CUENTAN LAS VOCES (2)
CUENTAN LAS VOCES (2)
CUENTAN LAS VOCES (2)
Epílogo
La voz cuenta...
En el Delta del Paraná, donde los ríos se entrelazan y los sauces parecen
acariciar los ríos y arroyos, existe una leyenda que habla de un mal
extraño y persistente. Se llamaba "el mal del sauce", y se dice que afecta a
aquellos que visitaban las islas del Delta. Este mal proviene del amor de los
guaraníes por su tierra, convertido en árboles.
La historia comenzó con un joven llamado Emilio, que llegó al Delta en
busca de aventuras y prosperidad. Se enamoró de la belleza del lugar y
decidió quedarse un tiempo. Sin embargo, pronto comenzó a sentir una
extraña sensación de nostalgia y anhelo. Emilio no podía dejar de pensar
en el Delta, en sus aguas tranquilas y sus sauces susurrantes.
Intentó regresar a su hogar, pero no podía sacudirse la sensación de que
algo lo llamaba de vuelta. Con el tiempo, Emilio descubrió que no era el
único afectado por "el mal del sauce". Otros visitantes habían
experimentado lo mismo: una irresistible atracción hacia el Delta, como si
el lugar los hubiera hechizado.
Se decía que los sauces eran los culpables. Estos árboles parecían contener
un poder mágico que se transmitía a aquellos que se acercaban. Emilio
intentó resistir, pero era inútil. Volvió al Delta una y otra vez, cada vez
más enamorado de su belleza y su misterio.
Y no estaba solo. Otros visitantes, igualmente afectados, regresaban año
tras año, como si el Delta los llamara con una voz silenciosa. La leyenda
decía que "el mal del sauce" era una epidemia que no tenía cura. Pero Emilio
no se preocupaba. Para él, el Delta era su hogar, y el sauce su árbol
sagrado.
Con el tiempo, Emilio se convirtió en una parte del Delta, tan inseparable
como los sauces que lo rodeaban. Y cuando alguien preguntaba por él, la
respuesta era siempre la misma: "Está en el Delta, bajo el hechizo del
sauce".
En el corazón del Delta del Paraná, donde los ríos se entrelazan y los
árboles se alzan hacia el cielo, vivía una tribu guaraní que resistía la
invasión española. Su jefe, un guerrero valiente y sabio, buscaba una
solución para proteger a su pueblo de la esclavitud y la imposición de la
religión católica.
En un momento de desesperación, el jefe acudió al chamán más poderoso
del monte, quien poseía el don de la visión. El chamán reveló una verdad
cruel: las armas españolas eran invencibles, y la guerra estaba perdida.
Pero el chamán ofreció una solución mágica: hacer que la tribu se volviera
minúscula, tan pequeña que pudieran vivir dentro del aliso de río. El jefe
aceptó, y su tribu se transformó. Su nueva forma les permitió esconderse
en el corazón del árbol, donde podrían vivir en paz.
Sin embargo al no irse nunca el invasor, la magia tuvo un precio: quedarse
atrapados para siempre. La tribu guaraní nunca abandonó el lugar, y su
espíritu sigue vivo en el aliso de río.
Dicen que cuando alguien sacude el árbol con su oreja junto al tronco,
puede oír los cantos de tristeza de la tribu guaraní. Su lamento es un
recordatorio de la resistencia y la lucha por la libertad y la identidad.
Leyenda del Ingá
La Voz cuenta...
En el corazón del delta del Paraná, donde los ríos se entrelazan y las islas
flotan como nubes, vivía la tribu guaraní de los Yacaré. Su princesa, Yasy
(Luna), era una joven de belleza radiante y espíritu valiente. Su cabello
negro como la noche caía sobre sus hombros como una cascada, y sus ojos
brillaban como las estrellas en el cielo nocturno.
Yasy amaba a un joven guerrero llamado Ñandý (Águila), fuerte y valiente
como el ave que llevaba por nombre. Juntos, exploraban los ríos y las islas,
compartiendo secretos y sueños.
Pero la tranquilidad de la tribu se vio amenazada cuando llegaron los
españoles, con sus barcos y armas. Los Yacaré sabían que no podrían
resistir la invasión y que su forma de vida estaba en peligro.
Yasy, desesperada por proteger a su pueblo y a su amado Ñandý, buscó la
ayuda del chamán de la tribu, un sabio anciano llamado Kuarahy (Sol).
Este le reveló un secreto ancestral: la transformación en criaturas del río.
Con lágrimas en los ojos, Yasy y Ñandý se despidieron de su pueblo y se
dirigieron al río. Kuarahy los bendijo y les dio un poder ancestral. Yasy se
convirtió en un gran pez dorado, brillante y rápido como el sol. Ñandý se
transformó en un gran surubí, fuerte y sigiloso como la noche.
Juntos, nadaron por los ríos, explorando los secretos del delta. Su amor se
mantuvo fuerte, a pesar de su nueva forma. Los peces del río los
respetaban y los seguían, como si fueran sus líderes.
Los españoles llegaron, pero no pudieron encontrar a Yasy y Ñandý.
Creyeron que la tribu se había escondido en las profundidades del delta,
pero no sabían que la princesa y su amante habían se convertido en parte
del río mismo.
Con el tiempo, la leyenda de Yasy y Ñandý se convirtió en una historia
sagrada entre los Yacaré. Decían que en noches de luna llena, cuando el río
brillaba como el oro, se podían ver a Yasy y Ñandý nadando juntos, su
amor eterno y libre en el corazón del delta.
Y así, la historia de la princesa Yasy y su amante Ñandý se convirtió en
un símbolo de resistencia y amor, un recordatorio de que incluso en tiempos
de adversidad, la esencia de la tribu y su conexión con la naturaleza
pueden prevalecer.
Historia del Tanimbu o Palo Amarillo
En tiempos antiguos, en la ribera del gran río Paraná, vivía un árbol sabio
y poderoso llamado Tanimbu. Su tronco retorcido y fuerte y su copa
frondosa con ramas desprolijas eran refugio para los pájaros y los
animales del bosque.
Cuentan que este árbol viejo y despreocupado, dormía sus siestas recostado
sobre las aguas del río, sintiendo sus caricias o sus tempestades.
La leyenda dice que cuando un/a nativo/a dejaba este mundo. Sus almas
eran convertidas en flores de este árbol, y cada flor se transformó en
fruto. Un fruto con forma de barca. Una estructura fuerte, con su quilla,
su popa y su proa, todo para proteger una semilla muy delicada..
Dicen que cada alma convertida viajo en forma de fruto hacia ríos y
arroyos colonizando silenciosamente ríos y arroyos. Y así el delta pronto
tuvo muchas almas hechas árboles. Y que en sus hojas nuevas y
aterciopeladas de color rojo se puede sentir el color de su libertad. Cuentan
también, que la energía de esta planta y de esas almas se transmiten a
quien viaja al Delta, haciendo que muy pronto te enamores de la isla.
Se menciona en lengua Guaraní. Que si pides un deseo a una flor del palo
amarillo, esté convertirá en fruto/barca y lo lanzará al río para que se
convierta en realidad.
La Leyenda del Hilo Rojo
Continuará?...