JStJ - Dirty Angels MC 08 - Down&Dirty - DeX
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James
DOWN & DIRTY: DEX
Dirty Angels MC 08
Sinopsis:
Bienvenidos a Shadow Valley, donde reina el Dirty Angels MC. Prepárate
para ensuciarte porque ésta es la historia de Dex...
Pero esos no son los únicos descubrimientos que hacen los dos. Un
secreto sacude al club hasta los cimientos al descubrir que un
miembro los ha estado destruyendo desde adentro hacia afuera.
Descargo de Responsabilidad:
No intente ninguna práctica sexual nueva (BDSM o de otro tipo) sin
la guía de un practicante experimentado. El autor no será responsable
de ninguna pérdida, daño, lesión o muerte que resulte del uso de la
información contenida en este libro.
Árbol Familiar de Bear
Árbol Familiar de Doc
Capítulo 1
Dex tenía una jodida media erección. Hizo una mueca porque
necesitaba acomodársela, pero si su hermana lo pillaba haciéndolo, le
daría mierda. Miró por encima del hombro a través del gran ventanal
hacia la oficina de la casa de empeños donde Ivy estaba sentada
trabajando delante de una computadora.
Jodido infierno.
Después su cuello se giró una vez más para mirar fijamente a la mujer
que deambulaba por Shadow Valley Pawn fingiendo revisar los
artículos a la venta.
Ella estaba fingiendo y él quería saber por qué.
Era posible que solo estuviera intentando pasar el tiempo. Tal vez la
habían enviado allí esos cabrones del MC rival, los Shadow Warriors,
para que inspeccionara el lugar y pudieran causar estragos en el
futuro.
Hacía tiempo que no tenían noticias de esos nómadas forajidos, así
que ya era hora de que mostraran sus bastardas caras.
Pero sin importar por qué la mujer estaba allí, Dex no podía ignorar
el hecho de que era tan jodidamente sexy que ponía las pollas duras.
Caliente.
Alta, de piernas largas y con unas tetas que le hacían la boca agua.
Joder.
Ahora su media erección era una erección completa.
A la mierda. Se agachó y tiró de su polla para colocarla en una
posición más cómoda. Que le den a Ivy. Podía quejarse todo lo que
quisiera.
Si tenía suerte, ella no se habría dado cuenta.
Ahora que no estaba tan incómodo, se reclinó contra el mostrador
detrás de la vitrina de cristal y cruzó los brazos sobre el pecho
mientras continuaba controlando a la “cliente”.
Su cabello era como rubio rojizo. Estaba bastante seguro de que así lo
llamaban las chicas. No tan rojo como el de su hermana Ivy, ni tan
rubio claro como el de Emma, la vieja de Dawg. Un tono intermedio.
Podía imaginar a la mujer de rodillas delante de él, con su polla en la
boca, sus dedos fuertemente envueltos en sus cabellos, su cabeza
subiendo y bajando.
Joder, sí.
Su polla se contrajo y sus bolas se apretaron mientras se preguntaba
si los pelos de su coño combinaban con su cabello.
¡Por el amor de Dios, nunca había deseado tanto lamer un coño como
en este momento!
Necesitaba ver el color de sus ojos. Quería imaginar cómo se verían
cuando ella los levantara hacia él mientras eyaculaba en su boca.
Él gimió. Luego volvió a gemir cuando ella pasó los dedos sobre una
escultura de mármol que le recordaba a un consolador antiguo.
Sí, exacto.
Cuando ella rodeó la base de la escultura con sus dedos, un suave
gemido se le escapó antes de que pudiera detenerlo.
Mierda. Hoy iba sin bóxer y su polla estaba haciendo un desastre en
sus vaqueros. Se movió, luego se movió otra vez cuando la mezclilla
le raspó la punta sensible.
Podría tener que regresar al área de almacenamiento, encerrarse en
un armario y pajearse.
Volvió a mirar por encima del hombro para asegurarse de que Ivy
estuviera haciendo lo que fuera que estaba haciendo. Tenía la cabeza
agachada y estaba ocupada escribiendo en el teclado.
Su mirada se dirigió de nuevo a la mujer super sexy que ahora estaba
pasando el pulgar sobre la corona del...
¡Era una jodida escultura!
¿Por qué mierda Ace había aceptado ese empeño? Nadie en su sano
juicio pagaría mil dólares por una cosa de mármol que se parecía
demasiado a una polla.
Quizás esta mujer lo haría, ya que parecía fascinada con ella.
Se apartó del mostrador, se acomodó una vez más y caminó hacia
donde ella estaba acariciando...
—Hola—hizo una mueca de dolor cuando se le quebró la voz.
Carraspeó y bajó la voz una octava—. ¿Necesitas ayuda?
Ella levantó la vista mientras subía y bajaba el dedo por el suave
mármol veteado y lo inmovilizó en el lugar con...
Él no podía decir de qué color eran sus ojos. Eran azules, pero no de
un azul típico. Como un azul grisáceo, azul cielo, azul pizarra, lo que
fuera. No tenía ni puta idea, ya que parecían cambiar cuanto más la
miraba. Tal vez fuera por la falta de sangre en su cerebro.
—¿Qué son?— preguntó como si estuviera en trance.
—¿Qué? —preguntó ella suavemente.
—Tus ojos, ¿de qué color son?
Ella arqueó las cejas e inclinó la cabeza para estudiar su rostro.
—¿Le preguntas eso a todos tus clientes?
Sólo a los que me ponen dura la polla.
—Sí, es un requisito.
—¿Como una verificación de crédito?
—Algo así.
Sus labios se crisparon y se encogió de hombros.
—Son azules.
Bastante simple. Esos ojos azules se encontraron con los suyos y él se
imaginó bombeando su semen por su garganta.
Ella hizo un gesto con la cabeza hacia su polla, que ahora palpitaba.
—¿También siempre luces una erección cuando hablas con tus
clientes?
Dex sonrió, pero evitó bajar la mano para tocar lo que ella estaba
mirando.
—Depende del cliente.
—Sabes que eso es acoso sexual, ¿verdad?
Él frunció el ceño.
—¿Qué?
—Desnudarme con la mirada en el momento en que entré por la
puerta, mirar fijamente mis tetas, pararte tan cerca de mí con una
erección.
—Bueno, quizá no deberías masturbar una polla de mármol.
Su mirada se dirigió a la escultura y retiró la mano.
—¿Eso es lo que es?
—No lo sé. No me importa. Sólo sé que me gustaría estar en su lugar.
Ella chasqueó la lengua.
—Supongo que no escuchaste lo que acabo de decir.
—No —dijo él sonriendo—. Todavía no te he tocado. Cuando lo
haga, podrás advertirme de nuevo sobre mi mal comportamiento.
—O comportamiento inmoral.
Dex se encogió de hombros.
—Solo quería que supieras que me gusta lo que veo.
—Entonces, ¿la escultura de mármol te excita? —Sus ojos se
arrugaron en los rabillos.
—Me excita el hecho que la estés tocando.
—Sin filtro, ¿eh?
—¿Qué quieres decir?
—Dice lo que tienes en la cabeza—dijo ella, haciendo un gesto con
una mano.
—Sí, más o menos.
Ella se rio y sacudió la cabeza.
Maldita sea, esa risa no ayudaba con el pequeño problema en sus
vaqueros. Que le den con eso, su gran problema.
—¿Supongo que trabajas aquí?
—Sí —gruñó él.
Ella señaló con la barbilla su cut (NdelT: slang motero para chaleco).
—¿Ese es el uniforme que usan todos los empleados?
—Algunos de nosotros. —Al menos Ace y Dex llevaban los colores
del Dirty Angels MC. Ivy no llevaba el cut de su viejo. Y Ace tenía un
par de empleados a tiempo parcial que trabajaban en la casa de
empeños, pero no formaban parte de su club—. No es un uniforme.
Es un cut.
—Sé lo que es –respondió ella.
Dex frunció los labios y la recorrió con la mirada de pies a cabeza. A
la mierda el acoso sexual. ¿Los Warriors la habían enviado allí?
¿Esos cabrones siquiera conocerían a una mujer que se pareciera a
ella?
Llevaba unos vaqueros que se ajustaban a sus muslos y caderas, unas
botas marrones de tacón alto que le llegaban hasta las rodillas y una
camiseta ajustada de manga larga que... seh, resaltaba sus tetas. Tenía
un abrigo de cuero marrón sobre el brazo.
—No pareces una chica motera—murmuró.
—¿Cómo es una chica motera?
Buena jodida pregunta.
El timbre sonó, indicando que la puerta principal de la tienda se
había abierto y Ace entró. Los ojos de su tío se posaron
inmediatamente en ellos y Ace negó con la cabeza.
Al pasar, le lanzó una mirada mordaz a Dex. A Ace no le gustaba que
Dex coqueteara con las clientes. Le había advertido una y otra vez
que no se convirtiera en Pierce, el ex presidente del DAMC, que era
un completo imbécil y le gustaba aprovecharse de las mujeres...
acosándolas sexualmente.
Mierda.
Arrastró los pies, esperando que Ace no viera su erección, y volvió a
carraspear. Se suponía que debía ayudar a las clientes y hacer ventas,
no ahuyentarlas.
—Entonces... ¿quieres comprar esa... cosa? —Arqueó una ceja hacia la
escultura.
—¿Por mil dólares? Podría comprar un Rabbit1 más barato.
—¿Qué?
—Dije que no.
No fue eso lo que había dicho. No tenía idea de lo que era un Rabbit
(NdelT: conejo), aparte de los que saltaban. Pero tal vez debería
averiguarlo.
Más tarde. Cuando estuviera solo.
—Entonces, si no lo quieres, ¿por qué estás aquí? ¿Qué estás
buscando?
—A mi padre.
El tipo era guapo... más o menos. Una especie de motero rudo. Pero
no estaba mal. No tenía panza cervecera. Todavía. Y no tenía barba
larga. Todavía. A diferencia del hombre mayor que acababa de entrar
y caminar por la casa de empeños con vaqueros gastados, botas
pesadas de motero y un cut similar al de éste.
La mirada de Brooke se dirigió hacia el hombre que estaba detrás del
mostrador. ¿Podría ser él? ¿Su padre?
—¿Quién es tu padre?
Su atención se centró de nuevo en el hombre que tenía delante.
Tatuajes coloridos se extendían por sus antebrazos, desde donde la
camiseta térmica de manga larga estaba subida más allá de sus codos,
hasta las muñecas. Llevaba un pequeño aro dorado en una oreja y un
par de dedos estaban rodeados por unos anillos de latón de gran
tamaño. Una ancha banda de cuero rodeaba su muñeca izquierda.
Muy típico de un motero.
—Estoy tratando de averiguarlo.
Tenía buena dentadura y parecía limpio. Bueno, salvo por el chaleco
de cuero, cuyos parches estaban sucios. Pero tampoco era como si
pudiera tirar su cut a la lavadora. Un parche rectangular blanco sobre
su pecho derecho decía “Secretario”.
—Pero ¿por qué viniste aquí? Tienes que tener una razón.
Brooke se colocó detrás del motero para leer la parte de atrás del
chaleco. Extendió la mano y rozó con los dedos el top rocker (NdelT:
Es un parche con forma cóncava con el nombre del MC y va en la
parte superior trasera del chaleco).
—Por eso.
Él giró la cabeza.
—¿Qué?
—Por lo que dicen tus parches.
Él se dio la vuelta para mirarla.
—Habla jodidamente claro.
Ella se encogió de hombros.
—Está bien. Como dije, estoy buscando a mi padre.
Sus cejas oscuras se fruncieron.
—¿Y qué tiene eso que ver con el DAMC?
—Estoy bastante segura de que es miembro. O lo era. Al menos
cuando me concibieron. No estoy segura de si todavía lo es.
Brooke vio una expresión en su rostro, una mezcla de incredulidad y
sorpresa. Su mirada se posó en el parche con su nombre. Dex.
Se preguntó qué significaba el nombre. Seguramente todos los
moteros tenían un apodo.
—Dex.
—Sí—gruñó él, y se giró para gritarle al otro lado de la tienda al
motero mayor que estaba detrás del mostrador—. ¿Tienes otra hija de
la que no sabes nada, Ace?
Los ojos del motero mayor se abrieron ampliamente y luego se
entrecerraron cuando se posaron en Brooke.
—¿De qué carajo estás hablando? —gruñó este Ace mientras rodeaba
el largo mostrador de cristal y se dirigía hacia ellos.
—Una hija. ¿Como si hubieras dejado embarazada a una perra y no lo
supieras?
Brooke suspiró. Debería ofenderse por el hecho de que Dex llamara
perra a su madre. Mierda, debería ofenderse por la forma en que la
follaba con la mirada.
Ace se estaba tirando de su larga barba entrecana mientras se
acercaba y la observaba de arriba abajo, casi como si estuviera
tratando de ver si le resultaba familiar. Se parecía a su madre, al
menos antes de que el cáncer la convirtiera en nada más que un
cascarón.
La voz de Ace sonaba ronca y desgastada como su cut.
—¿Cuántos años tienes?
A algunas mujeres también les ofendería esa pregunta, pero ella
estaba allí por una razón específica, así que sería inteligente que le
respondiera.
—Treinta.
Ace resopló y se pasó una mano por la frente como si se estuviera
secando el sudor.
—No es mía. Janice me hizo castrar después de que Diesel saliera de
ella como una bola de demolición.
Brooke debería sentirse aliviada de que ese motero no fuera su padre,
pero no lo estaba. La decepción la invadió antes de que pudiera
deshacerse de ella, porque eso significaba que tenía que seguir
buscando.
—Además, no me he acostado con nadie más que con Janice desde
que Hawk fue concebido en la parte trasera de mi sled (NdelT: slang
motero para referirse a su moto). Supe en ese momento que era amor
verdadero. —Le dedicó una amplia sonrisa y luego se inclinó más
cerca como si estuviera a punto de contarle un secreto—. Sí. Un coño
apretado sobre una Harley. No hay nada mejor que eso.
Dex le dio un golpecito a Ace en el brazo.
—Es cierto, hermano. Tal vez una buena mamada quede en segundo
lugar. —Los ojos de Dex se posaron en sus labios.
Brooke inclinó la cabeza para ocultar que estaba poniendo los ojos en
blanco. Necesitaba mantenerlos centrados en el tema en cuestión.
—Lo siento. Solo sé que es un motero y que podría tener un negocio
en Shadow Valley. Pregunté por la ciudad y parece que hay varios
negocios propiedad de moteros, así que voy a detenerme en todos
ellos. Resulta que este es el primero de mi lista.
—Bueno, los únicos moteros que trabajan en esta tienda somos Dex y
yo. Y este chico puede que sea un tipo cachondo, pero dudo que haya
dejado embarazada a alguien cuando tenía dos años.
Brooke tuvo que contener la mueca.
—¿Sois parientes?
—Su tío. Y hermanos del club —dijo Ace, y luego inclinó la cabeza—.
¿Seguro que tu padre era un Angel?
—Estoy bastante segura.
—¿Cómo es que lo estás buscando ahora?
—Mi madre falleció hace un par de meses y, cuando estaba revisando
sus cosas, descubrí que mi padre no era realmente mi padre. O al
menos no era mi padre biológico.
Ace la miró durante un largo momento.
—¿Tienes un nombre?
Brooke negó con la cabeza.
—No. Solo encontré algunas cosas escondidas en el ático. Algunas
mencionaban tu MC y estaban fechadas aproximadamente en la
época en que yo nací.
—¿Crees que ella rondaba por el club hace treinta años? —le
preguntó Ace.
Brooke se encogió de hombros.
—No lo sé. No estoy segura de hasta qué punto estaba involucrada
con ese motero. Puede que fuera solo una aventura de una noche, ya
que estaba casada cuando se quedó embarazada de mí. Pasara lo que
pasara, ella nunca habló de ello, nunca me dijo la verdad. Siempre
supuse que mi padre era... mi padre. Su nombre incluso figuraba en
mi certificado de nacimiento.
Dex se movió a su lado.
—Entonces, ¿por qué crees que no es tu padre?
Ella lo miró por un momento.
—¿Además de las cosas que descubrí? Me parecía curioso que no me
pareciera a él. Nunca me parecí a mi hermano, ni a mi hermana
tampoco. Simplemente no encajaba. —Aunque se parecía a su madre,
no se parecía en nada a su padre, mientras que sus hermanos
menores sí. Brooke siempre había preguntado sobre eso, pero nunca
obtuvo una buena respuesta. Así que lo dejó pasar. Hasta que
comenzó a preguntarse de nuevo mientras limpiaba la casa de su
madre, y se encontró con algunas cosas que la hicieron cuestionar
quién era su verdadero padre.
—¿Le preguntaste a tu padre? —le preguntó Ace, con las manos en
las caderas.
Ella negó con la cabeza.
—No, él murió de un ataque al corazón cuando yo era adolescente.
—Maldita sea. Perdiste a tu madre y a tu padre. Lamento oír eso —
murmuró Ace—. Pero todavía no entiendo por qué crees que tu
padre biológico era un Angel. Solo unos pocos recuerdos, o lo que
sea, no indican nada. He sido miembro de este club desde siempre.
Mierda, nací en él. Mi padre fue un miembro fundador. Así que
conozco a todos los que han venido y se han ido y han usado
nuestros colores. Tenía que ser un hermano que tenga más o menos
mi edad o más. A menos que...
—¿A menos que qué?
Ace se encogió de hombros.
—A menos que fuera un simpatizante o un prospecto que no resultó
bien. No quedan muchos miembros de aquella época. Rocky y Doc
están en prisión. En cuanto al resto, a muchos de ellos los mataron
cuando la cosa empezó a ponerse fea y pesada con los Shadow
Warriors.
—Grizz—mencionó Dex.
—¿Quién es Grizz?—preguntó Brooke.
—Uno de los miembros más antiguos —respondió Dex—. Al menos
de los que no están en prisión—añadió rápidamente. Miró a Ace—.
¿Podría ser Grizz?
—Joder. Ni siquiera digas eso en voz alta. Mamá Bear tendría tus
pelotas clavadas en un asador y las estaría sirviendo en The Iron Horse
sin pensárselo dos veces.
—¿The Iron Horse es uno de los negocios del club? —preguntó Brooke.
No recordaba si ese negocio estaba en su lista. Si no lo estaba, tenía
que añadirlo.
—Sí —respondió Dex.
—¿Quién lo dirige?
Ace resopló.
—Mi hijo, Hawk. Definitivamente tampoco es tu padre.
—Si no es Grizz, ¿quién entonces? —preguntó Dex—. ¿Uno de los
miembros que los Warriors mataron?
Ace se tiró de la barba lentamente y frunció el ceño.
—Podría ser.
—¿Qué hay de Rocky?
—No lo sé, muchacho. Tiene edad suficiente para serlo. —Ace miró a
Brooke—. La pregunta es, si lo encuentras, ¿qué harás?
Esa era una muy buena pregunta. No había pensado tan a futuro.
Pensó que necesitaba averiguar quién era y si aún estaba vivo,
entonces... entonces dependiendo de quién fuera...
—Si no eres tú, ni tampoco Grizz, puede que sea Rocky.
—Podría ser cualquiera, Dex. Y ni siquiera tiene pruebas sólidas. Ni
siquiera un puto nombre.
—Tal vez pueda hablar con D. Tal vez su equipo pueda ayudarla.
Ace miró a Dex con el ceño fruncido.
—¿Por qué?
—Para ayudarla a averiguar quién es su padre. ¿Qué carajo, Ace?
—¿Por qué coño te importa, muchacho? ¿Por qué quieres traer más
drama a este maldito club? ¿No tenemos suficiente? Solo quieres
meterle la polla y piensas que te dará su pequeño coño agradecido si
la ayudas. No te entrometas. Por lo que sabemos, su padre podría ser
el mismo que el tuyo ya que ese holgazán se fue, dejando a tu maldita
madre con tres pequeños.
—Ace.
—No. —Ace levantó las manos—. No metas la polla en ella hasta que
sepas que no es tu hermana. ¡Por el amor de Dios! Eso es lo último
que necesitamos —se alejó refunfuñando.
—Umm —comenzó Brooke, sintiendo calor subiendo por su cuello.
—Sí —murmuró Dex. Se pasó los dedos por el pelo oscuro, que era
un poco más largo en los lados. No muy largo, pero tampoco muy
corto. Sus ojos castaños oscuros se posaron en ella—. Lo siento por
eso. También por la erección.
La mirada de Brooke se dirigió automáticamente hacia donde había
posado su mano, luego cerró los ojos y se maldijo por haber hecho
precisamente eso. Pero Ace tenía razón, podrían ser hermanos. Se
estremeció al recordar cómo Dex la había estado mirando antes.
Un nudillo le rozó la mejilla y abrió los ojos.
—Ace está equivocado. No eres mi hermana. Mi padre ya no era un
Angel cuando tu madre se quedó embarazada. Se subió a su sled, se
fue y nunca regresó.
—¿Está seguro?
—Sí, bebé. Porque eso apestaría.
—¿Por qué?
—Porque te voy a comprar una maldita cerveza.
No estaba segura de si se suponía que esa era una frase para ligar.
Porque si lo era, era horrible. Pero tenía que admitir que el hombre
tenía mucha confianza.
—Yo no bebo cerveza.
—Whisky entonces.
—Podríamos tomar un whisky juntos incluso si fuéramos parientes.
—Sí, pero no podríamos hacer el resto de las cosas que tengo
planeadas.
Sus cejas se alzaron. Tal vez lo que ella consideraba confianza en sí
mismo en realidad era arrogancia.
—¿Oh, sí?
—Oh, joder, sí —susurró, y se lamió los labios.
Bueno, ahora su confianza estaba al borde de lo espeluznante.
Necesitaba salir de allí lo antes posible.
—¡Dex! —gritó Ace desde el otro lado de la tienda—. Déjala en paz y
vuelve al trabajo. Tiene que irse.
En eso sí que ella estaba de acuerdo.
Los labios de Dex se torcieron en una mueca.
—Supongo que no eres de por aquí.
Brooke negó con la cabeza.
—¿Dónde te alojas?
—Yo… —¿Por qué demonios iba a responder a su pregunta?—. En
ninguna parte, todavía.
—¿Necesitas un lugar donde quedarte?
—¿Me estás ofreciendo uno?—preguntó con incredulidad.
—Tengo una habitación encima de la iglesia. La cama es demasiado
pequeña. Esperaba que tuvieras una habitación de motel o algo así.
O algo así.
—Iglesia—repitió ella. Sabía que no significaba lo que debería. Había
investigado un poco sobre los moteros antes de subirse al coche y
dirigirse a Shadow Valley, pero no recordaba qué significaba iglesia
en el lenguaje de los moteros.
—Sí. Iba a mudarme al apartamento de arriba, pero D es un testarudo
y cree que va a criar a su hijo allí. Jewelee está furiosa por eso.
Ella negó con la cabeza, sin saber de quién estaba hablando.
—No importa. Terminarás siendo parte del DAMC, tarde o temprano
los conocerás a todos. Este club es como una gran familia
disfuncional.
Su plan no era unirse al grupo de moteros. Su plan era encontrar a su
padre, hacerle algunas preguntas, ocuparse de sus asuntos y volver a
casa. No estaba allí para instalarse con un grupo de moteros como si
fueran una familia perdida desde hacía mucho tiempo.
—¿Qué tal si nos vemos en algún lado? —agregó ella rápidamente—.
Para tomar ese whisky. —Ciertamente no se reuniría con él para nada
más. Pero no le importaría reunirse y hacerle más preguntas, ya que
parecía dispuesto a ayudar. Tal vez tener la oportunidad de conocer a
más miembros del club. Intentar averiguar quién había sido
realmente su padre.
O es.
Y por qué debería importarle, ella tampoco había descubierto esa
parte todavía.
Había amado al padre que la había criado, fuera de su sangre o no.
Pero cuando rebuscó en esa caja de zapatos y encontró información
que la hizo preguntarse quién era ella en realidad, algo la atrajo.
Curiosidad.
Y tal vez él entendería el significado de algunas de las cosas que su
madre había escrito en el diario que había quedado enterrado bajo
algunos recortes de periódicos viejos. Tal vez podría aclararle algunos
de los garabatos crípticos.
Pero, fuera como fuera, no era como si necesitara una relación con su
padre biológico. Solo quería saber quién era. A los treinta años, no
necesitaba ningún tipo de “papi”.
Especialmente no del tipo que estaba frente a ella.
Queriendo comprarle un whisky.
Capítulo 2
***
Dex apenas podía abrir la mandíbula después de apretar los dientes
durante las tres horas que duró el paseo. Y no había sido por el frío,
sino porque pasó tres malditas horas viendo a Brooke montar con
Crash.
Sí. Crash. Cabrón.
Dex le había dicho a Brooke que no, que no podía salirse con la suya
con él. Enseñarle que el simple hecho de montar su polla y tirar de los
anillos de sus pezones no le garantizaba un lugar en la parte trasera
de su sled.
Joder, no, no lo hacía.
Pero ella se quedó de pie mirando a todos los hermanos en el
estacionamiento, buscando con la mirada a alguien que pudiera ser
su padre, mientras todos se formaban y montaban en sus Harley. Y,
que le den, en el último minuto, se subió a la moto de Crash.
Así nada más.
Cuando ella rodeó la cintura de Crash con sus brazos, Dex casi salta
de su moto para bajarla, pero no lo hizo.
Estaba decidido a actuar como si no le importara, aunque todos
sabían que sí. Así que, en lugar de dejar que todos lo miraran a él y a
su mal humor, decidió ir último en el grupo. Cerrar la marcha.
El problema era que tenía que ver el largo cabello rubio rojizo de
Brooke volando libre detrás de Crash mientras se pegaba a su
espalda, probablemente tratando de mantenerse caliente.
En uno de los parques donde se detuvieron para descansar, Dex se
acercó a ella y le informó que tenía que subirse a su sled.
Ella no estuvo de acuerdo. Estuvo muy en contra, de hecho.
Y como todos los ojos estaban puestos en ellos, se alejó, ignorando las
sonrisas de sus hermanos.
Así que ahora, después de regresar a la iglesia, él se quedó sentado en
la moto, observándola desmontar de la parte trasera de la Harley de
Crash con una enorme sonrisa en el rostro.
Mierda. Si estaba tratando de hacerlo enojar, funcionaba.
No culpaba a Crash. La mujer estaba caliente y el hombre sabía que
Dex no tenía derecho a reclamarla.
Ninguno en absoluto.
Su mirada la recorrió de pies a cabeza. El pelo alborotado por el
viento, las mejillas sonrojadas y un brillo en los ojos, todo debido al
paseo, mientras estaba hablando con Crash junto a su sled.
Un músculo se contrajo en su mandíbula cuando ella se inclinó, puso
una mano sobre el hombro de Crash y le dio un rápido beso en la
mejilla.
Luego caminó hacia Dex, al lado opuesto de donde se dirigían todos
los demás, que era a la iglesia para prepararse para el cerdo asado y
calentarse.
Dex observó cómo sus caderas se meneaban dentro de sus ajustados
vaqueros mientras caminaba hacia él, sus pechos rebotando bajo su
chaqueta con cada paso decidido.
Su sonrisa había desaparecido hacía rato cuando llegó hasta él.
Cuando lo hizo, puso las manos en las caderas e inclinó ligeramente
la cabeza mientras lo miraba fijamente.
—Pensé que querías repetir lo del viernes por la noche.
—¿Tú?
—Lo quería. Pero solo si me llevabas contigo al paseo.
Él resopló.
—Estuviste en el maldito paseo.
—Cierto. En contra de tus deseos.
Levantó un hombro y lo dejó caer con fuerza.
—Conseguiste lo que querías.
—No precisamente.
Dex tenía la sensación de que esas dos palabras tenían mucho más
significado que lo que parecía.
—¿Va a haber más gente en el asado de cerdo?—preguntó.
—Sí. Simpatizantes. Prospectos.
—¿Algún otro miembro parcheado?
Dex se encogió de hombros otra vez.
—No lo sé. Supongo que te quedarás por aquí para averiguarlo.
—¿Eso te va a molestar?
¿Lo molestaría? ¿Y a ella le importaría si así fuera? Lo dudaba. Ella
haría lo que le diera la gana.
—¿Vas a follar con Crash?
Sus labios se crisparon.
—No lo tenía planeado.
—¿Seguro?
—Aunque es un tipo divertido y lindo, no es lo mío.
Él no era lo suyo. Correcto.
—Sobre todo—levantó la mano y la agitó sobre su cabeza—, con ese
moño masculino. —Arrugó la nariz. Extendió la mano y la deslizó en
su cut para pellizcar el aro del pezón a través de la camisa de franela
que se había puesto antes de subirse a su sled. La sangre le corrió por
el cuerpo y aterrizó en su polla—. Él tampoco tiene lo que tú tienes.
—¿Cómo lo sabes?
—Le pregunté.
¿Ella hizo qué?
Brooke le dedicó una gran sonrisa y sus ojos se arrugaron en rabillos.
—Estoy bromeando contigo.
Soltó el aire que no se dio cuenta que estaba conteniendo.
—Correcto—murmuró.
—¿Te estás bajando?
Sus cejas se alzaron hasta el nacimiento de su cabello. Sus labios se
crisparon un poco más mientras señalaba con la barbilla la moto.
—De tu moto—añadió ella.
Él resopló de nuevo y finalmente se bajó. En cuanto lo hizo, ella se
acercó para agarrarle la polla a través de los vaqueros.
—¿Dijiste que tenías una habitación arriba?
—Sí —suspiró mientras sus dedos agarraban su erección a través del
denim.
—El paseo me mojó—susurró ella cerca de su oído.
Luchó contra el escalofrío que quería recorrerlo.
—¿El paseo o Crash?
—La vibración de la moto. El recuerdo de la noche del viernes—
murmuró ella.
—¿Sólo me vas a usar?
Brooke se apartó y sonrió.
—Sí.
Dex le hizo un gesto brusco con la cabeza y la agarró de la mano.
—La vida es una perra. Vamos. —Dicho eso, la arrastró hasta la
iglesia y hasta su habitación, ignorando todas las miradas que los
seguían.
Capítulo 5
***
Zak golpeó con su mazo la mesa de madera de la sala de reuniones.
La mesa que tenía el logo del DAMC tallado a mano en el centro por
su difunto abuelo. Ese logo, ese símbolo de su hermandad, lo era
todo. Era el pegamento que mantenía unido al club. Significaba
familia y lealtad.
No solo estaba tallado en la mesa donde se reunía el Comité
Ejecutivo, sino que había un cartel de madera tallado a mano sobre el
bar privado. También había un cartel colgado sobre la parte trasera
de la puerta de la casa club con su lema: Down & Dirty 'til Dead.
Y no solo llevaban sus colores en sus cuts2, sino que todos tenían esos
rockers y símbolos tatuados en la piel de la espalda. Absolutamente
todos los que estaban sentados alrededor de esta mesa.
Z, Hawk, Diesel, Ace, Dex y Jag. El presidente, el vicepresidente, el
sargento de armas, el tesorero, el secretario y el capitán de ruta.
El motivo por el que estaban en esta habitación esta tarde solía
sentarse a la cabecera de la mesa. Lo había hecho durante diez putos
años mientras Z cumplía condena en prisión.
Pierce, que era de la vieja escuela, odiaba el hecho de que Z hubiera
intentado que el club fuera legal. A él no le gustaba que las cosas
cambiaran. Y Z siempre había estado a favor del cambio. De mejorar
las cosas para el club. Y no solo para el club, sino para todos.
La vieja escuela significaba asesinatos y caos. Y Z quería que el club
prosperara, no que se desintegrara. Tener miembros en prisión o a
dos metros bajo tierra no le hacía ningún bien a nadie.
Aun así, Pierce no había podido esperar a tener el mazo en sus manos
una vez que Z fuera arrojado a SCI Fayette. Y todos no habían podido
esperar a que Z lo recuperara una vez que lo liberaran. Todos, menos
Pierce.
—Hoy estamos aquí por una sola cosa y es para discutir la mierda de
esta mujer. —Z volvió la mirada hacia Dex.
Esta mujer.
—Brooke—dijo Dex.
—Seh, como se llame. La mujer que cree que un Angel violó a su
madre y la dejó embarazada. ¿Y ahora está aquí para qué? —Z miró a
Dex otra vez.
—Encontrar a quien lo hizo.
—Seh, no me digas. ¿Y luego qué?
—Tal vez quiera cortarle las pelotas y ponérselas alrededor del cuello
—gruñó D.
—Bueno, si es Pierce, es bienvenida. La ayudaré a sujetarlo—dijo Jag.
Z levantó la mano.
—Sigue siendo un hermano, así que tenemos que decidir cómo
vamos a manejar esto. No necesitamos que ella salga corriendo al
Departamento de Policía de Shadow Valley. No es que vayan a hacer
nada, pero no necesitamos el maldito dolor de cabeza.
—Malditos hombres—murmuró Ace.
—Tampoco necesitamos un maldito violador entre nosotros. Así que,
si resulta que lo hizo, hay que ocuparse de él rápidamente —
intervino Hawk con el rostro serio—. Puede que eso haya sucedido
hace treinta años, pero quién sabe qué otras mierdas habrá hecho
desde entonces.
Diesel gruñó y todas las miradas se volvieron hacia él.
—¿Tienes algo que decir, hijo?—le preguntó Ace a su hijo menor.
—No —volvió a gruñir el ejecutor del club.
—No necesitamos que alguien que lleve nuestros colores haga esa
clase de mierdas—dijo Hawk.
—Si es que lo hizo. Sé que acosa a las mujeres, pero ser sobón y violar
a una mujer son cosas diferentes—dijo Z.
—Diferente para ti que no eres una jodida mujer—se quejó Jag—. Si
se hubiera puesto sobón con Ivy, lo habría enterrado junto a Black
Jack.
La idea de que Pierce tocara a alguna de sus hermanas o, mierda,
incluso a sus primas, no le sentaba bien a Dex.
—Era un tipo muy ocupado en su época, no creo que haya bajado
mucho el ritmo—dijo Ace.
—Su vieja lo dejó hace menos de cinco meses porque lo sorprendió
metiendo la polla en su ratón doméstico.
—Ah, joder. No lo sabía—murmuró Ace.
—No puedo creer que Randi no lo haya dejado antes —dijo Jag,
sacudiendo la cabeza—. No estoy seguro de qué ve una mujer en él.
—Puede cautivarlas cuando es necesario. Lo he visto con mis propios
ojos muchas veces—dijo Ace.
Z golpeó la mesa con el mazo.
—Muy bien, tengo que volver a la pastelería, así que tenemos que
terminar con esto.
Hawk resopló.
—¿Para qué? No es como si hicieras algo en la pastelería. Bella y
Sophie hacen todo el trabajo. La mitad del tiempo ni siquiera estás
vigilando al niño.
Z frunció el ceño.
—Vigilo a Zeke.
—Sí, mientras le chupa las tetas a tu vieja. Eso es todo.
Una risa se escuchó alrededor de la mesa.
Z golpeó el mazo contra la mesa otra vez.
—Está bien, decidamos qué carajo vamos a hacer.
—Lo primero que tenemos que hacer es asegurarnos de que Pierce sea
su padre —afirmó Ace, recostándose en su silla y cruzando los brazos
sobre el pecho.
—¿Cómo vamos a hacer eso?—preguntó Zak.
—¿ADN?—sugirió Jag.
Z resopló.
—Sí, genial. Una respuesta fácil a un problema difícil. No va a abrir la
boca y dejar que le tomemos muestras sin hacer un montón de
jodidas preguntas.
—Creo que tenemos que hacerlo en secreto. Obtener su ADN a
escondidas. Averiguar si es el culpable. Si lo es, entonces tenemos que
seguir con esta conversación. Pero hasta entonces, tenemos que
mantenerlo en secreto. ¿Me habéis entendido?—dijo D.
—¿Cómo podemos obtener sus ADN sin que ellos lo sepan?—
preguntó Jag.
Todas las miradas se volvieron hacia Dex, incluida la de Diesel.
—Te la estás tirando. No hay problema en conseguir algo de ADN.
Mierda.
—¿Como saliva?
Diesel se inclinó hacia delante y lo miró fijamente.
—No quiero que te quites la saliva de la polla. Joderá el ADN. Solo
unos pelos. De un cepillo o algo así.
Dex podría lograrlo si Brooke lo dejaba entrar a su habitación. La
mujer era impredecible cuando se trataba de pedirle algo. Ya había
aprendido eso en el poco tiempo que había pasado desde que la
conoció.
—¿Y qué pasa con Pierce?—le preguntó a Diesel.
—Haré que Dawg le quite un poco de pelo. O algo así. Ya lo veré.
—Necesitamos que Axel se involucre, ya que tal vez tenga una forma
de analizarlo—preguntó Zak.
—¡No, no! —gritó D—. No quiero que los cerdos se involucren. Ya lo
tengo controlado. Hunter debería poder conseguirlo.
—¿Cuánto tiempo va a durar esta mierda?—le preguntó Dex a D.
Se encogió de hombros.
—No lo sé. También depende de lo pronto que me consigas ese pelo.
Tampoco vello púbico que quedó atrapado entre tus dientes,
hermano. ¿Me entiendes?
—No tiene nada—anunció Dex, aunque eso era completamente falso.
Pero que le den a su primo y a su comentario listillo.
Ace se rio entre dientes, sacudió la cabeza y miró fijamente la mesa.
—No entiendo por qué las mujeres de hoy en día tienen que afeitarse
toda esa mierda. No hay nada como una mujer de antaño con pe...
—¡Muy bien! Se levanta la sesión —gritó Hawk, poniéndose de pie—.
No necesito oír a mi padre hablar de coños peludos.
—No iba a hablar de tu madre—dijo Ace con una sonrisa.
—Dios—masculló Diesel.
—Brooke no va a ser paciente—le advirtió Dex a Diesel mientras su
primo se levantaba del asiento.
Zak se acercó a la mesa y le dio una palmada en la espalda a Dex.
—Entonces mantenla ocupada, hermano. —Le dedicó una gran
sonrisa—. La he mirado bien. No debería ser un problema para ti.
—Ella puede ocupar su tiempo jugando con tus pezones, primo—dijo
Hawk y se rio mientras le daba una palmada en la espalda también.
Capítulo 6
***
Brooke se paró con los pies separados y disparó. Dio justo en el
centro de la silueta de papel. Luego disparó una y otra vez, hasta que
el cargador estuvo vacío. Soltó el cargador y se aseguró de que la
recámara estuviera vacía antes de colocar el arma en la funda. Se
quitó las gafas protectoras y los tapones de goma de los oídos.
—Si le disparas, encerrarán tu puto culo—dijo una voz profunda
detrás de ella.
Su corazón dio un vuelco y luego empezó a latir con fuerza. No tenía
ni idea de que había alguien allí. No solo se había concentrado en su
objetivo, sino que los tapones para los oídos le habían impedido oír a
Dex entrar.
Ella se giró en la cabina y lo vio apoyado contra la pared de bloques
de cemento pintados, con los brazos cruzados sobre el pecho.
Su corazón volvió a dar un vuelco, pero esta vez no fue porque
estuviera asustada.
¡Por supuesto que no!
Él se veía muy bien, pero era un problema con P mayúscula. No
necesitaba seguir ese camino con él, ni ningún otro. ¿Tomar un
desvío? Tal vez, pero tenía que recordarse que solo serían unos días.
Sólo hasta que descubriera quién era su padre. Tal como estaban las
cosas, no quería perder mucho tiempo en eso. Necesitaba volver a su
negocio, a su casa. Poner su vida en orden. Volver a donde estaba
antes de que su madre muriera y encontrara ese maldito diario.
Se apartó de la pared y Brooke contuvo la respiración cuando se
acercó a ella, pero él solo se inclinó hacia la cabina para presionar el
botón de la pared. La silueta de papel se acercó hacia ellos hasta que
estuvo al alcance de la mano.
Él se acercó para estudiarla.
—Un tiro muy bueno.
—¿Disparas?
Pasó los dedos sobre la pistola que estaba en el estuche abierto.
—A veces, pero no soy tan bueno.
—Si vas a llevarla, debes ser así de bueno.
Se giró para mirarla.
—No la llevo con regularidad.
Estaban apenas a centímetros de distancia, el calor de su cuerpo se
mezclaba con el de ella, su aliento recorría sus labios cuando hablaba.
—Quieres decir que no llevas un arma. —Se estiró y metió la mano en
el bolsillo trasero de sus vaqueros, sacó un cuchillo doblado3 y lo
levantó—. Pero llevas uno de estos.
Dex se lo arrancó de los dedos y lo guardó.
—Seh. Es una estupidez no estar preparado.
—¿Para qué?
Él levantó un hombro.
—Cualquier amenaza.
Ella ladeó la cabeza.
—¿Esos Shadow Warriors?
Él no respondió a su pregunta, sino que preguntó:
—¿Cómo es que eres tan buena?
—Tengo que serlo.
—¿Por qué? ¿Eres policía?
Habían follado durante los últimos días e incluso él se había quedado
a dormir en su habitación del motel anoche, pero nunca le preguntó
nada personal sobre su vida. Ella había hecho la mayoría de las
preguntas en su intento de obtener información sobre su posible
padre.
—Soy una asesina a sueldo—dijo con cara seria.
—¿Qué?
Ella sonrió.
—Solo estaba bromeando contigo. Otra vez.
—¿A qué te dedicas? En serio.
—Soy diseñadora de interiores.
Él simplemente la miró fijamente.
Tenía que saber qué era un diseñador de interiores, ¿verdad?
—De espacios comerciales. Como oficinas corporativas y cosas así…
—agregó ella.
—¿Tu jefe te dio tiempo libre para todo esto?
Ella sonrió.
—Claro que sí.
—Tienes un jefe generoso.
Ella levantó la barbilla y lo miró directamente a los ojos.
—Seguro que sí, ya que soy yo.
La sorpresa se dibujó en su rostro.
—¿Tienes tu propio negocio?
—Sí.
—¿Y puedes permitirte el lujo de tomarte este tiempo libre para
encontrar a tu padre?
—Limpié mi agenda, le pasé mi trabajo a uno de mis asistentes. Y sí,
puedo permitírmelo. Guardé suficiente dinero para tiempos difíciles.
—¿Encontrar al hombre que violó a tu madre son tiempos difíciles?
Ella hizo una mueca.
—No, que mi madre muriera de cáncer de ovario son tiempos
difíciles.
Ahora era su turno de hacer una mueca.
—Lo siento, bebé—dijo y le apartó un mechón de pelo de la cola de
caballo de la cara.
Ella le agarró la mano y la mantuvo quieta.
—Sabes, a la mayoría de las mujeres fuertes e independientes no les
gusta que las llamen cosas como ‘bebé’.
—Seh.
—Seh—repitió ella—. Pero eso no te detendrá.
Él asintió una vez.
—Correcto.
Ella frunció los labios y lo observó. Su cabello estaba alborotado,
probablemente por haber estado en su moto, sus ojos castaños
oscuros combinaban con su cabello oscuro, sus labios eran llenos y
definitivamente dignos de ser besados, y vestía una camiseta de color
naranja, gruesa y desgastada debajo de ese chaleco de cuero que
llevaba con orgullo y que claramente afirmaba que era un motero
rudo. Tenía un par de gafas de sol metidas en el cuello de la camiseta
de manga larga. Y ella sabía exactamente lo que había debajo de ésta.
Sus pezones se pusieron duros ante su secreto oculto.
Un cinturón de cuero negro con una hebilla de latón voluminosa
sostenía sus gastados vaqueros sobre sus delgadas caderas, una
cadena le pasaba por la parte delantera de la cintura hasta el bolsillo
trasero, donde llevaba su enorme billetera, y unas pesadas botas
negras de motero cubrían sus pies. Unos anillos pesados adornaban
sus largos dedos, dedos que tenía que admitir que sabía usar con
cierta habilidad, y un pendiente de oro le colgaba de una oreja.
También lucía algo de vello facial hoy, ya que no había empacado una
bolsa con una maquinilla de afeitar cuando se quedó a dormir en su
cama en el motel.
Bueno, él no durmió mucho.
Ella tampoco.
Y las bolsas debajo de los ojos se debían a la falta de sueño.
—Bebé—murmuró él.
Ella levantó la mirada para ver sus labios curvados en una sonrisa y
los rabillos de sus ojos arrugados por la diversión.
De nuevo con lo de bebé.
—Acabamos de tener esa discusión—le recordó ella.
—No, tú tuviste esa discusión. —Sus labios se torcieron—.
¿Terminaste de mirarme?
—No.
Su sonrisa se hizo más amplia. Esa sonrisa no solo era impresionante,
sino que sus ojos marrones brillaban.
—¿Quieres hacerlo aquí mismo?
—No. —Eso era una mentira absoluta. Pero había lugares mucho
mejores para hacerlo que un campo de tiro cubierto.
—¿Por qué no?
—Tengo una cama perfectamente buena en mi habitación.
Extendió la mano y hundió los dedos en su cabello, sacándolo de la
cola de caballo que llevaba.
—Una pared serviría. —Se metió la banda elástica negra para el
cabello en el bolsillo delantero de sus vaqueros.
Ella miró a su alrededor.
—Sí, tal vez. Pero la gente podría entrar. Ya causamos una multitud
una vez, ¿de verdad quieres hacerlo de nuevo? —Puede que a ella le
gustaran muchas cosas, pero el sexo en público no era una de ellas.
—Dawg lo tiene todo cubierto.
Entrecerró los ojos al ver al hombre que la estaba tentando en ese
momento.
—¿Tiene todo cubierto?— Su coño se apretó ante la idea de
empujarlo contra la pared y tomar lo que quería.
Aunque sus pensamientos eran probablemente opuestos.
Probablemente él se la estaba imaginando follándola contra la pared.
Pero estaban en un lugar público. Más o menos.
Lo cual podría ser excitante. Más o menos.
—No va a venir nadie por un rato—le aseguró.
—¿Tú lo arreglaste?
—Sí.
—¿Y pensaste que estaría de acuerdo?
Él sonrió y sus ojos brillaron.
—¿Lo estás?
Ella lo empujó con las dos palmas, estampando su espalda contra la
pared con un ¡uf!
—Jugaremos a mi manera.
—Mientras estemos jugando...
—Silencio—le ordenó mientras se quitaba los zapatos y comenzaba a
desabrocharse los pantalones.
Los labios de Dex se cerraron, pero ella no pudo pasar por alto el tic
en las comisuras. A él le encantaba que ella lo mandara. Eso la
sorprendía muchísimo. También hacía que su sangre fluyera, así
como sus jugos. Sus bragas ya estaban mojadas por la anticipación.
Arrojó los pantalones sobre el pequeño mostrador que había en la
parte delantera de la cabina y se quitó las bragas, dejándolas junto al
estuche de su arma.
—Quítate el cinturón.
Él hizo lo que le dijo, sin una palabra, pero sus ojos lo decían todo.
Estaban calientes y su mirada se posó instantáneamente en el lugar
donde ella arrastró sus dedos a continuación. A través de sus
pliegues húmedos, reuniendo su excitación resbaladiza. Ella levantó
los dedos hacia sus labios.
—Chúpalos hasta dejarlos limpios.
Cuando él separó los labios, ella le metió dos dedos en la boca. Con
un gemido, él los chupó, mientras la punta de su lengua se
arremolinaba alrededor de los dedos.
Ella reprimió un gemido.
—Quiero que saques tus tetas —dijo él cuando ella sacó los dedos de
entre sus labios.
—Quieres. —No lo planteó como una pregunta, porque no lo era.
En lugar de hacer lo que él quería, ella le desabrochó el botón de los
vaqueros y bajó bruscamente la cremallera sobre su erección. No
llevaba ropa interior. No estaba segura de lo cómodo que era para él,
especialmente con su erección en este momento, ni tampoco le
importaba.
Con un tirón brusco, ella deslizó sus vaqueros por sus muslos lo
suficiente para que su polla quedara libre. Él se inclinó para agarrarla
y ella le dio una palmada en la mano.
—Te dije antes que es mía. No te dije que la tocaras.
—Mierda—murmuró mientras ella caía de rodillas desnudas sobre el
frío suelo de hormigón epoxi.
Ella le rodeó la polla con los dedos y la tomó en su boca.
Sus caderas se tensaron y se sacudieron mientras ella deslizaba su
verga dentro y fuera de sus labios, dejándolo resbaladizo con su
saliva, raspando sus dientes a lo largo de su longitud y a través de la
corona.
Él gimió, empujando sus caderas hacia adelante.
—Joder, bebé—gimió él.
Ella lo soltó el tiempo suficiente para ordenarle:
—Silencio.
Su cuerpo se estremeció y ella levantó la vista para verlo con la
cabeza apoyada contra la pared, mirando al techo y riendo.
No iba a reírse por mucho tiempo. Ella lo chupó con mayor
entusiasmo hasta que sus labios se separaron y su respiración
comenzó a entrecortarse. Luego lo chupó aún más fuerte, agarrando
sus pelotas con fuerza en su puño.
Sus manos estaban a los costados y ella no podía dejar de notar que
sus dedos se movían nerviosamente, probablemente porque quería
hundirlos en su cabello y follarle la cara.
Cosa que no le dejaría hacer.
No. Ella dirigiría este baile.
Soltó su polla con un sonido húmedo, luego hundió los dientes en la
parte superior de su muslo, haciéndolo sacudirse por la sorpresa.
Ella se puso de pie, sin soltarle las pelotas, y se encontró con su
mirada oscura.
—¿Te gusta que te obliguen a hacerlo? —Sus vaqueros todavía
estaban empujados hasta la mitad de sus muslos y le impedían
moverse demasiado.
—Si eso significa que vas a montar mi polla, entonces sí.
—Eso es lo que significa —confirmó—. ¿Cuánto tiempo tenemos?
—No mucho, así que haz lo que tengas que hacer.
—¿Eso es una orden?
Dudó un momento y luego dijo:
—No, una sugerencia.
—Buena respuesta—ronroneó ella—. Aprendes rápido.
—No soy estúpido.
Ella lo miró durante unos segundos y finalmente le soltó las pelotas.
—No, no lo eres. Debería hacerte caer de rodillas y comerme.
Antes de que ella pudiera detenerlo, él hizo exactamente eso. Estaba
de rodillas, con los vaqueros todavía apretados alrededor de sus
muslos. La agarró por las caderas y la atrajo bruscamente hacia
adelante, empujando su cara contra su coño. La punta de su lengua se
movió salvajemente sobre su clítoris.
Era bueno con los dedos, pero definitivamente era mejor con la
lengua. Separó las piernas en una postura similar a la que había
usado para disparar antes y lo dejó hacer lo suyo, lo dejó tomar el
control, solo por unos momentos.
Disfrutaba de sus habilidades y no le costaría mucho correrse con lo
que él le estaba haciendo. Metió la mano debajo de su chaleco y le
pellizcó los dos anillos de los pezones a través de la camiseta. Sus
lametones se volvieron más intensos hasta que jadeó cuando ella le
retorció los pezones lo más fuerte que pudo. Entonces él chupó su
clítoris con fiereza y raspó el sensible nudo los dientes.
Quería gritar, pero se contuvo. No quería que él supiera cuánto la
afectaba. Quería que trabajara duro para conseguirlo.
El resultado final no sólo le daría más satisfacción a ella sino también
a él.
Ya sea que lo supiera o no.
Echó la cabeza hacia atrás y el aire se le escapó a toda prisa mientras
un orgasmo la invadía. Entonces él se levantó y se alejó, la agarró por
los muslos con los brazos, se giró, empujándola contra la pared y, con
una embestida, ya estaba dentro de ella.
Él le levantó las piernas y las colocó alrededor de su cintura para
poder embestirla sin descanso. Cada embestida le arrancaba un
gruñido a él y un jadeo a ella.
Ella necesitaba tener el control.
Ella necesitaba tener el control.
Pero, oh, joder, esto se sentía tan jodidamente bien. No solo dejar que
él tomara el control, sino lo que estaba haciendo. Mostrarle lo que él
quería, no ella.
Tomar lo que él quería, no ella.
Él presionó su cara contra su cuello y su cálido aliento golpeó contra
su piel caliente.
Un pensamiento se arremolinaba en su cerebro... No podía cederle ni
un centímetro porque si lo hacía, él lo querría cada vez.
Y ella no estaba preparada para eso.
No. Necesitaba permanecer arriba. Necesitaba conservar el poder,
tomar el control de la situación.
No él.
No Dex.
Cerró los ojos y lo permitió de todos modos, en contra de su mejor
criterio. Envolvió los brazos alrededor de sus hombros y lo alentó
clavándole los talones en la parte posterior de los muslos. Las
palabras salían a borbotones de su boca, y ella aún no estaba lista
para dejarse ir.
Aún no.
Por un momento le permitió tener ese control que tanto amaba, ese
control que necesitaba para mantener su vida en orden y
encaminada.
Sus muslos apretaron sus caderas con más fuerza, sus uñas se
clavaron en el cuero y arañaron las zonas de la parte posterior de su
cut. Hasta que ya no pudo aguantar más.
Se corrió. Rápido. Fuerte. Pero él la sostuvo.
Él se corrió al mismo tiempo, la embistió, se restregó contra ella,
derramándose profundamente en su interior.
Llenándola de Dex.
Dex. Ese motero. Ese hombre al que nunca esperó conocer.
El único capaz de lograr que cediera el control.
¿Por qué él? ¿Por qué ahora?
Él se quedó inmóvil, pero la mantuvo atrapada contra la pared. Su
respiración era agitada y su pecho subía y bajaba.
Su boca contra su oreja.
—Joder, bebé. Joder.
Sí, eso lo resumía todo.
Tenía que renunciar a esta búsqueda, a este deseo de encontrar al
hombre cuyo ADN portaba.
Tenía que salir corriendo de Shadow Valley. Ahora.
Antes de perderse.
Capítulo 7
***
Dex se paseaba por la abarrotada sala de espera de maternidad.
Miró su teléfono por centésima vez. Había llamado a Brooke dos
veces y había dejado mensajes en ambas ocasiones. También le había
enviado un mensaje de texto.
Que le den, fueron más bien tres veces.
Pero eso era todo lo que iba a hacer. No iba a rogarle que volviera con
él.
Soltó un suspiro y se frotó la barba incipiente con la mano. Intentaba
ser... amable y decirle por qué no se presentaría a su fiesta nocturna de
sexo. Intentaba hacerle saber que no la estaba ignorando sin ningún
buen motivo.
Su mirada rebotó por toda la habitación y se posó en Ace, que
caminaba de un lado a otro frente a los ascensores. La tía de Dex,
Janice, estaba parada en una de las esquinas de la habitación con
algunas de las otras mujeres del DAMC. La madre de Dex, Allie, y su
hermana y la madre de Kelsea, Annie, también estaban en ese grupo.
Dex observó a Kelsea desde el otro lado de la habitación. Era la única
rubia de ojos azules de la familia Dougherty. El resto tenía el cabello
y los ojos oscuros. Bueno, excepto Ivy, que era pelirroja de ojos
verdes. Pero eso venía del lado paterno, según había dicho su madre.
Pero el cabello rubio y los ojos azules no encajaban. Sin embargo,
nadie supo nunca quién era el padre de Kelsea. Su tía Annie había
anunciado un día que iba a tener un bebé y eso fue todo.
Si hubo una discusión sobre quién era el padre entre Ace, Allie y la
abuela de Dex, Lonnie, nunca se había enterado. En ese momento era
demasiado joven para entenderlo o incluso importarle.
Además, su propio padre se había largado antes de que Dex tuviera
la oportunidad de conocerlo, así que las madres solteras en su familia
no eran nada nuevo. O incluso extraño.
Ace había asumido el papel de la figura paterna para todos ellos.
También se había convertido en el jefe de la familia Dougherty tan
pronto como Doc fue a prisión por asesinato.
Pero ahora su tío se estaba convirtiendo en abuelo por primera vez.
Dex se dirigió al tesorero del club.
—Tendrás que acostumbrarte a esto—le dijo Dex.
—Lo sé —se quejó Ace, pero siguió caminando.
—Kiki e Ivy también te darán nietos pronto.
—Lo sé—murmuró.
—Janice estará en el paraíso de los cerdos.
Ace se detuvo en seco y miró a Dex.
—Ya lo estaba cuando nació Baby Z.
—Es cierto, pero Zeke no es de la misma sangre.
—Nos da igual.
Dex asintió.
—Cierto. Seguimos siendo familia. Pero no es lo mismo.
Zak se les unió, llevando a Zeke en su cadera.
—¿Estás nervioso, abuelo?
Ace extendió los brazos y tomó al bebé del presidente del club. Le
hizo muecas a Zeke, lo que provocó que el niño se riera.
—Sí. No por convertirme en abuelo. Tengo algo de práctica con este
pequeñito. Solo quiero asegurarme de que Jewelee esté bien y que el
bebé esté sano.
—Jewelee es demasiado terca como para dejar que el nacimiento de
un niño la afecte—dijo Z.
—Es el hijo de Diesel—les recordó Ace.
Dex y Z se rieron.
—Cierto. —Z negó con la cabeza—. El chico va a ser un cabrón
testarudo.
—¿D está en la habitación donde está sacando al niño?—preguntó
Dex.
Ace frunció los labios.
—No lo sé. Más vale que esté. Si no, Jewelee nunca dejará que lo
olvide.
—Si ella está sufriendo, él tiene que sufrir—dijo Z con total
naturalidad.
Ace resopló.
—Como hiciste con Sophie.
—Sophie no es tan testaruda como Jewel. —Z se puso serio y se
volvió hacia Dex—. Hablando de testarudas, ¿has estado
manteniendo ocupada a Brooke?
—Seh, pero me reuní con D antes, cuando Jewel rompió aguas.
Necesitas programar una reunión con el Comité Ejecutivo. Obtuvo
los resultados y tenemos que hablar de otro asunto.
—¿Podemos hacerlo ahora que estamos reunidos en un mismo lugar?
—preguntó Zak—. Quién sabe cuánto tiempo pasará antes de que el
hijo de D decida hacer acto de presencia.
—¿Te dijo que iba a tener un niño?—preguntó Hawk mientras se
interponía entre Ace y Z—. No pensé que quisieran saber el sexo. —
Hawk bajó la cabeza y levantó una mano—. Espera. Quiero decir que
Jewel no quería saber el sexo. D todavía niega que haya un pequeño
humano en su puta barriga. —Se inclinó hacia delante, agarró a Zeke
de los brazos de Ace y lo levantó por encima de su cabeza—. Lo
siento, niño, no quise maldecir delante de ti.
Zeke se rio cuando Hawk lo dejó caer de repente y lo hizo volar como
un avión en un círculo con efectos de sonido y todo.
—No, aún no lo saben—confirmó Ace.
—Entonces, ¿qué hay de esa reunión? —empezó Dex—. ¿No
necesitamos a D? Está un poco ocupado ahora mismo.
—Como capitán de ruta, Jag puede votar en su lugar. Si necesitamos
una votación —respondió Z.
Dex asintió.
—Creo que vamos a necesitar una votación.
—Mierda—masculló Z.
—Seh, aunque eso no es ni la mitad —le advirtió Dex. Se dio la vuelta
y buscó a Jag—. ¡Jag!
Jag estaba sentado en una de las sillas de la sala de espera con Ivy en
su regazo. Ivy estaba hablando con Bella, que también estaba
acurrucada en el regazo de Axel en la silla de al lado.
Entonces se dio cuenta de lo felices que estaban sus hermanas. Ivy
finalmente se había establecido con Jag, quien adoraba el suelo que
pisaba. Bella se había permitido amar a Axel libremente. Y el
hermano de Z también adoraba todo lo relacionado con la hermana
de Dex.
Se alegraba de no tener que patearle el culo a nadie en nombre de sus
hermanas. Sin embargo, Diesel le había dado un puñetazo que había
dejado inconsciente a Axel cuando atrapó al policía en la cama de
Bella una noche.
Diesel tendía a ser más protector con Bella que Dex, pero todos
habían sido criados en la misma granja y eran más hermanos que
primos.
Jag se acercó.
—¿Qué pasa, hermano?
—Tendremos una reunión rápida. Si necesitamos una votación, tu
voto contará, ya que D está ocupado—le dijo Hawk. Normalmente,
como capitán de ruta, el voto de Jag no contaba a menos que faltara
otro miembro del Comité Ejecutivo.
—¿Se trata de Brooke?—preguntó Jag, mirando a Dex.
—Sí—gruñó Dex.
Jag miró a su alrededor y vio que la sala estaba llena de gente.
—¿Lo haremos aquí mismo?
—No, no —respondió Z—. Necesitamos un lugar lejos de todo el
mundo.
—Estoy de acuerdo—dijo Hawk—. Sobre todo si esto va a resultar
como creo.
—¿Cafetería?—sugirió Z.
—O afuera—dijo Ace.
—Adonde sea —gruñó Z. Levantó la cabeza y le gritó a Sophie—.
Cariño, ven a buscar a mi hijo.
Sophie se tomó su tiempo para acercarse y agarrar a Zeke. No era de
las que saltaban cuando Z gritaba “salta”. Pero entonces, Dex miró
alrededor de la habitación y vio que ninguna de las mujeres del
DAMC lo hacía.
Mierda, Brooke encajaría a la perfección con ellas. Todas eran mujeres
testarudas, fuertes e independientes. Incluso las que no tenían sangre
DAMC corriendo por sus venas. Kiki, Sophie e incluso Emma.
Era una verdadera lástima que Brooke fuera la hija de Pierce. Volvió
a mirar a Kelsea y frunció el ceño.
Pierce se había arraigado en este club más profundamente de lo que
había imaginado.
—Tenemos que tener una reunión rápida—le dijo el presidente del
club a su esposa—. Voy a bajar. Envíame un mensaje si el nuevo
miembro del DAMC llega al mundo antes de que regresemos.
—Hablé con una de las enfermeras. Parece que el parto será más
largo que el mío—dijo Sophie.
—¿Dijo si D todavía está de pie?—preguntó Z con una sonrisa.
—La enfermera es un hombre. Y no pregunté. —Aceptó a su hijo de
manos de Hawk y le dio un beso en la mejilla a Z—. Si estáis
hablando de asuntos del club en medio de todo esto, espero que no
sean malas noticias.
Como sabía que no obtendría respuesta, suspiró y se alejó, haciendo
pedorretas en la mejilla de su hijo.
—Vamos —dijo Ace—. Quiero volver aquí lo antes posible.
—Estoy de acuerdo. No puedo esperar a conocer a mi sobrino—dijo
Hawk.
Diez minutos después, estaban reunidos alrededor de una mesa en
un rincón oscuro de la cafetería con vasos desechables de café de
mala calidad frente a ellos.
—D debería estar aquí porque recibió los resultados. Pero no importa,
no es nada bueno—empezó Dex.
—Ya puedo adivinar que Pierce es el padre de Brooke—murmuró
Hawk.
—Correcto. Pero como dije, eso no es todo. —Todas las miradas se
dirigieron hacia Dex—. Hay otro pequeño inconveniente con el que
tendremos que lidiar si le quitamos los colores a ese cabrón.
—¿Qué?—preguntó Z.
Dex hizo una mueca.
—Ella no sabe...
—¿Quién no sabe qué? —preguntó Ace, inclinándose hacia delante,
con los hombros tensos y los ojos fijos en Dex.
—Kelsea.
Ace golpeó la mesa con la mano y los vasos de café saltaron.
—¿Qué pasa con ella?
Dex inhaló profundamente y se preparó porque tenía la sensación de
que al menos Ace y tal vez incluso Hawk podrían estallar de ira ante
la noticia sobre su prima.
—Kels también es la hija de Pierce.
Al principio, el silencio fue total. Entonces Ace se puso de pie de un
salto.
—¡Maldito hijo de puta! —gritó tan fuerte que podría despegar la
pintura de las paredes. Su rostro se puso con motas rojas.
—Siéntate antes de que te dé un puto ataque al corazón, papá—dijo
Hawk con las fosas nasales dilatadas.
Menos mal que era tarde y la cocina de la cafetería estaba cerrada.
Eran los únicos que estaban allí, a excepción de un hombre que
estaba sentado en un rincón bebiendo su propio café. Dex no lo culpó
cuando se levantó rápidamente y se fue después del arrebato de Ace.
—¡Dios mío!—murmuró Z—. Eso sí que es una mierda. ¿Pierce violó
a Annie?
Ace que se estaba volviendo a sentar cuando Z preguntó eso, se puso
de pie de golpe, con todo su cuerpo temblando.
—Voy a matar a ese maldito hijo de puta. Con mis propias manos.
Hawk agarró el brazo de su padre y tiró de él.
—¡Siéntate! Nadie va a matar a nadie ahora mismo. Tienes un nieto
en camino. Vamos a ocuparnos de esto.
—No sé la respuesta —admitió Dex—. Pero no tendría sentido. D
podría saber más, ya que se enteró por la propia Annie. Él lo
confirmó con una prueba de ADN mientras Hunter estaba haciendo
las pruebas a Brooke y Pierce.
—Sí, no tendría sentido que ella siguiera trabajando a tiempo parcial
en la armería si él lo hubiera hecho. Nadie querría trabajar al lado de
su violador—coincidió Hawk.
—Voy a cortarle sus jodidas pelotas y metérselas por la garganta —
masculló Ace, recostándose finalmente en su silla.
—Tiene sentido por qué le estaba dando a Kelsea y a ese Dark
Knights una mirada de desaprobación cuando estaban bailando en
mi boda—dijo Z.
Dex negó con la cabeza.
—No lo tiene. La cuestión es la siguiente… D dijo que ninguno de los
dos lo sabe.
—¿Qué? —preguntó Jag, con las cejas casi pegadas al nacimiento del
pelo—. ¿Cómo pudo Annie ocultárselo?
—Si Pierce te dejara embarazada, ¿se lo dirías? ¿Y luego dejarías que
él criara a tu hija? Joder, yo no lo haría—respondió Dex.
Hawk gruñó a su lado.
—No gastó ni un solo centavo para ayudar a criarla —se quejó Ace—.
Ni uno solo. Salió impune. Cabrón.
—Annie debe haber tenido sus razones para ocultárselo. Y a ti, Ace. A
todos nosotros. Mierda, incluso a su propia hija —dijo Jag.
—Que Pierce sea el padre de Kelsea no es suficiente motivo para
despojarlo de sus colores—les recordó Hawk a todos.
—No, pero violar a una mujer sí—le dijo Dex a Hawk—. Aunque no
sé cómo estar seguro de eso.
—¿Tenemos que estar seguros? —preguntó Jag—. ¿O podemos
patearle el culo como quiero hacer desde hace un tiempo?
Hawk consideró lo que dijo Jag.
—¿Solo por sospecha? Supongo que sí. Pero todo el club debe votar al
respecto. Y si lo que dice Brooke es cierto, puedo decirte... —Se quedó
en silencio y luego bajó la voz—. Va a ser algo más que simplemente
quitarle los colores, hermano. Tenemos tolerancia cero con esa
mierda. Cero.
Jag se recostó en su silla con expresión satisfecha.
—Ninguna puta pérdida.
—No sé cómo se va a tomar Kels el hecho de descubrir que su padre
es Pierce y un segundo después que él tiene prohibido entrar al club
—dijo Ace.
—Prohibido—ladró Hawk y se echó a reír, sacudiendo la cabeza.
Ace continuó, ignorando a su hijo mayor.
—A eso hay que sumarle el descubrimiento de que podría haber
violado a una mujer. Y por eso, tiene una hermana.
Z se encogió de hombros.
—No tienes que decírselo.
—Sí, pero Brooke es su hermana de sangre —le recordó Dex—.
Aunque solo compartan la mitad de la sangre tóxica de Pierce, siguen
siendo hermanas. ¿De verdad queremos mantener a las hermanas
separadas?
—¡Ni siquiera se conocen, Dex! —gritó Ace y volvió a golpear la mesa
con la mano—. Todo este maldito drama. No necesitamos que este
club se destruya por una mierda de este tipo. Todo por lo que hemos
trabajado tan duro. Pierce es como un maldito cáncer. Tenemos que
cortarlo de raíz. Que no se enteren las dos chicas. Que desaparezca.
Lo que sea. Solo tiene que irse. Quitarle nuestros colores de la puta
espalda mientras estamos en ello.
Hawk dejó escapar un suspiro fuerte, se recostó en la silla y se pasó
una mano por el mohawk.
—Joder, papá. Sé que estás furioso. Yo también estoy cabreado. Pero
tenemos que lidiar con esta mierda con mucho cuidado. Estas
mujeres son fuertes —miró a Dex—. Pueden lidiar con más mierda de
la que crees.
Dex asintió con la cabeza. Brooke definitivamente era fuerte. Lo sabía
por el poco tiempo que había pasado con ella.
—Yo crié a Kelsea como si fuera mía, Hawk. —Ace se dio un par de
palmadas en el pecho—. Yo. Yo lo hice todo. Las apoyé, a ella, a su
madre—volvió la mirada hacia Dex—, a tu madre y a vosotros, hijos,
también. Yo lo hice. No ese cabrón. Tampoco tu puto padre, Dex.
Hawk miró preocupado a su padre.
—Tienes que calmarte, papá. No tienes por qué acabar en una cama
de hospital. El club ayudó económicamente. Tienes que recordarlo.
De alguna manera, Pierce apoyó a Kels. Y Annie no le dio la
oportunidad de dar un paso al frente.
Ace frunció el ceño a su hijo mayor.
—¿Lo estás defendiendo?
Hawk levantó las palmas de las manos.
—Joder, no. Solo intento evitar que se te reviente un vaso sanguíneo.
Ese cabrón se merece todo lo que le va a pasar.
Ace resopló y se recostó en su asiento. Respiró lentamente unas
cuantas veces hasta que su color normal comenzó a regresar.
—De alguna manera tengo que manejar esto con estas mujeres. Pierce
es la parte fácil. Brooke—Ace sacudió la cabeza y miró a Dex—. Esa
mujer no es mi preocupación, pero Kels sí.
Esa mujer.
—Creo que Brooke debería ser nuestra preocupación. Llevaba
nuestros colores cuando violó a su madre.
—Y tampoco lo estoy defendiendo, pero estás creyendo en la palabra
de ella—dijo Z.
Dex apretó la mandíbula.
—Dice que está en el diario de su madre que encontró.
—¿Lo dice con todas las letras?—dijo Jag, inclinándose hacia delante,
con los ojos oscuros.
Dex negó con la cabeza.
—No sé. Le dije que quería leerlo, pero todavía no me ha dejado. Ni
siquiera estoy seguro de si lo tiene con ella. —Volvió la mirada hacia
Ace—. Creo que tú también deberías leerlo, por si necesitamos
aclarar algo, dado que estabas por allí en esa época.
Ace lo miró fijamente, con los labios apretados.
—Ya es bastante malo que todavía estemos lidiando con estos
malditos Warriors después de todas estas décadas, y ahora también
con esto.
—No podemos superar el pasado—masculló Jag.
—D se está ocupando de los Warriors. Va lento, pero va bien —dijo
Hawk en voz baja—. Si arreglamos esta mierda, el pasado podrá
quedarse donde pertenece.
—Eso espero—masculló Ace.
—Ahora mismo, el futuro está a punto de unirse a nosotros arriba.
Tenemos que regresar allí por D y Jewel —dijo Z, pasándose los
dedos por el pelo—. Zeke, el hijo de D, tu hijo, Hawk, e incluso tal
vez el tuyo, Jag, si es un niño. El futuro está encima de nosotros.
Tenemos que asegurarnos de que nuestra mierda esté limpia para
todos ellos. Asegurarnos de que este club siga vivo como imaginé que
lo haría. ¿Me habéis entendido?
—Aún no hemos decidido qué haremos con las chicas—le recordó
Ace a Z.
El presidente del club golpeó la mesa con los nudillos mientras
pensaba.
—Crow no está aquí con nosotros, pero sé exactamente lo que diría
ese hermano...—dijo después de unos minutos.
Hawk asintió y terminó por él.
—Las chicas son de la misma sangre. Necesitan saberlo.
—Sí —dijo Dex en voz baja—. Supongo que puedo decírselo a
Brooke, pero no estoy seguro de qué va a hacer ni de cómo va a
actuar.
—Probablemente querrá confrontarlo—dijo Jag.
—Sí, eso es lo que me da miedo. Es una profesional disparando con
esa Sig que tiene.
Hawk resopló.
—Bueno, si ella lo liquida, entonces ya no será nuestro problema.
Dex frunció el ceño.
—Seh, y ella termina en una celda por asesinato a sangre fría.
Hawk arqueó una ceja.
—¿Te importa?
¿Le importaba? ¿Podía verla como algo más que un polvo rápido y
caliente, de las últimas dos noches? Dex miró a su primo durante un
largo minuto. Que me den.
—Sí, me importa.
Los labios de Hawk se crisparon y le dio un golpe a Dex en la
espalda.
—Bienvenido al maldito club.
—Mierda. —Dex negó con la cabeza—. Era el único que quedaba en
el comité con las pelotas intactas.
—Hermano, perdiste tus pelotas cuando te pusieron esos anillos en
los pezones—dijo Hawk.
—Eso es verdad—convino Z, y volvió rápidamente al tema—.
Encontraremos una oportunidad para que las chicas se conozcan y le
daremos la noticia a Kels. Partiremos de ahí. Una vez que D se haya
instalado con el bebé, nos ocuparemos de lo de Pierce. ¿Vale?
De la mesa surgió un “Seh” como respuesta.
Z miró a Ace.
—Supongo que también tendrás que encargarte de Annie. Prepárala
para la mierda que está a punto de caer.
—Mierda—masculló Ace.
—Lo que no nos mata nos hace más fuertes, ¿verdad?—preguntó Jag.
—Cierto—dijo Dex.
—Muy bien, es hora de volver arriba. Estoy listo para conocer a mi
nieto —dijo Ace.
—¡Down an’ dirty... —empezó Z en voz alta.
—Til dead!—gritaron en respuesta, al tiempo que golpeaban la mesa
con los puños.
Después todos volvieron al piso de arriba para esperar al miembro
más nuevo de la próxima generación del DAMC.
Capítulo 8
***
Dex estaba de pie junto a su hermana. La cabeza de ella estaba
apoyada sobre el escritorio, los brazos usados como almohadas y
roncaba levemente.
Él estaba igual. Las dos horas de sueño que intentó conseguir nunca
llegaron. Dio vueltas y vueltas en la cama, preguntándose adónde
mierda se había ido Brooke y por qué no le respondía.
Tal vez necesitaba contactar a Hunter para ver si podía rastrearla.
Pero eso significaba que recibiría mierdas por perseguir a una mujer.
No solo de sus propios hermanos, sino también de los “Shadows” de
D.
Dejaría eso como último recurso.
En lugar de eso, decidió ver si Ivy podía hacer su magia en la
computadora.
—¡Ivy! —gritó, haciéndola saltar.
Ella levantó la cabeza y le frunció el ceño.
—¿Qué? ¿No ves que estoy durmiendo?
—No dejes que Ace te atrape.
Ella tomó una botella de agua que tenía cerca y bebió un trago.
—No está aquí. Sigue en el hospital.
—Está bien. Sólo digo.
Cuando él respiró profundamente, ella lo miró con los ojos
entrecerrados.
—¿Qué quieres? —preguntó con un tono de suspicacia en la voz.
—Necesito un favor.
— Por supuesto que sí.
—Necesito que hagas algo por mí, pero esto queda entre nosotros,
Ivy.
Se sentó más erguida, más despierta que hacía unos segundos.
—¿Qué?
—Sólo necesito que me encuentres una información.
—¿Sobre quién?
Apoyó la cadera en el borde del escritorio.
—Brooke.
Sus cejas se alzaron.
—¿Qué tipo de información y por qué?
—Necesito su dirección.
—¿Para qué?
—En serio, hermana. Solo necesito sus datos.
Ivy movió el ratón y la pantalla se iluminó. Era una experta con las
computadoras y era lo mejor que podía conseguir en vez de pedir
ayuda a uno de los muchachos de D.
—¿Cuál es su apellido?
Los ojos de Dex se deslizaron hacia un lado.
—Eh...
Ivy le dio una palmada en el muslo.
—Joder, ¿la has estado follando y ni siquiera sabes su apellido?
Ah, joder.
—No... lo sé. Simplemente lo olvidé.
Ivy resopló.
—Mentiroso. —Se dio un golpecito con el dedo en el labio inferior—.
Bien, ¿tienes la matrícula?
—Es PA. No estoy seguro de la información de la placa.
—Dios mío. Tenemos su nombre de pila y un estado. —Lo miró de
reojo—. ¿Su número de teléfono?
—Sí, lo tengo.
—¿Y bien?
Leyó los dígitos de su móvil mientras Ivy los escribía en la
computadora y luego hizo clic con el ratón unas cuantas veces.
Ivy se quedó mirando la pantalla de la computadora.
—Monroe.
—¿Eh?
—Su apellido, tonto. Monroe. Brooke Marilyn Monroe. —Ivy se rio—.
Eso es genial. Casi tan genial como Mick Jagger Jamison.
—Jag, no cree que sea genial —le recordó.
—Sí, bueno...
—Anota su dirección.
—Necesito investigar más para encontrar la dirección exacta.
—Está bien, entonces date prisa, joder.
Ivy empujó el teclado hacia él.
—Hazlo si crees que es tan fácil.
—Vamos, hermana.
Ivy lo miró fijamente por un momento.
—¿Qué le pasa?
—Nada.
—¿Se fue?
Dex miró atentamente a su hermana por un momento, antes de decir:
—Sí.
—¿Y entonces? ¿No puedes encontrar coños en otro lado? —Ivy
levantó una mano—. Estoy hablando de otros lugares que no sean los
culos dulces o las strippers. —Cuando Dex no dijo nada por un
momento, Ivy se sentó en la silla y cruzó los brazos sobre el pecho—.
¿Qué está pasando, Dex?
—Nada. Sólo tengo algo que decirle.
Ivy frunció los labios e inclinó la cabeza.
—¿Por qué tiene que ser en persona?
Una vez más, no respondió.
—¿No puedes llamarla y decírselo?
—Esto no.
Ivy se inclinó hacia delante.
—Joder, ¿quién es su padre?
—Ivy…
—Dex, dime, carajo . ¿Quién violó a su madre?
—Dios —murmuró, pasándose los dedos por el cabello—. Hermana,
vamos a lidiar con eso.
—Dímelo o no te daré una mierda.
—Ivy, tienes que hacer esto por mí. Te prometo que lo sabrás lo antes
posible.
—Esto es una completa mierda, Dex, te lo digo ahora mismo.
¿Alguien está en peligro?
Cuando su hermana dijo “alguien”, estaba bastante seguro de que se
refería sólo a las mujeres.
—No.
—¿Seguro?
Dex contuvo el aliento. Pierce no se atrevería a tocar a una de las
mujeres del DAMC, ¿verdad? Pero ¿podría realmente decirle a su
hermana que estaba seguro de que el imbécil no lo haría?
—Cuanto antes me des la dirección de Brooke, antes podremos
solucionar esto, ¿entiendes?
—Esto es una mierda, Dex. Lo sabes. Tienes que decirnos quién es.
Correcto, y luego ser responsable de que las mujeres se pusieran
justicieras con el culo de Pierce. Lo que llevaría a que Dex fuera
criticado por hablar de asuntos del club con una de ellas. Incluso si se
trataba de su propia hermana y la vieja de Jag.
—Lo sabrás cuando llegue el momento.
Ivy se recogió el pelo largo y rojo en lo alto de la cabeza y dejó
escapar un suspiro.
—Te voy a conseguir su información, pero tienes que prometerme
que me lo dirás lo antes posible.
—Estoy bastante seguro de que Jag te lo dirá.
—Maldito Jag. Él lo sabe, ¿verdad?
Oh, mierda.
—Fue esa reunión que tuvisteis anoche en el hospital—dijo ella con
naturalidad.
—No le des mierda, Ivy. No arruines lo que tenéis solo para obtener
información que ahora mismo no necesitas.
—No estoy arruinando nada. Las mujeres tenemos derecho a saberlo.
—¡Ya lo sabrás! —gritó—. Sólo danos un minuto para solucionarlo.
Ivy lo miró fijamente durante unos largos instantes y luego volvió a
concentrarse en su computadora. Tecleó furiosamente y un par de
minutos después golpeó su mano sobre el escritorio y se sentó
nuevamente. Miró a Dex con sus ojos verdes.
—La tengo.
—Escríbemela, ¿quieres?
Los labios y la mandíbula de Ivy estaban apretados mientras
garabateaba la dirección en una nota adhesiva. Luego se la pegó en la
palma de la mano.
—Ocúpate de esto—dijo.
Dex miró fijamente el pequeño trozo de papel amarillo que tenía en la
mano.
—Lo haré, hermana. Te lo prometo.
Ivy asintió.
—¿Puedes cuidar el fuerte? ¿Llamar a algunos de los trabajadores a
tiempo parcial? —Levantó la nota—. Al parecer, tengo un pequeño
viaje por delante.
—Está bien —resopló—. Haz lo que tengas que hacer.
Se inclinó y le dio un beso en la parte superior del cabello.
—Te amo, hermana. No dejaría que nada les pasara a ti, ni a Jag Jr.
Ella resopló.
—Jag Jr. —Luego suspiró, colocando una mano sobre su vientre
todavía plano.
—¿Estás feliz?
Ivy lo miró con dulzura.
—Sí —susurró—. Ahora te toca a ti.
—No sé nada de eso.
—Yo sí.
Capítulo 9
***
Dex se frotó la mandíbula dolorida y la movió. No volvería a hacer
esa mierda de la mordaza de bola. No estaba seguro de tener límites
hasta anoche, cuando descubrió que los tenía.
Se dio la vuelta y se puso de lado para observar a la mujer que
dormía a su lado. Pasó un dedo por la hendidura de su columna y
luego volvió a subir, frotando su cabello largo y suave entre los
dedos.
Que le den. Dos noches en su casa. En su gran cama. Dos noches
volándole la cabeza.
Ella todavía tenía una marca en el cuello de donde él la había
mordido fuerte el otro día y la recorrió suavemente con la punta del
dedo.
Su teléfono vibró en la mesita de noche y suspiró, se dio la vuelta y,
de mala gana, tomó el móvil.
Presionó el botón de encendido y, cuando se encendió, se desplazó
por los mensajes más recientes. Había ignorado la mayoría de ellos
durante los últimos días y noches, pero estos no podía ignorarlos.
Diesel.
El nuevo padre no parecía contento con la desaparición de Dex.
Necesitamos lidiar con esta mierda.
Necesito tu culo de vuelta aquí.
Se suponía que le darías la noticia, no tu polla.
Consigue lo que necesitamos y vete.
—Mierda—susurró. Se había olvidado por completo del diario. Si
iban a crucificar a Pierce, necesitaban pruebas de lo que había hecho.
No tenían que ser sólidas, pero necesitaban algo.
Despojar al hombre de sus colores era algo serio.
Le respondió al ejecutor del club:
¿Le dijiste a Kels?
No. Necesitamos hechos primero.
Dex asintió para sí mismo. Todavía no podía creer que Pierce no sólo
fuera el padre de su prima, sino también de la mujer que yacía
desnuda a su lado.
Envió un último mensaje.
Consigo el diario y me vuelvo a casa.
Hoy, recibió la orden de una sola palabra. Debía preguntarle a D
sobre la bebé, pero sabía que su primo no querría hablar de tonterías.
Ni siquiera de su propia hija.
Se dio la vuelta sobre su espalda una vez más y se dio cuenta de que
Brooke no sólo estaba despierta, sino que lo estaba mirando.
—¿Malas noticias?
—No. Tengo que volver pronto. —La observó atentamente para ver si
mostraba alguna decepción ante su anuncio.
No. Al parecer, él era el único que se sentía decepcionado.
—Está bien. También tengo que volver a trabajar. No estoy haciendo
mucho todo el tiempo desnuda y solo saliendo de la cama el tiempo
suficiente para ducharme y comer.
Ella se inclinó y le besó el hombro. Antes de que pudiera alejarse, él le
rodeó la nuca con los dedos y le apretó la mejilla contra él,
abrazándola fuerte.
—Bebé... —murmuró, sin saber qué pasaría una vez que se fuera.
¿Seguiría con sus asuntos y se olvidaría de él por completo?
Quería quitarse el dolor del pecho frotándose la piel, una sensación
que no reconocía.
Ella le puso una mano en el estómago y se acurrucó más cerca con un
suspiro. Su piel era suave y cálida contra él, su cabello suave al rozar
su mejilla y su pecho.
Enterró la nariz en su pelo e inhaló. Pensaba que nunca olvidaría ese
aroma. Siempre le recordaría a ella y al poco tiempo que habían
pasado juntos.
Una cosa era segura… nunca volvería a ver el sexo de la misma
manera. ¡Joder, no! Ella le había abierto los ojos a mierdas que nunca,
jamás, pensó que le gustarían.
Pero el problema era que no podía verse haciéndolas con nadie más.
Cerró los ojos y dejó escapar un suspiro al pensar en subirse a su sled
y dirigirse hacia el oeste una vez más. Necesitaba ir a casa.
Porque Harrisburg no lo era.
También necesitaba conseguir ese diario primero. Necesitaba leer lo
que Brooke había leído. Ver la mierda por sí mismo.
Después el Comité tendría que tomar medidas. O bien dejar de lado
estas acusaciones porque Brooke había interpretado algo en las
palabras de su madre que tal vez no fuera cierto. O eliminar el cáncer
de su club.
Pero una cosa era segura, dudaba que Brooke le entregara el diario de
su difunta madre sin más. Y no tenía ni puta idea de dónde estaba.
Dudaba que pudiera pedírselo y que ella se lo diera voluntariamente
para que se lo llevara a Shadow Valley.
Sin embargo, podría dejárselo leer ya que ya lo habían discutido
antes.
Le pasó los dedos por el pelo.
—El otro día me preguntaste qué valor tiene mi palabra. Te lo digo
ahora, mi palabra para ti vale todo. Debes saber que hemos estado
evitando hablar de Pierce y tenemos que hablar de ello antes de que
me vaya. Prometo que nos ocuparemos de eso... con él.
—Espero que sí.
—Planeamos hacerlo. Solo tienes que confiar en mí. Confiar en que
haremos lo correcto. —Dudó—. Pero necesito que hagas algo por mí.
Ella lo miró con sus ojos azules y él se quedó sin aliento. Se armó de
valor para enfrentarse a la extraña sensación que lo atravesó. Una que
no podía identificar. O tal vez una que no quería identificar.
—¿Qué?—preguntó suavemente.
—Necesito ver el diario de tu madre.
Ella no dijo nada durante un largo rato, en lugar de eso su mirada se
dirigió a otro lugar de la habitación.
—Necesito leer la parte que es importante, no todo—dijo él después
de un rato.
—¿No me crees?
—Te creo, bebé. Solo necesito poder decir que lo que leíste es lo
mismo que yo leí. Él no podrá enfrentarse a su acusadora, así que
quiero estar seguro.
—¿Qué harás con él si te muestro su diario y aceptas que lo que leí
realmente sucedió?
No le iba a gustar su respuesta, pero era necesario decirlo.
—Eso es asunto del club, bebé.
Ella levantó la cabeza.
—También es asunto mío, Dex. Si lo que dijo mi madre es cierto... —
Sacudió la cabeza—. Soy el resultado de sus acciones. Sus acciones
cambiaron la vida de mi madre y me trajeron al mundo. Su sangre
corre por mis venas. Y sé que en tu club todo es sobre lealtad y
sangre.
—Lo es.
—Quizás debería tener la oportunidad de enfrentarlo. Hacer que me
mire a los ojos y me diga la verdad.
—No te va a decir la verdad. No va a admitir nada.
—¿Estás seguro de eso?
No, no estaba seguro. Y si fuera él, Dex también querría enfrentarse al
violador de su madre. Pero la mujer era letal con un arma y no le
sorprendería que le pegara un tiro entre los putos ojos.
No importaba lo que pasara, sentía la necesidad de proteger a Brooke
y no podía decírselo. Joder, no. Eso la enojaría más que una gata
salvaje cabreada.
—Entiéndelo. Tengo que leerlo.
Ella arqueó una ceja.
—¿Es eso una orden?
—No. Un “por favor” y un “gracias” estaban al principio y al final de
la pregunta.
—Seguro que no, y no fue una pregunta.
—Yo la escuché. Necesitas limpiarte los oídos.
Brooke resopló.
—¿Recuerdas la mordaza que tenías en la boca anoche?
Dex la miró de reojo, se puso los dedos en la mandíbula y volvió a
moverla. Sí, todavía le dolía.
—Joder, sí.
—No te gustó, ¿verdad?
—Me jodidamente encantó.
Ella sonrió y le pellizcó el pezón.
—Mentiroso.
Con un suspiro, ella se apartó de él y se levantó de la cama. Él la
observó todo el tiempo porque... mierda, estaba desnuda.
Y su cuerpo estaba jodidamente caliente.
Y también su coño. Y esas tetas.
Mierda.
¿Cómo diablos salía de allí hoy?
Él levantó la cabeza y gimió cuando ella se inclinó para sacar algo de
un cajón inferior de la cómoda, con el culo y todo lo demás
apuntando hacia la cama.
Su mano se dirigió automáticamente a su polla, pero cuando ella se
enderezó y se giró, él la soltó rápidamente, dándole una sonrisa
inocente.
—¿Te estabas tocando?
—No.
Ella sacudió la cabeza y arrojó lo que tenía en la mano sobre el
colchón. Él se quedó mirando el pequeño libro de tapa dura. Estaba
claro de qué se trataba porque en la portada estaba grabado en letras
doradas la palabra «Diario».
Bien, maldita sea.
Ella se movió alrededor de la cama y agarró la bata que colgaba
detrás de la puerta del baño, la deslizó sobre sus hombros y sacó el
cabello de debajo de ésta.
—Voy a preparar el desayuno—dijo por encima del hombro mientras
se dirigía a la puerta del dormitorio.
—¿No quieres estar aquí cuando lo lea?
Ella negó con la cabeza, pero no lo miró.
—No puedo. Otra vez no. Solo vuelve a ponerlo en el cajón cuando
hayas terminado... por favor.
—Sí—gruñó él, esperando a que ella se fuera antes de deslizar los
dedos sobre la tapa. Cuando oyó a Brooke alejarse por el pasillo,
agarró el diario y lo hojeó.
Sólo quería leer la parte que pertenecía a Pierce y no tenía idea de
dónde estaba en el diario.
Mientras hojeaba el diario, se dio cuenta de que estaba vacío. Cerró la
tapa y comenzó de nuevo, más lento esta vez.
La escritura cursiva llenaba la primera página, tanto la delantera
como la trasera, lo mismo la segunda, la tercera, luego la cuarta... y
eso era todo.
Cuatro páginas.
En todo el puto diario.
Cerró los ojos, respiró profundamente, volvió al principio y comenzó
a leer...
Capítulo 11
J
— oder—murmuró Dex. Se frotó la cara con las manos y quería
gritar. En lugar de eso, se levantó de la cama y fue a buscar el diario
que había tirado al otro lado de la habitación.
Cuatro malditas páginas.
Cuatro.
El cabrón tenía que morir. Quitarle los colores de la espalda no era
suficiente.
A primera vista, las palabras podrían haber sido interpretadas como
que la madre de Brooke había tenido una aventura. Ella se culpaba a
sí misma una y otra vez en esas cuatro páginas.
Pero cuando leías entre líneas, todo lo que su madre había escrito
tenía un significado más profundo. Y él lo leyó dos veces para
asegurarse de que no estaba equivocado.
No lo estaba.
Aunque no lo mencionaba por su nombre, el ADN demostró que no
había forma de que fuera alguien más que Pierce. Mierda, tal vez su
madre ni siquiera sabía su nombre.
Pierce era el padre de Brooke. Eso había quedado demostrado.
Y Pierce era el violador de la madre de Brooke.
Eso también lo demostraba la última línea de la cuarta página,
añadida meses después de la entrada original.
Mi dulce e inocente niña nunca debería sentirse agobiada por las acciones de
su padre.
Dex tomó el diario y lo miró fijamente. Había cosas mencionadas que
él reconocía y Brooke no. Y había cosas mencionadas, como una
fiesta, que Ace o Grizz podrían recordar. Tal vez si alguno de ellos lo
leyera...
Joder, estaba seguro de que ella no le dejaría llevarse el diario, pero
necesitaba las pruebas para que los miembros pudieran votar sobre
dar de baja a Pierce del DAMC.
Rápida y de manera permanente.
Esas páginas condenatorias, junto con los resultados del ADN, eran
pruebas más que suficientes, pero él las necesitaba. Miró hacia la
puerta abierta del dormitorio y escuchó con atención para asegurarse
de que Brooke todavía estuviera ocupada en la cocina.
Podía escucharla haciendo ruido con algo. Una olla, una sartén, un
plato.
Bajó la mirada hacia el diario y dejó escapar un suspiro.
—Jooooodeeeeer—gruñó. Abrió el diario y arrancó las cuatro
páginas. Rápidamente agarró su cut que estaba tirado sobre la silla,
dobló las páginas y las deslizó por una ranura hecha en el forro.
Luego se apresuró a volver a la cómoda, abrió el cajón y metió el
diario debajo de unas prendas dobladas.
Su corazón latía con fuerza. Si... joder, cuando ella descubriera que
había robado esas páginas, tal vez nunca lo perdonaría.
Pero era necesario hacerlo.
Su lealtad estaba primero con el club, no con Brooke.
Con otra mirada hacia la puerta, se recordó una vez más que el club
estaba primero, no Brooke...
Se oyó un golpe que parecía provenir de la puerta principal. Era tan
fuerte que lo oyó fácilmente desde donde estaba, en la parte trasera
de la casa.
¿Qué carajo? ¿Diesel había venido a buscarlo?
Dex buscó sus vaqueros en el suelo y los encontró en una pila con el
resto de su ropa. Los sacó de debajo de sus botas y se los puso
mientras escuchaba a Brooke murmurar para sí misma.
—¿Esperabas a alguien? —gritó Dex.
—No. ¿Y tú?
—No—murmuró Dex para sí mismo mientras buscaba el cuchillo en
el bolsillo trasero. Levantó la cabeza de golpe cuando oyó el eco de su
voz en el techo alto del vestíbulo.
—¡No abras la puerta hasta que llegue!—gritó.
—¿Por qué? Yo…
La mujer nunca escuchaba...
La puerta se cerró de golpe y su corazón dio un vuelco cuando la
escuchó llamarlo.
—¿Dex?
El temblor evidente en su voz no era normal. Esta mujer no tenía
miedo de nada. Se quedó paralizado y la sangre le atravesó el cuerpo
mientras miraba alrededor de la habitación. No tenía idea de dónde
guardaba su Sig. Debería haberle preguntado.
Mierda.
Contuvo la respiración por un segundo, escuchando.
Pero no oyó nada. De hecho, había demasiado silencio.
—Dex —repitió ella. Definitivamente no era normal, pero esta vez
estaba más controlada.
Respiró profundamente, miró con cuidado el pasillo, que estaba
despejado, y corrió por él. Cuando dobló la esquina para dirigirse
hacia el frente de la casa, la punta de una pistola estaba clavada en su
sien.
—Ve despacio y con calma, cabrón. No intentes agarrar ninguna
mierda—dijo una voz masculina ronca.
Maldito hijo de puta.
Tan lento como pudo, giró la cabeza lo suficiente para ver quién
sostenía el arma.
—Manos atrás de tu puta cabeza.
Cuando no se movió lo suficientemente rápido, el Shadow Warrior
volvió a hundir el arma en su sien.
—No es ninguna broma, hijo de puta. Manos atrás de tu puta cabeza.
Ahora.
Levantó lentamente las manos e hizo lo que le indicaron.
—Entrelaza los putos dedos. Seguro que sabes cómo hacerlo—exigió
la voz ronca.
Una vez más, hizo lo que le dijeron porque necesitaba tiempo para
pensar, necesitaba un plan para sacar a Brooke y a él de este maldito
lío. Y necesitaba saber primero si Brooke estaba bien.
También sería útil saber cuántos de esos cabrones Warriors estaban en
su casa. No quería hacer nada estúpido que los pusiera en más
apuros o que mataran a Brooke.
Tenía que mantener la paciencia y la calma, aunque quería arrancarle
la puta garganta a este Warrior.
—Muévete.
—Necesito ver a mi mujer —dijo Dex, intentando sonar más seguro
de lo que estaba. Dependiendo de cuántos Warriors estuvieran en la
casa, podrían estar completamente jodidos.
—Oh, la vas a ver. ¡Muévete!
El Warrior le hundió más el arma en la sien. En cuanto Dex salió del
pasillo hacia la sala de estar, sus ojos se posaron en Brooke.
Se detuvo en seco y el Warrior le gritó:
—¡Sigue moviéndote!
Apretó los dientes y dio unos pasos hacia otro Warrior que sujetaba a
Brooke con fuerza contra él. El motero tenía un brazo alrededor de su
garganta y otro inmovilizándole los brazos en un abrazo de oso. La
espalda de ella estaba pegada a su pecho.
Pero lo más impactante de todo era que los ojos de Brooke no estaban
muy abiertos por el miedo. Joder, no, no lo estaban.
Estaban entrecerrados.
Ella estaba jodidamente cabreada.
Dex tenía la sensación de que pronto los Warriors usarían mordazas
de bolas, pinzas para pezones, jaulas para pollas y tendrían un
enorme tapón anal metido en sus culos, mientras ella sacaba un látigo
y destrozaba la piel de sus espaldas.
Sus bolas se encogieron un poco ante esa imagen.
El Warrior lo empujó hacia adelante, provocando que Dex tropezara
y cayera de rodillas sobre la gruesa alfombra.
—Mantén tus malditas manos detrás de la cabeza, los putos dedos
entrelazados y cruza los tobillos.
Dex lo miró fijamente.
—¿Seguro que no eres un cerdo encubierto?
—De ninguna puta manera—respondió el Warrior que tenía el pelo
entrecano y una barba larga y poblada.
—Sonabas como uno. —Miró fijamente al Warrior que sostenía a
Brooke frente a él como un escudo corporal y le preguntó—. ¿Seguro
que no está encubierto?
El Warrior que estaba de pie frente a él lo apuñaló con la pistola.
—Cállate la puta boca. Te metería una bala en la cabeza ahora mismo
si no te necesitara con vida.
Bueno, gracias a Dios por eso. Él también prefería seguir con vida.
—¿Para qué?
—¿Quiero que mires?
Oh, mierda.
Sus ojos se encontraron con los de Brooke. Ella estaba mirando
fijamente al Warrior que apuntaba a Dex con el arma. Lo miraba
fijamente, como si quisiera arrancarle la tráquea de la garganta.
Su mujer era una puta cabrona.
Sin embargo, cuando ella abrió la boca, él se dio cuenta de que era
una temeraria.
—¿Qué vas a hacer? ¿Violarme? ¿Eso te hará sentir un hombre?
—Cállate, perra—gruñó el Warrior que la sostenía.
—Necesitas que él —Brooke señaló con la barbilla al Warrior que
estaba de pie junto a Dex— te observe mientras lo haces. ¿Necesitas
que otros hombres te observen para ponerte duro?
—¡Cállate la puta boca, perra!
Se dirigió al que tenía a Dex a punta de pistola.
—¿Te gusta ver a otros hombres haciéndolo, chico motero?
El hecho de que ella enfureciera a los Warriors y los presionara de esa
manera no iba a ayudarlos.
El motero de pelo largo y grasiento que sujetaba el cuello de Brooke
apretó el brazo con más fuerza. Parecía drogado con metanfetamina,
lo que podría empeorar mucho las cosas.
—No le hables así a mi Prez.
Dex estaba de acuerdo con esa sugerencia, sin embargo, no iba a ser
él quien callara a Brooke.
La mirada de Dex se deslizó hacia el Warrior que le apuntaba con el
arma. Su parche decía “Presidente”.
Mierda.
¿El equipo de D se estaba deshaciendo de tantos Warriors,
reduciendo sus números lo suficiente como para que el presidente de
su club se estuviera ensuciando las manos?
—¿Cómo coño supisteis que yo estaba aquí? —Había trasladado su
sled al garaje de ella poco después de llegar. No solo porque era
diciembre, sino porque sabía que algunos de esos nómadas cabrones
rondaban por Harrisburg. El lugar donde vivía Brooke no estaba tan
lejos de donde habían atrapado a Slade, así que su sled no podía
haberlos alertado.
—No sé qué hiciste para enojar a tu ex presidente, pero él está duro
por ti.
Dex se puso serio ante las palabras del presidente del MC.
—¿Qué quieres decir?
—Debes haber hecho algo para cabrearlo. ¿Por qué, si no, os
entregaría así a ti y a tu vieja?
Los ojos de Dex se encontraron con los de Brooke de nuevo. Ella no
tenía idea de que su padre y el ex presidente del DAMC eran la
misma persona.
Si ella estaba cabreada ahora...
Pero ¿qué clase de mentira era esa? ¿Por qué mierda Pierce le avisaría
al MC rival dónde estaba?
¿Se había enterado de lo de Brooke? ¿Intentaba evitar que se supiera
la verdad?
Mierda. Pierce podría liquidar a Dex y Brooke, pero mantener las
manos limpias usando a los Warriors. No podría ser más fácil.
Si esos hijos de putas lo mataran a él y a Brooke, el club no tendría
idea de que Pierce estaba detrás de todo. Asumirían que habían sido
los malditos Warriors comportándose como cabrones como siempre.
Estaban más jodidos de lo que pensaba originalmente.
—La cosa es así, Dexter. Vamos a turnarnos para divertirnos un poco
con tu coño mientras tú miras. Ella es muy sexy, especialmente con
esa bata que lleva puesta y nada más. ¿No es así, Crank?
Crank (NdelT: slang para metanfetamina). Era un apodo apropiado
para un maldito drogadicto.
Crank sonrió, dejó caer el brazo que tenía alrededor del cuello de
Brooke y metió la mano dentro de su bata, agarrando una teta y
sacudiéndola.
Oh, mierda. Incluso desde donde Dex estaba, no podía perderse el
fuego en sus ojos y sus fosas nasales dilatadas.
Ella no gritó, no lloró, no tembló, no hizo nada más que quedarse allí
y dejar que sucediera.
Dex podía ver la furia que bullía bajo la superficie, como un volcán a
punto de estallar.
—Sí, correcto—estuvo de acuerdo Crank con su presidente.
Dex necesitaba hacer algo. Estar arrodillado en el suelo de la sala de
estar no ayudaba en nada a salir de allí. Y, joder, desde luego no
ayudaba a Brooke con su situación.
Su bata ahora estaba abierta y sus dos tetas estaban expuestas.
Un músculo se contrajo en su mandíbula y juraría que una vena
sobresalía su sien mientras el Warrior continuaba maltratándola con
sus putas sucias manos.
No había ninguna duda al respecto, estos hijos de puta iban a morir.
—Todo el tiempo que la toques, será el tiempo que sufrirás antes de
morir, hijo de puta —gruñó Dex.
—Maldita sea, sus tetas son jodidamente bonitas—dijo Crank, riendo
mientras pellizcaba con fuerza el pezón de Brooke.
La única reacción que mostró Brooke fue una leve mueca.
Dex estaba orgulloso de lo valiente que estaba siendo.
—Tendremos que cambiar de lugar, Crank. No la conseguirás
primero.
Crank frunció el ceño, aparentemente infeliz ante la idea de quedar
en segundo lugar.
—Quiero comerme su coño primero, Sandman, apuesto a que está
muy bien arreglado y bonito. Déjame ver...
Cuando tiró del lazo que mantenía unida la bata de Brooke, Brooke se
movió de repente y fue tan rápida que Dex se congeló, sin saber qué
diablos estaba haciendo.
Con movimientos precisos, Brooke pateó a Crank en la espinilla, lo
que lo hizo gritar, se retorció en los brazos del hombre, le dio un
rodillazo en las pelotas y, mientras caía al suelo, agarrándose las
joyas aplastadas, le dio un codazo en la nuca, se inclinó sobre su
cuerpo encorvado y sacó algo de debajo de la parte posterior de su
chaleco.
Girando en el lugar, levantó un arma y Dex se dejó caer al suelo
mientras ella disparaba.
Uno. Dos.
La sangre salpicó a Dex y el arma del Warrior cayó al suelo. Dex se
abalanzó sobre ésta mientras Sandman se desplomaba junto a él con
un gemido, agarrándose el hombro derecho. Deslizando el arma
debajo de su cuerpo fuera del alcance de Sandman, Dex se retorció en
el suelo hasta que pudo sentarse. Agarró el arma y apuntó al hombre
que ahora estaba hecho un ovillo en el suelo, maldiciendo, con sangre
fluyendo profusamente de ambos hombros.
Joder, era una buena tiradora.
—Deberías haber matado a ese cabrón —le gritó sin apartar los ojos
del Warrior caído.
—¿En serio? ¿Vas a decirme lo que debería haber hecho? ¿Tú qué
carajo hiciste?
Buen punto.
Se puso de pie lentamente, con el arma todavía apuntando al
presidente de los Warriors.
—No te muevas, no soy tan buen tirador como ella. Podría fallar y
destrozar tu culo.
—No lo mates—dijo Brooke.
—Se merece jodidamente morir, bebé.
—Estoy de acuerdo. Pero ¿quieres ir a la cárcel por ello?
Joder, no, no quería.
—No voy a llamar a los cerdos.
—Oh, vamos a llamar a la policía. Estos cabrones entraron en mi casa
y querían causarme daño físico. Querían hacerte lo mismo a ti. Esto
fue en defensa propia, así de simple. Y mientras tengamos las manos
limpias, estaremos bien.
—Te lo dije. No vamos a llamar a los cerdos. —Además, tenía algunas
preguntas que hacerles a esos cabrones antes de decidir qué había
terminado.
Entonces Brooke estaba allí, con la bata abierta y sin el lazo. Él se
aseguró de que Sandman no se moviera y luego fulminó con la
mirada a Crank. Brooke lo tenía atado con el lazo de su bata.
Maldita sea. Si no hubieran estado en una situación que ponía en
peligro su vida, él estaría duro. Esta mujer tenía unos cojones más
grandes que la mayoría de los moteros.
Brooke pateó a Sandman con su pie descalzo.
—Está sangrando en mi alfombra.
—Cierto—dijo y la miró fijamente—. Ya que está consciente, ¿qué tal
si nos ponemos algo de ropa?
Brooke se miró a sí misma.
—Una vez que esté seguro.
Dex la miró enarcando una ceja.
—¿Qué tienes para asegurarlo?
Ella sonrió y levantó un dedo. Cuando volvió corriendo a su
dormitorio, él sabía exactamente lo que iba a conseguir.
Y cuando volvió a salir, se había puesto una camiseta larga y unas
bragas, pero sus largas piernas todavía estaban expuestas. Dios.
—¿En serio? ¿No podrías ponerte unos pantalones deportivos o algo
así?
Ella lo ignoró y en cuestión de minutos tenía a Sandman esposado en
la espalda, ignorando sus quejas sobre sus heridas. Tenía una cuerda
de nailon azul y le ató las piernas una vez que Dex lo puso boca
abajo, luego se acercaron y aseguraron a un Crank inconsciente de la
misma manera.
—No quieres llamar a la policía, pero ¿qué hacemos con ellos? No
podemos dejar que se vayan sin más.
—No se van a ir sin más, bebé. Te lo prometo.
Dex se acercó a la ventana del frente, corrió la cortina y miró hacia
afuera. Había dos motos. Así que no había nadie más con ellos.
—¿No escuchaste que sus motos se acercaban?
Brooke se encogió de hombros.
—Escuché algo, pero pensé que era un camión ruidoso que pasaba
por allí.
—Voy a hacer una llamada. Puede que me lleve un tiempo limpiar
todo esto. Pero una vez que llame, tendrás que vigilarlos mientras
escondo sus motos en el garaje. ¿Vale?
—¿A quién llamas?
—D.
Capítulo 12
***
Brooke miraba fijamente a los tres hombres corpulentos que
entraron. De repente, su casa parecía mucho más pequeña.
Pero, mierda, valía la pena mirarlos.
Sin embargo, uno de ellos tenía una cicatriz visible que recorría su
rostro en diagonal, desde la sien hasta la nariz, y terminaba en un
lado de su boca, lo que hacía que la comisura se curvara lo suficiente
para que pareciera siniestro.
Los otros dos... bueno... Brooke notó que Dex la miraba con el ceño
fruncido mientras estaba de pie junto a los hombres que
definitivamente lo superaban en tamaño muscular.
—¿Dónde está D?—le preguntó al de la cicatriz.
—No va a dejar a la bebé —respondió el hombre mientras recorría
con la mirada a Brooke. No parecía interesado; era más bien una
evaluación. Tal vez para ver si ella era una amenaza para él y sus
hombres—. Nos envió a nosotros en su lugar.
Brooke dio un paso adelante y le tendió la mano al hombre que
parecía estar a cargo.
—Brooke.
El hombre no dudó y, con un apretón firme, le tomó la mano y se la
estrechó.
—Mercy.
—¿Mercy?
Él no reaccionó a su pregunta, sino que le dio una palmada en el
hombro al hombre que estaba a su lado.
—Éste es Ryder. —Señaló al hombre que estaba al otro lado de Ryder
—. Ese es Brick.
—Nombres interesantes —murmuró Brooke, mirándolo a Dex como
si dijera: ¿Ves? Podrías haber elegido un nombre genial.
Los labios de Dex se apretaron.
—¿Dónde están los cabrones? —preguntó Mercy.
Dex señaló con la barbilla hacia la parte trasera de la casa.
—Arrastramos sus culos hasta allí. Uno sangraba bastante.
—¿Sí? ¿Por qué?
—Tiene un par de agujeros.
Brooke se dio cuenta de que la sonrisa de respuesta de Mercy no
llegaba a sus ojos.
—Llévanos hasta ellos.
Dex condujo a los tres hombres a través de la casa hasta su terraza
soleada, donde ella y Dex los habían arrastrado. Los dos Warriors
estaban sentados apoyados contra la pared, y la sangre empapaba la
camiseta del presidente debajo de su cut. Los habían trasladado a
donde ella tenía alfombras de interior/ exterior para poder lavarlas
con manguera después de que se los llevaran.
El hombre llamado Brick avanzó, se inclinó y abrió el chaleco de
cuero de Sandman lo suficiente para poder ver los orificios de
entrada.
—Jodidos disparos, Dex.
Brooke dio un paso adelante.
—No fue él.
Los tres hombres se quedaron paralizados y dirigieron su atención
hacia Brooke.
—¿No fue él?—preguntó Ryder.
—No me extraña—murmuró Brick, mirándola fijamente—. La
próxima vez, dos tiros en el centro de masa para detener la amenaza.
En primer lugar, no iba a haber una “próxima vez”. En segundo
lugar, no necesitaba una lección de este tipo.
—No quería matarlo. Le di donde apunté. Solo quería que soltara el
arma.
Brick se puso de pie, rascándose la cabeza, y Brooke no se perdió su
minuciosa mirada a ella.
—Disparos no letales para derribar al objetivo, desarmar la amenaza.
Ajá.
El motero aún estaba consciente pero no podía hablar debido a los
trapos que le habían atado alrededor de la boca. Aunque no podía
comunicarse, parecía que el motero herido tenía mucho que decir.
Brooke simplemente no quería oírlo.
Brick señaló uno de los hombros de Sandman.
—¿Lo heriste ahí a propósito?
—Sí.
—¿Con qué?
—Ese—Brooke inclinó la cabeza hacia Crank— tenía una .38 Special.
—¿Cómo la conseguiste?
—Se la pedí educadamente—dijo ella.
Brick sacudió la cabeza, con expresión divertida en los ojos, y se
volvió hacia Dex.
—Deberías haberlos liquidado, hermano. Podríamos haber entrado y
haber limpiado todo después.
—No. —Todas las miradas se volvieron hacia Brooke—. No quería
que los matara.
—¿Por qué?—preguntó Brick sorprendido.
No necesitaba explicarles sus razones a estos hombres que no
conocía.
—Porque no.
Tal vez no debería haberlo expresado de esa manera, ya que esos
mismos ojos se volvieron hacia Dex en busca de una explicación. Su
boca se abrió por un segundo, luego la cerró.
Mercy se rio entre dientes.
—Joder, amigo. Te va a ir muy mal si dejas que ella te dé órdenes.
Ryder resopló.
—Escúchalo.
—No la habéis visto desnuda —respondió Dex con una sonrisa.
Una vez más, todas las miradas se dirigieron a Brooke. Ella frunció
los labios mientras observaba a Dex. Dudó si debía abordar lo que
acababa de decir. Pero luego, comprendió que, aunque él era un
motero, le gustaba que ella estuviera al mando. Probablemente, no
quería que esa información saliera a la luz. Lo más probable es que
estuviera tratando de volver a poner sus pelotas en su lugar al decir
lo que dijo.
Ella no le quitaría eso. Le gustaba tal como era. Y no había ninguna
razón para humillarlo frente a tres hombres rudos con los que tenía
que comportarse igual de rudo.
Pero lo curioso es que todos esperaban una respuesta de ella, como
una reprimenda. En lugar de eso, no dijo nada y simplemente se
encogió de hombros.
Mercy echó la cabeza hacia atrás y se rio, dándole una palmada en la
espalda a Dex y luego volvió al asunto.
—Brick y Ryder se llevarán las motos. Las harán desaparecer
mágicamente.
Dex levantó un poco la barbilla a Brooke antes de centrar su atención
en el hombre más grande.
—Bien. Pero tengo algunas preguntas para estos cabrones antes de
que los llevéis a cualquier parte. Todavía necesito algunas respuestas.
Pensé que era mejor esperar hasta que llegaran aquí. Asegurarme de
que estén dispuestos a responderlas.
Mercy se acercó a Sandman y le dio una patada en la pierna.
—Su chaleco dice que es el presidente.
—Seh—respondió Dex.
—Entonces debería saber todas las malditas respuestas—dijo Mercy
señalando a Crank con el pulgar—. Ese parece inútil.
—Agarró a mi mujer, le tocó las malditas tetas. Los dos iban a violarla
y obligarme a mirar.
Brooke vio que los ojos de Mercy se volvían fríos y su mandíbula se
tensaba mientras miraba al hombre que la había agarrado.
—A estos Warriors les gusta lastimar y violar mujeres, ¿verdad? —
preguntó Ryder, con el ceño fruncido mientras también miraba a
Crank.
—Sí, en general tratan a las mujeres como basura—respondió Mercy
—. Parece que necesitan una lección de respeto.
—Es demasiado tarde para esa lección—respondió Brick. Se volvió
hacia Brooke y le dedicó una gran sonrisa—. ¿Quieres hacerme un
favor e ir a recuperar las armas que les quitaste a esos cabrones?
Brooke miró a Dex y él asintió levemente. Con un suspiro, dejó a los
hombres solos.
L
— a próxima vez que estés en el área de Pittsburgh, tal vez tú y yo
podamos ir a disparar—le sugirió Brick a Brooke mientras estaban en
su garaje. Los dos Warriors, ahora inconscientes, ya habían sido
arrojados a la parte trasera de una camioneta todoterreno negra que
parecía haber sido robada del ejército.
—¿Eres un buen tirador?—le preguntó Brooke.
Brick sólo sonrió pero Mercy y Ryder se rieron.
—A veces puede dar en el blanco—dijo Ryder, dándole una palmada
en la espalda a Brick. Observó las dos Harley—. ¿Por qué tiene que
ser diciembre y tener que hacer un viaje de tres horas para regresar?
No veré mis putas pelotas hasta la primavera.
—No puedes encontrar tus pelotas ahora—le dijo Brick.
—Encontré sus pelotas. Estaban en tu boca—le dijo Mercy a Brick.
Ryder se agarró la entrepierna.
—Chúpamelas, perra. —Miró las motos de nuevo y se estremeció—.
Joder. Este viaje va a ser una mierda.
—Claro que sí —convino Brick—. No sé qué ven los moteros en
montar en pleno invierno. Nadie puede ser tan fanático.
Dex se encogió de hombros.
—No soy un cobarde. A menos que haya nieve y hielo en las
carreteras, mi culo está en mi sled. Ahí es donde pertenece, no dentro
de una maldita jaula.
Brick se acercó a Brooke y bajó la voz.
—Si quieres un hombre de verdad... uno que sea casi tan bueno
tirando como tú y que tenga más cerebro para saber que no se debe
viajar en moto en diciembre, entonces búscame la próxima vez que
estés al oeste de aquí. ¿Seh?
Dex se puso firme, no solo porque Brick se le acercara a su mujer,
sino porque se movió para tocarle la mejilla. Dex dio un paso
adelante para intervenir, pero cuando Brick extendió la mano, Brooke
dio un paso atrás y se puso fuera de su alcance. No pudo evitar
sonreír ante eso.
Brooke miró a Brick con atención.
—Probablemente no seas tan bueno como yo—afirmó ella con los
brazos cruzados sobre el pecho.
Eso hizo reír al equipo de D. Ryder y Brick se subieron a las Harley y
las patearon para encenderlas. Mercy le hizo un saludo militar con
dos dedos a Dex y se dirigió al increíble todoterreno que conducía.
—Gracias por sacar la basura—gritó Dex mientras Mercy subía al
asiento del conductor.
—De nada—gritó Mercy por encima del rugido de las motos
mientras salían del garaje y se dirigían a la calle. Mercy los seguía de
cerca.
Si Dex tenía que estar en una jaula durante el invierno, quería
conducir lo que fuera que conducía Mercy. Era genial.
—¿Qué fue lo gracioso? ¿Son también unos imbéciles misóginos? ¿No
creen que las mujeres puedan ser mejores que los hombres en nada?
—Brick es un francotirador. O lo era—dijo Dex, pasándose una mano
por el pelo—. Joder. Probablemente todavía lo sea.
Brooke miró en la dirección en la que se dirigían los hombres.
—Oh.
Dex le puso un dedo bajo la barbilla y le giró la cara hacia él hasta
que sus ojos azules se encontraron con los de él.
—Sí. Oh ... No vas a disparar con él.
—Bueno, eso es un hecho, ya que no planeo estar en el área de
Pittsburgh a corto plazo.
—No es por eso. Estás volviendo a Shadow Valley conmigo, bebé.
—No —dijo ella negando con la cabeza y se apartó de él—. No lo
haré. Tengo un negocio que atender, una casa que limpiar y pruebas
de un tiroteo de las que deshacerme. No me voy a ir a ninguna parte.
—Bebé...
—No, Dex. No me voy.
Había llegado el momento de que él diera un paso adelante y tomara
las riendas, le gustara a ella o no. No iba a ceder ni un poco en este
punto.
—Bebé.
—Dex.
No quería discutir al respecto. Necesitaba convencerla de alguna
manera de que era por su propio bien, pero necesitaba hacerlo de una
manera que no la enojara.
—Solo por unos días al menos. Hasta que la cosa se calme. —No
había forma de que Dex la dejara allí sola. No cuando Mercy acababa
de irse con el presidente de los Shadow Warriors. El hombre nunca
volvería a ser visto. Sin embargo, eso no significaba que los Warriors
restantes no vendrían a buscar a su líder.
Si alguno de ellos hubiera sabido los planes de Sandman y Crank, eso
los llevaría directamente a Brooke.
No podía dejarla sola. Ni de cojones. No le importaba lo buena que
fuera disparando. No le importaba una mierda si tenía el sistema de
alarma más caro del puto mundo. No la iba a dejar atrás.
Y él no pertenecía a Harrisburg. Necesitaba volver a casa. Z
necesitaba convocar una reunión del Comité Ejecutivo y Dex
necesitaba, no solo proporcionar la evidencia del diario, sino también
decirles lo sucio y despreciable que era Pierce.
De pie en el garaje, observó a la mujer que tenía delante. La mujer
que había activado una especie de interruptor en su interior y que le
había mostrado su verdadero yo.
Él nunca había pensado que eso pasaría.
Durante toda su vida, mientras crecía en el club, rodeado de moteros,
supo que quería seguir los pasos de su tío y su abuelo. ¡Mierda, lo
llevaba en la sangre! ¿De verdad tenía otra opción?
Probablemente. Al igual que Mitch y Axel, podría haberse marchado
sin más. Pero nunca sintió la necesidad de separarse de su familia
DAMC, de su verdadera familia. El DAMC era su tribu. Que se
convirtiera en un prospecto y luego fuera parcheado era algo que se
esperaba. Y no es que él no lo hubiera querido. Lo había ansiado. Así
que lo hizo sin dudarlo.
Pero nunca fue como sus “hermanos”. No exactamente. Tuvo una
vida muy buena, pero siempre sentía que algo no iba bien. Como si le
faltara una pequeña parte. Pero nunca pudo entender qué demonios
era, ni por qué.
Sabía que no era que quisiera ir a la universidad o tener una carrera
elegante. No tenía ningún deseo de ser un cabrón rico. De usar trajes.
De tener un horario de nueve a cinco. Estaba contento con cómo
vivía. No le importaba trabajar duro. Incluso si tenía que trabajar
para Ace y, a su vez, para el club y no para sí mismo. Eso le parecía
bien.
Pero, una vez más, siempre había una parte de él que estaba
insatisfecha. Un anhelo por algo que no podía identificar. Una
picazón insoportable.
Ninguna mujer, ni siquiera varias en su cama al mismo tiempo, lo
satisfacían por completo. Podía correrse hasta quedar seco, pero una
vez que se apartaba de quienquiera que estuviera debajo de él, se
sentía vacío, pero de una manera diferente.
Había devorado coños como si fueran agua. Joder, era más como si
fueran cerveza diluida en agua.
Pero la mujer que estaba frente a él no era cerveza. Ni siquiera era
Jack Daniels. ¡Joder, no! Era como una botella de Johnny Walker Blue.
Y ese sorbo de whisky de calidad valía cada maldito centavo.
Ella había despertado en él algo que no podía conseguir de ninguna
otra manera. Y ni siquiera quería intentarlo, porque sabía que era
imposible.
Esta mujer lo había atrapado. Había entendido lo que necesitaba. Cómo
lo hizo, él no tenía ni puta idea.
Ella era lo que él necesitaba. El rascado satisfactorio para esa picazón
insatisfecha.
Por eso, no había forma de que la dejara atrás. De ninguna manera la
dejaría vulnerable ante los Warriors.
Porque si la hubieran violado esta mañana...
Si la hubieran lastimado de alguna manera…
Si volvieran y lo intentaran de nuevo... incluso si no fuera por Pierce
esta vez, sino para vengarse por haber liquidado a su presidente...
Sus fosas nasales se dilataron y su pecho se apretó.
No, joder, no. Tendría que dejar que él tomara las riendas ahora
mismo. Que tomara las decisiones que fueran mejores para ella.
Él simplemente no sabía cómo hacerlo sin joderla.
—Bebé—comenzó, acercándose a ella en el frío garaje, acunando su
mejilla y pasando el pulgar sobre su suave piel.
Ella sacudió la cabeza, rompiendo el contacto, con una mirada
ilegible.
—Por favor, no me declares ningún tipo de cariño ahora mismo.
Su cabeza se echó hacia atrás y dejó caer la mano como si se la
hubiera quemado.
—Lo veo en tu cara, Dex. Veo que estás luchando con algo. Es que...
es que ahora mismo no puedo. Ahora no.
Dex escuchó sus palabras no dichas en su cabeza… tal vez nunca.
Ella hizo un gesto con la mano en dirección a donde se habían ido
Mercy y sus hombres.
—Esta mierda no es mi vida. Es la tuya.
Bajó la cabeza y se quedó mirando sus botas por un momento,
tratando de calmar su corazón y sus pensamientos acelerados.
Después de un momento, levantó la cabeza para mirarla de frente.
—Bebé, yo no te traje a esta vida, tú viniste. En el momento en que
pusiste un pie en Shadow Valley. En realidad, en el maldito segundo
en que decidiste encontrar a tu padre. Y cuando entraste en la casa de
empeños, tú entraste en mi vida.
Ella frunció el ceño mientras lo miraba fijamente.
—No tenía ni idea de nada de esto. De adónde me llevaría ese diario.
Ni siquiera me di cuenta de lo que realmente significaban las
palabras de mi madre hasta que estuve en Shadow Valley. Lo había
leído, sí, pero me negaba a ver realmente el verdadero significado de
sus palabras. Ojalá nunca hubiera encontrado ese maldito diario.
Dex cerró los ojos ante el dolor que se percibía en su voz y apretó los
puños. Si ella no hubiera encontrado ese diario, si no hubiera leído
esas palabras crípticas, él nunca la habría conocido. Todavía estaría
sintiéndose insatisfecho, todavía estaría buscando lo que no tenía
idea que estaba buscando. Algo que nunca encontraría en un polvo
cualquiera.
Eso tenía que terminar. Aquí y ahora.
—Brooke —empezó de nuevo.
—No, Dex. No puedo hacer esto contigo. Tengo un negocio muy
exitoso aquí. Soy dueña de una casa aquí... en Harrisburg. Nuestras
vidas no podrían ser más diferentes. El hecho de que tengamos una
conexión sexual no significa que debamos estar juntos.
De ninguna manera todo esto era solo sexo.
—No dije ni una mierda...
Ella lo detuvo levantando la palma de la mano.
—No necesitas decirlo. Lo veo escrito en tu rostro. Incluso en el poco
tiempo que hemos pasado juntos, he aprendido a leerte.
Eso es porque él se lo permitió. Nunca se lo había permitido a nadie
más que a ella. Era él mismo cuando estaba con ella. Abierto. Sin
preocuparse por el juicio. Nunca en su vida se había sentido así con
nadie más. Ni siquiera con su familia. Con sus hermanos.
Esa era una de las razones por las que siempre mantuvo sus anillos
en los pezones en secreto e incluso obligó a los culos dulces a
mantener la boca cerrada al respecto.
Brooke continuó:
—Entiendo por qué te sientes así. Lo entiendo. Yo...— Sus palabras se
desvanecieron y se dio la vuelta para evitar mirarlo a los ojos.
Dex se quedó sin aliento al ver cómo sus hombros se curvaban, casi
como si estuviera derrotada. Esta mujer jodidamente fuerte. La más
fuerte que había conocido después de Bella. Y todas las mujeres del
DAMC eran igual de fuertes. Pero ver sus hombros curvados y su
cabeza caída entre sus manos le retorció las tripas.
Ni una sola vez se había derrumbado ante la amenaza de violación, la
de muerte, la amenaza de dos malditos Warriors armados en su casa.
Pero ¿esto? ¿Esto la derrotaba de alguna manera?
¿Esta conexión entre ellos?
Dex consideraba que esto era solo el comienzo. Recién ahora se
estaban conociendo. Si él se iba y volvía a casa mientras ella se
quedaba aquí...
Esa conexión podía romperse. Y lo que más le asustaba era que
pudiera cortarse de forma permanente. Una vez que él estuviera
fuera de su vida, lejos de ella, podría cerrar esa maldita puerta y
echarle llave.
Porque, ¿quién en su sano juicio querría lidiar con la mierda con la
que estaba lidiando el DAMC?
El equipo de D podría acabar con su presidente y cortarle la cabeza a
la serpiente, pero los Warriors todavía tenían el resto del cuerpo,
aunque se estaba volviendo más delgado. Y también estaba Pierce.
Un hombre que había violado a su madre. Un hombre cuya sangre
corría por sus venas. El hombre que, no sabía que había engendrado a
Kelsea. El hombre que incriminó a Z por motivos egoístas. El hombre
que metió a la hermana de Dex, Ivy, a una situación que podría haber
terminado en desastre.
Y quién sabe qué otras cosas había hecho Pierce durante los muchos
años que fue un Angel. Esas eran solo las cosas que estaban saliendo
a la luz. Dex se preguntaba qué quedaba aún en la oscuridad.
—Tengo que volver, pero no puedo dejarte aquí—dijo él en voz baja
—. Tengo que ir a ocuparme de Pierce.
Al oír el nombre de su padre, ella levantó la cabeza y él pudo verla
respirar profundamente.
Esperaba que dijera que no iba a ir, que se podía ir a la mierda, que
ella era capaz de cuidar de sí misma.
Se quedó estupefacto cuando ella no lo hizo.
En cambio, giró la cabeza y lo miró por encima del hombro mientras
presionaba el botón de la puerta automática del garaje.
—Iré. Por unos días. Eso es todo. Luego volveré aquí.
Sintió un gran alivio. Al menos eso le daba algo de tiempo.
No solo tiempo para mantenerla a salvo, sino para averiguar qué
quería de ella y cómo iba a conseguirlo. Tal vez le daría tiempo para
convencerla de que le diera una oportunidad.
Abrió la puerta que separaba el garaje de la casa.
—Me dará la oportunidad de enfrentarme a Pierce—dijo ella.
Ah, joder.
***
Se había permitido sentir algo por el hombre que yacía debajo de
ella. Algo que nunca había sentido antes. Brooke no estaba segura de
si le gustaba esa sensación porque nunca había sido de las que se
aferraban emocionalmente.
Y si iba a ser así, no estaba segura de si Dex era el hombre adecuado
al que aferrarse. Aunque, en ese momento, estaba montando su polla
en una habitación del Shadow Valley Motor Inn, por lo que no estaba
exactamente “aferrada”.
Sus dedos se clavaban en la carne de sus caderas mientras ella subía y
bajaba a un ritmo lento. Estaba alargando deliberadamente tanto su
orgasmo como el de él. ¿Por qué? Porque su tiempo se acabaría
pronto. Ella solo había accedido a volver a su ciudad natal para
enfrentarse a Pierce. Para mirar a ese hombre a los ojos y ver si se
arrepentía de haber cambiado la vida de su madre en una sola noche.
Eso fue todo lo que hizo falta para cambiar todo para su madre.
Mierda, ni siquiera una noche. Probablemente ni siquiera diez
minutos.
Así que ahí estaba ella, saboreando sus minutos con un hombre con el
que quería estar. Tal vez no para siempre, pero al menos en este
momento.
Un hombre que era mucho más complejo por dentro de lo que su
exterior mostraba al resto del mundo. Debajo de su exterior de
motero, Dex tenía más capas de las que la mayoría de las personas
podían ver.
Ella había descubierto algunas de esas capas durante los días que
pasaron juntos la última vez que estuvo en Shadow Valley. En esas
dos noches en su casa de Harrisburg, había descubierto algunas más.
Lejos de todo lo que conocía, se había abierto, se diera cuenta o no.
Podía dejar de lado la personalidad de motero rudo y mostrarle a
Brooke quién era realmente Dexter Dougherty.
A ella no le gustaba mucho el hecho de que él tuviera que esconder al
verdadero Dex. Pero, verdadero o no, se veía bien sentado en la moto
que condujo en el frío glacial durante tres horas en su viaje de regreso
a la ciudad. Ella lo había seguido en su coche con la calefacción al
máximo, como si de alguna manera eso lo ayudara a mantenerse
caliente.
—Bebé—murmuró él.
Ella abrió los ojos, sin siquiera darse cuenta de que los había cerrado,
y se encontró con su mirada oscura.
—¿Adónde te has ido?
—A ninguna parte. Estoy aquí —susurró. Su ritmo se había detenido
casi por completo. Empezó de nuevo.
—¿Estás bien?—le preguntó, aparentemente sin creerle.
—Sí—respondió ella—. Estoy bien.
Él todavía no le creía. Como ella le había dicho en su garaje, de
alguna manera había aprendido a leerlo. Nunca antes había tenido
esa conexión con un hombre.
O tal vez nunca había querido tenerla.
Pero ¿por qué él? ¿Qué había en este hombre que la hacía sentir
diferente?
Tal vez era porque no se parecía en nada al típico hombre con el que
había salido en el pasado. No es que Dex y ella estuvieran saliendo.
La única etiqueta que se le podía poner a lo que estaban haciendo
era... follar.
Eso era todo.
Ella hizo una pausa, colocó las palmas de las manos sobre su pecho y
se inclinó hacia delante hasta que su boca quedó suspendida sobre la
de él.
—Estamos follando.
Sus labios se crisparon.
—Sí.
Esta vez no lo había atado. Lamentablemente, su cuerda y ambos
pares de esposas habían desaparecido con esos Warriors. Y no había
empacado ninguno de sus juguetes porque no planeaba quedarse
mucho tiempo.
Sólo el tiempo suficiente para enfrentar a Pierce y pasar unos
momentos fugaces más con Dex, incluso si terminaban siendo
momentos normales.
Sin embargo, ella no iba a recoger sus cosas y mudarse aquí, a
Shadow Valley, para tener una vida de cuento de hadas y felices para
siempre con este motero. Él tampoco iba a recoger las suyas para
mudarse más cerca de ella.
Cosas así no pasan en la vida real. ¿En libros? ¿Películas? ¿Canciones?
Sí.
Pero no en la vida real.
La vida real era mucho más complicada que eso.
Mientras ella presionaba suavemente sus labios contra los de él, él
inhaló su aliento y se lo devolvió. Ella lo aceptó, cerró los ojos y
apreció algo a lo que no estaba acostumbrada.
Para ella no era normal. Probablemente para él tampoco.
Ternura.
En ese momento, no tenía ninguna urgencia de morderle el labio,
arañarlo o dejarle marcas en la piel.
No. Ella no sentía ninguna necesidad de eso en este momento.
En ese momento, solo eran él y ella. Sus respiraciones se
entremezclaban, sus lenguas se tocaban, sus labios se fundían. No
podía ignorar cómo la llenaba. Cuán profundo estaba dentro de ella.
No solo su polla. Sino él.
Dex.
Brooke se levantó y se apartó para mirarlo fijamente, con el corazón
latiendo furiosamente en su pecho. Trató de tragarse el pequeño
pánico que brotaba de su interior, al mismo tiempo que intentaba
reprimir la cálida sensación que la rodeaba y la arrastraba más
profundamente.
Ahogándola.
Había abandonado Shadow Valley la primera vez porque tenía miedo
de perderse.
Pero quizás no fuera eso en absoluto.
Tal vez...
Sólo tal vez...
Tenía miedo de encontrarse.
Capítulo 14
***
Dex se quedó atónito cuando entró en la sala de reuniones. Diesel
estaba sentado en el otro extremo de la mesa donde normalmente se
sentaba el presidente, con la pequeña Violet en el hueco de su brazo.
Parecía una muñeca en miniatura al lado de sus enormes músculos.
También parecía inocentemente inconsciente de que estaba rodeada
de pura bestia y sólidos tatuajes mientras dormía.
—¿Qué carajo? —preguntó Dex mientras tomaba asiento un par de
sillas más allá de él.
D le fulminó con la mirada.
—Hay que mantener la voz baja—se quejó, comprobando que su hija
seguía con los ojos cerrados.
—¿Dónde diablos está Jewel? —¿Y por qué D tenía en sus brazos a su
bebé de menos de una semana?
—Probablemente en The Iron Horse, bebiendo una botella de whisky
—dijo Ace en un susurro mientras entraba en la habitación. Se acercó
a D y le tendió las manos, ofreciéndose a cargar a su nieta.
Diesel simplemente negó con la cabeza. No parecía que quisiera que
su padre agarrara a su hija.
Luego entró Z, se detuvo, cerró la mandíbula y se sentó a la izquierda
de D.
—¿Dónde está mi mazo?
—No vas a golpear esa cosa en la mesa para despertarla.
Z resopló con fuerza y D lo fulminó con la mirada. Z arqueó las cejas
y levantó las palmas de las manos en señal de rendición.
—Está bien.
Hawk entró después, con paso vacilante cuando su mirada se posó en
su hermano menor. Fue el siguiente en acercarse a él, con las manos
extendidas para ofrecerse a sostener a Violet.
D volvió a negar con la cabeza.
—No.
—¿Alguno de vosotros ya ha podido sostenerla?—preguntó Dex.
—¡No, joder! —se quejó Ace en voz baja.
—No —dijo Hawk con el ceño fruncido, apartando la silla que estaba
al lado de D con cuidado para que las patas no chirriaran contra el
suelo—. Tendremos que robársela cuando su equipo de seguridad
privada no la vigile. Lo que parece ser que ocurre todo el tiempo.
—¿Va a estar aquí todo el tiempo? —preguntó Z—. Porque tenemos
asuntos que tratar.
—Sí, y ya sabes que los asuntos del club no son cosa de mujeres —
afirmó Dex en voz baja con una sonrisa burlona—. Aunque solo tenga
cinco días.
D gruñó en respuesta.
—¿Jewel se la llevará antes de que empecemos? —le preguntó Ace a
su hijo menor.
—No. La estoy vigilando.
Ace dejó escapar un suspiro y se reclinó en su silla, pasándose una
mano por su barba canosa.
—No puedes cuidarla cada segundo del día. Necesita a su madre..
—Jewelee se lleva a Vi cuando tiene hambre.
—Por la forma en que actúas, habría pensado que ella salió de tu
vagina, D —dijo Jag.
Los labios de Hawk se crisparon.
—Dios mío. Nunca pensé que llegaría a ver el día...
Jewel asomó la cabeza por la puerta abierta.
—¿Puedo quedármela ahora, cariño?
—No. Cierra la maldita puerta.
Dex miró a Z a los ojos.
—En serio vamos a tener una reunión con un bebé en los brazos de
nuestro ejecutor. ¿Qué diablos le ha pasado a este maldito club?
Z bajó la mirada hacia la mesa y todo su cuerpo tembló en silencio
mientras sacudía la cabeza.
—Podríamos ir a buscar a Baby Z también, y así podrán tener una
maldita cita para jugar mientras hablamos de nuestros asuntos—se
quejó Jag.
Ace hizo un sonido y Dex lo miró. Él también se estaba riendo.
—Podríamos deshacernos de la maldita mesa de billar y poner
corrales y esas cosas. Botellas de leche de tetas en lugar de Jack.
Hacer que Nash empiece a tocar canciones infantiles. Joder —Dex se
agarró las pelotas—. Nos estamos convirtiendo en un montón de
perras.
—Cállate, Dex. Convoca a la jodida reunión —murmuró D, mientras
jugueteaba con la manta violeta que envolvía a Violet.
Por lo poco que Dex podía ver de ella, tenía una cabeza casi llena de
pelo oscuro, lo que no debería sorprender a nadie entre Jewel y D.
Pero se preguntaba cuál sería el color de sus ojos. Azules como los de
Jewel o marrones como los de D. Probablemente era demasiado
pronto para decirlo todavía.
Tenía razón cuando le dijo a Brooke que el árbol ahora se estaba
retorciendo. Con el nacimiento de Violet, los genes de los miembros
fundadores se habían combinado oficialmente. El hijo de Ivy y Jag
también combinaría las líneas Doc/Bear.
Se preguntó si Doc o Bear alguna vez consideraron que
eventualmente estarían relacionados por sangre. Había pasado un
tiempo desde que había visitado a Doc en Greene, tal vez debería
hacerlo y preguntarle. Tenía la sensación de que su abuelo estaría
encantado... o morado de rabia.
De repente, se levantó un hedor que hizo que a Dex se le llenaran los
ojos de lágrimas.
—¿Qué carajo?
Hawk se puso de pie de un salto y se movió hacia el otro lado de la
mesa. La mirada de Z se dirigió a Violet y luego a D.
—¿Y ahora qué? —preguntó Jag—. ¿Vas a cambiarla aquí mismo en
la mesa de reuniones? Joder, esa mierda es asquerosa. Dios mío.
D se puso de pie, caminó hacia la puerta, la abrió y gritó:
—Jewelee, ven a buscar a tu hija. —El llanto de la bebé y ese hedor
que lo hacía lagrimear se fueron con él por la puerta.
Jag resopló.
—Me lo imaginaba.
—Dile que traiga un ambientador o algo así —gritó Hawk, con la tez
un poco verde.
—Tienes que acostumbrarte a eso, hijo —dijo Ace, riendo—. Pronto
tendrás una máquina de cagar en tu casa también.
—Y para eso tengo a Kiki.
—Kiki no te dejará no cambiar pañales—dijo Ace.
Hawk le lanzó una mirada a Z.
—Z no los cambia.
Z sonrió y se encogió de hombros.
—Hazlo mal unas cuantas veces, un par de desastres después, y
nunca volverán a pedírtelo.
D regresó a la habitación y cerró la puerta detrás de él.
—¿No hay ambientador? Aquí no hay ventanas—murmuró Hawk.
—Terminemos con esta mierda de una vez —dijo D, acomodando su
cuerpo en una silla con un gruñido.
—Se convoca a reunión—anunció Z y golpeó la mesa con el puño.
Capítulo 15
***
Diesel estaba de pie frente a la barra, al lado de Hawk.
Normalmente, Z estaría convocando a una reunión, pero Dex podía
ver a Z de pie detrás de la barra luchando por mantener la calma.
No era el único que luchaba. D era un cable demasiado estirado, a
punto de romperse. Ace se había quedado cerca de Z, probablemente
para asegurarse de que no saltara por encima de la barra,
estrangulara a Pierce hasta la muerte y terminara de nuevo en esa
caja de hormigón por el resto de su vida. Esos diez años habían sido
suficientes.
En realidad, más que suficientes.
Como VP, Hawk tomó el mando, pero incluso a él le costaba ocultar
la furia en su rostro.
Antes de que Pierce llegara, sin tener ni idea de qué mierda estaba
pasando, D le había ordenado a Moose y Linc que se quedaran en la
parte trasera de la sala, vigilando la puerta. No para dejar a alguien
afuera. Joder, no. Para mantener a Pierce adentro. Una vez que
escuchara por qué se había convocado esta reunión de emergencia,
podría huir.
Dex lo haría, si fuera él.
Pero no lo era y nunca lo sería. Pierce no sólo no tenía sentido de la
lealtad, sino tampoco de la decencia.
Mientras Dex se encontraba en la parte de atrás de la multitud, su
mirada se posó en sus hermanos. Nunca podría joder a ninguno de
ellos. Su lealtad seguía en pie. Esta sala estaba llena de familia.
Y no se jodía a la familia. Fuera de sangre o no.
Dex vio de reojo a Crow, que estaba de pie contra una pared, una
rodilla doblada, el pie apoyado firmemente contra ésta y los brazos
cruzados sobre el pecho. Sus ojos oscuros estaban clavados en Pierce.
Algo le pasaba. Cuando D le explicó a algunos de los miembros de
qué se trataba la reunión antes de que llegara Pierce, Crow se había
quedado callado. Más de lo habitual. De hecho, se había ido detrás de
la barra a beber dos tragos dobles de Jack Daniels antes de limpiarse
la boca con la mano y dirigirse al otro lado de la sala, con la
mandíbula apretada y la mirada dura.
El hombre había estado furioso desde entonces. Pero era más que el
hecho de que Pierce se hubiera metido con Z. No, la expresión de
Crow se había vuelto de granito cuando D mencionó las páginas del
diario y la evidencia de que la madre de Brooke había sido violada.
Algo en ese descubrimiento había conmovido profundamente a
Crow.
Dex no sabía qué era. Aunque el acto de violación debería cabrear a
todos y así era, esto era algo más.
—Ésta no será una reunión como todos esperabais —gritó Hawk,
parándose sobre una caja de leche de metal para que se le pudiera
escuchar fácilmente—. Hay un miembro entre nosotros que ha hecho
algo atroz.
Un murmullo recorrió la habitación.
—Una mierda asquerosa y atroz. No solo a los de afuera, sino a sus
propios hermanos.
Un gruñido colectivo y pisotones llenaron la habitación.
—Seh, ésta no es una reunión de iglesia normal.
Diesel dio un paso adelante.
—Joder, no. Estamos todos aquí para votar si queremos despojar a
uno de los nuestros de sus colores.
La sala quedó en silencio. Despojar a alguien de sus colores era una
verdadera mierda. Algunos hermanos miraron a su alrededor
nerviosos, tratando de averiguar quién era y esperando con todas sus
fuerzas que no fueran ellos. Lo que hizo que Dex arqueara las cejas.
—¿Quién?—gritó Nash.
La mirada de Hawk, Diesel y Z se posó en Pierce, que estaba sentado
en el borde de una de las mesas de billar. Sus pies cayeron al suelo y
se puso de pie.
Dex estudió al hombre que había enviado a los Warriors a violar y
matar a su propia hija. Y a matar a uno de sus hermanos del club.
Sacudió la cabeza. Llamarlo monstruo ni siquiera era suficiente.
Dawg se movió alrededor de la mesa de billar para pararse detrás de
Pierce.
—Pensando que es este pedazo de mierda—gritó el hombretón.
Se escuchó un murmullo.
—¿Qué carajo? ¿Estás hablando de mí?—le preguntó Pierce a Hawk.
Hawk asintió bruscamente.
—Tráelo aquí, Dawg.
Dawg agarró el brazo de Pierce, pero Pierce se soltó de un tirón.
—Puedo caminar, joder. No he hecho una mierda. Si vas a acusarme
de algo, será mejor que tenga la oportunidad de responder.
Ni Hawk ni Diesel le respondieron. Dawg acechaba a Pierce mientras
el ex presidente se abría paso entre el grupo para pararse frente al
bar, de espaldas a la sala.
—Ni siquiera sé por dónde empezar—murmuró Hawk, pasándose
los dedos por su corto mohawk.
Jag se acercó y gritó:
—¿Qué tal el hecho de que envió a Ivy al Dirty Dick y al territorio de
los Dark Knights sin que ninguno de nosotros lo supiera? Podría
haber salido mal muy rápido. Menos mal que el ejecutor de los
Knights no dejó que eso sucediera.
Se levantó un murmullo.
—La perra quería ir—dijo Pierce—. No me acerqué a ella, ella se
acercó a mí.
—Como presidente, deberías haberle dicho que no, cabrón—
murmuró Jag, pasándose una mano agitada por los vaqueros—. O
haberlo llevado a votación. No hay excusas.
Dex tenía la sensación de que Jag estaba deseando darle un puñetazo
en la cara a Pierce. Llevaba mucho tiempo queriendo hacerlo.
Slade se acercó a Jag.
—¿Qué tal el hecho de que toqueteó a Diamond cuando tenía apenas
quince años?
La cabeza de Jag giró hacia Slade.
—¿Qué?
Slade asintió.
—La acorraló. La toqueteó. Debería haber perdido sus malditas
pelotas después de eso.
Dawg agarró a Jag antes de que pudiera abalanzarse sobre Pierce.
—¿Tocaste a mi hermana cuando era una niña?
Pierce permaneció en silencio con la mandíbula apretada.
Jag se volvió hacia Slade.
—¿Por qué no dijiste nada?
—Ella no quería que nadie lo supiera. Pero como estamos ventilando
cosas, pensé que era necesario que saliera a la luz. Ella me va a matar.
No voy a tener coño en mucho tiempo.
—¿Vas a negarlo? —le gritó Jag a Pierce—. ¿Vas a decir que mi
hermana mintió?
La sala quedó en un silencio sepulcral. Todas las miradas estaban fijas
en Pierce.
—Me rogó que reventara su maldito himen.
Todos en esa habitación se quedaron completamente inmóviles, como
piedras.
—Espera... ¿qué?
Oh, mierda. La sorpresa de Slade significaba que Diamond no le había
dicho que había llegado tan lejos. Slade solo pensaba que la había
tocado. Eso quedó claro por la furia que cruzó su rostro.
—¿La tocaste así? —Slade saltó hacia adelante, con los puños
apretados, y Crow estaba allí, sujetándolo.
—Su hora está llegando, hermano—murmuró Crow—. Una jodida
chica de quince años. —Sacudió su oscura cabeza y dejó escapar un
suspiro ruidoso.
Dex volvió a centrar su atención en Pierce, que sin duda parecía un
poco más pálido de lo normal. Se pasó los dedos temblorosos por el
pelo corto entrecano.
—¿Alguien más quiere hablar?—preguntó Hawk, y luego murmuró
—. De lo contrario, voy a llegar al motivo principal por el que
estamos votando hoy.
—¿Hay algo peor que violar a una chica de quince años? —gritó
Slade, con el rostro casi morado mientras intentaba soltarse de Crow.
Crow se plantó en el suelo y se aferró a él lo mejor que pudo.
—¡No la violé, carajo! —gritó Pierce—. Ella jodidamente quería...
Antes de que pudiera terminar, Grizz apareció de la nada y le dio a
Pierce un puñetazo en la boca. Dex no se sorprendería si todos se
quedaban boquiabiertos en ese mismo momento.
—Cállate la puta boca —dijo el anciano sacudiendo la mano y regresó
a su taburete para beber un largo trago de cerveza.
Hawk miró sorprendido a Grizz y luego a la multitud.
—Está bien. Di no está aquí para resolver eso y no voy a obligarla a
confirmarlo ahora mismo. Así que... la cuestión es la siguiente, sé de
otra mujer a la que violó.
Maldiciones y gritos se escucharon por la habitación.
—¿Qué?
—¡¿Qué carajo?!
—¡Pedazo de mierda!
Hawk levantó las páginas dobladas del diario de la madre de Brooke.
—Aquí tengo pruebas de que se lo hizo a otra mujer.
Con el dorso de la mano presionado contra su boca ensangrentada,
Pierce giró la cabeza rápidamente y miró lo que Hawk sostenía.
—¿Qué es esa mierda?
—Prueba de que violaste a la madre de Brooke—respondió Hawk.
—¿Quién carajo es Brooke?
—No actúes como si no lo supieras. Es tu maldita hija, cabrón. —Dex
se acercó a la barra y se giró para mirar a todos. Señaló a Pierce—.
Este cabrón nos tendió una trampa a Brooke y a mí. Envió a los
Warriors a la casa de Brooke para matar a su propia hija. Para
deshacerse de Brooke y de mí antes de que consiguiera la prueba
para clavar su maldito culo. —Sus ojos se dirigieron a Slade—. No
tenía ni idea, hermano. No necesitábamos ese diario si Diamond
hubiera hablado. —Levantó la palma de la mano cuando Slade abrió
la boca para hablar—. Aunque puedo entender por qué no lo hizo. No
la estoy culpando. —Miró alrededor de la habitación—. Así que el
hombre no solo es un violador, sino una maldita serpiente que se
acuesta con los Warriors. Los usa para hacer su trabajo sucio. Los
cabrones casi violaron a Brooke. Nos habrían liquidado a los dos.
Pero, por suerte...
Ahora no era el momento de decirle a todo el mundo lo ruda que era
su mujer. Que había sido ella la que les había salvado el pellejo, no él.
Sí, probablemente era mejor guardárselo para sí mismo. Estaba
seguro de que pronto se sabría.
—¿Estás diciendo que me estás acusando de violar a una mujer por
una mierda que está escrita? Eso no vale una mierda. Ni siquiera sé
quién coño es ella.
—Era—murmuró Dex—. La madre de Brooke está muerta. Y podrías
haberte salido con la tuya si ella no hubiera escrito esa mierda. Pero
lo hizo. Y tu propia hija lo encontró.
—No tengo una hija —dijo Pierce con sorna.
—Sí, claro que sí. Dos, de hecho —dijo Dex, sacando los resultados
del ADN del bolsillo trasero de sus vaqueros.
Pierce miró fijamente los papeles que Dex tenía en la mano, con los
ojos muy abiertos.
—¿Qué es eso?
—Pruebas de ADN.
—¿De qué?
—De que no sólo eres el padre de Brooke, sino también de Kelsea.
El ex presidente de DAMC se puso pálido y dijo:
—¿Qué?
—Por el amor de Dios, ¿no me digas que también tocaste a Kels?—
gruñó Hawk.
—No toqué a nadie, joder.
—¡Mentiroso! —gritó Brooke mientras corría por la habitación y se
abalanzaba hacia Pierce. Él se tambaleó hacia atrás cuando todo su
peso lo golpeó, y su cabello y sus puños volaron.
—¡Oh, mierda!—gritó Dex, apresurándose a agarrar a Brooke. D
estaba allí, apartándola de Pierce mientras ella bramaba, pateando y
golpeando. Antes de que D pudiera apartarla, el puño de Pierce
impactó en su rostro y su cabeza se echó hacia atrás.
Diesel levantó a Brooke como si no pesara nada, la hizo girar y la
empujó hacia Dex, quien la atrapó pero se tambaleó hacia atrás en un
intento de mantener el equilibrio. Cuando finalmente tuvo los dos
pies firmemente plantados en el suelo, sujetó a Brooke con fuerza
mientras su pecho se agitaba y ella hacía un sonido que le puso los
pelos de punta, llevándose la mano a la cara.
D se paró junto a Pierce mientras el hombre se ponía de pie, mirando
a Brooke.
—No sé quién carajo es. —Eso era una puta mentira. De alguna
manera, el hombre había descubierto quién era y por qué había
aparecido en Shadow Valley hacía más de una semana, de lo
contrario no habría enviado a los Warriors a “lidiar” con ella.
—¡Conociste a mi madre hace treinta años!
—¿Hace treinta años? Me follé a muchas perras a lo largo de los años.
—Entrecerró los ojos mientras la recorría con la mirada—. Ah, sí. Te
pareces a ella. Un pequeño y ardiente pedazo de culo. Le gustaba
hacerse la difícil. Decir que no. Fingir que no lo quería aunque yo
sabía que sí. Sus gemidos eran jodidamente dulces. Su lucha contra
mí aún más dulce. —Se agarró la polla—. Me hizo correrme muy
fuerte.
Dex nunca había visto a Diesel moverse tan rápido. Su mano salió
disparada en un instante y agarró la garganta de Pierce, levantando al
cabrón de puntillas.
D lo miró fijamente, con las fosas nasales dilatadas, el pecho subiendo
y bajando rápidamente, luego sacudió la cabeza y arrojó a Pierce a un
lado.
Pierce se tambaleó, pero se sostuvo y se llevó una mano a la garganta.
—¿Quieres pelear conmigo por un coño? —Levantó los brazos—. Ven
a buscarme, hermano.
Incitar a D a pelear era como pedir la pena de muerte. Pierce estaba
siendo imprudente y sabía que cuando le dijera esa mierda a Brooke
provocaría algún tipo de respuesta.
D gruñó. Si pudiera salir humo de la nariz de un hombre, la
habitación estaría llena de él.
—No tu maldito hermano. Ninguno de nosotros es tu hermano ya.
—He sido parte de este club durante más de treinta y cinco años. Más
años de los que la mayoría de vosotros tenéis. ¿Creéis que podéis
echarme a patadas?
—Les dijiste a los Warriors dónde estábamos —gritó Dex—. Nos
delataste, Pierce. No te importó que fueran a violar y matar a tu
propia sangre.
Pierce escupió al suelo.
—No es mi sangre, no importa lo que diga ese papel.
Z caminó alrededor de la barra y se colocó frente a Pierce.
—Hablemos de ratas. —Zak respiró profundamente y sacudió la
cabeza—. Pasé diez jodidos años... —Se puso cara a cara con Pierce,
un dedo a un pelo de la nariz del hombre mientras gritaba—. DIEZ
PUTOS AÑOS en un maldito agujero por tu culpa, hijo de puta. Diez
jodidos años de mi puta vida. Si no tuviera una esposa y un hijo, te
metería una bala entre los malditos ojos.
—¿De qué está hablando Z?—preguntó Dawg.
Zak se giró para mirarlos a todos y señaló a Pierce, que finalmente
tenía una mirada de sorpresa y algo de miedo cuando la mierda lo
golpeó. Si su culo no estaba fruncido antes, Dex estaba bastante
seguro de que ahora sí lo estaba. El hombre finalmente se había dado
cuenta de que no iba a salir de esto con solo algunas excusas tontas.
—Éste es el cabrón que me tendió una trampa hace tantos años. No
los malditos Warriors. Me encerró para poder sentarse a la cabecera
de la mesa.
Dex esperaba que Z se diera la vuelta en cualquier momento y le
diera un puñetazo a Pierce. Pero antes de que tuviera la oportunidad,
Slade se soltó del agarre de Crow y golpeó con las palmas de las
manos a Pierce en el pecho, gritando:
—Esto es por Diamond. —Luego, con un golpe estratégico, dejó
inconsciente a Pierce.
El ex presidente del DAMC cayó al suelo.
Brooke se sacudió contra Dex con tanta fuerza que se liberó y corrió
hacia Pierce, levantó su pie calzado con botas y le pisoteó las pelotas
con el tacón.
Se escuchó un gemido colectivo mientras todos hacían muecas y sus
manos cubrían sus pollas y pelotas instintivamente.
Incluso D hizo una mueca y se puso un poco verde ante eso.
Dex apretó los muslos y dejó escapar un suspiro.
—Maldita sea —susurró.
D miró a Dex y señaló con la barbilla a Brooke, que todavía estaba de
pie junto a un Pierce inconsciente, con las manos cerradas en puños
mientras lo miraba fijamente.
Dex se colocó detrás de ella, la rodeó con los brazos por la cintura y la
atrajo hacia sí con suavidad.
—Bebé—le susurró al oído—. Tienes que volver a subir a mi
habitación, ¿entendido? Tienes que hacerlo ahora, ¿vale?
Ella no respondió durante un buen rato y él empezó a preguntarse si
lo había oído. Ella seguía mirando al hombre que estaba desplomado
e inconsciente en el suelo.
—Bebé... Brooke, sube las escaleras. Estaré allí enseguida.
De repente, su columna se enderezó y asintió.
—Tenemos que hablar.
Dex cerró los ojos por un segundo. Eso no sonaba bien.
—Sí—dijo en voz baja.
Él la soltó de mala gana y, sin siquiera mirarlo, ella se abrió paso
entre el resto de los hombres y subió las escaleras.
Después de que se perdió de vista, él se giró nuevamente hacia el
frente de la sala.
—¡Votemos!— gritó Crash.
—¿Debería estar despierto cuando lo hagamos?—preguntó Hawk.
Grizz se acercó y vertió toda su pinta de cerveza sobre la cabeza de
Pierce. Pierce gimió, farfulló y sacudió la cabeza, con los ojos
desenfocados.
—¿Qué carajo...
—Está consciente. Vamos a votar —anunció Hawk—. ¿Todos a favor
de despojar a este pedazo de mierda de sus colores?
Se escuchó un rugido de “sí”.
—Sí, joder, hecho. Él está acabado. —Hawk escupió a Pierce.
Uno por uno, todos los hermanos se acercaron, escupieron a Pierce y
le dieron la espalda mientras regresaban a su lugar en la gran sala.
Crow fue el último en acercarse.
—Supongo que no necesitáis que cubra los colores de su espalda.
Diesel gruñó.
—Joder, no. Quitarle los colores va a llegar mucho más lejos que la
piel de su maldita espalda.
Crow asintió y luego escupió a Pierce, aunque el hombre ahora tenía
una mano cubriéndose el rostro y otra en sus pelotas..
Dex se sorprendió de que Pierce no dijera nada en todo el tiempo. No
pidiera clemencia.
Nada.
Él sabía lo que le deparaba el futuro.
La justicia estaba a punto de ser servida en bandeja fría.
Capítulo 16
Confía en mí.
De eso se trataba. No estaba segura de poder confiar en él ahora. Era
gracioso, porque de alguna manera, había comenzado a confiar en
Dexter Dougherty durante el tiempo que habían pasado juntos.
Diablos, ella lo había dejado entrar en su casa. Había permitido que
ese motero comenzara a colarse en su corazón.
¿Y ahora?
Se apartó de él y salió del baño para darles más espacio y no tener
que estar tan cerca de él. No soportaba estar tan cerca. No ahora.
Brooke giró sobre sus talones para mirar fijamente al hombre que la
siguió fuera del baño. Debería estar enojada con él. Muy cabreada.
Pero le costaba mucho retener siquiera un ápice de esa ira. Incluso
con todo lo que había pasado abajo. Todo lo que había oído mientras
escuchaba en lo alto de las escaleras cuando le había prometido
esperar en su habitación. Todo lo que oyó después de volver a subir,
cuando una vez más le dijo que esperaría en su habitación, pero no lo
hizo.
Ella solo había entrado a su habitación una vez que la reunión había
terminado y Pierce había sido expulsado de la casa club. Cuando
sabía que Dex subiría a buscarla.
El hombre con el que se había acostado, por el que estaba empezando
a sentir algo, en quien confiaba, había traicionado esa confianza.
Ella debería estar realmente enojada porque él la había traicionado.
Había actuado a sus espaldas y había tomado cosas que ella no le
había dado permiso para tener.
—Tomaste esas páginas del diario en contra de mis deseos.
Necesitaba estar enojada porque podría sacar a la luz el dolor que sus
acciones le causaron.
Bajó la cabeza, se pasó una mano por el pelo oscuro ya despeinado y
dejó escapar un largo suspiro mientras miraba al suelo.
—Sí—dijo él tan bajo que ella casi no estaba segura de si lo había
escuchado.
—¿Sí?—repitió ella, intentando apaciguar su ira, su furia. Todo
menos el profundo dolor que sentía en la boca del estómago—. Te
llevaste algo que era tuyo, Dex, sin mi permiso.
—Sí.
—¿Puedes siquiera mirarme?
Él levantó la cabeza y la miró a los ojos.
—Me lo llevé. Pero tenía una buena razón, bebé.
—Te refieres a lo que tú creías que era una buena razón. Te dije que tú
podías leerlas, pero nadie más. Nadie más, Dex. Tu palabra debería
haber sido suficiente prueba para ellos. —Se tragó el nudo que se le
formó en la garganta—. No necesitabas enseñárselas a todo el
mundo. No necesitabas dejar que leyeran las palabras privadas de mi
madre. Los demonios que derramó sobre el papel en un intento de
erradicarlos de su alma. Eso no era para sus ojos, Dex. No lo era.
Sabías que no quería que nadie más las leyera. —Se le cortó la
respiración, pero siguió adelante—. De todos modos te las llevaste. Y
no me dijiste ni una maldita palabra.
En ese momento lo sintió. Un destello de ira. Pero con esa sensación
de vacío en su corazón, en su pecho, un destello no era suficiente.
Él respiró profundamente pero no dijo nada, lo cual fue inteligente de
su parte, porque ella aún no había terminado. Ni mucho menos.
Necesitaba librarse de este dolor. De esta profunda decepción por un
hombre que había llegado a su vida cuando menos lo esperaba, y la
había arrojado contra la lona como un luchador profesional.
—¿Cómo conseguiste mi ADN?
Sus ojos se abrieron un poco, pero rápidamente lo ocultó pasándose
una mano por ellos.
—Joder—murmuró él.
Trató de disimular la decepción que le desgarraba la voz.
—¿Creías que no iba a descubrirlo? Tu primer error fue suponer que
subiría y esperaría. Eso nunca iba a pasar. Lo que pasaba abajo
también me afectaba a mí, Dex. Tenía todo el derecho a saber qué
estaba pasando, qué le pasaría al hombre que violó a mi madre. —Se
le quebró la voz—. Al hombre cuyos genes dementes me gestaron.
—Bebé.
Ella levantó una palma y sacudió la cabeza.
—No, Dex. No me trates como a una bebé. No soy tu bebé. No soy la
bebé de nadie. Ni ahora ni nunca. —Se acercó a él hasta que
estuvieron frente a frente—. Voy a preguntarte de nuevo y quiero
una respuesta. Quiero la verdad. ¿Cómo conseguiste mi ADN y
cuándo?
—Solo fue un poco de cabello.
—Cabello —repitió—. ¿Cómo conseguiste mi cabello? ¿Lo sacaste de
mi cabeza mientras dormía a tu lado? ¿Lo tomaste de mi cepillo
cuando no estaba mirando? ¿Como las páginas del diario? —No
pudo controlar que su voz subiera unas octavas. Odiaba perder el
control, pero en ese momento necesitaba que esa indignación la
abrazara, la protegiera. Que llenara este vacío—. ¿Cómo?
—Una de tus cintas para el pelo.
—¿Cuándo? —Se le escapó el aliento mientras pensaba en el
momento en que él tuvo acceso a ellas, ya que rara vez llevaba el pelo
recogido—. ¿Cuándo me la quitaste del pelo en el campo de tiro?
Él no dijo nada, simplemente evitó su mirada.
—Respóndeme, Dex. ¿En el campo de tiro?
—Sí.
—¿Cuando me follaste? ¿Por eso lo hiciste? ¿Para distraerme de lo
que estabas haciendo? ¿Eres tan malditamente astuto?
Se dio la vuelta y se alejó de él. Tenía el pecho apretado y un nudo en
el estómago. Estaba muy decepcionada. Todos a su alrededor la
habían decepcionado. Su madre por guardar ese secreto. Su hermano
y su hermana por no preocuparse lo suficiente como para ayudar con
la enfermedad y la herencia de su madre. El hombre que ella creía
que era su verdadero padre, por continuar con la mentira de su
madre. Y ahora, Dex.
—Has violado mi confianza.
—Lo sé. Tenía que hacerlo. No tenía elección, bebé.
¡Bebé!
Simplemente ponía un bebé al final de una oración y eso hacía que
todo estuviera bien en su libro.
—Esta noche volveré al motel. Sola. Y mañana por la mañana volveré
a mi casa. Sola. ¿Me oíste, Dex? Sola.
Él extendió la mano, pero ella se apartó de su alcance.
—No puedes, bebé. Es demasiado arriesgado.
—No tienes derecho a decirme qué hacer, Dex. No tienes ningún
derecho a hacerlo.
Él echó la cabeza hacia atrás y se quedó mirando el techo durante
unos segundos antes de que su cuerpo se agitara y gritara:
—¡Mierda!
Cuando bajó la mirada hacia ella, un dolor agudo la atravesó. Él
también estaba sufriendo.
Todo lo que había pasado esta noche la había afectado, pero también
a él. Había afectado a todos los miembros de su familia del club. A
cada uno de ellos.
Ninguno de esos moteros había salido ileso, después de lo que
oyeron esta noche. Ni uno solo.
Pero lo superarían y seguirían adelante, como ella necesitaba hacer.
Necesitaba dejar todo esto atrás y no podía hacerlo si continuaba
pasando tiempo con el hombre que tenía delante.
Necesitaba salir de Shadow Valley, alejarse del DAMC y retomar el
rumbo de su vida.
Y necesitaba alejarse de Dex ahora mismo, porque no quería hacer
nada más que esconderse debajo de las sábanas y llorar. No iba a
hacer eso delante de nadie. Ni siquiera de él.
Necesitaba regresar a su habitación del motel, cerrar la puerta, apagar
las luces y permitirse purgar sus lágrimas, su tristeza, su decepción.
Después necesitaba recuperarse, volver a su casa en Harrisburg y
olvidarse de que Shadow Valley existía. Olvidarse de Pierce. Del
DAMC.
Y, una vez más, sabía que eso sería imposible si Dex permanecía en
su vida.
Ella agarró su chaqueta que había tirado en una silla, se aseguró de
tener las llaves del coche y luego se dirigió a la puerta.
Se detuvo y se quedó mirándolas por un momento. Sin embargo, eso
le dio a Dex el tiempo justo para ponerse detrás de ella. Plantó las
palmas de las manos contra la puerta a ambos lados de ella,
atrapándola.
—Bebé—le murmuró al oído—. Brooke...
Su cálido aliento hizo que su cabello revoloteara contra su oreja y
cuello, lo que le provocó un escalofrío.
Tenía un deseo loco de darse la vuelta. De besarlo, de empujarlo
sobre su cama, de obligarlo a someterse a ella y de follarlo hasta
olvidar todo lo que se había dicho abajo. Todo lo que había pasado
con los Warriors en su casa. Todo lo que había leído en el diario de su
madre. Y, aunque fuera por un momento, olvidar el sufrimiento que
padeció su madre, no solo hacía treinta años a manos del hombre al
que se había enfrentado antes, sino también su sufrimiento durante
su larga batalla contra el cáncer.
Debería permitirse disfrutar del hombre que estaba presionado
contra su espalda en este momento. El que no decía nada, solo
esperaba ver qué haría ella. Probablemente esperaba que se quedara e
hiciera lo mismo que ella deseaba.
Pero ella no hizo nada de eso. En cambio, con lágrimas en los ojos,
empujó el pestillo de la cerradura y giró la perilla.
—Necesito tiempo para pensar, Dex. Un poco de tiempo para
procesar. Solo dame eso, por favor.
Ella abrió la puerta de un tirón y él la dejó cerrarla.
—Mierda—lo oyó decir detrás de la puerta mientras avanzaba por el
pasillo silencioso.
Obligó a sus pies a seguir adelante y no detenerse hasta llegar a su
coche.
Capítulo 17
***
Brooke parpadeó, abrió los ojos, y giró la cabeza hacia el sonido de
su teléfono vibrando en la mesita de noche. Hizo una rápida
comprobación mental.
Todavía estaba en la habitación de motel, completamente vestida y
pegada a Dex.
Su respiración era tranquila mientras soplaba sobre su mejilla.
Después de soltarse con cuidado de su abrazo, agarró el teléfono,
pero había saltado el buzón de voz antes de que pudiera contestar.
Tres llamadas perdidas. Todas desconocidas. Frunció el ceño. ¿Quién
la estaba llamando?
La hora que aparecía en su teléfono marcaba las 3:34 AM.
Qué demonios...
No podía creer que no hubiera escuchado tres llamadas. Se dio la
vuelta y miró a Dex durmiendo. No, sí podía. Anoche había llorado
hasta quedarse dormida en sus brazos. Y estando en sus brazos, se
había sentido segura y... algo más... lo suficiente para dormir
profundamente.
Algo más.
¿Qué sentía por el hombre que se había metido a la fuerza en su
habitación? ¡Mierda! ¡Que se había metido a la fuerza en su vida!
El hombre que había tenido las agallas suficientes para seguirla hasta
su casa en Harrisburg. Seguirla hasta su habitación del motel después
de que ella le había pedido que la dejara en paz. Y no solo una vez.
Él tenía las pelotas lo suficientemente grandes para permitirle ser ella
misma en el dormitorio cuando se trataba de sexo, pero nunca había
perdido esas pelotas fuera del dormitorio.
Se preguntó si él le había mostrado ese lado secreto de sí mismo a
alguien más además de ella.
Si no fuera motero, no viviera en Shadow Valley, no tuviera una
conexión con el DAMC, entonces podría haber sido perfecto para ella.
Pero no lo era.
Así que necesitaba ignorar ese sentimiento... ese algo más.
En ese momento, no veía ninguna razón para enredarse en algo que
nunca duraría.
Presionó el ícono del correo de voz en su teléfono y se lo acercó a la
oreja.
—Señorita Monroe —dijo la voz grave grabada—. Soy el agente
Jenkins, jefe de bomberos de la policía estatal de Pensilvania.
Necesito que me devuelva la llamada lo antes posible. Su casa ha
estado involucrada en un supuesto incendio provocado y queremos
asegurarnos de que se encuentra a salvo. Por favor, póngase en
contacto conmigo a mi móvil tan pronto como reciba este mensaje
en...
El teléfono se le cayó de las manos y aterrizó en la cama. La voz
profunda del mensaje recitó algunos números y otras cosas, pero ella
no sabía qué. Su corazón se detuvo mientras miraba el teléfono que
provocaba un resplandor en la habitación que de repente parecía
deslumbrante.
Dex se incorporó de golpe y, inclinándose sobre ella, agarró el
teléfono. Apretó el botón de reproducción y se lo acercó a la oreja.
—Malditos hijos de puta —gritó mientras apartaba el teléfono y
pulsaba otro botón. Después de unos segundos, dijo—. Sí, lo es. Éste
es su teléfono. Está a salvo. ¿Qué pasa? —Después de unos
momentos más, murmuró—. Estaré allí en unas tres horas. —Una
pausa—. En Shadow Valley. Al sur de Pittsburgh. —Otra pausa—. Sí.
Claro. Entendido. —Desconectó el teléfono, lo arrojó de nuevo sobre
la cama y agarró su rostro entre sus grandes y cálidas manos.
Ella sólo podía parpadear. No podía concentrarse porque sus
pensamientos seguían dando vueltas en su cabeza como un ciclón.
No podía detenerlos por más que lo intentara.
—Dex—susurró.
—Sí, bebé. Ponte los zapatos, recoge tus cosas, prepara tu BMW.
Tengo que dejar mi sled en la iglesia y llevar tu jaula a Harrisburg.
¿Me entiendes?
—Pero…
—Sin peros. Hazlo. Ahora. Me tengo que ir.
—Pero...
No le soltó la cara, pero la sacudió suavemente.
—Escucha. Sin peros. Muévete.
Sintió que asentía, pero no lo sentía como si lo hiciera ella misma,
sino como si otra persona estuviera asintiendo por ella.
¿Qué carajo estaba pasando?
Intentó concentrarse en el hombre que tenía frente a ella.
—¿Qué estamos haciendo?
—Volviendo a Harrisburg. Tenemos que lidiar con esta mierda y con
los cerdos. Tienen que hablar contigo.
—Mi casa...
—Sí, bebé. No sé hasta qué punto. Tengo que ponerme en marcha
ahora. ¿Me entiendes?
Ella asintió de nuevo, se levantó de la cama y automáticamente se
acomodó la ropa arrugada que tenía puesta. Recogió sus pertenencias
sin pensar, sin sentir. Sin nada. Lo único que la hacía seguir adelante
eran las firmes órdenes de Dex.
No quedaba nada de ella en su interior. Nada.
Estaba completamente y jodidamente vacía.
***
Dex estacionó su BMW junto a la acera, lo más cerca que los
bomberos le permitieron. Lo cual no era cerca porque tenían sus
vehículos bloqueando la calle y también había algunos vehículos para
cerdos estacionados.
Antes de que pudieran salir del coche, un policía se les acercó y les
preguntó quiénes eran. Cuando les explicó quién era Brooke, el
hombre de uniforme negro y gris lo miró fijamente. Dex se tragó el
insulto porque necesitaba mantener la calma y el policía que había
llamado a Brooke necesitaba hablar con ella.
Tampoco era necesario que lo arrestaran por alteración del orden
público y dejar que Brooke lidiara con todo este nuevo espectáculo de
mierda sola.
El cerdo señaló a otro hombre de traje que estaba escribiendo cosas
en un cuaderno. El tipo rubio miró hacia arriba, los vio acercarse y los
encontró a mitad de camino.
Le tendió la mano a Brooke mientras se presentaba e ignoró a Dex
una vez que notó los colores en su espalda.
¡Lo que puta sea!
¿Habría sido inteligente dejar su chaleco en la jaula de Brooke?
Probablemente. Pero que les den a todos los que lo estaban juzgando
en ese momento. No estaba ocultando quién era. Podían chuparle la
maldita polla.
Dex desvió la mirada de Brooke, que estaba hablando con el policía,
hacia lo que quedaba de su casa.
Lo único que quedaban eran cenizas, brasas incandescentes, su
chimenea de piedra y algunos restos esqueléticos ennegrecidos de su
casa. Aún se elevaba humo mientras los bomberos hurgaban,
buscando puntos calientes y regando algunas áreas.
Dio unos pasos hacia adelante, atraído por la devastación y con
náuseas por lo que habían hecho los Warriors.
Porque nadie más había hecho esto además de esa escoria de MC. Eso
ni siquiera estaba en discusión. Era por esto que él sabía que Brooke
no habría estado segura en su casa. Por eso había insistido en que
regresara con él a Shadow Valley. Sabía que los Warriors buscarían
venganza por la desaparición de su presidente.
Y su casa era su última ubicación conocida.
Mientras avanzaba como si estuviera en trance, mirando fijamente lo
que quedaba, un bombero extendió la mano y lo agarró del brazo.
Levantó la vista y el hombre hizo un gesto con la barbilla hacia donde
Brooke y el policía hablaban.
—Su mujer acaba de desplomarse.
Dex se giró y vio al policía en cuclillas junto a Brooke, que había
caído de rodillas, con la cabeza entre las manos y el cuerpo encorvado
sobre sí misma.
—¿Qué carajo?—gritó, corriendo hacia ella. Empujó al policía para
que se apartara, se arrodilló, agarró a Brooke y la abrazó—. ¿Qué
carajo pasó? —le preguntó al policía que estaba de pie junto a ellos.
—Más malas noticias—murmuró él con preocupación en sus ojos
oscuros mientras miraba a Brooke.
—¿Qué? —¿Qué más podía haber? ¿Cuánto más podría soportar esta
mujer?
—En este momento, este incendio se considera provocado, pero
acabo de enterarme de que se produjo otro incendio, aunque no en
mi zona.
—Sí, ¿y?
—Quien haya atacado su casa también atacó su negocio. Esto fue
personal, no algo casual.
Ni de puta coña, pero no estaba diciendo eso.
El policía miró fijamente a Dex con dureza.
—¿Sabes quién pudo haber hecho esto?
Las fosas nasales de Dex se dilataron, pero mantuvo su expresión
dura, indescifrable.
—No.
La boca del policía Jenkins se apretó.
—Claro. —Su columna se enderezó de golpe y enfrentó a Dex—. Ya
he tratado con gente como tú antes. Como dije, definitivamente no es
algo casual. Alguien la tiene en la mira. —Inclinó la cabeza—. O a ti.
—Golpeó su bolígrafo contra su cuaderno mientras señalaba con la
barbilla los parches en la parte delantera de su cut—. O a tu club.
Dex se puso de pie, levantó a Brooke, presionó su rostro contra su
pecho y la abrazó fuerte.
—No sé quién podría ser.
El policía asintió, sin ocultar el hecho de que no le creía.
—Claro. —Con un suspiro, sacó un par de tarjetas de visita del
bolsillo y se las tendió a Dex—. Si, por alguna razón, sospechas de
alguien que pudiera haberlo hecho, aquí tienes mi tarjeta. Quédate
con una. Entrégale la otra a su compañía de seguros.
Dex no dijo nada, pero tomó las tarjetas y las guardó en el bolsillo
trasero.
Jenkins miró a Brooke por un momento y luego dijo:
—Lamento que le haya pasado esto. Nadie se merece esto. Tal vez
deba elegir a otras personas con las que relacionarse.
Dex ignoró su indirecta y centró su atención en Brooke mientras el
policía se alejaba.
—Bebé—susurró él, acariciando su cabello.
—Todo se ha ido. —Sus palabras quedaron ahogadas en su camiseta.
—Sí.
—Todo lo que he conocido. Todo lo que he construido. Todo lo que
era… mío. No me queda nada.
—No es cierto, bebé.
Ella se apartó un poco y lo miró con sus ojos azules muy abiertos.
—¿Qué? ¿Qué me queda? Me lo quitaron todo. Todo, Dex.
—Me tienes a mí, bebé. Nos tienes a nosotros.
Se quedó boquiabierta.
—¿Nosotros? ¿Te refieres a tu club? ¿Eso que hizo que mi vida se
hundiera en las profundidades del infierno?
Dex apretó la mandíbula para no decir algo de lo que luego se
arrepentiría. Necesitaba mantener la cabeza fría. No necesitaba
empeorar las cosas para ella. Porque sí, entendía lo que quería decir.
Entendía por qué culparía al club.
Pierce la había engendrado y, por eso, él era el catalizador de toda la
mierda que surgió a partir de ese momento. El hombre había sido un
Angel, había estado profundamente arraigado en el DAMC durante
más años de los que tenían ellos. Había sido el presidente del club
durante una década.
Así que sí, la entendía. Podía entender por qué ella no quería tener
nada que ver con el DAMC.
Pero eso no significaba que lo aceptara.
—No tengo dónde vivir—dijo ella en voz baja, la profunda tristeza en
sus palabras como un cuchillo retorcido en su pecho—. Mi negocio
no existe.
—Sé que probablemente odiarás lo que estoy a punto de decirte,
pero... debes tomar esto como un nuevo comienzo. Un jodido nuevo
comienzo.
—No puedo alejarme de mi negocio, de mis clientes. Diablos, incluso
de mis empleados.
—Ya lo solucionarás. Tienes seguro, ¿verdad?
Ella asintió, mirando hacia lo que quedaba de su antigua casa
mientras el humo se elevaba hacia el cielo de la mañana.
—El policía dijo que se utilizó un cóctel molotov para bombardear
mis oficinas y mi sala de exposiciones. —Soltó una risa amarga—.
¡Un maldito cóctel molotov! ¿Qué demonios?
—Como intentaron hacer con la pastelería de Sophie—murmuró Dex.
Ella lo miró sorprendida.
—¿Quemaron su pastelería?
Él negó con la cabeza.
—No. Lo intentaron. Sophie vivía encima. Tuvo suerte de que su
intento fracasara.
—Pero ¿qué les hizo?
—Nada de nada. Aparte de estar relacionada con Z.
—Entonces, si no hubiera estado involucrada en la desaparición de su
presidente, si no hubiera sido la hija de Pierce y si, por alguna razón,
estuviera contigo, ¿esto aún podría haberme pasado?
Si por alguna razón estuviera contigo.
Esa frase le demostró lo que sabía, que ciertas circunstancias los
habían unido. Si la búsqueda de la verdad no hubiera llevado a
Brooke a Shadow Valley, nunca se habrían cruzado, e incluso si lo
hubieran hecho, salvo por una razón, ella nunca lo habría mirado dos
veces. Ni una sola vez, probablemente.
—¿El solo hecho de estar contigo podría haber provocado su ira?—le
preguntó cuando él no respondió.
—No puedo responder a eso, bebé. No lo sé. No sé qué pasa por sus
mentes jodidas. No puedo decir que el hecho de que estuvieras
conmigo no hubiera llamado su atención. Secuestraron a Kiki, y sólo
porque estaba saliendo con Hawk. Estaba en su casa en el momento
equivocado. No era DAMC, pero ellos no lo sabían. Que estés
conmigo podría ser un riesgo. —Se pasó una mano por la barbilla con
barba incipiente—. No quiero decírtelo para que tengas miedo de
estar conmigo, pero tengo que ser sincero contigo. Esta mierda lleva
sucediendo desde siempre. No sé si alguna vez terminará. —Sacudió
la cabeza y se miró las botas—. Simplemente no lo sé, Brooke.
—Pero no estoy contigo —susurró—. Nos juntamos... Nosotros... —
Respiró profundamente—. Yo estoy aquí. Tú estás allí.
—Ya no tienes nada aquí.
—Mis empleados...
—Encontrarán su propio camino.
—Mi negocio.
—Puedes reconstruirlo. No tienes por qué ser aquí.
—¿Qué estás diciendo?
—No hace falta que lo diga en voz alta, bebé. Ya sabes lo que estoy
diciendo.
Ella frunció el ceño mientras lo miraba fijamente.
—No. Necesito oírlo. Necesito que me expliques lo que quieres.
Porque no estoy segura que lo que tú quieras sea lo mismo que yo.
La agarró de la mano y empezó a tirar de ella hacia los restos
quemados de su casa. Uno de los bomberos gritó mientras la acercaba
lo suficiente para sentir el calor de las cenizas humeantes.
Metió la mano en el chaleco, en la hendidura que tenía en el interior,
sacó las páginas del diario de su madre, y se las tendió. Ella las miró
sin comprender, con el ceño todavía fruncido.
—Esta mierda es el pasado. —Extendió el brazo hacia la devastación
que tenían ante ellos y continuó—. Esta casa es el pasado. Tu negocio
es el pasado. Esto te ha dado la oportunidad de empezar de nuevo.
Toma estas páginas, bebé. Quémalas. Límpiate de ese veneno. ¿Vale?
Ella levantó la vista y miró las palabras escritas a mano que le había
dirigido su madre.
—Y tú crees que eres mi futuro.
—Sí, bebé, lo sé. Sé que va a ser un camino difícil para volver a
ponerte de pie. Pero sé que voy a estar ahí para ti cada segundo, voy
a estar ahí para ayudarte en cada maldito paso del camino. Te
ayudaré tanto como pueda. No sé una mierda de decoración ni nada,
pero lo que sea que necesites, lo que sea en lo que pueda ayudarte, lo
haré. Y no solo yo. Todo el maldito club, mi familia. Tu familia.
Estaremos ahí para ti. Ahora eres DAMC, bebé.
—Porque crees que te pertenezco. —No era una pregunta, sino una
declaración.
Una que ella iba a negar. Le diría que ella no lo era, que nunca lo
sería. Que era una mujer fuerte e independiente y que no necesitaba a
nadie. Ni a Dex. Ni al DAMC. Ni a su hermana. A nadie.
Ella se estaba preparando para decirle que se fuera a la mierda. Para
reírse en su cara porque no necesitaba un hombre como él en su vida.
No era para nada de su calibre y que él pensara eso era ridículo.
Eso era lo que estaba a punto de decirle y, cuando lo hiciera, lo
mataría. Así que necesitaba convencerla de lo contrario, antes de que
lo dejara afuera. Antes de que se cerrara a la posibilidad de un futuro
con él. Un futuro en Shadow Valley. No un futuro en el que vivieran
a horas de distancia, donde él pudiera ser fácilmente olvidado
mientras ella se dedicaba a construir una nueva vida. Sin él.
Cayó de rodillas. Allí mismo, sobre el suelo mojado, en el barro
creado por la tierra, la ceniza y el agua de las mangueras contra
incendios. Allí mismo, a los pies de ella. Agarró sus dos manos y
presionó su frente contra ellas por un momento, recuperando el
aliento, reuniendo coraje para luchar contra cualquier decepción que
ella pudiera arrojarle.
Cuando finalmente levantó la vista y la miró a los ojos, que estaban
brillantes, conmocionados, incluso asustados, comenzó, sin
importarle quién los miraba, sin importarle quién lo escuchaba.
—Te lo ruego, bebé. Solo dame una oportunidad. Danos una
oportunidad. Debes saber que no somos del mismo mundo. Diablos,
del mismo universo. Pero funciona. Te lo prometo, funciona. Mira a
Kiki y Hawk. Mierda, él estaba en la cárcel del condado y ella era su
abogada. No puede haber nada más diferente que eso. Mira a Z, el
presidente de un MC que pasó diez años en prisión y a Sophie, una
dulce pastelera que probablemente nunca tuvo una multa de
estacionamiento. Mira a Axel, un maldito policía, y a Bella, una chica
motera nata. Y luego está Emma. Una maestra de jardín de infantes.
—Sacudió la cabeza y resopló—. Dawg dirigía un club de striptease
cuando una maestra de jardín de infantes entró en su vida. No puede
haber nada más diferente que eso. Y funciona para ellos, te lo juro.
Esos hombres morirían por ellas. Cada uno de ellos. Y bebé...
Ella cerró los ojos.
Él le apretó las manos.
—Yo moriría por ti.
Sus dedos se tensaron dentro de los de él.
—No digas eso—susurró.
—Es la verdad. Nunca pensé que me pasaría a mí. Nunca pensé que
encontraría a la mujer adecuada que me hiciera sentir así. Pero joder
—soltó un suspiro—, entraste en esa casa de empeños y me diste una
erección que no desaparecía. Lo supe en ese mismo momento,
necesitaba conocerte.
—Solo querías follarme.
—Sí, eso también. Pero créeme, muchas mujeres guapas entran en esa
casa de empeños. Ninguna de ellas... ninguna, bebé, me había
afectado como lo hiciste tú. Ahora entiendo lo que Z, Hawk y Dawg
dicen sobre cómo cuando encontraron a sus mujeres, les afectó
mucho. En el momento en que te vi, me afectó igual de fuerte. Así
que... —soltó sus manos y se puso de pie, acunando sus mejillas, sin
permitirle evitar su mirada. Necesitaba que lo viera. Que viera lo
mucho que significaba para él. Porque esta podría ser su única
oportunidad—. Te lo ruego, bebé, dame una oportunidad para
demostrarte que soy todo lo que necesitas. Prometo que haré todo lo
posible por ti todos los malditos días. Y si un día decides que no soy
lo suficientemente bueno, que no hice todo lo posible por ti y quieres
alejarte, entonces no voy a detenerte.
Ella inhaló profundamente y abrió mucho los ojos. Apartó la cara de
sus manos y dijo:
—Dexter Dougherty, ¿me dejarías alejarme de ti?
Su corazón se sacudió y luego comenzó a latir furiosamente.
—Solo quiero lo mejor para ti, bebé.
—¿Crees que tal vez tú no lo seas?
—A la mierda con eso. Sé que lo soy.
—Entonces te lo preguntaré de nuevo... ¿Me dejarías alejarme de ti?
Sus labios se crisparon.
—¿La verdad, bebé? No. Nunca te dejaría marcharte. Haría todo lo
que estuviera en mi poder para mantenerte a mi lado. Mantenerte
donde perteneces.
—Dex —susurró—. Ni siquiera nos conocemos desde hace mucho
tiempo.
—Sí, bebé. Nos conocemos de toda la vida—se dio una palmadita en
el pecho—. Nos encontramos hace poco. Me di cuenta de que eres lo
que me ha faltado toda mi maldita vida. Espero que a ti te pase lo
mismo.
Ella sacudió la cabeza.
—Eres algo especial.
—No lo voy a negar.
Ella se dio la vuelta y miró los restos de su casa.
—Han pasado tantas cosas. Tantas.
—Sí. Lo sé.
Ella le tendió la mano y él supo exactamente lo que quería. Colocó las
páginas dobladas y arrancadas del diario de su madre en su palma.
Ella cerró el puño alrededor de ellas y luego dio un paso hacia unas
brasas restantes. Después de mirar una última vez los papeles
arrugados que tenía en la mano, los dejó caer sobre las brasas al rojo
vivo. Las páginas se encendieron al instante y ardieron rápidamente
hasta que no quedó nada más que un remolino de ceniza de papel.
Algunos de esos restos incluso flotaron en el aire de principios de
diciembre.
Dex se acercó a ella, le agarró la mano y le dio un apretón. Ella no la
apartó, sino que apretó los dedos sobre los de él.
—No puedes cambiar el pasado, pero puedes dejarlo atrás—
murmuró él.
—Tienes razón, no puedes cambiar el pasado. —Le tiró de la mano y
lo miró—. Pero sí puedes darle forma al futuro.
La atrajo a sus brazos. Presionó su boca contra su cabello.
—Lo siento, bebé. Lamento que te haya pasado toda esta mierda.
Lamento que hayas tenido que lidiar con tanta pérdida.
—La casa, mi negocio… Son cosas que puedo reconstruir. Empezar
de cero, como dijiste. Perder a mi madre… Eso fue, y sigue siendo, lo
más difícil. Ella era la única razón por la que me quedé en esta zona.
Ahora todo lo que me retenía aquí se ha ido. Me doy cuenta de que
ahora puedo ir a donde quiera.
Él no dijo nada y simplemente esperó.
Y esperó.
Y jodidamente esperó.
—Sí—dijo finalmente, esperando que eso la animara a continuar.
—Sí—repitió ella en un suspiro.
—Bebé.
—¿Sí?
—¿Eso es todo lo que vas a decir?
—No.
Esperó de nuevo mientras se encontraban de pie al borde de la casa
incendiada. Estaba haciendo todo lo posible por ser paciente, pero
eso se estaba agotando. Ya era mediados de diciembre y, aunque el
aire era un poco más cálido alrededor de la casa debido al fuego, no
era tan cálido, y él solo llevaba su camiseta de manga larga y su
chaleco. Sus pezones se habían endurecido dolorosamente y los
piercings le dolían por el clima frío. Se frotó la palma de la mano
sobre uno de ellos y eso llamó su atención.
—Kelsea.
Él frunció el ceño.
—¿Qué pasa con ella?
—Quiero conocerla.
—Sí. No estoy seguro de que ella lo sepa todavía.
—Es mi hermana. Quiero estar ahí para ella. Conocerla.
—Sí, bebé. Lo entiendo.
—Eso será parte de todo ese proceso de ‘dar forma al futuro’.
Supongo que soy su hermana mayor.
—Sí, lo eres.
—Tal vez ella pueda ayudarme a reiniciar mi negocio.
—Sí, eso estaría bien. Ella no hace nada más que salir de fiesta y
meterse en problemas. Pero, bebé... vive en el Shadow Valley.
—Lo sé. Pittsburgh está a sólo veinte minutos de Shadow Valley,
¿verdad?
—En un buen día.
—Pues bien, haremos que cada día sea un buen día.
Él apretó las rodillas para no caer a sus pies otra vez. No podía creer
que las cosas estuvieran saliendo como él quería, pero así era y no iba
a arruinarlo todo.
—¿Crees que a tu tío le importaría que te quedaras en Harrisburg una
semana más o menos mientras yo arreglo mis cosas? Tendré que
reunirme con las compañías de seguros y mis empleados, averiguar
qué tengo que hacer, ya que ahora no tengo nada. Ni siquiera ropa, ni
papeles. Nada. Es como volver a nacer.
Exactamente.
—No creo que a Ace le importe que me quede aquí para ayudarte a
arreglar tus cosas.
—Mientras solucionamos ese asunto, tal vez podamos decidir dónde
vamos a vivir. No me quedaré contigo en tu habitación en la iglesia.
—De todos modos, no puedes.
—¿Por qué?
—Ya discutimos esta mierda.
Ella resopló.
—Ah, cierto, porque soy mujer. —Su mirada rebotó sobre los restos
de su casa—. Entonces tal vez tengamos que encontrar un lugar
temporal hasta que pueda recibir un cheque de la compañía de
seguros.
—Lo tengo cubierto.
Ella arqueó una ceja y le preguntó:
—¿Qué?
—¿Quieres una casa? ¿Quieres una como ésta? Lo tengo cubierto. El
club lo cubrirá hasta que llegue tu cheque. También tengo algo de
dinero ahorrado. Esa es una de las ventajas de vivir gratis en la
iglesia, puedes ahorrar un montón de dinero.
—¿Cuánto dinero?
—Probablemente suficiente para un pago inicial considerable
dependiendo del tamaño de la casa que quieras.
Se quedó boquiabierta.
—¿Y vivías en ese cuchitril?
—Sí. Dormía, me duchaba y me masturbaba allí. No necesitaba
mucho. —Miró sus ojos azules y la abrazó—. ¿Bebé?
—¿Sí?
—¿Vienes a Shadow Valley por mí o por Kelsea?
—Bueno, tengo que decir por ti. —Metió la mano en su chaleco y le
pellizcó un pezón—. Todavía hay muchas cosas que quiero hacerte.
Él sonrió ante sus palabras.
—Pero tus juguetes se han ido.
—Sí, pero son reemplazables.
—Me alegro de que estuvieras conmigo en Shadow Valley cuando los
Warriors atacaron, bebé. Porque una cosa que jodidamente sé, es que
no eres reemplazable. ¿Entiendes?
Ella presionó su frente contra su pecho y envolvió sus brazos por
debajo del chaleco y alrededor de su cintura.
—Sí, Dex, entiendo.
—Te cubro las espaldas, bebé. Toda esta mierda es solo un bache en el
camino. Lo que no te mata te hace más fuerte. Aunque no estoy
seguro de cuánto más fuerte puedes llegar a ser. Eres una mujer
increíble, Brooke. No puedo creer que estés en mis brazos ahora
mismo. No puedo creer que vengas a casa conmigo.
—No te subestimes —susurró—. Tú tampoco eres tan malo.
Él bajó la cabeza, tomó su boca y la besó larga y profundamente.
Reclamándola, haciéndole saber que, sí, ella le pertenecía, pero él
también le pertenecía a ella.
—Vamos a buscar un motel.
—¿Así puedo poner mis asuntos en orden y llamar a la compañía de
seguros?
—Sí, eso también.
Caminaron de regreso hacia su jaula, pero él se detuvo de repente,
haciéndola detenerse.
Ella lo miró con una pregunta en su rostro.
—Solo quiero decirte... Gracias a Dios que entraste en la casa de
empeños ese día.
Sus labios se curvaron.
—Y gracias a Dios que me desnudaste con la mirada. Tal como lo estás
haciendo ahora mismo.
—No, no lo estoy haciendo. Una chica mandona me dijo que eso es
acoso sexual.
—Sí, bueno, hay un castigo por eso.
Él sonrió y la arrastró más rápido hacia el coche.
—Carajo, no puedo esperar.
Epílogo
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