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1. Tema 4 El ser humano 24-25

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4.

EL SER HUMANO: CUERPO, ALMA Y MENTE

Leonardo da Vinci: “El hombre de Vitrubio”

"Es toda una experiencia vivir con miedo, ¿verdad? Eso es lo que significa ser esclavo.
Yo he visto cosas que vosotros no creeríais. Atacar naves en llamas más allá de Orión. He visto
Rayos-C brillar en la oscuridad cerca de la Puerta de Tannhäuser. Todos esos momentos se perderán en el
tiempo como lágrimas en la lluvia. Es hora de morir."
Expresión pronunciada por Roy Baty (un androide) -en la película “Blade Runner” (inspirada en la novela de
Philiphs K. Dick: ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?)

1. PRINCIPALES POSICIONES
Se suelen agrupar las principales antropologías en dos grandes líneas teóricas: los monismos,
mayoritariamente de corte materialista, y los dualismos que suelen tener un carácter espiritualista o idealista.
Los dualismos conciben al ser humano como un compuesto de dos sustancias cualitativamente
distintas, “cuerpo" y “alma" o “cuerpo" y “espíritu". Los dualismos se basan todos en afirmar que el
"cerebro" y la "mente", o el "cuerpo" y el "alma" en su versión más clásica, son dos sustancias diferentes y
independientes que producen también fenómenos distintos -una de ellas fenómenos biológicos y la otra
mentales- y que tienen entre sí algún tipo de interacción y correlación. En lo que varían unos dualismos de
otros es a la hora de establecer las relaciones entre esas dos sustancias distintas, con diferencias que van
desde la autonomía e independencia total de cada una de ellas hasta la afirmación de su interacción continua.
Los monismos afirman que el ser humano es una única realidad, casi siempre de carácter material, y
suelen referirse al problema utilizando la expresión “mente" y “cerebro" o “mente" y “cuerpo".

2. LOS PENSADORES GRIEGOS


Para los griegos, el ser humano se componía de cuerpo y alma, de tal manera que el alma es lo que
da “vida humana” (anima) al cuerpo, el cual sin ese alma no sería más que un autómata (en lenguaje actual,
un robot o un zombi). Además, el alma –parte no material del ser humano- sería eterna, frente al cuerpo, que
sería corruptible. Los griegos en general admitían la existencia del “Reino de los muertos” (el reino de
Hades). De hecho, el destino del alma humana tras la muerte era penetrar en el reino de Hades, en el mundo
de los muertos, tras atravesar los ríos infernales en la barca de Caronte, el barquero, y llegar a los “Campos
Elíseos”; pero para ello habría que practicar al difunto los ritos sagrados debidos, pues en caso contrario el
alma no descansaría y se dedicaría a molestar a los parientes.

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2.1. PLATÓN: EL DUALISMO ALMA-CUERPO
Platón considera al ser humano un compuesto de dos elementos completamente distintos, el alma y el
cuerpo, pero en su obra se ocupa casi exclusivamente del alma. Al cuerpo le da poca importancia presentándolo
siempre con connotaciones negativas, como prisión material del alma de la que ésta aspira a librarse [“El cuerpo
es la cárcel del alma”], siguiendo las doctrinas del orfismo y del pitagorismo. Para Platón el ser humano es un
alma espiritual y eterna (no sólo en el sentido de que no va a morir, sino también en el sentido de que vive
desde siempre, no ha sido creada y no puede ser destruida) encerrada, encarcelada en un cuerpo. El auténtico
y genuino yo del ser humano es el alma, y su destino la sabiduría; el cuerpo no es más que su cárcel, su
sepulcro, y un obstáculo que le impide dedicarse a su verdadero destino. El alma, en cambio, es afín a las
ideas, pertenece al ámbito de las ideas que es otro mundo existente que sirve de modelo para el mundo físico, al
que se siente impulsada por su propia naturaleza, mientras que el cuerpo pertenece al mundo de los seres físicos.
De esta forma, al igual que las ideas, el alma -racional- ha de ser inmaterial e inmortal. Así nos lo expone Platón
en su obra Fedón:

“- Contesta, pues –prosiguió Sócrates-, ¿qué debe producirse en un cuerpo para que tenga vida?
- Un alma – contestó-.
- ¿Y esto es siempre así?
- Cómo no va a serlo –dijo Cebes-.
- Entonces, ¿el alma siempre trae la vida a aquello que ocupa?
- La trae, ciertamente.
- ¿Y hay algo contrario a la vida o no hay nada?
- Lo hay –contestó Cebes-.
- ¿Qué?
- La muerte.
- ¿Luego el alma nunca admitirá lo contrario a lo que trae consigo, según se ha reconocido
anteriormente?
- Sin duda alguna –dijo Cebes-.
- Y a lo que no admite la muerte, ¿cómo lo llamaremos?
- Eterno.
- Luego el alma es algo eterno.
- Sí.”
PLATÓN: Fedón, 105.

El tema del alma lo trata Platón de manera dispersa en varios de sus diálogos, como sucede con todos
sus temas fundamentales. En el diálogo Fedro lo desarrolla a través de un mito: el del carro alado. Platón
distingue tres tipos de almas -concupiscible, irascible y racional- que, en cierto modo, luchan entre sí y
representan distintos aspectos de las actividades psicológicas del hombre: los apetitos, las pasiones y la razón:
 En los apetitos -alma concupiscible- residen los deseos irracionales y la búsqueda de los placeres.
 La pasión -alma irascible- se vincula a la voluntad, el coraje o fuerza, que a veces cede a las exigencias
del apetito, pero que puede convertirse en aliada de la razón.
 A la razón -alma racional- le corresponde controlar y ordenar los apetitos y las pasiones. Guarda relación
con lo que hay de inteligible en el ser humano y, por tanto, con el conocimiento de las ideas.
El alma racional es anterior a la existencia “terrenal” del ser humano, al que constituye cuando, por sus
vicisitudes en otra vida, viene a caer en un cuerpo terrestre. La unión entre alma y cuerpo es accidental y sólo por
algún tiempo. Más aún, no es sólo accidental, sino que puede caracterizarse como antinatural, ya que el lugar
propio del alma es, como decíamos, el Mundo de las Ideas y su actividad más propia es la contemplación de
éstas.
Mientras permanece unida al cuerpo, la tarea fundamental del alma es la de purificarse, prepararse para
la contemplación de las ideas. La noción de purificación supone que el alma se encuentra en estado de impureza.
Estas impurezas vienen precisamente de la influencia del cuerpo, de sus exigencias y necesidades, que tratan de
imponerse tiránicamente al alma impidiéndole el ejercicio del conocimiento intelectual.
La vida que lleve el ser humano en este mundo influirá en el destino posterior de su alma. Esta es
inmortal y su atadura al cuerpo le impide vivir una vida feliz. Sufre reencarnaciones sucesivas y sólo dejará de

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reencarnarse cuando su contemplación del Mundo de las Ideas, de la verdadera realidad, la libere de la materia,
equiparándola a los dioses.
Platón utiliza varios argumentos para demostrar la inmortalidad del alma, para demostrar que sigue
existiendo el alma cuando el ser humano ha muerto, y que sigue teniendo capacidad de conocer -
entendimiento-, y de obrar. El más importante y, posiblemente, el más repetido por otros pensadores a lo
largo de la historia, es el de la simplicidad. Sólo se pueden disolver -y la muerte es disolución-, aquellas
cosas que por naturaleza son compuestas, dado que sus elementos se pueden disgregar de la misma forma
que se compusieron. Lo simple, no se puede disgregar y se encuentra siempre en el mismo estado, sin estar
sometido a cambios. Y simple es el alma humana que es indisoluble, eterna, mientras que el cuerpo es
compuesto, está en continuo cambio, se descompone y desaparece con la muerte. Así nos lo expone en su
obra Fedón:

“- Conviene que nos preguntemos –dijo Sócrates- a qué clase de cosa le corresponde sufrir ese
proceso, el descomponerse […] y a qué otra no. Y después de esto, examinaremos de cuál de las dos es el
alma. Y según eso habrá que estar confiado o sentir temor acerca del alma nuestra […] ¿Le corresponde,
por tanto, a lo que se ha compuesto y a lo que es compuesto por su naturaleza sufrir eso, descomponerse del
mismo modo como se compuso? Y si hay algo que es simple, sólo a eso no le toca experimentar ese proceso,
si es que le toca algo.
-Me parece a mí que es así –dijo Cebes-.
- ¿Precisamente las cosas que son siempre del mismo modo y se encuentran en iguales condiciones,
éstas es extraordinariamente probable que sean las simples, mientras que las que están en condiciones
diversas y en diversas formas, ésas serán compuestas?
- A mí al menos así me lo parece.” PLATÓN: Fedón, 78.

2.2. EL SER HUMANO SEGÚN ARISTÓTELES


ARISTÓTELES considera al igual que Platón que el ser humano se compone de cuerpo y alma.
Pero su valoración respecto al cuerpo y a la relación cuerpo-alma es muy diferente a la de Platón. La
concepción que tiene Aristóteles del alma humana es una aplicación del hilemorfismo (doctrina según la cual
todo se compone de materia y de forma). Según esto, en el ser humano cabe hablar del cuerpo como materia y
del alma como forma. En todos los seres humanos la materia es común y el alma es lo que determina el ser. En
su libro De Anima da la siguiente definición: "el alma es la forma de un cuerpo que tiene en potencia la vida".
En Aristóteles cuerpo y alma constituyen una unión sustancial, entendida en el sentido de que no son
dos aspectos del ser humano que aparezcan juntos accidentalmente ni tampoco dos aspectos que puedan tener
orígenes separados.
Aristóteles sostiene que el ser humano al nacer es como una tabla en blanco, nada "trae" de antes.
Aristóteles distingue tres tipos de alma:

1) El alma vegetativa, que está presente en vegetales, animales y seres humanos.


2) El alma sensitiva, que está presente en animales y seres humanos.
3) El alma racional, que está presente sólo en los seres humanos.

Las dos primeras son perecederas y la racional es la única inmortal pero no de forma individual.

3. EL DUALISMO DE DESCARTES
Saltamos al s. XVII para encontrarnos con otro de los grandes pensadores dualistas, René Descartes.
El pensamiento de Descartes sobre el ser humano posee también gran importancia, ya que la mayor parte de
la antropología y psicología de los siglos XVII y XVIII han estado influidas por su dualismo.
Descartes, padre de la filosofía moderna, intenta construir una filosofía en la que no quepa el error, y
para ello, tomando como modelo lo que ocurre en las matemáticas, propone partir de enunciados evidentes y,
apoyándose en ellos, razonar con una lógica total.

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A la hora de señalar cuáles son esos enunciados evidentes sólo encuentra uno que merezca de verdad
ese nombre: el yo existo pensando (cogito ergo sum).
Pero el "yo", el sujeto de la evidencia de la que intenta partir Descartes, es un "yo" sólo pensamiento,
un "yo" sin cuerpo, sin materia, hasta el punto que necesita demostrar que el ser humano, además de ser un
"yo", tiene cuerpo.
Y, al demostrarlo, establece una distancia insalvable entre el "yo" pensamiento, sustancia pensante,
de naturaleza espiritual, y el "yo" cuerpo, sustancia material, de naturaleza extensa. Esta radical separación
entre el alma y el cuerpo ha tenido consecuencias para las ciencias humanas en el mundo moderno, sobre
todo por su visión del cuerpo como una "sustancia extensa", como una realidad comprensible y explicable
sólo geométrica y mecánicamente, como una máquina.
El ser humano es el resultado de la unión de dos sustancias: la sustancia pensante finita –el alma- y
la sustancia extensa o material -el cuerpo-.
La presencia del alma racional establece la diferencia radical entre el ser humano y las bestias. La
unión entre el alma y el cuerpo, que hace posible la acción mutua del uno sobre la otra se verifica en el
cerebro y precisamente en la glándula pineal, única parte del cerebro que no es doble-es simple, no tiene
partes- y puede, por tanto, unificar las sensaciones que provienen de los órganos de los sentidos, que son
todos dobles. El cerebro humano es la base biológica, neurológica, en la que se "asientan" las funciones
mentales (percibir, pensar, desear etc.), pero en última instancia es la mente la que controla al cerebro.
Los seres vivos son “máquinas”, el universo en su conjunto es una gran “máquina. Todo en el mundo
material funciona mecánicamente y de un modo necesario (mecanicismo y determinismo). No es el caso del
ser humano, que gracias a que posee alma, su yo pensante, pertenece también al “reino de la libertad”, lo
opuesto a la necesidad.
El dualismo antropológico cartesiano está expuesto, sobre todo, en sus obras El Discurso del Método
y Tratado de las pasiones:
“Conviene saber que, aunque el alma está unida a todo el cuerpo, hay sin embargo una parte en la que ella
ejerce sus funciones más especialmente que en todas las demás; es opinión común que esta parte es el
cerebro, o quizás el corazón: el cerebro, debido a que él remiten los órganos de los sentidos; el corazón,
debido a que parece que en él sentimos las pasiones. Pero examinando el tema con cuidado, me parece
haber reconocido con evidencia que la parte del cuerpo en la que el alma ejerce de modo inmediato sus
funciones no es en absoluto el corazón, ni siquiera todo el cerebro, sino únicamente la más interna de sus
partes, que es una muy pequeña glándula, situada en el centro de su sustancia y de tal modo suspendida por
encima del conducto por el que los espíritus de sus cavidades anteriores se comunican con los de los
posteriores, que los más mínimos movimientos que se dan en ella pueden cambiar el curso de estos espíritus
y, recíprocamente, los menores cambios que afectan al curso de los espíritus tienen poder para cambiar los
movimientos de esta glándula.”
DESCARTES: Tratado de las pasiones del alma, artículo 31.

Los planteamientos de Descartes se consideran el fundamento más claro de las concepciones del ser
humano desde el modelo cibernético y desde el conductismo.
El conductismo es una doctrina de psicología del siglo XX que considera que el ser humano es un
organismo que funciona exclusivamente mediante el mecanismo de estímulo-respuesta, de un modo
mecánico. Por ello, si asociamos -por condicionamiento- un estímulo con una respuesta conseguimos un
comportamiento determinado.
Con respecto al modelo cibernético, este se basa en el modelo de los ordenadores y, por tanto, de los
robots. Es decir, si “eliminamos” el alma, tan solo somos una máquina.

4. EL SER HUMANO SEGÚN TOMÁS DE AQUINO


Tomás de Aquino es, ante todo, un teólogo cristiano. Por tanto, siempre tiene como punto de partida
las Sagradas Escrituras: el ser humano es el protagonista de la Creación, protagonista creado a imagen y
semejanza del Dios cristiano. Ahora bien, la visión del ser humano que posee Tomás de Aquino también está
basada en Aristóteles, sobre todo en su terminología, aunque modificada profundamente como consecuencia
de su fe cristiana. Siguiendo a Aristóteles, afirma que el ser humano es una unidad sustancial. El cuerpo y el
alma no son dos sustancias diferentes unidas, sino que constituyen una sola realidad, una única sustancia. El
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cuerpo es la “materia” de la sustancia hombre y el alma, la “forma”. “El principio de la actividad del
pensamiento, el alma racional, es la forma esencial del cuerpo humano”.
Tomás de Aquino explica el origen del alma humana diciendo que es única pero a la vez vegetativa,
sensitiva y racional o intelectiva. Esa única alma existe ya en el embrión “primeramente como nutritiva,
después como sensitiva y, por último, como intelectiva”. Según Tomás de Aquino, lo que sucede es que en el
embrión hay al principio, y por “la virtud del semen”, un alma vegetativa, que se corrompe, siendo sustituida
por un alma sensitiva, que a su vez se corrompe al crear Dios e infundir el alma intelectiva.
Sin embargo, en cuanto que el cuerpo es materia y el alma forma, existe entre el cuerpo y el alma una
independencia, aunque sin llegar a esa tajante antítesis que –incomprensible en el siglo XIII- formulará más
adelante Descartes y se hará tan habitual en los siglos posteriores. Al ser el alma independiente del cuerpo,
no puede ser aniquilada con éste, y en tanto que forma pura, no puede tampoco ser destruida en sí misma. El
alma puede existir con independencia del cuerpo, cosa que ocurre cuando el ser humano muere, pues el alma
humana es inmortal a título individual, a diferencia de lo planteado al respecto por Aristóteles.

5. EL SER HUMANO EN EL PENSAMIENTO ORIENTAL

Desde finales del siglo XIX pero, sobre todo, en la actualidad del mundo globalizado, en
nuestra civilización occidental conviven planteamientos surgidos en el seno de nuestra propia
tradición occidental con otros planteamientos que provienen del lejano Oriente y, más exactamente,
de planteamientos de origen religioso como el budismo o el hinduismo.
Según este planteamiento, el ser humano es energía, con una concreción física o material
(además de otros cuerpos energéticos), que se expresa en una frecuencia vibratoria determinada.
Una de las manifestaciones de este “prana” o energía primordial es la respiración, una de las formas
por las cuales podemos absorber “prana” dentro de nosotros.
Así, según esta concepción del ser humano nos encontramos:

A- Los chakras o centros energéticos:

Los chakras son centros energéticos -no físicos- que se extienden en forma de remolinos por
el campo energético que rodea el cuerpo físico. La palabra sánscrita chakra significa ‘rueda’ o
‘círculo’.
Según el hinduismo y algunas culturas asiáticas, los chakras principales son siete centros de
energía situados a distintas alturas de nuestro cuerpo físico.

B- Los nadis o canales energéticos:

Los nadis son una especie de canales energéticos o arterias intangibles. Su función consisteen
conducir el “prana” o energía vital a través del sistema energético no material que tenemos los
seres humanos. Hay catorce canales energético , siendo los más importantes 3 de ellos (“sushumna”,
“ida” y “pingala”). Estos tres canale s circulan a través o alrededor de la columna, en cuanto a su
ubicación, aunque no son canales físicos o materiales sino energéticos.

C- El cuerpo físico y las “capas” o envolturas:

El ser humano se desenvuelve en tres planos o niveles: el plano físico, el plano de la energía
y el plano mental. Asimismo, tiene cinco capas o envolturas.

6. EL MATERIALISMO MARXISTA
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Para Marx, la personalidad real y prácticamente activa del ser humano es sólo lo que se resuelve en
las relaciones de trabajo en que el ser humano se desenvuelve. Según Marx, “se pueden distinguir los
humanos de los animales, por la conciencia, por la religión, por todo lo que se quiera; pero ellos comenzaron
a distinguirse de los animales cuando comenzaron a producir sus medios de subsistencia, progreso que está
condicionado por su organización física. Al producir sus medios de subsistencia, los humanos producen
indirectamente su vida material” (Ideología alemana). El ser humano es, en cierto modo, el creador de sí
mismo, gracias a su trabajo, en cuanto relación activa con la naturaleza; y es creador no sólo de su existencia
material sino también de su modo de ser o de su existencia específica, como capacidad de expresión o de
realización de sí mismo. Este modo de producción no debe juzgarse sólo en cuanto es la reproducción de la
existencia física de los individuos, sino más aún, en cuanto es un modo determinado de la actividad del
individuo, un modo determinado de manifestar su vida. Tal como manifiestan su vida, así son los individuos.
Así, el ser humano es el resultado de su relación con la naturaleza y de su relación con la sociedad
constituida por el trabajo o la producción de los bienes materiales. Según Marx, la producción y el trabajo no
son un castigo para el ser humano: el trabajo hace al ser humano ser lo que es. En consecuencia, el trabajo es
para Marx la única manifestación de la libertad humana, es decir, de la capacidad humana de crear su propia
forma de existencia. Atrás quedan las dualidades cuerpo-alma, materia-espíritu, el más allá frente al más acá
(“La religión es el opio del pueblo”).

Los fundamentos de la antropología de Marx pueden resumirse de la manera siguiente:


1) No existe una esencia o naturaleza humana en general así como tampoco una dualidad material-no
material.
2) El ser del hombre está siempre condicionado históricamente por las relaciones en que el ser humano
interviene con los demás y con la naturaleza por las exigencias del trabajo productivo.
3) Estas relaciones condicionan al individuo, esto es, a la persona humana existente, pero a su vez, los
individuos lo condicionan promoviendo su transformación o desarrollo.
4) El individuo humano es un ente social. Es, en definitiva, el producto y productor de las relaciones
sociales.

7. EL SER HUMANO SEGÚN FREUD


Freud considera al ser humano como el resultado de por una parte de los contenidos de su
inconsciente, donde se alojan los instintos reprimidos, de la lucha entre pulsiones de vida y muerte, y como
resultado de lo que su cultura ha hecho de él.
Nuestra vida, nuestros actos y decisiones están marcados por nuestras pulsiones, ya sean de amor
(Eros) o muerte (Thánatos), por nuestros deseos reprimidos o por nuestras experiencias infantiles, todos ellos
inclinaciones y acontecimientos de los que no somos en absoluto conscientes.
Según Freud, nuestra psique está formada por el ello, el yo y el superyó
- El ello es la parte más primitiva de la mente, aquí se agrupan los deseos y experiencias pasadas
inconscientes, que no pueden dejar de serlo sin terapia, aunque afloren a la conciencia a través de sueños,
lapsus, etc.
- El yo es la parte consciente de la mente o, que si no lo es, puede llegar a serlo fácilmente, es decir, los
recuerdos que no reprimimos. Éste se ve obligado a defenderse de las demandas del ello y de las presiones
insoportables del superyó por lo que debe recurrir, inconscientemente, a los mecanismos de defensa que le
permita inhibir sus instintos y soportar la tensión a la que está sometido constantemente (represión, negación,
proyección, etc.).
- El superyó representa la voz de la conciencia generada por la interiorización de la autoridad paterna
(complejo de Edipo) y castiga las infracciones del yo, haciéndole sentirse culpable o deprimido.
La cultura, la civilización, es incómoda, depara malestar. Para Freud, la cultura impone la renuncia a
los instintos, dirigiéndola hacia uno mismo por medio de la conciencia moral, del superyó exigente y cruel.
El hombre moderno se convierte en neurótico porque no puede soportar la cantidad de renuncias que la
sociedad le exige al servicio de sus ideales culturales.
“Es inexacto que el alma humana no haya realizado progreso alguno desde los tiempos más primitivos y
que, en contraposición a los progresos de la ciencia y la técnica, sea hoy la misma que al principio de la
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Historia. Una de las características de nuestra evolución consiste en la transformación paulatina de la
coerción (prohibición) externa en coerción interna por la acción de una especial instancia psíquica del
hombre, del superyó, que va acogiendo la coerción externa entre sus mandamientos.
En todo niño podemos observar el proceso de esta transformación, que es la que hace de él un ser
moral y social. Este robustecimiento del superyó es uno de los factores culturales psicológicos más valiosos.
Aquellos individuos en los cuales ha tenido efecto cesan de ser adversarios de la civilización y se convierten
en sus más firmes substratos. Cuanto mayor sea su número en un sector cultural, más segura se hallará ésta
y antes podrá prescindir de los medios externos de coerción.” Freud, El porvenir de una ilusión.

8. EL MONISMO REDUCCIONISTA: LA CIBERNÉTICA


El monismo materialista más extendido en la actualidad es el monismo reduccionista. Sostiene que el
ser humano es un conjunto de células del mismo nivel de realidad que las células de los demás seres vivos, y
que los procesos psíquicos o mentales se pueden explicar, lo mismo que todos los demás procesos celulares,
desde la física y la química.
Reduce, pues, todos los niveles de realidad al nivel físico -por eso se suele llamar a sus defensores
fisicistas-, y todas las explicaciones de la conducta humana a una serie de procesos físicos y químicos. No
acepta que el sistema nervioso central de los seres humanos sea distinto en su organización y propiedades de
las células neuronales que lo componen.
Insiste en que el cerebro humano es y funciona como una máquina -como ya anticipó Descartes-,
como un ordenador. Es el modelo cibernético aplicado al cerebro humano. Todas las funciones intelectuales,
emocionales y sensitivas, todos los recuerdos y proyectos no son más que reacciones físico-químicas del
sistema nervioso. La sinapsis neuronal es el contacto electroquímico entre las neuronas. Puesto que cada
neurona puede tener entre 1.000 y 10.000 sinapsis y cada ser humano puede contar cien mil millones de
neuronas, las posibilidades del cerebro humano, de la computadora humana, son casi infinitas. Para este tipo
de monismo materialista, no existe más que la máquina cerebral humana con su funcionamiento sináptico.
Todo lo que el ser humano hace se reduce a un sistema de información bioquímica explicable por medio de
procesos físicos y químicos.
José Ferrater Mora, Paul Feyerabend, Paul Churchland y Alan Turing, son algunos de los defensores
de esta teoría. El último de ellos define al ser humano como un “autómata consciente”.
En los próximos años la incorporación de la tecnología "inteligente" a los controles nerviosos podrá
perfeccionarse, abaratarse comercialmente y extenderse a nuevas situaciones.
Estamos ante una nueva modalidad tecnológica en la que la creación de máquinas, típica del Homo
sapiens, una vez más prolonga la acción del hombre en el mundo de la materia, esta vez en su propio
organismo. Poco a poco nos vamos acostumbrando a que esto sea así también en el campo informático, tan
propio de la vida y del psiquismo. ¿Pone en peligro nuestra identidad como personas humanas? Las
investigaciones actuales de la neuroingeniería computacional, con los ejemplos vistos, se mueven en el
terreno de la potenciación de funciones sensomotrices. Con la bioingeniería podremos controlar, cuando
haga falta, la dimensión neurovegetativa y somatosensitiva de nuestra personalidad, en el respeto del bien de
la persona y de sus actos más significativos.
Está por verse hasta qué punto ese control puede incidir sobre las bases neurológicas de nuestro
pensamiento y voluntad, con sus emociones y tendencias, entre las que prima el amor humano y la actitud
personal ante los valores más altos (¿amistad, amor a la ciencia, arte, religiosidad, honestidad moral?).
La parte alta de la persona (el "yo" en su sentido profundo, moral, religioso, sapiencial, personal) no
nace de procesos neurales, aunque sí está condicionada por el dinamismo neurológico.
La neuroingeniería del futuro podrá facilitar el acceso mental a más información y fortificar nuestra
memoria, como en otro sentido ya lo ha hecho la computación, pero no podrá causar el amor, las respuestas
morales o los sentimientos espirituales más elevados y, si se pretende que sí podría hacerlo, entonces es que

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esa parte elevada de la persona es ignorada, o quizá dejaría de estar activada, como puede suceder también
por efecto de drogas y otros atentados al psiquismo de la persona.
Cuando decimos que la tecnología "se maneja", queremos indicar que con la mano, la parte de
nuestro organismo que goza de más grados de libertad de movimiento, disponemos voluntariamente de sus
usos y aplicaciones. La mano, como ya vio Aristóteles, es el instrumento de la racionalidad humana en el
dominio del mundo.
Todo nuestro cuerpo está implicado, en realidad, en la conducta intencional del hombre en el mundo
humano: el cerebro, como procesador de información; el rostro, como órgano de comunicación humana; el
aparato vocal, como instrumento físico del lenguaje; las manos, como órgano de la acción racional sobre las
cosas materiales.
¿Constituyen los “replicantes” de la película Blade Runner un ejemplo extremo del futuro ciber-
humano?

9. EMERGENTISMO

Es la postura de autores como Searle que defiende un dualismo de las propiedades o emergen-
tismo. Estos autores mantienen que la mente surge de los procesos físicos del cerebro, pero las diferen-
cias entre las propiedades de los procesos mentales y las propiedades de los procesos físicos son tan
distintas que podemos hablar de dos realidades diferentes. Esta teoría sería monista en relación a la
sustancia y dualista con respecto a las propiedades.
Los pensadores emergentistas nos dicen que en el principio sólo está el cerebro que no es más
que una serie de conexiones sinápticas y de transferencia de información por medio de intercambios
químicos e impulsos eléctricos, es decir, estamos partiendo de un monismo materialista parecido al
monismo cibernético. Si se quedaran aquí no tendría sentido hablar de una nueva teoría, pero no se
quedan en el simple mecanicismo físico-biológico, si no que van más allá. Los emergentistas dicen que
es cierto que únicamente hay una sustancia la material, pero cuando las interacciones de esa sustancia
llegan a cierto nivel de complejidad como el que se produce el cerebro humano, entonces aparece una
nueva propiedad que surge de la materia pero que tiene características propias que la hacen distinta de
la materia. Podemos decir que de la suma de todas las conexiones sinápticas y transferencias electro-
químicas surge, emerge, la mente como algo específico, por ello decíamos arriba que es una teoría mo-
nista en cuanto a la sustancia pero dualista en cuanto a las propiedades, pues de una sustancia, la mate-
ria, surgen dos propiedades distintas las propiedades de los material y las propiedades de los mental.
Dicho de manera rápida y sencilla podemos decir que la mente es mayor a la suma de las partes que la
crean.

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