y me trajeron al mundo. Su sangre
corre por mis venas. Y sé que en tu club todo es sobre lealtad y
sangre.
—Lo es.
—Quizás debería tener la oportunidad de enfrentarlo. Hacer que me
mire a los ojos y me diga la verdad.
—No te va a decir la verdad. No va a admitir nada.
—¿Estás seguro de eso?
No, no estaba seguro. Y si fuera él, Dex también querría enfrentarse al
violador de su madre. Pero la mujer era letal con un arma y no le
sorprendería que le pegara un tiro entre los putos ojos.
No importaba lo que pasara, sentía la necesidad de proteger a Brooke
y no podía decírselo. Joder, no. Eso la enojaría más que una gata
salvaje cabreada.
—Entiéndelo. Tengo que leerlo.
Ella arqueó una ceja.
—¿Es eso una orden?
—No. Un “por favor” y un “gracias” estaban al principio y al final de
la pregunta.
—Seguro que no, y no fue una pregunta.
—Yo la escuché. Necesitas limpiarte los oídos.
Brooke resopló.
—¿Recuerdas la mordaza que tenías en la boca anoche?
Dex la miró de reojo, se puso los dedos en la mandíbula y volvió a
moverla. Sí, todavía le dolía.
—Joder, sí.
—No te gustó, ¿verdad?
—Me jodidamente encantó.
Ella sonrió y le pellizcó el pezón.
—Mentiroso.
Con un suspiro, ella se apartó de él y se levantó de la cama. Él la
observó todo el tiempo porque... mierda, estaba desnuda.
Y su cuerpo estaba jodidamente caliente.
Y también su coño. Y esas tetas.
Mierda.
¿Cómo diablos salía de allí hoy?
Él levantó la cabeza y gimió cuando ella se inclinó para sacar algo de
un cajón inferior de la cómoda, con el culo y todo lo demás
apuntando hacia la cama.
Su mano se dirigió automáticamente a su polla, pero cuando ella se
enderezó y se giró, él la soltó rápidamente, dándole una sonrisa
inocente.
—¿Te estabas tocando?
—No.
Ella sacudió la cabeza y arrojó lo que tenía en la mano sobre el
colchón. Él se quedó mirando el pequeño libro de tapa dura. Estaba
claro de qué se trataba porque en la portada estaba grabado en letras
doradas la palabra «Diario».
Bien, maldita sea.
Ella se movió alrededor de la cama y agarró la bata que colgaba
detrás de la puerta del baño, la deslizó sobre sus hombros y sacó el
cabello de debajo de ésta.
—Voy a preparar el desayuno—dijo por encima del hombro mientras
se dirigía a la puerta del dormitorio.
—¿No quieres estar aquí cuando lo lea?
Ella negó con la cabeza, pero no lo miró.
—No puedo. Otra vez no. Solo vuelve a ponerlo en el cajón cuando
hayas terminado... por favor.
—Sí—gruñó él, esperando a que ella se fuera antes de deslizar los
dedos sobre la tapa. Cuando oyó a Brooke alejarse por el pasillo,
agarró el diario y lo hojeó.
Sólo quería leer la parte que pertenecía a Pierce y no tenía idea de
dónde estaba en el diario.
Mientras hojeaba el diario, se dio cuenta de que estaba vacío. Cerró la
tapa y comenzó de nuevo, más lento esta vez.
La escritura cursiva llenaba la primera página, tanto la delantera
como la trasera, lo mismo la segunda, la tercera, luego la cuarta... y
eso era todo.
Cuatro páginas.
En todo el puto diario.
Cerró los ojos, respiró profundamente, volvió al principio y comenzó
a leer...
Capítulo 11

J
— oder—murmuró Dex. Se frotó la cara con las manos y quería
gritar. En lugar de eso, se levantó de la cama y fue a buscar el diario
que había tirado al otro lado de la habitación.
Cuatro malditas páginas.
Cuatro.
El cabrón tenía que morir. Quitarle los colores de la espalda no era
suficiente.
A primera vista, las palabras podrían haber sido interpretadas como
que la madre de Brooke había tenido una aventura. Ella se culpaba a
sí misma una y otra vez en esas cuatro páginas.
Pero cuando leías entre líneas, todo lo que su madre había escrito
tenía un significado más profundo. Y él lo leyó dos veces para
asegurarse de que no estaba equivocado.
No lo estaba.
Aunque no lo mencionaba por su nombre, el ADN demostró que no
había forma de que fuera alguien más que Pierce. Mierda, tal vez su
madre ni siquiera sabía su nombre.
Pierce era el padre de Brooke. Eso había quedado demostrado.
Y Pierce era el violador de la madre de Brooke.
Eso también lo demostraba la última línea de la cuarta página,
añadida meses después de la entrada original.
Mi dulce e inocente niña nunca debería sentirse agobiada por las acciones de
su padre.
Dex tomó el diario y lo miró fijamente. Había cosas mencionadas que
él reconocía y Brooke no. Y había cosas mencionadas, como una
fiesta, que Ace o Grizz podrían recordar. Tal vez si alguno de ellos lo
leyera...
Joder, estaba seguro de que ella no le dejaría llevarse el diario, pero
necesitaba las pruebas para que los miembros pudieran votar sobre
dar de baja a Pierce del DAMC.
Rápida y de manera permanente.
Esas páginas condenatorias, junto con los resultados del ADN, eran
pruebas más que suficientes, pero él las necesitaba. Miró hacia la
puerta abierta del dormitorio y escuchó con atención para asegurarse
de que Brooke todavía estuviera ocupada en la cocina.
Podía escucharla haciendo ruido con algo. Una olla, una sartén, un
plato.
Bajó la mirada hacia el diario y dejó escapar un suspiro.
—Jooooodeeeeer—gruñó. Abrió el diario y arrancó las cuatro
páginas. Rápidamente agarró su cut que estaba tirado sobre la silla,
dobló las páginas y las deslizó por una ranura hecha en el forro.
Luego se apresuró a volver a la cómoda, abrió el cajón y metió el
diario debajo de unas prendas dobladas.
Su corazón latía con fuerza. Si... joder, cuando ella descubriera que
había robado esas páginas, tal vez nunca lo perdonaría.
Pero era necesario hacerlo.
Su lealtad estaba primero con el club, no con Brooke.
Con otra mirada hacia la puerta, se recordó una vez más que el club
estaba primero, no Brooke...
Se oyó un golpe que parecía provenir de la puerta principal. Era tan
fuerte que lo oyó fácilmente desde donde estaba, en la parte trasera
de la casa.
¿Qué carajo? ¿Diesel había venido a buscarlo?
Dex buscó sus vaqueros en el suelo y los encontró en una pila con el
resto de su ropa. Los sacó de debajo de sus botas y se los puso
mientras escuchaba a Brooke murmurar para sí misma.
—¿Esperabas a alguien? —gritó Dex.
—No. ¿Y tú?
—No—murmuró Dex para sí mismo mientras buscaba el cuchillo en
el bolsillo trasero. Levantó la cabeza de golpe cuando oyó el eco de su
voz en el techo alto del vestíbulo.
—¡No abras la puerta hasta que llegue!—gritó.
—¿Por qué? Yo…
La mujer nunca escuchaba...
La puerta se cerró de golpe y su corazón dio un vuelco cuando la
escuchó llamarlo.
—¿Dex?
El temblor evidente en su voz no era normal. Esta mujer no tenía
miedo de nada. Se quedó paralizado y la sangre le atravesó el cuerpo
mientras miraba alrededor de la habitación. No tenía idea de dónde
guardaba su Sig. Debería haberle preguntado.
Mierda.
Contuvo la respiración por un segundo, escuchando.
Pero no oyó nada. De hecho, había demasiado silencio.
—Dex —repitió ella. Definitivamente no era normal, pero esta vez
estaba más controlada.
Respiró profundamente, miró con cuidado el pasillo, que estaba
despejado, y corrió por él. Cuando dobló la esquina para dirigirse
hacia el frente de la casa, la punta de una pistola estaba clavada en su
sien.
—Ve despacio y con calma, cabrón. No intentes agarrar ninguna
mierda—dijo una voz masculina ronca.
Maldito hijo de puta.
Tan lento como pudo, giró la cabeza lo suficiente para ver quién
sostenía el arma.
—Manos atrás de tu puta cabeza.
Cuando no se movió lo suficientemente rápido, el Shadow Warrior
volvió a hundir el arma en su sien.
—No es ninguna broma, hijo de puta. Manos atrás de tu puta cabeza.
Ahora.
Levantó lentamente las manos e hizo lo que le indicaron.
—Entrelaza los putos dedos. Seguro que sabes cómo hacerlo—exigió
la voz ronca.
Una vez más, hizo lo que le dijeron porque necesitaba tiempo para
pensar, necesitaba un plan para sacar a Brooke y a él de este maldito
lío. Y necesitaba saber primero si Brooke estaba bien.
También sería útil saber cuántos de esos cabrones Warriors estaban en
su casa. No quería hacer nada estúpido que los pusiera en más
apuros o que mataran a Brooke.
Tenía que mantener la paciencia y la calma, aunque quería arrancarle
la puta garganta a este Warrior.
—Muévete.
—Necesito ver a mi mujer —dijo Dex, intentando sonar más seguro
de lo que estaba. Dependiendo de cuántos Warriors estuvieran en la
casa, podrían estar completamente jodidos.
—Oh, la vas a ver. ¡Muévete!
El Warrior le hundió más el arma en la sien. En cuanto Dex salió del
pasillo hacia la sala de estar, sus ojos se posaron en Brooke.
Se detuvo en seco y el Warrior le gritó:
—¡Sigue moviéndote!
Apretó los dientes y dio unos pasos hacia otro Warrior que sujetaba a
Brooke con fuerza contra él. El motero tenía un brazo alrededor de su
garganta y otro inmovilizándole los brazos en un abrazo de oso. La
espalda de ella estaba pegada a su pecho.
Pero lo más impactante de todo era que los ojos de Brooke no estaban
muy abiertos por el miedo. Joder, no, no lo estaban.
Estaban entrecerrados.
Ella estaba jodidamente cabreada.
Dex tenía la sensación de que pronto los Warriors usarían mordazas
de bolas, pinzas para pezones, jaulas para pollas y tendrían un
enorme tapón anal metido en sus culos, mientras ella sacaba un látigo
y destrozaba la piel de sus espaldas.
Sus bolas se encogieron un poco ante esa imagen.
El Warrior lo empujó hacia adelante, provocando que Dex tropezara
y cayera de rodillas sobre la gruesa alfombra.
—Mantén tus malditas manos detrás de la cabeza, los putos dedos
entrelazados y cruza los tobillos.
Dex lo miró fijamente.
—¿Seguro que no eres un cerdo encubierto?
—De ninguna puta manera—respondió el Warrior que tenía el pelo
entrecano y una barba larga y poblada.
—Sonabas como uno. —Miró fijamente al Warrior que sostenía a
Brooke frente a él como un escudo corporal y le preguntó—. ¿Seguro
que no está encubierto?
El Warrior que estaba de pie frente a él lo apuñaló con la pistola.
—Cállate la puta boca. Te metería una bala en la cabeza ahora mismo
si no te necesitara con vida.
Bueno, gracias a Dios por eso. Él también prefería seguir con vida.
—¿Para qué?
—¿Quiero que mires?
Oh, mierda.
Sus ojos se encontraron con los de Brooke. Ella estaba mirando
fijamente al Warrior que apuntaba a Dex con el arma. Lo miraba
fijamente, como si quisiera arrancarle la tráquea de la garganta.
Su mujer era una puta cabrona.
Sin embargo, cuando ella abrió la boca, él se dio cuenta de que era
una temeraria.
—¿Qué vas a hacer? ¿Violarme? ¿Eso te hará sentir un hombre?
—Cállate, perra—gruñó el Warrior que la sostenía.
—Necesitas que él —Brooke señaló con la barbilla al Warrior que
estaba de pie junto a Dex— te observe mientras lo haces. ¿Necesitas
que otros hombres te observen para ponerte duro?
—¡Cállate la puta boca, perra!
Se dirigió al que tenía a Dex a punta de pistola.
—¿Te gusta ver a otros hombres haciéndolo, chico motero?
El hecho de que ella enfureciera a los Warriors y los presionara de esa
manera no iba a ayudarlos.
El motero de pelo largo y grasiento que sujetaba el cuello de Brooke
apretó el brazo con más fuerza. Parecía drogado con metanfetamina,
lo que podría empeorar mucho las cosas.
—No le hables así a mi Prez.
Dex estaba de acuerdo con esa sugerencia, sin embargo, no iba a ser
él quien callara a Brooke.
La mirada de Dex se deslizó hacia el Warrior que le apuntaba con el
arma. Su parche decía “Presidente”.
Mierda.
¿El equipo de D se estaba deshaciendo de tantos Warriors,
reduciendo sus números lo suficiente como para que el presidente de
su club se estuviera ensuciando las manos?
—¿Cómo coño supisteis que yo estaba aquí? —Había trasladado su
sled al garaje de ella poco después de llegar. No solo porque era
diciembre, sino porque sabía que algunos de esos nómadas cabrones
rondaban por Harrisburg. El lugar donde vivía Brooke no estaba tan
lejos de donde habían atrapado a Slade, así que su sled no podía
haberlos alertado.
—No sé qué hiciste para enojar a tu ex presidente, pero él está duro
por ti.
Dex se puso serio ante las palabras del presidente del MC.
—¿Qué quieres decir?
—Debes haber hecho algo para cabrearlo. ¿Por qué, si no, os
entregaría así a ti y a tu vieja?
Los ojos de Dex se encontraron con los de Brooke de nuevo. Ella no
tenía idea de que su padre y el ex presidente del DAMC eran la
misma persona.
Si ella estaba cabreada ahora...
Pero ¿qué clase de mentira era esa? ¿Por qué mierda Pierce le avisaría
al MC rival dónde estaba?
¿Se había enterado de lo de Brooke? ¿Intentaba evitar que se supiera
la verdad?
Mierda. Pierce podría liquidar a Dex y Brooke, pero mantener las
manos limpias usando a los Warriors. No podría ser más fácil.
Si esos hijos de putas lo mataran a él y a Brooke, el club no tendría
idea de que Pierce estaba detrás de todo. Asumirían que habían sido
los malditos Warriors comportándose como cabrones como siempre.
Estaban más jodidos de lo que pensaba originalmente.
—La cosa es así, Dexter. Vamos a turnarnos para divertirnos un poco
con tu coño mientras tú miras. Ella es muy sexy, especialmente con
esa bata que lleva puesta y nada más. ¿No es así, Crank?
Crank (NdelT: slang para metanfetamina). Era un apodo apropiado
para un maldito drogadicto.
Crank sonrió, dejó caer el brazo que tenía alrededor del cuello de
Brooke y metió la mano dentro de su bata, agarrando una teta y
sacudiéndola.
Oh, mierda. Incluso desde donde Dex estaba, no podía perderse el
fuego en sus ojos y sus fosas nasales dilatadas.
Ella no gritó, no lloró, no tembló, no hizo nada más que quedarse allí
y dejar que sucediera.
Dex podía ver la furia que bullía bajo la superficie, como un volcán a
punto de estallar.
—Sí, correcto—estuvo de acuerdo Crank con su presidente.
Dex necesitaba hacer algo. Estar arrodillado en el suelo de la sala de
estar no ayudaba en nada a salir de allí. Y, joder, desde luego no
ayudaba a Brooke con su situación.
Su bata ahora estaba abierta y sus dos tetas estaban expuestas.
Un músculo se contrajo en su mandíbula y juraría que una vena
sobresalía su sien mientras el Warrior continuaba maltratándola con
sus putas sucias manos.
No había ninguna duda al respecto, estos hijos de puta iban a morir.
—Todo el tiempo que la toques, será el tiempo que sufrirás antes de
morir, hijo de puta —gruñó Dex.
—Maldita sea, sus tetas son jodidamente bonitas—dijo Crank, riendo
mientras pellizcaba con fuerza el pezón de Brooke.
La única reacción que mostró Brooke fue una leve mueca.
Dex estaba orgulloso de lo valiente que estaba siendo.
—Tendremos que cambiar de lugar, Crank. No la conseguirás
primero.
Crank frunció el ceño, aparentemente infeliz ante la idea de quedar
en segundo lugar.
—Quiero comerme su coño primero, Sandman, apuesto a que está
muy bien arreglado y bonito. Déjame ver...
Cuando tiró del lazo que mantenía unida la bata de Brooke, Brooke se
movió de repente y fue tan rápida que Dex se congeló, sin saber qué
diablos estaba haciendo.
Con movimientos precisos, Brooke pateó a Crank en la espinilla, lo
que lo hizo gritar, se retorció en los brazos del hombre, le dio un
rodillazo en las pelotas y, mientras caía al suelo, agarrándose las
joyas aplastadas, le dio un codazo en la nuca, se inclinó sobre su
cuerpo encorvado y sacó algo de debajo de la parte posterior de su
chaleco.
Girando en el lugar, levantó un arma y Dex se dejó caer al suelo
mientras ella disparaba.
Uno. Dos.
La sangre salpicó a Dex y el arma del Warrior cayó al suelo. Dex se
abalanzó sobre ésta mientras Sandman se desplomaba junto a él con
un gemido, agarrándose el hombro derecho. Deslizando el arma
debajo de su cuerpo fuera del alcance de Sandman, Dex se retorció en
el suelo hasta que pudo sentarse. Agarró el arma y apuntó al hombre
que ahora estaba hecho un ovillo en el suelo, maldiciendo, con sangre
fluyendo profusamente de ambos hombros.
Joder, era una buena tiradora.
—Deberías haber matado a ese cabrón —le gritó sin apartar los ojos
del Warrior caído.
—¿En serio? ¿Vas a decirme lo que debería haber hecho? ¿Tú qué
carajo hiciste?
Buen punto.
Se puso de pie lentamente, con el arma todavía apuntando al
presidente de los Warriors.
—No te muevas, no soy tan buen tirador como ella. Podría fallar y
destrozar tu culo.
—No lo mates—dijo Brooke.
—Se merece jodidamente morir, bebé.
—Estoy de acuerdo. Pero ¿quieres ir a la cárcel por ello?
Joder, no, no quería.
—No voy a llamar a los cerdos.
—Oh, vamos a llamar a la policía. Estos cabrones entraron en mi casa
y querían causarme daño físico. Querían hacerte lo mismo a ti. Esto
fue en defensa propia, así de simple. Y mientras tengamos las manos
limpias, estaremos bien.
—Te lo dije. No vamos a llamar a los cerdos. —Además, tenía algunas
preguntas que hacerles a esos cabrones antes de decidir qué había
terminado.
Entonces Brooke estaba allí, con la bata abierta y sin el lazo. Él se
aseguró de que Sandman no se moviera y luego fulminó con la
mirada a Crank. Brooke lo tenía atado con el lazo de su bata.
Maldita sea. Si no hubieran estado en una situación que ponía en
peligro su vida, él estaría duro. Esta mujer tenía unos cojones más
grandes que la mayoría de los moteros.
Brooke pateó a Sandman con su pie descalzo.
—Está sangrando en mi alfombra.
—Cierto—dijo y la miró fijamente—. Ya que está consciente, ¿qué tal
si nos ponemos algo de ropa?
Brooke se miró a sí misma.
—Una vez que esté seguro.
Dex la miró enarcando una ceja.
—¿Qué tienes para asegurarlo?
Ella sonrió y levantó un dedo. Cuando volvió corriendo a su
dormitorio, él sabía exactamente lo que iba a conseguir.
Y cuando volvió a salir, se había puesto una camiseta larga y unas
bragas, pero sus largas piernas todavía estaban expuestas. Dios.
—¿En serio? ¿No podrías ponerte unos pantalones deportivos o algo
así?
Ella lo ignoró y en cuestión de minutos tenía a Sandman esposado en
la espalda, ignorando sus quejas sobre sus heridas. Tenía una cuerda
de nailon azul y le ató las piernas una vez que Dex lo puso boca
abajo, luego se acercaron y aseguraron a un Crank inconsciente de la
misma manera.
—No quieres llamar a la policía, pero ¿qué hacemos con ellos? No
podemos dejar que se vayan sin más.
—No se van a ir sin más, bebé. Te lo prometo.
Dex se acercó a la ventana del frente, corrió la cortina y miró hacia
afuera. Había dos motos. Así que no había nadie más con ellos.
—¿No escuchaste que sus motos se acercaban?
Brooke se encogió de hombros.
—Escuché algo, pero pensé que era un camión ruidoso que pasaba
por allí.
—Voy a hacer una llamada. Puede que me lleve un tiempo limpiar
todo esto. Pero una vez que llame, tendrás que vigilarlos mientras
escondo sus motos en el garaje. ¿Vale?
—¿A quién llamas?
—D.
Capítulo 12

Brooke se agarró al lavabo y dejó caer la cabeza, exhalando un


suspiro. Después de un momento, se enderezó, limpió el espejo
empañado con la mano y se miró bien.
¿Qué carajo había pasado con su vida?
El cáncer de su madre había desencadenado una serie de
acontecimientos de los que no había vuelta atrás. El sufrimiento de su
madre había sido horrible, algo que Brooke no le desearía a nadie.
Luego, su muerte le arrancó el corazón y no dejó más que un agujero
negro y enorme.
Lo peor fue que tuvo que ocuparse sola de la herencia. Su hermano y
su hermana acabaron viviendo en California después de la
universidad y, aunque habían viajado para asistir al funeral, ambos
estaban ansiosos por regresar. Una vez más, Brooke tuvo que lidiar
sola con las consecuencias.
Cuando encontró las cosas en el ático... su vida dio un giro aún
mayor. Todo lo que ella creía que era su vida... no lo era.
Descubrió que el hombre que la había engendrado había follado a su
madre sin su consentimiento. Y su madre podría haber abortado y
haber dejado todo atrás. Pero no lo hizo.
En lugar de eso, tuvo a Brooke y siempre la amó como si la hubiera
deseado. Como a sus otros hijos. Brooke nunca fue tratada de manera
diferente.
Aunque la sangre de un monstruo corría por sus venas.
Un monstruo.
Tal vez por eso, mientras estaba desnuda en el baño, con el pelo
empapado y la piel recién lavada, no sentía absolutamente nada por
haberle disparado a ese Warrior.
Nada.
Realmente había querido matarlo y podría haberlo hecho.
Por suerte, el sentido común había intervenido. Eso y el hecho de que
el Warrior apuntara a Dex a la cabeza con una arma. Necesitaba que
el motero forajido soltara el arma, no que apretara el gatillo
accidentalmente y matara a Dex.
Ella cerró los ojos mientras el hombre abría la puerta del cuarto de
baño sin siquiera llamar.
—¿Estás bien? Llevas aquí mucho tiempo.
—Estoy bien.
Él abrió la puerta de par en par y dejó que el vapor se escapara de la
habitación mientras entraba. Todavía llevaba puestos sus vaqueros
con manchas de sangre porque no tenía más ropa con él. Pero ahora
tenía una camiseta térmica de manga larga que cubría sus numerosos
tatuajes.
—¿Deberías dejarlos solos?
—Los tienes bien atados, bebé. No irán a ninguna parte. No me
preocupan ellos, me preocupas tú.
Tomó una toalla del perchero y, se movió detrás de ella para
envolverla, cubriendo su desnudez. La acercó a él, ella se miró en el
espejo y los vio a los dos juntos.
Lo que veía en ese espejo era la prueba de que su vida nunca volvería
a ser la misma.
Cerró los ojos por un segundo y luego se giró entre sus brazos para
mirarlo a los ojos oscuros.
—Dex.
—¿Seh?
—El ex presidente del DAMC que mencionó Sandman... es Pierce,
¿verdad?
Dex no dijo nada durante un largo momento. Simplemente dejó el
asunto colgando entre, así no tenía que responder.
Ella lo sabría.
—¿Alguna vez antes se confabuló con ese club?
—No lo sé, bebé. Voy a ver si puedo obtener más información de
ellos antes de que llegue D. Si no, D puede ayudar a sacarles algo de
información.
—¿Por qué? ¿Por qué querría matarme? Que fuera... —Dejó que ese
pensamiento se desvaneciera. Su padre violador había enviado a
unos moteros a violar a su propia hija.
No importaba si esa era su intención o no. Eso es lo que habría
pasado si ella no los hubiera sacado de esa situación. De cualquier
manera, Pierce había enviado a un MC rival para que se ocupara de
ella y Dex.
— Creo que se enteró de ti de alguna manera. De las acusaciones y de
por qué vine aquí. No estoy seguro. Tal vez intenta callarte. Evitar
que le quitemos los colores. No sé qué hay en su jodida cabeza.
—Su sangre corre por mis venas.
Dex ignoró su comentario y, en cambio, dijo:
—Estoy orgulloso de ti, bebé. La mayoría de las mujeres habrían
estado llorando, gritando y gimoteando. Tú no. Mantuviste tu mierda
bajo control. Te ocupaste del asunto.
—Tal vez sea porque su sangre corre por mis venas. —Tal vez ella se
parecía más a él de lo que le gustaría admitir. Tal vez de ahí provenía
su profunda necesidad de control. Nunca supo por qué era así.
Nunca supo de dónde provenía eso, ya que ni su madre, ni su padre
eran así.
Dex negó con la cabeza.
—No. Si él azuzó a los Warriors contra nosotros y les hizo hacer su
trabajo sucio, entonces no es más que un maldito cobarde. Y tú no
eres una maldita cobarde.
—Tal vez solo sea frío. Tal vez yo también lo sea. No siento nada.
El cuerpo de Dex se solidificó contra el de ella.
—¿Qué quieres decir?
—Dispararle a Sandman debería molestarme, pero no es así. Lo
volvería a hacer sin dudarlo.
Sonriendo, Dex le apartó el cabello húmedo de un hombro, presionó
los labios contra el costado de su cuello y la besó.
—Eso fue jodidamente sexy.
—¿Dispararle a un hombre es sexy?—le preguntó enarcando una ceja.
—No te viste. Te juro que te convertiste en una especie de chica de las
películas de Terminator.
—¿Sarah Connor?
—Sí, bebé. Eso fue jodidamente sexy.
Las comisuras de los labios femeninos se curvaron.
—¿No pudiste elegir a alguien más actual?
—No, joder, no. Ella era una ruda. —Le dio un beso en la frente—.
Como tú. —Suspiró—. Qué lástima que tengamos que esperar a que
aparezca D. De lo contrario, te estaría demostrando lo mucho que me
excitó eso.
No necesitaba demostrárselo. Ella lo sentía empujando contra su
vientre.
—Hay algo mal en ti.
—Sí. Al parecer, me gustan las mujeres dominantes y que patean
culos.
—¿Acabas de descubrirlo?
—Lo descubrí cuando entraste en la casa de empeños en Shadow
Valley.
—No sabías cómo era yo en ese momento.
—Lo único que importaba era que estabas tocando esa polla de
mármol. Después de eso, estaba jodidamente perdido.
Brooke intentó contener la risa que amenazaba con escapar, pero se
rindió y la dejó salir. Dex le sonrió.
—Ves, no eres fría. Eres apasionada. Te gusta lo que te gusta.
Brooke le acarició la mejilla con la mano y le frotó con el pulgar la
barba que se estaba haciendo más espesa cada día.
—Me gusta cuando me dejas atarte y hacerte cosas pervertidas.
Dex bajó la cabeza hasta que sus labios quedaron justo encima de los
de ella. Ella inhaló su cálido aliento entre sus labios entreabiertos y él
hizo lo mismo.
—A mí también me gusta.
—Tenemos dos moteros atados en mi casa, uno sangrando como un
cerdo apuñalado y estás duro.
—Seh.
Seh.
—¿Crees que deberíamos detener el sangrado?
—¡No, no! Al final, no importará si se desangra o no.
—Entonces, ¿va a morir?
Ella observó su rostro, pero él mantuvo la expresión impasible.
—D se encargará de esto.
—¿Como del asunto de Pierce?
—Te prometí que nos encargaríamos de eso también.
—Tengo la sensación que lo haréis de la misma manera.
—¿Si esos Warriors dijeron la verdad sobre que Pierce les avisó
dónde estábamos? ¡Joder, sí!
—Dex...
—No estoy hablando de eso ahora.
Brooke lo miró arqueando una ceja.
—¿Oh, sí?
Él sonrió.
—Confía en mí. —Acortó la distancia y le dio un beso. Su cerebro le
decía que debía ser breve. Había dos hombres peligrosos en su casa,
pero se permitió derretirse contra él, alentándolo a profundizar el
beso. Su lengua se enredó con la de ella y sus brazos la apretaron.
Sorprendentemente, ella lo dejó estar a cargo.
Al menos durante esos pocos momentos robados en el baño, donde el
resto del mundo permanecía fuera de la puerta.

***
Brooke miraba fijamente a los tres hombres corpulentos que
entraron. De repente, su casa parecía mucho más pequeña.
Pero, mierda, valía la pena mirarlos.
Sin embargo, uno de ellos tenía una cicatriz visible que recorría su
rostro en diagonal, desde la sien hasta la nariz, y terminaba en un
lado de su boca, lo que hacía que la comisura se curvara lo suficiente
para que pareciera siniestro.
Los otros dos... bueno... Brooke notó que Dex la miraba con el ceño
fruncido mientras estaba de pie junto a los hombres que
definitivamente lo superaban en tamaño muscular.
—¿Dónde está D?—le preguntó al de la cicatriz.
—No va a dejar a la bebé —respondió el hombre mientras recorría
con la mirada a Brooke. No parecía interesado; era más bien una
evaluación. Tal vez para ver si ella era una amenaza para él y sus
hombres—. Nos envió a nosotros en su lugar.
Brooke dio un paso adelante y le tendió la mano al hombre que
parecía estar a cargo.
—Brooke.
El hombre no dudó y, con un apretón firme, le tomó la mano y se la
estrechó.
—Mercy.
—¿Mercy?
Él no reaccionó a su pregunta, sino que le dio una palmada en el
hombro al hombre que estaba a su lado.
—Éste es Ryder. —Señaló al hombre que estaba al otro lado de Ryder
—. Ese es Brick.
—Nombres interesantes —murmuró Brooke, mirándolo a Dex como
si dijera: ¿Ves? Podrías haber elegido un nombre genial.
Los labios de Dex se apretaron.
—¿Dónde están los cabrones? —preguntó Mercy.
Dex señaló con la barbilla hacia la parte trasera de la casa.
—Arrastramos sus culos hasta allí. Uno sangraba bastante.
—¿Sí? ¿Por qué?
—Tiene un par de agujeros.
Brooke se dio cuenta de que la sonrisa de respuesta de Mercy no
llegaba a sus ojos.
—Llévanos hasta ellos.
Dex condujo a los tres hombres a través de la casa hasta su terraza
soleada, donde ella y Dex los habían arrastrado. Los dos Warriors
estaban sentados apoyados contra la pared, y la sangre empapaba la
camiseta del presidente debajo de su cut. Los habían trasladado a
donde ella tenía alfombras de interior/ exterior para poder lavarlas
con manguera después de que se los llevaran.
El hombre llamado Brick avanzó, se inclinó y abrió el chaleco de
cuero de Sandman lo suficiente para poder ver los orificios de
entrada.
—Jodidos disparos, Dex.
Brooke dio un paso adelante.
—No fue él.
Los tres hombres se quedaron paralizados y dirigieron su atención
hacia Brooke.
—¿No fue él?—preguntó Ryder.
—No me extraña—murmuró Brick, mirándola fijamente—. La
próxima vez, dos tiros en el centro de masa para detener la amenaza.
En primer lugar, no iba a haber una “próxima vez”. En segundo
lugar, no necesitaba una lección de este tipo.
—No quería matarlo. Le di donde apunté. Solo quería que soltara el
arma.
Brick se puso de pie, rascándose la cabeza, y Brooke no se perdió su
minuciosa mirada a ella.
—Disparos no letales para derribar al objetivo, desarmar la amenaza.
Ajá.
El motero aún estaba consciente pero no podía hablar debido a los
trapos que le habían atado alrededor de la boca. Aunque no podía
comunicarse, parecía que el motero herido tenía mucho que decir.
Brooke simplemente no quería oírlo.
Brick señaló uno de los hombros de Sandman.
—¿Lo heriste ahí a propósito?
—Sí.
—¿Con qué?
—Ese—Brooke inclinó la cabeza hacia Crank— tenía una .38 Special.
—¿Cómo la conseguiste?
—Se la pedí educadamente—dijo ella.
Brick sacudió la cabeza, con expresión divertida en los ojos, y se
volvió hacia Dex.
—Deberías haberlos liquidado, hermano. Podríamos haber entrado y
haber limpiado todo después.
—No. —Todas las miradas se volvieron hacia Brooke—. No quería
que los matara.
—¿Por qué?—preguntó Brick sorprendido.
No necesitaba explicarles sus razones a estos hombres que no
conocía.
—Porque no.
Tal vez no debería haberlo expresado de esa manera, ya que esos
mismos ojos se volvieron hacia Dex en busca de una explicación. Su
boca se abrió por un segundo, luego la cerró.
Mercy se rio entre dientes.
—Joder, amigo. Te va a ir muy mal si dejas que ella te dé órdenes.
Ryder resopló.
—Escúchalo.
—No la habéis visto desnuda —respondió Dex con una sonrisa.
Una vez más, todas las miradas se dirigieron a Brooke. Ella frunció
los labios mientras observaba a Dex. Dudó si debía abordar lo que
acababa de decir. Pero luego, comprendió que, aunque él era un
motero, le gustaba que ella estuviera al mando. Probablemente, no
quería que esa información saliera a la luz. Lo más probable es que
estuviera tratando de volver a poner sus pelotas en su lugar al decir
lo que dijo.
Ella no le quitaría eso. Le gustaba tal como era. Y no había ninguna
razón para humillarlo frente a tres hombres rudos con los que tenía
que comportarse igual de rudo.
Pero lo curioso es que todos esperaban una respuesta de ella, como
una reprimenda. En lugar de eso, no dijo nada y simplemente se
encogió de hombros.
Mercy echó la cabeza hacia atrás y se rio, dándole una palmada en la
espalda a Dex y luego volvió al asunto.
—Brick y Ryder se llevarán las motos. Las harán desaparecer
mágicamente.
Dex levantó un poco la barbilla a Brooke antes de centrar su atención
en el hombre más grande.
—Bien. Pero tengo algunas preguntas para estos cabrones antes de
que los llevéis a cualquier parte. Todavía necesito algunas respuestas.
Pensé que era mejor esperar hasta que llegaran aquí. Asegurarme de
que estén dispuestos a responderlas.
Mercy se acercó a Sandman y le dio una patada en la pierna.
—Su chaleco dice que es el presidente.
—Seh—respondió Dex.
—Entonces debería saber todas las malditas respuestas—dijo Mercy
señalando a Crank con el pulgar—. Ese parece inútil.
—Agarró a mi mujer, le tocó las malditas tetas. Los dos iban a violarla
y obligarme a mirar.
Brooke vio que los ojos de Mercy se volvían fríos y su mandíbula se
tensaba mientras miraba al hombre que la había agarrado.
—A estos Warriors les gusta lastimar y violar mujeres, ¿verdad? —
preguntó Ryder, con el ceño fruncido mientras también miraba a
Crank.
—Sí, en general tratan a las mujeres como basura—respondió Mercy
—. Parece que necesitan una lección de respeto.
—Es demasiado tarde para esa lección—respondió Brick. Se volvió
hacia Brooke y le dedicó una gran sonrisa—. ¿Quieres hacerme un
favor e ir a recuperar las armas que les quitaste a esos cabrones?
Brooke miró a Dex y él asintió levemente. Con un suspiro, dejó a los
hombres solos.

Dex observó a Brooke salir del solario, aunque estaba bastante


seguro de que no quería hacerlo. Pero lo estaba dejando a él a cargo
por ahora frente al equipo de D. Gracias a Dios.
Si bien a él no le molestaba que ella fuera mandona en privado, serlo
en presencia de otros hombres, especialmente los tres hombres que
tenía frente a él, era algo diferente. Y ella se había dado cuenta.
Pero claro, ella era bastante inteligente.
Mercy se acercó a Crank, agarró un puñado de su pelo grasiento y
tiró con fuerza.
—¿Crees que éste tiene alguna respuesta?
Los ojos muy abiertos de Crank se giraron hacia Dex y un sonido
apagado salió de detrás de su mordaza.
—Lo dudo. Creo que solo es un adicto a la metanfetamina. Los
Warriors probablemente estén teniendo dificultades para completar
sus filas. Están raspando el fondo del maldito barril.
—Porque seguimos eliminando a los cabrones.
Dex asintió y señaló a Sandman, quien estaba prestando mucha
atención a lo que estaban hablando y haciendo.
Mercy soltó el cabello de Crank y se acercó a Sandman.
—Entonces, éste tiene todas las malditas respuestas.
—Debería tenerlas—convino Dex—. Ya que es el supuesto presidente
de ese club de imbéciles.
Mercy agarró la mordaza de Sandman y se la arrancó.
—Que te den—gruñó Sandman y escupió a Mercy.
—Escupir no es de buena educación—dijo Mercy y clavó el tacón de
su bota en una de las heridas de su hombro, lo que hizo que Sandman
gruñera—. Solo fue un puto rasguño, maldito coño. Ella podría
haberte dado en el pecho. —Mercy se puso en cuclillas a su lado y
sonrió—. Dejaste que una mujer te venciera. Eso se llama karma,
perra.
La sonrisa torcida que lucía Mercy era suficiente para encogerle las
pelotas a cualquier hombre. Dex nunca quería ser el destinatario de
esa sonrisa.
Mercy miró a Dex.
—Entonces, ¿qué tenemos que preguntarle?
Dex se acercó y miró al hombre. Sandman debía de tener unos
cincuenta años. Si era así, probablemente había sido el presidente de
los Warriors durante un tiempo. Sin embargo, Dex no lo conocía.
Siempre habían tenido la sensación de que este hombre se mantenía
discreto. Daba las órdenes y dejaba que sus secuaces hicieran el
trabajo sucio.
—¿Por qué Pierce les reveló nuestra ubicación?—le preguntó Dex.
Sandman mostró los dientes.
—Que te den. Me vais a matar. No hay ninguna razón para responder
a ninguna de tus jodidas preguntas. —El hombre hizo una mueca y
gimió cuando Mercy golpeó con la palma de la mano una de sus
heridas supurantes, esta vez en el otro lado.
—Sí, es cierto, vas a morir. Pero cómo y cuándo dependerán de cómo
respondas a estas preguntas—le dijo Dex, pensando que era verdad.
Mercy no se llamaba Mercy sin motivo. Los hombres de D no eran
broma. Probablemente conocían técnicas de tortura que Dex nunca
querría conocer.
Ni ver.
Ni experimentarlo por sí mismo. Eso era jodidamente seguro.
—Entonces, intentémoslo de nuevo...
Antes de que Dex pudiera hacer la pregunta, Mercy extendió la
palma de la mano y Ryder colocó en ella un gran cuchillo táctico,
similar al que llevaba Dex.
Mercy lo sopesó cuidadosamente en su mano antes de girarlo
lentamente mientras lo estudiaba. Luego, con un movimiento
repentino, colocó la punta afilada contra una de las heridas de bala y
la hundió profundamente.
—Podría cortarte la garganta, pero la necesitamos ahora mismo para
que puedas responder a las preguntas —gruñó Mercy—. Así que, en
lugar de eso, puedo hacerte agujeros un poco más grandes en el
cuerpo.
Giró el cuchillo, lo que provocó que Sandman silbara y gritara una
maldición.
—¿Por qué Pierce me delató?—preguntó Dex nuevamente.
—No lo sé, carajo—dijo apretando los dientes—. No me importaba
una mierda. Solo sabía que podía acabar con uno de vosotros.
Vosotros—miró a Mercy—habéis estado acabando con mis hermanos.
Es hora de vengarse.
Dex resopló.
—Vosotros, cabrones, empezasteis esta guerra. El DAMC no quería
tener nada que ver con eso. Vosotros, hijos de puta, queríais Shadow
Valley, una ciudad donde mi abuelo fundó nuestro club. Fuisteis
vosotros los que no pudisteis seguir adelante y encontrar otro lugar
donde echar raíces. No. Tuvisteis que seguir jodiéndonos hasta que
hombres buenos tuvieron que morir. Vosotros, cabrones, podríais
haber detenido esta guerra hace mucho tiempo.
—Mátame y alguien ocupará mi lugar.
—Entonces nos ocuparemos de él también—murmuró Mercy.
—Los Warriors sobrevivirán.
Mercy negó con la cabeza y sacó el cuchillo de la herida.
—Lo dudo.
Dex negó con la cabeza.
—Décadas de esta mierda. Jodidas décadas.
Los ojos de Sandman se entrecerraron mientras los clavaba en Dex.
—Vamos a apoderarnos de vuestra mierda. De vuestros negocios. De
vuestras perras. De todo. Tomaremos todo lo que Angels, conocen,
todo lo que poseen y todo lo que aman. Incluso a vuestros malditos
hijos. Los vamos a matar a todos y luego les daremos a vuestras
perras nuestras pollas y las haremos engordar con nuestros hijos. Esa
será la venganza máxima. Todas vuestras perras DAMC escupiendo
bebés Warriors—dijo y se echó a reír.
La columna de Mercy se enderezó y sus dedos se cerraron sobre el
cuchillo que tenía en la palma.
—¿Ya terminaste de hacerle preguntas a este cabrón?
—No. —Dex se volvió hacia Sandman—. Pierce te usó para llegar a
mí y a su hija. —Cuando los ojos del presidente Warrior se abrieron
ante eso, Dex continuó—. Sí, esa es su maldita hija a la que le tendió
una trampa. —Tenía una pregunta candente que necesitaba
respuesta. Incluso si Sandman no respondía nada más, era una
pregunta para la que él y todos sus hermanos querían una respuesta,
una que nunca pensaron que escucharían—. Entonces mi pregunta
es: ¿por qué le tendisteis una trampa a Zak hace todos esos años?
Quería terminar con todos los asesinatos y el caos. Quería algo mejor
para nuestro club. Podríais haberos establecido en otro lugar y no os
habríais tenido que cruzar nunca más en nuestro camino. Pero no lo
hicisteis. Vosotros pusisteis esa mierda en su casa. Mierda por la que
cumplió diez años. ¿Y por qué? Por nada. No cambió una mierda. —
¿Por qué estaba desperdiciando su maldito aliento? A este cabrón no
le importa una mierda lo que le habían hecho a Z. Todos esos años
desperdiciados en prisión por un crimen que no había cometido.
—Vosotros, cabrones, creéis que lo hicimos nosotros. Nos culparon a
nosotros. Así que idos a la mierda todos y que se joda tu presidente.
Tal vez sea mejor que miren dentro de vuestra puta casa. ¿Quién se
benefició más cuando encarcelaran a tu presidente?
Dex dio un paso atrás, con el corazón acelerado mientras esa última
pregunta daba vueltas en su mente.
Puta mierda.
Fue entonces cuando Brooke se acercó a él y le tendió dos pistolas a
Brick, quien las tomó rápidamente.
—¿Qué está diciendo?—le preguntó a Dex.
—Dice que alguien del DAMC le tendió una trampa a Z. No los
Warriors. Alguien que no quería que las viejas costumbres cambiaran
cuando Z obtuvo el mazo. Alguien plantó un químico usado para
hacer metanfetamina en la casa de Z y luego llamó para avisarles a
los cerdos. —Sus fosas nasales se dilataron mientras miraba a Brooke.
—Alguien. Pierce—dijo ella con tono monótono—. ¿Zak cumplió diez
años en prisión por algo que hizo ese hijo de puta?
—Sí—gruñó Dex.
—Mierda —murmuró Ryder, pasándose la mano por el pelo rapado
—. Ese hombre no tiene alma.
—Ninguna, joder—convino Brick—. Nunca hagas daño a tus
hermanos en la batalla.
Mercy se puso de pie desde su posición en cuclillas junto a Sandman,
pero no antes de limpiar su cuchillo ensangrentado en el chaleco del
motero.
—El arte supremo de la guerra es someter al enemigo sin luchar—
citó.
Dex inclinó la cabeza mientras observaba al hombre con cicatrices
que tenía frente a él.
—¿Se te ocurrió eso?
Mercy soltó una risa aguda.
—¡No, joder! ¡Al gran estratega militar Sun Tzu! Pero es jodidamente
apropiado, ¿verdad?
Sí, lo era. Durante todos estos años, todos ellos habían pensado que
los Warriors le habían tendido una trampa a Z. Absolutamente todos.
Y durante ese tiempo, el enemigo estaba entre ellos. Pierce había
hecho exactamente lo que decía la cita. Detuvo, o al menos ralentizó,
los planes de Zak para el club sin luchar.
Dex no necesitaba nada más del cabrón que estaba sentado en el
suelo y que pronto estaría muerto. No necesitaba nada más para
demostrar que Pierce necesitaba que lo despojaran de sus colores.
Pero ser despojado de sus colores era la menor de las preocupaciones
de Pierce.
Cuando llegara el momento de asestarle el golpe final, Dex estaba
seguro de que se formaría una fila y habría una discusión sobre quién
se pondría al frente de ella. Su mirada se deslizó hacia Brooke.
Su propia hija probablemente no dudaría ni un segundo en acabar
con ese hijo de puta.
Pero, al igual que ella había cuidado de Dex antes, no solo al derrotar
a Sandman con sus habilidades de tiro, sino también al asegurarse de
que no se metiera en problemas al matar al cabrón, él tenía que
protegerla. Aunque fuera de ella misma.
No podía permitir que matara a su propio padre, sin importar lo
cabrón que fuera. No podía dejar que ella cargara con eso por el resto
de su vida. Algo que podría pesar mucho en su alma. Diesel era el
Sargento de Armas, el ejecutor del club. Dejaría que su primo
descubriera cómo lidiar con Pierce. Sin embargo, Dex ya sabía quién
probablemente haría el trabajo. Tenía la sensación de que los tres
hombres que trabajaban para D que estaban actualmente en la casa
de Brooke, junto con los otros tres que no estaban allí, podrían tener
algo que ver en eso. Simplemente no sabía cómo terminaría todo
todavía.
Estos hombres eran despiadados, pero ayudaban a mantener el club
limpio y legal.
D hacía lo que tenía que hacer para mantener vivo el sueño de Z para
el DAMC.
Aunque no eran hermanos de sangre, Diesel y Zak bien podrían
haberlo sido. ¿Y cuando D se enterara de que Pierce había sido el que
le había tendido una trampa a Z? Él podía imaginar la reacción del
hombretón
Traer un bebé al mundo no iba a ablandar a D. Ni un puta pizca.
Capítulo 13

L
— a próxima vez que estés en el área de Pittsburgh, tal vez tú y yo
podamos ir a disparar—le sugirió Brick a Brooke mientras estaban en
su garaje. Los dos Warriors, ahora inconscientes, ya habían sido
arrojados a la parte trasera de una camioneta todoterreno negra que
parecía haber sido robada del ejército.
—¿Eres un buen tirador?—le preguntó Brooke.
Brick sólo sonrió pero Mercy y Ryder se rieron.
—A veces puede dar en el blanco—dijo Ryder, dándole una palmada
en la espalda a Brick. Observó las dos Harley—. ¿Por qué tiene que
ser diciembre y tener que hacer un viaje de tres horas para regresar?
No veré mis putas pelotas hasta la primavera.
—No puedes encontrar tus pelotas ahora—le dijo Brick.
—Encontré sus pelotas. Estaban en tu boca—le dijo Mercy a Brick.
Ryder se agarró la entrepierna.
—Chúpamelas, perra. —Miró las motos de nuevo y se estremeció—.
Joder. Este viaje va a ser una mierda.
—Claro que sí —convino Brick—. No sé qué ven los moteros en
montar en pleno invierno. Nadie puede ser tan fanático.
Dex se encogió de hombros.
—No soy un cobarde. A menos que haya nieve y hielo en las
carreteras, mi culo está en mi sled. Ahí es donde pertenece, no dentro
de una maldita jaula.
Brick se acercó a Brooke y bajó la voz.
—Si quieres un hombre de verdad... uno que sea casi tan bueno
tirando como tú y que tenga más cerebro para saber que no se debe
viajar en moto en diciembre, entonces búscame la próxima vez que
estés al oeste de aquí. ¿Seh?
Dex se puso firme, no solo porque Brick se le acercara a su mujer,
sino porque se movió para tocarle la mejilla. Dex dio un paso
adelante para intervenir, pero cuando Brick extendió la mano, Brooke
dio un paso atrás y se puso fuera de su alcance. No pudo evitar
sonreír ante eso.
Brooke miró a Brick con atención.
—Probablemente no seas tan bueno como yo—afirmó ella con los
brazos cruzados sobre el pecho.
Eso hizo reír al equipo de D. Ryder y Brick se subieron a las Harley y
las patearon para encenderlas. Mercy le hizo un saludo militar con
dos dedos a Dex y se dirigió al increíble todoterreno que conducía.
—Gracias por sacar la basura—gritó Dex mientras Mercy subía al
asiento del conductor.
—De nada—gritó Mercy por encima del rugido de las motos
mientras salían del garaje y se dirigían a la calle. Mercy los seguía de
cerca.
Si Dex tenía que estar en una jaula durante el invierno, quería
conducir lo que fuera que conducía Mercy. Era genial.
—¿Qué fue lo gracioso? ¿Son también unos imbéciles misóginos? ¿No
creen que las mujeres puedan ser mejores que los hombres en nada?
—Brick es un francotirador. O lo era—dijo Dex, pasándose una mano
por el pelo—. Joder. Probablemente todavía lo sea.
Brooke miró en la dirección en la que se dirigían los hombres.
—Oh.
Dex le puso un dedo bajo la barbilla y le giró la cara hacia él hasta
que sus ojos azules se encontraron con los de él.
—Sí. Oh ... No vas a disparar con él.
—Bueno, eso es un hecho, ya que no planeo estar en el área de
Pittsburgh a corto plazo.
—No es por eso. Estás volviendo a Shadow Valley conmigo, bebé.
—No —dijo ella negando con la cabeza y se apartó de él—. No lo
haré. Tengo un negocio que atender, una casa que limpiar y pruebas
de un tiroteo de las que deshacerme. No me voy a ir a ninguna parte.
—Bebé...
—No, Dex. No me voy.
Había llegado el momento de que él diera un paso adelante y tomara
las riendas, le gustara a ella o no. No iba a ceder ni un poco en este
punto.
—Bebé.
—Dex.
No quería discutir al respecto. Necesitaba convencerla de alguna
manera de que era por su propio bien, pero necesitaba hacerlo de una
manera que no la enojara.
—Solo por unos días al menos. Hasta que la cosa se calme. —No
había forma de que Dex la dejara allí sola. No cuando Mercy acababa
de irse con el presidente de los Shadow Warriors. El hombre nunca
volvería a ser visto. Sin embargo, eso no significaba que los Warriors
restantes no vendrían a buscar a su líder.
Si alguno de ellos hubiera sabido los planes de Sandman y Crank, eso
los llevaría directamente a Brooke.
No podía dejarla sola. Ni de cojones. No le importaba lo buena que
fuera disparando. No le importaba una mierda si tenía el sistema de
alarma más caro del puto mundo. No la iba a dejar atrás.
Y él no pertenecía a Harrisburg. Necesitaba volver a casa. Z
necesitaba convocar una reunión del Comité Ejecutivo y Dex
necesitaba, no solo proporcionar la evidencia del diario, sino también
decirles lo sucio y despreciable que era Pierce.
De pie en el garaje, observó a la mujer que tenía delante. La mujer
que había activado una especie de interruptor en su interior y que le
había mostrado su verdadero yo.
Él nunca había pensado que eso pasaría.
Durante toda su vida, mientras crecía en el club, rodeado de moteros,
supo que quería seguir los pasos de su tío y su abuelo. ¡Mierda, lo
llevaba en la sangre! ¿De verdad tenía otra opción?
Probablemente. Al igual que Mitch y Axel, podría haberse marchado
sin más. Pero nunca sintió la necesidad de separarse de su familia
DAMC, de su verdadera familia. El DAMC era su tribu. Que se
convirtiera en un prospecto y luego fuera parcheado era algo que se
esperaba. Y no es que él no lo hubiera querido. Lo había ansiado. Así
que lo hizo sin dudarlo.
Pero nunca fue como sus “hermanos”. No exactamente. Tuvo una
vida muy buena, pero siempre sentía que algo no iba bien. Como si le
faltara una pequeña parte. Pero nunca pudo entender qué demonios
era, ni por qué.
Sabía que no era que quisiera ir a la universidad o tener una carrera
elegante. No tenía ningún deseo de ser un cabrón rico. De usar trajes.
De tener un horario de nueve a cinco. Estaba contento con cómo
vivía. No le importaba trabajar duro. Incluso si tenía que trabajar
para Ace y, a su vez, para el club y no para sí mismo. Eso le parecía
bien.
Pero, una vez más, siempre había una parte de él que estaba
insatisfecha. Un anhelo por algo que no podía identificar. Una
picazón insoportable.
Ninguna mujer, ni siquiera varias en su cama al mismo tiempo, lo
satisfacían por completo. Podía correrse hasta quedar seco, pero una
vez que se apartaba de quienquiera que estuviera debajo de él, se
sentía vacío, pero de una manera diferente.
Había devorado coños como si fueran agua. Joder, era más como si
fueran cerveza diluida en agua.
Pero la mujer que estaba frente a él no era cerveza. Ni siquiera era
Jack Daniels. ¡Joder, no! Era como una botella de Johnny Walker Blue.
Y ese sorbo de whisky de calidad valía cada maldito centavo.
Ella había despertado en él algo que no podía conseguir de ninguna
otra manera. Y ni siquiera quería intentarlo, porque sabía que era
imposible.
Esta mujer lo había atrapado. Había entendido lo que necesitaba. Cómo
lo hizo, él no tenía ni puta idea.
Ella era lo que él necesitaba. El rascado satisfactorio para esa picazón
insatisfecha.
Por eso, no había forma de que la dejara atrás. De ninguna manera la
dejaría vulnerable ante los Warriors.
Porque si la hubieran violado esta mañana...
Si la hubieran lastimado de alguna manera…
Si volvieran y lo intentaran de nuevo... incluso si no fuera por Pierce
esta vez, sino para vengarse por haber liquidado a su presidente...
Sus fosas nasales se dilataron y su pecho se apretó.
No, joder, no. Tendría que dejar que él tomara las riendas ahora
mismo. Que tomara las decisiones que fueran mejores para ella.
Él simplemente no sabía cómo hacerlo sin joderla.
—Bebé—comenzó, acercándose a ella en el frío garaje, acunando su
mejilla y pasando el pulgar sobre su suave piel.
Ella sacudió la cabeza, rompiendo el contacto, con una mirada
ilegible.
—Por favor, no me declares ningún tipo de cariño ahora mismo.
Su cabeza se echó hacia atrás y dejó caer la mano como si se la
hubiera quemado.
—Lo veo en tu cara, Dex. Veo que estás luchando con algo. Es que...
es que ahora mismo no puedo. Ahora no.
Dex escuchó sus palabras no dichas en su cabeza… tal vez nunca.
Ella hizo un gesto con la mano en dirección a donde se habían ido
Mercy y sus hombres.
—Esta mierda no es mi vida. Es la tuya.
Bajó la cabeza y se quedó mirando sus botas por un momento,
tratando de calmar su corazón y sus pensamientos acelerados.
Después de un momento, levantó la cabeza para mirarla de frente.
—Bebé, yo no te traje a esta vida, tú viniste. En el momento en que
pusiste un pie en Shadow Valley. En realidad, en el maldito segundo
en que decidiste encontrar a tu padre. Y cuando entraste en la casa de
empeños, tú entraste en mi vida.
Ella frunció el ceño mientras lo miraba fijamente.
—No tenía ni idea de nada de esto. De adónde me llevaría ese diario.
Ni siquiera me di cuenta de lo que realmente significaban las
palabras de mi madre hasta que estuve en Shadow Valley. Lo había
leído, sí, pero me negaba a ver realmente el verdadero significado de
sus palabras. Ojalá nunca hubiera encontrado ese maldito diario.
Dex cerró los ojos ante el dolor que se percibía en su voz y apretó los
puños. Si ella no hubiera encontrado ese diario, si no hubiera leído
esas palabras crípticas, él nunca la habría conocido. Todavía estaría
sintiéndose insatisfecho, todavía estaría buscando lo que no tenía
idea que estaba buscando. Algo que nunca encontraría en un polvo
cualquiera.
Eso tenía que terminar. Aquí y ahora.
—Brooke —empezó de nuevo.
—No, Dex. No puedo hacer esto contigo. Tengo un negocio muy
exitoso aquí. Soy dueña de una casa aquí... en Harrisburg. Nuestras
vidas no podrían ser más diferentes. El hecho de que tengamos una
conexión sexual no significa que debamos estar juntos.
De ninguna manera todo esto era solo sexo.
—No dije ni una mierda...
Ella lo detuvo levantando la palma de la mano.
—No necesitas decirlo. Lo veo escrito en tu rostro. Incluso en el poco
tiempo que hemos pasado juntos, he aprendido a leerte.
Eso es porque él se lo permitió. Nunca se lo había permitido a nadie
más que a ella. Era él mismo cuando estaba con ella. Abierto. Sin
preocuparse por el juicio. Nunca en su vida se había sentido así con
nadie más. Ni siquiera con su familia. Con sus hermanos.
Esa era una de las razones por las que siempre mantuvo sus anillos
en los pezones en secreto e incluso obligó a los culos dulces a
mantener la boca cerrada al respecto.
Brooke continuó:
—Entiendo por qué te sientes así. Lo entiendo. Yo...— Sus palabras se
desvanecieron y se dio la vuelta para evitar mirarlo a los ojos.
Dex se quedó sin aliento al ver cómo sus hombros se curvaban, casi
como si estuviera derrotada. Esta mujer jodidamente fuerte. La más
fuerte que había conocido después de Bella. Y todas las mujeres del
DAMC eran igual de fuertes. Pero ver sus hombros curvados y su
cabeza caída entre sus manos le retorció las tripas.
Ni una sola vez se había derrumbado ante la amenaza de violación, la
de muerte, la amenaza de dos malditos Warriors armados en su casa.
Pero ¿esto? ¿Esto la derrotaba de alguna manera?
¿Esta conexión entre ellos?
Dex consideraba que esto era solo el comienzo. Recién ahora se
estaban conociendo. Si él se iba y volvía a casa mientras ella se
quedaba aquí...
Esa conexión podía romperse. Y lo que más le asustaba era que
pudiera cortarse de forma permanente. Una vez que él estuviera
fuera de su vida, lejos de ella, podría cerrar esa maldita puerta y
echarle llave.
Porque, ¿quién en su sano juicio querría lidiar con la mierda con la
que estaba lidiando el DAMC?
El equipo de D podría acabar con su presidente y cortarle la cabeza a
la serpiente, pero los Warriors todavía tenían el resto del cuerpo,
aunque se estaba volviendo más delgado. Y también estaba Pierce.
Un hombre que había violado a su madre. Un hombre cuya sangre
corría por sus venas. El hombre que, no sabía que había engendrado a
Kelsea. El hombre que incriminó a Z por motivos egoístas. El hombre
que metió a la hermana de Dex, Ivy, a una situación que podría haber
terminado en desastre.
Y quién sabe qué otras cosas había hecho Pierce durante los muchos
años que fue un Angel. Esas eran solo las cosas que estaban saliendo
a la luz. Dex se preguntaba qué quedaba aún en la oscuridad.
—Tengo que volver, pero no puedo dejarte aquí—dijo él en voz baja
—. Tengo que ir a ocuparme de Pierce.
Al oír el nombre de su padre, ella levantó la cabeza y él pudo verla
respirar profundamente.
Esperaba que dijera que no iba a ir, que se podía ir a la mierda, que
ella era capaz de cuidar de sí misma.
Se quedó estupefacto cuando ella no lo hizo.
En cambio, giró la cabeza y lo miró por encima del hombro mientras
presionaba el botón de la puerta automática del garaje.
—Iré. Por unos días. Eso es todo. Luego volveré aquí.
Sintió un gran alivio. Al menos eso le daba algo de tiempo.
No solo tiempo para mantenerla a salvo, sino para averiguar qué
quería de ella y cómo iba a conseguirlo. Tal vez le daría tiempo para
convencerla de que le diera una oportunidad.
Abrió la puerta que separaba el garaje de la casa.
—Me dará la oportunidad de enfrentarme a Pierce—dijo ella.
Ah, joder.

***
Se había permitido sentir algo por el hombre que yacía debajo de
ella. Algo que nunca había sentido antes. Brooke no estaba segura de
si le gustaba esa sensación porque nunca había sido de las que se
aferraban emocionalmente.
Y si iba a ser así, no estaba segura de si Dex era el hombre adecuado
al que aferrarse. Aunque, en ese momento, estaba montando su polla
en una habitación del Shadow Valley Motor Inn, por lo que no estaba
exactamente “aferrada”.
Sus dedos se clavaban en la carne de sus caderas mientras ella subía y
bajaba a un ritmo lento. Estaba alargando deliberadamente tanto su
orgasmo como el de él. ¿Por qué? Porque su tiempo se acabaría
pronto. Ella solo había accedido a volver a su ciudad natal para
enfrentarse a Pierce. Para mirar a ese hombre a los ojos y ver si se
arrepentía de haber cambiado la vida de su madre en una sola noche.
Eso fue todo lo que hizo falta para cambiar todo para su madre.
Mierda, ni siquiera una noche. Probablemente ni siquiera diez
minutos.
Así que ahí estaba ella, saboreando sus minutos con un hombre con el
que quería estar. Tal vez no para siempre, pero al menos en este
momento.
Un hombre que era mucho más complejo por dentro de lo que su
exterior mostraba al resto del mundo. Debajo de su exterior de
motero, Dex tenía más capas de las que la mayoría de las personas
podían ver.
Ella había descubierto algunas de esas capas durante los días que
pasaron juntos la última vez que estuvo en Shadow Valley. En esas
dos noches en su casa de Harrisburg, había descubierto algunas más.
Lejos de todo lo que conocía, se había abierto, se diera cuenta o no.
Podía dejar de lado la personalidad de motero rudo y mostrarle a
Brooke quién era realmente Dexter Dougherty.
A ella no le gustaba mucho el hecho de que él tuviera que esconder al
verdadero Dex. Pero, verdadero o no, se veía bien sentado en la moto
que condujo en el frío glacial durante tres horas en su viaje de regreso
a la ciudad. Ella lo había seguido en su coche con la calefacción al
máximo, como si de alguna manera eso lo ayudara a mantenerse
caliente.
—Bebé—murmuró él.
Ella abrió los ojos, sin siquiera darse cuenta de que los había cerrado,
y se encontró con su mirada oscura.
—¿Adónde te has ido?
—A ninguna parte. Estoy aquí —susurró. Su ritmo se había detenido
casi por completo. Empezó de nuevo.
—¿Estás bien?—le preguntó, aparentemente sin creerle.
—Sí—respondió ella—. Estoy bien.
Él todavía no le creía. Como ella le había dicho en su garaje, de
alguna manera había aprendido a leerlo. Nunca antes había tenido
esa conexión con un hombre.
O tal vez nunca había querido tenerla.
Pero ¿por qué él? ¿Qué había en este hombre que la hacía sentir
diferente?
Tal vez era porque no se parecía en nada al típico hombre con el que
había salido en el pasado. No es que Dex y ella estuvieran saliendo.
La única etiqueta que se le podía poner a lo que estaban haciendo
era... follar.
Eso era todo.
Ella hizo una pausa, colocó las palmas de las manos sobre su pecho y
se inclinó hacia delante hasta que su boca quedó suspendida sobre la
de él.
—Estamos follando.
Sus labios se crisparon.
—Sí.
Esta vez no lo había atado. Lamentablemente, su cuerda y ambos
pares de esposas habían desaparecido con esos Warriors. Y no había
empacado ninguno de sus juguetes porque no planeaba quedarse
mucho tiempo.
Sólo el tiempo suficiente para enfrentar a Pierce y pasar unos
momentos fugaces más con Dex, incluso si terminaban siendo
momentos normales.
Sin embargo, ella no iba a recoger sus cosas y mudarse aquí, a
Shadow Valley, para tener una vida de cuento de hadas y felices para
siempre con este motero. Él tampoco iba a recoger las suyas para
mudarse más cerca de ella.
Cosas así no pasan en la vida real. ¿En libros? ¿Películas? ¿Canciones?
Sí.
Pero no en la vida real.
La vida real era mucho más complicada que eso.
Mientras ella presionaba suavemente sus labios contra los de él, él
inhaló su aliento y se lo devolvió. Ella lo aceptó, cerró los ojos y
apreció algo a lo que no estaba acostumbrada.
Para ella no era normal. Probablemente para él tampoco.
Ternura.
En ese momento, no tenía ninguna urgencia de morderle el labio,
arañarlo o dejarle marcas en la piel.
No. Ella no sentía ninguna necesidad de eso en este momento.
En ese momento, solo eran él y ella. Sus respiraciones se
entremezclaban, sus lenguas se tocaban, sus labios se fundían. No
podía ignorar cómo la llenaba. Cuán profundo estaba dentro de ella.
No solo su polla. Sino él.
Dex.
Brooke se levantó y se apartó para mirarlo fijamente, con el corazón
latiendo furiosamente en su pecho. Trató de tragarse el pequeño
pánico que brotaba de su interior, al mismo tiempo que intentaba
reprimir la cálida sensación que la rodeaba y la arrastraba más
profundamente.
Ahogándola.
Había abandonado Shadow Valley la primera vez porque tenía miedo
de perderse.
Pero quizás no fuera eso en absoluto.
Tal vez...
Sólo tal vez...
Tenía miedo de encontrarse.
Capítulo 14

Dex se levantó de golpe, giró el cuerpo e hizo rodar a Brooke debajo


de él. Obviamente, se había dado cuenta de que algo le pasaba.
Él presionó su frente contra la de ella.
—Quédate conmigo, bebé, aquí mismo. En esta habitación. En esta
cama. No vayas a ningún otro lugar que no sea aquí.
—Dex —susurró, sin saber qué decir.
Levantó la cabeza y la sacudió.
—No, mírame.
Ella levantó los ojos para encontrarse con los ojos oscuros de él
mientras él le retiraba el cabello de la cara.
—Aquí mismo, bebé. Quédate conmigo.
Su voz profunda y ronca la estremeció.
Él empezó a moverse, a tomar el control, a mostrarle que las cosas
entre ellos estaban bien, ya fuera que ella estuviera arriba o él.
De cualquier manera, a él le parecía bien. Entonces ella se dio cuenta
de que no siempre tenía que ser fuerte. No siempre.
Cuando no quería serlo, él podía intervenir y ser fuerte por ella.
Apoyarla. Ella podía apoyarse en él cuando y si lo necesitaba.
En ese momento supo que él también deseaba eso.
Se movía dentro y fuera de ella como una ola suave, sin estrellarse
contra la costa, sino como una ola lenta como una marea creciente. Él
tomó su boca, exploró cada centímetro de ella, sacándole un gemido
que capturó y se guardó. Cuando finalmente rompió el beso, trazó
con la punta de la lengua el lugar donde el pulso de ella latía
furiosamente en su garganta.
La besó en el hueco del cuello y la clavícula. Bajó por el pecho hasta el
pezón, lo chupó suavemente y luego hizo lo mismo con el otro. Los
dedos de ella se deslizaron por su cabello, encontrando un punto de
apoyo, sujetándolo cerca y alentándolo a continuar.
Normalmente, las pocas veces que él había estado encima, ella se
había vuelto salvaje, lo había arañado y mordido, tratando de
recuperar el control. Esta vez no tenía ese deseo. Dejó que él los
guiara lentamente hasta el borde. Hasta el borde mismo de esa ola.
Sus gritos eran suaves, no exigentes.
Por una vez, ella no le estaba diciendo lo que quería, sino que le
permitía que lo descubriera por sí solo.
Y él sabía lo que ella quería. Lo que necesitaba. Al menos en este
preciso momento. Ella necesitaba dejarse llevar y él la estaba
ayudando a hacer precisamente eso.
Pasó las manos por sus brazos y entrelazó sus dedos. Levantó sus
manos entrelazadas y las empujó hacia el colchón, junto a su cabeza,
en medio de su cabello que se extendía a su alrededor. Luego la besó
una vez más.
Con sus cuerpos, sus labios y sus dedos unidos, él la follaba despacio.
Y a ella le gustaba. Quería que durara. Que nunca terminara.
—Bebé—murmuró contra sus labios.
Ella lo detuvo besándolo, animando a sus lenguas a enredarse y
desalentándolo a decir más palabras.
Sorprendentemente, él la dejó hacerlo.
El movimiento de sus caderas le recordaba a un barco meciéndose en
un mar en calma. Si bien su ritmo se mantuvo constante, su
respiración no. Pequeños gemidos escapaban de su garganta, sus
caderas se levantaban para recibir cada una de sus embestidas.
Se turnaron para dar y recibir. Y pronto ninguno de los dos estaba en
la cima, eran iguales. Simplemente disfrutaban el uno del otro. Se
llevaban el uno al otro a la cresta de una ola. Luego surfearon juntos
la siguiente. Y la siguiente.
Hasta que finalmente se quedaron dormidos uno en los brazos del
otro.
***
Dex se quedó mirando el techo con manchas de humedad de la
habitación del motel. Realmente necesitaba conseguir su lugar. Iba a
empezar a buscar de inmediato y dejar de esperar a que D se diera
cuenta de que el apartamento sobre la casa de empeños ya no era
adecuado para una familia de tres.
Bajó la mirada hacia la mujer que estaba tumbada sobre su pecho.
Bueno, no iba a empezar a buscar de inmediato porque no se movería
de esa cama hasta que ella lo hiciera. Le peinó el cabello, disfrutando
de cómo los sedosos mechones se sentían sobre su piel y sobre sus
pezones perforados. Cuando ella le hacía sexo oral, a él le encantaba
que ese suave cabello le hiciera cosquillas en los testículos y los
muslos.
Seh.
Pensó en lo que había pasado anoche. El cambio repentino en ella. No
tenía idea de por qué había sucedido y no estaba seguro de cómo se
sentía al respecto cuando sucedió.
Ella se había entregado a él. No con palabras. Mierda no. No había
dicho nada. Pero algo había cambiado. Él lo reconoció y lo alentó.
Aunque eso era jodidamente egoísta de su parte...
Se encogió de hombros mentalmente. Anoche fue un punto de
inflexión. No iba a dejar que esa mujer se fuera.
No sabía qué pensaría ella de eso, aunque, una vez que se lo
admitiera, estaba bastante seguro de que no dudaría en hacerle saber
sus sentimientos.
No tenía idea de cómo lo harían funcionar, pero estaba decidido a
intentarlo.
El problema era que él dudaba que ella abandonara lo que parecía ser
un negocio exitoso o renunciara a su casa, especialmente por él.
¿Estaría dispuesta a renunciar a todo lo que había construido por un
motero como él?
Incluso si lo estuviera, la casa sería la parte fácil. Podrían encontrar
algo en Shadow Valley, ya que estaban apareciendo nuevos
vecindarios en todas partes fuera de la ciudad. Incluso algo temporal
hasta que pudieran encontrar lo que ella quería. Y lo que ella quisiera
estaba bien para él, ya que solo necesitaba un techo sobre su cabeza y
a ella en su cama.
Pero la parte de negocio...
Sabía que se necesitaba tiempo y esfuerzo para crear una empresa, ya
que el DAMC poseía varias. Y el año pasado, vio a Slade y Diamond
crear una nueva desde cero. Implicó mucho trabajo, así como
planificación. Y también mucho dinero.
Se había sacado un montón de dinero de las abultadas arcas del club.
Ahora que las puertas de Shadow Valley Fitness estaban abiertas, Di y
Slade estaban más ocupados que nunca. De hecho, rara vez veían a
esos dos. Si la pareja no estaba durmiendo, Dex tenía la sensación de
que estaban follando como conejos o trabajando como perros.
Sabía que trasladar un negocio no sería fácil. Tendría que empezar
desde cero. Tendría que conseguir una nueva clientela en Pittsburgh
y sus alrededores. Reestablecer su nombre, su marca. Tal vez algunas
de las mujeres pudieran ayudarla. Pero ni siquiera estaba seguro de
que ella aceptara.
Dex pasó las puntas de los dedos sobre los hombros de Brooke.
Ella no era una mujer que pudiera quedarse sentada y ser una vieja.
Él resopló.
Sus ojos azul grisáceo parpadearon y se abrieron, pero permaneció
pegada a él. Él reprimió una sonrisa satisfecha.
—¿Qué hora es?
—Temprano—respondió él.
Quería hablar de anoche, pero si lo sugería, ella probablemente se
opondría a la idea. Así que, en lugar de eso, solo necesitaba ser
paciente y esperar a que ella revelara lo que había cambiado cuando
estuviera lista.
Aunque tener paciencia podría ser un problema.
—¿Qué pasa ahora?
Él asumió que se refería a Pierce y no a ellos.
—Tengo una reunión esta mañana. Le contaré al Comité Ejecutivo lo
que descubrimos y luego se hará justicia.
—Justicia—repitió suavemente.
—Sí.
—Quiero estar allí.
—¿Para la reunión?
—Para la justicia.
—No estoy seguro de que sea una buena idea.
—Bueno, de todas formas quiero estar allí. Tengo derecho a estar allí.
—De eso tampoco estoy tan seguro.
—Dex.
Se movió, pero no lo suficiente como para desalojarla de su pecho. Le
gustaba tal como estaba.
—Mira, Brooke, déjame aclararte algo. Este club... —Inhaló para
prepararse—. El DAMC no deja que las mujeres tomen las decisiones.
Y sé lo mucho que te gusta hacer esa mierda, pero no va a funcionar
con el resto de mis hermanos. Puedo decírtelo ahora mismo. Entrar
allí y hacer exigencias no va a funcionar. No importa lo buena que
seas tirando. No importa lo fuerte que seas como mujer. No va a
funcionar.
—Las mujeres no tienen poder—afirmó rotundamente.
—¿La verdad?
—Sí, quiero escuchar la verdad.
Su respuesta podría sorprenderla.
—La verdad es que... las mujeres tienen más poder del que creen. Del
que cualquiera de los hermanos admitirá jamás. Pero no cualquier
mujer. Las viejas. Todos fingimos que no lo tienen, pero lo tienen.
¿Sabes por qué?
—¿Por qué?
—Porque tienen la atención de su viejo cuando todo está oscuro y
tranquilo. Cuando están acostados juntos en la cama. Cuando las
cosas no están jodidamente agitadas. Las viejas oyen mierda cuando
no deberían. Pueden poner una semilla en la oreja de su viejo cuando
es necesario plantarla.
—¿Cómo sabes eso si nunca has tenido una vieja? —Levantó la
cabeza—. ¿O sí?
—No. Nunca tuve una. Nunca quise una. —Omitió la parte de «hasta
ahora»—. Pero lo sé por algunas de las cosas que Ivy suelta cuando
no debería. Por las cosas que todas dicen cuando creen que no las
escuchamos. Podemos gritar a los cuatro vientos que los asuntos del
club no son asuntos de las mujeres, pero las viejas tienen las manos
bien puestas en las pelotas de sus hombres. Y saben exprimirlas como
es debido.
Brooke giró la cara hacia su pecho para sofocar la risa.
Frunció el ceño.
—¿Crees que es gracioso?
Ella giró el cuello para mirarlo de nuevo, pero no ocultó su sonrisa
divertida.
—Sí. Creo que es muy gracioso. Vosotros los hombres... los moteros...
todos os veis y actuáis como rudos. Como tipos duros. Cuero,
vaqueros, cadenas, cuchillos. Pistolas... Pero...
Dex rápidamente le puso un dedo en los labios para detenerla.
—Pero nada. Somos exactamente lo que ves.
—Mentira.
—No es mentira, bebé. Somos quienes somos. —Le pasó la yema del
pulgar por el labio inferior—. Pero todos tenemos una faceta que
mostramos a nuestras mujeres y ahora a nuestros hijos.
—¿Crees que ahora que ha nacido la hija de Diesel, él va a ser un
padre cariñoso y dulce para su pequeña niña?
Dex tuvo que pensar en eso por un momento.
—No sé cómo será D. Sé que esa niña tendrá un padre que dará su
vida por ella. Pase lo que pase. La protegerá hasta el final. Quién sabe
lo cariñoso que será. No puedo decir cuánto cariño siente por Jewelee
en privado. Pero puedo adivinarlo. Jewel no es de las que se quedan
de brazos cruzados y dejan que su relación sea unilateral. No quiero
decir que D vaya a mostrar ese lado a todo el mundo. Y ciertamente
no va a dejar que ella tome decisiones delante de los demás.
—Entonces, ¿todos tenéis un lado que mantenéis oculto?
Dex se encogió de hombros.
—Probablemente.
—¿Y tu secreto es?
—Ya deberías saber de qué se trata.
Ella pasó una uña por uno de los anillos de su pezón.
—Así que sé cuál es tu secreto. Lo que le ocultas a los demás. ¿Por
qué?
—La verdad, bebé, es que ni yo mismo lo sabía hasta que llegaste tú.
Ella levantó la cabeza, lo miró fijamente durante un largo momento,
luego se movió hasta que todo su peso estuvo sobre él, hasta que lo
cubrió con su cuerpo.
Y ese peso sobre él se sentía jodidamente bien. Satisfactorio. Tan
jodidamente correcto.
—Bebé...
—¿Sí?
—Sabes que Pittsburgh no está lejos de Shadow Valley, ¿verdad?
Frunció el ceño.
—Sí. ¿Y qué?
—Y Pittsburgh es mucho más grande que esa ciudad en la que vives.
Ella frunció el ceño.
—Lo sé. ¿Y qué?
—Sólo digo.
—No me di cuenta de que necesitaba una lección de geografía.
—Hablando de geografía, ¿qué opinas de Shadow Valley?
—Ahora mismo no me gusta.
Bueno, ese no era un buen comienzo, joder.
—¿Por qué?
—Por quien vive aquí.
—¿Te refieres a Pierce?
—Sí.
Eso tenía algo de sentido, pero se preguntó cómo se sentiría ella al
respecto una vez que se ocuparan de Pierce.
—Voy a encargarme de eso. ¿Te gustará más cuando se haya ido?
—Te daré esa respuesta cuando eso suceda.
—Te haré cumplir con eso.
Ella suspiró.
—¿A qué hora es la reunión?
La mirada de Dex se deslizó hacia el viejo reloj digital que había en la
mesilla de noche.
—Todavía faltan un par de horas.
—Entonces, ¿tenemos tiempo?
Él sonrió.
—Sí, tenemos tiempo. ¿Qué tienes en mente?
—Necesitas algunos recordatorios —afirmó ella con firmeza.
—¿En serio?
Ella presionó su boca contra su oído y suspiró:
—Sí.
—¿Y me los vas a dar?
—Nadie mejor que yo para dártelos.
Él resopló.
—¿Entonces qué diablos estás esperando?
Ella le agarró el lóbulo de la oreja con fuerza entre los dientes y tiró. Y
esa mierda no fue nada suave.
Él sonrió.
Su Brooke estaba de vuelta.

***
Dex se quedó atónito cuando entró en la sala de reuniones. Diesel
estaba sentado en el otro extremo de la mesa donde normalmente se
sentaba el presidente, con la pequeña Violet en el hueco de su brazo.
Parecía una muñeca en miniatura al lado de sus enormes músculos.
También parecía inocentemente inconsciente de que estaba rodeada
de pura bestia y sólidos tatuajes mientras dormía.
—¿Qué carajo? —preguntó Dex mientras tomaba asiento un par de
sillas más allá de él.
D le fulminó con la mirada.
—Hay que mantener la voz baja—se quejó, comprobando que su hija
seguía con los ojos cerrados.
—¿Dónde diablos está Jewel? —¿Y por qué D tenía en sus brazos a su
bebé de menos de una semana?
—Probablemente en The Iron Horse, bebiendo una botella de whisky
—dijo Ace en un susurro mientras entraba en la habitación. Se acercó
a D y le tendió las manos, ofreciéndose a cargar a su nieta.
Diesel simplemente negó con la cabeza. No parecía que quisiera que
su padre agarrara a su hija.
Luego entró Z, se detuvo, cerró la mandíbula y se sentó a la izquierda
de D.
—¿Dónde está mi mazo?
—No vas a golpear esa cosa en la mesa para despertarla.
Z resopló con fuerza y D lo fulminó con la mirada. Z arqueó las cejas
y levantó las palmas de las manos en señal de rendición.
—Está bien.
Hawk entró después, con paso vacilante cuando su mirada se posó en
su hermano menor. Fue el siguiente en acercarse a él, con las manos
extendidas para ofrecerse a sostener a Violet.
D volvió a negar con la cabeza.
—No.
—¿Alguno de vosotros ya ha podido sostenerla?—preguntó Dex.
—¡No, joder! —se quejó Ace en voz baja.
—No —dijo Hawk con el ceño fruncido, apartando la silla que estaba
al lado de D con cuidado para que las patas no chirriaran contra el
suelo—. Tendremos que robársela cuando su equipo de seguridad
privada no la vigile. Lo que parece ser que ocurre todo el tiempo.
—¿Va a estar aquí todo el tiempo? —preguntó Z—. Porque tenemos
asuntos que tratar.
—Sí, y ya sabes que los asuntos del club no son cosa de mujeres —
afirmó Dex en voz baja con una sonrisa burlona—. Aunque solo tenga
cinco días.
D gruñó en respuesta.
—¿Jewel se la llevará antes de que empecemos? —le preguntó Ace a
su hijo menor.
—No. La estoy vigilando.
Ace dejó escapar un suspiro y se reclinó en su silla, pasándose una
mano por su barba canosa.
—No puedes cuidarla cada segundo del día. Necesita a su madre..
—Jewelee se lleva a Vi cuando tiene hambre.
—Por la forma en que actúas, habría pensado que ella salió de tu
vagina, D —dijo Jag.
Los labios de Hawk se crisparon.
—Dios mío. Nunca pensé que llegaría a ver el día...
Jewel asomó la cabeza por la puerta abierta.
—¿Puedo quedármela ahora, cariño?
—No. Cierra la maldita puerta.
Dex miró a Z a los ojos.
—En serio vamos a tener una reunión con un bebé en los brazos de
nuestro ejecutor. ¿Qué diablos le ha pasado a este maldito club?
Z bajó la mirada hacia la mesa y todo su cuerpo tembló en silencio
mientras sacudía la cabeza.
—Podríamos ir a buscar a Baby Z también, y así podrán tener una
maldita cita para jugar mientras hablamos de nuestros asuntos—se
quejó Jag.
Ace hizo un sonido y Dex lo miró. Él también se estaba riendo.
—Podríamos deshacernos de la maldita mesa de billar y poner
corrales y esas cosas. Botellas de leche de tetas en lugar de Jack.
Hacer que Nash empiece a tocar canciones infantiles. Joder —Dex se
agarró las pelotas—. Nos estamos convirtiendo en un montón de
perras.
—Cállate, Dex. Convoca a la jodida reunión —murmuró D, mientras
jugueteaba con la manta violeta que envolvía a Violet.
Por lo poco que Dex podía ver de ella, tenía una cabeza casi llena de
pelo oscuro, lo que no debería sorprender a nadie entre Jewel y D.
Pero se preguntaba cuál sería el color de sus ojos. Azules como los de
Jewel o marrones como los de D. Probablemente era demasiado
pronto para decirlo todavía.
Tenía razón cuando le dijo a Brooke que el árbol ahora se estaba
retorciendo. Con el nacimiento de Violet, los genes de los miembros
fundadores se habían combinado oficialmente. El hijo de Ivy y Jag
también combinaría las líneas Doc/Bear.
Se preguntó si Doc o Bear alguna vez consideraron que
eventualmente estarían relacionados por sangre. Había pasado un
tiempo desde que había visitado a Doc en Greene, tal vez debería
hacerlo y preguntarle. Tenía la sensación de que su abuelo estaría
encantado... o morado de rabia.
De repente, se levantó un hedor que hizo que a Dex se le llenaran los
ojos de lágrimas.
—¿Qué carajo?
Hawk se puso de pie de un salto y se movió hacia el otro lado de la
mesa. La mirada de Z se dirigió a Violet y luego a D.
—¿Y ahora qué? —preguntó Jag—. ¿Vas a cambiarla aquí mismo en
la mesa de reuniones? Joder, esa mierda es asquerosa. Dios mío.
D se puso de pie, caminó hacia la puerta, la abrió y gritó:
—Jewelee, ven a buscar a tu hija. —El llanto de la bebé y ese hedor
que lo hacía lagrimear se fueron con él por la puerta.
Jag resopló.
—Me lo imaginaba.
—Dile que traiga un ambientador o algo así —gritó Hawk, con la tez
un poco verde.
—Tienes que acostumbrarte a eso, hijo —dijo Ace, riendo—. Pronto
tendrás una máquina de cagar en tu casa también.
—Y para eso tengo a Kiki.
—Kiki no te dejará no cambiar pañales—dijo Ace.
Hawk le lanzó una mirada a Z.
—Z no los cambia.
Z sonrió y se encogió de hombros.
—Hazlo mal unas cuantas veces, un par de desastres después, y
nunca volverán a pedírtelo.
D regresó a la habitación y cerró la puerta detrás de él.
—¿No hay ambientador? Aquí no hay ventanas—murmuró Hawk.
—Terminemos con esta mierda de una vez —dijo D, acomodando su
cuerpo en una silla con un gruñido.
—Se convoca a reunión—anunció Z y golpeó la mesa con el puño.
Capítulo 15

Brooke estaba sentada en un taburete en el bar privado de la iglesia,


mirando fijamente la puerta cerrada de la sala de reuniones. Habían
estado allí más tiempo del que ella esperaba. ¿Cuánto tiempo podría
llevarle a Dex presentar las pruebas y a ellos decidir qué hacer con
Pierce?
Suspiró y miró a Jewel, que estaba sentada en lo que parecía un sofá
nuevo junto a una de las paredes. Había un cartel escrito a mano
clavado encima que decía, “No se permiten zorras”.
Ella se rio y se acercó para sentarse a su lado, observando cómo
amamantaba a Violet.
—¿Te da miedo que me siente a tu lado mientras amamantas?
Jewel sonrió.
—No, no me molesta. Ahora bien, si Grizz —levantó la barbilla hacia
un hombre curtido y de cabello gris que estaba sentado al final de la
barra, bebiendo una cerveza— decidiera sentarse a mi lado y
mirarme, entonces podría asustarme un poco.
—¿Cómo está tu marido con el bebé?
Jewel volvió sus ojos azules hacia Brooke.
—Viejo. Cuando nos juntamos me dijo —bajó la voz y gruñó—. Sin
anillos, sin bodas, sin bebés. La cagué con lo último.
—¿No te importa que él no quiera casarse contigo?
Jewel levantó con cuidado un hombro, pero no lo suficiente como
para molestar a la bebé que estaba mamando.
—No. Un trozo de papel no lo convertirá en un buen esposo o en un
buen padre.
—¿Lo es?
—¿Qué?
—Un buen padre.
Jewel inclinó la cabeza y miró fijamente a la bebé. Pasó una mano por
el cabello oscuro y suave de Violet.
—Sí, sorprendentemente lo es. Hasta ahora—susurró con una sonrisa
dulce.
—¿Hasta ahora?
—Bueno, hasta ahora ella solo duerme, come y caga. Pero tengo que
decir que él vigila a Violet dormir casi toda la noche. No ha podido
dormir desde que nació porque está constantemente comprobando
que sigue respirando. Juro que lo hace casi cada quince minutos. Y si
no fuera peligroso, probablemente querría que durmiera en la cama
con nosotros. Entre tú y yo —Jewel acomodó a Violet en sus brazos—
creo que no puede creer que haya creado algo tan hermoso y no una
bestia como él.
Brooke se preguntó qué había detrás de ese comentario de “bestia”.
—Bueno, tú también ayudaste.
Jewel le sonrió a Violet mientras su pequeña boca perfecta succionaba
intensamente.
—Sí—suspiró.
Un fuerte rugido se escuchó a través de la puerta cerrada,
provocando que ambas se congelaran.
De repente, Jewel palideció y susurró:
—Oh, mierda. La bestia.
Un escalofrío recorrió el cuerpo de Brooke. La puerta de la sala de
reuniones se abrió de golpe y un hombre enorme, muy cabreado y
con la cara roja, entró en la habitación a toda velocidad.
Diesel caminó con paso firme hasta el centro de la habitación como si
fuera King Kong y Brooke esperó a que se diera puñetazos en el
pecho, pero en lugar de eso, señaló a Jewel con un dedo.
—Llévala a casa. Quédate ahí. Ryder estará esperándote. ¿Entendido?
—D… —Rápidamente apartó a Violet de su pecho y la colocó contra
su hombro, dándole palmaditas en la espalda mientras se ponía de
pie.
—¡Sin chistar, mujer! ¡Vete ya!
—Pero…
—Vete. —Se volvió hacia Brooke y gruñó—. Tú también. —Antes de
que Brooke pudiera responder, se dio la vuelta y rugió—.
Encontremos a ese cabrón. Traigámoslo aquí ahora. ¡AHORA! Traed
a todos aquí. Sin excusas. Vamos a votar.
—Dios, D, tienes que calmarte—dijo Jewel mientras recogía la bolsa
de pañales y las cosas de la bebé.
Brooke se dio cuenta de que un hombre de piel más oscura y pelo
negro largo y liso bajaba corriendo las escaleras. Cuando llegó al
final, sus ojos se posaron en Jewel y la bebé. Se acercó rápidamente a
ellas para ayudarla.
—La llevaré a casa—le dijo a D, que parecía un toro furioso dispuesto
a arremeter contra un torero agitando una capa roja.
—No. Te necesito aquí. Vamos a votar —murmuró Hawk mientras
enviaba un mensaje de texto en su teléfono. Levantó la vista y dijo—.
Envíale un mensaje de texto a Nash, Rig y Crash. Diles que vengan
ahora. Acabo de enviarle un mensaje a Linc, Moose y Dawg.
—¿De qué se trata esto? —preguntó el otro hombre.
—Es hora de despojar a alguien de sus colores—murmuró Hawk.
—Mierda—murmuró el hombre de piel oscura, y luego sus ojos color
ónix se posaron en Brooke con sorpresa. Pero antes de que pudiera
acercarse, su mirada se desvió hacia alguien que estaba detrás de ella.
Sabía exactamente quién era cuando la mano de Dex se posó sobre su
hombro. Se giró para mirarlo.
—Supongo que todo salió bien.
—Joder, pensé que él iba a volcar la maldita mesa. Esa mesa debe
pesar doscientos cincuenta kilos. Es de madera maciza tallada a
mano.
—No se tomó muy bien la noticia. Al parecer —murmuró ella
mientras observaba a Diesel con cautela.
—Mierda, no.
Brooke miró alrededor de la gran sala.
—¿Dónde está Zak?
Dex simplemente negó con la cabeza.
—¿Está bien al menos?
—Como si te acabaras de enterar de que te apuñalaron por la
espalda... No, eso fue peor que una maldita puñalada. Diez jodidos
años de prisión, bebé. Diez. —Dex soltó un suspiro y negó con la
cabeza—. Diez malditos años de su vida perdidos por culpa de
Pierce.
—Mi madre tuvo que mirar su recordatorio durante treinta años.
Sus ojos marrones se posaron en ella.
—Bebé, ya te lo dije antes... dudo que te haya culpado. Te amaba. Z
vivía en una celda de hormigón lejos de todos los que le importaban.
Ella deslizó una palma bajo su cut y la plantó sobre su pecho.
—Lo sé. No hay comparación. Lo siento.
Mientras observaba al hombre de piel color caramelo y pómulos
maravillosamente altos que acompañaba a Jewel hasta la puerta
trasera, preguntó:
—¿Es miembro del club? Lo conocí la mañana del paseo ¿verdad?
Llevaba un cut DAMC, pero aun así...
—¿Crow? Sí.
Crow. Correcto.
—Es nativo americano.
—Mitad. Seh.
Cuando la puerta se cerró detrás de ellos, Brooke miró a Dex.
—¿No es un poco extraño?
—¿Qué?
Brooke negó con la cabeza.
—Nada. No importa. —Le alegraba ver que su club de moteros
aceptara a personas de diferentes etnias, pero la sorprendía mucho.
Cuando hizo una rápida investigación en Internet sobre MC, parecía
que los moteros blancos se juntaban con los suyos, al igual que los
moteros negros, los latinos, etc. No había notado ninguna mezcla de
razas.
Le alegraba ver que la información era errónea.
O tal vez el DAMC era diferente, más tolerante. Quién sabe. Pero ese
no era un tema para discutir en ese momento.
Había algo más urgente.
—Sólo puedo suponer que esta votación es sobre Pierce —murmuró
ella mientras miraba alrededor de la gran área común. Diesel, Hawk
y Jag estaban hablando con el hombre mayor, que tenía la cabeza
gacha y la sacudía, con los puños apretados sobre la barra.
—Seh.
—Entonces supongo que me acomodaré y esperaré. —Mientras se
dirigía al sofá donde Jewel había estado amamantando a Violet, él
extendió la mano y la agarró de la muñeca, deteniéndola en el acto.
—Bebé... tienes que irte.
Ella se quedó mirando la mano que tenía alrededor de su muñeca, lo
que hizo que él la soltara rápidamente.
—¿Qué quieres decir? No voy a ir a ninguna parte.
—Sí, bebé. No puedo estar aquí durante nuestra reunión.
—¿Por qué no?
Dex preparó visiblemente.
—Hablamos de esto. Porque eres mujer.
Ella cerró los ojos y sacudió la cabeza.
—Guau—susurró ella.
—Así es, eso no va a cambiar.
La puerta trasera se abrió y Crow entró junto con otros tres moteros.
—Te diré una cosa, sube a mi habitación. En cuanto termine la
reunión iré a buscarte, ¿vale?
—Quiero enfrentarlo, Dex.
—Lo sé. No estoy seguro de lo que va a pasar. Z está... —Dex inhaló
bruscamente—. D... Ace... quiero decir, nunca pensé... esta mierda...
—Se presionó las cuencas de los ojos con las palmas de las manos.
Ella agarró su cut y lo sacudió ligeramente.
—Lo sé. Debe ser difícil. Es devastador descubrir que uno de los
tuyos puede ser tan… horrible. Ha sacudido tu club hasta los
cimientos.
—Sí, bebé. Y eso es decirlo suavemente. Así que hazme un favor y
sube las escaleras porque sé que no volverás al motel por voluntad
propia.
Ella lo observó. El dolor por la traición era evidente en sus ojos. Al
mirar alrededor de la habitación, mientras se reunían más moteros,
pudo ver la ira y la traición que sentían todos.
La habitación crepitaba con eso.
Ella asintió.
—Está bien. Te esperaré en tu habitación.
—Tienes que prometerme que te quedarás allí sin importar lo que
escuches.
Sus ojos se abrieron ampliamente.
—Dex...
—Prométemelo y te prometo que te lo contaré todo más tarde. —
Metió la mano en el bolsillo y sacó algo.
Ella se quedó mirando el juego de llaves que él sostenía, la llave de su
Harley y otras dos, pero la que sostenía entre sus dedos era la llave
de su habitación.
No podía creer que fuera a rendirse tan fácilmente y hacer lo que él le
sugería sin luchar. Pero él no necesitaba estrés adicional sobre lo que
ya era una situación tensa.
Y no necesitaba desafiarlo frente a sus hermanos del club. Eso no los
llevaría a ninguna parte, excepto a irritarse.
Deslizó la palma de la mano sobre su cálido pecho, sobre su pezón,
recorrió el piercing a través de la camiseta con la punta del dedo y
luego le acarició la mejilla.
—Está bien. Hablaremos después.
Ella no se perdió que él se relajó visiblemente ante su respuesta y se
inclinó, susurrando:
—Gracias, bebé—contra sus labios antes de besarla rápidamente y
presionar las llaves en su mano.
Con un ligero asentimiento y un suspiro, se dio la vuelta y subió los
escalones hacia su habitación.

***
Diesel estaba de pie frente a la barra, al lado de Hawk.
Normalmente, Z estaría convocando a una reunión, pero Dex podía
ver a Z de pie detrás de la barra luchando por mantener la calma.
No era el único que luchaba. D era un cable demasiado estirado, a
punto de romperse. Ace se había quedado cerca de Z, probablemente
para asegurarse de que no saltara por encima de la barra,
estrangulara a Pierce hasta la muerte y terminara de nuevo en esa
caja de hormigón por el resto de su vida. Esos diez años habían sido
suficientes.
En realidad, más que suficientes.
Como VP, Hawk tomó el mando, pero incluso a él le costaba ocultar
la furia en su rostro.
Antes de que Pierce llegara, sin tener ni idea de qué mierda estaba
pasando, D le había ordenado a Moose y Linc que se quedaran en la
parte trasera de la sala, vigilando la puerta. No para dejar a alguien
afuera. Joder, no. Para mantener a Pierce adentro. Una vez que
escuchara por qué se había convocado esta reunión de emergencia,
podría huir.
Dex lo haría, si fuera él.
Pero no lo era y nunca lo sería. Pierce no sólo no tenía sentido de la
lealtad, sino tampoco de la decencia.
Mientras Dex se encontraba en la parte de atrás de la multitud, su
mirada se posó en sus hermanos. Nunca podría joder a ninguno de
ellos. Su lealtad seguía en pie. Esta sala estaba llena de familia.
Y no se jodía a la familia. Fuera de sangre o no.
Dex vio de reojo a Crow, que estaba de pie contra una pared, una
rodilla doblada, el pie apoyado firmemente contra ésta y los brazos
cruzados sobre el pecho. Sus ojos oscuros estaban clavados en Pierce.
Algo le pasaba. Cuando D le explicó a algunos de los miembros de
qué se trataba la reunión antes de que llegara Pierce, Crow se había
quedado callado. Más de lo habitual. De hecho, se había ido detrás de
la barra a beber dos tragos dobles de Jack Daniels antes de limpiarse
la boca con la mano y dirigirse al otro lado de la sala, con la
mandíbula apretada y la mirada dura.
El hombre había estado furioso desde entonces. Pero era más que el
hecho de que Pierce se hubiera metido con Z. No, la expresión de
Crow se había vuelto de granito cuando D mencionó las páginas del
diario y la evidencia de que la madre de Brooke había sido violada.
Algo en ese descubrimiento había conmovido profundamente a
Crow.
Dex no sabía qué era. Aunque el acto de violación debería cabrear a
todos y así era, esto era algo más.
—Ésta no será una reunión como todos esperabais —gritó Hawk,
parándose sobre una caja de leche de metal para que se le pudiera
escuchar fácilmente—. Hay un miembro entre nosotros que ha hecho
algo atroz.
Un murmullo recorrió la habitación.
—Una mierda asquerosa y atroz. No solo a los de afuera, sino a sus
propios hermanos.
Un gruñido colectivo y pisotones llenaron la habitación.
—Seh, ésta no es una reunión de iglesia normal.
Diesel dio un paso adelante.
—Joder, no. Estamos todos aquí para votar si queremos despojar a
uno de los nuestros de sus colores.
La sala quedó en silencio. Despojar a alguien de sus colores era una
verdadera mierda. Algunos hermanos miraron a su alrededor
nerviosos, tratando de averiguar quién era y esperando con todas sus
fuerzas que no fueran ellos. Lo que hizo que Dex arqueara las cejas.
—¿Quién?—gritó Nash.
La mirada de Hawk, Diesel y Z se posó en Pierce, que estaba sentado
en el borde de una de las mesas de billar. Sus pies cayeron al suelo y
se puso de pie.
Dex estudió al hombre que había enviado a los Warriors a violar y
matar a su propia hija. Y a matar a uno de sus hermanos del club.
Sacudió la cabeza. Llamarlo monstruo ni siquiera era suficiente.
Dawg se movió alrededor de la mesa de billar para pararse detrás de
Pierce.
—Pensando que es este pedazo de mierda—gritó el hombretón.
Se escuchó un murmullo.
—¿Qué carajo? ¿Estás hablando de mí?—le preguntó Pierce a Hawk.
Hawk asintió bruscamente.
—Tráelo aquí, Dawg.
Dawg agarró el brazo de Pierce, pero Pierce se soltó de un tirón.
—Puedo caminar, joder. No he hecho una mierda. Si vas a acusarme
de algo, será mejor que tenga la oportunidad de responder.
Ni Hawk ni Diesel le respondieron. Dawg acechaba a Pierce mientras
el ex presidente se abría paso entre el grupo para pararse frente al
bar, de espaldas a la sala.
—Ni siquiera sé por dónde empezar—murmuró Hawk, pasándose
los dedos por su corto mohawk.
Jag se acercó y gritó:
—¿Qué tal el hecho de que envió a Ivy al Dirty Dick y al territorio de
los Dark Knights sin que ninguno de nosotros lo supiera? Podría
haber salido mal muy rápido. Menos mal que el ejecutor de los
Knights no dejó que eso sucediera.
Se levantó un murmullo.
—La perra quería ir—dijo Pierce—. No me acerqué a ella, ella se
acercó a mí.
—Como presidente, deberías haberle dicho que no, cabrón—
murmuró Jag, pasándose una mano agitada por los vaqueros—. O
haberlo llevado a votación. No hay excusas.
Dex tenía la sensación de que Jag estaba deseando darle un puñetazo
en la cara a Pierce. Llevaba mucho tiempo queriendo hacerlo.
Slade se acercó a Jag.
—¿Qué tal el hecho de que toqueteó a Diamond cuando tenía apenas
quince años?
La cabeza de Jag giró hacia Slade.
—¿Qué?
Slade asintió.
—La acorraló. La toqueteó. Debería haber perdido sus malditas
pelotas después de eso.
Dawg agarró a Jag antes de que pudiera abalanzarse sobre Pierce.
—¿Tocaste a mi hermana cuando era una niña?
Pierce permaneció en silencio con la mandíbula apretada.
Jag se volvió hacia Slade.
—¿Por qué no dijiste nada?
—Ella no quería que nadie lo supiera. Pero como estamos ventilando
cosas, pensé que era necesario que saliera a la luz. Ella me va a matar.
No voy a tener coño en mucho tiempo.
—¿Vas a negarlo? —le gritó Jag a Pierce—. ¿Vas a decir que mi
hermana mintió?
La sala quedó en un silencio sepulcral. Todas las miradas estaban fijas
en Pierce.
—Me rogó que reventara su maldito himen.
Todos en esa habitación se quedaron completamente inmóviles, como
piedras.
—Espera... ¿qué?
Oh, mierda. La sorpresa de Slade significaba que Diamond no le había
dicho que había llegado tan lejos. Slade solo pensaba que la había
tocado. Eso quedó claro por la furia que cruzó su rostro.
—¿La tocaste así? —Slade saltó hacia adelante, con los puños
apretados, y Crow estaba allí, sujetándolo.
—Su hora está llegando, hermano—murmuró Crow—. Una jodida
chica de quince años. —Sacudió su oscura cabeza y dejó escapar un
suspiro ruidoso.
Dex volvió a centrar su atención en Pierce, que sin duda parecía un
poco más pálido de lo normal. Se pasó los dedos temblorosos por el
pelo corto entrecano.
—¿Alguien más quiere hablar?—preguntó Hawk, y luego murmuró
—. De lo contrario, voy a llegar al motivo principal por el que
estamos votando hoy.
—¿Hay algo peor que violar a una chica de quince años? —gritó
Slade, con el rostro casi morado mientras intentaba soltarse de Crow.
Crow se plantó en el suelo y se aferró a él lo mejor que pudo.
—¡No la violé, carajo! —gritó Pierce—. Ella jodidamente quería...
Antes de que pudiera terminar, Grizz apareció de la nada y le dio a
Pierce un puñetazo en la boca. Dex no se sorprendería si todos se
quedaban boquiabiertos en ese mismo momento.
—Cállate la puta boca —dijo el anciano sacudiendo la mano y regresó
a su taburete para beber un largo trago de cerveza.
Hawk miró sorprendido a Grizz y luego a la multitud.
—Está bien. Di no está aquí para resolver eso y no voy a obligarla a
confirmarlo ahora mismo. Así que... la cuestión es la siguiente, sé de
otra mujer a la que violó.
Maldiciones y gritos se escucharon por la habitación.
—¿Qué?
—¡¿Qué carajo?!
—¡Pedazo de mierda!
Hawk levantó las páginas dobladas del diario de la madre de Brooke.
—Aquí tengo pruebas de que se lo hizo a otra mujer.
Con el dorso de la mano presionado contra su boca ensangrentada,
Pierce giró la cabeza rápidamente y miró lo que Hawk sostenía.
—¿Qué es esa mierda?
—Prueba de que violaste a la madre de Brooke—respondió Hawk.
—¿Quién carajo es Brooke?
—No actúes como si no lo supieras. Es tu maldita hija, cabrón. —Dex
se acercó a la barra y se giró para mirar a todos. Señaló a Pierce—.
Este cabrón nos tendió una trampa a Brooke y a mí. Envió a los
Warriors a la casa de Brooke para matar a su propia hija. Para
deshacerse de Brooke y de mí antes de que consiguiera la prueba
para clavar su maldito culo. —Sus ojos se dirigieron a Slade—. No
tenía ni idea, hermano. No necesitábamos ese diario si Diamond
hubiera hablado. —Levantó la palma de la mano cuando Slade abrió
la boca para hablar—. Aunque puedo entender por qué no lo hizo. No
la estoy culpando. —Miró alrededor de la habitación—. Así que el
hombre no solo es un violador, sino una maldita serpiente que se
acuesta con los Warriors. Los usa para hacer su trabajo sucio. Los
cabrones casi violaron a Brooke. Nos habrían liquidado a los dos.
Pero, por suerte...
Ahora no era el momento de decirle a todo el mundo lo ruda que era
su mujer. Que había sido ella la que les había salvado el pellejo, no él.
Sí, probablemente era mejor guardárselo para sí mismo. Estaba
seguro de que pronto se sabría.
—¿Estás diciendo que me estás acusando de violar a una mujer por
una mierda que está escrita? Eso no vale una mierda. Ni siquiera sé
quién coño es ella.
—Era—murmuró Dex—. La madre de Brooke está muerta. Y podrías
haberte salido con la tuya si ella no hubiera escrito esa mierda. Pero
lo hizo. Y tu propia hija lo encontró.
—No tengo una hija —dijo Pierce con sorna.
—Sí, claro que sí. Dos, de hecho —dijo Dex, sacando los resultados
del ADN del bolsillo trasero de sus vaqueros.
Pierce miró fijamente los papeles que Dex tenía en la mano, con los
ojos muy abiertos.
—¿Qué es eso?
—Pruebas de ADN.
—¿De qué?
—De que no sólo eres el padre de Brooke, sino también de Kelsea.
El ex presidente de DAMC se puso pálido y dijo:
—¿Qué?
—Por el amor de Dios, ¿no me digas que también tocaste a Kels?—
gruñó Hawk.
—No toqué a nadie, joder.
—¡Mentiroso! —gritó Brooke mientras corría por la habitación y se
abalanzaba hacia Pierce. Él se tambaleó hacia atrás cuando todo su
peso lo golpeó, y su cabello y sus puños volaron.
—¡Oh, mierda!—gritó Dex, apresurándose a agarrar a Brooke. D
estaba allí, apartándola de Pierce mientras ella bramaba, pateando y
golpeando. Antes de que D pudiera apartarla, el puño de Pierce
impactó en su rostro y su cabeza se echó hacia atrás.
Diesel levantó a Brooke como si no pesara nada, la hizo girar y la
empujó hacia Dex, quien la atrapó pero se tambaleó hacia atrás en un
intento de mantener el equilibrio. Cuando finalmente tuvo los dos
pies firmemente plantados en el suelo, sujetó a Brooke con fuerza
mientras su pecho se agitaba y ella hacía un sonido que le puso los
pelos de punta, llevándose la mano a la cara.
D se paró junto a Pierce mientras el hombre se ponía de pie, mirando
a Brooke.
—No sé quién carajo es. —Eso era una puta mentira. De alguna
manera, el hombre había descubierto quién era y por qué había
aparecido en Shadow Valley hacía más de una semana, de lo
contrario no habría enviado a los Warriors a “lidiar” con ella.
—¡Conociste a mi madre hace treinta años!
—¿Hace treinta años? Me follé a muchas perras a lo largo de los años.
—Entrecerró los ojos mientras la recorría con la mirada—. Ah, sí. Te
pareces a ella. Un pequeño y ardiente pedazo de culo. Le gustaba
hacerse la difícil. Decir que no. Fingir que no lo quería aunque yo
sabía que sí. Sus gemidos eran jodidamente dulces. Su lucha contra
mí aún más dulce. —Se agarró la polla—. Me hizo correrme muy
fuerte.
Dex nunca había visto a Diesel moverse tan rápido. Su mano salió
disparada en un instante y agarró la garganta de Pierce, levantando al
cabrón de puntillas.
D lo miró fijamente, con las fosas nasales dilatadas, el pecho subiendo
y bajando rápidamente, luego sacudió la cabeza y arrojó a Pierce a un
lado.
Pierce se tambaleó, pero se sostuvo y se llevó una mano a la garganta.
—¿Quieres pelear conmigo por un coño? —Levantó los brazos—. Ven
a buscarme, hermano.
Incitar a D a pelear era como pedir la pena de muerte. Pierce estaba
siendo imprudente y sabía que cuando le dijera esa mierda a Brooke
provocaría algún tipo de respuesta.
D gruñó. Si pudiera salir humo de la nariz de un hombre, la
habitación estaría llena de él.
—No tu maldito hermano. Ninguno de nosotros es tu hermano ya.
—He sido parte de este club durante más de treinta y cinco años. Más
años de los que la mayoría de vosotros tenéis. ¿Creéis que podéis
echarme a patadas?
—Les dijiste a los Warriors dónde estábamos —gritó Dex—. Nos
delataste, Pierce. No te importó que fueran a violar y matar a tu
propia sangre.
Pierce escupió al suelo.
—No es mi sangre, no importa lo que diga ese papel.
Z caminó alrededor de la barra y se colocó frente a Pierce.
—Hablemos de ratas. —Zak respiró profundamente y sacudió la
cabeza—. Pasé diez jodidos años... —Se puso cara a cara con Pierce,
un dedo a un pelo de la nariz del hombre mientras gritaba—. DIEZ
PUTOS AÑOS en un maldito agujero por tu culpa, hijo de puta. Diez
jodidos años de mi puta vida. Si no tuviera una esposa y un hijo, te
metería una bala entre los malditos ojos.
—¿De qué está hablando Z?—preguntó Dawg.
Zak se giró para mirarlos a todos y señaló a Pierce, que finalmente
tenía una mirada de sorpresa y algo de miedo cuando la mierda lo
golpeó. Si su culo no estaba fruncido antes, Dex estaba bastante
seguro de que ahora sí lo estaba. El hombre finalmente se había dado
cuenta de que no iba a salir de esto con solo algunas excusas tontas.
—Éste es el cabrón que me tendió una trampa hace tantos años. No
los malditos Warriors. Me encerró para poder sentarse a la cabecera
de la mesa.
Dex esperaba que Z se diera la vuelta en cualquier momento y le
diera un puñetazo a Pierce. Pero antes de que tuviera la oportunidad,
Slade se soltó del agarre de Crow y golpeó con las palmas de las
manos a Pierce en el pecho, gritando:
—Esto es por Diamond. —Luego, con un golpe estratégico, dejó
inconsciente a Pierce.
El ex presidente del DAMC cayó al suelo.
Brooke se sacudió contra Dex con tanta fuerza que se liberó y corrió
hacia Pierce, levantó su pie calzado con botas y le pisoteó las pelotas
con el tacón.
Se escuchó un gemido colectivo mientras todos hacían muecas y sus
manos cubrían sus pollas y pelotas instintivamente.
Incluso D hizo una mueca y se puso un poco verde ante eso.
Dex apretó los muslos y dejó escapar un suspiro.
—Maldita sea —susurró.
D miró a Dex y señaló con la barbilla a Brooke, que todavía estaba de
pie junto a un Pierce inconsciente, con las manos cerradas en puños
mientras lo miraba fijamente.
Dex se colocó detrás de ella, la rodeó con los brazos por la cintura y la
atrajo hacia sí con suavidad.
—Bebé—le susurró al oído—. Tienes que volver a subir a mi
habitación, ¿entendido? Tienes que hacerlo ahora, ¿vale?
Ella no respondió durante un buen rato y él empezó a preguntarse si
lo había oído. Ella seguía mirando al hombre que estaba desplomado
e inconsciente en el suelo.
—Bebé... Brooke, sube las escaleras. Estaré allí enseguida.
De repente, su columna se enderezó y asintió.
—Tenemos que hablar.
Dex cerró los ojos por un segundo. Eso no sonaba bien.
—Sí—dijo en voz baja.
Él la soltó de mala gana y, sin siquiera mirarlo, ella se abrió paso
entre el resto de los hombres y subió las escaleras.
Después de que se perdió de vista, él se giró nuevamente hacia el
frente de la sala.
—¡Votemos!— gritó Crash.
—¿Debería estar despierto cuando lo hagamos?—preguntó Hawk.
Grizz se acercó y vertió toda su pinta de cerveza sobre la cabeza de
Pierce. Pierce gimió, farfulló y sacudió la cabeza, con los ojos
desenfocados.
—¿Qué carajo...
—Está consciente. Vamos a votar —anunció Hawk—. ¿Todos a favor
de despojar a este pedazo de mierda de sus colores?
Se escuchó un rugido de “sí”.
—Sí, joder, hecho. Él está acabado. —Hawk escupió a Pierce.
Uno por uno, todos los hermanos se acercaron, escupieron a Pierce y
le dieron la espalda mientras regresaban a su lugar en la gran sala.
Crow fue el último en acercarse.
—Supongo que no necesitáis que cubra los colores de su espalda.
Diesel gruñó.
—Joder, no. Quitarle los colores va a llegar mucho más lejos que la
piel de su maldita espalda.
Crow asintió y luego escupió a Pierce, aunque el hombre ahora tenía
una mano cubriéndose el rostro y otra en sus pelotas..
Dex se sorprendió de que Pierce no dijera nada en todo el tiempo. No
pidiera clemencia.
Nada.
Él sabía lo que le deparaba el futuro.
La justicia estaba a punto de ser servida en bandeja fría.
Capítulo 16

Tenemos que hablar.


Cada paso que daba por las escaleras le causaba pavor. Sujetaba con
fuerza entre los dedos una bolsa de hielo. Acababa de salir de un
espectáculo de mierda y no tenía ganas de meterse en otro.
Apretando los dientes, se preguntó qué le aguardaba tras la puerta de
su dormitorio. Escuchó con atención avanzando por el pasillo y se
detuvo frente a su habitación. Pasos. Pasos constantes y rítmicos.
Ella estaba caminando de un lado a otro con impaciencia.
Mierda.
Se preparó para abrir la puerta y entró. Su habitación era una de las
más grandes, por suerte, pero eso no le daba mucho espacio para
caminar.
—¿Has estado caminando de un lado a otro todo el tiempo?
Ella se detuvo en seco y volvió sus preocupados ojos azules hacia él.
La mirada que le dirigió le dio un puñetazo en el estómago.
—¿Qué demonios se suponía que debía hacer? Me enviaron a tu
habitación como a una maldita niña.
—Bebé—suspiró, cerrando la puerta detrás de él y trabándola. Tomó
las llaves que ella había dejado sobre su tocador y las metió en el
bolsillo. Levantó el hielo—. Te traje hielo.
—¿Para qué?
—El ojo morado que te dio ese gilipollas.
Automáticamente, se llevó la mano al ojo y corrió al pequeño baño,
encendió la luz y se examinó de cerca el ojo morado en el espejo lleno
de manchas.
—Hijo de puta.
—Pensé que iba a ponerse negro, así que te traje hielo —dijo mientras
se apretujaba detrás de ella, maldiciendo mentalmente por lo
pequeño que era su baño. Necesitaba irse de la iglesia. Era el
momento.
Él levantó el hielo y se lo ofreció. Ella se lo arrebató de las manos y se
lo apretó contra el ojo con un silbido.
Se quedaron en silencio por un momento. Él quería rodearla con sus
brazos, atraerla hacia su cuerpo, calmar la ira que sabía que bullía
bajo la superficie. Pero no estaba seguro de si ella lo dejaría.
—¿Qué le van a hacer?
—Despojarlo de sus colores—respondió Dex. Aunque esas palabras
sonaban simples, tenían un significado mucho más profundo. Sin
embargo, no iba a contarle a Brooke lo que todos sabían que le harían
a Pierce.
Todos lo sabían, pero tampoco querían saberlo. No decirlo era más
seguro para todos en caso de que surgieran preguntas en el futuro.
Ella clavó su mirada en el reflejo del espejo.
—¿Qué van a hacerle, Dex?
—Como te dije, quitarle los colores, bebé—dijo suavemente después
de una vacilación.
Ella se dio la vuelta y se apoyó contra el lavabo, sosteniendo su
mirada.
—Eso no es suficiente. Diamond...—suspiró por última vez y eso
también le dio un puñetazo en las tripas.
Jodida Diamond. Nadie tenía ni idea de lo que había pasado. Nadie.
Se lo había ocultado a todo el mundo, incluso a Slade, a su hermano,
a Jag y, muy probablemente, a Bella también.
Después de que D y Hawk escoltaran a Pierce fuera de la iglesia, con
Z siguiéndolos a un ritmo más lento pero decidido, Crow y Dawg
habían interrogado a Slade para obtener más detalles.
Aparentemente, una noche Diamond le había confesado a su viejo
que Pierce la había acorralado y toqueteado, pero eso fue todo lo que
le dijo.
Era posible que no lo recordara todo. Tal vez lo había borrado de su
memoria. Porque, me cago en su puta madre, dudaba que Pierce
admitiera ante todo el mundo que había tomado la virginidad de una
joven de quince años si no hubiera sucedido.
Y todos dudaban de que Diamond se la hubiera entregado
voluntariamente a Pierce. Tampoco era el tipo de mujer que se
quedaba de brazos cruzados y dejaba que alguien la maltratara de esa
manera.
Pero en ese momento sólo tenía quince años.
Diamond siempre había evitado ir a la iglesia y a las fiestas del club,
con la excusa de que no le gustaba estar rodeada de “putas”. Pero tal
vez eso fuera solo una parte.
Quedaba por ver cómo Slade manejaría este devastador
descubrimiento con Diamond. Eso sería asunto de los dos. Sin
embargo, Crow estaba más que agitado por todo el asunto. Su
constante murmullo de “muñequita” en voz baja era un poco extraño.
—Bebé... confía en mí. —Agarró la barbilla de Brooke y la miró
directamente a los ojos, asegurándose de que ella entendiera bien lo
que estaba diciendo, pero también lo que no estaba diciendo—. Será
suficiente. Recibirá lo que se merece. No volverá a lastimar a nadie
nunca más.

Confía en mí.
De eso se trataba. No estaba segura de poder confiar en él ahora. Era
gracioso, porque de alguna manera, había comenzado a confiar en
Dexter Dougherty durante el tiempo que habían pasado juntos.
Diablos, ella lo había dejado entrar en su casa. Había permitido que
ese motero comenzara a colarse en su corazón.
¿Y ahora?
Se apartó de él y salió del baño para darles más espacio y no tener
que estar tan cerca de él. No soportaba estar tan cerca. No ahora.
Brooke giró sobre sus talones para mirar fijamente al hombre que la
siguió fuera del baño. Debería estar enojada con él. Muy cabreada.
Pero le costaba mucho retener siquiera un ápice de esa ira. Incluso
con todo lo que había pasado abajo. Todo lo que había oído mientras
escuchaba en lo alto de las escaleras cuando le había prometido
esperar en su habitación. Todo lo que oyó después de volver a subir,
cuando una vez más le dijo que esperaría en su habitación, pero no lo
hizo.
Ella solo había entrado a su habitación una vez que la reunión había
terminado y Pierce había sido expulsado de la casa club. Cuando
sabía que Dex subiría a buscarla.
El hombre con el que se había acostado, por el que estaba empezando
a sentir algo, en quien confiaba, había traicionado esa confianza.
Ella debería estar realmente enojada porque él la había traicionado.
Había actuado a sus espaldas y había tomado cosas que ella no le
había dado permiso para tener.
—Tomaste esas páginas del diario en contra de mis deseos.
Necesitaba estar enojada porque podría sacar a la luz el dolor que sus
acciones le causaron.
Bajó la cabeza, se pasó una mano por el pelo oscuro ya despeinado y
dejó escapar un largo suspiro mientras miraba al suelo.
—Sí—dijo él tan bajo que ella casi no estaba segura de si lo había
escuchado.
—¿Sí?—repitió ella, intentando apaciguar su ira, su furia. Todo
menos el profundo dolor que sentía en la boca del estómago—. Te
llevaste algo que era tuyo, Dex, sin mi permiso.
—Sí.
—¿Puedes siquiera mirarme?
Él levantó la cabeza y la miró a los ojos.
—Me lo llevé. Pero tenía una buena razón, bebé.
—Te refieres a lo que tú creías que era una buena razón. Te dije que tú
podías leerlas, pero nadie más. Nadie más, Dex. Tu palabra debería
haber sido suficiente prueba para ellos. —Se tragó el nudo que se le
formó en la garganta—. No necesitabas enseñárselas a todo el
mundo. No necesitabas dejar que leyeran las palabras privadas de mi
madre. Los demonios que derramó sobre el papel en un intento de
erradicarlos de su alma. Eso no era para sus ojos, Dex. No lo era.
Sabías que no quería que nadie más las leyera. —Se le cortó la
respiración, pero siguió adelante—. De todos modos te las llevaste. Y
no me dijiste ni una maldita palabra.
En ese momento lo sintió. Un destello de ira. Pero con esa sensación
de vacío en su corazón, en su pecho, un destello no era suficiente.
Él respiró profundamente pero no dijo nada, lo cual fue inteligente de
su parte, porque ella aún no había terminado. Ni mucho menos.
Necesitaba librarse de este dolor. De esta profunda decepción por un
hombre que había llegado a su vida cuando menos lo esperaba, y la
había arrojado contra la lona como un luchador profesional.
—¿Cómo conseguiste mi ADN?
Sus ojos se abrieron un poco, pero rápidamente lo ocultó pasándose
una mano por ellos.
—Joder—murmuró él.
Trató de disimular la decepción que le desgarraba la voz.
—¿Creías que no iba a descubrirlo? Tu primer error fue suponer que
subiría y esperaría. Eso nunca iba a pasar. Lo que pasaba abajo
también me afectaba a mí, Dex. Tenía todo el derecho a saber qué
estaba pasando, qué le pasaría al hombre que violó a mi madre. —Se
le quebró la voz—. Al hombre cuyos genes dementes me gestaron.
—Bebé.
Ella levantó una palma y sacudió la cabeza.
—No, Dex. No me trates como a una bebé. No soy tu bebé. No soy la
bebé de nadie. Ni ahora ni nunca. —Se acercó a él hasta que
estuvieron frente a frente—. Voy a preguntarte de nuevo y quiero
una respuesta. Quiero la verdad. ¿Cómo conseguiste mi ADN y
cuándo?
—Solo fue un poco de cabello.
—Cabello —repitió—. ¿Cómo conseguiste mi cabello? ¿Lo sacaste de
mi cabeza mientras dormía a tu lado? ¿Lo tomaste de mi cepillo
cuando no estaba mirando? ¿Como las páginas del diario? —No
pudo controlar que su voz subiera unas octavas. Odiaba perder el
control, pero en ese momento necesitaba que esa indignación la
abrazara, la protegiera. Que llenara este vacío—. ¿Cómo?
—Una de tus cintas para el pelo.
—¿Cuándo? —Se le escapó el aliento mientras pensaba en el
momento en que él tuvo acceso a ellas, ya que rara vez llevaba el pelo
recogido—. ¿Cuándo me la quitaste del pelo en el campo de tiro?
Él no dijo nada, simplemente evitó su mirada.
—Respóndeme, Dex. ¿En el campo de tiro?
—Sí.
—¿Cuando me follaste? ¿Por eso lo hiciste? ¿Para distraerme de lo
que estabas haciendo? ¿Eres tan malditamente astuto?
Se dio la vuelta y se alejó de él. Tenía el pecho apretado y un nudo en
el estómago. Estaba muy decepcionada. Todos a su alrededor la
habían decepcionado. Su madre por guardar ese secreto. Su hermano
y su hermana por no preocuparse lo suficiente como para ayudar con
la enfermedad y la herencia de su madre. El hombre que ella creía
que era su verdadero padre, por continuar con la mentira de su
madre. Y ahora, Dex.
—Has violado mi confianza.
—Lo sé. Tenía que hacerlo. No tenía elección, bebé.
¡Bebé!
Simplemente ponía un bebé al final de una oración y eso hacía que
todo estuviera bien en su libro.
—Esta noche volveré al motel. Sola. Y mañana por la mañana volveré
a mi casa. Sola. ¿Me oíste, Dex? Sola.
Él extendió la mano, pero ella se apartó de su alcance.
—No puedes, bebé. Es demasiado arriesgado.
—No tienes derecho a decirme qué hacer, Dex. No tienes ningún
derecho a hacerlo.
Él echó la cabeza hacia atrás y se quedó mirando el techo durante
unos segundos antes de que su cuerpo se agitara y gritara:
—¡Mierda!
Cuando bajó la mirada hacia ella, un dolor agudo la atravesó. Él
también estaba sufriendo.
Todo lo que había pasado esta noche la había afectado, pero también
a él. Había afectado a todos los miembros de su familia del club. A
cada uno de ellos.
Ninguno de esos moteros había salido ileso, después de lo que
oyeron esta noche. Ni uno solo.
Pero lo superarían y seguirían adelante, como ella necesitaba hacer.
Necesitaba dejar todo esto atrás y no podía hacerlo si continuaba
pasando tiempo con el hombre que tenía delante.
Necesitaba salir de Shadow Valley, alejarse del DAMC y retomar el
rumbo de su vida.
Y necesitaba alejarse de Dex ahora mismo, porque no quería hacer
nada más que esconderse debajo de las sábanas y llorar. No iba a
hacer eso delante de nadie. Ni siquiera de él.
Necesitaba regresar a su habitación del motel, cerrar la puerta, apagar
las luces y permitirse purgar sus lágrimas, su tristeza, su decepción.
Después necesitaba recuperarse, volver a su casa en Harrisburg y
olvidarse de que Shadow Valley existía. Olvidarse de Pierce. Del
DAMC.
Y, una vez más, sabía que eso sería imposible si Dex permanecía en
su vida.
Ella agarró su chaqueta que había tirado en una silla, se aseguró de
tener las llaves del coche y luego se dirigió a la puerta.
Se detuvo y se quedó mirándolas por un momento. Sin embargo, eso
le dio a Dex el tiempo justo para ponerse detrás de ella. Plantó las
palmas de las manos contra la puerta a ambos lados de ella,
atrapándola.
—Bebé—le murmuró al oído—. Brooke...
Su cálido aliento hizo que su cabello revoloteara contra su oreja y
cuello, lo que le provocó un escalofrío.
Tenía un deseo loco de darse la vuelta. De besarlo, de empujarlo
sobre su cama, de obligarlo a someterse a ella y de follarlo hasta
olvidar todo lo que se había dicho abajo. Todo lo que había pasado
con los Warriors en su casa. Todo lo que había leído en el diario de su
madre. Y, aunque fuera por un momento, olvidar el sufrimiento que
padeció su madre, no solo hacía treinta años a manos del hombre al
que se había enfrentado antes, sino también su sufrimiento durante
su larga batalla contra el cáncer.
Debería permitirse disfrutar del hombre que estaba presionado
contra su espalda en este momento. El que no decía nada, solo
esperaba ver qué haría ella. Probablemente esperaba que se quedara e
hiciera lo mismo que ella deseaba.
Pero ella no hizo nada de eso. En cambio, con lágrimas en los ojos,
empujó el pestillo de la cerradura y giró la perilla.
—Necesito tiempo para pensar, Dex. Un poco de tiempo para
procesar. Solo dame eso, por favor.
Ella abrió la puerta de un tirón y él la dejó cerrarla.
—Mierda—lo oyó decir detrás de la puerta mientras avanzaba por el
pasillo silencioso.
Obligó a sus pies a seguir adelante y no detenerse hasta llegar a su
coche.
Capítulo 17

Dex hizo retroceder su moto, caminando como un cangrejo, hasta el


lugar al lado del BMW de Brooke. La apagó, se quitó el pañuelo de la
mitad inferior de la cara y las gafas que usaba cuando hacía frío. Se
quitó la pesada chaqueta de cuero de motero y se la echó por encima
del brazo. Luego se giró para mirar fijamente la puerta de la
habitación del motel de Brooke.
Un rayo de luz se asomaba entre las dos cortinas que estaban juntas.
Ella estaba despierta.
Le había dado una hora antes de seguirla, pero esa hora había sido
muy dura. Se detuvo varias veces para no salir corriendo de su
habitación y perseguirla porque no había forma de que la dejara sola
esta noche.
A pesar de que era una de las mujeres más fuertes que había
conocido, había visto lo que esta noche le hizo.
¡Mierda! Había visto lo que esta noche le había hecho a todos en esa
reunión. Especialmente a Zak.
Solo podía imaginar cómo esta noche afectaría no solo la vida de
Diamond, ahora que la verdad había salido a la luz, sino también
cómo podría devastar la de Kelsea cuando descubriera quién era su
padre. Y escuchara algunas de las cosas recientemente descubiertas
que su “progenitor” había hecho en los más de treinta y cinco años
que fue un Angel.
Dex se acercó a la puerta y levantó la mano para golpearla cuando se
abrió de golpe.
Se quedó sin aliento cuando ella se paró en la puerta, vestida
únicamente con una ceñida bata de seda. La luz de la habitación
provocaba un resplandor detrás de ella que la hacía parecer
surrealista.
Mierda.
Mierda.
Mierda.
Ella era tan jodidamente hermosa. Tan sexy. Tan segura de sí misma.
Él supo en ese momento, allí mismo, que ella era todo lo que
necesitaba en su vida.
Todo.
Era la primera mujer que lo había conquistado y él no iba a dejar que
eso pasara. Sabía que era algo poco común y que nunca lo volvería a
encontrar.
—¿Qué carajo haces aquí? Te dije que quería estar sola.
Sus palabras hirientes, su rabia, lo golpearon en el centro del pecho.
Pero estaba preparado para ello.
—Te escuché.
—Entonces cuando te cierre esta puerta en la cara sabrás por qué.
—No vas a cerrarla. Voy a entrar.
Ella lo miró fijamente por un segundo.
—No. No lo harás.
—Entrando, bebé.
—Mi nombre es Brooke.
—Sí, bebé, sé cuál es tu maldito nombre.
—Entonces aprende a usarlo.
Un músculo crujió en su mandíbula mientras rechinaba los dientes.
Ella pensaba que era la dominante en su relación y, sí, él le permitía
serlo porque le gustaba en la cama. Pero llegaba un punto en el que
esa mierda no funcionaba con él.
Como ahora.
—¿Quieres que use tu nombre, Brooke? ¿Es eso lo que quieres,
Brooke? ¿Necesitas que lo use para recordarte quién eres, Brooke?
Puedo hacerlo. —La empujó para entrar en la habitación, agarró la
puerta, se la arrancó de las manos y la cerró de golpe. Giró el cerrojo
y se volvió para mirarla—. Pero, Brooke, no me vas a echar de esta
habitación. Me voy a quedar, ¿me entiendes?
Ella negó con la cabeza y entrecerró los ojos peligrosamente.
—No, no te vas a quedar.
—Una mierda no me voy a quedar. —Abrió los brazos—. Estoy en tu
habitación. Me quedo. No me vas a echar de tu maldita vida, Brooke.
No voy a dejar que eso pase. Sé que ahora mismo la cosa está torcida.
Sé que está patas arriba para ti. Pero no eres la única. Lo está para
todos. Todos estamos dañados de alguna forma.
Ella se presionó la frente con una mano y algo cruzó por su rostro. La
fuerte Brooke que él conocía y amaba se estaba desmoronando ante
sus ojos.
Mierda.
¿Realmente la amaba o era su polla pensando en voz alta?
—Mi madre sufrió dos veces, Dex. Dos veces. Una vez a manos de ese
hijo de puta y después sufrió otra vez mientras luchaba contra el
cáncer. Observé impotente cómo se marchitaba hasta convertirse en
nada. No pude hacer nada para ayudarla, salvo estar allí para ella.
Hice eso, pero nunca sentí que fuera suficiente. Quería quitarle ese
dolor y no pude. Y luego al descubrir lo que descubrí... me di cuenta
de que ella había sufrido mucho de otra manera... Sé que no soy la
causa, pero fui el resultado, Dex. Y no tenía ni idea. Durante treinta
malditos años, no tuve ni idea. No tenía ni idea de lo que veía mi
madre cada vez que me miraba. ¿Y si veía a ese monstruo? ¿Y si yo
era la causa de que reviviera esa pesadilla una y otra vez?
Todo su cuerpo tembló y se cubrió la boca con una mano temblorosa.
Se dio la vuelta y corrió hacia el otro lado de la habitación.
Ella se dirigía al baño. Iba a entrar allí, cerrar la puerta con llave y
dejarlo afuera.
A la mierda con eso.
Corrió tras ella, le rodeó la cintura con un brazo y la tiró hacia atrás
hasta que chocó contra él.
—No te estás escondiendo de esto, no te estás escondiendo de mí.
Que le den a esa mierda.
Ella respiró temblorosamente y luego gritó:
—Sólo quiero que me dejes en paz.
—No.
Ella luchó contra su agarre, clavándole las uñas en los brazos.
—Suéltame y déjame en paz, Dex. No necesito un recordatorio de
dónde vengo, de quién vengo y eso no es nada más que lo que tú
eres. Un maldito recordatorio.
Dex se congeló contra ella. Trató de no tomar sus palabras como algo
personal, porque estaba dolida y a punto de estallar, pero era difícil
no hacerlo.
Ella le arañó los brazos, pero por suerte, él llevaba una camiseta de
manga larga que protegía su piel de sus desesperados intentos de
escapar.
—¡Suéltame!
—No—le gruñó al oído mientras ella luchaba contra él.
—No puedo hacer esto contigo. No ahora.
—Estás haciendo esto. Vas a dejar que todo salga y yo estaré aquí
cuando lo hagas. Tienes que sacarte esa mierda tóxica del organismo.
Es la única forma de seguir adelante. ¿Me entiendes?
Ella soltó un grito que le atravesó los tímpanos. Él gruñó cuando ella
le dio un codazo en el estómago y una patada en la espinilla en un
intento de escapar de su agarre.
—¡Malditos moteros! ¡Tenéis que obligar a las mujeres a tener sexo!
¡No os importa el daño que provocáis!
—No es lo mismo, bebé. No te obligo a nada más que a enfrentarte a
la mierda que te está carcomiendo por dentro.
—No sabes lo que me carcome. No sabes una mierda.
—Mentira. Lo sé porque te veo sufrir. Lo veo. Lo siento también,
Brooke. Joder, no eres la única que sufre, así que deja de ser una perra
egoísta.
Dex sabía que al llamarla así, al tocar su dolor más profundo, iba a
estallar. Pero tenía que suceder para que ella liberara esa presión que
se acumulaba en su organismo. Y si él necesitaba recibir la peor parte
de su ira, estaba dispuesto a hacerlo.
Ella se quedó congelada en sus brazos.
—¿Soy una perra egoísta?
Su vida pasó ante sus ojos, pero de todos modos lo dijo:
—Sí.
—¿Yo soy la que está siendo egoísta?
Estaba jugando con fuego.
—Sí.
—Que te den, imbécil. Que os den a todos. No veo la hora de
largarme de esta maldita ciudad. No pienso volver a poner un pie en
ella nunca más. —El tono de su voz se había vuelto agudo, casi un
chillido, lo suficiente para hacerle estremecer, pero no iba a echarse
atrás. Todavía no.
—Eso no va a pasar—murmuró él.
—¿Quién lo dice?
—Yo.
—Entonces estás diciendo estupideces. Porque no quiero tener nada
que ver contigo, ni con tu club, ni con Shadow Valley. Descubrí lo que
necesitaba saber y... ya terminé.
—No has terminado. Ni conmigo. Ni con Shadow Valley. Ni con mi
club, Brooke. No has terminado. No quieres tener nada que ver con el
DAMC, pero es demasiado tarde. Tienes una hermana que es DAMC.
Aunque tu padre era un pedazo de mierda de perro, ahora eres
familia. Te aceptamos como familia pase lo que pase, bebé. Me
perteneces; perteneces a este club.
—¿Te pertenezco? —preguntó en un susurro áspero—. ¿Te pertenezco?
—Se sacudió contra él—. Debo haberme perdido ese memorándum.
No puedes tratarme como si fuera tu propiedad. ¡No le pertenezco a
nadie! ¡Especialmente a ti!
Presionó su mejilla contra el costado de su rostro y apretó aún más
sus brazos.
—Me perteneces, bebé. Solo que aún no lo ves.
—No te pertenezco. —Esta vez no fue un grito, fue un gemido.
Su cuerpo se relajó contra él, pero él todavía tenía miedo de soltarla.
Podría ser una trampa, era inteligente y astuta.
Pero cuando sus rodillas se doblaron, él la sostuvo, soportando su
peso. Su cabeza cayó hacia adelante y su cuerpo se agitó.
Dios jodido Santo.
La levantó en sus brazos, dio dos grandes zancadas hasta la cama y la
depositó con cuidado. Brooke se cubrió el rostro mientras su cuerpo
se sacudía con sollozos silenciosos. Cuando se hizo un ovillo, sintió
que su estómago estaba vacío, como si se lo hubieran vaciado con una
cuchara grande.
Él rápidamente se quitó el cut y las botas antes de deslizarse junto a
ella, tomándola en sus brazos y abrazándola fuerte una vez más.
Su maldito corazón se encogió porque era doloroso oírla finalmente
dejar salir todo. Las lágrimas, la frustración, esa amargura a la que se
aferraba. Probablemente ni siquiera era consciente de toda esa mierda
tóxica a la que se aferraba. Pero ahora que en esta noche, todo había
llegado a un punto crítico y no había nada más en lo que
concentrarse, finalmente eso estaba saliendo a la superficie.
—Todo lo que creía que era mi vida era una mentira—dijo
amortiguado detrás de sus manos.
—No dejes que ese imbécil te robe tu verdadera vida. —Le apartó las
manos de la cara con suavidad y, aunque se alegraba de que se
estuviera deshaciendo de toda la mierda que tenía enterrada en el
fondo del alma, ver sus ojos enrojecidos y sus lágrimas rodando por
su rostro le retorcía el estómago—. ¿Amabas a tu padre?
Ella lo miró parpadeando confundida.
—Tu verdadero padre, no tu donante de esperma. ¿Lo amabas?
—Sí.
—¿A tu madre?
—Por supuesto —respondió ella sin dudarlo.
—¿Te dieron una buena vida?
Ella sollozó.
—Sí.
—Tus padres también te amaban. Te hicieron quién eres. Una mujer
fuerte. —Le pasó los dedos por el pelo y apartó los mechones que se
le pegaban a las mejillas húmedas—. Eso es todo lo que importa,
bebé. No dejes que la maldad de Pierce gane destruyéndote. Ahora
no es nadie. No existirá por mucho tiempo más.
Cerró los ojos y no dijo nada durante un largo rato.
—Juez y jurado.
—¿Qué?
Sus ojos azules se abrieron de golpe.
—Todos vosotros sois jueces y jurados. Imponéis vuestra propia
justicia.
—Cuando es necesario. ¿Eso te molesta?
—¿Había otra opción si quería que se enfrentara a la justicia?
—No. Porque la 5-0 no va a servir de nada. Especialmente sin
pruebas sólidas. Ni siquiera con ese diario.
Ella se quedó callada por un momento y luego lo miró con
preocupación.
—Si mi madre hubiera dado un paso al frente, si hubiera dicho algo,
si hubiera hecho algo más que escribirlo en un diario... Diamond...
—Tal vez sí. Tal vez no. No lo sé. No culpes a tu madre. Hizo lo que
pudo.
—La amaba, Dex.
—Lo sé, bebé.
—Al final fue muy duro para ella. Me sentí muy impotente.
—Pero estabas allí para ella. A su lado. Eso era todo lo que podías
hacer.
—Sí, pero no fue suficiente. No lo fue. —Un nuevo torrente de
lágrimas comenzó a correr por su rostro.
Él se dio la vuelta y rodeó su cabeza con sus brazos, abrazándola
fuerte y presionando sus labios contra su sien.
De la misma manera que Brooke se había sentido con su madre, se
sentía él con ella en este momento. Impotente. Sin embargo, podía
hacer lo mismo que le había dicho… estar allí para ella, permanecer a
su lado hasta que se cansara de llorar.
Hundió la nariz en su cabello rubio e inhaló el aroma de su champú.
Era difícil creer que esa mañana se habían despertado en esta misma
cama y habían tenido sexo increíble. A partir de ahí, todo había ido
cuesta abajo.
Todo había terminado. Pierce estaba controlado. Los Warriors
estaban controlados.
Y esperaba que ella finalmente lo perdonara por robar su ADN y las
páginas del diario de su madre sin su conocimiento.
También esperaba que se diera cuenta de lo mucho que le pertenecía.
La abrazó durante horas, incluso después de que se le secaron las
lágrimas. Durante ese tiempo, se negó a soltarla, ni siquiera por un
segundo.
Porque dejarla ir no era una opción, pero necesitaba que ella sintiera
lo mismo.

***
Brooke parpadeó, abrió los ojos, y giró la cabeza hacia el sonido de
su teléfono vibrando en la mesita de noche. Hizo una rápida
comprobación mental.
Todavía estaba en la habitación de motel, completamente vestida y
pegada a Dex.
Su respiración era tranquila mientras soplaba sobre su mejilla.
Después de soltarse con cuidado de su abrazo, agarró el teléfono,
pero había saltado el buzón de voz antes de que pudiera contestar.
Tres llamadas perdidas. Todas desconocidas. Frunció el ceño. ¿Quién
la estaba llamando?
La hora que aparecía en su teléfono marcaba las 3:34 AM.
Qué demonios...
No podía creer que no hubiera escuchado tres llamadas. Se dio la
vuelta y miró a Dex durmiendo. No, sí podía. Anoche había llorado
hasta quedarse dormida en sus brazos. Y estando en sus brazos, se
había sentido segura y... algo más... lo suficiente para dormir
profundamente.
Algo más.
¿Qué sentía por el hombre que se había metido a la fuerza en su
habitación? ¡Mierda! ¡Que se había metido a la fuerza en su vida!
El hombre que había tenido las agallas suficientes para seguirla hasta
su casa en Harrisburg. Seguirla hasta su habitación del motel después
de que ella le había pedido que la dejara en paz. Y no solo una vez.
Él tenía las pelotas lo suficientemente grandes para permitirle ser ella
misma en el dormitorio cuando se trataba de sexo, pero nunca había
perdido esas pelotas fuera del dormitorio.
Se preguntó si él le había mostrado ese lado secreto de sí mismo a
alguien más además de ella.
Si no fuera motero, no viviera en Shadow Valley, no tuviera una
conexión con el DAMC, entonces podría haber sido perfecto para ella.
Pero no lo era.
Así que necesitaba ignorar ese sentimiento... ese algo más.
En ese momento, no veía ninguna razón para enredarse en algo que
nunca duraría.
Presionó el ícono del correo de voz en su teléfono y se lo acercó a la
oreja.
—Señorita Monroe —dijo la voz grave grabada—. Soy el agente
Jenkins, jefe de bomberos de la policía estatal de Pensilvania.
Necesito que me devuelva la llamada lo antes posible. Su casa ha
estado involucrada en un supuesto incendio provocado y queremos
asegurarnos de que se encuentra a salvo. Por favor, póngase en
contacto conmigo a mi móvil tan pronto como reciba este mensaje
en...
El teléfono se le cayó de las manos y aterrizó en la cama. La voz
profunda del mensaje recitó algunos números y otras cosas, pero ella
no sabía qué. Su corazón se detuvo mientras miraba el teléfono que
provocaba un resplandor en la habitación que de repente parecía
deslumbrante.
Dex se incorporó de golpe y, inclinándose sobre ella, agarró el
teléfono. Apretó el botón de reproducción y se lo acercó a la oreja.
—Malditos hijos de puta —gritó mientras apartaba el teléfono y
pulsaba otro botón. Después de unos segundos, dijo—. Sí, lo es. Éste
es su teléfono. Está a salvo. ¿Qué pasa? —Después de unos
momentos más, murmuró—. Estaré allí en unas tres horas. —Una
pausa—. En Shadow Valley. Al sur de Pittsburgh. —Otra pausa—. Sí.
Claro. Entendido. —Desconectó el teléfono, lo arrojó de nuevo sobre
la cama y agarró su rostro entre sus grandes y cálidas manos.
Ella sólo podía parpadear. No podía concentrarse porque sus
pensamientos seguían dando vueltas en su cabeza como un ciclón.
No podía detenerlos por más que lo intentara.
—Dex—susurró.
—Sí, bebé. Ponte los zapatos, recoge tus cosas, prepara tu BMW.
Tengo que dejar mi sled en la iglesia y llevar tu jaula a Harrisburg.
¿Me entiendes?
—Pero…
—Sin peros. Hazlo. Ahora. Me tengo que ir.
—Pero...
No le soltó la cara, pero la sacudió suavemente.
—Escucha. Sin peros. Muévete.
Sintió que asentía, pero no lo sentía como si lo hiciera ella misma,
sino como si otra persona estuviera asintiendo por ella.
¿Qué carajo estaba pasando?
Intentó concentrarse en el hombre que tenía frente a ella.
—¿Qué estamos haciendo?
—Volviendo a Harrisburg. Tenemos que lidiar con esta mierda y con
los cerdos. Tienen que hablar contigo.
—Mi casa...
—Sí, bebé. No sé hasta qué punto. Tengo que ponerme en marcha
ahora. ¿Me entiendes?
Ella asintió de nuevo, se levantó de la cama y automáticamente se
acomodó la ropa arrugada que tenía puesta. Recogió sus pertenencias
sin pensar, sin sentir. Sin nada. Lo único que la hacía seguir adelante
eran las firmes órdenes de Dex.
No quedaba nada de ella en su interior. Nada.
Estaba completamente y jodidamente vacía.

***
Dex estacionó su BMW junto a la acera, lo más cerca que los
bomberos le permitieron. Lo cual no era cerca porque tenían sus
vehículos bloqueando la calle y también había algunos vehículos para
cerdos estacionados.
Antes de que pudieran salir del coche, un policía se les acercó y les
preguntó quiénes eran. Cuando les explicó quién era Brooke, el
hombre de uniforme negro y gris lo miró fijamente. Dex se tragó el
insulto porque necesitaba mantener la calma y el policía que había
llamado a Brooke necesitaba hablar con ella.
Tampoco era necesario que lo arrestaran por alteración del orden
público y dejar que Brooke lidiara con todo este nuevo espectáculo de
mierda sola.
El cerdo señaló a otro hombre de traje que estaba escribiendo cosas
en un cuaderno. El tipo rubio miró hacia arriba, los vio acercarse y los
encontró a mitad de camino.
Le tendió la mano a Brooke mientras se presentaba e ignoró a Dex
una vez que notó los colores en su espalda.
¡Lo que puta sea!
¿Habría sido inteligente dejar su chaleco en la jaula de Brooke?
Probablemente. Pero que les den a todos los que lo estaban juzgando
en ese momento. No estaba ocultando quién era. Podían chuparle la
maldita polla.
Dex desvió la mirada de Brooke, que estaba hablando con el policía,
hacia lo que quedaba de su casa.
Lo único que quedaban eran cenizas, brasas incandescentes, su
chimenea de piedra y algunos restos esqueléticos ennegrecidos de su
casa. Aún se elevaba humo mientras los bomberos hurgaban,
buscando puntos calientes y regando algunas áreas.
Dio unos pasos hacia adelante, atraído por la devastación y con
náuseas por lo que habían hecho los Warriors.
Porque nadie más había hecho esto además de esa escoria de MC. Eso
ni siquiera estaba en discusión. Era por esto que él sabía que Brooke
no habría estado segura en su casa. Por eso había insistido en que
regresara con él a Shadow Valley. Sabía que los Warriors buscarían
venganza por la desaparición de su presidente.
Y su casa era su última ubicación conocida.
Mientras avanzaba como si estuviera en trance, mirando fijamente lo
que quedaba, un bombero extendió la mano y lo agarró del brazo.
Levantó la vista y el hombre hizo un gesto con la barbilla hacia donde
Brooke y el policía hablaban.
—Su mujer acaba de desplomarse.
Dex se giró y vio al policía en cuclillas junto a Brooke, que había
caído de rodillas, con la cabeza entre las manos y el cuerpo encorvado
sobre sí misma.
—¿Qué carajo?—gritó, corriendo hacia ella. Empujó al policía para
que se apartara, se arrodilló, agarró a Brooke y la abrazó—. ¿Qué
carajo pasó? —le preguntó al policía que estaba de pie junto a ellos.
—Más malas noticias—murmuró él con preocupación en sus ojos
oscuros mientras miraba a Brooke.
—¿Qué? —¿Qué más podía haber? ¿Cuánto más podría soportar esta
mujer?
—En este momento, este incendio se considera provocado, pero
acabo de enterarme de que se produjo otro incendio, aunque no en
mi zona.
—Sí, ¿y?
—Quien haya atacado su casa también atacó su negocio. Esto fue
personal, no algo casual.
Ni de puta coña, pero no estaba diciendo eso.
El policía miró fijamente a Dex con dureza.
—¿Sabes quién pudo haber hecho esto?
Las fosas nasales de Dex se dilataron, pero mantuvo su expresión
dura, indescifrable.
—No.
La boca del policía Jenkins se apretó.
—Claro. —Su columna se enderezó de golpe y enfrentó a Dex—. Ya
he tratado con gente como tú antes. Como dije, definitivamente no es
algo casual. Alguien la tiene en la mira. —Inclinó la cabeza—. O a ti.
—Golpeó su bolígrafo contra su cuaderno mientras señalaba con la
barbilla los parches en la parte delantera de su cut—. O a tu club.
Dex se puso de pie, levantó a Brooke, presionó su rostro contra su
pecho y la abrazó fuerte.
—No sé quién podría ser.
El policía asintió, sin ocultar el hecho de que no le creía.
—Claro. —Con un suspiro, sacó un par de tarjetas de visita del
bolsillo y se las tendió a Dex—. Si, por alguna razón, sospechas de
alguien que pudiera haberlo hecho, aquí tienes mi tarjeta. Quédate
con una. Entrégale la otra a su compañía de seguros.
Dex no dijo nada, pero tomó las tarjetas y las guardó en el bolsillo
trasero.
Jenkins miró a Brooke por un momento y luego dijo:
—Lamento que le haya pasado esto. Nadie se merece esto. Tal vez
deba elegir a otras personas con las que relacionarse.
Dex ignoró su indirecta y centró su atención en Brooke mientras el
policía se alejaba.
—Bebé—susurró él, acariciando su cabello.
—Todo se ha ido. —Sus palabras quedaron ahogadas en su camiseta.
—Sí.
—Todo lo que he conocido. Todo lo que he construido. Todo lo que
era… mío. No me queda nada.
—No es cierto, bebé.
Ella se apartó un poco y lo miró con sus ojos azules muy abiertos.
—¿Qué? ¿Qué me queda? Me lo quitaron todo. Todo, Dex.
—Me tienes a mí, bebé. Nos tienes a nosotros.
Se quedó boquiabierta.
—¿Nosotros? ¿Te refieres a tu club? ¿Eso que hizo que mi vida se
hundiera en las profundidades del infierno?
Dex apretó la mandíbula para no decir algo de lo que luego se
arrepentiría. Necesitaba mantener la cabeza fría. No necesitaba
empeorar las cosas para ella. Porque sí, entendía lo que quería decir.
Entendía por qué culparía al club.
Pierce la había engendrado y, por eso, él era el catalizador de toda la
mierda que surgió a partir de ese momento. El hombre había sido un
Angel, había estado profundamente arraigado en el DAMC durante
más años de los que tenían ellos. Había sido el presidente del club
durante una década.
Así que sí, la entendía. Podía entender por qué ella no quería tener
nada que ver con el DAMC.
Pero eso no significaba que lo aceptara.
—No tengo dónde vivir—dijo ella en voz baja, la profunda tristeza en
sus palabras como un cuchillo retorcido en su pecho—. Mi negocio
no existe.
—Sé que probablemente odiarás lo que estoy a punto de decirte,
pero... debes tomar esto como un nuevo comienzo. Un jodido nuevo
comienzo.
—No puedo alejarme de mi negocio, de mis clientes. Diablos, incluso
de mis empleados.
—Ya lo solucionarás. Tienes seguro, ¿verdad?
Ella asintió, mirando hacia lo que quedaba de su antigua casa
mientras el humo se elevaba hacia el cielo de la mañana.
—El policía dijo que se utilizó un cóctel molotov para bombardear
mis oficinas y mi sala de exposiciones. —Soltó una risa amarga—.
¡Un maldito cóctel molotov! ¿Qué demonios?
—Como intentaron hacer con la pastelería de Sophie—murmuró Dex.
Ella lo miró sorprendida.
—¿Quemaron su pastelería?
Él negó con la cabeza.
—No. Lo intentaron. Sophie vivía encima. Tuvo suerte de que su
intento fracasara.
—Pero ¿qué les hizo?
—Nada de nada. Aparte de estar relacionada con Z.
—Entonces, si no hubiera estado involucrada en la desaparición de su
presidente, si no hubiera sido la hija de Pierce y si, por alguna razón,
estuviera contigo, ¿esto aún podría haberme pasado?
Si por alguna razón estuviera contigo.
Esa frase le demostró lo que sabía, que ciertas circunstancias los
habían unido. Si la búsqueda de la verdad no hubiera llevado a
Brooke a Shadow Valley, nunca se habrían cruzado, e incluso si lo
hubieran hecho, salvo por una razón, ella nunca lo habría mirado dos
veces. Ni una sola vez, probablemente.
—¿El solo hecho de estar contigo podría haber provocado su ira?—le
preguntó cuando él no respondió.
—No puedo responder a eso, bebé. No lo sé. No sé qué pasa por sus
mentes jodidas. No puedo decir que el hecho de que estuvieras
conmigo no hubiera llamado su atención. Secuestraron a Kiki, y sólo
porque estaba saliendo con Hawk. Estaba en su casa en el momento
equivocado. No era DAMC, pero ellos no lo sabían. Que estés
conmigo podría ser un riesgo. —Se pasó una mano por la barbilla con
barba incipiente—. No quiero decírtelo para que tengas miedo de
estar conmigo, pero tengo que ser sincero contigo. Esta mierda lleva
sucediendo desde siempre. No sé si alguna vez terminará. —Sacudió
la cabeza y se miró las botas—. Simplemente no lo sé, Brooke.
—Pero no estoy contigo —susurró—. Nos juntamos... Nosotros... —
Respiró profundamente—. Yo estoy aquí. Tú estás allí.
—Ya no tienes nada aquí.
—Mis empleados...
—Encontrarán su propio camino.
—Mi negocio.
—Puedes reconstruirlo. No tienes por qué ser aquí.
—¿Qué estás diciendo?
—No hace falta que lo diga en voz alta, bebé. Ya sabes lo que estoy
diciendo.
Ella frunció el ceño mientras lo miraba fijamente.
—No. Necesito oírlo. Necesito que me expliques lo que quieres.
Porque no estoy segura que lo que tú quieras sea lo mismo que yo.
La agarró de la mano y empezó a tirar de ella hacia los restos
quemados de su casa. Uno de los bomberos gritó mientras la acercaba
lo suficiente para sentir el calor de las cenizas humeantes.
Metió la mano en el chaleco, en la hendidura que tenía en el interior,
sacó las páginas del diario de su madre, y se las tendió. Ella las miró
sin comprender, con el ceño todavía fruncido.
—Esta mierda es el pasado. —Extendió el brazo hacia la devastación
que tenían ante ellos y continuó—. Esta casa es el pasado. Tu negocio
es el pasado. Esto te ha dado la oportunidad de empezar de nuevo.
Toma estas páginas, bebé. Quémalas. Límpiate de ese veneno. ¿Vale?
Ella levantó la vista y miró las palabras escritas a mano que le había
dirigido su madre.
—Y tú crees que eres mi futuro.
—Sí, bebé, lo sé. Sé que va a ser un camino difícil para volver a
ponerte de pie. Pero sé que voy a estar ahí para ti cada segundo, voy
a estar ahí para ayudarte en cada maldito paso del camino. Te
ayudaré tanto como pueda. No sé una mierda de decoración ni nada,
pero lo que sea que necesites, lo que sea en lo que pueda ayudarte, lo
haré. Y no solo yo. Todo el maldito club, mi familia. Tu familia.
Estaremos ahí para ti. Ahora eres DAMC, bebé.
—Porque crees que te pertenezco. —No era una pregunta, sino una
declaración.
Una que ella iba a negar. Le diría que ella no lo era, que nunca lo
sería. Que era una mujer fuerte e independiente y que no necesitaba a
nadie. Ni a Dex. Ni al DAMC. Ni a su hermana. A nadie.
Ella se estaba preparando para decirle que se fuera a la mierda. Para
reírse en su cara porque no necesitaba un hombre como él en su vida.
No era para nada de su calibre y que él pensara eso era ridículo.
Eso era lo que estaba a punto de decirle y, cuando lo hiciera, lo
mataría. Así que necesitaba convencerla de lo contrario, antes de que
lo dejara afuera. Antes de que se cerrara a la posibilidad de un futuro
con él. Un futuro en Shadow Valley. No un futuro en el que vivieran
a horas de distancia, donde él pudiera ser fácilmente olvidado
mientras ella se dedicaba a construir una nueva vida. Sin él.
Cayó de rodillas. Allí mismo, sobre el suelo mojado, en el barro
creado por la tierra, la ceniza y el agua de las mangueras contra
incendios. Allí mismo, a los pies de ella. Agarró sus dos manos y
presionó su frente contra ellas por un momento, recuperando el
aliento, reuniendo coraje para luchar contra cualquier decepción que
ella pudiera arrojarle.
Cuando finalmente levantó la vista y la miró a los ojos, que estaban
brillantes, conmocionados, incluso asustados, comenzó, sin
importarle quién los miraba, sin importarle quién lo escuchaba.
—Te lo ruego, bebé. Solo dame una oportunidad. Danos una
oportunidad. Debes saber que no somos del mismo mundo. Diablos,
del mismo universo. Pero funciona. Te lo prometo, funciona. Mira a
Kiki y Hawk. Mierda, él estaba en la cárcel del condado y ella era su
abogada. No puede haber nada más diferente que eso. Mira a Z, el
presidente de un MC que pasó diez años en prisión y a Sophie, una
dulce pastelera que probablemente nunca tuvo una multa de
estacionamiento. Mira a Axel, un maldito policía, y a Bella, una chica
motera nata. Y luego está Emma. Una maestra de jardín de infantes.
—Sacudió la cabeza y resopló—. Dawg dirigía un club de striptease
cuando una maestra de jardín de infantes entró en su vida. No puede
haber nada más diferente que eso. Y funciona para ellos, te lo juro.
Esos hombres morirían por ellas. Cada uno de ellos. Y bebé...
Ella cerró los ojos.
Él le apretó las manos.
—Yo moriría por ti.
Sus dedos se tensaron dentro de los de él.
—No digas eso—susurró.
—Es la verdad. Nunca pensé que me pasaría a mí. Nunca pensé que
encontraría a la mujer adecuada que me hiciera sentir así. Pero joder
—soltó un suspiro—, entraste en esa casa de empeños y me diste una
erección que no desaparecía. Lo supe en ese mismo momento,
necesitaba conocerte.
—Solo querías follarme.
—Sí, eso también. Pero créeme, muchas mujeres guapas entran en esa
casa de empeños. Ninguna de ellas... ninguna, bebé, me había
afectado como lo hiciste tú. Ahora entiendo lo que Z, Hawk y Dawg
dicen sobre cómo cuando encontraron a sus mujeres, les afectó
mucho. En el momento en que te vi, me afectó igual de fuerte. Así
que... —soltó sus manos y se puso de pie, acunando sus mejillas, sin
permitirle evitar su mirada. Necesitaba que lo viera. Que viera lo
mucho que significaba para él. Porque esta podría ser su única
oportunidad—. Te lo ruego, bebé, dame una oportunidad para
demostrarte que soy todo lo que necesitas. Prometo que haré todo lo
posible por ti todos los malditos días. Y si un día decides que no soy
lo suficientemente bueno, que no hice todo lo posible por ti y quieres
alejarte, entonces no voy a detenerte.
Ella inhaló profundamente y abrió mucho los ojos. Apartó la cara de
sus manos y dijo:
—Dexter Dougherty, ¿me dejarías alejarme de ti?
Su corazón se sacudió y luego comenzó a latir furiosamente.
—Solo quiero lo mejor para ti, bebé.
—¿Crees que tal vez tú no lo seas?
—A la mierda con eso. Sé que lo soy.
—Entonces te lo preguntaré de nuevo... ¿Me dejarías alejarme de ti?
Sus labios se crisparon.
—¿La verdad, bebé? No. Nunca te dejaría marcharte. Haría todo lo
que estuviera en mi poder para mantenerte a mi lado. Mantenerte
donde perteneces.
—Dex —susurró—. Ni siquiera nos conocemos desde hace mucho
tiempo.
—Sí, bebé. Nos conocemos de toda la vida—se dio una palmadita en
el pecho—. Nos encontramos hace poco. Me di cuenta de que eres lo
que me ha faltado toda mi maldita vida. Espero que a ti te pase lo
mismo.
Ella sacudió la cabeza.
—Eres algo especial.
—No lo voy a negar.
Ella se dio la vuelta y miró los restos de su casa.
—Han pasado tantas cosas. Tantas.
—Sí. Lo sé.
Ella le tendió la mano y él supo exactamente lo que quería. Colocó las
páginas dobladas y arrancadas del diario de su madre en su palma.
Ella cerró el puño alrededor de ellas y luego dio un paso hacia unas
brasas restantes. Después de mirar una última vez los papeles
arrugados que tenía en la mano, los dejó caer sobre las brasas al rojo
vivo. Las páginas se encendieron al instante y ardieron rápidamente
hasta que no quedó nada más que un remolino de ceniza de papel.
Algunos de esos restos incluso flotaron en el aire de principios de
diciembre.
Dex se acercó a ella, le agarró la mano y le dio un apretón. Ella no la
apartó, sino que apretó los dedos sobre los de él.
—No puedes cambiar el pasado, pero puedes dejarlo atrás—
murmuró él.
—Tienes razón, no puedes cambiar el pasado. —Le tiró de la mano y
lo miró—. Pero sí puedes darle forma al futuro.
La atrajo a sus brazos. Presionó su boca contra su cabello.
—Lo siento, bebé. Lamento que te haya pasado toda esta mierda.
Lamento que hayas tenido que lidiar con tanta pérdida.
—La casa, mi negocio… Son cosas que puedo reconstruir. Empezar
de cero, como dijiste. Perder a mi madre… Eso fue, y sigue siendo, lo
más difícil. Ella era la única razón por la que me quedé en esta zona.
Ahora todo lo que me retenía aquí se ha ido. Me doy cuenta de que
ahora puedo ir a donde quiera.
Él no dijo nada y simplemente esperó.
Y esperó.
Y jodidamente esperó.
—Sí—dijo finalmente, esperando que eso la animara a continuar.
—Sí—repitió ella en un suspiro.
—Bebé.
—¿Sí?
—¿Eso es todo lo que vas a decir?
—No.
Esperó de nuevo mientras se encontraban de pie al borde de la casa
incendiada. Estaba haciendo todo lo posible por ser paciente, pero
eso se estaba agotando. Ya era mediados de diciembre y, aunque el
aire era un poco más cálido alrededor de la casa debido al fuego, no
era tan cálido, y él solo llevaba su camiseta de manga larga y su
chaleco. Sus pezones se habían endurecido dolorosamente y los
piercings le dolían por el clima frío. Se frotó la palma de la mano
sobre uno de ellos y eso llamó su atención.
—Kelsea.
Él frunció el ceño.
—¿Qué pasa con ella?
—Quiero conocerla.
—Sí. No estoy seguro de que ella lo sepa todavía.
—Es mi hermana. Quiero estar ahí para ella. Conocerla.
—Sí, bebé. Lo entiendo.
—Eso será parte de todo ese proceso de ‘dar forma al futuro’.
Supongo que soy su hermana mayor.
—Sí, lo eres.
—Tal vez ella pueda ayudarme a reiniciar mi negocio.
—Sí, eso estaría bien. Ella no hace nada más que salir de fiesta y
meterse en problemas. Pero, bebé... vive en el Shadow Valley.
—Lo sé. Pittsburgh está a sólo veinte minutos de Shadow Valley,
¿verdad?
—En un buen día.
—Pues bien, haremos que cada día sea un buen día.
Él apretó las rodillas para no caer a sus pies otra vez. No podía creer
que las cosas estuvieran saliendo como él quería, pero así era y no iba
a arruinarlo todo.
—¿Crees que a tu tío le importaría que te quedaras en Harrisburg una
semana más o menos mientras yo arreglo mis cosas? Tendré que
reunirme con las compañías de seguros y mis empleados, averiguar
qué tengo que hacer, ya que ahora no tengo nada. Ni siquiera ropa, ni
papeles. Nada. Es como volver a nacer.
Exactamente.
—No creo que a Ace le importe que me quede aquí para ayudarte a
arreglar tus cosas.
—Mientras solucionamos ese asunto, tal vez podamos decidir dónde
vamos a vivir. No me quedaré contigo en tu habitación en la iglesia.
—De todos modos, no puedes.
—¿Por qué?
—Ya discutimos esta mierda.
Ella resopló.
—Ah, cierto, porque soy mujer. —Su mirada rebotó sobre los restos
de su casa—. Entonces tal vez tengamos que encontrar un lugar
temporal hasta que pueda recibir un cheque de la compañía de
seguros.
—Lo tengo cubierto.
Ella arqueó una ceja y le preguntó:
—¿Qué?
—¿Quieres una casa? ¿Quieres una como ésta? Lo tengo cubierto. El
club lo cubrirá hasta que llegue tu cheque. También tengo algo de
dinero ahorrado. Esa es una de las ventajas de vivir gratis en la
iglesia, puedes ahorrar un montón de dinero.
—¿Cuánto dinero?
—Probablemente suficiente para un pago inicial considerable
dependiendo del tamaño de la casa que quieras.
Se quedó boquiabierta.
—¿Y vivías en ese cuchitril?
—Sí. Dormía, me duchaba y me masturbaba allí. No necesitaba
mucho. —Miró sus ojos azules y la abrazó—. ¿Bebé?
—¿Sí?
—¿Vienes a Shadow Valley por mí o por Kelsea?
—Bueno, tengo que decir por ti. —Metió la mano en su chaleco y le
pellizcó un pezón—. Todavía hay muchas cosas que quiero hacerte.
Él sonrió ante sus palabras.
—Pero tus juguetes se han ido.
—Sí, pero son reemplazables.
—Me alegro de que estuvieras conmigo en Shadow Valley cuando los
Warriors atacaron, bebé. Porque una cosa que jodidamente sé, es que
no eres reemplazable. ¿Entiendes?
Ella presionó su frente contra su pecho y envolvió sus brazos por
debajo del chaleco y alrededor de su cintura.
—Sí, Dex, entiendo.
—Te cubro las espaldas, bebé. Toda esta mierda es solo un bache en el
camino. Lo que no te mata te hace más fuerte. Aunque no estoy
seguro de cuánto más fuerte puedes llegar a ser. Eres una mujer
increíble, Brooke. No puedo creer que estés en mis brazos ahora
mismo. No puedo creer que vengas a casa conmigo.
—No te subestimes —susurró—. Tú tampoco eres tan malo.
Él bajó la cabeza, tomó su boca y la besó larga y profundamente.
Reclamándola, haciéndole saber que, sí, ella le pertenecía, pero él
también le pertenecía a ella.
—Vamos a buscar un motel.
—¿Así puedo poner mis asuntos en orden y llamar a la compañía de
seguros?
—Sí, eso también.
Caminaron de regreso hacia su jaula, pero él se detuvo de repente,
haciéndola detenerse.
Ella lo miró con una pregunta en su rostro.
—Solo quiero decirte... Gracias a Dios que entraste en la casa de
empeños ese día.
Sus labios se curvaron.
—Y gracias a Dios que me desnudaste con la mirada. Tal como lo estás
haciendo ahora mismo.
—No, no lo estoy haciendo. Una chica mandona me dijo que eso es
acoso sexual.
—Sí, bueno, hay un castigo por eso.
Él sonrió y la arrastró más rápido hacia el coche.
—Carajo, no puedo esperar.
Epílogo

Brooke estaba sentada en una mesa bajo una carpa enorme y su


mirada se paseaba por la multitud. La banda de Nash, Dirty Deeds,
estaba instalada a un costado, tocando algunas canciones clásicas de
rock. Al menos su volumen no era ensordecedor hoy como lo era
normalmente en las fiestas y asados de cerdo que el club tenía en la
iglesia. Los “invitados” podían hablar entre ellos fácilmente y no
tenían que gritarse de un lado a otro.
Kiki, con un sencillo pero impresionante vestido color marfil, lucía
una enorme sonrisa y bailaba con su padre. Bueno, la radiante mujer
debería estar sonriendo. Hoy se había casado con el hombre al que
amaba con toda su alma y estaba cada vez más cerca de tener su
primer hijo con él. Su enorme barriga de embarazada no dejaba de
rebotar contra su padre de forma incómoda, pero parecía que ni al
padre ni a la hija les importaba.
Hawk no estaba bailando, por supuesto. En lugar de eso, estaba cerca
de la madre de Kiki y de sus propios padres, Janice y Ace, aunque sus
ojos seguían a la mujer que tenía su nombre tatuado en la nuca y
ahora su apellido pegado al suyo con un guión. El VP del club se veía
muy guapo con su mohawk recién recortado, los lados de su cabeza
afeitados, luciendo vaqueros negros nuevos y una elegante camisa de
manga larga debajo de su cut. Un nuevo y brillante anillo de bodas de
titanio que tenía una banda color zafiro en el centro adornaba su
dedo. Había dicho que el color le recordaba a los ojos de Kiki.
Ivy, que ahora también estaba claramente embarazada, se recostaba
contra Jag mientras estaban cerca del borde de la pista de baile. Se
balanceaba al ritmo de la música mientras él la rodeaba con sus
brazos y apoyaba las manos sobre su vientre, observando a las pocas
almas lo suficientemente valientes como para salir a la pista de baile
que se había instalado en el centro de la carpa.
Slade estaba a un lado de la tienda mientras que su esposa, Diamond,
estaba al otro lado hablando con Axel y Bella. Brooke había
escuchado que las cosas habían estado tensas entre ellos desde la
noche en que se descubrió la verdad sobre Pierce. Brooke esperaba
que las cosas funcionaran entre los dos, ya que no solo vivían juntos
en una cabaña aquí en la granja, sino que le habían dicho que eran
perfectos juntos.
Con suerte, podrían superar lo que el padre biológico de Brooke le
hizo a Diamond a una edad tan temprana. Brooke ni siquiera estaba
segura de si Diamond recordaba todos los detalles. No se había
acercado a Diamond para hablar al respecto y decidió dejar que la
otra mujer hablara primero, si así lo deseaba.
Mientras observaba a Zak con Baby Z en sus brazos acercándose a
ella y a Dex, su mano se posó sobre su propio estómago. Sus malditos
ovarios estaban volviendo a actuar.
—¿Estás bien?—le preguntó suavemente Dex, inclinándose más
cerca.
Su voz ronca le provocó un escalofrío en la espalda. Se giró y se
encontró con sus ojos oscuros y preocupados.
—Sí. Sea lo que sea lo que haya en el agua, no estoy segura de querer
beberla.
—Ya llevas meses bebiéndola, bebé.
Sus cálidos dedos rodearon su rodilla desnuda por debajo del
dobladillo de su vestido y la apretaron. Incluso meses después, sus
dedos todavía le enviaban una descarga eléctrica que aterrizaba en su
coño. Eso no ayudó en nada a sus ovarios gritando. Tampoco el hecho
de que se hubiera recortado la barba muy corta esa mañana después
de su sexo rudo de madrugada. Aparte del chaleco gastado que
llevaba, todo lo demás estaba recién lavado y se veía y olía tan bien
como para querer comérselo.
Desafortunadamente, no habían tenido suficiente tiempo esta
mañana para sacar los juguetes, pero se aseguraría de que lo
compensaran más tarde.
—Eso es lo que me da miedo. Creo que voy a empezar a recibir agua
tanto en casa como en la oficina.
—Entonces, ¿estás diciendo que no quieres a mi hijo?
—No he dicho eso. Todavía me queda mucho camino por recorrer
antes de poder contratar más empleados y conseguir que mi equipo
de diseño trabaje sin problemas. Hasta entonces, estoy demasiado
ocupada reconstruyendo mi negocio como para concentrarme en
criar a un niño. No digo que nunca, pero no ahora.
—Kelsea te está ayudando.
Un par de semanas después de su presentación inicial, Brooke le
había preguntado a Kelsea si quería unirse a su negocio desde cero y
ayudarla a poner las cosas en marcha en el área de Pittsburgh. Su
nueva hermana se había mostrado reticente al principio, pero luego,
sorprendentemente, había aceptado.
Brooke se había preguntado si uno o más de los miembros del club la
habían convencido. Tal vez incluso el propio Dex. Aunque él nunca
dijo que había sido él, a ella no le sorprendería.
Todos estaban preocupados por Kelsea. Y así debía ser. Su
comportamiento había estado un poco fuera de control últimamente.
Por lo que Brooke había entendido, eso no era nada nuevo con su
hermana menor. Sin embargo, todo el asunto de Pierce
aparentemente había empeorado las cosas. Brooke esperaba ayudarla
a encaminarse por el buen camino.
—Sí, y eso estaría muy bien si ella fuera más responsable. —Miró a su
alrededor y encontró el tema de su conversación en la pista de baile
—. ¿Con quién está bailando?
Dex torció el cuello mientras buscaba a su prima. Finalmente vio lo
que Brooke había visto... Kelsea estaba pegada a un hombre que
llevaba un cut de los Dark Knights mientras se frotaban uno contra el
otro en la pista de baile.
Frunció el ceño.
—Creo que es el mismo Knights con el que bailó en la boda de Z.
—¿Deberíamos estar preocupados?
—Los Knights son aliados, bebé. No hay de qué preocuparse. —Dex
levantó la barbilla hacia un hombre negro extremadamente grande
que estaba al otro lado de la habitación—. Magnum se asegurará de
que su hermano se mantenga a raya.
Brooke se dio cuenta de que ese Magnum tenía los ojos pegados en
Kelsea y el otro motero de su club. Con los brazos cruzados sobre su
ancho pecho, era tan grande como Diesel, que estaba de pie junto a él
viendo la misma escena. Solo que D tenía a su hija en brazos como
siempre. Ese hombre nunca perdía de vista a la niña.
De la nada, Lily, la hija de Emma, se acercó valientemente a los dos
hombres enormes y tiró del cut de Diesel antes de levantar las manos
en lo que parecía una súplica para abrazar a Violet. La mirada de D se
posó en la chica rubia y negó con la cabeza, luego volvió a observar
los movimientos de Kelsea, que prácticamente parecían estar
teniendo sexo en la pista de baile.
Brooke frunció los labios cuando Lily volvió a tirar del cut de Diesel,
negándose a que la ignorara, y levantó las manos. D bajó la mirada
una vez más hacia la hijastra de Dawg y negó con la cabeza.
Cuando lo hizo por tercera vez, a Brooke se le escapó una risita. La
niña estaba decidida, pero también lo estaba D.
No podía decir quién era más terco, especialmente cuando Lily dio
un pisotón, sacudió su cabeza rubia, puso las manos en las caderas y
fulminó con la mirada a Diesel.
—Dios Jodido Santo—murmuró Dex en el asiento de al lado—. Va a
ser una cabrona. En unos años, Dawg va a tener un demonio entre
manos.
Dawg estaba demasiado ocupado hablando con su hija adolescente
en otro rincón de la carpa de recepción como para darse cuenta.
Parecía estar dándole una especie de sermón a Caitlin. Pero claro, la
chica tenía dieciséis años y parecía de treinta, además de ser hermosa,
lo que era una combinación peligrosa. Y había muchos hombres en la
boda y la recepción de ese día. Con casi diecisiete años, era difícil
ignorarla. A menos que Dawg los sorprendiera mirándola, en ese
caso de repente encontraban algo más interesante que mirar.
Después de que detuvieron a Z varias veces en su camino hacia la
mesa, finalmente llegó y se sentó en una silla junto a Dex con un
gruñido. Colocó a Baby Z en el suelo entre sus piernas y sostuvo
ambas manos de su hijo para que no se alejara dando pasos
tambaleantes.
Ella se volvió hacia el presidente del club.
—Cobré los cheques del seguro. Le devolveré el dinero al club esta
semana. Se lo daré a Ace.
Z volvió sus impresionantes ojos azules hacia ella.
—Seh. Bien. Me alegro de que el préstamo haya servido de ayuda.
—No habría podido recuperarme tan rápido si no hubieras sido tan
generoso.
—Eres familia, así que… —Z se quedó en silencio y bajó la mirada
hacia su hijo.
—En realidad, no—murmuró ella.
—La hermana de Kels —dijo. Luego levantó la barbilla hacia Dex—.
Su vieja. Familia.
—Cierto. —Todavía no estaba segura de cómo se sentía habiendo
sido «reclamada en la mesa» por Dex hacía un par de meses. A los
ojos de estos moteros, eso ahora significaba que ella era propiedad de
Dex.
Y ambos sabían que eso no era cierto.
Pero si eso hacía que las cosas fueran más fáciles para Dex con sus
hermanos, ella aceptaría el título, aunque de mala gana.
De repente, su atención se centró en Axel, que sujetaba firmemente la
mano de Bella mientras se acercaba a su hermano.
—¿Qué? —ladró Z cuando Axel se detuvo frente a él.
Axel le respondió a su hermano frunciendo el ceño y luego preguntó:
—¿Has visto a Jayde?
Z miró alrededor de la tienda con los ojos entrecerrados.
—Joder no. No desde hace un rato.
—Linc tampoco está por ningún lado—masculló Axel, con la
mandíbula apretada y sus ojos azules escudriñando a la multitud.
—Eso no significa que estén juntos —dijo Bella con un suspiro. Los
ojos de ambos hombres se posaron en ella y fruncieron el ceño.
—Mierda —murmuró Z en voz baja y luego miró a su hermano
menor—. ¿Lo vas a matar tú o lo voy a matar yo?
—Ninguno de los dos—dijo Bella, soltando la mano de Axel y
poniéndola en su cadera—ya que ambos son adultos que consienten.
Sin mencionar que Axel es un maldito policía y tú ya has pasado
suficiente tiempo en una caja de cemento, Z.
—Solo le haremos un poquito de daño —se quejó Axel.
Z se puso de pie y levantó a Zeke. Le entregó el bebé a una Bella
sorprendida, y los dos hermanos se marcharon.
—Oh, mierda —murmuró Bella mientras Baby Z se aferraba a ella,
viendo a su padre alejarse rápidamente.
Dex resopló y sacudió la cabeza.
—Si están juntos, seguro que no es la primera vez.
—Si están juntos—repitió Bella—, Linc está jugando con fuego, ya
que el padre de Jayde es un policía que no quiere que su hija esté con
un motero, su hermano es policía y su otro hermano es su presidente.
Sería mejor que pusiera su mirada en otra parte.
—Malditos hombres—murmuró Dex.
—Bueno, si están juntos, espero que hayan encontrado un buen
escondite—añadió Brooke—. Porque podría ser incómodo para
ambos si sus dos hermanos cabreados irrumpieran por la puerta
cuando Linc tenga los pantalones bajados.
Dex resopló.
—Incómodo no es la palabra.
Bella se sentó con un suspiro y colocó a Baby Z en su regazo. Crow se
unió a ellos un momento después y se detuvo justo frente a Brooke.
Cuando le tendió la mano y le preguntó con su voz suave como la
miel:
—¿Quieres bailar?—los ovarios de Brooke finalmente explotaron.
Estaba empezando a ponerse de pie cuando los dedos de Dex la
rodearon por el brazo y la tiraron hacia atrás para que volviera a
sentarse.
—Está bien, hermano.
Brooke frunció los labios mientras observaba a Dex.
—¿Quién lo dice? Me encantaría bailar y, como te lo he pedido dos
veces antes y las dos veces te negaste, iré a bailar con Crow.
Dex la ignoró y mantuvo la mirada fija en Crow.
—Está bien, hermano. Tal vez Bella quiera bailar.
Bella miró a Brooke con una mirada cómplice y luego le sonrió a
Crow.
—Me encantaría. Primero tendré que dejar a Baby Z con Sophie.
—Ella puede bailar con Crow después de que yo lo haga. —Brooke
arqueó una ceja hacia Dex—. ¿A menos que hayas cambiado de
opinión sobre llevarme a la pista de baile? Porque si es así, vamos.

Dex se quedó mirando a su mujer. Ella debió haber olvidado dónde


estaban. Y lo que era peor, sabía que Crow estaba allí de pie,
sonriendo, disfrutando del hecho de que su vieja le estaba dando
órdenes. Dex no podía esperar hasta el día en que Crow tuviera que
lidiar con la misma mierda que él.
Porque ese día estaba por llegar, lo supiera su hermano o no. Uno a
uno, todos habían ido cayendo como fichas de dominó. Y él dudaba
que alguno de sus hermanos pudiera escapar ileso de los treinta.
Incluso el amable y muy servicial Crow, en quien podías apoyarte
siempre. Siempre parecía estar allí cuando las mujeres necesitaban que
les alisaran las plumas erizadas.
Pero de ninguna manera iba a dejar que Brooke bailara con él. A la
mierda con eso.
Miró a Crow.
—¿Crees que esto es gracioso? —Se puso de pie y tiró de Brooke
hacia arriba con él—. Vamos, joder —le dijo, alejándola de la mesa.
—¿A dónde vamos?
—A bailar. Ya que acabas de hacer esa mierda. Estás loca si crees que
voy a permitir que Crow se frote contra ti.
Ella hizo un sonido, pero él lo ignoró y siguió tirándola hasta que
llegaron al centro de la tienda. Se giró hacia ella y cuando la miró a la
cara, ella se estaba riendo.
—¿Crees que es gracioso? —Porque él no pensaba que nada de esto
fuera gracioso.
—Tus celos son injustificados.
—No estoy celoso—murmuró él.
Brooke le puso los ojos en blanco.
—Mujer—le advirtió.
—¿Acabas de usar la palabra mujer conmigo?
Dex ignoró su enojo y la atrajo hacia sus brazos, por lo que,
afortunadamente, ella no armó un escándalo. La rodeó con los brazos
por la cintura y plantó las manos con firmeza sobre su hermoso y
sexy culo, en ese aún más hermoso y sexy vestido…yyyyy ahora tenía
una media erección.
No tenía ni idea de cómo bailar, así que simplemente cambiaba el
peso de un pie al otro mientras permanecía de pie, esperando que eso
fuera aceptable.
No, a la mierda con eso, tendría que ser aceptable.
—No tenías por qué hacer esa tontería de macho con Crow —afirmó
ella, mientras presionaba su mejilla contra la de él y unía sus manos
detrás de su cuello. Sus caderas se movían hacia adelante y hacia
atrás contra él, convirtiendo rápidamente su media erección en una
erección completa.
No le costaba mucho excitarlo, lo que le hizo hacer un inventario
mental de las habitaciones que quedaban en la casa que aún no
habían bautizado. Su objetivo era bautizarlas a todas al menos una
vez. Ella había comprado una casa bastante grande, incluso en contra
de sus deseos. Pero la que quería tenía un anexo tan grande que lo
había convertido en su oficina. Dijo que una vez que le quedara chica
para su empresa de diseño de interiores, conseguiría una oficina más
cerca de la ciudad.
Conociendo a su mujer, tenía la sensación de que le quedaría chica
bastante rápido.
Pero ese no era el problema que necesitaba afrontar en ese momento.
—Te lo dije, bebé. Una cosa es cuando eres mandona en la cama y
otra muy distinta cuando eres mandona fuera de ella. Tienes que
dejarme ser tu viejo, por el amor de Dios.
Ella se apartó un poco para mirarlo con los ojos azules entrecerrados.
Sin embargo, al hacerlo, presionó aún más su coño contra su ya
dolorida polla.
—¿Qué significa eso de que te deje ser mi viejo? ¿Significa que puedes
tratarme como D trata a Jewel? Porque eso nunca va a suceder.
Dex suspiró y, con un movimiento brusco de las caderas, la atrajo
hacia sí nuevamente. Se sentía tan bien. Tal vez tendrían que
escabullirse antes. O al menos encontrar un lugar donde esconderse
para que ella pudiera chupársela rápidamente.
—Mira —empezó, pero antes de que pudiera continuar, ella presionó
su boca contra la de él. Su lengua se deslizó entre sus labios y le
arrancó un gemido. Sus dedos se apretaron con más fuerza en las
suaves curvas de su culo..
Después de un minuto, ella se apartó lo suficiente para que él pudiera
decir:
—Ya estaba sufriendo aquí, bebé, eso no ayudó.
—Lo sé —dijo ella, sonriendo y le pasó la punta de la lengua por el
labio inferior antes de mordisquearlo con fuerza. Metió los dedos en
el pelo de la nuca y tiró lo suficiente para que él pudiera sentir el
escozor en el cuero cabelludo, pero no como para que alguien más lo
notara.
Joder eso hizo que su polla se contrajera con fuerza dentro de sus
vaqueros.
—¿Qué tal si te dejo ser mi viejo cuando estamos en la iglesia, con tus
hermanos y tu familia, pero cuando se trata de nuestro dormitorio y
de mi negocio, yo estoy a cargo?
Si te dejo ser mi viejo.
Él resopló. Pero en realidad no tenía sentido luchar contra eso, así
que le respondió:
—Seh. —Además, le gustaba ese arreglo. Le gustaba mucho.
—¿Seh?— repitió ella.
—Seh, bebé. —Metió la mano entre ellos y se agarró la polla a través
de sus vaqueros. Su charla sobre estar a cargo en el dormitorio estaba
avivando aún más su fuego—. ¿Estás de humor para estar a cargo
ahora mismo?
Sus ojos brillaban de emoción.
—¿Qué quieres que te haga?
Bueno, esa era una respuesta fácil.
—Ámame tanto como yo te amo.
Ella sonrió.
—Tienes eso. ¿Qué más?
Él presionó sus labios contra su oído y le susurró. Cuando terminó,
ella se apartó y lo miró fijamente. Después de un segundo, sus
grandes ojos se entornaron y una sonrisa se dibujó en su rostro.
—Puedo hacer eso.
—Lo sé, bebé. Vámonos a casa.
Fin
Notas

[←1]

Está hablando de estos vibradores.


[←2]
Parte trasera de un cut

1 Top Rocker. Es un parche con forma cóncava con el nombre del MC y va en la


parte superior del chaleco
2 Colours. Es un parche que va en el centro de la espalda con el logo del MC. Lo
habrás visto traducidos a veces como “sus colores”.
3 Bottom Rocker Es un parche con forma convexa con el nombre de la ciudad donde
reside la sede del MC y va en la parte inferior.
4 MC Parche Es un parche con la palabra MC y va cerca del logo.
[←3]

Hablamos de este tipo de cuchillos que se doblan como una navaja.

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