TEMA 1
TEMA 1
TEMA 1
CONCEPTO Y MÉTODO DE LA
ECONOMÍA
Concepto de economía
La economía, como actividad económica, es la actividad orientada a la producción,
distribución, intercambio y consumo de bienes para satisfacer las necesidades humanas.
La economía está muy presente en nuestras vidas. Prácticamente casi todas las acciones
que llevamos a cabo a lo largo del día involucran un aspecto económico. Desde que
suena el despertador, pasando por el encendido de la luz de la habitación, el uso del
agua para el aseo, la ingesta del desayuno, etc. son muchas las acciones que comportan
un gasto económico. Por otra parte, cada vez son más las actividades humanas que son
objeto de intercambio mercantil. Muchas cosas que en el pasado estaban al margen de
ese circuito forman parte de él en la actualidad. Véase, por ejemplo, el cuidado de los
niños o mayores, las actividades domésticas, los juegos y las actividades de ocio, etc.
Es una ciencia social que data su nacimiento con la publicación del libro de Adam Smith
titulado “La riqueza de las naciones” en 1776. La concepción de lo que se considera
Economía es distinta según los diversos autores y ha ido variando con el paso del tiempo.
Algunos autores clásicos (ej. Adam Smith) consideraban que la Economía era la ciencia
que se ocupa de las fuentes de crecimiento de la riqueza, mientras que otros (ej. David
Ricardo), situaban como eje central de preocupación la distribución de esa riqueza. El
denominador común de los autores clásicos era la investigación sobre los factores que
incidían en el bienestar material de los individuos y de la sociedad en su conjunto.
Posteriormente, a finales del siglo XIX y principios del siglo XX, los economistas
neoclásicos adoptaron una definición de Economía, planteada por Lionel Robbins, que
iba a arraigar como la más aceptada por la comunidad científica a partir de ese
momento. Los neoclásicos conciben la Economía como una ciencia de la escasez, ciencia
que estudia la conducta humana como la relación entre unos fines dados y unos medios
limitados que tienen usos alternativos.
El discurso predominante de la ciencia económica considera que las necesidades y los
deseos humanos son ilimitados y que los recursos para satisfacerlos son, sin embargo,
limitados, de ahí que haya que procurar asignarlos de la manera más eficiente posible
para poder satisfacer así el máximo de necesidades.
La economía como ciencia se divide en dos ramas:
El método en Economía
La Economía se ocupa de explicar y predecir los fenómenos económicos. En ese proceso
se intenta establecer leyes que interpreten esos fenómenos, se contrasta la explicación
con la realidad y se explora su capacidad predictiva. Para formular esas leyes se recurre
al método científico, que es un conjunto de reglas que se siguen para hallar nuevos
conocimientos. En la investigación científica se pueden seguir dos tipos de razonamiento
lógico o métodos:
1. Método inductivo
El razonamiento va de lo particular a lo general, de lo concreto a lo abstracto. Se
parte de una serie de observaciones y premisas particulares para alcanzar
conocimientos y formular leyes de carácter general. Consta de tres etapas:
a) Observación, comparación y evaluación de los fenómenos que son objeto de
estudio.
En esta fase se trata de buscar relaciones entre distintas variables y las
razones que pueden explicar dichas relaciones
b) Formulación de las hipótesis
Aquí se establecen hipótesis que aportan una explicación acerca de cómo
operan los fenómenos observados
c) Comprobación de las hipótesis
En esta etapa lo que se hace es contrastar con los datos de la realidad y
comprobar si las hipótesis formuladas son correctas.
2. Método deductivo
En este caso el razonamiento va de lo general a lo particular, de lo abstracto a lo
concreto. Se parte de una serie de principios o leyes generales y se aplican al
estudio de casos o hechos particulares. De las premisas establecidas se llega a
una serie de conclusiones. También se desarrolla en tres etapas:
a) Formulación de un principio o ley general
b) Estudio comparativo de los casos particulares
c) Comprobación del principio enunciado
En Economía, como en la mayor parte de las ciencias actualmente, se suele seguir un
método científico que es una combinación de los dos anteriores: el método hipotético-
deductivo. Los pasos que se dan en este caso son los siguientes:
a) Se observan y analizan los fenómenos
b) Se plantea una hipótesis que trata de explicar esos fenómenos
La complejidad de interrelaciones que se dan en el sistema económico dificulta
delimitar las causas y los efectos. Esto último hace que en los modelos
económicos sea habitual aislar un factor, para determinar sus efectos,
recurriendo a la cláusula ceteris paribus, que significa “las otras cosas
permanecen igual”. El problema es que en la realidad no se da esa constancia
c) Se deducen una serie de conclusiones o proposiciones fundamentales a partir de
la hipótesis
Por ejemplo, que si se repiten las condiciones que dieron lugar a determinado
fenómeno económico se tendrían que producir las consecuencias que predice la
hipótesis.
d) Se procede a la contrastación empírica de las predicciones que postula la
hipótesis.
En las ciencias sociales, no siempre resulta fácil o posible esa comprobación,
pues a diferencia de lo que ocurre con las ciencias naturales es menos factible la
realización de experimentos de laboratorio y, por otra parte, los modelos ideales
son menos contrastables empíricamente que los exactos.
e) Se verifica o refuta la teoría.
Si la hipótesis se cumple se acepta y si no se rechaza.
Utilizando el método científico, la economía elabora un conjunto de teorías que tratan
de explicar las relaciones existentes entre los fenómenos económicos y las razones por
las que se producen. Para ello estudia el comportamiento de los individuos y su proceso
de toma de decisiones, pero esta es una tarea extremadamente compleja. Por un lado,
los individuos conforman grupos sociales distintos que no siempre se comportan de
manera homogénea y sus miembros, a la vez que siguen pautas comunes en algunos
aspectos, se muestran en otros como totalmente singulares. Por otro lado, las
interacciones entre los diferentes individuos y grupos no siguen un esquema lineal, pues
en su mayor parte se encuentran sometidas a intrincados procesos de
retroalimentación.
A la complejidad de las relaciones económicas se añade que involucran muchas variables
distintas, lo que facilita que se cometan errores al dar cuenta de las razones de
determinados fenómenos o de los efectos de las políticas planteadas para afrontar los
problemas. De hecho, en el razonamiento económico es más habitual de lo imaginado
incurrir las llamadas falacias económicas, entendiendo por tales los errores sistemáticos
que se cometen cuando se argumenta al respecto. Estos errores pueden ser de muy
diverso tipo, como derivar de las premisas conclusiones erróneas, aportar razones que
no se corresponden con la conclusión, o propiciar la toma de decisiones que suponen
más costes que beneficios. Dentro de estas falacias económicas destacaremos dos:
- La falacia “post hoc” (“después de”)
Básicamente consiste en confundir correlación con causalidad. Se presenta
cuando ante dos eventos que tuvieron lugar con cierta proximidad temporal se
atribuye al que sucedió primero ser la causa del segundo. Es un error al que se
sienten tentados muy a menudo los responsables de la política económica:
adjudican la buena marcha de la economía a sus políticas, cuando el crecimiento
puede deberse a otras razones. También es muy manejado cuando se trata de
explicar las razones de las crisis económicas: cada cuál selecciona como causas
los eventos que más favorecen su planteamiento doctrinal o ideológico.
- La falacia de composición
Se supone que lo que es cierto para una parte de un sistema también lo es para
su totalidad. Se desprecian así las, denominadas por los biólogos, “propiedades
emergentes”, que se presentan en los diversos niveles de la organización
biológica. En la falacia de la composición se obvia que el total puede ser diferente
a la suma de las partes. Es una falacia muy común en economía. Si, por ejemplo,
una empresa baja sus precios, se puede pensar que aumentará sus ventas, su
cuota de mercado y sus beneficios. Pero esto que es cierto para la parte, es decir,
para esa empresa particular, no lo es para el todo, es decir, para el conjunto de
las empresas, pues si todas bajan los precios por igual, mantendrán sus cuotas
de mercado y los beneficios disminuirán, ya que mantendrán las cantidades
vendidas, pero a un menor precio. Esta falacia es muy recurrente cuando se
defienden intereses particulares. Los grupos sociales o sectores económicos que
reivindican esos intereses particulares argumentan que su satisfacción conducirá
al interés general o a la buena marcha del conjunto de la economía.
La falacia complementaria de esta es la de división, que supone que las
propiedades que se observan en el todo se reflejan en las partes.
Lo reseñado hasta aquí no agota el catálogo de dificultades a las que se enfrenta la teoría
económica en su pretensión de aportar un conjunto sistematizado de conocimientos
que nos ayuden a comprender la realidad. Para producir esos conocimientos utiliza unos
modelos que son una construcción simplificada de la realidad que pretenden explicar.
En esos modelos se recurre a una serie de supuestos y premisas que no siempre se
corresponden con el mundo real. Son muchos los supuestos y premisas de escaso valor
real que ha utilizado y utiliza la ciencia económica, pero hay uno que merece la pena
destacar por su decisiva importancia en el desarrollo de esta ciencia. Nos referimos a
aquel que considera que los agentes económicos actúan siempre de manera racional.
De hecho, la Escuela Neoclásica, que tendría una influencia decisiva en el devenir de la
ciencia económica, supone un particular tipo de agente racional: el homo economicus.
Este peculiar agente goza de tres características:
a) Persigue su interés personal. Es egoísta, de modo que no deriva utilidad de la
posesión de bienes por parte de otros.
b) Opera con una lógica racional en su toma de decisiones. Hace un cálculo de sus
opciones y elige la más conveniente para sus intereses, teniendo en cuenta los
costes de oportunidad. Realiza una permanente comparación de ganancias y
pérdidas. Toma las decisiones a partir de un análisis de coste-beneficio.
c) Maximiza sus opciones. Trata de obtener lo máximo posible con el mínimo coste.
Según la Escuela Neoclásica, dejando operar a este homo economicus de acuerdo a su
naturaleza, se lograría optimizar la toma de decisiones económicas. Para comprender
mejor este aspecto, vamos a abordar los planteamientos de la economía acerca del
proceso de toma de decisiones.
La toma de decisiones económicas
Los agentes económicos persiguen determinados objetivos y, en su prosecución,
definen o se representan el abanico de medios o acciones que les permiten alcanzarlos,
tratando de evaluar cuál es la mejor opción. En esa elección del curso de acción
intervienen, según el enfoque neoclásico de la economía, cuatro principios:
1) Los agentes económicos toman decisiones en un contexto de escasez
Se supone que los agentes económicos disponen de medios limitados, por lo que
se enfrentan a disyuntivas, es decir, que la adopción de una acción implica
renunciar a la posibilidad de llevar a cabo otra u otras.
Las dos restricciones fundamentales que afectan a los agentes económicos son
las presupuestarias y las temporales, es decir, la disposición de dinero y tiempo.
2) Los agentes económicos tienen en cuenta los costes de oportunidad
Como los agentes económicos tienen que realizar elecciones entre cursos de
acción alternativos y excluyentes, a la hora de tomar las decisiones tienen en
cuenta los costes de oportunidad.
El coste de oportunidad de una acción es el valor de la mejor de las acciones a
las que se ha renunciado. Si decidimos llevar a cabo A en vez de B, el valor que
le habíamos asignado a B se vuelve una parte del coste de A.
El coste económico de una acción determinada, por tanto, se constituye de dos
partes: por un lado, los costes específicos de dicha acción, y por otro, el coste de
oportunidad de la acción que se ha rechazado.
3) Los agentes económicos son racionales y piensan en términos marginales
Cuando toman una decisión los agentes económicos comparan los beneficios y
los costes marginales de las diferentes opciones y optan por la óptima.
4) Los agentes económicos responden a incentivos
Las decisiones económicas están muy condicionadas por las recompensas y los
perjuicios y sanciones que esperan los agentes de cada uno de los cursos de
acción.
En resumen, según el teorema de la elección racional, los agentes económicos realizan
una representación previa y completa de sus diversas opciones de acción, a
continuación, mediante un cálculo probabilístico de las utilidades esperadas, asignan un
valor a cada una de ellas y las jerarquiza, y finalmente, optará por la que maximiza la
utilidad. Este es el proceso que, según el discurso preponderante en la ciencia
económica, se sigue en la toma de decisiones.
Sin embargo, los resultados experimentales de diversas investigaciones, sobre todo en
el área de la economía del comportamiento, que combina la teoría económica con la
psicología, muestran que la aplicación de este modelo está limitado a condiciones muy
específicas, y que la mayoría de las decisiones se adoptan en circunstancias del entorno
y de los individuos que no responden a las de ese modelo.
Así, se plantea que los individuos toman decisiones, en muchas ocasiones, en
situaciones de incertidumbre, de escenarios cambiantes y con límites temporales y de
información. A su vez, no actúan siempre en términos de racionalidad y de optimización.
Pueden operar con otros patrones, como, por ejemplo, el de reciprocidad, tan frecuente
en las sociedades tradicionales, o siguiendo los usos y costumbres sociales, o
condicionados por las creencias y juicios de valor, o influidos por sus emociones.
Herbert A. Simón, premio Nobel de Economía de 1978, planteó en la década de 1950 el
concepto de racionalidad limitada, que supuso el primer cuestionamiento importante
del concepto clásico de racionalidad. Según él, la racionalidad del individuo está limitada
por tres dimensiones:
a) Información incompleta sobre las alternativas de acción, debido a que el
individuo tiene un conocimiento fragmentado de la realidad.
b) Incertidumbre acerca de las consecuencias que pueden derivarse de cada
alternativa.
c) Limitaciones en la capacidad cognitiva de los individuos (memoria, computación,
razonamiento, etc.) para procesar la complejidad de información relacionada
con sus decisiones.
Entre los cuestionamientos posteriores del concepto clásico de racionalidad, destaca el
planteado desde la “economía del comportamiento” por Richard Thaler, premio Nobel
de Economía en 2017, que concuerda con que las decisiones humanas, a veces, están
sometidas a situaciones de incertidumbre y racionalidad limitada, y añade otras
cuestiones que hacen que el ser humano no se comporte siempre de manera racional:
a) Falta de autocontrol
Los objetivos a largo plazo se pueden ver afectados por las decisiones a corto
plazo.
b) Influencia de las creencias sociales
Las opiniones de las personas a veces se ven influidas por creencias sociales que
contravienen sus creencias personales.
c) El efecto de la propiedad
A la hora de tomar decisiones la gente tiende a sobredimensionar las pérdidas y
a minimizar las ganancias.
d) La teoría de la contabilidad mental
Las personas llevan diferentes cuentas en sus mentes que le hacen incurrir en
trampas, pues priorizan aspectos parciales de cada decisión sobre su efecto
general.
Y concluye que, en muchas ocasiones, los individuos actúan de manera irracional.
Mercantilismo
Fue el sistema vigente en Europa desde el siglo XVI hasta la primera mitad del siglo XVIII.
Los principales impulsores de esta escuela fueron Thomas Mun, Jean Baptiste Colbert,
Josiah Child y William Petty. Los principales planteamientos de esta escuela son los
siguientes:
1. Su preocupación básica era cómo aumentar la riqueza y el poder de los
Estados nacionales.
2. Consideraban que la riqueza de una nación dependía de la cantidad de oro y
plata que poseyese, es decir, de la acumulación de metales preciosos.
3. Eran partidarios de una fuerte intervención del Estado en la economía para que
desarrollase las políticas adecuadas orientadas a facilitar esa acumulación de
metales.
4. Según ellos, el comercio exterior era el factor clave en la prosperidad de una
nación. Había que lograr estimular las exportaciones y dificultar las
importaciones. Con una balanza comercial positiva se obtendrían pagos netos de
oro y plata por parte de otros países, propiciando la acumulación de riqueza.
Para ello había que actuar en dos frentes:
a) Disponer de una economía nacional potente con capacidad
exportadora.
En este ámbito era preciso que el Estado interviniese favoreciendo:
• La existencia de una población numerosa con bajos salarios, de
modo que fuese capaz de producir muchos bienes a un precio
muy competitivo para venderlos en el exterior.
• La unificación del mercado interior, eliminando las barreras
internas el comercio, es decir, suprimiendo las aduanas interiores
para que los productos no perdiesen competitividad
internacional.
• La creación de compañías estatales para mejorar el comercio
Fisiocracia
La escuela fisiócrata (fisiocracia significa “gobierno de la naturaleza”) surge en Francia a
mitad del siglo XVIII como reacción ante las políticas intervencionistas y restrictivas del
mercantilismo. Su fundador fue Francois Quesnay, que rechazaría la identificación de la
acumulación de metales preciosos o del dinero con la riqueza, que postulaban los
mercantilistas.
Para los fisiócratas la riqueza deriva de la capacidad de producción, y toda la riqueza
es generada por la agricultura, pues es la única actividad capaz de generar un producto
neto, un excedente, de forma que el valor de lo producido resulta superior a los bienes
utilizados en la producción. Según ellos, sólo el trabajo aplicado a la agricultura, a la
naturaleza proporciona más bienes de lo que necesita el agricultor. Así, conciben la
riqueza como un don de la naturaleza.
Consideraban que el resto de las actividades económicas, el comercio, la artesanía y la
manufactura eran actividades “estériles”, improductivas, no creaban un producto neto,
lo único que hacían era combinar, transformar o trasladar de lugar algo ya existente
previamente. Para ellos, el comercio, por ejemplo, sólo cumplía la función de propiciar
que la riqueza generada por el agricultor se difundiese al resto de la sociedad. Que una
actividad fuese “estéril” sólo significaba que no generaba producto neto, y no que fuese
útil o careciera de importancia.
En consecuencia, la explotación de los recursos naturales mediante técnicas cada vez
más modernas es, según los fisiócratas, el pilar sobre el que se debe asentar el desarrollo
económico de los países.
No eran partidarios del comercio exterior, pues, por un lado, no creían que la
acumulación de metales proporcionase riqueza y, por otro, consideraban el intercambio
de mercancías como un trueque en el que no se compra más de lo que se vende. Por
último, en el caso de obtención de ganancias con el comercio, era muy posible que se
desatasen conflictos con los países desfavorecidos que desembocasen en pérdidas que
diluyesen o superasen las ganancias. Contemplaban las exportaciones de productos
como un medio de dar salida a los excedentes y de garantizar un buen precio interno,
mientras las importaciones eran un último recurso para proveerse de los bienes que no
habían podido producirse internamente en cuantía suficiente.
Estimaban que la sociedad debía regirse por la naturaleza, por la ley natural. De ahí que
fuesen partidarios del libre comercio, del laissez-faire, laissez- passer (dejad hacer, dejad
pasar), doctrina que plantea que los gobiernos no deben de intervenir en la economía
pues el libre intercambio conducirá a la mayor prosperidad. Eran, por tanto,
radicalmente opuestos a los postulados mercantilistas y propugnaban la derogación de
las múltiples regulaciones económicas impuestas por ellos. Pero el liberalismo de los
fisiócratas fue relativo, pues necesitó de una gran intervención estatal para cambiar
toda la estructura legal e institucional que dificultaba la modernización de la economía
y que se alcanzase un buen nivel de precios de los productos agrícolas, que garantizase
la expansión del producto neto y una inversión y consumo elevados de los
terratenientes.
Escuela Clásica
El punto de arranque de esta escuela es la obra de Adam Smith titulada “La Riqueza de
las Naciones”, publicada en 1776. Se engloban en esta escuela, además de Smith, un
numeroso grupo de autores, entre los que destacan: David Ricardo, Thomas Malthus y
John Stuart Mill.
Su preocupación central es el estudio de los factores que propician el bienestar, la
riqueza de las naciones. Se preguntan acerca de:
1. ¿qué factores propician el crecimiento y la generación de riqueza?
2. ¿qué dificultades presenta la distribución?
3. ¿cómo debe organizarse la producción, el cambio y la distribución para lograr la
mayor utilidad individual y social?
Así, Adam Smith, fundador de esta escuela y considerado como padre de la economía
como ciencia, plantearía que el trabajo es la principal fuente de riqueza y valor. De esta
forma, se opondría al planteamiento de los fisiócratas, que estimaban que la única
fuente de riqueza era la agricultura.
Para Smith, el crecimiento de la riqueza dependía de la productividad del trabajo, y ésta,
a su vez, de la especialización y la división social del trabajo. Cuanto mayor fuese la
extensión de los mercados, más amplia e intensa sería esa especialización y división del
trabajo, por lo que era decisivo para aumentar la riqueza promover la libertad de los
intercambios.
Smith pensaba que nadie mejor que uno mismo velaría por sus intereses, por lo que
había que dejar libertad para que cada cual atendiese a su propio interés. Además, según
Smith, en esa tarea cada individuo es guiado por una “mano invisible” a satisfacer un
propósito que no estaba en sus intenciones, propiciando de esa forma el mayor
bienestar general.
El mercado libre y la libertad de acción de los individuos iba a ser el planteamiento
central de la escuela clásica. El papel del Estado iba a ser muy limitado. Debía promover
el comercio, la ampliación del mercado y la libertad de los intercambios, pero no debía
participar como agente de la producción ni del intercambio. El Estado también podía
atender la provisión de infraestructuras y determinados bienes públicos como el sistema
de justicia, defensa, etc., y algunos autores, como por ejemplo John Stuart Mill,
extienden su campo de acción a otros ámbitos, como la educación.
Marxismo
El fundador de esta escuela, que emerge en el siglo XIX como una crítica a la economía
política clásica, es Karl Marx. Otro autor importante sería su amigo y estrecho
colaborador Friedrich Engels. El marxismo asienta su análisis en la historia, con una
concepción materialista de su desarrollo y la incorporación de un enfoque dialéctico en
el análisis de la dinámica social. La concepción materialista de la historia plantea que la
fuerza básica de la historia es la estructura económica de la sociedad, es decir, que todo
orden social es fruto de las condiciones materiales de la producción (e intercambio), que
son las que configuran la división de la sociedad en clases.
Para Marx, en el sistema capitalista existen dos clases sociales: por un lado, los
capitalistas, que son los propietarios de los medios de producción y, por otro, los
trabajadores o proletarios, que solo son propietarios de su fuerza de trabajo. Entre estas
clases se establece una relación social de explotación que Marx explicará a partir de la
concepción de la fuerza de trabajo como una mercancía, y planteando una teoría del
valor trabajo y una teoría de la plusvalía
Teoría del valor trabajo
Para Marx, lo que da valor a una mercancía es la cantidad de fuerza de trabajo utilizada
para producirla. En concreto, el trabajo socialmente necesario, es decir, la cantidad de
trabajo que se necesita para reproducir la mano de obra o, en otras palabras, el salario
de subsistencia.
Teoría de la plusvalía
Según Marx, los trabajadores no trabajan solo el tiempo necesario para obtener su
salario de subsistencia, sino que trabajan más tiempo. Hay, por tanto, dos tiempos de
trabajo:
-un trabajo socialmente necesario
-un trabajo excedente.
Existe así una diferencia entre:
-el salario que recibe el trabajador
-el valor del trabajo que ese trabajador produce.
A esa diferencia Marx la denomina plusvalía.
En su visión histórica y dialéctica de los sistemas sociales, Marx plantea que las
contradicciones en las condiciones materiales de la producción entre las fuerzas
productivas y las relaciones sociales de producción propiciarán el cambio social, y
ocurrirá que el capitalismo se verá abocado a constantes crisis, cada vez más graves, y a
una crisis definitiva que abrirá la transición al sistema de producción socialista.
¿Cómo se produce la crisis del capitalismo?
Marx plantea que, a largo plazo, en el capitalismo se tiende a una tasa descendente de
los beneficios, lo que genera crisis de acumulación.
Los capitalistas buscan el beneficio que es producto de la explotación del trabajo ajeno.
La cuota de ganancia del capitalista (g’ = P/C+V, siendo: P la plusvalía, C el capital
constante y V el capital variable) depende, entre otros factores, de:
Escuela keynesiana
La escuela keynesiana tiene su origen en el conjunto de la obra de John Maynard Keynes
y, sobre todo, su “Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero”, publicada en
1936.
Keynes parte de una crítica a la escuela neoclásica, remarcando que su enfoque es de
carácter microeconómico, parcial y unilateral, de modo que dificulta la comprensión de
los fenómenos económicos al dejar aspectos importantes fuera de foco. Así, señala que,
en sus análisis del equilibrio de los mercados, los neoclásicos enfatizan lo que ocurre en
el mercado de trabajo, pero no contemplan los efectos que generan las medidas
adoptadas en ese mercado en el mercado de bienes y servicios, que, según Keynes, es
el decisivo para resolver los desequilibrios en la producción y el empleo. Keynes
considera que la economía debe contemplarse y analizarse con un enfoque
macroeconómico, de carácter global, estudiando lo que ocurre en todos los mercados y
las interrelaciones entre ellos.
Keynes también critica a los neoclásicos el ajuste automático de los mercados. En su
opinión, eso no es posible, pues en la economía real no se da una flexibilidad plena de
salarios y precios, de modo que, ante un desequilibrio con desempleo, el aumento de la
oferta de trabajo no produciría una flexibilización de los salarios a la baja en los términos
que suponían los neoclásicos, de ahí que el equilibrio automático resultase una quimera.
Keynes considera que el crecimiento económico y la creación de empleo dependen
fundamentalmente, no del nivel de salarios reales como pensaban los neoclásicos, sino
de las expectativas de los agentes económicos acerca del nivel de demanda agregada.
La demanda agregada está constituida por el gasto de los distintos agentes económicos,
es decir, el consumo (C) de las familias, la inversión (I) de las empresas, el gasto público
(G) y las exportaciones menos las importaciones (X-M).
DA = C + I + G + (X-M)
La inversión es, según Keynes, el componente más volátil de la demanda agregada y, en
situaciones de crisis, hay que tratar de estimularla, pues resulta difícil, en esas
circunstancias, que se recupere por sí misma.
También es difícil, en situaciones de recesión con desempleo, que aumente de manera
espontánea el consumo, por lo que Keynes concluye que la recuperación del crecimiento
económico y del empleo solo será posible actuando deliberadamente el sector público
sobre el nivel de demanda agregada con una política fiscal expansiva, consistente en
aumentar el gasto público (G). Al aumentar el gasto público, que es un componente de
la demanda agregada, aumenta ésta y se incentiva la inversión empresarial deseosa de
atender esa mayor demanda. El aumento de la inversión genera más empleo y con ello
se posibilita un crecimiento del consumo, que estimula un nuevo aumento de la
inversión. Se observa, entonces, cómo, a partir de ese aumento inicial del gasto público,
se suceden incrementos del gasto en otros componentes de la demanda, que se
refuerzan entre sí produciendo efectos multiplicadores de expansión de la demanda.
La política fiscal expansiva también puede consistir en una reducción de impuestos a los
consumidores y a las empresas, que dispondrán así de más recursos para consumir e
invertir, dinamizando con ello la demanda.
Keynes también plantea que se puede reforzar el estímulo de la demanda agregada
aplicando políticas monetarias expansivas que conduzcan a una reducción de los tipos
de interés, facilitando con ello el acceso al crédito de las empresas y los consumidores e
incentivando así la inversión y el consumo.
Escuela monetarista
Surge esta escuela en las décadas de 1950 y 1960 de la mano de Milton Friedman,
premio Nobel de Economía en 1976.
Frente a Keynes que planteaba la importancia de la política fiscal para influir en el ciclo
económico, Friedman postula que la oferta monetaria (cantidad de dinero) es el
principal determinante de las variaciones a largo plazo del PIB nominal y de los precios.
Los monetaristas parten de la ecuación cuantitativa del dinero formulada por Irvin Fisher
en 1911, en la que se establece que:
MxV=PxQ
Donde M es la oferta monetaria o cantidad de dinero, V es la velocidad de circulación
del dinero, P es el nivel general de precios y Q es la cantidad de producto o volumen de
transacciones de la economía.
Friedman concluye de sus estudios sobre la economía norteamericana que la velocidad
del dinero es constante a lo largo del tiempo y que las variaciones en la oferta monetaria
pueden producir aumentos de los precios o del volumen de producción, pero que actúan
fundamentalmente y de manera más acusada sobre el nivel de precios.
Los monetaristas critican las políticas fiscales keynesianas que pretenden influir sobre el
nivel de demanda y de producción de la economía, pues, según ellos, la política fiscal
sin modificaciones en la oferta monetaria no tiene efectos sobre la demanda total.
Plantean que existen retardos temporales en las políticas monetaria y fiscal que
invalidan su éxito cuando se trata de actuar de modo anticíclico.
Retardo interno
Es el retardo que tiene lugar desde el momento que se produce un problema hasta que
se toman las decisiones para resolverlo. Hay un retardo de reconocimiento, consistente
en darse cuenta de que hay que actuar, y otro retardo de acción, el tiempo que se tarda
en adoptar las medidas oportunas.
Este retardo interno es muy corto en la política monetaria y muy largo en la política
fiscal.
El retardo de reconocimiento es similar para ambas políticas, pero el de acción es muy
diferente, pues una medida de política monetaria, como la reducción de los tipos de
interés, se pueda adoptar muy rápidamente por parte del banco central, mientras que
una decisión de política fiscal, como el aumento del gasto público, requiere de dilatados
trámites y discusiones parlamentarias antes de ser plasmado en una ley.
Retardo externo
Es el retardo que se produce desde que se toman las medidas hasta que se producen los
efectos.
En este caso, es largo en la política monetaria y corto en la política fiscal.
Si, por ejemplo, el banco central, para incentivar la inversión y el consumo, baja los tipos
de interés que cobran en sus préstamos a los bancos comerciales, esos menores tipos
tienen que ser trasladados posteriormente por los bancos comerciales a sus clientes y,
éstos, a la vista del nuevo coste del dinero, evaluar si les resulta conveniente
endeudarse. Si así lo decidiesen, tienen que tramitar la solicitud a los bancos, que
tendrían que estudiar la aprobación del préstamo. Una vez concluido este proceso, y
suponiendo que se concediese dicho préstamo, aún queda que las empresas y
consumidores realicen los gastos correspondientes.
En el caso de la política fiscal el recorrido es mucho más corto, pues, una vez que se ha
aprobado un gasto por parte del gobierno, sólo queda ejecutarlo.
Las disfunciones temporales de ambas políticas llevan a los monetaristas a criticar las
medidas de carácter discrecional para influir en la demanda agregada, no sólo en el
ámbito de la política fiscal, sino también en el de la política monetaria.
Como ya se ha dicho, la política fiscal expansiva sin auxilio del aumento de la oferta
monetaria o cantidad de dinero resulta, según los monetaristas, ineficaz en su intento
de expandir la demanda y la producción. Y si se refuerza la política fiscal con un aumento
de la oferta monetaria, la mayor cantidad de dinero vendría a propiciar, según dicen los
monetaristas que muestran sus estudios empíricos, más bien un aumento de la inflación
que de la producción. Friedman dice que “la inflación es siempre y en todo momento
un fenómeno monetario”
Como conclusión, los monetaristas acaban señalando que no resulta conveniente la
puesta en marcha de políticas fiscales discrecionales, y que la política económica por
excelencia es la política monetaria, siendo la política óptima el establecimiento de una
tasa fija de crecimiento de la oferta monetaria. Así, la producción (recuérdese la
ecuación cuantitativa del dinero) crecería a una tasa constante y se conseguiría la
estabilidad de precios. No son partidarios, por tanto, de la intervención del Estado en la
economía.
Corriente neoliberal
Hay toda una corriente de pensamiento que engloba a una gran variedad de escuelas
económicas con planteamientos muy diversos, pero que confluyen en algunos
elementos específicos que cabe caracterizarlas como liberales o neoliberales. Cabe
destacar como componentes de esta corriente la Escuela Austríaca de Friedrich Hayek,
la Escuela Ordoliberal alemana de Wilhelm Röpke y Alexander Rüstow (que fue quien
acuño el término neoliberal en 1938), la Escuela de las Expectativas Racionales de Robert
Lucas, la Economía del Lado de la Oferta de Arthur Laffer e, incluso, la propia Escuela
Monetarista de Milton Friedman.
Las escuelas que componen esta corriente de pensamiento entroncan su doctrina en la
tradición de las Escuelas Clásica y Neoclásica. Las ideas básicas en que se asienta su
pensamiento son las siguientes:
1. La libertad económica
Articulan la actividad económica en torno a la libertad de actuación de los
agentes. Conciben incluso la libertad económica como un requisito de la libertad
política.
A partir de la crisis de 1973 y del cuestionamiento del que fueron objeto en ese
momento las políticas keynesianas, la corriente neoliberal experimentó una influencia
ascendente, sobre todo con el impulso proporcionado por las políticas aplicadas a finales
de la década de 1970 y principios de la de 1980 por Ronald Reagan en EEUU y Margaret
Thatcher en el Reino Unido. Sus ideas influyeron en la práctica de muchos gobiernos
desde entonces, no limitándose su influjo a los de carácter liberal o conservador, sino
rebasando el espectro ideológico y siendo seguidas parte de sus políticas por los no
afines. Sin embargo, la crisis de 2008 y la más reciente del Covid-19 asestaron un duro
golpe a su corpus doctrinal, revitalizándose de nuevo, sobre todo a partir de la crisis de
2020, las políticas keynesianas.