La oración y la vida cristiana
La oración y la vida cristiana
La oración y la vida cristiana
¿Qué es orar?
OBJETIVO:
Comprender la necesidad de la oración, tomando algunos ejemplos de la Sagrada
Escritura y de la vida de la Iglesia, para experimentar la alegría de los frutos de la
oración.
TEXTOS
"Después salió y fue, como de' costumbre, al monte de los Olivos. Sus discípulos lo
siguieron. Al llegar allí les dijo: Oren para que puedan hacer frente a la prueba. Se alejó
de ellos como a la distancia de un tiro de piedra, se arrodilló y suplicaba así; Padre, si
quieres aleja de mi este cáliz de amargura, pero no se haga mí voluntad, sino la tuya.
Entonces se le apareció un ángel del cielo que lo estuvo confortando. Lleno de angustia,
oraba más intensamente, y comenzó a sudar como gotas de sangre que corrían hasta el
suelo. Después de orar, se levantó y fue a donde estaban sus discípulos. Los encontró
dormidos, pues estaban rendidos por la tristeza. Entonces les dijo; ¿cómo es que están
durmiendo? Levántense y oren, para que puedan hacer frente a la prueba" (Lc 22, 39-
46)
“El Dios vivo y verdadero llama incansablemente a cada persona al encuentro misterioso
de la oración. Esta iniciativa de amor del Dios fiel es siempre lo primero en la oración, la
actitud del hombre es siempre una respuesta. A medida que Dios se revela, y revela al
hombre a sí mismo, la oración aparece como un llamamiento reciproco, un hondo
acontecimiento de alianza. A través de palabras y de acciones, tiene lugar un trance que
compromete el corazón humano. Este se revela a través de toda la historia de la
salvación" (CEC 2567).
1. CONTEMPLAMOS
"La oración no se reduce al brote espontáneo de un impulso interior: Para orar es
necesario querer orar. No basta sólo con saber lo que las Escrituras revelan sobre la
oración: Es necesario también aprender a orar..." (CEC 2650).
"La oración es un impulso del corazón, una sencilla mirada lanzada hacia el cielo, un
grito de reconocimiento y de amor, tanto desde dentro de la prueba como desde dentro
de la alegría..." (Santa Teresa del Niño Jesús, autob. C 25r).
"La oración es la elevación del alma a Dios o la petición a Dios de bienes convenientes..."
(San Juan Damasceno, f o. 3, 24).
Todos los hombres, de todos los tiempos, en todo lugar, siempre han demostrado la
necesidad de establecer una relación especial con un ser superior, lo llamen, o no, Dios.
Esta relación, viviente y personal con la divinidad, podemos definirla: oración.
NECESIDAD DE LA ORACIÓN.
Aunque para que se establezca auténticamente la oración es importante la voluntad del
ser humano (es decir, que el hombre quiera relacionarse con Él), es Dios mismo quien
toma la iniciativa al revelarse y facultar a su obra más digna, la más hermosa, la más
importante, para relacionarse con su Creador.
Así, aunque nosotros olvidemos lo importante que es relacionarnos con Dios, Él nos
sigue esperando y aguarda la respuesta generosa a la benevolencia de quien primero se
nos ha dado a conocer por pura gratuidad, por obra pura de su Amor.
Realmente no es Dios quien necesita al hombre, sino el ser humano quien, como tierra
reseca, agostada y sin agua requiere de esta relación.
Analicemos, brevemente, algunos ejemplos de personajes que han tornado en cuenta
esta necesidad, y son modelo de oración.
PERSONAJES BÍBLICOS
Es en la Sagrada Escritura donde podemos percibir, de una forma más clara y
fundamental, ejemplos vivos de oración.
Antiguo Testamento:
El pueblo de Israel brilló, ante todos los demás pueblos de la tierra, como estrella
luminosa, en cuanto a su relación con la divinidad.
Siendo el primero de los pueblos monoteístas (al confesar su fe en un único y verdadero
Dios), supieron tornar en serio esta relación. Marcando el itinerario de su vida respecto a
la Ley, y viviendo de acuerdo a estos preceptos, la historia de la Salvación, iniciada a
partir de Abraham, y aún vigente, tiene claros ejemplos de este encuentro constante de
oración.
Abraham es considerado como el padre en la fe de los pueblos judío, cristiano y
musulmán, Su obediencia, su atención silenciosa y comprometida, su fidelidad probada,
y sus hechos que avalan su confianza incondicional a quien le ha llamado a ser padre de
una muchedumbre, pueden servirnos de modelo primario y especial (Cfr. Gn 12-15).
Posteriormente, Moisés, quien hablaba con Dios como quien lo hace con un amigo (Cfr.
Ex 33, 11), nos demuestra elementos importantísimos para la Oración: Se humilla,
objeta, y sobre todo, pide.
Moisés "habla" con Dios frecuentemente y durante largo rato, subiendo a la montaña
para escucharle e implorarle, después bajando hacia el pueblo, para transmitirle las
palabras de su Dios y guiarlo, a través del desierto, a la tierra de promisión.
Así, de esta intimidad con el Dios fiel, tardo a la cólera y rico en amor (Cfr. Ex 34, 6),
Moisés sacó la fuerza y la tenacidad necesarias para su posterior oración de intercesión.
Pidiendo ya no por sí mismo, sino por el pueblo que se le ha encomendado y a quien
toma responsablemente bajo su tutela y de la del Señor (Cfr. CEC 2577).
El niño Samuel, por instrucción del sacerdote Eli, aprende a responder prontamente a
la llamada del Señor, poniéndose en condiciones como su servidor (Cfr. 1 5am 3, 9-10).
Luego, David se convierte, por excelencia, en el rey según el coraz6n de Dios, en el
pastor que ruega por su pueblo y en su nombre, aquél cuya sumisión a la voluntad del
Señor, cuya alabanza y arrepentimiento serán modelo de la oración posterior de su
pueblo (Gr. CEC 2579).
Con Elías, y después con los demás profetas, es donde comprendemos que, en su
Oración, en el "cara a cara" frecuente con Dios, es de donde sacan luz y fuerza para
realizar su misión encomendada. Su oración no es una huida del mundo infiel, sino una
escucha de la palabra del Señor, a veces un litigio o una queja, siempre una intercesión
que espera y prepara la intervención del Dios salvador, Señor de la historia (Cfr. Am 71
2.5; Is 6, S. 8. 11; Jer 1, 6; 15, 15-18; 20, 7-18).
Más tarde, con la reflexión sapiencial, y su expresión poética posterior, el libro de los
Salmos (o conjunto de alabanzas), se convierte en la obra maestra de la Oración para el
Antiguo Testamento: Súplicas confiadas, Acciones de Gracias, Cánticos rituales, Salmos
Reales, etc, servirán como modelo devocional de encuentro con Dios (Cfr. CEC 2588).
Nuevo Testamento:
El drama de la oración se nos revela plenamente en el Verbo que se ha hecho carne y
que habita entre nosotros (Cfr. CEC 2598). En efecto, Jesús, en su relación tan directa,
tan personal, tan constante, y tan ejemplar con su Padre, nos revela el misterio
escondido de cómo entablar, con provecho, dichos lazos.
La oración filial, que el Padre esperaba de sus hijos, va a ser vivida por fin por el propio
Hijo único en su Humanidad, con y para los hombres (Cfr. CEC 2599).
El Evangelio según San Lucas subraya la acción del Espíritu Santo y el sentido de la
oración en el ministerio de Cristo: Jesús ora antes de los momentos decisivos de su
misión: Antes de que el Padre dé testimonio de él en su Bautismo (Cfr. Lc 3, 21) y de su
Transfiguración (Cfr. Lc 9, 28), y antes de dar cumplimiento con su Pasión al Plan
amoroso del Padre (Cfr. Lc 22, 41-44); ora también ante los momentos decisivos que van
a comprometer la misión de sus Apóstoles: Antes de elegir y de llamar a los Doce (Cfr. Lc
6, 12), antes de que Pedro lo confiese como Mesías de Dios"(Cfr. Lc 9, 18-20) y para que
la fe del príncipe de los Apóstoles no desfallezca ante la tentación (Cfr. Lc 22, 32). La
oración de Jesús, ante los acontecimientos de salvación que el Padre le pide, es una
entrega humilde y confiada, de su voluntad humana a la voluntad amorosa del Padre
(Cfr. CEC 2560).
Este ejemplo de oración arrastró, por así decirlo, a los discípulos, a querer aprender de
esta relación. Más tarde, el día de Pentecostés, el Espíritu prometido se derramó sobre
ellos, "reunidos en un mismo lugar” (Cfr. Hech 2, 1); de hecho, lo esperaban
"perseverando en la oración" (Cfr. Hech 1, 14). Este Santo Espíritu, que enseña a la
Iglesia y le recuerda todo lo que Jesús dijo (Cfr. In 14, 26), será también quien la formará
en la vida de oración.
En la primera comunidad de Jerusalén, los creyentes "acudían asiduamente a las
enseñanzas de los Apóstoles, a la comunión, a la fracción del pan y a las oraciones"
(Hech 2, 42). Esta secuencia de actos es típica de la oración de la Iglesia; fundada sobre
la fe de los apóstoles y autentificada por la caridad, se alimenta con la Eucaristía.
Estas oraciones son en primer lugar las que los fieles escuchan y leen en las Escrituras,
pero las actualizan, especialmente las de los salmos, a partir de su efectivo
cumplimiento en Cristo (Cfr. Lc 24, 27. 44). El Espíritu Santo, que recuerda así al Señor
Jesús ante su Iglesia orante, la conduce también hacia la Verdad plena, y suscita nuevas
formulaciones que expresarán el Misterio inmenso de Cristo que sigue actuando en la
vida, en los sacramentos y en la misión de la Iglesia. Estas formulaciones se desarrollan
en las grandes tradiciones litúrgicas (celebraciones) y espirituales (vida de oración). En
efecto, las formas oracionales, tal como las revelan las Escrituras, siguen siendo normas
seguras para la oración cristiana (Cfr. CEC 2624-2625).
PERSONAJES ENCARNADOS.
A lo largo de los siglos, muchos hombres y mujeres especiales, auténticos cristianos, nos
han legado un ejemplo palpable de oración.
San Juan de la Cruz, místico español, en su Noche oscura, nos enseña cómo en esta
vida de oración suelen darse momentos (años quizás) de aridez y de poca eficacia en
esta relación. Pero quien persevera, aún a pesar de no sentir nada, encontrará por fin la
delicia del Señor.
Santa Teresa de Ávila, contemporánea y coterránea del Santo, definía la oración como
estar muchas veces asolas, tratando de amistad, con quien sabemos nos ama.
San Francisco de Asís podía quedarse noches enteras contemplando la misericordia
de Dios, repitiendo profundamente la palabra: "Padre".
Santa Margarita María Alacoque encontró en el Corazón Sacratísimo de Jesús, un
horno encendido de misericordia por la humanidad, y a través de la oración, de un
encuentro personal comprometido, el cómo responder con amor al Amor.
Nuestros Mártires Mexicanos vivieron heroicamente su fe. Su vida ejemplar encontró en
el martirio su corona; en el momento supremo del suplicio supieron encontrar las
palabras adecuadas (brotes dilectos de oración) para perdonar a sus verdugos y pedir
que su vida inmolada sirviera como modelo para que los cristianos dieran auténtico
testimonio de su adhesión fiel ante el mundo secular.
La madre Teresa de Calcuta no vacilaba en ponerse en una postura adecuada y orar
cuando le preguntaban en qué consistía la oración.
En fin, todos estamos llamados a este encuentro cotidiano de la oración. Esta relación
amorosa y la vida cristiana testimonial posterior son inseparables, porque se trata del
mismo amor y de la misma renuncia que procede del amor (Cfr. CEC 2745).
GUARDA EN TU CORAZÓN ESTAS PALABRAS
Dios llama incansablemente al hombre para encontrarse con Él en la oración.
En el Antiguo Testamento, Dios, para comunicar sus designios a su pueblo, llama a
los patriarcas y profetas a la oración
En el nuevo testamento, Jesús ora perseverantemente para dar cumplimiento a la
misión que su Padre le ha confiado
La Iglesia, al recibir el Espíritu Santo ora incesantemente para llevar a cabo la
misión que recibió de nuestro Señor Jesucristo.
2. CONFRONTAMOS
Hoy, en nuestro tiempo, encontramos que muchos no saben orar, no les gusta orar y
no han descubierto el sentido y el valor de la oración, no se ha descubierto el amor de
Dios, el que ama a Dios, ora.
Nosotros, habiendo comprendido mejor la importancia de la oración, podemos
cuestionarnos y responder con sinceridad:
- ¿Qué tanto tiempo dedicamos al encuentro con Dios a través de la oración?
- ¿Qué elementos, qué posturas, qué recursos, son favorables para orar?
- ¿Qué otros, en cambio, nos estorban?
- ¿Cómo podemos integrar la oración en la vida de todos los días?
3. EXPRESAMOS NUESTRA FE
Reunidos, en un ambiente propicio, hacemos oración:
a) Nos preparamos
En silencio, tomando una postura cómoda, respirando adecuadamente, relajando toda
tensión, tomamos conciencia de que vamos a orar y por eso nos ponemos en la
presencia de Dios.
b) Oramos
En libertad, se pide a los presentes que, en su cuaderno, o en alguna hoja de papel
especial para este encuentro, se redacte una oración: Bendición, Adoración, Petición,
Intercesión, Acción de Gracias, Alabanza, etc. Cualquiera de ellas, según los deseos,
según el sentir de cada uno.
c) Compartimos
Si alguno de los presentes quiere compartir su oración lo hace; según el caso, todos
pueden responder: Te damos gracias; Te rogamos, óyenos; Perdón, Señor, Perdón;
Bendito seas, Alabado seas, Gracias Señor, etc.
El coordinador concluye la oración, retomando la oración de los demás y le pide a
Dios por todos para experimentar la alegría y la necesidad de la oración.
d) Cantamos
Hoy en oración quiero preguntar Señor,
quiero escuchar tu voz, tus palabras con amor.