Tema 1 CIVIL IV 2024 El contrato
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LECCIÓN 1ª EL CONTRATO
El Código civil no define qué sea un contrato. El art. 1254, primero de los artículos
del Título II del Libro IV dedicado a la teoría general del contrato, señala que «El
contrato existe desde que una o varias personas consienten en obligarse, respecto
de otra u otras, a dar alguna cosa o prestar algún servicio». Por su parte, el
importante art. 1261 señala solamente sus requisitos o elementos esenciales: «No
hay contrato sino cuando concurren los requisitos siguientes: 1º Consentimiento
de los contratantes. 2º Objeto cierto que sea materia del contrato. 3º Causa de la
obligación que se establezca».
Por su parte, el art. 1091 CC dispone que «Las obligaciones que nacen de los
contratos tienen fuerza de ley entre las partes contratantes, y deben cumplirse al
tenor de los mismos». Esto significa que las partes contractuales están obligadas a
Sobre la diferencia entre «pactos», «cláusulas» y «condiciones»: REVERTE, en Albaladejo (dir.), Comentarios al
Código civil y Compilaciones Forales, t. XVII, vol. 1-A, Madrid (1993: sub art. 1255). Pacto sería «el acuerdo de
voluntades sobre partes determinadas de la regulación contractual». El término condición no se utiliza en sentido
técnico, sino para significar cualquier mecanismo de determinación del contenido contractual. Cláusula, en
sentido estricto, se refiere también a una parte de la regulación contractual, que consta documentalmente.
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Evolución del contrato: la crisis del modelo liberal del Código Civil.
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Fundamentos del Derecho civil patrimonial, Vol. I, 6.ª ed., Civitas, Madrid, 2009, p. 162.
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Pero ello era también equivocado. Ante todo, porque existen muchas situaciones
de monopolio en que hay un único oferente, que fija unilateralmente los precios.
Lo mismo, aunque no tan exagerado, en las situaciones de oligopolio (p. ej.,
energía, televisión, etc.).
Por otra parte, se han producido enormes adelantos técnicos que permiten la
fabricación y la venta masiva de productos. En estos casos, los empresarios, por
exigencias de organización y de reducción de costes, fijan de antemano el precio y
las condiciones del contrato sin posibilidad de discusión por el adquirente de
bienes o servicios; el consumidor puede aceptar o rechazar el contrato, pero no
discutir su contenido; son los llamados «contratos de adhesión» (ej., comprar en
un gran supermercado; depósitos bancarios). Con frecuencia las cláusulas del
contrato están fijadas previamente por escrito en formularios: hablamos entonces
de «condiciones generales» (ejs., seguros, contratos bancarios). A esto modo de
contratar se le llama contratación en masa.
¿Cuáles han sido las soluciones legislativas a estos problemas? La principal ha sido
la fuerte intervención estatal en la regulación de muchas actividades económicas
(seguros, electricidad, etc.). También la defensa en la medida de lo posible de la
transparencia y competencia en el mercado a través de la Ley de Defensa de la
Competencia, la Ley de Competencia Desleal y Ley General de Publicidad (que se
estudia en Derecho Mercantil).
Desde el punto de vista del contrato civil, destaca la legislación para la protección
de los consumidores y usuarios: el TR Ley General para la Defensa de los
Consumidores y Usuarios y la Ley de Condiciones Generales de la Contratación
especialmente (lección 8ª).
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a) Unilaterales y bilaterales.
Pero se dice que un contrato es unilateral cuando genera obligaciones solo para
una de las partes. Pero lo más frecuente es que los contratos sean fuente de
obligaciones para las dos partes contratantes: bilaterales. En muchos de esos
contratos bilaterales la prestación principal de cada parte se corresponde
recíprocamente: por eso el CC los llama obligaciones recíprocas, y la doctrina,
sinalagmáticos.
La regla general del Código Civil es que los contratos se perfeccionan por el mero
acuerdo de voluntades, cualquiera que sea la forma en la que se celebren (art.
1278), por lo que se dice que son «consensuales». Sin embargo, por excepción, la
ley hace depender la validez de ciertos contratos del cumplimiento de
determinadas formalidades, sin las cuales dicho contrato será nulo (donación de
bienes inmuebles, capitulaciones matrimoniales, etc.); decimos entonces que el
contrato es solemne o «formal» (aunque, en sentido estricto, todo contrato tiene
alguna forma).
Por otro lado, desde el Derecho romano se habla de contratos reales para
referirse a aquellos contratos que se perfeccionan con la entrega de la cosa objeto
del mismo, no bastando el mero consentimiento como: el depósito (art. 1758 CC),
los contratos de préstamo, tanto el mutuo como el comodato (art. 1740 CC), y el
contrato de prenda (art. 1863 CC).
El criterio general del Código es contrario a esa categoría, y por ello el art. 1258
señala que los contratos se perfeccionan por el mero consentimiento, inciso que
parece excluir con carácter general, la categoría de los contratos reales. Sin
embargo, el Código, cuando define esos contratos arriba mencionados (depósito,
préstamos y prenda), parece recoger y aceptar la categoría de los contratos
reales.
©Martín García-Ripoll Montijano 6
Con todo, esta clasificación es hoy día discutida por la doctrina, y progresivamente
se va abandonando; se entiende que estos contratos se perfeccionan por el mero
consentimiento, sin perjuicio de que la entrega de la cosa pueda funcionar como
presupuesto fáctico para que los mismos puedan producir algunos de sus efectos
más característicos, como la custodia y la restitución en el contrato de despósito.
Esta concepción más moderna también ha sido recogida en la jurisprudencia; por
ejemplo, la STS de 26 marzo 2007 (RJ 2007, 2343) y la STS (Pleno) de 10 julio 2020
para préstamos bancarios. Por eso, estos contratos serían válidos y vincularían
desde que hubiera acuerdo de voluntades (p. ej., una empresa depositaria se
compromete a guardar en el puerto de Cartagena durante 10 días para la empresa
Iberdrola los materiales que lleguen de Génova la semana que viene).
c) Onerosos y gratuitos.
d) Típicos y atípicos.
Se llaman típicos, aquellos contratos que tienen una regulación legal propia; estos,
por tanto, son siempre nominados. Los que carecen de regulación legal se llaman
atípicos, pudiendo ser a su vez innominados o no (ej. de nominado atípico:
arrendamiento financiero o leasing, que se nombra en distintas disposiciones, pero
no se regula).
Los contratos atípicos son válidos porque en virtud del principio de autonomía de
la voluntad, los contratantes pueden establecer los pactos, cláusulas y condiciones
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que tenga por conveniente (art. 1255) y eso incluye no solo pactar cláusulas no
previstas en las leyes sino también todo un contrato no regulado legalmente.
Muchos de los atípicos tienen lo que se llama una tipicidad social, es decir, que a
base de repetirlos han adquirido una denominación propia, y una estructura que
en general se repite (así, el hospedaje, corretaje, factoring, solar a cambio de obra,
muchos de los bancarios, etc.).
Es importante no confundir los contratos mixtos con los que se llaman conexos o
coligados, en los que cada uno conserva su individualidad, pero cuyas
prestaciones se quieren y pactan conjuntamente. El problema en este caso es
saber si puede subsistir uno de los contratos sin el otro (p. ej., crédito al consumo;
fianza).
En otras ocasiones las leyes prevén el deber de ciertos sujetos de contratar, si bien
pueden cumplir o no el mandato legal, y si lo incumplen no se constituye la relación
contractual, sin perjuicio de las responsabilidades que de ello se deriven. En estos
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casos, opina ALBALADEJO, estamos ante verdaderos contratos. Así sucede en el ámbito
del seguro obligatorio de los automóviles.
En todos estos casos seguimos estando ante normas de Derecho privado, que
regula las relaciones entre particulares, o entre estos y la Administración en
posición de igualdad (como el matrimonio sigue siendo Derecho privado aunque su
regulación es en parte imperativa).
Elementos esenciales serían aquellos sin los cuales el contrato no puede existir, o
no sería válido. Como son esenciales, las partes no pueden válidamente excluirlos;
tal pacto sería nulo. Naturales, son los elementos que la ley contempla como
contenido natural o legal del contrato y, por tanto, concurren salvo que mediante
pacto, las partes los hayan excluido.
Accidentales, los que se introducen en el contrato por voluntad de las partes para
alterar, limitar o condicionar los efectos normales del contrato (condición,
término). Vamos a referirnos aquí a los llamados requisitos o elementos
esenciales.
Según el art. 1261 CC, «No hay contrato sino cuando concurren los requisitos
siguientes: 1º Consentimiento de los contratantes. 2º Objeto cierto que sea
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