La Filosofía de Platón Resumen para El Examen
La Filosofía de Platón Resumen para El Examen
La Filosofía de Platón Resumen para El Examen
Platón es el primer filósofo que desarrolla un sistema filosófico completo y no podemos entender
su pensamiento sino lo situamos frente al convencionalismo y relativismo de los sofistas, a los que
considera incapaces de ofrecer un sustrato firme a la organización de la sociedad y una base segura para
el conocimiento.
Entre las principales preocupaciones de nuestro autor figuró, desde el principio, la política.
Hubiera deseado participar en la vida pública de Atenas, como nos relata en la Carta VII, e intentó hasta
en tres ocasiones implantar su sistema político ideal en Siracusa (Sicilia), pero fracasó en todas ellas.
Todos sus esfuerzos se dirigen, pues, a proyectar una reforma política. Y como considera que
tanto la democracia como la tiranía son causa de los males de Atenas, y éstos, a su vez, resultado del
relativismo y escepticismo de los sofistas, la pretensión de Platón será fundamentar la polis y sus
instituciones en el «orden eterno del ser». Es decir, en un orden de principios que hay que descubrir y
luego enseñar.
En Politeia, Platón expone su concepción de la organización social y política ideal al hilo de una
investigación sobre la justicia. Para ello, se pregunta cuál es el origen de la ciudad. Ésta surge para dar
satisfacción a las complejas necesidades del ser humano, ya que nadie puede bastarse a sí mismo. El
reparto del trabajo se encuentra, así, en la base de toda ciudad.
La dos tesis expuestas llevan a Platón al planteamiento de una organización cerrada de la sociedad
estructurada en tres grupos bastante rígidos:
La sociedad, organizada de este modo, se corresponde con la división tripartita que Platón hace
del alma humana. Como en cada ser humano predomina una de las tres partes del alma, esto permite la
distribución de los roles sociales de acuerdo con las características psicológicas de los individuos.
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Así, en los agricultores y ganaderos –los productores- domina la parte concupiscible del alma;
en los que velan por la seguridad de sus conciudadanos –los guardianes guerreros-, la parte irascible; y
en los gobernantes, la racional.
A cada uno de estos grupos sociales corresponde practicar, según nuestro autor, una virtud
particular. La prudencia sería la virtud de los gobernantes, la valentía o fortaleza la virtud de los
guerreros y la templanza la de los agricultores y artesanos. Estas virtudes corresponden a cada grupo
social por ser la virtud que predomina en el alma de los hombres que integran ese grupo.
La justicia aparece como la reguladora de las relaciones entre los individuos en el Estado, al
igual que ordena la relación armónica de las partes del alma en el individuo. Platón logra así una
definición de la justicia: «hacer cada uno la función que le corresponde», que era el propósito con el que
se inició la investigación de este diálogo platónico.
Para el ateniense, una ciudad feliz es aquella en la que cada cual cumple su misión conforme al
orden ideal. En esta ciudad ideal, el gobierno corresponde a los mejores por sus capacidades naturales y
su educación, sin distinción de sexo, ya que las mujeres son iguales que los varones. La tarea del
gobernante consiste en vigilar que este orden se mantenga, que cada individuo ocupe el puesto que por
aptitud natural le corresponde y reciba la educación adecuada a su posición en la sociedad.
Platón establece, pues, una relación entre saber y derecho, e incluso deber, de gobernar. La
clase gobernante es una especie de aristocracia basada en la capacidad intelectual y en la preparación
científica. El filósofo-gobernante debe practicar la dialéctica, que es el método para alcanzar el grado
supremo de saber en la jerarquía del conocimiento. Pero previo al estudio de la dialéctica, el filósofo debe
estudiar las ciencias que Platón considera fundamentales, algunas de las cuales forman parte de la
preparación de los guerreros: gimnasia, música, cálculo, aritmética, geometría y astronomía.
Por tanto, para Platón, la cuestión política es a la vez una cuestión ética, en cuanto que cada
ciudadano debe ocupar en la sociedad el lugar que le corresponde y realizar las tareas y practicar las
virtudes del grupo social al que pertenece. En eso consiste la justicia.
Es decir, la teoría ética de Platón, y con ella su teoría política, requiere la existencia de verdades
absolutas. Entramos así en el terreno de la teoría de las Ideas que constituye la columna vertebral de toda
la filosofía platónica.
El concepto: Platón parece entender siempre la Idea como forma única de algo múltiple. Sería el
modelo arquetipo de una clase de objetos; por ejemplo, Idea de árbol, Idea de belleza, Idea de justicia.
Cada una de ellas es una realidad única, eterna, inmutable, absoluta. No son de naturaleza material, pero
tampoco puros conceptos mentales. Ni tampoco son cualidades propias de las cosas.
En cuanto a qué tipos de Ideas puede haber, Platón, admite Ideas que son formas matemáticas –
igualdad, unidad, pluralidad, etc.-, también otras que son valores –justicia, bondad, belleza, etc.- y,
por fin, otras que son formas de cosas naturales –agua, fuego, hombre, etc.- aunque a veces duda de
la existencia de éstas.
Para Platón, las Ideas están organizadas jerárquicamente, siendo su explicación más conocida la
que aparece en La República, según la cual, la Idea suprema es la Idea de Bien. La teoría de las
Ideas permite construir, por una parte, una teoría de lo que hoy consideraríamos valores y, por otra,
una interpretación del universo (cosmos) como la realización de un orden ideal, que plasma el
demiurgo (genio ordenador) de acuerdo con las Ideas, como nos cuenta en el Timeo.
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En este diálogo se narra el proceso de configuración del mundo y las dificultades que
«el hacedor» encuentra para plasmar las Ideas a partir de la materia por la resistencia que ésta
ofrece. A ello se atribuye la imperfección que se encuentra en el mundo sensible.
Siguiendo las doctrinas del orfismo (religión mistérica de la antigua Grecia), Platón
concibe el hombre como un ser dual, compuesto de alma y cuerpo, y da poca importancia al cuerpo,
presentándolo siempre con connotaciones negativas, como prisión material del alma de la que ésta aspira
a librarse. La vida que lleve el hombre en este mundo influirá, sin embargo, en el destino posterior de su
alma.
Para Platón, el alma es anterior al hombre al que constituye; ya existía antes de su vida terrenal
y seguirá existiendo después de la muerte. La unión entre el alma y el cuerpo es accidental y sólo por
algún tiempo, ya que el cuerpo es mortal y el alma no. El alma está encarnada y condicionada, en su
actividad cognoscitiva, por las características del cuerpo en el que se encuentra encarcelada.
Como ya hemos visto en la teoría política, Platón fundamenta la división de la sociedad en tres
clases sociales en la naturaleza tripartita del alma. Distingue, pues, en ésta tres partes: concupiscible,
irascible y racional, que en cierto modo luchan entre sí y representan distintos aspectos de las
actividades psicológicas del hombre: los apetitos, las pasiones nobles y la razón.
El alma propiamente humana, el alma racional, es inmortal y su atadura al cuerpo le impide vivir
una vida feliz. Sufre encarnaciones sucesivas (transmigración de las almas) y sólo dejará de reencarnarse
cuando su contemplación del mundo de las Ideas, de la verdadera realidad, la libere de la materia y la
equipare a los dioses.
En el diálogo Fedro, Platón explica la división del alma a través del mito del carro alado: el alma
humana es como un carro con alas tirado por dos caballos de los cuales uno es dócil, y el otro, difícil de
conducir.
El auriga que conduce el carro representa el alma racional; el caballo bueno representa el alma
irascible vinculada a los elementos pasionales superiores (valor, desdén, etc.); el otro, el caballo malo,
representa el alma concupiscible unida a los instintos más bajos (afición a los placeres, etc.). El carro
recorre el cielo, pero como conducirlo le resulta difícil al auriga debido al predominio del caballo rebelde,
el carro puede perder las alas, lo que causa la caída del alma y su aprisionamiento en el cuerpo.
La teoría del conocimiento está estrechamente ligada con la concepción de los dos órdenes de la
realidad que afirma Platón. En consecuencia establece, pues, dos tipos de conocimiento.
En el mito del carro alado, Platón afirma que el alma antes de encarnarse ha contemplado el
mundo de las Ideas. Por alguna causa, que no acaba de concretar, el alma ha caído de ese mundo de las
Ideas y ha llegado a su estado actual, encarnada en un cuerpo.
Este cambio violento de situación, y el quedar encerrada en un cuerpo, ha logrado que olvide
todo lo referente a esa primera y decisiva experiencia. Sin embargo, el olvido no es total ni definitivo. Al
contacto y mediante el conocimiento de las cosas –reflejos y participación de las Ideas-, las diferentes
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sensaciones le recuerda, el término que utiliza Platón es reminiscencia, aspectos de lo que contempló
antes de las reencarnaciones: la verdadera realidad.
En este diálogo, Cebes le dice a Sócrates que, si es cierto que aprender es recordar, como
tanto repite, esto exige que se haya aprendido anteriormente lo que ahora se recuerda, pues sería
imposible si no hubiera existido el alma en alguna parte antes de llegar a estar en figura humana. Es
decir, que el alma debe de preexistir al cuerpo.