Eutanasia y suicidio con auxulio medico - Oswaldo Cedeño

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Eutanasia y suicidio
con auxilio médico
¿Delito o acción piadosa?
© Oswaldo Cedeño
© Fundación Editorial El perro y la rana, 2016
Centro Simón Bolívar, Torre Norte, piso 21, El Silencio,
Caracas - Venezuela, 1010.
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Diseño de la colección
Jorlenys Bernal
Carlos Zerpa

Edición
Juanibal Reyes

Corrección
Álvaro Trujillo

Diagramación
Yeibert Vivas

Hecho el Depósito de Ley


Depósito legal lf 40220113004324
ISBN 978-980-14-2086-6
Eutanasia y suicidio
con auxilio médico
¿Delito o acción piadosa?

Oswaldo Cedeño
Serie Clásicos
Obras claves de la tradición del pensamiento humano, abarcando
la filosof ía occidental, oriental y nuestramericana.

Serie Crítica emergente


Textos y ejercicios reflexivos que se gestan en nuestra
contemporaneidad. Abarca todos aquellos ensayos teóricos del
pensamiento actual.

Serie Género-s
Una tribuna abierta para el debate, la reflexión, la historia y la
expresión de la cuestión femenina, el feminismo y la diversidad
sexual.

Serie Aforemas
Entre el aforismo filosófico y lo poético, el objeto literario y el
objeto reflexivo son construidos desde un espacio alterno.
La crítica literaria, el ensayo poético y los discursos híbridos
encuentran un lugar para su expresión.

Serie Teorema
La reflexión sobre el universo, el mundo, lo material, lo
inanimado, estará dispuesta ante la mirada del público lector.
El discurso matemático, el f ísico, el biológico, el químico y demás
visiones de las ciencias materiales, concurrirán en esta serie para
mostrar sus tendencias.
Introducción
Este trabajo es el producto de reflexiones surgidas de las dife-
rentes materias o ramos cursados durante los tres semestres que
duró la formación académica del magíster en Ética y Bioética.
Entre los temas tratados estaban los dilemas bioéticos contem-
poráneos de mayor connotación internacional. Escogí para
mi trabajo el debate sobre la eutanasia y el suicidio con auxilio [7]
médico por considerar que se convertiría en un reto para mí, por
cuanto nunca estuve de acuerdo con que se apresurara la muerte
a ninguna persona bajo ninguna circunstancia. Pero el estudio de
casos me llevó a cambiar de opinión.
El trabajo se estructura en cinco capítulos. El capítulo primero
comienza con una presentación de los conceptos de autonomía,
libertad, consciencia y dignidad, según la opinión de diversos auto-
res, entre los que se cuentan Kant, Ferrater Mora, Erik Erikson,
Karl Rogers, Jean Pieaget, J. J. Rousseau y Peter Singer. En el capí-
tulo segundo paso a comentar lo referente a la enfermedad como
una limitación a la autonomía, donde, al mismo tiempo, aporto
Oswaldo Cedeño

conceptos como privación circunstancial, pérdida parcial y auto-


nomía desplazada. En el capítulo tercero, comento lo referente al
consentimiento informado y la voluntad anticipada como expre-
siones autónomas. En el capítulo cuarto desgloso aspectos legales
y derechos civiles de las personas. El capítulo quinto, en el que me
explayo comentando puntos de vista sobre la eutanasia y el suici-
dio con auxilio médico, las líneas de argumentación, los problemas
con cada caso de renombre en la narrativa bioética. En el capítulo
sexto concluyo con lo de la pendiente resbaladiza, siguiendo los
planteamientos de autores como Ronald y Gerald Dworkin, Peter
Singer, Sissela Bok, Alfonso Gómez-Lobo y Fernando Lolas, entre
otros. Por último, hago una conclusión a modo de epílogo donde
resumo las ideas centrales del contenido general y mi posición en
defensa de una despenalización extendida de la eutanasia y del sui-
cidio con auxilio médico.
En conjunto, los seis capítulos presentan una visión general
del debate moral actual sobre la cuestión de si un enfermo ter-
minal tiene derecho a decidir su propia muerte. Este debate ha
generado una polaridad entre concepciones que ponen énfasis en
la calidad de la vida y concepciones que ponen énfasis en la san-
tidad de la vida. Sin embargo, en ambos casos se busca apoyo en
los criterios de autonomía, libertad, mejores intereses y dignidad
[8]

humana (valor intrínseco).


El motivo de la discusión sobre el tema es que muchas
personas en Venezuela y en el mundo, con enfermedades termi-
nales y degenerativas, algunas con intenso dolor y sufrimiento,
incluyendo personas parapléjicas, tetrapléjicas y familiares de
pacientes en estado vegetativo persistente, que deben verlos tum-
bados en una cama por muchos años sin poder hacer nada por
ellos, piden ayuda para morir o para que se permita morir a su
familiar por considerar que su vida o la de su familiar, en esas
condiciones, es indigna, insoportable y cruel.
Algunos de estos enfermos son capaces de decidir por sí mis-
mos y pueden actuar en el último lugar para poner fin a su vida
Eutanasia y suicidio con auxilio médico ¿Delito o acción piadosa?

si tuvieran un derecho legal que les permita hacerlo. Otros son


capaces de decidir, pero incapaces para actuar por sí mismos, en
quienes un tercero actuaría en el último lugar. Y los demás son
incapaces tanto de decidir como de actuar por sí mismos (autono-
mías desplazadas), por quienes sus representantes legales piden
ayuda para que mueran, en quienes también actuaría un tercero
especializado. Los que están en contra de una ley que permita
la eutanasia o el suicidio con auxilio médico creen que al apro-
barse una legislación que contemple el derecho a decidir cuándo
y cómo morir conduciría irremediablemente a una pendiente
resbaladiza que se concretaría en un relajamiento en los proce-
dimientos médicos con consecuencias nefastas para pacientes
vulnerables, según los defensores de esta postura.
Por su parte, los que están a favor consideran que aprobarla evi-
taría el dolor y el sufrimiento de los pacientes en estado terminal,
personas cuadrapléjicas y de pacientes en estado vegetativo. Hay
países que ya han legalizado la eutanasia y/o el suicidio con auxilio
médico, tales como Holanda, Bélgica, Suiza, Australia, Colombia,
entre otros, y ciertos estados norteamericanos como Oregón y
Washington, pero otros niegan rotundamente esta posibilidad.
En Venezuela, actualmente, se discute un proyecto de reforma
del Código Penal en el que se contempla el artículo 217 favorable [9]
a la eutanasia, no así al suicidio con auxilio médico. Lo evidente
hasta aquí es que hay varios problemas que habría que resolver en
cuanto se refiere, por ejemplo, a la polaridad de los mismos casos
(unos desean morir y otros no, aun estando en la misma condi-
ción; familiares desean que su familiar muera, pero otros niegan
esta posibilidad). Por otra parte, habría que notar que los crite-
rios de argumentación (autonomía, libertad, dignidad humana o
valor intrínseco, mejores intereses) son los mismos tanto para los
que están a favor de la eutanasia y el suicidio con auxilio médico,
como para los que están en contra, lo que genera una polaridad
con aristas separadas y una falta de consenso, siendo que ambas
partes se refieren a lo mismo, lo cual hace infructífero el debate.
Oswaldo Cedeño

Vale aclarar que soy del criterio de que el derecho a la vida


no puede ser impositivo ni obligatorio para los que necesaria-
mente van a morir. Es decir, creo que se debe preservar la vida
de los seres vivos y con vida o con potencialidades para vivir, ya
sea por tratamiento, terapias de reanimación, trasplantes en
personas en quienes no exista un diagnóstico fatal irreversible,
o que aun así deseen esperar hasta el último momento, aunque
sea con intenso dolor y sufrimiento, como está establecido en los
derechos universales y en la mayoría de las cartas magnas a nivel
internacional. Pero también creo que se debe permitir morir (y
ayudar al otro, si es su deseo) a quien en condiciones terminales,
con tiempo de vida determinado y sin fuerzas para vivir, además
con intenso dolor y sufrimiento, desea hacerlo; también a quien,
por estar con motricidad totalmente atrofiada, así lo solicita y no
tiene posibilidad de actuar ni de ejercer los bienes humanos más
básicos; o atender el requerimiento de un familiar o represen-
tante legal de un paciente en estado prolongado de inconsciencia
o en estado vegetativo persistente, para lo cual creo que tiene
derecho no solo moral y humano, sino legal, como veremos en lo
relativo a los aspectos legales, si es su voluntad.
Considero que la idea de la santidad de la vida es incuestio-
nable en el sentido de inviolabilidad, pero inconveniente como
[ 10 ]

criterio y como argumento para impedir una legalización favo-


rable tanto a la eutanasia como al suicidio con auxilio médico
por estar parcializada y porque responde a principios religio-
sos judeocristianos que involucran solo a quienes tienen estas
creencias, pero que no convencen a laicos, para quienes es intras-
cendente si Dios existe o no, o si su alma se irá al cielo o al infierno
o si quedará en el limbo (estado de las almas que no van ni a uno
ni otro lugar). Ni mucho menos que la justicia apele a un criterio
como este para juzgar o decidir en casos de petición de ayuda para
apresurar la hora de la muerte, sin el debido respeto de las perso-
nas que no tienen esta creencia ni tienen por qué estar obligados
a tenerla, pues sería quitarles el derecho a la libertad de creencia
Eutanasia y suicidio con auxilio médico ¿Delito o acción piadosa?

y la libertad de culto, sobre todo en una legislación como la de


Venezuela, cuyo artículo 59 de la Constitución actual defiende
el derecho a la libertad de religión y culto y se prohíbe “invocar
creencias o disciplinas religiosas para eludir el cumplimiento de
la ley ni para impedir a otro u otra el ejercicio de sus derechos”.1
En relación con el criterio de valor intrínseco de la vida para
defender el derecho a la vida, habría que contemplar entonces qué
vida se protege, porque en primer lugar, quien pide ayuda para
morir es una moribundo sin posibilidad de planificar un futuro
con nadie ni con nada definitivamente porque ya no le es posible
naturalmente; y si se trata de un paciente parapléjico o tetraplé-
jico, qué vida se protege si él mismo considera que su condición
es indigna y cruel, de modo que no le encuentra valor alguno por
no poder ejercer o disfrutar de ese don tan preciado que es la vida,
que le causa más sufrimientos que alegrías. Y, si se trata de un
paciente vegetativo, cuya familia desea que se ayude a morir, qué
vida puede representar para sí o para su familia el permanecer en
una cama inerte por más de veinte años, independientemente de
que uno entre cien casos despierte en algún momento, o de que
otros en la misma condición deseen que su familiar permanezca
así hasta que muera su última célula.
En cuanto al argumento de la pendiente resbaladiza, lo con- [ 11 ]
sidero intrascendente para la prohibición o impedimento de una
ley de eutanasia o de ayuda para morir, por cuanto sus premisas
no solo responden a evidencias empíricas, sino que son de base
consecuencialistas y fatalistas presumibles. La falsedad o cer-
teza de lo que sostienen quienes defienden este argumento solo
depende de su aplicación o de su experimentación. Sin embargo,
las evidencias en países donde se han legalizado estos procedi-
mientos terapéuticos demuestran lo contrario, lo cual veremos
en el capítulo penúltimo de esta investigación. Considero que,

1 Constitución de la República Bolivariana de Venezuela (1999), Santiago de


Chile, Ediciones de la Asamblea Nacional Venezolana, p. 149.
Oswaldo Cedeño

ante la duda (en cuanto a qué aprobar o qué no, o si la gente está
o no de acuerdo, lo moral o inmoral de la situación), lo correcto,
por tratarse de aspectos que afectan a la comunidad, es la con-
sulta popular a través de encuestas, por ejemplo, o de votaciones,
estrategia a la que recurrieron algunos de los países que en la
actualidad contemplan en su legislación una ley favorable a la
eutanasia y/o el suicidio con auxilio médico.
Y si el temor es prevenir que se cometan errores en personas
vulnerables, lo conveniente es un Estado vigilante, que confíe
en sí mismo, en sus instituciones y en los representantes de esas
instituciones, pero aún así, para prevenir inconsecuencias e
inconsistencias profundice el funcionamiento de un comité de
ética y bioética a nivel nacional, que a su vez supervise la actua-
ción de diferentes comités de ética comunitarios de carácter
multidisciplinario, en los centros hospitalarios públicos y
privados, en los que se revisen los casos de acuerdo con sus carac-
terísticas individuales, a fin de tomar la decisión correcta, en el
tiempo correcto y en las personas correctas. Con todo esto, si se
llegara a dar una pendiente resbaladiza, sería en las instituciones
religiosas que perderían una buena cantidad de adeptos, y en las
empresas que producen tecnología y medicamentos, por cuanto
ya no tendrían tantas ventas y sus grandes ingresos se reducirían
[ 12 ]

al mínimo adecuado. Pero esto también es una especulación…


Sobre estos aspectos se centra el contenido de esta tesis, cuyo
objetivo no solo es el de fijar posición en relación con el derecho
que tiene la gente a que se le respete su derecho a decidir sobre
su propia muerte, sino el de apoyar a aquellos que aspiran a ser
beneficiados con la aprobación de una ley que los autorice legal-
mente a disponer de sus vidas, por motivos de salud, dolor y
sufrimiento constante, y a familiares de pacientes vegetativos
para que decidan hasta cuándo consideran conveniente que su
familiar continúe en un estado de vida vegetal, sin que por ello se
le considere a él o a su médico un asesino por realizar un acto que
solo tiene como fin la compasión, la justicia y el beneficio de quien
Eutanasia y suicidio con auxilio médico ¿Delito o acción piadosa?

sufre y padece, o de quien es obligado a permanecer en un estado


en el que quizás no hubiera deseado permanecer por más tiempo
del necesario.

[ 13 ]
Capítulo primero.
Autonomía
Este capítulo tiene como finalidad ofrecer una visión general
del concepto de autonomía según la opinión de autores relaciona-
dos con la filosofía, sociología y psicología, al igual que del sentido
de libertad, conciencia y dignidad, en diferentes contextos y
aspectos, como preámbulo a lo que será el capítulo final dedicado [ 15 ]
al debate al final de la vida. Podemos comenzar aclarando que el
concepto de autonomía se forma de dos vocablos griegos, auto,
uno mismo, y nomos, norma. Se refiere, entonces, a una legisla-
ción personal para decidir voluntariamente por qué, cuándo y
cómo actuar en determinadas circunstancias.
En el vocabulario filosófico suele expresarse, según el
Diccionario de filosofía de Ferrater Mora2 , en dos sentidos: onto-
lógico y ético. En el primero, se considera que ciertas esferas de la

2 Ferrater Mora, José, Diccionario de filosofía, Tomo I, A-K, Buenos Aires, 1964,
p. 161.
Oswaldo Cedeño

realidad son autónomas respecto de otras, es decir, la esfera de la


realidad orgánica se rige por leyes distintas a la esfera de la rea-
lidad inorgánica; sin embargo, aunque la primera es autónoma
respecto de la segunda, ambas se sustentan. En el segundo caso la
autonomía es fundamento de sí misma, en tal sentido, el eje de esa
autonomía es la “voluntad buena” para Kant, 3 que actúa por deber
y alejada de toda inclinación. Esta autonomía es una capacidad
inherente en todos los agentes racionales, de actuar libremente
basándose en la razón e independiente de los deseos humanos.
“El principio de la autonomía es, pues, no elegir de otro modo
sino de este: que las máximas de nuestra elección, en el querer
mismo, sean al mismo tiempo incluidas como ley universal”. 4
Al convertirse la autonomía en la base del principio moral, la
conciencia humana se juzga y se ordena a sí misma, establece
autónomamente su ley, mediante la razón y la voluntad. De allí
que Immanuel Kant afirme que “a todo ser racional que tiene una
voluntad debemos atribuirle necesariamente también la idea de
libertad, bajo la cual obra”.5 Lo que quiere decir que cada persona
es dueña de sus actos y conoce las consecuencias de los mismos.
La autonomía la ejerce una persona, un ser consciente de su
realidad contextual, con capacidad para tener necesidades y pla-
nes para el futuro. Según esto no es posible que una persona en
[ 16 ]

estado inconsciente, por ejemplo, pueda ejercer su autonomía,


como tampoco un niño, un demente o un anciano en estado senil.

Autonomía, sí mismo y yo
La autonomía se forma como un proceso, no es algo que viene
impreso sino que se ejercita en el curso existencial. Para Erik
Erikson la autonomía se inicia en la segunda etapa de la formación

3 Kant, Immanuel, Fundamentación de la metafísica de las costumbres,


Madrid, Espasa-Calpe, 1980, p. 9.
4 Ibídem, p. 30.
5 Ibídem, p. 35.
Eutanasia y suicidio con auxilio médico ¿Delito o acción piadosa?

de la personalidad (etapa muscular-anal, hasta los dos años en


Freud; preoperacional para Piaget, hasta los 7 años). Durante esta
etapa el ser humano comienza a conocer su capacidad de elegir y
controlar su cuerpo a través del control de esfínteres y el dominio
del lenguaje. Cuando esta etapa ha tenido un desarrollo adecuado,
surge como virtud la voluntad.6 Se considera esta, pues, como una
de las etapas más importantes del desarrollo humano, en el sen-
tido de la autonomía pues, de no haber sido lo suficientemente
estimulada, genera problemas de seguridad para asumir la per-
sonalidad, la libertad y la voluntad, por ende las ambigüedades
estarán siempre presentes a la hora de decidir.
Karl Rogers7 considera que la persona es motivada interna-
mente por su yo a realizarse según sus necesidades fisiológicas
y psicológicas. Este proceso tiene como objetivo dirigir el desa-
rrollo personal de forma autónoma y uniforme. Asegura este
autor que toda persona tiene una “tendencia actualizadora” que
fortalece su desarrollo individual, sin embargo, en el proceso de
crecimiento, sobre todo en la primera infancia, la autonomía es
coartada por los formadores, lo cual implica dolor y sufrimiento
desde sus orígenes más íntimos por no poder ejercer el individuo
plenamente su autonomía.
Todos tenemos la necesidad de recibir amor, aceptación y [ 17 ]
aprobación, lo que Rogers llama la “consideración positiva”. Si
se carece de esta consideración positiva (vale decir del reconoci-
miento positivo de las acciones más que la reprobación) se pierde
el autoconcepto, importante para la valoración del yo, lo cual
impide el desarrollo humano de modo equilibrado y el ejercicio
pleno de la autonomía.

6 Papalia, Diane E., Sally Wendkos Olds, Ruth Duskin Feldman, Psicología del desa-
rrollo. De la infancia a la adolescencia, México, McGraw-Hill Interamericana,
2005, p. 231.
7 Schultz, Duane P. y Sydney Ellen Schultz, Teoría de la personalidad, México,
Thomson, 2002, p. 327; En línea: http://es.wikipedia.org/wiki/Carl_Rogers y
en http://html.rincondelvago.com/carl-rogers.html.
Oswaldo Cedeño

Gordon Allport afirma lo contrario: que los motivos de los


adultos no tienen relación funcional con las experiencias previas
(los traumas o frustraciones pasadas o vividas en la infancia), por
tanto no afectan el desarrollo humano. En ese sentido, utiliza el
concepto de “autonomía funcional”8 (una autonomía práctica),
con lo que quiere decir que las fuerzas que nos motivaron al prin-
cipio de la vida se vuelven autónomas o independientes, de modo
que actúan de acuerdo con criterios actualizantes.
La autonomía funcional tiene dos niveles: perseverativa y
proprium. La primera se refiere a los hábitos y conductas adi-
cionales, es decir, conductas que perdieron su razón de ser pero
persisten, se hacen rutinarias y de algún modo afectan a los actos
autónomos, porque se muestran como tales aunque están deter-
minadas, pero son inconscientes. Pongamos como ejemplo el
desear “salud” cuando se estornuda o el fumar como evidencia
de un acto rebelde, son estos aspectos considerados como limita-
ciones a la autonomía, porque responden a patrones de conducta
rutinarios o determinados. La segunda es la más importante (y
con ella comprendemos mejor las motivaciones de nuestra vida
adulta) porque se refieren al yo o al sí mismo (self), que tiene siete
funciones básicas: sensación del cuerpo, identidad propia, autoes-
tima, extensión de uno mismo, autoimagen, adaptación racional
[ 18 ]

y esfuerzo o lucha propia (propriate). Sostiene este autor Ronald


Dworkin que en este proceso, la persona solo retiene los motivos
que contribuyen con el desarrollo de la autoestima o autoimagen
y las decisiones autónomas, de modo que categoriza sus preferen-
cias, lo que Gerald Dworkin llamará “intereses críticos”, según las
características específicas de espacio, cultura y capacidades.9
Jean Piaget considera que el proceso de maduración de los
niños se produce en dos fases: de heteronomía y de autonomía.

8 Schultz, Duane P. y Sydney Ellen Schultz, ob.cit., p. 251.


9 Dworkin, Ronald, El dominio de la vida. Una discusión acerca del aborto, la
eutanasia y la libertad individual, Barcelona, España, Editorial Ariel, 1998,
p. 269.
Eutanasia y suicidio con auxilio médico ¿Delito o acción piadosa?

En el razonamiento heterónomo las reglas deben cumplirse


objetivamente, según el criterio de la autoridad, sin excepciones
ni discusiones. La autoridad, base de la norma, no da razones de
las obligaciones o deberes impuestos, solo busca que se cumplan.
En cambio, el razonamiento autónomo permite el acuerdo ante
las reglas, es decir, se pueden someter a interpretación y caben
excepciones, objeciones y acuerdos.
Según Beauchamp y Childress, la autonomía depende de
los valores y creencias de la persona. No todas las decisiones de
la persona son autónomas. Estos autores consideran que existen
dos formas diferentes de expresarse la autonomía, una depende
de la capacidad para actuar autónomamente y las acciones pro-
piamente autónomas. Es decir, se puede tener la capacidad para
actuar con autonomía, pero no necesariamente las decisiones
son autónomas. Hay acciones supuestamente autónomas que van
mucho más allá de las personas, sus acciones pueden verse movi-
das por otros intereses y no por los propios. Entiéndase con esto
que un individuo puede estar actuando según las preferencias
individuales de otra persona, como de hecho ocurre con los que
obedecen las órdenes de sus superiores; también cabe el caso de
un enfermo que accede a seguir un tratamiento porque es obli-
gado por su médico o amenazado por un familiar o por el Estado.10 [ 19 ]
En realidad, para estos autores las acciones autónomas, en tér-
minos de electores normales, actúan institucionalmente, es decir,
responden a una estrategia de planificación externa a sí mismo, a
la cual debe someterse el agente por su propio bien. Así pues, las
acciones son intencionales y no intencionales. Una acción inten-
cional es aquella que se realiza de conformidad con el plan fijado
por uno mismo; en cambio, una acción no intencional es aque-
lla cuya decisión tomada, evidentemente, se apega a la respuesta

10 Luna, Florencia y Arleen L. F. Salles, Bioética. Nuevas reflexiones sobre debates


clásicos, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2008, p. 59.
Oswaldo Cedeño

esperada por la intención del otro.11 En este caso la autonomía se


ha visto desplazada y no actúa de modo independiente.

Libertad
La libertad era llamada tradicionalmente “libre albedrío”, una
potestad para obrar por reflexión y elección, pero que no estaba
gobernada por la razón al estilo kantiano, sino por el apetito y el
capricho.12 La palabra libertad viene de la voz latina libertatem,
que se refiere al poder inmanente al individuo de decidir o auto-
determinarse, lo cual quiere decir que nadie puede controlar o
determinar la conducta, las ideas o las acciones de otra persona,
porque todo ser humano tiene como atributo primordial la liber-
tad.13 Sin embargo, y como vimos en el apartado anterior, en las
primeras etapas del desarrollo la persona depende de sus cuida-
dores, de modo que su actuar está determinado por las reglas que
deben cumplirse objetivamente, según el criterio de la autoridad,
pero una vez unificados sus procesos orgánicos y psicológicos
(entre los 25 y los 30 años, cuando es pleno su desarrollo psico-
lógico, glandular, hormonal)14 la persona comienza a actuar de
acuerdo con su propio criterio y juicio. Desde luego que su criterio
y juicio estará signado por los valores humanos adquiridos de las
costumbres y tradiciones de su cultura, y esto de una u otra forma
[ 20 ]

incide en su personalidad.
José Ramón Ayllón considera que cada acto humano es pro-
ducto de una decisión, en tal sentido la raíz de la libertad está en
la voluntad. “La acción voluntaria es, ante todo, una decisión inte-
rior. Esto es sumamente importante, pues significa que el hombre
privado de libertad físicamente sigue siendo libre: conserva la

11 Ibídem, p. 60.
12 Diccionario enciclopédico Larousse, Ciudad de México, Ediciones Larousse,
2006, p. 22.
13 Ibídem, p. 423.
14 Moore, Keith L., Embriología clínica. El desarrollo del ser humano, Madrid,
Elsevier, 2004, p. 2.
Eutanasia y suicidio con auxilio médico ¿Delito o acción piadosa?

libertad psicológica”.15 Sin embargo, María Victoria Costa16 con-


sidera que igual las decisiones tomadas por los pacientes no son
autónomas, puesto que la mayoría de estas han sido ofrecidas
previamente por los médicos sin deliberar acerca de otras opcio-
nes, lo cual concuerda con el criterio de Beauchamp y Childress.
Aristóteles piensa que tanto la libertad como la esclavitud son
naturales, se nace siendo libre o esclavo, y que el hombre esclavo
no solo es el que sabe usar mejor la fuerza, sino el que se entrega
a otro, “y lo que precisamente le obliga a hacerse de otro, es el no
poder llegar a comprender la razón sino cuando otro se la mues-
tra, pero sin poseerla en sí mismo”.17 Este planteamiento quizás
se semeja un tanto a la heteronomía, aunque en la actualidad se
considera que la libertad le es inherente al hombre, es decir nadie
puede ser esclavo de otro, así sea voluntariamente, como con-
sidera el filósofo francés Jean-Jacques Rousseau, quien afirmó
que la condición de la libertad es inherente a la humanidad. Sin
embargo, agrega que después del nacimiento, el proceso exis-
tencial que se sigue implica una pérdida de libertad, voluntaria
o involuntariamente. En tal sentido popularizó la idea de que “el
hombre ha nacido libre y, sin embargo, vive en todas partes entre
cadenas”.18 Porque a fin de cuentas el Estado se encarga de perfi-
lar su conducta de acuerdo con el orden social y cultural para su [ 21 ]
adecuada inserción. Es así como la libertad individual se permite
en concordancia con el bien común, que se impone por encima
de los valores individuales. “Los espacios tomados por la libertad,

15 Ayllón, José Ramón, En torno al hombre. Introducción a la filosofía, Madrid,


Ediciones Rialp, 2001, p. 112.
16 Costa, María Victoria, “El manejo de la información médica. El consentimiento
informado y la confidencialidad”. En: Bioética: nuevas reflexiones sobre debates
clásicos. Luna Florencia y Arleen Salles, p. 168. También en “El consentimiento
informado en la práctica médica”, artículo del Dr. Robert A. Vásquez. En línea:
http://www.sideme.org/doctrina/articulos/ci-ravf.pdf.
17 Aristóteles, La política, Santiago de Chile, Ercilla, 2004, p. 19.
18 Rousseau, Jean-Jacques, El contrato social, Santiago de Chile, Ercilla, Cap. II,
1988, p. 12.
Oswaldo Cedeño

según Bonnie Steinbock, han generado un daño a la necesidad


del bien común que causa un irrestricto apego a la “autonomía
clásica”.19 De tal modo, el traspasar los límites de respeto entre
unos y otros, sería como volverse el hombre contra sí mismo, o
como diría Thomas Hobbes se viviría en una guerra “como de
todo hombre contra todo hombre”.20
Alfonso Gómez-Lobo considera que la libertad, como un
atributo innegable a la condición humana, es particularmente
trascendente para el filósofo, sobre todo para el filósofo moral,
porque “debe asumir que los seres humanos son libres para que
su tema tenga sentido”.21 De modo que negar la libertad es caer
innecesariamente en un determinismo incoherente y absurdo y
echaría por tierra no solo los progresos humanos, sino la evolu-
ción del pensamiento autónomo en el mundo.

La libertad opera como una condición previa para la obtención


de casi todos los bienes básicos. Quienes están físicamente priva-
dos de libertad, o bien atrapados por su propia mente, por alguna
psicopatología grave, no pueden disfrutar de los bienes humanos
básicos: la vida, la familia, la amistad, el trabajo, la diversión, la
experiencia de belleza y placer, el conocimiento, la integridad y la
libertad.22
[ 22 ]

En este aspecto disiento de Gómez-Lobo, por cuanto que


considero que en ningún momento estas personas pierden sus
derechos humanos básicos. Quizás se ven limitados, eso sí es
cierto, por cuanto no tienen la libertad para disfrutarlos a ple-
nitud, por ejemplo de la familia. Sin embargo hay días de visita,

19 Steinbock, Bonnie, En: Fernando Lolas, op. cit., p. 87. Lo que alude también al
principio ecológico de Daniel Callahan.
20 Hobbes, Thomas, Leviatán, Buenos Aires, Editorial La Página, 2003, p. 126.
21 Gómez-Lobo, Alfonso, Moral y bienes humanos, Santiago de Chile, Mediterráneo,
2006, p. 21.
22 Ibid.
Eutanasia y suicidio con auxilio médico ¿Delito o acción piadosa?

y dentro del penal hacen amistad, trabajan, juegan, estudian y


reciben conocimientos útiles para el trabajo y las expresiones
artísticas, siempre y cuando se acojan a estos programas estable-
cidos.
Continuando con nuestro tema, y ya para finalizar, Fernando
Lolas considera que no es bueno para una persona actuar con
tanta libertad. Él es partidario de que el exceso de autonomía en
una persona o en una sociedad puede ocasionar grandes conflic-
tos, sobre todo en lo relativo a aspectos que involucran la salud
o la relación médico-paciente. Sostiene que “pequeñas transgre-
siones en su nombre, casi insignificantes en el plano individual,
podrían llevar a una ‘pendiente resbaladiza’”.23

Conciencia
La palabra conciencia es una voz latina que traduce “conoci-
miento compartido con otro”. Según José Mirabal, la conciencia
“es la capacidad que tiene el hombre de conocer inmediatamente
sus estados o actos internos, así como su valor moral”.24 Es decir,
todo acto que el hombre realiza, así como el sistema moral que
estructura la sociedad, le es conocido a la persona a través de
su conciencia: su experiencia, estados de ánimo, sus acciones,
decisiones, lo que observa; su integridad, su solidez, honestidad, [ 23 ]
justicia y sinceridad; el darse cuenta de lo que hace, por qué y para
qué lo hace, todo eso es valorado por su consciencia.
Físicamente la conciencia se aloja en el cerebro y es parte
de las células spindles: enormes neuronas que solo existen en la
especie humana, a excepción de los grandes simios y otros pri-
mates. Sin embargo, el número en que se presentan en el cerebro
humano nos distingue de todos los demás animales. Los inves-
tigadores han descubierto que estas células están directamente

23 Lolas, Fernando, Bioética y antropología médica, Santiago de Chile, Mediterráneo,


2003, p. 87.
24 Mirabal, José, Diccionario de psicología, Caracas, Panapo, 1992, p. 49.
Oswaldo Cedeño

involucradas en la producción, organización y manipulación de


los sentimientos, las emociones y los aspectos morales. La mayo-
ría de estas células están ubicadas en la ínsula derecha frontal.
Estas células son responsables de la personalidad, la cual, según
Freud, se presenta en tres niveles: consciente, preconsciente e
inconsciente. El consciente se refiere a las sensaciones y experien-
cias de las que estamos al tanto a diario.25 El cerebro humano se
divide en dos partes: superior e inferior. La parte superior consta
de los dos hemisferios cerebrales, incluida la corteza cerebral,
donde se sitúa la consciencia. Si la parte superior del cerebro no
funciona, no podemos ver, ni oír ni sentir. No podemos expe-
rimentar el placer o el dolor y no podemos tener intenciones,
necesidades, objetivos ni deseos.
La parte inferior consta del tronco encefálico, que controla las
funciones que hacemos inconscientemente, como la respiración,
el latido del corazón y los actos reflejos. Así, pues, si la parte supe-
rior está destruida, pero el tronco encefálico sigue intacto, puede
haber respiración, latidos del corazón y actos reflejos.26 El sistema
nervioso autónomo se encarga de regular las funciones vitales fun-
damentales, que son en gran parte independientes de la consciencia
y relativamente autónomas, en cuanto se refiere a la regulación del
aparato cardiorespiratorio, glándulas endocrinas, musculatura
[ 24 ]

lisa, aparato pilosebáceo y glándulas sudoríparas, entre otros.


Como su nombre lo indica, el sistema vegetativo, por ser
autónomo, funciona aun en casos donde la conciencia se ve com-
prometida o cuando ha perdido sus funciones regulares. En tal
sentido, las personas en coma o declaradas en estado vegeta-
tivo persistente no son más que vidas biológicas o puramente
orgánicas; aunque estén calientes, respiren o su corazón lata

25 Schultz, Duane P. y Sydney Ellen Schultz, op. cit., p. 482.


26 Singer, Peter, Pensar la vida y la muerte. El derrumbe de nuestra ética tradicional,
Barcelona, España, Paidos, 1997, p. 213.
Eutanasia y suicidio con auxilio médico ¿Delito o acción piadosa?

lentamente, están muertas, pierden completamente su persona-


lidad, su autonomía y su libertad.
“Coma” en griego quiere decir “sueño profundo”. Este estado
se caracteriza por la falta de motricidad voluntaria y de pérdida
más o menos profunda de la conciencia con conservación de las
funciones vegetativas, también llamadas idiotropas, es decir, las
que regulan las funciones respiratoria y vascular. Las funciones
vegetativas son controladas por el sistema nervioso autónomo o
voluntario (visceral, también gran simpático). Este estado se pro-
duce por un daño en el diencéfalo y en el tronco encefálico o en los
hemiferios cerebrales. En el estado de mínima conciencia ocurre
un grave compromiso de esta, sin embargo se observan claras y
reproducibles evidencias de consciencia de sí, lo cual indica que
en algún momento podría haber recuperación. Pero se cree que
quizás los casos que han logrado salir de esta nominación han
sido producto de un mal diagnóstico.27
La muerte cerebral (muerte encefálica) se define como el cese
completo o irreversible de la actividad cerebral o encefálica.28 En
este caso, naturalmente la persona ha perdido ya su condición
total de persona, su libertad y por ende su autonomía en forma
total. En este estado ya no es posible bajo ninguna circunstancia
tomar alguna decisión más, y su yo es asumido por un repre- [ 25 ]
sentante legal, que en adelante deberá tomar la decisión final de
quien fuera persona autónoma y libre.
Cuando el paciente cae en la condición de estado vegetativo
persistente difícilmente tendrá la posibilidad de recuperarse
para ejercer nuevamente su autonomía, sobre todo si el daño ha
sido severo. Aunque hay pacientes que han permanecido en este
estado hasta veintisiete años, cuando han llegado a recuperar la

27 Boehringer Montiel, Verónica, Estado vegetativo (postcoma unresponsiveness):


una condición poco comprendida. En línea: http://www.bioeticacs.org/eceb/
investigación/ArticuloV_Montiel.pdf.
28 http://es.wikipedia.org/wiki/Muerte_cerebral.
Oswaldo Cedeño

conciencia, en la mayoría de los casos es irreversible la recupe-


ración.29 A consideración de Peter Singer, un individuo en estas
condiciones deja de ser persona, pues no tiene consciencia ni del
tiempo ni del espacio, es incapaz de planificar para el futuro, ni
razona ningún aspecto de su condición, en tal sentido pierde sus
derechos:

Cuando se declara muertos a seres humanos calientes, que respi-


ran y tienen pulso, estos pierden sus derechos humanos básicos.
No se les proporciona un tratamiento para prolongar su vida. Si
sus parientes consienten (o en algunos países, cuando no han ma-
nifestado su negativa a consentirlo), se pueden extraer los órganos
de sus cuerpos.30

En este aspecto, aunque comprendo la intención de Singer,


no concuerdo con él. Considero que tal vez en este sentido sería
mejor decir que en lugar de perder sus derechos humanos bási-
cos, en la ocasión de verse despojados de ellos, lo que pierden es la
posibilidad de disfrutarlos o de ejercerlos, porque de hecho reci-
ben atención, cuidados, afecto familiar y respeto; sus derechos
son representados y defendidos por sus representantes legales.
[ 26 ]

Dignidad humana
En latín, el término dignum (dignitatem) quiere decir valioso.
Es una cualidad de excelencia que confiere autoridad sobre la
propia vida y hace a la persona merecedora de respeto y de estí-
mulo para que alcance sus propios fines.31 Para los cristianos, esta
cualidad especial viene de Dios, que hizo al hombre a su ima-
gen y semejanza; para Kant es una cualidad de ser siempre fin,

29 En línea: http://www.elespectador.com/articulo162544-pacientes-estado-
vegetativo-pueden-aprender.
30 Singer, Peter, op. cit., p. 35.
31 Diccionario enciclopédico Larousse, op. cit., p. 232.
Eutanasia y suicidio con auxilio médico ¿Delito o acción piadosa?

nunca medio para fines subsecuentes, un valor en sí mismo;32 y


para Ronald Dworkin son “estándares o convenciones” de las
sociedades, condiciones mínimas fortalecidas por los intereses
críticos de las personas. Es decir, que las personas tienen derecho
a no ser tratadas de manera que en sus culturas o comunidades
se entienda como una muestra de carencia de respeto.33 Esto es
lo que permite que aun los presos, los dementes y los pacientes
terminales tengan derechos que limitan decisiones autónomas
o iniciativas que pongan en juego la dignidad de la persona.
Asimismo, los gobiernos quedan obligados a que se comprome-
tan los recursos disponibles para que sean utilizados en favor de
quien los necesita.

Tenemos en común no solo intereses de experiencia, sino intere-


ses críticos relativos al carácter y al valor de nuestras vidas. Estos
intereses críticos están conectados con nuestras convicciones
acerca del valor intrínseco –la santidad de la vida, la inviolabili-
dad– de nuestras propias vidas.34

A consideración de David Muñoz Condell, “Las cosas tienen


un valor de intercambio, los seres humanos tienen valor ilimitado
puesto que, como sujetos dotados de identidad y capacidad de [ 27 ]
elegir, son únicos e irremplazables”.35 Sin embargo, hay quienes
consideran que hay personas a quienes se les niega la dignidad y
que incluso llegan a perder el autorrespeto debido al desprecio y
el desamor de los otros. Esto último va en concordancia con la
observación de Peter Singer respecto a la dignidad humana

32 Kant, Immanuel, op. cit., p. 27.


33 Dworkin, Ronald, op. cit., p. 305.
34 Ibídem, p. 308.
35 Muñoz Condell, David, “La persona como sujeto de dignidad y fin en sí
misma”, En: Ética. Fundamentos y aplicaciones, Torres Pino Carlos, et. al.
Santiago. Escuela de Investigaciones Policiales, Ediciones de la Policía de
Investigaciones de Chile, 2006.
Oswaldo Cedeño

cuando observa que no toda vida humana es valiosa, porque si


lo fuera no se contradirían los defensores de este criterio (papas,
teólogos, etólogos y algunos médicos) al considerar que niños
deformes, ancianos con alzheimer avanzado, mueran por falta
de tratamiento, o por la supresión de alimentación e hidratación
en pacientes en estado vegetativo, sobre todo cuando carecen de
recursos, los cuales son considerados como elegibles para dejar
morir. En tal sentido, habría que reconocer, dice el autor, que “el
valor de la vida humana varía”.36
Alfonso Gómez-Lobo dice que la dignidad es un “valor intrín-
seco de todos y cada uno de los seres humanos”,37 es algo que nace
con la persona, le es intrínseco en el mismo sentido kantiano, es
decir, ser siempre fin en sí mismo, nunca medio para un fin. Para
Francis Fukuyama es un “Factor X”38 y lo define como una cualidad
esencial que concede a la persona derechos, “es decir, el derecho
a vivir en comunidades políticas democráticas donde se respete
su derecho a la libertad de expresión, de culto y de asociación, así
como a la participación política”.39
Este concepto de dignidad es usado tanto por las personas
que defienden el derecho a morir de los pacientes terminales
como por los que están en contra, y hay quienes, incluso, lo con-
funden o le dan una connotación de libertad y de autonomía. Se
[ 28 ]

habla en la actualidad de derecho a “morir con dignidad”, refi-


riéndose al derecho que tienen las personas a que se respete su
decisión a poner fin a sus vidas antes de que lleguen a deteriorarse
totalmente causando indignidad, terrible dolor y sufrimiento. Sin
embargo, habría que redefinir quizás este concepto, pues como
veremos más adelante, la muerte como tal no es digna, ni hay ni
puede haber muerte digna ni morir con dignidad. Lo que se debe

36 Singer, Peter, op. cit., p. 188.


37 Gómez-Lobo, Alfonso, op. cit., p. 22.
38 Fukuyama, Francis, El fin del hombre. Consecuencias de la revolución biotecnológica,
Barcelona, España, Ediciones B, 2002, p. 243.
39 Fukuyama, Francis, op. cit., p. 244.
Eutanasia y suicidio con auxilio médico ¿Delito o acción piadosa?

defender, en tal caso, es el derecho a que se respete el derecho a


decidir cuándo y cómo morir conforme al valor intrínseco o la
dignidad de la persona humana.
Debemos cerrar este capítulo resumiendo brevemente lo
visto como autonomía, la cual se entiende como una legislación
personal y fundamento de sí misma, cuyo eje es la voluntad buena
basada en la razón (Kant) que actúa por deber y que la ejerce una
persona consciente. Que tiene su origen en la infancia, poste-
rior a los dos años, y que se actualiza en el desarrollo individual
(Erikson). Así mismo, que así como se limita se fortalece con la
consideración positiva (Rogers) y que es funcional (práctica) en
la medida de sus limitaciones originales, pues adquiere un equi-
librio entre lo adquirido de los formadores y las preferencias
individuales (Allport-Piaget). Por último, que depende de los
valores y creencias de la persona, cuyas acciones no siempre son
autónomas porque pueden tener una motivación extrapersonal
(Beauchamp y Childress), por tanto pueden ser intencionales (las
propias) y no intencionales (las adquiridas).
La autonomía está directamente relacionada con la libertad
en la medida en que la persona se autodetermina, decide limitar
sus acciones individuales en relación con el ejercicio común. La
raíz de la libertad se encuentra en la voluntad, lo que le confiere [ 29 ]
responsabilidad y respeto por y para con el otro (Ayllón), que se
vuelve heterónoma cuando se entrega a otro (Aristóteles), que
el Estado perfila la conducta individual convenientemente para
garantizar el bien común (Rousseau), que de no asumir la liber-
tad en el hombre se caería en un determinismo (Gómez-Lobo)
y que la libertad no puede ser absoluta, porque puede ocasionar
grandes conflictos que pueden conducir a una pendiente res-
baladiza (Lolas). Por otra parte, en lo relativo a la conciencia, se
dijo que se aloja en el cerebro como parte de las células spindles,
involucradas en la producción, organización y manipulación de
sentimientos, emociones y aspectos morales, que se ubica en la
ínsula inferior derecha de donde surge la personalidad, la cual se
Oswaldo Cedeño

manifiesta en conciencia, preconsciencia e inconsciencia (Freud).


En el consciente están las sensaciones y experiencias diarias.
También que el cerebro se divide en superior e inferior y que la
parte superior se divide en dos hemisferios, incluida la corteza
cerebral, donde se sitúa la consciencia. Si la parte superior no fun-
ciona no podemos ver, ni oír ni sentir; no hay placer ni dolor, ni
intenciones, deseos, necesidades, ni planes para el futuro. Que
en la parte inferior está el tronco encefálico que controla las fun-
ciones inconscientes como la respiración, los latidos del corazón,
los actos reflejos; si la parte de arriba está destruida, pero no el
tronco encefálico, puede haber respiración, latidos del corazón y
actos reflejos. En este estado se pierde completamente la libertad
y la autonomía, se está como en sueño profundo. Se llama muerte
cerebral al cese definitivo de la actividad cerebral, de modo que
al no estar declarado muerto totalmente el paciente, su yo o deci-
siones se desplazan a un yo representativo legalmente, quien en
adelante deberá tomar las decisiones a nombre de su represen-
tado. Por último, el aspecto de la dignidad humana, lo cual se
considera como un valor ilimitado (Muñoz Condell) y que le es
intrínseco a la persona humana (Gómez-Lobo), que le confiere
autoridad sobre su propia vida y lo hace merecedor de respeto
y estímulo para el logro de sus fines, además de que le confiere
[ 30 ]

derechos humanos y políticos (Fukuyama). Para algunos le viene


de Dios (cristianismo), para otros de su capacidad de ser (Kant),
también que son valores estándares y convenciones (R. Dworkin),
por último, hay quienes creen que el valor intrínseco varía, por
cuanto en la práctica las personas no reciben el mismo trato que
otros para quienes hay tratos preferenciales (Singer).
Capítulo segundo.
La enfermedad como limitación al ejercicio
autónomo
El objetivo de este capítulo es exponer brevemente lo relativo
a la enfermedad como una circunstancia que afecta no solo la
estima personal, sino que limita de tal modo al individuo, que en
estado de inconsciencia, termina por despojarlo totalmente de su [ 31 ]
libertad, autonomía, dignidad y sus mejores intereses.

Salud y enfermedad
La enfermedad es una alteración más o menos grave de
la salud. Es un proceso natural que ataca al cuerpo humano,
según Karl Jaspers, y el enfermo debe vencerla. El médico se une
al paciente “para enfrentar este indeseable proceso natural”. 40
Sin embargo, para saber lo que significa la enfermedad hay que

40 Jaspers, Karl, La práctica médica en la era tecnológica, Barcelona, España,


Editorial Gedisa, 2003, p. 10.
Oswaldo Cedeño

conocer el concepto de salud. Liliana Jarama la define como


un sentirse satisfecho con los problemas que le plantea a uno
la vida.41 Satisfecho en la medida de ser solucionables. Para la
Organización Mundial de la Salud es un estado de “perfecto bien-
estar físico, mental y social”. 42 De modo que quien está sano tiene
suficientes razones para estar feliz, si no feliz, al menos para sen-
tirse tranquilo.
El organismo humano combate cotidianamente contra virus
y bacterias que someten su cuerpo a inmensas presiones, pero
cuando son vencidas, el cuerpo se fortalece y vuelve a la actividad
diaria que le exige la vida y en la que quiere participar libremente.
Estar enfermo no implica dejar de ser, pero sí dejar de ejercer y
dejar de ejercer es perder autonomía y libertad. Cuando se está
enfermo se es incapaz momentánea y circunstancialmente de
ejercer con libertad las capacidades de su persona. Una simple
gripe debilita el ánimo y obliga a permanecer encerrado en casa
o en un hospital, si la situación lo amerita. Cuando la enferme-
dad deja de ser ambulatoria, las personas terminan recluidas
en un centro asistencial, donde dependerán de los médicos, las
enfermeras y los familiares que los asisten temporalmente en su
proceso curativo.
Los pacientes psiquiátricos, por ejemplo, por su falta de razón
[ 32 ]

y escasa conciencia, tienen una autonomía limitada, son incapa-


ces de manifestar una personalidad plena. En muchos casos les
resulta imposible diferenciar las experiencias, representaciones y
percepciones internas de las externas. Y en el caso de gente con
alzheimer, terminan perdiendo totalmente su autonomía al ser

41 Jarama, Liliana, “La relación médico-paciente. De relaciones de dominación-


sometimiento a la relación con amor”. En: Bioética. Trabajos seleccionados
para la primera promoción de especialistas, Bogotá, Ediciones El Bosque,
1997, p. 191.
42 Pérez, Manuel, “Salud y enfermedad”. En: Fundamentos y dimensión práctica,
Ana Escobar, Manuel Pérez y Raúl Villarroel, Santiago de Chile, Mediterráneo,
2004, p. 180.
Eutanasia y suicidio con auxilio médico ¿Delito o acción piadosa?

dominados por la demencia, cuyo desenlace final es la pérdida


definitiva de la conciencia y con ella, de su autonomía, que se des-
plaza al familiar o al representante legal.
Este proceso es incómodo para los que asumen la respon-
sabilidad de dirigir o de coordinar la autonomía del otro que
padece una enfermedad de este tipo, porque no es fácil controlar
las decisiones de otro y sobre todo saber qué es lo que quiere o
hubiera querido hacer en circunstancias que involucran su vida
o su muerte. Aún más cuando se considera que quien recibe la
custodia del otro yo también es “una persona humana, frágil y
limitada, que, como factor añadido, dispone de capacidad y
medios técnicos imperfectos para ayudar”.43
Una persona parapléjica o tetrapléjica, por ejemplo, no tiene
posibilidad de decidir por sí misma los pasos a seguir en relación
con su vida, su salud, su estar en el mundo o su muerte. Su vida
sufre una alteración y queda expuesta a las opciones y decisiones
del otro. Obligatoriamente y, a veces, sin querer, debe ceder su yo,
es decir su ser autónomo a un tú para poder seguir actuando y
viviendo, si eso desea o no, porque igual no tiene otra posibilidad
debido a su motricidad atrofiada.
Considera Gómez-Lobo que “quienes están físicamente
privados de libertad, o bien atrapados por su propia mente por [ 33 ]
alguna psicopatología grave, no pueden disfrutar de los bienes
humanos fundamentales”.44 Y si no se puede disfrutar de los bie-
nes humanos fundamentales como la vida, la salud, el trabajo, los
juegos, el conocimiento, ¿acaso se puede decir entonces que se
está vivo? Quien cae en estado vegetativo persistente o en estado
comatoso está muerto prácticamente, carece de autonomía y
libertad, debido a que no hay en el paciente una consciencia ni una
voluntad que lo mueva a decidir o a actuar. Las personas en coma

43 Beauchamp, Tom L. y Laurence B. McCullough, Ética médica. Las responsabilidades


morales de los médicos (s/f), p. 45.
44 Gómez-Lobo, Alfonso, op. cit., p. 21.
Oswaldo Cedeño

o declaradas muertas cerebrales no son más que vidas biológicas


o puramente orgánicas o vegetativas, aunque estén calientes, res-
piren o su corazón lata lentamente, están muertas. Dice Mauricio
Suárez que antes del informe Harvard sobre muerte encefálica,
que apareció en 1968, “una persona vivía conectada, después del
informe, pasó a la morgue”. 45 Peter Singer considera que la nomi-
nación de muerte cerebral en lugar de la muerte definitiva se
prefirió para beneficiar la donación de órganos, porque “nos per-
mite salvar órganos que, si no, se desperdiciarían”.46

Privación circunstancial de autonomía


Cuando las personas se encuentran encerradas en un penal,
en la habitación de un centro asistencial, en un centro de forma-
ción militar o en un seminario o centro de formación religiosa,
sufren una privación circunstancial de la autonomía, se ven
limitadas circunstancialmente para decidir o para actuar. En el
primer caso, porque se cometió algún delito que requiere como
sanción la privación de la libertad y, por ende, de los actos autóno-
mos; la segunda, por padecer de alguna enfermedad que amerita
disponer el cuerpo y las decisiones al dominio de otro en bene-
ficio propio, por un tiempo no prolongado; y la tercera y cuarta,
porque se requiere que permanezcan internos para poder dotarlo
[ 34 ]

de conductas, actitudes, estrategias y criterios para actuar en


concordancia una vez concluida la formación.
En efecto, una persona privada de libertad, a consecuencia de
un delito cometido, pierde el derecho al libre ejercicio de su autono-
mía. Su libertad se expresa tras las limitaciones de las rejas o de los
espacios comunes, custodiados por los guardias de prisiones. No se
pierde la libertad en su totalidad, solo se limita durante un tiempo
y en un espacio determinados. Tampoco se pierde plenamente la

45 Suárez Clothers, Mauricio, “Vida, poder y moral en los escritos sobre Nietzsche.
Reflexión sobre fronteras”, Santiago de Chile, Edición personal, p. 1.
46 Singer, Peter, op. cit., p. 35.
Eutanasia y suicidio con auxilio médico ¿Delito o acción piadosa?

autonomía, porque aun estando encerrado puede tomar las deci-


siones que lo mantendrán con vida o en interacción constante con
el medio en el que convive con otras individualidades.
Una persona encerrada en una cárcel dependerá tanto de los
que dirigen las acciones dentro del penal como de los jefes de ban-
das internas a los que debe ajustar su libertad. En el caso de un
militar o paramilitar también lo podemos agrupar en este ren-
glón, pues sus acciones están cotidianamente comandadas por
su jefe inmediato que le indica cotidianamente las instruccio-
nes a seguir; y por último, los religiosos ceden voluntariamente
su autonomía y libertad a los formadores y regentes, por lo cual
entran en una circunstancia de heteronomía voluntaria.

Pérdida parcial de autonomía


La persona pierde parcialmente su autonomía cuando es inca-
paz físicamente de actuar sin ayuda del otro. Esto ocurre cuando
se padece de alguna minusvalía física o psíquica. Una persona es
minusválida físicamente cuando carece de alguna aptitud física
que le impide su autonomía motriz. La minusvalía física, sea con-
génita o por accidente, representa una limitación a la autonomía
y a la libertad, por cuanto, aunque es posible tomar decisiones,
no es posible ejercerlas sin la ayuda de otra persona o de alguna [ 35 ]
prótesis que permita la movilidad. Una persona parapléjica o
tetrapléjica, por ejemplo, no tiene posibilidad de decidir por sí
misma los pasos a seguir en relación con su vida, su salud, su estar
en el mundo o su muerte. Obligatoriamente debe ceder su yo a
una tercera persona para poder seguir actuando y viviendo, si eso
desea o no, porque igual no tiene otra opción debido a su motrici-
dad atrofiada.
Los pacientes psiquiátricos, por ejemplo, por su conscien-
cia transmutada, es decir, incoherente con la realidad común,
son incapaces de manifestar una personalidad plena. En los
casos de retraso mental es evidente una dificultad para adquirir
las conductas básicas de la expresión y comprensión verbal, la
Oswaldo Cedeño

autonomía motriz y personal y ciertos comportamientos socia-


les, lo cual incide en su libertad y autonomía de modo negativo.
En los cuadros presentados con anterioridad es prioritario y obli-
gatorio el apoyo constante en terceras personas. Ahora bien, este
proceso es incómodo para los que asumen la responsabilidad de
dirigir o de coordinar la autonomía del otro, porque no es fácil
controlar las decisiones de otro sin quitarle autoridad sobre su
vida, lo cual representa, según Frey, uno de “nuestros mayores
bienes”.47 Por otra parte, habría que considerar que quien dirige
o controla las eventualidades de la vida del otro es también un
ser vivo con necesidades y limitaciones individuales, y que desea
también controlar equilibradamente su propia vida.

Autonomía desplazada o duplicada


Una persona en estado de inconsciencia a consecuencia de un
coma nivel IV pierde en su totalidad su autonomía, ya sea por estar
en estado vegetativo persistente o declarado muerto cerebral. Su
yo se desplaza hacia otra persona que en adelante deberá tomar
las decisiones de la personalidad a la que representa. Ya hemos
dicho que hay circunstancias en las que el médico se convierte
momentáneamente en el yo desplazado del paciente, es decir,
asume la autonomía del otro, junto con la propia, mientras rea-
[ 36 ]

liza los procedimientos técnicos para estabilizarlo y mantenerlo


con vida. Pero cuando el paciente es deshabilitado por su situación
médica para tomar decisiones, y los médicos han realizado los
procedimientos necesarios para su estabilidad, sobre la base de la
autonomía médica, la autonomía del paciente vuelve a ser despla-
zada cuando los familiares aparecen.
Al dejar de funcionar la conciencia del paciente, es la auto-
nomía del otro quien responde por la suya y la de él, es decir, la

47 Frey, R. G., “Distintos tipos de muerte”. En: La eutanasia y el auxilio médico al


suicidio, Gerard Dworkin, R. G. Frey y Sissela Bok, Madrid, Cambridge Uni-
versity Press, 2000, p. 41.
Eutanasia y suicidio con auxilio médico ¿Delito o acción piadosa?

autonomía duplicada. A nombre de la voz que asume se estresa, se


confunde, se deprime y se enferma también por no poder tomar
ciertas decisiones o por no saber si decidir o no sobre ciertos
aspectos relacionados con el cese total de la historia del otro, que
se confunde a veces con la propia, lo cual genera una ambigüedad
personal en quien asume una autonomía desplazada. Para la per-
sona del yo desplazado no es fácil ser el otro y decidir despegarse
de él por el cargo de consciencia, es decir, por los aspectos mora-
les (lo que está bien, lo que está mal hacer), por lo que digan los
otros o por el afecto que impide desligarse del ser amado aunque
sea simplemente para contemplar su cuerpo inerte.
En tal sentido, la autonomía duplicada entra en una situación
dilemática y solo decide lo correcto cuando ha alcanzado clari-
dad y madurez en relación con el cuerpo que ha dejado de ser vida
para ser persona en otro y por otro. Si una persona desea hacer
valer su autonomía aun después de haber perdido la conciencia
plenamente, sin posibilidad de recuperación, ha debido haber
dejado al menos un documento de voluntad anticipada, lo cual se
comenta en el capítulo que sigue a continuación.

[ 37 ]
Capítulo tercero.
El consentimiento informado y la voluntad
anticipada como ejercicios autónomos
Hemos estado comentando el principio de autonomía como la
capacidad del ser humano de autodeterminarse según se lo permite
su libertad, su voluntad, su conciencia y su dignidad. El principio de
autonomía no era reconocido por la medicina tradicional o pater- [ 39 ]
nalista. De hecho aún hay médicos que prefieren no informar a sus
pacientes sobre su circunstancia clínica, con la excusa de evitarles
males mayores. Por otra parte, habría que reconocer también que
hay pacientes que prefieren no ser informados de su diagnóstico ni
de los efectos de sus tratamientos, como bien apunta Karl Jaspers:
“Lo que en principio atañe incondicionalmente a la verdad médica
es que solo demanda la verdad el enfermo capaz de soportarla y
desenvolverse con ella razonablemente”.48

48 Jaspers, Karl, op. cit., p. 14, también en línea: http://fisica.ciens.ucv.ve/postfismed/


normas/ leymedicina.html, ley del ejercicio de la medicina de Venezuela, 2005.
Oswaldo Cedeño

Sin embargo, en la actualidad es obligación de los médicos


informar a sus pacientes sobre cualquier terapia que afecte su
salud, sea para bien o para mal, y dentro de esta exigencia está la
aplicación del consentimiento informado por escrito para noti-
ficar al paciente los detalles necesarios, tanto de diagnóstico,
exámenes invasivos y pronósticos, como la aplicación de tra-
tamientos y experimentaciones.49 Ha sido este documento uno
de los logros fundamentales de la contemporaneidad médica,
por cuanto no es posible para los médicos experimentar con los
pacientes o utilizar medios invasivos sin la debida autorización
del afectado, salvo en situaciones de estricta emergencia, como se
ha presentado en el apartado de autonomía desplazada. La aplica-
ción de este procedimiento, de algún modo da paso a la voluntad
anticipada, con lo cual un paciente garantiza su futuro médico en
caso de quedar inhabilitado para la toma de decisión respecto a
su salud o su vida y muerte.

El consentimiento informado
El consentimiento informado es la confirmación escrita,
libre, consciente y voluntaria de un paciente sobre lo correspon-
diente y conveniente de tratamientos y análisis con métodos
invasivos en su organismo en beneficio de su estado de salud. Este
[ 40 ]

formulario, aunque no es un contrato legal, sí conviene tanto al


paciente como al médico para establecer responsabilidades de
sucesos previsibles. Este procedimiento tiene sus anteceden-
tes históricos y evolución a partir del Código de Nuremberg de
1947, y más tarde se confirma con la Declaración de Helsinski,
donde quedaba bien claro la negación a someter a seres humanos
a experimentación sin su debida autorización y notificación de
consecuencias.
Su aplicación como tal se considera a partir de la segunda
mitad del siglo XX, cuando se pasó del modelo paternalista al

49 http://www.rmu.urg.uy/revista/2005.art5.pdf.
Eutanasia y suicidio con auxilio médico ¿Delito o acción piadosa?

modelo de la autonomía. Antes de esto, el médico no informaba


a los pacientes sobre su verdadero estado de salud ni sobre los
procedimientos médicos a implementar, y las posibles conse-
cuencias de los mismos. Los resultados de las terapias aplicadas
los iba conociendo el paciente en el camino, de modo que no
tenía derecho a rechazar ni aprobar los procedimientos médi-
cos sobre su persona. Fue necesaria la comisión de suficientes y
graves errores médicos y de experimentación para que un ins-
trumento como este se comenzara a aplicar, y de alguna manera
obligar a los médicos y experimentadores o científicos médicos
para que instruyeran a sus pacientes sobre los pro y los contra de
la aplicación de sus terapias, exámenes y riesgos causados por los
químicos a aplicar. En este texto voy a mencionar solo dos de los
casos más significativos al respecto ocurridos durante los años
70: el “experimento Tuskegee”50 (también conocido como “estu-
dio Tuskegee sobre sífilis no tratada en varones negros”, entre
otros nombres), y Canterbury versus Spence. 51

El experimento Tuskegee
Este experimento fue un estudio clínico llevado a cabo entre
1932 y 1972 en la población de Tuskegee, Alabama (Estados
Unidos), por los servicios públicos de salud norteamericanos, [ 41 ]
a cargo del doctor Taliaferro Clark, durante cuarenta años, no
siendo necesario y dañando la vida de casi cuatrocientas perso-
nas. Para este estudio fueron escogidos 399 aparceros negros,
en su mayoría analfabetos, con el fin de observar la progresión
natural de la sífilis no tratada. Uno de los graves errores come-
tidos por los investigadores médicos en el caso fue no informar
a los pacientes de su diagnóstico. Por otra parte, los engañaron
diciéndoles simplemente que tenían “mala sangre” y que podrían
recibir tratamiento médico gratuito, transporte gratuito a la

50 En línea: http://es.wikipedia.org/wiki/El_experimento_Tuskegee.
51 En línea: http://www.sideme.org/doctrina/articulos/ci-ravf.pdf.
Oswaldo Cedeño

clínica, comidas y un seguro de sepelio en caso de fallecimiento si


participaban en el estudio.
En 1932, cuando empezó el estudio, los tratamientos para la
sífilis eran tóxicos, peligrosos y de efectividad cuestionable. Parte
de la intención del estudio era determinar si los beneficios del tra-
tamiento compensaban su toxicidad, y reconocer las diferentes
etapas de la enfermedad para desarrollar tratamientos adecua-
dos a cada una de ellas. Pero en 1947 la penicilina se comenzó a
utilizar como tratamiento efectivo para controlar la enfermedad.
Antes de este descubrimiento, la sífilis frecuentemente conducía
a una enfermedad crónica, dolorosa y con fallo multiorgánico. Sin
embargo, a los integrantes del estudio no se les notificó del pro-
greso médico obtenido con la penicilina, sino que por el contrario
se les ocultó la información para continuar estudiando cómo la
enfermedad se diseminaba y acababa provocando la muerte.
Por otra parte, se les advirtió para que evitaran someterse a tra-
tamiento con penicilina indicándoles (manipulación engañosa)
que el someterse a tratamiento les podría acelerar la muerte. De
tal modo el estudio se prolongó hasta 1972 cuando la información
pasó a la opinión pública. Ya para entonces habían muerto 128
personas, 40 mujeres fueron contaminadas y 19 niños nacieron
contaminados. Este gravísimo error de la investigación médica
[ 42 ]

trajo como respuesta, en 1979, el Informe Belmont y la creación


del Consejo Nacional de Investigación en Humanos.

Canterbury versus Spence52


Este caso ocurrió en Estados Unidos, en 1972, cuando resultó
inválido un paciente producto de una operación. Aunque el
médico recibió consentimiento de parte del paciente, no le había
informado acerca de los riesgos. La corte falló a favor del paciente,
lo cual sentó precedente para que de allí en adelante los médi-
cos quedaran obligados a informar al paciente de los posibles

52 Costa, María Victoria, op. cit., p. 168.


Eutanasia y suicidio con auxilio médico ¿Delito o acción piadosa?

riesgos. Igualmente se aprobó el privilegio terapéutico, según el


cual el médico tiene derecho a ocultarle información al paciente
respecto de los riesgos, si el revelar los procedimientos pudiera
afectar su estado emocional, en cuyo caso el médico debe dejar
constancia firmada en la historia clínica del paciente y darles la
información a los familiares.

Importancia del consentimiento informado


Lo fundamental del consentimiento informado es que se
tiende a proteger a las personas del engaño y de la manipulación
o la coerción. Por otra parte, son los pacientes competentes quie-
nes deciden los procedimientos. Salvo los casos de emergencia.
Una persona informada es la que conoce su diagnóstico, riesgos,
tratamientos, opciones y alternativas respecto de su enferme-
dad. “El consentimiento informado deberá ser entendido como
un proceso de diálogo que tiene lugar durante la totalidad de la
relación terapéutica y no meramente como un suceso puntual,
que se reduzca a la firma de un formulario”.53 Según Gert, Culver
y Clouser, los factores que harían a una persona incapaz de poder
hacer un consentimiento informado son, por ejemplo, alguna
discapacidad cognitiva que le impida al paciente comprender la
información. Sin embargo, para ello está su representante legal, [ 43 ]
quien consciente de todos los requerimientos, debe firmar a nom-
bre de su representado o de quien asume la autonomía desplazada.
Para que el documento sea adecuado, su lenguaje debe ser
directo, breve y explícito, adaptado al nivel de comprensión del lector.
Debe ser firmado por anticipación y con tiempo suficiente para que
este concientice tanto los beneficios como los posibles daños. Una
vez firmado el documento, el paciente debe quedar con una copia del
mismo, antes de someterse a tratamiento, experimentación, examen
o cirugía que implique riesgos secundarios. Y es aconsejable la firma
del médico tratante y la firma de testigos, además del paciente.

53 Ibídem, p. 175.
Oswaldo Cedeño

Hoy, la dignidad de la persona resulta indiscutible y es fun-


damento de todo ordenamiento jurídico. En tal sentido, el
consentimiento informado se ha considerado entre los derechos
humanos más importantes54 y como expresión de autonomía,
libertad y dignidad de toda persona. Aunque vale agregar que no
en todas las naciones se aplica o se cumple su exigencia. Es muy
común su uso en documento escrito suministrado por el mismo
médico en Estados Unidos y en Chile, en Venezuela es algo más
informal, pues el médico lo hace en forma oral, al ofrecer todos
los detalles concernientes con la enfermedad al paciente, lo cual
queda registrado también en la historia clínica.

El testamento vital
Este documento es también conocido como documento de
voluntad anticipada o de instrucciones previas. Se refiere a un
texto escrito sobre instrucciones al final de la vida, los cuidados
y tratamientos, o, en caso de fallecimiento, sobre el destino del
cuerpo y los órganos, en caso de voluntad de donación, de la per-
sona firmante.55 Tiene su origen en el consentimiento informado,
aunque su antecedente legal es el testamento. Se le atribuye a un
abogado de Chicago, Luis Kutner, quien es fundador de Amnistía
Internacional. Este documento comenzó a utilizarse a partir de
[ 44 ]

1962 y forma parte del derecho del paciente a ejercer su autono-


mía. El testamento vital debe realizarlo una persona mayor de
edad, capaz y libre física e intelectualmente. En él deja las instruc-
ciones previas de cómo debe proceder el representante legal (el yo
desplazado) y los médicos, en caso de quedar imposibilitado para
decidir respecto a su futuro médico y su vida.
Para que este documento sea efectivo es necesario que sea
registrado ante un notario público, con tres testigos al menos y

54 Dr. Vásquez, Robert, “El consentimiento informado en la práctica médica”, p.


1. En línea: http://www.sideme.org/dictrina/articulos/cl=ravf.pdf.
55 Dworkin, Ronald, op. cit., pp. 234-235.
Eutanasia y suicidio con auxilio médico ¿Delito o acción piadosa?

con el nombramiento de la persona responsable de tomar las


decisiones previamente en caso de circunstancias que imposibi-
liten al paciente para decidir por sí mismo por pérdida total de
conciencia. En este sentido, la voluntad anticipada contempla
los mejores intereses de la persona, propuestos por ella misma,
tanto por su propio bien como por el de los seres queridos o res-
ponsables legales quienes serán custodios de su voluntad o su
autonomía desplazada.
Muchas personas en el mundo están viviendo en condiciones
puramente biológicas o vegetativas, sin conciencia ni personali-
dad, en una cama de un hospital porque no se puede conocer cuál
hubiera sido su voluntad antes de encontrarse en estado vegeta-
tivo, por ejemplo, si hubieran preferido la muerte definitiva o la
prolongación de la muerte en la vida. Caso patético referencial,
por ejemplo, fue el de Nancy Cruzan, que debió permanecer “con
vida vegetativa”, hasta que por fin un tribunal decidió concederle
la posibilidad de descansar en paz en 1990, 56 sobre lo cual comen-
taremos en el capítulo final.
La voluntad anticipada, como expresión de autonomía, tiene
como fin garantizar el cumplimiento de la voluntad del paciente
que por circunstancias adversas ha quedado en estado vegetativo
o con pérdida definitiva de conciencia. Afirma Gerald Dworkin57 [ 45 ]
que hay gente que incluso hace testamentos vitales no tanto por su
propio beneficio sino por el beneficio de sus parientes, a quienes
quieren evitarles la carga de mantenerlos inútilmente con vida,
por cuanto consideran el desgaste emocional que eso implica,
así como el gasto económico. Otros incluso piensan hasta en la
comunidad o la institución hospitalaria asumiendo que el dinero
que se gastaría inútilmente en ellos pudiera más bien usarse en
beneficio de otros pacientes con mejores posibilidades de vida.

56 Dworkin, Ronald, op. cit., p. 234. También citada por Peter Singer y muchos
otros autores.
57 Ibídem, pp. 252-253.
Oswaldo Cedeño

Lo cierto es que el paciente tiene inobjetable derecho a ser


informado de su futuro médico, como también a dejar por escrito
su voluntad a fin de evitar que se deje su cuerpo vegetando hasta
que la última célula muera, lo cual es legal y suficientemente
válido; o caso contrario, que se deje morir definitivamente
cuando hubiera preferido permanecer en el mundo a pesar de esa
condición. También, si la persona, en caso de situación similar, no
solo hubiera preferido que se le desconecte de los aparatos, sino
que sus órganos hubieran servido para dar vida a otras personas
con potencialidades de vivir productivamente. Pasemos ahora a
tratar lo referente a los aspectos legales y los derechos de las per-
sonas, antes de explayarnos en lo relativo al tema central de este
trabajo.
[ 46 ]
Capítulo cuarto.
Consideraciones legales y derechos civiles
Ahora vamos a tratar lo relativo a las consideraciones sobre
derechos legales y civiles de las personas, su origen y el modo
como afectan, sobre todo en pacientes con enfermedades cróni-
cas o terminales que desean apresurar el momento de su muerte.
[ 47 ]
Derecho natural y derecho positivo
La sociedad establece sus leyes para protegerse de las trans-
gresiones de los que no les gusta ajustarse a ninguna ley, ni
siquiera la propia. Entonces la persona comprende que aunque
todo le está permitido, no todo le es lícito, y en ese orden actúa
en concordancia. El derecho es el conjunto de leyes, preceptos y
reglas a los que se somete al género humano en su relación social,
pero también es una facultad natural para hacer legítimamente lo
que conduce a los fines de su vida o de hacer y exigir todo lo que
Oswaldo Cedeño

la ley o autoridad establece a favor de alguien.58 Se entiende esto


como que, así como el ser social se somete a la autoridad, también
le exige a esta todo a lo que tiene derecho y la autoridad está obli-
gada a concedérselo. Según Thomas Hobbes:

El derecho natural es la libertad que cada hombre tiene de usar su


propio poder para la preservación de su propia naturaleza, de su
propia vida y, por consiguiente, de hacer toda cosa que en su pro-
pio juicio y razón, conciba como el medio más apto para aquello.59

En este sentido, el derecho natural nace como una garantía o


como un derecho de todo hombre de preservar su vida y la de los
otros. Es así como, sobre la base de la razón, prohíbe todo aquello
que sea destructivo para la vida y permite todo “aquello con lo que
cree puede mejor preservarla”. 60 En tal sentido, y según el citado
autor, asimismo como se preserva la propia naturaleza por dere-
cho y por deber, niega todo aquello que pretenda impedir que la
muerte llegue según su curso correspondiente. Según la creencia
tradicional, el derecho natural estaba en el mundo antes de que el
género humano estuviera en él, de modo que las personas debían
limitarse a descubrirlo y aplicarlo en todo el sentido de la palabra.
No así con el derecho positivo, que surge como creación del hom-
[ 48 ]

bre en un territorio determinado, por cuyo caso es normativo y


que contempla lo que se cree vigente para su ordenamiento gene-
ral y social.
El derecho positivo surge con el positivismo. En esta concep-
ción el hombre es el creador absoluto del derecho y de las leyes a
las cuales se somete voluntariamente. Gracias a las leyes las per-
sonas tienen derecho a que nadie las despoje arbitrariamente de
la vida, por ejemplo, de la libertad, la propiedad, como también

58 Diccionario enciclopédico Larousse, op. cit., p. 215.


59 Hobbes, Thomas, op. cit., p. 129.
60 Ibídem, pp. 129-130.
Eutanasia y suicidio con auxilio médico ¿Delito o acción piadosa?

tienen derecho al conocimiento, a expresar sus pensamientos, a


que se les respete su integridad, a no vivir indignamente y a poder
decidir sobre lo que es mejor para su vida. Al respecto agrega
Miguel Kottow que “un derecho no existe por el mero hecho de
ser proclamado sino cuando, siendo reconocido como tal, genera
la obligación correlativa de respetarlo”. 61 De modo que, cuando la
autoridad concede un derecho, genera también la obligatoriedad
a la cual él mismo se somete, lo cual se parece a la “exigencia recí-
proca” de la moralidad descrita por Tugendhat. 62
Francis Fukuyama considera que los derechos están por
encima de los intereses, porque están dotados de una mayor
significación moral, lo cual entra en contradicción con el plantea-
miento de Ronald Dworkin que privilegia los mejores intereses
(los intereses críticos)63 sobre el derecho o la norma. Fukuyama
considera que el problema con los intereses es que pueden ser
canjeables, se pueden comercializar o sustituir unos por otros, en
cambio a los derechos resulta difícil asignarles un valor econó-
mico, son prescriptivos e imperativos. 64 Para él, la naturaleza de
los derechos se encuentra en tres fuentes: a) la divina, b) la natural
y c) en el hombre mismo. La primera y la segunda siguen siendo
la base de la norma moral de la fe cristiana, pero no pudo serlo
más del derecho positivo, porque los gobiernos fundamentados [ 49 ]
en el derecho natural permanecían constantemente en conflicto
por la falta de consenso en los principios religiosos. Es así como el
hombre se centra en el derecho positivo, el que ha sido aprobado
por el poder público. Según Hans Kelsen, es el único derecho
que puede y debe existir, el cual es “concebido como una serie de

61 Kottow, Miguel, Introducción a la bioética, Santiago de Chile, Mediterráneo,


p. 19.
62 Tugendhat, Ernest, “¿Cómo debemos entender la moralidad?”, Barcelona,
España, Gedisa, 1997, p. 123.
63 Dworkin, Ronald, op. cit., pp. 262-263.
64 Fukuyama, Francis, op. cit., p. 183.
Oswaldo Cedeño

normas coordinadas y sistematizadas y ajeno a cualquier actitud


valorativa”. 65

Principio de retribución y principio de causalidad


Tradicionalmente, lo bueno que le pasara a una persona era
visto como una especie de recompensa por sus buenas accio-
nes, no así los acontecimientos negativos, que vienen como
respuestas a las malas acciones. Así, por ejemplo, la enfermedad
era una especie de castigo por las malas acciones cometidas por
el afectado o por algún antepasado suyo. Recibía como nombre
“principio de retribución” (también de imputación), el cual debe
formularse así: “Si un hombre actúa bien, debe ser recompensado
y si actúa mal, debe ser castigado”. Esto, a su vez, viene a ser reem-
plazado por el “principio de causalidad” del cual surgirán las leyes
del derecho natural o leyes naturales, donde la naturaleza es un
orden o un sistema de elementos relacionados unos con los otros.
La naturaleza pasa a ser como una larga cadena interminable
de causas y efectos. “Todo fenómeno aislado es producto de una
causa de otro fenómeno anterior”. 66
Así como en el principio de retribución toda culpa merece
un castigo, en el principio de causalidad a toda causa le viene un
efecto como consecuencia. Según Kant “el concepto de causali-
[ 50 ]

dad lleva consigo el concepto de leyes según las cuales, por medio
de algo que llamamos causa, ha de ser puesto algo, a saber: la
consecuencia”. 67
El principio de causalidad se presenta como un juicio hipo-
tético, es decir, aquel en el que la verdad o falsedad del mismo

65 Kelsen, Hans, En: Ética. Fundamentos y aplicaciones, Carlos Pino Torres, et


al., Santiago. Escuela de Investigaciones Policiales, Ediciones de la Policía de
Investigaciones de Chile, citado por David Muñoz Condell. “La persona como
sujeto de dignidad y fin en sí misma”, 2006, p. 397.
66 Román, Claudio, Teoría general del derecho, Santiago de Chile, Universidad
Andrés Bello, p. 71.
67 Kant, Immanuel, op. cit., p. 34.
Eutanasia y suicidio con auxilio médico ¿Delito o acción piadosa?

depende del cumplimiento o incumplimiento de un hecho o


circunstancia tenido como antecedente. Veamos el siguiente
enunciado: si la condición A se realiza (causa), la consecuencia
B se realizará (efecto), lo cual quiere decir que si A, entonces B. 68
Según esto, ¿las causas y los efectos condicionan y determinan
al individuo como una ley? Este enunciado es el que tomarán los
defensores de la pendiente resbaladiza cuando consideran que si
dan el paso A (de la legalización de la eutanasia activa o el suici-
dio con auxilio médico) se seguirá como consecuencia el paso B.
Esto traerá consigo, según creen los que defienden esta postura,
la aplicación de la eutanasia no voluntaria y la involuntaria o el
suicidio con auxilio médico, entre otros aspectos.
El ser humano, según esto, es un autómata que tiene siempre
los mismos resultados de sus acciones o consecuencias. Siendo
así, se podrá evitar los efectos que considere inconvenientes para
su futuro prohibiendo lo que le parece pernicioso o lo que pre-
vea como consecuencia nefasta para el orden establecido. Pero,
a mi juicio, la cuestión no es tan automática. La inteligencia de la
persona no es tan básica ni tan previsible. Las normas sociales no
surgen por las consecuencias previstas de los actos humanos, sino
como una forma de mantener la armonía y prevenir los conflic-
tos, por eso surgen los valores universales, como: bondad, amor, [ 51 ]
santidad, libertad, justicia y utilidad. De estos valores nacerá la
norma del comportamiento humano.
La libertad individual es condicionada por la norma que controla
las conductas individuales que escapan a la armonía general. Este
criterio concuerda con el de Tugendhat respecto a la norma moral,
cuando dice que “un sistema de reglas morales existe solamente si
aquellos que lo aceptan las consideran justificadas”.69 A esto Tugendhat

68 Legaz Lacambra, Luis, Filosofía del derecho, Barcelona, España, Ediciones


Bosch, 1961, p. 349.
69 Tugendhat, Ernest, “¿Cómo debemos entender la moral?”, Barcelona, España,
Editorial Gedisa, 1997, p. 123.
Oswaldo Cedeño

lo llamará “exigencia recíproca”, es decir, cuando lo exigido recíproca-


mente se cumple, porque es justificado y tiene sentido demostrarle a
la persona (autónoma) que ella tiene razones para aceptarlo, caso con-
trario surge la presión social, la indignación de los otros miembros de
la sociedad, cuya sanción es el sentimiento de indignación y culpa. Por
esta razón las personas se abstienen de transgredir, para no verse aco-
sadas por su propia conciencia ni por la presión social; sin embargo,
Scanlon sostiene que “la única presión relevante para el acuerdo viene
del deseo de encontrar, y estar de acuerdo, en principios que nadie que
tenga este deseo podría rechazar razonablemente”.70 Es decir, todo
el que se ajusta a la obediencia de una norma social, lo hace porque
está convencido de que debe ser así y porque será lo mejor para todos.
Ahora bien, ¿qué sucede entonces con las personas que consideran la
posibilidad de adelantar la hora de su muerte, cuando saben que no
les está permitido legalmente? Ellos no desean contrariar las normas
establecidas, solo desean que las normas flexibilicen sus aplicaciones
y contemplen sus deseos y necesidades de modo más justo y menos
rígido. Pero sobre esto trataremos en los capítulos subsiguientes.

Derechos civiles y universales


Los derechos civiles y universales son defendidos por casi
todos los pueblos del mundo en sus cartas magnas, donde se
[ 52 ]

defiende tanto el derecho a la vida como el derecho a la libertad,


primordialmente, y luego el derecho a la propiedad y al desarro-
llo o florecimiento humano. “Todos los seres humanos nacen
libres e iguales en dignidad y derechos”, dice el artículo 1 de la
Declaración universal de los derechos humanos; y el artículo 3
declara que “todo individuo tiene derecho a la vida, a la libertad
y seguridad de su persona”. Por su parte, la Declaración universal
de la Unesco sobre el genoma humano, en su artículo 2, declara

70 Scanlon, Thomas, Contractualismo y utilitarismo, Santiago de Chile, Centro


de Estudios Públicos, n° 101, 2006, p. 293.
Eutanasia y suicidio con auxilio médico ¿Delito o acción piadosa?

que “cada individuo tiene derecho al respeto de su dignidad”. La


Constitución Bolivariana de Venezuela, en su artículo 19, refiere:

El Estado garantizará a toda persona, conforme al principio de


progresividad y sin discriminación alguna, el goce y ejercicio
irrenunciable, indivisible e interdependiente de los derechos hu-
manos. Su respeto y garantía son obligatorios para los órganos
del Poder Público, de conformidad con esta Constitución, con los
tratados sobre derechos humanos suscritos y ratificados por la
República y con las leyes que los desarrollen.71

Y en su artículo 20, dice que “toda persona tiene derecho al


libre desenvolvimiento de su personalidad, sin más limitaciones
que las que derivan del derecho de las demás y del orden público y
social”. En el artículo 21, agrega que “todas las personas son igua-
les ante la ley”.72 Por último, en su artículo 45, reza:

El derecho a la vida es inviolable. Ninguna ley podrá establecer la


pena de muerte, ni autoridad alguna aplicarla. El Estado protege-
rá la vida de las personas que se encuentren privadas de libertad,
prestando el servicio militar o civil, o sometidas a su autoridad en
cualquier otra forma.73 [ 53 ]

Por otra parte, en su artículo 46, ordinal 3, dice:

Toda persona tiene derecho a que se respete su integridad física,


psíquica y moral, en consecuencia: (…) Ninguna persona podrá
ser sometida sin su libre consentimiento a experimentos cien-
tíficos, o a exámenes médicos o de laboratorio, excepto cuando
se encontrare en peligro su vida o por otras circunstancias que

71 Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, op. cit., p. 131.


72 Ibídem, p 132.
73 Ibídem, p. 141.
Oswaldo Cedeño

determine la ley.74

Ahora bien, en estos derechos se basa el debate entre la santi-


dad de la vida y la calidad de la vida. Tanto los defensores como los
que se oponen a la eutanasia y el suicidio con auxilio médico, se
fundamentan en estos mismos derechos, pero con perspectivas
diferentes: unos para apoyar un derecho a apresurar la hora de la
muerte; otros para que se preserve la vida hasta sus últimas con-
secuencias. Tanto la medicina como el sistema jurídico actuales
defienden un derecho a rechazar tratamiento, lo cual “facilita un
modo de suicidio”,75 dice Frey. Lo mismo que la aplicación de altas
dosis de morfina apresuran la muerte del paciente, lo que facilita
una forma de homicidio. Esto podría hacernos pensar que la apli-
cación de la norma no está siendo entonces tan justa como merece.

De manera que, aunque fuera cierto que es distinto obligar a al-


guien a permanecer vivo contra su voluntad y no darle los medios
para que deje de vivir, no tenemos que pensar que esta diferencia
entre los casos en que se retira o no se aplica el tratamiento y el de
la pastilla letal es moralmente decisiva.

Ante esto habría que considerar los casos de la impunidad


[ 54 ]

ante la legítima defensa, sobre todo en Venezuela, lo relativo a


que, por el hecho de salvar la vida de la madre, se deja morir al
feto o viceversa; o cuando, por salvaguarda del honor se permite
el asesinato; o cuando una manifestación, legal y constitucional,
causa muertes de pacientes en emergencia; o cuando se permite la
pena capital en países que sostienen defender la vida y apegarse a
los derechos humanos, o cuando se permite el traslado de presos
sedados o dormidos de un centro reclusorio a otro sin la debida
autorización de estos. Según esto el derecho a la vida tiende a ser,

74 Ibídem, p. 143.
75 Frey, R. G., op. cit., p. 65.
Eutanasia y suicidio con auxilio médico ¿Delito o acción piadosa?

en ciertos casos relativo y hasta pareciera ser entonces arbitrario


y no absoluto, como se pretende ver. Pero sobre esto trataremos
en el capítulo final de este trabajo.

[ 55 ]
Capítulo quinto.
Debate al final de la vida
Se trata aquí todo lo referente a la eutanasia y el suicidio con
auxilio médico, su historia y líneas de argumentación. Por otra
parte, se critican posturas como la santidad de la vida y la pen-
diente resbaladiza, y se ofrecen posibles soluciones al problema
de la diversidad de criterios en el debate al final de la vida. [ 57 ]

Eutanasia y suicidio con auxilio médico76


El término eutanasia significa “buena muerte”. Viene de dos
voces griegas (eu-bien; thanatos-muerte). Se enuncia lo que será

76 Detalles sobre esto se pueden encontrar para este trabajo en Helga Kuhse,
“Eutanasia”. En: Compendio de ética (1995), Peter Singer (editor), Madrid,
Alianza, pp. 409-416; también en Sissela Bok, “El suicidio”. En: La eutanasia
y el suicidio con auxilio médico (2002), Gerald Dworkin, R. G. Frey y Sissela
Bok, Cambridge University Press, pp. 119-122; y en Gary Stewart, William
Cuter y Timothy Deny. Preguntas sobre suicidio y eutanasia. ¿Tendrán razón?
(2000), Bogotá, Editorial Portavoz.
Oswaldo Cedeño

el uso de esta nominación en la obra de Thomás Moro, Utopía,


cuando se alega que, por el tormento de la enfermedad, el paciente
no debe dudar en librarse a sí mismo o permitir que otros lo libren:

Mas si la enfermedad no solo es inmedicable, sino que también


veja y atormenta de continuo, entonces los sacerdotes y magis-
trados exhortan al hombre a que, pues está ya sobreviviendo a su
propia muerte al estar incapacitado para las funciones de toda la
vida, ser molesto a los otros y oneroso a sí mismo, no se empeñe
en alimentar por más tiempo su ruina y su pena, ni dude en morir,
ya que la vida le es un tormento; antes, movido de una esperanza
auténtica, o se exima a sí propio de una vida acerba como la cárcel
y castigo o consienta de voluntad que le liberen los otros; que hará
esto prudente, porque no es el bienestar sino el suplicio lo que se
interrumpirá con la muerte.77

Pero fue en Inglaterra, con la obra Novum Organum, de


Francis Bacon, cuando el término cobró vida como se conoce
actualmente, al considerar al médico como el dador de salud,
pero también como el que puede conducir a una tranquila y sose-
gada muerte:
[ 58 ]

Actualmente, en cambio, los médicos casi religiosamente cuidan


a los enfermos irrecuperables, cuando a mi juicio, si no quieren
faltar a su misión y al deber de humanidad, deberían aprender el
arte de facilitar diligentemente una suave partida de esta vida.
Llamamos a esta investigación eutanasia exterior para diferen-
ciarla de la interior que atiende a la preparación del alma, la cual
consideramos muy deseable.78

77 Moro, Thomas, Utopía, Madrid, Alianza, 1997, p. 169.


78 Bacon, Francis, Novum Organum, Buenos Aires. Orbis, 1984, pp. 57-58.
Eutanasia y suicidio con auxilio médico ¿Delito o acción piadosa?

La eutanasia recibe diferentes epítetos según su acción


o inacción o según la persona que actúa: es voluntaria activa
cuando quien la solicita es el paciente, aunque actúa un tercero
(también se considera voluntaria cuando el paciente, antes de
caer en estado de inconsciencia, hubiere dejado documento de
voluntad expresa); es involuntaria cuando se produce sin el con-
sentimiento del paciente; no voluntaria cuando el paciente es
incapaz, pero consentida por sus representantes legales; es pasiva
cuando la persona renuncia a toda alimentación, hidratación,
respirador o aplicación de terapia (aunque hay quienes lo ven
como suicidio, o como una forma de homicidio, porque el tercero
se abstiene de actuar; otros, como dejar morir o que la natura-
leza siga su curso); y, por último, es indirecta o lenitiva cuando
el procedimiento causa la muerte (lo que a mi parecer es eutana-
sia activa, aunque es llamada la doctrina del doble efecto, la cual
consiste en aplicar hartas dosis de analgésico con la intención de
aliviar el dolor, aunque traiga como consecuencia la muerte del
paciente; algunos la han considerado también como homicidio y
como eutanasia involuntaria).
Tanto la eutanasia como el suicidio asistido han sido prácti-
cas usuales desde la antigüedad. Los griegos y los romanos, por
ejemplo, practicaban el infanticidio, el suicidio y la eutanasia, de [ 59 ]
modo que Hipócrates fue una excepción. Sócrates, como castigo,
fue inducido al suicidio, aunque no estaba de acuerdo con esta
práctica. Platón tampoco estaba de acuerdo, sin embargo consi-
deraba que ante el dolor o la ignominia, “que haga imposible la
vida”, no había otra opción. Aristóteles solo aceptaba el suicidio
en caso de condena judicial. Los cirenaicos, cínicos, epicúreos y
estoicos no solo lo permitían, sino que era parte de su filosofía.
No en vano Zenón, Clemente, Catón y Séneca prefirieron el suici-
dio para concluir sus vidas. 79

79 Juan Pablo II, Evangelium Vitae, Roma, Ciudad del Vaticano, Italia. Ediciones
Vaticano, 1995, p. 31.
Oswaldo Cedeño

Los soldados en guerra, ante el sufrimiento de un compañero


y por la imposibilidad de atención médica, le han dado muerte
para acabar con su sufrimiento y dolor o para evitar ser descu-
biertos por los enemigos ante las quejas del moribundo. Con
la cultura judeocristiana nació la noción de santidad (lo que es
absolutamente perfecto, sagrado e inviolable), lo cual se adhirió
a la idea de sacralidad de la vida humana y de que esta no se debe
quitar deliberadamente porque se usurpa el derecho de Dios,
quien la donó amablemente: “La vida del hombre proviene de
Dios, es su don, su imagen e impronta, participación de su soplo
vital, por tanto Dios es el único Señor de esta vida: el hombre no
puede disponer de ella”. 80 Sin embargo, en la Biblia encontramos
evidencia de suicidios, como, por ejemplo, el de Ambimelec, hijo
de Gadeón, quien pidió a su asistente le ayudara a morir y este lo
traspasó con su espada (Jue 9,50-55), al igual que Saúl, quien por
negación de su escudero, se dejó caer sobre su espada causándose
la muerte; el escudero, al ver que Saúl estaba muerto, se dejó caer
también sobre la suya y murió con él (1 Sam 31, 1-6).81
Entre la casta de los samuráis, se tenía como práctica de honor
el suicidio o seppuku. A estos guerreros legendarios, les acompa-
ñaba un asistente con la misión de ayudar a concluir el suicidio,
en caso de que este no tuviera la suficiente resistencia para lograr
[ 60 ]

completar el corte que se iniciaba por el lado izquierdo hacia la


derecha hasta llegar al centro, desde donde continuaba hasta el
esternón en sentido vertical. La agonía duraba horas, de modo
que para apresurar la muerte, a una señal del samurái, el ayudante
(kaishaku) debía clavar una daga en el cuello o decapitarlo.82

80 Singer, Peter, “La eutanasia”. En: Compendio de ética, Kuhse Helga, Madrid,
Alianza, Cap. 25, 1995, pp. 405-406.
81 La Biblia latinoamericana, Madrid, San Pablo, 2009, pp. 256-300.
82 “Haraquiri”. Wiquipedia. La enciclopedia libre. En línea: http://es.wikipedia.
org/wiki/Haraquiri.
Eutanasia y suicidio con auxilio médico ¿Delito o acción piadosa?

Caso público en el siglo XX fue el del autor de Confesiones


de una máscara, Yukio Mishima, 83 quien en 1970 protagonizó
públicamente una aplicación de seppuku. Después de secuestrar
al comandante del ejército de autodefensa de Japón, y emitir un
discurso en la plaza pública, se suicidó, siendo ayudado por cua-
tro asistentes. Mishima no pudo completar el suicidio, por lo que
debió ser ayudado por un primer asistente y luego por otro, que
también ayudó a morir al primer asistente.
A pesar de que Thomas Moro era favorable a la eutanasia, no
así al suicidio, del cual dice:

Quien se toma la muerte por su mano, por una razón no acepta


a los sacerdotes y al senado, no se le honra ni con la tierra ni con
el fuego, sino que es arrojado, ignominiosamente insepulto, a un
pantanal cualquiera. 84

Esto viene a tono con lo que se hacía en la Edad Media con los
cuerpos de los suicidas, los cuales eran enterrados en cemente-
rios particulares destinados a excomulgados y los familiares eran
condenados a pagar por ellos y sus bienes resultaban confiscados.
Posteriormente fue visto como una enfermedad psiquiátrica, con
lo cual el suicidio perdió levemente su estigma y quitó la mella a [ 61 ]
la familia del suicida, y los cuerpos de los suicidas enterrados en
cementerios comunes. Vale agregar que aún sigue habiendo casos
en los que los suicidas siguen siendo estigmatizados por la Iglesia
católica. A propósito de esto cito el suceso del pintor y poeta
Piergiorgio Welby, 85 de 60 años, que sufría de distrofia muscular
por más de cuarenta años, quedando inmovilizado totalmente.
En diciembre de 2006 rechazó públicamente recibir más tra-
tamiento, después de haber solicitado ayuda al presidente de la

83 En línea: http://es.wikipedia.org/wiki/Yukio_Mishima.
84 Moro, Thomas, op. cit., p. 169.
85 En línea: http://es.wikipedia.org/wiki/Piergiorgio_Welby.
Oswaldo Cedeño

república para ser eutanasiado, y pidió le fuera retirado también


el ventilador. Hubo de esperar tres meses para que le concedie-
ran tal derecho, y gracias a que un médico estuvo dispuesto a
ayudarlo. El cardenal Camilo Ruini, arzobispo de Roma, impidió
que recibiera un funeral católico. 86 De modo que en protesta, sus
seguidores lo velaron en una plaza pública de Roma.
No fue hasta 1906 cuando se reactivó la polémica en el estado
de Ohio, en Estados Unidos, donde se inició la primera protesta
por imponer la eutanasia. A fines de 1930, con los nazis, se con-
cedió permiso a Alfred Hoche, psiquiatra de la Universidad de
Freiburg, para destruir la vida indigna en pacientes en coma, con
daño cerebral y retraso mental, con el fin de ayudar a los indivi-
duos que no podían ayudarse. Desafortunadamente esta práctica
se extendió más adelante hacia pacientes psiquiátricos, niños dis-
capacitados y con dificultades de aprendizaje, orejas deformes y
los que aún mojaban la cama. Como resultado de esto murieron
más de trescientos mil alemanes arios por considerarse defec-
tuosos, miles de gitanos y seis millones de judíos polacos, rusos y
europeos, además de comunistas, testigos de Jehová, homosexua-
les y disidentes políticos y religiosos. El genocidio avanzó de tal
modo que murieron alrededor de doce millones de personas en
total. 87 Es este uno de los motivos por los que muchas personas se
[ 62 ]

niegan a considerar la eutanasia y el suicidio con auxilio médico


como una alternativa para los pacientes en condiciones extremas
de salud.
A partir de 1976, la corte suprema de New Jersey permitió
desconectar del ventilador a Karen Ann Quinlan, primer fallo
en apoyar la suspensión de tratamiento. En 1990, en el estado
de Missouri, se permitió desconectar del tubo de alimentación

86 En línea: http:/ vrzhu.typepad.com/vrzu/2006/12ª-poets-right-t.html.


87 Berembaum, Michael, “Holocausto”. En línea: http://es.wikipidia.org/wiki/
holocausto y en Joaquín Bochaca, “El mito de los seis millones”. En línea:
http://www.vho.org/aaargh/espa/ libros/Bocha2html.
Eutanasia y suicidio con auxilio médico ¿Delito o acción piadosa?

a Nancy Cruzan. En Oregón, el suicidio asistido fue visto como


legal tras ser apoyado por consulta popular. Fuera del continente
americano, el parlamento holandés, en 1992, sancionó una ley
que autoriza la eutanasia activa, la cual fue ratificada en 2002.
Peter Singer considera:

La ética tradicional, que había durado dos mil años, se derrumbó


cuando el Tribunal de Justicia de Gran Bretaña falló que los médi-
cos que asistían a un joven llamado Anthony Bland, podían actuar
legítimamente para poner fin a la vida de un paciente. 88

Actualmente, algunos países, comprendiendo la problemática


médica, el sufrimiento y el dolor de los pacientes con enfermedades
terminales y degenerativas, han optado por legalizar o la eutanasia
o el suicidio con auxilio médico (o ambas formas) como una necesi-
dad de respetar la voluntad (autonomía) del paciente y la necesidad
de familiares de descansar de una situación apremiante e indigna
al ver a sus familiares inertes en una cama por años sin posibilidad
de recobrar la conciencia. Ejemplo de ellos son: Suiza, Holanda,
Canadá, Alemania, Suecia, Austria, Bélgica y Estado Unidos
(Oregón y Washington) donde toleran el suicidio con auxilio
médico o alguna forma de eutanasia; retirar medios extraordi- [ 63 ]
narios y alimentación e hidratación y tratamiento; en Australia
y Colombia solo se permite eutanasia voluntaria activa; en Italia,
Gran Bretaña, España y Argentina, rechazar tratamiento (algunos
solo con testamento vital); Hungría, República Checa y Noruega,
solo rechazar tratamiento; en Francia solo se permite dejar morir;
en Portugal, solo retirar los aparatos, hidratación y alimentación;
en Dinamarca se respeta solo el testamento vital; en Eslovaquia
se permite la aplicación de drogas letales (terapia de doble efecto).
Y hay países donde se encuentra en curso la despenalización de
ambas formas o de una de ellas, como en Chile y Venezuela.

88 Singer, Peter, op. cit., p. 15.


Oswaldo Cedeño

En Chile se ha intentado desde 2001, a través del Plan Auge.


En 2004 se presentó un proyecto de ley “Sobre derechos y debe-
res de las personas en salud”, patrocinado por el senador Nelson
Ávila, que pretendía legalizar la eutanasia fundamentado en el
respeto a la autonomía y la dignidad de la persona. Para enton-
ces solo se permitió rechazar tratamiento en pacientes con escasa
tentativa de vida. En 2006 se presentó un nuevo proyecto, solo
se ha concedido hasta el presente consentimiento informado
y testamento vital. Aunque aún se encuentra en discusión en la
cámara alta por el contenido del artículo 17, hay quienes conside-
ran que en Chile jamás se aprobará una ley de eutanasia.89
En Venezuela hay introducido desde 2003 un proyecto de
reforma del Código Penal,90 a cargo del magistrado Alejandro
Angulo Fontinveros, donde se sugiere el artículo 217 despenali-
zando la eutanasia en la siguiente forma: suspender tratamiento,
aplicación de drogas en cantidades letales y la eutanasia activa
para mitigar dolor y sufrimiento. En todos los casos previo consen-
timiento expreso del paciente, testamento vital o por sugerencia
del representante legal, en caso de inconsciencia. Sin embargo, se
niega categóricamente la ayuda al suicidio como se establece en
el artículo 412, que penaliza hasta con diez años a quien ayude a
alguien a morir y con multa de quinientas unidades tributarias.
[ 64 ]

Líneas de argumentación
Los que se oponen a la despenalización de prácticas como la
eutanasia y/o el suicidio con auxilio médico,91 se presentan bajo

89 Zuñiga, Alejandra, “Derechos del paciente y eutanasia”. Revista de Derecho Valdivia, V. 21,
n° 2, 2008, p. 111-130. En línea: http://scielo.cl/scielo.php?pid=507718-09502008000200
0058script= sci.arttext#35.
90 En línea: http://www.tsj.gov.ve/informacion/miscelanea/anteproyecto2.html.
91 Iglesia católica. “Evangelium Vitae” y “Humanae Vitae” (1995); The New York
State Task Force on Life and the Law, “When death is sought: Assisted suicide
and euthanasia in the medical context” (1994). New York. The New York State
Task Force on Life and the Law, p. XIII; Leon Cass. “Neither for love nor Money:
Eutanasia y suicidio con auxilio médico ¿Delito o acción piadosa?

dos amplias perspectivas, que complican cada vez más la situa-


ción. Por un lado, está la deontológica, de tendencia kantiana,
la cual considera que el hombre es fin en sí mismo, de modo
que poner fin a la vida de una persona siempre es inmoral y que
corrompe todo deber racional. Por el otro, el criterio de la san-
tidad de la vida humana, cuya doctrina es idéntica a la anterior
(ambas se basan en la ley natural), pero de origen religioso judeo-
cristiano, que considera que la vida humana pertenece a Dios, por
tanto no solo tiene valor intrínseco, sino que es una donación que
debe ser devuelta al Creador cuando la reclame, razón por la cual
nadie tiene derecho a poner fin a la vida de otro ni a la propia.
Ahora bien, entre los que defienden la eutanasia y el suicidio
con auxilio médico92 existen discrepancias en cuanto a qué apro-
bar y qué no. Por ejemplo, un grupo concuerda en aprobar que se
despenalice el suicidio con auxilio médico y la eutanasia volunta-
ria (Dworkin); otros, que se acepte el suicidio, pero se prohíba la
eutanasia activa (por temor a los excesos contra personas vulnera-
bles) (Frey y Sissela Bok); y algunos que se apruebe todo los demás,
excepto la eutanasia involuntaria y no voluntaria (reprochable por
la administración de drogas letales a quien es incapaz de decidir).
Sissela Bok separa estos puntos de vista según los márgenes
de aceptación. Así habla entonces de puntos de vista: expansivo, [ 65 ]
con mayor margen de aceptación; restrictivo, donde se legitiman
ciertas circunstancias; y prohibitivo, donde no se legitima bajo
ninguna circunstancia.93 El punto de vista A (expansivo), es decir

why doctors must not kill” (1989). The Public Interest, n° 94; Lolas Fernando,
Callahan Daniel, Pellegrino Edmund, Castañón Adolfo, Vega Gutiérrez Javier
y Gómez-Lobo Alfonzo, entre otros.
92 Entre estos Singer Peter (todas las formas), Frey R. G., Gerald y Dworkin
Donald (menos no voluntaria ni involuntaria), Alejandro Angulo Fontinveros
(eutanasia, no el suicidio), Tooley Michael (eutanasia pasiva, no activa ni sui-
cidio) y Sissela Bok (suicidio asistido, no eutanasia; aunque preferiblemente
no, y poner énfasis en los cuidado paliativos).
93 Bok, Sissela, “Escoger la muerte y quitar la vida” En: La eutanasia y el auxilio
médico al suicidio, Gerald Dworkin, R. G. Frey y Sissela Bok, Madrid, Cam-
Oswaldo Cedeño

quitar la vida humana (la propia o la ajena), se justifica, según


los que tienen esta posición, cuando la persona da su consenti-
miento. Esta tendencia ha sido defendida incluso por utilitaristas
y religiosos, quienes lo consideran legítimamente moral. El punto
de vista B (matarse o matar a otro), según la autora mencionada, el
cual es prohibido, puede ser legítimo e incluso un acto de libertad,
como opina Francisco Muñoz Conde,94 pero no así la eutanasia no
voluntaria ni involuntaria, mucho menos el asesinato de inocen-
tes ni dementes. Y, por último, el punto de vista C (incorrecto e
inmoral bajo cualquier circunstancia), invocado por los defenso-
res de la santidad de la vida, basados en mandatos religiosos y la
ley natural, lo que el penalista Muñoz Conde no considera nada
inmoral, ya que tanto la eutanasia como el suicidio con auxilio
médico tienen simplemente el problema de estar impregnados de
“prejuicios religiosos”.
Pasemos ahora a tratar el problema discriminado en partes,
tomando como ejemplos casos emblemáticos como el de Ramón
Sampedro, Stephen Hawking, Nancy Cruzan, Janet Adkins,
Joseph Saikewicz, Terri Schiavo, Chantal Sebire y Robinson
Gómez, a fin de analizar la situación del enfermo y sus familiares
o representantes legales, la presencia de los debatientes y sus pos-
turas, la actitud de los mismos y la ética médica en relación con el
[ 66 ]

hecho de si un enfermo terminal tiene derecho moral y jurídico a


decidir cuándo y cómo morir.

Presentación del problema


Hasta ahora hemos visto que el debate se produce porque
muchas personas en el mundo, con enfermedades crónicas, ter-
minales o degenerativas (cáncer, leucemia, alzheimer, sida) y
personas capacitadas para decidir, pero imposibilitadas para

bridge University Press, 2002, p. 113.


94 Muñoz Conde, Francisco, En: Anteproyecto de reforma del Código Penal
venezolano, Introducción, 2003.
Eutanasia y suicidio con auxilio médico ¿Delito o acción piadosa?

actuar, entiéndase parapléjicos, tetrapléjicos y familiares de


pacientes en estado vegetativo persistente, solicitan ayuda para
poner fin definitivamente a sus vidas (o la de un familiar vege-
tativo) por considerar que en esas circunstancias la vida no vale
la pena, es indigna y frustra toda posibilidad de progresión o de
florecimiento humano.
El problema es que los que consideran moralmente aceptable
que una persona, en las circunstancias planteadas con anteriori-
dad, tenga derecho a disponer de su vida cuando lo desee y a ser
ayudada por un especialista en el área médica que, por conocer
su cuadro clínico, lo apoye en su decisión, deben sustentarse en
el derecho positivo, es decir, deben tener ese derecho político y
socialmente establecido en el sistema jurídico de una nación. Hay
países donde es legal, pero hay otros donde no lo es, de modo que
quien ayudara a morir a un paciente en una nación donde no está
legalizada esta práctica, estaría cometiendo un delito (salvo en las
formas legalizadas, es decir, rehusar tratamiento, hidratación y
alimentación o inyectar drogas en cantidades letales).
Uno de los problemas que se presenta es que entre los mis-
mos pacientes existen diferentes perspectivas de su situación y
de su decisión, es decir, algunos se quieren morir y otros no, aun
con sufrimiento, dolor intenso, pérdida de autonomía y libertad. [ 67 ]
Por otra parte, algunos familiares de pacientes vegetativos quie-
ren que se deje o se ayude a morir a su representado, pero otros,
no. Los grupos opuestos (los defensores de la santidad de la vida
y los representantes de la calidad de la vida), tienen una posición
diferente y cada uno argumenta con razones diferentes, pero con
los mismos criterios y recursos, es decir: derecho a la vida, autono-
mía, libertad individual, dignidad humana (o valor intrínseco) y los
mejores intereses. Por último, el personal de salud (los médicos y
enfermeras), algunos creen que ayudar a morir también es parte de
su deber, pero otros temen se les obligue si se autoriza legalmente
la eutanasia o el suicidio con auxilio médico, con lo cual entrarían
en conflicto sus principios morales y su ética médica e incluso
Oswaldo Cedeño

sus creencias religiosas. Estos últimos, sin embargo, permanecen


como los del primero, expectantes, a la espera de una conclusión
justa que satisfaga a todos necesariamente. Veamos a continuación
situaciones de ejemplos dicotómicos a fin de sacar una conclusión.

Discriminación del conflicto. I


Dijimos que se presenta un problema en el debate cuando hay
personas en las mismas condiciones, pero con perspectivas dife-
rentes de su propio problema y decisión: mientras que algunos
desean morir, otros desean vivir hasta las últimas consecuencias,
aunque no sea con calidad de vida. Esto tiene que ver entonces
con sus mejores intereses. Pero el conflicto no está en los que
desean vivir hasta el último momento, estos tienen garantizada
jurídicamente su situación, ni tampoco los que pueden deci-
dir abandonar alimentación e hidratación o rehusar terapia; el
conflicto se presenta ante los que desean apresurar la hora de su
muerte voluntariamente o los representantes legales de pacien-
tes con autonomía desplazada totalmente que desean poner fin
a la condición de sus familiares vegetativos, en naciones donde
no existe una legislación favorable a la eutanasia y al suicidio con
auxilio médico. Estos son quienes generan el conflicto porque
ven lesionada su capacidad de decidir, es decir su libertad y auto-
[ 68 ]

nomía. Veamos los ejemplos.


Sampedro quedó tetrapléjico a los 26 años de edad, en 1969,
fruto de un accidente, y desde entonces permaneció postrado en
su habitación. Como estaba paralizado del cuello para abajo, no
obstante completamente lúcido, consideró que su vida en la con-
dición en la que se encontraba era indigna, por lo que inició una
lucha para que los tribunales lo autorizaran a morir. Tras años de
esfuerzos infructíferos, Sampedro se suicidó en 1998, ayudado
por once amigos y familiares que no pudieron ser condenados por
la justicia gracias a que Sampedro había ideado una complicada
estratagema para que ninguno de los participantes pudiera ser
formalmente acusado de un crimen. A tal punto llamó la atención
Eutanasia y suicidio con auxilio médico ¿Delito o acción piadosa?

de los españoles, que durante la investigación cientos de personas


se inculparon de la muerte de Sampedro como una forma de pro-
testar contra la negativa institucional. Debido a la alta publicidad
que recibió el caso en la década de los 90 y por haberse incluso
realizado una película, se convirtió en un caso emblemático para
la bioética española e internacional.
Lo sustancial aquí es que a fin de cuentas Sampedro actuó,
aunque ayudado, haciendo uso de su libertad y autonomía (lo cual
le había sido negado), en beneficio de sus propios intereses (que
eran liberarse de su angustia de verse limitado de una vida con
calidad) y en beneficio de la gracia que le concedía la dignidad, es
decir, el valor del que estaba dotada su persona y que fue diezmado
por la parálisis total que padecía. Pero Rafael Termes, entre otros,
académico de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas
de España, ante la discusión respecto al caso de Sampedro y
a la posible legalización de la eutanasia y el suicidio con auxilio
médico en España, consideró que los senadores y diputados de la
Comisión Parlamentaria debían oponerse radicalmente a su lega-
lización, no solo por representar formas de asesinato, sino porque
“daña irreparablemente” la dignidad humana. “El asesinato es un
acto intrínsecamente malo, o si se quiere, éticamente perverso”.95
Termes consideró que aprobar una legislación positiva a [ 69 ]
la eutanasia o al suicidio con auxilio médico daña la dignidad
humana, es decir desvaloriza la vida misma. Pero ¿cómo con-
vencer a alguien como Sampedro, que ve su dignidad diezmada,
al igual que su libertad y autonomía, de que si se le ayuda o per-
mite morirse daña la dignidad de la humanidad? Además de que
él mismo afirmó públicamente que no creía que todo el mundo
debería hacer lo mismo, que quien quisiera vivir su experiencia
de la limitación total hasta el fin de sus días lo hiciera, pero él

95 Termes, Rafael, “Sobre la disponibilidad de la propia vida”, España, El País,


1998. En línea: http://web.iese.edu/Rtermes/acer/acer14.htm.
Oswaldo Cedeño

(valorando sus mejores intereses) prefería morir antes que seguir


por más años en esa condición.
Por convicción prefiero tomar partido por Sampedro antes
que por Termes. Sería injusto y egoísta de mi parte no hacerlo.
Lo correcto y justo, a mi modo de ver, en principio, es valorar la
condición de Sampedro y tratar de ponerme en su lugar, y pre-
guntarme: ¿sería yo capaz de querer vivir en ese estado por más
de veinte años, sobre todo cuando he tenido una vida totalmente
activa? Tanto un cristiano como un budista me dirían que sí por-
que trabajaría la paciencia y garantizaría la evolución de mi alma
tanto en una vida más allá como en la reencarnación de la misma.
Pero ¿cómo hace quien no tiene estas creencias? ¿Tendría que
someterse por igual aunque la idea de una vida más allá no tenga
ninguna connotación para su vida presente? Yo creo que no.
Pero veamos mejor el caso de Terri Schiavo. Ella padecía de un
severo daño cerebral desde 1990. Estaba postrada, parcialmente
ciega e imposibilitada para comunicarse. Su esposo, Michael
Schiavo, consideró que lo mejor para ella era que le fuera retirado
el tubo de alimentación para que descansara de esa condición
apremiante.
La familia de ella se negó rotundamente defendiendo su dere-
cho a la vida, aduciendo que Terri era capaz de articular palabras
[ 70 ]

e incluso era consciente de su situación. Michael Schiavo alegó a


esto que no se trataba más que de actos reflejos, según le habían
aclarado los médicos de su esposa. Por otra parte, que la deci-
sión de que fuera desconectada era porque su esposa le había
comunicado en una ocasión su deseo de ser eutanasiada en caso
de quedar en un estado similar. El tribunal concedió que fuera
desconectada en 2003. Sin embargo debido a la intervención del
gobernador de Florida, Jeb Bush, hermano del presidente Bush,
la orden fue revertida y Terri continuó conectada. Se inició un
nuevo proceso y en 2005 se concedió nuevamente la desconexión.
Esta vez intervino el presidente George Bush, quien además creó
una ley especial para apoyo de los padres de Terri Schiavo, lo que
Eutanasia y suicidio con auxilio médico ¿Delito o acción piadosa?

les permitió apelar a una corte federal. Agotadas las opciones


judiciales para impedir la desconexión, Terri Schiavo descansó
en paz el 31 de marzo de 2005.
Aquí pudimos observar dos perspectivas diferentes de una
misma situación: la familia de Terri y la de su esposo. Uno creyó
que lo mejor era que muriese, otro consideró defender la vida.
Intervino un tercero para impedir y otro para apoyar, y al final
ganó lo razonablemente aceptable, que lo mejor era dejar que
una persona en esas condiciones descansara en paz. La familia
de Terri creyó que lo mejor para ella era defenderla de la muerte,
aduciendo que podía emitir palabras. Pero ¿qué vida podían
representar para ella los actos reflejos, que solo son producto de
reacciones involuntarias del sistema nervioso autónomo? ¿Acaso
era mejor para ella permanecer en ese estado? o ¿tal vez era mejor
para ellos, por temor a no poder verla nunca más?
A veces nuestro amor por los seres queridos puede ser egoísta
y nos hace aferrarnos a las personas de modo incoherente e irra-
cional, como el caso de Juana la Loca, que no permitía que se
enterrara el cuerpo de su esposo por su amor obsesivo e irracio-
nal. Habría que valorar entonces, cuando se alega a los mejores
intereses, de quiénes son los intereses que se defienden, y si en
realidad se defiende el derecho a la vida o la obligación de man- [ 71 ]
tener con vida vegetativa a un cuerpo por obsesión amorosa
o por temor a la muerte. Contrario a Sampedro y en condición
diferente de la de Schiavo, es el caso de Stephen Hawking, aún
con vida y miembro de la Royal Society de Ciencias Británicas y
Matemáticas de Cambridge. Famoso por su libro Una breve his-
toria del tiempo y ganador de doce Honoris Causa y el premio
Príncipe de Asturias, sin que su condición haya representado una
limitante para ello.
Este científico de origen británico y graduado en Oxford de
físico y en Cambridge de cosmólogo en 1962, tiene el reconoci-
miento, aun en su condición, de haber predicho los agujeros negros
con campo gravitatorio grande, fenómeno que lleva su nombre
Oswaldo Cedeño

(radiación de Hawking). Desde 1963 comenzó a presentar sínto-


mas de una enfermedad neurológica progresiva conocida como
esclerosis lateral amiotrófica, que controla los músculos volunta-
rios. Según su diagnóstico debió morir en tres años, sin embargo
aún se encuentra con vida y con deseos de seguir viviendo a pesar
de su absoluta invalidez, pérdida total de autonomía y libertad,
dependiendo absolutamente de los demás y de una computa-
dora que controla con su voz enunciada a través de un tubo. Sin
embargo, aun así, desea vivir hasta que su cuerpo se lo permita.
Si alguien pretendiera ayudar a morir a Hawking sin su con-
sentimiento, movido por la compasión y pretendiendo hacerle un
favor, no solo cometería un acto de inmoralidad, sino un delito y
una crueldad, pues se trata de alguien que ama vivir, aun en esa
condición. De todo esto se desprende entonces la idea de que el
derecho a la vida, como valor fundamental, ha sido mal evaluado,
pues ha sido visto como una obligación o una imposición, mas
no como un derecho fundamental de preservar la vida poten-
cial y a vivir con calidad de vida. Por otra parte, la legislación ha
cometido un error al juzgar con el mismo criterio perspectivas
diferentes de una misma situación. Quizás el hecho de juzgar con
leyes muy generales afecta los hechos particulares, que requieren
de una visión más específica e individualizada.
[ 72 ]

Discriminación del conflicto. II


Ernst Tugendhat, haciendo una analogía entre un juego y la
moral, dice que el individuo puede decidir libremente si quiere
participar o no en un juego, pero que “una moral, en cambio,
restringe el ámbito de libertad de aquellos que se consideran
miembros de esta comunidad moral –ellos creen que tienen que
someterse a estas normas”.96 Pero también es cierto que las reglas
morales deben estar justificadas (Tugendhat) y razonablemente

96 Tugendhat, Ernest, “Ser, verdad, acción, ¿cómo debemos entender la moral?”,


Barcelona, Gedisa, 1997, p. 123.
Eutanasia y suicidio con auxilio médico ¿Delito o acción piadosa?

para que puedan ser aceptadas o imposibles de rechazar razona-


blemente (Scanlon). Por su parte Gómez-Lobo, considera:

Cualquier intento de razonar con alguien tiene que partir de


algún punto. Si la proposición Q se sigue claramente de la propo-
sición P, y logro que alguien esté de acuerdo conmigo en que P es
verdadera, entonces estoy en condiciones de persuadirlo de que Q
también lo es. En este caso, nuestro acuerdo sobre P sería un buen
punto de partida.97

Yo creo que renunciar a un tratamiento es una especie de


suicidio, tanto como lo es negarse a consumir alimento e hidra-
tación. También creo que inyectar hartas dosis de morfina para
reducir el dolor es una especie de eutanasia. Sin embargo ambas
formas son legales y moralmente aceptadas. Pues, entonces,
el suicidio y la eutanasia en pacientes terminales, no solo son
moralmente aceptables, sino que son legales. En este punto estoy
de acuerdo con Singer, Frey y Dworkin. El problema entonces es
que los que opinan lo contrario evaluando situaciones similares
se pongan de acuerdo en un punto para resolver el dilema.
En el caso de Nancy Cruzan, como el de muchos casos actua-
les no hubo acuerdo en principio, quizás porque los involucrados [ 73 ]
faltaron al sentido común y al “velo de la ignorancia” propuesto
por John Rawls para la justicia, lo cual hubiera sido de provecho
para todos. Su deseo no fue la solución sino la oposición; no fue el
respeto sino la imposición. Pero una vez que salió del epicentro,
surgieron los acuerdos y la situación tuvo feliz resultado.
Nancy Cruzan98 era una joven de 24 años de edad que en 1983
quedó en estado vegetativo persistente al salir disparada de un
vehículo, quedando inconsciente y sin respiración largo tiempo

97 Gómez-Lobo, Alfonso, op. cit., p. 19.


98 Dworkin, Ronald, op. cit., pp. 20, 236, 244, 245; Singer, Peter, op. cit., pp. 70-72,
y la mayoría de los autores citados en este trabajo.
Oswaldo Cedeño

en un pozo de agua antes de ser reanimada y estabilizada por los


paramédicos. Cuando se cumplieron dos semanas sin salir del
coma fue declarada en estado vegetativo persistente99 producto
del daño irreversible en su cerebro. Su caso es emblemático por
diferentes razones históricas y éticas. Una de ellas es que res-
pondió favorablemente a la respiración espontánea, pero por
su estado le era imposible la alimentación, de modo que debió
permanecer entubada, práctica común a partir de 1960. En esta
condición un paciente puede permanecer vegetando por larguí-
simos años.
Los padres de Cruzan, después de cuatro años en esa condi-
ción, consideraron que era injusto para ella mantenerla con vida,
de modo que solicitaron le fuera retirado el tubo de alimentación.
Esta solicitud fue rechazada por los médicos, quienes alegaron la
necesidad de una orden judicial autorizando el procedimiento.
Debido a esto decidieron acudir a la Corte del estado de Missouri,
la cual negó la petición aduciendo que ellos no tenían derecho a
decidir por su hija, como tampoco le competía al tribunal hacerlo.
Los jueces fundamentaron su decisión en el criterio de la santidad
de la vida humana (inviolabilidad de la vida humana), por cuyo
caso se consideraba legítimamente injusto aceptar que muriese,
incluso si afectaba sus intereses. Los padres apelaron aclarando
[ 74 ]

que esa hubiera sido su voluntad, pues ella lo había manifestado


anteriormente a ellos. A lo que los jueces respondieron que no
había ningún documento formal que certificara su deseo. En vista
de la fuerte oposición, los representantes legales de Cruzan se vie-
ron en la necesidad de apelar a la Corte Suprema de los Estados
Unidos en 1990, con lo cual se convirtió en el primer caso acerca
del derecho a morir en apelar a la Corte Suprema de Estados
Unidos. Con la desdicha de que la Corte apoyó la sentencia de
Missouri. Sin embargo, la inmensa mayoría de los jueces estuvo
de acuerdo en que tal vez si tuvieran un soporte vital o testigos,

99 Para detalles sobre esta condición volver al apartado dedicado a la consciencia.


Eutanasia y suicidio con auxilio médico ¿Delito o acción piadosa?

esto permitiría una decisión viable. Así, en junio de 1990, la Corte


decidió, por 5 votos contra 4, que constitucionalmente la Corte de
Missouri requería un alto estándar de evidencia de los deseos de
Nancy Cruzan antes de permitir la suspensión del tratamiento.
En diciembre de 1990, la Corte estatal de Missouri, que ini-
cialmente había escuchado el caso de Nancy Cruzan, después
de que la familia presentó suficiente evidencia, gracias a unos
amigos que declararon que esto es lo que ella hubiera querido,
dictaminó conceder el requerimiento de los familiares de retirar
la alimentación artificial. Así, luego de casi ocho años de encon-
trase en estado vegetativo, finalmente le confirieron el derecho a
los padres de Nancy de concretar lo que ellos consideraban mejor
para su hija. Después de 11 días de desconexión Nancy Cruzan
murió el 26 de diciembre de 1990.
En 1993 el nuevo fiscal de Missouri permitió que fuera la
familia quien decidiera si continuaba o no con el apoyo vital al
paciente.100 A su vez, al revisar la Corte Suprema la decisión de la
Corte de Missouri, presentó tres importantes declaraciones pro-
ducto de este caso. La primera es que reconoció, por primera vez
en Estados Unidos, el derecho del paciente competente de rechazar
tratamiento médico, incluso si tal decisión le trajera como conse-
cuencia la muerte. Así, la defensa de la vida por parte del Estado no [ 75 ]
debe ser una privación de la libertad individual. Segundo, la Corte
Suprema indicó que retirar el tubo de alimentación no difiere de
suspender cualquier otro tratamiento de soporte vital. Tercero,
con respecto a los pacientes incompetentes, la Corte Suprema
estableció que el Estado podía pasar del estatuto de requerir del
estándar de evidencia de clarificación y convencimiento, al esta-
tuto de qué es lo que querría un paciente competente si se volviese
incompetente por un largo tiempo. Fue así como el caso de Cruzan
trajo beneficios no solo a los pacientes en su estado, sino a buena
parte de la comunidad norteamericana y del mundo.

100 Dworkin, Ronald, op. cit., p. 253.


Oswaldo Cedeño

Vale agregar que su caso permitió que se formulara una ley


que imponía a los hospitales de Norteamérica el derecho de los
pacientes a presentar testamento vital a fin de evitar que, en caso
de quedar en estado vegetativo, los mantuvieran con vida invo-
luntariamente. Vimos que en este caso surgieron dos elementos
significativos: los mejores intereses y el derecho a la vida. La fami-
lia consideraba que lo mejor para ella era sacarla de ese estado,
aunque para ella ni una cosa ni la otra significaba nada, pues
estaba parcialmente muerta; en cambio los jueces y los médicos
estaban de acuerdo en el derecho a la vida. El punto entonces es
¿qué vida defendían los médicos y los jueces?
Quizás lo que ha faltado en el diálogo moral respecto a la
aprobación de una legislación favorable a la eutanasia y al suicidio
con auxilio médico en los países donde aún no se aprueba nin-
guna de estas formas es el acuerdo en los criterios, el punto del
cual deben partir. Todos están de acuerdo en el respeto y en el
derecho a la vida y a la autonomía, libertad individual, mejores
intereses de la persona y dignidad humana. Pero quizás no han
razonado suficientemente sus propios argumentos como para
que sean “imposibles de rechazar razonablemente”.
Llegar a un consenso entre humanos es complejo. La reco-
mendación para estos aspectos, y con la cual concuerdan tanto el
[ 76 ]

juez Bennan, como Frey, Singer, Ronald y Gerald Dwokin, es que


se debería, si no despenalizar la eutanasia y el suicidio con auxi-
lio médico, al menos flexibilizar el cuerpo jurídico, a fin de que
ambas partes resulten beneficiadas con las mismas leyes, aunque
las personas en situaciones similares tengan intereses diferen-
tes. O tal vez aplicar un criterio más imparcial. Ya lo vimos en los
casos precedentes como el de Hawking, Sampedro y Schiavo, y
también en el de Cruzan.
Peter Singer considera que el único que puede decidir sobre
su futuro, su vida y su muerte es uno mismo, no son los médicos,
ni la familia ni los jueces quienes tienen esa responsabilidad en
sus manos. En tal sentido, si alguien considera que su condición
Eutanasia y suicidio con auxilio médico ¿Delito o acción piadosa?

de vida es tan indigna que no merece la pena de ser vivida, solo


a él corresponde esa decisión de ponerle fin.101 Y esta es la posi-
ción correcta, con la cual concuerdo indudablemente. Pero en los
casos de pacientes con autonomía desplazada o incompetentes,
lo correcto y lógico es que sea la familia o el representante legal,
quien partiendo de los intereses que hubiera tenido el paciente
de encontrarse en una situación similar, como bien determinó
la Corte Suprema norteamericana, decida el procedimiento a
seguir, sin que por ello se vea enjuiciado ni determinado por
quien no tiene nada que ver con su realidad cotidiana.
Es lógico afirmar que nadie tiene derecho a exigir a la ley un
derecho que no se le ha concedido legítimamente. En ese sen-
tido la actuación de la Corte de Missouri fue la correcta porque
específicamente no existía un criterio legal claro que sustentara
una decisión de ese tipo. Pero la apelación de los padres fue lo que
permitió que se corrigiera la rigidez de la ley para concederles el
derecho de retirar el tubo de alimentación artificial del cuerpo
de su hija, que de no ser así, hubiera permanecido en ese estado
quién sabe hasta cuándo.
A fin de cuentas, en el diálogo moral respecto a la eutanasia y al
suicidio con auxilio médico, lo importante es darse cuenta de que el
punto que defienden ambos bloques enfrentados es el mismo. Y que [ 77 ]
quizás la solución está en la valoración correcta tanto de los argu-
mentos como de los criterios y los aspectos legales a los que se refieren
para llegar correctamente a un acuerdo favorable a los opuestos.
El juez Brennan,102 uno de los que tuvo que decidir en el caso
de Nancy Cruzan, consideraba que esta regla (de no dejar morir
a los pacientes en estado vegetativo), no respetaba la autonomía
porque imponía llevar una vida vegetativa disminuyendo la auto-
nomía y los mejores intereses del otro. En ese sentido, sugirió que
lo mejor para el caso era proceder mediante una regla neutral que

101 Singer, Peter, op. cit., p. 137.


102 Dworkin, Ronald, op. cit., p. 256.
Oswaldo Cedeño

requiera de los funcionarios una decisión equilibrada que con-


templase lo que el paciente hubiera deseado, es decir, sus mejores
intereses.
Por su parte, el juez Rehnquist,103 presidente de la Corte de
Missouri, se opuso considerando que la regla era correcta, pues
había sido concebida con el fin de proteger la autonomía, sobre
todo de personas que se encuentran en estado vegetativo y a gente
que sí quiere vivir, aunque alguna vez haya preferido lo contrario,
porque con esto no se afectaban sus intereses, en cambio con la
muerte no se puede revocar los errores cometidos. De hecho, en el
estado de Missouri esto cambió cuando el tribunal optó por dejar
esta decisión en manos de los familiares.104
El juez Scalia, por su parte, agregó que el valor intrínseco de
la vida humana no depende ni de los intereses ni de los derechos
del paciente, y que la decisión del Estado se centra en el poder del
Estado de evitar el suicidio en personas competentes que creen
que la muerte podría ser lo mejor para solucionar sus problemas.
“Lo es porque sus vidas tienen valor intrínseco –son sagradas–,
aunque continuar viviendo no satisfaga sus propios intereses”.105
Para el primero la regla no respeta la autonomía del paciente por-
que le impone una vida vegetativa, lo que no beneficia sus mejores
intereses. Para el segundo, no solo protege su autonomía, sino que
[ 78 ]

evita el error de arrepentirse, porque sus intereses en su situación


son intrascendentes; y, para el tercero, la regla defiende el valor
intrínseco a costa de los mejores intereses y los derechos que
pueda tener. Lo interesante, sin embargo, es que los tres apelan a
la autonomía, los mejores intereses y el valor intrínseco.
Un detalle importante, y que aclaramos en lo referente a la
autonomía, es que un paciente en ese estado pierde su autonomía,
de modo que defender su autonomía es un absurdo. En cuanto a

103 Ibídem, pp. 20-254. El juez Rehnquist era el presidente de la Corte de Missouri.
104 Ibídem, pp. 256-257-259.
105 Ibídem, pp. 20-21.
Eutanasia y suicidio con auxilio médico ¿Delito o acción piadosa?

sus intereses, tampoco se ven afectados, porque en su condición,


como sostiene Rehnquist, no tiene intereses. Ahora, cuando se
prohíbe a los padres de Nancy decidir se ven lesionados los inte-
reses de ellos y su autonomía como representantes legales de ella,
y a quienes le compete su futuro, su vida y su muerte.
Ahora bien, pensemos en un sistema jurídico como el de
Venezuela: que se apele a un criterio como el de la santidad de la
vida sería incoherente con el ordenamiento jurídico debido a que
privilegia la libertad antes que creencias trascendentales, supers-
ticiones o prejuicios religiosos. En ese sentido, si alguien tiene
una creencia o no, solo afecta a la persona que la tiene. Y, como
hemos dicho anteriormente, el principio de la santidad de la vida
tiene su origen en la fe judeocristiana, de modo que solo a quienes
comparten estas creencias satisfacen estos criterios.
¿Cómo se hace entonces con los que no tienen esta creencia,
cómo obligarlos a ajustarse a aceptar como criterio algo que para
ellos no tiene validez? ¿No significa esto restar validez a la libertad
individual, de creencias y la autonomía de los otros? ¿No hacían
esto los sistemas imperiales y dictatoriales? Sin contar con que
hay personas que aun siendo cristianas, consideran la eutanasia
o el suicidio médicamente asistido como una alternativa viable a
su condición de enfermo terminal. Pero pasemos mejor al tercer [ 79 ]
conflicto, antes de concluir este apartado.

Discriminación del conflicto. III


Los médicos responden a un código de ética que determina su
conducta y actitudes en relación con los pacientes, con sus colegas
y profesionales afines. También tienen autonomía como personas
y tienen creencias religiosas y dilemas morales que generan dis-
crepancias entre sus obligaciones y sus deberes y emociones.
En su juramento está el preservar la vida y aliviar el sufri-
miento. De modo que para muchos no es correcto y va contra su
ética ayudar a morir a una persona. Por esto algunos temen que
se apruebe una legislación favorable hacia el suicidio con auxilio
Oswaldo Cedeño

médico, porque creen que se les pueda obligar a hacer algo que
está contra sus principios morales y éticos. Vimos cómo en el caso
de Nancy Cruzan dijeron “no nos compete a nosotros decidir”.
Pero no les compete porque no se lo permite el sistema jurídico ni
su código de ética hipocrático. Si se flexibiliza el sistema jurídico,
que de hecho tiene sus fisuras, y se actualiza el código ético, sin
el aditivo hipocrático, tal vez ayudar a morir en paz a un paciente
que sufre, termine siendo parte de su deber médico, como sugiere
Bacon, “facilitar diligentemente una suave partida de esta vida”.
En los casos siguientes vamos a ver cuál ha sido la actitud
y la conducta o el deseo de los médicos respecto a las solicitu-
des de sus pacientes y cómo la ética hipocrática se ve lesionada.
Comenzamos por presentar el caso de la doctora Geertruida
Postma106 en Holanda. Su madre había sufrido un derrame cere-
bral. Por su condición, solicitó a su hija que le ayudara a morir.
El galeno inyectó una alta dosis de morfina con el fin de aliviar
su sufrimiento en 1971. Es este el primer caso de ayuda para
morir registrado en Holanda. La doctora fue acusada por su
actuación considerada indebida, de modo que fue encarcelada.
Pero a la semana fue puesta en libertad y en observación, por
considerar que se trató de un acto de piedad.
No ha sido este el único caso, ha habido muchos como este.
[ 80 ]

Pero acá operan dos aspectos que para ella deben haber represen-
tado un gran conflicto. En primer lugar se trataba de su madre,
hay un lazo consanguíneo y un afecto fraterno entre ellas, de
modo que el sufrimiento de su madre la sensibiliza para querer
aliviarle su sufrimiento. Por otra parte, está la ética hipocrática
de no ayudar a morir al paciente aunque lo solicite. Vemos que
el dilema no es jurídico, es moral. Al final ella decide ayudar a su
madre independientemente de las consecuencias. Para ella su
acción fue la mejor y la correcta, independiente del ordenamiento
jurídico y del código hipocrático.

106 Singer, Peter, op. cit., p. 147.


Eutanasia y suicidio con auxilio médico ¿Delito o acción piadosa?

Janet Adkins, una profesora de inglés y de piano, de 54 años,


nacida en Detroit, Michigan, resultó con un cuadro de alzheimer
que la conduciría a la demencia y a un estado vegetativo antes de
morir. Como sabía las consecuencias de su enfermedad, no quiso
esperar hasta el final, porque quería que su familia la recordara
tal como había sido siempre mientras estuvo lúcida y consciente
de cada uno de sus actos. Tras conocer el invento del doctor Jack
Kevorkian para ayudar a morir, conversó con él y se pusieron de
acuerdo. El procedimiento era que el médico la instruía del modo
como funcionaba la máquina, y ella solo apretaría un botón para
inyectarse una solución de drogas letales. Escogieron un lugar
tranquilo en un parque público donde se realizó el místico ritual
y en menos de seis minutos, ya todo había concluido. Quizás el
doctor Kevorkian había tenido un deseo algo exacerbado en rela-
ción con la solicitud de sus pacientes, ya que en su máquina nada
más habían muerto por auxilio médico más de cien mil personas.
El fiscal encargado del caso, Richard Thomsom, emitió una orden
prohibiendo el uso de esta máquina.
La muerte de Janet Adkins despertó gran polémica en
Estados Unidos y el invento de Kevorkian, calificado de inmoral
e irresponsable, había causado confusión en numerosos juristas y
en la opinión pública en general, tanto en los que estaban a favor [ 81 ]
del auxilio médico al suicidio como de los que estaba en contra.
Arthur Caplan, director del Centro de Ética Biomédica de la
Universidad de Minnesota, calificó la acción de Kevorkian como
“un atropello moral y una imprudencia” y se preguntó ¿cómo este
sabía que la mujer había sido diagnosticada como que padecía
de alzheimer? o ¿cómo puede ser justificada la eutanasia en un
paciente que no es un enfermo terminal? Sin embargo, el marido
de Janet, Ron Adkins, defendió la decisión de su mujer en unas
declaraciones realizadas a una emisora de televisión de Portland,
donde dijo:
Oswaldo Cedeño

No es cuestión de cuánto tiempo vives, sino de la calidad de la vida


que vives. Era su vida y su decisión, y ella eligió. Tomó su decisión
sobre la base de que las cosas que más la gustaban, la lectura, la
literatura y la música, no podría hacerlas ya más.

Lo cual viene a tono con el famoso penalista Günter Jakobs,107


que asevera que la vida como fenómeno no es el valor primordial,
sino su calidad, con lo cual concuerdo sin duda alguna.
Chantal Sebire,108 profesora de idioma francés, que vivía cerca
de Dijón, Francia, comenzó a sufrir de estesioneuroblastoma, una
especie de cáncer incurable y deformante. Hasta el presente hay
registrados veinte casos en total. Y resulta no solo dolorosa esta
enfermedad, sino que los tumores comienzan a desarrollarse de
tal modo que deforman el sector donde se alojan. En el caso de
Chantal, era en su rostro, que se fue abultando de modo que sus
ojos parecían de peces, brotados hacia afuera; presionaban su
nariz y su boca, lo que no solo dañaba su forma natural, sino que
le impedía hablar adecuadamente, ver y respirar.
Debido a su estado y por su sufrimiento se dirigió al presi-
dente de la república Nicolás Sarkozy en 2008, después de que
un tribunal le negara su solicitud de optar por la eutanasia para
poner fin a su sufrimiento. El presidente también le negó su
[ 82 ]

petición. Días más tarde fue hallada muerta a consecuencia de


la ingesta de barbitúricos.109 Vale aclarar que en Francia solo se
permite el coma inducido. Debido al caso de Chantal, el Partido
Socialista pidió la creación de un grupo de trabajo encabezado
por el diputado Laurent Fabius para presentar una propuesta
de ley, de modo que los pacientes (en casos muy puntuales), que
deseen ayuda para morir, puedan hacerlo.

107 Jakobs, Günther, Suicidio, eutanasia y derecho penal, 1999.


108 En línea: http://es.wikipedia.org/wiki/Chaltal_S%c3%9bire.
109 Drogas sedantes que en exceso producen la muerte o estado vegetativo persistente,
luego de un coma. Los más comunes son pentatol o propofol.
Eutanasia y suicidio con auxilio médico ¿Delito o acción piadosa?

Sin embargo, lo que nos deja como reflexión es que ¿es nece-
sario que casos como estos ocurran en la clandestinidad? ¿No
es preferible permitir que un médico ayude a que su paciente, si
decide poner fin a su sufrimiento, antes que dejarlo morir en la
clandestinidad, con la idea de haber cometido un delito, escon-
dida, frustrada, más dolida y sufrida, cuando pudo morir tranquila
en la habitación de su casa acompañada de familiares y amigos, o
en la habitación de un hospital, sin el estigma de la culpa encima,
cuando la que sufre es ella, y cuya muerte era inminente?
Pasemos ahora a otro caso completamente distinto de valora-
ción moral entre institución educativa, médicos y tribunales. Se
trata del caso de Joseph Saikewicz, quien había vivido en institu-
ciones estatales por más de cuarenta años. Aunque tenía 67 años
de edad, su coeficiente intelectual era de diez y su edad mental de
casi tres años. Apenas lograba comunicarse por medio de gestos.
Hasta 1976 había gozado de muy buena salud cuando se le diag-
nosticó una leucemia aguda monolítica mieoloblástica, que es
invariablemente fatal. La forma de ayudar es mediante la aplica-
ción de quimioterapia, la cual tiene efectos secundarios que van
desde la leucemia hasta serias infecciones.
A petición de la Escuela estatal de Belchertown, en la que
estaba Saikewicz, el tribunal testamentario designó a un guar- [ 83 ]
dián con autoridad para tomar las decisiones en relación a la
atención y tratamientos de Joseph. El guardián, analizando la
situación de Saikewicz (que se trataba de una enfermedad incura-
ble, los efectos del tratamiento y las características intelectuales
del paciente), concluyó que lo mejor en su situación era no reci-
bir tratamiento. Debido a esto el Tribunal Supremo de Justicia de
Massachussets ratificó esta decisión el 9 de julio. Saikewicz murió
en paz el 4 de septiembre de 1976. En este caso no solo hubo
acuerdo en la observación y la decisión, sino que la respuesta fue
coherente, justa y diligente.
Ya para concluir, veamos el caso de Robinson Gómez. Este
chico, de 11 años, quien padecía, desde años atrás, una leucemia
Oswaldo Cedeño

linfoblástica aguda, tenía escasas esperanzas de vida. A los diez


años había sido sometido a quimioterapia. Sin embargo, se le pro-
puso aplicarle una nueva quimioterapia o una operación, pero el
niño manifestó a la madre que por el sufrimiento que le causaba
era mejor rechazar la terapia. Su madre, Ximena Noa (de Punta
Arenas, Chile), decidió apoyarlo. El médico que recibió su caso en
el Hospital Clínico Regional de Valdivia, doctora Pilar Martínez,
presentó ante un tribunal de familia una medida de protección
con el fin de obligar al menor a someterse al tratamiento. La abo-
gada de la madre, Florencia Artuza, aducía que la utilidad del
tratamiento era de un 40% de resultado positivo, lo cual alarga-
ría la vida del chico por quizás unos cuatro años más con intenso
sufrimiento, de modo que para qué causarle ese sufrimiento,
cuando quizás sin tratamiento viva el mismo tiempo o quizás
más sin tanto dolor.
Al final, la corte falló diciendo que el caso de Robinson
Gómez Noa se enmarcaba dentro de aquellos en los que el Estado
no puede, ni moral ni jurídicamente, imponer un tratamiento
médico que tiene altos costos humanos y muy poca garantía de
efectividad. Y que en estas circunstancias, solo el menor junto a
sus representantes legales, “tienen el derecho de decidir la forma
en que transcurrirán los últimos días de su vida”.110 Fíjense que
[ 84 ]

en este caso privó el criterio de utilidad por encima de cualquier


otro; y no solo de utilidad, sino los mejores intereses del paciente.
Para nada es criticable la actitud de la doctora, que en su
afán por cumplir con su deber médico quiso hacer lo que creyó
necesario y mejor para los intereses del menor. Y quizás su ética
prevaleció ante la verdad incuestionable de la enfermedad y la
muerte, contrario a la visión de la doctora Geertruida Postma.
Pero, por otra parte, los defensores de los derechos actuaron con-
secuentemente, usaron criterios flexibles y justos concediendo a
la madre del menor, como representante autónoma de la vida de

110 En línea: http:/ www.australvaldivia.cl.


Eutanasia y suicidio con auxilio médico ¿Delito o acción piadosa?

su hijo y defensora de sus mejores intereses, hacer lo que el menor


prefería para la fase final de su vida.
Considero justo repetir que quizás “el derecho a la vida”,
para muchas personas, está mal concebido. Tal vez sea porque
en realidad a la gente no le gusta la idea de la muerte, más aún le
asusta pensar en ella, y quizás esto le lleva a pretender evitarla.
Pero todos sabemos que la muerte es algo inevitable, y todo el
que padece una enfermedad mortal o el que llega a viejo morirá
irremediablemente, a eso tenemos que acostumbrarnos y com-
prenderlo de una vez por todas. Por más células madres y por más
clonaciones que se hagan, el hombre es mortal, como lo afirma el
silogismo socrático, y seguirá siéndolo hasta el fin de sus días.

[ 85 ]
Capítulo sexto.
La pendiente resbaladiza
Con este apartado vamos a concluir el contenido de esta tesis.
Y cerramos con este texto por tratarse de uno de los argumen-
tos de mayor aplicación en los que se oponen a la aprobación de
una legislación favorable a la eutanasia y al suicidio con auxilio
médico.111 Sus promotores consideran que dar el paso A (apro- [ 87 ]
bar la eutanasia o el suicidio con auxilio médico) conducirá
irremediablemente al paso B (de uno de ambos, o a la aplicación
indiscriminada de la eutanasia pasiva, no voluntaria e invo-
luntaria), y también al paso C (de que se evitarían los cuidados
paliativos y habría un abandono del paciente en la última fase
de la vida) y al paso D (de que se abandonaría la investigación
médica, se perdería la motivación, lo cual impediría el descubri-
miento imprevisto de nuevos medicamentos para salvar vidas,
además de que disminuiría el presupuesto para medicamentos, se

111 Iglesia católica y el New York State Task Force, John Arras, entre otros.
Oswaldo Cedeño

fomentaría el tráfico de órganos y el Estado renunciaría al deber


de proteger la vida de las personas).
Sin embargo, habría que aclarar que la pendiente resbaladiza
se basa en criterios empíricos, en argumentos consecuencialistas
y “catastrofistas”,112 los cuales están condicionados al cumpli-
miento o incumplimiento del resultado. Sostiene Frey que para
aceptar este argumento en contra de la aprobación de una legis-
lación favorable a la eutanasia y al suicidio como auxilio médico
“necesitamos las pruebas que demuestren que las terribles con-
secuencias son probables. Tal como se ha dicho antes, la mera
posibilidad de que lleguen a suceder no constituye una prueba”.113
Es decir, que lo que se cree que ocurrirá en el futuro debe tener
fundamento cierto en el pasado, de otro modo no se puede asegu-
rar un resultado como si fuera una ley científica.
Evidentemente que existe la posibilidad de que se den ciertos
casos en los que los procedimientos no cumplen con los requisi-
tos establecidos, como bien lo apunta Javier Vega Gutiérrez, en su
tesis de doctorado,114 es decir que se aplique eutanasia o suicidio
en personas no suficientemente informadas, deprimidas o con
enfermedades crónicas en lugar de terminales; o que sencilla-
mente se salten los procedimientos, pero eso ocurre de cualquier
forma con las legislaciones actuales y en diferentes situaciones
[ 88 ]

políticas, económicas o judiciales.


No podemos cerrar los ojos ante ciertas injusticias o vicios
de cualquier sistema instituido, como en el caso de Randy Stoup

112 Como dice Frey, que casi siempre van acompañadas de un pesimismo grande;
ellos, los catastrofistas, consideran que fracasarán todas las garantías posibles
para impedir los siguientes pasos. En: Frey, R. G. “Distintos tipos de muerte”.
La eutanasia y el auxilio médico al suicidio, Gerald Dworkin, R. G. Frey y Sis-
sela Bok, Cambridge Univesity Press, 2000, p. 70.
113 Frey, R. G., op. cit., p. 88.
114 Vega Gutiérrez, Javier, La pendiente resbaladiza en la eutanasia. Una valoración
moral, tesis doctoral dirigida por el profesor Iñigo Ortega Larrea, Roma. Univer-
sidad Pontificia de Santa Cruz, 2007.
Eutanasia y suicidio con auxilio médico ¿Delito o acción piadosa?

en Oregón,115 quien al parecer sufría de cáncer de próstata. Se le


negó ayuda económica para aplicarse la quimioterapia. La Lane
Individual Association, encargada del programa sanitario del
estado, respondió a la petición del paciente de quimioterapia,
pagándole el costo de la asistencia al suicidio con auxilio médico.
Esto más bien parece una ironía y es detestable, pero es una rea-
lidad con la que hay que luchar día tras día. O como en el caso
de la catástrofe de la tilidomida, aplicada como tratamiento para
la epilepsia y como antihistámico, que causó deformaciones en
más de quince mil niños nacidos entre 1956 y 1962, de los cuales
sobreviven cinco mil en la actualidad.
Pero negar una ley o flexibilizar la existente por pura presun-
ción de ideas negativas, catastróficas de la condición humana,
tampoco creo que sea tan sano para ninguno. Creer que la per-
misibilidad de la eutanasia o el suicidio con auxilio médico traerá
como consecuencia la muerte indiscriminada de personas vulne-
rables quiere decir que no se confía para nada en las instituciones
del Estado, en las personas que dirigen esas instituciones, inclu-
yendo el sistema jurídico, en las personas que dirigen los centros
asistenciales y en el personal médico y las enfermeras, además de
los familiares de los pacientes. Habría que considerar evidencia
empírica para rebatir esta creencia falsa. [ 89 ]
Quizás podríamos presumir entonces que el porte de armas,
que autoriza a las personas a cargar su arma encima constan-
temente o a tenerla en su hogar, puede conducir a la muerte
indiscriminada de personas inocentes. Pero evidentemente no
es así. También podríamos presumir que en los lugares donde
está despenalizado el aborto, las mujeres embarazadas andan
abortando irresponsablemente a sus hijos cotidianamente, pero
tampoco es así. O en los lugares donde existe la pena de muerte,

115 Según reportaje de Fox News del 28 de julio, donde se enumeran 46 casos de
personas que requirieron suicidio en 2007; según el Health Day Ofice, donde
se denuncia que no hubo evaluación psicológica, por ejemplo.
Oswaldo Cedeño

se anda dando muerte indiscriminada a personas inocentes, pero


no es así. Las evidencias demuestra totalmente lo contrario.
Ahora bien, volviendo al tópico de la pendiente resbaladiza,
en cuanto a que de dar el paso A conducirá irremediablemente al
paso B, las evidencias empíricas demuestran lo contrario a lo que
creen los que se oponen a la aprobación de la eutanasia activa. En
Holanda, por ejemplo, en 1995 murieron 3.700 personas (a pesar de
que fueron 9.700 solicitudes) por suicidio y eutanasia, mientras que
22.500 murieron por rechazo de tratamiento.116 O sea que lo que
está legalizado (rechazar tratamiento, hidratación y alimentación)
en la mayoría de los países, es mayor causa de muerte en un país
donde también están legalizadas la eutanasia y el suicidio con auxi-
lio médico. Esto no es precisamente un deslizarse en la pendiente.
En Oregón, en 2004, 60 personas solicitaron ayuda para
suicidarse, y solo se efectuaron 37 muertes, porque el resto se
arrepintió a última hora.117 Este fenómeno también es intere-
sante, porque la evidencia indica que es mínima la cantidad de
pacientes que optan por apresurar la hora de su muerte. Y, lo
más interesante, que tienen derecho a arrepentirse en caso de no
estar totalmente convencidos de lo que desean hacer. Por otra
parte, si se arrepienten, nadie los obligará para que cumplan con
lo que consideraban que era la solución a su problema de salud.
[ 90 ]

Esto incluso hace aún más transparente el procedimiento de


que quien elige y decide es el paciente y no el médico ni la familia
quien lo presiona para que lo haga.
El común de la gente quizás tenga una visión del género
humano menos fatalista y más equilibrada. Esto hace pensar que
tal vez sea razonable someter estos aspectos a la deliberación
pública como se hizo en Oregón y recientemente en Washington
(2008), donde se aprobó por referendo legalizar el suicidio con
auxilio médico.

116 Bok, Sissela, op. cit., p. 150.


117 Vega Gutiérrez, Javier, op. cit., p. 57.
Eutanasia y suicidio con auxilio médico ¿Delito o acción piadosa?

Es este, por ejemplo, el mismo criterio de Ronald Dworkin:


“La comunidad debe decidir en qué medida va a permitir a sus
miembros una elección a favor de la muerte”.118 De hecho des-
taca en su texto una encuesta realizada por encargo del Boston
Globe y la Harvard School of Public Health, donde se evidencia
la opinión del 64% de los encuestados a favor de alguna forma de
eutanasia.119
Para este trabajo, por ejemplo, fueron entrevistadas también
66 personas
con el fin de conocer su opinión respecto a los dos tópi-
cos que nos ocupan (eutanasia y suicidio con auxilio médico).
Personas en edades comprendidas entre los 19 y 72 años, en dife-
rentes sexos y profesiones, incluyendo médicos y enfermeras del
Clínico Universitario de Caracas, Clínico Universitario de Chile
y Hospital San Juan de Dios de Santiago de Chile. De las 66 perso-
nas entrevistadas 39 estuvieron de acuerdo con que se aprobara
una legislación autorizando la eutanasia activa y el suicidio con
auxilio médico. Vale destacar que 46 de los entrevistados estuvo
en contra de la eutanasia pasiva no voluntaria e involuntaria.
Aunque se trata de una muestra de un universo bastante redu-
cido de opinión, la proyección es interesante por cuánto más de la
mitad de la población consultada cree que un enfermo terminal [ 91 ]
puede decidir hasta cuándo vivir con calidad de vida, es decir, sin
tanto sufrimiento ni dolor y con capacidad para disfrutar de las
dichas que concede la salud, la autonomía, la libertad y la interac-
ción con el entorno.
Es lógico que si hay gente que quiere vivir y están dispuestos
a hacerlo en la única forma en que les queda abierta y están los
medios para ayudarlos a soportar su condición hasta el final, es
noble y digno de crédito que deseen permanecer con vida hasta
el final, y sería delictivo y cruel desde todo punto de vista que

118 Dworkin, Ronald, op. cit., p. 235.


119 Ibíd.
Oswaldo Cedeño

cualquiera pretenda seducirlos o presionarlos para que opten


por la muerte si no desean hacerlo. Y mientras existan personas
en estas condiciones deseando esperar hasta el final, los cuida-
dos paliativos seguirán en progreso, porque igual le conviene a la
industria farmacéutica.
Y si los familiares no desean que su paciente vegetativo muera
hasta que su organismo de modo natural cese sus funciones nadie
debería presionarlos a hacer lo contrario. A menos que sea el caso
de pacientes declarados proscritos o sin familia, cuya responsa-
bilidad recae entonces directamente en el Estado, quien decidirá
lo que es más justo tanto para el centro asistencial como para el
paciente y para el mismo Estado, quizás centrado en ideas utilita-
ristas, aplicando la estrategia del equilibrio reflexivo y el velo de
ignorancia propuestos por Rawls, lo cual quizás tenga muy bue-
nos resultados en este aspecto.
Concluyendo con nuestro tema en cuestión, vale decir que es
válido pensar que la pendiente se puede dar en otro aspecto que
quizás sea más terrible para ciertos poderes institucionales que
viven de sus adeptos o clientes, como las diferentes iglesias cris-
tianas y organizaciones no gubernamentales. Es decir, si se da el
paso A de despenalizar el suicidio o permitir la eutanasia activa,
conduciría al paso B, que debilitaría el poder de las instituciones
[ 92 ]

cristianas que centran su poder en la esperanza del paraíso o en


el temor al infierno por partes de los creyentes, quienes hacen
grandes sacrificios para asegurar su vida más allá de la muerte
por medio del dolor y el sufrimiento. También se podría cruzar
el puente de la pendiente hacia el debilitamiento de la industria
farmacéutica, en la producción de medicamentos y aparatos
médicos para los usos extraordinarios, pues ya no habría tantos
pacientes a quienes obligar a permanecer semivivos por largos
años con el uso de químicos y objetos mecánicos. Pero también
esto es pura especulación empírica y no vale la pena cuestionarlo.
Epílogo
En definitiva, creo que el ser humano tiene derecho a deci-
dir en todo lo que le compete a su persona, y creo, como Judith
Thomson, que “el derecho a la vida supone el derecho de recibir
lo mínimo que se necesita para una vida continua”.120 No creo que
el derecho a la vida deba ser considerado como una obligación a
vivir cuando ya no es posible la vida, y mucho menos en condicio- [ 93 ]
nes de indignidad.
Vivir implica la posibilidad de andar, trabajar, pensar,
recrearse, estudiar, asearse, alimentarse, crear, ejercer la autono-
mía y libertad y ser feliz en la medida de lo posible. Por tanto, no
veo nada inmoral en el hecho de que una persona elija apresurar
la hora de su muerte cuando ya no hay otra opción, porque “no
es lo mismo mantener a alguien vivo contra su voluntad que no

120 Thomson, Judith, “Una defensa del aborto”. En: Debate sobre el aborto. Cinco
ensayos de filosofía moral (s/f). John Finnis, Judith Thomson, Michael Tooley,
et al., Madrid, Cátedra, p. 19.
Oswaldo Cedeño

darle los medios para que muera”,121 como bien apunta Frey, por-
que en el fondo es más cruel que ayudarlo a morir en paz.
Si se penaliza el suicidio y la eutanasia, pero se legalizan
formas de suicidio y eutanasia como el rechazo de tratamiento,
alimentación, hidratación o los instrumentos que mantienen
con vida a ciertos pacientes, como el respirador o los tubos de
alimentación; además inyectar morfina u otras sustancias leta-
les con el fin de aliviar el dolor, sin querer ocasionar la muerte
del paciente (supuestamente), ¿no suena esto algo incoherente
e hipócrita? “Ah, pero es que eso no es eutanasia ni suicidio”
dirían algunos. ¿Y cómo se le llama entonces a retirar los apara-
tos cuando quien actúa es un tercero? En este acto hay una clara
intención de ayudar a morir, como bien lo apuntan Dworkin,
Singer y Frey. ¿Y cómo se llama la negación de recibir más tra-
tamiento, alimentación e hidratación?, para mí eso es suicidio
como fue aclarado en los apartados iniciales.
De modo que no solo existe un derecho moral para hacerlo,
sino un derecho jurídico, solo que mal o convenientemente dise-
ñado para ciertos aspectos que no son llamados por su nombre,
y que requieren de ser revisados para que todos los pacientes
tengan el mismo derecho para actuar al final de su vida según su
necesidad, mejores intereses, libertad y autonomía. Hay quienes
[ 94 ]

celebran el hecho de que la tecnología médica haya encontrado las


formas para prolongar la vida de quienes desean seguir viviendo
hasta que su cuerpo no resista más, pero por otra parte, hay per-
sonas que padecen grandes sufrimientos producto de los medios
extraordinarios que los mantienen con vida persistentemente.
Lo discutible es, entonces, si la sociedad puede obligar a las
personas a vivir en contra su voluntad, restando importancia a su
calidad de vida. Porque es diferente una persona sin hogar que

121 Frey, R. G., “Distintos tipos de muerte” En: La eutanasia y el auxilio médico al
suicidio, Gerald Dworkin, R. G. Frey y Sissela Bok, Madrid, Cambridge Uni-
versity Press, 2000, p. 64.
Eutanasia y suicidio con auxilio médico ¿Delito o acción piadosa?

pueda ser llevada a un albergue donde sus necesidades puedan ser


cubiertas al menos en un 60%; o que una persona tenga gripe y el
tratamiento aplicado le alivie los síntomas y le devuelva la salud
deseada para que siga ejerciendo su vida con normalidad, a una
persona con cáncer, leucemia o sida en fase terminal en la que
ya no se puede hacer nada para prolongar con calidad de vida los
años que le restan.
La justicia es representada por una balanza equilibrada,
de modo que hay que favorecer tanto a los que están a un lado
como a los que están al otro, reconociendo que cada individuo
manifiesta criterios y actitudes diferentes respecto a su morali-
dad entre la vida y la muerte. “No podemos comprender el debate
público acerca de la eutanasia a menos que le demos un sentido
a estas actitudes”,122 nos dice Ronald Dworkin, porque los seres
humanos tenemos actitudes, intereses y razones diferentes para
nuestra vida, incluyendo la muerte, y bajo estas perspectivas debe
ser juzgada. Vale agregar, para concluir, que los juicios con res-
pecto a ayuda para morir (sea por eutanasia o auxilio médico al
suicidio) deben hacerse con criterios particulares o individua-
lizados, según corresponda a la realidad de ese caso o según su
situación particular.
[ 95 ]

122 Dworkin, Ronald, op. cit., p. 252.


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[ 102 ]
Índice
Introducción 7

Capítulo primero. Autonomía 15


Autonomía, sí mismo y yo 16
Libertad 20
Conciencia 23
Dignidad humana 26

Capítulo segundo. La enfermedad como limitación


al ejercicio autónomo 31
Salud y enfermedad 31
Privación circunstancial de autonomía 34
Pérdida parcial de autonomía 35
Autonomía desplazada o duplicada 36

Capítulo tercero. El consentimiento informado


y la voluntad anticipada como ejercicios autónomos 39
El consentimiento informado 40
El testamento vital 44

Capítulo cuarto. Consideraciones legales


y derechos civiles 47
Derecho natural y derecho positivo 47
Principio de retribución y principio de causalidad 50
Derechos civiles y universales 52
Capítulo quinto. Debate al final de la vida 57
Eutanasia y suicidio con auxilio médico 57
Líneas de argumentación 64
Presentación del problema 66

Capítulo sexto. La pendiente resbaladiza 87

Epílogo 93

Bibliograf ía 97
Versión Digital
enero de 2016
Caracas, Venezuela.

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