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Una Navidad Bajo las Estrellas

Era la víspera de Navidad, y la familia López emprendió un viaje


hacia su cabaña en las montañas, una tradición que habían
mantenido por años. Esta cabaña, rodeada de frondosos árboles y con
una vista despejada al cielo nocturno, siempre había sido su refugio
favorito para celebrar las fiestas. Sin embargo, al llegar, descubrieron
que algo inesperado había ocurrido: un fuerte temporal días antes
había dañado el sistema eléctrico, dejando la cabaña sin luz.

La madre suspiró con preocupación, pero enseguida sonrió para


calmar a todos. “La Navidad no depende de las luces ni de los
adornos, sino de lo que llevamos en el corazón”, dijo, mientras
desempacaban las maletas. A pesar del inconveniente, decidieron
que nada arruinaría esa noche especial.

Mientras el padre encendía velas y la chimenea, los niños,


Matías y Lucía, miraban alrededor preguntándose cómo celebrarían
sin las luces parpadeantes del árbol ni la música que solían poner.
“¿Cómo va a ser Navidad si no tenemos nada?”, preguntó Matías,
algo desanimado. El abuelo, que siempre encontraba las palabras
justas, le respondió: “Hijo, la Navidad no está en lo que vemos, sino
en lo que sentimos. Esta noche aprenderemos a valorar lo más
importante”.

Decididos a hacer lo mejor de la situación, la familia se dividió


tareas. La madre preparó chocolate caliente y pan casero, mientras el
padre y el abuelo buscaron ramas secas y piñas en el bosque cercano
para improvisar un árbol rústico. Los niños, llenos de entusiasmo,
decoraron el árbol con estrellas de papel que hicieron ellos mismos y
lazos que encontraron en sus maletas. Pronto, el aroma del pan recién
horneado llenó la cabaña, creando un ambiente cálido y
reconfortante.

Cuando todo estuvo listo, el abuelo les propuso salir al patio.


Allí, bajo un cielo despejado y lleno de estrellas, les mostró cómo
identificar constelaciones. “Miren esa estrella brillante”, dijo,
señalando al horizonte. “Es la Estrella de Belén, y nos guía como guió
a los Reyes Magos hace tanto tiempo”. Lucía, maravillada, comentó:
“Nunca había visto tantas estrellas juntas. Es como si el cielo
estuviera celebrando con nosotros”.

La medianoche llegó, y la familia se reunió alrededor del


pequeño árbol decorado en el patio. El abuelo, con una vieja caja de
madera en las manos, pidió a cada uno que tomara una tarjeta de su
interior. “Escriban algo por lo que estén agradecidos este año”, les
dijo. Uno a uno, fueron leyendo sus mensajes. La madre agradeció por
la salud y la unión de la familia, el padre por los momentos
compartidos, y Lucía por las lecciones aprendidas en el colegio.
Finalmente, Matías, con una sonrisa tímida, leyó su tarjeta: “Gracias
por enseñarme que la Navidad no está en los regalos, sino en el amor
que compartimos”.

Para cerrar la noche, encendieron bengalas que iluminaron el


patio mientras reían y se abrazaban. Las estrellas brillaban más que
nunca, como si fueran parte de la celebración. Esa Navidad, la familia
López entendió que los momentos simples, llenos de amor y gratitud,
son los que realmente dejan huella en el corazón.

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