Terapia Cognitivo Conductual
Terapia Cognitivo Conductual
Terapia Cognitivo Conductual
TERAPIA
COGNITIVO
CONDUCTUAL
Diplomado en
Psicoterapia
www.psiquecorporativo.com
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PSIQUECORPORATIVO
INTRODUCCIÓN:
TERAPIA
COGNITIVO
CONDUCTUAL
La terapia Cognitivo Conductual (TCC) puede definirse
actualmente como la aplicación clínica de la ciencia de la
psicología, que se fundamenta en principios y
procedimientos validados empíricamente (Plaud, 2001).
Desde los momentos iniciales, hace ya cinco décadas, en Estos principios convirtieron a la TC en una
que la Terapia de Conducta se adhería fuertemente a los orientación psicoterapéutica revolucionaria,
cuya contribución al desarrollo de la
principios y teorías del aprendizaje, una larga y compleja psicoterapia científica, apartada de su
evolución se ha dado en esta disciplina, habiéndose anterior carácter artístico, ha sido
determinante. No obstante, los avatares e
ampliando su sustentación teórica más allá de las teorías del inconvenientes han sido muchos a lo largo de
condicionamiento, para pasar a considerar en la explicación su existencia, por ejemplo, la ausencia (aún a
del comportamiento humano factores y modelos procedentes día de hoy) de una teoría unificada del
aprendizaje, las controversias sobre el papel
de otros ámbitos de la psicología (e.g. psicología evolutiva, de las variables cognitivas, así como su
social, cognitiva, etc.). naturaleza y medida, el pragmatismo clínico
apartado del debate teórico, o el surgimiento
de paradigmas epistemológicos
La Terapia de Conducta (TC) hace su aparición en el cuestionadores de los modelos racionalistas
subyacentes a algunas de las orientaciones
escenario de los tratamientos psicológicos a mediados de los más influyentes, son algunas de las
años cincuenta del siglo pasado, como alternativa radical a circunstancias y motivos que han sido y son
responsables del proceso de transformación
las psicoterapias imperantes de la época, posicionándose de la TC en lo que es en la actualidad.
especialmente frente al modelo psicoanalítico. La TC parte
El producto final de esta evolución es una
de la idea de que toda la conducta (adaptada y desadaptada) especialidad difícil de definir
es aprendida y puede modificarse mediante los principios del conceptualmente, que está unificada en
cuanto al objetivo (la detección y cambio de 1
aprendizaje. De esta forma, en lugar de indagar acerca de conductas, pensamientos y respuestas
posibles conflictos estructurales subyacentes, los terapeutas emocionales desadaptadas), pero que difiere
en el énfasis teórico que las distintas
de conducta empezaron a centrarse en la conducta aproximaciones cognitivo conductuales
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Estas diferencias teóricas y epistemológicas se plasman necesariamente en las formas de intervención, desde las más
estrictamente conductuales a las estrictamente cognitivas constructivistas. Sin embargo, todas ellas han crecido y se
han desarrollado conviviendo de forma muy cercana, algunas desde los primeros días del conductismo radical,
enriqueciendo su práctica y sus modelos con la incorporación de principios y métodos de cada una de ellas.
Alguno de sus representantes más acreditados ha argumentado que la TCC debe considerarse como un conjunto de
técnicas eficaces, sin obedecer a ningún modelo terapéutico. Desde un punto de vista fenomenológico, podemos
señalar cuatro rasgos obvios de la TCC en la actualidad:
- Primero. La TCC es un ámbito de intervención en salud que trabaja con respuestas físicas, emocionales, cognitivas y
conductuales desadaptadas, de carácter aprendido. Estas respuestas se han practicado a lo largo de tanto tiempo que
se han convertido en hábitos del repertorio comportamental del individuo. Sin embargo, los individuos no siempre
conocen el carácter aprendido de sus hábitos y consideran que tienen poco o ningún control sobre ellos. La TCC
considera que el individuo tiene responsabilidad en los procesos que le afectan y puede ejercer control sobre ellos.
- Segundo. Al tratarse de un ámbito de mejora de la salud, la TCC cuenta con técnicas y programas específicos para
diferentes problemas y trastornos, cuya aplicación cuenta con un tiempo limitado en comparación con otras
psicoterapias a largo plazo. Aunque en la última época ha crecido el interés por los enfoques transdiagnósticos hacia la
psicopatología y el tratamiento, la naturaleza orientada hacia problemas específicos de la TCC ha facilitado su
caracterización como una terapia de tiempo limitado.
- Tercero. La TCC tiene en general una naturaleza educativa que puede ser más o menos explícita. La mayor parte de
los procedimientos cuentan con módulos educativos, además de la conceptualización inicial del terapeuta sobre el
problema y la lógica del tratamiento.
- Cuarto. La TCC posee en esencia un carácter auto-evaluador a lo largo de todo el proceso con continua referencia a la
metodología experimental y énfasis en la validación empírica de los tratamientos. Estas características son herederas
de la adopción del conductismo metodológico como principal eje vertebrador de la TCC, y probablemente la seña de
identidad más genuina de la TCC actual.
Los intentos por ayudar a la personas a solucionar problemas conductuales mediante maniobras semejantes a las
utilizadas por la TCC tienen una larga historia. Ya Plinio el Viejo, durante el primer siglo de la existencia de Roma,
trataba de curar a aquellos que abusaban del alcohol colocando arañas muertas en descomposición en los vasos
dónde bebían. Esta técnica en la actualidad es denominada condicionamiento aversivo. En el siglo XVIII el “niño salvaje
de Averyron” fue enseñado a hablar con maniobras y técnicas que actualmente con conocidas como modelado,
instigación, refuerzo positivo, retirada de reforzadores, etc. En el siglo XIX, el equivalente actual a un guardián de
prisiones, Alexander Maconchi, usaba lo que conocemos hoy como economía de fichas, con el objetivo de conseguir
que los internos del Royal British Penal obedecieran las reglas del penal. En el mismo siglo, un médico francés trató los
pensamientos obsesivos con técnicas parecidas a lo que conocemos hoy como parada del pensamiento, o inhibición
recíproca. No obstante, como orientación especifica de intervención en salud, la TCC aparece en la década de los 50 del
siglo pasado, siendo aún una disciplina joven.
Como no podía ser de otra forma, la historia de la TCC está inextricablemente interconectada con la historia de la
psicología. La psicología como disciplina científica surgió como parte de la revolución de un grupo de filósofos
europeos con una mentalidad científica, cuando éstos abandonaron la filosofía y comenzaron la psicología como la
ciencia de estructura de la mente y la conciencia. El objetivo fue hacer de la psicología una ciencia pura natural, en
igualdad de condiciones a otras ciencias, utilizando como técnica principal de investigación de la mente la 2
introspección personal estructurada. De su foco de investigación procede el nombre de la escuela de psicología que
fundaron: el estructuralismo. Ellos fueron los primeros psicólogos experimentales, sin que en aquellos momentos
surgiera ningún interés terapéutico de sus investigaciones.
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Wihem Wundt comenzó el estructuralismo psicológico en Alemania y Titchener, después de su entrenamiento junto a
Wundt, llevó el estructuralismo a EEUU en el siglo XIX. Sin embargo, la observación pasiva y estructurada de la mente
mediante la introspección se mostró bastante improductiva. Pronto la atención de los psicólogos se dirigió hacia las
ciencias naturales, quienes a diferencia de la psicología contaban con constructos concretos y objetivamente
observables.
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Uno de los hechos más significativos de la historia de la Terapia de Conducta ha sido la gran relevancia otorgada a
los factores cognitivos a partir de los años 70, lo que supondrá un importante cambio en la conceptualización y
tratamiento de los problemas psicológicos, habiendo tenido este cambio implicaciones que llegan a la actualidad. Es
verdad que los aspectos cognitivos estaban presentes ya, de alguna manera, en la Terapia de Conducta desde sus
inicios, ya que, aun sin reconocimiento o referencia explícita, estaban integrados en aplicaciones clínicas concretas
que se desarrollaban desde el laboratorio (como el uso de las representaciones mentales que supone la imaginación
de situaciones temidas en la DS). Posteriormente, el neoconductismo mediacional a través de su modelo E-O-R,
introdujo variables internas moduladoras de la respuesta al estímulo. No obstante, estos planteamientos
consideran dichos aspectos cognitivos como conductas encubiertas sujetas a las mismas leyes de aprendizaje de la
conducta manifiesta, tal es la asunción de los procedimientos de condicionamiento encubierto de Cautela (1967). A
comienzos de los años 70, sin embargo, diversos autores, sobre todo procedentes del ámbito clínico, comienzan a
considerar que los elementos cognitivos tienen una mayor relevancia en la adquisición, mantenimiento y cambio de
conducta que aquel que se le estaba otorgando hasta ese momento en la Terapia de Conducta (Ruíz, 1989).
Entre los elementos que pueden considerarse antecedentes de este cambio, cabe destacar:
1. En primer lugar, la insatisfacción con la referencia al aprendizaje y a la conducta observable como elementos
básicos, por no decir únicos, de consideración clínica. Dicha insatisfacción viene derivada de los resultados de
diversas investigaciones de laboratorio, que durante los años sesenta comenzaron a cuestionar algunos de los
principios establecidos sobre las leyes de condicionamiento clásico y operante (e.g. la relación de contigüidad entre
EC y EI). No es que se considerase que la investigación sobre aprendizaje fuese irrelevante, sino que debía dejarse
de lado la investigación animal y comenzar la investigación con humanos, examinando los mediadores cognitivos del
aprendizaje.
El argumento era que el aprendizaje humano no es automático y directo, sino mediado por variables verbales y
cognitivas, de esta forma, constructos como conciencia, atención, expectativas o atribuciones, se consideraban
necesarios para el aprendizaje. Puesto que los paradigmas de aprendizaje animal negaban o imposibilitaban el
estudio de estos constructos, los modelos de condicionamiento debían sustituirse por propuestas cognitivas. Así
mismo, los mecanismos específicos que se habían supuesto como responsables de la eficacia de algunas técnicas
son puestos en entredicho (e.g. el principio de inhibición recíproca en la DS). Por otro lado, la dificultad de controlar
todas las variables ambientales del cliente hacían difícil la generalización de los cambios en la sesión terapéutica. De
esta forma, se empieza a vislumbrar que el enfoque clínico característico de la primera generación de TC resulta
reduccionista y poco ajustado a la complejidad humana, y a una de sus características esenciales, su capacidad
simbólica y racional.
2. La insatisfacción con los resultados de las técnicas más conductuales de la primera generación (control de
contingencias, exposición y DS), al aplicarse a problemas de afecto negativo, como la depresión (Rachman, 1997).
Los resultados de estas aplicaciones claramente no alcanzaban el éxito que obtenían en las intervenciones en
trastornos de ansiedad, probablemente porque el proceso de construcción terapéutica en el caso de los trastornos
de ansiedad (del laboratorio a la clínica) había sido el inverso al que se estaba aplicando en el caso de los trastornos
afectivos (del trastorno al laboratorio).
3. El conductismo mediacional había dado ya cabida a aspectos de tipo cognitivo, aunque conceptualizados desde 4
un modelo diferente al que tomarán los posteriores desarrollos cognitivos. El enfoque cognitivo que adopta el
neoconductismo mediacional puede considerarse un desarrollo del modelo S-O-R de Woodworth (1938), en el que
“O” se interpreta en términos cognitivos, además, asume el llamado conductismo covariante de Homme (1965),
quien señala que un estímulo puede provocar dos respuestas distintas, una abierta y otra encubierta, estas
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respuestas covarían entre ellas, de modo que los contenidos mentales tendrían una relación de contingencia en
relación a estímulos y conductas abiertas. Sin embargo, las terapias cognitivas en su primera época serán influidas
básicamente por el modelo del procesamiento de la información (Ruíz, 1989).
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A pesar de estos rasgos comunes, las terapias cognitivas son diversas, tienen orígenes dispares y carecen de un
marco teórico unificador que les otorgue cohesión como modelo teórico general. No obstante, aunque existen
diferencias epistemológicas y técnicas, es frecuente que no se diferencie entre ellas (Meichenbaum, 1977; Caro,
1995; Caro,1997a y b) siendo recogidas frecuentemente dentro de un mismo grupo, designado como técnicas o
terapias cognitivo conductuales (Meichenbaum, 1995a). Esta denominación común hace referencia a la praxis de la
terapia cognitiva en general, sin tener en cuenta consideraciones conceptuales, donde realmente se asientan las
diferencias entre ellas.
Una de las clasificaciones más conocidas de las terapias cognitivas es la Mahoney y Arnkoff de 1978, a pesar de los
años sigue teniendo utilidad y vigencia. La división propuesta por estos autores fue la siguiente:
a) Técnicas de reestructuración cognitiva: están centradas en la identificación y cambio de las cogniciones (creencias
irracionales, pensamientos distorsionados o autoverbalizaciones negativas) que están determinando o manteniendo
el problema. Los modelos de reestructuración cognitiva se centran en el significado, analizan la racionalidad de los
pensamientos o creencias y enseñan al paciente a pensar de manera correcta, atacando los errores o distorsiones
que pueden estar produciéndose en el procesamiento de la información. En esta categoría se incluyen: la Terapia
Racional Emotiva de Ellis (1962) y la Terapia Cognitiva de Beck (Beck, Rush, Shaw y Emery, 1979), las cuales
constituyen sus ejemplos más genuinos; además, Mahoney y Arnkoff (1978) incluyen en esta categoría la
Reestructuración Racional Sistemática de Goldfried, Decented y Weinberg (1974) y, quizá con poco acierto, el
Entrenamiento en Autoinstrucciones de Meichenbaum y Goodman (1971).
Hay que señalar en este punto que tanto A.T. Beck como A. Ellis son, aún a día de hoy, los terapeutas más
emblemáticos de la orientación cognitiva, siendo el punto de referencia para gran parte de las intervenciones que
tienen lugar bajo ese rótulo. Ambos autores partieron de una formación dinámica que se les quedó limitada en su
quehacer clínico habitual. Beck, reconociendo la utilidad de la Terapia de Conducta, llevó a cabo diversas
investigaciones que le permitieron evidenciar la existencia de pautas cognitivas negativistas, lo que le llevó a
formular su modelo de depresión y, en consonancia con él, su Terapia Cognitiva para la depresión (Beck, 1963 y
1964). La terapia cognitiva de Beck es un tratamiento estructurado y pautado que incluye diversas técnicas propias
de la Terapia de Conducta y un modus operandi muy similar, por lo que es plenamente reconocido y aceptado.
También Ellis realiza un acercamiento similar, aunque menos sistematizado y no centrado en un tema de la
relevancia de la depresión, lo cual, quizá le ha conferido menor notoriedad e influencia en comparación Beck. Ellis al
igual que Beck, incluye en su terapia procedimientos conductuales. A este respecto resulta curioso cómo cuando la
etiqueta cognitiva le quita protagonismo al rótulo conductual, Ellis, en sentido inverso, comenzó a rotular su terapia
como Terapia Racional Emotivo-Conductual (Lega, Caballo y Ellis, 1997).
c. Técnicas de solución de problemas: dirigidas a corregir el modo en que la persona aborda los problemas,
facilitándole un método sistemático para resolver este tipo de situaciones. En este grupo se incluyen: la Terapia de
Solución de Problemas de D’Zurilla y Golfried (1971), posteriormente renombrada como Terapia de Solución de
Problemas Sociales (D’Zurilla y Nezu, 1982), la Terapia de Solución de Problemas Interpersonales de Spivack y Shure
(1974) y la Ciencia Personal de Mahoney (1974). A lo largo de los años el panorama de la terapia cognitiva se ha ido
mostrando como un espectro cada vez más heterogéneo y amplio, siendo muchas las influencias teóricas que han
servido para el desarrollo de los distintos enfoques cognitivos (Ruíz, 1993). Resulta pues obvio que la clasificación
que se acaba de exponer ha sido superada por nuevas propuestas que han tratado de atender, tanto a los enfoques
cognitivos clásicos, como a los nuevos desarrollos cognitivos procedentes de un enfoque epistemológico
constructivista (Reda y Mahoney, 1984; Mahoney y Gabriel, 1987).
DEFINICIÓN DE TERAPIA
COGNITIVO CONDUCTUAL Y
CARACTERÍSTICAS ACTUALES.
Teniendo en cuenta todos los aspectos que se ha ido comentado hasta aquí, no resulta
sorprendente encontrar dificultad en la propuesta de una definición de Terapia
Cognitivo Conductual que cuente con pleno acuerdo, esta tarea nunca ha sido fácil y
probablemente hoy resulte aún más difícil. Cuando la Terapia de Conducta surgió
formalmente había un consenso que se centraba en los aspectos comunes a todas las
posiciones. Hoy es difícil detectar los restos de ese enfoque unitario (Kazdin, 1991), sin
embargo, más que verlo como un problema no deja de ser una oportunidad de
enriquecimiento. Dada esta situación, puede ser más adecuado caracterizar o definir la
Terapia Cognitivo Conductual por lo que se consideran sus fundamentos teóricos y por
las características que comparten las intervenciones que se hacen desde ahí, pues es
difícil que una definición, que no sea excesivamente extensa, pueda abarcar todos los
aspectos significativos de esta disciplina, quedándonos entonces en propuestas muy
generales como con la que iniciábamos el capítulo.
renacido interés, más débil que nunca. Mucho de lo que ocurre en TCC
está poco relacionado con las recientes aportaciones de la psicología del
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- Las técnicas y procedimientos utilizados en TCC - Desde el punto de vista metodológico se considera
cuentan en una buena parte con base científica y característica fundamental la utilización de la metodología
experimental, sin embargo, también una porción experimental, o de forma más precisa, de un enfoque
importante de los procedimientos utilizados surgen de empírico que se aplica a lo largo de todo el proceso, en la
la experiencia clínica (reestructuración cognitiva, evaluación y explicación de la conducta del sujeto, en el
hipnosis, relajación, técnicas paradójicas, etc.). diseño de la intervención y en la valoración de sus
resultados.
- El objeto del tratamiento es la conducta, y sus
procesos subyacentes, en sus distintos niveles - Hay una estrecha relación entre evaluación y tratamiento,
(conductual, cognitivo, fisiológico y emocional), que se extiende a lo largo de toda la intervención, dándose
considerada como actividad susceptible de medición y entre ambas una constante y mutua interdependencia, que
evaluación (aunque sea indirectamente), en la que se hace difícil su distinción como fases diferentes. No obstante
incluyen tanto los aspectos manifiestos como los son numerosas las intervenciones que se plantean en la
encubiertos. actualidad a partir de criterios diagnósticos tradicionales y
mediante protocolos estandarizados de actuación. Este
- La conducta se conceptualiza como proceder es fruto del conocimiento que ha ido adquiriendo
básicamente aprendida, es decir, fruto de los acerca de los factores implicados en la génesis y
mantenimiento de algunos problemas de comportamiento,
diversos factores que han operado en la
y en la eficacia que ciertas intervenciones estandarizadas
historia del sujeto, sin ignorar la influencia de han mostrado en el tratamiento de determinados cuadros
factores biológicos o sociales. Sin embargo la psicopatológicos.
referencia a los clásicos modelos de
aprendizaje puede resultar restrictiva o - La TCC tiene especial interés en la evaluación de la
eficacia de las intervenciones, aspecto que procede del
insuficiente, aceptándose modelos causales enfoque empírico que tiñe todo lo referente a la evaluación
multivariados desde los que se pueden y tratamiento. Dicha eficacia se establece
establecerse intrincadas relaciones funcionales experimentalmente valorando los cambios producidos en
que superan el modelo tradicional E-O-R-C la conducta tratada, considerando cambios a corto y largo
plazo, así como su generalización al ambiente habitual del
(Haynes, 1995).
sujeto. - El tratamiento conductual ha sido y es
eminentemente activo. Implicando la realización de 8
- El objetivo de la intervención es el cambio actividades por parte del interesado en su medio ambiente
conductual, cognitivo y emocional modificando natural.
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BIBLIOGRAFÍA
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