LIB01301 La conversión en Ama

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Manual del Ama

Guía de Dominación Femenina para buenas chicas


por Mistress Lorelei

Parte Uno
La Conversión en Ama

¿POR QUÉ CONVERTIRSE EN AMA?:


Algunos placeres inesperados.

"Cuando estamos tumbados sobre la espalda no hay forma de ver si no nos levantamos"
Roger W Babson

Para aquellas de mis lectoras que ya hayan paladeado el fuerte vino del control total sobre un
hombre sumiso, esta cuestión puede parecer absurda. La respuesta es tan obvia: ser Ama es
divertido.
La Dominación Femenina ofrece a un Ama toda una cornucopia de deleites. (Los hombres
sumisos también disfrutan, aunque haya momentos de la escena en que no parezcan hacerlo.)
Pero, ¿por qué una mujer disfruta obligando a su amado marido a llevar el humillante disfraz de
un corsé, tacones altos, y bragas de volantes afeminadas? ¿Qué es lo que haría que un hom-
bre, a menudo un profesional poderoso y bien pagado, se someta alegremente a una severa
azotaina mientras está vestido de esa guisa? ¿Qué es lo que hace tan divertido practicar jue-
gos de poder?
Las razones caen, por lo general, en tres categorías. Primero, la emoción de escapar a un
mundo de fantasía.
Segundo, el puro deleite sensual de los disfraces, el riesgo y la estimulación física.
Tercero, la felicidad de compartir con otro ser humano la intimidad y la confianza más hondas
posibles.

La emoción de la Fantasía.

A veces necesitas escapar de tu papel de adulto responsable, trabajador obediente, o abne-


gado miembro de familia, sin que importe lo agradable y satisfactoria que sea tu vida diaria.
Cuanto más estresante sea ese papel, cuanto más alejado esté de tus impulsos más hondos,
más necesitas escapar de las limitaciones de la vida diaria. Algunas personas usan el alcohol,
las drogas o el juego para ir más allá de sus vidas ordinarias, pero estas actividades han de-
mostrado, por lo general, ser a la vez destructivas e insatisfactorias. Pero el escape que pro-
porciona una vida rica en fantasía puede ser constructivo y extraordinariamente satisfactorio.
En lugar de dañar al cuerpo, la liberación sexual le ayuda. En lugar de reprimir las necesidades
de tu verdadero yo, la fantasía te permite expresar y realizar tus necesidades más profundas, y,
en el proceso, la fantasía crea una realidad nueva, más fuerte.

Un Yo nuevo y poderoso.

La práctica de la Dominación Femenina permite al Ama expresar su poder, la parte fuerte y


controladora de sí misma que puede resultar inaceptable en el trabajo o en la comunidad.
Cuando asumes el papel de Ama, con su vestimenta, comportamiento, forma de hablar y ritua-
les correspondientes, puedes sentir como si te convirtieras en alguna otra. Durante el proceso
encontrarás que se te permite decir y hacer cosas estrictamente prohibidas en la vida ordinaria.
Paradójicamente esa otra eres tú misma, solo es una parte de ti misma a la que ordinariamente
no le dejas hablar.
La transformación es solamente liberadora. Dejar salir a tu poderoso y malvado yo interno es
una cura más que segura para el estrés. En términos de Jung es una manera de integrar tu
Sombra, el yo escondido y rechazado.
Convertirse en Dómina puede parecer esquizofrénico al principio, especialmente si todavía
eres una buena chica.
Más adelante encontrarás a los poderes del Ama infiltrándose en tu vida diaria. Por ejemplo,
puedes llegar a ser más enérgica en situaciones ordinarias. Si puedes imaginar al lascivo de tu
jefe lamiéndote los zapatos por atreverse a tomarse libertades contigo, puedes reaccionar con
el adecuado desdén gélido (más la demanda) cuando te acose sexualmente, en vez de pre-
guntarte que has hecho para invitarle a sus caricias indescriptibles. Al final tu yo de Dómina
será, no el opuesto de tu yo habitual, sino una intensificación juguetona de él.
Como Ama serás capaz de exigir el respeto que no puedes recibir en otros casos, porque
nuestra cultura devalúa a la mujer y exalta al hombre en muchos sentidos. Cada día las muje-
res sufren los ataques violentos de hombres enloquecidos por el poder, desde trabajadores de
la construcción pendencieros hasta banqueros condescendientes. (Debería bastar con el Con-
greso para convertir a una mujer que se respete en una Dómina.) Es un placer positivo llegar a
casa de un encuentro con un hombre estúpido, grosero o humillante para encontrarse una
criada afeminada que te venera y adora tu divina feminidad. Un hombre sumiso adecuada-
mente entrenado respetará todos los atributos de la mujer, desde nuestros pies tratados con
pedicura hasta nuestras bragas delicadas, hasta nuestro hermoso pelo. Y sí, también nuestro
poder.
Aún más, disfrutarás de la emoción de rebelarte contra toda criatura engañada (hombre o mu-
jer) que te enseñe que los hombres tienen que ser apaciguados, aplacados y servidos. Como
Ama ordenarás a un hombre que te apacigüe, te aplaque y te sirva, un cambio muy bienvenido.
También está la simple excitación del poder, del que se ha dicho que es el mayor afrodisíaco.
Que tus órdenes se obedezcan, se venere tu feminidad y hasta tus más leves deseos se traten
como órdenes urgentes es extremadamente excitante. Aprenderás a deleitarte con las malig-
nas emociones del poder: forzar a un hombre a estar atado e indefenso, ordenarle actuar como
tu criada, exigirle horas de servicio oral a sus serviciales boca y lengua. La aplicación del cas-
tigo como juego se convierte en una experiencia emocionante, porque tus golpes (que él me-
rece y desea) no solo producirán la gratificante evidencia de tu poder en forma de lágrimas,
gritos y carrillos de las partes bajas enrojecidas, también provocarán un cambio en el compor-
tamiento de tu pareja.
La mayoría de nosotros desea tener efecto sobre su mundo, y ser Ama provee bastante entre-
tenimiento y efectos inmediatos.
Un placer práctico, pero que no debe desdeñarse, es el servicio doméstico que un Ama juiciosa
puede obtener de su sumiso. La mayoría de las mujeres tienen que suplicar, dar la lata, y rega-
ñar a sus hombres para que hagan el trabajo de la casa, sin conseguir nada. Si hacer el trabajo
doméstico es parte de la fantasía de tu sumiso (y bien puede no serlo) el juego de negociar el
poder puede hacer mucho más fácil la negociación de otros papeles. Si tienes una criada femi-
nizada, puede muy bien ocurrir que tus días de labores domésticas se hayan terminado, porque
para él es un placer servir. Cocinar, limpiar la casa, lavar (especialmente el lavado a mano
delicado), todo puede llegar a ser parte de su satisfacción sexual y evidencia de tu poder cre-
ciente.

Un Yo nuevo y privado de poder.

Pero, ¿qué placer encuentra el hombre en su papel vergonzoso y frecuentemente doloroso? Él


también tiene una sombra, un yo que no puede conocerse o expresarse en la vida normal. Los
chicos no pueden llorar, ni llevar ropa con volantes, o ser pasivos; tienen que ser fuertes, calla-
dos, machotes. Su papel como criada feminizada o escolar bien azotado o bebé con pañales,
le permite expresar emociones prohibidas y llevar ropa tabú. Si simplemente desea, abierta y
sinceramente, rendir su voluntad a una mujer, esa necesidad, tan intensa e innegable como la
sed, puede finalmente saciarse en el terreno de la escena.
Dadas las constantes exigencias sociales sobre los hombres de ser masculinos, llevar el con-
trol, tener éxito, poner en marcha, mantener en marcha, hacer en lugar de ser, no es extraño
que algunos de los hombres más fuertes, brillantes y de más éxito entren en contacto con su yo
escondido a través de la sumisión a la voluntad firme pero amable de una mujer.
Los placeres del sumiso son el polo opuesto (y por ello estrechamente semejantes) a los place-
res del Ama. Es una obviedad que todas las polaridades expresan los extremos opuestos de un
mismo principio o idea. Como el yin y el yang, la luz y la oscuridad, el hombre sumiso y la mujer
dominante se necesitan el uno a la otra para completarse.
Aún más, no son simplemente los dos opuestos. Incluso el Ama más severa obtiene placer no
solo en forzar la sumisión de su esclavo, sino también en satisfacer sus fantasías. Asimismo el
esclavo más servil disfruta no solo rindiéndose al poder de su Ama, sino también complaciendo
sus propios deseos ocultos. En resumen, a pesar de todo lo absoluto que pueda parecer el
poder de la señora, siempre está suavizado por la preocupación respecto a la satisfacción y
bienestar de su sumiso. Y del mismo modo a pesar de lo miserable que pueda aparecer un
esclavo, tiene, en alguna medida, el control de la situación, porque si se negara a responder, la
Dómina no tendría el control por más tiempo. Los dos papeles son simbióticos.
Más aún, un sumiso nunca arranca desprovisto de poder. Tiene que tener poder para poder
pasárselo a su Ama, que lo mantendrá en una confianza ciega hasta que él necesite que se lo
devuelva. Puede ser al final de una escena, después de una renegociación, o incluso al final de
una relación con este tipo de vida.

Nada podría ser más natural.

El primer poder que conocemos es el femenino. Aunque no todas las mujeres estén interesa-
das en ejercitar tal poder siendo Amas, tanto hombres como mujeres encuentran que la Domi-
nación Femenina encaja de forma innata en alguna medida. Es la vuelta a la infancia y el amo-
roso gobierno de nuestras madres, que pueden castigar pero que siempre perdonan.
Aunque todas las mujeres empiezan sus vidas como hijas, no como madres, tienen que dar
algún día el paso adelante de ser una niña sin poder a ser una mujer con autoridad.
Convertirse en Dómina es una forma de aprovechar nuestra fortaleza femenina innata. Real-
mente toda mujer, tanto si se convierte en madre como si no, para tener hijos debe experi-
mentar la transformación en autoridad femenina para convertirse en adulta y en su propia Ama
de verdad.
(Esto es cierto aún en el caso de mujeres sumisas, que encuentran su mayor gozo en entre-
garse; elegir entregarse, elegir a su propio Dominante, comprender y satisfacer su propia
sexualidad, es una posición de genuina entrega de poder a poder, pero no obstante conocida
conscientemente, utilizada, sentida.)
Esta transformación era considerablemente más simple en los días en que la adoración a las
diosas era la regla.
Sin necesidad de adoptar la postura de una forma específica de moderna adoración a una
diosa, tengo que decir que cuando no se atiende al rostro femenino de la Deidad, las cosas van
tristemente mal.
(Ver el capítulo 2 para más información.) Incluso sin una sólida estructura religiosa que ayude
a una jovencita a tratar su paso a ser mujer, tiene que aprender a aceptar y usar su innato po-
der femenino.

Placeres sensuales.

Aparte de las satisfacciones psicológicas esbozadas más arriba, hay placeres físicos exclusi-
vos de las relaciones de Dominación/sumisión.
El papel del Ama es, a la vez, exigente y satisfactorio sexualmente. El papel de sumiso (tanto si
es de criada, esclavo, niño de escuela) puede llevar a un hombre hasta los límites de su cás-
cara en una verdadera y profunda liberación.

Estimulación intensa.

El sumiso disfruta de la Dominación Femenina porque sienta bien.


Su principal recompensa es un placer erótico de una naturaleza excepcionalmente intensa y
prolongada. Algunos de los componentes de ese placer pueden no parecer demasiado agrada-
bles (azotainas, enemas o pañales, adoración del pie, tortura de la polla y los huevos) pero son
placenteros, en parte porque son tan intensos, en parte porque dan lugar a un dejarse ir psico-
lógico que capacita al hombre para alcanzar un espléndido orgasmo (si su Ama lo permite).
Tal vez el principal placer sensual sea el menos explicable para aquellos que nunca han jugado
a este juego. La estimulación intensa puede parecerse al dolor, pero no es (primariamente)
dolor. La profunda estimulación muscular que produce una azotaina, manual o con paleta, el
sentido de compresión dentro de un corsé de encaje prieto o un dispositivo de castidad mascu-
lino cerrado, la sensación insoportable de ser poseído que proviene de la penetración anal, las
sensaciones, menores pero todavía intensas, de arrancar el vello púbico, pellizcar los pezones,
o pinchar el glande del hombre: todas son estimulaciones intensas. Bajo su influencia el hom-
bre se olvida de sí mismo y sus preocupaciones, convirtiéndose en nada más que un juguete
sexual para una tirana todopoderosa. Su mente no puede desviarse hacia el trabajo o el dinero
o ninguna otra consideración mundana. Le bombardean las sensaciones, algunas dolorosas,
algunas placenteras, algunas mixtas, todas intensas.
En el mundo de la fantasía todas estas sensaciones no solo están permitidas sino que se las
potencia. Y se disfrutan bajo la voluntad de un Ama imperiosa y a menudo caprichosa, por lo
que se añade la estimulación psicológica adicional del suspense a las sensaciones físicas, ya
abrumadoras. Y lo mejor de todo, no se le permite echar a perder la estimulación llegando al
orgasmo.
La sensación de ser simultáneamente impulsado y refrenado, a la vez espoleado y reprimido,
es la gran experiencia definitoria de la sumisión masculina. El resultado es estimulación aña-
dida a estimulación, multiplicada, reduplicada, intensificada casi hasta el punto del alarido.
Luego la súbita liberación del orgasmo.
La restricción, incluso la restricción forzada, incrementa la satisfacción sexual masculina.
Demasiados hombres, buscando la inmediata liberación, se apresuran en los juegos prelimina-
res y en el coito, frustrando a sus parejas y regateándose placer a sí mismos. Bajo la tutela de
un Ama tales hombres aprenden que su satisfacción sexual debe retrasarse hasta que la se-
ñora haya tenido su hartazgo de placer. Una Dómina hábil prolongará la excitación sexual del
hombre, prohibiendo y animando simultáneamente, y, de ese modo, le ofrecerá el regalo de la
verdadera liberación.
La Dómina también disfruta con la estimulación prolongada. Tanto la demostración de su poder
como la dominación de su esclavo son bastante excitantes, pero a menudo (si es juiciosa) tiene
a su disposición otra forma de placer. (Y también es buena para su pareja.) Me refiero a la sa-
grada y antigua práctica del cunnilingus. Poca mujeres pueden conseguir lo bastante de esta
actividad exquisita, mientras que los hombres sumisos la encuentran el acto supremo de ado-
ración. Satisface el doble criterio de intensidad y restricción, porque el hombre sumiso arrodi-
llado ante el Santuario de su señora, se siente abrumado por la cercanía de sus secretos más
íntimos. No obstante no debe estropear la experiencia llegando al clímax con demasiada rapi-
dez, especialmente si el Ama ha tenido la previsión de colocarle un dispositivo de castidad
seguro. (Ver en el capítulo 8 una discusión iluminadora sobre las formas de mantener el control
sobre tu sumiso mientras tú está a punto de desvanecerte con tu quinto orgasmo.)

La libertad de sentir.

Paradójicamente mucha gente encuentra que la Dominación y sumisión son fantasías liberado-
ras. Bajo la coacción fingida yace el permiso real para dejarse ir y disfrutar de actos, ropas, o
sensaciones que están, en otro caso, estrictamente prohibidas. Aún más, el sumiso necesita
sentir que no es culpable por disfrutar de estas cosas; no solo su cruel Ama le obliga a ponerse
estas bragas de volantes o adoptar esa humillante situación de servilismo, también le “castiga”
por su trasgresión. El escenario de mal comportamiento, castigo y perdón es una trama clásica
aristoteliana que a menudo provoca en ambos actores la tradicional catarsis.
La liberación del sumiso a menudo incluye lágrimas. Durante el juego de Dominación muchos
sumisos resuelven otras tensiones de sus vidas. Algunos hombres no pueden llorar excepto en
el contexto del juego.
Otros necesitan expresar otras emociones tabú: miedo, ira, rebelión, arrepentimiento, o inde-
fensión. Después de su arrebato prohibido el Ama le castiga y luego le ofrece perdón y con-
suelo. Los sumisos, especialmente los que están en posiciones de extraordinaria responsabili-
dad, también buscan un respiro de la tensión de la constante toma de decisiones. Es un alivio
que le digan a uno que hacer y como hacerlo, tener los castigos por los errores tan claros y por
ello tan inmediatos. Una sesión de disciplina escolar, por ejemplo, puede ser dolorosa pero
también es seguro que tendrá un final feliz.
La vida real nunca está tan bien coreografiada o no es tan satisfactoria.

Seda y encajes y cuero prohibidos.

Otra atracción más de la Dominación femenina es la oportunidad de llevar ropas diferentes. Los
disfraces, como los uniformes, transforman e identifican a quienes los llevan.
Para el sumiso, que tiene que llevar a trabajar trajes de sastrería y corbatas estranguladoras,
un uniforme de criada o la ropa de un muchachito representa una ruptura con el coñazo de la
vida diaria y un escape hacia la libertad de un yo nuevo.
Muchos sumisos disfrutan vistiéndose con ropa de mujer. La vestimenta femenina es la ruptura
definitiva con los estándares de la sociedad para la virilidad: profundamente vergonzoso, por-
que todo hombre es incitado a despreciar lo afeminado, incluso también irresistiblemente eró-
tico. La ropa de mujer, con sus texturas suaves, sus adorables colores, su delicada fabricación,
se diseña para que sea sensual. Más aún, tiene la atracción del tabú total. Un hombre con ropa
femenina está mucho más allá de los límites de lo aceptable y, por ello, es libre.
Por último, está asociado con las mujeres y sus misterios y la felicidad sexual que ellas pueden
conceder al hombre. Muchos hombres creen (erróneamente, bien lo sabe Dios) que las vidas
de las mujeres son más fáciles que las de los hombres.
¿Qué hay de raro en que busquen un escape en la ropa y accesorios de las benditas mujeres?

Compartir intimidad y confianza.

Sin confianza una relación saludable de Dominación/sumisión es imposible. Para empezar solo
la confianza permite a los miembros de la pareja discutir sus fantasías, mucho menos exteriori-
zarlas en gran detalle. Especialmente si la fantasía supone servidumbre, ataduras, humillación
o dolor (y ¿qué fantasías de sumisión no lo hacen?), es necesaria la confianza más profunda
posible para hacer que la relación funcione a largo plazo. Aunque alguna gente encuentra más
fácil compartir sus secretos sexuales con extraños, otros muchos encuentran que lleva su
tiempo fundamentar tal confianza. Para ellos las posturas de una noche están fuera de la cues-
tión. Es imposible ligar con un hombre, enterarse de sus necesidades, satisfacerlas, y a ti
misma, y luego desaparecer, todo ello en unas pocas horas.
Al entregarle su cuerpo a su Ama, un sumiso está diciendo “confío completamente en ti.”
Pero, ¿qué supone esa confianza?
En primer lugar, el Ama es responsable de conocer y respetar los límites de su pareja. Si se
queda demasiado lejos, dentro de ellos, él puede sentirse frustrado, defraudado e insatisfecho.
Si cruza los límites demasiado, puede resultar herido, emocional o físicamente. Aprender a
llevar a un hombre hasta sus límites, y no más allá, es un proceso complejo, y lleva tiempo.
No obstante, una vez que la confianza se ha establecido, es una de las grandes fuentes de
alegría en una relación. Mi marido sumiso me confía su cuerpo y sabe que no he haré más
daño del que necesita; también sabe que soy receptiva y amorosa con sus necesidades más
convencionales, y que puede confiarme su vida, además de sus testículos cuando tengo una
maquinilla de afeitar y jabón.
Tal vez lo más importante, compartir fantasías profundiza los lazos entre los miembros de la
pareja. Un sumiso que sabe que su esposa o amante entiende sus necesidades sexuales más
profundas (necesidades de las que puede que siempre haya estado demasiado avergonzado y
demasiado temeroso como para compartirlas) estará contento, será fiel y afectuoso. Una Mujer
Dominante que comprende las fantasías de su marido lo suficientemente bien como para poner
en pie una escena satisfactoria para él, entenderá también otras cosas suyas, y si es lo sufi-
cientemente fuerte como para exigir sus derechos debería intentar aumentar su dominio en su
relación diaria. Los matrimonios en que la Esposa es dominante son a menudo los más
igualitarios y los más satisfactorios de verdad.
Además la relación de Dominación/sumisión se vive a menudo en plan Switch: una vez tiene
ella el control, la próxima vez será él. Semejante confianza e intimidad se aúnan para ayudar a
hacer un matrimonio muy feliz.
Si estás interesada en la creación paso a paso de tal intimidad sáltate el capítulo 2 y vete al
capítulo 3. Si todavía tienes dudas lee el capítulo 2 antes de seguir.

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