1. Tema 4 El ser humano 24-25
1. Tema 4 El ser humano 24-25
1. Tema 4 El ser humano 24-25
"Es toda una experiencia vivir con miedo, ¿verdad? Eso es lo que significa ser esclavo.
Yo he visto cosas que vosotros no creeríais. Atacar naves en llamas más allá de Orión. He visto
Rayos-C brillar en la oscuridad cerca de la Puerta de Tannhäuser. Todos esos momentos se perderán en el
tiempo como lágrimas en la lluvia. Es hora de morir."
Expresión pronunciada por Roy Baty (un androide) -en la película “Blade Runner” (inspirada en la novela de
Philiphs K. Dick: ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?)
1. PRINCIPALES POSICIONES
Se suelen agrupar las principales antropologías en dos grandes líneas teóricas: los monismos,
mayoritariamente de corte materialista, y los dualismos que suelen tener un carácter espiritualista o idealista.
Los dualismos conciben al ser humano como un compuesto de dos sustancias cualitativamente
distintas, “cuerpo" y “alma" o “cuerpo" y “espíritu". Los dualismos se basan todos en afirmar que el
"cerebro" y la "mente", o el "cuerpo" y el "alma" en su versión más clásica, son dos sustancias diferentes y
independientes que producen también fenómenos distintos -una de ellas fenómenos biológicos y la otra
mentales- y que tienen entre sí algún tipo de interacción y correlación. En lo que varían unos dualismos de
otros es a la hora de establecer las relaciones entre esas dos sustancias distintas, con diferencias que van
desde la autonomía e independencia total de cada una de ellas hasta la afirmación de su interacción continua.
Los monismos afirman que el ser humano es una única realidad, casi siempre de carácter material, y
suelen referirse al problema utilizando la expresión “mente" y “cerebro" o “mente" y “cuerpo".
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2.1. PLATÓN: EL DUALISMO ALMA-CUERPO
Platón considera al ser humano un compuesto de dos elementos completamente distintos, el alma y el
cuerpo, pero en su obra se ocupa casi exclusivamente del alma. Al cuerpo le da poca importancia presentándolo
siempre con connotaciones negativas, como prisión material del alma de la que ésta aspira a librarse [“El cuerpo
es la cárcel del alma”], siguiendo las doctrinas del orfismo y del pitagorismo. Para Platón el ser humano es un
alma espiritual y eterna (no sólo en el sentido de que no va a morir, sino también en el sentido de que vive
desde siempre, no ha sido creada y no puede ser destruida) encerrada, encarcelada en un cuerpo. El auténtico
y genuino yo del ser humano es el alma, y su destino la sabiduría; el cuerpo no es más que su cárcel, su
sepulcro, y un obstáculo que le impide dedicarse a su verdadero destino. El alma, en cambio, es afín a las
ideas, pertenece al ámbito de las ideas que es otro mundo existente que sirve de modelo para el mundo físico, al
que se siente impulsada por su propia naturaleza, mientras que el cuerpo pertenece al mundo de los seres físicos.
De esta forma, al igual que las ideas, el alma -racional- ha de ser inmaterial e inmortal. Así nos lo expone Platón
en su obra Fedón:
“- Contesta, pues –prosiguió Sócrates-, ¿qué debe producirse en un cuerpo para que tenga vida?
- Un alma – contestó-.
- ¿Y esto es siempre así?
- Cómo no va a serlo –dijo Cebes-.
- Entonces, ¿el alma siempre trae la vida a aquello que ocupa?
- La trae, ciertamente.
- ¿Y hay algo contrario a la vida o no hay nada?
- Lo hay –contestó Cebes-.
- ¿Qué?
- La muerte.
- ¿Luego el alma nunca admitirá lo contrario a lo que trae consigo, según se ha reconocido
anteriormente?
- Sin duda alguna –dijo Cebes-.
- Y a lo que no admite la muerte, ¿cómo lo llamaremos?
- Eterno.
- Luego el alma es algo eterno.
- Sí.”
PLATÓN: Fedón, 105.
El tema del alma lo trata Platón de manera dispersa en varios de sus diálogos, como sucede con todos
sus temas fundamentales. En el diálogo Fedro lo desarrolla a través de un mito: el del carro alado. Platón
distingue tres tipos de almas -concupiscible, irascible y racional- que, en cierto modo, luchan entre sí y
representan distintos aspectos de las actividades psicológicas del hombre: los apetitos, las pasiones y la razón:
En los apetitos -alma concupiscible- residen los deseos irracionales y la búsqueda de los placeres.
La pasión -alma irascible- se vincula a la voluntad, el coraje o fuerza, que a veces cede a las exigencias
del apetito, pero que puede convertirse en aliada de la razón.
A la razón -alma racional- le corresponde controlar y ordenar los apetitos y las pasiones. Guarda relación
con lo que hay de inteligible en el ser humano y, por tanto, con el conocimiento de las ideas.
El alma racional es anterior a la existencia “terrenal” del ser humano, al que constituye cuando, por sus
vicisitudes en otra vida, viene a caer en un cuerpo terrestre. La unión entre alma y cuerpo es accidental y sólo por
algún tiempo. Más aún, no es sólo accidental, sino que puede caracterizarse como antinatural, ya que el lugar
propio del alma es, como decíamos, el Mundo de las Ideas y su actividad más propia es la contemplación de
éstas.
Mientras permanece unida al cuerpo, la tarea fundamental del alma es la de purificarse, prepararse para
la contemplación de las ideas. La noción de purificación supone que el alma se encuentra en estado de impureza.
Estas impurezas vienen precisamente de la influencia del cuerpo, de sus exigencias y necesidades, que tratan de
imponerse tiránicamente al alma impidiéndole el ejercicio del conocimiento intelectual.
La vida que lleve el ser humano en este mundo influirá en el destino posterior de su alma. Esta es
inmortal y su atadura al cuerpo le impide vivir una vida feliz. Sufre reencarnaciones sucesivas y sólo dejará de
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reencarnarse cuando su contemplación del Mundo de las Ideas, de la verdadera realidad, la libere de la materia,
equiparándola a los dioses.
Platón utiliza varios argumentos para demostrar la inmortalidad del alma, para demostrar que sigue
existiendo el alma cuando el ser humano ha muerto, y que sigue teniendo capacidad de conocer -
entendimiento-, y de obrar. El más importante y, posiblemente, el más repetido por otros pensadores a lo
largo de la historia, es el de la simplicidad. Sólo se pueden disolver -y la muerte es disolución-, aquellas
cosas que por naturaleza son compuestas, dado que sus elementos se pueden disgregar de la misma forma
que se compusieron. Lo simple, no se puede disgregar y se encuentra siempre en el mismo estado, sin estar
sometido a cambios. Y simple es el alma humana que es indisoluble, eterna, mientras que el cuerpo es
compuesto, está en continuo cambio, se descompone y desaparece con la muerte. Así nos lo expone en su
obra Fedón:
“- Conviene que nos preguntemos –dijo Sócrates- a qué clase de cosa le corresponde sufrir ese
proceso, el descomponerse […] y a qué otra no. Y después de esto, examinaremos de cuál de las dos es el
alma. Y según eso habrá que estar confiado o sentir temor acerca del alma nuestra […] ¿Le corresponde,
por tanto, a lo que se ha compuesto y a lo que es compuesto por su naturaleza sufrir eso, descomponerse del
mismo modo como se compuso? Y si hay algo que es simple, sólo a eso no le toca experimentar ese proceso,
si es que le toca algo.
-Me parece a mí que es así –dijo Cebes-.
- ¿Precisamente las cosas que son siempre del mismo modo y se encuentran en iguales condiciones,
éstas es extraordinariamente probable que sean las simples, mientras que las que están en condiciones
diversas y en diversas formas, ésas serán compuestas?
- A mí al menos así me lo parece.” PLATÓN: Fedón, 78.
Las dos primeras son perecederas y la racional es la única inmortal pero no de forma individual.
3. EL DUALISMO DE DESCARTES
Saltamos al s. XVII para encontrarnos con otro de los grandes pensadores dualistas, René Descartes.
El pensamiento de Descartes sobre el ser humano posee también gran importancia, ya que la mayor parte de
la antropología y psicología de los siglos XVII y XVIII han estado influidas por su dualismo.
Descartes, padre de la filosofía moderna, intenta construir una filosofía en la que no quepa el error, y
para ello, tomando como modelo lo que ocurre en las matemáticas, propone partir de enunciados evidentes y,
apoyándose en ellos, razonar con una lógica total.
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A la hora de señalar cuáles son esos enunciados evidentes sólo encuentra uno que merezca de verdad
ese nombre: el yo existo pensando (cogito ergo sum).
Pero el "yo", el sujeto de la evidencia de la que intenta partir Descartes, es un "yo" sólo pensamiento,
un "yo" sin cuerpo, sin materia, hasta el punto que necesita demostrar que el ser humano, además de ser un
"yo", tiene cuerpo.
Y, al demostrarlo, establece una distancia insalvable entre el "yo" pensamiento, sustancia pensante,
de naturaleza espiritual, y el "yo" cuerpo, sustancia material, de naturaleza extensa. Esta radical separación
entre el alma y el cuerpo ha tenido consecuencias para las ciencias humanas en el mundo moderno, sobre
todo por su visión del cuerpo como una "sustancia extensa", como una realidad comprensible y explicable
sólo geométrica y mecánicamente, como una máquina.
El ser humano es el resultado de la unión de dos sustancias: la sustancia pensante finita –el alma- y
la sustancia extensa o material -el cuerpo-.
La presencia del alma racional establece la diferencia radical entre el ser humano y las bestias. La
unión entre el alma y el cuerpo, que hace posible la acción mutua del uno sobre la otra se verifica en el
cerebro y precisamente en la glándula pineal, única parte del cerebro que no es doble-es simple, no tiene
partes- y puede, por tanto, unificar las sensaciones que provienen de los órganos de los sentidos, que son
todos dobles. El cerebro humano es la base biológica, neurológica, en la que se "asientan" las funciones
mentales (percibir, pensar, desear etc.), pero en última instancia es la mente la que controla al cerebro.
Los seres vivos son “máquinas”, el universo en su conjunto es una gran “máquina. Todo en el mundo
material funciona mecánicamente y de un modo necesario (mecanicismo y determinismo). No es el caso del
ser humano, que gracias a que posee alma, su yo pensante, pertenece también al “reino de la libertad”, lo
opuesto a la necesidad.
El dualismo antropológico cartesiano está expuesto, sobre todo, en sus obras El Discurso del Método
y Tratado de las pasiones:
“Conviene saber que, aunque el alma está unida a todo el cuerpo, hay sin embargo una parte en la que ella
ejerce sus funciones más especialmente que en todas las demás; es opinión común que esta parte es el
cerebro, o quizás el corazón: el cerebro, debido a que él remiten los órganos de los sentidos; el corazón,
debido a que parece que en él sentimos las pasiones. Pero examinando el tema con cuidado, me parece
haber reconocido con evidencia que la parte del cuerpo en la que el alma ejerce de modo inmediato sus
funciones no es en absoluto el corazón, ni siquiera todo el cerebro, sino únicamente la más interna de sus
partes, que es una muy pequeña glándula, situada en el centro de su sustancia y de tal modo suspendida por
encima del conducto por el que los espíritus de sus cavidades anteriores se comunican con los de los
posteriores, que los más mínimos movimientos que se dan en ella pueden cambiar el curso de estos espíritus
y, recíprocamente, los menores cambios que afectan al curso de los espíritus tienen poder para cambiar los
movimientos de esta glándula.”
DESCARTES: Tratado de las pasiones del alma, artículo 31.
Los planteamientos de Descartes se consideran el fundamento más claro de las concepciones del ser
humano desde el modelo cibernético y desde el conductismo.
El conductismo es una doctrina de psicología del siglo XX que considera que el ser humano es un
organismo que funciona exclusivamente mediante el mecanismo de estímulo-respuesta, de un modo
mecánico. Por ello, si asociamos -por condicionamiento- un estímulo con una respuesta conseguimos un
comportamiento determinado.
Con respecto al modelo cibernético, este se basa en el modelo de los ordenadores y, por tanto, de los
robots. Es decir, si “eliminamos” el alma, tan solo somos una máquina.
Desde finales del siglo XIX pero, sobre todo, en la actualidad del mundo globalizado, en
nuestra civilización occidental conviven planteamientos surgidos en el seno de nuestra propia
tradición occidental con otros planteamientos que provienen del lejano Oriente y, más exactamente,
de planteamientos de origen religioso como el budismo o el hinduismo.
Según este planteamiento, el ser humano es energía, con una concreción física o material
(además de otros cuerpos energéticos), que se expresa en una frecuencia vibratoria determinada.
Una de las manifestaciones de este “prana” o energía primordial es la respiración, una de las formas
por las cuales podemos absorber “prana” dentro de nosotros.
Así, según esta concepción del ser humano nos encontramos:
Los chakras son centros energéticos -no físicos- que se extienden en forma de remolinos por
el campo energético que rodea el cuerpo físico. La palabra sánscrita chakra significa ‘rueda’ o
‘círculo’.
Según el hinduismo y algunas culturas asiáticas, los chakras principales son siete centros de
energía situados a distintas alturas de nuestro cuerpo físico.
Los nadis son una especie de canales energéticos o arterias intangibles. Su función consisteen
conducir el “prana” o energía vital a través del sistema energético no material que tenemos los
seres humanos. Hay catorce canales energético , siendo los más importantes 3 de ellos (“sushumna”,
“ida” y “pingala”). Estos tres canale s circulan a través o alrededor de la columna, en cuanto a su
ubicación, aunque no son canales físicos o materiales sino energéticos.
El ser humano se desenvuelve en tres planos o niveles: el plano físico, el plano de la energía
y el plano mental. Asimismo, tiene cinco capas o envolturas.
6. EL MATERIALISMO MARXISTA
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Para Marx, la personalidad real y prácticamente activa del ser humano es sólo lo que se resuelve en
las relaciones de trabajo en que el ser humano se desenvuelve. Según Marx, “se pueden distinguir los
humanos de los animales, por la conciencia, por la religión, por todo lo que se quiera; pero ellos comenzaron
a distinguirse de los animales cuando comenzaron a producir sus medios de subsistencia, progreso que está
condicionado por su organización física. Al producir sus medios de subsistencia, los humanos producen
indirectamente su vida material” (Ideología alemana). El ser humano es, en cierto modo, el creador de sí
mismo, gracias a su trabajo, en cuanto relación activa con la naturaleza; y es creador no sólo de su existencia
material sino también de su modo de ser o de su existencia específica, como capacidad de expresión o de
realización de sí mismo. Este modo de producción no debe juzgarse sólo en cuanto es la reproducción de la
existencia física de los individuos, sino más aún, en cuanto es un modo determinado de la actividad del
individuo, un modo determinado de manifestar su vida. Tal como manifiestan su vida, así son los individuos.
Así, el ser humano es el resultado de su relación con la naturaleza y de su relación con la sociedad
constituida por el trabajo o la producción de los bienes materiales. Según Marx, la producción y el trabajo no
son un castigo para el ser humano: el trabajo hace al ser humano ser lo que es. En consecuencia, el trabajo es
para Marx la única manifestación de la libertad humana, es decir, de la capacidad humana de crear su propia
forma de existencia. Atrás quedan las dualidades cuerpo-alma, materia-espíritu, el más allá frente al más acá
(“La religión es el opio del pueblo”).
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esa parte elevada de la persona es ignorada, o quizá dejaría de estar activada, como puede suceder también
por efecto de drogas y otros atentados al psiquismo de la persona.
Cuando decimos que la tecnología "se maneja", queremos indicar que con la mano, la parte de
nuestro organismo que goza de más grados de libertad de movimiento, disponemos voluntariamente de sus
usos y aplicaciones. La mano, como ya vio Aristóteles, es el instrumento de la racionalidad humana en el
dominio del mundo.
Todo nuestro cuerpo está implicado, en realidad, en la conducta intencional del hombre en el mundo
humano: el cerebro, como procesador de información; el rostro, como órgano de comunicación humana; el
aparato vocal, como instrumento físico del lenguaje; las manos, como órgano de la acción racional sobre las
cosas materiales.
¿Constituyen los “replicantes” de la película Blade Runner un ejemplo extremo del futuro ciber-
humano?
9. EMERGENTISMO
Es la postura de autores como Searle que defiende un dualismo de las propiedades o emergen-
tismo. Estos autores mantienen que la mente surge de los procesos físicos del cerebro, pero las diferen-
cias entre las propiedades de los procesos mentales y las propiedades de los procesos físicos son tan
distintas que podemos hablar de dos realidades diferentes. Esta teoría sería monista en relación a la
sustancia y dualista con respecto a las propiedades.
Los pensadores emergentistas nos dicen que en el principio sólo está el cerebro que no es más
que una serie de conexiones sinápticas y de transferencia de información por medio de intercambios
químicos e impulsos eléctricos, es decir, estamos partiendo de un monismo materialista parecido al
monismo cibernético. Si se quedaran aquí no tendría sentido hablar de una nueva teoría, pero no se
quedan en el simple mecanicismo físico-biológico, si no que van más allá. Los emergentistas dicen que
es cierto que únicamente hay una sustancia la material, pero cuando las interacciones de esa sustancia
llegan a cierto nivel de complejidad como el que se produce el cerebro humano, entonces aparece una
nueva propiedad que surge de la materia pero que tiene características propias que la hacen distinta de
la materia. Podemos decir que de la suma de todas las conexiones sinápticas y transferencias electro-
químicas surge, emerge, la mente como algo específico, por ello decíamos arriba que es una teoría mo-
nista en cuanto a la sustancia pero dualista en cuanto a las propiedades, pues de una sustancia, la mate-
ria, surgen dos propiedades distintas las propiedades de los material y las propiedades de los mental.
Dicho de manera rápida y sencilla podemos decir que la mente es mayor a la suma de las partes que la
crean.
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