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En abril 1982, el Papa Juan Pablo II, dirigiéndose a los representantes de las Conferencias
Episcopales, dijo entre otras:
"Es el caso de la liturgia, cuyas raíces judías deben todavía ser profundizadas y sobre todo mejor
conocidas y apreciadas por nuestros fieles. Lo mismo vale del ámbito de la historia de nuestras
instituciones las cuales, desde los comienzos de la Iglesia, han sido inspirados por algunos
aspectos de la organización comunitaria propia a la sinagoga. Finalmente, nuestro patrimonio
común es sobre todo importante en el plano de nuestra fe en un Dios único, bueno y
misericordioso, que ama a los hombres y se hace amar por ellos (cf. Sab 11,24-26), Señor de la
historia y del destino de los hombres, que es nuestro Padre y que ha elegido a Israel el buen olivo
en que se han injertado las ramas del olivo silvestre que son los gentiles (Nostra Aetate, 4; cf.
también Rm 11, 17-24)."
La dependencia de la liturgia cristiana de la liturgia judía está reconocida desde mucho tiempo,
pero el Concilio Vaticano II dio nuevo impulso al estudio de este tema. En este artículo se intenta
seguir la enseñanza del Papa y profundizar en algunas partes de nuestra liturgia. Hay que
recordar que las primeras comunidades cristianas oraban en el Templo y en las sinagogas, según
se lee en el libro de los Hechos: «Acudían diariamente al Templo con perseverancia y con un
mismo espíritu partían el pan en las casas y tomaban el alimento con alegría y sencillez de
corazón» (Hech 4,46). Y también se dice que «Pedro y Juan subían al Templo para la oración de
la hora nona» (Hech 3,1). Seguramente las primeras comunidades cristianas seguían el ritmo de
las tres oraciones diarias que según alguna tradición fueron establecidos por Esdras el Escriba.
En el salmo 55, 18 tenemos una alusión a esta costumbre: «A la tarde, a la mañana, al medio día
me quejo y gimo, y oye mi clamor». En el tratado de Berajot se enseña que esta práctica fue
inspirada por los Patriarcas: «Se ha enseñado de acuerdo con rabí Iosí hijo de rabí Janiná:
Abraham estableció la oración de la mañana, porque dice lo escrito: Y Abraham subió por la
mañana al lugar donde estaba de pie delante el Señor; estar de pie no puede significar más que
orar, como dice el versículo: Entonces Finees se puso de pie y oró. Isaac estableció la oración de
la tarde, como dice lo escrito: Y había salido Isaac a meditar en el campo. Jacob estableció la
oración del anochecer. Como dice lo escrito: y llegó a un cierto lugar» (Ber 26b).
Los salmos formaban parte ya de la liturgia del Templo, por ejemplo los salmos de la subida. En la
época postexílica llegaron a ser la oración litúrgica por excelencia, papel que conservaron desde
entonces en el culto sinagogal y por su mediación, en la oración cristiana, sobre todo en la liturgia
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Algunas raices judias de la liturgia cristiana
de las Horas.
Hay que subrayar también la importancia de la lectura de las Sagradas Escrituras. La tradición
atribuye a Moisés la institución de la lectura de la Torá los sábados y días de fiesta y a Esdras, los
lunes y los jueves, días de mercado cuando gran número de campesinos se reunían.
«Esdras estableció las ordenanzas siguientes: debe leerse la Torá los sábados, en las oraciones
de la tarde. Debe leerse la Torá los lunes y los jueves». (Baba Kama 82ª)
En el mismo tratado se lee también otra interpretación: «Debe leerse la Torá los lunes y los jueves.
¿Esto lo ordenó Esdras? ¿No es una disposición anterior a él? Porque se ha enseñado "y
anduvieron tres días en el desierto sin hallar agua". Los que interpretan metafóricamente los
versículos dicen que el agua es la Torá, porque se lee en las Escrituras "Todos vosotros los
sedientos venid a las aguas". Anduvieron tres días sin Torá y quedaron agotados; se alzaron
entonces los profetas que iban con ellos y dispusieron que se leyera los sábados la Torá, se
suspendiera la lectura los domingos, se leyera los lunes, se suspendiera los martes y los
miércoles, se leyera los jueves, y se suspendiera los viernes, para que no quedaran tres días sin
Torá» (Baba Kama 82ª).
Se estableció la lectura continua de la Torá, en Israel por un ciclo de tres años y en Babilonia por
un año. Los textos fueron divididos en 54 parashot y esta tradición pasó a ser aceptada por los
judíos en todas partes. A la lectura de cada parashá sigue una lectura de un libro de los profetas
que debe tener una relación con lo leído en la Torá, o con un día especial de fiesta. Es la haftará
(conclusión).
Esta costumbre de lectura continua ha inspirado la reforma litúrgica del Concilio Vaticano II y
desde entonces en la Eucaristía se tiene también dos lecturas, generalmente correspondientes
(primera lectura de un pasaje bíblico y otra del Evangelio).
Algunas de las oraciones de la liturgia sinagogal pueden considerarse como muy relacionadas con
varias oraciones cristianas.
Una de las más importantes es la Amidá o Shmoné Esrei. Se llama esta oración Amidá (de pie)
porque durante su recitación se está de pie en presencia de Dios. El nombre de Shmoné Esrei
significa diez y ocho, porque en su versión original consistía en dieciocho bendiciones. Más tarde
se le añadió, entre la 11 y la 12, otra bendición más en contra los enemigos de Israel. Se conoce
también como Tefilá (oración) por ser de tan gran importancia. Es una oración muy bella formada
de frases que derivan de fuentes bíblicas; es muy antigua, según alguna tradición fue compuesta
por los miembros de la Gran Asamblea, pero es en el siglo I, en Yavné que tomó su forma
definitiva: «Enseñaron los rabíes: Shiméon el algodonero había puesto en orden las dieciocho
bendiciones, en Yavné a petición de rabán Gamaliel» (Ber 28 b).
Según la enseñanza de Rabí Yehudá, la Amidá está constituida por tres secciones: un introito
compuesto de tres bendiciones con las que se alaba a Dios; una sección intermedia compuesta de
trece bendiciones con las que se pide por varias necesidades; la sección del final tiene también
tres bendiciones por las que se da gracias a Dios por los bienes recibidos:
«Dijo el rabí Yehudá: no deben pedirse por las necesidades particulares ni en las tres primeras
bendiciones, ni en las tres últimas, sino en las de en medio. Porque dijo rabí Janiná: en las
primeras el hombre es como un sirviente que alaba a su amo; en las de en medio es como un
sirviente que pide al amo una recompensa; en las tres últimas es como un sirviente que recibe de
su amo la recompensa, se despide y se va» (Ber 34 a).
oración llamada Kedushá (santidad). Esta plegaria está compuesta por tres versículos. El primero
está tomado del profeta Isaías (6,3), el segundo de Ezequiel (3, 12) y el tercero del salmo 147, 10:
Santo, Santo, Santo es el Señor, Dios de los ejércitos, su Gloria llena toda la tierra.
Esta oración se considera como una ocasión de observar una de las enseñanzas de la Torá: «Y
seré santificado en medio de los hijos de Israel» (Lev 22,32).
Dado que Santo (Kadosh) significa separado, el rabí Meir Leib comenta el texto en estos términos:
«Dios está separado de la tierra, por el hecho de que no es un ser material.- Dios está separado
del tiempo, porque es eterno; Dios no tiene principio ni fin. - Dios está separado de los cielos,
porque no tiene forma alguna».
Se encuentra aquí una interesante afinidad entre el Prefacio que introduce el Santo, Santo, Santo
en la oración eucarística y esta introducción a la Kedushá. En ambas oraciones se invita a los
fieles a unirse a los ángeles para cantar la gloria de Dios.
El Kadish es una de las oraciones más antiguas y más conocidas de la liturgia sinagogal. En el
tratado de Sota, Rab dice que el Kadish es una de las columnas sobre las que reposa el mundo y
es seguramente esta plegaria uno de los vínculos del Padre Nuestro con la tradición judía.
Ensalzado y santificado sea su gran Nombre en el mundo que Él ha creado según su voluntad.
Sea establecido su reino durante nuestra vida y en nuestros días, y en la vida de toda la casa de
Israel pronto y en tiempo próximo y decid: Amén.
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Sea su gran Nombre bendito por todos los siglos de los siglos. Bendito, alabado y glorificado,
exaltado, ensalzado y loado, adorado y glorificado sea el Nombre del Santo -bendito sea- por
encima de toda bendición, himnos, alabanzas y cánticos entonados en todo el mundo, y decid:
Amén.
Sean aceptadas las preces y súplicas de toda la casa de Israel ante la presencia de su Padre que
está en los cielos, y decid: Amén.
Haya abundante paz del cielo y vida para nosotros y para todo Israel, y decid: Amén.
El que hace la paz en las alturas, haga la paz para nosotros y para todo Israel, y decid: Amén.
El Padre Nuestro tiene sus raíces en varias tradiciones y oraciones de la liturgia judía. Aquí se
puede leer algunas de estas raíces.
Muy a menudo surge la pregunta: ¿por qué el pan de este día y no el pan de todos los días? Esta
pregunta se podría aclarar con dos textos. El primero se encuentra en el Libro del Éxodo cuando
los hebreos reciben el maná para su subsistencia. Sólo tenían que recoger lo necesario para el
día, aquellos que recogían más, lo encontraban podrido al día siguiente:
«Esto es lo que manda YHWH: que cada uno recoja cuanto necesite para comer, un ómer por
cabeza, según el número de personas que vivan en su tienda. Así lo hicieron los israelitas; unos
recogieron más y otros menos. Al medirlo con el ómer, no sobraba al que había recogido más, ni
faltaba al que había recogido menos. Cada uno había recogido lo que necesitaba para comer.
Moisés les dijo: "Que nadie guarde nada para mañana". Mas no obedecieron a Moisés y algunos
guardaron algo para el día siguiente; pero se llenó de gusanos y se pudrió»
«Se decía de Shamai el Sabio. Siempre que encontraba una exquisita porción decía: Esto será
para el Shabat. Si luego encontraba una mejor, ponía de lado la segunda para el Shabat y se
comía la primera; así, siempre que comía lo hacía en honor al Shabat.
Pero Hillel el Sabio era diferente, puesto que todas sus obras alababan al Cielo; acostumbraba
decir: "Bendito sea el Señor que día tras día soporta nuestra carga"» (Sota 21ª)
Tanto Shamai como Hillel respetan el Shabat, pero Hillel enseña que el hombre debe confiar en el
Señor y hacer de cada día una bendición. Esto mismo enseña la oración Padre Nuestro cuando se
pide el pan de cada día.
La palabra berajá (bendición) viene de la raíz "berej" que significa "caer de rodillas" y en el sentido
amplio "alabar a Dios". La berajá tiene su origen en la liturgia del Templo y es una de las
expresiones más antiguas de la oración judía. En el tratado Berajot 33a encontramos una larga
discusión sobre cómo y cuándo hay que pronunciar, por ejemplo, la berajá de la conclusión del
Shabat, y subraya de este modo la importancia de la berajá.
Por la berajá, el judío celebra a Dios por sus dones al mismo tiempo que le consagra todas las
cosas y todas sus acciones; su vida entera se transforma así en una continua alabanza al Señor.
Estas son algunas berajot del ritual litúrgico judío: Birkat Hagomel, acción de gracias por la
salvación de algún peligro - Birkat Halevaná, bendición de la Luna Nueva - Birkat Hamazon,
bendición después de la comida - Birkat Horim, bendición de los padres - Birkat Cohanim,
bendición de los sacerdotes - Birkat Hamozi, bendición sobre el pan - Kidush, bendición sobre el
vino - Birkat Shehejeyanu, bendición para las fiestas, o para algún acontecimiento singular, el
estreno de algo nuevo. En esta bendición se bendice a Dios por haber podido llegar a este
momento. Cada berajá comienza con las palabras: "Bendito seas Señor, Dios nuestro, Rey del
Universo" y se añade el motivo de la bendición.
La cena del Shabat, ocasión de reunión alegre en familia, comienza con la berajá sobre el vino y
el pan. En la Cena Pascual (el Seder de Pesaj), la más importante del año litúrgico, se pronuncian
varias bendiciones sobre el pan y el vino y sobre diferentes alimentos. La más importante berajá
es la Birkat Hamazon sobre la copa de vino, que es una larga acción de gracias a Dios por sus
dones, según el precepto bíblico:"Comerás y estarás satisfecho, y bendecirás al Señor tu Dios" (Dt
8, 10). En la Birkat Hamazon se bendice a Dios por la tercera copa (en el Seder hay que tomar
cuatro copas). Fue a esta copa que Jesús dio el nuevo sentido de su sangre entregada por los
hombres. Dice San Pablo "la copa de bendición que bendecimos no es acaso comunión con la
sangre de Cristo" (1Co 16ª)
Bendito eres Señor, Dios nuestro, Rey del Universo, que nos has elegido entre todos los pueblos y
nos has otorgado tu Torá. Bendito eres, Señor, dador de la Torá.
En la liturgia familiar, cuando el que preside la mesa bendice a Dios por el pan y el vino, dice:
Bendito sea Señor, Dios Nuestro, Rey del Universo, que sacas el pan de la tierra.
Bendito seas, Señor, Dios Nuestro, Rey del Universo, creador del fruto de la vid.
Después de la reforma del Concilio Vaticano II, se ha introducido también este sentido de la berajá
que consagra todos los dones que Dios nos da. Por esto en la presentación de las ofrendas, el
sacerdote dice:
Bendito seas, Señor, Dios Nuestro, Rey del Universo, por este pan, fruto de la tierra y del trabajo
de los hombres que recibimos de tu generosidad y ahora te presentamos, él será para nosotros
pan de vida.
Bendito sea, Señor, Dios nuestro, Rey del Universo, por este vino fruto de la vid y del trabajo de
los hombres, que recibimos de tu generosidad y ahora te presentamos, él será para nosotros
bebida de salvación.
El memorial
Generación tras generación, el hombre debe reconocerse a sí mismo como si él hubiera salido de
Egipto, pues escrito está: "En aquel día se lo contarás a tu hijo diciendo: Es por lo que Adonay
hizo por mí cuando salí de Egipto. El Santo, bendito sea, no sólo liberó a nuestros antepasados,
sino junto con ellos, también a nosotros, pues, escrito está: Y nos sacó de allí a fin de conducirnos
para darnos la tierra que prometió con juramento a nuestros padres.
Este texto nos enseña que hacer memoria de las intervenciones de Dios en la historia, no es
solamente un sencillo recuerdo, sino es la actualización en nuestra vida del misterio que
celebramos. Este es también el sentido de las palabras de Jesús en la Última Cena cuando dijo:
"Haced esto en memoria mía". En cada Eucaristía, cuando se hace memoria del misterio pascual,
este misterio se hace realidad en la vida del cristiano.
Dos lecturas que celebran la noche pascual son también características de las raíces judías de la
liturgia cristiana. Dice la Biblia que la noche pascual es "noche de vela" en la que Dios veló por su
pueblo.
En la liturgia judía, la noche de Pesaj es también una noche de vela en la que se celebra la gran
gesta de Dios que liberó a su pueblo de la esclavitud de Egipto y continúa siempre esta acción
liberadora.
En la liturgia cristiana la noche del Sábado Santo se llama la "Madre de las Vigilias" en la que se
Después de considerar algunas de las raíces judías de la liturgia cristiana no hay que olvidar que
cristianos y judíos no tienen en común solamente algo del pasado, sino que también en el
presente las dos comunidades comparten la misma Palabra de Dios y la obligación de trabajar
para manifestar la presencia de Dios en el mundo y hacerlo más humano y más fraterno. La
persona de Jesús une y al mismo tiempo separa a judíos y cristianos, porque Jesús es un hombre
judío, y los cristianos creen que también es su Dios.
Sor Ionel Mihalovici es religiosa de Nuestra Señora de Sión y dirige el Centro de Estudios Judeo-
Cristianos de Madrid. En 2003 recibió el Premio Samuel Toledano en reconocimiento por su
trabajo a favor del diálogo entre judíos y cristianos.