7. El Debate Político

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7.

El debate político: Las propuestas platónica y aristotélica so-


bre el mejor orden social.

La política de Platón
Una realidad imperfecta
Durante toda su vida, Platón sintió un gran interés por la política. Su
familia era noble, rica e influyente, y muchos de sus miembros habían teni-
do un papel destacado en la política ateniense. Desde su juventud, Platón
también sintió deseos de involucrarse en la política activa, aunque finalmen-
te se alejó de la participación directa en los asuntos públicos.
Cuando Platón era joven, la derrota de Atenas en la guerra del Pelopo-
neso supuso el final de la democracia y la instauración de un régimen aristo -
crático impuesto por los espartanos. En este Gobierno, conocido como la
Tiranía de los Treinta, participaron algunos familiares de Platón. Sin embar-
go, el Gobierno de los Treinta Tiranos actuó de manera injusta, cruel y des-
pótica, por lo que Platón pronto se sintió decepcionado con el régimen.
Finalmente, el pueblo ateniense se rebeló y restauró la democracia.
Pero este régimen recién restaurado fue el que juzgó y condenó a Sócrates a
morir envenenado, y Platón se convenció de que la democracia era un siste-
ma equivocado e injusto. La condena de Sócrates es la prueba de que la
mayoría no siempre adopta las decisiones correctas. Platón llegó a la con-
clusión de que, para que un sistema político sea justo, es necesario que de-
cidan quienes en realidad saben qué es lo adecuado y bueno para todos. Así
que el poder no debe estar en manos del pueblo, sino de los sabios que ver-
daderamente conocen lo que conviene hacer.
Platón trató de diseñar un modelo de sociedad perfecta, encargando
el mando del Estado a los más sabios.

La ciudad ideal
En La República, que es una de las obras más importantes que escri-
bió, Platón analizó los diferentes sistemas políticos que existían en su tiem-
po. De entre todos ellos, pensaba que los mejores son la monarquía y la
aristocracia, siempre que quienes gobiernan sean sabios y buenos. En la
monarquía el poder es ejercido por una sola persona, mientras que en una
aristocracia está en manos de un pequeño grupo de individuos influyentes.
El problema es que la forma de gobierno aristocrática suele degene-
rar para convertirse en una timocracia, que es el dominio de los militares
sobre el resto de la sociedad. Con el tiempo, a su vez, la timocracia se pue-
de convertir en una plutocracia donde mandan los más ricos. Los excesos de
este sistema conducen, por lo general, a una rebelión que hace triunfar a la
democracia, donde el pueblo tiene el poder. Pero la democracia corre el peli-
gro de verse sometida a la manipulación, de manera que puede acabar con-
virtiéndose en una tiranía, que es el peor régimen de todos, puesto que el
tirano solo gobierna pensando en su propio interés.

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La propuesta política que se defiende en La República pretende supe-
rar estas graves dificultades. Para lograrlo, Platón se apoya en su teoría an-
tropológica y en la convicción de que una sociedad bien ordenada es aquella
en la que reina la justicia y los gobernantes piensan en el bien común. Esto
solo será posible cuando cada persona se dedique a aquello que mejor
hace, sin interferir en las actividades para las que no esté bien dotada.
Puesto que hay tres tipos de personas distintas, lo mejor es que cada cual
se ocupe de las tareas que son más afines al tipo de alma que en él predo -
mine.
Así, en una sociedad ideal, quienes tienen un alma básicamente ape-
titiva se ocuparán de cuestiones materiales, que son las que más les intere-
san. Este tipo de personas deben dedicarse a actividades como la agricultu-
ra, la ganadería, la artesanía o el comercio. En cambio, los que tienen un
alma irascible deberían ser soldados, ocupados en defender a la sociedad
de sus enemigos.
Por último, el gobierno de la ciudad estará reservado a aquellos en los
que prevalezca el alma racional, los únicos capacitados para comprender en
qué consisten el Bien y la Justicia, Ideas universales y objetivas que deben
inspirar las decisiones de los gobernantes. Por eso, quienes son capaces de
captarlas conocen la auténtica verdad y pueden basarse en ella para gober-
nar con justicia. Así, el mando político debe confiarse a los filósofos, que son
los únicos capacitados para conocer lo que realmente conviene a toda la
sociedad
El modelo político ideal diseñado por Platón otorga a cada persona un
lugar distinto en la sociedad dependiendo del tipo de alma que se tenga.
La propuesta política de Platón pretendía diseñar una sociedad ideal y
perfecta que permitiese resolver las insuficiencias y los defectos de los dis-
tintos Estados que existen en la realidad. No se trata de ninguna sociedad
que exista realmente, sino de una utopía que describe cómo debería organi-
zarse el Estado para que en él reinase la justicia. Por eso suele decirse que
la propuesta elaborada por Platón no es descriptiva, sino más bien prescrip-
tiva o normativa.
Lo que Platón propone es una ordenación social muy rígida, en la que
la actividad asignada a cada persona está determinada desde la infancia
según el tipo de alma que tenga cada cual. En este proceso, la educación
desempeña un papel fundamental para orientar a cada uno hacia la activi-
dad que más le conviene.
Pero, en el sistema político de Platón, las personas no pueden elegir
libremente a qué dedicarse. Tampoco se permite opinar o participar en las
decisiones a todo el mundo, porque solo se admite la intervención de quie -
nes tienen un alma racional.
La sociedad ideal que diseña Platón es tan estricta que incluso some-
te a los artistas a una severa vigilancia. Platón era muy consciente del im-
pacto que ejerce el arte sobre nosotros y de la capacidad que tienen la lite -
ratura, la música y las artes plásticas para emocionarnos. Esta fuerza emoti-
va era, precisamente, lo que le hacía desconfiar de los artistas, puesto que

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con sus obras pueden llegar a seducirnos, alejándonos de lo que es la reali -
dad verdadera. Por esta razón, Platón creía que la actividad de los artistas
debía estar sometida a un riguroso control para evitar que influyesen de for-
ma negativa en la sociedad.

Hacia la armonía de la sociedad perfecta


Como habrás observado, la filosofía política de Platón está estrecha-
mente ligada a su teoría ética y antropológica. Las distintas funciones socia-
les asignadas a los diferentes individuos dependen del tipo de alma que pre-
domine en cada cual. Si queremos que la sociedad esté bien ordenada y
resulte armoniosa, será preciso que cada persona se dedique a la tarea que
más le conviene.
Por eso, el mando debe confiarse a los filósofos, ya que ellos son quie-
nes conocen en qué consisten las esencias que forman la verdadera reali-
dad y que deben inspirar nuestra convivencia en sociedad. El buen funcio-
namiento de la colectividad estará asegurado si los más sabios se encargan
de gobernar y de supervisar el adecuado ajuste del sistema social.
Según Platón, en eso consiste la justicia en la sociedad. Una sociedad
justa será aquella en la cual cada persona se dedica a lo que le correspon-
de, bajo el control de quienes saben qué es lo que conviene hacer.
De acuerdo con Platón, una sociedad es justa cuando cada cual hace
lo que le corresponde según su tipo de alma.

La justicia en el individuo y en la sociedad


La justicia es un valor fundamental para Platón. De hecho, en sus
obras considera que la justicia tiene dos dimensiones distintas: la que se
refiere a un individuo o también la que puede aplicarse a la sociedad. Según
Platón, un individuo es justo cuando en él se da un equilibrio adecuado en-
tre las tres partes del alma. Si el alma racional consigue controlar las pasio-
nes y apetitos del alma irascible y del alma concupiscible, entonces podre -
mos decir que la persona actúa de manera justa.
Algo similar sucede en la política. De acuerdo con Platón, una socie-
dad solo será justa si en ella se establece un equilibrio armónico entre los

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tres tipos de personas que la componen. Así, para que reine la justicia en el
Estado, hace falta que cada cual se encargue de lo que mejor sabe hacer,
de manera que el gobierno se confía a los más sabios, mientras los soldados
se encargan de defender la sociedad y los productores de abastecer a la
colectividad de los bienes materiales necesarios.
En el pensamiento de Platón pueden distinguirse dos sentidos distin-
tos de la justicia. La justicia individual es el equilibrio entre las tres tenden -
cias que hay en nuestra alma. En cambio, la justicia social consiste en la
armonía entre los tres tipos de personas que componen el Estado.

La política aristotélica
Ética y política están unidas
En la filosofía de Aristóteles, la ética y la política forman una unidad
inseparable, ya que los seres humanos somos sociales por naturaleza. En
este punto, Aristóteles era muy crítico con los sofistas, que sostenían una
teoría muy diferente.
Los sofistas pensaban que la sociedad era una creación artificial,
inventada por los hombres para aprovecharse de las ventajas que nos
ofrece la vida en común. Para los sofistas, la sociedad no es algo natural,
sino que es un producto humano, arbitrario y convencional. Frente a este
punto de vista, Aristóteles defendía el carácter natural de la sociabilidad
humana.
Según Aristóteles, los seres humanos solo podemos desarrollarnos
como personas en convivencia con los demás, por lo que la sociedad no es
una creación artificial, sino parte de nuestra constitución humana básica y
elemental.
Como hemos visto, la ética aristotélica se guía por el objetivo de
lograr la felicidad. Pero los seres humanos solo podemos alcanzar la
felicidad en la práctica aprendiendo a comportarnos adecuadamente en
nuestra relación con los demás. Esto se debe a que los seres humanos no
somos autosuficientes, sino que necesitamos a los demás para poder
sobrevivir.
Aristóteles creía que el ser humano es social por naturaleza. Vivir
con las demás personas forma parte de nuestra condición humana, porque
los seres humanos no somos autosuficientes, sino que necesitamos
integrarnos en la sociedad para sobrevivir.

La clasificación de los sistemas políticos


El enfoque que adoptó Aristóteles en sus estudios sobre la política es
muy distinto del que había seguido Platón. Como recordarás, en La
República, Platón se esforzó por aclarar con todo detalle cómo debería ser
una sociedad ideal y perfecta. Aristóteles, en cambio, comenzó sus
investigaciones sobre este tema estudiando las distintas formas de
organización social que realmente existían en su tiempo. Para ello examinó
en detalle las constituciones escritas que regulaban el funcionamiento de
las distintas polis griegas.

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Al comparar los distintos sistemas de gobierno, Aristóteles llegó a la
conclusión de que todos ellos podían dividirse en dos grandes grupos.
Algunas formas de organización social son justas, porque están orientadas a
lograr el bien común de todos los ciudadanos. Sin embargo, también hay
formas políticas injustas que solo pretenden obtener un bien
particular para beneficiar a los que tienen el poder.
A su vez, los sistemas políticos justos pueden clasificarse en tres
modalidades, dependiendo del número de personas que controlen el poder.
La monarquía es un régimen justo en el que el poder supremo es ejercido
por una sola persona. La aristocracia también es un sistema justo de
gobierno, pero en este caso el poder está controlado por un grupo de
individuos. Por último, la democracia es una forma de gobierno justa, que
busca el bien común y en la que el poder está en manos del pueblo.
Por su parte, los regímenes injustos también se pueden clasificar del
mismo modo. Un régimen injusto controlado por una sola persona es una
tiranía. La tiranía no busca el bien común, sino que solo aspira a beneficiar
al tirano que ejerce el poder. Cuando el gobierno está al servicio de un
grupo de personas, el régimen se denomina oligarquía. Finalmente,
la demagogia es un gobierno injusto en el que la mayoría ejerce el poder
para beneficiarse a sí misma, sin preocuparse del bienestar del resto de la
población.

El mejor régimen político


A diferencia de Platón, Aristóteles no creía que pudiera determinarse
una forma ideal de gobierno que tuviera validez general. El análisis empírico
que había llevado a cabo le hizo ver que hay grandes diferencias entre unos
Estados y otros. Para saber cuál es la mejor forma de gobierno en cada
caso, habría que estudiar en detalle las particularidades del territorio, la
economía y la sociedad. Por eso hay ciudades en las que el mejor sistema
de gobierno es la monarquía, otras en las que lo ideal es que gobierne la
aristocracia y otras en las que una democracia es la opción más adecuada.
Sin embargo, conviene recordar que, para Aristóteles, una forma de
gobierno solo es justa y legítima cuando busca el bien común, por encima
del bien particular de los que gobiernan.
No obstante, Aristóteles reconoce que, si hubiera que diseñar una
forma política preferible a las demás, lo ideal sería que tuviera un tamaño
medio, ni demasiado grande ni demasiado pequeña. Si el territorio del
Estado es demasiado grande, los ciudadanos no se conocen entre sí y eso
hace que resulte muy complicado administrarlo y gobernarlo bien. Si, por el
contrario, el tamaño es demasiado pequeño, el Estado no será autárquico:
no podrá bastarse a sí mismo. Así pues, lo ideal es que el Estado tenga un
tamaño intermedio, similar al de una polis griega.
Además, lo mejor sería establecer un gobierno moderado que tratase
de evitar los excesos. Por eso, lo más aconsejable es que el poder esté en
manos de la clase media, que es más justa y equilibrada. Aristóteles
pensaba que, cuando los ricos tienen el poder, se corre el riesgo de que lo
empleen para enriquecerse aún más. Del mismo modo, si son los pobres los

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que gobiernan, probablemente se aprovechen de la situación para salir de la
pobreza despojando a los demás de sus bienes. Sin embargo, la clase media
no es ni muy rica ni muy pobre, por lo que es de esperar que huya de las
actividades extremas y gobierne de forma justa y moderada.
Según Aristóteles, no existe un único sistema político ideal. Cualquier
régimen puede ser justo si atiende al bien común.

Para Aristóteles no todos somos iguales


A la hora de exponer el pensamiento político de Aristóteles, conviene
recordar que, para él, como para la mayor parte de los pensadores de la
Antigüedad, no todas las personas somos iguales. Aristóteles creía que
algunos seres humanos son, por naturaleza, superiores a otros, por lo que
unos deben mandar y otros, obedecer. Así, lo natural es que los griegos
dominen sobre los bárbaros, porque los primeros son más nobles y capaces
que los segundos. Para Aristóteles, la esclavitud es una realidad natural que
se deriva de este hecho. Hay quienes son amos por naturaleza, al igual que
otros son naturalmente esclavos. Del mismo modo, Aristóteles creía que los
hombres son superiores a las mujeres, lo cual justifica que el varón domine
sobre la mujer.
Aristóteles afirmaba que algunos seres humanos están destinados por
naturaleza a mandar, mientras que otros deben obedecer. Esta teoría le
sirvió para justificar el esclavismo y el dominio del hombre sobre la mujer
como hechos basados en la naturaleza humana.
Cuando analizamos las teorías políticas de Aristóteles desde un punto
de vista contemporáneo, resulta bastante chocante que alguien tan lúcido y
perspicaz como lo fue él haya podido defender la esclavitud o el machismo
de una forma tan clara y abierta. Para ser justos con Aristóteles, debemos
tener en cuenta que estas opiniones no eran solo suyas, sino que formaban
parte de la cultura de su tiempo. De hecho, este punto de vista fue
ampliamente compartido por la inmensa mayoría de los pensadores hasta
tiempos muy recientes. Lo sorprendente no es que Aristóteles defendiera el
dominio del hombre sobre la mujer, sino más bien que Platón propusiera
en La República la igualdad entre ambos géneros para organizar su ciudad
ideal.

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