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Diego Iván Córdova Molina

Grupo: 206a
1 de febrero de 2025

Suelo.

Universidad Nacional Autónoma de México.

Colegio de Ciencias y Humanidades plantel


sur.

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¿Qué es el suelo?
El suelo es la porción más superficial de la corteza terrestre, constituida en su mayoría
por residuos de roca provenientes de procesos erosivos y otras alteraciones físicas y
químicas, así como de materia orgánica fruto de la actividad biológica que se desarrolla
en la superficie.

El suelo es la porción más visible del planeta Tierra, en donde sembramos las
cosechas, edificamos nuestras casas y enterramos a nuestros muertos. Se trata de una
superficie sumamente variada y multiforme, sobre la cual se producen los fenómenos
climáticos como la lluvia, el viento, etc.

De igual manera, el suelo es escenario de complejos procesos químicos y físicos, así


como de un ecosistema subterráneo de pequeños animales y abundantes
microorganismos, cuya presencia impacta directamente en la fertilidad del mismo.

Los suelos se forman por la destrucción de la roca y la acumulación de materiales


distintos a lo largo de los siglos, en un proceso que involucra numerosas variantes
físicas, químicas y biológicas, que da como resultado una disposición en capas bien
diferenciadas, como las de un pastel, observables en los puntos de falla o fractura de la
corteza terrestre.

¿De qué está compuesto el suelo?

● Sólidos. El esqueleto mineral del suelo se compone principalmente de rocas,


como silicatos (micas, cuarzos, feldespatos), óxidos de hierro (limonita,
goetita) y de aluminio (gibbsita, boehmita), carbonatos (calcita, dolomita),
sulfatos (aljez), cloruros, nitratos y sólidos de origen orgánico u orgánico-
mineral, como los distintos tipos de humus.
● Líquidos. Abunda el agua en el suelo, pero no siempre en estado puro (como
en los yacimientos) sino cargada de iones y sales y diversas sustancias

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orgánicas. El agua en el suelo se desplaza por capilaridad, dependiendo de lo
permeable del suelo, y trasporta numerosas sustancias de un nivel a otro.
● Gaseosos. El suelo presenta varios gases atmosféricos como el oxígeno (O 2)
y dióxido de carbono (CO2), pero dependiendo de la naturaleza del suelo
puede tener también presencia de hidrocarburos gaseosos como el metano
(CH4) y el óxido nitroso (N2O). Los gases del suelo son tremendamente
variados.

Características del suelo.

Las propiedades y características del suelo son enormemente variadas, de acuerdo


al tipo de suelo y a la historia particular de la región donde se encuentra. Pero a
grandes rasgos podemos identificar las siguientes características:

● Variabilidad. Los suelos presentan por lo general componentes poco


homogéneos en su tamaño y constitución, por lo que a pesar de mostrarse
como una mezcla homogénea, en realidad poseen rocas y elementos de
diverso tamaño y diversa naturaleza.
● Fertilidad. La posibilidad de los suelos de albergar nutrientes derivados del
nitrógeno, azufre y otros elementos de importancia para la vida vegetal, se
llama fertilidad y está relacionada con la presencia de agua y materia
orgánica, y con la porosidad del suelo.
● Mutabilidad. Si bien los procesos de cambio del suelo son a largo plazo y no
podemos constatarlos de manera directa, es verdad que se encuentran en
constante mutación física y química.
● Solidez. Los suelos presentan distintas propiedades físicas, entre ellas la
solidez y la textura: existen algunos más compactos y rígidos, otros más
maleables y blandos, dependiendo de su historia geológica particular.

Tipos de suelos.

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Se llama suelo o tierra a la región más superficial de la corteza de nuestro planeta, la
única biológicamente activa, producto de la desintegración de las rocas y de la
acumulación de la materia orgánica. Se trata de una capa sometida a la acción de los
elementos climáticos y de la acción humana: es allí donde se siembra, se extraen
minerales y se edifican nuestras naciones.

Los suelos poseen una importancia vital, ya que en su seno se producen las
transformaciones de la energía y de la materia. Pueden considerarse como un recurso
fundamental y no renovable de nuestro planeta, especialmente cuando nos referimos a
suelos fértiles y cultivables. Los mismos no se encuentran uniformemente distribuidos
en el mundo, sino que varían de acuerdo a los accidentes geográficos y a las
condiciones climáticas.

Existen varios puntos de vista desde los cuales podemos clasificar los distintos suelos
que existen. Algunos de ellos, por ejemplo, atienden a las características físicas del
entorno, distinguiendo así entre suelos jóvenes, suelos delgados, suelos con depósitos
de agua o con acumulación de arcilla.

Sin embargo, la clasificación más importante es la que distingue entre los suelos
fijándose en su composición y estructura, o sea, en la manera en que están
conformados. Esta última clasificación distingue entre los tipos que se detallan a
continuación.

● Suelos arenosos

Los suelos arenosos son poco capaces de retener el agua.


Tal y como sugiere su nombre, estos suelos están compuestos mayoritariamente por
arena, o sea, constituyen fragmentos sueltos de rocas y minerales de muy pequeño
tamaño (entre 0,063 y 2 mm). Estos suelos poseen muy poca materia orgánica en

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comparación y son poco capaces de retener el agua, por lo que no resultan fértiles ni
aptos para el cultivo.

Aun así, algunas especies vegetales se han adaptado a la vida en ellos, mediante
recursos estratégicos para retener en sus cuerpos el agua disponible. Los suelos
arenosos son típicos de regiones costeras o desérticas.

● Suelos calizos
Se llaman calizos a aquellos suelos que poseen un alto contenido de sales calcáreas
(cales), típicos de lugares áridos y secos, ya que el agua normalmente hace fluir estos
componentes químicos y diluye su concentración.

Se trata de suelos de color blanco o parduzco, duros y fáciles de erosionar, que a pesar
de poseer una riqueza mineral relativa, son poco aptos para la agricultura y el cultivo.
Los suelos calizos son típicos de altiplanos montañosos, planicies áridas y tundras, o
sea, lugares en los que llueve esporádicamente, pero que cuando llueve, se inundan.

● Suelos humíferos

Los suelos humíferos son los más idóneos para el cultivo y la agricultura.
Los suelos humíferos son suelos de tierra negra u oscura, ya que son ricos en materia
orgánica en proceso de descomposición (humus). Por ese motivo retienen muy bien el
agua, y se consideran los más idóneos para el cultivo y la agricultura.

Su formación se da gracias a la acumulación y descomposición de restos animales y


vegetales, por lo que son típicos de regiones selváticas, campestres o de gran
presencia biótica.

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● Suelos arcillosos

Los suelos arcillosos pueden variar del blanco al anaranjado.


Como indica su nombre, se trata de suelos que presentan un alto contenido de arcilla, o
sea, de restos de rocas sedimentarias con silicatos de aluminio, como el feldespato o el
granito, por lo que su coloración tiende a ir del blanco (mayor pureza) al anaranjado
(menor pureza).

La principal característica de estos suelos es que son muy susceptibles a la retención


del agua, ya que sus componentes tienden a formar coloides al hidratarse, saturándose
rápidamente y produciendo así inundaciones.

En general eso los hace poco propicios para el cultivo y la agricultura, pero a través de
una mezcla con humus y materia orgánica, pueden ser aprovechables para la siembra,
siempre que se controle el drenaje y la acidez. Estos suelos son propios de regiones
húmedas templadas.

● Suelos pedregosos

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Algunas especies vegetales salvajes están adaptadas a los suelos pedregosos.
Los suelos pedregosos están compuestos por rocas y fragmentos de rocas de gran y
variado tamaño, es decir, que son suelos reconocibles a simple vista como
acumulaciones de piedra.

Se trata de suelos complejos, con poca capacidad de retención del agua, cuyo manejo
exige retirar primero las piedras y muchas veces también una labor de nivelado, ya que
son típicos de regiones montañosas. No son buenos suelos para la agricultura, aunque
algunas especies vegetales salvajes están adaptadas a ellos.

● Suelos mixtos
Esta última categoría contiene los suelos que mezclan las propiedades de los suelos
arcillosos y arenosos, obteniendo así un tipo de suelo intermedio que goza de las
ventajas y desventajas de ambos casos.

Pueden ser más o menos áridos, dependiendo de la climatología de sus regiones, y su


fertilidad dependerá en gran medida de la presencia de materia orgánica. En general
pueden clasificarse de acuerdo a su textura en finos y gruesos, y según su porosidad
en floculados, agregados o dispersos.

Según sus características físicas. Podemos hablar de:

● Litosoles. Capas delgadas de suelo de hasta 10cm de profundidad, con


vegetación muy baja y también llamados “leptosoles”.
● Cambisoles. Suelos jóvenes con acumulación inicial de arcillas.
● Luvisoles. Suelos arcillosos con una saturación de bases del 50% o
superior.

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● Acrisoles. Otro tipo de suelo arcilloso, con saturación de bases inferior al
50%.
● Gleysoles. Suelos de presencia de agua constante o casi constante.
● Fluvisoles. Suelos jóvenes de depósitos fluviales, por lo general ricos en
calcio.
● Rendzina. Suelos ricos en materia orgánica sobre piedra caliza.
● Vertisoles. Suelos arcillosos y negros, ubicados cerca de escurrimientos y
pendientes rocosas.

¿Qué son las capas del suelo?

El suelo es la capa superficial de la corteza terrestre. Debajo de él se encuentran varias


capas, que se diferencian entre sí por su aspecto, textura y los materiales que las
componen.

El suelo está conformado por tres capas:

● Inferior. Está compuesta por rocas.


● Intermedia. Está compuesta por agua, arcilla, piedras y arena.
● Superior. Está compuesta por mantillo (conformado por arena, minerales,
plantas y animales muertos), aire y agua.

Además de las tres capas ya mencionadas, más específicamente se identifican


cinco horizontes que conforman al suelo:

● Horizonte 0. Es la capa superior del suelo. Se compone de materia


orgánica desprendida de las plantas, como hojas y ramas. Allí viven
insectos y animales.
● Horizonte A. Es la capa más fértil. De color oscuro, se compone de
órganos descompuestos o humus y minerales.
● Horizonte B. Su color es más claro, y en ella se depositan hidróxidos
metálicos, arcilla, sales y óxidos que se arrastran del horizonte A.
● Horizonte C. Aquí no existen depósitos de materiales ni hay remoción,
tampoco se acumula materia orgánica.
● Horizonte D. Es la capa más profunda del suelo y la que le da origen.
Está compuesta por rocas que no sufrieron alteraciones.
● Horizonte E. Esta capa se encuentra en algunas ocasiones. Tiene poco
desarrollo luminar y es de color claro.

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¿Que es la erosión?
Se llama erosión al desgaste que ejercen a lo largo del tiempo los distintos procesos
físicos de la superficie terrestre sobre los suelos, las rocas y los materiales que
pudieran ejercerles resistencia. Los principales agentes erosivos son el viento, el agua,
el hielo y los cambios de temperatura.

La erosión no equivale a la meteorización, proceso de alteración o disgregación de las


rocas. Para que exista erosión se requiere un transporte de materia o un movimiento de
la misma, cuyo paso repetido genera fricción y desgaste en los materiales, produciendo
el relieve, por ejemplo, de valles, cañones, cavernas, mesetas y otras estructuras en
cuya formación no interviene la mano del hombre.

Sin embargo, determinadas actividades humanas pueden propiciar o incluso acelerar la


erosión. Por ejemplo, la tala con fines agrícolas retira la capa vegetal del suelo,
dejándolo descubierto para la acción de la lluvia o del viento, lo cual a la larga puede
conducir a la infertilidad del suelo por pérdida de nutrientes.

De hecho, en condiciones propicias, la erosión puede ser una fuerza intensa en la


desertificación de los suelos, lo cual contribuiría con la expansión del 35% de la
superficie terrestre que ya se considera desértica.

Por otro lado, la acción del viento o del agua puede producir monumentos naturales
interesantes: arcos naturales o formaciones rocosas peculiares, como las que existen
en el Salar de Uyuni, en Bolivia, o en el Valle de la Luna de San Juan, Argentina.

● Erosión eólica

La erosión eólica es producto de la acción continua del viento a lo largo de los años.

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Se llama así a la erosión producto de la acción constante del viento a lo largo de los
años, transportando partículas diminutas de arena o roca que, en constante fricción
contra suelos, piedras y montañas, van reduciendo sus capas exteriores, tallándolas.

La erosión eólica en zonas desérticas es la responsable de perfilar las dunas de arena,


de desplazarlas, o de formar los desiertos de piedra, llamados “erg”. En las zonas
húmedas, en cambio, suele producir relieves planos o ligeramente ondulados, debido al
transporte de materiales mucho más finos, como los depósitos sedimentarios de arcilla.

● Erosión hídrica

La erosión hídrica logra redondear las piedrecillas de la arena y de los ríos.

La erosión hídrica es la que se debe a la acción de las múltiples formas del agua,
desde la lluvia, los ríos, los mares y sus cambios de fase de acuerdo a las estaciones
climáticas. Así, los embates constantes de las olas sobre la arena de la orilla reducen y
redondean las piedrecillas que conforman la arena, dándoles su finura y redondez
característica, cosa que también ocurre con las piedras de río.

En cambio, los peñascos de mayor tamaño resisten el impacto del agua sin moverse,
pero perdiendo paulatinamente partículas de su capa externa, adquiriendo así la
redondez y lisura que suele caracterizarlas, o los agujeros y cráteres en los que caen
sin cesar las gotas de agua.

Los acantilados, igualmente, o rasas mareales, son producto de la acción del mar a lo
largo de los siglos, tal y como ocurre con los cauces de los ríos, en los que se erosiona
y sedimenta a la vez la materia del suelo.

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Otro tanto ocurre en las regiones glaciales, en las que el movimiento del hielo, o incluso
su constante formación y derretimiento, tienen un impacto sobre los materiales
alrededor, produciendo asimismo su desgaste.

¿Qué es el subsuelo?
El subsuelo es la capa intermedia de la corteza terrestre que está por debajo del suelo
superficial cultivable y por encima del sustrato rocoso profundo (la roca madre). Se
trata de una capa de suelosin contacto con la atmósfera, integrada predominantemente
por minerales lixiviados, compuestos por hierro, aluminio y otros metales similares, así
como por arcilla y humus acumulados.

El color del subsuelo suele ser más claro que el de la superficie, generalmente en
combinaciones de marrón y amarillo, debido a la baja presencia de materiales
orgánicos, pero suele además contener una importante presencia de agua, por lo que
las raíces más profundas de los grandes árboles alcanzan esta profundidad. Los
microorganismos y animales, sin embargo, no suelen tener mucha presencia en esta
capa, dado que en el subsuelo la concentración de oxígeno suele disminuir
notablemente.

El subsuelo puede quedar expuesto a la atmósfera cuando ocurren grandes accidentes


geológicos o actividades económicas humanas perforan el suelo, generalmente en
busca de depósitos minerales. En estos casos, no obstante, la erosión eólica y la
escorrentía (movimiento de agua de lluvia) causan efectos más severos en el suelo y la
posibilidad de contaminación aumenta considerablemente. Aun así, la contaminación
del subsuelo es un problema frecuente, pues a menudo los materiales tóxicos se filtran
desde la superficie hasta las profundidades.

Por otro lado, desde un punto de vista legal, el subsuelo es la capa del terreno donde
se considera estatuido el dominio público, es decir, donde caducan los derechos de
propiedad individuales y el Estado pasa a ser el encargado de la negociación de los
recursos, por ejemplo, para la explotación minera, acuífera o petrolera. Es por esto que
la jurisprudencia de los límites de inicio del subsuelo (y, por ende, de fin del suelo)
suele ser muy importante, ya que constituye una frontera natural entre la tenencia
privada del suelo y la pública.

La fertilidad

Sabemos que para crecer las plantas precisan agua y determinados minerales. Los
absorben del suelo por medio de sus raíces. Un suelo es fértil cuando tiene los
nutrientes necesarios, es decir, las sustancias indispensables para que las plantas se
desarrollen bien.
Las plantas consiguen del aire y del agua algunos elementos que necesitan, como el
carbono, el hidrógeno y el oxígeno. Otros nutrientes esenciales están en el suelo:
aquellos que los vegetales requieren en grandes cantidades se llaman nutrientes
principales. Son el nitrógeno, el fósforo, el potasio, el calcio y el magnesio. Proceden de

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las rocas que dieron origen al suelo y de la materia orgánica descompuesta por los
microorganismos. Los nutrientes deben estar siempre presentes en las cantidades y
proporciones adecuadas.

Un suelo es fértil cuando:

● su consistencia y profundidad permiten un buen desarrollo y fijación de las


raíces.
● contiene los nutrientes que la vegetación necesita.
● es capaz de absorber y retener el agua, conservándola disponible para que las
plantas la utilicen.
● está suficientemente aireado.
● no contiene sustancias tóxicas.

Los suelos naturalmente cubiertos de vegetación conservan su fertilidad. Un ejemplo es


el bosque: las raíces de los árboles sujetan la tierra, el follaje de las copas suaviza el
impacto de la lluvia y la fuerza del viento. Las hojas secas que caen (hojarasca), junto
con los animales muertos y sus excrementos, se pudren y son descompuestas por los
microorganismos, formando humus. El humus es un abono orgánico que enriquece el
suelo, aumenta la porosidad superficial, absorbe el agua lentamente y la retiene. Así, el
suelo permanece húmedo por más tiempo, el agua no se escurre por su superficie y no
se produce arrastre de tierra.
La sombra de los árboles permite el desarrollo de otras especies vegetales que no
pueden crecer a pleno sol, como los helechos, orquídeas, musgos y líquenes. Diversos
insectos y pájaros se alimentan de sus frutos y ayudan a la multiplicación de las plantas
colaborando en la polinización de las flores y en la diseminación de las semillas.
También protegen el suelo las praderas de pastos bajos y tupidos: las gotas de lluvia y
los vientos llegan al suelo a través de las hojas que atenúan su impacto y la tierra se
mantiene entre sus raíces entrelazadas. El suelo es rico en humus debido al constante
aporte de materia orgánica.

Los terrenos cultivados gastan lentamente sus nutrientes y están más expuestos a la
pérdida de suelo. El suelo arado opone menos resistencia a ser arrastrado por el agua
y el viento. La erosión se intensifica en terrenos en pendiente y no protegidos por
cortinas rompevientos y setos vivos, formados por árboles y arbustos.

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Además, el producto de la cosecha se usa como alimento o como materia prima para
algunas industrias y no regresa al suelo para enriquecerlo. Si no actuamos para
reponer la fertilidad perdida, después de varios años de cultivo continuo la tierra se
agota. Por eso debemos cuidar el suelo que cultivamos, incorporando abono y materia
orgánica.

Si queremos sostener nuestro productividad, base de nuestro desarrollo, debemos


proteger el suelo. Su degradación tiene numerosas causas, pero las que agotan
rápidamente la tierra son la erosión, la contaminación, la sobreexplotación de los
pastos y la destrucción de los bosques.

¿Qué debemos hacer para conservar el suelo y mantener su fertilidad?

La cantidad de tierra que disponemos para cultivar es escasa y debe ser usada
cuidadosamente y aplicando medidas de conservación apropiadas.
Un adecuado manejo del suelo ayuda a mantenerlo, restaurarlo y a mejorar su calidad.
Para asegurarnos buenas cosechas durante muchos años, es importante que sepamos
qué es y cómo se produce la erosión. Además, debemos conocer y utilizar técnicas de
cultivo que eviten la pérdida de suelo y conserven su fertilidad.
Los métodos usados para prevenir la erosión ayudan a sujetar el suelo, reduciendo el
impacto del agua y del viento para evitar que lo arrastre. La pérdida de la fertilidad se
combate reponiendo en el suelo los nutrientes y la materia orgánica que los cultivos y la
misma erosión se llevan.
La pérdida de suelo es más intensa en zonas en pendiente porque en ellas el agua
corre con más fuerza.
Para impedir que el agua y el viento se lleven partículas de tierra, podemos usar
algunas técnicas que son muy eficaces a pesar de su sencillez. Se trata de prácticas
para conservar el suelo y el agua.

● Cuando cultivamos suelos de laderas, hay que realizar las operaciones de


cultivo en sentido perpendicular a la pendiente o en curvas de nivel. De esta
manera, cada surco actúa como una barrera que frena el movimiento del agua.
Al disminuir la escorrentía superficial, la capa fértil no es arrastrada. Además,

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lograremos un mayor aprovechamiento del agua que aumenta su penetración al
correr más lentamente.
● La cobertura vegetal (pastos tupidos, residuos de cosecha), además de
enriquecer el suelo, ayuda a protegerlo contra la erosión, especialmente en la
época de lluvias. En la época de sequía, evita que el suelo se reseque, al
disminuir la pérdida de agua por evaporación. Es posible sembrar cultivos de
cobertura entre un ciclo agrícola y otro.
Asimismo, la utilización del rastrojo como cobertura ayuda a controlar las
malezas y aumenta la materia orgánica y la fertilidad.
● Para defender al suelo de la erosión provocada por el viento y la lluvia es
necesario usar barreras. Pueden ser barreras vivas,formadas por franjas de
árboles y arbustos de hojas perennes y crecimiento denso, transversales a la
dirección del viento y a la pendiente del terreno. También es útil construir
barreras hechas con piedras para evitar que el agua se escurra rápidamente y
arrastre partículas de suelo. La tierra retenida se acumula y es excelente para
agregarla a los cultivos.
● Las zanjas y acequias permiten capturar el agua de escorrentía, que puede ser
acumulada allí (surcos de infiltración), o puede ser llevada fuera del terreno
(zanjas de drenaje y canales de desviación) hacia tanques para almacenarla.
● Las terrazas o andenes: hay terrenos de pendiente muy acentuada, y en ellos la
construcción de terrazas ayuda a que el agua se absorba, evitando que arrastre
el suelo y lo erosione. Además se obtienen superficies planas y más profundas,
lo que permite sembrar diversos cultivos. Pueden construirse pequeñas terrazas
individuales y circulares, en las que se planta, generalmente, un frutal.
● La labranza mínima limita la roturación del suelo a los surcos donde se va a
sembrar. El resto del terreno queda sin tocar. Este tipo de labranza permite
mantener la estructura del suelo, disminuyendo el arrastre ocasionado por la
lluvia y el viento.
● El control de cárcavas: las cárcavas son zanjas causadas por el agua, que
socava el suelo y se lo lleva. Dificultan la agricultura y tienden a agrandarse,
aumentando la erosión y los desmoronamientos de tierra. Para controlarlas, hay
que detener el flujo de agua que las forma. Después hay que intentar su
recuperación, construyendo muros de piedras dentro de la cárcava para que se
acumule tierra. También se pueden sembrar barreras vivas, por ejemplo, pastos.
Para fijar sus bordes, se plantan árboles.
● Es importante evitar el sobrepastoreo. Cuando se concentra el ganado, el
pisoteo constante compacta el suelo. Al alimentarse selectivamente de los
pastos que prefieren, estos desaparecen poco a poco.

La conservación de la fertilidad se consigue reponiendo en el suelo los nutrientes y la


materia orgánica que los cultivos y la erosión se llevan.

● Prácticas que ayudan a conservar la fertilidad son la rotación de cultivos y los


cultivos asociados.

Rotar los cultivos es sembrar diferentes cultivos en un mismo terreno, durante


años sucesivos. Cada especie utiliza con mayor intensidad nutrientes diversos y

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sus raíces llegan a distinta profundidad. Así, mientras un cultivo utiliza ciertos
nutrientes, se están regenerando los nutrientes que tomó la cosecha anterior.
Esta rotación ayuda también a disminuir las plagas, ya que al año siguiente no
encuentran los vegetales que atacan específicamente.
La asociación de cultivos es la siembra de diferentes especies vegetales en un
mismo año.

● Ejemplo: Si se siembra maíz, frijol y calabaza:Cada cultivo absorbe los


nutrientes que necesita sin competir con los otros.
● El maíz sirve de apoyo para que trepe el frijol.
● El frijol, que es una leguminosa, fija el nitrógeno, enriqueciendo el suelo.
● La calabaza da sombra al suelo, conserva la humedad y evita que
crezcan las hierbas.

● Reposición de materia orgánica. Esta reposición puede ser natural, cuando se
deja descansar el suelo y se espera que crezca nuevamente la vegetación. Pero
también es posible enriquecerlo usando composte, agregando estiércol de los
animales o enterrando los restos de las cosechas. Otra posibilidad es usar
abonos verdes, como el chocho o tarwi, cultivos que no se recogerán porque
sirven para nutrir los suelos. Se entierran en la época de floración, que es
cuando acumulan la mayor cantidad de nutrientes.
La materia orgánica del suelo no sólo lo enriquece de nutrientes, también lo
hacen más esponjoso, lo que permite que retenga la humedad y esté mejor
aireado.
● Plantación de leguminosas: algunas plantas como el frijol, el garbanzo, las
habas, la alfalfa, el trébol, la soya y las acacias tienen en sus raíces nódulos con
bacterias que toman el nitrógeno del aire y lo fijan en el suelo. De esta manera,
el nitrógeno es utilizado como nutriente por otras especies.
● Los fertilizantes minerales pueden ser usados pero siempre con moderación y
precaución al aplicarlos. Es necesario conocer previamente qué mineral falta en
el suelo y agregarlo en las proporciones necesarias para las plantas que
deseamos cultivar. Si se usan en exceso pueden dañar los cultivos y matar a los
microorganismos del suelo.

Debemos recordar que son compuestos químicos que tienen los nutrientes
necesarios para las plantas, pero no mejoran la calidad del suelo porque no
contienen materia orgánica, como los abonos verdes, el composte y el estiércol.

Cuando la erosión es muy avanzada es necesario encontrar soluciones que abarquen


la cuenca en su totalidad. El agua debe ser detenida en las zonas donde cae, porque la
pendiente contribuye a que aumente su fuerza y velocidad y destruya las obras de
protección.

¿Cómo se forma?

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La formación del suelo es un proceso muy lento: se precisan cientos de años para que
el suelo alcance el espesor mínimo necesario para la mayoría de los cultivos.

● Al principio, los cambios de temperatura y el agua comienzan a romper las


rocas: el calor del sol las agrieta, el agua se filtra entre las grietas y con el frío de
la noche se congela. Sabemos que el hielo ocupa más lugar que el agua, y esto
hace que las rocas reciban más presión y se quiebren. Poco a poco se
pulverizan y son arrastradas por las lluvias y el viento. Cuando la superficie es
en pendiente, este sedimento se deposita en las zonas bajas.
● Luego aparecen las pequeñas plantas y musgos que crecen metiendo sus raíces
entre las grietas. Cuando mueren y se pudren incorporan al suelo materia
orgánica que es algo ácida y ayuda a corroer las piedras.
● Se multiplican los pequeños organismos (lombrices, insectos, hongos, bacterias)
que despedazan y transforman la vegetación y los animales que mueren,
recuperando minerales que enriquecen el suelo. Este suelo, así enriquecido,
tiene mejor estructura y mayor porosidad. Permite que crezcan plantas más
grandes, que producen sombra y dan protección y alimento a una variedad
mayor aún de plantas y animales.

¿Cuáles son sus características?

Las características de cada suelo dependen de varios factores. Los más importantes
son el tipo de roca que los originó, su antigüedad, el relieve, el clima, la vegetación y
los animales que viven en él, además de las modificaciones causadas por la actividad
humana.

● El tamaño de las partículas minerales que forman el suelo determina sus


propiedades físicas: textura, estructura, capacidad de drenaje del agua,
aireación.
Los gránulos son más grandes en los suelos arenosos. Estos son sueltos y se
trabajan con facilidad, pero los surcos se desmoronan y el agua se infiltra
rápidamente. Tienen pocas reservas de nutrientes aprovechables por las
plantas.
Los suelos limosos tienen gránulos de tamaño intermedio, son pesados y con
pocos nutrientes.
Los suelos arcillosos están formados por partículas muy pequeñas. Son
pesados, no drenan ni se desecan fácilmente y contienen buenas reserva de
nutrientes. Al secarse se endurecen y forman terrones. Son fértiles, pero difíciles
de trabajar cuando están muy secos.

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Los suelos francos son mezclas de arena, limo y arcilla. Son fértiles y al secarse
forman pequeños terrones que se deshacen. Un suelo con una composición
equilibrada de cada mineral es un suelo agrícola fácil de trabajar y con buenas
reservas de nutrientes. Mantiene la humedad a pesar de drenar libremente.
Cuando los poros entre las partículas de suelo son muy pequeños, se favorece
la retención de agua y el encharcamiento. La presencia de materia orgánica
permite que el agua se impregne e infiltre lentamente, logrando así que las
raíces la aprovechen mejor. A su vez, la presencia de materia orgánica permite
limitar la pérdida de nutrientes y facilita que sean captados por las plantas.
Los suelos no tienen una estructura uniforme: están constituidos por capas que
se diferencian por el tamaño y composición de las partículas. La capa superficial
es más compacta, se seca con rapidez y está poblada por pocos organismos,
especialmente lombrices. Por debajo de ella, está el humus, donde se acumulan
microorganismos y nutrientes.
● Las propiedades químicas del suelo dependen de la proporción de los
distintos minerales y sustancias orgánicas que lo componen. El contenido
de nitrógeno, fósforo, potasio, calcio y magnesio debe ser abundante y
equilibrado. La materia orgánica siempre contiene carbono, oxígeno e
hidrógeno, además de otros elementos. Al despedazar y descomponer las
plantas y animales muertos, los microorganismos liberan los nutrientes
permitiendo que puedan ser utilizados nuevamente.
● Las propiedades físicas y químicas del suelo, unidas a los factores climáticos,
determinan los vegetales y animales que pueden desarrollarse y la forma en que
se debe cultivar la tierra.

¿Por qué es importante el suelo?

Porque es el sustrato sobre el cual se desarrolla la vida vegetal y animal. Además,


protege el medio ambiente, ya que actúa como filtro y transformador de contaminantes
producidos sobre todo por el hombre.

Por su uso, puede clasificarse como:

● Agrícola

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● Forestal
● Industrial
● Habitacional

Existen diferentes tipos de suelo y conocer sus características es importante para


aprovecharlos de la mejor manera; por ejemplo, para ubicar los suelos útiles en la
agricultura y, de acuerdo a sus características, identificar cuál es la mejor manera
de enriquecerlos con fertilizantes y qué cantidad de agua de riego necesitan para la
producción de cultivos, por ejemplo es muy diferente regar un suelo arenoso que
uno arcilloso que tiende a inundarse

Dependiendo de sus características, podríamos localizar suelos arenosos (cuyas


partículas sirven para elaborar chips de computadoras o tabiques para construir
viviendas) o suelos gravosos y pedregosos que proveen al ser humano de material
para hacer carreteras, entre otras obras.

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Los suelos de México

México tiene una compleja historia geológica. Mientras que en varios estados del
norte existen rocas antiquísimas, que datan de los albores de la vida, en otras
entidades los suelos aún no han cumplido un año de edad. Áreas considerables del
territorio nacional emergieron del fondo oceánico, como casi todo el oriente del país;
otras han sido conformadas en gran medida por la actividad volcánica, como el
cinturón de volcanes que corre de Colima hacia el centro de Veracruz. Así como la
península de Baja California hace años que empezó a desgajarse lentamente del
resto del territorio, la porción de corteza que ahora es Oaxaca originalmente fue una
isla que colisionó contra el continente para formar un escarpado sistema de
serranías.

El resultado de estas vicisitudes es la complejidad geológica del territorio, donde se


encuentra una gran diversidad de rocas con características y orígenes distintos. Cada
roca interactúa en forma diferente con el agua, el clima –de acuerdo con los cambios
de temperatura propios de los regímenes atmosféricos de nuestro país– y la biota
que habita en su región. El producto de dicha interacción es el suelo. En México,
dada su intrincada geología, se han derivado 25 de las 28 unidades de suelo
reconocidas por la FAO/UNESCO/ISRIC en 1988 (Mapa III.3.1.1).

Si bien México cuenta con esta gran diversidad de suelos, la mayor parte del territorio
nacional está dominado por cinco unidades: leptosoles (24% del territorio), regosoles
(18.5%), calcisoles (18.2%), feozems (9.7%) y vertisoles (8.3%), con los que se
cubren casi las cuatro quintas partes del país.

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Los leptosoles (del griego leptos, delgado) se caracterizan por su escasa profundidad
(menor a 25 cm). Una proporción importante de estos suelos se clasifica como
leptosoles líticos, con una profundidad de 10 centímetros o menos. Otro componente
destacado de este grupo son los leptosoles réndzicos, que se desarrollan sobre rocas
calizas y son muy ricos en materia orgánica. En algunos casos son excelentes para la
producción agrícola, pero en otros pueden resultar muy poco útiles por dos razones:
su escasa profundidad los vuelve muy áridos y el calcio que contienen puede llegar a
inmovilizar los nutrientes minerales. Los leptosoles dominan la península de Yucatán,
territorio que emergió del fondo oceánico en fecha relativamente reciente, por lo que
sus suelos no han tenido ocasión de desarrollarse. En los principales sistemas
montañosos también se encuentran leptosoles, allí donde las pendientes y la
consecuente erosión imponen una restricción a la formación del suelo. La evolución
lenta y la productividad reducida de los desiertos ocasiona igualmente que el suelo
sea delgado. Ésta es la razón por la que los leptosoles sean comunes en la Sierra
Madre Oriental, Occidental y del Sur, así como en la vasta extensión del Desierto
Chihuahuense.

Los regosoles (del griego reghos, manto) son suelos muy jóvenes, generalmente

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resultado de el depósito reciente de roca y arena acarreadas por el agua; de ahí que
se encuentren sobre todo al pie de las sierras, donde son acumulados por los ríos
que descienden de la montaña cargados de sedimentos. Las extensiones más vastas
de estos suelos en el país se localizan cercanas a la Sierra Madre Occidental y del
Sur. Las variantes más comunes en el territorio, los regosoles éutricos y calcáricos,
se caracterizan por estar recubiertos por una capa conocida como “ócrica”, que, al
ser retirada la vegetación, se vuelve dura y costrosa impidiendo la penetración de
agua hacia el subsuelo. La consecuente sequedad y dureza del suelo es
desfavorable para la germinación y el establecimiento de las plantas. El agua, al no
poder penetrar al suelo, corre por la superficie provocando erosión.

Los calcisoles (del latín calx, cal) se distinguen por presentar una capa dura de
“caliche” a menos de un metro de profundidad, una gran cantidad de calcio y, a
menudo, una capa ócrica, características que los convierten en suelos secos e
infértiles. Los calcisoles se desarrollan bajo climas áridos, por lo que se les encuentra
fundamentalmente en el Desierto Chihuahuense.

Hasta aquí hemos mencionado suelos que por lo general contienen poca humedad,
son poco profundos y de baja fertilidad debido a sus altos contenidos de calcio.
Leptosoles, regosoles y calcisoles cubren 60.7% del territorio nacional. Si a esto
sumamos otros suelos comúnmente inadecuados para la agricultura como gleyzems,
solonchaks, acrisoles o alisoles, resulta que cerca de dos terceras partes del territorio
nacional no son fácilmente explotables para fines agrícolas.

Los feozems (del griego phaios, obscuro y del ruso zemlja, suelo), por el contrario,
son muy fértiles y aptos para el cultivo, si bien son sumamente proclives a la erosión.
Con frecuencia son suelos profundos y ricos en materia orgánica. Se desarrollan
sobre todo en climas templados y húmedos, por lo que se encuentran recubriendo el
Eje Neovolcánico Transversal y porciones de la Sierra Madre Occidental.

Finalmente, los vertisoles (del latín vertere, invertir) son suelos sumamente arcillosos
que se desarrollan en climas de subhúmedos a secos. Al igual que los feozems, son
profundos, muy duros cuando están secos y lodosos al mojarse (debido a su alto
contenido de arcillas), por lo que resulta difícil trabajarlos. Además, su fertilidad es
intrínsecamente baja. Sin embargo, la tecnificación de la agricultura tiene resultados
notables al lograr en ellos incrementos de producción hasta en diez veces. No es
coincidencia que algunas de las zonas consideradas “graneros”, como el Bajío o
Sinaloa, cuenten con grandes extensiones de vertisoles.

Feozems y vertisoles representan el 18.0% de los suelos del país. Otros, como los
cambisoles, arenosoles, luvisoles, andosoles o kastañozems son igualmente
adecuados para su explotación agrícola, aunque algunos se erosionan con facilidad.
En total representan alrededor del tercio restante de la superficie nacional.

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Existe una clara asociación entre el suelo y la vegetación. Los calcisoles y arenosoles
están restringidos prácticamente a las zonas áridas y semiáridas, cubiertas por
matorrales y pastizales. Los feozems y andosoles son típicos de los bosques y
pastizales templados. La humedad de varias zonas selváticas hace que ciertos
suelos que se forman en presencia de grandes cantidades de agua, como los
gleysoles y los alisoles, sean más frecuentes bajo esta vegetación. El cambio de uso
del suelo depende en buena medida del tipo de sustrato. En términos generales, los
suelos más aptos para la agricultura son los más explotados.

La proporción de feozems, vertisoles o cambisoles empleados en la agricultura es superior a


la media nacional para otros suelos. Por el contrario, los leptosoles, regosoles y calcisoles
son utilizados con menor frecuencia. En otros casos es perceptible el efecto de la región. En
el norte del país las condiciones de aridez hacen más común el uso del riego para los cultivos
y en consecuencia, los calcisoles son aprovechados de manera asidua en la agricultura de
riego. En las selvas del golfo y sureste se han inducido extensos potreros, por lo que los
gleysoles y alisoles son más comunes bajo la forma de pastizales inducidos de lo que es la
media nacional.

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Dentro de los suelos cultivados hay una variabilidad considerable en términos de su
fertilidad. Mientras que Sinaloa es el estado más fértil del país, Tlaxcala tiene un
índice de fertilidad de apenas la séptima parte que el sinaloense, siendo la entidad
con los suelos más pobres. Sin embargo, el uso del suelo con fines agrícolas no está
relacionado necesariamente con su fertilidad; Tlaxcala es el estado con mayor
porcentaje de superficie cultivada en el país.

Fuentes:

● Equipo editorial, Etecé. (2024, 26 noviembre). Suelo - Concepto, composición, tipos y


características. Concepto. https://concepto.de/suelo/

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● Equipo editorial, Etecé. (2021, 5 agosto). Capas del Suelo - Concepto, estratos, tipos y
erosión del suelo. Concepto. https://concepto.de/capas-del-suelo/
● Suelo. cuéntame de México. (s. f.). https://cuentame.inegi.org.mx/territorio/suelo.aspx?

tema=T

● Nociones ambientales básicas para profesores rurales y extensionistas. (s. f.).

https://www.fao.org/4/w1309s/w1309s04.htm

● Semarnat - Suelos. (s. f.).

https://paot.org.mx/centro/ine-semarnat/informe02/estadisticas_2000/

informe_2000/03_Suelos/3.1_Suelos/index.htm

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