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Inteligencia Emocional

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¿Qué es la Inteligencia Emocional?

Inteligencia Emocional, concepto desarrollado por los psicólogos Peter Salovey y John Mayer y
que popularizó Daniel Goleman.

La Inteligencia Emocional es uno de los conceptos clave para comprender el rumbo que ha
tomado la psicología en las últimas décadas.

De un modelo preocupado fundamentalmente en los trastornos mentales por un lado y por las
capacidades de razonamiento por el otro, se ha pasado a otro en el que se considera que las
emociones son algo intrínseco a nuestro comportamiento y actividad mental no patológica y
que, por consiguiente, son algo que debe ser estudiado para comprender cómo somos.

Así pues, la Inteligencia Emocional es un constructo que nos ayuda a entender de qué manera
podemos influir de un modo adaptativo e inteligente tanto sobre nuestras emociones como en
nuestra interpretación de los estados emocionales de los demás. Este aspecto de la dimensión
psicológica humana tiene un papel fundamental tanto en nuestra manera de socializar como
en las estrategias de adaptación al medio que seguimos.

Elementos de la Inteligencia Emocional

El principal divulgador de la Inteligencia Emocional, el psicólogo estadounidense Daniel


Goleman, señala que los principales componentes que integran la Inteligencia Emocional son
los siguientes.

1. Autoconocimiento emocional (o autoconciencia emocional)

Se refiere al conocimiento de nuestros propios sentimientos y emociones y cómo nos influyen.


Es importante reconocer la manera en que nuestro estado anímico afecta a nuestro
comportamiento, cuáles son nuestras capacidades y cuáles son nuestros puntos débiles.
Mucha gente se sorprende de lo poco que se conocen a ellos mismos.

Por ejemplo, este aspecto nos puede ayudar a no tomar decisiones cuando estamos en un
estado psicológico poco equilibrado. Tanto si nos encontramos demasiado alegres y excitados,
como si estamos tristes y melancólicos, las decisiones que tomemos estarán mediadas por la
poca racionalidad. Así pues, lo mejor será esperar unas horas, o días, hasta que volvamos a
tener un estado mental relajado y sereno, con el que será más sencillo poder valorar la
situación y tomar decisiones mucho más racionales.

2. Autocontrol emocional (o autorregulación)

El autocontrol emocional nos permite reflexionar y dominar nuestros sentimientos o


emociones, para no dejarnos llevar por ellos ciegamente. Consiste en saber detectar las
dinámicas emocionales, saber cuáles son efímeras y cuáles son duraderas, así como en ser
conscientes de qué aspectos de una emoción podemos aprovechar y de qué manera podemos
relacionarnos con el entorno para restarle poder a otra que nos daña más de lo que nos
beneficia.

Profesora: Montenegro Vanesa.


Por poner un ejemplo, no es raro que nos enfademos con nuestra pareja, pero si fuéramos
esclavos de la emoción del momento estaríamos continuamente actuando de forma
irresponsable o impulsiva, y luego nos arrepentiríamos. En cierto sentido, buena parte de la
regulación de las emociones consiste en saber gestionar nuestro foco de atención, de manera
que no se vuelva contra nosotros y nos sabotee.

Se ha observado que la capacidad de autocontrol está muy ligada a la habilidad a la hora de


utilizar el lenguaje: en muchos aspectos, saber gestionar adecuadamente las propias
emociones depende de encontrar narrativas que nos permitan priorizar más unos objetivos a
largo plazo que otros que tienen que ver con ceder a los impulsos de lo inmediato. Esto encaja
con el hecho de que la Inteligencia Emocional comparte tiene mucho en común con la
Inteligencia Verbal; tal y como se ha visto al analizar las puntuaciones en pruebas de
inteligencia de muchos individuos, ambos constructos psicológicos se solapan mucho, esto
puede ser debido a que parte del modo en el que experimentamos las emociones está
mediado por nuestras relaciones sociales, y por nuestra manera de comprender lo que dicen
los demás.

3. Automotivación

Enfocar las emociones hacia objetivos y metas nos permite mantener la motivación y
establecer nuestra atención en las metas en vez de en los obstáculos. En este factor es
imprescindible cierto grado de optimismo e iniciativa, de modo que tenemos que valorar el ser
proactivos y actuar con tesón y de forma positiva ante los imprevistos.

Gracias a la capacidad de motivarnos a nosotros mismos para llegar a las metas que
racionalmente sabemos que nos benefician, podemos dejar atrás aquellos obstáculos que solo
se fundamentan en la costumbre o el miedo injustificado a lo que puede pasar.

4. Reconocimiento de emociones en los demás (o empatía)

Las relaciones interpersonales se fundamentan en la correcta interpretación de las señales que


los demás expresan de forma inconsciente, y que a menudo emiten de forma no verbal. La
detección de estas emociones ajenas y sus sentimientos que pueden expresar mediante signos
no estrictamente lingüísticos (un gesto, una reacción fisiológica, un tic) nos puede ayudar a
establecer vínculos más estrechos y duraderos con las personas con que nos relacionamos.

Además, el reconocer las emociones y sentimientos de los demás es el primer paso para
comprender e identificarnos con las personas que los expresan. Las personas empáticas son las
que, en general, tienen mayores habilidades y competencias relacionadas con la IE.

5. Relaciones interpersonales (o habilidades sociales)

Una buena relación con los demás es una fuente imprescindible para nuestra felicidad
personal e incluso, en muchos casos, para un buen desempeño laboral. Y esto pasa por saber
tratar y comunicarse con aquellas personas que nos resultan simpáticas o cercanas, pero
también con personas que no nos sugieran muy buenas vibraciones; una de las claves de la
Inteligencia Emocional.

Profesora: Montenegro Vanesa.


Así, gracias a la Inteligencia Emocional vamos más allá de pensar en cómo nos hacen sentirnos
los demás, y tenemos en cuenta, además, que cualquier interacción entre seres humanos se
lleva a cabo en un contexto determinado: quizás si alguien ha hecho un comentario despectivo
sobre nosotros es porque siente envidia, o porque simplemente necesita basar su influencia
social en este tipo de comportamientos. En definitiva, la Inteligencia Emocional nos ayuda a
pensar en las causas que han desencadenado que otros se comporten de un modo que nos
hace sentir de un modo determinado, en vez de empezar pensando en cómo nos sentimos y a
partir de ahí decidir cómo reaccionaremos ante lo que otros digan o hagan.

Hay evidencia empírica que sostenga esta teoría:

El concepto de Inteligencia Emocional cuenta con evidencia empírica de dos tipos. Por un lado,
se ha detectado las partes del encéfalo que intervienen en su aparición y no tanto en la de otro
tipo de procesos mentales. Por el otro, al utilizar test estandarizados para su medición y
analizar los datos obtenidos, se ha visto que la Inteligencia Emocional cuenta con su propia
estructura factorial, de modo que correlaciona positivamente con las puntuaciones generales
de Coeficiente Intelectual, pero estadísticamente no se comporta exactamente igual que estas.

Dicho de otro modo, el constructo psicológico de la Inteligencia Emocional se basa tanto en la


observación del funcionamiento del cerebro como en información obtenida mediante la
psicometría.

Eso sí, los mismos problemas a la hora de definir la inteligencia general permanecen a la hora
de explicar qué es la Inteligencia Emocional. No es ni una parte del cerebro ni una manera
concreta de procesar la información, sino que básicamente se establece su existencia
observando cómo se actúa en condiciones determinadas y de qué manera eso nos lleva a
obtener ventajas o desventajas en una situación.

Profesora: Montenegro Vanesa.

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