Estres de Cuidadores
Estres de Cuidadores
Estres de Cuidadores
FACULTAD DE PSICOLOGA Departamento de Personalidad, Evaluacin y Tratamiento Psicolgico I (Personalidad, Evaluacin y Psicologa Clnica)
ENTRENAMIENTO EN MANEJO DEL ESTRS EN CUDADORES DE FAMILIARES MAYORES DEPENDIENTES: DESARROLLO Y EVALUACIN DE LA EFICACIA DE UN PROGRAMA
Madrid, 2005
ISBN: 84-669-2832-4
Facultad de Psicologa
ENTRENAMIENTO EN MANEJO DEL ESTRS EN CUIDADORES DE FAMILIARES MAYORES DEPENDIENTES: DESARROLLO Y EVALUACIN DE LA EFICACIA DE UN PROGRAMA
Javier Lpez Martnez Directora: Dra. Mara Crespo Lpez Departamento de Personalidad, Evaluacin y Tratamientos Psicolgicos I
Madrid, 2005
iii
Haba una vez un leador que se present a trabajar en una maderera... El primer da se present al capataz, que le dio un hacha y le asign una zona de bosque. El hombre, entusiasmado, sali a talar. En un solo da cort dieciocho rboles. -Te felicito- le dijo el capataz-. Sigue as. Animado por las palabras del capataz, el leador se decidi a mejorar su propio trabajo al da siguiente. As que esa noche se acost bien temprano. A la maana siguiente, se levant antes que nadie y se fue al bosque. A pesar de todo su empeo, no consigui cortar ms de quince rboles. -Debo estar cansado-pens, y decidi acostarse con la puesta de sol. Al amanecer, se levant decidido a batir su marca de dieciocho rboles. Sin embargo, ese da no lleg ni a la mitad. Al da siguiente fueron siete, luego cinco y el ltimo da estuvo toda la tarde tratando de talar su segundo rbol. Inquieto por lo que dira el capataz, el leador fue a contarle lo que le estaba pasando y a jurarle y perjurarle que se estaba esforzando hasta los lmites del desfallecimiento. El capataz le pregunt: Cundo afilaste tu hacha por ltima vez?. -Afilar? No he tenido tiempo para afilar: he estado demasiado ocupado talando rboles. Bucay, J (2002).Djame que te cuente: Los cuentos que me ensearon a vivir (pp. 112-113). Barcelona: RBA. Libros.
AGRADECIMIENTOS A la hora de hacer memoria agradecida de todas las personas que han contribuido a que esta investigacin llegue a buen puerto, quisiera comenzar dando las gracias a todos y cada uno de lo cuidadores que, sin apenas tiempo para casi nada y viviendo en numerosas ocasiones das de 36 horas, accedieron generosamente a participar en este estudio. Todos ellos han compartido en los tratamientos una porcin de su historia ms ntima y personal. Adems sus gestos de cario y agradecimiento hacia mi persona me han hecho emocionarme ms de una vez. Sin su colaboracin nada hubiera sido posible. La profesora Mara Crespo, directora de esta investigacin, siempre ha estado ah. Sus enseanzas han sido numerosas y continuas, su dedicacin en tiempo y esfuerzo siempre generosa y sus consejos invariablemente juiciosos. Gracias por resolver todas mis dudas, por leer y releer mis manuscritos una y mil veces, por ensearme que el trabajo bien hecho siempre merece la pena y, en definitiva, por acompaarme a lo largo de todos estos aos en el diseo de la evaluacin y de los tratamientos, en la aplicacin de las intervenciones, en los anlisis de datos, en la redaccin del trabajo... en todo. Los profesores del departamento de Personalidad, Evaluacin y Tratamientos Psicolgicos I, especialmente quienes han colaborado en la revisin inicial del protocolo de intervencin, me han proporcionado una inapreciable colaboracin y asesoramiento cientfico y tcnico. Gracias por ello. Un agradecimiento entraable a la profesora Mara Luisa de la Puente, que me abri las puertas de la investigacin, me alent cuando estaba cerca, fue ejemplo de dedicacin, y ahora que ya no est, contina presente. Todos mis compaeros del grupo de investigacin, especialmente Mara Arinero, Mara del Mar Gmez y Mara Isabel Martnez, que han seguido la evolucin de este trabajo paso a paso, me ayudaron en la
vi
elaboracin inicial de los materiales, en la revisin de los mismos o en cualquier otra cosa que hiciese falta. Hemos compartido no solo trabajo, sino tambin ilusiones y buenos momentos. Gracias sobre todo por vuestro nimo, cercana y apoyo. Los profesores Steve Zarit y Holly Tuokko me permitieron participar de sus grupos de investigacin en las universidades de Penn State (Estados Unidos) y Victoria (Canad), dndome para ello todo tipo de facilidades. All pude disfrutar de su gran sabidura y humanidad. Gracias de todo corazn. Son muchas las instituciones, y especialmente personas concretas a ellas vinculadas, que han acogido este trabajo con entusiasmo y que han hecho posible la participacin de los cuidadores a ellas vinculados. Gracias sinceras al Dr. Lpez-Arrieta, que me ayud no solo con el acceso muestral sino tambin compartiendo su mucho saber y su bien hacer en el mbito de la gerontologa. Gracias tambin a la Dra. Gmez-Rabago, a las enfermeras Elena Alonso y Teresa Cuenca, a las trabajadoras sociales Neyi Francisco, Carmen Jimnez y Paloma Snchez, a los psiclogos Manuel Nevado, Minerva Snchez, Gema Torrijos, Raquel Lpez de la Torre. Sensibles a la difcil situacin de quienes cuidan a un mayor en casa, habis hecho fcil el contacto con los participantes en todo momento. Gracias por ltimo a mis dos familias, la de sangre y la de comunidad. Las dos habis credo en m, me habis apoyado en todo momento, habis aguantado mis idas y venidas, mi falta de tiempo para otros asuntos por dedicarme a la investigacin. Convencido estoy de que siempre he recibido de vosotros mucho ms de lo que os he dado. Y en este asunto de cuidar, mi familia, en especial mi madre y mis tas, han sido siempre para m un ejemplo de cmo cuidar a todos y cada uno de mis abuelos con gran cario y dedicacin generosa. Mil gracias a todos, por todo!
vii
TABLA DE CONTENIDO
PARTE TERICA 1 EL CUIDADO DE LAS PERSONAS MAYORES DEPENDIENTES EN EL HOGAR ........................................................................................................... 1 1.1 CARACTERISTICAS BSICAS DE LOS CUIDADORES Y DE LAS PERSONAS CUIDADAS .............................................................................. 1 1.1.1 Definicin y caracterizacin ........................................................... 1 1.1.2 Envejecimiento y dependencia de la poblacin ......................... 4 1.1.3 Tareas que conlleva el hecho de ser cuidador ......................... 10 1.1.4 Los cuidadores principales ............................................................ 12
1.1.4.1 1.1.4.2 1.1.4.3 1.1.4.4 Cuidadores de nmero singular .................................................... 13 Cuidadores de gnero femenino y mediana edad ...................... 13 Cuidadores de nivel socioeconmico modesto .......................... 16 Transformacin del perfil los cuidadores .................................... 17
1.1.5 Estudio de los cuidadores............................................................... 18 1.2 DATOS EPIDEMIOLGICOS DEL CUIDADO INFORMAL. ... 19 1.3 EFECTOS DEL CUIDADO DE UN FAMILIAR .............................. 23 1.3.1 Repercusiones negativas................................................................. 23 1.3.2 Repercusiones positivas .................................................................. 28 2 CONSECUENCIAS FSICAS Y EMOCIONALES DEL CUIDADO INFORMAL ........................................................................................ 31 2.1 PROBLEMAS FSICOS........................................................................... 32 2.2 PROBLEMAS EMOCIONALES ........................................................... 35 2.3 FACTORES DE RIESGO (PREDICTORES) .................................... 37 2.3.1 Gnero del cuidador ........................................................................ 38 2.3.2 Parentesco........................................................................................... 40 2.3.3 Problemas conductuales del paciente......................................... 41 2.3.4 Carga objetiva ................................................................................... 43 2.3.5 Valoracin de la situacin ............................................................. 46
2.3.5.1 Carga subjetiva ................................................................................ 46 2.3.5.2 Evaluacin positiva de la situacin .............................................. 47
2.3.6
2.3.6.1 Apoyo social .................................................................................... 48 2.3.6.2 Estrategias de afrontamiento ......................................................... 49 2.3.6.3 Autoestima y autoeficacia.............................................................. 51
2.3.7
viii
2.3.8 Conclusiones .......................................................................................53 2.4 EVOLUCIN DE LOS CUIDADORES CON EL PASO DEL TIEMPO ....................................................................................................................54 2.4.1 Adaptacin o proliferacin del estrs? .....................................54 2.4.2 Etapas en el cuidado .........................................................................56 3 MODELOS EXPLICATIVOS DEL ESTRS DE LOS CUIDADORES ...........................................................................................................61 3.1 TEORAS O MODELOS EXPLICATIVOS .........................................61 3.1.1 Modelo de predisposicin e incitacin ........................................62 3.1.2 Modelo didico cuidador-mayor...................................................64 3.1.3 Modelo sociocultural ........................................................................65 3.1.4 Modelo de los dos factores .............................................................67 3.1.5 Modelo multidimensional de agentes estresantes ....................69 3.1.6 Modelo multidireccional del estrs ..............................................72 3.2 CONSIDERACIONES A LOS MODELOS ..........................................74 4 INTERVENCIONES CON CUIDADORES ...........................................77 4.1 EL APOYO FORMAL ...............................................................................79 4.2 LAS INTERVENCIONES PSICOEDUCATIVAS ..............................86 4.3 LOS GRUPOS DE AYUDA MUTUA ....................................................90 4.4 LAS INTERVENCIONES PSICOTERAPUTICAS .........................93 4.5 ANLISIS DE LA EFICACIA DE LOS PROGRAMAS CON CUIDADORES ........................................................................................................95 4.5.1 Revisin de los programas de intervencin con cuidadores.95
4.5.1.1 4.5.1.2 4.5.1.3 4.5.1.4 Caractersticas de los participantes ............................................ 119 Metodologa de los programas de ayuda ................................... 124 Contenidos y estructura de los programas de ayuda ............... 126 Resultados ...................................................................................... 130
4.5.2 Estudios de meta-anlisis ............................................................. 139 4.6 CONCLUSIONES ................................................................................... 143 5 ESTUDIO DEL MALESTAR EMOCIONAL DE LOS CUIDADORES DE MAYORES DEPENDIENTES EN NUESTRO CONTEXTO ............................................................................................................. 147 5.1 OBJETIVO E HIPTESIS .................................................................... 147 5.2 METODOLOGA .................................................................................... 149 5.2.1 Participantes .................................................................................... 149 5.2.2 Diseo y variables .......................................................................... 149 5.2.3 Evaluacin ........................................................................................ 150 5.2.4 Anlisis............................................................................................... 152 5.2.5 Resultados ......................................................................................... 154
ix
5.2.5.1 Caractersticas generales de los cuidadores .............................. 154 5.2.5.2 Caractersticas generales de las personas cuidadas.................. 154 5.2.5.3 Caracterizacin de la situacin de cuidado ............................... 154 5.2.5.4 Recursos personales de los cuidadores ...................................... 155 5.2.5.5 Diferencias entre los cuidadores ................................................. 156 5.2.5.6 Variables asociadas al estado emocional y fsico de los cuidadores ....................................................................................................... 160
5.3 DISCUSIN Y CONCLUSIONES ...................................................... 161 5.3.1 Diferencias entre cuidadores de mayores con demencia y dependientes sin deterioro cognitivo. ........................................................ 161 5.3.2 Variables asociadas al estado emocional ............................... 162 5.3.3 Variables asociadas a la salud percibida................................ 164 5.3.4 Aportaciones de la investigacin ............................................... 165 PARTE EMPIRICA 6 OBJETIVOS E HIPTESIS. .................................................................... 169 6.1 6.2 7 OBJETIVOS .............................................................................................. 173 HIPTESIS ............................................................................................... 174
MTODO.......................................................................................................... 179 7.1 PARTICIPANTES ................................................................................... 179 7.2 DISEO ..................................................................................................... 181 7.2.1 Vmariable independiente ................................................................. 181 7.2.2 Variables dependientes ................................................................. 181 7.2.3 Variables mediadoras.................................................................... 182 7.2.4 Variables extraas o contaminadoras ...................................... 182
7.2.4.1 Asignacin de los participantes a las condiciones experimentales y de control ......................................................................... 183 7.2.4.2 Terapeuta ........................................................................................ 183 7.2.4.3 Variables sociodemogrficas y de cuidado ............................... 184
7.3.2 Material utilizado en el tratamiento.......................................... 199 7.4 PROCEDIMIENTO ................................................................................ 200 7.4.1 Prueba piloto del programa de tratamiento ........................... 200 7.4.2 Captacin de los participantes en el estudio .......................... 201 7.4.3 Evaluacin pretratamiento .......................................................... 204
7.4.4 Tratamiento ...................................................................................... 205 7.4.5 Evaluacin postratamiento .......................................................... 209 7.4.6 Seguimiento ...................................................................................... 210 7.5 ANLISIS DE DATOS ........................................................................... 211 8 RESULTADOS. .............................................................................................. 217 8.1 DESCRIPCIN DE LA MUESTRA ................................................... 217 8.1.1 Variables sociodemogrficas ...................................................... 217 8.1.2 Caractersticas de las personas mayores dependientes atendidas. ........................................................................................................... 219 8.1.3 Caractersticas generales de la situacin de cuidado ......... 222 8.1.4 Variables mediadoras.................................................................... 226 8.1.5 Variables dependientes ................................................................. 228 8.2 EFICACIA DEL TRATAMIENTO ...................................................... 233 8.2.1 Anlisis de la homogeneidad de los grupos ............................ 233
8.2.1.1 Homogeneidad del grupo cara a cara y mnimo contacto teraputico ....................................................................................................... 234 8.2.1.2 Homogeneidad del grupo cara a cara, mnimo contacto teraputico y grupo control .......................................................................... 234
8.2.2
8.2.2.1 Determinacin de si el tratamiento es mejor que el no tratamiento ...................................................................................................... 242 8.2.2.2 Determinacin de las mejoras a lo largo del tiempo. ............. 250 8.2.2.3 Determinacin de las diferencias en funcin del tipo de intervencin. ................................................................................................... 271
8.3 CONTRASTE DE HIPTESIS ............................................................ 300 8.3.1 Hiptesis 1 ........................................................................................ 300 8.3.2 Hiptesis 2 ........................................................................................ 306 8.3.3 Hiptesis 3 ........................................................................................ 311 9 DISCUSIN .................................................................................................... 317 9.1 9.2 9.3 9.4 10 PARTICIPANTES ................................................................................... 317 EFICACIA DEL TRATAMIENTO ...................................................... 320 CONSIDERACIONES PRCTICAS.................................................. 326 LIMITACIONES Y DIRECTRICES FUTURAS .............................. 331 BIBLIOGRAFA........................................................................................ 339
ANEXOS ................................................................................................................... 369 ANEXO 1: PROTOCOLO DE EVALUACIN ...................................... 371 ANEXO 2: MATERIALES DEL TRATAMIENTO .............................. 411 ANEXO 3: MANUAL DE TRATAMIENTO ............................................ 427
xi
PRLOGO
El mundo envejece y esto es sin duda una buena noticia. Cada vez es mayor la esperanza de vida de las personas, aumentando el nmero de personas mayores. No todas, pero s un importante porcentaje de ellas, necesitan ayuda y supervisin de otros para desarrollar diversas actividades de la vida cotidiana. La poblacin espaola no es ajena a este fennemo. Cuidar de un familiar mayor dependiente en el propio hogar supone una situacin de estrs que incrementa el riesgo de padecer importantes alteraciones emocionales y problemas fsicos. Los cuidadores se veran muy beneficiados por programas de intervencin dirigidos a ensearles a manejar la situacin de estrs con la que han de enfrentarse al asumir ese papel. Sin embargo, hasta la fecha se han desarrollado pocas acciones en esta direccin y en la mayora de los casos no se ha valorado de manera fehaciente la eficacia de las propuestas. De hecho, las numerosas revisiones y meta-anlisis de las intervenciones no han identificado el antdoto que alivie el estrs del cuidador y sus secuelas. Pero s que parece que los tratamientos psicoteraputicos individuales obtienen mejores resultados que otro tipo de intervenciones. La presente tesis doctoral plantea el desarrollo y evaluacin de la eficacia de un programa de intervencin dirigido a cuidadores de personas mayores dependientes y que tiene como finalidad ensearles a manejar de manera efectiva las distintas situaciones de estrs a las que van a tener que enfrentarse por el hecho de ser cuidadores. Se trata de un programa adaptado a las necesidades y circunstancias especficas de los cuidadores cuyos contenidos se basan fundamentalmente en la revisin de la literatura y en los estudios previos llevados a cabo por el autor de la presente tesis doctoral.
xii
En un intento de adaptar el programa a las caractersticas y necesidades especficas de este colectivo, se decidi desarrollar la intervencin en dos formatos diferentes, uno, cara a cara, el que se mantienen diversas sesiones individuales con los cuidadores, otro, de mnimo contacto teraputico, en el que se reducen el nmero de sesiones individuales con los cuidadores y se incrementa el trabajo para casa. Este trabajo pretende comparar la eficacia del programa de intervencin a lo largo del tiempo y en comparacin con un grupo control en lista de espera. Se valora, as mismo, la eficacia diferencial de los dos formatos de intervencin. De forma previa a este estudio se realiza una descripcin de las personas mayores dependientes y de sus cuidadores, as como de las consecuencias positivas y negativas que tiene la situacin de cuidado (captulo 1). Se analizan de manera particular los efectos emocionales y fsicos provocados por el cuidado informal (captulo 2). Se describen los modelos ms relevantes de estrs aplicados a los cuidadores (captulo 3) y se revisan los distintos tipos de programas dirigidos a cuidadores, analizando especialmente la eficacia de estos (captulo 4). Para finalmente describir brevemente un estudio previo realizado en nuestro contexto sociocultural en el que se analiza el estado fsico y emocional de los cuidadores y las variables asociadas. Dicho estudio sirvi de inicio para el desarrollo del programa de control del estrs descrito en la presente tesis doctoral (captulo 5)
PARTE TERICA
EL CUIDADO DE LAS PERSONAS MAYORES DEPENDIENTES EN EL HOGAR "Yo te cuidar mami" dijo solemnemente el pequeajo mientras l y
su madre entraban cogidos de la mano en el centro de salud del barrio. "Gracias cario" sonri ella, "Mam estar bien, solo necesita ver al mdico para que le de alguna medicina para ponerse buena". El pequeo la mir a los ojos y dijo "Vale", anduvieron unos pasos ms y el nio volvi a decir "Pero te cuidar, vale". La escena dur solo unos instantes pero se dijo mucho. "Te cuidar" implica un espontneo y amoroso impulso, es una expresin de proteccin, asistencia, cario y ternura. Cuidar es una conducta tan natural como aprender a vestirse o a caminar. De algn modo todos somos cuidadores y personas a las que cuidan. En el transcurso de nuestras vidas inevitablemente ejercemos ambos roles. Sin embargo, aprender a ser un cuidador no es algo automtico y algunas veces no resulta nada sencillo (Pearlin, Mullan, Semple y Skaff, 1990). 1.1 CARACTERISTICAS BSICAS DE LOS CUIDADORES Y DE LAS PERSONAS CUIDADAS 1.1.1 Definicin y caracterizacin En los ltimos 20 aos el cuidado informal de personas mayores dependientes aquel que no es llevado a cabo por un profesional de la salud, ni es remunerado y mayoritariamente realizado por familiares- se ha convertido en un tema de especial relevancia, tanto desde un punto de vista social como clnico. Debido esencialmente al envejecimiento de la poblacin y al incremento de enfermedades degenerativas cada vez hay ms cuidadores, que ocupan esta posicin durante ms tiempo y que presentan importantes
Parte Terica
problemas como consecuencia del desempeo de su rol (Casado y Lpez, 2001). Para Rivera (2001) el cuidado informal es la atencin no remunerada que se presta a las personas con algn tipo de dependencia psicofsica por parte de los miembros de la familia u otros sujetos sin otro lazo de unin ni de obligacin con la persona dependiente que no sea el de la amistad o el de la buena vecindad. Estos agentes y redes no pertenecen a los servicios formalizados de atencin ni a redes o asociaciones de ayuda mutua. Segn esta concepcin quedaran incluidos dentro del cuidado informal familiares, vecinos y amigos de la persona dependiente; excluyndose a profesionales y voluntarios. Por lo tanto tericamente el cuidado informal puede estar desempeado por la familia o por miembros extrafamiliares. Pero lo cierto es que segn un estudio del Centro de Investigaciones Sociolgicas (IMSERSO, 1995) los cuidados proporcionados por personas no familiares representan tan solo el 2% del total de la ayuda informal. Y este porcentaje disminuye notablemente, llegando a desaparecer, cuando la ayuda requerida va siendo cada vez ms demandante. As en el estudio longitudinal Envejecer en Legans (Zunzuengui, Llcer y Bland, 2002) no se encuentra ningn cuidador extrafamiliar que atienda a mayores dependientes, de la misma manera que tampoco se encuentran amigos o vecinos que se responsabilicen del cuidado de los mayores en otros estudios realizados en nuestro pas (Ribas et al., 2000; Rubio et al., 1995). Si bien la discapacidad y la consiguiente necesidad de ayuda no es un problema exclusivo de las personas mayores, y es cierto que la dependencia es un fenmeno que afecta a todas las edades, tambin es verdad que dos terceras partes de las personas con discapacidad para las actividades de la vida diaria tienen ms de 65 aos. Por consiguiente se puede afirmar que hay
Captulo 1
una clara correlacin entre edad y necesidad de asistencia (Instituto Nacional de Estadstica, 2000). As, pues, la mayora de los cuidadores son familiares y gran parte de las personas que necesitan ayuda son personas mayores. Ciertamente el cuidado formal, es decir, el cuidado profesional de los mayores, de iniciativa pblica o privada, va aumentando cada vez ms su presencia en nuestro pas. Cada vez hay ms profesionales remunerados que atienden a los mayores cuando lo necesitan. Pero, hoy por hoy, el cuidado informal adems de ser el ms numeroso, contribuye no solo a rellenar las lagunas de los servicios profesionales proporcionados por las entidades sociosanitarias, sino que adems mantiene el bienestar del mayor, as como su calidad de vida y su seguridad (Hbert, et al., 1999; Rivera, 2001; Rodrguez, 1994). Es bien conocido que tradicionalmente la familia se ha encargado de cuidar a sus miembros enfermos, mayores o dependientes. Pero ltimamente hay un creciente inters por este tema. Este nuevo inters puede ser debido bien a las dificultades de financiacin de un sistema de apoyo a las personas mayores nicamente basado en servicios formales en una sociedad que tiene cada vez ms mayores dependientes, bien a que el cuidado informal de los mayores es hoy en da una fuente importante de proteccin, es decir, el cuidado familiar es el mejor mbito de proteccin del mayor (Martnez, Villalba y Garca, 2001; Prez, 1997; Rivera, 2001). Parece claro que el cuidado de los mayores dependientes no es un fenmeno novedoso. Antes de que se pusiese en marcha en nuestro pas el sistema de asistencia sociosanitaria universal, los cuidadores informales eran la principal y casi nica fuente de apoyo de los mayores dependientes. Lo que ha cambiado en las ltimas dcadas es la cantidad de personas que desempean el rol de cuidadores, la duracin de los cuidados y las tareas que tienen que desempear. El aumento de la esperanza de vida y los avances de
Parte Terica
la medicina han hecho que en la actualidad los cuidadores atiendan a sus familiares mayores dependientes durante una gran cantidad de aos (en ocasiones dcadas) y que tengan que desempear tareas propias de los profesionales sociosanitarios (OConnor, Pollit, Brook, Reiss y Roth, 1991; Schulz y Martire, 2004). 1.1.2 Envejecimiento y dependencia de la poblacin Conocer los cambios demogrficos de las ltimas dcadas nos permite comprender mejor la situacin actual y el futuro previsible. Tal y como se observa en los datos del Instituto Nacional de Estadstica (2004a) (vase figuras 1.1. y 1.2.) a la sociedad espaola le han comenzado a salir canas, es decir, cada vez es mayor el nmero y proporcin de personas mayores de 65 aos. De hecho en el ao 2000 haba 1,3 espaoles mayores de 60 aos por cada nio espaol y para el ao 2050 se espera que el porcentaje sea de 4 mayores por nio, con la mitad de la espaoles superando los 50 aos (United Nations, 2002).
Figura 1.2. Pirmide de poblacin espaola a inicios de siglo XXI (INE 2004a)
En la actualidad, la poblacin total de nuestro pas es de 40.847.371 habitantes y un 16,64% de ellos son mayores de 65 aos, es decir 6.796.936 personas (Instituto Nacional de Estadstica, 2004a). Este fenmeno del
Captulo 1
envejecimiento va a continuar en los prximos aos, en los que la proporcin de mayores seguir aumentando de manera considerable, mientras que la proporcin de personas jvenes ser cada vez menor. De hecho se producir un envejecimiento del envejecimiento, es decir, un aumento considerable de la proporcin de mayores de 80 aos, dentro del colectivo de personas mayores. El cambio demogrfico que se ha observado en Espaa ha sido rpido, progresivo y profundo. Cada vez hay ms personas mayores de 65 aos y esos mayores tienen cada vez ms edad. Espaa es claramente una sociedad que envejece, pues si a inicios del siglo XX haba una persona mayor por cada veinte espaoles en la actualidad se encuentra un mayor por cada seis ciudadanos espaoles. El envejecimiento de la poblacin espaola es una buena noticia; los avances mdicos, la mejora de los servicios de sociosanitarios, las mejores condiciones de vida, entre otros factores, hacen que en nuestro contexto sociocultural cada vez sean ms las personas que llegan a mayores, y llegando a esa etapa vital vivan cada vez ms aos (Nez, 2004). Pero si bien es cierto que el envejecimiento de la poblacin es una conquista de nuestro tiempo, tambin es verdad que es un serio reto ante el futuro, pues se incrementa la cantidad de poblacin necesitada de ayuda, con el consiguiente aumento de los costes sociosanitarios. El incremento de la proporcin de poblacin mayor se debe fundamentalmente al aumento de la esperanza de vida junto al descenso de los ndices de natalidad. As el incremento de la esperanza de vida que se ha experimentado en nuestro pas lo sitan entre los tres pases ms longevos del mundo. Tal y como se observa en la figura 1.3. , actualmente en los varones la esperanza de vida es de setenta y cinco aos y en las mujeres de ochenta y dos. Los setenta y ocho aos de promedio de esperanza de vida actual se sitan lejos de los treinta y cinco de principios de siglo y de los
Parte Terica
cincuenta aos de mediados del siglo XX. Es decir, en cien aos ha aumentado la esperanza de vida cuarenta aos y tan slo en los ltimos cincuenta aos la esperanza de vida ha aumentado un promedio de treinta aos (Fernndez-Muoz, 2000; Instituto Nacional de Estadstica, 2004b; United Nations, 2002).
Figura 1.3. Evolucin de la esperanza de vida en Espaa (INE, 2004b) Pero, por otro lado, se ha producido una fuerte disminucin de la natalidad, pasando de un promedio de 3 hijos por mujer en los aos setenta a un promedio prximo a 1,1 actual, muy por debajo del umbral de reemplazo generacional fijado en 2,1 hijos por mujer (vase figura 1.4.).
Figura 1.4. Evolucin del nmero medio de hijos por mujer en Espaa (INE, 2004b)
Captulo 1
Promedio aun menor en ciertas comunidades autnomas del norte de Espaa, que convierten a nuestro pas en uno de los pases con menor tasa de natalidad del mundo, dado que los pases desarrollados muestran en la actualidad un promedio de 1,5 hijos por mujer y tan solo 19 pases se encuentran por debajo de 1,3 (Instituto Nacional de Estadstica, 2004b; United Nations, 2002). Aumenta la proporcin de personas de edad de nuestro pas y de acuerdo con los datos de la Encuesta Nacional de Salud (Instituto Nacional de Estadstica, 2003), la percepcin del nivel de salud empeora con la edad. La proporcin de personas que definen su salud como mala o muy mala aumenta sistemticamente con la edad: 2,3 % en los jvenes (de 16 a 24 aos de edad), 9% en las personas de edad media (de 45 a 54 aos), 19,3 % en el grupo de 65 a 74 aos, y 30,5% en los mayores de 75 aos. La poblacin mayor no slo presenta una peor salud percibida, sino que tambin con mayor frecuencia padecen dolencias o enfermedades que limitan su actividad cotidiana, y los porcentajes de personas que tienen que ser hospitalizadas (vase tabla 1.1).
Tabla 1.1. Poblacin que declara haber tenido alguna enfermedad y haber sido hospitalizada en los ltimos doce meses (INE, 2003). Dolencias o Hospitalizaciones Edad De 0 a 15 aos De 16 a 24 aos De 25 a 34 aos De 35 a 44 aos De 45 a 54 aos De 55 a 64 aos De 65 a 74 aos De 75 y ms aos Total enfermedades 12,4% 12,6% 14,4% 19,4% 23,9% 28,9% 31,5% 44,8% 21,1% 6,1% 4,6% 8,6% 9,1% 8,5% 12,1% 15,0% 19,6% 9,5%
Parte Terica
Aunque la mayora de las personas mayores, con frecuentes problemas de salud, son capaces de vivir autnomamente, tambin es cierto que va aumentando progresivamente el nmero de mayores que necesitan de la ayuda de una tercera persona para la realizacin de las actividades cotidianas. Ser mayor no significa ser enfermo, ni ser dependiente. Sin embargo, muchas personas mayores necesitan temporal o definitivamente ser atendidas por otros (Montorio, Yanguas y Daz-Veiga, 1999). As, entre un 13% de los espaoles mayores de 65 aos (con dependencia severa), y un 33% (con dependencia moderada y leve) requieren de la asistencia de otras personas (Sancho, 2002a). De hecho, tal y como se observa en la figura 1.5, los porcentajes de personas con alguna discapacidad son cada vez ms importantes conforme aumenta la edad y se hacen especialmente relevantes a partir de los 85 aos (Castel et al., 2003; Otero, Zunzunegui, Rodrguez-Laso, Aguilar y Lzaro, 2004). Pues si para el conjunto de los espaoles mayores de 65 aos el porcentaje de personas con alguna discapacidad es del 32,1%, en el grupo de personas mayores de 85 aos se supera el 60% (Instituto Nacional de Estadstica, 2000).
Captulo 1
Un total de 2.072.652 personas mayores de 65 aos presentan alguna discapacidad y son 967.763 personas mayores las que tienen dificultades graves o totales para actividades de la vida cotidiana (Instituto Nacional de Estadstica, 2000). En nuestro contexto ms prximo las cifras son muy similares, pues en el estudio longitudinal realizado en Legans (Zunzunegui et al., 2002) se encontr que un 16,5% de los mayores de ese municipio necesitaban ayuda para desempear las actividades bsicas de la vida cotidiana. Este aumento de personas mayores que necesitan asistencia para las actividades de la vida cotidiana ocurre no solo en nuestra comunidad o en nuestro pas, sino a nivel global. Tal como se observa en la figura 1.6., el mundo envejece, pues tanto los pases desarrollados como los que se encuentran en vas de desarrollo tienen cada vez ms cantidad de personas mayores.
Mundo Pases desarrollados Pases en vas de desarrollo
Nunca como hoy haban existido unos porcentajes tan altos de personas mayores en general y de personas mayores dependientes en
10
Parte Terica
particular. As se calcula que en la Unin Europea hay entre un 15 y un 20% de las personas mayores son severa o parcialmente dependientes (Pacolet, Bouten, Lanoye y Versieck, 1999) y as mismo se estima que en Estados Unidos son 22 millones los que proporcionan ayuda informal a sus mayores dependientes (Coon, Ory y Schulz, 2003). Y es que aunque algunos mayores con necesidad de asistencia o supervisin vivan solos, no se debe olvidar que un 30% de los pacientes geritricos cuentan con una persona que les ayuda en actividades de la vida cotidiana (Weuve, Boult y Morishita., 2000). Pero aunque este sea un fenmeno generalizado no debe olvidarse que se espera que en el 2050 Espaa sea el pas del mundo con mayores tasas de dependencia de personas mayores (United Nations, 2002). En Espaa se ha producido un aumento de la dependencia muy importante y de una manera brusca, con lo cual se trata de un fenmeno nuevo para nuestra sociedad, que conviene ser abordado de la manera ms rpida y diligente posible (Rivera, 2001). 1.1.3 Tareas que conlleva el hecho de ser cuidador Cuidar es una tarea con una doble vertiente, en la que el cuidador primero debe conocer las necesidades de la persona mayor y despus saber cmo satisfacer esas necesidades. En funcin de la naturaleza del problema, cuidar puede requerir una pequea cantidad de trabajo o una gran tarea, puede ser algo breve o que no se sabe cundo va a finalizar. Cuando es una gran tarea o se prolonga durante mucho tiempo puede ser una rutina diaria que ocupa gran parte de los recursos y de las energas del cuidador. De hecho, la vida del cuidador en la mayora de las ocasiones se organiza en funcin del enfermo, y los cuidados atencionales tienen que hacerse compatibles con las actividades de la vida cotidiana. Incluso en ocasiones, especialmente en las enfermedades crnicas y degenerativas, no
Captulo 1
11
son las atenciones las que se adaptan al horario de los cuidadores sino que todo el horario se adapta en funcin del enfermo al que se atiende: horario laboral, de comidas, de vacaciones... (Alonso, 2002; Dellmann-Jenkins, Blankemeyer y Pinkard, 2001). Llegando algunos cuidadores a tener que abandonar sus trabajos por la incompatibilidad que conlleva trabajar fuera de casa y atender a su familiar enfermo; o a trasladarse de su propio hogar al del familiar enfermo para poder atenderle mejor. Ofrecen cuidados silenciosos, muchas veces durante una gran cantidad de aos, da tras da, noche tras noche... todo el tiempo que parezca preciso. En algunos casos los mayores necesitan ayuda para ciertas actividades concretas (e.g. compras pesadas, tareas del hogar que requieren un esfuerzo importante, etc.), pero en otros la ayuda no es tan mnima, ni tan concreta, sino que necesitan asistencia para realizar algunas o muchas de las actividades diarias bsicas (e.g. comer, lavarse, caminar, etc.). De hecho, segn los datos de la Encuesta sobre discapacidades, deficiencias y estado de salud (Instituto Nacional de Estadstica, 2000) el 21% de los espaoles mayores de 65 aos presentan dificultades para desplazarse fuera del hogar y un 16,3% para realizar las tareas del hogar. Los cuidadores, en la prctica totalidad de las ocasiones, adems de una atencin instrumental de mayor o menor intensidad, prestan una atencin emocional al familiar mayor del que estn pendientes: le hacen compaa, escuchan sus inquietudes, se encargan de supervisar que el mayor se encuentre bien, a gusto, todo lo tranquilo que pueda, etc. (Roca et al., 2000; Mateo et al., 2000). De hecho, ms all de la dependencia fsica, los mayores tambin pueden presentar dependencias econmicas (al dejar de ser personas laboralmente activas), sociales (al ir perdiendo personas y relaciones significativas) y mentales (al perder progresivamente la capacidad para
12
Parte Terica
resolver problemas y tomar decisiones propias). Y de todas estas necesidades se ocupan en una u otra medida sus familiares (Leturia y Yanguas, 1999; Montorio, 1999). El cuidador es un elemento sociosanitario esencial, es un recurso de importancia cada vez mayor, ya que desarrolla una importante funcin que permite conservar y mantener funcionalmente el mayor tiempo posible a los mayores, facilitando la integracin en su entorno, estimulando las funciones que todava estn conservadas, y supliendo las capacidades prdidas por otras, aumentando la supervivencia y viabilidad funcional de los mayores en la comunidad (Artaso, Goi y Gmez, 2001b; Prez, 1997). Para tratar de conseguir todo lo anterior, las tareas habituales de cuidado son realizadas por los cuidadores informales de forma continuada. Los cuidadores en la mayora de los casos (85% del total) prestan su ayuda todos los das al familiar mayor, dedicando ms de 5 horas a estos cuidados un 53% de los cuidadores y entre 3 y 5 horas el 20% de los casos. En numerosas ocasiones no reciben ayuda de ninguna otra persona para llevar a cabo su labor de cuidador y no tienen ningn da libre a la semana para descansar de su funcin. Adems las tareas que los cuidadores de nuestro pas llevan a cabo se prolongan a lo largo del tiempo, presentando los cuidadores una media de entre 42 y 72 meses desempeando su rol (Losada, Izal, Montorio, Mrquez y Prez, 2004; Roca et al., 2000; Rubio et al., 1995). Es por tanto una actividad intensa y constante (Escudero et al., 1999; Lpez, Lorenzo y Santiago, 1999; Losada, 2005). 1.1.4 Los cuidadores principales Cuando alguien enferma o presenta algn tipo de dependencia, dentro del sistema familiar del enfermo hay un cuidador principal que asume las tareas de cuidado bsicas, con las responsabilidades que ello acarrea, que es
Captulo 1
13
percibido por los restantes miembros de la familia como el responsable de asumir el cuidado del enfermo, sin que generalmente haya llegado a desempear ese papel por un acuerdo explcito de la familia, y que no percibe una remuneracin econmica por sus tareas. El cuidador principal suele definirse como aquel individuo que dedica una gran parte de su tiempo, medido en nmero de horas al da, al cuidado de dicho enfermo y que ha realizado las tareas de cuidado durante un mnimo de 6 semanas (Dwyer, Lee y Jankowski, 1994; Roig, Abengozar y Serra, 1998).
1.1.4.1 Cuidadores de nmero singular
Aunque en ocasiones son varios los miembros de la familia los que atienden al familiar dependiente, lo cierto es que la mayora de las veces el peso del cuidado recae sobre una nica persona: el cuidador principal (Aramburu, Izquierdo y Romo, 2001; Mateo et al., 2000; Rodrguez, Sancho, lvaro y Justel, 1995). Es muy raro que toda la familia comparta equitativamente el cuidado de mayor dependiente, tratando de trabajar en equipo. Las ms de las veces el cuidador principal es casi el cuidador nico. Es decir, no toda la familia atiende al familiar mayor dependiente, sino que es un nico familiar, sin la ayuda de otras personas, el que se suele hacer cargo del mayor dependiente. Por eso se puede decir que el cuidado de los mayores es de nmero singular (Rodrguez y Sancho, 1999).
1.1.4.2 Cuidadores de gnero femenino y mediana edad
Tal y como puede observarse en la Tabla 1.2., segn un estudio del Centro de Investigaciones Sociolgicas (IMSERSO, 1995), cuando los mayores requieren ayuda su cuidador principal suele ser una mujer (83%), de edad intermedia (M= 52 aos), ama de casa (50%) y en la mayora de las ocasiones hija (52%) o cnyuge (16%). Datos similares se encuentran en el
14
Parte Terica
estudio de Escudero et al. (1999) donde el 90,4% de los cuidadores son mujeres, el 54% hijas, tienen una edad media de 59 aos, aunque el 69% de los cuidadores es mayor de 64 aos. Tambin es mayoritaria la presencia de cuidadoras de mediana edad en casi todos los estudios realizados en nuestro pas (Alonso, Garrido, Daz, Casquero y Riera, 2004; Bazo y DomnguezAlcn, 1996; Mateo et al., 2000; Rivera, 2001). No se puede negar que en muchas sociedades, incluida la nuestra, hay unas expectativas no escritas sobre quien debe cuidar en el caso de que esto sea necesario. Y si una persona mayor se pone enferma o necesita de atenciones en las actividades de la vida cotidiana se espera que su esposo o esposa, si puede, le cuide. Y si este no puede, el gnero se convierte en un factor importante. Ser mujer (i.e. ser la hija, la nuera, la nieta, la hermana, la sobrina, etc.) se convierte en un factor asociado a ser cuidador. Se espera que cuidar de los familiares mayores sea una tarea de las mujeres, como una extensin de su rol maternal (Abengozar, 1992; Bazo, 1998; Bazo y Domnguez- Alcn, 1996; Collins y Jones, 1997; Flrez, 2002).
Tabla 1.2. Perfil comparado de los cuidadores con la poblacin adulta en general (IMSERSO, 1995). Cuidadores (A) Gnero Edad Hombres Mujeres De 18 a 34 aos De 35 a 44 aos De 45 a 54 aos De 55 a 64 aos De 65 y ms aos 17,1 83,9 11,7 18,3 27,9 22,4 19,6 Poblacin adulta (B) 48 52 36,8 16,3 15,5 14,4 17 Diferencia (A-B) -30,9 31,9 -25,7 2,0 12,4 -8 2,6
Captulo 1
15
Incluso en sociedades tan lejanas a la nuestra como la china existe una jerarqua -muy similar a la presente en nuestro contexto- en las expectativas sobre quin debe cuidar al mayor. De hecho son las esposas o esposos, las hijas, las nueras, los hijos y otros parientes quienes en este orden se espera que atiendan al familiar (Heok y Li, 1997). Maridos y esposas de familiares necesitados de cuidados creen que las mujeres son las personas ms apropiadas para ejercerlos y las esposas sienten una mayor obligacin de cuidar a sus parejas que los maridos (Collins y Jones, 1997). Adems, cuando el receptor de cuidados es un varn, en la mayora de las ocasiones son sus cnyuges (77,6%) las que se hacen cargo, en cambio, cuando las receptoras de cuidados son mujeres son mayoritariamente las hijas (65,9%) las que se encargan de atender a sus madres (Badia, Lara y Roset, 2004). De hecho, los hijos varones de los mayores dependientes se ocupan de su cuidado cuando no hay ninguna hija que pueda atenderles, y estos hijos suelen contar con la ayuda de sus esposas (i.e. las nueras) (Grand, Grand-Filaire, Bocquet y Clement, 1999; Horowitz, 1985; Llcer, Zunzunegui y Bland, 1999). As, en los estudios con cuidadores se pueden encontrar nueras o cuadas ejerciendo el rol de cuidadoras, pero no se suelen encontrar yernos o cuados desempeando ese mismo papel (Valderrama et al., 1997). Adems, resulta ejemplificador el hecho de que en un amplio estudio realizado en nuestro pas (IMSERSO, 1995) aunque el 53% de los espaoles creen que pueden cuidar a las personas mayores por igual hombres que mujeres y tan solo un 31% cree que es preferible que sean mujeres las cuidadoras de los mayores, cuando se les pregunta quines quieren que les ayuden a ellos en su vejez, el grupo ms numeroso indica que prefiere que sea una hija. Es en las esposas e hijas donde descansa mayoritariamente la asistencia a los mayores. Por eso, si antes se afirmaba que el cuidado de los
16
Parte Terica
mayores es de nmero singular, con toda justicia ahora se puede afirmar que es de gnero femenino (Rodrguez y Sancho, 1999). Las mujeres adems de tener ms probabilidad de ser cuidadoras tambin tienen una menor probabilidad de ser cuidadas por los familiares (Rodrguez y Sancho, 1999). As, un 26,56 % de las mujeres espaolas mayores de 65 aos y que presentan alguna discapacidad viven solas, mientras que tan solo un 9,15 % de los varones espaoles mayores con discapacidad viven solos en su hogar. En el caso de la Comunidad de Madrid estos datos son muy similares, pues un 27,65% de mujeres mayores con alguna discapacidad viven solas y tan solo un 11,06% de los varones mayores con alguna discapacidad viven solos (Instituto Nacional de Estadstica, 2002).
1.1.4.3 Cuidadores de nivel socioeconmico modesto
Segn el Estudio 2117 del Centro de Investigaciones Sociolgicas (IMSERSO, 1995) un 65,6% de los cuidadores tiene un nivel bajo de estudios (i.e. sin estudios o estudios primarios), mientras que en la poblacin adulta general tan solo un 18,8% carece de estudios y un 25,1% tiene estudios primarios. Cifras muy similares a las encontradas en el estudio longitudinal Envejecer en Legans (Zunzunegui et al., 2002) donde un 58,5% de los cuidadores no haba completado los estudios primarios, y a los estudios de Milln, Gandoy, Cambeiro, Antelo y Mayn (1998) y Valles, Gutierrez, Luquin, Martn y Lpez (1998) donde los cuidadores que no haban superado los estudios primarios representan un 63,71% y 53,3% del total, respectivamente. Adems al menos un 58% de los cuidadores carece de ingresos propios (Llcer et al., 1999). Segn el estudio del IMSERSO (1995) el 75% de los cuidadores no tiene actividad laboral (10% en paro, 15% jubilados o pensionistas y 50% amas de casa). Del 25% de los cuidadores que trabajan
Captulo 1
17
fuera del hogar, tan slo un 63,5% puede compaginar el cuidado de sus familiares con un trabajo a jornada completa. De hecho, los cuidadores informan de una media de 1,46 horas de trabajo perdidas a la semana por atender a los familiares enfermos (Boada et al., 1999) y no es extrao que algunos de ellos (9-16%) tengan que reducir la jornada laboral o incluso que tengan que dejar de trabajar para dedicarse por completo a cuidar al mayor dependiente (Aramburu et al., 2001; Artaso, Martn y Cabass, 2003, Rivera, 2001). Adems es casi inevitable que en los cuidadores que trabajan fuera del hogar se produzcan tensiones y dilemas entre el cuidado y su ocupacin. As, pues, parece que el cuidado altamente demandante de los mayores recae sobre las capas ms modestas de nuestro pas y con menos ingresos econmicos propios (La Parra, 2001).
1.1.4.4 Transformacin del perfil los cuidadores
No obstante estos datos probablemente irn cambiando por la progresiva transformacin de la sociedad. La incorporacin creciente de la mujer al trabajo, el descenso de natalidad, el cambio en las relaciones intrafamiliares... harn -ya lo van haciendo- que cada vez sean ms los cuidadores que tengan que compatibilizar el desempeo de una profesin con el cuidado del familiar, que cada vez haya ms cuidadores de gnero masculino y de una edad cada vez ms avanzada. De hecho algunos autores (Rivera, 2001; Rodrguez, 1994) creen necesario distinguir en la actualidad entre el cuidador tradicional y el moderno-urbano. El primero es aquel que se va adoptando su rol de forma progresiva, a medida que los mayores envejecen y van requiriendo cuidados, y generalmente ejercido por mujeres como una extensin ms de sus actividades domsticas. El segundo es un cuidador que asume su rol cuando
18
Parte Terica
el mayor enferma, crendose una relacin con el mayor dependiente que no exista con anterioridad y que genera numerosos conflictos y tensiones. 1.1.5 Estudio de los cuidadores Los cuidadores de personas mayores dependientes han sido ampliamente investigados en la ltima dcada, pues representan un problema con dimensiones no solo personales (i.e. en los propios cuidadores), sino tambin familiares y sociales. La mayor parte de los estudios cientficos sobre cuidadores familiares de personas mayores giran en torno a cuatro temas (Izal, Montorio, Mrquez, Losada, Alonso, 2001): a. El estrs de los cuidadores b. El empleo de servicios formales por parte de quienes tienen que cuidar a un mayor c. Las intervenciones con cuidadores y su eficacia d. Diferencias y similitudes transculturales de los cuidadores Por lo tanto, tambin la investigacin cientfica reciente ha tratado en parte de conocer mejor la problemtica sociosanitaria de los cuidadores. Pero ya desde hace tiempo que los psiclogos y psicoterapeutas se vienen preocupando por la influencia que pueda tener el cuidado de un ser querido sobre la salud de los cuidadores. As, Freud (1893) recoge en sus Estudios sobre la histeria la influencia que puede tener el hecho cuidar a un padre enfermo durante un largo periodo de tiempo cuando afirma: Hay buenas razones para que el cuidado de un enfermo desempee tan significativo papel en la prehistoria de la histeria. Una serie de factores eficientes en este sentido es evidente: la perturbacin del estado corporal para dormir a saltos, el descuido del propio cuerpo, el efecto de rechazo que sobre las funciones vegetativas ejerce una preocupacin que a uno lo carcome; sin embargo, yo estimo que lo esencial se encuentra en otra parte. Quien tiene la mente
Captulo 1
19
ocupada por la infinidad de tareas que supone el cuidado de un enfermo, tareas que se suceden en interminable secuencia a lo largo de semanas y de meses, por una parte se habita a sofocar todos los signos de su propia emocin y, por la otra, distrae pronto la atencin de sus propias impresiones porque le falta el tiempo y las fuerzas para hacerles justicia (p. 175). 1.2 DATOS EPIDEMIOLGICOS DEL CUIDADO INFORMAL. Aunque la institucionalizacin de los mayores dependientes o el cuidado por medio de profesionales de la salud es una posibilidad, en la mayora de las ocasiones el cuidado se produce dentro del entorno familiar (Thomas et al., 2004; Schulz et al., 2003). De hecho la proporcin de mayores que viven en instituciones oscila entre el 5 y el 10% en los distintos pases desarrollados (Llcer et al., 1999) y en Espaa es un 3,4% (IMSERSO, 2004). Segn datos del Estudio 2.439 del Centro de Investigaciones Sociolgicas (Sancho, 2002b) ms de la cuarta parte (27,8%) de los espaoles de 18 o ms aos declara tener en su familia a alguna persona mayor que necesita ayuda para la realizacin de actividades de la vida diaria. De estos, un 20,7% presta ayuda personalmente a algn mayor para la realizacin de esas actividades, cifrndose el nmero de personas que prestan ayuda informal en casi dos millones. Si bien hay que tener en cuenta que todos ellos no tienen el mismo grado de implicacin en el cuidado de sus familiares mayores. En ocasiones los cuidados a los mayores son espordicos y sencillos de ofrecer, pero en otras implican una gran variedad de tareas a realizar, de manera continua y sin apenas descanso. En nuestro contexto sociocultural en un 86% de los casos los cuidados son prestados exclusivamente por el sistema familiar con el que reside y en ms de la mitad de los hogares los cuidados son realizados por
20
Parte Terica
una sola persona, el cuidador principal (Bermejo, Rivera y Prez del Molino, 1997; Durn, 2002; Flrez, Adeva, Garca y Gmez, 1997; Mateo et al., 2000). Y esto mismo sucede en otros pases desarrollados (e.g. Canad, Estados Unidos) donde un 75-90% de los mayores dependientes que no estn institucionalizados reciben nicamente ayuda por parte de cuidadores informales (Gonyea y Silverstein, 1991; Hbert et al., 1999; Kosloski y Montgomery, 1995; Scharlach y Frenzel, 1986). As, pues, la familia supone un importante colchn en la demanda de servicios sociosanitarios, mientras que el apoyo formal cubre una pequea parte de las ayudas que necesitan los mayores dependientes. La actuacin de los cuidadores informales tiene, pues, importantes implicaciones en la poltica social y sanitaria, ya que reduce o evita la utilizacin de recursos asistenciales formales con la consiguiente disminucin del gasto pblico (Artaso et al., 2001b; Bazo, 1998; Boada et al., 1999; Clark y King, 2003). Su funcin es tan importante que en nuestro pas, las horas de trabajo de los cuidadores informales equivalen a 650.000 asalariados a tiempo completo (Durn, 2002). Y se calcula que en Estados Unidos cada semana se proporcionan cuidados informales a personas mayores dependientes equivalentes a 27 millones de jornadas de trabajo no remuneradas (Yordi et al., 1997). De hecho, los cuidadores ahorran un dinero al estado que nunca se les va a devolver. As, en Espaa, si hubiese que pagar a los cuidadores no solo el tiempo que dedican a atender al familiar, sino tambin los cuidados que tienen que contratar, as como los gastos originados por sus propios problemas de salud y de prdida de productividad laboral al tener que atender a su familiar tendran que percibir unos 1004 por mes (Artaso et al., 2003). El conjunto de los cuidados informales, de no ser realizado por los familiares, supondra para el estado espaol un coste anual de 18 billones de
Captulo 1
21
euros (Rodrguez, 1999). Tan slo en el caso de los enfermos de Alzheimer en cada familia se prestan cuidados que supondran un coste para el sistema sanitario de unos 15.000 al ao (Boada et al., 1999, Domnguez y Lpez, 2002; Flrez, 2002). El sistema sanitario formal slo dispensa un 12% del tiempo de cuidado que necesita un enfermo y el 88% restante se incluye en el trabajo domstico dispensado por familiares (Durn, 2002; Mateo et al., 2000). Por eso hay quien se atreve a afirmar que el sector formal aparece en la mayor parte de las comunidades autnomas como un mero apndice que de ser suprimido apenas se notaran sus efectos (Bazo, 1998, p. 50). De hecho, del total de mayores de 74 aos de nuestro entorno, un 62% recibe ayuda informal, el 36% no la recibe pero cree que la recibira ayuda por parte de la familia en caso de necesitarla y tan solo un 2% ni la recibe, ni cree que la tendra si fuese necesario. Mientras que nicamente el 7,8% de estos mayores recibe ayuda formal o institucional y el 8% pagara a alguien para que le atendiese en caso de necesitarlo (Escudero et al., 1999). Los pocos mayores dependientes asistidos por un cuidador formal suelen considerar que en el futuro necesitarn buscar ayuda formal complementaria, es decir, pagar a ms personas para que les asistan en el caso de que su dependencia aumentase, pese a que les gustara contar con la ayuda de algn familiar, es decir contar con cuidadores informales (Gmez y Martos, 2003). Resulta interesante observar que aunque la mitad de los cuidadores informales consideran que el Estado debera ocuparse de hacer lo que ellos hacen, lo cierto es que cuando se les pregunta quin quiere que les cuide a ellos cuando sean mayores la mayora aspira a que sean sus familiares ms prximos los que lo hagan (IMSERSO, 1995). As, pues, la familia no solo constituye la base de la atencin y del cuidado de las personas mayores
22
Parte Terica
al ser la alternativa ms frecuente, sino que tambin es la opcin preferida por la mayora de nuestros conciudadanos. A la hora de prestar cuidados (INSERSO, 1995) la mayora de los cuidadores conviven en el mismo domicilio del mayor al que atienden (68% en el caso de los mayores varones a los que hay que atender y 55% en el caso de las mujeres). Esto mismo ocurre en otros pases desarrollados (e.g., Canad, Estados Unidos, Reino Unido) en los que ms de la mitad de los cuidadores residen en el mismo domicilio del mayor (Clyburn, Stones, Hadjistavropoulos y Tuokko, 2000; OConnor et al., 1991; Toseland, Labraque, Goebel y Whitney, 1992). Conforme aumenta la edad del mayor se incrementa considerablemente el porcentaje de personas que conviven con sus familiares por turnos, pues se pasa de un 1% en la cohorte ms joven a un 15% en los mayores de 85 aos. En general entre un 12% y un 33% de los mayores dependientes van rotando por los domicilios de sus hijos (Aramburu et al., 2001; IMSERSO; 1995; Llcer, Zunzunegui, Gutirrez-Cuadra, Beland y Zarit, 2002; Rivera, 2001). En todo caso, sean atendidos en el mismo o en diferentes domicilios, parece que el nmero de personas mayores necesitadas de cuidados va a aumentar considerablemente en los prximos aos, pues en 1995 se estimaba que en un 12% de las viviendas espaolas haba alguna persona que prestaba ayuda informal (IMSERSO, 1995); y se prev un aumento progresivo de la poblacin espaola mayor dependiente en los prximos aos, vaticinndose que en el ao 2026 existirn alrededor de dos millones de personas mayores con problemas de dependencia (Defensor del Pueblo, 2000). Por lo tanto, parece claro que aumenta el nmero de personas que necesitan ayuda (aumenta la demanda de atencin) pero no obstante progresivamente irn disminuyendo el nmero de personas de la siguiente
Captulo 1
23
generacin que puedan potencialmente cuidar a sus mayores (disminuir la disponibilidad real para cuidar a estas personas en el mbito familiar). De hecho se han producido una serie de transformaciones sociales en nuestro contexto sociocultural que hacen que los posibles cuidadores informales de los mayores dependientes sean cada vez menos. As los tamaos de los hogares son progresivamente ms reducidos: aumentan los familias monoparentales y las parejas separadas, disminuye la cantidad de hijos por familia, disminuyen los hogares polinucleares, etc. Adems cada vez son menos las mujeres que trabajan nicamente dentro del hogar y que en mayor proporcin se venan encargando del cuidado de los mayores. La movilidad social y laboral cada vez es mayor. As mismo, cada vez es ms difcil que las familias brinden apoyo a sus mayores en unas viviendas como las actuales: inadecuadas o pequeas para cuidar a un mayor dependiente (Alonso, 2002; Caballero, 1991; Fernndez-Muoz, 2000; Flrez et al., 1997; Rivera, 2001). Por todo ello se puede indicar que aumentar el nmero de cuidadores informales, dado que crece la demanda de cuidados por parte de las personas mayores, pero no indefinidamente dado que no aumentan en igual medida los posibles familiares que puedan atenderlos. De hecho, es de esperar que aumente en gran medida la cantidad de cuidadores formales que atiendan a esas personas mayores a las que resulta cada vez ms complicado cuidar exclusivamente desde el mbito familiar. 1.3 EFECTOS DEL CUIDADO DE UN FAMILIAR 1.3.1 Repercusiones negativas Cuidar de un enfermo supone en muchos casos una notable fuente de estrs, ya que el cuidado implica una gran cantidad de tareas y servicios al enfermo que van ms all del mero estar ah. Tal y como se observa en la figura 1.8. el desempeo del rol de cuidador no est exento de costes
24
Parte Terica
personales, afectando a su trabajo y/o estudios, vida familiar, pareja, salud, ocio y tiempo libre... en definitiva, a su vida en general (Chenoweth y Spencer, 1986; George y Gwyter, 1986; Grafstrm, Fratigoli, Sandman y Winblad, 1992; Mateo et al., 2000).
Reducir ocio Cansancio 70 60 50 40 30 20 10 0 No tener vacaciones No frecuentar amigos Depresin Deterioro de salud No trabajar fuera Descuidar otras personas No cuidarse a s mismo Problemas econmicos Reducir jornada de trabajo Dejar de trabajar Conflictos de pareja
Segn el Estudio 2117 del Centro de Investigaciones Sociolgicas (IMSERSO, 1995) sobre la ayuda informal a las personas mayores, un 32% de sus cuidadores declara sentirse deprimido, un 29% presenta un deterioro de su salud, y un 9% presenta conflictos de pareja. En otros estudios realizados en nuestro mbito cultural, los porcentajes de problemas de ansiedad y de depresin en los cuidadores son aun mayores, presentndose estos problemas emocionales en un 70% de los casos (Ashi, Girona y Ortuo, 1995; Castel et al., 2002; Lpez et al., 1999; Ribas et al., 2000). Quizs por ello un 25,3% de los cuidadores de nuestro entorno consumen algn tipo de psicofrmaco, y el 91% de los que lo hacen comenzaron la ingesta siendo cuidadores (Rivera, 2001).
Captulo 1
25
Los cuidadores presentan tambin una salud fsica deteriorada. En nuestro pas el 33,4% declara que su salud es mala o muy mala y el 66,7% que ha empeorado con el cuidado del mayor. Llegando incluso un 41,7% de los cuidadores a presentar ms de tres enfermedades crnicas (Garca y Toro, 1996). Adems de los problemas fsicos y emocionales, el cuidador principal experimenta importantes conflictos y tensiones con el resto de familiares (Aneshensel, Pearlin, Mullan, Zarit y Whitlatch, 1995; Deimling, Smerglia y Schaefer, 2001; Bourgeois, Beach, Shulz y Burgio, 1996; Grand et al., 1999). Conflictos familiares que tienen que ver tanto con la manera de entender la enfermedad y las estrategias que se emplean para manejar al familiar, como con tensiones relacionadas respecto a los comportamientos y las actitudes que algunos familiares tienen hacia el mayor o hacia el propio cuidador que lo atiende (Flrez et al., 1997; Pearlin et al., 1990; Semple, 1992). Segn Garca y Toro (1996) es frecuente el desacuerdo del cuidador principal con el grado de inters y atencin que presta al paciente el resto de los miembros de la familia. Las relaciones conyugales se ven afectadas en un 70% de los casos y las relaciones con los hijos en un 50% de las ocasiones. Los problemas del cuidador principal con el resto de los familiares es una fuente de tensin no solo habitual, sino tambin muy importante, pues genera un gran malestar en la mayora de las ocasiones. Tener un familiar mayor que necesita ayuda suele desencadenar antiguos conflictos familiares o crear otros nuevos. Y como muy bien indica Bazo (1998) uno de los problemas ms importantes de los cuidadores principales es el sentimiento de soledad y de incomprensin, incluso con sus familiares ms cercanos (e.g., cnyuge, hermanos, etc.). En ocasiones el cuidador lejos de ser apreciado, estimulado y comprendido, es criticado y no recibe apoyo del grupo familiar. Por todo
26
Parte Terica
ello, el resto de familiares, especialmente los hermanos que ayudan al cuidador principal pueden ser una fuente de estrs aadida en lugar de una fuente de apoyo (Levesque, Cossette y Lachance, 1998; Suitor y Pillimer, 1993; Woo, Rhee y Choi, 2004). Se ha comprobado que las molestias causadas por la noche por los mayores repercuten ms negativamente sobre las cuidadoras que conviven con su cnyuge que sobre aquellas no lo hacen; o que las cuidadoras que conviven con hijas en el hogar experimentan una mayor sobrecarga por las discusiones familiares en comparacin con las cuidadoras sin hijas (Abengozar y Serra, 1999). Quiz por ello, los cuidadores indican que entre las personas que les ofrecen un apoyo importante estn no slo los familiares sino los amigos ntimos vistos con regularidad o los buenos vecinos con los que conversar (Espinosa et al., 1996). El fenmeno de la dependencia puede ser bidireccional. Est claro que el mayor dependiente necesita de su cuidador, pero a veces tambin se desarrolla un proceso de dependencia del cuidador respecto del familiar al que cuida. Muchos cuidadores se aslan de la red social, viven slo y exclusivamente para el familiar al que cuidan, transformando la dada cuidador-mayor dependiente en un sistema cerrado (Aneshensel et al., 1995, Brodaty, Gresham y Luscombe, 1997, Mace y Rabins, 1991). Y no se debe olvidar el hecho de que cuando las personas mayores presentan un gran deterioro o una enfermedad crnica que amenaza seriamente su vida, numerosos cuidadores llegan a experimentar un duelo anticipatorio que genera en ellos sentimientos de negacin, ira, depresin, y finalmente aceptacin de la realidad. Van progresivamente experimentando la prdida de su ser querido con los consiguientes sentimientos emocionales conflictivos. Para algunos cuidadores el sentimiento de duelo y sus repercusiones negativas son incluso ms intensos en el duelo anticipatorio
Captulo 1
27
que en el duelo posterior al fallecimiento (Bass y Bowman, 1990; Flrez et al., 1997; Gallagher, 1985; Meuser y Marwit, 2001). Por todo lo dicho parece que el cuidado informal de una persona mayor dependiente se relaciona con la aparicin de numerosos problemas de diversa ndole. De hecho, la atencin de un mayor dependiente condiciona al cuidador con tal intensidad que hace que se les llegue a denominar vctimas o pacientes ocultos. Unos cuidadores tan afectados que pueden llegar a experimentar en numerosas ocasiones un deseo creciente de institucionalizar a su familiar (Aneshensel, Pearlin y Schuler, 1993; Brodaty, Gresham y Luscombe, 1993; Gaugler, Leitsch, Zarit y Pearlin, 2000; Mittelman, Ferris, Shulman, Steinberg y Levin, 1996). Toda esta problemtica se hace especialmente patente en los cuidadores de enfermos de Alzheimer o de algn otro tipo de demencia siendo para la investigacin el ejemplo paradigmtico de una situacin de estrs crnico (Castleman, Gallagher-Thompson y Naythons, 1999; Cohen y Eisdorfer, 2001; Dura, Haywood-Niler y Kiecolt-Glaser, 1990; Hooker, ManoogianO'Dell, Monahan, Frazier y Shifren, 2000; Montorio, Daz e Izal, 1995). Cada vez son ms los enfermos con demencia y sus cuidadores son sin ningn gnero de duda los ms estudiados y mejor conocidos. El cuidado de estos enfermos dura una media de entre 8 y 15 aos (Aramburu et al., 2001; Flrez, 2002), y diariamente los cuidadores dedican entre 10 y 15 horas a atender a su familiar (Badia et al., 2004; Boada et al, 1999). En parte por ello habitualmente se ha considerado a los cuidadores de personas con demencia como un grupo singular, especialmente afectado emocional y fsicamente por la situacin de cuidado. No obstante, no parece claro que estos cuidadores estn peor que los cuidadores de familiares con otras patologas (Aramburu et al., 2001; Castel et al., 2003; Cattanach y Tebes, 1991; Crespo, Lpez y Zarit, en prensa). Se asume que cuidar a alguien con
28
Parte Terica
demencia provoca un mayor deterioro de la salud que cuidar a un familiar con otro tipo de enfermedad. Sin embargo, tal y como sealan Ory, Hoffman, Yee, Tebbstedt y Schulz (1999) esta afirmacin no ha sido todava suficientemente corroborada por la investigacin, pues los resultados son contradictorios, y los estudios que afirman la mayor afectacin de los cuidadores de personas con demencia adolecen de ciertos problemas metodolgicos (Schulz, OBrien, Bookwala y Fleissner, 1995). Lo que s que resulta claro es que la mayor parte de la investigacin con cuidadores de personas mayores se ha realizado teniendo como grupo de referencia a cuidadores de personas con demencia. Y aunque ciertamente la presencia de demencias es cada vez mayor en personas que no han llegado a la edad de jubilacin, tambin es cierto que la mayora de los enfermos cuidados que aparecen en los estudios sobre cuidadores de personas con demencia son personas mayores, situndose la edad media de los receptores de los cuidados por encima de 65 aos (Green y Brodaty, 2002; Ritchie, 2002). 1.3.2 Repercusiones positivas Con todo, si bien es cierto que un importante porcentaje de cuidadores de mayores, con o sin demencia, experimentan fuertes tensiones y alteraciones emocionales, es preciso afirmar que estos cuidadores muchas veces presentan una gran resistencia e incluso experimentan efectos positivos en el cuidado. Las situaciones de los cuidadores de personas mayores dependientes son variadas y no en todas las ocasiones se ve comprometido el bienestar emocional. De hecho, si el cuidador tiene recursos adecuados y buenos mecanismos de adaptacin, la situacin de cuidar al familiar no tiene por qu ser necesariamente una experiencia frustrante y hasta pueden llegar a
Captulo 1
29
encontrarse ciertos aspectos gratificantes (Bazo, 1998; Farran, 1997; Lpez, 2001; Lpez, Crespo y Lpez-Arrieta, 2005). Los aspectos positivos y negativos del cuidado de un enfermo no son dos elementos contrapuestos e incompatibles, no son dos puntos opuestos de un continuo, sino que la investigacin ha encontrado que estos dos aspectos pueden coexistir en los cuidadores, aunque eso s, tienen distintos factores predictores de su ocurrencia (Hinrichsen, Hernndez y Pollack, 1992; Kramer, 1999b; Skaff y Pearlin 1992) La enfermedad del mayor dependiente es en la mayora de las ocasiones traumtica y dramtica (e.g. demencia, insuficiencia respiratoria, etc.). La enfermedad en s misma no es de ninguna manera positiva. Y es que no es en la enfermedad misma donde se captan elementos positivos, sino en el proceso personal del cuidador que acompaa a la enfermedad, en la capacidad para ir superando esos problemas. En un estudio de Farran, Keane-Hagerty, Salloway, Kupferer y Wilken (1991) el 90% de los 94 cuidadores entrevistados valoraba aspectos positivos del cuidado. Resulta difcil definir los aspectos positivos del cuidador, la satisfaccin con el cuidado o la ganancia del cuidador. Falta una conceptualizacin clara de este constructo, pero se puede decir que los aspectos positivos del cuidado son algo ms que la ausencia de malestar, y representan las ganancias subjetivas percibidas, el crecimiento personal experimentado, que se encuentran por el hecho de ser cuidador (Kramer, 1997a; Lpez et al., 2005). Los cuidadores sienten satisfaccin por ayudar a sus familiares, el hecho de ayudar les hace sentirse ms prximos a ellos, sienten que realmente disfrutan estando con el familiar, responsabilizarse de sus familiares les ayuda a incrementar su autoestima, da un mayor sentido a sus vidas y sienten que los momentos placenteros de su familiar les producen
30
Parte Terica
tambin a ellos placer (Lawton, Moos, Kleban, Glicksman y Rovine, 1991). Son as mismo ms capaces de disfrutar del placer de las pequeas cosas del acontecer cotidiano y, en su caso, profundizan en sus convicciones religiosas ms profundas (Farran, Miller, Daufman, Donner y Fogg, 1999). En muchos de ellos hay un sentimiento de reciprocidad, es decir, se alegran de poder devolver al familiar las atenciones que estos han tenido previamente con ellos (Delmann-Jenkins et al., 2001; Murria, Schneider, Bernerjee y Mann, 1999). De alguna manera sienten que han crecido como personas como resultado de su experiencia como cuidadores (Skaff y Pearlin, 1992). Los cuidadores indican que la experiencia de cuidar a un mayor incrementa su sentimiento de satisfaccin porque les hace ser capaces de afrontar mejor los retos que se les presentan en la vida, les permite una mayor cercana en sus relaciones con los dems y proporciona una mejora en la sensacin de sentido de la vida, cordialidad y placer (Motenko, 1989; Wright, 1991). Ser cuidador conlleva en numerosas ocasiones aprendizajes vitales importantes para quienes desempean dicho rol, es decir, se aprende a valorar las cosas realmente importantes en la vida y a relativizar las ms intrascendentes. Quiz por ello la experiencia de haber cuidado a familiares mayores hace que una vez que finalizan su rol como cuidadores sean con mayor facilidad una fuente de apoyo para el resto de amigos y familiares que tienen que cuidar a sus mayores. Haber cuidado con anterioridad, saber por propia experiencia lo que eso significa, les hace ms cercanos a quienes tienen que desempear ese papel en el futuro (Suitor y Pillemer, 1993).
CONSECUENCIAS FSICAS Y EMOCIONALES DEL CUIDADO INFORMAL La literatura concerniente a los efectos del cuidado crnico sobre los
cuidadores es amplia y ha puesto de manifiesto que estos adems de ver mermado su tiempo libre y las actividades de ocio, de ver restringida su vida social, de tener dificultades en la vida familiar y laboral, ven alterada su propia salud. Los cuidadores presentan problemas de salud tanto fsicos como emocionales o psicolgicos. Si bien los problemas y dificultades pueden afectar a todos los familiares de la persona mayor dependiente, es el cuidador principal el que ms sufre las consecuencias del cuidado (Semple, 1992). A pesar de que los cuidadores se vean afectados tanto fsica como emocionalmente por el desempeo de su rol, muchas veces ellos mismos se niegan a aceptar que los sntomas que presentan obedezcan al hecho de que cuiden a su familiar (Prez, 1997). Pero no solo la observacin de los profesionales de la salud que estn en contacto con ellos, sino tambin los continuos estudios realizados, demuestran de manera patente el malestar experimentado por los cuidadores. Aunque el consenso es mucho mayor respecto a las afecciones psicolgicas, lo cierto es que los cuidadores de personas mayores dependientes presentan tambin numerosos problemas de salud fsica. Los estudios de revisin de la problemtica emocional y fsica de los cuidadores concluyen que en conjunto hay una mayor y ms robusta evidencia de asociacin del malestar emocional al desempeo del rol de cuidador que del malestar fsico (Pinquart y Srensen, 2003; Schulz et al., 1995; Switzer et al., 2000). Ciertamente los problemas de sobrecarga subjetiva, ansiedad y depresin, fueron los primeros que se investigaron, y son quizs unos de los problemas ms habituales entre los cuidadores. Pero tambin es verdad que
32
Parte Terica
las dificultades que padecen pueden ser no slo de ndole emocional sino tambin de ndole fsica. Con todo hay que reconocer que la problemtica fsica no solo ha sido menos estudiada sino que tambin est muchas veces escondida por los propios cuidadores y tan solo aflora a travs de indicadores de salud objetivos (Schulz y Williamson, 1994). Los estudios realizados sobre la salud de los cuidadores han tenido en cuenta valoraciones subjetivas de salud, indicadores objetivos de salud fsica (listados de sntomas o de enfermedades, conductas saludables o perjudiciales para la salud, etc.), ndices clnicos objetivos (niveles en el sistema inmunolgico, niveles de insulina, tensin arterial, etc), niveles de problemas emocionales (carga subjetiva, ansiedad, depresin, ira), tasas de diagnsticos psicopatolgicos, ingesta de psicofrmacos, etc. De entre todos estos, los mtodos ms ampliamente utilizados han sido las valoraciones subjetivas de salud y los niveles de problemas emocionales (Caine, 1994; Crespo, Lpez, Gmez y Cuenca, 2003). Para comprobar el malestar en numerosas ocasiones la investigacin ha comparado la salud de aquellas personas que cuidan a sus familiares con aquellas otras de similares caractersticas sociodemogrficas que no son cuidadores. Comprobndose que, en general, los cuidadores se encuentran en peores condiciones de salud. 2.1 PROBLEMAS FSICOS Los cuidadores de mayores dependientes presentan importantes problemas de salud fsica. Son unas personas que padecen, la mayora de las veces eso s en silencio, esta problemtica. Una gran preocupacin, sobre todo en los cuidadores de ms edad, es que su salud no se vea disminuida para poder hacer frente al futuro de la enfermedad del familiar: yo lo que
Captulo 2
33
quiero es que no me coja a mi nada, a ver si yo lo puedo solventar todo (Algado, Basterra y Garrigs, 1997, p. 27). Pero una cosa son los deseos de los cuidadores de tener una buena salud y otra, a veces bien diferente, es la salud que realmente presentan. De hecho su salud fsica se encuentra en numerosas ocasiones deteriorada. As, un 84% de los cuidadores experimentan algn problema fsico (Badia et al., 2004) y siete de cada diez cuidadores padecen dolores de cabeza y cansancio (Roca et al., 2000). Ms de la mitad de los cuidadores presentan trastornos del sueo y problemas osteomusculares (Ashi et al., 1995; Badia et al., 2004; Gmez-Ramos y Gonzlez-Valverde, 2004; Roca et al., 2000) y una reduccin o abandono del ejercicio fsico que realizaban (King y Brassington, 1997). Incluso ocasionalmente experimentan ahogos, fracturas y esguinces (Badia et al., 2004). Algunos de estos problemas (e.g. dolores musculares, problemas seos, esguinces) estn directamente relacionados con las principales cargas fsicas de la situacin en la que se encuentran. Por todo lo anterior, no es extrao que aquellos cuidadores que no presentaban ningn problema de salud antes de cuidar a su familiar, califican su estado de salud en el momento de ser cuidadores como malo o muy malo. Llegando incluso los cuidadores mayores de 65 aos que atienden a un esposo dependiente y que se sienten sobrecargados a tener un riesgo de mortalidad 63% mayor que quienes conviven con un esposo no dependiente (Schulz y Beach, 1999). Cuando se comparan con los no cuidadores, presentan mayor cantidad de sintomatologa fsica (Baumgarten et al., 1992; Baumgarten et al., 1994), peor salud percibida (Baumgarten et al., 1992; Grafstrm et al., 1992; Rose-Rego, Strauss y Smith, 1998), mayor dolor y malestar (Badia et al., 2004) y una mayor carga fsica (Ory et al., 1999). Adems los cuidadores tienen un mayor riesgo de hipertensin (Shaw, Patterson, Ziegler, Semple y Grant, 1999) y mayor cantidad de alergias, afecciones de la piel, cefaleas,
34
Parte Terica
lumbalgias, trastornos gstricos e intestinales (Franqueza, 2003). Duermen menos horas (Kiecolt-Glaser, Dura, Speicher, Trask y Glaser, 1991), presentan una respuesta inmunolgica reducida (Irwin y Paterson, 1994; Kiecolt-Glaser et al., 1991; Kiecolt-Glaser y Glaser, 1994) y de hecho les tardan ms en cicatrizar las heridas (Kiecolt-Glaser y Marucha, 1995). As mismo tienen mayores concentraciones de GABA e insulina (Pomara, Deptula, Galloway, LeWitt y Stanley, 1989; Vitaliano, Scanlan, Krenz, Schwartz y Marcovina, 1996) y unos mayores niveles de glucosa, insulina, colesterol, triglicridos, presin sangunea y obesidad (Vitaliano, Scanlan, Siegler, McCormick y Knopp, 1998). Todo lo anterior hace que pasen ms das en cama a causa de enfermedades infecciosas (Kiecolt-Glaser et al., 1991; Kiecolt-Glaser y Glaser, 1994) y que tomen ms frmacos para aliviar los dolores con o sin receta mdica que los no cuidadores (Baumgarten et al., 1992; Donaldson, Tarrier y Burns, 1998). Si bien este no es un resultado unnime. Algunos estudios, como el de Lorensini y Bates (1997), encuentran que los cuidadores pasan menos das en cama que los no cuidadores, lo que probablemente pueda atribuirse al hecho de que sus multiples tareas no les permiten tomarse ese descanso que sin embargo necesitan. Aunque tambin es cierto que algn estudio parece indicar que estas diferencias en la salud fsica percibida y en las visitas al mdico entre cuidadores y no cuidadores no son tales cuando se utilizan muestras amplias (George y Gwyter, 1986). Parece que los cuidadores de personas con Alzheimer presentan una peor salud fsica percibida y realizan ms visitas al mdico que quienes atienden a personas enfermas con cncer (Clipp y George, 1993). Pero contrariamente a la opinin general, cuando se comparan los cuidadores de
Captulo 2
35
personas con demencia y de mayores dependientes sin deterioro cognitivo se observa que son los segundos quienes pueden presentar una peor salud fsica si se consideran los das pasados en cama, aunque no hay diferencias entre ambos grupos en la cantidad de problemas fsicos experimentados o en el nmero de visitas al hospital por sus problemas de salud (Cattanach y Tebes, 1991). 2.2 PROBLEMAS EMOCIONALES Si los problemas fsicos son abundantes entre los cuidadores no lo son menos los problemas emocionales. Cuidar a un mayor dependiente afecta a la estabilidad psicolgica. As por ejemplo los cuidadores presentan en muchas ocasiones altos niveles de depresin (Alspaugh, Stephens, Townsend, Zarit y Greene, 1999; Clark y King, 2003; Coope et al., 1995; Laserna et al., 1997), ansiedad (Coope et al., 1995; Laserna et al., 1997) e ira (Steffen, 2000; Vitaliano, Russo, Young, Teri y Maiuro, 1991). Los porcentajes de trastornos clnicos del estado de nimo son especialmente frecuentes, alcanzan el 53%, entre quienes buscan ayuda en programas psicoeducativos de manejo del estrs (Gallagher, Rose, Rivera, Lovett y Thompson, 1989). Sin embargo, muchos cuidadores muestran problemas emocionales sin llegar a cumplir criterios diagnsticos de trastornos clnico del estado de nimo o de ansiedad (Coope et al., 1995; McNaughton, Patterson, Smith y Grant, 1995; Mohide, Pringle, Streiner, Gilbert y Muir, 1990; Shaw et al., 1999). As, es frecuente la presencia de sntomas como problemas de sueo, sentimientos de desesperanza, preocupaciones por el futuro, etc. Por ello Gallagher-Thompson et al. (2000) proponen incluir entre las categoras diagnsticas de los cuidadores el subsindrome depresivo para el 21% de cuidadores que, pese a verse
36
Parte Terica
afectados emocionalmente, no tienen los sntomas suficientes o la intensidad necesaria para alcanzar un diagnstico de trastorno del estado de nimo segn los criterios del DSM. De hecho cuando los cuidadores de mayores dependientes se comparan con los no cuidadores se observa que los primeros presentan unas tasas mayores de diagnsticos de trastornos del estado de nimo y de ansiedad (Bodnar y Kiecolt-Glaser, 1994; Dura, Stukenberg y Kiecolt-Glaser, 1990; Kiecolt-Glaser et al., 1991; Russo, Vitaliano, Brewer, Katon, y Becker, 1995), as como unos mayores niveles de depresin (Badia et al., 2004; Baumgarten et al., 1992; Baumgarten et al., 1994; Bodnar y Kiecolt-Glaser, 1994), ansiedad (Badia et al., 2004; Lpez et al., 1999; Rubio et al., 1995; Russo et al., 1995), ira (Anthony-Bergstone, Zarit y Gatz, 1988; Shaw et al., 1999) y mayor uso de psicofrmacos (George y Gwyter, 1986; Grafstrm et al., 1992; Wells y Kendig, 1997). Asimismo, segn algunas investigaciones, los cuidadores de familiares con demencia experimentan mayores problemas que aquellos que cuidan a otros tipos de enfermos. Pues dichos cuidadores padecen mayores niveles de problemtica emocional general que los cuidadores de personas con cncer (Clipp y George, 1993), y mayores niveles de ansiedad y depresin que los cuidadores de personas con Parkinson (Hooker, Monahan, Bowman, Frazier y Shifren, 1998). Cuando se comparan con los cuidadores de personas mayores con problemas fsicos pero sin deterioro cognitivo, los cuidadores de personas con demencia presentan mayores niveles de problemtica emocional general (Gonzlez-Salvador, Arango, Lyketsos y Barba, 1999; Ory et al., 1999) ansiedad (Birkel, 1987; Gonzlez-Salvador et al., 1999; Laserna et al., 1997), depresin (Gonzlez-Salvador et al., 1999; Laserna et al., 1997), somatizacin, hostilidad y psicoticismo (Gonzlez-Salvador et al., 1999).
Captulo 2
37
No obstante, algunos estudios muestran resultados contradictorios. As por ejemplo, los cuidadores de personas con demencia muestran mayores niveles de estrs pero no una mayor morbilidad psiquitrica que los cuidadores de personas mayores sin deterioro cognitivo (Eagles et al., 1987). Los cuidadores de personas con demencia o depresin muestran ms casos de depresin que las personas que residen con una persona mayor sin problemas de salud, pero no ms que las personas que viven solas (Livingston, Manela y Katona, 1996). Incluso otras investigaciones no muestran unos problemas psicopatolgicos significativamente mayores entre quienes cuidan a personas con demencia cuando se comparan con cuidadores de personas que han sufrido un ictus (Clark y King, 2003; Draper, Poulos, Cole, Poulos y Ehrlich, 1992, Reese, Gross, Smalley y Messer, 1994). Tampoco estos cuidadores muestran mayores niveles de depresin que los con cuidadores de personas mayores dependientes sin deterioro cognitivo (Cattanach y Tebes, 1991, Steffen, Futterman y Gallagher-Thompson, 1998) o que las personas que residen con una persona mayor sin problemas de salud que lo hagan dependiente (Cattanach y Tebes, 1991) o que los cuidadores de personas con accidente vascular cerebral o enfermedad crnica (Castel et al., 2003). 2.3 FACTORES DE RIESGO (PREDICTORES) Ser capaces de identificar y sintetizar el conjunto de factores que permiten predecir el nivel de malestar fsico y emocional en los cuidadores de mayores dependientes, ayudara a poder planificar mejor los servicios y el apoyo a estas personas cuando lo necesiten, a poder ayudarles en un mejor afrontamiento de las dificultades, y a tratar prevenir la aparicin de problemas serios de salud (Izal et al., 2001).
38
Parte Terica
Los estudios realizados para conocer los factores asociados con la salud de los cuidadores, especialmente los realizados en nuestro contexto sociocultural, se han centrado en el anlisis de las caractersticas de la persona mayor a la que se cuida (e.g. capacidad funcional, problemas de conducta, deterioro cognitivo, etc.) para ver cmo estas influyen en la morbilidad fsica y psicolgica del cuidador, obviando en gran medida las caractersticas propias de los cuidadores. Sin embargo, estudios realizados en pases mediterrneos (Zanetti et al., 1998) y las revisiones de la literatura psicogeritrica concerniente a los cuidadores informales (Baumgarten, 1989; Ory et al., 2000; Schulz et al., 1995) hacen pensar que, en la salud del cuidador, ms importantes que las variables relacionadas con la persona cuidada, son las variables relacionadas con el cuidador: habilidades de afrontamiento, apoyo social percibido, autoestima, aspectos positivos experimentados como cuidador, sobrecarga subjetiva, grupo sociocultural de referencia, etc. Por consiguiente, en la seleccin de variables predictoras del malestar fsico y emocional del cuidador se han tenido en cuenta las variables ms relevantes no solo en el mbito sociodemogrfico (gnero y parentesco) o de las caractersticas de la persona cuidada (problemas conductuales y carga objetiva) sino tambin de las caractersticas del cuidador (estrategias y recursos personales, valoracin negativa o positiva de la situacin y grupo sociocultural). 2.3.1 Gnero del cuidador Las mujeres tienen una mayor probabilidad de verse afectadas emocionalmente como consecuencia del estrs causado por su rol de cuidadores que los varones. As experimentan mayores niveles de ansiedad (Anthony-Bergstone et al., 1988), hostilidad (Anthony-Bergstone et al.,
Captulo 2
39
1988), depresin (Alspaugh et al., 1999; Lutzky y Knight, 1994; Noonan y Tennstedt, 1997; Pruchno y Resch, 1989) o una peor salud mental en general (Buck et al., 1997; Fisher y Lieberman, 1994; Gilleard, Belford, Gilleard, Whittick y Gledhill, 1984; Golimbet y Trubnikov, 2001). Adems, las esposas experimentan una mayor depresin que los esposos, pero no hay diferencias entre hijos e hijas (Gallagher et al., 1989). Llegando incluso las mujeres a experimentar mayores niveles de presin sangunea y de tasa cardaca que los cuidadores cuando se encuentran ante una tarea estresante (Atienza, Henderson, Wilcox y King, 2001). Quizs las mujeres se ven ms afectadas emocionalmente porque los varones proporcionan menos cantidad de apoyo, se distancian ms emocionalmente y buscan ms el apoyo de otros familiares en el desempeo de su rol. Las mujeres por su parte emplean ms tiempo y tienen una mayor dedicacin a sus familiares, especialmente en las tareas que hay que realizar diariamente. De hecho, las mujeres tienden a asumir el rol de cuidador/a principal, mientras que los varones tienden a asumir el rol de cuidador secundario, proporcionando ayuda a las cuidadoras principales cuando lo necesitan para tareas espordicas (Artaso, Goi y Gmez, 2001b; Atienza et al., 2001; Kramer y Thompson, 2002; Yee y Schulz 2000). Esposas, hijas, nueras tienen una distinta motivacin, forma de desarrollar el rol de cuidadoras, maneras de afrontar las dificultades que los varones y esto determina una mayor afectacin psicopatolgica (Martnez et al., 2001). De hecho, parece que las mujeres utilizan en mayor porcentaje las estrategias de afrontamiento evitativas que los varones, lo cual podra estar influyendo en unas mayores repercusiones emocionales negativas derivadas de su rol (Artaso, Goi y Gmez, 2001a, Lutzky y Knight, 1994, Rose-Rego et al., 1998). Quizs por ello no resulte sorprendente que los esposos que cuidan a sus esposas sean menos propensos a institucionalizar a su pareja que
40
Parte Terica
a la inversa. Los esposos se ven menos atrapados en su rol de cuidador, menos afectados emocionalmente, procuran buscar y aceptar ms ayuda cuando lo necesitan y as son capaces de cuidar a su pareja en el hogar durante ms tiempo (Mittelman et al., 1996). 2.3.2 Parentesco Cuando se comparan con otros familiares, los esposos y esposas que cuidan de sus parejas estn en una situacin de mayor riesgo de padecer problemas de estado de nimo (Buckwalter et al., 1999; Deimling et al., 2001; Eloniemi-Sulkava et al., 2002; Schulz et al., 2004), ira (Semple, 1992) o malestar emocional (Buck et al., 1997; George y Gwyter, 1986). En relacin a la salud fsica, los esposos cuidadores muestran mayores problemas de hipertensin y cardiovasculares que los hijos (Chumbler, Grimm, Cody y Beck, 2003), consumen ms psicofrmacos (George y Gwyter, 1986), visitan ms al mdico (George y Gwyter, 1986), y creen tener una peor salud fsica (Barber y Pasley, 1995; George y Gwyter, 1986; Smerglia y Deimling, 1997). Sin embargo, estudios recientes indican que no hay diferencias entre esposos e hijos que cuidan a mayores dependientes en los niveles de malestar emocional (Anthony-Bergstone et al., 1988; Donaldson et al., 1998; Gnzalez-Salvador et al., 1999; Hinrichsen y Niederehe, 1994), depresin (Alspaugh et al., 1999; Bodnar y Kiecolt-Glaser, 1994; Gallicchio et al., 2002), ansiedad (Rubio et al., 1995) o salud fsica (Llcer et al., 2002). Incluso algn estudio muestra que son las hijas las que experimentan mayores porcentajes de problemtica emocional (Golimbet y Trubnikov, 2001). As, pues, no est totalmente claro si son los esposos o son los hijos quienes padecen una mayor afectacin emocional y/o fsica mientras cuidan a sus familiares. S que parece probado que esposos e hijos experimentan mayores problemas de depresin (Meshefedjian, McCusker, Bellavance y
Captulo 2
41
Baumgarten, 1998) y ansiedad (Garca y Pardo, 1996) que cuidadores con otro tipo de parentesco con el mayor dependiente Aunque el estudio de Ribas et al. (2000) encuentra que son los hijos polticos los ms afectados emocionalmente. La relacin que los mayores dependientes tienen con sus esposos es distinta a la que puedan tener con otro tipo de familiares en trminos de duracin de la relacin, compromisos mutuos adquiridos, expectativas compartidas, etc. Adems, tal y como sealan ciertos autores (Fitting, Rabins, Lucas y Eastham, 1997; Montorio et al., 1999; Toseland et al., 1992) los esposos suelen involucrarse ms en las tareas de cuidado que los hijos, y no debe olvidarse que los esposos de personas mayores dependientes pueden tener limitaciones fsicas asociadas a su edad, menores ingresos, y una red social mermada, que dificultan aun ms si cabe su tarea como cuidadores Tambin es cierto que los hijos cuidadores pueden tener estresores aadidos a su situacin de cuidado del mayor dependiente al tener que desempear distintos roles familiares y laborales que con frecuencia entran en conflicto (e.g. el cuidado de hijos, las responsabilidades del trabajo, etc.). La mayora de los hijos cuidadores son hijas cuidadoras de mediana edad, repletas de actividades y responsabilidades, a las que se aade una ms, la de cuidar a su familiar, generndose en los cuidadores tensiones al no poder desempear todas sus obligaciones tan bien como les gustara (Abengozar y Serra, 1999; Fitting et al., 1997). 2.3.3 Problemas conductuales del paciente De entre los factores especficamente relacionados con la situacin de ser cuidador, como son las caractersticas de la persona cuidada y el contexto del cuidado, nicamente los problemas conductuales del paciente (e.g. vagabundeos, gritos, destruir objetos, realizar conductas peligrosas, etc.) se relacionan de
42
Parte Terica
manera reiterada en los diversos estudios tanto con la salud fsica, como con el deterioro emocional de su cuidador. Los problemas de conducta hacen que el paciente precise de una vigilancia, estrecha y continua, que termina por desgastar al cuidador. Aunque para algunos autores (Garca y Toro, 1996, Rabins, Mace y Lucas, 1982) dentro de los problemas conductuales, son los comportamientos violentos (gestuales o verbales) los que provocan un malestar especialmente intenso entre los cuidadores, lo cierto es que otras investigaciones (Artaso et al., 2001a) observan que son los problemas conductuales en su conjunto y no un determinado grupo de problemas u otro los que se asocian con un mayor malestar del cuidador. La mayor presencia de problemas conductuales del paciente parece estar relacionada con una peor salud mental general en el cuidador (Brodaty y Luscombe, 1998; Clipp y George, 1993; Collins y Jones, 1997Coen, O'Boyle, Swanwick y Coakley, 1999), con mayores niveles de depresin (Alspaugh et al., 1999; Baumgarten et al., 1992; Boss, Caron, Horbal y Mortimer, 1990; Clyburn et al., 2000), ansiedad (Matson, 1994), ira (Semple, 1992), estrs (Nobili et al., 2004) y con una peor salud fsica percibida por parte de los cuidadores (Llcer et al., 2002; Seltzer y Li, 1996; Stuckey, Neundorfer y Smyth, 1996). Por todo ello, no resulta extrao el hecho de que estos problemas sean uno de las principales razones para la institucionalizacin (Chenoweth y Spencer, 1986). Sin embargo, hay que ser precavidos respecto a la asociacin entre problemas de conducta y malestar emocional, pues podra ser que los cuidadores con mayores problemas emocionales estn ms predispuestos a indicar problemas conductuales en sus familiares, o que sus propias conductas sean las que induzcan los problemas conductuales en aquellos a quienes cuidan.
Captulo 2
43
Con todo, no cabe esperar que el estado emocional de los cuidadores mejore mientras continen pensando que los comportamientos de su familiar son molestos y estresantes, y no desarrollen estrategias adecuadas para hacerles frente (Hinrichsen y Niederehe, 1994). 2.3.4 Carga objetiva De todas las variables que influyen en la salud mental de los cuidadores, la ms profundamente investigada ha sido la carga. De hecho en numerosas investigaciones y modelos tericos, especialmente en los inicios de la investigacin con cuidadores, se ha considerado la carga como una medida global de los efectos que tiene la situacin de estrs en la que se encuentran inmersos los cuidadores. Pero pese a su gran utilizacin y relevancia, es un concepto ambiguo y multidimensional. Por lo tanto, conviene delimitar qu se quiere decir cuando se habla de carga del cuidador (Losada, 2005; ORourke y Tuokko, 2004). En este sentido, una distincin importante, ampliamente recogida en la literatura gerontolgica desde el inicio de la utilizacin de este concepto, se refiere a la diferenciacin entre carga subjetiva y objetiva (Montgomery, Gonyea y Hooyman, 1985; Montorio, Izal, Lpez y Snchez, 1998). Mientras que la primera puede definirse como el conjunto de percepciones y sentimientos negativos ante la experiencia de cuidar, la carga objetiva puede definirse como el conjunto de demandas y actividades a las que tienen que atender los cuidadores (Izal y Montorio, 1994; Montgomery et al., 1985). La carga objetiva es un indicador del grado de afectacin de la vida cotidiana de los cuidadores debido a lo demandante de su situacin. Puede verse como una variable que determina la mayor o menor afectacin emocional y fsica de los cuidadores. Parece razonable pensar que los
44
Parte Terica
cuidadores que tengan que atender a ms actividades y demandas se encuentren ms afectados. Por tanto, se puede pensar que una mayor dependencia, o dificultad para las actividades de la vida cotidiana, o un peor estado fsico o mental de la persona mayor, hace que necesite de una ms intensa ayuda y supervisin por parte del cuidador y, por tanto, interfiere ms con su vida cotidiana, generando mayores problemas en los cuidadores. Aunque debe tenerse en cuenta que las tareas que tiene que desempear el cuidador, no estn nicamente determinadas por las necesidades de atencin del mayor (i.e. por su nivel de dependencia y deterioro), sino tambin por la cantidad de respectivamente de este mismo trabajo). Algunos investigadores han encontrado que la presencia de malestar emocional del cuidador se relaciona con la mayor dependencia del paciente. (Clyburn et al., 2000; Coen et al., 1999; Llcer et al., 2002; Martn et al., 1996), as como con la mayor duracin de los cuidados (Gonzlez-Salvador et al., 1999; Heok y Li, 1997; Montorio et al., 1998) o con disponer de menos das libres (Lpez et al., 1999). Parece que tambin la salud fsica se encuentra peor en aquellos cuidadores que cuidan a personas ms dependientes (Llcer et al., 2002) o que prestan una mayor cantidad de ayuda (Haug, Ford, Stange y Noelker, 1999). De hecho, los cambios en la salud del cuidador (sueo, ejercicio fsico, peso, consumo de alcohol y tabaco) estn directamente relacionados con la carga objetiva (Gallant y Connell, 1998). As mismo, las diferencias en la salud fsica entre cuidadores y no cuidadores segn algn estudio se encuentran mediatizadas por la cantidad de tareas que se tiene que desempear en la ayuda del mayor dependiente (Shaw, Patterson, Semple, Ho, et al., 1997) ayuda formal o informal disponible (aspectos estos que se comentarn en los captulos 4 y 2
Captulo 2
45
No obstante, hay bastante evidencia en contra de esta asociacin entre carga objetiva y afectacin emocional del cuidador. As en numerosas investigaciones (Artaso et al., 2001a; Boss et al., 1990; Castel et al., 2003; Brodaty y Luscombe, 1998) no se encuentran diferencias entre el grado de dependencia del enfermo y el malestar emocional del cuidador. Tampoco el estado fsico del enfermo parece influir de manera significativa sobre el malestar del cuidador (Deimling et al., 2001; Goode, Haley, Roth y Ford, 1998, Lawton et al., 1991). Ni el deterioro cognitivo del mayor (Artaso et al., 2001b; Boss et al., 1990; Brodaty y Luscombe, 1998; Castel et al., 2003), ni el tiempo que se lleva cuidando al familiar (George y Gwyter, 1986; Martn et al., 1996; Ribas et al., 2000), se asocian con el malestar emocional de los cuidadores. Y tampoco la mayor dependencia del familiar, ni su deterioro cognitivo, se asocian con un mayor consumo de psicofrmacos (Garca y Pardo, 1996; Stuckey et al., 1996). Tambin se encuentra evidencia en contra de la asociacin entre carga objetiva y problemas fsicos del cuidador. As por ejemplo, el declinar del enfermo, medido a travs de las actividades de la vida cotidiana, no se asocia a cambios en la salud fsica de los cuidadores (Goode et al, 1998). El riesgo de hipertensin tampoco parece relacionarse con los cuidados en actividades de la vida diaria proporcionados por los cuidadores (Shaw et al., 1999). Ni la percepcin subjetiva de la salud de los cuidadores, ni las visitas al mdico en los ltimos 6 meses, ni la ingesta de psicofrmacos se correlacionan de manera significativamente con el grado de deterioro cognitivo del paciente (Stuckey et al, 1996). As, por tanto, un mayor deterioro fsico o cognitivo del familiar, con la consiguiente mayor carga objetiva, no constituyen por s solos elementos esenciales para determinar el malestar fsico y emocional padecido por los
46
Parte Terica
cuidadores. La carga objetiva del cuidador, con ser importante, no es determinante a la hora de explicar el malestar de este colectivo. 2.3.5 Valoracin de la situacin En los efectos que pueda provocar una situacin de estrs resulta esencial la evaluacin que el sujeto haga de ella (Lazarus y Folkman, 1984). De hecho, la evaluacin negativa o positiva de la situacin de cuidado parece mediar en las consecuencias emocionales que puede tener el hecho de cuidar a un familiar mayor dependiente.
2.3.5.1 Carga subjetiva
La carga subjetiva, como ya se ha comentado, se refiere a la percepcin que los cuidadores tienen de sentirse desconcertados, sobrecargados, atrapados, resentidos y excluidos (Lawton et al., 1991). Es la valoracin de que la situacin de cuidado sobrepasa las habilidades que el cuidador tiene para hacerla frente de manera adecuada (ORourke, Haverkamp, Tuokko, Hayden y Beattie, 1996). En el conjunto de las investigaciones se ha observado que la carga subjetiva se relaciona con unos mayores problemas emocionales: ansiedad (Gmez-Ramos y Gonzlez-Valverde, 2004; Knight, Silverstein, McCallum y Fox, 2000), ira (Anthony-Bergstone et al., 1988) y depresin (AnthonyBergstone et al., 1988; Clyburn et al., 2000; Knight et al., 2000; Lawton, Rajagopal, Brody y Kleban, 1992). Tambin una mayor carga subjetiva se asocia a mayores problemas de salud mental general (Knight et al., 2000, Rapp y Chao) y a una peor salud fsica percibida (Hinrichsen y Nierderehe, 1994). Unas actitudes negativas ante la experiencia de cuidar no son sino una evaluacin secundaria negativa ante un estresor potencial (como es el cuidado de un mayor dependiente) que conduce a respuestas emocionales
Captulo 2
47
problemticas en el cuidador. Por ello, las intervenciones dirigidas a mejorar el estado emocional de los cuidadores informales conviene que traten no solo de modificar las excesivas demandas objetivas que padecen los cuidadores, sino tambin las interpretaciones que los cuidadores tienen de esas demandas y de sus capacidades para hacerlas frente adecuadamente (Rapp y Chao, 2000).
2.3.5.2 Evaluacin positiva de la situacin
Cuidar a una persona mayor conlleva esfuerzo, dedicacin, renuncias personales pero tambin satisfacciones. Aunque numerosos cuidadores valoran negativamente su situacin, no todos los cuidadores lo hacen, sino que gran parte de ellos perciben elementos positivos asociados al cuidado de su ser querido (Braithwaite, 1996; Dellmann-Jenkins, et al., 2001; Farran, Miller, Kaufman y Davis, 1997; Kramer, 1997a). En general las diversas investigaciones indican que una interpretacin positiva de su situacin como cuidadores correlaciona significativamente con una mejor salud mental de estos (Braithwaite, 1996; Collins y Jones, 1997), menores niveles depresivos (Farran et al., 1997; Farran, Miller, Kaufman, Donner y Fogg, 1999; Noonan y Tennstedt, 1997), menor malestar emocional (Braithwaite, 1996; Rapp y Chao, 2000), menor ira y sobrecarga. Incluso Farran et al. (1999) encuentran una menor sintomatologa fsica entre quienes tienen una mejor valoracin de su situacin. Aunque en ocasiones se encuentran resultados no concluyentes respecto de la asociacin de la interpretacin positiva de la situacin con los diagnsticos psicopatolgicos, los niveles de malestar emocional (Hinrichsen et al., 1992 ) o de depresin (Lawton et al., 1991). Es ms, la mayora de los estudios no detectan una relacin significativa entre la valoracin positiva de
48
Parte Terica
la situacin y la salud fsica de los cuidadores (Farran et al., 1997; Hinrichsen et al., 1992; Rapp y Chao, 2000). Con todo, se puede pensar que atender a estos efectos positivos contribuye a una mejor salud mental del cuidador, al no estar considerando nicamente el innegable aspecto negativo que tiene su situacin y la de su familiar (Rapp y Chao, 2000). Valorar positivamente la situacin puede ayudar a los cuidadores a afrontar mejor las dificultades objetivas que surgen en el desempeo de su rol. 2.3.6 Estrategias y recursos personales Los recursos y estrategias son elementos de los que el cuidador dispone para tratar de amortiguar el posible impacto de la situacin de cuidado.
2.3.6.1 Apoyo social
Un menor apoyo social se asocia con mayores niveles de malestar emocional (Hinrichsen y Niederehe, 1994; Lvesque et al., 1998; Quayhagen y Quayhagen, 1988), de sobrecarga (Harper y Lund, 1990; Harwood et al., 2000, Zarit, Reever y Bach-Peterson, 1980), de depresin (Espinosa et al., 1996; Haley et al., 1996; Laserna et al., 1997; Llcer et al., 2002), de ansiedad (Laserna et al., 1997) y de ira (Semple, 1992), con una mayor sintomatologa fsica en el cuidador (Goode et al., 1998; Morrissey, Becker y Rubert, 1990), mayor cantidad de pulsaciones por minuto (Uchino et al., 1992), mayor presin sangunea sistlica (Uchino, Kiecolt-Glaser y Caciopppo, 1992) y una reduccin de la respuesta inmunolgica (Kiecolt-Glaser et al., 1991; KiecoltGlaser y Glaser, 1994). En ciertos estudios parece claro que no es tanto la cantidad de apoyos sociales, es decir, la cantidad de personas que ayudan al cuidador, como la
Captulo 2
49
satisfaccin con el apoyo social, la que explica una menor afectacin emocional en los cuidadores (George y Gwyter, 1986; Mittelman et al., 1995; Thompkins, Schulz y Rau, 1988; Vitaliano et al., 1991). As, los cuidadores ms satisfechos con su red social experimentan unos menores niveles de depresin, sin que manifestaciones especficas del apoyo social como son el nmero de visitas, llamadas telefnicas o de ayuda de otros familiares y amigos se asocien significativamente con unos menores niveles de depresin del cuidador principal (Mittelman et al., 1995; Thompkins et al., 1988; Vedhara, Shanks, Wilcock y Lightman, 2001). Por el contrario, quienes consideran que el apoyo social que reciben es insuficiente presentan un mayor consumo de psicofrmacos (George y Gwyter, 1986). En este mismo sentido, las investigaciones que diferencian entre apoyo social instrumental (i.e. contar con un segundo cuidador) y apoyo social emocional (i.e. contar con relaciones de confianza), encuentran que es este ltimo tipo de apoyo y no el primero el que se asocia con unos menores niveles de depresin (Zunzunegui, Bland, Llcer y Keller, 1999; Zunzunegui et al., 2002). La cantidad de relaciones sociales es menos importante que su calidad, y la ausencia de apoyo emocional, afectivo, es mejor predictor de problemas que otros tipos de apoyos. Percibir cario por parte de los dems, tener personas con quienes poder compartir sus problemas... acta como un amortiguador del estrs que provoca la situacin de cuidado (Garca y Toro, 1996).
2.3.6.2 Estrategias de afrontamiento
Los cuidadores de personas mayores dependientes en numerosas ocasiones tienen que hacer frente a un amplio abanico de problemas. Las dificultades son numerosas e importantes. Algunas se pueden modificar y otras no. Quizs por ello los cuidadores utilicen distintas estrategias de
50
Parte Terica
afrontamiento. En ocasiones tratan de afrontar activamente los problemas, mientras que en otras su estrategia es la evitacin. Se ha comprobado que tratar de realizar un anlisis lgico de la situacin o una bsqueda de solucin a los problemas que se plantean se relaciona con mejores niveles del estado de nimo de los cuidadores (Haley, Levine, Brown y Bartolucci, 1987). Afrontar activamente los problemas se asocia con menores niveles de depresin (Goode et al., 1998; Haley et al., 1996), mientras que la utilizacin de la evitacin como estrategia de afrontamiento se asocia con mayores niveles de depresin (Haley et al., 1996; Lutzky y Knight, 1994; Matson, 1994; Shaw, Patterson, Semple, Grant, et al., 1997), mayores niveles de ansiedad (Matson, 1994; Shaw, Patterson, Semple, Grant, et al., 1997; Vedhara et al., 2001), mayores problemas de salud mental general (Hinrichsen y Nierderehe, 1994, Lutzky y Knight, 1994) y con una mayor interferencia de la salud sobre las actividades de la vida cotidiana (Vedhara et al., 2001). Parece claro que el uso de la evitacin no disminuye, sino que incrementa, los problemas de salud mental de los cuidadores; mientras que afrontar activamente los problemas contribuye a una disminucin de los problemas de salud mental del cuidador. Huir deliberadamente del problema puede contribuir a una disminucin inicial del malestar, pero finalmente slo consigue su ampliacin. No obstante, pese a que la evitacin no parece recomendable como estrategia de afrontamiento, la eficacia de los distintos tipos de afrontamiento, puede depender tanto de la naturaleza de los estresores como del nivel de malestar emocional que presente el cuidador (McKee et al., 1997; Morris y Morris, 1993; Muela, Torres y Pelez, 2002).
Captulo 2
51
La alta autoestima y la sensacin de autoeficacia estn relacionadas con unos niveles inferiores de ansiedad (Laserna et al., 1997), depresin (Laserna et al., 1997; Semple 1992; Skaff y Pearlin, 1992; Zunzunegui et al., 1999; Zunzunegui et al., 2002), ira (Semple 1992) y una menor presencia de sntomas fsicos (Pearlin, 1994). Una percepcin positiva de uno mismo, de sus cualidades y recursos personales, contribuye a un mejor afrontamiento de las numerosas situaciones de estrs a las que se ven sometidos los cuidadores. 2.3.7 Factores socioculturales Los factores socioculturales tienen un peso relevante en el modo en el que se es cuidador (e.g. actividades realizadas, apoyo recibido, valoraciones, expectativas, etc.) y de alguna manera modulan el impacto que puede tener la situacin de cuidado sobre los familiares que atienden a los mayores que lo necesitan. De hecho, dentro de la psicogeriatra hay un inters creciente por el anlisis de la influencia de los factores socioculturales como variable moduladora de los efectos provocados por la situacin de cuidado. Los patrones de crianza, las presiones grupales, los estilos de educacin... son algunos de los mecanismos a travs de los cuales la sociedad en la que se vive ejerce una influencia sobre el desarrollo de la forma de ser y de actuar de los cuidadores. Hay unos valores y normas compartidas por la sociedad que ejercen una influencia sobre lo que se piensa, se siente y se hace. Desde una perspectiva interaccional del estrs, los factores socioculturales pueden influir en el proceso del estrs del cuidador a travs tanto de los factores contextuales, como de la valoracin de los estresores, o de las estrategias y recursos de los cuidadores.
52
Parte Terica
En este sentido son importantes ciertas barreras cognitivas que influyen negativamente en los cuidadores. Estereotipos o valores presentes en nuestra sociedad (e.g. no hay quien cambie a las personas mayores, el cuidado ha de ser llevado exclusivamente en la familia, cuando hay un enfermo las necesidades personales pasan a un segundo plano) contribuyen a generar en los cuidadores de personas mayores dependientes unos esquemas cognitivos que podran resumirse en la creencia de que debo ser la nica persona que cuide al familiar mayor y no necesito ayuda. Esta actitud general puede contribuir a la aparicin de consecuencias negativas afectivas (e.g., enfado, agotamiento, tristeza, culpa) y conductuales (e.g., no buscar ayuda, no descansar) en los cuidadores de nuestro contexto sociocultural (Flrez et al., 1997; Losada, Knight y Mrquez, 2003). En ciertos grupos socioculturales se valora a las personas mayores, sean estas dependientes o no, y entra dentro de sus expectativas el hecho de atenderlas cuando lo necesitan, mientras que en otros grupos convertirse en cuidador puede ser algo inesperado y que dificulta el desarrollo de ciertos planes personales como el disfrutar de la jubilacin, hacer viajes u otros objetivos altamente esperados y deseados (Haley et al., 1996). En algunos grupos socioculturales se considera que la atencin a los mayores es una tarea claramente de la familia y no del gobierno (Heok y Li, 1997). Todos estos factores influyen en el impacto que pude tener la situacin de cuidado sobre los familiares que atienden a los mayores que lo necesitan. Hay que tener en cuenta adems que la mayora de los estudios realizados en esta rea proceden del mbito anglosajn y por lo tanto el alcance de sus conclusiones puede presentar ciertas limitaciones a la hora de analizar a los cuidadores de nuestro contexto sociocultural. La investigacin en Estados Unidos ha puesto de manifiesto que existen diferencias entre los distintos grupos socioculturales que conviven en ese pas. As, por ejemplo,
Captulo 2
53
los afroamericanos no tienen tantos problemas de salud como los anglosajones por el hecho de ser cuidadores; los hispanos tienen mayores niveles de depresin que otros grupos socioculturales, y entre los asiticos la demencia genera un importante malestar en la familia al ser vivida como algo vergonzante (Coon et al., 2004; Haley et al., 2004; Harwood et al., 1998; Hinrichsen y Ramrez, 1992). 2.3.8 Conclusiones A la luz de los estudios hasta ahora expuestos se puede concluir que son las variables relacionadas con el cuidador las que mejor explican la salud de ste. As, una menor autoestima, la utilizacin de la evitacin como estrategia de afrontamiento, una mayor sobrecarga subjetiva, una menor percepcin de los aspectos positivos del cuidado y un menor apoyo social, se asocian con mayores problemas de salud en el cuidador. Ciertamente los factores asociados a la problemtica emocional y fsica de los cuidadores informales de personas mayores dependientes han sido ampliamente investigados. No obstante, existen algunos problemas metodolgicos en las investigaciones realizadas: las muestras estn sesgadas (i.e. son pequeas, compuestas tan slo por cuidadores que utilizan algn servicio social o sanitario), los grupos de control no son adecuados, faltan estudios longitudinales, el uso de modelos tericos y definiciones operacionales es poco habitual y los instrumentos de medida presentan problemas psicomtricos (Baumgarten, 1989; Mortimer, Boss, Caron y Horbal, 1994; Switzer et al., 2000). Adems, gran parte de las investigaciones se han realizado con estudios correlacionales y quiz por ello la investigacin se encuentre en una situacin de falta de claridad y de consenso entre los diversos estudios.
54
Parte Terica
Con todo los resultados indican que, independientemente del grupo sociocultural de referencia, son las caractersticas del cuidador y no del contexto de cuidado las que mejor explican la problemtica emocional de los cuidadores. No obstante, parece que en nuestro pas es necesario continuar investigando la influencia del cuidado de un mayor dependiente sobre la salud fsica y mental de los cuidadores informales. Una problemtica, la de estos cuidadores, que pese a su importancia no ha sido an suficientemente investigada en nuestro medio sociocultural. 2.4 EVOLUCIN DE LOS CUIDADORES CON EL PASO DEL TIEMPO 2.4.1 Adaptacin o proliferacin del estrs? No existe una manera nica de reaccionar ante una situacin potencialmente estresora como es la de cuidar a un familiar mayor dependiente. Las diversas familias y cuidadores difieren en su manera de hacer frente y adaptarse a la situacin de cuidado. Parece demasiado simplista considerar que todos los cuidadores, en todos los momentos y circunstancias reaccionan de la misma manera (Montorio et al., 1999). Indudablemente, existen diferencias inter e intraindividuales, pero atendiendo a la globalidad del proceso, se puede uno preguntar si los cuidadores ms bien se van adaptando a la situacin con el paso del tiempo o por el contrario se van sintiendo cada vez ms estresados y van sufriendo una mayor cantidad de efectos negativos. Segn la hiptesis del incremento del estrs el cuidador experimenta un progresivo deterioro o desgaste a medida que el familiar mayor al que atiende se va as mismo deteriorando. De esta manera, conforme la dependencia del mayor aumenta, se incrementa el malestar del cuidador. Por el contrario, la hiptesis de la adaptacin, defiende que el cuidador aprende a adaptarse gracias a la experiencia que
Captulo 2
55
progresivamente va adquiriendo, pese al deterioro cada vez mayor de su familiar y a los problemas cada vez mayores que este presenta. Es decir, el cuidador encontrara una estabilizacin o incluso una mejora conforme pasa el tiempo (Morris y Morris, 1993). Una primera manera de tratar de verificar las hiptesis de la adaptacin de los cuidadores o de la proliferacin del estrs es comprobar los resultados de los estudios longitudinales existentes. Atendiendo a estos estudios parece que tanto los problemas fsicos como los emocionales se mantienen relativamente estables a lo largo del tiempo en los cuidadores. As la depresin en los cuidadores se mantiene estable y alta en la mayora de los participantes a lo largo del tiempo (Alspaugh et al., 1999; Baumgarten et al., 1994; Bodnar y Kiecolt-Glaser, 1994; Kiecolt-Glaser et al., 1991). As mismo se mantienen altos los porcentajes de cuidadores con trastornos de ansiedad (Bodnar y Kiecolt-Glaser, 1994; Pot, Deeg y van Dyck, 1997; Vitaliano et al., 1991) y los niveles de psicopatologa general (Pot et al., 1997). El nmero de enfermedades padecidas por los cuidadores no se ve alterado transcurridos 18 meses entre una evaluacin y otra (Vitaliano et al., 1991), tambin se mantienen estables la salud fsica y el nmero de hospitalizaciones del cuidador (Shaw, Patterson, Semple, Ho, et al., 1997; Vitaliano et al., 1991) y la cantidad de visitas al mdico por parte de los cuidadores (Grsel, 2002). Aunque tambin parece ser cierto que empeora a lo largo del tiempo la salud mental y fsica percibida (Haug et al., 1999), se deteriora la respuesta del sistema inmune (Kiecolt-Glaser et al., 1991), sufren un mayor nmero de problemas fsicos (Baumgarten et al., 1994; Grsel, 2002; Roth, Haley, Owen, Clay y Goode, 2001), se incrementa el riesgo de padecer hipertensin (Shaw, Patterson, Semple, Grant, et al., 1997) y aumenta moderadamente el consumo de frmacos, muchos de ellos como consecuencia de la automedicacin (Grsel, 2002).
56
Parte Terica
Si bien es cierto que sera necesario contar con ms estudios longitudinales, todos estos datos parecen avalar la hiptesis de una empeoramiento progresivo de los cuidadores, de un incremento del estrs en este grupo. Los problemas emocionales y ciertos indicadores de salud fsica se mantienen estables, cuando una adaptacin de los cuidadores a su situacin implicara una recuperacin gradual, una mejora progresiva que no se observa en los estudios. Adems, los indicadores de salud fsica muestran un claro empeoramiento de los efectos que el cuidado tiene sobre la salud del cuidador. 2.4.2 Etapas en el cuidado Ser cuidador ha sido concebido como una carrera inesperada que, a diferencia de otras ocupaciones, no est dirigida principalmente por la metas que cada cual se propone, sino por aquellas que vienen impuestas por el mismo desarrollo de la problemtica de la persona mayor y los niveles de dependencia que va alcanzando progresivamente. Ser cuidador es una experiencia prolongada muy determinada por las demandas que precise el familiar y que suele implicar diversas etapas (Aneshensel et al., 1995, Montorio et al., 1999; Seltzer y Li, 2000): a. Preparacin-adquisicin. Etapa en la que el cuidador va aumentando su comprensin del problema y de la necesidad de ayudar de manera continuada a su familiar, que generalmente se produce con motivo de un empeoramiento fsico del familiar o de su hospitalizacin. b. Promulgacin-actuacin. Periodo en el que el cuidador ejerce su rol. Un rol que no es siempre el mismo porque los problemas del mayor al que se atiende son progresivos, adems de multidimensionales y complejos. Adems las dificultades a las que los cuidadores tienen que enfrentarse no se circunscriben nica y exclusivamente a la persona a la que se cuida sino que
Captulo 2
57
en numerosas ocasiones tambin tienen ver con problemas aadidos a los originados por la situacin de cuidado: laborales, familares, etc. No debe tampoco perderse de vista que la institucionalizacin del familiar supone un cambio en el rol del cuidador pero no su final (Aneshensel et al., 1995; Thomas et al., 2004). Al menos la mitad de estos cuidadores continan visitando al familiar institucionalizado diariamente, proporcionando alguna forma de cuidado fsico durante su visita (Schulz et al., 2004). Se ha comprobado que los altos niveles de depresin y ansiedad que experimentan los cuidadores perduran tiempo despus de la institucionalizacin del mayor (Baumgarten et al., 1994; Eloniemi-Sulkava et al., 2002; Pot et al., 1997; Schulz et al., 2004). Incluso el hecho de dejar a sus parientes bajo cuidado de profesionales en una institucin sociosanitaria provoca un aumento de la ingesta de ansiolticos (Schulz et al., 2004). En ocasiones tambin empeora significativamente la salud fsica de los cuidadores tras institucionalizar al familiar (Baumgarten et al., 1994). Los cuidadores que estn casados con el familiar al que atendan o que tienen una relacin ms estrecha son quienes peor responden al cambio que supone la institucionalizacin del mayor dependiente. (Schulz et al., 2004). Son muchos los factores que pueden contribuir a que los problemas emocionales no se mejoren con la institucionalizacin, como, por ejemplo, que tienen que afrontar nuevos problemas de ndole prctica (e.g. gran desembolso econmico para mantener al familiar institucionalizado, viajes frecuentes para visitar al familiar, reduccin del control sobre los cuidados proporcionados al mayor), se adquieren nuevos roles (e.g. supervisar los cuidados ofrecidos a su familiar), surge un sentimiento de culpa por haber institucionalizado al familiar (reforzado en ocasiones por las convicciones culturales del cuidador y su entorno que muestran que la institucionalizacin es un abandono y que est en contra de las obligaciones de los familiares de cuidar en casa a sus
58
Parte Terica
miembros dependientes) y en ocasiones aparece un sentimiento de soledad y de vaco en el cuidador. Adems, el mayor, por lo general, ir perdiendo independencia y funcionalidad tras su institucionalizacin, lo cual les hace cuestionarse la decisin que tomaron. c. Abandono. Etapa que generalmente comienza tras el fallecimiento del familiar y que no se caracteriza necesariamente por el cese del estrs del cuidador que tiene que recomponer no solo su vida sino tambin en numerosas ocasiones su propia identidad. Es cierto que los cuidadores muestran una gran fortaleza y recuperacin tras la muerte del ser querido, y por ello algn estudio encuentra mejoras globales en los niveles de depresin de los cuidadores tras el fallecimiento del familiar (Schulz et al., 2003). Pero no se debe olvidar que en ese mismo estudio en numerosas ocasiones los problemas emocionales de los cuidadores no se solucionan con el fallecimiento del mayor, persistiendo niveles clnicos de depresin en el 30% de los cuidadores al ao de haber sufrido el deceso del familiar. En otros estudios (Bodnar y Kiecolt-Glaser, 1994; Eloniemi-Sulkava et al., 2002; Mullan, 1992; Schulz et al., 2003) se observa que no se reducen significativamente los niveles de depresin, ni la ingesta de medicamentos antidepresivos tras la prdida del familiar. Adems se incrementan los sentimientos de culpa (Aneshensel et al., 1995; Mullan, 1992) y son los cuidadores con mayor sobrecarga antes del fallecimiento del ser querido quienes experimentan mayores problemas emocionales tras su prdida (Bass y Bowman, 1990). Lo que s que parece mejorar son los comportamientos saludables de los cuidadores tras el fallecimiento: acuden al mdico cuando es necesario, tienen tiempo para hacer ejercicio fsico, descansan cuando lo necesitan... (Grsel, 2002; Schulz et al., 2001). Esto entre otras cosas contribuye a que los cuidadores se sientan menos sobrecargados (Mullan, 1992).
Captulo 2
59
Lo cierto es que el cuidador atraviesa una serie de fases a lo largo del tiempo que desempea su rol (Prez, 1997) y que suelen producirse unos momentos de transicin claves para la adaptacin o proliferacin del estrs del cuidador: comienzo de la enfermedad o dependencia, institucionalizacin del familiar mayor y fallecimiento de este (Aneshensel et al., 1995; Roth et al., 2001). Cada etapa o fase y cada momento de transicin tiene sus caractersticas particulares, implica unos cuidados diversos que el cuidador tiene que dispensar y presenta distintos elementos potencialmente estresantes para los cuidadores. Los problemas asociados a tener que cuidar a un familiar segn algunos autores (Aneshensel et al., 1995; Pearlin, 1994) tienden a generar otros estresores, como resultado de lo cual, los cuidadores se ven rodeados por una constelacin de estresores. Los problemas relacionados con el cuidado (e.g. tener que ayudar al mayor en numerosas actividades de la vida cotidiana, tratar de controlar los comportamientos inadecuados, etc.) con la consiguiente sensacin de sentirse atrapado en el rol de cuidador, van invadiendo otras reas de la vida del cuidador no relacionadas directamente con los cuidados, incrementando las tensiones familiares, los conflictos en el trabajo e incluso en ocasiones ciertas dificultades econmicas. As, pues, la dependencia del mayor parece un problema democrtico, en cuanto que afecta a todos los cuidadores y a todos los mbitos de sus vidas. En esta carrera inesperada que supone ser cuidador, con distintas etapas o fases, donde los problemas no cesan, ambos modelos (el de adaptacin y el de incremento del estrs) pueden coexistir al mismo tiempo. Es decir, se puede producir un progresivo desgaste del cuidador, pese a la adaptacin de este a su situacin (Lavoie, 1995; Morris y Morris, 1993).
60
Parte Terica
MODELOS EXPLICATIVOS DEL ESTRS DE LOS CUIDADORES Probablemente, a la luz de las especiales caractersticas de los
cuidadores informales y de las consecuencias que tiene cuidar a una persona mayor dependiente, sea necesaria la utilizacin de modelos tericos que traten de ofrecer una perspectiva global de esta situacin. Junto a los datos empricos provenientes de la investigacin sobre los cuidadores de personas mayores es necesario un marco terico desde el que desarrollar una intervencin. Existe un amplio consenso en la literatura cientfica sobre las repercusiones negativas que implica una situacin estresante como es la de tener que cuidar a una persona mayor dependiente. Hay una gran cantidad de trabajos empricos publicados sobre el estrs y el cuidado informal. Tanto, que ya hace casi dos dcadas, el profesor Zarit, uno de los pioneros en la investigacin sobre cuidadores, se planteaba si se necesitaban ms estudios sobre estrs y cuidadores (Zarit, 1989). Lo cierto es que la mayora de la investigacin en este tema ha sido descriptiva, centrndose en las consecuencias del estrs y tratando de sugerir factores asociados con la problemtica resultante en los cuidadores. Est ampliamente contrastado que cuidar es una experiencia estresante, pero falta conocer con claridad los determinantes de este estrs y son todava muchos los trabajos cientficos sobre las consecuencias perjudiciales de cuidar a un familiar mayor que adolecen de la falta de un modelo terico que los sustente. Hay ms datos que teoras o modelos explicativos. 3.1 TEORAS O MODELOS EXPLICATIVOS Pese a que no son muy numerosos, han surgido diversos modelos para explicar e integrar los datos que se poseen sobre la situacin de los cuidadores informales de enfermos. La mayora de ellos han sido pensados para la
62
Parte Terica
problemtica de los cuidadores de personas con demencia. No obstante, parecen generalizables a los cuidadores de personas mayores dependientes en general. En general, cabe decir que gran parte de los modelos tericos sobre los efectos del cuidado de personas mayores se enmarcan dentro de la conceptualizacin transaccional o interaccional del estrs realizada por Lazarus y Folkman (1984). Segn esta propuesta, el estrs es un proceso dinmico de interaccin entre el sujeto y el medio, donde resultan decisivos tanto la evaluacin que haga el sujeto del suceso estresante, como las estrategias de las que disponga el sujeto para hacerle frente. Los efectos de cuidar a un familiar mayor dependiente estaran as muy mediatizados por las evaluaciones de los cuidadores de la situacin y por los recursos de los que dispongan para afrontarla. Se expondrn los modelos tericos ms recientes, yendo desde los ms sencillos y simples a los ms pormenorizados y completos: 3.1.1 Modelo de predisposicin e incitacin Rabins (1997), popular difusor de la problemtica de los cuidadores, que viven das de 36 horas atendiendo al enfermo (Mace y Rabins, 1991), propone uno de los modelos ms sencillos para explicar la difcil situacin de los cuidadores. Tal y como se observa en la figura 3.1. se postula que hay elementos intrapersonales, tales como la personalidad, el estilo de afrontamiento, valores culturales, la relacin previa con el familiar... que predisponen al individuo a responder al estresor de una manera predecible. Algunas variables que modifican esta respuesta son los recursos comunitarios, econmicos o familiares de los que disponga el cuidador. Por lo tanto, hay algunos individuos que estn ms predispuestos a sufrir unos resultados
Captulo 3
63
negativos cuando se produce un determinado estresor como es el cuidar a un familiar mayor enfermo. Las conductas problemticas de los mayores, es decir, aquellos comportamientos considerados como tales por los cuidadores, son unos factores precipitantes de las consecuencias (emocionales, fsicas, de utilizacin de recursos) que tiene la situacin de cuidado sobre los cuidadores. De hecho las conductas que son percibidas como problemticas por el cuidador, independientemente de que lo sean o no, son las que generan unas mayores consecuencias negativas. Este es un modelo sencillo de interpretacin de la situacin de estrs de los cuidadores. Incluso el mismo autor reconoce que falta determinar el distinto peso o influencia de todos y cada uno de estos factores. Y tambin reconoce que algunos factores que el modelo califica como modificadores pudieran ser vistos como factores de predisposicin. As, por ejemplo, la percepcin de un adecuado apoyo social puede solaparse con ciertas variables de predisposicin como la personalidad o el estilo de afrontamiento.
INCITADORES Conductas problemticas PREDISPOSICIONES DEL CUIDADOR Gnero Personalidad Estilo de afrontamiento Valores culturales Recursos cognitivos Relacin previa con el paciente
MODIFICADORES Estatus econmico Apoyo social Disponibilidad de servicios CONSECUENCIAS comunitarios Salud emocional Salud fsica Adaptacin Utilizacin de servicios comunitarios
64
Parte Terica
3.1.2 Modelo didico cuidador-mayor El modelo de Corbeil, Quayhagen y Quayhagen (1999) tiene en cuenta la interaccin entre el mayor y su cuidador, al aplicar un tratamiento de estimulacin cognitiva. La relacin entre ambos resulta decisiva a la hora de determinar si los cuidadores estn bien adaptados o no a su situacin. Sigue la propuesta general de estrs realizada por Lazarus y Folkman (1984) y se sita en la lnea del modelo de adaptacin al estrs para cuidadores propuesto por Haley, Levine et al., (1987) ya que consideran el mismo esquema en ambos estudios. Es decir, se distinguen estresores, variables mediadoras y variable resultado (vase figura 3.2). Los denominados estresores, considerados como la variable antecedente, no son sino la frecuencia con la que el mayor presenta problemas de memoria y de conducta. Dentro de las variables mediadoras se distingue el estrs percibido por el cuidador referente a los estresores que presenta el mayor al que se cuida (i.e. el malestar que los problemas de memoria y de conducta generan al cuidador), la reevaluacin positiva que el cuidador puede hacer de esos problemas (i.e. la valoracin positiva que el cuidador otorga a las situaciones que experimenta) y el apoyo emocional que el cuidador recibe (i.e. grado de ayuda emocional y confiable recibida de su red social). Mientras que los estresores son considerados como una variable exgena e independiente, las variables mediadoras son consideradas como variables endgenas e interrelacionadas, en cuanto que forman un conjunto. Por su parte, la variable resultado de este modelo es la satisfaccin del cuidador con la interaccin con el enfermo, que incluye cario, respeto, comunicacin, sentido vital, e integracin de la experiencia vital. Es, por lo tanto, un modelo que atiende a los efectos positivos de la situacin de cuidado en lugar de los efectos negativos. De hecho el modelo de Haley, Levine et al.,
Captulo 3
65
(1987) a diferencia de este se centra en los aspectos negativos, ya que considera como variable resultado la depresin en lugar de la satisfaccin del cuidador. Los resultados obtenidos en el contexto de la aplicacin de un programa de estimulacin cognitiva para los mayores hacen pensar que este modelo no recoge todas las variables moduladoras del efecto que la situacin de cuidado tiene sobre los cuidadores.
V. ANTECEDENTE
V. RESULTADO
3.1.3 Modelo sociocultural Este modelo de Olshevski, Katz y Knight (1999), que tambin se enmarca dentro de la conceptualizacin del estrs realizada por Lazarus y Folkman (1984), destaca la importancia de pertenecer a un grupo tnico u otro ya que los valores culturales son muy diferentes e influyentes en la dinmica de los cuidadores. Al igual en que otros modelos se reconoce la importancia de ciertas variables contextuales que pueden influir en el malestar de los cuidadores
66
Parte Terica
(vase Figura 3.3.): gnero, edad, grupo cultural, estatus socioeconmico y parentesco del cuidador con el paciente. Adems tambin se tienen en cuenta las demandas que debe satisfacer el cuidador, es decir, los estresores objetivos o carga objetiva. Con todo, es crucial la evaluacin que el cuidador realice de las demandas como estresantes o satisfactorias, y que se puede observar en una mayor o menor carga subjetiva experimentada por el cuidador. Aunque no se sabe a ciencia cierta por qu unos cuidadores perciben su situacin como estresora y otros no, lo que s que parece evidente es que los valores culturales juegan un papel crucial en la valoracin que el cuidador hace de las demandas generadas por la situacin en la que se encuentra. As, por ejemplo, los afroamericanos, que otorgan un mayor valor a la familia que al individuo aislado, perciben la situacin como menos estresante que otros grupos socioculturales. Los potenciales mediadores entre la evaluacin que el cuidador hace de la situacin y los resultados que padece (i.e. el malestar emocional y los problemas de salud) son el apoyo social y las estrategias de afrontamiento. De hecho las estrategias de afrontamiento ante un estresor crnico son ms importantes a la hora de determinar el impacto emocional que los mismos estresores objetivos. As, por ejemplo, las estrategias de afrontamiento evitativas o la autoculpacin se asocian con mayores consecuencias emocionales negativas. Mientras que la utilizacin de la aceptacin como estrategia de afrontamiento suele ayudar a los cuidadores a mejorar su situacin. Adems, tal y como reconocen Olshevski et al. (1999), aunque los efectos del apoyo social a nivel cuantitativo no son claros, s que parece que juega un papel importante el apoyo social cualitativo. Es decir, ejerce una mayor amortiguacin del estrs del cuidador un apoyo social que es muy bien
Captulo 3
67
valorado que muchos apoyos sociales (i.e. muchas personas que ayudan) pero que son poco o mal valorados. La calidad del apoyo parece ms importante que la cantidad del mismo.
ESTRATEGIAS DE AFRONTAMIENTO FRAGILIDAD DEL ENFERMO ESPOSA/HIJO CARGA OBJETIVA DEL CUIDADOR EVALUACIN DEL CUIDADO COMO ESTRESANTE
GNERO
MALESTAR EMOCIONAL
EDAD
SUBGRUPO TNICO
APOYO SOCIAL
REACTIVIDAD CARDIOVASCULAR
3.1.4 Modelo de los dos factores El modelo de Lawton et al. (1991) distingue entre consecuencias positivas (afecto positivo o bienestar emocional) y negativas (depresin) del cuidado de un mayor con Alzheimer por parte de sus familiares. Tal y como se observa en la figura 3.4. es una propuesta que diferencia entre el estado emocional positivo y negativo de los cuidadores, sin centrarse nica y exclusivamente en las consecuencias perjudiciales que tiene ser cuidador. Caben, pues, las dos opciones, que el cuidador encuentre tanto perjuicios como beneficios en el desempeo de su rol. Siguiendo el modelo de Lazarus y Folkman (1984) la evaluacin de la situacin (sobrecarga y satisfaccin con el cuidado) determina los resultados provocados por la situacin de cuidado. Y a diferencia de otros modelos estas dos valoraciones se pueden producir al mismo tiempo en el cuidador. Es
68
Parte Terica
decir, los cuidados proporcionados por un cuidador pueden generar al mismo tiempo satisfaccin y sobrecarga. El estresor en este modelo es esencialmente la cantidad de sntomas del enfermo, aunque tambin se consideran como posibles variables moduladoras la ayuda que el cuidador tiene que prestar (e.g. alimentacin, vestido, bao, dar las medicinas...), la ayuda recibida por parte de otros cuidadores informales, as como la salud del propio cuidador. El modelo distingue entre estresores, valoraciones, recursos y resultados, pero es esencialmente la evaluacin que el cuidador hace de su propia situacin la que influye sobre los efectos que tiene la situacin de cuidado en los cuidadores.
DEPRESIN
AYUDAS RECIBIDAS
Una de las maneras ms frecuentes de evaluar las necesidades de cuidados del mayor dependiente, es decir la cantidad de cuidados que necesita, es a travs de la informacin que el cuidador seala tal y como lo realizan Lawton et al. (1991) en su investigacin. No obstante esta es una percepcin subjetiva, pues lo que los cuidadores consideran que el mayor necesita no siempre tiene que coincidir con su dependencia objetiva. Adems, considerar
Captulo 3
69
dos nicos factores de evaluacin puede ser demasiado simplista. Por todo ello Braithwaite (1996) se propuso determinar si poda replicar el modelo bifactorial encontrado por Lawton et al. (1991). El resultado fue que los cuidadores perciban no dos sino seis valoraciones o percepciones de su situacin: la carga del trabajo como cuidador, la percepcin del cuidado como disfuncional, la fuerza interna y eficacia, el atrapamiento social, los aspectos positivos del cuidado y el apoyo social familiar. As, pues, parece que pueden ser ms de dos las valoraciones de los cuidadores que median entre los estresores objetivos y los efectos emocionales que tiene el cuidado. 3.1.5 Modelo multidimensional de agentes estresantes Este modelo de Pearlin et al. (1990), tal y como se observa en la figura 3.5., distingue cinco factores interrelacionados entre s: antecedentes del sujeto, estresores primarios, estresores secundarios, resultados y variables moduladoras. Los antecedentes del sujeto son las caractersticas socioeconmicas, historia del cuidador, disponibilidad de ayudas, composicin y red familiar. El impacto que la dependencia del mayor tiene sobre los familiares que le cuidan es diferente en funcin de las caractersticas socioculturales y socioeconmicas de la familia. As, por ejemplo, un cuidador del mbito rural (donde generalmente los recursos sociasanitarios son escasos) puede tener una problemtica distinta que la de un cuidador urbano, y una familia de nivel socioeconmico alto probablemente se enfrentar a los problemas derivados del cuidado de mayor de una manera diferente a como lo pueda hacer una familia de nivel socioeconmico inferior. La historia del cuidador influye, no siendo lo mismo cuidar a un mayor del que uno se siente cercano, con el que las relaciones previas han sido de gran intimidad y afecto, que atender a un familiar mayor del que se siente distante y con el que las relaciones han sido
70
Parte Terica
fras o problemticas. Tambin puede ser relevante para entender las repercusiones que el cuidado tiene sobre los cuidadores la duracin de los cuidados y la composicin familiar, pues parece ms difcil cuidar a un mayor cuando los contactos con el resto de la familia son escasos o cuando las tareas a desempear se llevan realizando durante un periodo de tiempo muy largo. Los agentes estresantes, tal y como se ha comentado, pueden ser de dos tipos: primarios y secundarios. Los estresores primarios o directamente ligados a la actividad de ser cuidador son tanto los estresores objetivos (i.e. deterioro cognitivo, incapacidad funcional y trastornos de conducta del enfermo) como los estresores subjetivos (i.e. carga, deprivacin afectiva e instrumental del cuidador). As, pues, los estresores objetivos son aquellos derivados del deterioro del mayor y los estresores subjetivos aquellos otros originados por la atencin que el cuidador presta al mayor. Por otro lado los estresores secundarios o relacionados con otras reas distintas del cuidado, pero generados o empeorados por los estresores primarios, pueden ser estresores de rol o intrapsquicos. Los estresores de rol son las repercusiones negativas que el desempeo del papel del cuidador tiene sobre su vida familiar, social y laboral (i.e. conflictos familiares y laborales, problemas econmicos, aislamiento social, disminucin del tiempo de ocio), y los estresores intrapsquicos son esencialmente la prdida de autoestima y el sentimiento de falta de control o de competencia sobre la situacin. Estos estresores pueden ser considerados como el resultado de una proliferacin del estrs que supone ser cuidador. Estar sometidos a todos los anteriores estresores puede dar como resultado que el cuidador experimente problemas en su funcionamiento emocional, fsico y social. Es decir, el cuidador puede experimentar con facilidad sentimientos de depresin, ansiedad e ira, trastornos fsicos y abandono del cuidado. Aunque entre los estresores y los resultados actan
Captulo 3
71
como mediadores o amortiguadores tanto la capacidad de afrontamiento del sujeto como el apoyo social percibido. Esto es lo que explica que cuidadores expuestos a estresores muy similares se vean afectados por ellos de muy distintas maneras. Se puede decir que en la propuesta de Pearlin et al. (1990) el estrs del cuidador es un proceso en el que se distinguen estresores, mediadores y resultados, interrelacionados entre s.
RESULTADOS (Cambios y mantenimientos en) Depresin Ansiedad Ira Salud fsica Abandono de rol
MEDIADORES
Este modelo ha sido una referencia bsica, para numerosos profesionales en el campo de los cuidadores informales de personas mayores dependientes. Es, sin ningn genero de dudas, el modelo terico que ms amplia difusin ha tenido entre quienes trabajan con cuidadores. De hecho no resulta extrao encontrar en la literatura modelos sobre cuidadores que presentan esta propuesta terica de Pearlin et al. (1990) con pequeas matizaciones (e.g. Losada, 2005, Rankin, Haut y Keefover, 1992). Asumiendo los planteamientos de Pearlin en los cuidadores se puede producir una proliferacin del estrs (i.e. los estresores que aparecen en la situacin de cuidado dan lugar a otros estresores) o una contencin de este (i.e. los cuidadores limitan lo efectos de los estresores mediante la utilizacin
72
Parte Terica
de recursos psicolgicos, sociales o econmicos de los que disponen) (Montorio et al., 1999). 3.1.6 Modelo multidireccional del estrs Para Schulz, Gallagher-Thompson, Haley y Czaja (2000) el estrs presente en los cuidadores depende de una primera evaluacin sobre lo amenazante o perjudicial de la situacin, as como de sus propias capacidades a la hora de cuidar a su familiar. La evaluacin del estresor puede producir sensaciones positivas (satisfaccin en la relacin con el enfermo) o negativas (sobrecarga o estrs percibido). Es un modelo que tambin se enmarca dentro de la conceptualizacin del estrs realizada por Lazarus y Folkman (1984), y que ampla el modelo propuesto por Lawton et al. (1991), especficamente para los cuidadores de enfermos con demencia. Tal y como se observa en la figura 3.6., los estresores primarios o las demandas ambientales incluyen las limitaciones funcionales, las conductas problemticas de los mayores, as como los estresores sociales y del ambiente. Cuando se presentan estos estresores, los cuidadores evalan si son potencialmente amenazadores y si tienen las suficientes capacidades para afrontarlos. Es decir, el cuidador se pregunta si puede o no afrontar y manejar esos problemas. Si se evalan como amenazadores y el cuidador se ve sin capacidades para afrontarlos, entonces se percibe sometido a estrs. La valoracin de estrs lleva a desarrollar unas respuestas emocionales negativas (e.g. sntomas de ansiedad, sntomas depresivos, etc.). Estas respuestas emocionales negativas pueden disparar respuestas fisiolgicas o conductuales como no descansar los suficiente, no tener una alimentacin adecuada, descuidar el propio estado de salud no acudiendo al mdico para sus propios problemas de salud, etc.
Captulo 3
73
En condiciones extremas todo lo anterior puede contribuir a la aparicin de trastornos emocionales o fsicos. Es decir, incrementan en el sujeto el riesgo de una enfermedad fsica o psquica (e.g. trastornos del estado de nimo, trastornos de ansiedad, problemas cardiovasculares, enfermedades infecciosas etc.). Tambin se puede dar el caso, aunque menos frecuente en el cuidado de mayores, que los estresores sean valorados como benignos o que el cuidador sienta que tiene la capacidad para afrontarlos. Esto da lugar a respuestas emocionales positivas que conducen a respuestas psicolgicas y fsicas saludables. Aunque este segundo camino es tericamente posible y ha sido demostrado empricamente en algunas circunstancias, es importante sealar que es menos habitual. Adems en este modelo se propone que los estresores ambientales juegan un papel importante en el riesgo de desarrollar problemas de salud incluso cuando la evaluacin del estresor no se percibe como estresante y no da lugar a unas respuestas emocionales negativas (e.g. un cuidador est orgulloso de desarrollar un excelente cuidado de su familiar pero descuida sus propias necesidades, como por ejemplo tener una dieta adecuada o ir a visitar al mdico cuando presenta algn problemas de salud). Por ltimo decir que en el modelo se constata la existencia de una influencia bidireccional (mostrada con las flechas rayadas en la figura 3.6.), donde las respuestas dadas en una determinada situacin influyen en las evaluaciones y en las demandas posteriores. Un ejemplo de esto es la relacin entre las respuestas emocionales negativas y la valoracin de las demandas y de las capacidades de adaptacin. As, una respuesta emocional negativa ante un estresor puede en situaciones posteriores incrementar el potencial del estresor y su valoracin negativa. Esto podra ocurrir, por ejemplo, cuando un cuidador siente un gran malestar ante un problema de conducta del mayor,
74
Parte Terica
que entonces se convierte en un problema cada vez ms estresante, es decir, evaluado las siguientes ocasiones como an ms disruptivo.
ESTRESORES (demandas ambientales)
ESTRS PERCIBIDO
VALORACIN POSITIVA
3.2 CONSIDERACIONES A LOS MODELOS La investigacin sobre los efectos del cuidado en la salud mental de los cuidadores es ms concluyente que la realizada respecto a la influencia en la salud fsica, pero esto no es un obstculo para que la mayora de los modelos incluyan tanto el deterioro fsico como el consecuencias que tiene el hecho de ser cuidador. As mismo los distintos modelos tericos dan una gran relevancia a los efectos negativos que produce ser cuidador, olvidando los aspectos positivos que puede tener el cuidado. A excepcin de los modelos de Corbeil et al. (1999), Lawton et al. (1991) y Schulz et al. (2000) se patologiza en exceso la condicin de ser cuidador. Adems muchos de estos modelos tienen una concepcin bastante individualista y unidireccional del proceso de cuidado. Tan solo Corbeil et al., (1999) y Pearlin et al. (1990) introducen en sus anlisis el efecto mediador de la psquico dentro de las
Captulo 3
75
percepcin de la relacin entre cuidadores y familiares cuidados. De esta manera la relacin, la dada, se vuelve un factor poco importante en la mayora de los modelos a la hora de explicar los efectos que la situacin de cuidado tiene sobre el cuidador. Casi todos los modelos consideran que son importantes los problemas de conducta del mayor al que se atiende y en los modelos ms sencillos (Corbeil et al., 1999; Rabins, 1997) suponen un elemento central en la conceptualizacin de los efectos perjudiciales que tiene la situacin de cuidado sobre los cuidadores. La mayora de las propuestas tericas (Olshevski et al., 1999; Pearlin et al., 1990; Rabins, 1997) incluyen la influencia del apoyo social y de las estrategias de afrontamiento como variables mediadoras de los efectos que tiene sobre la salud de los cuidadores ese estresor crnico que supone el cuidar a un mayor dependiente, pero conviene mantener una cierta cautela respecto a la influencia de estos dos factores, pues el mismo Corbeil et al. (1999) reconoce que la asociacin encontrada entre el afrontamiento y la variable resultado es ms dbil de lo esperado. Con todo, el apoyo social y el afrontamiento siguen siendo consideradas hoy por hoy variables moduladoras o modificadoras de los efectos perjudiciales que tiene el desempeo del rol de cuidador. Tan slo la mitad de las propuestas tericas (i.e. Corbeil et al., 1999, Pearlin et al., 1990 y Lawton et al., 1991) son fruto de la investigacin emprica. El resto de los modelos se han realizado basndose nicamente en la experiencia con este tipo de personas o en funcin de la literatura existente. Corbeil et al. (1999) obtiene corroboracin emprica de su modelo a travs de tan solo 87 cuidadores de personas con demencia que participan en un programa de estimulacin cognitiva para los enfermos y a los que se evala en tres momentos diferentes (pretratamiento, postratamiento y seguimiento a los
76
Parte Terica
9 meses). El mismo autor reconoce insuficiente no solo el tamao de su muestra sino el mismo modelo en orden a poder explicar los mediadores existentes entre los estresores del cuidado y sus efectos sobre el cuidador. Pearlin et al. (1990) delimita su modelo terico a partir de la evaluacin y seguimiento de 555 cuidadores reclutados en las Asociaciones de Alzheimer y trastornos relacionados (ADRAS) de Los ngeles. Elabora su propuesta en funcin de los datos obtenidos y de acuerdo con los modelos de afrontamiento del estrs. Lawton et al. (1991) desarrolla su modelo de los dos factores a partir de la evaluacin de 529 cuidadores familiares de enfermos mayores con Alzheimer que participan en grupos de ayuda mutua de la Asociacin de Alzheimer de Pensilvania y del Centro de Geriatra de la universidad de ese mismo estado. Parecen insuficientes tan solo tres modelos tericos elaborados a partir de datos experimentales, y que obtienen todos sus datos a partir de cuidadores que pertenecen a distintas asociaciones de familiares de enfermos. Las propuestas tericas deberan avanzar en este sentido, ofreciendo ms modelos basados en la evidencia emprica, y que traten de ampliar las muestras, incluyendo cuidadores que no participan del movimiento asociacionista. De hecho, unos modelos tericos robustos resultan necesarios para fundamentar las intervenciones dirigidas a cuidadores. Unas intervenciones que pueden ayudar a los cuidadores a reducir las consecuencias negativas que padecen y a potenciar las positivas en la medida de lo posible.
INTERVENCIONES CON CUIDADORES La investigacin con cuidadores y los modelos tericos propuestos
destacan de una manera suficientemente clara el alto malestar que sufren importantes porcentajes de este colectivo. Adems, el mero paso del tiempo no parece contribuir a que su problemtica disminuya. Por ello resulta esencial tratar de saber qu hacer con esos cuidadores que se ven afectados negativamente tanto fsica como emocionalmente. Dada la importante contribucin realizada por los cuidadores al bienestar de las personas mayores dependientes, es importante evitar que se quemen y agoten. Una estrategia para evitar las repercusiones negativas del cuidado sera eliminar el estresor. Es decir, terminar con el cuidado que prestan al mayor. Pero como esto no siempre es posible y en ocasiones tampoco es ni lo deseado por los cuidadores, ni lo deseable para las personas mayores a las que cuidan, el objetivo ltimo de las intervenciones es permitir a los cuidadores desempear su rol en las mejores condiciones tanto para ellos como para los mayores a los que prestan su ayuda. Por eso las distintas intervenciones con cuidadores tienen como objetivo general el influir sobre algunas de las dimensiones que modulan los efectos negativos del cuidado o el de eliminar esos efectos (Lavoie, 1995; Montorio et al., 1995). Es decir, tratan de amortiguar o eliminar los conflictos familiares, los problemas laborales, la disminucin del tiempo libre y de las redes sociales, y muy especialmente la presencia de problemas emocionales (ansiedad, depresin, sntomas psicofisiolgicos) (Prez y Yanguas, 1998). Estos programas tratan de ayudar a los cuidadores a identificar y comprender las emociones que experimentan y a darse cuenta que hay soluciones para sus problemas (Hbert et al., 1999; Martnez et al., 2001). Parece claro, pues, que los cuidadores informales se veran muy beneficiados de programas dirigidos a prevenir y aliviar su malestar, a tratar
78
Parte Terica
de paliarlo en la medida de lo posible, lo que indirectamente repercutira sobre el mayor dependiente (Fernndez de Gamarra y Padierna, 1990). Sin embargo, no es abundante ni la aplicacin de programas de apoyo, ni la investigacin sobre la eficacia de estos programas, especialmente en nuestro contexto sociocultural (Losada, Montorio et al., 2003; Snchez, Mourente y Olazarn, 2001; Zarit, 1990). El estudio emprico de intervenciones dirigidas a apoyar a los cuidadores de mayores dependientes comenz en los aos 80, sin que todava se haya conseguido establecer con claridad las ventajas y eficacia de este tipo de intervenciones (Montorio et al., 1995). Las intervenciones no han sido homogneas sino que han tenido distintos objetivos y se han desarrollado con una gran variedad de contenidos y de formatos de actuacin. Entre las intervenciones ms empleadas caben destacar: a. El apoyo formal. b. Las intervenciones informativas sobre la enfermedad, sus consecuencias y el manejo de los diversos problemas. c. Los grupos de ayuda mutua. d. Las intervenciones psicoteraputicas. Todas estas intervenciones no siempre se aplican de forma nica y aislada, sino que en ocasiones se desarrollan al mismo tiempo varias de las intervenciones arriba descritas, en amplitud y combinaciones muy variadas. As, por ejemplo, es frecuente que se ofrezca a los cuidadores informacin sobre la dependencia en general o sobre la enfermedad que padecen sus familiares (i.e. intervencin informativa), al mismo tiempo que los cuidadores participan en grupos de ayuda mutua. En la mayora de las ocasiones las intervenciones son proporcionadas por asociaciones de familiares de personas mayores con algn tipo de enfermedad (e.g. Alzheimer, Parkinson) o por distintos servicios
Captulo 4
79
sociosanitarios, y estn dirigidas bien a ofrecer informacin sobre la dependencia y sus consecuencias, bien a ofrecer un respiro a unos cuidadores altamente sobrecargados, o a tratar de manejar el estrs que les ocasiona el tener que cuidar a sus familiares. A continuacin se analizan estas intervenciones que habitualmente se les ofrecen a los cuidadores, tratando de delimitar en qu consiste cada una de ellas, cules son sus objetivos y caractersticas ms habituales y si parecen reducir o no la problemtica emocional de los cuidadores. 4.1 EL APOYO FORMAL El apoyo formal consiste en la prestacin de servicios comunitarios para suplir temporalmente las funciones de los cuidadores informales. Se encuadraran aqu los llamados servicios de respiro (e.g. Centros de da, servicio de ayuda a domicilio, estancias temporales en residencia, etc.). Estas intervenciones, por un lado, ofrecen a los mayores unos servicios especializados que atiendan sus necesidades y, por otro, facilitan que los cuidadores no tengan que estar ni las veinticuatro horas del da, ni los trescientos sesenta y cinco das al ao atendiendo al familiar y que tengan tiempo para descansar o para hacer otras tareas distintas de las de cuidar a su familiar. Los servicios formales pueden ser considerados como una ayuda sustitutoria del apoyo informal, es decir, son utilizados por personas mayores sin posibilidades de tener un familiar que le atienda o por familiares de mayores dependientes que no pueden ofrecer todos los cuidados que son necesarios. Pero estos servicios tambin pueden ser considerados como una ayuda complementaria, que contribuye a un mejor calidad del cuidado recibido por el mayor dependiente, ofreciendo servicios especializados. La
80
Parte Terica
poltica social trata de que los servicios formales sean una ayuda complementaria del apoyo informal (Montorio, Daz e Izal, 1995). La ayuda formal a la que tienen acceso los familiares de mayores dependientes en Espaa es muy escasa e insuficiente (Leturia y Yanguas, 1999; Maravall, 1999; Milln et al., 1998; Rodrguez y Sancho, 1999). La propia administracin (IMSERSO, 1995) reconoce que la red de servicios formales es marginal y minoritaria (p. 273). Adems, la gran mayora de ellos se encuadran dentro de la iniciativa privada. En nuestro pas resultan especialmente insuficientes los centros de da (recursos extrahopitalarios de estancias diurnas, habitualmente durante los das laborables, en los que generalmente se ofrece al mayor una atencin especializada de enfermera y vigilancia mdica, prevencin de la salud, rehabilitacin, estimulacin cognitiva, etc.) y las estancias temporales en residencia (institucionalizacin temporal del mayor que ocasionalmente no puede ser atendido por el cuidador bien por enfermedad, o accidente de este, bien por necesidad de descanso o bien porque el mayor necesita de unos cuidados que no le pueden ser proporcionados en casa por el cuidador). De hecho en el ao 2003 se contabilizaban tan slo 25.143 plazas en centros de da (de las cuales nicamente el 37% son de titularidad pblica), lo que representa en su conjunto una ratio del 0,35% del total de personas mayores de 65 aos (IMSERSO, 2004). En cuanto a las estancias temporales en residencia se contabilizaban 1.683 plazas pblicas, que representan un 0,05% del total de personas mayores en Espaa (Sancho, 2002a). Por consiguiente, parece necesario incrementar ambos servicios ya que tanto los centros de da como las estancias temporales en residencia ofrecen un doble beneficio, pues son por un lado un descanso para los cuidadores de las personas mayores, y por otro prestan un conjunto de servicios teraputicos profesionales a la persona mayor.
Captulo 4
81
Dentro de los servicios de respiro los ms utilizados, tanto en nuestro contexto sociocultural como en otros (Badia et al., 2004; IMSERSO, 2004; Strain y Blandford, 2002; Zarit, Glauger y Jarrot, 1999), son los que se propician dentro del hogar del cuidador: especialmente el servicio de ayuda a domicilio (SAD). Consiste esencialmente en que un profesional o un voluntario (enfermera, personal de limpieza, etc.) vaya a casa del cuidador para atender a la persona necesitada de cuidados o para realizar alguna de las tareas del hogar. El formato y la temporalidad de la ayuda prestada son variadsimos, aunque en la mayora de las ocasiones el SAD consiste nicamente en la realizacin de tareas del hogar durante un nmero muy limitado de horas a la semana. De hecho se ha calculado que el promedio de la ayuda a domicilio es de 19 horas al mes (Porto y Rodrguez, 1998). Pese a ser el servicio de apoyo ms utilizado, en el ao 2003 nicamente haba 221.708 usuarios del SAD, que lejos de alcanzar la media europea, y objetivo delimitado por el plan Gerontolgico de 1993, del 8%, tan solo representa el 3% del total de mayores de 65 aos (IMSERSO, 2004). Adems de escasos, los servicios formales son poco conocidos por los cuidadores (Milln et al., 1998; Golimbet y Trubnikov, 2001; Strain y Blandford, 2002). Pero con todo, parece que incluso cuando los servicios de apoyo formal son bien conocidos (Toseland, Rossiter, Peak y Smyth, 1990) o estn al alcance de los cuidadores, (Collins, King, Given y Given, 1994; Cox, 1997; Heok y Li, 1997; Lawton, Brody y Saperstein, 1989) estos los utilizan en escasa medida. No es fcil determinar las causas de la dificultad de numerosos cuidadores para acceder a los servicios de apoyo formal, pero en el hecho de que una familia utilice estos servicios influyen (Collins, King et al., 1994; Cox, 1997; Gonyea y Silverstein, 1991; Kadushin, 2004; Strain y Blandford, 2002):
82
Parte Terica
externos internos
referencias, salud y
competencia del cuidador). Las actitudes del cuidador y del enfermo. La experiencia en el uso de los servicios comunitarios (uso inicial, continuacin y cese). El nivel de dependencia del familiar, as como la disponibilidad y accesibilidad de los servicios. La clase social. El acceso a los recursos es ms complicado cuando los cuidadores tienen una clase social media ya que la ayuda formal pblica no les es concedida y no tienen suficientes recursos econmicos para acceder de forma continuada a la ayuda privada. Encontrndose opiniones diversas entre los investigadores sobre si son determinantes o no aspectos sociodemogrficos del familiar dependiente (i.e. edad, estado civil, raza, gnero), o el nivel de deterioro cognitivo a la hora de utilizar servicios de ayuda formal (Cox, 1997; Llcer et al., 1999; Kadushin, 2004). Adems de estas, al menos en nuestro contexto sociocultural, entre las razones de la poca utilizacin de la ayuda formal se encuentra el hecho de que hasta hace relativamente poco tiempo los mayores convivan en el hogar de sus hijos cuando necesitaban ayuda. nicamente las personas sin recursos, sin familia o abandonados, eran asistidas por los recursos formales y generalmente se entendan como una obra de caridad. En nuestros das las cosas son diferentes, los recursos formales no son una obra de beneficencia para quien no tiene otra opcin sino un recurso ms, pero el fantasma de que la utilizacin de los recursos formales supone un cierto desentendimiento o
Captulo 4
83
abandono del familiar mayor sigue vigente entre cuidadores y mayores cuidados. Esto genera en ocasiones entre quienes utilizan la ayuda formal intensos sentimientos de culpa (Hanson, Tetley y Clarke, 1999). El apoyo formal tiene como objetivo que los cuidadores dispongan de manera programada de tiempo libre de respiro, para realizar actividades ldicas, sociales o de otro tipo que no pueden hacer habitualmente, as como para retrasar y evitar la institucionalizacin permanente del mayor dependiente (Prez y Yanguas, 1998). En los pases desarrollados como el nuestro, el apoyo formal de respiro es en la mayora de las ocasiones una respuesta ante una situacin crtica, en lugar de ser una medida preventiva, convirtindose as estos servicios en una ayuda que resulta insuficiente y que llega demasiado tarde para la mayorade los cuidadores (Cox, 1997). En nuestro contexto sociocultural todava son muchas las familias que procuran evitar a toda costa la utilizacin de servicios formales para sus mayores, considerndolo como un ultimsimo recurso, tan solo para cuando no queda otro remedio. Se suele retrasar el acceso a recursos formales hasta que ocurren situaciones de crisis (e.g. los cuidadores presentan una notable problemtica emocional, las personas mayores presentan un alto nivel de deterioro). Esto ocurre especialmente en el caso de las estancias -temporales o no- en residencias, as como con la utilizacin de centros de da (Daz, 2001; Hanson, et al., 1999; Lawton et al., 1989; Martnez et al., 2001). Aunque la escasez de servicios formales en nuestro contexto sociocultural provoca un gran descontento e insatisfaccin entre los cuidadores, que con toda justicia reclaman un aumento y mejora de los recursos formales de apoyo a los cuidadores (e.g. aumento de plazas, cercana al domicilio, abaratamiento de costes, simplificacin de los trmites burocrticos para su solicitud, mayor divulgacin de los recursos
84
Parte Terica
existentes...), lo cierto es que hoy por hoy falta evidencia emprica que demuestre la eficacia de estas intervenciones (Prez y Yanguas, 1998; Zarit et al., 1999). Es cierto, que en general los servicios de respiro, en sus diversas opciones, son muy apreciados por los cuidadores, que cuando los disfrutan estn bastante satisfechos con ellos, percibiendo adems que les ayuda a tener un mayor control sobre sus vidas (Scharlach y Frenzel, 1986). Pero en estudios experimentales o cuasiexperimentales que tratan de comprobar los efectos de este tipo de intervenciones se observa que, salvo contadas excepciones (Montgomery y Borgatta, 1989), en general no consiguen reducir de manera significativa el malestar emocional de los cuidadores (Artaso et al., 2001b; Bourgeois, Schulz y Burgio, 1996; Lorensini y Bates, 1997; Nobili et al., 2004). Lo que puede relacionarse con el hecho de que su utilizacin se produzca tan slo en ocasiones extremas, como ltimo recurso, cuando la situacin se hace casi insostenible (Gaugler y Zarit, 2001). Adems cualquier cambio en la rutina de los mayores (e.g. tener una persona extraa en casa cuando se recurre a la ayuda a domicilio, ser recogido en autobs para la asistencia al centro de da, etc.) puede suponer una situacin potencialmente estresante que empeora el estado del mayor, exacerba alguno de sus sntomas y genera en su cuidador problemas aadidos a los muchos que ya tiene. As, aunque se presume que los servicios de respiro ayudan a reducir la sobrecarga de trabajo del cuidador, Yordi et al. (1997) encontraron que la ayuda formal no consegua disminuir significativamente la cantidad de horas que los cuidadores dedicaban a sus mayores, Roca et al. (2000) mostraron que los cuidadores que compartan el cuidado con una institucin son los que ms tareas de cuidados realizaban, y Berry, Zarit y Rabatin (1991) sealaron que la cantidad de trabajo de los cuidadores era mayor los das que
Captulo 4
85
sus familiares asistan a los servicios de respiro que los das que estaban en casa. Pese a que retrasar o evitar la institucionalizacin es uno de los principales objetivos de los servicios de respiro, lo cierto es que las tasas de institucionalizacin de los mayores permanecen estables (no se reducen) entre las familias que utilizan los servicios de ayuda formal (Cox, 1998; Gaugler y Zarit, 2001; Kosloski y Montgomery, 1995; Scharlach y Frenzel, 1986). Incluso, en ocasiones, la utilizacin de ayuda formal no solo no reduce sino que incrementa los porcentajes de institucionalizacin del mayor (Hegeman y McCann, 1986; McFall y Miller, 1992; Zarit, Gaugler y Jarrot, 1999). De hecho son muchos los cuidadores que consideran los centros de da como un paso intermedio para la institucionalizacin (Gmez-Busto, Ruiz de Alegra, Martn, San Jorge y Letona, 1999). Aunque tambin es cierto que la alta tasa de institucionalizacin de los mayores tras la utilizacin de los servicios de respiro puede ser debida a la extrema fragilidad de quienes utilizan estos servicios (Hegeman y McCann, 1986) o a que estos servicios llegan demasiado tarde (McFall y Miller, 1992). Pudiendo ser tambin estas las razones que explican en parte el hecho de que la utilizacin de servicios formales por parte de los cuidadores se asocie con una peor elaboracin del duelo cuando fallece el familiar (Bass y Bowman, 1990). Adems, podra ser til analizar en qu medida los distintos servicios de ayuda formal (i.e. centro de da, ayuda a domicilio, estancias temporales en residencia) influyen de manera diferente en la reduccin de la problemtica emocional de los cuidadores. El trmino respiro o apoyo formal es un trmino muy amplio y todava no se han analizado la eficacia diferencial de los distintos servicios de ayuda formal entre s. Este es un estudio necesario y todava pendiente (Knight, Lutzky y Macofsky-Urban, 1993).
86
Parte Terica
Resumiendo, cabe decir que los servicios de apoyo formal son escasos y no hay evidencia plena de su eficacia. De hecho provocan situaciones en principio paradjicas, pues es cierto que son muy valorados pero tambin es verdad que son poco utilizados. Generan una gran satisfaccin pero no parecen conseguir amortiguar la problemtica emocional de los cuidadores. Tienen como objetivo ofrecer un tiempo de respiro a los cuidadores y en ocasiones suponen un problema aadido a los muchos que ya tienen. 4.2 LAS INTERVENCIONES PSICOEDUCATIVAS Estas intervenciones proporcionan informacin sobre la enfermedad del mayor dependiente, sus consecuencias y el manejo de los diversos problemas, procurando impartir esta informacin de forma progresiva y estructurada. Aunque hay una gran diversidad de contenidos entre los distintos programas psicoeducativos, en la mayora de ellos se informa sobre las dificultades ms comunes por las que atraviesan los familiares afectados (e.g. evolucin prevista de la enfermedad, problemas en la movilizacin, incontinencia, cadas, problemas legales y econmicos) as como sobre posibles soluciones, estrategias y recursos para hacer frente a estos problemas (Brodaty, Roberts y Peters, 1994; Goodman y Pynoos, 1990). As por ejemplo, terapeutas ocupacionales o enfermeras suelen informar de los problemas de la persona mayor y de cmo adaptar el hogar para solucionar parte de esta problemtica, tratando de maximizar la independencia, seguridad y bienestar del mayor y de reducir la problemtica emocional de los cuidadores (Buckwalter et al., 1999; Dooley e Hinojosa, 2004; Gitlin, Corcoran, Boyce y Hauck, 2001; Gitlin et al., 2003). Los formatos de estas intervenciones son variados, pero por lo general tienen un tiempo de aplicacin ms bien limitado (i.e. 6-10 semanas) y los participantes suelen ser cuidadores que responden de manera voluntaria a
Captulo 4
87
anuncios u otro tipo de invitaciones bien por parte de asociaciones de enfermos y familiares, bien por instituciones sociosanitarias preocupadas por la situacin de estrs a la que se ven sometidos los cuidadores (Gallagher, 1985). De hecho los socios de las asociaciones de familiares reciben una ayuda que en la mayor parte de las ocasiones ellos consideran como informativa (Badia et al., 2004). Estas intervenciones psicoeducativas suelen incluir lecturas, materiales para escribir y una persona o personas con las que discutir estos materiales. Como acertadamente afirma Zarit (1990), en la mayor parte de las ocasiones estas intervenciones informativas se realizan en un contexto grupal, es decir, son varios los cuidadores que asisten a unas reuniones donde diversos profesionales (mdicos, enfermeros, trabajadores sociales, terapeutas ocupacionales...) les informan sobre la problemtica de sus familiares mayores. En ocasiones se desarrollan programas informativos en los que es cada cuidador de manera individual quien accede a la psicoeducacin a travs de material audiovisual o escrito. De hecho, comienzan a aparecer novedosos e ingeniosos materiales audiovisuales (Fernndez, 2003) y cada vez son ms numerosas las publicaciones dirigidas a familiares, que informan de la problemtica del mayor dependiente en general o de alguna enfermedad en particular (e.g. demencia). Son textos didcticos, escritos generalmente por los propios cuidadores o por profesionales con amplia experiencia en el mundo de los cuidados informales. Escritos en nuestro contexto (Elorriaga del Hierro et al., 1994; Fernndez, 2000; Izal, Montorio y Daz, 1998) o traducidos de otros idiomas (Furtmayr-Schuh, 1995; Mace y Rabins, 1991; Molloy y Caldwell, 2002), en ocasiones se recomienda su lectura en las asociaciones de familiares a sus socios. Tanto es as que, los cuidadores pertenecientes a estas asociaciones reciben informacin esencialmente a
88
Parte Terica
travs de libros y revistas (51%) y secundariamente de profesionales de la salud (31%) (Quayhagen y Quayhagen, 1988). En nuestro contexto sociocultural un 12,3% de los cuidadores pertenecientes al movimiento asociacionista han tenido acceso a material educativo para su propia informacin, entrenamiento y educacin (Badia et al., 2004). Hay una baja participacin y asistencia de los familiares cuidadores a los grupos psicoeducativos (Vila y Garriga, 2000). En ocasiones los programas psicoeducativos son utilizados nicamente por una tercera parte de los cuidadores a los que se les ha brindado la oportunidad de hacerlo (Montgomery y Borgatta, 1989). E incluso estos programas pueden no responder a las necesidades de los cuidadores, especialmente de aquellos que no llevan mucho tiempo ocupando ese rol (Chiverton y Caine, 1989; Zarit, Femia, Watson, Rice-Oeschger y Kakos, 2004). Estas intervenciones tienen como objetivo principal que el cuidador se sienta seguro, reduzca su incertidumbre y pueda desempear su papel lo mejor posible. Se asume que dar el conocimiento adecuado sobre la enfermedad del familiar, la problemtica asociada y su manejo, as como de los servicios disponibles, ayuda a los cuidadores a hacer frente a los retos que se les plantean. Son muchos los programas psicoeducativos desarrollados con cuidadores, pero resulta difcil encontrar estudios de resultados de este tipo de intervenciones y generalmente las mejoras que producen son pequeas (Gallagher, 1985). Pero ms all de si los resultados de las intervenciones psicoeducativas son estadsticamente significativas o no, la magnitud de los cambios conseguidos son clnicamente modestos frente a las grandes expectativas despertadas por ellas y a su amplia proliferacin (Zarit, 1990). Es decir, se pensaba, y todava hoy se piensa, que ofrecer informacin es esencial para que los cuidadores reduzcan su problemtica emocional, esto
Captulo 4
89
ha contribuido a que gran cantidad de las intervenciones con cuidadores tengan un talante psicoeducativo, pero lo cierto es que hoy por hoy no se ha comprobado su eficacia. Gatz et al. (1998) consideran que, siguiendo la diferenciacin de la Asociacin de Psiclogos Americanos entre tratamientos bien establecidos y probablemente eficaces, los tratamientos con cuidadores que incluyen elementos psicoeducativos son probablemente eficaces para mejorar el malestar emocional de los cuidadores. Pero lo cierto es que en ocasiones generan tensiones en lugar de reducirlas, pues se abordan problemticas que no ataen todava a la persona a la que se cuida, anticipando problemas que en ocasiones no se van a producir nunca, se ofrece una visin muy negativa de la evolucin de la enfermedad y se patologiza en exceso la condicin de cuidador (informando nicamente de los problemas que parece que necesariamente van a experimentar: aislamiento, depresin, ansiedad, ira) (Chiverton y Caine, 1989; Graham, Ballard y Sham, 1997). Ciertamente las intervenciones informativas incrementan el conocimiento sobre el desarrollo de la enfermedad del familiar y el sentimiento de competencia en el cuidador, pero ya Knight et al. (1993) sealan que el mejor conocimiento de la enfermedad del mayor dependiente y sus problemas no correlaciona con el malestar emocional del cuidador. Incluso Graham et al. (1997) encontraron que se incrementaban los niveles de ansiedad de los cuidadores cuanto mayor era el conocimiento que estos tenan de la enfermedad del mayor al que atendan. Wilkins, Castle, Heck, Tanzy y Fahey (1999) muestran que se deterioran incluso el sistema inmune y el estado de nimo de los cuidadores que participan en una intervencin psicoeducativa, aun cuando perciban que el tratamiento haba sido beneficioso para ellos.
90
Parte Terica
De hecho, cuando se revisan estas intervenciones se encuentran resultados contradictorios, pues algunas revisiones no muestran mejoras significativas en los problemas emocionales entre los participantes en grupos informativos (Gallagher, 1985; Green y Brodaty, 2002; Kennet, Burgio. y Schulz, 2000) mientras que otras si que lo hacen (Srensen, Pinquart y Duberstein, 2002). 4.3 LOS GRUPOS DE AYUDA MUTUA Los grupos de ayuda mutua son intervenciones dirigidas a ofrecer apoyo, consejo, proteccin y acompaamiento a los cuidadores durante el proceso de cambio en el cual deben ajustar su vida con las nuevas limitaciones que les impone la dependencia y su problemtica. Son un espacio, un lugar de encuentro, donde se sienten comprendidos, escuchados y apoyados. En los grupos conectan con otras personas con problemas e intereses comunes, tratando de crear empata entre los distintos participantes, para que as se tenga la posibilidad de discutir los problemas, aciertos y sentimientos respecto al cuidado del ser querido. Son, esencialmente, espacios en los que compartir sus sentimientos con otras personas que tienen preocupaciones y miedos muy similares a los suyos, una oportunidad para hacer normales ciertos pensamientos y preocupaciones, al comprobar que son comunes en otras personas que comparten situaciones parecidas a las suyas. Adems tambin se comparten y aprenden estrategias e informacin que a otros miembros del grupo les han sido tiles en el desarrollo de su rol de cuidadores. Los antecedentes de los grupos de ayuda mutua de cuidadores informales se encuentran en los grupos de Alcohlicos Annimos que comenzaron a formarse en Estados Unidos en el primer cuarto del siglo XX
Captulo 4
91
y que llegaron a Europa (y tambin a nuestro pas) en los aos 80 (Franqueza, 2003; Gallagher, 1985). De alguna manera los grupos de ayuda mutua proporcionan tambin a los cuidadores un tiempo de respiro pues al menos el tiempo en el que participan en el grupo no tienen que atender a su familiar. Y en ocasiones este es uno de los pocos momentos en los que delegan su rol de cuidador. Por ello les ayuda a reducir el aislamiento en el que en numerosas ocasiones se encuentran. De hecho, los cuidadores con los que se comparte el grupo de ayuda mutua, suelen pasar a formar parte de la red social significativa del cuidador. Los otros cuidadores pasan a ser un nuevo apoyo social importante para el cuidador que participa en el grupo. Suelen ser grupos que tratan de sensibilizar a la poblacin y en algunas ocasiones pretenden ejercer una presin social para que se reconozca su problemtica y sus necesidades (Franqueza, 2003). Es el tipo de intervencin ms frecuentemente utilizada con los cuidadores (Gallagher-Thompson et al., 2000; Quayhagen et al., 2000; Zarit, Anthony y Boutselis, 1987). Raramente estandarizada o manualizada, est dirigida bien por un profesional, bien por un cuidador con experiencia (Lavoie, 1995; Toseland, Rossiter y Labrecque, 1989). Aunque algunos de estos grupos son convocados por profesionales, en otras ocasiones son los propios cuidadores los que se autoconvocan voluntaria y peridicamente para mejorar su situacin. Las grupos de ayuda mutua pueden adoptar distintas formas. Algunos son permanentes y otros temporales. Los grupos permanentes estn generalmente abiertos a la incorporacin de nuevos miembros, mientras que los grupos con una temporalidad bien definida tienden a evitar la incorporacin de nuevos miembros una vez que se han constituido (Lavoie, 1995).
92
Parte Terica
En la actualidad, la utilizacin de las nuevas tecnologas de la comunicacin est facilitando la creacin de nuevos modos de grupos de ayuda mutua. As McClendon, Bass, Brennan y McCarthy (1998) desarrollaron un grupo de apoyo utilizando terminales de ordenador conectadas entre si y White y Dorman (2000) utilizaron Internet para crear un grupo de ayuda mutua. De esta manera trataban de solucionar dificultades geogrficas, de tiempo disponible... facilitando el acceso a la orientacin, informacin y apoyo. El objetivo del grupo de ayuda mutua ms que explorar en profundidad los problemas o conflictos psicolgicos de los cuidadores, es facilitar a los cuidadores el reconocimiento de que otras personas tienen problemas similares a los suyos, proporcionar una oportunidad para intercambiar ideas y estrategias para hacer frente a esos problemas, as como brindar apoyo emocional a lo largo de los distintos encuentros grupales. Son, pues, grupos entre iguales para ayudarse los unos a los otros. En nuestro contexto sociocultural los grupos de ayuda mutua gozan de una muy amplia difusin entre las asociaciones de enfermos y familiares. Pero esto no obvia que presenten ciertas dificultades, como por ejemplo el hecho de que algunos de los cuidadores que asisten a estos grupos no encuentran verdadera atmsfera de ayuda mutua, sienten que no encajan, y terminan por abandonar. Otro problema estriba en el hecho de que los cuidadores que asisten a los grupos pueden tener intereses muy diferentes (e.g. unos pueden estar interesados en asistir al grupo para discutir sus sentimientos, mientras que otros pretender aprender habilidades que les ayuden a manejar mejor sus dificultades). Las emociones negativas que comparten los integrantes del grupo altamente estresados por su situacin pueden tener un efecto negativo sobre otros cuidadores. En ocasiones resulta difcil encontrar tiempo, alguien que les lleve al lugar de reunin del
Captulo 4
93
grupo, alguna persona que cuide del familiar mientras ellos asisten al grupo, etc. Adems hay una cierta reticencia por parte de los grupos de ayuda mutua a evaluar de manera estandarizada los efectos que tienen sobre sus integrantes (Davis, 1998; Gallagher, 1985). Con todo, los grupos de ayuda mutua no parece que consiguen mejorar el estado emocional del cuidador. Pese a que los cuidadores tienden a sealar que los grupos les han servido de gran utilidad y que estn altamente satisfechos con su participacin en ellos, la mayora de los estudios no encuentra que asistir a estos grupos reduzca significativamente sus problemas de depresin, ansiedad e ira (Bourgeois et al., 1996; Demers y Lavoie, 1996; Hbert et al., 1999). Tampoco consiguen posponer la institucionalizacin del mayor al que se cuida (Hbert, Girouard, Leclerc, Bravo y Lefranois, 1995). 4.4 LAS INTERVENCIONES PSICOTERAPUTICAS Este tipo de intervencin implica una relacin teraputica entre el cuidador y un profesional de la salud mental. En la mayora de las ocasiones las intervenciones psicoteraputicas con los cuidadores tienen una orientacin cognitivo-conductual. El terapeuta habitualmente ayuda al cuidador a ser consciente de su situacin, a reestructurar los pensamientos que mantienen conductas problemticas en el cuidador, se les ayuda a desarrollar habilidades de solucin de problemas, a organizar el tiempo, as como a llevar a cabo, en la medida de lo posible, actividades gratificantes. Por lo general estas intervenciones se han ofrecido a cuidadores que responden a anuncios que informan de estos servicios o a personas que acuden a profesionales sociosanitarios en bsqueda de ayuda para tratar los problemas relacionados con su rol de cuidador (Gallagher, 1995).
94
Parte Terica
Tienen por objetivo conseguir la mejor adaptacin posible del cuidador a la situacin, dotndole para ello de estrategias para manejar adecuadamente la situacin de estrs con la que han de enfrentarse. Pretenden conseguir una mejora de los sntomas, un menor sufrimiento de los cuidadores, a travs de la modificacin de conductas, pensamientos y emociones desadaptativas. Las intervenciones psicoteraputicas adolecen de ciertos problemas (Corbeil et al., 1999; Hbert et al., 1999; Matson, 1994; Zarit, 1990): Tienen un enfoque en exceso individualista. Son en la mayora de las ocasiones bastante breves (8-10 semanas) con lo que puede ser poco realista pretender conseguir cambios en todas las reas que se ven afectadas por tener que cuidar a un familiar. Pero tambin es verdad que, como sealan Losada et al. (2004), intervenciones de ms de 810 sesiones haran que los cuidadores no participaran o no completaran los programas teraputicos al no disponer de tanto tiempo para poder asistir. Se centran en una nica manera de afrontar los problemas que hay que ensear a los cuidadores. No tienen en cuenta los recursos formales de apoyo a los mayores dependientes. No facilitan la colaboracin entre el apoyo formal y el informal. Los estudios ms recientes sobre eficacia de las intervenciones dirigidas a familiares de personas mayores dependientes parecen indicar que las intervenciones psicoteraputicas, donde se facilita el aprendizaje de habilidades para afrontar el estrs, son las que consiguen mayores mejoras en el estrs asociado al cuidado del familiar, es decir, en la reduccin del grado de malestar emocional (depresin, ansiedad e ira), as como en el
Captulo 4
95
aumento del bienestar general del cuidador. Adems son las que provocan un porcentaje menor de abandonos (12%) e incluso en ocasiones tienen un impacto positivo sobre la sintomatologa de las personas mayores (Srensen et al., 2002). Las intervenciones psicoteraputicas parecen por tanto una buena opcin cuando se quiere tratar de reducir la problemtica emocional de los cuidadores. 4.5 ANLISIS DE LA EFICACIA DE LOS PROGRAMAS CON CUIDADORES 4.5.1 Revisin de los programas de intervencin con cuidadores En esta apartado se analiza la eficacia de las intervenciones que se han llevado a cabo con cuidadores de personas mayores dependientes. En general, los escasos estudios de eficacia existentes presentan ciertos problemas metodolgicos (Hbert et al., 1999; Montorio et al., 1995; Lavoie, 1995; Pusey y Richards, 2001; Schulz y Martire, 2004; Zarit, 1989; Zarit, 1990): Muestreos pequeos e inadecuados. Ausencia de aleatorizacin y de evaluadores ciegos. Evaluaciones inadecuadas o inapropiadas. La mayora de las investigaciones han utilizado medidas globales de sobrecarga o estrs. Estos constructos, sin embargo, son multidimensionales y resulta difcil conseguir cambios en ellos de forma global tras la intervencin. Escasa atencin a la evaluacin del proceso y su nivel de implementacin. Ausencia de grupos control.
96
Parte Terica
Adems se les ha criticado a estros programas que (Hbert et al., 1999; Martnez et al., 2001; Montorio et al., 1995; Zarit, 1990): Tienen unos resultados generalmente muy modestos. Carecen de un modelo terico de referencia. No tienen unos objetivos bien definidos. Teniendo en cuenta las anteriores limitaciones, se llev a cabo una revisin sistemtica de la literatura de los ltimos 25 aos (periodo 19802004), pues es precisamente en los aos 80 cuando comienzan a aparecer estudios estructurados de intervencin con cuidadores, dejando de ser nicamente estudios basados en impresiones clnicas (Lavoie, 1995). Se realiz una bsqueda de estudios de intervencin con cuidadores en las bases de datos Ageline, Cochrane Library, Medline, Portal Mayores, Psicodoc, Psycinfo y Psyke. Las palabras clave utilizadas en las bsquedas fueron: cuidador y cuidado, combinadas con intervencin, tratamiento, terapia y respiro; as como con mayor, anciano y vejez. A partir de los resmenes y palabras claves de los trabajos cientficos localizados se realiz una segunda seleccin teniendo en cuenta nicamente aquellas intervenciones centradas en cuidadores informales de mayores dependientes no institucionalizados, que utilizaban medidas cuantitativas para evaluar su eficacia y cuyos resultados haban sido publicados en ingls o espaol. Adems, se revis la bibliografa de los artculos a los que se tuvo acceso a texto completo para localizar nuevas investigaciones. Los estudios incluidos en esta revisin cumplen los siguientes criterios: La poblacin de inters son los cuidadores de personas mayores no institucionalizadas. Los receptores de cuidados tienen una edad media de 65 aos o ms. Cuando no hay datos de la edad media de las personas
Captulo 4
97
cuidadas y los cuidadores son mayores de 60 aos tambin se admiten en la revisin. Miden con instrumentos estandarizados el malestar emocional del cuidador, entendido de una manera amplia: depresin, ansiedad, ira y otras medidas de estados emocionales negativos o positivos. As mismo tambin se consideran estudios que analizan el malestar emocional de los cuidadores de manera indirecta a travs de los niveles de institucionalizacin de los mayores o del consumo de psicofrmacos de los cuidadores. Realizan mediciones en al menos dos momentos diferentes (i.e. pretratamiento y tras finalizar el tratamiento). Incluyen un grupo de control o de comparacin. Estn aleatorizados. En la tabla 4.1 se presentan ordenados alfabticamente los estudios seleccionados recogiendo los siguientes apartados: a. Identificacin del trabajo. Autores que firman el artculo y ao de publicacin. Cuando una misma investigacin se analiza en distintos artculos todos ellos se recogen en el mismo apartado de la tabla de revisin, ofreciendo los datos de los participantes del artculo de ms reciente publicacin. b. Participantes. Tipo de familiares mayores a los que atienden los cuidadores, es decir, la causa por la que son cuidados. As mismo se indica el nmero de cuidadores con el que se realizan los anlisis estadsticos finales (del ltimo momento de medida), la cantidad de cuidadores que se adscriben a cada grupo experimental o control, as como los porcentajes de rechazos y de abandonos, siempre que estos datos se encuentren disponibles. c. Intervenciones. Tipo de programas que se comparan en el estudio. Es decir, los contenidos fundamentales de dichos programas y si
98
Parte Terica
constituyen un grupo experimental (GE) o un grupo control (GC) en el estudio analizado. d. Formato y diseo. Duracin de la intervencin, tipo de contacto (i.e. sesiones individuales, grupales, contacto telefnico, etc.), nmero de sesiones de los programas de intervencin (considerndose como sesiones tanto los contactos presenciales como los que se producen a distancia a travs del telfono), y momentos de medida. Cuando se trata nicamente de una intervencin de respiro tan slo se computa la duracin del respiro y no el tipo de contacto ni el nmero de sesiones ya que el contacto con el profesional suele estar reducido en la mayora de las ocasiones a una nica sesin individual. As mismo, si el grupo de control es un tratamiento inespecfico o un tratamiento de respiro no se indica ni el nmero de sesiones, ni el tipo de contactos, indicndose tan solo la duracin de estos tratamientos. Cuando no todos los participantes tienen el mismo nmero de sesiones se ofrece la media de contactos de todos los participantes. En cuanto a los momentos de medida, cuando se indica seguimiento (seg.) se computa el tiempo desde la finalizacin del tratamiento, mientras que cuando tan solo se indican la cantidad de meses este es el tiempo transcurrido desde el inicio del tratamiento y no desde su finalizacin. e. Medidas. Variables emocionales analizadas, as como los instrumentos de medida utilizados para su evaluacin. Se recogen tan solo las variables emocionales que tienen que ver con el cuidador. f. Resultados. Variables emocionales que resultan significativamente modificadas tras las intervenciones, bien dentro de los cuidadores del mismo grupo experimental o bien en comparacin con los cuidadores de otros grupos.
Captulo 4
99
Tabla 4.1. Revisin de los tratamientos aleatorizados con cuidadores de personas mayores dependientes
Intervenciones Formato y diseo VV.DD. (Instrumentos de Resultados medida) Ansiedad (HAMA y GE: disminucin de la ansiedad en el postratamiento en comparacin con GC. Los niveles BAI) de ansiedad se mantienen estables en el seguimiento GC: incremento en la ansiedad en el postratamiento
Participantes
N=23 12 GE 11 GC Rechazos: ? Abandonos: 39,5% Archbold et al 1995 Cuidadores de personas mayores dependientes Depresin (CES-D)
N=51
GE1: menor depresin y estrs que GC en el postratamiento. GE2: menor depresin que GC en el postratamiento..
GE: Psicoterapia (Intervencin Duracin: 2 meses cognitivo-conductual para la Tipo de contacto: grupal reduccin de la ansiedad) N de sesiones: 10 GC: Lista de espera (10 semanas) Momentos de medida: Pretrat. Postrat. Seg 1 mes1 GE: Psicoeducacin Duracin: 2-6 meses (Entrenamiento en manejo de Tipo de contacto: individual y problemas del mayor) telefnico GC: Intervencin inespecfica N de sesiones: (servicios habituales de enfermera) GE: 4-21 GC: 1-14 Momentos de medida: Pretrat. Seg 8-12 meses GE1: Psicoeducacin (Manejo de Duracin: 3 meses Tipo de contacto: grupal, los problemas de paciente) GE2: Psicoterapia (Incremento de individual y telefnico N de sesiones: 12 actividades gratificantes, solucin de problemas y relajacin) Momentos de medida: GC: Tratamiento inespecfico Pretrat. (Informacin sobre la enfermedad) Postrat. Seg. 3 meses Seg. 6 meses
El grupo control en lista de espera realizaba dos mediciones previas al pretratamiento: 6 semanas y 16 semanas antes de comenzar el tratamiento.
100
Parte Terica
Intervenciones Formato y diseo GE: Psicoeducacin (Informacin, Duracin: 4 meses Tipo de contacto: grupal manejo de los problemas de paciente, tcnicas de control del Momentos de medida: estrs y solucin de problemas) Pretrat. GC: Lista de espera (al menos 12 Postrat. meses) Duracin: 10 das Tipo de contacto: grupal y telefnico N de sesiones: GE1:29 Psicopatologa general (GHQ-30) Depresin (ZDS y HDRS) Ingesta de psicofrmacos Institucionalizacin del familiar
N= 90 30 GE1 30 GE2 30 GC
GE1: Psicoeducacin + Respiro (Informacin, manejo del estrs y solucin de problemas) GE2: Activacin de la memoria+ Respiro (Programa de memoria para el mayor con demencia) GC: Lista de espera (6 meses)
GE1: disminucin de la psicopatologa general a los 12 meses. Reduccin y retraso de la institucionalizacin del familiar a lo largo del tiempo en comparacin con GE2.
N=1334
Momentos de medida: Pretrat. Seg. 3 meses Seg. 6 meses Seg. 12 meses Seg 39 meses Seg 96 meses Duracin: 6 meses Tipo de contacto: Individual y telefnico N de sesiones: 12 Momentos de medida: Pretrat. Postrat. Seg. 12 meses
Rechazos: ? Abandonos:45,7%
GE: Psicoeducacin (Informacin sobre la enfermedad y facilitacin de un entorno adecuado para el enfermo) GC: Tratamiento inespecfico (Informacin, facilitacin de servicios sociosanitarios, tutorizacin del caso-case management -o grupo de apoyo)
GE: menor depresin que GC en el postratamiento utilizando el POMS. Estas diferencias slo se mantienen en el seguimiento utilizando la GDRS para una submuestra del total (n=54). Menor ansiedad e ira en el postratamiento y en los seguimientos en comparacin con GC Menor psicopatologa general en el postratamiento en comparacin con GC.
Son 133 los cuidadores que completaron las mediciones del POMS a los 12 meses. Mientras que tan solo 54 completaron las mediciones de la GDS a los 12 meses.
Captulo 4
101
Intervenciones GE: Psicoterapia (Entrenamiento en habilidades de manejo de los problemas de la persona cuidada, incremento de las actividades gratificantes del cuidador, bsqueda de apoyo social y reestructuracin cognitiva) GC: Tratamiento inespecfico (Atencin telefnica e informacin sobre la demencia y su impacto en el cuidador)
VV.DD. Resultados Malestar provocado GE y GC: disminucin del malestar provocado por por los problemas de los problemas de memoria y de conducta del familiar en el postratamiento. memoria y de conducta (RMBPC) Depresin (CES-D) Ansiedad (STAI) Deseo de institucionalizacin
GE1: Psicoeducacin (Entrenamiento en manejo de problemas del mayor) GE2: Psicoeducacin + Psicoterapia (Entrenamiento en manejo de problemas del mayor, relajacin, manejo de pensamientos y emociones negativas) Momentos de medida: Pretrat. 6 meses 12 meses 18 meses Postrat. Duracin: 1 da Tipo de contacto: Individual N de sesiones: 1 Momentos de medida: Pretrat. Seg. 6 meses Estrs (RSS)
GE1: Psicoeducacin+ Informacin GE2: Informacin (Informacin sobre la demencia) GE3: Psicoeducacin (Manejo de los problemas del mayor) GC: Tratamiento inespecfico
102
Parte Terica
N=130
Intervenciones GE1: Psicoterapia + Control de la ira (Reestructuracin cognitiva y entrenamiento en manejo de la ira) GE2: Psicoterapia + Manejo de la depresin (Incremento de actividades gratificantes) GC: Lista de espera (3-4 meses)
Formato y diseo Duracin: 2 meses Tipo de contacto: GE1 y GE2: grupal GC: telefnico N de sesiones: 10
VV.DD. Resultados GE1 y GE2: disminucin de la ira y la hostilidad en el Ira (STAXI) Hostilidad (MAACL) postratamiento en comparacin con GC Depresin (MAACL, BDI)
Chang, 1999.
GE: reduccin de la ansiedad a lo largo del tiempo Depresin, ansiedad y hostilidad GC: incremento de la depresin a lo largo del tiempo y en comparacin con GE (BSI)
Momentos de medida: Pretrat. Postrat. Seg. 3 meses Duracin: 2 meses GE: Psicoterapia (Modelado de las actuaciones ante los problemas Tipo de contacto: telefnico de la persona cuidada, e N de sesiones: 8 incremento de las actividades gratificantes del cuidador) Momentos de medida: GC: Tratamiento inespecfico Pretrat. (Atencin mediante llamadas 4 semanas telefnicas) Postrat. Seg. 1 mes GE: Psicoeducacin (Informacin Duracin: 2 meses Tipo de contacto: grupal sobre la enfermedad, habilidades N de sesiones: 3 comunicativas y de manejo de conductas problemticas, recursos Momentos de medida: sociosanitarios) Pretrat. GC: Tratamiento inespecfico Postrat. (servicios habituales) Competencia emocional (HSFCI)
Captulo 4
103
Intervenciones GE: Informacin + Tutorizacin del caso (Case management) GC: Tratamiento inespecfico (Prestacin normal de servicios sociosanitarios)
Resultados GE: menor malestar ante los problemas de memoria y conducta del familiar cuando se compara con GC a los 6 meses de iniciar el tratamiento. No se mantienen las diferencias en otros momentos de medida. El tiempo hasta la institucionalizacin es menor en GE en comparacin con GC solo en el caso de los enfermos con deterioro cognitivo moderado y no en los enfermos con deterioro cognitivo leve.
Cuidadores de familiares con Alzheimer N=44 18 GE1 10 GE2 16 GC Rechazos: ? Abandonos: 38%
GE1: reduccin del malestar emocional del cuidador a lo largo del tiempo en comparacin con GE2 y GC.
Momentos de medida: Pretrat. 3 meses 6 meses 10 meses 14 meses Postrat. GE1: Psicoterapia en casa Duracin: 3 meses (Solucin de problemas, relajacin, Tipo de contacto: GE1: individual control de la ira y manejo de los GE2 y GC: telefnico problemas de paciente) N de sesiones: 12 GE2: Psicoterapia por telfono Momentos de medida: (dem GE1) Pretrat. GC: Tratamiento inespecfico Postrat. (Atencin mediante llamadas Seg. 3 meses telefnicas) GE: Grupo de ayuda mutua Duracin: 2 meses Tipo de GC: Tratamiento inespecfico contacto: grupal (Servicios sociosanitarios N de sesiones:10 habituales) Momentos de medida: Pretrat. Postrat. Seg. 3 meses Depresin (GCS)
GC: aumento de la depresin en el postratamiento en comparacin con GE, estas diferencias se mantienen en el seguimiento
104
Parte Terica
Participantes Drummond et al., Cuidadores de personas 1991; Mohide et al., con demencia 1990 N=42 22 GE 20 GC Rechazos: 18,9% Abandonos: 30% Eisdorfer et al., Cuidadores de personas 2003 con demencia
Intervenciones GE: Psicoeducacin+ Respiro+ Grupo de ayuda mutua GC: Tratamiento inespecfico (Supervisin medica del paciente, atenciones de enfermera convencionales)
Malestar provocado GE1: aumento de la depresin a los 6 meses por los problemas de GE2: disminucin de la depresin a los 6 y 18 meses GC: sin cambios en depresin a los 6 meses. memoria y de conducta (RMBPC) Depresin (CES-D)
Momentos de medida: Pretrat. 3 meses Postrat. Duracin: 12 meses GE1: Terapia familiar Tipo de contacto: (Identificacin de los problemas y GE1: Individual recursos familiares, as como los N= 154 recursos formales disponibles) GE2: Individual y telefnico 59 GE1 GE2: Terapia familiar+ Sistema GC: telefnico N de sesiones: telemtico de comunicacin 54 GE2 (Facilitacin del contacto entre los GE1: 26 41 GC familiares y de la recepcin de Rechazos: ? GE2: 82 informacin) Abandonos:31,5% GC= 54 GC: Tratamiento inespecfico Momentos de medida: (Atencin mediante llamadas Pretrat. telefnicas y material 6 meses psicoeducativo sobre la demencia y Postrat. su impacto en el cuidador) 18 meses Duracin: 24 meses GE: Psicoeducacin+ Eloniemi-Sulkava et Cuidadores de personas Tipo de contacto: Individual, al., 1999, 2001 con demencia mayores de Counselling (Informacin de recursos sanitarios y facilitacin de grupal y telefnico 65 aos acceso a recursos, grupo de apoyo, Momentos de medida: estimulacin cognitiva para el N=100 Pretrat. 53 GE enfermo) Postrat. GC: Tratamiento inespecfico 47 GC (Servicios sociosanitarios Rechazos: 29% habituales) Abandonos: 0% Institucionalizacin del familiar
Captulo 4
105
N=42 31 GE1 21 GE2 Rechazos: ? Abandonos: 21% Depresin (BDI y SADS) Estrs (PSS) Afecto positivo (PGCMS)
Intervenciones GE1: Psicoterapia (Terapia cognitivo conductual) GE2: Psicoterapia (Terapia psicodinmica breve)
Momentos de medida: Pretrat. 10 semanas Postrat. Seg. 3 meses Seg. 12 meses GE1: Psicoterapia (Incremento de Duracin: 2 meses Tipo de actividades gratificantes) contacto: grupal GE2: Psicoterapia (Entrenamiento N de sesiones: 10 en solucin de problemas) GC: Lista de espera (3 meses) Mediciones: Pretrat. Postrat.
GE1: reduccin de los diagnstico de depresin en comparacin con GE2 y GC. GE1 y GE2 mejora el afecto positivo y los niveles de depresin (BDI) en comparacin con GC para una submuestra de 62 cuidadores
N= 161 56 GE1 59 GE2 46 GC Rechazos: ? Abandonos:25,8% Cuidadoras de personas con demencia y limitaciones fsicas Duracin: 2 meses Tipo de contacto: grupal N de sesiones:10
GE1: Psicoterapia (Reestructuracin cognitiva e incremento de actividades gratificantes) GE2: Grupo de ayuda mutua (Apoyo social de otros cuidadores)
Depresin (CES-D) Malestar provocado por los problemas de memoria y conducta (RMBPC)
GE1: reduccin de la depresin en el postratamiento en comparacin con GE2 GE1 y GE2: disminucin del malestar provocado por los problemas de memoria y de conducta del mayor en el postratamiento.
106
Parte Terica
Participantes Cuidadores de personas con Alzheimer N= 35 18 GE1 17 GE2 Rechazos: 10,25% Abandonos: ?
Intervenciones GE1: Psicoterapia (Informacin y mejora de habilidades de afrontamiento desde una perspectiva cognitivo-conductual) GE2: Informacin+ Grupo de ayuda mutua
Malestar provocado No se encontraron diferencias significativas. por los problemas de memoria y conducta (MBPC) Malestar con los problemas de las AVDs o con las AIVDs Malestar provocado GE: mayor bienestar emocional y menor malestar por los problemas de por los problemas de memoria en el postratamiento memoria y conducta (RMBPC) Bienestar emocional (PCI)
Formato y diseo Duracin: 2 meses Tipo de contacto: grupal y telefnico N de sesiones: 8 Momentos de medida: Pretrat. Postrat. Seg. 3 meses Seg. 6 meses Duracin: 3 meses GE: Psicoeducacin+ Tipo de contacto: individual Modificacin del entorno (Informacin sobre la enfermedad y N de sesiones 5 entrenamiento en manejo de Momentos de medida: problemas del mayor desde una Pretrat. perspectiva ambiental) Postrat. GC: Tratamiento inespecfico (Consejos por escrito sobre medidas de seguridad del entorno) Duracin: 6 meses GE: Psicoeducacin+ Tipo de contacto: individual y Modificacin del entorno telefnico (informacin sobre la demencia, N de sesiones: 6 modificacin del ambiente, de la comunicacin y entrenamiento en Momentos de medida: habilidades para identificar Pretrat. antecedentes y consecuentes de Postrat. las conductas problema) GC: Tratamiento inespecfico (Servicios habituales)
Captulo 4
107
N=66 GE= 31 GC= 35 Rechazos: ? Abandonos:18,5% Haley, Brown et al., Cuidadores de personas 1987 mayores con demencia
GE1: Informacin + Grupo de ayuda mutua (apoyo e informacin sobre la demencia) GE2: Psicoterapia (apoyo, informacin, relajacin y reestructuracin cognitiva) GC: Lista de espera (4 meses) Momentos de medida: Pretrat. Postrat. Seg. 1 mes Duracin: 2 meses Tipo de contacto: grupal N de sesiones: GE: 8 GC: 2
N= 40 14 GE1 17 GE2 9 GC Rechazos: ? Abandonos:25,9% Hbert et al., 1994, Cuidadores de personas 1995 con demencia
GE: Psicoeducacin + Grupo de ayuda mutua GC: Tratamiento inespecfico (Grupo en la Asociacin de Alzheimer)
No se encontraron diferencias significativas. Psicopatologa general (BSI) Malestar provocado por los problemas de memoria y conducta (RMBPC) Tasa de institucionalizacin Depresin (CES-D) Malestar provocado por los problemas de conducta (RMBPC) GE: reduccin del malestar que provocan los problemas conductuales del enfermo en el seguimiento. Menor malestar ante los problemas conductuales del enfermo y menores niveles de depresin en el seguimiento en comparacin con GC.
Momentos de medida: Pretrat. Postrat. Seg. 8 meses GE: Psicoeducacin (Informacin, Duracin: 7 semanas manejo de problemas cotidianos, Tipo de contacto: grupal recursos sociosanitarios, N de sesiones: 7 importancia de los pensamientos) GC: Lista de espera (? meses) Momentos de medida: Pretrat. Seg 3 meses
108
Parte Terica
Participantes Intervenciones GE: Psicoeducacin, Cuidadores de personas con demencia mayores de farmacolgica y respiro (Informacin sobre la enfermedad, 65 aos sus consecuencias y como manejar las dificultades, psicofrmacos para N=26 el mayor y su cuidador, y recursos 13 GE de respiro) 13 GC GC: Lista de espera (4 meses) Rechazos: ? Abandonos: 35%
GE: Respiro (Ofrecimiento de estancia temporal en residencia, Centro de da y ayuda a domicilio) Momentos de medida: Pretrat. GC: Tratamiento inespecfico (no Postrat. ofrecimiento de servicios de respiro)
Captulo 4
109
Intervenciones GE: Informativa (Evaluacin mdica del paciente y discusin de los resultados con el cuidador) GC: Tratamiento inespecfico (Servicios habituales)
Losada et al., 2003, 2004, 2005 Momentos de medida: Pretrat. Postrat. Seg. 3 meses
N=50 25 GE 25 GC Rechazos: ? Abandonos: 10% Cuidadores de personas con demencia Momentos de medida: Pretrat. 6 meses 12 meses. Duracin: 2 meses Tipo de contacto: grupal N de sesiones: 8
GE1: Psicoterapia (Intervencin cognitivo-conductual, modificacin de pensamientos disfuncionales) GE2: Psicoterapia (Solucin de problemas) GC: Lista de espera (2 meses)
GE: Counselling + apoyo +respiro (psicoeducacin, grupo de apoyo y distraccin del enfermo) GC: Tratamiento inespecfico (informacin escrita sobre el manejo de los problemas conductuales del paciente)
GE1: Reduccin de la depresin, estrs y malestar asociado a los problemas de conducta en el postratamiento y en el seguimiento Menor estrs y malestar provocado por los problemas de conducta en el postratamiento en comparacin con GE2 y GC. Estas diferencias intertramientos se mantienen en el seguimiento para el estrs. GE2: Reduccin del malestar asociado a los problemas de conducta en el seguimiento. Aunque aumenta el estrs y el malestar provocado por los problemas de memoria y conducta en el postratamiento con un grupo de 16 cuidadores (Losada, Montorio et al., 2003) Malestar provocado GE: nicamente los cuidadores con bajo control por los problemas de mejoran el malestar provocado, los niveles de conducta (RMBPC) ansiedad y de depresin en comparacin con los cuidadores con bajo control de GC. Ansiedad (STAI) Depresin (CES-D)
110
Parte Terica
N=41
Intervenciones GE: Psicoterapia (informacin, control de estrs, entrenamiento de habilidades de afrontamiento de conductas problemticas) GC1 : Tratamiento inespecfico (entrevista en profundidad) GC2 : Tratamiento inespecfico (sin entrevista)
Resultados GE: disminucin de los casos (GHQ>5) de cuidadores que muestran sintomatologa psicopatolgica en el postratamiento. Menor psicopatologa general y depresin en comparacin con GC1 y GC2 en postratamiento y seguimiento.
Depresin (CES-D) No se encontraron diferencias significativas. Malestar provocado por los problemas de memoria y conducta (RMBPC)
N= 223
Rechazos:?% Abandonos:45,1%
Formato y diseo Duracin: 7 meses Tipo de contacto: ? N de sesiones: GE. 14 GC1 y GC2 : 1 Momentos de medida: Pretrat. Postrat. Seg. 3 meses GE1: Psicoterapia individual Duracin: (control de los problemas de sueo) GE1: 1 mes GE2: 1 mes GE2: Psicoterapia grupal GC: Lista de espera (1 y mes) Tipo de contacto: GE1: individual GE2: grupal N de sesiones: GE1: 4 GE2: 6 Momentos de medida: Pretrat. Postrat. Seg. 3 meses GE: Counselling+ grupo de Duracin: 4 meses Tipo de contacto: ayuda mutua GC: Tratamiento inespecfico individual, grupal y telefnico (servicios de informacin y N de sesiones: 66 consulta) Momentos de medida: Pretrat. Postrat Seg. 8 meses Seg. 12 meses Seg. cada 6 meses hasta los 8 aos
GE: retraso de la institucionalizacin de los mayores, permaneciendo estos ms tiempo en el hogar en comparacin con GC Reduccin de la depresin a los 8, 12 y 36 meses de terminar la intervencin en comparacin con GC.
Captulo 4
111
N=232
Rechazos: ? Abandonos:59,7%
Formato y diseo Duracin: 12 meses Tipo de contacto: GE1 y GE2: individual y grupal GE3:grupal GE4:individual N de sesiones7: GE2: 9-14 GE3: 8-14 GE4: 1-2 Momentos de medida: Pretrat. Postrat. Duracin: 36 meses Tipo de contacto: individual y grupal Momentos de medida Pretrat. 6 meses 12 meses 18 meses 24 meses Postrat. Depresin (GDRS)
N=9888
Intervenciones GE1: Psicoeducacin+ Counselling familiar+ grupo de ayuda mutua+ servicios de respiro GE2: Psicoeducacin + Counselling familiar+ grupo de ayuda mutua GE3: Psicoeducacin + grupo de ayuda mutua GE4: Counselling familiar GE5: Servicios de respiro GC: Tratamiento inespecfico (evaluacin de la carga del familiar) GE: Tutorizacin de caso, psicoeducacin, grupo de ayuda mutua y respiro (informacin, apoyo y ayuda econmica para la utilizacin de servicios formales) GC: Tratamiento inespecfico (servicios habituales)
6 sesiones de psicoeducacin, entre 2-6 sesiones de grupo de apoyo y una media de 1-2 encuentros de counselling Los cuidadores que completaron la evaluacin a los 3 aos fueron 986 en el caso de las medidas de carga y 988 en las de depresin.
112
Parte Terica
Intervenciones GE: Psicoeducacin GC: Tratamiento inespecfico (servicios habituales de la asociacin de familiares de enfermos con demencia)
N=39 17 GE 22 GC Rechazos: 13,6% Abandonos:43,5% Ostwald et al., 1999 Cuidadores de familiares con demencia que presentan problemas conductuales
Momentos de medida: Pretrat. 6 meses 12 meses GE: Psicoeducacin (Informacin Duracin: 7 semanas Tipo de sobre la enfermedad, sus contacto: grupal consecuencias y como manejar las N sesiones: 7 dificultades conductuales de los familiares) GC: Lista de espera (5 meses) Momentos de medida: Pretrat. Postrat. Seg. 2 meses Duracin 2 meses Tipo de contacto: GE2 y GE4: individual GE1 y GE3: grupal N de sesiones: GE1 , GE2 y GE4: 8 Momentos de medida: Pretrat. Seg. 3 meses
Depresin (CES-D) GE: reduccin del malestar provocado por los Malestar provocado problemas conductuales del familiar entre el pre y el postratamiento en comparacin con GC. por los problemas conductuales y de memoria (RMBPC)
GE1: Psicoeducacin GE2: Terapia de pareja GE3: Centro de da para el enfermo y grupo de ayuda mutua para el cuidador GE4: Estimulacin cognitiva GC: Lista de espera (3 meses)
Malestar provocado GE3: reduccin de la hostilidad en el seguimiento GE4: reduccin de la depresin en el seguimiento por los problemas conductuales y de memoria (MBPC) Psicopatologa general (BSI) Bienestar subjetivo (MS)
Captulo 4
113
N= 58 29 GE 39 GC Rechazos: 30% Abandonos: 23% Malestar ante los problemas de conducta del familiar (NPI)
Intervenciones GE: Psicoterapia (Solucin de problemas) GC: Tratamiento inespecfico (asesoramiento habitual por parte de enfermeras y asociaciones)
Momentos de medida: Pretrat. Postrat. Seg. 12 meses GE: Counselling psicoeducativo Duracin: 1 mes- 2 meses GC: Tratamiento inespecfico Tipo de contacto: grupal (servicios habituales de una unidad N de sesiones: 5 de memoria) Momentos de medida: Pretrat. Seg 1 mes Seg 4 meses Duracin: 2 meses GE: Evaluacin del caso (evaluacin multidisciplinar de cada Tipo de contacto: individual y telefnico caso con llamadas de control) N de sesiones: ? GC: Tratamiento inespecfico (prestacin de servicios habituales Momentos de medida: hospitalarios) Pretrat. 3 meses Psicopatologa general (GHQ-20)
114
Parte Terica
Steffen, 2000
Intervenciones GE1: Psicoterapia (Videoterapia en casa) GE2: Psicoterapia (Control de la ira en grupo) GC: Lista de espera (2 meses)
N= 28 10 GE1 9 GE2 9 GC Rechazos: ? Abandonos: 15% Cuidadores de personas con demencia Momentos de medida: Pretrat. Postrat. Duracin: 9 semanas Tipo de contacto: GE1, GE2 y GC1: grupal N de sesiones: 9
GE1: Psicoterapia (Incremento de actividades gratificantes en los familiares con demencia) GE2: Psicoterapia (Solucin de problemas) Momentos de medida: GC1: Tratamiento inespecfico Pretrat. (servicios habituales y Postrat. psicoeducacin) Seg 6 meses9 GC2: Lista de espera (9 semanas)
GE1 y GE2: reduccin de la depresion a lo largo del tiempo en comparacion con GC1 y GC2.
El seguimiento se realiz nicamente con los grupos experimentales y no con los grupos de control
Captulo 4
115
Participantes Hijas y nueras de personas mayores que sufren alguna enfermedad crnica
Intervenciones GE1: Psicoeducacin+ grupo de ayuda mutua dirigido por un profesional (informacin del cuidado y sus problemas, entrenamiento en solucin de problemas) GE2: Grupo de ayuda mutua dirigido por un cuidador GC: Tratamiento inespecfico (servicios de respiro) Duracin: 2 meses Tipo de contacto: individual N de sesiones: 8 Momentos de medida: Pretrat. Postrat. Bienestar emocional (BABS) Psicopatologa general (BSI)
N=52 16 GE1 16 GE2 20 GC Rechazos: 21,1% Abandonos:7,15% Hijas y nueras de personas mayores que sufren alguna enfermedad crnica
GE1: Counselling dirigido por un profesional (Entrenamiento en solucin de problemas, manejo del estrs, control del tiempo y entrenamiento en estrategias de afrontamiento) GE2: Counselling dirigido por un cuidador GC: Tratamiento inespecfico (servicios de respiro) Duracin: 2 meses Tipo de contacto: GE1: grupal GE2: individual N de sesiones: 8 Momentos de medida: Pretrat. Postrat.
GE1: mejora del bienestar emocional, ansiedad, depresin y hostilidad en el postratamiento en comparacin con GC. GE2: reduccin de la ansiedad en el postratamiento en comparacin con GC. GE1 y GE2: mejora en el ndice global de severidad en el postratamiento en comparacin con GC.
N= 87 27 GE1 24 GE2 36 GC Rechazos: ? Abandonos:? Hijas y nueras de familiares con dos o mas enfermedades crnicas
GE1: Counselling grupal (informacin sobre la experiencia como cuidador, estrategias de afrontamiento, apoyo informal) GE2: Counselling individual GC: Tratamiento inespecfico (servicios de respiro)
Bienestar emocional GE1 y GE2: reduccin de la sintomatologa psicopatolgica en el postratamiento en (BABS) comparacin con GC Psicopatologa general (BSI)
116
Parte Terica
Intervenciones GE: Psicoterapia (informacin, apoyo, control de estrs, solucin de problemas) GC: Tratamiento inespecfico (derivacin a un profesional cuando solicitaban informacin)
N= 105 58 GE 47 GC Rechazos: ? Abandonos: 6,6% Cuidadores de personas con ictus Duracin: GE1: 2 meses GE2: 2-2 meses Tipo de contacto: GE1: grupal GE2: individual N de sesiones: GE1: 8 GE2: 8-10 Momentos de medida: Pretrat. (un mes antes de empezar) Seg 1 mes
GE: Psicoterapia (informacin recursos sociosanitarios, control de estrs, reestructuracin cognitiva, autoinstrucciones, solucin de problemas, apoyo) GC: Tratamiento inespecfico (servicios sociosanitarios habituales) GE1: Psicoeducacin en grupo (Informacin sobre la enfermedad, sus consecuencias y como manejar las dificultades, recursos y apoyo de otros familiares, Solucin de problemas) GE2: Psicoeducacin individual GC: Lista de espera (4 meses)
Captulo 4
117
Intervenciones GE: Evaluacin y counselling (evaluacin multidisciplinar, informacin y counselling) GC: Tratamiento inespecfico (servicios geritricos habituales)
GE: Psicoeducacin (informacin sobre la enfermedad) GC: Tratamiento inespecfico (servicios habituales de la unidad de Alzheimer del hospital)
GE1: Estimulacin cognitiva (recuperacin de memoria del paciente) GE2: Solucin de problemas (entrenamiento al paciente en solucin de problemas diarios) GC: Lista de espera (3 y semanas)
No se encontraron diferencias significativas. Depresin (Subescala de depresin del BSI) Malestar provocado por los problemas de memoria y conducta (MBC) Calidad de vida (LEIPAD) Malestar provocado GE1 y GE2: aumento de la depresin entre el pre y el por los problemas de postratamiento en comparacin con GC. memoria y de conducta (MBPC) Psicopatologa (BSI) Depresin (ZDS)
118
Parte Terica
Intervenciones GE1: Counselling (informacin y solucin de problemas) GE2: Grupo de ayuda mutua (informacin, solucin de problemas y apoyo mutuo) GC: Lista de espera (2 meses)
BABS= Affect Balance Scale (Bradburn, 1969); BAI= Beck Anxiety Inventory (Beck et al.,1988); BDI= Beck Depression Inventory (Beck et al., 1961); BSI= Brief Symptom Inventory (Derogatis y Spencer, 1982); CAI=
Caregiver Anger Interview (Steffen y Berger, 2000); CBI = Caregiver Burden Index (Novak y Guest , 1989); CES-D= Center for Epidemiologic Studies-Depression Scale (Radloff, 1977); CIS R= Clinical Interview Schedule
(Lewis et al., 1992); CQLI= Caregiver Quality of Life Instrument (Mohide et al., 1988); CSASS= Centril Self-Anchoring Striving Scale (Cantril, 1965); GCS= Generalized contentment Scale (Hudson, 1982); GDRS=
Geriatric Depression Rating Scale (Yesavage et al., 1983); GHQ-20= General Health Questionnaire-20 items (Goldberg, 1972); GHQ-28= General Health Questionnaire-28 items (Goldberg y Hillier, 1979); GHQ-30=
General Health Questionnaire-30 items (Goldberg, 1972); GMS= Geriatric Mental State (Copeland et al., 1986); GWB= General Well-Being Scale (Burns et al., 2000); HAMA= Hamilton Anxiety Rating Scale (Hamilton,
1967); HDRS= Hamilton Depression Rating Scale (Hamilton, 1959); HSCL= Hopkins Symptom Cheklist (Derogatis et al., 1974); HSFCI=Health Specific Family Coping Index for Non-Institutional Care (Choi et al., 1983);
LEIPAD= Leiden y Padua Quality of Life Instrument (De Leo et al., 1994); LSI-Z= Life Satisfaction Index-Z (Wood et al., 1969); MAACL= Multiple Affect Adjective Checklist (Zuckerman y Lubin, 1965); MBC= Memory and
Behavior Cheklist (Rankin et al., 1992); MBS= Montgomery Burden Scale (Montgomery et al., 1985); MBPC= Memory and Behavior Problem Checklist (Zarit y Zarit, 1987); MS= Morale Scale (Lawton et al., 1982); NPI=
Neuropsychiatric Inventory (Cummings et al., 1994); PAIS= Psychological Adjustment to Illness Scale (Morrow et al, 1978); PANAS= Positive and Negative Affect Scales (Watson, 1988); PCI= Perceived Change Index
(Machemer et al., 2000); PGCMS= Philadelphia Geriatric Center Morale Scale (Lawton, 1972); POMS= Profile of Moods States (McNair et al., 1971); PSS= Perceived Stress Scale (Cohen et al., 1983); RMBPC= Revised
Memory and Behavior Problem Checklist (Teri et al., 1992); RSS= Relative Stress Scale (Greene et al., 1982); SADS= Schedule for Afective Disorders and Squizophrenia (Endicott y Spitzer, 1978); SAES= Spielberger
Anger Expression Scale (Spielberger et al., 1985); SCB-B= Screen for Cargiver Burden (Vitaliano et al., 1991); SF-36= 36-Item Short-Form Health Survey (Ware y Sherbourne, 1992); STAI= State-Trait Anxiety Inventory
(Spielberger et al., 1970); STAXI= State-Trait Anger Expression Inventory (Spielberger, 1999); SWLS= Satisfaction with Life Scale (Deiner et al., 1985); TMAS= Taylor Manifest Axiety Scale (Bendig, 1956); ZDS= Zung
10
Los grupos de cuidadores participantes al final de los estudios no son especialmente pequeos. As, no superan los 29 sujetos en tan solo 8 ocasiones, tienen entre 30 y 59 en participantes en 19 estudios, entre 60 y 99 en 11 ocasiones y 100 o ms participantes en 19 de los estudios. Que no sean grupos poco numerosos evita en parte el riesgo de infra o sobreestimar el efecto de las intervenciones. Parece adecuado, siempre que sea posible, seguir llevando a cabo estudios con grupos amplios de cuidadores. De los 57 estudios seleccionados, 32 muestran programas dirigidos a cuidadores de personas mayores con demencia, 12 intervenciones con cuidadores de personas con Alzheimer, 12 programas con cuidadores de mayores dependientes en general y una intervencin se dirige a cuidadores de mayores que han sufrido un ictus. Se puede apreciar que la mayora de los programas de intervencin estn exclusivamente dirigidos a cuidadores de personas con Alzheimer u otro tipo de demencia. Algunos otros programas se llevan a cabo con muestras heterogneas de cuidadores de personas mayores con alguna limitacin fsica o enfermedad que hace que requieran asistencia y supervisin (e.g. ictus, parkinson, esclerosis mltiple, artritis, deficiencias visuales, etc.). Muchas de las muestras heterogneas incluyen cuidadores de personas con demencia. Sin ninguna duda este grupo de cuidadores ha sido el que ms atencin ha recibido por parte de los profesionales, son los cuidadores que ms ayudas han recibido y son el grupo del que mejor se conocen los efectos que las diversas intervenciones pueden tener sobre ellos. En todos los estudios la mayora de los cuidadores eran mujeres, aunque como muy bien sealan Wettstein, Schmid y Knig (2004), los porcentajes de varones que participan en los estudios son superiores a los porcentajes de cuidadores varones existentes. Por lo que se puede concluir
120
Parte Terica
que los varones son ms proclives que las mujeres a participar en las distintas intervenciones. La edad media de los cuidadores en la mayora de las ocasiones se sita en torno a los 70-80 aos. De hecho, esta edad media se encuentra siempre por encima de los 60 aos, si se exceptan unos pocos estudios. (Akkerman et al., 2004; Gallagher-Thompson et al., 2000; Gallagher-Thompson et al., 2003; Haley, Brown y Levine, 1987, Lovett y Gallagher, 1988; Nobili et al., 2004; Senanarong et al., 2004; Toseland y Smith, 1990; Toseland et al., 1989; Toseland et al., 1990; Zanetti et al., 1998). Pese a lo elevado de las edades medias, parece que los hijos participan de los tratamientos para cuidadores con tanta o ms facilidad que los esposos. De tal manera que son varios los estudios en los que el porcentaje mayor de los participantes corresponde a hijos o hijas (Losada et al., 2004; Montgomery y Borgatta, 1989, Senanarong et al., 2004; Silliman et al., 1990; Weuve et al., 2000; Zanetti et al., 1998). Pese a que los participantes suelen tener un nivel de escolarizacin medio, el porcentaje de cuidadores con estudios universitarios es muy alto en algunos estudios, oscilando entre un 30% y un 49,5% (Chiverton y Caine, 1989; Eisdorfer et al., 2003; Gitlin et al., 2003; Mahoney et al., 2003; Quayhagen et al., 2000; Toseland et al., 2001). Aunque la mayora de los cuidadores que participan de las distintas modalidades de intervencin trabajan nicamente dentro del hogar, cuando son los hijos quienes cuidan de sus mayores, estos siguen trabajando a jornada completa o parcial en la mayora de las ocasiones (Toseland, Rossiter y Labrecque, 1989). Los estudios revisados no siempre indican los niveles de dependencia del familiar, ni la cantidad de tiempo y de esfuerzo que le dedican sus cuidadores, pero cabe suponer que la dependencia es moderada o alta y el tiempo y esfuerzo
Captulo 4
121
considerable, al menos en suficiente medida como para que los participantes se sientan cuidadores de su ser querido. La mayora de los estudios se han realizado en los Estados Unidos, cinco en Canad (Chu et al., 2000; Demers y Lavoie, 1996; Hbert et al., 1994, Mohide et al., 1990, Roberts et al., 1999), dos en Australia (Brodaty et al., 1989; Brodaty et al., 1994), dos en el Reino Unido (Hinchliffe et al., 1995; Marriot et al., 2000), dos en Italia (Nobili et al., 2004; Zanetti et al., 1998), uno en Tailandia (Senanarong et al., 2004), uno en Finlandia (EloniemiSulkava et al, 2001), uno en Holanda (van den Heuvel et al., 2000) y tan solo uno en Espaa (Losada, 2005). Como se puede observar en las tasas de rechazos y de abandonos son por lo general muy elevadas; llegando incluso los abandonos a alcanzar el 74% de los participantes (Newcomer et al., 1999). A pesar de que en numerosas ocasiones no se indiquen el nmero de rechazos de los tratamientos cabe suponer que estos tambin son muy altos. No se suele indicar los motivos ni de los rechazos ni de los abandonos de los participantes, pero cuando esto se hace, los argumentos para los rechazos suelen ser que los cuidadores se sienten muy sobrecargados para participar, disponen de poco tiempo, no tienen a nadie con quien dejar al mayor mientras ellos asisten al programa de tratamiento o presentan abundantes problemas de salud (Hbert et al., 1994; King y Brassington, 1997; Mahoney et al., 2003; Mohide et al., 1990; Roberts et al., 1999; Toseland et al., 2001). En ocasiones rechazan participar no porque no puedan asistir por diferentes motivos sino porque creen que el tratamiento va a resultar una carga adicional en lugar de una ayuda (Hbert et al., 1994). No obstante, no conviene olvidar que los cuidadores que a juicio de los profesionales parecen necesitar ms las intervenciones son los que ms fcilmente indican que
122
Parte Terica
estn muy ocupados, muy sobrecargados o demasiado cansados para atender a las diversas reuniones (Toseland et al., 2001). En el caso de los abandonos en la inmensa mayora de las ocasiones las razones suelen ser el fallecimiento del ser querido, su institucionalizacin o problemas de salud bien del cuidador bien de la persona cuidada (Burns et al., 2003; Bourgeois et al., 2002; Brodaty y Peters, 1991; Buckwalter et al., 1999; Burgio et al., 2003; Burns et al., 2003; Coon, Thompson et al., 2003; Chang, 1999; Chiverton y Caine, 1989; Davis et al., 2004; Demers y Lavoie, 1996; Eloniemi-Sulkava et al., 1999; Gitlin et al., 2001; Gitlin et al., 2003; Goodman y Pynoos, 1990; Haley, Brown et al., 1987; Hepburn et al., 2001; Hinchliffe et al., 1995; Lawton et al., 1989; Losada et al., 2004; Mittelman et al., 1995; Mittelman et al., 2004; Montgomery y Borgatta, 1989, Newcomer et al., 1999; Nobili et al., 2004; Ostwald et al., 1999; Roberts et al., 1999; Silliman et al., 1990, Zanetti et al., 1998). Pero en otras ocasiones la causa para abandonar es el no estar satisfecho con el tratamiento, la falta de transporte o dificultades para encontrar alguien que se haga cargo de los mayores mientras ellos asisten a las reuniones de intervencin (Burns et al., 2003; Coon, Thompson et al., 2003; Gallagher-Thompson y Steffen, 1994; Gallagher-Thompson et al., 2000; Hepburn et al., 2001; Ostwald et al., 1999; Toseland et al., 1992). Tambin indican que no continan en el tratamiento porque esperaban que fuese una intervencin dirigida a ayudar o a curar al mayor en lugar de estar centrada en ellos mismos (Zarit, Anthony y Boutselis, 1987). Aunque en ocasiones no se encuentran diferencias emocionales significativas entre los que completan los tratamientos y los que no lo hacen (Chang, 1999, Ostwald et al., 1999, Gallagher-Thompson y Steffen, 1994; Gallagher-Thompson et al., 2000; Haley, Brown et al., 1987; Losada et al., 2004; Haley, Brown et al., 1987; van den Heuvel et al., 2000; Steffen, 2000;
Captulo 4
123
Ostwald et al., 1999; Zarit, Anthony y Boutselis, 1987), hay datos que invitan a pensar que pueden ser los cuidadores ms afectados emocionalmente los ms proclives a abandonar el tratamiento (Brodaty et al., 1994; Demers y Lavoie, 1996; Eisdorfer et al., 2003; Losada, 2005; Nobili et al., 2004; Roberts et al., 1999). Estos cuidadores suelen argumentar que se encuentran muy sobrecargados con el cuidado del familiar como para centrarse en la intervencin o que no tienen tiempo para acudir a las citas (Goodman y Pynoos, 1990; Steffen, 2000). Por otra parte, no se debe olvidar que aquellos tratamientos en los que el contacto con el cuidador es escaso (Davis et al., 2004; Eisdorfer et al., 2003; Gitlin et al., 2001; Losada, Montorio et al., 2003; Nobili et al., 2004; Zarit et al., 1987), resultan largos (Buckwalter et al., 1999; Burns et al, 2003, Chu et al, 2000; Hinchlffe et al., 1995; Montgomery y Borgatta, 1989, Newcomer et al., 1999) o tienen numerosos momentos de medida (Akkerman et al., 2004; Bourgeois et al., 2002; Hbert et al., 1994; Hbert et al., 1995; Mittelman et al., 2004) generan un mayor nmero de abandonos. De hecho en el estudio de Gitlin et al. (2001) los abandonos del grupo control de tratamiento inespecfico representan el 77% del total de abandonos. Parece, pues, que los familiares que cuidan a mayores en casa son un grupo de difcil acceso para los distintos profesionales de la salud que quieren ayudarles a mejorar su problemtica emocional. Muchos no estn interesados en participar y otros, aunque lo estn, tienen graves dificultades que le impiden implicarse en cualquier programa (Archbold et al., 1995; Burgio et al., 2003; Demers y Lavoie, 1996; King y Brassington, 1997; Silliman et al., 1990; Weuve et al., 2000). As, por ejemplo, en el estudio de Demers y Lavoie (1996) tan slo un 20% de los cuidadores con los que entraron en contacto accedieron a participar en el estudio.
124
Parte Terica
Un 60% de los estudios utilizan grupo control, un 5% comparan los resultados de varias intervenciones y el 35% restante presentan tanto grupo control como grupo de comparacin de otra u otras intervenciones. Si bien los trabajos seleccionados son todos estudios aleatorizados, en pocas ocasiones se especifica cmo se procedi a la aleatorizacin de los distintos grupos experimentales (Drummond et al., 1991; King y Brassington, 1997; Gallagher-Thompson y Steffen, 1994; Gitlin et al., 2003; Lawton et al., 1989; Logiuduce et al., 1999; Marriot et al., 2000; Nobili et al., 2004). La mayora de los estudios utilizan la aleatorizacin simple, aunque varios utilizan una aleatorizacin estratificada, es decir balancean gnero (King y Brassington, 1997), gnero y severidad de los pacientes (Bourgeois et al., 2002), gnero y grupo tnico del cuidador (Burns et al., 2003; Gitlin et al., 2003), gnero del cuidador y asistencia o no a centro de da de los mayores (Drummond et al., 1991; Mohide et al., 1990), gnero y lugar de residencia (Mahoney et al., 2003), grupo tnico del cuidador (Davis et al., 2004; Eisdorfer et al., 2003), tiempo como cuidador (Gallagher-Thompson y Steffen, 1994), gnero, edad y tiempo como cuidador (Hbert et al., 1994; Hbert et al., 1995) o se tienen en cuenta los horarios y el lugar de residencia (Toseland et al., 1989; Toseland et al., 1990). Cuando se utiliza un grupo control la opcin mayoritaria es la lista de espera (37%). Aunque en numerosas ocasiones el grupo control son los servicios habituales que se les ofrecen a los cuidadores en el contexto sociocultural de esas intervenciones (e.g. supervisin y cuidados mdicos y de enfermera para el mayor) (29%) o bien un tratamiento inespecfico de atencin al cuidador (10%). No parece tico utilizar grupos control placebo, privando a una poblacin emocionalmente afectada de la ayuda que
Captulo 4
125
necesitan, ni tampoco parece adecuada la utilizacin de la lista de espera durante un tiempo demasiado prolongado, ni requerir un esfuerzo adicional a personas de por s ya sobrecargadas de tareas (Davis et al., 2004; Gendron et al., 1996; Lawton et al., 1989; Mittelman et al., 1997). Adems, debe tenerse en cuenta que cuando se utilizan grupos control de lista de espera de larga duracin, en numerosas ocasiones los cuidadores no continan interesados en participar de la investigacin y tratan de buscar otro tipo de recursos que les ayuden a sobrellevar de una mejor manera su problemtica (GallagherThompson et al., 2003; Gitlin et al., 2001; Hepburn et al., 2001; Hinchliffe et al., 1995; Losada et al., 2004; Montgomery y Borgatta, 1989; Quayhagen et al., 2000; Zarit et al., 1987). As, por ejemplo, el 50% de los cuidadores en lista de espera del estudio de Gallagher-Thompson et al. (2000) reconocieron haber buscado ayuda y participado en grupos de ayuda mutua mientras esperaban el inicio de los tratamientos que se les haban ofrecido. Tan solo unos pocos estudios introducen medidas durante la implementacin de los tratamientos (Burns et al., 2003; Chang, 1999; Chu et al., 2000; Davis et al., 2004; Drummond et al., 1991; Eisdorfer et al., 2003; Gallagher-Thompson y Steffen, 1994; Gitlin et al., 2001; Mahoney et al., 2003; Mohide et al., 1990; Newcomer et al., 1999). Y es que conviene no olvidar que utilizar medidas de autoinforme durante el tiempo de intervencin con los cuidadores puede incrementar la sensibilizacin de estos a las medidas, e incrementa la carga de los cuidadores (Akkermann y Ostwald, 2004). En la mayora de las ocasiones se utilizan medidas de autoinforme para valorar la eficacia de las intervenciones. Pese a que es probable que algunos de los cuidadores no cumplimenten todos los autoinformes, nicamente dos estudios explicitan este problema. As Gallagher-Thompson et al. (2000) reconocen que un 7% de los cuidadores de su estudio tienen demasiados
126
Parte Terica
valores perdidos como para ser incluidos en los anlisis y Burns et al. (2003) indican que un 28% de los cuidadores que asistieron a su intervencin no cumplimentaron los cuestionarios en el postratamiento. En algunas ocasiones la participacin en menos del 60-85% de las sesiones (Haley, Brown et al., 1987; Lovett y Gallagher,1988; Ostwald et al.,1999) se considera criterio suficiente para considerar a un cuidador dentro del grupo de abandonos. Pero en otras investigaciones se utilizan criterios menos restrictivos ya que se consideran abandonos nicamente a aquellos participantes que hayan asistido a menos de un 37% de las sesiones de las que consta el programa (Hbert et al., 1994; Toseland et al., 1990). Los perodos de seguimiento varan mucho de unos estudios a otros. Pero tan solo en 14 trabajos hay seguimientos de 6 meses o ms. Realizar seguimientos largos dara una amplia informacin, pero aumentara an ms el nmero de abandonos de los tratamientos.
4.5.1.3 Contenidos y estructura de los programas de ayuda
Los objetivos de los programas para cuidadores son diferentes y en ocasiones inespecficos. La mayora pretenden mejorar el estado emocional del cuidador y retrasar la institucionalizacin del mayor dependiente. No son muy numerosas las intervenciones fundamentadas en un marco terico previo que se explicite con claridad (Brodaty et al., 1997; Buckwalter et al., 1999; Chang, 1999; Davis et al., 2004; Gitlin et al., 2001; Hepburn et al., 2001; van den Heuvel et al., 2000; Lovett y Gallagher, 1988; Mahoney et al., 2003; Newcomer et al., 1999; Ostwald et al., 1999; Roberts et al., 1999). El formato de las intervenciones es muy variado, pero en la mayora de las ocasiones se trata de intervenciones grupales. Tan solo tres estudios comparan la intervencin aplicada en formato individual y grupal (van den Huevel et al., 2000, McCurry et al., 1998; Toseland et al., 1990).
Captulo 4
127
En 17 estudios son los profesionales los que se desplazan al domicilio del cuidador, bien regularmente (Archbold et al., 1995; Bourgeois et al., 2002; Buckwalter et al., 1999; Burgener et al., 1998; Chu et al., 2000; Davis et al., 2004; Drummond et al., 1991; Gitlin et al., 2001; Gitlin et al., 2003; van den Heuvel et al., 2000, Nobili et al., 2004; Quayhagen et al., 2000; Roberts et al., 1999; Weuve et al., 2000), bien cuando resulta necesario (Eisdorfer et al., 2003; Eloniemi-Sulkava et al., 1999; Mittelman et al., 1997). En ocasiones el desplazamiento al domicilio se produce nicamente para la realizacin de las evaluaciones a fin de maximizar la cumplimentacin de estas de manera repetida a lo largo del tiempo (Bourgio et al., 2003; Chiverton y Caine, 1989; Gendron et al., 1996; Haley, Brown et al., 1987; Toseland et al., 2001). Los resultados obtenidos cuando la intervencin se desarrolla en el domicilio del cuidador no suelen ser positivos (Archbold et al., 1995; Burgener et al., 1998; Drummond et al., 1991; Gitlin et al., 2001; Nobili et al., 2004) y sorprendentemente las tasas de abandono del tratamiento son en ocasiones mayores en los grupos en los que el terapeuta se desplaza al domicilio que cuando se realizan en un centro de referencia (van den Heuvel et al., 2000). Quizs el domicilio del cuidador no sea el mejor lugar para desarrollar la intervencin pues las interrupciones suelen ser habituales, o quizs porque de esta manera no se le proporciona al cuidador un tiempo de respiro, ni en su caso, la posibilidad de encontrarse con otros cuidadores que se le sirvan de grupo de apoyo. En ocasiones el contacto se realiza telemticamente. Son varios los estudios llevados a cabo exclusivamente a travs del telfono, en alguna o en todas las condiciones experimentales (Chang, 1999; Davis et al., 2004; Eisdorfer et al., 2003; Goodman y Pynoos, 1990; Mahoney et al., 2003; Steffen, 2000). Otras investigaciones utilizan contactos telefnicos ocasionales, bien para desarrollar las sesiones que no se pueden llevar a cabo
128
Parte Terica
en persona (Bourgeois et al., 2002; Chu et al., 2000; Roberts et al., 1999), bien para establecer contactos entre las sesiones presenciales o despus de estas (Archbold et al., 1995; Brodaty et al., 1989; Brodaty et al., 1991; Brodaty et al., 1997; Buckwalter et al., 1999; Burgio et al., 2003; Burns et al., 2003; Eloniemi-Sulkava et al., 2001; Gendron et al., 1996; Gitlin et al., 2003; King y Brassington, 1997; Mittelman et al., 1993; Mittelman et al., 1995; Mittelman et al., 1996; Mittelman et al., 1997; Mittelman et al., 2004; Silliman et al., 1990). Incluso varias investigaciones (Burgio et al., 2003; Coon, Thompson et al., 2003; Davis et al., 2004; Eisdorfer et al., 2003) utilizan el contacto telefnico para crear un grupo control de mnimo contacto, donde se proporciona apoyo a los cuidadores. Para facilitar este apoyo en la investigacin de Eisdorfer et al. (2003) el telfono tena la posibilidad de recibir mensajes escritos y no solo de audio. En algunos programas los profesionales estn disponibles para que se les consulte por telfono las 24 horas del da (Archbold et al., 1995; Eloniemi-Sulkava et al., 2001) e incluso los fines de semana (Mittelman et al., 1997). Los motivos de consulta telefnica son bsqueda de apoyo emocional (38%), orientacin sobre apoyo formal (18%), crisis (11%) y asistencia para la institucionalizacin del mayor (8%) (Mittelman et al., 1996). La mayor parte de las intervenciones son dirigidas y supervisadas por profesionales, pero en algunas ocasiones son otros cuidadores los que desarrollan grupos de ayuda mutua (Montgomery y Borgatta, 1989; Toseland et al. 1989; Toseland et al. 1990) e incluso una intervencin de counselling (Toseland y Smith, 1990). La duracin de los programas va desde un nico da hasta 36 meses. Pero en la mayora de los casos, especialmente en los tratamientos psicoteraputicos, las sesiones se extienden a lo largo de 8 semanas.
Captulo 4
129
Se utilizan diversas tcnicas para la consecucin de los objetivos: discusin en grupo, role-playing, lecturas, materiales audiovisuales... Sin que exista homogeneidad entre los distintos tratamientos. Se evalan los resultados de las intervenciones, pero en pocas ocasiones se valora la implementacin a los tratamientos. (Bourgeois et al., 2002; Burns et al., 2003; Chang, 1999; Demers y Lavoie, 1996; Gallagher-Thompson et al., 2003; Gendron et al., 1996; Hbert et al., 1994; King y Brassington, 1997; Steffen, 2000; Toseland et al., 1990). Los datos de implementacin de los tratamientos no tienen ni la importancia ni el grado de sistematizacin encontrado en los anlisis de los datos de resultados. Con todo, parece ms o menos claro que cuando son los propios cuidadores quienes tienen que tomar la iniciativa para la utilizacin de los recursos puestos a su disposicin, los usan en muy escasa medida, siendo la adhesin al tratamiento cada vez menor conforme pasa el tiempo (Archbold et al., 1995; Mahoney et al., 2003; Montgomery y Borgatta, 1989). El contenido y desarrollo de las intervenciones no siempre est suficientemente claro. Por lo general, tal y como sealan algunos autores (Chiverton y Caine, 1989; Lavoie, 1995), resulta difcil determinar si un grupo de cuidadores es estrictamente psicoeducativo, esto es esencialemente informativo, o resulta un grupo de ayuda mutua, en el que los distintos miembros que acuden a las sesiones informativas se ofrecen apoyo social unos a otros. En ocasiones tambin resulta difcil determinar si un programa de ayuda para cuidadores es esencialmente psicoeductivo o psicoteraputico, es decir, si lo esencial de la intervencin es proporcionar una informacin estandarizada que incremente los conocimientos y destrezas de los cuidadores o si por el contrario es una intervencin que hace hincapi en
130
Parte Terica
ayudar a los particicipantes a comprender, aceptar y resolver sus reacciones en el proceso de cuidar a sus familiares. Pero en general se observa una evolucin en los contenidos de los tratamientos: de la presentacin de informacin en los tratamientos ms antiguos al ofrecimiento de estrategias y herramientas que ayuden a solucionar problemas concretos en los tratamientos ms recientes.
4.5.1.4 Resultados
En general los resultados ofrecidos por los distintos programas de intervencin son ms bien modestos. El tamao del efecto de las intervenciones, cuando este dato se ofrece, suele ser pequeo o moderado (Coon, Thompson et al., 2003; Chang, 1999; Davis et al., 2004; Gitlin et al., 2003; Hbert et al., 1994; van den Heuvel et al., 2000; Logiudice et al., 1999). Con todo, Lavoie (1995) seala que las intervenciones con cuidadores son tiles, aunque tengan, eso s, una utilidad limitada.
4.5.1.4.1 Mejoras en el malestar emocional
Se puede observar que gran parte de los estudios evalan los niveles de respuestas emocionales negativas de los cuidadores relacionadas con posibles problemas psicopatolgicos. As, en la mayora de las ocasiones se utilizan instrumentos estandarizados para evaluar las mejoras en los niveles de depresin de los cuidadores, pero tambin se analizan otro tipo de medidas de resultado como la ansiedad, ira, hostilidad o psicopatologa general. Aunque resulte sorprendente y no sea un objetivo directo de numerosos tratamientos, son mejores los resultados obtenidos en la disminucin de la ira y hostilidad de los cuidadores que en la modificacin de los niveles de cualquier otra respuesta emocional negativa. Adems es ms fcil modificar la ansiedad o los niveles globales de psicopatologa general de los cuidadores que sus
Captulo 4
131
niveles de depresin. De hecho la medida de depresin es casi la nica que adems de no conseguir en numerosas ocasiones resultados positivos, en ciertos estudios incrementa sus niveles. Es decir, los tratamientos no solo tienen importantes limitaciones para reducir los niveles de depresin de los cuidadores sino que se corren el riesgo de incrementarlos. Un segundo grupo de estudios evala variables relacionadas con el estrs provocado por problemas especficos de la situacin de cuidado como es el malestar ante los problemas de memoria y de conducta del mayor al que se atiende. En general este malestar ha sido modificado por las intervenciones con cuidadores ya que un 42% de los grupos que tratan de modificar el malestar lo consiguen con xito. Un tercer grupo de estudios, ms minoritario, se concentra en evaluar los trastornos psiquitricos de los cuidadores que participan en las distintas intervenciones. Aunque son muy pocos los estudios que utilizan entrevistas diagnsticas para evaluar los resultados de las intervenciones, Hinchliffe et al. (1995) y Gallagher-Thompson et al. (2000) detectan una mejora en el diagnstico psicopatolgico de los cuidadores. Por el contrario, Gallagher y Stefeen (1994) no observan cambios en los diagnsticos de depresin tras la intervencin. Los participantes en estos programas dirigidos a manejar el malestar emocional de los cuidadores no necesariamente tienen que estar afectados emocionalmente. De hecho son pocos los estudios (Akkermann y Ostwald, 2004; Gallagher-Thompson y Steffen, 1994; Hinchliffe et al., 1995; Marriot et al., 2000; Steffen, 2000; Teri et al., 1997; Toseland et al., 1989; Toseland et al., 1990; Toseland et al., 1992, Toseland et al., 2001) que dirigen sus intervenciones nica y exclusivamente a cuidadores emocionalmente afectados (i.e. con niveles comprobados de malestar emocional en los resultados pretratamiento). Esto puede hacer que en alguno de los estudios
132
Parte Terica
se produzca un efecto suelo que dificulte encontrar mejoras significativas tras las intervenciones, pues un cuidador con niveles bajos de malestar emocional en la lnea base tan solo puede mantenerlos o empeorarlos (Whitlatch, Zarit y von Eye, 1991). Aunque tampoco debe olvidarse que resulta ms difcil la asimilacin de nuevos conceptos e informacin entre los cuidadores altamente afectados a nivel emocional (Brodaty et al., 1994). El hecho de que los participantes en las intervenciones sean muestras de conveniencia, captados de muy diferentes maneras (e.g. voluntarios, anuncios, socios de asociaciones de familiares de enfermos...), y no cuidadores elegidos aleatoriamente, puede introducir ciertos sesgos en los resultados obtenidos. Aunque pocas veces se hace, cuando los cuidadores pertenecen a asociaciones de familiares de enfermos resultara de especial importancia que se indicase si acuden a grupos de ayuda mutua, pues esto puede estar introduciendo un sesgo en los estudios sobre la eficacia de las intervenciones. De hecho Haley, Brown et al. (1987) excluyen de su investigacin a aquellos cuidadores que han participado en seis o ms reuniones del grupo da ayuda mutua de la asociacin de Alzheimer. No obstante, Brodaty et al. (1994) consideran que pertenecer a un grupo de ayuda mutua no imposibilita poder detectar el beneficio extra que supone una nueva intervencin para estos cuidadores. La mayora de los anlisis estadsticos realizados son anlisis de varianza de medidas repetidas (Brodaty y Gresham, 1990; Brodaty et al., 1994; Coon, Thompson et al., 2003; Chang, 1999; Davis et al., 2004; GallagherThompson et al., 2000; Goodman y Pynoos, 1990; Haley, Brown et al., 1987; Hbert et al., 1994; King y Brassington, 1997; Montgomery y Borgatta, 1989; Nobili et al., 2004; Ostwald et al., 1999; Quayhagen et al., 2000; Roberts et al., 1999; Senanarong et al., 2004; Teri et al., 1997; Toseland et al., 1992; Zarit, Anthony y Boutselis, 1987). Tambin son muchos los estudios en los
Captulo 4
133
que se efectan anlisis de covarianza de medidas repetidas introduciendo el valor pretratamiento como covariable (Burgio et al., 2003; Burns et al., 2003; Bourgeois et al., 2002; Drummond et al., 1991; Gitlin et al., 2003; Gendron et al., 1996; Hepburn et al., 2001; van den Heuvel et al., 2000; Losada, 2005; Marriot et al., 2000; Mittelman et al., 1995; Mohide et al., 1990; Steffen, 2000; Toseland et al., 1989; Toseland et al., 1990). Son pocas las investigaciones analizadas que utilizan la intencin de tratar en los anlisis que realizan para determinar la eficacia de las intervenciones. Algunos estudios puede que empleen la intencin de tratar debido a las altas tasas de abandonos en sus tratamientos y el escaso nmero final de sujetos a analizar (Drummond et al., 1991; Gitlin et al.; 2001; Hbert et al., 1994; Mittelman et al., 1996, 2004; Mohide et al., 1990). Pero hay tambin otros estudios que utilizan esta estrategia de anlisis sin que medien altas tasas de abandonos para ello (Burgio et al., 2003; van den Heuvel et al., 2000; Senanarong et al., 2004). Por otro lado, cuando se utiliza la lista de espera, los resultados de estos cuidadores tras el tratamiento son peores que en aquellos cuidadores que fueron asignados a la condicin experimental de manera inmediata (Brodaty y Gresham, 1989; Hinchliffe et al., 1995).
4.5.1.4.2 Satisfaccin
Con todo, los cuidadores estn por lo general bastante o muy satisfechos con las intervenciones incluso cuando su malestar emocional no se haya conseguido modificar de manera relevante (Burgener et al., 1998; Davis et al., 2004; Gendron et al., 1996; Haley, Brown et al., 1987; Hbert et al., 1994; Lawton et al., 1989; Montgomery y Borgatta, 1989, Quayhagen et al., 2000; Roberts et al., 1999; Zarit et al., 1982). Por lo tanto podemos
134
Parte Terica
afirmar que la mera satisfaccin con el tratamiento no es un indicador suficiente de mejora emocional de los participantes (Biegel y Schulz, 1999) Resulta difcil que los cuidadores indiquen que estn insatisfechos en general con el tratamiento que se les ha brindado. Tienden a indicar que todos los elementos del programa de tratamiento les han resultado de utilidad (Brodaty y Gresham, 1989) e incluso se muestran satisfechos en todas las ocasiones con el tratamiento inespecfico de control al que han sido asignados (Bourgeois et al., 2002; Davis et al., 2004). Los tratamientos inespecficos son considerados como muy satisfactorios ya que los cuidadores perciben que es muy beneficioso para ellos el mero hecho de hablar con alguien sobre su situacin durante las diversas entrevistas (Toseland et al., 1992), llegando incluso a enviar cartas de agradecimiento a los investigadores (Mittelman et al., 1997) o a hacer una donacin de dinero tras la muerte del familiar (Burgener et al., 1998). Y lo que es an ms sorprendente, los cuidadores dicen estar satisfechos con un servicio incluso cuando no lo han utilizado, ya que consideran que no lo necesitaban en ese momento pero valoran el tenerlo disponible para cuando lo puedan necesitar (Mahoney et al., 2003). Cuando se desciende de lo general a lo particular y los cuidadores indican elementos concretos de las intervenciones que les han resultado valiosos, piensan que encontrar apoyo emocional (Roberts et al., 1999; Toseland et al., 1992), reunirse con otras personas con problemas similares a los suyos (Haley, Brown et al., 1987, Zarit et al., 1982), obtener informacin (Haley, Brown et al., 1987; Hbert et al., 1994; Roberts et al., 1999; Toseland et al., 1992), poder hablar de sus sentimientos y tener alguien que los escuche (Roberts et al., 1999; Toseland et al., 1992) y desarrollar habilidades de manejo de los problemas (Haley, Brown et al., 1987; Hbert et al., 1994; Roberts et al., 1999; Toseland et al., 1992) les ha servido de gran ayuda. Un
Captulo 4
135
85% de los cuidadores recomendaran participar en el programa del que ellos se han beneficiado a otras personas en su misma o parecida situacin (Quayhagen et al., 2000). Los cuidadores estn altamente satisfechos tanto cuando el grupo de ayuda mutua es dirigido por un profesional como cuando es dirigido por otro cuidador (Toseland et al., 1989), cuando es una intervencin individual o grupal (Toseland et al., 1992) o cuando la ayuda recibida es de muy distinta intensidad (Lawton et al., 1989). Pero pese a su satisfaccin con los tratamientos, los cuidadores tambin reconocen ciertos problemas en el desarrollo de las intervenciones. As, un 62,5% de los cuidadores de un programa psicoeducativo creen que para ellos es un problema el tiempo que tienen que dedicar y un 50% de los cuidadores creen que desplazarse hasta el centro de da supone un gran inconveniente (Quayhagen et al., 2000). Adems no todos los tratamientos producen la misma satisfaccin, pues los servicios de respiro generan una menor satisfaccin entre los cuidadores que una intervencin de counselling individual o grupal (Toseland et al., 1990) o que el counselling dirigido por un profesional o por un cuidador (Toseland et al., 1989).
4.5.1.4.3 Variables mediadoras
En ocasiones algunos factores median o moderan los resultados obtenidos con los tratamientos. As, por ejemplo, una mayor satisfaccin con el apoyo social media las mejoras en depresin de los cuidadores (Mittelman et al., 1997) mientras que recibir ms llamadas telefnicas de los amigos est relacionado con una mejora de la psicopatologa general tras el tratamiento (Hinchliffe et al., 1995). El parentesco tambin ejerce una labor mediadora, pues ser esposo media las mejoras en el malestar provocado por los problemas de memoria y
Captulo 4
137
pensamientos es un factor mediador de la influencia que los tratamientos tienen sobre la ira, hostilidad y depresin de los cuidadores (Coon, Thompson et al., 2003). Los cuidadores afroamericanos mejoran su malestar ante las conductas del familiar cuando reciben un tratamiento psicoteraputico, mientras que los anglosajones lo hacen cuando reciben un tratamiento inespecfico de atencin telefnica e informacin (Burgio et al., 2003). Tambin parece que la terapia familiar acompaada de informacin telemtica es especialmente eficaz entre los cubanoamericanos (Eisdorfer et al., 2003). nicamente los cuidadores que utilizan en menor medida el anlisis lgico como estrategia de afrontamiento de los problemas reducen el malestar emocional tras un programa de solucin de problemas (Roberts et al., 1999). Solo cuando los mayores presentan niveles de deterioro cognitivo moderados el grupo control tarda menos tiempo en institucionalizar a sus mayores que el grupo experimental (Chu et al., 2000). No deja de ser sorprendente que se encuentren resultados inesperados como que el gnero de los cuidadores influya en la cantidad de malestar emocional al inicio de los tratamiento pero no en la mejor o peor evolucin tras las intervenciones. Es decir, las cuidadoras presentan mayores niveles de depresin antes de comenzar las intervenciones, pero no mejoran ni ms ni menos estos sntomas que los cuidadores de gnero masculino (Marriot et al., 2000; Mittelman et al., 1995). No obstante, en el estudio de Gitlin et al. (2003) se presentan datos que parecen apuntar en direccin contraria, ya que en dicha investigacin las mujeres muestran un mayor mejora en el bienestar emocional tras la intervencin en comparacin con los varones participantes.
138
Parte Terica
Pese a que se pueda suponer lo contrario, un bajo nivel educativo de los cuidadores hispanos no implica un menor efecto de tratamientos psicoeducativos (Gallagher-Thompson et al., 2003). Tambin resulta sorprendente encontrar que, al menos en el grupo control, un incremento de la sintomatologa depresiva de los mayores a los que se cuida no implica una mayor carga de los cuidadores (Weuve et al., 2000). En ocasiones un tratamiento inespecfico consigue reducir significativamente los niveles de depresin (Toseland et al., 1992) y de malestar del cuidador ante los problemas de memoria y de conducta del mayor (Burgio et al., 2003). Ciertos tratamientos centrados en los mayores, como la estimulacin cognitiva (Quayhagen et al., 2000) o el incremento de actividades gratificantes de los mayores (Teri et al., 1997) consiguen hacer disminuir la depresin de sus cuidadores. Pero en el estudio de Zarit et al. (1982) tanto la estimulacin cognitiva del mayor como un entrenamiento de los mayores en solucin de problemas consigue justamente el efecto contrario, al aumentar significativamente la depresin de quienes les cuidan. Resulta as mismo inesperado que un tratamiento dirigido por un cuidador consigue reducir la ansiedad fbica de los participantes ms que un tratamiento dirigido por un profesional (Toseland et al., 1989) Incluso en ocasiones, intervenciones dirigidas a mejorar el estado emocional de los cuidadores, llegan a conseguir incrementar los niveles de depresin de los participantes (Burns et al., 2003; Eisdorfer et al., 2003). No dejando tampoco de ser sorprendente que aquellas intervenciones que consiguen disminuir la problemtica emocional de los cuidadores no logren incrementar la satisfaccin de estos con el cuidado sino todo lo contrario (Chang, 1999). Teri et al. (1997) tambin encuentran sorprendente que incrementar las actividades gratificantes de los mayores con demencia mejore los niveles
Captulo 4
139
de depresin de sus cuidadores. Pero se puede pensar que ver a los familiares que mejoran, recibir apoyo teraputico de manera regular y adquirir estrategias para el manejo de sus seres queridos puede contribuir decisivamente a la mejora del estado de nimo de los cuidadores. Con todo, siempre hay que tener en cuenta que la significacin estadstica de las mejoras es distinto de la mejora clnica de los cuidadores (Lavoie, 1995; Pusey y Richards, 2001). 4.5.2 Estudios de meta-anlisis En la literatura existen varios estudios de revisin de los tratamientos con cuidadores (Bourgeois et al., 1996; Collins, Given y Given, 1994; Cooke, McNally, Mulligan, Harirson y Newman, 2001; Green y Brodaty, 2002; Lavoie, 1995; Pusey y Richards, 2001; Rabins, 1997; Schulz et al., 2002; Thompson y Briggs, 2000) y muy pocos estudios de meta-anlisis (Acton y Kang, 2001; Brodaty, Green y Koschera, 2003; Knight et al.; 1993; Srensen et al., 2002). La totalidad de las revisiones antes reseadas se centran en cuidadores de personas con demencia, mientras que los estudios de metaanlisis de Knight et al. (1993) y Srensen et al. (2002), tienen como grupo de estudio a los cuidadores de personas mayores y no se centran exclusivamente en cuidadores de familiares con algn tipo de demencia. Pero incluso en esos casos las mayora de los estudios recogidos en el meta-anlisis (61%) analizan tratamientos nicamente dirigidos a cuidadores de personas con demencia (Srensen et al., 2002). El meta-anlisis de Acton y Kang (2001) analiza exclusivamente la eficacia de 27 intervenciones para reducir la sobrecarga de los cuidadores y, por tanto, no ser objeto de nuestra reflexin ya que no estudia el impacto sobre otro tipo de variables. El resto de meta-anlisis incluyen 15 (Knight et al.,1993), 30 (Brodaty et al., 2003) y 78 estudios (Srensen et al., 2002) que
140
Parte Terica
analizan la eficacia de las intervenciones con cuidadores no solo sobre la percepcin de sobrecarga sino sobre variables indicadoras de malestar emocional (i.e. ansiedad, depresin, etc.) o sobre variables mediadoras de este malestar (i.e. estrategias de afrontamiento, apoyo social, informacin). Si bien es importante tratar de modificar los pensamientos de sobrecarga del cuidador, no parece adecuado que esta sea el nico criterio de evaluacin de las intervenciones. De hecho esta medida no parece muy sensible a los cambios, por lo que no es una herramienta til para este fin. Con todo, la mayora de los estudios analizados utilizan la sobrecarga del cuidador como medida para corroborar la eficacia de sus intervenciones, pese a que los propios revisores indiquen que es ms difcil conseguir cambios utilizando esta medida que otras medidas de malestar emocional (Acton y Kang, 2001; Brodaty et al., 2003; Knight et al., 1993; Srensen et al., 2002). Los criterios de inclusin de los estudios en los meta-anlisis, adems de centrarse en cuidadores de personas mayores dependientes, con o sin demencia, y medir su malestar emocional, fueron: Presentar un grupo control o de comparacin que no reciba intervencin (Brodaty et al., 2003; Knight et al.,1993; Srensen et al., 2002). Poder calcular el tamao del efecto de las intervenciones a partir de los datos disponibles (Brodaty et al., 2003; Knight et al.,1993; Srensen et al., 2002) Estar aleatorizados (Brodaty et al., 2003; Knight et al.,1993) Haber sido publicados en revistas con revisores (Knight et al.,1993; Srensen et al., 2002).
Captulo 4
141
Gran parte de los cuidadores de estos estudios son mujeres, de mediana edad y que llevan cuidando a sus familiares una media de 4 aos (Brodaty et al., 2003; Srensen et al., 2002). No deja de ser sorprendente la alta escolarizacin de los cuidadores que participan, pues casi el 80% de ellos tiene estudios superiores (i.e. instituto o ms) (Srensen et al., 2002). La media de participantes en los estudios oscila entre 24 y 53, con un rango que abarca desde los 4 a los 2.268 cuidadores por grupo (Brodaty et al., 2003; Knight et al.,1993; Srensen et al., 2002). El porcentaje de abandonos es del 19,6% como media, siendo estos mayores en las intervenciones de respiro y menores en las psicoteraputicas (Srensen et al., 2002). nicamente un 22-26% de los estudios realizan seguimientos y estos tienen una duracin media de medio ao (Brodaty et al., 2003; Srensen et al., 2002) Dado que los participantes en los grupos de control suelen recibir tratamientos inespecficos o son captados de grupos de ayuda mutua o asociaciones, resulta difcil saber cul es el efecto de los tratamientos frente a la ausencia de tratamiento (Knight et al., 1993). Los tratamientos consiguen en general reducir los niveles de depresin, o de sintomatologa del mayor, el tiempo hasta la institucionalizacin, o incrementar el bienestar subjetivo, la satisfaccin con el cuidado o el conocimiento de los cuidadores entre 0,14 y 0,68 desviaciones tpicas (Brodaty et al., 2003; Knight et al., 1993; Srensen et al., 2002), encontrndose diferencias significativas entre el pre y el postratamiento en todas estas medidas, aunque los mejores resultados se obtienen en el incremento de los conocimientos de los cuidadores (Brodaty et al., 2003; Srensen et al., 2002). Las diferencias entre el pretratamiento y los seguimientos dejan de ser significativas para los niveles de satisfaccin con el cuidado, as como de sintomatologa del mayor (Srensen et al., 2002). En
142
Parte Terica
general puede decirse que las intervenciones consiguen un efecto pequeo pero significativo (Brodaty et al., 2003). Las intervenciones grupales tienen un impacto bastante menor (Srensen et al., 2002), casi la mitad (Knight et al., 1993), que las intervenciones individuales a la hora de reducir la problemtica emocional. Aunque son ms eficaces para reducir la sintomatologa de los mayores a los que se cuida (Srensen et al., 2002). A la hora de reducir la problemtica emocional de los cuidadores, son las intervenciones psicoteraputicas y psicoeducativas las que mejores resultados obtienen (Srensen et al., 2002). El respiro de los cuidadores tiene un cierto impacto entre los participantes, segn Srensen et al. (2002), pero es casi nulo segn Knight et al. (1993). Aunque en ocasiones la falta de eficacia se debe a que los cuidadores del grupo control reciben servicios de respiro en alta medida. Aadir otros servicios sociales y de salud a los servicios de respiro no parece mejorar la eficacia de las intervenciones (Knight et al., 1993). Aunque las intervenciones multicomponentes (i.e., distintas combinaciones de psicoeducacin, apoyo, psicoterapia y respiro) parecen ms eficaces que el mero respiro en orden a reducir el malestar emocional del cuidador (Srensen et al., 2002). Por su parte, las intervenciones que tratan de ofrecer apoyo emocional a los cuidadores (generalmente a travs de un grupo de ayuda mutua), as como las que se centran en los mayores a los que se cuida, tienen un efecto bastante escaso entre los cuidadores (Brodaty et al., 2003; Srensen et al., 2002). El diagnstico del familiar media los efectos de las intervenciones, en el sentido de que los tratamientos centrados en cuidadores de personas con demencia obtienen peores resultados que aquellos que incorporan a cuidadores de personas mayores con otras problemticas (Srensen et al.,
Captulo 4
143
2002). El incluir a los mayores junto con los cuidadores en las intervenciones mejora los resultados que se obtienen (Brodaty et al., 2003). As mismo, cuanto mayor es el porcentaje de hijos cuidadores que participan en los estudios, mayor es la edad de los mayores, son atendidos durante menos horas a la semana y mayor es la sobrecarga inicial de los cuidadores, mejores resultados se obtienen en la modificacin de la problemtica emocional que padecen los cuidadores, sin que parezca determinante el gnero del cuidador para conseguir unas mayores o menores reducciones de su malestar (Srensen et al., 2002). Pese a que los resultados de los estudios son en general mejorables, lo cierto es que la mayora de los cuidadores estn bastante o muy satisfechos con las intervenciones. Perciben que han mejorado y la mayora de ellos volvera a incorporarse al tratamiento de nuevo (Brodaty et al., 2003). 4.6 CONCLUSIONES No todas las intervenciones tienen efectos positivos sobre el malestar emocional de los cuidadores. Los programas dirigidos a los cuidadores parecen tener un xito teraputico limitado. Hasta la fecha las intervenciones con cuidadores no arrojan resultados concluyentes (Logiudice et al., 1999). Los programas multicomponentes, que incorporan diversas estrategias de intervencin (servicios de respiro, grupo de ayuda y psicoeducacin o psicoterapia) no consiguen necesariamente mejores resultados que las intervenciones centradas en el desarrollo de alguno de estos elementos. Con la excepcin de los programas de respiro que obtienen mejores resultados en combinacin con otras modalidades teraputicas que ellos solos. Las intervenciones que obtienen peores resultados son, por este orden, los programas de respiro, los grupos de ayuda mutua y los programas psicoeducativos. Por otro lado, parece que la mera informacin o la mera
144
Parte Terica
evaluacin del mayor tampoco ayuda a la mejora del estado emocional de los cuidadores. Son las intervenciones psicoteraputicas las que mejores resultados obtienen a la hora de modificar el estado emocional de los cuidadores. Pero dentro de las intervenciones psicoteraputicas aquellas orientadas a tratar de resolver problemas pueden incrementar el malestar del cuidador en lugar de disminuirlo. De hecho, la investigacin de Gallagher-Thompson et al. (2000) muestran que el entrenamiento en solucin de problemas es menos eficaz que el incremento de actividades gratificantes en orden a reducir la depresin. Y Losada et al. (2003, 2004, 2005) encuentran que un tratamiento psicoeducativo orientado a la solucin de los problemas de los cuidadores no solo es menos eficaz que la reestructuracin cognitiva, sino que incluso incrementa en lugar de reducir la problemtica emocional de los cuidadores. Quizs, como comenta este grupo de investigacin, tratar de solucionar problemas aumenta el malestar de los cuidadores al incrementar la percepcin que estos tienen del estrs asociado a su situacin en general y a los comportamientos problemticos del familiar en particular. Tambin debido a que en estas intervenciones se pueden estar abordando problemas que pueden no producirse en todos los participantes o dejando de tratar otros que s que se producen en ellos, y por lo tanto no ajustarse a su necesidades. E incluso porque la estrategia de solucin de problemas se enfrenta a dificultades crnicas e irresolubles en el grupo de los cuidadores. Adems de ser un grupo en el que resulta difcil modificar los niveles de malestar emocional es un colectivo de difcil acceso. Si la revisin de los programas de intervencin con cuidadores realizada encuentra que en general los grupos son amplios y no pequeos, en contra de lo que sealan ciertas revisiones previas, se debe a los criterios de inclusin. Haber seleccionado nicamente artculos con asignacin aleatoria, evaluacin
Captulo 4
145
estandarizada y grupo de control o de comparacin hace que los grupos de cuidadores de las intervenciones analizadas sean suficientemente grandes. Pero eso no evita que los resultados sigan siendo modestos. Quizs los tratamientos con cuidadores consiguen un buen resultado manteniendo en los cuidadores los niveles de malestar previos. Puede que sea un logro conseguir que su malestar emocional no aumente. Y tal vez por ello los cuidadores se suelen mostrar satisfechos y agradecidos con las intervenciones recibidas. Ciertamente cuidar es un estresor crnico que puede ocasionar una constelacin de problemas en los cuidadores. Por ello es difcil modificar el malestar. Pero tambin es cierto que se debe mejorar la metodologa de las intervenciones y hay que tratar de responder a las necesidades reales de los familiares en la medida de lo posible. En este sentido, sera conveniente que los distintos programas dirigidos a modular o eliminar los efectos negativos de la situacin de cuidado incrementasen la fortaleza de los familiares a la hora del anlisis de la situacin y de la toma de decisiones, siendo suficientemente flexibles como para adaptarse a las distintas situaciones culturales, econmicas, geogrficas... en las que se desarrolla el cuidado de los mayores dentro del contexto familiar (Martnez et al., 2001). Adems estas intervenciones convendra que fuesen lo ms econmicas posibles, especialmente en aquellos pases donde los recursos pblicos no son muy abundantes (Senanarong et al., 2004).
136
Parte Terica
de conducta del mayor. Ser esposa y anglosajona implica una reduccin del malestar ante los problemas de los mayores a los que cuidan tras recibir un tratamiento inespecfico, mientras que las esposas afroamericanas que reciben dicho tratamiento incrementan su malestar (Burgio et al., 2003). Por otro lado, ser esposo o hijo media el tiempo de utilizacin de las residencias en los distintos grupos experimentales (Montgomery y Borgatta, 1989). En el estudio de Mahoney et al. (2003) las esposas son las nicas que se ven favorecidas por los tratamientos. Pero en otras investigaciones son los esposos quienes tienen menores niveles de depresin tras la intervencin en comparacin con las esposas o hijas (Eisdorfer et al., 2003) Tener una menor cercana con la persona cuidada y llevar ocupando el rol durante un menor tiempo implica un mayor efecto de los diversos tratamientos (Weuve et al., 2000). Aunque en el caso del malestar provocado por los problemas de conducta de los familiares son los cuidadores que llevan ms tiempo ejerciendo dicho rol (>3,5 aos) quienes mejoran con una terapia cognitivo-conductual, mientras que los que llevan menos tiempo mejoran con una terapia psicodinmica breve (Gallagher-Thompson y Steffen, 1994). Pero estas diferencias no se mantienen en los seguimientos. Los pensamientos de los cuidadores tambin juegan un papel que mediatiza los resultados de las intervenciones pues aquellos que piensan en menor medida que tienen que subordinar sus propias necesidades e intereses a las de su familiar dependiente, y quienes no creen que deben controlar el comportamiento del mayor, obtienen unos mejores resultados en depresin tras las intervenciones (Hepburn et al., 2001). Por otro lado, los cuidadores que tienen niveles bajos o medios de control (baja o media autoconciencia de que su vida est bajo su propio control) consiguen mejorar sus niveles de ansiedad, depresin y malestar ante las conductas del familiar (Mahoney et al., 2003). De hecho la sensacin de autoeficacia en el control de los
ESTUDIO DEL MALESTAR EMOCIONAL DE LOS CUIDADORES DE MAYORES DEPENDIENTES EN NUESTRO CONTEXTO Dada la importancia de un mejor conocimiento en nuestro contexto
sociocultural de los cuidadores de personas mayores dependientes se realiz un estudio previo al diseo y ejecucin de las intervenciones que sern objeto de anlisis en la presente tesis doctoral. Un conocimiento del estado emocional y fsico de los cuidadores informales de personas mayores dependientes y de los factores a ellos asociados se pens que contribuira a un mejor desarrollo de posteriores intervenciones que tratasen de paliar la problemtica emocional de los cuidadores. Fue un paso previo al diseo de programas de intervencin adecuados, que pretenden ser lo ms beneficiosos posibles para los cuidadores. El trabajo se expone resumidamente. Para una descripcin ms amplia puede consultarse Lpez (2004) y Lpez y Crespo (2003). 5.1 OBJETIVO E HIPTESIS El objetivo general del estudio fue analizar dentro de nuestro medio sociocultural los efectos del cuidado de un mayor dependiente, sobre la salud fsica y mental del cuidador. Este objetivo se desglosa en los siguientes objetivos especficos: a.- Estudiar si existen diferencias entre los cuidadores de mayores con demencia y los cuidadores de mayores dependientes, pero sin deterioro cognitivo, para el desarrollo de alteraciones emocionales y problemas fsicos, en concreto: ansiedad, depresin, ira y salud percibida. b.- Conocer la influencia que sobre los problemas emocionales y fsicos de los cuidadores tienen las siguientes variables: carga percibida por el
148
Parte Terica
cuidador, efectos positivos experimentados, apoyo social, estrategias de afrontamiento, autoestima, problemas de memoria y conducta del enfermo, tipo de enfermedad. Para comprobar los anteriores objetivos, se plantearon las siguientes hiptesis: H.1. Si los cuidadores de mayores con demencia experimentan mayores problemas emocionales y de salud fsica que los cuidadores de mayores dependientes pero sin deterioro cognitivo, siempre que sus caractersticas sociodemogrficas sean similares, habr niveles significativamente mayores de depresin (H.1.1.), ansiedad (H.1.2.), ira (H.1.3.) y la salud percibida ser significativamente peor (H.1.4.) en los cuidadores de enfermos con demencia que en los cuidadores de ancianos dependientes. H.2. Si existe relacin entre las caractersticas del cuidador y su estado emocional (ansiedad, depresin e ira), este sern significativamente peor cuando exista experimentacin de una mayor carga subjetiva (H.2.1.), menores efectos positivos (H.2.2.), menor apoyo social (H.2.3.), mayor afrontamiento centrado en las emociones (H.2.4.) y menores niveles de autoestima (H.2.5.) H.3. Si existe relacin entre las caractersticas del cuidador y su salud fsica, esta ser significativamente peor cuando exista experimentacin de una mayor carga subjetiva (H.3.1.), menores efectos positivos (H.3.2.), menor apoyo social (H.3.3.), mayor afrontamiento centrado en las emociones (H.3.4.) y menores niveles de autoestima (H.3.5.)
Captulo 5
149
5.2 METODOLOGA 5.2.1 Participantes El estudio se realiz con una muestra de 116 cuidadores informales pertenecientes a diversas asociaciones e instituciones, que desarrollan programas dirigidos a personas mayores dependientes (n=42) o diagnosticadas de demencia (n= 74). Los criterios de inclusin de la muestra comunes para los dos grupos fueron los siguientes: convivir en el mismo domicilio, de manera permanente, con la persona cuidada; tener ms de 18 aos; ser el nico o principal responsable del cuidado del enfermo; llevar cuidando al familiar un mnimo de 6 meses; y la aceptacin por parte del cuidador de la realizacin de las entrevistas y cuestionarios. Para los cuidadores de mayores con demencia fue criterio de inclusin el cuidar una persona con demencia segn diagnstico mdico previo y deterioro cognitivo leve, moderado o grave (Escala de Deterioro Global de Reisberg 3 y Escala de la Cruz Roja de Incapacidad Mental 2). Para los cuidadores de mayores dependientes y sin deterioro cognitivo fue criterio de inclusin el cuidar una persona mayor de 60 aos, moderada o gravemente dependiente, y que no presentaba deterioro cognitivo (ndice de Katz 1 y Escala de la Cruz Roja de Incapacidad Mental<2). Fueron criterios de exclusin de los cuidadores: establecer rotaciones en el cuidado del familiar, deficiencia mental, deterioro cognitivo, problemas auditivos y visuales y nacionalidad no espaola. 5.2.2 Diseo y variables El diseo elegido fue el de un estudio multigrupo con 2 grupos: grupo experimental (cuidadores de personas mayores diagnosticadas con demencia) y grupo control (cuidadores de mayores dependientes sin deterioro cognitivo).
150
Parte Terica
Para el primero de los objetivos: a.- La variable independiente (V.I.) es el tipo de enfermedad de la persona mayor cuidada: demencia y no demencia, segn diagnstico mdico previo. b.- Las variables dependientes (VV.DD.) son: salud percibida, ansiedad , depresin e ira. Para el segundo de los objetivos: a.- Las variables predictoras son: carga subjetiva, aspectos positivos del cuidado, apoyo social, estrategias de afrontamiento, autoestima. b.- Las variables dependientes (VV.DD.) son: salud percibida, ansiedad, depresin e ira. 5.2.3 Evaluacin Para valorar criterios de inclusin se utilizaron los siguientes instrumentos de evaluacin: Escala de Deterioro Global (Reisberg, Ferris, de Leon y Crook, 1982; versin espaola Cacabelos, 1990). Escala de la Cruz Roja de Incapacidad Mental (CRM) (Guilln y Garca, 1972). ndice de Katz (Katz, Ford, Moskowitz, Jackson y Jaffe, 1970; versin espaola Cruz, 1991). Los instrumentos utilizados para las variables dependientes fueron: Ansiedad: Subescala de Ansiedad de la Escala Hospitalaria de Ansiedad y Depresin (HAD-A) (Zigmond y Snaith, 1983; versin espaola Caro e Ibez, 1992).
Captulo 5
151
Ira: Escalas de Rasgo y Expresin de Ira del STAXI-2 (Spielberger, 1999; versin espaola Miguel-Tobal, Casado, Cano-Vindel y Spielberger, 2001). Depresin: Inventario de Depresin de Beck (BDI) (Beck, Rush, Shaw y Emery, 1979; versin espaola Vzquez y Sanz, 1991). Salud fsica: Escala somtica del Cuestionario de Salud General28 (GHQ-28) (Goldberg y Hillier,1979; versin espaola Lobo y Muoz, 1996), Componentes fsicos del Cuestionario de Salud SF-12 (Ware, Kosinski y Keller, 1996; versin espaola Gandek et al., 1998) y cuestionario de diseo propio. Para el anlisis de las variables predictoras se utilizaron: Cuestionario de variables sociodemogrficas de diseo propio. Escala de Satisfaccin con el Cuidado (Lawton y Moss, 2000; traduccin propia). Listado de Problemas de Memoria y de Conducta (Zarit y Zarit, 1987, versin espaola Izal y Montorio 1994). Cuestionario de Apoyo Social, Forma breve (Saranson, Saranson, Shearin y Pierce, 1987; versin espaola Saranson, 1999). Escala de la Carga del cuidador (Zarit, Reever y Bach-Peterson, 1980, versin espaola Martn et al., 1996). COPE Abreviado (Carver, 1997; versin espaola Crespo y Lpez, 2003). Escala de Autoestima (Rosenberg, 1965; versin espaola Echeburua y Corral, 1988).
152
Parte Terica
Tras la construccin o diseo inicial de la batera de evaluacin se aplic en un estudio piloto para ver el funcionamiento de los instrumentos elegidos y de los tems diseados. As mismo, se convoc una reunin de expertos previa a la construccin final de los instrumentos de evaluacin. La informacin fue recogida a travs de entrevistas individuales a los cuidadores. Se realiz un entrenamiento de los entrevistadores. La duracin de cada entrevista fue de aproximadamente una hora y media. Una vez concluida la recogida de los datos, se procedi a la correccin, codificacin y anlisis de los resultados. 5.2.4 Anlisis Se estudi la homogeneidad de las dos muestras en las caractersticas sociodemogrficas del cuidador y de la persona cuidada, en las caractersticas generales del cuidador y recursos personales, mediante pruebas de 2 en el caso de las variables cualitativas y ANOVAs de medidas independientes cuando se trataba de variables cuantitativas. Para evaluar las diferencias existentes entre los dos grupos de cuidadores en las variables dependientes (i.e. salud percibida, ansiedad, depresin e ira) se realiz un ANOVA de un factor (grupo) para cada una de ellas. Se realizaron ANCOVAs para cada una de las variables dependientes, cuando se produjeron diferencias significativas intergrupos en aquellas variables cuantitativas del cuidador o de la persona cuidada que pudieran afectar de alguna manera a los resultados en las variables dependientes. Se quiso controlar el efecto sobre los resultados de aquellas variables que la literatura previa ha puesto de manifiesto que influyen significativamente en la problemtica emocional de los cuidadores o en su salud fsica.
Captulo 5
153
Cuando se produjeron diferencias significativas intergrupos en las variables cualitativas analizadas, se realizaron para cada una de las variables dependientes ANOVAs de ese factor que mostraba diferencias. Se quiso determinar si las diferencias en estas variables cualitativas afectaban o no a los niveles de depresin, ansiedad, ira y salud percibida de los cuidadores. Con el objetivo de analizar el peso y relaciones de las distintas variables tenidas en cuenta, se realiz un anlisis multivariante (i.e. regresin mltiple por pasos sucesivos) para cada una de las variables dependientes: salud percibida, ansiedad, depresin e ira. Se incluyeron como variables predictoras todas aquellas que mostraron una correlacin significativa con las variables dependientes en un anlisis previo. Se realizaron correlaciones de Pearson en el caso de las variables cuantitativas, correlaciones de Spearman en el caso de las variables ordinales y correlaciones Biseriales puntuales en el caso de las variables dicotmicas. Tambin se introdujeron en todas las ocasiones como variable predictora el tipo de cuidador (de personas con demencia y de mayores dependientes) con el objetivo de determinar si cuidar a un tipo de familiares o a otro explica la variacin en la variable dependiente analizada. Tras realizar el anlisis de regresin mltiple se llev a cabo un estudio de deteccin de la linealidad de la relacin entre las variables y de la homocedasticidad (mediante la representacin grfica de la dispersin de los residuos), la deteccin de los casos atpicos (diferencias en los residuos superiores a 3 desviaciones tpicas) y la deteccin de la normalidad e independencia de los residuos (mediante el estadstico Durbin-Watson y el grfico de probabilidad normal).
154
Parte Terica
5.2.5 Resultados
5.2.5.1 Caractersticas generales de los cuidadores
La mayora de los cuidadores participantes en el estudio fueron mujeres (79,31%), estaban casados (75,9%), tenan unos ingresos familiares medios de entre cien mil y doscientas cincuenta mil pesetas. (601-1.502 euros), no trabajaban fuera del hogar (67,2%) y eran amas de casa (37,1%). En un 62,9% de los casos eran hijos de la persona a la que cuidan, en un 28,4% esposos y en un 8,6% tenan otro tipo de parentesco con el familiar al que cuidaban: hermanos, nueras, sobrinos, nietos. La media de edad de los cuidadores era de 57,79 aos (DT=11,73).
5.2.5.2 Caractersticas generales de las personas cuidadas
La poblacin receptora de la ayuda informal tena una edad media de 80,58 aos (DT=9,44), con un rango que abarca de los 53 a los 99 aos. La mujeres no slo predominaban muy ampliamente entre la poblacin que prestaba ayuda informal, sino tambin entre quienes la reciban (67,2%). La mayora de las personas que reciban los cuidados de sus familiares mostraban una dependencia severa (68,1%). La incidencia de problemas de memoria o de conducta era importante (M=73,33, DT=59,12). Adems, solamente un 1,7% de las personas cuidadas no presentaban ningn problema de memoria o de conducta. Pese a lo anterior, la posibilidad de ser institucionalizados estaba ausente en la mayora de los casos (56%). Tan slo un pequeo porcentaje los cuidadores haban pensado con bastante frecuencia ingresar a su familiar en un centro especializado (16,4%).
5.2.5.3 Caracterizacin de la situacin de cuidado
La ayuda prestada era bastante intensa: dedicaban unas cien horas a la semana a cuidar al familiar (M=101,9, DT= 58,32) y llevaban ejerciendo el rol de cuidador una media de 69,68 meses, es decir, unos cinco aos.
Captulo 5
155
Adems una importante proporcin los cuidadores (53,4%) ejercan la asistencia sin ayuda, siendo ellos los nicos que cuidaban a su familiar. Los cuidadores mayoritariamente cuidaban a una sola persona en el momento de realizar la evaluacin, pero un 19,8% de los cuidadores cuidaban a ms de una persona a la vez. Desempeaban tanto cuidados que podramos denominar principales (i.e. aquellos que el sujeto necesitaba recibir de manera diaria y casi constante de terceras personas) como cuidados espordicos o no principales. Los cuidadores, sin embargo, reciban ayuda de otras personas no tanto para los cuidados principales del familiar enfermo o dependiente, como para los cuidados no principales o espordicos. La responsabilidad de la asistencia se asuma por distintos motivos, pero principalmente por iniciativa propia (50%) o porque consideraban que era su obligacin (29,3%). La mayora de los cuidadores (44,8%) consideraban que su relacin personal con el familiar al que prestaban sus cuidados, antes de comenzar a cuidarle, era de gran intimidad y afecto. Un porcentaje tambin importante de cuidadores (42,2%) consideraban que su relacin era normal, conforme al vnculo familiar que les una. Tan slo pequeos porcentajes de cuidadores indicaban que su relacin era distante o problemtica. En la mayora de los casos (59,5%) no se haba producido ningn cambio en las relaciones afectivas desde que se iniciaron los cuidados. No obstante, en un 21,5% de los cuidadores la relacin con la persona cuidada haba mejorado y en un 19% haba empeorado.
5.2.5.4 Recursos personales de los cuidadores
En el Cuestionario de satisfaccin con el cuidado, donde la puntuacin mxima es de 30, la puntuacin media obtenida por los cuidadores fue de 22,14 (DT=5,32), lo que indicaba niveles de satisfaccin altos.
156
Parte Terica
En el Cuestionario de apoyo social la puntuacin media de los apoyos recibidos (rango de 0 a 64) era de 17,63 (DT=9,60). La puntuacin media de la satisfaccin con los apoyos recibidos (rango de 6 a 36) fue de 28,30 (DT=5,54). Parece que aunque la ayuda que reciban de otras personas no es muy abundante, en general estaban bastante satisfechos con esta ayuda. Adems, en la Escala de autoestima de Rosenberg, donde la puntuacin mxima es de 40, los cuidadores presentan una puntuacin media de 31,46 (DT=4,31). Esto parece indicar que el conjunto de los cuidadores presenta un adecuado sentimiento de satisfaccin consigo mismos. Las puntuaciones obtenidas en el COPE (rango 0-8), indicaban que cuando tenan problemas en el cuidado de su familiar los cuidadores solan utilizar la aceptacin (reconocer y aprender a vivir con lo sucedido) (M= 5,81; DT=1,7), el afrontamiento activo (hacer algo para solucionar las dificultades) (M= 5,11; DT=1,88), y la planificacin (pensar estrategias para solucionar los problemas) (M= 5,02; DT=1,72). Todas estas estrategias son caractersticas de un estilo de afrontamiento centrado en el problema.
5.2.5.5 Diferencias entre los cuidadores
Cuando se estudi la homogeneidad de las dos muestras en las caractersticas sociodemogrficas del cuidador y de la persona cuidada, as como en ciertas caractersticas generales de la situacin de cuidado (e.g. tiempo dedicado a cuidar, ayudas recibidas, relacin con el familiar), tan solo se encontraron diferencias significativas intergrupos en las variables: edad de la persona cuidada (F(1,114)= 12,47, p<0,01); problemas de memoria y conducta (F(1,113)= 10,56, p<0,01); experiencia previa como cuidador (2 = 8,094, gl=1, p<0,01); parentesco existente entre cuidador y persona cuidada
Captulo 5
157
(2 =14,471, gl=2, p<0,01) y utilizacin de profesionales remunerados para cuidar al familiar (2 =7,977, gl=1, p<0,01). As, la edad media de los sujetos del grupo de personas mayores dependientes es significativamente superior (84,5 aos) a la del grupo de personas con demencia (78,5 aos) y la media de los problemas de memoria y de conducta del grupo de personas con demencia es superior (M=86,38) a la del grupo de personas mayores dependientes (M=50,64). Adems, tan slo un 39,2% de los cuidadores de personas con demencia han cuidado a otra persona con anterioridad, mientras que un 66,7% de los cuidadores de mayores dependientes han tenido experiencias previas como cuidadores de otros familiares. Un 63 % de los cuidadores de personas con demencia reciben ayuda por parte de profesionales para cuidar a su familiar, mientras que tan slo un 35,7% de los cuidadores de mayores dependientes reciben este tipo de ayuda. La mayor parte de los cuidadores en ambos grupos son hijos de la persona a la que asisten. No obstante, los cuidadores del grupo con demencia son en un mayor porcentaje esposos (39,2%) en comparacin con los esposos cuidadores de mayores dependientes (9,5 %). Para controlar el efecto que pudieran tener estas variables sobre los resultados obtenidos en las variables dependientes se realizaron ANCOVAs de un factor (grupo) para cada una de las variables dependientes, teniendo como variables de covariacin la edad de la persona cuidada y la cantidad de problemas de memoria y de conducta (variables cuantitativas). As mismo, se realizaron ANOVAs de las distintas variables dependientes en el caso de la variables: parentesco, experiencia previa como cuidador y utilizacin de profesionales (variables cualitativas). No se encontraron diferencias significativas intergrupos ni en salud percibida, ni en ansiedad, ni en depresin, ni en ira.
158
Parte Terica
Los participantes mostraron elevados niveles de depresin en el BDI. La puntuacin media fue de 11,84 (DT=7,51), que indica un nivel de depresin leve y ms de la mitad de los cuidadores (55,2%) presentaban problemas de depresin: depresin leve, moderada o grave. Resultados muy similares a los encontrados en cuidadores de otros pases de nuestro entorno (Zanetti et al., 1998). Si bien es cierto que los cuidadores de personas con demencia obtuvieron una puntuacin media en depresin (M=12; DT= 7,7) mayor que los cuidadores de mayores dependientes sin deterioro cognitivo (M=11,57; DT= 7,26), sin embargo esta diferencia no alcanz la significacin estadstica. Los cuidadores tambin mostraron importantes niveles de ansiedad en el HAD-A. La puntuacin media fue de 8,25 (DT=4,39), que indica problemas de ansiedad. Tomando 8 como el punto de corte para definir problemas de ansiedad en los sujetos, se observ que estos estn presentes en un 42,2% de los cuidadores. Los cuidadores de personas con demencia obtuvieron una puntuacin media en ansiedad (M= 8,01; DT= 4,25) menor que los cuidadores de mayores dependientes sin deterioro cognitivo (M= 8,69; DT= 4,64), sin que estas diferencias llegasen a ser estadsticamente significativas. Los cuidadores mostraban importantes niveles de ira en las escalas rasgo de ira y expresin de la ira del STAXI-2. La puntuacin media de rasgo de ira fue de 19,37 (DT=5,20). Mientras que la puntuacin media de los cuidadores en el ndice de expresin de ira, que ofrece una medida general de la expresin de la ira, fue de 27,19 (DT=8,31). Los cuidadores de personas con demencia obtuvieron una menor puntuacin media en ndice de expresin de ira (M= 26,82; DT= 8,54) y rasgo de ira (M= 19,29; DT= 5,48) que los cuidadores de mayores dependientes sin deterioro cognitivo (M=27,85, DT= 7,94; M= 19,5, DT=
Captulo 5
159
4,72). Sin embargo estas diferencias no alcanzaron significacin estadstica en ningn caso. Un 21,7% de los participantes presentaban una historia previa de algn trastorno psicopatolgico. Que la situacin de ser cuidador exacerba esta problemtica se observa en el hecho de que a un 13,9% de los participantes en la investigacin se les haba diagnosticado un trastorno psicopatolgico siendo cuidadores. Adems un 6% de los cuidadores consuman antidepresivos y un 31% ansiolticos en el momento de realizacin de la investigacin. Estos porcentajes, similares a los encontrados en otros estudios con cuidadores (Mittelman et al., 1996; Thomas et al., 2004, Valles et al., 1998), son claramente superiores al 12,4% de la poblacin general espaola que consume algn tipo de psicofrmacos (de la Cruz, Faris, Herrera y Gonzlez, 2001). Los cuidadores perciban mayoritariamente su salud como regular (36,2%) o buena (36,2%). No obstante eran ms los cuidadores que se situaban en el extremo negativo del continuo que los que se colocaban en el extremo positivo, es decir, eran ms los cuidadores que perciban su salud como mala (11,2%) que quienes perciban su salud como excelente (5,2%). Que la salud fsica de los cuidadores no era buena se corrobor por el hecho de que la media de la puntuacin en los componentes fsicos del SF12, donde puntuaciones altas implican una mejor salud, fue de 45,04 (DT=9,1), mientras que en la poblacin espaola la puntuacin media es de 49,9 (DT=9,0) (Gandek et al., 1998). Sin embargo, la puntuacin media de los cuidadores en la escala somtica del GHQ (M=2) fue menor que las de otros grupos sometidos a situaciones estresantes (McMahon, 2000). No se debe olvidar que en la mayor parte de los cuidadores de este estudio se producan problemas osteomusculares (61,7%). Si a esto se aade el hecho de que los cuidadores presentaban en numerosas ocasiones
160
Parte Terica
problemas cardiovasculares (30,4%), gastrointestinales (22,6%), respiratorios (15,7%) o dermatolgicos (14,7%), no resulta extrao concluir que los cuidadores presentaban una salud fsica bastante deteriorada. La ejecucin de ciertas conductas saludables se vea tambin alterada al desempear el rol de cuidador. En un 92,9% de los casos los cuidadores disfrutaban de menos tiempo de ocio que cuando no eran cuidadores, en un 65,5% de los casos dorman menos y en un 49,1% de los casos hacan menos ejercicio fsico que antes de tener que cuidar a su familiar. Los cuidadores de personas con demencia muestran una peor salud fsica que los cuidadores de mayores dependientes sin deterioro cognitivo cuando se utilizan los componentes fsicos del SF-12. Sin embargo, los cuidadores de personas con demencia muestran una mejor salud fsica que los cuidadores de mayores dependientes sin deterioro cognitivo cuando se utiliza la escala somtica del GHQ. Con todo, estas diferencias no alcanzaron la significacin estadstica.
5.2.5.6 Variables asociadas al estado emocional y fsico de los cuidadores
A la hora de determinar los predictores de los problemas emocionales de los cuidadores se observ que la baja autoestima del cuidador, la alta carga subjetiva experimentada, la baja satisfaccin del cuidador con el apoyo recibido y la alta utilizacin como estrategias de afrontamiento de la negacin y de la autoculpabilizacin explicaban el 54% de la varianza de la depresin del cuidador (F(5,107) = 27,99, p<0,001). La alta carga subjetiva experimentada, el alto uso de la autoculpabilizacin como estrategia de afrontamiento, la baja autoestima del cuidador, el prestar ayudas al familiar en las tareas del hogar (e.g. cocinar, limpiar, planchar, etc.) y una alta utilizacin como estrategias de
Captulo 5
161
afrontamiento de la negacin y del consumo de alcohol y drogas explicaban el 41% de la varianza de la ansiedad del cuidador (F(6,103)= 14,09, p<0,001). Una baja utilizacin del afrontamiento activo y de la aceptacin, junto con una alta utilizacin de la autoculpabilizacin y del desahogo como estrategias de afrontamiento explicaban el 28% de la varianza del ndice de expresin externa (F(4,111)= 12,37, p<0,01). Mientras que una alta utilizacin de la desconexin conductual y del desahogo como estrategias de afrontamiento explicaban el 34% de la varianza del rasgo de ira (F(2,113)= 31,44, p<0,01). Una alta satisfaccin del cuidador con el apoyo social recibido, un alto nivel educativo del cuidador y una menor dependencia de la persona receptora de cuidados explicaban el 17% de la varianza de la salud fsica percibida por el cuidador (F(3,109)= 9,03, p<0,001). La satisfaccin del cuidador con el apoyo social recibido, el nivel de dependencia de la persona receptora de cuidados y los ingresos familiares explicaban el 20% de la varianza de las puntuaciones del cuidador en el SF-12 (F(3,109)= 10,83, p<0,001). Una alta carga subjetiva del cuidador y una baja autoestima del cuidador explicaban el 18% de la varianza de las puntuaciones del cuidador en la escala somtica del GHQ-28 (F(2,111)= 13,97, p<0,001). 5.3 DISCUSIN Y CONCLUSIONES 5.3.1 Diferencias entre cuidadores de mayores con demencia y dependientes sin deterioro cognitivo. Los cuidadores de personas mayores con demencia no muestran niveles de depresin, ansiedad e ira significativamente mayores que los cuidadores de mayores dependientes pero sin deterioro cognitivo. Se rechazan, por tanto, las hiptesis H.1.1., H.1.2. y H.1.3. Aunque los resultados no indican diferencias significativas, hay una tendencia en los
162
Parte Terica
cuidadores de personas mayores con demencia a mostrar una mayor problemtica emocional (mayores puntuaciones) que los cuidadores de mayores dependientes. La salud percibida por parte de los cuidadores de mayores con demencia no es significativamente peor que la de quienes cuidan a mayores con dependencia por lo que se rechaza la hiptesis H.1.4. Con todo no hay diferencias significativas entre ambos grupos ni en los problemas emocionales ni en la salud fsica percibida. La literatura previa informa de diferencias significativas en estas variables cuando se comparan a los cuidadores con la poblacin general o con otros tipos de cuidadores. Las diferencias pueden deberse al empleo de unos criterios no tan estrictos como los del presente estudio a la hora de definir a los cuidadores: se equiparan cuidadores formales (remunerados econmicamente) e informales; aquellos que residen con el familiar y quienes viven en distintos domicilios; quienes cuidan de manera permanente al familiar y los que lo cuidan de manera espordica (generalmente estableciendo rotaciones con otros familiares), e incluso se llega a considerar cuidadores a personas que conviven con mayores en el mismo domicilio, sin que se indiquen los niveles de dependencia de estos mayores. El grupo de cuidadores, como cualquier grupo, es heterogneo y cuando en este estudio se comparan cuidadores informales principales, que conviven en el mismo domicilio con el familiar al que llevan cuidando de manera permanente durante al menos 6 meses, no hay diferencias entre ellos en funcin de que cuiden a un familiar con demencia o a un familiar mayor dependiente. 5.3.2 Variables asociadas al estado emocional de los cuidadores Los anlisis de regresin mltiple muestran que un peor estado emocional del cuidador (mayores niveles de depresin, ansiedad e ira) se asocia a la experimentacin por parte del cuidador de una alta carga
Captulo 5
163
subjetiva, bajos niveles de autoestima, mayor utilizacin del afrontamiento centrado en las emociones y baja satisfaccin con el apoyo social recibido. No hay relacin entre el estado emocional del cuidador y la percepcin de efectos positivos de la situacin de cuidado que experimenta el cuidador. Por lo tanto se aceptan las hiptesis H.2.1., H.2.3., H.2.4 y H.2.5. y se rechaza la hiptesis H.2.2. A diferencia de otras investigaciones, en este estudio la satisfaccin con el cuidado, la percepcin del cuidador de elementos positivos en el hecho de tener que cuidar a su familiar, no se asocian ni con un mejor ni con un peor estado emocional del cuidador. Quizs estas dos variables no estn relacionadas, como se hipotetizaba en esta investigacin, pero la ausencia de asociacin tambin puede deberse al instrumento de evaluacin empleado. Se puede pensar que los cuidadores de nuestro entorno sociocultural experimenten los aspectos positivos vinculados al cuidado de una manera diferente. Alguno de los tems del test de satisfaccin con el cuidado pueden llevar a los cuidadores de nuestro contexto sociocultural a pensar que se tratan de cuestiones relacionadas con el narcisismo, el egocentrismo, el falso orgullo. Es la satisfaccin con el apoyo social recibido y no la cantidad de personas de las que se recibe el apoyo la variable que explica las variaciones en los niveles de depresin del cuidador y en la expresin interna de la ira del cuidador. Un cuidador puede recibir ms o menos apoyos de su entorno cercano (e.g. familiares, amigos, vecinos, etc.) pero si percibe que esos apoyos no le hacen sentirse bien, no le hacen sentirse satisfecho por el motivo que fuese, muestra un peor estado de nimo. Al igual que en otras investigaciones el afrontamiento centrado en las emociones (i.e. uso de la negacin, la desconexin conductual o la
164
Parte Terica
autoculpabilizacin ) se asocia con mayores niveles de depresin, de ansiedad y de ira. De todo lo dicho puede concluirse que son principalmente caractersticas del cuidador, y no caractersticas de la situacin de cuidado, las que se asocian a mayores problemas emocionales del cuidador. 5.3.3 Variables asociadas a la salud percibida de los cuidadores Tras los anlisis de regresin mltiple se puede concluir que una peor salud fsica del cuidador se asocia a la experimentacin por parte del cuidador de una alta carga subjetiva, bajos niveles de autoestima, y baja satisfaccin con el apoyo social recibido. No hay relacin entre la salud del cuidador y la percepcin de efectos positivos de la situacin de cuidado que experimenta el cuidador. Tampoco hay relacin entre estado de salud del cuidador y tipo de afrontamiento determinado. Por lo tanto se aceptan las hiptesis H.3.1., H.3.3. y H.3.5. y se rechazan las hiptesis H.3.2. y H.3.4. A diferencia de lo que ocurra con los problemas emocionales del cuidador, donde ninguna de las caractersticas de la persona cuidada era relevante tras los anlisis de regresin mltiple, aqu, que un familiar al que se le prestan los cuidados sea ms dependiente se asocia con una peor percepcin global de la salud del cuidador, con una mayor limitacin para la realizacin de actividades fsicas y con una mayor interferencia de la salud fsica en el trabajo y en otras actividades diarias (salud percibida y componentes fsicos del SF-12). Ciertas caractersticas sociodemogrficas de los cuidadores se asocian con su salud fsica. Un mayor nivel educativo se asocia con una mejor percepcin global de la salud del cuidador y unos mayores ingresos familiares con una mejor percepcin de la salud, una menor limitacin para la
Captulo 5
165
realizacin de actividades fsicas y una menor interferencia de la salud fsica en el trabajo y en otras actividades diarias. Una peor salud fsica del cuidador se asocia tanto a caractersticas de la persona a la que se cuida (nivel de dependencia), como a variables relacionadas con el propio cuidador, bien sean estas de carcter sociobiogrfico (nivel educativo y econmico) o de un carcter ms personal (satisfaccin con el apoyo social, sentimiento subjetivo de carga y nivel de autoestima). 5.3.4 Aportaciones de la investigacin El estudio ha demostrado a travs de una muestra suficientemente amplia de cuidadores que estos presentan en numerosos casos altos niveles de depresin, ansiedad e ira, as como una salud fsica deteriorada. Cuidar a un familiar mayor es un estresor crnico de suficiente relevancia como para afectar a la salud fsica y mental del cuidador. Adems, este estudio ha mostrado que existe una importante relacin entre las caractersticas del cuidador y su estado emocional (ansiedad, depresin e ira), as como con su salud fsica, pero no hay tal asociacin entre la situacin, el contexto, de la persona cuidada y el estado emocional (ansiedad, depresin e ira) y salud fsica del cuidador. Con todo, las variables asociadas al estado emocional son diferentes de las asociadas a la salud fsica percibida del cuidador. La problemtica emocional del cuidador est asociada a caractersticas del cuidador y no de caractersticas de la situacin de cuidado. El deterioro de la salud fsica del cuidador est asociado principalmente a caractersticas del cuidador pero tambin a caractersticas de la situacin de cuidado. Adems el tipo de afrontamiento resulta relevante para explicar la problemtica emocional del cuidador pero no para explicar su salud fsica.
Captulo 6
167
PARTE EMPRICA
168
Parte Emprica
atendi en primer lugar a la revisin bibliogrfica de las investigaciones previas de programas de tratamiento con cuidadores informales de mayores dependientes con el objeto de conocer cules eran sus objetivos ms habituales, tcnicas utilizadas, tipo de evaluaciones empleadas, eficacia de las intervenciones, etc. As mismo se tuvieron en cuenta los resultados del estudio previo sobre el malestar emocional de los cuidadores de mayores dependientes en nuestro contexto ya que ofrece datos relevantes sobre las variables que se asocian al malestar emocional de estos. Tratando de modificar estas variables asociadas se puede intentar conseguir aminorar las consecuencias que implica la situacin de estrs sobre los cuidadores. Se pretende evitar la limitacin de muchas propuestas teraputicas previas que se centran en el incremento de las habilidades de cuidado del cuidador, sin abordar sus propias necesidades, olvidando adems las caractersticas especficas de estos sujetos, suficientemente sobrecargados ya por los acontecimientos cotidianos (Schulz et al., 2000). Las revisiones de la literatura existente hasta el momento parecen indicar que las intervenciones individuales tienen un mayor impacto que las intervenciones grupales (Acton y Kang, 2001; Brodaty et al, 2003; Thompson y Briggs, 2000; Vernooij-Dassen y Rikkert, 2004). Encontrndose en las intervenciones que tienen un formato grupal altas tasas de rechazos, falta de asistencia a las diversas sesiones y numerosos abandonos (Monahan, Greene y Coleman, 1992). Pese a ello, gran parte de las intervenciones con cuidadores se han desarrollado en formato grupal. En ocasiones los cuidadores manifiestan haber necesitado ms tiempo de intervencin que el que se les ha ofrecido, y sin embargo muchos de los
170
Parte Emprica
que iniciaron el tratamiento no lo terminaron (Zarit et al., 1987). Quizs, por tanto, no resulte sorprendente que, tal y como observan McCurry et al. (1998), la intervencin individual y breve es preferida por los cuidadores y les facilita la participacin en las sesiones de intervencin. Adems los cuidadores reciben menos atencin directa en los tratamientos grupales y puede que estos no sean la mejor opcin teraputica para personas con altos niveles de estrs (Zanetti, Metitieri, Bianchetti y Trabucchi, 1998; Zarit et al., 1987). Es importante ofrecer programas de intervencin breves, que no supongan un factor de estrs aadido al que ya experimentan los cuidadores. Esta brevedad debe tambin aplicarse a los grupos control en lista de espera pues cuando estos son muy largos los cuidadores abandonan las investigaciones en busca de otros recursos. Por otra parte, parece bien asumido que la intervencin debe ser llevada a cabo por personal bien formado, y bien supervisado, que pueda ofrecer habilidades especficas de afrontamiento, control y solucin de sus problemas emocionales (Bourgeois et al., 1996; Kennet et al., 2000; Knight et al., 1993; Srensen et al., 2002). Adems, no se debe olvidar, que las intervenciones de mnimo contacto teraputico que tan buenos resultados han ofrecido en otros campos (e.g. hipertensin, dolores de cabeza, ataques de pnico, enuresis, etc.), apenas se han utilizado para ayudar a los cuidadores de personas mayores dependientes a manejar mejor el estrs al que se enfrentan (Rowan y Storey; 2002, Steffen, 2000). Este tipo de intervenciones -que generalmente utilizan manuales para los pacientes, material audiovisual, contactos telefnicos y/o reducidos encuentros en sesin- supondran varias posibles ventajas para los cuidadores: se elimina la necesidad de frecuentes visitas al terapeuta, posibilitando un mayor acceso al tratamiento; se reduce el tiempo
Captulo 6
171
total de contacto con el terapeuta, con lo que se mejora la relacin costeeficacia del tratamiento; el paciente practica una serie de habilidades y estrategias en casa con la supervisin de una persona experta, lo que facilita la generalizacin de esas habilidades y la atribucin intrnseca del cambio experimentado. La mayora de las intervenciones han utilizado medidas de estado de nimo, ansiedad y salud del cuidador. De hecho los datos del estudio previo, as como la mayora de las investigaciones con cuidadores, parecen demostrar que experimentan estos problemas con frecuencia mientras ejercen su rol de cuidador. Parece importante seguir tratando de modificar esta problemtica y medir la eficacia que sobre ella tienen las diversas intervenciones que se propongan. Sin embargo, no son muchos los estudios que tratan de medir y modificar los niveles de ira de los cuidadores. No obstante, el sentimiento de ira u hostilidad est presente en gran parte de los cuidadores por lo que conviene tener en cuenta este aspecto en las intervenciones que se lleven a cabo con ellos (Gallagher-Thompson et al., 2000). En nuestro contexto sociocultural, en nuestro pas, son muy escasas las intervenciones proporcionadas a los cuidadores de mayores dependientes y menos aun los estudios controlados de estas intervenciones. Las que se utilizan con ms frecuencia son los grupos de ayuda mutua y las intervenciones informativas. As mismo, la mayora de las intervenciones en nuestro contexto tienen un formato de aplicacin grupal. De hecho el movimiento asociacionista (Fundacin Alzheimer-Espaa, CEAFA, etc.) ha conseguido no solo sensibilizar a la opinin pblica sobre la problemtica de sus familiares, sino tambin ofrecer a los familiares interesados informacin sobre la enfermedad y grupos de referencia donde expresar su problemtica. En mucha menor medida ofrecen intervenciones psicoteraputicas individuales.
172
Parte Emprica
Por todo lo anterior parece necesario desarrollar programas metodolgicamente rigurosos, adaptados a las necesidades de los cuidadores, breves, con un formato preferentemente individual y una orientacin psicoteraputica, en los que se proporcionen estrategias eficaces y efectivas para el manejo del estrs que supone la situacin de cuidado. Unas estrategias que en funcin de las variables asociadas a la problemtica emocional de los cuidadores conviene que estn orientadas a fomentar un anlisis objetivo del problema que conduzca a la utilizacin de estrategias de afrontamiento centradas en el problema y que limite la utilizacin de estrategias de afrontamiento centradas en las emociones, que mejore las habilidades sociales (en concreto, saber pedir ayuda cuando se necesita y aprender a aceptar los apoyos que los dems les pueden ofrecer), que incremente el tiempo que el cuidador tiene para s mismo, y aumente su vida social, que ensee a controlar los niveles de activacin fisiolgica en situaciones de estrs y que mejore el autoconcepto de los cuidadores. Adems, dado que el estudio previo indica que no hay diferencias significativas en el malestar emocional de los cuidadores en funcin de atender a un familiar con demencia o con dependencia fsica pero sin deterioro cognitivo, el tratamiento puede estar dirigido a todos aquellos cuidadores que atiendan a sus familiares mayores dependientes. En consonancia con los modelos tericos de Pearlin et al. (1990) y de Schulz et al. (2000) resulta esencial trabajar la valoracin de las demandas y de las capacidades de los cuidadores para tratar de conseguir que las demandas ambientales o estresores causen los menores efectos negativos posibles. En este mismo sentido parece tambin importante ayudar a conseguir un apoyo social adecuado y unas estrategias de afrontamiento adaptativas.
Captulo 6
173
De esta manera se podr ofrecer un programa dirigido al mantenimiento y mejora del estado emocional de los cuidadores. Estos, tras una primera fase en la que necesitan obtener informacin sobre la situacin de sus mayores y la problemtica a ella asociada, necesitan recibir ayuda para manejar los sentimientos negativos, contradictorios y poco adaptativos que surgen en ellos, y as poder mantener un adecuado estado de salud y emocional. Algo que resulta crucial no slo para su propio bienestar sino tambin para el de los mayores a los que cuidan y para los que resultan tan necesarios. Adems, pese a los esfuerzos ya realizados, sigue siendo esencial seguir investigando la eficacia de los distintos tratamientos propuestos para ayudar a los cuidadores a manejar los problemas de estrs resultantes de su situacin (Zarit, 1989). 6.1 OBJETIVOS Se plantea como objetivo general de esta investigacin el proporcionar a los cuidadores principales de personas mayores dependientes estrategias eficaces y efectivas para el manejo del estrs que supone la situacin de cuidado; consiguiendo as una mejora significativa de su estado emocional y de su salud. Este objetivo se desglosa en los siguientes objetivos especficos: 1. Diseo de un programa de intervencin psicolgica para el manejo del estrs adaptado a las necesidades y circunstancias especficas de los cuidadores. 2. Aplicacin y evaluacin de la eficacia del programa de manejo del estrs: a. Frente a un grupo control de lista de espera.
174
Parte Emprica
b. Comparando
sus
aplicaciones
en
formato
de
Si ambos formatos de aplicacin producen cambios teraputicos. Si existen diferencias significativas en los efectos producidos por ambos formatos de aplicacin. 3. Evaluacin de la implementacin del programa de manejo del estrs, valorada a travs de: La satisfaccin de los cuidadores en cada uno de los formatos. Las tasas de rechazos, abandonos y cumplimiento de cada formato.
6.2 HIPTESIS Para analizar los objetivos de este estudio se propuso el contraste de las siguientes hiptesis: H1: Si el programa de manejo del estrs (formato cara a cara, formato de mnimo contacto teraputico) es ms eficaz que el no tratamiento, entonces: H1a: Habr modificaciones significativas de las variables que reflejan el estado emocional y fsico de los cuidadores (vv. dependientes). Esto es, se producirn en los participantes de los grupos de tratamiento en comparacin con los participantes del grupo control reducciones significativas en: H1a1: los niveles de ansiedad. H1a2: la sintomatologa depresiva. H1a3: los niveles de ira.
Captulo 6
175
H1a4: los niveles de malestar emocional segn los informantes. H1a5: los niveles de inadaptacin. H1a6: el consumo de psicofrmacos. H1a7: los pensamientos y la posibilidad de institucionalizacin. As mismo, se producirn en los participantes de los grupos de tratamiento en comparacin con los participantes del grupo control mejoras significativas en: H1a8: los niveles salud mental. H1a9: los niveles salud fsica. H1b: Habr modificaciones significativas de las variables mediadoras de la problemtica emocional y fsica de los cuidadores. Esto es, se producirn en los participantes de los grupos de tratamiento en comparacin con los participantes del grupo control reducciones significativas en: H1b1: los niveles de sobrecarga. As mismo, se producirn en los participantes de los grupos de tratamiento en comparacin con los participantes del grupo control mejoras significativas en: H1b2: las estrategias de afrontamiento. H1b3: los niveles de autocuidado y las visitas al mdico. H1b4: los niveles de apoyo social y de satisfaccin con dicho apoyo. H1b5: los niveles de autoestima.
176
Parte Emprica
H2: Si los dos formatos del programa de manejo del estrs (cara a cara y mnimo contacto teraputico) son eficaces, entonces: H2a: Habr una reduccin significativa de las variables dependientes en las evaluaciones postratamiento y seguimientos. En concreto se reducir: H2a1: los niveles de ansiedad. H2a2: la sintomatologa depresiva. H2a3: los niveles de ira. H2a4: los niveles de malestar emocional segn los informantes. H2a5: los niveles de inadaptacin. As mismo, se producirn en los participantes de los grupos de tratamiento mejoras significativas en: H2a6: los niveles de salud mental. H2a7: los niveles de salud fsica. H2b: Habr una reduccin significativa de las variables mediadoras en las evaluaciones postratamiento y seguimientos. En concreto se reducirn: H2b1: los niveles de sobrecarga. As mismo, se producirn en los participantes de los grupos de tratamiento mejoras significativas en: H2b2: las estrategias de afrontamiento. H2b3: los niveles de autocuidado y visitas al mdico. H2b4: los niveles de apoyo social y de satisfaccin con dicho apoyo. H2b5: los niveles de autoestima.
Captulo 6
177
H3: Si el tipo de formato de intervencin influye en los resultados, entonces: H3a: Habr diferencias significativas en los niveles de las variables dependientes en los participantes del formato ms eficaz. En concreto habr niveles inferiores de: H3a1: ansiedad. H3a2: sintomatologa depresiva. H3a3: ira. H3a4: malestar emocional segn los informantes. H3a5: inadaptacin. H3a6: consumo de psicofrmacos. H3a7: pensamientos y la posibilidad de institucionalizacin. As mismo, se encontrarn niveles superiores de: H3a8: salud mental. H3a9: salud fsica. H3b: Habr una diferencias significativas en las variables mediadoras en los participantes del formato ms eficaz. En concreto habr niveles inferiores de: H3b1: sobrecarga. As mismo, se producirn: H3b2: mejores estrategias de afrontamiento. H3b3: niveles: superiores de autocuidado y visitas al mdico. H3b4: niveles: superiores de apoyo social y satisfaccin con dicho apoyo. H3b5: niveles: superiores de autoestima.
178
Parte Emprica
H3c: Habr unos mejores niveles de implementacin en los participantes del formato ms eficaz. En concreto se producir un mayor grado de: H3c1: adherencia al tratamiento. H3c2: satisfaccin con el tratamiento.
7.1 PARTICIPANTES instituciones, que desarrollan programas dirigidos a personas mayores dependientes. Participaron en el estudio cuidadores relacionados con diversos Centros de Salud, Servicios Sociales Municipales y Asociaciones de Familiares11. La muestra estuvo constituida por cuidadores informales que cumplan los siguientes criterios de inclusin: Ser mayores de edad. Es decir tener ms de 18 aos. Cuidar a una persona mayor de 60 aos, moderada o gravemente dependiente. Estos niveles de dependencia venan determinados por puntuaciones iguales o superiores a 1 en el ndice de Katz (Katz et al., 1963 ). Convivir en el mismo domicilio con la persona cuidada. Ser los nicos o principales responsables del cuidado del enfermo. Llevar cuidando a la persona un mnimo de 6 meses. Presentar problemas emocionales, determinados por puntuaciones superiores a 9 en el BDI (Beck et al., 1979) o puntuaciones superiores a 7 en el HAD-A (Zigmond y Snaith, 1983).
11
En concreto la muestra estuvo compuesta por cuidadores procedentes de los Centros de Salud de Chopera (Alcobendas), Pacfico (Madrid), Ventura Rodrguez (Madrid), la Unidad de Memoria del Hospital Gregorio Maran (Madrid), los Servicios Sociales del Ayuntamiento de Pozuelo de Alarcn, la Concejala de la Mujer y del Mayor de Collado Villalba, as como de las asociaciones, AFA-Alcal de Henares, AFA-Pozuelo y AFALas Rozas.
180
Parte Emprica
Fueron excluidos del estudio cuidadores: con analfabetismo funcional. con deficiencia mental. con graves problemas auditivos y visuales. con deterioro cognitivo. con diagnstico de trastorno DSM-IV de adicciones, demencia, esquizofrenia y otros trastornos psicticos. que se encontraban participando de algn tipo de intervencin psicolgica individual o grupal. Se decidi incluir tan solo a cuidadores que presentaban problemas emocionales dado que el tratamiento estaba dirigido a superar esta problemtica y por tanto poda no ser del inters de aquellas personas que, cuidando a un familiar, no vean afectados su estado de nimo o sus niveles de ansiedad. Adems as se evitan posibles efectos de suelo a la hora de comprobar la eficacia de las intervenciones. Los puntos de corte de 9 para el BDI y de 7 para el HAD-A no son ciertamente muy restrictivos, pero son aquellos que indican la posible presencia de problemas emocionales (Beck, Steer y Garbin, 1988; Bjelland, Dahl, Haug y Neckelmann, 2002). Y no se debe olvidar que los cuidadores tienden a infraestimar sus problemas emocionales cuando cumplimentan cuestionarios de lpiz y papel, pues se ha comprobado que presentan menores niveles de sintomatologa cuando se utilizan este tipo de medidas que cuando son evaluados por entrevistadores entrenados empleando entrevistas diagnsticas (Gallagher et al., 1989). Se pretenda ayudar a todos los cuidadores que sufran un malestar emocional y no tanto a aquellos con un diagnstico preciso de trastornos de ansiedad o del estado de nimo.
Captulo 7
181
7.2 DISEO Diseo experimental multigrupo (3 grupos) con medidas repetidas (pre, post y seguimientos de 1, 3, 6 y 12 meses) para los grupos experimentales y (pre, postratamiento) para el grupo control. 7.2.1 Variable independiente La variable independiente es el programa de intervencin psicolgica. Este programa dirigido a cuidadores de personas mayores dependientes, con el objetivo de mejorar su estado emocional, asume tres niveles: Programa aplicado en formato de taller cara a cara. Programa aplicado en formato de mnimo contacto teraputico. Grupo control en lista de espera. 7.2.2 Variables dependientes Las variables dependientes: Ansiedad. Depresin. Rasgo y expresin de ira. Malestar emocional segn el informante. Salud mental y fsica. Inadaptacin. Tasas y probabilidad de institucionalizacin del enfermo, como ndice indirecto de la eficacia del tratamiento. Se mide a travs de: o Institucionalizacin.
182
Parte Emprica
o Posibilidad de institucionalizacin. o Pensamientos de institucionalizacin. Tasas de ingesta de psicofrmacos. Se mide a travs de: o Ingesta de psicofrmacos. o Tipos de psicofrmacos utilizados. o Frecuencia de uso. Adherencia al tratamiento. Se mide a travs de: o Abandono. o Cumplimiento de tareas. 7.2.3 Variables mediadoras: Parece que pueden mediar la mejora en las variables dependientes: Estrategias de afrontamiento. Conductas de autocuidado. Visitas al mdico durante el ltimo mes. Apoyo social y satisfaccin con el apoyo social Sobrecarga subjetiva. Autoestima. 7.2.4 Variables extraas o contaminadoras Como posibles variables contaminadoras se consideraron la asignacin de los participantes a las distintas condiciones experimentales y de control, el terapeuta que llevaba acabo las intervenciones, as como caractersticas sociodemogrficas del cuidador, caractersticas de la persona cuidada y variables relacionadas con la situacin de cuidado. A continuacin se describen los procedimientos utilizados para controlar cada una de ellas.
Captulo 7
183
Los sujetos de los dos formatos del programa de manejo del estrs (cara a cara y mnimo contacto teraputico) y los del grupo control en lista de espera fueron asignados a esas tres condiciones posibles mediante aleatorizacin. Para esto se utiliz el programa informtico Randomization.com (http://www.randomization.com). En una primera aleatorizacin se asign a los profesionales que estaban en contacto con los cuidadores (trabajadores sociales, enfermeras, mdicos, psiclogos) al grupo de mnimo contacto teraputico o al grupo cara a cara. As, si un profesional era asignado al grupo cara a cara tan solo poda ofrecer este tipo de formato de tratamiento a los cuidadores y si por el contrario era asignado al grupo de mnimo contacto nicamente poda ofrecer este tipo de intervencin. En una segunda aleatorizacin se asign a los cuidadores que haban aceptado participar en el estudio en el grupo de tratamiento inmediato o en el grupo de lista de espera. La ideacin suicida era criterio de exclusin de los pacientes aleatorizados al grupo de mnimo contacto teraputico. Esto mismo ocurre en programas de biblioterapia donde no parece tico tratar a pacientes con riesgo de suicidio en programas de escaso o nulo contacto con un terapeuta (Cuijpers, 1997; Jamison y Scogin, 1995; Woody, McLean, Taylor y Koch, 1999).
7.2.4.2 Terapeuta
Se control por constancia. As, la evaluacin de lnea base, el tratamiento y los seguimientos de todos los participantes en la investigacin fueron llevados a cabo por el autor de la presente tesis doctoral.
184
Parte Emprica
Pudieran ser variables contaminadoras las distintas caractersticas relacionadas tanto con la persona que cuida (i.e. edad, gnero, estado civil, nivel de educacin, situacin laboral y centro de procedencia), como caractersticas de la persona cuidada (i.e. edad, gnero, deterioro cognitivo, enfermedades diagnosticadas y nivel de dependencia). Adems, pudieran ser variables contaminadoras elementos relacionados con la situacin de cuidado (i.e., meses como cuidador, horas dedicadas a cuidar, parentesco, nmero de personas a las que cuida, colectivos de los que recibe ayuda, servicios de ayuda formal utilizados, relacin afectiva con el familiar y razones para ser cuidador). Para evitar que estas variables se distribuyesen de manera significativamente diversa se realiz una asignacin aleatoria de los participantes a las distintas condiciones experimentales y de control. Pero en caso de que la aleatorizacin no evitase la presencia de diferencias significativas estas se controlarn en los anlisis de resultados. 7.3 MATERIALES E INSTRUMENTOS 7.3.1 Materiales de evaluacin La evaluacin de los cuidadores se produjo a travs de tres medios diferentes: entrevista con el cuidador, batera de autoinformes cumplimentados por los participantes y valoracin por parte de personas que conocan bien al cuidador (vase anexo 1). Por consiguiente, se recoge informacin en los distintos momentos de medida tanto de manera autoaplicada como heteroaplicada, siendo ms numerosos los datos aportados por el propio cuidador a travs de diversos autoinformes.
Captulo 7
185
7.3.1.1 Entrevista
Se dise una entrevista especficamente para este estudio. Fue aplicada de manera individual por parte del terapeuta. Se pretenda obtener informacin sobre la inclusin o no de los cuidadores en la investigacin, as como datos sociodemogrficos del cuidador y de la persona cuidada, historia previa y actual de cuidados, dependencia y deterioro cognitivo del mayor, apoyo social, deseo de institucionalizacin y consumo de psicofrmacos. Como muy acertadamente indican Mittelman et al. (1997) aunque las evaluaciones incluyen instrumentos estructurados, conviene llevar a cabo las diversas entrevistas teniendo en cuenta que resulta vital escuchar cuidadosamente los problemas de los cuidadores. Dentro del formato de entrevista se incluyeron diversas pruebas de evaluacin que se aplicaron en el orden siguiente:
7.3.1.1.1 Cuestionario de variables sociodemogrficas y de historia de cuidado
Se realiz un cuestionario de diseo propio para la evaluacin de las variables sociodemogrficas y de historia de cuidado, teniendo en cuenta los datos obtenidos por la literatura cientfica y tomando como referencia la encuesta sobre la ayuda informal a las personas mayores del Centro de Investigaciones Sociolgicas, Estudio 2117 (IMSERSO, 1995). En el cuestionario se realizaron preguntas sobre:
a. Caractersticas sociodemogrficas del cuidador: edad, gnero,
estado civil, nivel educativo, situacin laboral, vinculacin a asociacin de familiares y centro de referencia.
b. Caractersticas de las personas mayores atendidas: edad, gnero
186
Parte Emprica
parentesco, nmero de personas cuidadas, tipo de cuidador (nico versus principal), utilizacin de servicios de ayuda formal e informal, relacin afectiva con el mayor y razones para ser cuidador.
d. Variables mediadoras: autocuidados y visitas al mdico durante
el ltimo mes.
e. Variables
dependientes:
ingesta
de
psicofrmacos,
Es un instrumento diseado por un equipo multidisciplinario para la valoracin de las actividades bsicas de la vida diaria, aquellas que suponen el autocuidado e independencia de movimientos y que en definitiva permiten vivir de forma independiente, sin la ayuda de otros. Consta de 6 tems, con 3 posibles respuestas, que permiten clasificar la mayor o menor dependencia de los sujetos en funcin de sus capacidades de bao, vestirse, movilidad, aseo, continencia y alimentacin. La limitacin en uno o dos tems indica una dependencia moderada, mientras que la limitacin en tres o ms tems es considerada como severa (Aggarwal et al., 2000; Lpez, Crespo, Lpez-Arrieta et al., 2004). En este estudio se utiliz la versin espaola del instrumento que realiz Cruz (1991). El ndice de Katz ha sido recomendado por varios organismos, entre ellos la National Institute of Neurological and Communicative Disorders and Stroke (NINCDS) y Alzheimer's Disease and Related Disorders Association (ADRDA) por presentar validez de contenido y de constructo, adems de una consistencia interna satisfactoria (alfa de Cronbach 0,86) y adecuada
Captulo 7
187
fiabilidad interobservador: Kappa 0,39-0,84 (Alberca y Lpez-Pousa, 1998; lvarez et al., 1992).
7.3.1.1.3 Escala de la Cruz Roja de incapacidad mental (CRM) (Guilln y Garca, 1972)
La CRM, elaborada en el servicio de geriatra del Hospital Central de la Cruz Roja de Madrid, es probablemente una de las escalas ms difundidas en nuestro medio para la valoracin del deterioro cognitivo. Sometida recientemente a una revisin de sus cualidades psicomtricas (Regalado, Valero, Gonzlez y Salgado 1997), reafirma su utilidad en la gradacin sencilla y rpida del nivel de deterioro cognitivo. Es un instrumento simple y que requiere poco tiempo para su administracin. Mide el deterioro cognitivo del paciente en una escala de 0 (totalmente normal) a 5 (Vida vegetativa con o sin agresividad). Las puntuaciones mayores o iguales a 2 indican deterioro cognitivo. La especificidad de esta escala es de 0,91 y su sensibilidad de 0,90.
7.3.1.1.4 Versin del Cuestionario de apoyo social de Saranson (Social Support Questionaire, Short Form-Revised, SSQSR) (Saranson et al.,1987)
El principal propsito de este instrumento es medir la disponibilidad y satisfaccin del apoyo social. Este cuestionario de 12 tems considera tanto el nmero de personas proveedoras de apoyo, como la satisfaccin con el apoyo recibido por parte de estas personas. En el presente estudio se utiliz la versin espaola que aparece en el trabajo de Saranson (1999), basada en el cuestionario de 12 tems que este mismo autor dise para poblacin anglosajona (Saranson et al., 1987). De ella se seleccionaron 6 tems para el presente estudio, al comprobar en una investigacin previa (Lpez, Crespo, Arinero, Gmez y Lpez-Arrieta, 2004) que estos tems explicaban suficiente cantidad de las varianzas de cantidad de apoyos y de la satisfaccin con dichos apoyos.
188
Parte Emprica
En su formato abreviado presenta una consistencia interna de entre 0,90 y 0,93 tanto para el nmero total de apoyos, como para la satisfaccin con el apoyo. La fiabilidad test-retest es de 0,90 para el apoyo percibido y 0,83 para la satisfaccin con el apoyo (Lemos, 1996; Saranson et al., 1987). La comparacin del SSQSR con diferentes escalas de depresin y ansiedad ha dado lugar a coeficientes de correlacin negativos. As, la escala de apoyos percibidos presenta una correlacin de -0,29 con la puntuacin en el BDI (Beck et al., 1979) y de -0,38 con la del STAI (Spielberger et al., 1970), mientras que la escala de satisfaccin con el apoyo presenta unas correlaciones de -0,47 y -0,55 con las puntuaciones en el BDI y el STAI respectivamente (Saranson et al., 1987).
7.3.1.2 Batera de instrumentos de autoinforme
7.3.1.2.1 Escala de autoestima (Rosenberg 1965)
Este instrumento tiene por objeto evaluar el sentimiento de satisfaccin que una persona tiene consigo misma y la relacin entre la autoimagen real e ideal. Esta escala de 10 tems es la ms utilizada para evaluar autoestima global en el contexto clnico. La facilidad en su administracin, la economa de tiempo y su validez, son elementos que han contribuido a su amplio uso (Arinero, Crespo, Lpez y Gmez, 2004; Pastor, Navarro, Toms y Oliver, 1997). Se utiliz la versin espaola de Echeburua y Corral (1998). El rango de puntuaciones oscila entre 10 y 40 puntos, siendo mayor la autoestima cuanto mayor es la puntuacin alcanzada. Segn la investigacin de Ward (1977) un punto de corte para poblacin adulta se puede establecer en 29. Este valor discrimina entre niveles de alta y baja autoestima.
Captulo 7
189
Este instrumento ha constituido con frecuencia el criterio estndar de evaluacin y convergencia en el desarrollo de otras escalas de autoestima. Presenta unas buenas caractersticas psicomtricas. Su consistencia interna es de 0,83-0,81 (Arinero et al., 2004; Pastor et al., 1997) y su validez discriminante es adecuada; as, por ejemplo, la escala refleja una correlacin negativa y significativa con la escala rasgo del STAI (-0,70) (Moreno-Jimnez, 1997) y con el BDI (-0,35) (Arinero et al., 2004).
7.3.1.2.2 Subescala de ansiedad de la Escala hospitalaria de ansiedad y depresin (Hospital Anxiety and Depression Scale, HAD) (Zigmond y Snaith, 1983)
Esta escala ha sido diseada para detectar la presencia de ansiedad en un mbito, el hospitalario, en el que ciertas conductas como la prdida de peso, la falta de apetito o los problemas de sueo pueden venir determinados por enfermedades preferentemente fsicas. En el caso de los cuidadores, en parte personas mayores, se corre el riesgo de confundir sintomatologa fsica con problemas de ansiedad. Por ello pareci adecuada la eleccin de la subescala de ansiedad de la HAD para evaluar la muestra de este estudio. Adems, es un instrumento muy breve, consta de 7 tems, de sencilla cumplimentacin y fcilmente comprensibles. En la presente investigacin se utiliz la versin espaola de Caro e Ibez (1992). Ha sido utilizada en nuestro pas en distintos trabajos (Rodrguez, Pastor, Lpez, Garca y Snchez, 1989) y se han obtenido unas adecuadas propiedades psicomtricas (Caro e Ibez, 1992; Cuevas, Garca-Estrada y Gonzlez, 1995; Tejero, Guimera, Farr y Peri, 1986). En el estudio de Tejero et al. (1986) se obtuvo un coeficiente alfa de 0,81 y una validez convergente satisfactoria, pues correlaciona alta y positivamente (0,71) con la escala estado del STAI (Spielberger et al., 1970). En el estudio de Cuevas et al. (1995) los pacientes diagnosticados por un profesional con un trastorno del estado de nimo,
190
Parte Emprica
obtuvieron puntuaciones significativamente mayores en la escala de depresin que en la de ansiedad, mientras que los pacientes diagnosticados con un trastorno de ansiedad obtuvieron puntuaciones significativamente mayores en la escala de ansiedad que en la de depresin. En una reciente revisin de 747 estudios en los que se utiliza el HAD A (Bjelland, Dahl, Haug y Neckelmann, 2002) se comprueba que el alfa de Cronbach es, como media, de 0,83, y que con un punto de corte de 8 la sensibilidad y especificidad de la subescala es de 0,80. No obstante, habitualmente se ha considerado que las puntuaciones inferiores a 8 indican ausencia de problemas de ansiedad, entre 8 y 10 ansiedad probable y puntuaciones superiores a 10 indicativas de posibles trastornos de ansiedad (Cuevas et al., 1995; Tejero et al., 1986). Aunque la escala est dirigida a evaluar pacientes hospitalizados, la adaptacin a la muestra de este estudio no parece excesivamente complicada, ni problemtica. A pesar de la palabra hospital que figura en su denominacin, el HAD-A puede tambin ser utilizado en el trabajo comunitario (Cuevas et al., 1995; Bjelland et al., 2002).
7.3.1.2.3 Inventario de depresin de Beck (Beck Depression Inventory, BDI) (Beck et al., 1979)
EL BDI es el cuestionario ms utilizado para medir depresin. Evala la sintomatologa depresiva durante la ltima semana. Con sus 21 tems, cada uno de los cuales est compuesto por cuatro manifestaciones graduadas cuantitativamente, correspondientes a grados crecientes de intensidad del sntoma, permite apreciar el nivel global de depresin y los cambios globales a lo largo del tiempo. En la revisin de Beck, Steer y Garbin (1988) sobre sus propiedades psicomtricas con muestras clnicas y subclnicas desde el ao 1961 a 1986 se propone que una puntuacin total en el inventario de entre 0 y 9 indica
Captulo 7
191
ausencia de depresin, entre 10 y 18 depresin leve, entre 19 y 29 depresin moderada y entre 30 y 63 depresin grave. Estos mismos puntos de corte para las distintas categoras de gravedad de la depresin son las propuestas por Beck y Steer (1993) en el ltimo manual publicado del BDI. Tiene la ventaja de contar con versiones adaptadas a la poblacin espaola. Se ha elegido para el presente estudio la adaptacin de Vzquez y Sanz (1991). Sus ndices psicomtricos son adecuados. Presenta una fiabilidad test-retest que oscila entre 0,60 y 0,72. La consistencia interna es de 0,83 con muestra subclnica (Sanz y Vzquez, 1998) y de 0,90 con pacientes hospitalizados con diversos trastornos psicopatolgicos (Vzquez y Sanz, 1999). Su validez discriminante, es notable; correlaciona de modo bajo con evaluaciones clnicas de ansiedad. Los datos de la validez convergente son bastante satisfactorios, pues son positivos, relativamente altos y similares a los obtenidos en otros mbitos culturales. Al correlacionar las puntuaciones obtenidas en el BDI con las puntuaciones obtenidas en la Escala autoaplicada para la Depresin de Zung (Zung, 1965), se obtienen datos que oscilan entre 0,68 y 0,89 para dos subgrupos diferentes de la muestra total (Sanz y Vzquez, 1998). El BDI aplicado a una muestra de cuidadores ha mostrado una sensibilidad del 70% y una especificidad del 79% para un punto de corte de 9/10 (depresin leve); y una sensibilidad del 42% y una especificidad del 93% para un punto de corte de 16/17 (depresin moderada o grave). Se observa que la sensibilidad disminuye cuando tenemos un punto de corte alto (Gallagher et al., 1989). Algo similar ocurre en poblacin con trastornos psicolgicos, donde la sensibilidad es del 95% y la especificidad del 38% para un punto de corte de 9/10; mientras que la sensibilidad es del 75% y la especificidad del 71% para un punto de corte de 18/19 (Vzquez y Sanz,
192
Parte Emprica
1999). Por lo tanto puntuaciones superiores a 18 parecen ser indicadoras de posibles trastornos de depresin.
7.3.1.2.4 Escalas rasgo y expresin de ira del Inventario de manifestacin de la ira rasgo- estado (State-Trait Anger Expression Inventory, STAXI, Spielberger, 1999)
La escala rasgo consta de 10 tems relacionados con la ira-rasgo (disposicin individual para sentir ira habitualmente). Asimismo el STAXI cuenta con cuatro escalas de expresin de ira de 6 tems cada una, relacionadas con la forma de la expresin de la ira (expresin interna, expresin externa, control interno y control externo de la ira). La escala de expresin externa de la ira mide la frecuencia con que los sentimientos de ira son expresados verbalmente o mediante conductas agresivas fsicas, mientras que la escala de expresin interna de ira evala la frecuencia con la que los sentimientos de ira son experimentados pero no expresados y, por tanto, refrenados. La escala de control externo de la ira mide la frecuencia con la que la persona controla la expresin de los sentimientos de ira evitando su manifestacin hacia personas u objetos del entorno y la escala de control interno de ira evala la frecuencia con la que la persona intenta controlar sus sentimientos de ira mediante el sosiego y la moderacin. El ndice de expresin de ira es un ndice general de expresin de ira que se obtiene a partir de las puntuaciones en las anteriores escalas. Para el presente estudio se utiliza la escala rasgo y las escalas de expresin de ira del inventario que han adaptado para poblacin espaola Miguel-Tobal et al. (2001), pues se considera que son las medidas que estn ms en consonancia con los otros instrumentos con los que se est evaluando el malestar emocional en los cuidadores (i.e. BDI, HAD-A). No se utiliz la escala estado de ira al no resultar de inters los sentimientos de ira del cuidador en el momento de la evaluacin (medidos por la escala estado),
Captulo 7
193
sino aquellos presentes en la vida cotidiana (medidos por la escala rasgo y las escalas de expresin de ira). El rango del coeficiente alfa obtenido en distintas muestras oscila entre 0,81 y 0,92 para la escala rasgo, y entre 0,73 y 0,84 para el conjunto de escalas de expresin de ira (Miguel-Tobal, Casado, Cano-Vindel y Spielberger, 1997; Garca, Martn y Roa, 1998). La fiabilidad test-retest para la escala rasgo es de 0,80 y los estudios sobre la validez (Garca et al., 1998) indican que esta escala presenta una correlacin de 0,43 con el Buss-Durkee Hostility Inventory (Buss y Durkee, 1957) y de 0,73 con la Cook-Medley Hostility Scale (Cook y Medley, 1954). Las mujeres muestran mayor rasgo de ira y mayor expresin de esta (Miguel-Tobal et al., 2001). Esto tiene una importancia en el presente estudio, donde la mayora de los cuidadores son de gnero femenino. Sin embargo, se debe indicar, que tanto mujeres como hombres, tienden a expresar su ira cuando son criticados o tratados descortsmente por otras personas (Garca et al., 1998).
7.3.1.2.5 Cuestionario de salud SF-12 (12-Item Short-Form Health Survey) (Ware, Kosinski y Keller, 1996)
El Cuestionario de Salud SF-12 es la versin reducida del Cuestionario de Salud SF-36 (Ware y Sherbourne, 1992). En dos escalas, con puntuaciones que oscilan de 0 a 100, se mide la salud fsica y la salud mental. Puntuaciones altas indican una mejor valoracin del propio estado de salud por parte del sujeto, siendo para poblacin adulta unas buenas puntuaciones todas aquellas que se encuentren por encima de 50 (Gandek et al., 1998). Sus 12 tems recogen una valoracin personal de la salud; el grado en que la salud limita las actividades fsicas tales como el subir escaleras o el realizar esfuerzos moderados, el tiempo que el sujeto se ha encontrado calmado y
194
Parte Emprica
tranquilo, lleno de energa, desanimado y triste y, por ltimo, el grado en que la salud fsica, los problemas emocionales y el dolor interfieren en el trabajo, actividades sociales y actividades cotidianas. Se utiliz la versin del Instituto Municipal de Investigacin Mdica, validada para poblacin espaola (Gandek et al., 1998). Los componentes fsicos del SF-12 muestran una fiabilidad testretest de 0,89 y una validez de 0,67, mientras que los componentes mentales muestran una fiabilidad test-retest de 0,76 y una validez de 0,97 (Ware et al., 1996)
7.3.1.2.6 Escala de la carga del cuidador (Caregiver Burden Interview, CBI) (Zarit et al., 1980)
Es un instrumento autoaplicado del que existen varias versiones. La nica que ha sido adaptada para nuestro medio (Martn et al., 1996), la ms extendida de todas ellas, y que es la utilizada en este estudio, consta de 22 tems. Cada tem se punta en un gradiente de frecuencia que va desde 1 (no presente) a 5 (casi siempre). En ellos, el cuidador refleja en qu medida la atencin del paciente altera su bienestar fsico, psicolgico, econmico y social, de tal manera que afecta a sus actividades de ocio, relaciones sociales, amistades, intimidad y libertad. Segn el estudio de Martn et al. (1996), con un punto de corte de 46/47, que diferenciaba entre no sobrecarga y sobrecarga leve, se obtuvo una especificidad de 84,4% y una sensibilidad: 85,1%. Con un punto de corte de 55/56, que diferenciaba entre sobrecarga leve y sobrecarga intensa, se obtuvo una especificidad de 93,3% y una sensibilidad de 93,3%. La fiabilidad testretest es de 0,86 y la escala arroja una consistencia interna satisfactoria, con un coeficiente alfa de Cronbach de 0,91. Se decidi incluir este instrumento en la batera de evaluacin por ser el ms difundido, mostrar una adecuada validez y fiabilidad, y , sobre todo, por ser el nico adaptado a poblacin espaola, cuando se sabe que
Captulo 7
195
los factores que actan sobre la carga pueden sufrir importantes diferencias culturales.
7.3.1.2.7 Cuestionario COPE abreviado (Brief-COPE Inventory) (Carver, 1997)
Es un instrumento autoaplicado de 28 tems cuyo objetivo es evaluar cmo responden las personas cuando se enfrentan a acontecimientos difciles o estresantes. En el presente estudio se aplic en su versin situacional, refirindose a las estrategias utilizadas para hacer frente a los problemas originados en el cuidado de su ser querido (Crespo y Lpez, 2003). Las estrategias incluidas son: autodistraccin, afrontamiento activo, negacin, consumo de alcohol y drogas, bsqueda de apoyo social emocional, bsqueda de apoyo social instrumental, desconexin conductual, desahogo, reinterpretacin positiva, planificacin, humor, aceptacin, religin y autoculpabilizacin. De todas ellas, pueden considerarse estrategias de afrontamiento evitativas la autodistraccin, la negacin, el consumo de alcohol y drogas y la desconexin conductual. Mientras que las restantes suponen un afrontamiento activo de los problemas. Las caractersticas psicomtricas del COPE Abreviado parecen adecuadas. La fiabilidad interna de todas sus escalas es adecuada (>0,50 para todas las escalas y >0,60 para todas a excepcin de aceptacin, negacin y desahogo) (Carver, 1997). No se dispone de datos psicomtricos del COPE Abreviado para poblacin espaola. No obstante, la versin original de 60 tems (Carver, Scheier y Weintraub, 1989) presentaba una buena consistencia interna (>0,60) para todas las escalas excepto dos (actividades distractoras y evasin) en poblacin espaola. Por otro lado, su fiabilidad test-retest para siete semanas presenta valores que oscilan entre 0,34 y 0,96 (Crespo y Cruzado, 1997).
196
Parte Emprica
Si en poblacin hispana estadounidense los factores de esta escala resultan 12 en lugar de 14 (Perczek, Carver, Price y Pozo-Kanderman, 2000) (desapareciendo la diferenciacin entre apoyo social emocional e instrumental, as como la escala de autoculpabilizacin), en cuidadores de mayores dependientes se ha observado que el COPE abreviado puede agruparse en tres factores de afrontamiento: centrado en las emociones, centrado en el problema y bsqueda de trascendencia (Lpez, Crespo, Arinero et al., 2004). Estos tres tipos de afrontamientos sern los tenidos en cuenta en el presente estudio.
7.3.1.2.8 Escala de inadaptacin (Echeburua, Corral y Fernndez-Montalvo 2000)
Escala breve de seis tems que evala el grado de inadaptacin a la vida cotidiana. Es decir, el grado (0-nada, 5-muchsimo) en el que los problemas actuales del sujeto afectan a su trabajo, vida social, tiempo libre, relacin de pareja, vida familiar, y a su vida normal en general. Mayores puntuaciones indican mayor grado de afectacin o inadaptacin en los distintos mbitos de la vida diaria. Validada con poblacin espaola clnica y normativa, y sensible al cambio teraputico, muestra una adecuada consistencia interna con un alfa de Cronbach de 0,94. Con un punto de corte de 12, que diferenciaba entre adaptacin e inadaptacin, se obtuvo una especificidad del 86% y una sensibilidad del 100%. Mientras que para cada una de las seis subescalas un punto de corte de 2 implicaba una eficacia diagnstica igual o superior al 90% (Echeburua et al., 2000).
7.3.1.2.9 Cuestionario de satisfaccin con el tratamiento (Client Satisfaction Questionnaire-8 items, CSQ-8)(Larsen, Atkinson, Hargreaves y Nguyen 1979)
Escala de 8 tems que trata de evaluar la percepcin que el paciente tiene del tratamiento recibido una vez que este ha concluido. Ha sido la
Captulo 7
197
escala estandarizada ms utilizada para valorar la satisfaccin con los servicios recibidos por los pacientes, es de fcil comprensin y de rpida contestacin. Puntuaciones ms altas indican un mayor grado de satisfaccin con el tratamiento. Se utiliz, nicamente en el postratamiento, con pequeas modificaciones, la versin que Roberts y Attkinson (1983) realizaron para poblacin hispana. Con unas adecuadas propiedades psicomtricas, su consistencia interna oscila entre 0,86 y 0,94. Como prueba de su validez concurrente se ha comprobado que presenta altas correlaciones con la percepcin global que los pacientes tienen de la mejora de su sintomatologa y con las valoraciones de los terapeutas sobre los progresos de sus pacientes. As mismo el CSQ-8 correlaciona negativamente con la probabilidad de abandonar el tratamiento y con el haber recibido otros tratamientos con anterioridad. Es decir, los ms satisfechos abandonan con mayor dificultad los tratamientos y quienes han participado de tratamientos previos muestran una menor satisfaccin con el tratamiento actual (Lunnen y Ogles, 1998; Roberts y Attkinson, 1983).
7.3.1.2.10 Listado de frases incompletas de valoracin del tratamiento (Diseo propio)
Es un listado de 10 frases incompletas, mediante las cuales los cuidadores valoran de manera cualitativa el tratamiento recibido en el momento en que este finaliza. Se pretende que los participantes evalen en el postratamiento los distintos componentes de los programas, as como el programa de intervencin en general mediante las siguientes cuestiones: La prctica de la respiracin me ha ayudado en... Incrementar actividades agradables ha sido... Las tcnicas cognitivas (debate de pensamientos y bsqueda de solucin de problemas) me han ayudado a...... Tratar de dirigirse a los dems asertivamente ha sido...
198
Parte Emprica
A lo largo de este tratamiento he aprendido... Me gustara haber practicado ms... Creo que lo que ms me ha ayudado ha sido... Puedo mejorar en... Lo que ms me ha gustado ha sido... Lo que menos me ha gustado ha sido... Los resultados obtenidos a travs de este listado fueron analizados por dos evaluadores ciegos e independientes. La media del ndice de acuerdo kappa fue de 0,70 por lo que se puede afirmar que existe una fiabilidad interjueces aceptable (Johnson y Bolstad, 1973, Landis y Koch, 1977).
7.3.1.3 Escala de informacin de personas prximas (Diseo propio)
Es el nico instrumento de evaluacin que no cumplimenta el propio cuidador o el entrevistador, sino una persona que conoce bien al participante y con la que tiene suficiente confianza. Aunque obtener informacin de personas prximas al cuidador no es habitual en los estudios de tratamiento de cuidadores aporta una valoracin complementaria y valiosa de la evolucin de estos (Bourgeois et al., 2002; Bourgeois, Beach et al., 1996). Se trata de una escala tipo Likert de 10 tems con una gradacin de 1 a 10 para evaluar el desnimo, irritacin, ansiedad, sobrecarga, ocio, autocuidado, afrontamiento y evitacin de los problemas, asertividad y estado global de los cuidadores tal y como son percibidos por una persona prxima (a la cual se la denominar informante). Presenta 3 subescalas: estado emocional segn el informante, autocuidado segn el informante y habilidades de afrontamiento segn el informante. Puntuaciones ms altas indican un peor estado del cuidador. Tiene una consistencia interna de 0,86 para el total de la escala, y 0,92, 0,86 y 0,61 para cada una de las tres
Captulo 7
199
subescalas. La subescala de estado emocional presenta correlaciones significativas con el BDI (0,51), HAD-A (0,54) y la escala de sobrecarga de Zarit (0,34). 7.3.2 Material utilizado en el tratamiento Se elabor un contrato teraputico con el fin de consolidar la relacin teraputica, en el que se especificaba la periodicidad de los encuentros, la confidencialidad de los datos y el compromiso por parte de terapeuta y paciente a asistir regular y activamente a las sesiones. En el formato cara a cara, al finalizar cada sesin, se ofreca a los pacientes un material didctico que resuma de las ideas discutidas ese da y se entregaban los autorregistros a rellenar en casa antes de la prxima sesin. En el formato de mnimo contacto teraputico se le ofreca el material didctico de la sesin, as como los materiales y autorregistros que deban trabajar en casa antes del siguiente encuentro. A lo largo del proceso de intervencin, tanto en sesin como en casa, los participantes en el programa de control del estrs, deban cumplimentar una serie de autorregistros (vase anexo 2): Autorregistro de control de respiracin: Diario de respiracin. Autorregistros de actividades gratificantes: Listado de actividades agradables; Actividades semanales agradables ms importantes; Seguimiento semanal de actividades agradables y del estado de nimo. Registro mensual de actividades agradables y estado de nimo Autorregistro de situaciones problemticas Autorregistro de solucin de problemas
200
Parte Emprica
Autorregistro ABC: El Modelo Situacin-PensamientosConsecuencias: Diario de pensamientos Autorregistro ABCD El Modelo Situacin-PensamientosConsecuencias-Discusin: Diario de pensamientos completo Autorregistro asertividad. Se elabor tambin una cinta de audio, que se grab especficamente para esta investigacin, en la que se ofrecan las instrucciones precisas para la realizacin de los tres ejercicios propuestos de control de la activacin (y que se puede encontrar en el CD que acompaa a la presente tesis doctoral). As los participantes al iniciarse en la prctica de la respiracin tan solo tenan que escuchar el ejercicio grabado para practicarlo en su casa. 7.4 PROCEDIMIENTO 7.4.1 Prueba piloto del programa de tratamiento Una vez diseado el tratamiento y elaborados los materiales e instrumentos se realiz un estudio piloto (n= 4, 2 formato cara a cara y 2 formato de mnimo contacto teraputico) para ver el funcionamiento de los dos formatos de intervencin de control de estrs. As mismo se consult a un grupo de expertos bien en situaciones de estrs, bien en cuidadores de mayores dependientes. Recogiendo las sugerencias e indicaciones surgidas tanto en el estudio piloto como de la consulta de expertos se revisaron los tratamientos elegidos, modificando la asignacin de tareas en ciertas sesiones, el diseo de algunos autorregistros y el tiempo estimado de ejecucin de ciertas actividades. Las principales modificaciones en la evaluacin fueron las de incluir el cuestionario COPE en la batera de autoinformes, as como un tem sobre de comunicacin asertiva: Prctica de
Captulo 7
201
la percepcin de autocuidado de los cuidadores. Se ofreci a los cuidadores del formato de mnimo contacto el material de trabajo en una carpeta de anillas donde se le entregaban nicamente los materiales a trabajar en casa hasta la siguiente sesin en lugar de ofrecerle un libro con todos los materiales al inicio del tratamiento. Tambin se simplificaron el entrenamiento en solucin de problemas y comunicacin asertiva, al reducir parte de los ejercicios de estas dos tcnicas de intervencin que se pretendan realizar en sesin. Se ampli el tiempo dedicado a la reestructuracin cognitiva. Por ltimo, se decidi asignar como tarea para casa parte de los ejercicios de mejora de la autoestima que inicialmente estaban diseados para ser realizados en sesin. 7.4.2 Captacin de los participantes en el estudio Se contact con profesionales vinculados a diversas asociaciones e instituciones, que desarrollan programas dirigidos a personas mayores dependientes. Participaron en el estudio profesionales (i.e. enfermeras, mdicos, trabajadores sociales y psiclogos) procedentes de Centros de Salud, Servicios Sociales Municipales y Asociaciones de Familiares que captaron a cuidadores interesados en participar en el estudio. Estos profesionales eran quienes ofrecan la intervencin a los cuidadores con los que estaban en contacto y que a su juicio presentaban una cierta problemtica emocional. Una vez que el sujeto aceptaba participar en el programa se entraba en contacto con l para concertar un primer encuentro. En funcin de la aleatorizacin previa, este encuentro constitua la primera sesin de tratamiento o una evaluacin previa en lista de espera. En cualquier caso en esta sesin terminaba de comprobarse que el sujeto cumpla los criterios de inclusin en el programa de tratamiento, especialmente si presentaba
202
Parte Emprica
problemas emocionales (determinados a travs de puntuaciones superiores a 9 en el BDI o superiores a 7 en el HAD-A). No se disponen de datos de todos los cuidadores que rechazaron el ofrecimiento de los profesionales de participar en el presente estudio, pero se tiene constancia de que no formaron parte del estudio al rechazar el tratamiento o cumplir alguno de los criterios de exclusin, 32 sujetos por: Motivo N de sujetos 4 2 1 5 2 1 4 7 2 4
No convivir con el familiar en el mismo domicilio No ser el nico o principal responsable del cuidado del enfermo No presentar problemas emocionales (no cumple BDI>9 o HAD-A>7) Analfabetismo funcional En tratamiento psicolgico individual o grupal. Problemas de salud propios. Empeoramiento de la salud del mayor Falta de tiempo Falta de una persona con la que dejar al familiar mayor No querer participar por distintos motivos12
TOTAL 32 De los 91 sujetos que aceptaron inicialmente participar en el estudio, cinco no pudieron ser tratados conforme al protocolo de intervencin diseado para la presente tesis doctoral por imposibilidad de completar todas las sesiones de tratamiento en su centro de referencia. No
12
Por ejemplo los cuidadores refieren a los profesionales que: No le gusta hablar del problema porque recordarlo le hace sentir peor Tiene dificultades para desplazarse hasta la asociacin a la que pertenece Vive muy lejos del centro de referencia.
Captulo 7
203
obstante se decidi por motivos ticos ofrecer un tratamiento a estos cuidadores que se encontraban en lista de espera. As sus datos tan solo se incorporaron a los anlisis de grupo de lista de espera. Son estos cinco cuidadores los que hace que en ocasiones la muestra total est constituida por 91 cuidadores y en otras por 86. Fueron 86 cuidadores a los que se les pudieron ofrecer los dos formatos de intervencin conforme al diseo previsto, 42 en el formato cara a cara y 44 en el de mnimo contacto teraputico (vase figura 7.1.).
Evaluaciones 91
Intervenciones protocolizadas 86
Intervenciones no protocolizadas 5
Cara a Cara 42
Mnimo Contacto 44
Finalizan estudio 37
Abandonos 4
Rechazos 1
Finalizan estudio 41
Abandonos 1
Rechazos 2
Lista
No
Lista
No
Lista espera 1
Lista
No
Lista espera 1
Lista espera 2
Lista espera 5
espera Lista 13 28
Cuando se tiene en cuenta el grupo control, los 91 cuidadores se distribuyen de la siguiente manera: 24 en el grupo cara a cara, 28 en el de mnimo contacto y 39 en el de lista de espera. De estos 39 cuidadores del grupo control, 17 se incorporaron al formato cara a cara tras la lista de espera, 14 lo hicieron al formato de mnimo contacto, 3 rechazaron
204
Parte Emprica
incorporarse al tratamiento (1 al formato cara a cara y 2 al de mnimo contacto) y, como ya se ha comentado, 5 fueron tratados por motivos ticos con un diseo temporal distinto al protocolo de intervencin. 7.4.3 Evaluacin pretratamiento El terapeuta que aplicaba las intervenciones, y que por lo tanto no era ciego al tipo de intervencin, llev a cabo las distintas evaluaciones pretratamiento. No obstante la mayora de las medidas se obtenan a travs de autoinformes cumplimentados por el propio cuidador, y de esta manera estaban mucho menos sujetas a los sesgos del entrevistador que las medidas obtenidas a travs de entrevistas. Adems la investigacin previa ha demostrado que en un estudio aleatorizado incluso cuando los entrevistadores son ciegos a las condiciones de los entrevistados, el 86% de ellos puede establecer con bastante precisin si los sujetos entrevistados han recibido o no psicoterapia (Carroll, Rounsaville y Nich 1994). Adems hay que tener en cuenta que los instrumentos de evaluacin de lpiz y papel estn poco sujetos a la influencia del entrevistador (Silliman et al., 1990) y que las evaluaciones realizadas por los mismos profesionales que van a llevar a cabo las intervenciones son vistas positivamente por los cuidadores (Mittelman, Roth, Coon y Haley, 2004). Tras una breve presentacin del terapeuta y de las condiciones experimentales: confidencialidad, duracin, formato, lugar... se proceda a la evaluacin pretratamiento. Durante cincuenta minutos se llevaba a cabo la entrevista y se aplicaban las pruebas de autoinforme en el orden reseado anteriormente, constituyendo la mayor parte de la primera sesin de tratamiento en el caso de las condiciones experimentales, y la sesin en lista de espera en esa condicin de control. Cuando los participantes no podan cumplimentar todos los autoinformes se les encomendaba la realizacin de
Captulo 7
205
estos en casa tan pronto como fuese posible y en todo caso antes de que transcurriese una semana desde ese primer encuentro. Con estos datos se aplicaban los criterios de inclusin y en caso de no cumplirlos se remita a los sujetos a las instituciones oportunas en coordinacin con los profesionales por quienes haban sido derivados para su evaluacin. Generalmente se ofreca informacin de grupos de autoayuda y asociaciones de familiares de enfermos. 7.4.4 Tratamiento La intervencin en todas las condiciones experimentales se prolongaba a lo largo de dos meses. Pero el nmero de contactos con el terapeuta no era idntico, oscilando entre tres encuentros en el caso del mnimo contacto teraputico y ocho en el caso de el formato cara a cara. En la intervencin en formato de mnimo contacto teraputico se realizaban 3 sesiones individuales de 90 minutos de duracin, con un intervalo de cuatro semanas entre una y otra sesin. As mismo se establecan 3 contactos telefnicos de unos 10 minutos de duracin, uno entre la segunda y la tercera semana, otro antes de la cuarta semana y el ltimo entre la sexta y la sptima semana. En la intervencin en formato cara a cara se producan 8 sesiones semanales individuales de 60 minutos de duracin. Las tablas 7.1 y 7.2. muestran un resumen de los distintos programas de intervencin y en el anexo 3 se presenta el manual de tratamiento de las dos condiciones experimentales.
206
Parte Emprica Tabla 7.1. Resumen del programa de tratamiento cara a cara
Contenido
Comprendiendo la tensin del cuidador. Psicoeducacin y control de la activacin Revisin de tareas. Establecimiento de un contrato teraputico. Explicacin de las distintas causas de tensin en el cuidador. Entrenamiento en control de la respiracin. Explicacin de los derechos del cuidador. Resumen de la sesin. Tareas: Ejercitar y registrar el control de la respiracin. Incremento de actividades placenteras (I) Revisin de tareas. Identificando nuestro estado de nimo. Explicacin de los factores que influyen en nuestro estado de nimo. Incremento de actividades gratificantes. Entrenamiento en control de la respiracin. Resumen de la sesin. Tareas: Ejercitar y registrar el control de la respiracin. Registro conjunto de estado de nimo y actividades agradables Elaboracin de listado de situaciones problemticas Incremento de actividades placenteras (II) y Solucin de problemas (I) Revisin de tareas. Nuevas actividades agradables. Solucin de problemas. Control de la respiracin. Resumen de la sesin. Tareas: Ejercitar y registrar el control de la respiracin Registro conjunto de estado de nimo y actividades agradables Prctica de la solucin de problemas del problema abordado en sesin y planteamiento de solucin de un nuevo problema El modelo Situacin, Pensamiento, y Consecuencias (S-P-C). Revisin de tareas. Nuevas actividades agradables. Explicacin del modelo SPC. Control de la respiracin. Resumen de la sesin. Tareas: Completar registros S-P-C. Ejercitar y registrar el control de la respiracin. Ejercitar el incremento de actividades placenteras
2 (60 minutos)
3 (60 minutos)
4 (60 minutos)
5 (60 minutos)
207
6 (60 minutos)
7 (60 minutos)
208
N Sesin y duracin
Contenido Comprendiendo la tensin del cuidador. Psicoeducacin y control de la activacin Revisin de tareas. Establecimiento de un contrato teraputico. Explicacin de las distintas causas de tensin en el cuidador. Explicacin de los derechos del cuidador. Identificando nuestro estado de nimo. Explicacin de los factores que influyen en nuestro estado de nimo. Entrenamiento en control de la respiracin. Resumen de la sesin. Tareas: Ejercitar y registrar el control de la respiracin. Contacto telefnico entre ambas sesiones Incremento de actividades placenteras (I)
Revisin de tareas. Incremento de actividades gratificantes. Entrenamiento en control de la respiracin. Resumen de la sesin. Tareas: Ejercitar y registrar el control de la respiracin Registro conjunto de estado de nimo y actividades agradables Elaboracin de listado de situaciones problemticas Contacto telefnico entre ambas sesiones Incremento de actividades placenteras (II) y Solucin de problemas (I) Revisin de tareas. Nuevas actividades agradables. Solucin de problemas. Control de la respiracin. Resumen de la sesin. Tareas: Ejercitar y registrar el control de la respiracin Registro conjunto de estado de nimo y actividades agradables Prctica de la solucin de problemas de problemas Repaso del incremento de actividades placenteras. y control de la activacin. Introduccin a la Reevaluacin cognitiva y comunicacin asertiva Revisin de tareas. Reevaluacin cognitiva. Entrenamiento en asertividad. Resumen de la sesin. Tareas: Completar registros S-P-C. Ejercitar y registrar el control de la respiracin. Ejercitar el incremento de actividades placenteras
209
Repaso de la reestructuracin cognitiva, prctica de la asertividad y mejora de la autoestima. 8 (90 minutos) CON TERAPEUTA Repaso global y prevencin de problemas futuros. Evaluacin final. Revisin de tareas. Repaso de habilidades aprendidas y prevencin de problemas futuros. Evaluacin del tratamiento. Cumplimentacin de entrevista y cuestionarios
7.4.5 Evaluacin postratamiento Tras las intervenciones (i.e. control del estrs en formato cara a cara o de mnimo contacto teraputico) se proceda a evaluar a los participantes de las distintas modalidades teraputicas con la misma entrevista pretratamiento, a excepcin de las preguntas explicitas relativas al tiempo que lleva desempeando el rol de cuidador, diagnstico del familiar, gnero y edad del familiar, parentesco, edad, estado civil y nivel de estudios del propio cuidador, tipo de convivencia con el familiar y relacin afectiva previa.
210
Parte Emprica
Tambin se volvieron a cumplimentar las valoraciones de las personas prximas que conocan bien a los cuidadores y los autoinformes del pretratamiento, a los que se aadan el autoinforme de satisfaccin con el tratamiento CSQ-8 y el listado de frases incompletas. En el caso del grupo control se proceda a una segunda evaluacin similar a la descrita para los grupos experimentales con la nica excepcin de que no cumplimentaban los instrumentos de satisfaccin con el tratamiento pues no proceda preguntar a estos cuidadores por su satisfaccin con un tratamiento que todava no haban comenzado a recibir. 7.4.6 Seguimiento Las intervenciones con cuidadores pueden requerir de un cierto tiempo antes de que los resultados sean evidentes. Incorporando tan solo medidas pre y postratamiento no se ofrece tiempo suficiente a los cuidadores para interiorizar los contenidos de las intervenciones y poner suficientemente en prctica las habilidades aprendidas (Cooke et al., 2001; Pusey y Richards, 2001; Srensen et al., 2002). Por todo lo anterior, se realizaron mediciones repetidas de seguimientos al cabo de 1, 3, 6 y 12 meses. En las evaluaciones de seguimiento de 1 y 3 meses, se procedi a la cumplimentacin nicamente del BDI y del HAD-A. Garantizando de esta manera un seguimiento de la problemtica emocional de los participantes. En las evaluaciones de seguimiento de 6 y 12 meses se evaluaba a los participantes con la misma entrevista del postratamiento, la misma valoracin de su estado a travs de una persona que conoca bien al cuidador, as como mediante los siguientes autoinformes cumplimentados por los cuidadores: Escala de Autoestima de Rosenberg (versin espaola Echeburua y Corral, 1988).
Captulo 7
211
Subescala de Ansiedad (HAD-A) (versin espaola Caro e Ibez, 1992). Inventario de Depresin de Beck (BDI) (versin espaola Vzquez y Sanz, 1991). Escalas de Rasgo y Expresin de Ira del STAXI-2 (versin espaola Miguel-Tobal et al., 2001). Cuestionario de Salud fsica y mental SF-12 (versin espaola Gandek et al., 1998). Escala de la Carga del cuidador de Zarit (versin espaola Martn et al., 1996). COPE Abreviado (versin espaola Crespo y Lpez, 2003). Escala de inadaptacin (Echeburua et al., 2000) 7.5 ANLISIS DE DATOS Los datos perdidos, siempre y cuando no superasen el 15% del total del autoinforme, se reemplazaron por los datos obtenidos por esos mismos sujetos en la medida inmediatamente anterior. As mismo se realiz un anlisis por intencin de tratar de manera que se incluyeron en los anlisis de eficacia de la intervencin a todos los cuidadores que iniciaron los tratamientos. Es decir todo sujeto que inicia el tratamiento se incluye en los anlisis. As, en el caso de los abandonos se mantienen en el postratamiento y seguimientos todos los datos de su ltimo momento de medida registrado. Se mantienen los valores del pretratamiento cuando los cuidadores abandonan sin concluir el tratamiento y del ltimo seguimiento cuando abandonan una vez concluido el tratamiento (Kazdin, 1998). La prctica habitual entre los investigadores con cuidadores informales que utilizan el anlisis por intencin de tratar es menos conservadora ya que incluyen nicamente los datos de quienes han
212
Parte Emprica
terminado los tratamientos (Burgio et al, 2003, Gitlin et al., 2001; Hbert et al., 1994; van den Heuvel et al., 2000) o de quienes han asistido al menos al 75% de las sesiones de tratamiento (Mohide et al., 1990). Por otro lado, la aplicacin de la intencin de tratar no puede, sin embargo, evitar que aquellos participantes de la lista de espera que dejaron sin cumplimentar alguno de los autoinformes en el primer momento de medida tengan esos datos como valores perdidos. Se realizaron dos anlisis de la homogeneidad de los grupos: uno teniendo en cuenta los dos grupos experimentales y otro considerando tanto los grupos experimentales como el grupo control. En el anlisis de la homogeneidad de los dos grupos experimentales el grupo cara a cara estaba compuesto por 42 cuidadores y el de mnimo contacto por 44. Pero al comprobar la homogeneidad de los dos grupos experimentales y el grupo control en lista de espera se excluyeron de los grupos experimentales aquellos cuidadores que haban sido previamente asignados a la condicin de lista de espera. As, en este segundo anlisis de homogeneidad, el grupo cara a cara estaba compuesto por 24 cuidadores, el de mnimo contacto por 28 y el de lista de espera por 39. Se estudi la homogeneidad de las dos muestras de intervencin (formato cara a cara y mnimo contacto teraputico) en las caractersticas sociodemogrficas del cuidador y de la persona cuidada, en las caractersticas relacionadas con el cuidado, en las variables mediadoras y dependientes, mediante pruebas de 2 en el caso de las variables cualitativas y ANOVAs de medidas independientes cuando se trataba de variables cuantitativas. Teniendo en este ltimo caso en cuenta la normalidad de los datos mediante las pruebas de Kolmogorov-Smirnov y Shapiro-Wilk y la homogeneidad de las varianzas mediante la prueba de Levene.
Captulo 7
213
Este mismo anlisis de homogeneidad se realiz para los tres grupos del presente estudio, es decir los dos grupos experimentales (formato cara a cara y mnimo contacto) y el grupo control. Para determinar la eficacia del tratamiento se analiz si el tratamiento consigue mejores efectos que el grupo control en lista de espera, si los participantes mejoraban a lo largo del tiempo, y por ltimo si existan diferencias en funcin del formato de tratamiento. Con el objetivo de determinar si el tratamiento es mejor que el grupo control, tratando as de comprobar si es mejor el tratamiento que el mero paso del tiempo, se realizaron en el caso de las variables cuantitativas ANOVAs y ANCOVAs de un factor (tipo de intervencin) de cada una de las puntuaciones en el postratamiento de las variables mediadoras y dependientes continuas. Utilizando en las ANCOVAs como covarianza el valor de la evaluacin pretratamiento. En el caso de las ANOVAs, para los anlisis post-hoc se utiliz la prueba DMS en los casos que se cumpla la igualdad de varianzas y Games-Howel cuando no se cumpla. Mientras que en el caso de encontrarse diferencias significativas en las ANCOVAs, se analizaban los grupos dos a dos mediante unas nuevas ANCOVAs. Con el mismo objetivo de determinar si algn tipo de tratamiento es mejor que el grupo control en las variables cualitativas se realizaron pruebas de 2 en este segundo momento de medida. En segundo lugar y para determinar si los participantes de las intervenciones mejoraban a lo largo del tiempo se compararon en las variables dependientes y mediadoras las diferencias entre la lnea base y el segundo momento de medida de las tres condiciones de tratamiento (formato cara a cara, mnimo contacto teraputico y lista de espera) mediante ANOVAs de medidas repetidas en un diseo mixto con un factor intergrupo (tres niveles) y un factor intrasujeto (dos niveles).
214
Parte Emprica
As mismo, se realiz un ANOVA de dos factores con medidas repetidas para cada una de las variables mediadoras y dependientes, teniendo un factor intergrupo (dos niveles: grupo cara a cara y mnimo contacto) y un factor intrasujeto. El factor intrasujeto constaba de seis niveles para las variables ansiedad y depresin y de cuatro niveles para el resto de las variables analizadas. Se comprob el supuesto la esfericidad mediante la prueba de Mauchly. Para cada una de las ANOVAs con medidas repetidas se calcularon las diferencias intergrupos e intrasujeto, as como el efecto de la interaccin del tiempo y el tipo de tratamiento. En todas las ocasiones se utiliz la correccin de Bonferroni para comparaciones mltiples y cuando no se cumpla el supuesto de esfericidad se utilizaba la correccin de Huynh-Feldt. Como el objetivo evaluar si hay diferencias a lo largo del tiempo se prestaba atencin a las diferencias intrasujeto. En tercer lugar, y para comprobar si existen diferencias en funcin del formato de tratamiento se atenda a las diferencias intergrupos y a las interacciones entre tiempo y tipo de tratamiento obtenidas en las distintas ANOVAs de medidas repetidas efectuadas. As mismo se realizaron ANCOVAs de un factor (tipo de intervencin) de cada una de las variables mediadoras y dependientes continuas, utilizando como covarianza el valor de la evaluacin pretratamiento, para los distintos momentos de evaluacin postratamiento y seguimientos. Con este mismo objetivo se realizaron pruebas de 2 en los distintos momentos de medida para ver la diferencia en la institucionalizacin de los mayores de los dos grupos de tratamiento, as como en el deseo de institucionalizacin, tipos de psicofrmacos utilizados y frecuencia de uso de los mismos.
Captulo 7
215
Para valorar la adherencia al tratamiento se realizaron pruebas de 2 entre los dos grupos observando las diferencias en los abandonos durante algn momento del programa. Con este mismo objetivo se analizaron las posibles diferencias intergrupos en el cumplimiento de las tareas mediante un ANOVA de un factor. Tratando de analizar la significacin clnica de los dos formatos de intervencin se realizaron pruebas de 2 considerando quienes presentan o no problemas de adaptacin (Escala de adaptacin de Echeburua>12), posible trastorno de ansiedad (HAD>10) o posible caso de depresin (BDI>18) en los distintos momentos de medida. As mismo se calcul el riesgo relativo de presentar problemas de un grupo experimental en comparacin con el otro en los distintos momentos de medida. Adems se calcularon las proporciones relacionadas de McNemar con el objetivo de comprobar si el porcentaje de problemas es el mismo o diferente en el pretratamiento y los distintos momentos posteriores de medida. Un nuevo anlisis de la eficacia diferencial de los dos formatos de intervencin se llev a cabo a travs del clculo del tamao de efecto de las principales variables dependientes analizadas, esto es, ansiedad, depresin e inadaptacin. Por ltimo se realiz un anlisis de la satisfaccin de los cuidadores con el programa de intervencin en sus dos formatos diferentes a travs de un ANOVA de un factor para la satisfaccin con la intervencin (CSQ-8), as como de los anlisis cualitativos de los cuidadores realizados por dos evaluadores ciegos.
216
Parte Emprica
RESULTADOS.
8.1 DESCRIPCIN DE LA MUESTRA 8.1.1 Variables sociodemogrficas Tal y como puede observarse en la tabla 8.1., la mayora de los cuidadores que participaron en el estudio son mujeres (89,5%), estn casados (74,4%), no trabajan fuera del hogar (52,2%) (i.e. son amas de casa, jubilados o en paro), tienen estudios de segundo grado, primer ciclo (29,1%) (i.e. hasta los 14 aos) y su edad oscila entre los 29 y los 80 aos (M= 53,30, DT= 11,31), siendo las personas de edad media (41-60 aos) el principal grupo de cuidadores (60,2%).
Tabla 8.1. Variables sociodemogrficas de la muestra
Programa cara a cara (n=42) Edad Edad M (DT) Rango (%) 9,5% 28,6% 42,9% 7,1% 11,9% 7,1% 92,9% (%) 16,7 73,8 2,4 7,1 11,4 75,0 2,3 11,4 2 3=0,850 15,9% 31,8% 29,5% 11,4% 11,4% 13,6% 86,4% 2 1= 0,967 2 4= 2,233 53,5 (11,12) 29-78 Programa de mnimo contacto teraputico (n=44) 53,11 (11,63) 35-80 F (1, 84)= 0,025 F(gl) / 2 (gl)
Menos de 40 aos Entre 41 y 50 aos Entre 51 y 60 aos Entre 61 y 70 aos Entre 71 y 80 aos Gnero Varn Mujer Estado civil Soltero/a Casado/a Viudo/a Divorciado/a o Separado/a (%)
218
Parte Emprica
La mayor parte de los cuidadores (53,5%) proceden de los centros de salud de Chopera y Ventura Rodrguez (reas de salud V y VI de la Comunidad de Madrid respectivamente), as como de la Asociacin de Familiares de enfermos de Alzheimer de Alcal de Henares. Aunque un 45,4% de los cuidadores tienen alguna vinculacin con asociaciones de
Captulo 8
219
familiares, ninguno de ellos se encuentra en tratamiento individual o grupal en el momento del presente estudio, ni en la asociacin ni fuera de ella, tal y como exigen los criterios de inclusin. Se trata ms bien de cuidadores que cuando estn vinculados a alguna de las asociaciones de referencia tienen una mnima relacin con ellas. 8.1.2 Caractersticas de las personas mayores dependientes atendidas. Como puede apreciarse en la tabla 8.2., la poblacin receptora de la ayuda informal tiene una edad media de 77,59 aos (DT= 8,35), con un rango que va de los 60 a los 95 aos, siendo el grupo de mayores que se encuentra en la dcada de los 70 aos quienes constituyen casi la mitad de las personas cuidadas (48,8%). Las mujeres no slo predominan muy ampliamente entre la poblacin que presta ayuda informal, sino tambin entre quienes la reciben (69,8%).
Tabla 8.2. Caractersticas de las personas mayores dependientes atendidas
Programa cara a cara (n=42) Edad M (DT) Rango Programa de mnimo contacto teraputico (n=44) F (1, 84)= 0,207 F(gl) / 2 (gl)
78,95 (8,73) 60-95 76,30 (7,84) 60-91 11,9 42,9 35,7 9,5 31,0 69,0 73,8 18,2 54,5 22,7 4,5 29,5 70,5 86,4
Rangos de edad (%) De 60 a 69 aos De 70 a 79 aos De 80 a 89 aos Ms de 90 aos Gnero (%) Varn Mujer Presencia de deterioro cognitivo (%) 2 1=0,020 2 5=2,135 2 3=3,171
220
Parte Emprica
** p<0,01
La mayora de las personas que reciben los cuidados de sus familiares tienen una dependencia severa (67,4%). La incidencia de necesidad de asistencia es especialmente importante en dos reas: la limpieza corporal y el hecho de vestirse. nicamente un 7,7% de las personas cuidadas no
Captulo 8
221
necesita ninguna ayuda ni de supervisin en la ducha o bao y tan solo un 11% se viste sin necesidad de ningn tipo de asistencia. El resto de los mayores necesitan de algn tipo de supervisin, direccin o ayuda personal a la hora de baarse, ducharse o vestirse (vase figura 8.1.). Son muchas menos las personas que necesitan ayuda para levantarse de la cama o de una silla, o para alimentarse. Prcticamente la mitad de los mayores atendidos por los cuidadores de la muestra (49,5%), se alimentan solos, sin necesitar ayuda siquiera para cortar la carne, y se levantan por sus propios medios. Pero no debe olvidarse que un 48,4% de los mayores s que necesitan ayuda o supervisin para entrar y salir de la cama, el 14,1% reciben ayuda en la alimentacin, un 33,1% es incontinente o la supervisin le ayuda a controlar, y un 11% ya no va al aseo para la eliminacin de heces.
ALIMENTACION Necesita ayuda para alimentarse Recibe ayuda para cortar la carne Se alimenta solo, sin ayuda CONTROL DE ESFINTERES La supervisin (e.g. paales) le ayuda a controlar Tiene accidentes de forma ocasional Controla los esfnteres por completo LEVANTARSE No sale de la cama Entra y sale de la cama con ayuda Se levanta de la cama o la silla sin ayuda IR AL ASEO No va al aseo para la eliminacin de heces Recibe ayuda para ir al servicio o limpiarse Va al aseo y se limpia solo VESTIRSE Recibe ayuda para coger la ropa o vestirse Recibe ayuda para atarse los cordones Coge la ropa y se viste sin ayuda LAVADO Y DUCHA Recibe ayuda para ms de una parte corporal Recibe ayuda en una parte de su cuerpo No recibe ayuda en el bao
10
20
30
40
50
60
70
80
90
100
La dependencia fsica se ve en numerosas ocasiones complicada por el deterioro cognitivo de los mayores. De hecho un 57,1% de las personas cuidadas padecen Alzheimer como enfermedad principal, y las demencias en
222
Parte Emprica
general afectan al 80,2% de la muestra. Pero el deterioro cognitivo en numerosas ocasiones (33,7%) es muy leve, generando una desorientacin en el tiempo en el mayor, que mantiene una conversacin posible, pero no perfecta. Con todo, nicamente un 19,8% de los mayores se encuentran totalmente normales a nivel cognitivo o muestran una ligera desorientacin en el tiempo, siendo en estos casos algn tipo de enfermedad fsica la causante de su dependencia. 8.1.3 Caractersticas generales de la situacin de cuidado Como puede observarse en la tabla 8.3., cuidar a un mayor dependiente es una tarea que requiere una gran dedicacin. As los cuidadores dedican una media de 97,82 horas semanales (DT= 60,75), es decir unas 14 horas diarias. Ciertamente un 20,9% de la muestra atienden al familiar un nmero reducido de horas (entre 1 y 28 semanales, que equivalen a no ms de 4 horas diarias), pero es importante destacar que la mayora de los cuidadores (58%) dedican ms de 8 horas al da, ms de una jornada laboral habitual, a cuidar a sus familiares. Incluso gran parte de los cuidadores (37,2%) atienden al familiar prcticamente todas las horas del da y de la noche (entre 18 y 24 diarias). Esta situacin altamente demandante no es nueva para los cuidadores, ya que llevan desempeando su rol una media de unos 66 meses (DT= 77,17), es decir 5 aos y medio. De hecho, un 20,9% de los cuidadores llevan cuidando a sus familiares 8 aos o ms y tan solo 12,8% de todos ellos han atendido al mayor dependiente entre 6 y 12 meses. La mayora de los cuidadores nicamente atienden a un familiar pero no debe olvidarse que una tercera parte de ellos (36%) tienen que cuidar a ms de una persona, con lo que la situacin puede volverse an ms estresante.
223
2 7= 5,768
2 5= 5,837
2 4= 5,007
2 1= 0,004
224
Parte Emprica
Captulo 8
225
Los cuidadores son principalmente hijos de las personas mayores dependientes (62,85%), aunque en numerosas ocasiones (30,2%) los mayores son atendidos por sus parejas. Probablemente ser cuidador es aun ms difcil cuando no se cuenta con ayudas de otras personas o instituciones. Esto ocurre en porcentajes importantes de los cuidadores pues una cuarta parte de ellos (26,7%) perciben que no tienen ningn tipo de ayuda informal (i.e. familiares, amigos o vecinos) y casi la mitad (47,7%) no reciben ayuda formal (i.e. centro de da, ayuda a domicilio, estancia temporal en residencia o telealarma). Y en ocasiones la situacin es aun peor ya que un 18,5% de los cuidadores se perciben como la nica persona que atiende a su familiar mayor dependiente, es decir, sin ayuda de ningn tipo, ni formal, ni informal. Quienes s que cuentan con ayuda de otros, la reciben principalmente de sus familiares (59,3%) en el caso de la ayuda informal, y de algn tipo de ayuda a domicilio (45,3%) en el caso de la ayuda formal. Resulta esperanzador comprobar que un porcentaje importante de cuidadores (45,3%) considera que su relacin con el mayor era de gran intimidad y afecto antes de necesitar de su ayuda y supervisin. Y en la mayora de los casos (64%) la relacin no cambia tras tener que cuidarle. Esto facilita sin duda la tarea a desempear por parte de los cuidadores. Pero no debe olvidarse que ms de una cuarta parte de ellos considera que su relacin era problemtica o cuando menos distante y fra antes de cuidar al mayor, y que en un 20,9% de las ocasiones la relacin con el mayor se ha deteriorado despus de que comenzasen los cuidados. De hecho, tan solo en un 15,1% de los casos la relacin entre cuidador y persona cuidada ha mejorado desde que uno atiende al otro. Aunque la atencin del mayor se asume por diversos motivos, el 48,8% de los cuidadores asisten a sus familiares por iniciativa propia y el
226
Parte Emprica
40,7% consideran que esa es su obligacin. Por consiguiente, parece que los cuidadores desempean su rol tanto porque ellos as lo desean, como por el hecho de sentirse obligados moralmente o de otra manera a atender a su familiar. 8.1.4 Variables mediadoras Ciertamente la situacin de los cuidadores no es ni simple, ni fcil, pero hay varios elementos que pueden contribuir a que esta tenga un mayor o menor impacto. As resultan de suma importancia las estrategias de afrontamiento que se adoptan. La investigacin previa con cuidadores ha mostrado que son tres los tipos de afrontamiento que utilizan: centrado en las emociones, centrado en los problemas y bsqueda de trascendencia (Lpez, Crespo, Arinero et al., 2004). Tal y como puede observarse en la tabla 8.4., segn los propios cuidadores con frecuencia tratan de encontrar consuelo en sus creencias espirituales o afrontan el problema con estrategias centradas en dicho problema (i.e. planificando, aceptando lo sucedido, buscando apoyo social, etc.). En menor medida utilizan estrategias centradas en las emociones (i.e. negando los problemas, ventilando sus emociones, autoculpabilizndose, etc.).
Tabla 8.4. Variables mediadoras
Programa cara a cara Estrategias de afrontamiento segn el cuidador M (DT) Afrontamiento centrado en los problemas Afrontamiento centrado en las emociones Bsqueda de trascendencia Estrategias de afrontamiento activas segn el informante M (DT) 10,87 (5,06) 13,34 (6,15) F (1, 78)= 3,819 2,46 (0,58) 1,82 (0,44) 2,97 (0,72) 2,36 (0,58) 1,64 (0,46) 2,77 (0,64) F (1, 84)= 2,476 F (1, 83)= 3,114 F (1, 84)= 1,706 Programa de mnimo contacto teraputico F(gl) / 2 (gl)
227
2 3= 5,821
F (1, 84)= 2,346 F (1, 84)= 0,111 F (1, 84)= 0,269 F (1, 84)= 0,961 F (1, 84)= 0,330
M (DT)
Sin embargo, segn los informantes, personas con las que tienen confianza y que conocen bien a los cuidadores, no utilizan demasiado estrategias de afrontamiento activas cuando tienen dificultades. Es decir, a su juicio cuando se les presentan problemas en la vida cotidiana podran hacerlos frente con mayor frecuencia, as como evitarlos menos de lo que lo hacen. Los cuidadores no se cuidan en exceso a ellos mismos ni segn la apreciacin de los informantes ni segn de su propio criterio. De hecho, ninguno de ellos considera que se cuida demasiado, tan solo un 3,5% que se cuida bastante y no alcanza ni siquiera una cuarta parte de los cuidadores quienes perciben que se cuidan lo suficiente. Un 45,9% de ellos considera que se cuida poco, menos de lo que debera, e incluso un 27,1% cree que no
228
Parte Emprica
se cuida nada en absoluto. Un indicador ms de esta falta de autocuidado es que la media de visitas al mdico por parte de los cuidadores para tratar sus propios problemas de salud no alcanza la visita por mes. Probablemente necesitaran acudir al mdico para sus propios problemas de salud, pero de hecho no lo hacen. Adems, aunque los cuidadores se encuentren moderadamente satisfechos con la ayuda social que reciben (M= 12,12, DT=3,68), lo cierto es que la cantidad de ayuda recibida es ms bien escasa (M=5,95, DT=4,47). Tienen una modesta consideracin de s mismos, pues la media de su autoestima es de 28,64, que se sita justo por debajo del punto de corte de 29 propuesto por Ward (1977). La percepcin de
10% 12%
sobrecarga es muy elevada, pues en la Escala de la carga del cuidador la puntuacin media de sobrecarga es de 65,5 (DT=13,2) lo cual informa de niveles de sobrecarga intensa en los participantes de este estudio. En
Ausencia de sobrecarga Sobrecarga intensa 78%
Sobrecarga leve
un anlisis ms pormenorizado se observa que un 90% de los cuidadores experimentan importantes pensamientos de sentirse sobrecargados (vase figura 8.2.). 8.1.5 Variables dependientes Tal y como requeran los criterios de inclusin, todos los participantes presentan problemas emocionales y fsicos de diversa ndole. De hecho, tal y como se observa en la tabla 8.5., tanto la media de ansiedad
Captulo 8
229
como de depresin de los cuidadores se encuentran por encima de los puntos de corte que indican la presencia de estos problemas emocionales.
Tabla 8.5. Variables dependientes
Programa cara a cara Ansiedad Depresin M (DT) M (DT) 12,36 (4,95) 17,14 (9,14) 21,74 (5,85) 30,48 (10,62) 31,51 (9,63) 35,61 (12,06) 7,93 (1,22) 16,38 (6,16) 18,72 (21,82) 61,9% -26,2% 52,4% 42,9% 19% 38,1% Programa de mnimo contacto teraputico 11,57 (4,26) 13,68 (7,93) 19,20 (5,21) 29,29 (9,19) 31,54 (9,29) 37,53 (11,82) 9,69 (1,46) 17,59 (6,62) 10,69 (12,13) 47,7% 2,3% 13,6% 40,9% 36,4% 11,4% 52,3% F (1, 84)= 0,630 F (1, 84)= 3,528 F (1, 84)= 4,506 F (1, 84)= 0,305 F (1, 84)= 0,001 F (1, 84)= 0,556 F (1, 84)= 2,461 F (1, 84)= 0,768 F (1, 32)= 1,699 2 1= 1,743 2 1= 0,966 2 1= 2,135 2 1= 1,137 2 2= 2,021 F(gl) / 2 (gl)
Rasgo de ira * M (DT) ndice de expresin de ira M (DT) Malestar emocional segn el informante M (DT) Salud mental Salud fsica Inadaptacin M (DT) M (DT) M (DT)
Dosis diaria de psicofrmacos consumidos M (DT) Ingesta de psicofrmacos (%) Tipo Neurolpticos Antidepresivos Ansiolticos Frecuencia Diaria Ocasionalmente Nunca Pensamientos de institucionalizar al mayor (%) Nunca Alguna vez Con mucha frecuencia
2 2= 2,043
230
Parte Emprica
problemas del estado de nimo (vase figura 8.3). Aunque tan solo un 6% del total de cuidadores
35%
alcancen el rango ms extremo de la depresin, lo cierto es que si aadimos el 29% de cuidadores con
depresin moderada, quedan por encima del punto de corte que parece indicar posibles problemas clnicos del estado de nimo ms de un tercio del conjunto de la muestra. Algo similar ocurre en el caso de los problemas de ansiedad donde ms de tres cuartas partes del total de cuidadores padece esta problemtica. Gran parte de los cuidadores se sienten tensos e inquietos en numerosas ocasiones (vase figura 8.4).
Captulo 8
231
15%
85%
Tanto que un 46,5% de los cuidadores consumen algn tipo de ansioltico. La mayora de ellos consumen diariamente bromazepam, lorazepam o algn otro tipo de benzodiacepina. Son as mismo muchos los cuidadores (19,8%) que consumen algn tipo de medicamento antidepresivo, generalmente inhibidores de la recaptacin de la serotonina. Quienes toman algn tipo de psicofrmacos (54,7%), lo suelen hacer diariamente (39,5% del total de cuidadores) e ingieren una media 14,94 miligramos diarios. Este porcentaje se encuentra muy por encima del consumo de la poblacin general espaola (12%) (de la Cruz et al., 2001) e incluso por encima del consumo detectado por otros estudios realizados con poblacin cuidadora (19-28%) (George y Gwyter, 1986; Grafstrm et al., 1992; Valls et al., 1998). Los cuidadores no parecen experimentar sentimientos de ira de una manera importante. Tampoco expresan estos sentimientos de manera especialmente evidente cuando se encuentran airados. De hecho, sus puntuaciones en ira rasgo o en el ndice de expresin de ira no difieren sustancialmente de los encontrados en poblacin espaola general. La puntuacin media de rasgo de ira equivale a un centil 55 y la del ndice de expresin de ira a un centil 50 (Miguel-Tobal et al., 2001).
232
Parte Emprica
Siguiendo con otros aspectos en los que los cuidadores se encuentran bien, o por lo menos no parecen estar especialmente afectados, conviene indicar que los informantes no perciben que los cuidadores, a los que ellos conocen bien, se encuentren demasiado mal a nivel emocional. De hecho sealan una puntuacin promedio de malestar emocional de los cuidadores de 31,52 (DT=9,39) en un rango de 1 a 50. Y los mismos cuidadores no perciben que su salud fsica est muy afectada, ya que la puntuacin media del SF-12 en la salud fsica (M= 50,39, DT=8,95) es prcticamente igual a las puntuaciones media de la poblacin general espaola (M= 49,9, DT=9). Pero pese a esta aparente fortaleza, s que se encuentran peor que la mayora de los espaoles cuando se les pide que evalen su salud mental. As, mientras la media general de la salud mental es de 51,8 (DT=9), los cuidadores tan slo presentan una media de 36,59 (DT=11,9) (Gandek et al., 1998). Tal es su problemtica que no resulta extrao detectar que su vida cotidiana se encuentra afectada. As la puntuacin media en la escala de inadaptacin (M=17, DT= 6,39) se encuentra bastante por encima del punto de corte de 12 que indica problemas en la vida cotidiana. Las reas que se ven ms afectadas por los diversos problemas de los cuidadores son en este orden el tiempo libre, la vida social y la relacin de pareja (vase figura 8.5.). Es bastante comprensible que unos cuidadores que dedican a sus familiares gran parte de su tiempo y energas no dispongan de muchas ocasiones para realizar sus actividades de ocio habituales en los ratos libres o para cultivar sus relaciones sociales o de pareja. Y ms all de la afectacin de estas reas concretas se encuentra afectada de manera tambin muy importante la vida de los cuidadores en general, esto es, de una manera global.
Captulo 8
233
Pero pese a todos estos problemas y dificultades, los cuidadores no suelen pensar en la institucionalizacin del mayor como una alternativa a su situacin actual. nicamente un 15% de los cuidadores contempla la posibilidad de ingresar al mayor en un centro especializado. Creyendo en su mayora (66,3%) que las posibilidades de que el familiar estuviese internado en una residencia en caso de que no existiese ningn tipo de problema son nulas. Por lo tanto, la probabilidad de institucionalizar al familiar parece bastante lejana en la mayor parte de los mayores. 8.2 EFICACIA DEL TRATAMIENTO 8.2.1 Anlisis de la homogeneidad de los grupos Antes de llevar a cabo el estudio de la eficacia del tratamiento, se precisa determinar si existen diferencias significativas en aquellas variables sociodemogrficas, caractersticas de las personas mayores dependientes, caractersticas relacionadas con la situacin de cuidado, variables mediadoras o dependientes que pudieran afectar a de alguna manera la eficacia de la intervencin.
234
Parte Emprica
Tal y como se observa en las tablas 8.1-8.5 no existen apenas diferencias significativas entre ambos grupos en ninguna de las variables estudiadas. Ciertamente la distribucin de enfermedades de los mayores es significativamente diferente entre ambos grupos (26=21,239, p<0,01), pero estas diferencias desaparecen cuando se agrupan los diagnsticos bajo las categoras de demencia y enfermedad fsica. As, pues, la enfermedad del mayor no parece ser un elemento diferenciador de ambos grupos. Tambin los centros de procedencia de los cuidadores son significativamente diferentes (218= 37,139, p<0,001). Pero de nuevo estas diferencias desaparecen cuando se agrupan los cuidadores en funcin de estar vinculado o no a una asociacin de familiares, elemento que podra establecer unas diferencias importantes entre ambos grupos de cuidadores. Donde s que se encuentran diferencias es en el rasgo de ira, significativamente superior entre los cuidadores del formato cara a cara (F(1,84)= 4,506, p<0,05). Estos cuidadores parten por lo tanto con una significativamente mayor problemtica de ira que habr que tener en cuenta y controlar en los anlisis de eficacia de los formatos de intervencin.
8.2.1.2 Homogeneidad del grupo cara a cara, mnimo contacto teraputico y grupo control
Tal y como se observa en las tablas 8.6-8.10, tambin en este caso se comprueba que las diferencias son mnimas entre los tres grupos de cuidadores.
235
F(gl) / 2 (gl)
2 8=8,166
2 6=4,418
2 8= 2,091
2 6=6,313
236
Parte Emprica
237
F(gl) / 2 (gl)
2 12= 2,130
2 12= 27,869
2 2= 2,130
2 10= 23,820
2 2= 1,796
238
Parte Emprica
239
F(gl) / 2 (gl)
2 2= 3,434 2 2= 2,752 2 2= 2,112 2 2= 2,382 2 2= 0,817 2 2= 0,818 2 2= 3,713 2 2= 0,695 2 2= 4,461 2 2= 0,138
Relacin previa con familiar cuidado (%) Problemtica Distante y fra Normal De gran intimidad y afecto Cambios en la relacin con el familiar (%) Ha empeorado Sigue igual Ha mejorado Razones para ser cuidador (%) Por iniciativa propia Porque era el nico que haba para hacerlo Porque es mi obligacin
3,2 12,9 51,6 32,3 29 61,3 9,7 48,7 2,6 48,7 2 6= 10,269
2 4= 6,067
2 4= 7,876
240
Parte Emprica
Programa de Mnimo contacto 10,9 (4,4) 12,7 (7,3) 28,7 (8,8) 18,7 (3,9) 32 (8,6) 37,7 (11,9) 51,8 (10,9) 16 (6,3) 14,5 (13,8) 42,9 3,6 21,4 32,1
12 (4,2) 17,3 (8,2) 31,8 (10,1) 22,5 (6) 31,9 (10,5) 34,4 (11,1) 48,2 (8,9) 17,2 (6,2) 17,2 (15,6) 66,7 -25 50
27,7 (10,4) F (2, 79)= 1,201 19,4 (6,7) F (2, 88)= 3,291 34,9 (8,6) F (2, 64)= 0,630 34,3 (9,9) 17,3 (7,4) 45,2 -12,9 45,2 F (2, 72)= 0,798 F (2, 72)= 0,318 2 2= 3,517 2 2= 1,988 2 2= 1,398 2 2= 1,778
50,4 (10,2) F (2, 72)= 0,807 13,6 (24,4) F (2, 28)= 0,087
32,3 12,9 54,8 58,1 38,7 3,2 67,7 16,1 12,9 3,2 -2 6= 8,768 2 4= 7,550
2 4= 6,311
241
F (2, 79)= 0,128 F (2, 79)= 2,432 F (2, 79)= 1,806 F (2, 64)= 1,917
37,5 41,7 12,5 8,3 -16,5 (3,3) 0,79 (0,9) 5,1 (3,2) 11,8 (3,1) 66,4 (12,5)
25 46,4 28,6 --14,5 (3,4) 1,1 (2,26) 6,8 (4,7) 13,5 (3,4) 64,8 (13,9)
20 36,7 43,3 --16,9 (3,7) 0,4 (0,7) 7,7 (5,9) 13,6 (3,7) 61,9 (14,8) F (2, 64)= 3,320 F (2, 88)= 1,606 F (2, 71)= 1,828 F (2, 71)= 2,007 F (2, 79)= 0,745 2 6= 11,080
29 (2,9) 28,4 (3,6) 28,7 (4,2) F (2, 79)= 0,179 No se cumple el supuesto de homogeneidad de las varianzas
Al igual que cuando se comparaban los dos grupos experimentales tambin se encuentran diferencias significativas entre los tres grupos en funcin de los centros de procedencia de los cuidadores, pero estas diferencias desaparecen cuando se comprueba su vinculacin o no a alguna asociacin de familiares. Aparecen una vez ms diferencias significativas intergrupos en funcin del diagnstico de los mayores a los que se atiende,
242
Parte Emprica
pero estas desaparecen de nuevo cuando se analiza si el diagnstico est vinculado a una enfermedad fsica o a algn tipo de demencia. Vuelven a encontrarse diferencias entre los tres grupos en la variable rasgo de ira. Los cuidadores del grupo cara a cara de nuevo presentan las mayores puntuaciones (M=22,54; DT=6,01), los del grupo en lista de espera puntuaciones intermedias (M=19,43; DT=6,67) y los del formato de mnimo contacto las ms bajas (M=18,71; DT= 3,86). Los anlisis post-hoc muestran que nicamente existen diferencias significativas entre las puntuaciones de rasgo de ira del grupo cara a cara y el mnimo contacto teraputico (Games-Howell= 3,827, p<0,05). Se detecta una nueva diferencia significativa intergrupos, la existente en las conductas de autocuidado segn el informante. El grupo en lista de espera es quien ms se cuida segn la opinin de quienes les conocen bien (M=16,94; DT=3,75), el grupo cara a cara alcanza niveles intermedios de autocuidados (M= 16,45; DT= 3,26) y quienes menos se cuidan son los participantes del formato de mnimo contacto (M=14,50; DT=3,39). Los anlisis post-hoc indican que tan solo hay diferencias estadsticamente significativas entre el grupo de lista de espera y el de mnimo contacto (DMS= 3,827, p<0,05). 8.2.2 Anlisis de la eficacia de los tratamientos
8.2.2.1 Determinacin de si el tratamiento es mejor que el no tratamiento
En este apartado se analizan los resultados relativos a los efectos de los dos formatos de intervencin en el segundo momento de medida. Esto es, transcurridos dos meses del inicio de la primera evaluacin. En los dos grupos experimentales este momento coincide con el postratamiento y en la lista de espera en la mayora de las ocasiones supone el momento de iniciar el
Captulo 8
243
tratamiento. Por lo tanto los participantes en este grupo control en principio tan solo se veran afectados por el mero paso del tiempo.
8.2.2.1.1 Diferencias entre los tres grupos de cuidadores en el segundo momento de medida.
Se llevaron a cabo ANOVAs de medidas independientes cuando se trataba de variables cuantitativas y pruebas de 2 de las variables cualitativas en el segundo momento de medida. Las tablas 8.11-8.13 recogen como, a diferencia de lo que ocurra en la primera evaluacin, s que hay diferencias en esta segunda evaluacin en ciertas variables mediadoras y dependientes. Sin embargo, no hay variaciones en las caractersticas generales de la situacin de cuidado, es decir, en la cantidad de ayuda que prestan y reciben los cuidadores de los tres grupos. El cuidado de los mayores parece pues continuar teniendo la misma intensidad y dedicacin.
Tabla 8.11. Caractersticas generales de la situacin de cuidado (ANOVAs post)
F (gl) / 2 (gl) Horas semanales como cuidador Colectivos de los que recibe ayuda Familiares Amigos Vecinos Voluntarios Servicios de ayuda formal utilizados Centro de Da Ayuda a domicilio Estancia temporal en residencia Telealarma Recibe algn tipo de ayuda formal Recibe algn tipo de ayuda informal 2 2= 4,761 2 2= 0,386 2 2= 2,721 2 2= 0 ,324 2 2= 0,131 2 2= 0,253 n.s. n.s. n.s. n.s. n.s. n.s. 2 2= 0,301 2 2= 4,820 2 2= 0,678 2 2= 0,874 n.s. n.s. n.s. n.s. F (2,88)= 2,353 SIGNIFICACIN n.s.
244
Ansiedad Depresin ndice de expresin de ira Rasgo de ira Malestar emocional segn el informante Salud mental Salud fsica Inadaptacin Ingesta de Psicofrmacos Tipo Neurolpticos Antidepresivos Ansiolticos Frecuencia Pensamientos de institucionalizar al mayor Posibilidad actual de institucionalizar al mayor
F (2,88)= 9,392 F (2,88)= 9,385 F (2,88)= 1,351 F (2,88)= 10,453 F (2,67)= 1,394 F (2,88)= 5,402 F (2,88)= 0,360 F (2,88)= 2,912 2 2= 4,028 -- (1) 2 2= 0,147 2 2= 7,514 2 6= 7,398 2 4= 3,589 2 8= 8,241
SIGNIFICACIN
13,554
245
En este segundo momento de medida, por un lado, desaparecen las diferencias significativas previas que existan en el rasgo de ira y las conductas de autocuidado segn el informante. As, desaparecen el mayor rasgo de ira en el grupo cara a cara y el menor autocuidado segn el informante en el grupo de mnimo contacto. Esto ya parece ser un indicador de la eficacia de los formatos de intervencin en el postratamiento. Por otro lado, aparecen nuevas diferencias significativas en las variables dependientes. As, los niveles de ansiedad son significativamente menores en el grupo cara a cara en comparacin con el grupo de lista de espera (Games-Howell= -5,076, p<0,001). La sintomatologa depresiva por su parte es menor en el grupo cara a cara que en el grupo de lista de espera (DMS= -4,839, p<0,001) y que en el grupo de mnimo contacto (DMS=9,067, p<0,05). Tambin es significativamente menor en el grupo de mnimo contacto que en el grupo de lista de espera (DMS=-4,228, p<0,05). Por su parte la salud mental es significativamente mejor en el grupo de mnimo contacto que en el grupo de lista de espera (DMS=8,247, p<0,05), siendo el consumo de ansiolticos superior en el grupo control que en los grupos experimentales. En las variables mediadoras aparece un mayor afrontamiento centrado en los problemas en el grupo cara a cara en comparacin tanto con el grupo de mnimo contacto (DMS=0,313, p<0,05), como con el grupo de lista de espera (DMS=0,375, p<0,05). Hay tambin una mayor satisfaccin con el apoyo social en el grupo cara a cara (Games-Howell= 3,192, p<0,001)
246
Parte Emprica
y en el grupo de mnimo contacto (Games-Howell= 2,989, p<0,01) que en el grupo de lista de espera. Por ltimo, parece que el cuidador del formato cara a cara percibe que se cuida en mayor medida que los cuidadores de los otros dos grupos.
Tabla 8.14. Variables que presentan diferencias significativas intergrupos en el postratamiento cuando no se tiene en cuenta el primer momento de medida
Programa cara a cara Ansiedad M(DT) Depresin M(DT) Salud mental M(DT) Ingesta de Ansiolticos (%) Afrontamiento centrado en los problemas M(DT) Conductas de autocuidado segn el cuidador (%) Nada Poco Suficiente Bastante Satisfaccin con el apoyo social M(DT) 4,2% 41,7% 33,3% 20,8% 15,17 (2,26) 10,7% 42,9% 46,4% -14,96 (2,99) 17,9% 46,2% 33,3% 2,6% 11,97 (4,28) 7,00 (2,90) 6,62 (5,74) 44,32 (9,83) 29,2% 2,75 (0,47) Programa de mnimo contacto teraputico 9,57 (5,01) 11,46 (8,25) 46,48 (8,37) 25,0% 2,44 (0,54) Lista de espera 12,08 (5,00) 15,69 (9,16) 38,2 (12,48) 55,3% 2,37 (0,58)
8.2.2.1.2 Diferencias entre los tres grupos de cuidadores en el segundo momento de medida controlando el valor de la medida inicial.
Tratando de controlar el efecto de las puntuaciones del primer momento de medida se introdujeron estos valores como covariables en los ANCOVAs realizados. Las tablas 8.15-8.16 recogen como aparecen aun ms diferencias significativas en ciertas variables mediadoras y dependientes que cuando se realizaban ANOVAs sin tener en cuenta las medidas iniciales. Eso
Captulo 8
247
s, sigue sin haber variaciones en las horas semanales dedicadas a cuidar al familiar.
Tabla 8.15. Variables dependientes (ANCOVAs post)
F(gl) (1) / 2 (gl) Ansiedad Depresin ndice de expresin de ira Rasgo de ira Malestar emocional segn el informante Salud mental Salud fsica Inadaptacin F (2,87)= 19,131 F (2,87)= 24,123 F (2,78)= 3,126 F (2,78)= 1,335 F (2,47)= 1,093 F (2,71)= 3,763 F (2,71)= 1,819 SIGNIFICACIN p<0,001 p<0,001 p<0,049 n.s. n.s. p<0,028 n.s.
p<0,034 F (2,71)= 3,543 (1) Introduciendo como covariable la medida inicial No se cumple el supuesto de homogeneidad de las varianzas
(1) Introduciendo como covariable la medida inicial No se cumple el supuesto de homogeneidad de las varianzas
Cuando se tiene en cuenta la medida inicial se mantienen algunos buenos resultados ya reflejados en los ANOVAs postratamiento: ansiedad,
248
Parte Emprica
depresin, salud mental, afrontamiento centrado en los problemas y satisfaccin con el apoyo social. Pero surgen nuevas diferencias significativas que antes no aparecan: ndice de expresin de ira, inadaptacin, apoyo social y autoestima. Puede observarse que los niveles de ansiedad son significativamente menores en el grupo cara a cara; tanto cuando se comparan con la lista de espera (F(1, 60)= 47,176, p<0,001) como con respecto del mnimo contacto (F(1,49)= 10,100, p<0,01). El mnimo contacto tambin presenta una menor ansiedad que el grupo de lista de espera (F(1,64)= 4,927, p<0,05). Algo similar ocurre con los niveles de depresin. Estos son significativamente mejores en el programa cara a cara, tanto cuando se compara con la lista de espera (F(1, 60)= 39,768, p<0,001), como cuando se comparan con el mnimo contacto (F(1,49)= 13,034, p<0,001). De nuevo el mnimo contacto presenta menores niveles de depresin que la lista de espera (F(1,64)= 5,860, p<0,05). La expresin de la ira en los cuidadores es significativamente menor en el formato cara a cara que en la lista de espera (F(1, 51)= 5,236, p<0,05). Parece que hay una mejora en esta variable en comparacin con el grupo en el que tan solo pasa el tiempo en espera de iniciar el tratamiento. Una nueva variable emocional, la salud mental, muestra mejores niveles en el grupo cara a cara (F(1,
44)
contacto (F(1,48)= 6,612, p<0,05) en comparacin con la lista de espera. Todo lo anterior no hace extrao que el grupo cara a cara muestre una mejor adaptacin, esto es, una menor influencia negativa en diversos aspectos de la vida cotidiana, que la lista de espera (F(1,44)=6,268, p<0,05). En cuanto a las variables mediadoras, los cuidadores del grupo cara a cara utilizan en mayor medida estrategias de afrontamiento centradas en los problemas que el grupo de lista de espera (F(1,51)= 7,112, p<0,01) y que el
Captulo 8
249
grupo de mnimo contacto (F(1,49)= 6,554, p<0,05). Parece que los cuidadores del formato cara a cara aprenden y ponen en prctica en ms ocasiones un afrontamiento que ayuda a limitar la problemtica emocional. Tambin se observa un mayor apoyo social entre los cuidadores del grupo cara a cara en comparacin con el grupo de lista de espera (F(1,43)= 7,980, p<0,01). La satisfaccin con el apoyo social no solo es significativamente mejor en el grupo cara a cara respecto al grupo lista de espera (F(1,43)= 22,692, p<0,001), sino tambin en el grupo de mnimo contacto respecto de la lista de espera (F(1,47)= 11,750, p<0,001). As, los cuidadores de los grupos experimentales no solo reciben ms apoyos sino que estn ms satisfechos con la ayuda recibida que el grupo control. Por su parte, la autoestima en el postratamiento es significativamente mejor en el grupo cara a cara que en el grupo control (F(1,51)= 6,667, p<0,05) y que en el mnimo contacto (F(1,49)= 4,386, p<0,041).
Tabla 8.17. Variables que presentan diferencias significativas intergrupos en el postratamiento cuando se tiene en cuenta el primer momento de medida
Programa cara a cara Ansiedad M(DT) Depresin M(DT) ndice de expresin de ira M(DT) Salud mental M(DT) Inadaptacin M(DT) Afrontamiento problemas M(DT) Apoyo social M(DT) Satisfaccin con el apoyo social M(DT) Autoestima M(DT) centrado en los 7,00 (2,90) 6,62 (5,74) 25,04 (8,46) 44,32 (9,83) 12,58 (6,87) 2,75 (0,47) 9,83 (5,81) 15,17 (2,26) 31,08 (2,65) Programa de mnimo contacto teraputico 9,57 (5,01) 11,46 (8,25) 25,71 (8,56) 46,48 (8,37) 14,43 (7,26) 2,44 (0,54) 8,07 (4,91) 14,96 (2,99) 29,25 (3,33) 12,08 (5,00) 15,69 (9,16) 27,77 (10,68) 38,50 (11,67) 16,96 (7,09) 2,35 (0,63) 7,41 (6,56) 12,59 (3,70) 28,70 (4,06) Lista de espera
250
Parte Emprica
En conclusin se puede decir que el tratamiento en sus dos formatos de intervencin consigue mejorar las condiciones emocionales de los cuidadores de tal manera que cuando se comparan sus puntuaciones con las de los participantes en el grupo de lista de espera aparecen diferencias significativas que no se encontraban en la primera evaluacin. Siendo la intervencin cara a cara la que consigue mejorar en mayor medida en el postratamiento el malestar emocional y la variables mediadoras de este en los cuidadores.
8.2.2.2 Determinacin de las mejoras a lo largo del tiempo.
En este apartado se analizan los resultados relativos a los efectos de los formatos de intervencin a lo largo del tiempo. Para ello se llevaron a cabo diversas ANOVAs de medida repetidas. En primer lugar se realizaron ANOVAs de medidas repetidas en un diseo mixto con un factor intergrupo (tres niveles: formato cara a cara, mnimo contacto teraputico y lista de espera) y un factor intrasujeto (dos niveles: pre y postratamiento). En segundo lugar, se realizaron ANOVAs de dos factores con medidas repetidas para cada una de las variables mediadoras y dependientes, teniendo un factor intergrupo (dos niveles: grupo cara a cara y mnimo contacto) y un factor intrasujeto (con seis niveles para las variables ansiedad y depresin y cuatro para el resto de las variables analizadas).
8.2.2.2.1 Cambios pre-postratamiento en los tres grupos
Al comparar los cuidadores adscritos a los dos formatos de intervencin entre s y con los cuidadores que constituyen el grupo en lista de espera, y que representan los efectos del paso del tiempo, parece observarse que la intervencin consigue mejoras significativas en los cuidadores frente el mero transcurrir del tiempo.
Captulo 8
251
8.2.2.2.1.1 V A R I A B L E S D E P E N D I E N T E S Tal y como se observa en la tabla 8.18 se producen numerosas mejoras en los cuidadores a lo largo del tiempo. De hecho se producen diferencias intrasujeto en todas las variables a excepcin de la salud fsica.
Tabla 8.18. Variables dependientes (ANOVAs 3x2 Pre-Post)
Contrastes Ansiedad Intergrupo Intrasujeto Interaccin tiempo x tratamiento Depresin Intergrupo Intrasujeto Interaccin tiempo x tratamiento ndice de expresin de ira Intergrupo Intrasujeto Interaccin tiempo x tratamiento Rasgo de ira Intergrupo Intrasujeto Interaccin tiempo x tratamiento Malestar emocional segn el informante Intergrupo Intrasujeto Interaccin tiempo x tratamiento Salud fsica Intergrupo Intrasujeto Interaccin tiempo x tratamiento F (2, 72) = 0,202 F (1 , 72)= 2,177 F (1 , 72)= 2,570 n.s. n.s. n.s. F (2, 48) = 1,924 F (1 , 48)= 10,658 F (2 , 48)= 0,237 n.s. p<0,002 n.s. F (2, 79) = 1,320 F (1 , 79)= 1,562 F (2 , 79)= 3,727 n.s. n.s. p<0,028 F (2, 79) = 12,223 F (1 , 79)= 23,610 F (2 , 79)= 4,365 n.s. p<0,001 p<0,016 F (2, 88) = 1,748 F (1 , 88)= 23,610 F (2 , 88)= 25,303 n.s. p<0,001 p<0,001 F (2, 88) = 2,768 F (1 , 88)= 29,364 F (2 , 88)= 15,943 n.s. p<0,001 p<0,001 SIGNIFICACIN
252
Parte Emprica
Las figuras 8.6-8.13 muestran de manera grfica las diferencias observadas entre el pre y el postratamiento. Hay una clarsima disminucin de la ansiedad (t(23)= 5,995, p<0,001) y depresin (t(23)= 5,013, p<0,001) en el grupo cara a cara y una cierta reduccin en el grupo de mnimo contacto que no alcanza la significacin estadstica. Por el contrario la lista de espera, el mero paso del tiempo, mantiene los niveles de ansiedad e incrementa la depresin de los cuidadores, sin que, eso s, se alcance la significacin estadstica. As, pues, son los dos formatos de tratamiento, y especialmente el formato cara a cara, quienes contribuyen a que se encuentren diferencias significativas en los sujetos en estas dos variables.
13 12 11 10 9 8 7 6
18 16 14 12 10 8 6
Pre 12 10,93 11,9 Post 7 9,57 12,08
Cara a Cara Mnimo Contacto Lista de Espera Pretratamiento 17,29 12,68 14,23 Postratamiento 6,62 11,46 15,69
Captulo 8
253
34 32 30 28 26 24
Cara a Cara Mnimo Contacto Lista de Espera Pretratamiento 31,79 28,75 27,73 Postratamiento 25,04 25,71 27,77
Cara a Cara Mnimo Contacto
23 22 21 20 19 18
Pretratamiento 22,54 18,71 19,43 Postratamiento 19,62 19,11 19,87
Lista de Espera
Figura 8.10. Evolucin Pre-Post del malestar emocional Figura 8.11. Evolucin Pre-Post de la salud fsica segn el informante
48 44 40 36 32
Cara a Cara Mnimo Contacto Lista de Espera Pretratamiento 34,41 37,71 34,33 Postratamiento 44,31 46,48 38,5
Cara a Cara M nimo Cont act o List a de Espera 17,35 16,96
18 16 14 12
Pret rat amient o 17,16 16 Post r at amient o 12,58 14,43
En las figuras 8.8 y 8.9 se observa la estabilidad de la ira en el grupo de lista de espera. Mientras que por el contrario el formato cara a cara consigue reducir significativamente la ira rasgo (t(23)= 3,282, p<0,01) y la expresin de ira (t(23)= 4,351, p<0,001) y el formato de mnimo contacto provoca una menor expresin de la ira (t(27)= 2,258, p<0,05). As, pues, son de nuevo los dos formatos de tratamiento los que contribuyen a que aparezcan diferencias significativas intrasujeto en la ira de los participantes.
254
Parte Emprica
Existe una cierta discrepancia entre la informacin del propio cuidador y de quien le conoce bien. Pues mientras los participantes del grupo control informan de estabilidad o incremento de su problemtica emocional (i.e. ansiedad, depresin e ira), los informantes indican una cierta disminucin de esta. Una mejor valoracin de los cuidadores de su situacin en comparacin con las opiniones de otras personas prximas es un elemento que tambin se recoge en otras investigaciones realizadas con este colectivo (Bourgeois, Beach, Schulz y Burgio, 1996). Mejora aunque no significativamente el malestar entre el grupo cara a cara y en el grupo de lista de espera, y s que alcanza la significacin estadstica esta mejora en el grupo de mnimo contacto (t(22)= 2,977, p<0,01). La salud fsica se mantiene estable en el grupo cara a cara y en la condicin de lista de espera, mientras que empeora significativamente en el grupo de mnimo contacto (t(27)= 2,769, p<0,05). Con todo, no se alcanzan empeoramientos significativos intrasujeto. La salud mental mejora significativamente en el las dos condiciones experimentales: grupo cara a cara (t(23)= -4,248, p<0,01) y mnimo contacto teraputico (t(27)=-3,35, p<0,01), pero no se alcanzan mejoras significativas en el grupo control. Si la salud fsica tan solo mejora en el tratamiento cara a cara, la salud mental lo hace en los tres grupos, aunque es de nuevo en el grupo cara a cara donde se encuentran las mayores mejoras. No es extrao que una intervencin como la aqu analizada, dirigida a un mejor manejo de problemtica emocional, consiga mejoras en la salud mental y no lo haga en la salud fsica. No es el objetivo de la intervencin, en ninguno de sus dos formatos, mejorar la salud fsica, aunque podra haber sido un efecto indirecto de esta. Lo cierto es que las condiciones de cuidado parecen favorecer un empeoramiento de la salud fsica con el paso del tiempo.
Captulo 8
255
Por todo lo anterior no es extrao que la intervencin consiga reducir los problemas de los cuidadores en la vida cotidiana (i.e. su inadaptacin) mientras que la lista de espera mantenga estable el impacto que cuidar tiene sobre la vida de los cuidadores. Es una vez ms el formato cara a cara el que consigue una mayor reduccin de los niveles de inadaptacin. Las diferencias pre-post son significativas en el grupo cara a cara (t(23)= 2,750, p<0,05), y no lo son en los otros dos grupos.
8.2.2.2.1.2
VARIABLES
M E D I A D OR A S
Los resultados muestran, tal y como puede observarse en la tabla 8.19., que se de nuevo se producen mejoras significativas en los sujetos entre el pre y el postratamiento.
Tabla 8.19. Variables mediadoras (ANOVAs 3x2 Pre-Post)
Contrastes Afrontamiento centrado en los problemas Intergrupo Intrasujeto Interaccin tiempo x tratamiento Afrontamiento centrado en las emociones Intergrupo Intrasujeto Interaccin tiempo x tratamiento Bsqueda de trascendencia Intergrupo Intrasujeto Interaccin tiempo x tratamiento F (2, 79) = 1,485 F (1 , 79)= 0,453 F (2 , 79)= 1,779 n.s. n.s. n.s. F (2, 79) = 2,271 F (1 , 79)= 0,190 F (2 , 79)= 2,065 n.s. n.s. n.s. F (2, 79) = 0,239 F (1 , 79)= 5,757 F (2 , 79)= 2,819 p<0,036 p<0,019 n.s. SIGNIFICACIN
256
Parte Emprica
Captulo 8
257
Las figuras 8.14-8.23 muestran esencialmente unas mejoras en las variables mediadoras en los cuidadores de los dos formatos de intervencin. Mientras que la tendencia general en el grupo de lista de espera es la de mantener los resultados o empeorarlos.
3 2,8 1,8 2,6 1,6 2,4 2,2
Cara a Cara Mnimo Contacto Lista de Espera
1,4
Cara a Cara Mnimo Contacto Lista de Espera
Figura 8.14. Evolucin Pre-Post del afrontamiento Figura 8.15. Evolucin Pre-Post del afrontamiento centrado en los problemas centrado en las emociones
3,1 3 2,9 2,8 2,7 2,6
Cara a Cara Mnimo Contacto Lista de Espera Pretratamiento 2,98 2,69 2,98 Postratamiento 3,01 2,73 2,81
14 13 12 11 10 9
Pr et r at amient o Cara a Cara M nimo Cont act o List a de 10,56 10,37 11,17 13,087 Post r at amient o 9,42 11,09
Figura 8.17. Evolucin Pre-Post de la utilizacin de Figura 8.16. Evolucin Pre-Post del afrontamiento de estrategias de afrontamiento activas segn el informante bsqueda de trascendencia
18 17 16 15 14 13 12
Cara a Cara Mnimo Contacto Lista de Espera
1,5
1,1
0,7
Pretratamiento 16,25 15,13 16,94 Postratamiento 12,33 12,78 15,81
Cara a Cara Mnimo Contacto Lista de Espera
0,3
Figura 8.18. Evolucin Pre-Post del autocuidado segn Figura 8.19. Evolucin Pre-Post de las visitas al el informante mdico en el ltimo mes
258
Parte Emprica
10 9 8 7 6 5 4
Cara a Cara Mnimo Contacto Lista de Espera Pretratamiento 5,12 6,79 7,73 Postratamiento 9,83 8,07 7,41
16 15 14 13 12 11
Cara a Cara Mnimo Contacto Lista de Espera Pretratamiento 11,83 13,46 13,59 Postratamiento 15,17 14,96 12,59
Hay diferencias significativas intrasujeto tanto en el afrontamiento centrado en los problemas como en las conductas de autocuidado segn los informantes, el apoyo social (en cantidad y satisfaccin con l), sobrecarga y autoestima. El grupo cara a cara mejora significativamente en el afrontamiento centrado en los problemas (t(23)= -3,754, p<0,01), apoyo social (t(23)= -4,792, p<0,001), satisfaccin con el apoyo social (t(23)=-6,452, p<0,001) autoestima (t(23)= -2,687, p<0,05) y disminuye significativamente la sobrecarga (t(23)= 2,688, p<0,05). Mientras que el grupo de mnimo contacto aumenta significativamente la satisfaccin con el apoyo social (t(27)=-3,157, p<0,01) y disminuye significativamente la sobrecarga (t(27)=-2,088, p<0,05). Las diferencias en el grupo de lista de espera no alcanzan en ninguna de las ocasiones la significacin estadstica. Son pues, los grupos de intervencin, especialmente el del formato cara a cara, los que contribuyen a que se encuentren diferencias significativas globales en estas variables.
Captulo 8
259
Cabe, as mismo, destacar que de nuevo parece que los informantes discrepan de las opiniones de los cuidadores ya que mientras los interesados dicen mejorar, aquellos que les conocen bien no observan tales mejoras. As, todos los sujetos empeoran segn el juicio de los informantes tanto en el autocuidado como en las estrategias de afrontamiento activas. Como ya se ha indicado estas discrepancias no son extraas a la literatura psicogeritrica y por otro lado el nmero de informantes (n= 51) es menor que el nmero de cuidadores (n=91) que valoran su propio estado, con lo cual caben diferencias entre ambos tipos de evaluaciones. Puede incluso destacarse que estos empeoramientos alcanzan la significacin estadstica en el caso del autocuidado de los grupos de cara a cara (t(11)= 2,987, p<0,05) y mnimo contacto (t(22)= 2,726, p<0,05), lo que hace que se produzcan diferencias significativas globales intrasujeto.
8.2.2.2.2 Cambios a lo largo del tratamiento y los seguimientos en los dos grupos experimentales
Cuando se comparan los cuidadores adscritos a los dos formatos de intervencin, parece observarse que la intervencin consigue mejoras significativas en los cuidadores a lo largo del tiempo: tratamiento y seguimientos. 8.2.2.2.2.1 V A R I A B L E S D E P E N D I E N T E S Tal y como se observa en la tabla 8.20 se producen diferencias intrasujeto en todas las variables dependientes. Se puede decir que los cuidadores, considerados de manera global, mejoran en su problemtica a lo largo del tiempo. Debido al diseo de evaluacin de los cuidadores, para las variables depresin y ansiedad se consideran seis niveles en el factor intrasujeto (pre, postratamiento y seguimientos al mes, 3, 6 y 12 meses). En cambio para el resto de variables tan solo se tienen datos en el pre y postratamiento, as
260
Parte Emprica
como en los seguimientos a los 6 y 12 meses por lo que el factor intrasujeto consta de cuatro niveles.
Tabla 8.20. Variables dependientes (ANOVAs 2x6 y 2x4)
Contrastes Ansiedad Intergrupo Intrasujeto Interaccin tiempo x tratamiento Comparaciones intrasujeto (1): Pre-Post Pre-Seguimiento 1 mes Pre-Seguimiento 3 meses Pre-Seguimiento 6 meses Pre-Seguimiento 12 meses Depresin Intergrupo Intrasujeto Interaccin tiempo x tratamiento Comparaciones intrasujeto (1): Pre-Post Pre-Seguimiento 1 mes Pre-Seguimiento 3 meses Pre-Seguimiento 6 meses Pre-Seguimiento 12 meses ndice de expresin de ira Intergrupo Intrasujeto Interaccin tiempo x tratamiento Comparaciones intrasujeto (1): Pre-Post Pre-Seguimiento 12 meses t (82)= 3,667 t (82)= 2,811 p<0,001 p<0,021 F (1, 81) = 0,098 F (2,590, 209,798)= 7,409 (2) F (2,590, 209,798)= 1,171 (2) n.s. p<0,001 n.s. t (82)= 5,428 t (82)= 5,601 t (82)= 4,440 t (82)= 4,244 t (82)= 5,158 p<0,001 p<0,001 p<0,001 p<0,001 p<0,001 F (1, 81) = 0,90 F (3,771, 305,431)=16,243 (2) F (3,771, 305,431)= 5,341 (2) n.s. p<0,001 p<0,001 t (82)= 3,077 t (82)= 4,059 t (82)= 3,004 t (82)= 2,829 t (82)= 3,220 p<0,001 p<0,001 p<0,001 p<0,001 p<0,001 F (1, 81) = 1,534 F (4,535, 367,365)= 15,813 (2) F (4,535, 367,365)= 2,260 (2) n.s. p<0,001 n.s. SIGNIFICACIN
261
SIGNIFICACIN
262
Parte Emprica
(1) Correccin de Bonferroni para comparaciones mltiples (2) Corregido supuesto de esfericidad (Huynh-Feldt)
Hay una mejora significativa en la ansiedad de los cuidadores a lo largo del tiempo. En la figura 8.24. se ilustra como evoluciona el cambio en los niveles de ansiedad en los dos formatos de intervencin. La tendencia general parece indicar que hay un marcado descenso entre la lnea base o pretratamiento y el postratamiento y que estas mejoras se conservan en los seguimientos. De hecho se alcanzan diferencias significativas intrasujeto entre el pretratamiento y todos los momentos posteriores de medida.
14
Ansiedad
12 10 8 6 Cara a Cara Mnimo Contacto Pre 12,39 11,52 Post 7,9 9,86 1 mes 7,41 8,38 3 meses 8,05 9,86 6 meses 12 meses 8,78 9,48 7,93 9,55
Captulo 8
263
El cambio en los niveles de depresin se representa en la figura 8.25. Una evolucin que de nuevo muestra un importante descenso en el postratamiento respecto del pretratamiento. Por eso las diferencias entre el pretratamiento y todos los posteriores momentos de medida son significativas. Luego estos niveles se mantienen ms o menos estables en los seguimientos. Se puede, por tanto, afirmar que hay una mejora mantenida en los niveles de depresin de los cuidadores.
19 17
Depresin
15 13 11 9 7 5 Cara a Cara Mnimo Contacto Pre 17,29 13,29 Post 8,32 11,4 1 mes 8,8 10,57 3 meses 10,32 11,38 6 meses 10,76 11,33 12 meses 10,05 10,21
En las figuras 8.26 y 8.27. se observa que los niveles de ira tambin experimentan reducciones a lo largo del postratamiento y posteriores seguimientos. Las diferencias significativas intrasujeto se explican porque hay una reduccin en el postratamiento relativamente mantenida en los niveles de expresin de ira y una reduccin progresiva que alcanza su culmen en el seguimiento de 12 meses en el caso del rasgo de ira.
32 30 28 26 24
Cara a Cara Mnimo Contacto Pre 30,27 29,14 Post 25,24 26,83 6 meses 27,05 27,64 12 meses 26,17 27,62
264
Parte Emprica
22
Rasgo de ira
21 20 19 18 17
Los informantes concuerdan con la valoracin de los cuidadores en cuanto que observan una reduccin significativa del malestar emocional. Aunque las diferencias pretratamiento-seguimiento 6 meses no alcanzan la significacin estadstica (p<0,06), s que la alcanzan a los 12 meses. En la figura 8.28 se observa que el malestar es claramente inferior en todos y cada uno de los seguimientos.
Malestar emocional segn informante 37 32 27 22
Cara a Cara Mnimo Contacto
La salud fsica y mental parecen evolucionar de manera diferente tal y como se observa en las figuras 8.29 y 8.30. Mientras que la salud fsica empeora a lo largo del tiempo, la salud mental mejora. En general los cuidadores perciben que su salud fsica se deteriora con el paso del tiempo. Un deterioro, que alcanza la significacin estadstica. La salud mental en cambio mejora notablemente en el postratamiento y se mantiene estable en
Captulo 8
265
los seguimientos. Estas diferencias entre el pretratamiento y los posteriores momentos de medida alcanzan tambin la significacin estadstica.
53 Salud fsica 51 49 47 45
Cara a Cara Mnimo Contacto Pre 48,41 51,84 Post 49,06 50,08 6 meses 46,36 49,29 12 meses 46,16 47,94
48
Salud mental
43 38 33
Cara a Cara Mnimo Contacto
Aunque los niveles iniciales de inadaptacin son similares, tal y como se observa en la figura 8.31. hay una reduccin de ellos en el postratamiento y en el seguimiento a los doce meses que explica las diferencias significativas intrasujeto.
19
Inadaptacin
17 15 13 11 9
Cara a Cara Mnimo Contacto Pre 16,44 17,4 Post 12,83 16,21 6 meses 13,73 16,71 12 meses 10,83 15,02
266
Parte Emprica
8.2.2.2.2.2 V A R I A B L E S M E D I A D OR A S Tal y como se observa en la tabla 8.21 al comparar los dos grupos experimentales a lo largo del tiempo las principales se producen diferencias en los sujetos a lo largo del tiempo. En general los cuidadores mejoran en las variables mediadoras a lo largo del tiempo.
Tabla 8.21. Variables mediadoras (ANOVAs 2x4)
Contrastes Afrontamiento centrado en los problemas Intergrupo Intrasujeto Interaccin tiempo x tratamiento Comparaciones intrasujeto (1): Pre-Post Post-Seguimiento 6 meses Post-Seguimiento 12 meses Afrontamiento centrado en las emociones Intergrupo Intrasujeto Interaccin tiempo x tratamiento Bsqueda de trascendencia Intergrupo Intrasujeto Interaccin tiempo x tratamiento Estrategias de afrontamiento activas segn el informante Intergrupo Intrasujeto Interaccin tiempo x tratamiento Visitas al mdico Intergrupo Intrasujeto Interaccin tiempo x tratamiento F (1, 80) = 0,447 F (2,719, 217,550)= 0,824 (2) F (2,719, 217,550)= 0,633 (2) n.s. n.s. n.s. F (1, 28) = 0,269 F (2,647, 74,104)= 0,957 (2) F (2,647, 74,104)= 0,659(2) n.s. n.s. n.s. F (1, 81) = 4,327 F (2,549, 216,385)= 0,924 (2) F (2,549, 216,385)= 0,136 (2) p<0,041 n.s. n.s. F (1, 80) = 3,137 F (3 , 240)= 1,388 F (3 , 240)= 0,706 n.s. n.s. n.s. t (82)= -0,228 t (82)= 0,223 t (82)= 0,240 p<0,001 p<0,001 p<0,001 F (1, 81) = 6,758 F (3 , 243)= 8,156 F (3 , 243)= 1,734 p<0,011 p<0,001 n.s. SIGNIFICACIN
267
SIGNIFICACIN
268
Parte Emprica
(1) Correccin de Bonferroni para comparaciones mltiples (2) Corregido supuesto de esfericidad (Huynh-Feldt)
Los patrones de evolucin de la utilizacin de estrategias de afrontamiento centradas en el problema que se recogen en la figura 8.32, muestran que hay una mejora en el postratamiento que no se mantiene en los seguimientos. Se vuelve en ambos casos a los niveles establecidos en el pretratamiento, pero las diferencias alcanzadas son suficientes para que existan diferencias significativas intrasujeto globales. Por su parte, las figuras 8.33 y 8.34. muestran grficamente como el afrontamiento centrado en las emociones se mantiene bajo y estable, mientras que la bsqueda de trascendencia como estrategia de afrontamiento se mantiene por el contrario alta y estable. Por esto no se producen diferencias significativas intrasujeto en estas dos variables. Sin embargo, tal y como puede observarse en la figura 8.35., los informantes tienen una perspectiva diferente de lo sucedido ya que informan de una estabilidad de la utilizacin de estrategias activas solo en el grupo de mnimo contacto. En el grupo cara a cara observan una disminucin en el postratamiento, con una recuperacin progresiva en los seguimientos. Pero estas diferencias no alcanzan en ningn caso la significacin estadstica intrasujeto.
Captulo 8
269
Figura 8.32. Evolucin del afrontamiento centrado en los Figura 8.33. Evolucin del afrontamiento centrado en las emociones problemas
4
13 12
11 10 9
Figura 8.34. Evolucin del afrontamiento de bsqueda Figura 8.35. Evolucin de la utilizacin de estrategias de afrontamiento activas segn el informante de trascendencia
16 15 14 13 12 11 2 1,5 1 0,5 0
Figura 8.36. Evolucin del autocuidado segn el Figura 8.37. Evolucin de las visitas al mdico en el ltimo mes informante
11 10 9 8 7 6 5
16 15 14 13 12
11
270
Parte Emprica
70 65 60 55
32 31 30 29 28 27
Pre 28,32 29
6 29,24 30,19
12 30,02 31,19
12 58,13 59,79
Los informantes, tal y como se observa en la figura 8.36., detectan una disminucin del autocuidado en el postratamiento en los integrantes de los dos formatos de intervencin. Luego hay una recuperacin a los 6 meses para producirse un nuevo decremento a los 12 meses de finalizar los tratamientos. Modificaciones suficientes para alcanzar diferencias significativas intrasujeto. Esto de nuevo se contradice de alguna manera con la percepcin que tienen los propios cuidadores, ya que en una de las dimensiones del autocuidado, como son las visitas al mdico para sus propios problemas de salud, detectan un ligero incremento conforme pasa el tiempo de la intervencin, pero que en ningn caso alcanza la significacin estadstica intrasujeto (vase figura 8.37.). La figura 8.38. muestra como la cantidad de apoyo social se incrementa ligeramente en el grupo de mnimo contacto y crece notablemente en el grupo cara a cara. Alcanzndose diferencias significativas intrasujeto. Tambin se alcanzan diferencias significativas intrasujeto en la satisfaccin con el apoyo social, ya que esta se incrementa en ambos grupos especialmente en el postratamiento y se mantiene estable en los seguimientos (vase figura 8.39.).
Captulo 8
271
Adems, pese a que segn la literatura psicogeritrica los niveles de sobrecarga son difciles de modificar, lo cierto es que el tratamiento en sus dos formatos, tal y como se observa en la figura 8.40, consigue reducir esta percepcin que tienen los cuidadores de sentirse sobrecargados. De hecho las diferencias intrasujetos entre el pretratamiento y los posteriores momentos de medida alcanzan siempre la significacin estadstica. Por ltimo, tambin se encuentran diferencias intrasujeto en la autoestima de los cuidadores. Tal y como se observa en la figura 8.41., esta aumenta en los participantes de los dos formatos de intervencin.
8.2.2.3 Determinacin de las diferencias en funcin del tipo de intervencin.
8.2.2.3.1 Diferencias entre los dos formatos de intervencin en el postratamiento
Los
dos
formatos
de
intervencin
presentan
diferencias
significativas, tal como puede observarse en las tablas 8.22-8.24., tanto en variables dependientes como mediadoras, sin que existan diferencias significativas en las caractersticas generales de la situacin de cuidado que siguen siendo similares para los participantes en el formato de intervencin cara a cara y en el de mnimo contacto teraputico. Por tanto, los cambios producidos en los cuidadores de ambos formatos no parecen deberse a distintas condiciones de su situacin (i.e. horas cuidando, ayudas prestadas y recibidas).
Tabla 8.22. Caractersticas generales de la situacin de cuidado (ANCOVAs post)
F(gl) (1) / 2 (gl) Horas semanales como cuidador Recibe algn tipo de ayuda formal Recibe algn tipo de ayuda informal F(1,79) = 0,384 2 1= 2,165 2 1= 0,931 SIGNIFICACIN n.s. n.s. n.s.
272
Parte Emprica
(1) Introduciendo como covariable la medida inicial No se cumple el supuesto de homogeneidad de las varianzas
273
Los cuidadores del formato cara a cara presentan significativamente menores niveles de depresin y ansiedad en el postratamiento en comparacin con el grupo de mnimo contacto (vase tabla 8.25). Por esto no resulta sorprendente comprobar que la inadaptacin, es decir, los problemas que en todos los ordenes de la vida, sean tambin menores en el grupo cara a cara. Adems presentan diferencias significativas en ciertas variables mediadoras. As, los cuidadores del grupo cara a cara presentan un mayor afrontamiento centrado en los problemas, un mayor apoyo social y una mayor satisfaccin con este apoyo. Sin duda, tanto el apoyo social como las
274
Parte Emprica
estrategias de afrontamiento resultan relevantes a la hora de mediar las diferencias detectadas en las variables dependientes.
Tabla 8.25. Variables que presentan diferencias significativas intergrupos en el postratamiento
Programa individual Ansiedad M (DT) Depresin M (DT) Inadaptacin M (DT) Estrategias de afrontamiento segn el cuidador Afrontamiento centrado en los problemas M (DT) Apoyo social M (DT) Satisfaccin con el apoyo social M (DT) 2,79 (0,49) 9,98 (5,63) 14,98 (3,36) 2,41 (0,53) 7,29 (4,79) 13,67 (3,94) 7,90 (3,59) 8,32 (7,84) 12,83 (6,61) Programa de mnimo contacto teraputico 9,86 (4,60) 11,40 (7,46) 16,21 (7,34)
8.2.2.3.2 Diferencias entre los dos formatos de intervencin en los seguimientos al mes y a los tres meses de finalizar el tratamiento
Los participantes del formato cara a cara presentan menores niveles de depresin y ansiedad en los dos primeros seguimientos en comparacin con el grupo de mnimo contacto (vase tablas 8.26 y 8.27). Estas diferencias alcanzan la significacin estadstica en la depresin experimentada al mes y en la ansiedad a los tres meses. Hay que recordar que, tal y como se puede observar en la tabla 8.5., los niveles pretratamiento de ansiedad y depresin eran superiores en el formato cara, pese a que no se alcanzase la significacin estadstica. As, pues, las mejoras son notables en este formato de intervencin en los dos primeros seguimientos.
275
n.s. p<0,024
8.2.2.3.3 Diferencias entre los dos formatos de intervencin en el seguimiento a los seis meses de finalizar el tratamiento
Tal y como se observa en las tablas 8.28-8.30, a los seis meses de finalizar los dos formatos de intervencin tan solo hay diferencias significativas en el afrontamiento centrado en los problemas.
Tabla 8.28. Caractersticas generales de la situacin de cuidado (ANCOVAs 6 meses)
F(gl) (1) / 2 (gl) Horas semanales como cuidador Recibe algn tipo de ayuda formal Recibe algn tipo de ayuda informal Colectivos de los que recibe ayuda Familiares Amigos Vecinos Voluntarios 2 1= 1,603 2 1= 4,102 2 1= 0,001 2 1= 1,326 n.s. n.s. n.s. n.s. F(1,79) = 1,178 2 1= 4,028 2 1= 0,149 SIGNIFICACIN(2) n.s. n.s. n.s.
276
Parte Emprica
(1) Introduciendo como covariable la medida inicial No se cumple el supuesto de homogeneidad de las varianzas
277
SIGNIFICACIN
No hay diferencias significativas entre los dos grupos ni en las caractersticas relacionadas con la situacin de cuidado susceptibles de cambio, ni en las variables dependientes, ni en la mayora de las variables mediadoras. Cabe destacar, eso s, que los niveles de ansiedad y de depresin siguen siendo inferiores en el formato cara a cara (vase tabla 8.31). Las estrategias de afrontamiento centradas en el problemas se utilizan en mayor medida por los participantes de este mismo formato. Parece que los cuidadores del grupo cara a cara aprenden en una proporcin que alcanza la significacin estadstica a utilizar en mayor medida estrategias que lejos de evitar los problemas les llevan a afrontarlos activamente.
278
Parte Emprica
Tabla 8.31. Variables que presentan diferencias significativas intergrupos a los seis meses de finalizar el tratamiento y niveles de ansiedad y depresin
Programa cara a cara Programa de mnimo contacto teraputico Afrontamiento centrado en los problemas M (DT) Ansiedad M (DT) Depresin M (DT) 2,53 (0,60) 8,78 (5,55) 10,76 (8,71) 2,22 (0,56) 9,48 (4,76) 11,33 (9,13)
8.2.2.3.4 Diferencias entre los dos formatos de intervencin en el seguimiento a los doce meses de finalizar el tratamiento
La tendencia observada a los seis meses parece mantenerse al ao de concluir la intervencin: no hay apenas diferencias entre los dos formatos (vase tablas 8.32-8.34). Si bien a los doce meses se encuentran diferencias significativas en la ansiedad (informada por el propio cuidador) y en el malestar emocional (informado por una persona prxima al cuidador).
Tabla 8.32. Caractersticas generales de la situacin de cuidado (ANCOVAs 12 meses)
F(gl) (1) / 2 (gl) Horas semanales como cuidador Colectivos de los que recibe ayuda Familiares Amigos Vecinos Voluntarios Servicios de ayuda formal utilizados Centro de Da Ayuda a domicilio Estancia temporal en residencia Telealarma Recibe algn tipo de ayuda formal Recibe algn tipo de ayuda informal (1) Introduciendo como covariable la medida pretratamiento 2 1= 1,660 2 1= 2,031 2 1= 0,122 2 1= 2,611 2 1= 2,970 2 1= 0,646 n.s. n.s. n.s. n.s. n.s. n.s. 2 1= 0,291 2 1= 0,239 2 1= 2,322 2 1= 0,371 n.s. n.s. n.s. n.s. F(1,80) = 3,543 SIGNIFICACIN n.s.
279
SIGNIFICACIN p<0,046 n.s. n.s. n.s. p<0,037 n.s. n.s. n.s. n.s. n.s. n.s.
Afrontamiento centrado en los problemas Afrontamiento centrado en las emociones Bsqueda de trascendencia Estrategias de afrontamiento activas segn el informante Conductas de autocuidado segn el informante Conductas de autocuidado segn el cuidador Visitas al mdico Apoyo social Satisfaccin con el apoyo social
280
Parte Emprica
Tal y como se observa en la tabla 8.35., los participantes del formato cara a cara se sienten con menores niveles ansiedad y depresin, y los informantes corroboran esta sensacin con su propia valoracin del malestar emocional de los cuidadores.
Tabla 8.35. Variables que presentan diferencias significativas intergrupos a los doce meses de finalizar el tratamiento y niveles de depresin
Programa cara a cara Ansiedad M(DT) Malestar emocional segn el informante M(DT) Depresin M(DT) 7,93 (4,34) 23,62 (9,66) 10,05 (7,68) Programa de mnimo contacto teraputico 9,55 (5,46) 29,19 (11,06) 10,21 (8,00)
Parece pues que el formato de intervencin cara a cara es especialmente eficaz en los momentos ms prximos a la finalizacin del tratamiento y que las diferencias con el formato de mnimo contacto se van reduciendo conforme aumenta el tiempo.
8.2.2.3.5 Diferencias entre el pre, el postratamiento y los seguimientos
Al comparar los dos grupos experimentales a lo largo del tiempo se observa que hay ciertas diferencias en funcin de participar de uno y otro formato de tratamiento (vase tablas 8.20 y 8.21). De hecho, en la figura 8.25. se observa un declive paulatino de los niveles de depresin en el formato de mnimo contacto mientras que en el formato cara a cara hay una brusca reduccin de la depresin en el
Captulo 8
281
postratamiento y un leve incremento de esta entre el postratamiento y los diversos depresiva. En la figura 8.31. se observa que los problemas de inadaptacin se reducen en el formato cara a cara, mientras que se mantienen relativamente estables en el mnimo contacto. Esto puede explicar las diferencias significativas entre los dos formatos en esta variable. Las diferencias en la utilizacin de estrategias de afrontamiento centradas en el problema o bsqueda de trascendencia que se recogen en las figura 8.32 y 8.33, no son muy abundantes, pero s lo suficiente, para que se alcancen diferencias significativas intergrupos en la utilizacin de estos dos tipos distintos de afrontamiento ante las dificultades que se les plantean. La figura 8.38. muestra como la cantidad de apoyo social se incrementa ligeramente en el grupo de mnimo contacto y crece notablemente en el grupo cara a cara. Alcanzndose diferencias significativas no solo intergrupos, sino tambin una interaccin significativa entre tratamiento y tiempo. La satisfaccin con este apoyo social por su parte se incrementa en ambos grupos especialmente en el postratamiento, pero el crecimiento es mayor en el formato cara a cara (vase figura 8.39.), provocando una interaccin significativa entre tiempo y tratamiento.
8.2.2.3.6 Adherencia al tratamiento
seguimientos.
Esto
probablemente
explica
la
interaccin
La tabla 8.36. resume los porcentajes de cuidadores que concluyeron o no el programa de intervencin en las dos condiciones experimentales. Se diferencian los rechazos (aquellos que encontrndose en lista de espera deciden no iniciar los tratamientos) de los abandonos
282
Parte Emprica
propiamente dichos (aquellos que una vez iniciado el tratamiento deciden no completarlo). Son ms los rechazos que provoca el inicio del tratamiento de mnimo contacto y ms los abandonos entre los participantes del formato cara a cara. No obstante, los porcentajes de cuidadores que finalizan el tratamiento son similares en ambos formatos. Quizs por ello no hay diferencias significativas entre los grupos.
Tabla. 8.36. Adherencia al tratamiento de los grupos experimentales
Programa cara a cara (n=42) Rechazos Abandonos Cumplimentacin de todo el tratamiento 2,4% 9,5% 88,1% Programa de mnimo contacto teraputico (n=44) 4,5% 2,3% 93,2% 2 (gl) SIGNIFICACIN
2 2= 2,293
n.s.
Si se agrupan los cuidadores que tuvieron que permanecer en lista de espera antes de iniciar el tratamiento y aquellos que no lo hicieron (vase tabla 8.37), se observa que, aunque no se alcancen diferencias significativas, la lista de espera provoca que los participantes completen en menor medida todo el tratamiento.
Captulo 8 Tabla 8.37. Adherencia al tratamiento de los cuidadores con y sin lista de espera
Cuidadores con lista (n=34) Rechazos Abandonos Cumplimentacin de todo el tratamiento 8,8% 8,8% 82,4% Cuidadores sin lista de espera (n=52) -3,8% 96,2% 2 (gl)
283
SIGNIFICACIN
2 2= 5,896
n.s.
De los cinco abandonos que se produjeron, tres tuvieron lugar antes de la finalizacin del tratamiento (uno por fallecimiento del familiar y dos por institucionalizacin de este) y los dos restantes sucedieron en el seguimiento a los doce meses (uno por fallecimiento y otro por institucionalizacin). Parecen motivos de fuerza mayor los que llevan a los participantes a abandonar los tratamientos. Otro elemento que muestra la adherencia de los cuidadores a los formatos de intervencin es el cumplimiento de tareas. Debido a que el tratamiento se llev a cabo en modalidad individual, y que se poda acordar un horario adecuado para los encuentros, todos los cuidadores asistieron a todas las sesiones. No obstante, tal y como se observa en la tabla 8.38, el asistir a sesin no garantizaba la realizacin de las tareas. No parece indiferente la modalidad teraputica en la cumplimentacin de las tareas para casa, pues esta no es igual en los dos formatos. Hay una significativamente mayor realizacin de tareas entre quienes participaron del formato cara a cara. La supervisin ms cercana y continua de los cuidadores parece incentivar la realizacin de las tareas.
284
F(1,79)= 38,554
p<0,001
Valorando la significacin clnica de los dos formatos de intervencin se observa que ms de la mitad de la muestra (62,8%) presentaba un posible diagnstico de trastorno de ansiedad en el pretratamiento, sin que existan grandes ni significativas diferencias entre los porcentajes de participantes del tratamiento cara a cara o de mnimo contacto teraputico (vase tabla 8.39.).
Tabla 8.39. Distribucin de la muestra segn diagnstico probable de trastornos de ansiedad en los distintos momentos de medida (HAD-A>10)
Momento de medida Tipo de programa de intervencin Pretratamiento Cara a cara Mnimo Contacto MUESTRA GLOBAL Postratamiento Cara a cara Mnimo Contacto MUESTRA GLOBAL 1 mes Cara a cara Mnimo Contacto MUESTRA GLOBAL 3 meses Cara a cara Mnimo Contacto MUESTRA GLOBAL Presencia de problemas de ansiedad 61,9% 63,6% 62,8% 9,8% 42,9% 26,5% 14,6% 31,0% 22,9% 26,8% 47,6% 37,3% 2 1= 3,832 n.s. 2 1= 3,130 n.s. 2 1= 11,669 p<0,001 2 1= 0,028 n.s. 2 (gl) SIGNIFICACIN
285
SIGNIFICACIN
El tratamiento consigue recuperar desde el punto de vista clnico a un importante porcentaje de cuidadores, especialmente entre aquellos que participaron de la modalidad de tratamiento cara a cara. Tanto que se producen diferencias significativas entre ambos grupos teraputicos en el postratamiento. Es decir, presentan significativamente menos problemas de ansiedad en el postratamiento los cuidadores del formato cara a cara que los del mnimo contacto teraputico. Los porcentajes de casos siguen siendo siempre menores entre quienes participaron de esa modalidad teraputica, pese a que no se mantengan las diferencias significativas con el grupo de mnimo contacto teraputico en el resto de los momentos de medida. De hecho, tal y como se observa en la figura 8.42. el riesgo de padecer problemas de ansiedad comienza siendo similar en ambos grupos y se ve reducido entre quienes participan del formato de tratamiento de cara a cara. De tal manera que en el postratamiento hay 5 veces ms de probabilidad de encontrar trastornos de ansiedad en el grupo de mnimo contacto teraputico que en el grupo cara a cara. En el seguimiento realizado a los doce meses aun cabe esperar un 62% ms de casos de ansiedad entre los participantes del formato de mnimo contacto teraputico que en los del cara a cara.
286
Parte Emprica
Pr e
tra
Figura 8.42. Indices de riesgo de presencia de posibles trastornos de ansiedad (Cara a cara vs Mnimo contacto)
En todo caso los cambios son notables considerando ambos formatos de tratamiento en conjunto, pues la prueba de McNemar informa de cambios significativos en los porcentajes de cuidadores con trastornos de ansiedad entre el pretratamiento y todos los posteriores momentos de medida. Es decir, el tratamiento, sin distinguir su formato, disminuye significativamente los porcentajes de posibles trastornos de ansiedad. En el caso de los posibles casos de depresin, tal y como se observa en la tabla 8.40., ms de un tercio del total de cuidadores presentan esta problemtica antes de comenzar el tratamiento, siendo ms habitual entre los cuidadores del grupo cara a cara.
Tabla 8.40. Distribucin de la muestra segn diagnstico probable de depresin en los distintos momentos de medida (BDI>18)
Momento de medida Tipo de programa de intervencin Pretratamiento Cara a cara Mnimo Contacto MUESTRA GLOBAL Presencia de problemas de depresin 40,5% 29,5% 34,9% 2 1= 1,130 n.s. 2 (gl) SIGNIFICACIN
287
SIGNIFICACIN
La intervencin consigue reducir drsticamente el porcentaje de posibles casos de depresin en el formato cara a cara y algo menos en el de mnimo contacto teraputico. De hecho los porcentajes de casos en el postratamiento y los seguimientos de 1 y 3 meses son muy inferiores a los del pretratamiento en el grupo de cara a cara. Tanto que se producen diferencias significativas entre los porcentajes de cuidadores de ambos grupos que presentan esta problemtica emocional en el seguimiento de un mes. Es decir, los cuidadores del formato cara a cara pasan de tener ms casos probables de depresin en el pretratamiento a tener significativamente menos casos en el seguimiento de 1 mes en comparacin con los participantes del grupo de mnimo contacto.
288
Parte Emprica
Tal y como se observa en la figura 8.43., el riesgo de padecer un posible caso de depresin comienza siendo 1,4 veces mayor en el grupo cara a cara, para pasar a ser 5 veces menor en el postratamiento en comparacin con el grupo de mnimo contacto. Estas diferencias se van reduciendo, pero incluso en el peor de los casos, la probabilidad de encontrar posibles casos de depresin sigue siendo un 25% menor en los cuidadores del formato cara a cara. Situacin que se produce en el seguimiento a los 12 meses de haber finalizado las intervenciones. As, pues, parece que el formato de tratamiento cara a cara resulta clnicamente mejor en orden a reducir los posibles casos de depresin.
1,6 1,4 1,2 1 0,8 0,6 0,4 0,2 0
Pretratamiento Post 1 mes 3 meses 6 meses 12 meses
Figura 8.43. Indices de riesgo de presencia de positbles casos de depresin (Cara a cara vs Mnimo contacto)
Cuando se analizan los cambios de posibles casos de depresin antes y despus del tratamiento de forma conjunta se observa que hay una reduccin significativa de estos en todos los momentos de medida. La intervencin (en sus dos formatos posibles) reduce la presencia de posibles casos a tenor de las significaciones obtenidas con la prueba de McNemar. Con respecto a los problemas de adaptacin en la vida cotidiana cabe resaltar que ninguno de los dos formatos de intervencin consigue reducir en exceso esta problemtica. Incluso los problemas parecen aumentar en el seguimiento de 6 meses entre quienes han recibido el tratamiento con el
Captulo 8
289
formato de mnimo contacto teraputico (vase tabla 8.41.). Pese a todo las variaciones son escasas y la presencia de problemas importantes en la vida cotidiana se encuentran presentes en ms del 60% de los participantes en todos los momentos de medida.
Tabla 8.41. Distribucin de la muestra segn la presencia de problemas de inadaptacin en la vida cotidiana (Escala de adaptacin de Echeburua>12)
Momento de medida Tipo de programa de intervencin Pretratamiento Cara a cara Mnimo Contacto MUESTRA GLOBAL Postratamiento Cara a cara Mnimo Contacto MUESTRA GLOBAL 6 meses Cara a cara Mnimo Contacto MUESTRA GLOBAL 12 meses Cara a cara Mnimo Contacto MUESTRA GLOBAL Presencia de problemas de inadaptacin 69,0% 75,0% 72,1% 61,0% 69,0% 65,1% 65,9% 78,6% 72,3% 61,0% 66,7% 63,9% 2 1= 0,291 n.s. 2 1= 1,675 n.s. 2 1= 0,595 n.s. 2 1= 0,378 n.s. 2 (gl) SIGNIFICACIN
Tampoco hay grandes diferencias en los indicadores de riesgo de padecer problemas en la vida cotidiana en funcin de haber participado en uno u otro formato de intervencin, siendo el riesgo similar en los dos formatos, es decir, prximo a la unidad, tal y como puede observarse en la figura 8.44. La prueba de McNemar tampoco informa de cambios significativos en los porcentajes de cuidadores con problemas de adaptacin entre el pretratamiento y todos los posteriores momentos de medida. En conclusin, el tratamiento no parece mejorar los problemas de adaptacin y
290
Parte Emprica
no hay mayor riesgo de padecer estos problemas entre quienes participan en uno u otro formato de intervencin.
1 0,8 0,6 0,4 0,2 0 Pretratamiento Post 6 meses 12 meses
Figura 8.44. Indices de riesgo de presencia de problemas de inadaptacin (Cara a cara vs Mnimo contacto)
Para cuantificar el impacto clnico de los dos formatos de intervencin se determin el tamao del efecto, entre el pretratamiento y cada uno de los posteriores momentos de medida, para estas tres variables dependientes (vase tabla 8.42), categorizndolos en funcin de los valores propuestos por Faul y Erdfelder (1992) (i.e. pequeo<0,5, mediano>0,5 y <0,8 y grande>0,8). Como se puede observar el tamao del efecto es mayor en depresin y ansiedad que en inadaptacin. Los resultados conseguidos en estas dos variables emocionales parecen por tanto mejores que los obtenidos en orden a modificar los problemas de adaptacin. As mismo, el tamao de efecto es siempre mayor en el formato de intervencin cara a cara que en el mnimo contacto teraputico. Pero no solo es cuantitativamente mayor, sino que si atendemos a la gradacin propuesta por Faul y Erdfelder (1992) se observa que en el formato cara a cara en la mayora de las ocasiones hay un tamao de efecto grande para la ansiedad y depresin. Tan solo en el seguimiento de 6 meses para ambas variables y en el seguimiento de 12 meses para la depresin se encuentra ligeramente por debajo de 0,8 y por tanto se trata de tamaos del efecto medianos.
Captulo 8
291
Mientras que para el formato de mnimo contacto los tamaos de efecto son siempre pequeos, si se excepta la ansiedad al mes de finalizar la intervencin que presenta un tamao del efecto mediano. Una vez ms parece que el formato de intervencin cara a cara es ms eficaz a la hora de reducir la problemtica emocional de los cuidadores.
Tabla 8.42. Tamao del efecto
Momento de medida Tipo de programa de intervencin 1,10 0,38 1,19 0,73 0,92 0,33 0,71 0,46 0,78 0,41 1,03 0,29 1,04 0,38 0,83 0,29 0,71 0,27 0,84 0,43 0,55 0,19 (1) (1) 0,39 0,14 0,47 0,37 Ansiedad Depresin Inadaptacin
Postratamiento Cara a cara Mnimo Contacto Teraputico 1 mes 3 meses 6 meses 12 meses Cara a cara Mnimo Contacto Teraputico Cara a cara Mnimo Contacto Teraputico Cara a cara Mnimo Contacto Teraputico Cara a cara Mnimo Contacto Teraputico
Analizando la satisfaccin con el tratamiento mediante una medida objetiva (CSQ-8), as como de manera cualitativa a travs del listado de frases incompletas, se observa que en general la mayora de los cuidadores se encuentran altamente satisfechos por haber participado del tratamiento al que fueron asignados aleatoriamente.
8.2.2.3.8.1
ANLISIS
C U A N T I T A T I V O D E LA S A T I S F A C C I N
En la tabla 8.43. se presentan los datos relativos a la satisfaccin de los participantes utilizando una prueba estandarizada. Como puede observarse ambos programas son altamente valorados. Los participantes
292
Parte Emprica
estn muy satisfechos con su participacin en los dos formatos de intervencin. En un rango de 1 a 4, las puntuaciones medias tan solo descienden de 3 en dos ocasiones y ambas dentro de la valoracin de quienes participaron en el formato de mnimo contacto. Parece que los cuidadores de esta condicin experimental no creen que el programa responda a la clase de servicio que buscaban, y tampoco se encuentran especialmente satisfechos con el tipo de ayuda recibida.
Tabla 8.43. Satisfaccin con el tratamiento (CSQ-8)
Cara a cara Mnimo contacto teraputico Calidad del programa M (DT) Responde al servicio buscado M (DT) Satisface necesidades M (DT) Recomendable para otros M (DT) Satisfaccin con la ayuda M (DT) til para sus problemas M (DT) Satisfaccin general M (DT) Volvera a utilizar el programa M (DT) 3,68 (0,47) 3,36 (0,63) 3,46 (0,50) 3,85 (0,54) 3,49 (0,67) 3,73 (0,45) 3,68 (0,47) 3,87 (0,52) 3,26 (0,59) 2,87 (0,73) 3,15(0,78) 3,64 (0,49) 2,85 (0,87) 3,13 (0,77) 3,28 (0,69) 3,49 (0,60) F(gl) F (1,78)= 12,710 F (1,76)= 9,955 F (1,78)= 4,490 F (1,76)= 3,112 F (1,78)= 13,564 F (1,78)= 18,674 F (1,78)= 9,357 F (1,78)= 9,096 SIGNIFICACIN p<0,001 p<0,002 p<0,037 n.s. p<0,001 p<0,001 p<0,003 p<0,003
Adems hay una menor satisfaccin de los participantes de la modalidad de mnimo contacto en todos y cada uno de los tems consultados. Estas diferencias alcanzan la significacin estadstica en todos los tems salvo en la pregunta referida a si le recomendaran el programa a un amigo que se encontrase en una situacin similar. Es decir tanto los participantes del formato cara a cara como los de mnimo contacto recomendaran de igual modo sus respectivos programas de intervencin a un amigo. Lo cierto es que el tratamiento cara a cara es mejor valorado en general, responde mejor a los servicios buscados por los participantes,
Captulo 8
293
satisface mejor sus necesidades, consigue que estn ms satisfechos con el tipo de ayuda recibida, les ayuda a hacer frente ms eficazmente a sus problemas y si tuvieran que buscar ayuda otra vez, volveran en mayor medida a utilizar el programa que han recibido. Por ello no es extrao que teniendo en cuenta la puntuacin global del autoinforme los cuidadores del formato cara a cara estn significativamente ms satisfechos que los del mnimo contacto teraputico (F(1,78)= 9,567, p< 0,01). 8.2.2.3.8.2 A N L I S I S C U A L I T A T I V O D E L A S A T I S F A C C I N Tal y como se puede observarse en la tabla 8.44., el primer tem del listado de frases incompletas de satisfaccin con el tratamiento muestra que la tcnica control de la activacin es valorada positivamente por la mayora de los cuidadores. Aunque cabe destacar que dentro del escaso porcentaje que encuentran aspectos negativos en este componente teraputico son significativamente ms los cuidadores descontentos dentro del formato de mnimo contacto. Por lo tanto los cuidadores de este formato parecen tener ms dificultades para practicar la respiracin diafragmtica.
Tabla 8.44. tem 1. La prctica de la respiracin me ha ayudado en...
Cara a cara Mnimo contacto teraputico Aspectos positivos (encontrarse mejor fsica y mental mente) Aspectos negativos (le ha ayudado poco o ha sido difcil practicarla) 94,6% 5,4% 78,8% 17,9% 2 (gl) SIGNIFICACIN
2 1 = 0,049 2 1 = 0,006
n.s. p<0,009
La tabla 8.45. muestra como tambin practicar actividades gratificantes ha sido positivo para los cuidadores, sin que se encuentren diferencias significativas entre los participantes de los dos formatos de intervencin. Es especialmente alentador comprobar que, a pesar de todas las presiones y
294
Parte Emprica
demandas de su situacin como cuidadores, aumentar la cantidad de momentos agradables y disfrutarlos acaba por ser valorado positivamente. Pese a las reticencias iniciales de gran parte de los cuidadores a aplicar este componente teraputico, lo cierto es que termina siendo un elemento positivo para ellos, y as lo reconocen los propios participantes.
Tabla 8.45. tem 2. Incrementar actividades agradables ha sido...
Cara a cara Mnimo contacto teraputico Aspectos positivos (ha sido satisfactorio, estimulante, relajante, ayudndoles a encontrarse mejor y a relacionarse ms) Aspectos negativos (le ha ayudado poco o ha sido difcil su practica) 2 (gl) SIGNIFICACIN
94,6%
84,8%
2 1 = 0,175
n.s.
8,1%
15,2%
2 1 = 0,355
n.s.
La prctica de tcnicas cognitivas ayuda a esencialmente a que los cuidadores objetiven sus pensamientos, as como a que adapten sus actitudes. Es decir, la reestructuracin cognitiva y la solucin de problemas les ayuda a tener otra visin del familiar, de las cosas, a analizar mejor sus dificultades, a buscar una salida a los problemas, as como a mantener la serenidad, ser menos radicales y ms tolerantes, etc. En porcentajes inferiores al 10% generan en los cuidadores una valoracin negativa, al haberles resultado difciles de llevar a la prctica o considerar que les han ayudado poco. Adems, pese a que no hay diferencias estadsticamente significativas, en general se puede decir que los cuidadores del formato cara a cara encuentran con menos frecuencia elementos negativos en estos componentes teraputicos que los cuidadores del mnimo contacto. (vase tabla 8.46.)
Captulo 8
295
Tabla 8.46. tem 3. Las tcnicas cognitivas (debate de pensamientos y bsqueda de solucin de problemas) me han ayudado a......
Cara a cara Mnimo contacto teraputico Objetivacin de pensamientos (cambiar de punto de vista, tener otra visin, ser ms realista...) Adaptacin de actitudes (tener ms seguridad, ser ms paciente, estar ms tranquilo...) Aspectos negativos (le ha ayudado poco o ha sido difcil su practica) 2 (gl) SIGNIFICACIN
40,5%
30,3%
2 1 = 0,372
n.s.
75,7% 8,1%
72,7% 9,1%
2 1 = 0,778 2 1 = 0,883
n.s. n.s.
Tal y como se observa en la tabla 8.47. la prctica de la asertividad es positivamente valorada por los cuidadores, especialmente por los del programa de mnimo contacto. Aunque conviene destacar que se valora negativamente con ms frecuencia que el resto de componentes teraputicos. Es, por lo tanto, la tcnica valorada ms negativamente, bien porque les resultaba difcil, costosa, complicada e incluso imposible de llevar a cabo, bien porque tratar de comunicarse asertivamente era algo que ya hacan antes de iniciar los tratamientos y por lo tanto no supona algo nuevo para los cuidadores. Pese a lo anterior, comunicarse asertivamente con los dems ha sido un elemento que parece aportar a la mayora de los cuidadores de ambos formatos de intervencin elementos positivos: les ayuda a tener una mayor seguridad, a evitar conflictos y discusiones, a plantear sus propios puntos de vista, etc.
296
Parte Emprica
2 1 = 0,449
n.s.
37,8%
27,3%
2 1 = 0,447
n.s.
El tratamiento en sus dos formatos les ayuda a los cuidadores esencialmente en dos aspectos: un mayor control cognitivo y emocional, y un mejor afrontamiento. Es decir, el programa cumple sus dos grandes objetivos. Por un lado, consigue ayudar a los cuidadores a controlar mejor sus pensamientos sobre lo que significa ser cuidador (y sobre su familiar) para as manejar mejor cmo se sienten. Por otro, parece conseguir en gran medida ensearles una variedad de habilidades y mtodos especficos para afrontar las situaciones difciles que se les presentan (vase tabla 8.48.)
Tabla 8.48. tem 5. A lo largo de este tratamiento he aprendido...
Cara a cara Mnimo contacto teraputico Mejor afrontamiento de las dificultades y problemas (afrontar mejor, hablar las cosas, delegar, cuidarme...) Mayor control de pensamientos y sentimientos (relativizar, pensar mejor las cosas, encontrarme mejor, ser ms positivo, ser ms paciente..) Respuesta inespecfica positiva (bastante, mucho, que hay otros como yo...) 2 (gl) SIGNIFICACIN
45,9%
51,5%
2 1 = 0,642
n.s.
64,9%
63,6%
2 1 = 0,915
n.s.
16,2%
27,3%
2 1 = 0,260
n.s.
Tal y como se observa en la tabla 8.49., en general los participantes de los dos formatos de intervencin consideran que tienen que practicar ms
Captulo 8
297
las tcnicas cognitivas, la respiracin y en menor medida aspectos inespecficos de la intervencin (e.g. todo, casi todo, algunas cosas...). El hecho de que les hubiese gustado practicar ms estos elementos no quiere decir necesariamente que les hayan parecido aspectos negativos de la intervencin. Ms bien se puede interpretar que los cuidadores reconocen la necesidad de haber dedicado ms tiempo o ms esfuerzos personales al programa en general o a aspectos especficos de este.
Tabla 8.49. tem 6. Me gustara haber practicado ms...
Cara a cara Mnimo contacto teraputico Control de la activacin Actividades gratificantes Tcnicas cognitivas Asertividad Autoestima Programa adecuado (Sin cambios) Aspectos inespecficos del programa en general 18,9% 8,1% 33,3% 16,2% 5,4% 13,5% 21,6% 24,2% 3,0% 36,4% 15,2% 2,9% 9,1% 36,4% 2 (gl) 2 1 = 0,588 2 1 = 0,361 2 1 = 0,788 2 1 = 0,903 2 1 = 0,175 2 1 = 0,562 2 1 = 0,173 SIGNIFICACIN n.s. n.s. n.s. n.s. n.s. n.s. n.s.
Los participantes tienen la sensacin de que han sido las tcnicas concretas aprendidas y practicadas las que ms les ha ayudado a mejorar a lo largo del tratamiento. Pero no se debe olvidar que la relacin teraputica es un elemento altamente valorado, muy especialmente entre los cuidadores del formato cara a cara. Parece que la relacin cuidador-terapeuta proporcionaba una experiencia emocional correctiva. Los cuidadores se sentan escuchados y ayudados por un terapeuta con el que decan sentir confianza y al que tenan disponible para compartir sus preocupaciones ms ntimas. La relacin teraputica fue especialmente intensa en cuanto al tiempo dedicado en el programa cara a cara y quizs por ello ms valorada. Pero tambin los participantes del programa de mnimo contacto, que dispusieron de un
298
Parte Emprica
menor contacto con el terapeuta consideran que este elemento les ha ayudado en numerosas ocasiones. Estos cuidadores encuentran un mayor nmero de elementos inespecficos positivos en su tratamiento de mnimo contacto en cuanto que constatan que les ha ayudado todo o casi todo el programa, as como el hecho de escribir sus pensamientos y sentimientos, las ideas y consejos recibidos, etc. (vase tabla 8.50.)
Tabla 8.50. tem 7. Creo que lo que ms me ha ayudado ha sido...
Cara a cara Mnimo contacto teraputico Tcnicas concretas Relacin teraputica Respuesta inespecfica positiva 64,9% 45,9% 5,4% 54,5% 30,3% 30,3% 2 (gl) 2 1 = 0,379 2 1 = 0,180 2 1 = 0,006 SIGNIFICACIN n.s. n.s. p<0,009
Tal y como se observa en la tabla 8.51., los cuidadores sienten que el elemento en el que ms pueden mejorar es en el control de pensamientos y sentimientos. Este control de los pensamientos, tan importante a la hora de controlar el malestar que experimentan los cuidadores, no solo quiere ser ms practicado como se indicaba en la tabla 8.49., sino que tambin se quiere perfeccionar su utilizacin. Adems hay numerosos cuidadores, especialmente en el formato de mnimo contacto teraputico, que consideran que pueden mejorar en aspectos inespecficos del programa (i.e. en todo, casi todo, en aplicar lo aprendido, etc.) Cabe por ltimo destacar que el afrontamiento de los problemas es percibido como mejorable de manera significativamente mayor entre los participantes del programa de mnimo contacto teraputico. Estos cuidadores consideran en mayor medida que pueden mejorar en la prctica de la relajacin, el incremento de actividades agradables, en la comunicacin con los dems, etc. Es decir, en aquellos elementos teraputicos no centrados en el aspecto cognitivo sino conductual del programa.
Captulo 8
299
En porcentajes muy similares los cuidadores se encuentran satisfechos tanto con la relacin teraputica como de tcnicas concretas. Ambos elementos parecen haber resultado positivos para los participantes. Y de nuevo son los cuidadores del formato cara a cara los ms satisfechos, aunque sin alcanzar la significacin estadstica (vase tabla 8.52).
Tabla 8.52. tem 9. Lo que ms me ha gustado ha sido...
Cara a cara Mnimo contacto teraputico Relacin teraputica Tcnicas concretas Respuesta inespecfica 45,9% 48,6% 29,7% 36,4% 33,3% 48,5% 2 (gl) 2 1 = 0,417 2 1 = 0,194 2 1 = 0,108 SIGNIFICACIN n.s. n.s. n.s.
Por ltimo, pese a que no alcance la significacin estadstica, el mnimo contacto provoca casi el doble de disconformidad con el formato de la intervencin y con la actitud y trabajo del propio cuidador que la intervencin cara a cara. Parece que este ltimo tipo de intervencin favorece una mayor implicacin de los cuidadores en el tratamiento y presenta un formato es ms adecuado. Los participantes del programa de mnimo contacto se involucran menos y estn menos contentos con la duracin de las sesiones, el tener que escribir y leer casi la totalidad de las sesiones, etc. En los dems aspectos (i.e. tareas para casa, o tcnicas concretas de intervencin) no hay apenas diferencias entre los cuidadores de los dos
300
Parte Emprica
formatos de intervencin. Con todo, ms de un 20% de los cuidadores se encuentran satisfechos con todo el programa ya que no les ha disgustado nada (vase tabla 8.53).
Tabla 8.53. tem 10. Lo que menos me ha gustado ha sido...
Cara a cara Mnimo contacto teraputico Tareas para casa Actitud y trabajo participante Tcnicas concretas Formato Nada del 21,6% 16,2% 16,2% 16,2% 27,0% 18,2% 30,3% 15,2% 30,3% 21,2% 2 (gl) 2 1 = 0,719 2 1 = 0,161 2 1 = 0,903 2 1 = 0,161 2 1 = 0,571 SIGNIFICACIN n.s. n.s. n.s. n.s. n.s.
En general, se puede decir que los cuidadores valoran positivamente los distintos elementos del tratamiento. No hay apenas diferencias significativas entre los dos formatos de intervencin pero s que hay una clara tendencia a valorar ms positivamente la intervencin por parte de quienes participaban del formato cara a cara. Adems este formato hace que los cuidadores valoren ms no solo tcnicas concretas, sino las tcnicas en general y la relacin teraputica que se llega a establecer. 8.3 CONTRASTE DE HIPTESIS 8.3.1 Hiptesis 1 Si el programa de manejo del estrs (formato cara a cara, formato de mnimo contacto teraputico) es ms eficaz que el no tratamiento, entonces: H1a1: Se producirn en los participantes de los grupos de tratamiento en comparacin con los participantes del grupo control reducciones significativas en los niveles de ansiedad.
Captulo 8
301
Se confirma: La ansiedad en el postratamiento es significativamente menor en los grupos experimentales que en el grupo en lista de espera. H1a2: Se producirn en los participantes de los grupos de tratamiento en comparacin con los participantes del grupo control reducciones significativas en la sintomatologa depresiva. Se confirma: La depresin en el postratamiento es significativamente menor en los grupos experimentales que en el grupo en lista de espera. H1a3: Se producirn en los participantes de los grupos de tratamiento en comparacin con los participantes del grupo control reducciones significativas en los niveles de ira. Se confirma parcialmente: La expresin de ira en el postratamiento es significativamente menor en el grupo cara a cara que en el grupo en lista de espera. No se encuentran diferencias significativas en el postratamiento en el rasgo de ira de los cuidadores. Aunque puede ser un indicador de mejora el hecho de que los cuidadores del grupo cara a cara presentaban unos niveles de rasgo de ira significativamente mayores en el pretratamiento y estas diferencias desaparecen en el postratamiento.
302
Parte Emprica
H1a4: Se producirn en los participantes de los grupos de tratamiento en comparacin con los participantes del grupo control reducciones significativas en los niveles de malestar emocional segn los informantes. No se confirma: No se encuentran diferencias significativas en el postratamiento en el malestar emocional de los cuidadores segn el parecer de los informantes. H1a5: Se producirn en los participantes de los grupos de tratamiento en comparacin con los participantes del grupo control reducciones significativas en los niveles de inadaptacin. Se confirma: La inadaptacin en el postratamiento es significativamente menor en el grupo cara a cara que en el grupo en lista de espera. H1a6: Se producirn en los participantes de los grupos de tratamiento en comparacin con los participantes del grupo control reducciones significativas en los niveles de consumo de psicofrmacos. No se confirma: No se encuentran diferencias significativas en el postratamiento en el consumo de psicofrmacos de los cuidadores. Tan solo el consumo de ansiolticos es significativamente distinto entre los grupos, siendo el grupo en lista de espera el que presenta un mayor porcentaje de consumo de este tipo de psicofrmacos.
Captulo 8
303
H1a7: Se producirn en los participantes de los grupos de tratamiento en comparacin con los participantes del grupo control reducciones significativas tanto de los pensamientos como de la posibilidad de institucionalizacin. No se confirma: No se encuentran diferencias significativas en el postratamiento ni en los pensamientos ni en la posibilidad de institucionalizacin del mayor. H1a8: Se producirn en los participantes de los grupos de tratamiento en comparacin con los participantes del grupo control mejoras significativas en los niveles de salud mental. Se confirma: La salud mental en el postratamiento es significativamente mayor en los grupos experimentales que en el grupo en lista de espera. H1a9: Se producirn en los participantes de los grupos de tratamiento en comparacin con los participantes del grupo control mejoras significativas en los niveles de salud fsica. No se confirma: No se encuentran diferencias significativas en el postratamiento en la salud fsica de los cuidadores.
304
Parte Emprica
H1b1: Se producirn en los participantes de los grupos de tratamiento en comparacin con los participantes del grupo control reducciones significativas en los niveles de sobrecarga. No se confirma: No se encuentran diferencias significativas en el postratamiento en la sobrecarga de los cuidadores. H1b2: Se producirn en los participantes de los grupos de tratamiento en comparacin con los participantes del grupo control mejoras significativas en las estrategias de afrontamiento. Se confirma parcialmente: El afrontamiento centrado en los problemas en el postratamiento es significativamente ms utilizado en el grupo cara a cara que en el grupo en lista de espera. No se encuentran diferencias significativas en el postratamiento en el afrontamiento centrado en las emociones de los cuidadores. No se encuentran diferencias significativas en el postratamiento en la bsqueda de trascendencia de los cuidadores. No se encuentran diferencias significativas en el postratamiento en las estrategias de afrontamiento activas de los cuidadores segn el informante. H1b3: Se producirn en los participantes de los grupos de tratamiento en comparacin con los participantes del grupo control mejoras significativas en los niveles de autocuidado y las visitas al mdico.
Captulo 8
305
Se confirma parcialmente: Segn el propio cuidador, el autocuidado en el postratamiento es significativamente diferente en los dos grupos experimentales y el grupo en lista de espera. Segn el informante no se encuentran diferencias significativas en el autocuidado en el postratamiento. No se encuentran diferencias significativas en el postratamiento en las visitas al mdico de los cuidadores. H1b4: Se producirn en los participantes de los grupos de tratamiento en comparacin con los participantes del grupo control mejoras significativas en los niveles de apoyo social y de satisfaccin con dicho apoyo. Se confirma: El apoyo social en el postratamiento es significativamente mayor en el grupo cara a cara que en el grupo en lista de espera. La satisfaccin con dicho apoyo es significativamente mayor en los dos grupos experimentales que en el grupo en lista de espera. H1b5: Se producirn en los participantes de los grupos de tratamiento en comparacin con los participantes del grupo control mejoras significativas en los niveles de autoestima. Se confirma: La autoestima en el postratamiento es significativamente mayor en el grupo cara a cara que en el grupo en lista de espera.
306
Parte Emprica
8.3.2 Hiptesis 2 Si los dos formatos del programa de manejo del estrs (cara a cara y mnimo contacto teraputico) son eficaces, entonces: H2a1: Habr una reduccin significativa de los niveles de ansiedad en las evaluaciones postratamiento y seguimientos. Se confirma: La ansiedad es significativamente menor cuando se consideran todos los momentos de medida de manera conjunta, as como especficamente en el postratamiento y seguimientos de 1, 3, 6 y 12 meses con respecto al pretratamiento.
H2a1: Habr una reduccin significativa de la sintomatologa depresiva en las evaluaciones postratamiento y seguimientos. Se confirma: La depresin es significativamente menor cuando se consideran todos los momentos de medida de manera conjunta, as como especficamente en el postratamiento y seguimientos de 1, 3, 6 y 12 meses con respecto al pretratamiento. H2a3: Habr una reduccin significativa de los niveles de ira en las evaluaciones postratamiento y seguimientos. Se confirma: La expresin de ira es significativamente menor cuando se consideran todos los momentos de medida de manera conjunta, as
Captulo 8
307
como especficamente en el postratamiento y seguimiento de 12 meses con respecto al pretratamiento. El rasgo de ira es significativamente menor cuando se consideran todos los momentos de medida de manera conjunta, as como especficamente en el seguimiento de 12 meses con respecto al pretratamiento. H2a4: Habr una reduccin significativa de los niveles de malestar emocional segn los informantes en las evaluaciones postratamiento y seguimientos. Se confirma: El malestar emocional segn el informante es significativamente menor cuando se consideran todos los momentos de medida de manera conjunta, as como especficamente en el postratamiento y seguimiento de 12 meses con respecto al pretratamiento. H2a4: Habr una reduccin significativa de los niveles de inadaptacin en las evaluaciones postratamiento y seguimientos. Se confirma: La inadaptacin es significativamente menor cuando se consideran todos los momentos de medida de manera conjunta, as como especficamente en el postratamiento y seguimiento de 12 meses con respecto al pretratamiento.
308
Parte Emprica
H2a5: Habr una mejora significativa de los niveles de salud mental en las evaluaciones postratamiento y seguimientos. Se confirma: La salud mental es significativamente mejor cuando se consideran todos los momentos de medida de manera conjunta, as como especficamente en el postratamiento y seguimientos de 6 y 12 meses con respecto al pretratamiento. H2a4: Habr una mejora significativa de los niveles de salud fsica en las evaluaciones postratamiento y seguimientos. No se confirma: La salud fsica es significativamente peor cuando se consideran todos los momentos de medida de manera conjunta, as como especficamente en el seguimiento de 12 meses con respecto al pretratamiento. H2b1: Habr una reduccin significativa de los niveles de sobrecarga en las evaluaciones postratamiento y seguimientos. Se confirma: La sobrecarga es significativamente menor cuando se consideran todos los momentos de medida de manera conjunta, as como especficamente en el postratamiento y seguimientos de 6 y 12 meses con respecto al pretratamiento.
Captulo 8
309
H2b2: Habr una mejora significativa de las estrategias de afrontamiento en las evaluaciones postratamiento y seguimientos. Se confirma parcialmente: El afrontamiento centrado en los problemas se utiliza significativamente ms en el postratamiento con respecto al pretratamiento, aunque se utilice significativamente menos en los seguimientos de 6 y 12 meses con respecto al postratamiento. Con todo, hay un incremento general cuando se consideran todos los momentos de medida de manera conjunta. No hay modificaciones significativas a lo largo del tiempo en el afrontamiento centrado en las emociones de los cuidadores. No hay modificaciones significativas a lo largo del tiempo en la bsqueda de trascendencia de los cuidadores. No hay modificaciones significativas a lo largo del tiempo en las estrategias de afrontamiento activas segn el informante. H2b3: Habr una mejora significativa de los niveles de autocuidado y visitas al mdico en las evaluaciones postratamiento y seguimientos. No se confirma: Segn el informante, el autocuidado es significativamente menor cuando se consideran todos los momentos de medida de manera conjunta, as como especficamente en el postratamiento con respecto al pretratamiento. No hay modificaciones significativas a lo largo del tiempo en el nmero de visitas al mdico de los cuidadores.
310
Parte Emprica
H2b4: Habr una mejora significativa de los niveles de apoyo social y de satisfaccin con dicho apoyo en las evaluaciones postratamiento y seguimientos. Se confirma: El apoyo social es significativamente mayor cuando se consideran todos los momentos de medida de manera conjunta, as como especficamente en el postratamiento y en los seguimientos de 6 y 12 meses con respecto al pretratamiento. La satisfaccin con el apoyo social es significativamente mayor cuando se consideran todos los momentos de medida de manera conjunta, as como especficamente en el postratamiento y en los seguimientos de 6 y 12 meses con respecto al pretratamiento. H2b5: Habr una mejora significativa de los niveles de autoestima en las evaluaciones postratamiento y seguimientos. Se confirma: La autoestima es significativamente mayor cuando se consideran todos los momentos de medida de manera conjunta, as como especficamente en el postratamiento y seguimiento de 12 meses con respecto al pretratamiento.
Captulo 8
311
8.3.3 Hiptesis 3 Si el tipo de formato de intervencin influye en los resultados, entonces: H3a1: Habr niveles inferiores de ansiedad en los participantes del formato ms eficaz. Se confirma: La ansiedad en el postratamiento y en los seguimientos de 3 y 12 meses es significativamente menor en el grupo cara a cara que en el de mnimo contacto teraputico. H3a2: Habr niveles inferiores de sintomatologa depresiva en los participantes del formato ms eficaz. Se confirma: La sintomatologa depresiva en el postratamiento y en el seguimiento de 1 mes es significativamente menor en el grupo cara a cara que en el de mnimo contacto teraputico. H3a3: Habr niveles inferiores de ira en los participantes del formato ms eficaz. No se confirma: No se encuentran diferencias significativas entre los formatos en el rasgo de ira de los cuidadores. Aunque este era significativamente mayor en el pretratamiento en el grupo cara a cara que en el de mnimo contacto teraputico y estas diferencias
312
Parte Emprica
desaparecen en las evaluaciones posteriores, lo cual puede ser considerado como una mejora del grupo cara a cara. Pero una mejora que en cualquier caso no alcanza la diferencia estadsticamente significativa. H3a4: Habr niveles inferiores de malestar emocional segn los informantes en los participantes del formato ms eficaz. Se confirma: El malestar emocional a juicio de los informantes en el seguimiento de 12 meses es significativamente menor en el grupo cara a cara que en el de mnimo contacto teraputico. H3a5: Habr niveles inferiores de ira en los participantes del formato ms eficaz. Se confirma: La inadaptacin cuando se consideran todos los momentos de medida de manera conjunta, as como especficamente en el postratamiento, es menor en el grupo cara a cara que en el mnimo contacto teraputico. H3a6: Habr niveles inferiores de consumo de psicofrmacos en los participantes del formato ms eficaz. No se confirma: No se encuentran diferencias significativas entre los formatos en el consumo de psicofrmacos de los cuidadores.
Captulo 8
313
H3a7: Habr porcentajes inferiores de pensamientos y de posibilidad de institucionalizacin en los participantes del formato ms eficaz. No se confirma: No se encuentran diferencias significativas entre los formatos en los pensamientos o en la posibilidad de institucionalizacin. H3a8: Habr niveles superiores de salud mental en los participantes del formato ms eficaz. No se confirma: No se encuentran diferencias significativas entre los formatos en la salud mental de los cuidadores. H3a9: Habr niveles superiores de salud fsica en los participantes del formato ms eficaz. No se confirma: No se encuentran diferencias significativas entre los formatos en la salud fsica de los cuidadores. H3b1: Habr niveles inferiores de sobrecarga en los participantes del formato ms eficaz. No se confirma: No se encuentran diferencias significativas entre los formatos en la sobrecarga de los cuidadores.
314
Parte Emprica
H3b2: Habr mejores estrategias de afrontamiento en los participantes del formato ms eficaz. Se confirma parcialmente: El afrontamiento centrado en los problemas cuando se consideran todos los momentos de medida de manera conjunta, as como especficamente en el postratamiento y seguimiento de 6 meses, es significativamente ms utilizado en el grupo cara a cara que en el de mnimo contacto teraputico. La bsqueda de trascendencia cuando se consideran todos los momentos de medida de manera conjunta es significativamente ms utilizada en el grupo cara a cara que en el de mnimo contacto teraputico. No se encuentran diferencias significativas entre los formatos en la utilizacin del afrontamiento centrado en las emociones. No se encuentran diferencias significativas entre los formatos en la utilizacin de las estrategias de afrontamiento activas segn el informante. H3b3: Habr niveles superiores de autocuidado y visitas al mdico en los participantes del formato ms eficaz. No se confirma: No se encuentran diferencias significativas entre los formatos en el autocuidado o en las visitas al mdico de los cuidadores.
Captulo 8
315
H3b4: Habr niveles superiores de apoyo social y de satisfaccin con dicho apoyo en los participantes del formato ms eficaz. Se confirma: El apoyo social cuando se consideran todos los momentos de medida de manera conjunta, as como especficamente en el postratamiento es significativamente mayor en el grupo cara a cara que en el de mnimo contacto teraputico. La satisfaccin con el apoyo social de los cuidadores es mayor en el postratamiento en el grupo cara a cara que en el de mnimo contacto teraputico. H3b5: Habr niveles superiores de autoestima en los participantes del formato ms eficaz. No se confirma: No se encuentran diferencias significativas entre los formatos en la autoestima de los cuidadores. H3c1: Habr un mayor grado de adherencia al tratamiento en los participantes del formato ms eficaz. Se confirma parcialmente: El cumplimiento de tareas es significativamente mayor en el formato cara a cara que en el de mnimo contacto teraputico. No hay diferencias significativas en la cantidad de abandonos de ambos formatos de intervencin.
316
Parte Emprica
H3c2: Habr un mayor grado de satisfaccin con el tratamiento en los participantes del formato ms eficaz. Se confirma: La satisfaccin con el tratamiento es significativamente mayor en el formato cara a cara que en el de mnimo contacto teraputico.
Captulo 9
317
9.1 PARTICIPANTES este estudio coinciden con las presentadas por la mayora de las investigaciones, tanto realizadas en nuestro pas, como fuera de l: se trata de cuidadores de gnero femenino y nmero singular. Es decir, la mayora de los cuidadores son cuidadoras, que atienden a sus familiares, sin recibir una gran colaboracin de otras personas para el desempeo de esta tarea. Las ms de las veces se consideran cuidadoras principales y en ocasiones se trata de las nicas personas que atienden al mayor dependiente. El desigual reparto de las tareas dentro de la familia, no incumbe por tanto solo a las tareas del hogar (i.e. limpieza, compras, preparacin de comidas), sino que tambin alcanza al diferente cuidado que hombres y mujeres realizan de sus familiares. De hecho, gran parte de las cuidadoras son mujeres de mediana edad, entre los 41 y los 60 aos, que inmediatamente despus de haberse hecho cargo del cuidado de los nios comienzan a cuidar a sus mayores. Esta generacin sndwich, que ha tenido que dedicar casi todo su tiempo a cuidar a los familiares dependientes (bien por ser demasiado pequeos o demasiado mayores), no ha tenido tiempo para ellas mismas. Si a esto se aade la ausencia de apoyo de los otros, bien sean personas prximas (pareja, familia, amigos...) o de instituciones (ayuntamientos, organismos de salud, servicios sociales...), hace que se explique con claridad el malestar que experimentan. Pero este estereotipo del cuidador, hija del familiar y de mediana edad, muy probablemente cambiar en los prximos aos con la progresiva modificacin de nuestra sociedad. Cada vez habr un mayor nmero de varones cuidadores y de personas mayores de 65 aos que cuiden de sus familiares, pues sern las personas ms accesibles para el desempeo de este rol (Centro de Investigaciones Sociolgicas, 2002, Kramer y Thompson, 2002). De
318
Parte Emprica
hecho, un 20 % de la muestra son cuidadores mayores de 60 aos, de los cuales una tercera parte son varones. A diferencia de los datos disponibles sobre cuidadores en nuestro contexto, que indican que en porcentajes importantes son personas con bajos niveles de estudios y sin retribucin salarial (amas de casa y jubilados), entre los participantes de este estudio se observa que el 48,8% trabajan fuera del hogar, un 20,9% tienen estudios universitarios y un 25,6% estudios de segundo grado, segundo ciclo. Cul es la explicacin de la mayor asistencia a tratamiento entre los cuidadores asalariados y con estudios ms elevados? Probablemente son varias las razones que puedan mediar este hecho, pero una de las ms importantes es quizs que este tipo de cuidadores sea ms proclive a acudir a pedir ayuda, en general, y ayuda psicolgica, en particular. Para solicitar ayuda primero hay que reconocer que se necesita y segundo saber dnde hacerlo. Los cuidadores amas de casa, jubilados o con menor nivel de estudios consideran con mayor facilidad que no necesitan ayuda o que al menos no se encuentran tan mal como para solicitar ayuda profesional. Acudir al psiclogo es algo que consideran propio de quienes tienen serias alteraciones mentales y no de quienes experimentan ciertos desajustes emocionales como los suyos: encontrarse ms triste, ms ansioso o ms airado de lo normal. Por su parte, los cuidadores con mayor formacin y que trabajan fuera del hogar pueden ser ms conscientes de la necesidad de ayuda para superar las dificultades en general, y las relacionadas con el cuidado en particular, tambin conocen mejor los recursos sociosanitarios y ven la asistencia psicolgica de manera menos estigmatizante que otros tipos de cuidadores. Resulta interesante observar que los cuidadores cada vez ms van delegando ciertos cuidados hacia cuidadores profesionales (la mayor parte de las veces retribuidos por la propia familia), ya que algo ms de la mitad de los participantes del estudio contaban con algn tipo de ayuda formal. Es un signo
Captulo 9
319
de nuestra sociedad del bienestar la utilizacin de profesionales que se ocupen de los distintos problemas y dificultades. Pero adems conviene recordar que cuando los cuidadores trabajan fuera del hogar, cosa que ocurre en casi la mitad de los participantes, les resulta en ocasiones imposible poder atender al familiar con toda la intensidad que requieren, con lo que contar con ayuda formal no es una opcin sino prcticamente la nica solucin posible. Otro dato sociodemogrfico interesante es que los cuidadores de este estudio atienden a familiares que en la mayora de las ocasiones (80,2%) presentan algn tipo de demencia. El deterioro cognitivo, en general, y la demencia, en particular, cada vez tienen una prevalencia mayor en nuestro pas. No es extrao, pues, que gran parte de los mayores atendidos presenten algn tipo demencia como diagnstico principal y que el deterioro cognitivo sea el causante de su necesidad de depender de sus familiares para que les atiendan. El inters del autor de la presente tesis doctoral era ofrecer los dos formatos de tratamiento tanto a cuidadores de personas con algn tipo de demencia como a cuidadores de personas mayores dependientes por causas fsicas, pues la investigacin previa ha demostrado que ambos tipos de cuidadores estn igualmente afectados a nivel emocional. Pero lo cierto es que hay una gran preponderancia de cuidadores de personas con demencia en los dos formatos de intervencin. Quizs estos cuidadores han accedido en mayor medida al tratamiento porque se encuentran ms organizados que otros (y gran parte de los participantes proceden del movimiento asociacionista) o porque son ms conscientes de lo estresante de su situacin. Pero, quizs, tambin ha influido el hecho de que los profesionales con los que se ha entrado en contacto (mdicos, trabajadores sociales, enfermeras...) consideran que los cuidadores de familiares mayores con demencia se encuentran especialmente afectados a nivel emocional y, por lo tanto, necesitan en mayor medida de la intervencin psicolgica por parte de los profesionales.
320
Parte Emprica
Los resultados de este estudio son por lo tanto generalizables a aquellos cuidadores con unas caractersticas similares a las descritas, que no siempre coinciden con el estereotipo habitual entre los cuidadores de nuestro contexto sociocultural, pero que probablemente se encuentren muy prximas al prototipo de cuidadores que solicitan ayuda para sus propios problemas emocionales. 9.2 EFICACIA DEL TRATAMIENTO La popular afirmacin el tiempo todo lo cura no parece ser cierta en el caso de los cuidadores informales de personas mayores dependientes. As los estudios longitudinales muestran la ausencia de mejoras de los cuidadores con el paso del tiempo y en el presente estudio la condicin de lista de espera tan solo parece mantener e incluso empeorar la problemtica emocional de los cuidadores. El programa de manejo del estrs se ha mostrado ms eficaz que el grupo control, esto es que el no tratamiento, a la hora de reducir los niveles de ansiedad, depresin, expresin de ira, inadaptacin e incrementar la salud mental, el afrontamiento centrado en los problemas, el apoyo social y la satisfaccin con este apoyo, as como la autoestima de los cuidadores. Todos estos resultados permiten concluir que el programa de manejo del estrs en sus dos formatos es ms eficaz que el mero paso del tiempo. Adems, se ha demostrado que, ms all de su comparacin con un grupo control en lista de espera, el entrenamiento en manejo del estrs contribuye a disminuir los niveles iniciales de ansiedad, depresin, expresin y rasgo de ira, inadaptacin y sobrecarga, mejorando incluso la salud mental y fsica, el afrontamiento centrado en los problemas, el apoyo social y la satisfaccin con l, as como los niveles de autoestima de quienes tienen que cuidar a los familiares mayores. Personas que conocen bien a los participantes en el estudio (i.e. esposos, hijos, amigos, etc.) corroboran estos datos al indicar
Captulo 9
321
que, a su juicio, disminuye el malestar emocional entre los cuidadores desde el inicio de la intervencin hasta que finaliza el ltimo de los seguimientos. Por tanto parece necesario seguir ofreciendo a quienes se encuentran emocionalmente afectados intervenciones psicoteraputicas que les ayuden a reducir su malestar. Conviene adems ofrecer estas intervenciones cuanto antes, pues varios autores (Brodaty et al., 1997; Chu et al., 2000; Drummond et al., 1991; Mohide et al., 1990) tienen la impresin no corroborada empricamente de que los cuidadores que llevan ocupando su rol durante menos tiempo obtienen unos mayores beneficios de las intervenciones. Es decir, las intervenciones para controlar el estrs de los cuidadores cuanto antes mejor, pues si no su impacto puede ser escaso o llegar demasiado tarde. Son tres los elementos que segn la investigacin y los modelos tericos influyen de manera decisiva en la problemtica emocional de los cuidadores: a.- Estrategias de afrontamiento. El afrontamiento centrado en los problemas es utilizado por los cuidadores en mayor medida que el afrontamiento centrado en las emociones. Pero es la utilizacin de este segundo, especialmente el empleo de estrategias de evitacin y autoculpabilizacin, el que se asocia con una mayor problemtica emocional. Por ello resulta esencial aumentar aun ms el afrontamiento centrado en los problemas y reducir en la medida de lo posible el centrando en las emociones. b.- Apoyo social. Los cuidadores reciben escaso apoyo por parte de otras personas y no se encuentran especialmente satisfechos con l. As, pues, conviene tratar de aumentar tanto la cantidad de ayuda recibida como la satisfaccin que esta provoca. c.- Valoracin de la situacin. La situacin de los cuidadores es en muchos casos ciertamente estresante. Con todo en ocasiones esta tiene un mayor impacto sobre ellos ya que los cuidadores la perciben como altamente
322
Parte Emprica
amenazante, ms de lo que ellos pueden llegar a manejar. La valoracin de la situacin es probablemente la variable mediadora ms relevante de todas, por lo que es necesario fomentar un anlisis objetivo de la situacin que contribuya a desplegar estrategias lo ms adaptativas posibles para el cuidador. El presente programa de manejo el estrs ha conseguido mejorar estas variables mediadoras (e.g. se incrementa el afrontamiento centrado en los problemas, el apoyo social, la satisfaccin de los cuidadores con este, y se reduce la percepcin de sobrecarga) y quizs por ello ha sido eficaz. Adems cabe destacar que, desde el punto de vista de la significacin clnica los dos formatos de tratamiento consiguen una reduccin significativa entre el pretratamiento y todos los posteriores momentos de medida tanto en los porcentajes de trastornos de ansiedad, como del estado de nimo. As, al inicio de la intervencin el 62,8% de los participantes presentaban posibles trastornos de ansiedad y el 34,9% posibles casos de depresin. Mientras que a los doce meses de seguimiento tan solo un 28,9% presentaba posibles trastornos de ansiedad y un 18,1% posibles casos de depresin. As mismo, los cuidadores se encuentran muy satisfechos con la intervencin, especialmente en su formato cara a cara, no solo porque crean que el servicio recibido es bueno, estn satisfechos con l, volveran a utilizarlo en caso de necesitarlo y se lo recomendaran a otras personas, sino porque creen haber encontrado el servicio que buscaban, en general ha satisfecho sus necesidades y les ha ayudado mucho a hacer frente ms eficazmente a sus problemas. De hecho a travs de la evaluacin del programa realizada con frases incompletas se observa que este es percibido como beneficioso pues aprenden a afrontar mejor los problemas, a hablar las cosas, a delegar y cuidarse, a relativizar, a ser ms positivo y paciente... En definitiva, parece ayudarles a desarrollar estrategias y actitudes altamente beneficiosas para mantener su bienestar emocional y mejorarlo en la medida de lo posible.
Captulo 9
323
No obstante, continan los problemas en la vida cotidiana a los 12 meses de seguimiento en un porcentaje importante de los cuidadores (63,9%) y no desaparece la sintomatologa ansiosa y depresiva, ya que la media de ansiedad es de 8,74 y la de depresin de 10,13 (ambas justo por encima del punto de corte de los autoinformes para la deteccin tanto de problemas de ansiedad, como de depresin). En estos resultados puede estar influyendo el hecho de que el entorno del cuidador no se modifica sino que normalmente se mantiene estable. Es decir, los problemas relacionados con el mayor y su cuidado continan. As el porcentaje de mayores con dependencia severa asciende ligeramente del 67,4% en el pretratamiento al 71,1% en el seguimiento a los 12 meses, mientras que la media del deterioro cognitivo pasa de 2,45 a 2,61. Pero, los cuidadores no solo sufren los problemas relacionados con el cuidado, sino que en numerosas ocasiones les acontecen dificultades de muy diversa ndole, no analizadas cuantitativamente en el presente estudio pero de las que se tiene constancia a travs de la informacin que ofrecen los participantes en las distintas sesiones teraputicas. Las dificultades ms comunes suelen ser : discusiones con el jefe en el trabajo o con personas significativas (e.g. hermanos, cnyuge...), problemas escolares o laborales de alguno de sus hijos, enfermedades y fallecimientos de otros familiares distintos del que cuidan... y un largo etctera. Todas estas dificultades normales de la vida se convierte en problemas aadidos para unos cuidadores ya suficientemente saturados, por lo que muchas veces se convierten en problemas generadores de un alto estrs. Resulta demasiado pretencioso querer modificar con una nica y breve intervencin un problema tan mltiple y complejo como es el del estrs crnico que padecen gran cantidad de cuidadores de personas mayores dependientes (Mahoney et al., 2003; Quayhagen et al., 2000; van den Heuvel et al., 2000; Vernooij-Dassen y Rikkert, 2004). Por eso puede ser un objetivo clnico ms
324
Parte Emprica
razonable el tratar de estabilizar su problemtica emocional (Burns et al., 2003; Losada, 2005). El programa de intervencin descrito en este estudio ha conseguido reducir importantes aspectos de la problemtica emocional de los cuidadores (especialmente los niveles de ansiedad y depresin), sin que haya podido modificar sustancialmente otros. En algunas condiciones, ya es un logro teraputico conseguir que los problemas no aumenten y que no aumente el impacto que estos tienen sobre la persona. Este es el caso de los cuidadores de mayores dependientes, sometidos a abundantes problemas y dificultades, en intensidad y cantidad generalmente creciente. Conseguir que la problemtica emocional de los cuidadores se reduzca en algunos aspectos y no aumente en otros puede ser visto como un logro. Por todo lo cual se puede decir que el tratamiento ha sido eficaz a la hora de manejar el estrs de los participantes. Adems, cabe destacar que el formato de intervencin cara a cara es ms eficaz que el mnimo contacto teraputico. De hecho el formato cara a cara consigue reducir en mayor medida los niveles de ansiedad, depresin, malestar emocional segn los informantes e inadaptacin, que el formato de mnimo contacto, consiguiendo adems que los cuidadores utilicen en mayor medida el afrontamiento centrado en los problemas y la bsqueda de trascendencia, as como que incrementen el apoyo social y satisfaccin con el apoyo social. Estas diferencias pueden ser debidas a tres elementos esencialmente: a. Hay un mayor contacto con el terapeuta en el formato cara a cara. El contacto de los cuidadores con un profesional que les atiende y escucha, resulta importante para ellos en cuanto encuentran en esta persona un confidente a quien comentar sus preocupaciones. Resulta ms difcil encontrar este apoyo social emocional, este confidente a quien comentar sentimientos y pensamientos que les preocupan, en familiares cercanos. Por eso los profesionales constituyen una relevante fuente de apoyo para los cuidadores (Chang et al., 2004). De hecho, al igual que en otros estudios (Mittelman et al.,
Captulo 9
325
1997), en ocasiones se incluye al terapeuta entre la lista de los apoyos emocionales de los cuidadores, lo cual indica un efecto positivo de la intervencin no evaluable cuantitativamente. b. Se consigue una mayor implicacin de los cuidadores en el programa en el formato cara a cara. Es decir, realizan en mayor medida las tareas para casa y por lo tanto practican ms las estrategias ofrecidas para el manejo del estrs. La realizacin de tareas para casa es esencial a la hora de practicar y asimilar las distintas estrategias propuestas en la intervencin. Cuanto ms se practiquen estas en el contexto cotidiano del cuidador, y no nica y exclusivamente en el contexto de las diferentes sesiones clnicas, ms fcilmente podrn ser utilizadas con xito siempre que el cuidador las necesite. c. Se produce una mayor satisfaccin con la intervencin. Ciertamente satisfaccin y eficacia no son dos elementos idnticos, pero conviene plantear el hecho de que es difcil que los cuidadores consigan beneficios de un programa si no se encuentran satisfechos con l, si no le acaban de encontrar utilidad, si piensan que no es lo que ellos estn necesitando. Puede ser considerado como un xito del tratamiento el hecho de que los abandonos del programa de manejo del estrs no sean muy numerosos (5,6%). Pero no debe olvidarse que s que hay un porcentaje muy escaso de cumplimiento de tareas (35% del total de las propuestas) en el grupo de mnimo contacto. En este grupo, a tenor del escaso porcentaje de tareas realizadas, se puede decir que en algunos casos se ha producido un cierto abandono del tratamiento sin irse. Es decir, simplemente acudan a sesin para tener un rato de ventilacin de sentimientos, para consultar sus problemas... o bien porque se haban comprometido a ello y crean que era su deber hacerlo. Ya que los tratamientos que ofrecen mayores tasas de abandonos deben considerarse como menos efectivos (Losada, 2005), conviene plantearse la necesidad de
326
Parte Emprica
desarrollar formatos de intervencin que disminuyan tanto el nmero de abandonos como la escasa implicacin de los cuidadores en los tratamientos. En el formato cara a cara la reduccin del malestar emocional se produce esencialmente entre el pre y el postratamiento, mejoras que tienden a mantenerse en los seguimientos. Por el contrario el formato de mnimo contacto la reduccin tiende a ser progresiva. Parece, pues, que el aprendizaje y puesta en prctica de las estrategias propuestas por el programa de manejo del estrs se realiza de manera rpida, casi inmediata, en los cuidadores del formato cara a cara, mientras que los cuidadores del formato de mnimo contacto necesitan un mayor tiempo para la asimilacin y puesta en prctica de estas estrategias. Esto se produce quizs porque en las intervenciones cara a cara hay: a. Un mayor contacto y un mayor trabajo en la fase de tratamiento en comparacin con el grupo de mnimo contacto. b. Una reduccin tan importante entre el pre y el postratamiento que resulta difcil continuar reduciendo aun ms los niveles de problemas emocionales que padecen. Hay, por tanto, diferencias en entre los formatos de intervencin tanto en la eficacia general de los programas, como en la evolucin de las variables dependientes y mediadoras. 9.3 CONSIDERACIONES PRCTICAS La propuesta de un programa de tratamiento del estrs de ocho sesiones, con un formato de encuentros con el cuidador, combinados con material ms o menos extenso para trabajar en casa, supone una intervencin flexible y adaptada a las particulares caractersticas de este grupo poblacional. Es un tratamiento breve, que puede llevarse a cabo con cierta facilidad en los diversos contextos sociosanitarios de referencia para los cuidadores. Cabe
Captulo 9
327
pensar que intervenciones de mayor duracin no hubiesen tenido una mejor acogida entre ellos, pues es tal la cantidad de tareas y preocupaciones que habitualmente tienen, que dedicar una hora a la semana, o una hora al mes, les pareca al inicio de la intervencin un grandsimo esfuerzo. Quienes atienden a un familiar mayor dependiente son un grupo suficientemente sobrecargado como para que en numerosas ocasiones consideren que su situacin es horrorosa y que nadie ni nada puede ayudar a que mejore. Por todo ello, es importante delimitar con los participantes el objetivo teraputico, planteando que incluso en aquellas situaciones que se perciben como altamente estresantes se puede tratar de mejorar su estado emocional, buscando conseguir que la situacin les afecte lo menos posible, es decir, buscando que la situacin no les sobrepase y desborde sobremanera. Son pocos los cuidadores que acuden a los profesionales sociosanitarios porque estn deprimidos o ansiosos, raramente afirman que esperan participar en algn programa que elimine su depresin, ansiedad o cualquier otro trastorno psicopatolgico bien definido. Las ms de las veces buscan ayuda para sus familiares dependientes y cuando reconocen ser ellos mismos quienes necesitan ayuda suelen indicar que se encuentran ms tensos, enfadados, tristes... de lo normal, es decir, que no consiguen estabilizar sus emociones. En este sentido llamar al programa del manejo del estrs Taller para cuidadores: Como mantener su bienestar tiene varias ventajas, pues, no patologiza la situacin de los cuidadores (ya que insiste en lo positivo), determina el objetivo de la intervencin (que no es sino manejar adecuadamente su problemtica emocional, manteniendo los aspectos adaptativos y modificando en la medida de lo posible los inadecuados) y delimita el sujeto sobre el que va a estar centrada la intervencin (que no es la persona cuidada sino el propio cuidador).
328
Parte Emprica
Los cuidadores del grupo de mnimo contacto manifestaron cierto descontento al tener mucho que leer en sus casas. Este problema con el material escrito para casa, similar al encontrado en otros estudios (Brodaty et al., 1994), puede dificultar la implementacin del programa. Junto a esto hay que tener en cuenta que las tareas para casa, pueden ser en ocasiones un agente estresante, bien por lo complejas que son, bien por lo abundantes, haciendo que a los cuidadores les agobie el solo hecho de pensar en ellas (Losada, 2005). Por todo ello, conviene considerar el material escrito como un apoyo que se ofrece al cuidador durante el proceso teraputico y no como un fin en si mismo. Cuando las tareas para casa escritas son un problema, conviene facilitarlas en la medida de lo posible, ofreciendo ejemplos de autorregistros ya cumplimentados, realizando en sesin ejemplos concretos de las tareas que luego se tendrn que desarrollar en casa, resolviendo todas las dudas que puedan surgir, etc. En el formato de mnimo contacto teraputico conviene mantener peridicos contactos telefnicos entre las sesiones para comprobar el desarrollo que est teniendo la terapia. En caso de que pase el tiempo y el cuidador no avance en la lectura y prctica de los materiales, conviene no postergar demasiado el siguiente encuentro en sesin para, de esta manera, poder resolver cara a cara las dificultades que puedan estar apareciendo, as como para motivar al cuidador en la ejecucin de las distintas estrategias propuestas de control del estrs. A veces resulta difcil, incluso entre cuidadores altamente motivados, disponer de tiempo necesario para las tareas diarias para casa asignadas en los dos formatos de intervencin. Lo normal es que algn da se falle o se vea modificado el plan inicial de las tareas (e.g. que no se tenga tiempo para las actividades gratificantes programadas, que el ejercicio de control de la activacin se lleve a cabo en otro momento del da distinto del convenido, etc.).
Captulo 9
329
En este sentido si los autorregistros de los cuidadores son muy similares todas las semanas o demuestran un gran control y pericia en la ejecucin dan pie a pensar que las estrategias tan solo son perfectas sobre el papel, y no lo son tanto en la vida cotidiana. Aunque no se disponen de anlisis especficos al respecto, intuitivamente se puede afirmar que comenzar las intervenciones ofreciendo una tcnica sencilla y eficaz para el control de la activacin, como son los ejercicios de respiracin, motiva a los pacientes hacia la terapia. Ya desde el primer momento perciben que se les ofrecen herramientas concretas y tiles para tratar de controlar los efectos de la situacin de estrs en la que se encuentran. As mismo, parece beneficioso ofrecer tambin desde el inicio del tratamiento una explicacin lgica y coherente de su situacin. Saber que los sentimientos que experimentan son normales entre la mayora de los cuidadores les ayuda a mitigarlos en parte. Pero sin duda, explicar que adems de la situacin, son sus acciones y pensamientos los que contribuyen a encontrarse mejor o peor les abre la posibilidad de cambiar. Pues, lo que les ocurre, muchas veces no est en su mano cambiarlo (e.g. la gran cantidad de burocracia a soportar para la solicitud de cualquier ayuda, que la enfermedad avance y la nica opcin sean los cuidados paliativos, el mucho tiempo que tienen que dedicar a explicar las cosas a los mayores, etc.), pero s que perciben que pueden modificar lo que ellos hacen y piensan. La reestructuracin cognitiva suele exigir entre los cuidadores unas altas dosis de concentracin y esfuerzo. Ya es un primer logro importantsimo el hecho de que asimilen que muchas veces son los pensamientos y no las situaciones las generadoras de su malestar. Aclarar esto, suele conseguirse convenientemente con la mayora de los cuidadores. Pero tan solo es la base para la deteccin de pensamientos poco objetivos y no adaptativos. Conseguido
330
Parte Emprica
lo anterior se avanza a la sustitucin de aquellos pensamientos por otros ms objetivos y ms adaptativos. En estas dos ltimas fases conviene que el terapeuta sea todo lo didctico que pueda, que comience ofreciendo ejemplos generales para poco a poco pasar a ejemplos de la propia situacin del cuidador. Es importante destacar el valor que tiene el hecho de que la terapia se lleve a cabo de manera individual: se pueden personalizar los ejemplos, comentarios, ejercicios... durante las sesiones, facilita concertar citas en un horario que convenga tanto al terapeuta como al cuidador, se aprovecha ms el escaso tiempo de la intervencin. As mismo, se les ofrece una alternativa diferente a las que habitualmente estn disponible para los cuidadores: los grupos teraputicos y los grupos de ayuda mutua. No todas las personas se encuentran cmodas participando en reuniones grupales y en ocasiones la intervencin grupal tiene dificultades para atender a los problemas personales de cada uno de los integrantes del grupo. En este mismo sentido de facilitar la asistencia a las sesiones a un grupo de difcil acceso conviene resaltar la utilidad de que el terapeuta se desplace a los centros de referencia de los cuidadores. El esfuerzo realizado por parte del terapeuta vale la pena en orden a una mejor atencin a los participantes en el programa que tienen que emplear menos tiempo en desplazarse al lugar de las sesiones (un bien escaso y preciado en este colectivo), ahorran dinero, se encuentran cmodos, seguros y tranquilos desde el inicio en un lugar que les es familiar. Esto ha sido posible en un estudio de investigacin como el aqu propuesto, pero, en la actual organizacin sociosanitaria de nuestro pas, resulta inviable, o cuando menos bastante complicado, que sean los profesionales quienes se desplacen al encuentro con los cuidadores.
Captulo 9
331
9.4 LIMITACIONES Y DIRECTRICES FUTURAS La presente investigacin supone un anlisis pormenorizado de la eficacia de un programa de tratamiento, con dos formatos diferentes, sobre el estado emocional de los cuidadores informales en nuestro entorno sociocultural, utilizando para ello criterios de seleccin bastante restrictivos, una muestra amplia de cuidadores, una evaluacin pormenorizada y seguimientos suficientemente amplios. Adems rene la mayora de requisitos que conviene que cumplan las investigaciones sobre eficacia de los tratamientos (Seligman, 1995): 1. Asignacin aleatoria de los pacientes a las distintas condiciones experimentales. 2. Evaluacin detallada. 3. Exclusin de pacientes con trastornos mltiples. 4. Tratamientos claramente descritos y protocolizados. 5. Fijacin de un nmero determinado de sesiones. 6. Seguimiento de los pacientes a largo plazo. Pese a todo lo anterior, existen una serie de limitaciones que tienen que ser tenidas en cuenta a la hora de interpretar los resultados. Una primera limitacin reside en el hecho de que las evaluaciones no fueron llevadas a cabo por entrevistadores ciegos. Resultados obtenidos con este tipo de evaluaciones evitaran los posibles sesgos introducidos por un entrevistador que conoce la asignacin experimental de los participantes y que puede estar mediatizando los resultados obtenidos. Una segunda limitacin es que la evaluacin ha sido bastante minuciosa en lo que se refiere a la sintomatologa emocional del cuidador y repercusiones sociales (i.e. utilizacin de ayuda, posibilidad de institucionalizacin del mayor, afectacin de la vida cotidiana del cuidador), pero podra haber tenido en cuenta ms indicadores de la implementacin del
332
Parte Emprica
tratamiento en sus dos formatos. Se poda haber controlado no slo el porcentaje de tareas realizadas, sino tambin cuales son las tareas que se realizan en menor medida y hasta qu punto las realizadas han sido llevadas a cabo de manera correcta. Todo ello contribuira a determinar el grado de recepcin de la intervencin por parte de los cuidadores (i.e. el grado en que se han aprendido las habilidades y tcnicas entrenadas en las sesiones). Tambin dentro del contexto evaluativo podra considerarse como una limitacin el que los cuidadores en las evaluaciones de lista de espera, pre y postratamiento y seguimiento a los 6 y 12 meses tengan que cumplimentar una gran cantidad de autoinformes. Esto puede generarles cansancio y una cierta animadversin hacia el proceso evaluativo que haga que los resultados en ocasiones puedan no ser no del todo precisos (i.e. confusiones, mantenimiento de una misma tendencia en las respuestas, etc.) Supone una cierta dificultad para comprobar la eficacia de la intervencin la ausencia de un criterio claro de xito teraputico. Los cuidadores no presentan en la mayora de las ocasiones un cuadro diagnstico claramente delimitado que permita comprobar si se mantiene o desaparece tras la intervencin. El malestar emocional de los cuidadores es una realidad amplia, multidimensional, pero no por ello poco importante. No obstante, hay que sealar que unos criterios diagnsticos claros y concretos ayudan a determinar el xito o fracaso conseguido por la intervencin. Pese a ser los cuidadores un colectivo de difcil acceso, en esta investigacin se logr contar con una muestra de 86 cuidadores con problemas emocionales de diversa ndole. Ciertamente no es un nmero pequeo, pero siempre puede considerarse como una limitacin el hecho de no contar con una muestra ms numerosa, especialmente a la hora de comparar los dos formatos de intervencin con el grupo control en lista de espera. Esto permitira aumentar la potencia de la investigacin.
Captulo 9
333
Una nueva limitacin reside en el hecho de que la aleatorizacin se realiza en un primer momento sobre los profesionales en lugar de sobre los cuidadores. Esto est motivado por el hecho de que resulta difcil acceder a los cuidadores sin que las personas con las que ellas estn en contacto, es decir, los profesionales (i.e. mdicos, enfermeras, trabajadores sociales, psiclogos), les indiquen qu tipo de intervencin se les ofrece por parte del terapeuta. Tanto los cuidadores, como los propios profesionales de las diversas instituciones, suelen ser reacios a la prctica de la aleatorizacin. No obstante, los posibles sesgos que se pudiesen haber introducido no son especialmente relevantes ya que, el estudio de la homogeneidad de los distintos grupos establece que no existen diferencias significativas entre ellos en el pretratamiento. Pese a que se trat de planificar un tratamiento sencillo, es decir, con unos materiales de contenidos accesibles, unas tareas para casa que no fuesen complicadas, unos autorregistros fciles de cumplimentar... lo cierto es que la intervencin en su conjunto puede tener una cierta dificultad para cuidadores de un bajo nivel educativo, poco acostumbrados a la lectura y escritura. Algunos de los componentes teraputicos se desarrollaban en sesin de manera oral, pero otros se desarrollaban de manera escrita en sesin y en casa y esto puede ser una limitacin para la implementacin de la intervencin. Otra limitacin se encuentra en el hecho de que se trata de una intervencin de mbito limitado, dentro de la dinmica de actuaciones del centro de referencia del cuidador, esto es, del centro de salud, asociacin de familiares o servicios sociales del ayuntamiento. Son estas unas de organizaciones muy heterogneas, que ofrecen servicios muy diversos. Con todo, hubiese sido interesante tener en cuenta los recursos formales que pudieran ofrecer, para tratar de generar una colaboracin entre sistema formal e informal. As la intervencin habra tenido un carcter ms comunitario.
334
Parte Emprica
En este mismo sentido de ampliar el mbito de la intervencin, quizs hubiera sido necesario contar con la colaboracin del entorno social ms prximo durante los tratamientos para conseguir mejoras en los niveles de malestar de los cuidadores, pues el entorno del cuidador es un elemento crtico de su situacin. As la intervencin habra tenido un carcter ms interpersonal. No obstante, esta colaboracin en la prctica resulta difcil, pues tan solo contar con los familiares y amigos para la contestacin de una valoracin sobre los cuidadores ha estado llena de problemas e inconvenientes. Si ha sido complicado, y a veces imposible, conseguir que alguien del entorno social de los cuidadores cumplimentase en los diversos momentos de medida una sencilla escala tipo Likert, se puede pensar que conseguir colaboraciones ms intensas durante los tratamientos hubiese presentado aun muchas ms dificultades y problemas. Ciertamente la intervencin descrita en el presente trabajo no es un entrenamiento en manejo del estrs particularmente amplio. Con todo, un tratamiento de 8 sesiones como el propuesto tampoco es especialmente breve, ya que un numero de sesiones de entre 6 y 10 es considerado en el meta-anlisis de Knight et al. (1993) como indicador de intensidad medio-alta. Ciertamente cabe pensar que se podra aumentar el nmero de sesiones en orden a trabajar ms detalladamente cada una de las tcnicas de control de estrs propuestas, pero esto muy probablemente hara aumentar tanto los abandonos, como, especialmente, los rechazos hacia la intervencin. Tambin podra plantearse aumentar el tiempo en lista de espera en orden a comprobar si el no tratamiento a largo plazo es tan eficaz como la intervencin aqu planteada. El tiempo en lista de espera del estudio es breve y equivale al que los cuidadores se encuentran en tratamiento, esto es dos meses. Se podra disear un grupo control que cumplimentase los instrumentos de evaluacin durante periodos de tiempo equivalentes a los seguimientos aqu
Captulo 9
335
realizados, esto es, durante doce meses. Sin embargo, una propuesta metodolgica tan prolongada en lista de espera parece ser poco tica y con toda seguridad generara una gran cantidad de abandonos de esa condicin, as como que las personas buscasen algn otro tipo de ayuda profesional al estar esperando durante 14 meses un tratamiento. Parece ms tico, y ms tambin ms plausible, tratar de disear un grupo control de tratamiento inespecfico, en el que se ofrezcan aquellos servicios de los que habitualmente pueden disfrutar los cuidadores vinculados a algn tipo de institucin (i.e. evaluacin del familiar mayor, charlas informativas sobre la enfermedad o aspectos asociados, etc.). Con todo los estudios longitudinales informan de que en ausencia de tratamiento no se producen mejoras en las variables emocionales de los cuidadores. Convendra adems en el futuro evaluar los factores predictores del xito o fracaso teraputico, as como tambin de los abandonos en terapia. Los cuidadores son un grupo muy amplio, con diferentes necesidades, experiencias y creencias. Por lo cual, para avanzar en la comprensin del impacto de las intervenciones con cuidadores es importante identificar caractersticas especficas de los cuidadores que les hacen beneficiarse en mayor medida de una determinada intervencin (Biegel y Schulz, 1999; Gitlin et al., 2003). En este sentido parece especialmente relevante investigar si tambin en el programa de manejo del estrs descrito en la presente tesis doctoral, los hijos muestran mejores resultados que otros grupos de cuidadores (Losada, 2005; Srensen et al., 2002), las mujeres se benefician ms de la intervencin que los varones (Losada, 2005), los cuidadores de mayores con demencia muestran peores resultados que aquellos cuidadores de personas mayores sin demencia (Srensen et al., 2002), o si el tiempo que se lleva cuidando al familiar es un determinante de la eficacia de la intervencin (Gallagher-Thompson y Steffen, 1994).
336
Parte Emprica
Una nueva lnea de investigacin sera comparar la intervencin aqu diseada para ser aplicada en modalidad individual con una aplicacin en formato grupal. Los datos de la investigacin previa apuntan a que el formato individual es ms eficaz que el grupal, pero quizs analizando los costesbeneficios de las intervenciones pueda ser preferible su aplicacin de manera grupal. Es un elemento a determinar por futuras investigaciones. El papel emergente de las nuevas tecnologas (e.g. utilizacin de telfonos mviles, audiovisuales, Internet, etc.) abre nuevas modalidades de intervencin en el apoyo a los cuidadores. En el presente estudio se han utilizado cintas de audio para los ejercicios de control de la activacin y material escrito como recordatorio de lo tratado en las sesiones, as como base para el trabajo en casa. Resultara de gran inters tratar de comprobar si la utilizacin de las nuevas tecnologas, especialmente de Internet, ayudara o no a maximizar los efectos del tratamiento. Como ya se ha indicado, los cuidadores de mayores con demencia muestran peores resultados en las intervenciones que aquellos cuidadores de personas mayores sin demencia (Srensen et al., 2002). La mayor parte de los participantes en el estudio aqu descrito son cuidadores de personas con demencia, siendo esto un indicador indirecto de su eficacia. Si ha sido eficaz para un grupo especialmente difcil como es el grupo de cuidadores de mayores con demencia, cabe pensar que tambin lo ser para otros grupos de cuidadores en los que no necesariamente est presente el deterioro cognitivo de sus familiares. Por eso puede ser interesante tratar de aplicar el programa aqu descrito en muestras con un mayor porcentaje de mayores sin deterioro cognitivo para ver sus resultados. En un estudio controlado como el expuesto en la presente tesis doctoral, con rgidos criterios de inclusin, tratamiento altamente protocolarizado... se determina la eficacia del tratamiento. Aunque sera
Captulo 9
337
deseable que fuese corroborado por un estudio realizado por otro equipo de investigacin independiente. Pero un tratamiento conviene que demuestre su efectividad, esto es, los resultados que provoca en situaciones reales donde existen cuidadores con analfabetismo funcional, o que establecen rotaciones del mayor entre los distintos familiares pero que presentan un alto malestar emocional, o cuidadores que ya no desempean su rol por fallecimiento o institucionalizacin del mayor pero que siguen vinculados a grupos de cuidadores, etc. Y un ltimo paso sera demostrar la eficiencia del tratamiento. Para lo cual hay que estimar la relacin coste-beneficio, evaluando los resultados obtenidos en funcin de lo que ha costado (sueldos de los terapeutas, tiempo empleado, edicin de material, movilizacin de recursos, etc.). Por ltimo, cabe decir que todos los esfuerzos realizados con el programa de control de estrs Como mantener su bienestar, independientemente de los resultados y limitaciones, tenan como objetivo ltimo ofrecer a los cuidadores, con paciencia y comprensin, tal como aparece en la narracin que inicia la presente tesis doctoral, un tiempo para afilar el hacha. Pues en numerosas ocasiones estos se encuentran demasiado sobrecargados, sin tiempo para nada, ni siquiera para pensar sobre su propia situacin vital. Por eso, conseguir que los cuidadores se encuentren mejor puede parecer un objetivo sencillo, pero conseguirlo es sin ninguna duda un gran logro, tanto para esta investigacin, como para las futuras.
338
Parte Emprica
Captulo 9
339
10 BIBLIOGRAFA.
Abengozar, M. C. (1992). Cuidar a un anciano: Diferencias de gnero y edad ante una misma realidad. Revista de Psicologa Universitas Tarraconensis, 15, 49-61. Abengozar, M. C. y Serra, E. (1997). Envejecimiento normal y patolgico. Valencia: Promolibro. Abengozar, M. C. y Serra, E. (1999). La sobrecarga en las mujeres cuidadoras de familiares ancianos con demencia. Geritrika. Revista iberoamericana de geriatra y gerontologa, 15, 225-237. Acton, G. J. y Kang, J. (2001). Interventions to reduce the burden of caregiving for an adult with dementia: A metaanalysis. Research in Nursing and Health, 24, 349-360. Aggarwal, N. T., Bennett, D. A., Bienias, J. L., Mendes de Leon, C. F., Morris, M. C. y Evans, D. A. (2000). The Prevalence of Dizziness and Its Association With Functional Disability in a Biracial Community Population. Journals of Gerontology: Medical Sciences, 55, M288-M292. Akkerman, R. L. y Ostwald, S. K. (2004). Reducing anxiety in Alzheimer's disease family caregivers: the effectiveness of a nine-week cognitive-behavioral intervention. American Journal of Alzheimer's Disease and Other Dementias, 19, 117-123. Alberca, R. y Lpez-Pousa, S. (1998). Enfermedad de Alzheimer y otras demencias. Madrid: Ed. Mdica Panamericana. Algado, M. T., Basterra, A. y Garrigos, J. I. (1997). Familia y enfermedad de Alzheimer. Una perspectiva cualitativa. Anales de psicologa, 13, 19-29. Alonso, N. (2002). Problemtica social de la demencia. Geritrika, 18, 21-22. Alonso, A., Garrido, A., Daz, A., Casquero, R. y Riera, M. (2004). Perfil y sobrecarga de los cuidadores de pacientes con demencia incluidos en el programa ALOIS. Atencin primaria, 33, 61-68. Alspaugh, M. E. L., Stephens, M. A. P., Townsend, A. L., Zarit, S. H. y Greene, R. (1999). Longitudinal patterns of risk for depression in dementia caregivers: objective and subjective primary stress as predictors. Psychology and Aging, 14, 34-43. lvarez, M., de Alaiz, A. T., Brun, E., Cabaeros, J. J., Calzn, M., Coso, I., Garca, P., Garca-Caedo, R., Pardo, I. y Surez-Gonzlez, A. (1992). Capacidad funcional de pacientes mayores de 65 aos, segn el ndice de Katz. Fiabilidad de mtodo. Atencin Primaria, 10, 812-816. Aneshensel, C. S., Pearlin, L. I. y Schuler, R. H. (1993). Stress, role captivity and the cessation of caregiving. Journal of Health and Social Behavior, 34, 54-70. Aneshensel, C. S., Pearlin, L. I., Mullan, J. T., Zarit, S.H., y Whitlatch, C.J. (1995). Profiles in caregiving. The unexpected career. San Diego: Academic Press. Anthony-Bergstone, C. R., Zarit, S. H. y Gatz, M. (1988). Symptoms of psychological distress among caregivers of dementia patients. Psychology and Aging, 3, 245-248. Aramburu, I., Izquierdo, A. y Romo, I. (2001). Anlisis comparativo de necesidades psicosociales de cuidadores informales de personas
340
Referencias bibliogrficas enfermo de Alzheimer. Atencin Primaria, 34, 170-177. Barber, C. E. y Pasley, B. K. (1995). Family care of Alzheimer's patients: the role of gender and generational relationship on caregiver outcomes. Journal of Applied Gerontology, 14, 172-192. Bass, D.M. y Bowman, K. (1990). Transition from caregiving to bereavement: the relationship of care-related strain and adjustment to death. Gerontologist, 30, 35-42. Baumgarten, N. (1989). The health of persons giving care to the demented elderly. A critical review of the literature. Journal of Clinical Epidemiology, 42, 1137-1148. Baumgarten, M., Battista, R. N., InfanteRivard, C., Hanley, J. A., Becker, R. y Gauthier, S. (1992). The psychological and physical health of family members caring for an elderly person with dementia. Journal of Clinical Epidemiology, 46, 61-70. Baumgarten, M., Hanley, J. M., InfanteRivard, C., Battista, R., Becker, R. y Gauthier, S. (1994). Health of family members caring for elderly persons with dementia. Annals of Internal Medicine, 120, 126-132. Bazo, M.T. (1998). El cuidado familiar en las personas ancianas con enfermedades crnicas: el caso de los pacientes con enfermedad de Alzheimer. Revista Espaola de Geriatra y Gerontologa, 33, 49-56. Bazo, M. T. y Domnguez-Alcn, C. (1996). Los cuidados familiares de salud en las personas ancianas y las polticas sociales. REIS, 73, 43-56. Beck, A. T., Epstein, N., Brown, G. y Steer, R. A., (1988). An inventory for measuring clinical anxiety: Psychometric properties. Journal of Consulting and Clinical Psychology, 56, 893-897.
afectadas de Alzheimer y ancianos con patologa no invalidante. Revista Multidisciplinar de Gerontologa, 11, 64-71. Archbold, P. G., Steward, B. J., Miller, L. L., Harvath, T. A., Greenlick, M. R., van Buren, L., Kirschling, J. M., Valanis, B. G., Brody, K. K., Schook, J. E., y Hagan, J. M. (1995). The PREP system of nursing interventions: A pilot test with families caring for older members. Research in Nursing and Health, 18, 3-16. Arinero, M., Crespo, M, Lpez, J. y Gmez, M. (2004, Abril). Analysis of Rosenberg Self-esteem Scale: reliability and validity of items. Comunicacin presentada en el VII European Conference on Psychological Assessment. Mlaga. Artaso, B., Goi, A. y Gmez, A. R. (2001a). Factores influyentes en la sobrecarga del cuidador informal del paciente con demencia. Revista de Psicogeriatra, 1, 18-22. Artaso, B., Goi, A. y Gmez, A. R. (2001b). Sobrecarga del cuidador informal del paciente con demencia: demanda en un Centro de Da Psicogeritrico en Navarra. Geritrika, 17, 39-43. Artaso, B., Martn, M. y Cabass, J. M. (2003). El coste de los cuidados informales del paciente psicogeritrico en la comunidad. Revista de Psicogeriatra, 3, 70-74. Ashi, S., Girona, G. y Ortuo, M. A. (1995). Sindrome del cuidador. Rehabilitacin, 29, 465-468. Atienza, A. A., Henderson, P. C., Wilcox, S. y King, A. C. (2001). Gender differences in cardiovascular response to dementia caregiving. Gerontologist, 42, 490-498. Badia, X., Lara, N. y Roset, M. (2004). Calidad de vida, tiempo de dedicacin y carga percibida por el cuidador principal informal del
Referencias bibliogrficas Beck, A. T., Ward, C. H., Mendelson, M., Mock, J. y Erbaugh, J. (1961). An inventory for measuring depression. Archives of General Psychiatry, 4, 561-571. Beck, A. T., Rush, A. J., Shaw, B. F. y Emery, G. (1979). Cognitive therapy of depression. Nueva York: Guilford Press (versin castellana Terapia cognitiva de la depresin, 1983, Bilbao: Desclee de Brouwer). Beck, A. T. y Steer, R. A. (1993). Beck Depression Inventory. Manual. San Antonio: The Psychological Corporation. Beck, A. T., Steer, R. A. y Garbin, M. G. (1988). Psychometric properties of the Beck Depression Inventory: Twenty-five years of evaluation. Clinical Psychology Review, 8, 77100. Bendig. A. W. (1956). The development of a short form of the Manifest Anxiety Scale. Journal of Consulting Psychology, 20, 384. Bermejo, F., Rivera, J. y Prez del Molino, F. (1997). Aspectos familiares y sociales de la demencia. Medicina Clnica, 109, 140-146. Berry, G. L., Zarit, S. H. y Rabatin, V. X. (1991). Caregiver activity on respite and nonrespite days: A comparison of two service approaches. Gerontologist, 31, 830-835. Biegel, D. E. y Schulz, R. (1999). Caregiving and caregiver interventions in aging and mental illness. Family Relations, 48, 345-354. Birkel, R. C. (1987). Toward a social ecology of the home-care household. Psychology and Aging, 2, 294-301 (Resumen de Ageline: 25897). Bjelland, I., Dahl, A. A., Haug, T. T., Neckelmann, D. (2002). The validity of the Hospital Anxiety and Depression Scale. An updated literature review. Journal of Psychosomatic Research, 42, 69-77
341
Boada, M., Pea-Casanova, J., Bermejo, F., Guilln. F., Hart, W. M., Espinosa, C. y Rovira, J. (1999). Coste de los recursos sanitarios de los pacientes en rgimen ambulatorio diagnosticados de enfermedad de Alzheimer en Espaa. Medicina Clinica; 113: 690-695. Bodnar, J. C. y Kiecolt-Glaser, J. K. (1994). Caregiver depression after bereavement: chronic stress isn't over when it's over. Psychology and Aging, 9, 372-380. Boss, P., Caron, W., Horbal, J. y Mortimer, J. (1990). Predictors of depression in caregivers of dementia patients: Boundary ambiguity and mastery. Family Process, 33, 305-325. Bourgeois, M. S., Beach, S., Schulz, R. y Burgio, L. (1996). When primary and secondary caregivers disagree: Predictors and psychosocial consequences. Psychology and Aging, 11, 527-537. Bourgeois, M. S., Schulz, R. y Burgio, L. (1996). Interventions for caregivers of patients with Alzheimer's disease: A review and analysis of content, process and outcomes. International Journal of Aging and Human Development, 43, 35-92. Bourgeois, M. S., Schulz, R., Burgio, L. D., y Beach, S. (2002). Skills training for spouses of patients with Alzheimer's disease: Outcomes of an Intervention study. Journal of Clinical Geropsychology, 8, 53-73. Bradburn, N. M. (1969). The structure of psychological well being. Chicago, IL: Aldine Publishing Co. Braithwaite, V. (1996). Between stressors and outcomes: Can we simplify caregiving process variables? Gerontologist, 36, 42-53. Brodaty, H., Green, A. y Koschera, A. (2003). Meta-analysis of psychosocial interventions for caregivers of people with dementia.
342
Referencias bibliogrficas psychosocial interventions on White and African American family caregivers of individuals with dementia. Gerontologist, 43, 568579. Burns, R., Nichols, L. O., Martindale-Adams, J. (2000). Interdisciplinary geriatric primary care evaluation and management. Journal of the American Geriatric Society, 44, 1003-1009. Burns, R., Nichols, L. O., Martindale-Adams, J., Graney, M. J. y Lummus, A. (2003). Primary care interventions for dementia caregivers: 2-year outcomes from the REACH study. Gerontologist, 43, 547-555. Buss, A. H. y Durkee, A. (1957). An inventory for assessing different kinds of hostility. Journal of Consulting Psychology, 21, 343349. Caballero, J. C. (1991). Demencia en Espaa: Situacin actual y perspectivas de futuro. Medicina Clnica, 97, 431-436. Cacabelos, R. (1990). Neurobiologa y gentica molecular de la enfermedad de Alzheimer: marcadores diagnsticos y teraputica. Medicina Clnica, 95, 502-516. Caine, E. D. (1994). Standing at the mental health/psysical health Interface: is currente caregiver research valid? En E. Light, G. Niederehe y B. D. Lebowitz (Eds.), Stress effects on family caregivers of alzheimer's patients. Research and interventions (pp. 25-37). Nueva York: Springer Publishing Company. Cantril, H. (1965). The pattern of human concerns. New Brunswick, NJ: Rutgers University Press. Caro, I. e Ibez, E. (1992). La Escala Hospitalaria de Ansiedad y Depresin. Su utilidad prctica en
Journal of the American Geriatric Society, 51, 657-664. Brodaty, H. y Gresham, M. (1989). Effect of a training programme to reduce stress in carers of patients with dementia. British Medical Journal, 299, 1375-1379. Brodaty, H., Gresham, M. y Luscombe, G. (1997). The Prince Henry hospital dementia caregivers' training programme. International Journal of Geriatric Psychiatry, 12, 183-192. Brodaty, H. y Luscombe, G. (1998). Psychological morbidity in caregivers is associated with depression in patients with dementia. Alzheimer Disease and Associated Disorders, 12, 62-70. Brodaty, H. y Peters, K. (1991). Cost effectiveness of a training program for dementia carers. International Psychogeriatrics, 1991, 11-22. Brodaty, H., Roberts, K. y Peters, K. (1994). Quasi-experimental evaluation of an educational model for dementia caregivers. International Journal of Geriatric Psychiatry, 1994, 195-204. Buck, D., Gregson, B. A., Bamford, C. H., McNamee, P., Farrow, G. N., Bond, J. y Wright, K. (1997). Psychological distress among informal supporters of frail older people at home and in institutions. International Journal of Geriatric Psychiatry, 12, 737-744. Buckwalter, K. C., Gerdner, L., Kohout, F., Hall, G. R., Kelly, A., Richards, B. y Sime, M. (1999). A nursing intervention to decrease depression in family caregivers of persons with dementia. Archives of Psychiatric Nursing, 13, 80-88. Burgener, C. S., Bakas, T., Murray, C., Dunahee, J. A. y Tossey, S. (1998). Effective caregiving approaches for patients with Alzheimer's Disease. Geriatric Nursing, 19, 121-125. Burgio, L., Stevens, A., Guy, D., Roth, D. L. y Haley, W. E. (2003). Impact of two
Referencias bibliogrficas psicologa de la salud. Boletn de Psicologa, 36, 43-69. Carroll, K. M., Rounsaville, B. J. y Nich, C. (1994). Blind mans bluff? Effectiveness and significance of psychotherapy and pharmacotherapy blinding procedures in a clinical trial. Journal of Consulting and Clinical Psychology, 62, 276-280. Carver, C. S., Scheier, M. F. y Weintraub, J. K. (1989). Assessing coping strategies: A theoretically based approach. Journal of Personality and Social Psychology, 56, 267283. Carver, C. S. (1997). You want to measure coping but your protocol's too long: Consider the Brief COPE. International Journal of Behavioral Medicine, 4, 92-100. Casado, D. y Lpez, G. (2001). Vejez, dependencia y cuidados de larga duracin. Barcelona: Fundacin la Caixa. Castel, A., Ribas, J., Gelonch, M., Grau, B., Puig, J. M. y Pi, J. (2003). El sndrome del cuidador no profesional: existen diferencias en funcin de la patologa del enfermo anciano a cuidar? Revista de Psicogeriatra, 3, 75-79. Castel, T., Ribas, J., Gelonch, M., Grau, C., Puig, J. M., Pi, J., Izquierdo, S. y Lzaro, T. (2002). Distrs psicolgic en cuidadors de pacients ingressats en un hospital de dia psicogeritric. Revista Multidisciplinar de Gerontologa, 12, 158. Castleman, M., Gallagher-Thompson, D. y Naythons, M. (2000). There's still a person in there. The complete guide to treating and coping with Alzheimer's. Nueva York: Perigee. Cattanach, L. y Tebes, J. K. (1991). The nature of elder impairment and its impact on family caregivers. Gerontologist, 31, 246-255.
343
Centro de Investigaciones Sociolgicas (2002). Datos de Opinin, 28. Recuperado el 3 de junio de 2005 de http://www.cis.es/File/ViewFile.aspx ?FileId=381 Chang, B. L. (1999). Cognitive-behavioral intervention for homebound caregivers of person with dementia. Nursing Research, 48, 173-182. Chang, B. L., Nitta, S., Carter, P. A. y Markham, Y. K. (2004). Perceived helpfulness of telephone calls. Journal of Gerontological Nursing, 30, 14-21. Chenoweth, B. y Spencer, B. (1986). Dementia: the experience of family caregivers. Gerontologist, 26, 267272. Chiverton, P. y Caine, E. D. (1989). Education to assist spouses in coping with Alzheimer Disease. Journal of the American Geriatrics Society, 37, 593-598. Choi, T., Josten, L. y Christenson, M. L. (1983). Health-specific family coping index for noninstitutional care. American Journal of Public Health, 73, 1275-1277. Chu, P., Edwards, J., Levin, R. y Thompson, J. (2000). The use of clinical case management for early stage of Alzheimer's patients and their families. American Journal of Alzheimer's Disease and other Dementias, 15, 284-290. Chumbler, N. R., Grimm, J. W., Cody, M. y Beck, C. (2003). Gender, kinship and caregiver burden: the case of community-dwelling memory impaired seniors. International Journal of Geriatric Psychiatry, 18. Clark, P. C. y. King, K. B (2003). Comparison of family caregivers: stroke survivors vs. persons with Alzheimer's disease. Journal of Gerontological Nursing, 29, 45-53.
344
Referencias bibliogrficas Cook, W. W. y Medley, D. M. (1954). Proposed hostility and pharisaicvirtue scales for the MMPI. Journal of Applied Psychology, 38, 414-418. Cooke, D. D., McNally, L., Mulligan, K. T., Harrison, M. J. G. y Newman, S. P. (2001). Psychosocial interventions for caregivers of people with dementia: a systematic review. Aging and Mental Health, 5, 120135. Coon, D. W., Ory, M. G. y Schulz, R. (2003). Family caregivers: Enduring and emergent themes. En D. W. Coon, D. Gallagher-Thompson y L. W. Thompson (Eds.), Innovative interventions to reduce dementia caregiver distress (pp. 3-27). Nueva York: Springer. Coon, D. W., Thompson, L., Steffen, A., Sorocco, K. y Gallagher-Thompson, D. (2003). Anger and depression management: psychoeducational skill training interventions for women caregivers of a relative with dementia. Gerontologist, 43, 678689. Coon, D. W., Rubert, M., Solano, N., Mausbach, B., Kraemer, H., Argulles, T., Haley, W. E., Thompson, L. y GallagherThompson, D. (2004). Well-being, appraisal, and coping in Latina and Caucasian dementia caregivers: Findings from the REACH study. Aging and Mental Health, 8, 330345. Coope, B., Ballard, C., Saad, K., Patel, A., Bentham, P., Bannister, C., Graham, C. y Wilcock, G. (1995). The prevalence of depression in the carers of dementia sufferers. International Journal of Geriatric Psychiatry,, 10, 237-242. Copeland, J. R. M., Dewey, M. E., GriffithsJones, H. M. (1986). A computerized psychiatric diagnostic system and case nomenclature for
Clipp, E. C. y George, L. K. (1993). Dementia and cancer: A comparison of spouse caregivers. Gerontologist, 33, 534-541. Clyburn, L. D., Stones, M. J., Hadjistavropoulos, T. y Tuokko, H. (2000). Predicting caregiver burden and depression in Alzheimer's disease. Journal of Gerontology: Social Sciences, 55B, S2-S13. Coen, R. F., O'Boyle, C. A., Swanwick, G. R. J. y Coakley, D. (1999). Measuring the impact on relatives of caring for people with Alzheimer's disease: quality of life, burden and well-being. Psychology and Health, 14, 253-261. Cohen, D. y Eisdorfer, C. (2001). The loss of self. A family resource for the care of Alzheimer's disease and related disorders. Nueva York: Norton. Cohen, S., Kamarck, T., y Mermelstein, R. (1983). A global measure of perceived stress. Journal of Health and Social Behavior, 24, 385-396 Collins, C. E., Given, B. A. y Given, C. W. (1994). Interventions with family caregivers of persons with Alzheimer's disease. Nursing Clinics of North America, 29, 195-207. Collins, C. y Jones, R. (1997). Emotional distress and morbidity in dementia carers: a matched comparison of husbands and wives. International Journal of Geriatric Psychiatry, 12, 1168-1173. Collins, C., King, S., Given, C. W. y Given, B. (1994). When is a service of service? Understanding community service use among family caregivers of Alzheimer's patients. In E. Light, G. Niederehe y B.D. Lebowitz (Eds.), Stress effects on family caregivers of alzheimer's patients. Research and interventions (pp. 316-329). Nueva York: Springer Publishing Company.
Referencias bibliogrficas elderly subjects. GMS and AGECAT. Psychological Medicine, 16, 89-99. Corbeil, R. R., Quayhagen, M. P. y Quayhagen, M. (1999). Intervention effects on dementia caregiving interaction: a stress-adaptation modeling approach. Journal of Aging and Health, 11, 79-95. Cox, C. (1997). Findings from a statewide program of respite care: A comparision of service users, stoppers, and nonusers. Gerontologist, 37, 511-517. Cox, C. (1998). The experience of respite: Meetings the needs of African american and white caregivers in a statewide program. Journal of Gerontological Social Work, 30, 5972. Crespo, M. y Cruzado, J.A. (1997). La evaluacin del afrontamiento: adaptacin espaola del cuestionario COPE con una muestra de estudiantes universitarios. Anlisis y Modificacin de conducta, 23, 797830. Crespo, M. y Lpez, J. (2003). Cope Abreviado. En M. Crespo y F.J. Labrador. Estrs (pp.98-99). Madrid: Sntesis. Crespo, M., Lpez, J., Gmez, M. M. y Cuenca, T. (2003). El cuidador descuidado? JANO, 65, 516-517. Crespo, M., Lpez, J. y Zarit, S. (en prensa). Depression and anxiety in primary caregivers: a comparative study of caregivers of demented and nondemented older persons. International Journal of Geriatric Psychiatry. Cruz, A. J. (1991). El ndice de Katz. Revista Espaola de Geriatra y Gerontologa, 26, 338-348. Cuevas, C. Garca-Estrada, A. y Gonzlez, J.L. (1995). Hospital Anxiety and Depression Scale y psicopatologa
345
afectiva. Anales de psiquiatra, 2, 126-130. Cummings, J. L., Mega, M., Gray, K., Rosenberg-Thompson, S., Carusi, D. A. y Gornbein J. (1994). The Neuropsychiatric Inventory: comprehensive assessment of psychopatology in dementia. Neurology, 44, 2308-2314 Cuijpers, P. (1997). Bibliotherapy in unipolar depression: a meta-analysis. Journal of Behavior Therapy and Experimental Psychiatry, 28, 139147. Davis, L. L., Burgio, L. D., Buckwalter, K. C. y Weaver, M. (2004). A comparison of in-home and telephone-based skill training interventions with caregivers of persons with dementia. Journal of Mental Health and Aging, 10, 31-44. Defensor del Pueblo (2000). La atencin sociosanitaria en Espaa: perspectiva gerontolgica y otros aspectos conexos. Madrid: Defensor del Pueblo. Deimling, G. T., Smerglia, V. L. y Schaefer, M. L. (2001). The impact of family enviroment and decision-making satistaction on caregiver depression: A path analytic model. Journal of Aging and Health, 13, 4771. Deiner, E. Emmons, R. A., Larsen, R. J. y Griffin, S. (1985). The satisfaction with life scale. Journal of Personality Assessment, 49, 71-75. De la Cruz, M. J., Faris, B., Herrera, A. y Gonzlez, M. T. (2001). Adicciones ocultas. Aproximacin al consumo diferencial de psicofrmacos. Las Palmas: COP. De Leo, D., Diekstra, R. F. W. , Cleiren, J. P., Sampaio-Faria, J. G., Grigoletto, F., Lonnquist J, Trabucchi, M. y Zuchetto, M. (1994). Quality of life assessment instrument to measure self-perceived functioning and well-
346
Referencias bibliogrficas stroke and dementia victims. Journal of the American Geriatrics Society, 40, 896-901. Drummond, M. F., Mohide, E. A., Tew, M., Streiner, D. L., Pringle, D. y Gilbert, J. R. (1991). Economic evaluation of a support program for caregivers of demented elderly. International Journal of Technology Assessment in Health Care, 7, 209-219. Dura, J. R., Stukenberg, K. W. y KiecoltGlaser, J. K. (1990). Chronic stress and depressive disorders in older adults. Journal of Abnormal Psychology, 99, 284-290. Dura, J. R., Haywood-Niler, E. y KiecoltGlaser, J. K. (1990). Spousal caregivers of person with Alzheimer's and Parkinson's disease dementia: A preliminary comparison. Gerontologist, 30, 332336. Durn, M. A. (2002). Los costes invisibles de la enfermedad. Bilbao: Fundacin BBVA. Dwyer, J. W., Lee, G. R. y Jankowski, T. B. (1994). Reciprocity, elder satisfacction and caregiver stress and burden: The exchange of aid in the family caregiving relationship. Journal of Marriage and the Family, 56, 35-43. Echeburua, E. y Corral, P. (1998). Manual de violencia familiar. Madrid: Siglo XXI. Echebura, E., Corral, P. y FernndezMontalvo, J. (2000). Escala de Inadaptacin (EI): Propiedades psicomtricas en contextos clnicos. Anlisis y Modificacin de Conducta, 26, 327-340. Eagles, J. M., Craig, A., Rawlinson, F., Restall, D. B., Beattie, J. A. y Besson, J. A. (1987). The psychological well-being of supporters of the demented elderly. British Journal of Psychiatry, 150, 293-298.
being in the elderly (LEIPAD Project). WHO Regional Office for Europe, Copenague, Dinamarca. Dellmann-Jenkins, M., Blankemeyer, M. y Pinkard, O. (2001). Incorporating the elder caregiving role into the devolopmental tasks of young adulthood. International Journal of Aging and Human Development, 52, 1-18. Demers, A. y Lavoie, J. P. (1996). Effect of support groups on family caregivers to the frail elderly. Canadian Journal on Aging, 15, 129-144. Derogatis, L. R., Lipman, R.S., Rickels, K., Uhlenhuth, E. H. y Covi, L. (1974). The Hopkins Symptom Cheklist (HSCL): A self-report symptom inventory. Behavioral Science, 9, 115. Derogatis, L. R. y Spencer, P. (1982). Administration and procedures: BSI Manual. Baltimore: John Hopkins University Press. Daz, P. (2001). Hacia la convergencia de los sistemas de apoyo informal y formal en cuidadores. Un estudio de caso. Intervencin Psicosocial, 10, 41-54. Domnguez , A. y Lpez , J. M. (2002). La enfermedad de los costes indirectos. Revista Espaola de Economa de la Salud, 52-54. Donaldson, C., Tarrier, N. y Burns, A. (1998). Determinats of carer stress in Alzheimer's disease. International Journal of Geriatric Psychiatry, 13, 248-256. Dooley, N. R. e Hinojosa, J. (2004). Improving quality of life for persons with Alzheimer's disease and their family caregivers: brief occupational therapy intervention. American Journal of Occupational Therapy, 58, 561-569. Draper, B. M., Poulos, C. J., Cole, A., Poulos, R. G. y Ehrlich, F. (1992). A comparision of caregivers for elderly
Referencias bibliogrficas Eisdorfer, C., Czaja, S. J., Loewenstein, D. A., Rubert, M. P., Arguelles, S., Mitrani, V. B. y Szapocznik, J. (2003). Effect of family therapy and technology-based intervention on caregiver depression. Gerontologist, 43, 521-531. Eloniemi-Sulkava, U., Notkola, I. L., Hentinen, M., Kivel, S. L., Sivenius, J. y Sulkava, R. (2001). Effects of supporting community-living demented patients and their caregivers: A randomized trial. Journal of the American Geriatrics Society, 49, 1282-1287. Eloniemi-Sulkava, R., Rahkonen, T., Suihkonen, M., Halonen, P., Hentinen, M. y Sulkava, R. (2002). Emotional reactions and life changes of caregivers of demented patients when home caregiving ends. Aging and Mental Health, 6, 343-349. Eloniemi-Sulkava, U., Sivenius, J. y Sulkava, R. (1999). Support program for demented patients and their carers: the role of dementia family coordinator is crucial. En K. Iqbal, D. F. Swaab, B. Winblad y H. M. Wianiewski (Eds.), Alzheimer's Disease and Related Disorders (pp. 795-802). Chichester: John Wiley. Elorriaga del Hierro, C., Daz, M., Domenech, N., Elorriaga del Hierro, S., Ortiz, A., Perex, M. S. y Sendargorta, B. (1994). En casa tenemos un enfermo de Alzheimer. Bilbao: AFAB Vizcaya. Endicott, J. y Spitzer, R. (1978). A diagnostic interview for affective disorders and schizophrenia. Achives of General Psychiatry, 35, 837-844. Escudero, M. C., Salan, M., Prez, A., Gonzlez, E., Snchez, F., Fernndez, N., Lpez, I. y Lpez, M. A. (1999). Apoyo social de la poblacin mayor de 74 aos en el
347
medio comunitario. Revista Multidisciplinar de Gerontologa, 9, 154-160. Espinosa, M. C., Clerencia, M., Serrano, M., Alastuey, C., Mesa, P. y Perlado, F. (1996). Apoyo social, demencia y cuidador. Revista Espaola de Geriatra y Gerontologa, 31, 31-35. Farran, C. J. (1997). Theoretical perspectives concerning positive aspects of caring for elderly persons with dementia: stress/adaptation and existentialism. Gerontologist, 37, 250-256. Farran, C. J., Keane-Hagerty, E., Salloway, S., Kupferer, S. y Wilken, C.S. (1991). Finding meaning: An alternative paradigm for Alzheimers disease family caregivers. Gerontologist, 31, 483-489. Farran, C. J., Miller, B. H., Kaufman, J. E. y Davis, L. (1997). Race, finding meaning and caregiver distress. Journal of Aging and Health, 9, 316313. Farran, C. J., Miller, B. H., Kaufman, J. E., Donner, E. y Fogg, L. (1999). Finding meaning through caregiving: Development of an instrument for family caregivers of persons with Alzheimer's disease. Journal of Clinical Psychology, 55, 1107-1125. Faul, F. y Erdfelder, E. (1992). GPOWER: a priori, post-hoc and compromise power for MS-DOS (programa informtico). Bonn: Bonn University. Fernndez, V. (2000). Alzheimer. Un siglo para la esperanza. Madrid: EDAF. Fernndez, J. M. (2003). Ayudando al cuidador del anciano: un programa televisivo para llegar a cada casa. Intervencin Psicosocial, 12, 345352. Fernndez de Gamarra, J. M. y Padierna, A. (1990). La atencin psicogertrica en Euskadi hasta el ao 2000. Vitoria: Servicio Central de publicaciones del Gobierno Vasco.
348
Referencias bibliogrficas caregivers: Rationale and development of psychoeducational approaches. En E. Light, G. Niederehe, y B. D. Lebowitz (Eds.), Stress effects on family caregivers of Alzheimer's patients. Research and interventions (pp. 260-277). Nueva York: Springer Publishing Company. Gallagher-Thompson, D., Coon, D.W., Solano, N., Ambler, C., Rabinowitz, Y. y Thompson, L. W. (2003). Change in indices of distress among Latino and Anglo female caregivers of elderly relatives with dementia: Site-specific results from the REACH national collaborative study. Gerontologist, 43, 580-591. Gallagher-Thompson, D., Lovett, S., Rose, J., McKibbin, C., Coon, D., Futterman, A. y Thompson, L. W. (2000). Impact of psychoeducational interventions on distressed family caregivers. Journal of Clinical Geropsychology, 6, 91-109. Gallagher-Thompson, D. y Steffen, A. M. (1994). Comparative effects of cognitive-behavioral and brief psychodinamic psychotherapies for depressed family caregivers. Journal of Consulting and Clinical Psychology, 62, 543-549. Gallant, M. P. y Connell, C.M. (1998). The stress process among dementia spouse caregivers: Are caregivers at risk for negative health behavior change? Research on Aging, 20, 267-297. Gallicchio, L., Siddiqi, N., Langenberg, P. y Baumgarten, M. (2002). Gender differences in burden and depression among informal caregivers of demented elders in the community. International Journal of Geriatric Psychiatry, 17, 154-163. Gandek, B., Ware, J. E., Aaronson, N., Apolone, G., Bjorner, J. B., Brazier, J. E., Bullinger, M., Kaasa, S.,
Fernndez-Muoz, J. N. (2000). Los mayores y la familia. Transformaciones sociales en Espaa en las dos ltimas dcadas. En S. Adroher (Ed.), Mayores y familia (pp. 19-36). Madrid: IMSERSO-UPCO. Fisher, L. y Lieberman, M. A. (1994). Alzheimer's disease: The impact of the family on spouses, offspring, and inlaws. Family Process, 33, 305-325. Fitting, M., Rabins, P., Lucas, M. J. y Eastham, J. (1986). Caregivers for dementia patients: A comparison of husbands and wives. Gerontologist, 26, 248-252. Flrez, J. A. (2002). El sndrome del cuidador. Geritrika, 18, 22-26. Flrez, J. A., Adeva, J., Garca, M. C. y Gmez, M. P. (1997). Psicopatologa de los cuidadores habituales de ancianos. JANO Medicina y Humanidades, 53, 1218, 53-64. Franqueza, M. C. (2003). Quin cuida al cuidador? Informaciones Psiquitricas, 172, 221-249. Freud, S. (1893). Estudios sobre la histeria. En S. Freud, Obras completas, vol 2. Buenos Aires: Amorrortu. Furtmayr-Schuh, A. (1995). La enfermedad de Alzheimer. Barcelona: Herder. Gallagher, D.E. (1985). Intervention strategies to assist caregivers of frail elders: Current research status and future directions. En M. P. Lawton y G. Maddox (Eds.), Annual Review of Gerontology and Geriatrics (Vol. 5, pp. 249-282). Nueva York: Springer Publishing Company. Gallagher, D., Rose, J., Rivera, P., Lovett, S. y Thompson, L. W. (1989). Prevalence of depression in family caregivers. Gerontologist, 29, 449456. Gallagher-Thompson, D. (1994). Clinical intervention strategies for distressed
Referencias bibliogrficas Laplege, A., Prieto, L.. y Sullivan, M. (1998). Cross-validation of item selection and scoring for the SF-12 Health Survey in nine countries: Results from the IQOLA Project. Journal of Clinical Epidemiology, 51, 1171-1178. Garca, E., Matn, M. D. y Roa, A. (1998). Estudio comparativo de dos inventarios para la evaluacin de la ira: el inventario de ira de Novoco (Novaco Anger lnventory) y el inventario de expresin de la ira estado-rasgo (State-Trait Anger Expression lnventory). Clnica y salud, 9, 431-452. Garca, L. y Pardo, C. (1996). Factores asociados a ansiedad y toma de psicofrmacos en cuidadores de pacientes incapacitados. Atencin Primaria, 18, 395-398. Garca, M. C. y Toro, J. (1996). Repercusiones de la demencia en la familia y en el cuidador principal del paciente. Medifam. Revista de Medicina Familiar y Comunitaria, 6, 47-55. Gatz, M., Fiske, A., Fox, L. S., Kaskie, B., Kasl-Godley, J. E., McCallum, T. J. y Wetherell, J. L. (1998). Empirically validated psychological treatments for older adults. Journal of Mental Health and Aging, 4, 9-46. Gaugler, J. E., Leitsch, S. A., Zarit, S. H. y Pearlin, L. I. (2000). Caregiver involvement following institutionalization. Research on Aging, 22, 337-359. Gaugler, J. E. y Zarit, S. H. (2001). The effectiveness of adult day services for disabled older people. Journal of Aging and Social Policy, 12, 23-47. Gendron, C., Poitras, L., Dastoor, D. P. y Perodeau, G. (1996). Cognitivebehavioral group intervention for spousal caregivers: findings and clinical considerations. Clinical Gerontologist, 17, 3-19.
349
George, L. K. y Gwyter, L. P. (1986). Caregiving well-being: A multidemensional examination of family caregivers of demented adults. Gerontologist, 26, 253-259. Gilleard, C. J., Belford, H., Gilleard, E., Whittick, J. E. y Gledhill, K. (1984). Emotional distress amongst the supporters of the elderly mentally infirm. British Journal of Psychiatry, 145, 172-177. Gitlin, L. N., Corcoran, M., Winter, L., Boyce, A. y Hauck, W. W. (2001). Randomized, controlled trial of a home environmental intervention: effect on efficacy and upset in caregivers and on daily function of persons with dementia. Gerontologist, 41, 4-14. Gitlin, L. N., Winter, L., Corcoran, M., Dennis, M. P., Schinfeld, S. y Hauck, W. W. (2003). Effects of the home environmental skill-building program on the caregiver-care recipient dyad: 6-month outcomes from the Philadelphia REACH Initiative. Gerontologist, 43, 532546. Goldberg, D. (1972). The detection of psychiatric illness by questionaire. Oxford: Oxford University Press. Golderg, D. y Hillier, V. F. (1979). A scaled version of the General Health Questionnaire. Psychological Medicine, 9, 139-145. Golimbet, V. y Trubnikov, V. (2001). Evaluation of the dementia carers situation in Russia. International Journal of Geriatric Psychiatry, 16, 94-99. Gmez, M. A. y Martos, A. J. (2003). Apoyo informal en la dependencia: Perfiles de sus usuarios en relacin al cuidador principal. Geritrika, 19, 317-323. Gmez-Busto, F., Ruiz de Alegra, L., Martn, A. B., San Jorge, B. Y Letona, J. (1999). Perfil del
350
Referencias bibliogrficas morbidity. International Journal of Geriatric Psychiatry, 12, 931-936. Grand, A., Grand-Filaire, A., Bocquet, H. y Clement, S. (1999). Caregiver stress: a failed negotiation? A qualitative study in South West France. International Journal of Aging and Human Development, 49, 179-195. Grsel, E. (2002). When home care ends-changes in the physical health of informal caregivers caring for dementia patients: a longitudinal study. Journal of the American Geriatrics Society, 50, 843-849. Green, A. y Brodaty, H. (2002). Care-giver interventions. En N. Qizilbash (Ed.), Evidence-based dementia practice (pp. 796-794). Oxford: Blackwell Publishing. Greene, J. G., Smith, R., Gardiner, M., Timbury, G. (1982) Measuring behavioural disturbances on elderly demented patients in the community and its effect on relatives: a factor analytic study. Age and Ageing, 11, 2, 121-126. Guilln, F y Garca, A. (1972). Ayuda a domicilio. Aspectos mdicos en Geriatra. Revista Espaola de Gerontologa, 7, 339-346. Haley, W. E., Roth, D. L., Coleton, M. I., Ford, G. R., West, C. A. C., Collins, R. P. e Isober, T. L. (1996). Appraisal, coping, and social support as mediators of well-being in black and white family caregivers of patients with Alzheimer's disease. Journal of Consulting and Clinical Psychology, 64, 121-129. Haley, W. E., Brown, S. L. y Levine, E. G. (1987). Experimental evaluation of the effectiveness of group intervention for dementia caregivers. Gerontologist, 27, 376-382. Haley, W., Gitlin, L. N., Coon, D., Wisniewski, S., Mahoney, D., L., W., Corcoran, M., Schinfeld, S. y Ory,
cuidador, carga familiar y severidad de la demencia en tres mbitos diferentes: domicilio, centro de da y residencia de vlidos. Revista Espaola de Geriatra y Gerontologa, 34, 141-149. Gmez-Ramos, M. J. y Gonzlez-Valverde, F. M. (2004). El cuidador del paciente con demencia: aplicacin del test ndice del Esfuerzo del Cuidador. Revista Espaola de Geriatra y Gerontologa, 39, 154159. Gonyea, J. G. y Silverstein, N. M. (1991). The role of Alzheimer's desease support group in families utilization of community services. Journal of Gerontological Social Work, 16, 4355. Gonzlez-Salvador, M. T., Arango, C., Lyketsos, C. G. y Barba, A. C. (1999). The stress and psychological morbidity of the Alzheimer patient caregiver. International Journal of Geriatric Psychiatry, 14, 701-710. Goode, K. T., Haley, W. E., Roth, D. L. y Ford, G. L. (1998). Predicting longitudinal changes in caregiver physical and mental health: A stress process model. Health Psychology, 17, 190-198. Goodman, C. C. y Pynoos, J. (1990). A model telephone information and support program for caregivers of Alzheimer's patients. Gerontologist, 30, 339-404. Grafstrm, M., Fratigoli, L., Sandman, P. O. y Winblad, B. (1992). Health and social consequences for relatives of demented and non demented elderly: A population-based study. Journal of Clinical Epidemiology, 45, 861-870. Graham, C., Ballard, C. y Sham, P. (1997). Carers' knowledge of dementia, their coping strategies and
Referencias bibliogrficas M. (2004). Well-being, appraisal, and coping in African-American and Caucasian dementia caregivers: Findings from the REACH study. Aging and Mental Health, 8, 316329. Haley, W. E., Levine, E. G., Brown, S. L. y Bartolucci, A. A. (1987). Stress, appraisal, coping, and social support as predictors of adaptational outcome among dementia caregivers. Psychology and Aging, 2, 323-330. Hamilton, M. (1967). The assesment of anxiety states by rating. British Journal of Medical Psychology, 6, 278-296. Hamilton, M. (1959). A rating scale for depression. British Journal of Social and Clinical Psychology, 6, 278-296. Hanson, E. J., Tetley, J. y Clarke, A. (1999). A multimedia intervention to support family caregivers. The gerontologist, 39, 736-741. Harper, S. y Lund, D. A. (1990). Wives, husbands, and daughters caring for institutionalized and noninstitutionalized dementia patients: Toward a model of caregiver burden. International Journal of Aging and Human Development, 30, 241-262. Harwood, D. G., Barker, W. W., Cantillon, M., Loewenstein, D. A., Ownby, R. y Duara, R. (1998). Depressive symptomatology in first-degree family caregivers of Alzheimer disease patients: A cross-ethnic comparison. Alzheimer Disease and Associated Dissorders, 12, 340-346. Haug, M. R., Ford, A. B., Stange, K. C., Noelker, L. S. y Gaines, A. D. (1999). Effect of giving care on caregivers' health. Research on aging, 21, 515-538. Hbert, R., Girouard, D., Leclerc, G., Bravo, G. y Lefranois, R. (1995). The impact of a support group
351
programme for care-givers on the institutionalisation of demented patients. Archives of Gerontology and Geriatrics, 20, 129-134. Hbert, R., Leclerc, G., Bravo, G., Girouard, D. y Lefranois, R. (1994). Efficacy of a support group programme for care-givers of demented patients in the community: a randomized controlled trial. Archives of Gerontology and Geriatrics, 18, 114. Hbert, R., Lvesgne, L., La Voie, J. P., Vzina, J., Gendron, C., Prville, M., Ducharme, F., Hbert, L. y Vouer, L. (1999). Ayuda a los cuidadores de personas afectadas de demencia que viven en su domicilio. Ao Gerontolgico, 13, 217-240. Hegeman, C. y McCann, L. (1986). Corroborating Scharlach and Frenzel on Respite Care. Gerontologist, 26, 325. Heok, K. E. y Li, T. S. (1997). Stress of caregivers of dementia patients in the Singapore Chinese family. International Journal of Geriatric Psychiatry, 12, 466-469. Hepburn, K. W., Tornatore, J. y Ostwald, S. W. (2001). Dementia family caregiver training: Affecting beliefs about caregiving and caregiver outcomes. JAGS, 49, 450-457. Hinchliffe, A. C., Hyman, I. L., Blizard, B. y Livingston, G. (1995). Behavioural complications of dementia-can they be treated? International Journal of Geriatric Psychiatry, 10, 839-847. Hinrichsen, G. A., Hernandez, N. A. y Pollack, S. (1992). Dificulties and rewards in family care of the depressed older adult. Gerontologist, 32, 486-492. Hinrichsen, G. A. y Nierderehe, G. (1994). Dementia management strategies and adjustement of family members in older patients. Gerontologist, 34, 95-102.
352
Referencias bibliogrficas provisionales). Perodo abrilseptiembre 2003. Recuperado el 14 de mayo de 2005 de http://www.ine.es/inebase/cgi/um?M =%2Ft15%2Fp419%2Fa2003t3&O= pcaxis&N=&L=0 Instituto Nacional de Estadstica (2004a). Anuario estadstico 2004. Madrid: INE. Instituto Nacional de Estadstica (2004b). Espaa en cifras 2003-2004. Madrid: INE. Irwin, M. y Patterson, T. L. (1994). Neuroendocrine and neural influences on stress-induced suppression of immun function. En E. Light, G. Niederehe, y B. D. Lebowitz (Eds.), Stress effects on family caregivers of alzheimer's patients. Research and interventions (pp. 76-92). Nueva York: Springer Publishing Company. Izal, M. y Montorio, I. (1994). Evaluacin de medio y del cuidador del demente. En T. del Ser y J. Pea (Eds.), Evaluacin neuropsicolgica y funcional de la demencia (pp.202222). Barcelona: Prous. Izal, M., Montorio, I. y Daz, P. (1998). Cuando las personas mayores necesitan ayuda. Gua para cuidadores y familiares. Madrid: Ministerio de trabajo y asuntos sociales. IMSERSO. Izal, M., Montoro, I., Mrquez, M., Losada, A. y Alonso, M. (2001). Identificacin de las necesidades de los cuidadores familiares de personas mayores dependientes percibidas por los profesionales de los servicios sociales y de la salud. Intervencin Psicosocial, 10, 23-40. Jamison, C. y Scogin, F. (1995). The outcome of cognitive bibliotherapy with depressed adults. Journal of Consulting and Clinical Psychology, 57, 403-407.
Hinrichsen, G. A. y Ramirez, M. (1992). Black and white dementia caregivers: A comparision of their adaptation, adjustment and service utilization. Gerontologist, 32, 375381. Hooker, K., Monahan, D. J., Bowman, S. R., Frazier, L. D. y Shifren, K. (1998). Personality counts for a lot: Predictors of mental and physical health of spouse caregivers in two disease groups. Journals of Gerontology: Psychological Sciences, 53B, P73-P85. Hooker, K., Manoogian-O'Dell, M., Monahan, D. J., Frazier, L. D. y Shifren, K. (2000). Does type of disease matter?Gender Differences among Alzheimer's and Parkinson's disease spouse caregivers. Gerontologist, 40, 568-573. Horowitz, A. (1985). Sons and daughters as caregivers to older parents: differences in role performance and consequences. Gerontologist, 25, 612-617. Hudson, W. W. (1982). The Clinical Measurement Package. Homewood, IL: Dorsey Press. IMSERSO (1995). Cuidados en la Vejez. El apoyo informal. Madrid: Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales. IMSERSO (2004). Servicios sociales para personas mayores en Espaa. Enero 2003. Madrid: Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales. Instituto Nacional de Estadstica (2000). Encuesta sobre discapacidades, deficiencias y estado de salud, 1999: Avance de resultados. Madrid: INE. Instituto Nacional de Estadstica (2002). Encuesta sobre discapacidades, deficiencias y estado de salud, 1999: Resultados detallados: Comunidad de Madrid. Madrid: INE. Instituto Nacional de Estadstica (2003). Encuesta Nacional de Salud (Datos
Referencias bibliogrficas Johnson, S.M. y Boldstad, O.D. (1973). Methodological issues in naturalistic observation: Some problems and solutions for field research. En L.A. Hamerlynck, L.C. Handy y E.J. Mash (Eds.) Behavior change: Methodology, concepts and practice (pp. 7-67). Chanpaign: Research Press. Kadushin, G. (2004). Home health care utilization: A review of the research for social work. Health and Social Work, 29, 219-232. Katz, S., Ford, A.B., Moskowitz, R. W., Jackson, B. A. y Jaffe, M. W. (1963). Studies of illness in the aged. The index of A.D.L., a standardized measure of biological and psychological function. JAMA, 185, 914-919. Kazdin, A.E. Overview of research design issues in clinical psychology. En P.H. Kendall, J.N. Butcher y G. H. Holmbeck (Eds.), Handbook of research methods in clinical psychology (pp. 3-30). Nueva York: John Wiley & Sons. Kennet, J., Burgio, L. y Schulz, R. (2000). Interventions for in-home caregivers: A review of research 1990 to present. En R. Schulz (Ed.), Handbook on dementia caregiving. Evidence-based interventions for family caregivers (pp. 61-126). Nueva York: Springer Publishing Company. Kiecolt-Glaser, J. K., Dura, J. R., Speicher, C. E., Trask, O. J. y Glaser, R. (1991). Spousal caregivers of dementia victims: longitudinal changes in immunity and health. Psychosomatic Medicine, 53,345362. Kiecolt-Glaser, J. y Glaser, R. (1994). Caregivers, mental health, and immune function. En E. Light, G. Niederehe, y B. D. Lebowitz (Eds.), Stress effects on family caregivers
353
of alzheimer's patients. Research and interventions (pp. 64-75). Nueva York: Springer Publishing Company. Kiecolt-Glaser, J. K. y Marucha, P. T. (1995). Slowing of wound healing by psychological stress. Lancet, 346, 1194-1196. King, A. C. y Brassington, G. (1997). Enhancing psysical and psychological functioning in older family caregivers. Annals of Behavioral Medicine, 19, 91-100. Knight, B. G., Lutzky, S. M. y MacofskyUrban, F. (1993). Meta-analytic review of interventions for caregiver distress: recommendations for future research. Gerontologist, 33, 240-248. Knight, B. G., Silverstein, M., McCallum, T. J. y Fox, L. S. (2000). A sociocultural stress and coping model for mental health outcomes among african american caregivers in southern California. Journals of Gerontology Series B: Psychological Sciences and Social Sciences, 55, 142-150. Kosloski, K y Montgomery, R.J.V. (1995). Impact of respite use on nursing home placement. Gerontologist, 35, 67-74. Kramer, B. (1997a). Gain the caregiving experience: Where we are? What next?. Gerontologist 37, 218-232. Kramer, B. (1997b). Differential predictors of strain and gain among husband caring for wives with dementia. Gerontologist, 37, 239-249. Kramer, B. y Thompson, E (2002) (Eds.). Men as caregivers. Theory, research and service implications. Nueva York: Springer Publishing Company. Landis J.R. y Koch G.G. (1977). The measurement of observer agreement for categorical data. Biometrics, 33, 159-174.
354
Referencias bibliogrficas Lawton, M. P. y Moss, M. (2000). Two transitions in daughters' caregiving careers. Gerontologist, 40, 437-448. Lawton, M. P., Rajagopal, D., Brody, E. y Kleban, M. H. (1992). Dynamics of caregiving for a demented elder among black and white families. Journals of Gerontology: Social Sciences, 47, S156-S164. Lazarus, R. S. y Folkman, S. (1984). Stress, appraisal and coping. Nueva York: Springer Publishing Company. Lemos, S. (1996). Evaluacin psicomtrica de riesgos para la salud. En G. Buela-Casal, V. Caballo y J.C. Sierra (Eds.). Manual de evaluacin en psicologa clnica y de la salud (pp.1003-1043). Barcelona: Siglo XXI. Leturia, F. J. y Yanguas, J. J. (1999). Las personas mayores dependientes y la complementacin sociosanitaria: un reto de futuro. En F. J. Leturia , J. J. Yanguas y M. Leturia (Coords.), Las personas mayores y el reto de la dependencia en el siglo XXI (pp. 67-83). San Sebastin: Departamento de Servicios Sociales de la Diputacin Social de Guipuzcoa. Levesque, L., Cossette, S. y Lachance, L. (1998). Predictors of the psychological well-being of primary caregivers living with a demented relative: a 1-year follow-up study. Journal of Applied Gerontology, 17, 240-258. Lewis, G., Pelosi, A. J., Araya, R. C.y Dunn, G. (1992) Measuring Psychiatric Disorder in the Community: The development of a standardised assessment for use by lay interviewers. Psychological Medicine, 22, 465-486 Livingston, G., Manela, M. y Katona, C. (1996). Depression and other psychiatric morbidity in carers of
La Parra, D. (2001). Contribucin de las mujeres y los hogares ms pobres a la produccin de cuidados de salud informales. Gaceta Sanitaria, 15, 498-505. Larsen, D. L., Attkisson, C. C., Hargreaves, W. A. y Nguyen, T. D. (1979). Assessment of client/patient satisfaction: Development of a general scale. Evaluation and Programme Planning, 2, 197-207. Laserna, J. A., Castillo, A., Pelez, E. M., Navo, L. F., Torres, C. J., Rueda, S., Ramrez, M. N. y Prez, M. (1997). Alteraciones emocionales y variables moduladoras en familiares-cuidadores de enfermos de Alzheimer. Psicologa Conductual, 5, 364-373. Lavoie, J. P. (1995). Support groups for informal caregivers don't work! Refocus the groups or evaluations. Canadian Journal of Aging, 14, 580595. Lawton, M. P. (1972). The dimensions of morale. En D. Kent, R, Kastenbaum y S Sherwood (eds.) Research, planning and action for the elderly. Nueva York: Behavioral Publication. Lawton, M. P., Brody, E. M. y Saperstein, A. R. (1989). A controlled study of respite service for caregivers of Alzheimer's patients. Gerontologist, 29, 8-16. Lawton, M. P., Moos, M., Fulcomer, M. y Kleban, M. H.(1982). A research and service oriented Multilevel Assessment Instrument. Journal of Gerontology, 37, 91-99. Lawton, M. P., Moos, M., Kleban, M. H., Glicksman, A. y Rovine, M. (1991). A two-factor model of caregiving appraisal and psychological wellbeing. Journals of Gerontology: Psychological Sciences, 46, P181P189.
Referencias bibliogrficas elderly people living at home. British Medical Journal, 312, 153-156. Llcer, A., Zunzunegui, M. V. y Bland, F. (1999). Conocimiento, uso y previsin de servicios sanitarios y sociales de apoyo al cuidador de personas mayores con incapacidades. Revista Espaola de Geriatra y Gerontologa, 34, 34-43. Llcer, A., Zunzunegui, M. V., GuitierrezCuadra, P., Beland, F. y Zarit, S. H. (2002). Correlates of wellbeing of spousal and children carers of disabled people over 65 in Spain. European Journal of Public Health, 12, 3-9. Lobo, A. y Muoz, P. E. (1996). Cuestionario de salud general: Gua para el usuario de las distintas versiones. Barcelona: Masson. Logiudice, D., Waltrowicz, W., Brown, K., Burows, C., Ames, D. y Flicker, L. (1999). Do memory clinics improve the quality of life of carers? A randomized pilot trial. International Journal of Geriatric Psychiatry, 14, 626-632. Lpez, J. (2001, Febrero). Efectos positivos de un estresor crnico: el cuidado de enfermos con demencia. Comunicacin presentada en el Tercer Congreso de Psiquiatra Interpsiquis 2002. Recuperado el 14 de mayo de 2005 de http://www.psiquiatria.com/interpsiq uis2002/4869. Lpez, J. (2004). Estado emocional y fsico de cuidadores informales de mayores dependientes: anlisis descriptivo y factores asociados. Tesina de licenciatura no publicada. UCM: Madrid. Lpez, J. y Crespo, M. (2003). Salud fsica y mental en los cuidadores informales de enfermos con demencia. Anlisis de las situacin y factores asociados. Premio Rafael
355
Burgaleta. Trabajo no publicado: COP de Madrid. Lpez, J., Crespo, M, Arinero, M., Gmez, M. y Francisco, N. (2004, Abril). Initial analysis of psychometric properties of the Brief-Cope in a sample of caregivers of older relatives. Poster presentado en el VII European Conference on Psychological Assessment. Mlaga. Lpez, J., Crespo M., Lpez Arrieta JM. Torrijos, G., Lpez de la Torre, R. y Lpez-Martnez, R. (2004, Junio). La medicin de la dependencia a travs del ndice de Katz en poblacin ambulatoria. Poster presentado en el XLVI Congreso de la Sociedad Espaola de Geriatra y Gerontologa. Las Palmas de Gran Canaria. Lpez, J., Lpez-Arrieta, J. y Crespo, M. (2005). Factors associated with the positive impact of caring for elderly and dependent relatives. Archives of Gerontology and Geriatrics, 41,8194. Lpez, O., Lorenzo, A. y Santiago, P. (1999). Morbilidad en cuidadores de pacientes confinados en su domicilio. Atencin Primaria, 24, 404-410. Lorensini, S. y Bates, G. W. (1997). The health, psychological and social consequences of caring for a person with dementia. Australian Journal on Aging, 16, 198-202. Losada, A. (2005). Influencia de los pensamientos disfuncionales sobre el cuidado en el malestar psicolgico de cuidadores de personas mayores con demencia. Resultados de un estudio transversal y de intervencin, Tesis doctoral no publicada. Universidad Autnoma de Madrid. Losada, A., Izal, M., Montorio, I., Mrquez, M. y Prez, G. (2004). Eficacia diferencial de dos intervenciones
356
Referencias bibliogrficas telephone support system on caregiver burden and anxiety: findings from the REACH for TLC intervention study. Gerontologist, 43, 556-567. Maravall, H. (1999). La atencin a la dependencia: el gran reto de la poltica social hacia las personas mayores en el umbral del ao 2000. En F. J. Leturia, J. J. Yanguas y M. Leturia (Coors.), Las personas mayores y el reto de la dependencia en el siglo XXI (pp. 31-44). San Sebastin: Departamento de Servicios Sociales de la Diputacin Social de Guipuzcoa. Marriott, A., Donaldson, C., Tarrier, N. y Burns, A. (2000). Effectiveness of cognitive-behavioural family intervention in reducing the burden of carers of patients with Alzheimer's disease. British Journal of Psychiatry, 176, 557-562. Martn, M., Salvado, I., Nadal, S., Miji, L. C., Rico, J. M., Lanz, y Taussing, M. I. (1996). Adaptacin para nuestro medio de la escala de sobrecarga del cuidador (Caregiver Burden Interview) de Zarit. Revista de Gerontologa, 6, 338-346. Martnez, M. F., Villalba, C. y Garca, M. (2001). Programas de respiro para cuidadores familiares. Intervencin Psicosocial, 10, 7-22. Mateo, I., Milln, A., Garca, M. M., Gutirrez, P., Gonzalo, E. y Lpez, L. A. (2000). Cuidadores familiares de personas con enfermedad neurodegenerativa: perfil, aportaciones e impacto familiar. Atencin Primaria, 26, 25-34. Matson, N. (1994). Coping, caring and stress: A study of stroke carers and carers of older confused people. British Journal of Clinical Psychology, 33, 333-344. McClendon, M. J., Bass, D. M., Brennan, P. F. y McCarthy, C. (1998). A
psicoeducativas para cuidadores de familiares con demencia. Revista de Neurologa, 38, 701-708. Losada, A., Knight, B. G. y Mrquez, M. (2003). Barreras cognitivas para el cuidado de personas mayores dependientes. Influencia de las variables socioculturales. Revista Espaola de Geriatra y Gerontologa, 38, 116-123. Losada, A., Montorio, I., Izal, M., Marquez, M., Gil, N. y Castilla, J. G. (2003). Eficacia de un tratamiento psicoeducativo para cuidadores de personas con demencia dirigido a la modificacin de creencias desadaptativas. Resultados preliminares. Actualizaciones en Neurologa, Neurociencias y envejecimiento, 1, 127-130. Lovett, S. y Gallagher, D. (1988). Psychoeducational interventions for family caregivers: Preliminary efficacy data. Behavior Therapy, 19, 321-330. Lunnen, K. M. y Ogles, B. M. (1998). A multiperspective, multivariable evaluation of reliable change. Journal of Consulting and Clinical Psychology, 66, 4000-410. Lutzky, S. M. y Knight, B. G. (1994). Explaining gender differences in caregiver distress: The roles of emotional attentiveness and coping styles. Psychology and Aging, 9, 513-519. Mace, N. L. y Rabins, P. V. (1991). 36 horas al da. Barcelona: Ancora. Machemer, J., Gitlin, L. N., Winter, L., Boyce, A., Murray, A., Schinfeld, S. Corcoran, M. y Hauck, W. (2000, Noviembre). Assessing Alzheimers familiy caregivers appraisal of wellbeing. Poster presentado en The Gerontological Society of America Anual Meeting, Washington, DC. Mahoney, D. F., Tarlow, B. J. y Jones, R. N. (2003). Effects of an automated
Referencias bibliogrficas computer network for Alzheimer's caregivers and use of support group services. Journal of Mental Health and Aging, 4, 403-420. McCurry, S. M., Logsdon, R. G., Vitiello, M. V. y Teri, L. (1998). Successful behavioral treatment for reported sleep problems in elderly caregivers of dementia patients: a controlled study. Journals of Gerontology: Series B: Psychological Sciences and Social Sciences, 53B, P122P129. McFall, S. y Miller, B. H. (1992). Caregiver burden and nursing home admission of frail elderly persons. Journals of Gerontology: Social Sciences, 47, S73-S79. McKee, K. J., Whittick, J.E., Ballinger, B.B., Gilhooly, M. M. L., Gordon, D. S., Mutch, W. J. y Philp, I. (1997). Coping in family supporters of elderly people with dementia. British Journal of Clinical Psychology, 36, 323-340. McMahon, C. (2000, marzo). Covering disaster. Comunicacin presentada en la 3rd World Conference of the International Society for TraumaticStress Studies, Melbourne, 2000. Archivo recuperado el 19 de mayo de 2005 de http://www.ema.gov.au/5virtuallibrar y/pdfs/vol16no2/mcmahon.pdf. McNair, D.M., Lorr, M., Droppleman, L. F. (1971). Profile of Mood States Manual. San Diego, CA: Educational and Industrial Testing Service. McNaughton, M. E., Patterson, T. L., Smith, T. L. y Grant, I. (1995). The relationship among stress, depression, locus of control, irrational beliefs, social support, and health in Alzheimer's Disease caregivers. Journal of Nervous and Mental Disease, 183, 78-85.
357
Meshefedjian, G., McCusker, J., Bellavance, F. y Baumgarten, M. (1998). Factors associated with symptoms of depression among informal caregivers of demented elders in the community. Gerontologist, 38, 247253. Meuser, T. M. y Marwit, S. J. (2001). A Comprehensive, stage-sensitive model of grief in dementia caregiving. , Gerontologist, 41, 658670. Miguel-Tobal, J. J., Casado, M. I., CanoVindel, A. y Spielberger, C. D. (1997). El estudio de la ira en los trastornos cardiovasculares mediante el empleo del Inventario de expresin de ira estado-rasgo, STAXI. Ansiedad y estrs, 3, 5-20. Miguel-Tobal, J. J., Casado, M. I., CanoVindel, A. y Spielberger, C. D. (2001). STAXI-2 : Inventario de expresin de ira estado-rasgo. Madrid: TEA. Milln, J. C., Gandoy, M., Cambeiro, J., Antelo, M. y Mayn, J. M. (1998). Perfil del cuidador familiar del enfermo de Alzheimer. Geritrika. Revista Iberoamericana de Geriatra y Gerontologa, 14, 449-453. Mittelman, M. S., Ferris, S. H., Shulman, E., Steinberg, G., Ambinder, A. y Mackell, J. (1997). Effects of a multicomponent support program on spouse-caregivers of Alzheimer's disease patients. En L. L. Heston (Ed.), Progress in Alzheimer's disease and similar conditions (pp. 259-275). Washington D.C.: American Psychiatric Press. Mittelman, M. S., Ferris, S. H., Shulman, E., Steinberg, G., Ambinder, A., Mackell, J. A. y Cohen, J. (1995). A Comprehensive support program: Effect on depression in spousecaregivers of AD patients. Gerontologist, 35, 792-802.
358
Referencias bibliogrficas Montgomery, R. J., Gonyea, J. G. y Hooyman, N. R. (1985). Caregiving and the experience of subjetive and objetive burden. Family Relations, 34, 19-26. Montorio, I. (1999). Una visin psicosocial de la dependencia. Desafiando la perspectiva tradicional. En F. J. Leturia, J. J. Yanguas y M. Leturia (Coords.), Las personas mayores y el reto de la dependencia en el siglo XXI (pp. 115-136). San Sebastin: Departamento de Servicios Sociales de la Diputacin Social de Guipuzcoa. Montorio, I., Daz, P. e Izal, M. (1995). Programas y servicios de apoyo a familiares cuidadores de ancianos dependientes. Revista Espaola de Geriatra y Gerontologa, 30, 157158. Montorio, I., Izal, M., Lpez, A. y Snchez, M. (1998). La entrevista de carga del cuidador. Utilidad y validez del concepto de carga. Anales de Psicologa, 14, 229-248. Montorio, I., Yanguas, J. y Daz-Veiga, P. (1999). El cuidado del anciano en el mbito familiar. En M. Izal e I. Montorio (Eds.), Gerontologa conductual. Bases para la intervencin y mbito de aplicacin (pp. 141-158). Madrid: Sntesis. Moreno-Jimnez, B. (1997). Evaluacin cognitiva de la personalidad. En G. Buela-Casal y J.C. Sierra (Eds.). Manual de evaluacin psicolgica (pp.851-880). Barcelona: Siglo XXI. Morris, R. G. y Morris, L. W. (1993). Psychosocial aspects of caring for people with dementia: Conceptual and methodological issues. En A. Burns (Ed.), Ageing and dementia (pp. 251-274). Morrissey, E., Becker, J. y Rubert, M. P. (1990). Coping resources and depression in the caregiving spouses of Alzheimer patients.
Mittelman, M. S., Ferris, S. H., Shulman, E., Steinberg, G. y Levin, B. (1996). Family intervention to delay nursing home placement of patients with Alzheimer disease: a randomized controlled trial. Journal of the American Medical Association, 276, 1725-1731. Mittelman, M. S., Ferris, S. H., Steinberg, G., Shulman, E., Masckell, J. A., Ambinder, A. y Cohen, J. (1993). An intervention that delays institutionalization of Alzheimer's disease patients: Treatment of spouse-caregivers. Gerontologist, 33, 730-740. Mittelman, M. S., Roth, D. I., Coon, D. W. y Haley, W. E. (2004). Sustained benefit of supportive intervention for depressive symptoms in caregivers of paitents with Alzheimer disease. American Journal of Psychiatry, 161, 850-856. Mohide, E. A., Pringle, D. M., Streiner, D. L., Gilbert, J. R. y Muir, G. (1990). A randomized trial of family caregiver support in the home management of dementia. Journal of the American Geriatrics Society, 38, 446-454. Mohide, E. A., Torrance, G. W., Streiner, D.L, Pringle, D.M. y Gilbert, R. (1988). Measuring the well being of family caregivers using the time trade-off tehnique. Journal of Clinical Epidemiology, 41, 475-482. Molloy, W. y Caldwell, P. (2002). La enfermedad de Alzheimer. Una gua practica para cuidadores y familiares Barcelona: Paids.. Monahan, D. J., Greene, V. y Coleman, P. (1992). Caregiver support groups: Factors affecting use of services. Social Work, 37, 254-260. Montgomery, R. J. V. y Borgatta, E. F. (1989). The effects of alternative support strategies on family caregiving. Gerontologist, 29, 457464.
Referencias bibliogrficas British Journal of Medical Psychology, 63, 161-171. Morow, G. R., Chiarello, R. J. y Derogatis, L. R. (1978). A new scale of assessing patients psychosocial adjustment to medical illness. Psychological Medicine, 8, 605-610. Mortimer, J. A., Boss, P. G., Caron, W. y Horbal, J. (1994). Measurement issues in caregiving research. En E. Light, G. Niederehe y B. D. Lebowitz (Eds.), Stress effects on family caregivers of Alzheimer's patients. Research and interventions (pp. 370-384). Nueva York: Springer Publishing Company. Motenko, A. K. (1989). Frustrations, gratifications, and well-being of dementia caregivers. Gerontologist, 29, 166-172. Muela , J. A., Torres, C. J. y Pelez, E. M. (2002). Comparacin entre distintas clasificaciones de las estrategias de afrontamiento en cuidadores de enfermos de Alzheimer. Psicothema, 14, 558-563. Mullan, J. T. (1992). The bereaved caregiver: A prospective study of changes in well-being. Gerontologist, 32, 673-683. Murray, J., Schneider, J., Benerjee, S. y Mann, A. (1999). Eurocare: A crossnational study of co-resident spouse carers for people with Alzheimer's disease: II-A qualitative analysis of the experience of caregiving. International Journal of Geriatric Psychiatry, 14, 662-667. Newcomer, R., Yordi, C., DuNah, R., Fox, P. y Wilkinson, A. (1999). Effects the Medicare Alzheimer's Disease Demonstration on caregiver burden and depression. Health Services Research, 34, 669-689. Nobili, A., Riva, E., Tettamanti, M., Lucca, U., Liscio, M., Petrucci, B. y Porro, G. S. (2004). The effect of a structured intervention on caregivers
359
of patients with dementia and problem behaviors: A randomized controlled pilot study. Alzheimer Disease and Associated Disorders, 18, 75-82. Noonan, A. E. y Tennstedt, S. L. (1997). Meaning in caregiving and its contribution to caregiver well-being. Gerontologist, 37, 785-794. Novak, M. y Guest, C. (1989). Caregiver response to Alzheimers disease. International Journal of Aging and Human Development, 28, 67-79. Nuez, F. (2004). Dependencia y escalas de valoracin. En L. M. Rubio Gonzlez y F. Nez Crespo (Eds.), Mayores en casa . Madrid: Sntesis. O'Connor, D. W., Pollit, P. A., Brook, C. P. B., Reiss, B. B. y Roth, M. (1991). Does early intervention reduce the number of elderly people with dementia admitted to institutions for long term care? British Medical Journal, 302, 871-875. Olshevski, J. L., Katz, A. D. y Knight, B. G. (1999). Stress reduction for caregivers. Philadelphia: Brunner/Mazel. O'Rourke, N., Haverkamp, B. E., Tuokko, H. A., Hayden, S. y Beattie, B. L. (1996). The relative contribution of subjective factors to expressed burden among spousal caregivers of suspected dementia patients. Canadian Journal on Aging, 15, 583-596. O'Rourke, N. y Tuokko, H. A. (2004). Caregiver burden and depressive sympotomatology: The association between constructs over time. Clinical Gerontologist, 27, 41-52. Ory, M. G., Hoffman, R. R., Yee, J. L., Tebbstedt, S. y Schulz, R. (1999). Prevalence and impact of caregiving: a detailed comparison between dementia and nondementia caregivers. Gerontologist, 39, 177185.
360
Referencias bibliogrficas Pearlin, L. I., Mullan, J. T., Semple, S. J. y Skaff, M. M. (1990). Caregiving and the stress process: An overview of concepts and their measures. Gerontologist, 30, 583-594. Perczek, R., Carver, C. S., Price, A. A., y Pozo-Kaderman, C. (2000). Coping, mood, and aspects of personality in Spanish translation and evidence of convergence with English versions. Journal of Personality Assessment, 74, 63-87. Prez, J. M. (1997). Evolucin vivencial del cuidador. Psiquis, 18, 138-141. Prez, M. y Yanguas, J.J. (1998). Dependencia, personas mayores y familias. De los enunciados a las intervenciones. Anales de psicologa, 14, 95-104. Pinquart, M. y Srensen, S. (2003). Differences between caregivers and noncaregivers in psychological health and physical health: a metaanalysis. Psychology and Aging, 18, 250-267. Pomara, N., Deptula, D., Galloway, M. P., LeWitt, P. A. y Stanley, M. (1989). CSF GABA in caregiver spouses of Alzheimer patients. American Journal of Psychiatry, 146, 787-788. Porto, F. y Rodrguez, P. (Dirs.). (1998). Evaluacin y extensin del servicio de ayuda a domicilio en Espaa. Madrid: Ministerio de trabajo y asuntos sociales. IMSERSO. Pot, A. M., Deeg, D. J. H. y van Dyck, R. (1997). Psychological well-being of informal caregivers of elderly people: changes over time. Aging and Mental Health, 1, 261-268. Pruchno, R. A. y Resch, N. L. (1989). Husbands and wives as caregivers: Antecedents of depression and burden. Gerontologist, 29, 159-165. Pusey, H. y Richards, D. (2001). Systematic review of the effectiveness of psychosocial interventions for carers
Ory, M. G., Yee, J. L., Tennstedt, S. L. y Schulz, R. (2000). The extend and impact of dementia care: unique challenges experienced by family caregivers. En R. Schulz (Ed.), Handbook on dementia caregiving. Evidence-based interventions for family caregivers (pp. 1-32). Nueva York: Springer Publishing Company. Ostwald, S. K., Hepburn, K. W., Caron, W., Burns, T. y Mantell, R. (1999). Reducing caregiver burden: A randomized psychoeducational intervention for caregivers of persons with dementia. Gerontologist, 39, 299-309. Otero, A., Zunzunegui, M. V., RodrguezLaso, A., Aguilar, M. D. y Lzaro, P. (2004). Volumen y tendencia de la dependencia asociada al envejecimiento de la poblacin espaola. Revista Espaola de Salud Pblica, 78, 201-213. Pacolet, J., Bouten, R., Lanoye, H. y Versieck, K. (1999) Debate sobre la proteccin social de la dependencia en los pases de la Unin Europea y Noruega: Espaa en la perspectiva europea. En G. Rodrguez (coor.). La proteccin social de la dependencia (pp. 45-110). Madrid: Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales. Pastor, A., Navarro, E., Toms, J. M. y Oliver, A. (1997). Efecto de mtodo en escalas de personalidad: La escala de autoestima de Rosenberg. Psicolgica, 18, 269283. Pearlin, L. I. (1994). Conceptual strategies for the study of caregiver stress. In E. Light, G. Niederehe y B. D. Lebowitz (Eds.), Stress effects on family caregivers of alzheimer's patients. Research and interventions (pp. 3-21). Nueva York: Springer Publishing Company.
Referencias bibliogrficas of people with dementia. Aging and Mental Health, 5, 107-119. Quayhagen, M. P. y Quayhagen, M. (1988). Alzheimer's stress: Coping with the caregiving role. Gerontologist, 28(3), 391-396. Quayhagen, M. P., Quayhagen, M., Corbeil, R. R., Hendrix, R. C., Jackson, E., Snyder, L. y Bower, D. (2000). Coping with dementia: Evaluation of four nonpharmacologic interventions. International Psychogeriatrics, 12, 249-265. Rabins, P. V. (1997). Caring for persons with dementing illnesses. A current perspective. En L. L. Heston (Ed.), Progress in Alzheimer's disease and similar conditions (pp. 277-289). Washington D.C.: American Psychiatric Press. Rabins, P. V., Mace, N. L. y Lucas, M. J. (1982). The impact of dementia on the family. Journal of the American Medical Association, 248, 333-335. Radloff, L. S. (1977). The CES-D Scale: A self report depression scale for research in the general population. Applied Psychological Measurement, 1, 385-401. Rankin, E. D., Haut, M. W. y Keefover, R. W. (1992). Clinical assessment of family caregivers in dementia. Gerontologist, 6, 813-821. Rapp, S. R. y Chao, D. (2000). Appraisals of strain and of gain: effects on psychological wellbeing of caregivers of dementia patients. Aging and Mental Health, 4, 142147. Reese, D. R., Gross, A. M., Smalley, D. L. y Messer, S. C. (1994). Caregivers of Alzheimer's disease and stroke patients: immunological and psychological considerations. Gerontologist, 34, 534-540. Regalado, P. J.; Valero, C.; Gonzlez, J. I. y Salgado A. (1997). Las Escalas de la Cruz Roja, veinticinco aos
361
despus: Estudio de su validez en un servicio de geriatra. Revista Espaola de Geriatra y Gerontologa, 32, 93-99. Reisberg, B., Ferris, S. H., de Leon, M. J. y Crook, T. (1982). The Global Deterioration Scale for assessment of primary degenerative dementia. American Journal of Psychiatry, 139, 1136-1139. Ribas, J., Catel, A., Escalada, B., Ugas, L., Grau, C., Magarolas, R., Puig, J. M., Carulla, J. y Pi, J. (2000). Trastornos psicopatolgicos del cuidador principal no profesional de pacientes ancianos. Revista de Psiquiatra de la Facultad de Medicina de Barcelona, 27, 131134. Ritchie, K. (2002). Epidemiology of Dementias and Alzheimer's Disease. En N. Qizilbash (Ed.), Evidence-based dementia practice (pp. 796-794). Oxford: Blackwell Publishing. Rivera, J. (2001). Redes familiares en el cuidado del anciano con demencia. Analisis evolutivo de un estudio poblacional. Madrid: Consejo Econmico y Social. Comunidad de Madrid. Roberts, R. E. y Attkisson, C. C. (1983). Assessing client satisfaction among hispanics. Evaluation and Programme Planning, 6, 401-413. Roberts, J., Browne, G., Milne, C., Spooner, L., Gafni, A., Drummond-Young, M., LeGris, J., Watt, S., LeClair, K., Beaumont, L. y Roberts, J. N. (1999). Problem solving counselling for caregivers of cognitively impaired: Effective for whom? Nursing Research, 48, 162-172. Roca, M., beda, I., Fuentelsaz, C., Lpez, R., Pont, A., Garca, L. y Pedreny, R. (2000). Impacto del hecho de cuidar en la salud de los cuidadores
362
Referencias bibliogrficas Roth, D. L., Haley, D. E., Owen, J. E., Clay, O. J., y Goode, K. T. (2001). Latent growth models of the longitudinal effects of dementia caregiving: a comparison of African American and white family caregivers. Psychology and Aging, 16, 427-436. Rowan, A. B. y Storey, J. M. (2002). Minimal Therapist Contact. En M. Hersen y W. Sledge (Eds.), Encyclopedia of Psychotherapy (pp. 141-145). San Diego, CA: Academic Press. Rubio, M. L., Snchez, A., Ibez, J. A., Galve, F., Mart, N. y Mariscal, J. (1995). Perfil medicosocial del cuidador crucial. Se trata de un paciente oculto? Atencin Primaria, 16, 181-186. Russo, J., Vitaliano, P. P., Brewer, D. D., Katon, W. y Becker, J. (1995). Psychiatric disorders in spouse caregivers of care recipients with Alzheimer's disease an matched controls: A diathesis-stess model of psychopathology. Journal of Abnormal Psychology, 104, 197204. Snchez, P., Mouronte, P. y Olazarn, J. (2001). Beneficios de un programa de formacin del cuidador en la demencia: experiencia piloto desde la enfermera especializada. Revista de Neurologa, 33, 422-424. Sancho, M. T. (Ed.). (2002a). Envejecer en Espaa. II Asamblea mundial sobre el envejecimiento. Madrid: IMSERSO. Sancho , M. T. (2002b). Las personas mayores en Espaa. Informe 2002. Madrid, IMSERSO. Sanz, J. y Vzquez, C. (1998). Fiabilidad, validez y datos normativos del inventario para la Depresin de Beck. Psicothema, 10, 303-318.. Saranson, I. G. (1999). El papel de las relaciones ntimas en los resultados de salud. En J. Buenda (Ed.),
familiares. Atencin Primaria, 26, 53-67. Rodrguez, G. (1999). El gasto pblico en proteccin de la dependencia. En G. Rodrguez (Coor.). La proteccin social de la dependencia (pp. 545587). Madrid: Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales. Rodrguez, J. A. (1994). Envejecimiento y familia. Madrid: Centro de investigaciones Sociolgicas y Siglo XXI. Rodrguez, P. y Sancho, M. (1999). Nuevos retos de la politica social de atencin a las personas mayores: Las situaciones de fragilidad. En F. J. Leturia , J. J. Yanguas y M. Leturia (Eds.), Las personas mayores y el reto de la dependencia en el siglo XXI (pp. 47-66). San Sebastin: Departamento de Servicios Sociales de la Diputacin Social de Guipuzcoa. Rodrguez, P., Sancho, T., Alvaro, M. y Justel, M. (1995). Las personas mayores en Espaa. Perfiles. Reciprocidad familiar. Madrid: Instituto Nacional de Servicios Sociales. Rodrguez, J., Pastor, M. A., Lpez, S., Garca, J. y Snchez, A. (1989). Efectos psicosociales de la ostoma. Anlisis y Modificacin de Conducta, 15, 25-62. Roig, M. V., Abengzar, M. C. y Serra, E. (1998). La sobrecarga en los cuidadores principales de enfermos de Alzheimer. Anales de Psicologa, 14, 215-227. Rosenberg, M. (1965). Society and the adolescent self-image. Princeton: Princeton University Press. Rose-Rego, S. K., Strauss, M. E. y Smyth, K. A. (1998). Differences in the perceived well-being of wives and husbands caring for persons with Alzheimer's disease. Gerontologist, 38, 224-230.
Referencias bibliogrficas Familia y psicologa de la salud . Madrid: Piramide. Saranson, I. G., Saranson, B. R., Shearin, E. N. y Pierce, G. R. (1987). A brief measure of social support: Practical and theoretical implications. Journal of Social and Personal Relationships, 4, 497-510. Scharlach, A. y Frenzel, C. (1986). An evaluation of institution-based respite care. Gerontologist, 26, 7782. Schulz, R. y Beach, S. R. (1999). Caregiving as a risk factor for mortality. JAMA, 282, 2215-2219. Schulz, R., Beach, S. R., Lind, B., Martire, L. M., Zdaniuk, B., Hirsch, C., Jackson, S. y Burton, L. (2001). Involvement in caregiving and adjustment to death of a spouse: findings from the Caregiver Health Effects Study. JAMA, 285, 3123-3129. Schulz, R., Belle, S. H., Czaja, S. J., McGinnis, K. A., Stevens, A. y Zhang, S. (2004). Long-term care placement of dementia patients and caregiver health and well-being. JAMA, 292, 961-967. Schulz, R., Gallagher-Thompson, D., Haley, W. y Czaja, S. (2000). Understanding the interventions process: A theoretical/conceptual framework for intervention approaches to caregiving. En R. Schulz (Ed.), Handbook on dementia caregiving. Evidencebased interventions for family caregivers (pp. 33-60). Nueva York: Springer Publishing Company. Schulz, R. y Martire, L. M. (2004). Family caregiving persons with dementia: prevalence, health effects, and support. American Journal of Geriatric Psychiatry, 12, 240-249. Schulz, R., Mendelshon, A. B., Haley, W. E., Mahoney, D., Allen, R. S., Zhang, S., Thompson, L. y Belle, S. H. (2003). End-of-life care and the
363
effects of bereavement on family caregivers of presons with dementia. New England Journal of Medicine, 349, 1936-1942. Schulz, R., O'Brien, A. T., Bookwala, J. y Fleissner, K. (1995). Psychiatric an phisical morbidity effects of dementia caregiving: Prevalence, correlates, and causes. Gerontologist, 35, 771-791. Schulz, R., O'Brien, A., Czaja, S., Ory, M., Norris, R., Martire, L. M., Belle, S. H., Burgio, L., Gitlin, L., Coon, D., Burns, R., Gallagher-Thompson, D. y Stevens, A. (2002). Dementia caregiver intervention research: In search of clinical significance. Gerontologist, 42, 589-602. Schulz, R. y Williamson, G. M. (1994). Health effects of caregiving: prevalence of mental and physical illness in Alzheimer's caregivers. En E. Light, G. Niederehe, y B. D. Lebowitz (Eds.), Stress effects on family caregivers of alzheimer's patients. Research and interventions (pp. 38-63). Nueva York: Springer Publishing Company. Seligman, M. E. P. (1995). The effectiveness of psychotherapy: The Consumer Reports study. American Psychologist, 50, 965-974. Seltzer, M. M. y Li, L. W. (1996). The transitions of caregiving: Subjective and objective definitions. Gerontologist, 36, 614-626. Seltzer, M. M. y Li, L. W. (2000). The dynamics of caregiving: Transitions during a three-year prospective study. Gerontologist, 40, 165-178. Semple, S. J. (1992). Conflict in Alzheimer's caregiving families: Its dimensions and consequences. Gerontologist, 32, 648-655. Senanarong, V., Jamjumras, P., Harmphadungkit, K., Klubwong, M., Udomphanthurak, S., Poungvarin, N., Vannasaeng, S. y Cummings, J.
364
Referencias bibliogrficas Spielberger, C. D. (1999). State-Trait Anger Expression Inventory-2. Odessa: Psychological Assesment Resources. Spielberger, C. D., Gorsuch, R. L. y Lushene, R. E. (1970). STAI. Manual for the State-Trait Anxiety Inventory. Orlando: Psychological Assesment Resources. Spielberger, C. D., Johnson, E.G., Russell, S.S., Crane, R. J., Jacobs, G. A. y Worden, T. J. (1985). The experinece and expression of anger: Construction and validation of an anger expression scale. En M. A. Chesney y R.H. Rosenman (eds) Anger and hostility in cardiovascular and behavioral disorders (pp.5-30). Nueva York: Hemisphere. Steffen, A. M. (2000). Anger management for dementia caregivers: a preliminary study using video and telephone interventions. Behavior Therapy, 31, 281-299. Steffen, A. M. y Berger, S. (2000). Relationship differences in anger intensity during caregiving-related situations. Clinical Gerontologist, 21, 3-19. Steffen, A. M., Futterman, A. y GallagherThompson, D. (1998). Depressed Caregivers: Comparative outcomes of two interventions. Clinical Gerontologist, 19, 3-15. Strain, L. A. y Blandford, A. A. (2002). Community-based services for the taking but few takers: Reasons for nonuse. Journal of Applied Gerontology, 21, 220-235. Stuckey, J. C., Neundorfer, M. M. y Smyth, K. A. (1996). Burden and well-being: the same coin or related currency? Gerontologist, 36, 686-693. Suitor, J. J. y Pillemer, K. (1993). Support and interpersonal stress in the social networks of married daughters caring for parents with
L. (2004). A counseling intervention for caregivers: Effect on neuropsychiatric symptoms. International Journal of Geriatric Psychiatry, 19, 781-788. Shaw, W. S., Patterson, T. L., Semple, S. J., Grant, I., Yu, E. S., Zhang, M., He, Y. y Wu, W. Y. (1997). A cross-cultural validation of coping strategies and their associations with caregiving distress. Gerontologist, 37, 490-504. Shaw, W. S., Patterson, T. L., Semple, S. J., Ho, S., Irwin, M. R., Hauger, R. L. y Grant, I. (1997). Longitudinal analysis of multiple indicators of health decline among spousal caregivers. Annals of behavioural medicine, 19, 101-109. Shaw, W. S., Patterson, T. L., Ziegler, M. G., Semple, S. J. y Grant, I. (1999). Accelerated risk of hypertensive blood pressure recordings among Alzheimer caregivers. Journal of Psychosomatic Reseach, 46, 215227. Silliman, R., McGarvey, S. T., Raymond, P. M. y Fretwell, M. D. (1990). The Senior Care Study: Does inpatient interdisciplinary geriatric assesment help the familiy caregivers of acutely ill older patients? Journal of the American Geriatrics Society, 38, 461-466. Skaff, M. M. y Pearlin, L. I. (1992). Caregiving: Role engulfment and the loss of self. Gerontologist, 32, 656-664. Smerglia, V. L. y Deimling, G. T. (1997). Care-related decision-making satisfaction and caregiver well-being in families caring for older members. Gerontologist, 37, 658-665. Srensen, S., Pinquart, M. y Duberstein, P. (2002). How effective are interventions with caregivers? An updated meta-analysis. Gerontologist, 42, 356-372
Referencias bibliogrficas dementia. Journals of Gerontology: Social Sciences, 48, S1-S8. Switzer, G. E., Wisniewski, S. R., Belle, S. H., Burns, R., Winter, L., Thompson, L. y Schulz, R. (2000). Measurement issues in intervention research. En R. Schulz (Ed.), Handbook on dementia caregiving. Evidence-based interventions for family caregivers (pp. 187-224). Nueva York: Springer Publishing Company. Tejero, A., Guimera, E., Farr, J. M. y Peri, J. M. (1986). Uso clnico de la HAD (Hospital Anxiety and Depression Scale) en poblacin psiquitrica: Un estudio de su sensibilidad, fiabilidad y validez. Revista del Departamento de Psiquiatra de la Facultad de Medicina de Barcelona, 12, 233238. Teri, L., Logsdon, R. G., Uomoto, J. y McCurry, S. M. (1997). Behavioral treatment of depression in dementia patients: A controlled clinical trial. Journals of Gerontology: Psychological Sciences, 52B, P159P166. Teri, L., Truax, P., Logsdon, R., Uomoto, J. y Zarit, S. (1992). Assessment of behavioral problems in dementia: The Revised Memory and Behavior Problems Checklist. Psychology and Aging, 7, 622-631. Thomas, P., Ingrand, P., Lalloue, F., HazifThomas, C., Billon, R., Vieban, F. y Clement, J. P. (2004). Reasons of informal caregivers for institutionalising dementia patients previously living at home: The Pixel study. International Journal of Geriatric Psychiatry, 19, 127-135. Thompson, C. y Briggs, M. (2000). Support for carers of people with Alzheimer's type dementia. Cochrane Database of Systematic Reviews, 2, CD000454.
365
Toseland, R. W., Labrecque, M. S., Goebel, S. T. y Whitney, M. H. (1992). An evaluation of a group program for spouses of frail elderly veterans. Gerontologist, 32, 382-390. Toseland, R. W., McCallion, P., Smith, T., Huck, S., Bourgeois, P. y Garstka, T. (2001). Health education groups for caregivers in an HMO. Journal of Clinical Psychology, 57, 551-570. Toseland, R. W., Rossiter, C. M. y Labrecque, M. S. (1989). The effectiveness of peer-led and profesionally led groups to support family caregivers. Gerontologist, 29, 465-471. Toseland, R. W., Rossiter, C. M., Peak, T. y Smith, G. C. (1990). Comparative effectiveness of individual and group interventions to support family caregivers. Social Work, 35, 209217. Toseland, R.W. y Smith, G. (1990). Effectiveness of individual counseling by professional and peer helpers for family caregivers of the elderly. Psychology and Aging, 5, 256-263. Uchino, B. N., Kiecolt-Glaser, J. K. y Cacioppo, J. T. (1992). Age-related changes in cardiovascular response as a function of a chronic stressor and social support. Journal of Personality and Social Psychology, 63, 839-846. United Nations, Department of Economic and Social Affairs, Population Division (2002). World Population Ageing 1950-2050. Nueva York: United Nations. Valderrama, E., Ruiz, D., de Ftima, J., Garca, C., Garca, P.A., y Prez, J. (1997). El cuidador principal del anciano dependiente. Revista de gerontologia, 7, 229-233. Valles, M. N., Gutirrez, V., Luquin, A. M., Martn, M. A. y Lpez, F. (1998). Problemas de salud y sociales de
366
Referencias bibliogrficas Psychological Sciences and Social Sciences, 51, 290-299. Vitaliano, P., Scanlan, J. M., Siegler, I. C., McCormick, W. C. y Knopp, R. H. (1998). Coronary heart disease moderates the relationship of chronic stress with the metabolic syndrome. Health Psychology, 17, 520-529. Ward, R.A. (1977). Aging group conciousness. Implication in an older sample. Sociology and Social Research, 61, 496-519. Ware, J. E., Kosinski, M. y Keller, S. D. (1996). A 12-Item Short-Form Health Survey. Construction of scales and preliminary tests of reliability and Validity. Medical Care, 34, 220-233. Ware, J. E., y Sherbourne, C. D. (1992). The MOS 36-item short-form health survey (SF-36) I: conceptual framework and item selection. Medical Care, 30, 473-483. Watson, D. (1988). The vicissitudes of mood measurement: Effects of varying descriptors, time frames, and response formats on measures of Positive and Negative Affect. Journal of Personality and Social Psychology, 55, 128-141. Wells, Y. D. y Kendig, H. L. (1997). Health and well-being of spouse caregivers and the widowed. Gerontologist, 37, 666-674. Wettstein, A., Schmid, R. y Knig, M. (2004). Who participates in psychosocial interventions for caregivers of patients with dementia? Dementia and Geriatric Cognitive Disorders, 18, 80-86. Weuve, J. L., Boult, C. y Morishita, L. (2000). Effects of outpatient geriatric evaluation and management on caregiver burden. Gerontologist, 40, 429-436. White, M.H. y Dorman, S.M. (2000) Online support for caregivers. Analysis of
los cuidadores de los pacientes con demencia. Atencin Primaria, 22, 481-485. van den Heuvel, E. T. P., de Witte, L. P., Nooyen-Haazen, I., Sanderman, R. y Meyboom-de Jong, B. (2000). Short-term effects of a group support program and an individual support program for caregivers of stroke patients. Patient Education and Counseling, 40, 109-120. Vzquez, C. y Sanz, J. (1991). Fiabilidad y validez factorial de la versin espaola del inventario de depresin de Beck . Barcelona: III Congreso de Evaluacin Psicolgica. Vzquez, C. y Sanz, J. (1999). Fiabilidad y validez de la versin espaola del Inventario para la Depresin de Beck de 1978 en pacientes con trastornos psicolgicos. Clnica y Salud, 10, 59-81. Vedhara, K., Shanks, N., Wilcock, L. y Lightman, S. L. (2001). Correlates and predictors of self-reported psychological and physical morbidity in chronic caregiver stress. Journal of Health Psychology, 6, 101-119. Vernooij-Dassen, M. y Rikkert, M. O. (2004). Personal disease management in dementia care. International Journal of Geriatric Psychiatry, 19, 715-717. Vila, J. y Garriga, R. (2000). La problemtica de los cuidadores mayores. Informaciones psiquitricas, 162, 363-371. Vitaliano, P. P., Russo, J., Young, H. M., Teri, L. y Maiuro, R. D. (1991). Predictors of burden in spouse caregivers of individuals with Alzheimer's disease. Psychology and Aging, 6, 392--402. Vitaliano, P. P., Scanlan, J. M., Krenz, C., Schwartz, R. S. y Marcovina , S. M. (1996). Psychological distress, caregiving, and metabolic variables. Journals of Gerontology Series B:
Referencias bibliogrficas an Internet Alzheimer mailgroup Computers in Nursing, 18, 168-76 Wilkins, S. S., Castle, S., Heck, E., Tanzy, K. y Fahey, J. (1999). Immune function, mood and perceived burden among caregivers participating in a psychoeducational intervention. Psychiatric Services, 50, 747-749. Woo, K. H., Rhee, K. O., y Choi, S. J. (2004). Korean primary caregivers' perceptions about secondary caregivers of demented elderly: Are secondary caregivers source of support or stress. Geriatrics and Gerontology Intenational, 4, S101S103. Wood, V., Wylie, M. L., Sheafor, B. (1969). An analysis of a short self-report measure of life satisfaction: Correlation with rater judgments. Journal of Gerontology, 24, 465469. Woody, S., McLean, P. D., Taylor, S. y Koch, W. J. (1999). Treatment of major depression in the context of panic disorder. Journal of Affective Disorders, 53, 163-174. Wright. (1991). The impact of Alzheimer's disease on the marital relationship. Gerontologist, 31, 224-237. Yee, J. L. y Schulz, R. (2000). Gender differences in psychiatric morbidity among family caregivers: A review and analysis. Gerontologist, 40, 147-164. Yesavage, J. A, Brink, T. L., Rose, T. L., Lum, O., Huang, V., Adey, M. y Leirer V. (1983). Development and validation of a geriatric depression screening scale: a preliminary report. Journal of Psychiatric Research, 83, 37-49. Yordi, C., DuNah, R., Bostrom, A., Fox, P., Wilkinson, A. y Newcomer, R. (1997). Caregiver supports: outcomes from the Medicare Alzheimer's Disease Demonstration.
367
Health Care Financing Review, 19, 97-117. Zanetti, O., Frisoni, G. B., Bianchetti, A., Tamanza, G., Cigoli, V. y Trabucchi, M. (1998). Depressive symptoms of Alzheimer caregivers are mainly due to personal rather than patient factors. International Journal of Geriatric Psychiatry, 13, 358-367. Zanetti, O., Metitieri, T., Bianchetti, A. y Trabucchi, M. (1998). Effectiveness of an educational program for demented person's relatives. Archives of Gerontology and Geriatrics, 6, 531-538. Zarit, S. H. (1989). Do we need another "stress and caregiving" study? Gerontologist, 29, 147-148. Zarit, S. H. (1990). Interventions with frail elders and their families: are they effective and why? En M. A. P. Stephens, J. H. Crowther, S. E. Hobfoll y D. L. Tennenbaum (Eds.), Stress and coping in later-life families. Nueva York: Hemisphere. Zarit, S. H., Anthony, C. R. y Boutselis, M. (1987). Interventions with caregivers of dementia patients: Comparison of two approaches. Psychology and Aging, 2, 225-232. Zarit, S. H., Femia, E. E., Watson, J., RiceOeschger, L. y Kakos, B. (2004). Memory Club: a group intervention for people with early-stage dementia and their care partners. Gerontologist, 44, 262-269. Zarit, S. H., Gaugler, J. y Jarrot, S. (1999). Useful services for families: research findings and directions. International Journal of Geriatric Psychiatry, 14, 165-181. Zarit, S. H., Reever, K. E. y Bach-Peterson, J. (1980). Relatives of the impaired elderly: Correlates of feelings of burden. Gerontologist, 20, 646-655. Zarit, S. H. y Zarit, J. M. (1987). The Memory and Behavior Problems
368
Referencias bibliogrficas
Checklist. Pennsylvania State University. Zarit, S. H., Zarit, J. H. y Reever, K. E. (1982). Memory training for severe memory loss: Effects on senile dementia patients and their family. Gerontologist, 22, 373-377. Zigmond, A. S. y Snaith, R. P. (1983). The Hospital Anxiety and Depression Scale. Acta Psychiatrica Scandinavica, 67, 361-370. Zuckerman M y Lubin B. (1965). Manual for the Multiple Affect Adjective Check List. San Diego. CA: Educational and Industrial Testing Service. Zung, W. W. K. (1965). Self-rating depression scale. Archives of General Psychiatry, 12, 63-70. Zunzunegui, M. V., Bland, F., Llcer, A. y Keller, I. (1999). Family, religion, and depressive symptoms in caregivers of disabled elderly. Journal of Epidemiology and Community Health, 53, 364-369. Zunzunegui, M. V., Llcer, A. y Bland, F. (2002). The role of social and psychological resources in the evolution of depression in caregivers. Canadian Journal on Aging, 21, 355-368.
Anexo 1
369
ANEXOS
370
Anexos
Anexo 1
371
372
Anexos
Anexo 1
373
1.- Para empezar, me podra decir, Cunto tiempo lleva cuidando a la persona a la que actualmente ayuda? (INDICAR LA CANTIDAD EN MESES) 2.a.- Ayuda usted a una sola persona mayor o ms de una? 1. 2. A una sola A ms de una Cuntas?
TERAPEUTA: EN CASO DE QUE AYUDE A MS DE UNA PERSONA, SE LEE AL CUIDADOR: A partir de aqu, vamos a referirnos a ..... (nombre de la persona o de la relacin con el cuidador, e.g. tu madre) a la que dedica ms atencin)".
4.- Gnero de la persona cuidada 0. Varn 1. Mujer 5.- Qu edad tiene la persona a la que cuida? (NMERO DE AOS CUMPLIDOS)
374
Anexos
6.- Qu parentesco o relacin tiene Vd. con la persona cuidada? Soy su... 1. 2. 3. 4. 5. 6. Esposo/a o compaero/a Hijo/a Yerno/Nuera Sobrino/a Hermano/a Otro Cul?
7.- Gnero de la persona entrevistada 0. Varn 1. Mujer 8.- Cuntos aos tiene Vd.? (Indicar aos cumplidos y Fecha de nacimiento) 9.- Cul es su estado civil? 1. 2. 3. 4. Soltera/o Casada/o Viuda/o Divorciada/o o Separada/o
1. 2. 3. 4. 5. 6. 7.
Sin estudios, soy analfabeto Sin estudios, pero se leer y escribir Primarios incompletos (preescolar o primeros aos) De primer grado (1 etapa de la EGB, ingreso, etc. Hasta los 10 aos) De segundo grado/ Primer ciclo (2 etapa de la EGB, 4 de bachiller, Graduado escolar, Auxiliar administrativo, etc. Hasta los 14 aos) De segundo grado/ Segundo ciclo (BUP, COU, FP1, FP2, Secretariado, etc. Hasta los 18 aos) Universitarios ( Diplomaturas en Escuelas Universitarias, Licenciaturas en facultades, Doctorados etc.)
375
12.-Cuntos das a la semana recibe su familiar su atencin cuando tiene que cuidarla?
14. EN LA ACTUALIDAD: 14.a.- Utiliza la ayuda de algn Centro de Da, para cuidar a su familiar? 0. No 1. S 14.b.- Utiliza la Ayuda a domicilio (o asistenta remunerada), para cuidar a su familiar? 0. No 1. S 14.c.- Utiliza la Telealarma o Teleasistencia? 0. No 1. S 14.d.- Utiliza la Estancia temporal en residencias? 0. No 1. S 14.e.- Recibe ayuda de familiares para cuidar a su familiar? 0. No 1. S 14.f.- Recibe ayuda de amigos para cuidar a su familiar? 0. No 1. S 14.g.- Recibe ayuda de vecinos para cuidar a su familiar? 0. No 1. S 14.h.- Recibe ayuda de voluntarios para cuidar a su familiar? 0. No 1. S 14.i.- Recibe ayuda de otras personas para cuidar a su familiar? 0. No 1. S
376
Anexos
15.- Por qu razn est Vd. cuidando a su familiar? 16.- Cmo calificara Vd. su relacin con su familiar antes de que precisara de sus cuidados? 1. 2. 3. 4. 5. Problemtica, con conflictos Bastante distante y fra Normal, conforme al vnculo familiar que los une De gran intimidad y afecto De otra manera Cul?
17.- Desde que cuida Vd. a su familiar su relacin con el ha mejorado, ha empeorado o sigue ms o menos igual? 1. 2. 3. Ha empeorado Sigue ms o menos igual Ha mejorado
18.- Con qu frecuencia ha pensado en ingresar a su familiar en una residencia? 1. 2. 3. Nunca Alguna vez Con bastante frecuencia
19.- En caso de que no existiese ningn problema (ni econmico, ni de desacuerdo familiar, ni de falta de recursos...) qu probabilidad cree que tendra su familiar de estar internado en una residencia? 1. 2. 3. 4. 5. Ninguna Alguna Bastante Mucha Muchsima
20.- Cunto considera se cuida usted a si mismo? 1. 2. 3. 4. 5. Nada Poco, menos de lo que debiera Lo suficiente Bastante En exceso
Anexo 1
377
21.- En el ltimo mes cuntas veces ha acudido al mdico para tratar sus propios problemas de salud...? 22.- En la actualidad utiliza algn tipo de psicofrmaco (tranquilizantes, pastillas para dormir, barbitricos, valium, ansiolticos...)? (anotar el nombre de los diversos frmacos) 22.b.Con qu frecuencia lo utiliza? 23.c.Cul es la dosis? (anotar miligramos)
Cuestionario de Saranson
Las siguientes preguntas versan acerca de las personas de su medio que le aportan ayuda o apoyo. Cada pregunta tiene dos partes. En la primera parte debe indicar todas las personas que conoce, excluyndose a s mismo y con las que puede contar para ayudarle o apoyarle en la forma que se describe. En la segunda parte, indique el grado de satisfaccin que siente con el apoyo total que tiene. Si en una pregunta no tiene ningn apoyo, indquelo, pero aun as manifieste el grado de satisfaccin. No relate ms de nueve personas por pregunta.
1. Con quin puede contar realmente que sea de confianza cuando necesita ayuda? Nadie 1) 2) 3) 4) 5) 6) 7) 8) 9)
Grado de satisfaccin? 6. Muy 5.- Bastante 4.- Algo 3.Algo 2.- Bastante 1.Muy satisfecho satisfecho satisfecho insatisfecho insatisfecho insatisfecho 2. Con quin puede contar realmente para recibir ayuda o sentirse ms relajado cuando se halla en tensin? Nadie 1) 2) 3) 4) 5) 6) 7) 8) 9)
378
Anexos
Grado de satisfaccin? 6. Muy 5.- Bastante 4.- Algo 3.Algo 2.- Bastante 1.Muy satisfecho satisfecho satisfecho insatisfecho insatisfecho insatisfecho 3. Quin cree que puede consolarle cuando est muy disgustado? Nadie 1) 2) 3) 4) 5) 6) 7) 8) 9)
Grado de satisfaccin? 6. Muy 5.- Bastante 4.- Algo 3.Algo 2.- Bastante 1.Muy satisfecho satisfecho satisfecho insatisfecho insatisfecho insatisfecho Indice de Katz de AVD
Para cada funcin de esta lista indique la descripcin que corresponda. (La palabra ayuda significa supervisin, direccin o ayuda personal)
1. Baarse (con esponja, en baera o ducha) 0 0 1 No recibe ayuda (entra y sale de la baera sin ayuda) Recibe ayuda para lavar una sola parte del cuerpo (como la espalda o una pierna) Recibe ayuda para ms de una parte del cuerpo (o no se baa)
2. Vestirse (coge la ropa de armarios y cajones: incluye ropa interior, complementos y abrocharse los botones, e incluye pulseras si las usa) 0 0 1 Coge la ropa y se viste completamente sin ayuda Coge la ropa y se viste sin ayuda, pero la recibe para atarse los zapatos Recibe ayuda para coger la ropa o para vestirse, o permanece sin vestir parcial o completamente
Anexo 1
379
3. Ir al servicio (ir al cuarto de bao para la eliminacin de orina y heces, limpiarse tras la eliminacin y arreglarse la ropa 0 Va al aseo, se limpia y se arregla la ropa sin ayuda (puede usar ayudas para apoyarse, como un bastn, andador o silla de ruedas y puede utilizar una cua u orinal por la noche, vacindolo por la maana) Recibe ayuda para ir al servicio, para limpiarse o para arreglarse la ropa tras la eliminacin o uso nocturno de la cua o el orinal No va al servicio para el proceso de eliminacin
0 1
4. Levantarse: 0 Se levanta, sienta y acuesta en la cama o la silla sin ayuda (puede usar ayuda para apoyarse como un bastn o un andador) Se sienta, levanta o acuesta en la cama y la silla con ayuda No se levanta de la cama
1 1
5. Continencia: 0 1 1 6. Comida: 0 0 1 Se alimenta sin ayuda Se alimenta solo, necesita ayuda para cortar la carne o untar el pan Recibe ayuda para comer o se alimenta parcial o totalmente mediante sonda o por va parenteral Controla la miccin y la defecacin por s mismo completamente Tiene accidentes ocasionales Supervisado para ayudar a mantener el control de la miccin o la defecacin: utiliza sonda o es incontinente
380
Anexos
0. Totalmente normal 1. Ligera desorientacin en el tiempo. Mantiene correctamente una conversin 2. Desorientacin en el tiempo. Conversacin posible, pero no perfecta 3. Desorientacin. No puede mantener una conversacin lgica. Confunde a las personas. Trastornos del humor. Frecuente incontinencia 4. Desorientacin. Claras alteraciones mentales. Incontinencia habitual o total 5. Vida vegetativa con o sin agresividad. Incontinencia total
Anexo 1
381
1.- Para empezar, me podra decir cul es el trabajo que Vd. desempea en la actualidad?
2.- Cuntos das a la semana recibe su familiar su atencin cuando tiene que cuidarla? 3.- Cuntas horas le dedica al da a atender a su familiar?
4. EN LA ACTUALIDAD: 4.a.- Utiliza la ayuda de algn Centro de Da, para cuidar a su familiar? 0. No 1. S 4.b.- Utiliza la Ayuda a domicilio (o asistenta remunerada), para cuidar a su familiar? 0. No 1. S 4.c.- Utiliza la Telealarma o Teleasistencia? 0. No 1. S 4.d.- Utiliza la Estancia temporal en residencias? 0. No 1. S 4.e.- Recibe ayuda de familiares para cuidar a su familiar? 0. No 1. S 4.f.- Recibe ayuda de amigos para cuidar a su familiar? 0. No 1. S 4.g.- Recibe ayuda de vecinos para cuidar a su familiar? 0. No 1. S
382
Anexos
4.h.- Recibe ayuda de voluntarios para cuidar a su familiar? 0. No 1. S 4.i.- Recibe ayuda de otras personas para cuidar a su familiar? 0. No 1. S 5.- Desde que inici el taller para cuidadores su relacin con el familiar al que Vd. cuida ha mejorado, ha empeorado o sigue ms o menos igual? 1. 2. 3. Ha empeorado Sigue ms o menos igual Ha mejorado
6.- Con qu frecuencia ha pensado en ingresar a su familiar en una residencia? 1. 2. 3. Nunca Alguna vez Con bastante frecuencia
7.- En caso de que no existiese ningn problema (ni econmico, ni de desacuerdo familiar, ni de falta de recursos...) qu probabilidad cree que tendra su familiar de estar internado en una residencia? 1. 2. 3. 4. 5. Ninguna Alguna Bastante Mucha Muchsima
8.- Cunto considera se cuida usted a si mismo? 1. 2. 3. 4. 5. Nada Poco, menos de lo que debiera Lo suficiente Bastante En exceso
9.- En el ltimo mes cuntas veces ha acudido al mdico para tratar sus propios problemas de salud...?
Anexo 1
383
10.- En la actualidad utiliza algn tipo de psicofrmaco (tranquilizantes, pastillas para dormir, barbitricos, valium, ansiolticos...)? (anotar el nombre de los diversos frmacos) 10.b.Con qu frecuencia lo utiliza? 10.c.Cul es la dosis? (anotar miligramos)
Cuestionario de Saranson
Las siguientes preguntas versan acerca de las personas de su medio que le aportan ayuda o apoyo. Cada pregunta tiene dos partes. En la primera parte debe indicar todas las personas que conoce, excluyndose a s mismo y con las que puede contar para ayudarle o apoyarle en la forma que se describe. En la segunda parte, indique el grado de satisfaccin que siente con el apoyo total que tiene. Si en una pregunta no tiene ningn apoyo, indquelo, pero aun as manifieste el grado de satisfaccin. No relate ms de nueve personas por pregunta.
1. Con quin puede contar realmente que sea de confianza cuando necesita ayuda? Nadie 1) 2) 3) 4) 5) 6) 7) 8) 9)
Grado de satisfaccin? 6. Muy 5.- Bastante 4.- Algo 3.Algo 2.- Bastante 1.Muy satisfecho satisfecho satisfecho insatisfecho insatisfecho insatisfecho 2. Con quin puede contar realmente para recibir ayuda o sentirse ms relajado cuando se halla en tensin? Nadie 1) 2) 3) 4) 5) 6) 7) 8) 9)
384
Anexos
Grado de satisfaccin? 6. Muy 5.- Bastante 4.- Algo 3.Algo 2.- Bastante 1.Muy satisfecho satisfecho satisfecho insatisfecho insatisfecho insatisfecho 3. Quin cree que puede consolarle cuando est muy disgustado? Nadie 1) 2) 3) 4) 5) 6) 7) 8) 9)
Grado de satisfaccin? 6. Muy 5.- Bastante 4.- Algo 3.Algo 2.- Bastante 1.Muy satisfecho satisfecho satisfecho insatisfecho insatisfecho insatisfecho Indice de Katz de AVD
Para cada funcin de esta lista indique la descripcin que corresponda. (La palabra ayuda significa supervisin, direccin o ayuda personal)
1. Baarse (con esponja, en baera o ducha) 0 0 1 No recibe ayuda (entra y sale de la baera sin ayuda) Recibe ayuda para lavar una sola parte del cuerpo (como la espalda o una pierna) Recibe ayuda para ms de una parte del cuerpo (o no se baa)
2. Vestirse (coge la ropa de armarios y cajones: incluye ropa interior, complementos y abrocharse los botones, e incluye pulseras si las usa) 0 0 1 Coge la ropa y se viste completamente sin ayuda Coge la ropa y se viste sin ayuda, pero la recibe para atarse los zapatos Recibe ayuda para coger la ropa o para vestirse, o permanece sin vestir parcial o completamente
Anexo 1
385
3. Ir al servicio (ir al cuarto de bao para la eliminacin de orina y heces, limpiarse tras la eliminacin y arreglarse la ropa 0 Va al aseo, se limpia y se arregla la ropa sin ayuda (puede usar ayudas para apoyarse, como un bastn, andador o silla de ruedas y puede utilizar una cua u orinal por la noche, vacindolo por la maana) Recibe ayuda para ir al servicio, para limpiarse o para arreglarse la ropa tras la eliminacin o uso nocturno de la cua o el orinal No va al servicio para el proceso de eliminacin
0 1
4. Levantarse: 0 Se levanta, sienta y acuesta en la cama o la silla sin ayuda (puede usar ayuda para apoyarse como un bastn o un andador) Se sienta, levanta o acuesta en la cama y la silla con ayuda No se levanta de la cama
1 1
5. Continencia: 0 1 1 6. Comida: 0 0 1 Se alimenta sin ayuda Se alimenta solo, necesita ayuda para cortar la carne o untar el pan Recibe ayuda para comer o se alimenta parcial o totalmente mediante sonda o por va parenteral Controla la miccin y la defecacin por s mismo completamente Tiene accidentes ocasionales Supervisado para ayudar a mantener el control de la miccin o la defecacin: utiliza sonda o es incontinente
386
Anexos
0. Totalmente normal 1. Ligera desorientacin en el tiempo. Mantiene correctamente una conversin 2. Desorientacin en el tiempo. Conversacin posible, pero no perfecta 3. Desorientacin. No puede mantener una conversacin lgica. Confunde a las personas. Trastornos del humor. Frecuente incontinencia 4. Desorientacin. Claras alteraciones mentales. Incontinencia habitual o total 5. Vida vegetativa con o sin agresividad. Incontinencia total
Anexo 1
387
INSTRUMENTOS DE AUTOINFORME PARA CUIDADORES Cuestionario de Rosenberg Por favor, conteste a los siguientes frases rodeando con un crculo la respuesta que considere ms adecuada:
1. Siento que soy una persona digna de aprecio, al menos en igual medida que los dems
Muy de acuerdo 1 De acuerdo 2 En desacuerdo 3 Muy en desacuerdo 4
388
Anexos
Anexo 1
389
Escala HAD-A Este cuestionario ha sido diseado para ayudarnos a saber cmo se siente usted. Lea cada frase y marque la respuesta que ms se ajusta a cmo se sinti durante la SEMANA PASADA. No piense mucho las respuestas. Lo ms seguro es que si responde deprisa sus respuestas podrn reflejar mejor cmo se encontraba usted durante la semana pasada.
1. Me siento tenso o molesto 0 1 2 3 Todos los das Muchas veces A veces Nunca
2. Tengo una gran sensacin de miedo, como si algo horrible me fuera a suceder 0 1 2 3 Totalmente, y es muy fuerte S, pero no es muy fuerte Un poco, pero no me preocupa Nada
3. Tengo la cabeza llena de preocupaciones 0 1 2 3 La mayora de las veces Con bastante frecuencia A veces, aunque no muy a menudo Slo en ocasiones
4. Puedo estar sentado tranquilamente y sentirme relajado 0 1 2 3 Siempre Por lo general No muy a menudo Nunca
390
Anexos
5. Tengo una sensacin de miedo, como de aleteo en el estmago 0 1 2 3 Nunca En ciertas ocasiones Con bastante frecuencia Muy a menudo
6. Me siento inquieto, como si estuviera continuamente en movimiento 0 1 2 3 Mucho Bastante No mucho Nada
7. Me asaltan sentimientos repentinos de pnico 0 1 2 3 Muy frecuentemente Bastante a menudo No muy a menudo Nada
Anexo 1
391
BDI En este cuestionario aparecen varios grupos de afirmaciones. Por favor, lea con atencin cada uno de ellos. A continuacin, seale cul de las afirmaciones de cada grupo describe mejor sus sentimientos durante la LTIMA SEMANA, INCLUIDO EL DA DE HOY. Rodee con un crculo el nmero que est a la izquierda de la afirmacin que haya elegido. Si dentro de un mismo grupo, hay ms de una afirmacin que considere aplicable a su caso, mrquela tambin. Asegrese de haber ledo todas las afirmaciones dentro de cada grupo antes de la eleccin. 1. 0 1 2 3 0 1 2 3 0 1 2 3 0 1 2 3 0 1 2 3 No me siento triste Me siento triste Me siento triste continuamente y no puedo dejar de estarlo Me siento tan triste o tan desgraciado que no puedo soportarlo No me siento especialmente desanimado respecto al futuro Me siento desanimado respecto al futuro Siento que no tengo que esperar nada Siento que el futuro es desesperanzador y que las cosas no van a mejorar No me siento fracasado Creo que he fracasado ms que la mayora de las personas Cuando miro hacia atrs, slo veo fracaso tras fracaso Me siento una persona totalmente fracasada Las cosas me satisfacen tanto como antes No disfruto de las cosas tanto como antes Ya no obtengo una satisfaccin autntica con las cosas Estoy insatisfecho o aburrido de todo No me siento especialmente culpable Me siento culpable en bastantes ocasiones Me siento culpable en la mayora de las situaciones Me siento culpable constantemente
2.
3.
4.
5.
392
Anexos
6.
0 1 2 3 0 1 2 3 0 1 2 3 0 1 2 3 0 1 2 3 0 1 2 3 0 1 2 3 0 1 2 3
Creo que no estoy siendo castigado Siento que puedo ser castigado Siento que estoy siendo castigado Quiero que me castiguen No me siento descontento conmigo mismo Estoy descontento conmigo mismo Me avergenzo de m mismo Me odio No me considero peor que cualquier otro Me autocritico por mis debilidades o por mis errores Continuamente me culpo de mis faltas Me culpo por todo lo malo que me sucede No tengo ningn pensamiento de suicidio A veces pienso en suicidarme, pero no lo hara Deseara suicidarme Me suicidara si tuviese la oportunidad No lloro ms de lo que sola Ahora lloro ms que antes Lloro continuamente Antes era capaz de llorar, pero ahora no puedo, incluso aunque quiera No estoy ms irritado de lo normal en m Me molesto o irrito ms fcilmente que antes Me siento irritado continuamente No me irrito absolutamente nada por las cosas que antes sola irritarme No he perdido el inters por los dems Estoy menos interesado en los dems que antes He perdido la mayor parte de mi inters por los dems He perdido todo el inters por los dems Tomo decisiones ms o menos como siempre lo he hecho Evito tomar decisiones ms que antes Tomar decisiones me resulta mucho ms difcil que antes Ya me es imposible tomar decisiones
7.
8.
9.
10.
11.
12.
13.
Anexo 1
393
14.
0 1 2 3
No creo tener peor aspecto que antes Estoy preocupado porque parezco mayor o poco atractivo Creo que se han producido cambios permanentes en mi aspecto que me hacen parecer poco atractivo Creo que tengo un aspecto horrible Trabajo igual que antes Me cuesta un esfuerzo trabajar igual que antes Tengo que obligarme para hacer todo No puedo hacer nada en absoluto Duermo tan bien como siempre No duermo tan bien como antes Me despierto una o dos horas antes de lo habitual y me resulta difcil volver a dormir Me despierto varias horas antes de lo habitual y no puedo volverme a dormir No me siento ms cansado de lo normal Me canso ms fcilmente que antes Me canso en cuanto hago cualquier cosa Estoy demasiado cansado para hacer nada Mi apetito no ha disminuido No tengo tan buen apetito como antes Ahora tengo mucho menos apetito He perdido completamente el apetito ltimamente he perdido poco peso o no he perdido nada He perdido ms de 2 kilos y medio He perdido ms de 4 kilos He perdido ms de 7 kilos Estoy a dieta para adelgazar: S NO No estoy preocupado por mi salud ms que lo normal Estoy preocupado por problemas fsicos como dolores, molestias, malestar de estmago o estreimiento Estoy preocupado por mis problemas fsicos y me resulta difcil pensar en algo ms Estoy tan preocupado por mis problemas fsicos que soy incapaz de pensar en cualquier cosa
15.
0 1 2 3 0 1 2 3
16.
17.
0 1 2 3 0 1 2 3 0 1 2 3
18.
19.
20.
0 1 2 3
394
Anexos
21.
0 No he observado ningn cambio reciente en mi inters por el sexo 1 Estoy menos interesado por el sexo que antes 2 Ahora estoy mucho menos interesado por el sexo 3 He perdido totalmente mi inters por el sexo
STAXI-2 A continuacin se presentan una sede de afirmaciones que la gente usa para describirse a s misma. Lea cada afirmacin y rodee con un crculo el nmero que mejor indique COMO SE SIENTE NORMALMENTE, utilizando la siguiente escala de valoracin: 1 2 3 4 = CASI NUNCA = ALGUNAS VECES = A MENUDO = CASI SIEMPRE
COMO ME SIENTO NORMALMENTE 1.-Me caliento rpidamente.............................................................. 2.-Tengo un carcter irritable.......................................................... 3.-Soy una persona exaltada............................................................. 4.-Me molesta cuando hago algo bien y no me lo reconocen 5.-Tiendo a perder los estribos...................................................... 6.-Me pone furioso que me critiquen delante de los dems...... 7.-Me siento furioso cuando hago un buen trabajo y se me valora poco......................................................................................... 8. Me cabreo con facilidad............................................................... 9. Me enfado si no me salen las cosas como tenia previsto....... 10. Me enfado cuando se me trata injustamente.......................... 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 2 2 2 2 2 2 2 2 2 2 3 3 3 3 3 3 3 3 3 3 4 4 4 4 4 4 4 4 4 4
Anexo 1
395
Parte II: Instrucciones A continuacin se presentan una serie de afirmaciones que la gente usa para describir sus reacciones cuando se siente enfadada. Lea cada afirmacin. y rodee con un crculo el nmero que mejor indique COMO REACCIONA O SE COMPORTA CUANDO ESTA ENFADADO/A O FURIOSO/A, utilizando la siguiente escala: 1 2 3 4 = CASI NUNCA = ALGUNAS VECES = A MENUDO = CASI SIEMPRE
CUANDO ME ENFADO O ENFUREZCO 11. Controlo mi temperamento . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . . 12. Expreso mi ira . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 13. Me guardo para mi lo que siento. . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 14. Hago comentarios irnicos de los dems. . . .. . . . . . . . . . . . . 15. Mantengo la calma . . . . .. . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . 16. Hago cosas como dar portazos . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . . . 17. Ardo por dentro aunque no lo demuestro . . . . . . . . . . . . . 18. Controlo mi comportamiento . . . . . . . . . . . . . .. . . . . .. . . . . . 19. Discuto con los dems . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . . .. . . . . . 20. Tiendo a tener rencores que no cuento a nadie .. . . . . .. . . . . 21. Puedo controlarme y no perder los estribos . . . . . . . . . . . . . 22. Estoy ms enfadado/a de lo que quiero admitir . . . . . . .. . .. . 23. Digo barbaridades . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 24. Me irrito ms de lo que la gente se cree . . . . . . . . . . . . . . . . . . 25. Pierdo la paciencia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . 26. Controlo mis sentimientos de enfado . . . .. . . . . . .. . . . . . . . . 27. Rehuyo encararme con aquello que me enfada . . . . . . . . . . . . 28. Controlo el impulso de expresar mis sentimientos de ira .. . . 29. Respiro profundamente y me relajo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 30. Hago cosas como contar hasta diez . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . 31. Trato de relajarme . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . . . . 32. Hago algo sosegado para calmarme . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 33. Intento distraerme para que se me pase el enfado .. . .. . . . . . 34. Pienso en algo agradable para tranquilizarme . . . . . .. ... . . . .. 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 2 2 2 2 2 2 2 2 2 2 2 2 2 2 2 2 2 2 2 2 2 2 2 2 3 3 3 3 3 3 3 3 3 3 3 3 3 3 3 3 3 3 3 3 3 3 3 3 4 4 4 4 4 4 4 4 4 4 4 4 4 4 4 4 4 4 4 4 4 4 4 4
396
Anexos
SF-12 Las preguntas que siguen se refieren a lo que usted piensa sobre su salud. Sus respuestas permitirn saber como se encuentra usted y hasta qu punto es capaz de hacer sus actividades habituales. Por favor, conteste cada pregunta marcando una casilla. Si no est seguro/a de cmo responder a una pregunta, por favor, conteste lo que le parezca ms cierto. 1.- En general, usted dira que su salud es: 1. 2. 3. 4. 5. Excelente Muy buena Buena Regular Mala
2.- Las siguientes preguntas se refieren a actividades o cosas que usted podra hacer en un da normal. Su salud actual, le limita para hacer esas actividades o cosas? Si es as, cunto? 2.a. Esfuerzos moderados, como mover una mesa, pasar la aspiradora, hacer las camas o caminar ms de 1 hora 1. S, me limita mucho 2. S, me limita un poco 3. No, no me limita nada 2.b. Subir varios pisos por la escalera 1. S, me limita mucho 2. S, me limita un poco 3. No, no me limita nada 3.- Durante las 4 ltimas semanas, ha tenido alguno de los siguientes problemas en su trabajo o en sus actividades cotidianas, a causa de su salud fsica? 3.a. Hizo menos de lo que hubiera querido hacer? 1. S 2. No
Anexo 1
397
3.b. Tuvo que dejar de hacer algunas tareas en su trabajo o en sus actividades cotidianas? 1. S 2. No 4.- Durante las 4 ltimas semanas, ha tenido alguno de los siguientes problemas en su trabajo o en sus actividades cotidianas, a causa de algn problema emocional (como estar triste, deprimido, o nervioso)? 4.a. Hizo menos de lo que hubiera querido hacer, por algn problema emocional? 1. S 2. No 4.b. No hizo su trabajo o sus actividades cotidianas tan cuidadosamente como de costumbre, por algn problema emocional? 1. S 2. No 5.- Durante las 4 ltimas semanas, hasta qu punto el dolor le ha dificultado su trabajo habitual (incluido el trabajo fuera de casa y las tareas domsticas)? 1. 2. 3. 4. 5. Nada Un poco Regular Bastante Mucho
398
Anexos
6.-Las preguntas que siguen se refieren a cmo se ha sentido y cmo le han ido las cosas durante las 4 ltimas semanas. En cada pregunta responda lo que se parezca ms a cmo se ha sentido usted. Durante las 4 ltimas semanas... 6.a. cunto tiempo se sinti calmado y tranquilo? 1. 2. 3. 4. 5. 6. Siempre Casi siempre Muchas veces Algunas veces Slo alguna vez Nunca
6.b. cunto tiempo tuvo mucha energa? 1. 2. 3. 4. 5. 6. Siempre Casi siempre Muchas veces Algunas veces Slo alguna vez Nunca
6.c. cunto tiempo se sinti desanimado y triste? 1. 2. 3. 4. 5. 6. Siempre Casi siempre Muchas veces Algunas veces Slo alguna vez Nunca
7.- Durante las 4 ltimas semanas, con qu frecuencia la salud fsica o los problemas emocionales le han dificultado sus actividades sociales (como visitar a los amigos o familiares)? 1. 2. 3. 4. 5. Siempre Casi siempre Algunas veces Slo alguna vez Nunca
Anexo 1
399
Escala de carga del cuidador A continuacin se presentan una lista de frases que reflejan cmo se sienten algunas personas cuando cuidan a otra persona. Despus de leer cada frase, indique con qu frecuencia se siente usted de esa manera, escogiendo entre NUNCA, CASI NUNCA, A VECES, FRECUENTEMENTE y CASI SIEMPRE. No existen respuestas correctas o incorrectas. 1 = NUNCA 2 = CASI NUNCA 3 = A VECES 4 = FRECUENTEMENTE 5 = CASI SIEMPRE CON QU FRECUENCIA (rodee con un crculo la opcin elegida) 1. Siente usted que su familiar solicita ms ayuda de la que realmente necesita?...................................................................................... 2. Siente usted que, a causa del tiempo que gasta con su familiar, ya no tiene tiempo suficiente para usted mismo? ................................. 3. Se siente estresada/o al tener que cuidar a su familiar y tener adems que atender otras responsabilidades? (Ej.: con su familia o en el trabajo)................................................................................................. 4. Se siente avergonzada/o por el comportamiento de su familiar? 5. Se siente irritada/o cuando est cerca de su familiar?..................... 6. Cree que la situacin actual afecta a su relacin con amigos u otros miembros de su familia de una forma negativa?......................... 7. Siente temor por el futuro que le espera a su familiar?................... 8. Siente que su familiar depende de usted? ......................................... 9. Se siente agotada/o cuando tiene que estar junto a su familiar?... 10. Siente usted que su salud se ha visto afectada por tener que cuidar a su familiar? .................................................................................... 11. Siente que no tiene la vida privada que deseara a causa de su familiar?.......................................................................................................... 12. Cree usted que su vida social se ha resentido por cuidar a su familiar?.......................................................................................................... 13. Se siente incmoda/o por invitar a amigos a casa, a causa de su familiar.....................................................................................................
12 3 4 5 12 3 4 5 12 3 4 5 12 3 4 5 12 3 4 5 12 12 12 12 3 3 3 3 4 4 4 4 5 5 5 5
12 3 4 5 12 3 4 5 12 3 4 5 12 3 4 5
400
Anexos
14. Cree que su familiar espera que usted le cuide, como si fuera la nica persona con la que pudiera contar? .............................................. 15. Cree usted que no dispone de dinero suficiente para cuidar a su familiar, adems de sus otros gastos? ................................................. 16. Siente que no va a ser capaz de cuidar a su familiar durante mucho ms tiempo?.................................................................................... 17. Siente que ha perdido el control sobre su vida desde que la enfermedad de su familiar se manifest? ................................................ 18. Deseara poder encargar el cuidado de su familiar a otra persona?........................................................................................................ 19. Se siente insegura/o acerca de lo que debe hacer con su familiar?......................................................................................................... 20. Siente que debera hacer ms de lo que hace por su familiar?......................................................................................................... 21. Cree que podra cuidar a su familiar mejor de lo que lo hace?.............................................................................................................. 22. En general se siente muy sobrecargada/o al tener que cuidar a su familiar?...................................................................................................
12 3 4 5 12 3 4 5 12 3 4 5 12 3 4 5 12 3 4 5 12 3 4 5 12 3 4 5 12 3 4 5 12 3 4 5
Anexo 1
401
COPE Abreviado Las afirmaciones que se encuentran a continuacin se refieren a las maneras con las que usted ha estado haciendo frente al cuidado de su ser querido. Hay muchos modos de manejar los problemas. Evidentemente, las distintas personas manejan los problemas de forma distinta, pero nosotros estamos interesados en saber cmo los maneja usted. Cada afirmacin se refiere a una manera particular de afrontamiento. Quisiramos saber, hasta qu punto, ha estado haciendo usted lo que la afirmacin indica; es decir, cunto y con qu frecuencia. No conteste pensando si est funcionando o no, indique si usted lo utiliza o no. Elija una de las posibles respuestas que se ofrecen. Trate de contestar cada afirmacin separndola mentalmente de las otras afirmaciones. Elija aquella respuesta que es ms adecuada PARA USTED. 1 = NO HE ESTADO HACIENDO ESTO EN ABSOLUTO 2 = HE ESTADO HACIENDO ESTO UN POCO 3 = HE ESTADO HACIENDO ESTO BASTANTE 4 = HE ESTADO HACIENDO ESTO MUCHO 1. Me he estado volcando en el trabajo y otras actividades para apartar mi mente de cosas desagradables........................................... 2. He estado concentrando mis esfuerzos en hacer algo acerca de la situacin en la que estoy.................................................................... 3. Me he estado diciendo a m mismo esto no es real "................. 4. He estado tomando alcohol u otras drogas para sentirme mejor......................................................................................................... 5. He estado consiguiendo apoyo emocional de los dems........................................................................................................ 6. He estado dejando de intentar hacerle frente.................... 7. He estado dando pasos para intentar mejorar la situacin 8. Me he estado negando a creer que esto ha sucedido....... 9. He estado diciendo cosas para dejar salir mis sentimientos desagradables........................................................................................... 10. He estado recibiendo ayuda y consejo de otras personas.................................................................................................... 11. He estado consumiendo alcohol u otras drogas para ayudarme a superarlo............................................................................. 12. He estado intentando verlo bajo otro aspecto que lo haga parecer ms positivo...............................................................................
1 2 3 4 1 2 3 4 1 2 3 4 1 2 3 4 1 1 1 1 2 2 2 2 3 3 3 3 4 4 4 4
1 2 3 4 1 2 3 4 1 2 3 4 1 2 3 4
402
Anexos
13. Me he estado criticando a mi mismo............................... 14. He estado intentando dar con alguna estrategia acerca de qu hacer........................................................................................................... 15. He estado consiguiendo consuelo y comprensin de alguien....................................................................................................... 16. He estado dejando de intentar afrontarlo......................... 17. He estado buscando algo bueno en lo que est pasando...................................................................................................... 18. He estado haciendo bromas sobre ello............................ 19. He estado haciendo cosas para pensar menos en ello, como ir al cine, ver la televisin, leer, soar despierto, dormir o ir de compras.................................................................................................... 20. He estado aceptando la realidad del hecho de que ha ocurrido.................................................................................................... 21. He estado expresando mis sentimientos negativos................................................................................................... 22. He estado intentando encontrar consuelo en mi religin o creencias espirituales............................................................................... 23. He estado intentando conseguir consejo o ayuda de otros acerca de qu hacer............................................................................ 24. He estado aprendiendo a vivir con ello............................ 25. He estado pensando mucho acerca de los pasos a tomar....................................................................................................... 26. Me he estado culpando a m mismo por cosas que sucedieron.............................................................................................. 27. He estado rezando o meditando.................................................... 28. He estado burlndome de la situacin........................................
1 2 3 4 1 2 3 4 1 2 3 4 1 2 3 4 1 2 3 4 1 2 3 4 1 2 3 4 1 2 3 4 1 2 3 4 1 2 3 4 1 2 3 4 1 2 3 4 1 2 3 4 1 2 3 4 1 2 3 4 1 2 3 4
Anexo 1
403
Escala de inadaptacin Rodee con un crculo el nmero que mejor describa su situacin actual acerca de los aspectos de la vida cotidiana que se sealan a continuacin. Trabajo y/o Estudios A causa de mis problemas actuales, mi funcionamiento en el trabajo y/o en los estudios se ha visto afectado: 0 Nada 1 Casi nada 2 Poco 3 Bastante 4 Mucho 5 Muchsimo
Vida social A causa de mis problemas actuales, mi vida social habitual (relaciones de amistad con otras personas) se ha visto afectada: 0 Nada 1 Casi nada 2 Poco 3 Bastante 4 Mucho 5 Muchsimo
Tiempo libre A causa de mis problemas actuales, mis actividades habituales en los ratos libres (salidas, cenas, excursiones, viajes, prctica deportiva, etc.) se han visto afectadas: 0 Nada 1 Casi nada 2 Poco 3 Bastante 4 Mucho 5 Muchsimo
Relacin de pareja A causa de mis problemas actuales, mi relacin de pareja (o la posibilidad de encontrarla) se ha visto afectada: 0 Nada 1 Casi nada 2 Poco 3 Bastante 4 Mucho 5 Muchsimo
404
Anexos
Vida familiar A causa de mis problemas actuales, mi relacin familiar en general se ha visto afectada: 0 Nada 1 Casi nada 2 Poco 3 Bastante 4 Mucho 5 Muchsimo
Escala global A causa de mis problemas actuales, mi vida normal en general se ha visto afectada: 0 Nada 1 Casi nada 2 Poco 3 Bastante 4 Mucho 5 Muchsimo
Anexo 1
405
Cuestionario de satisfaccin con el tratamiento Por favor, aydenos a mejorar nuestro programa contestando algunas preguntas acerca de los servicios que ha recibido. Estamos interesados en sus opiniones sinceras, ya sean positivas o negativas. Por favor, conteste todas las preguntas rodeando debajo de cada tem el nmero que corresponda a la respuesta elegida. 1.- Cmo calificara la calidad del servicio que ha recibido? 1. 2. 3. 4. Excelente Buena Regular Mala
3.- En qu medida nuestro programa ha satisfecho sus necesidades? 1. 2. 3. 4. Totalmente En general Parcialmente Ninguna
4.- Si un amigo necesitara una ayuda similar, le recomendara nuestro programa? 1. 2. 3. 4. No Probablemente no Probablemente s S
406
1. 2. 3. 4.
6.- Le han ayudado los servicios que ha recibido a hacer frente ms eficazmente a sus problemas? 1. 2. 3. 4. Mucho Bastante Poco Nada
7.- En conjunto, en qu medida est satisfecho con el servicio recibido? 1. 2. 3. 4. Mucho Bastante Poco Nada
8.- Si tuviera que buscar ayuda otra vez, volvera a nuestro programa? 1. 2. 3. 4. No Probablemente no Probablemente s S
Anexo 1
407
Listado de frases incompletas de valoracin del tratamiento Hoy, vamos a comenzar a repasar brevemente las habilidades que ha aprendido y las experiencias que usted ha tenido en este taller. Complete las siguientes afirmaciones: La prctica de la respiracin me ha ayudado en... Incrementar actividades agradables ha sido... Las tcnicas cognitivas (debate de pensamientos y bsqueda de solucin de problemas) me han ayudado a... Tratar de dirigirse a los dems asertivamente ha sido...
Me gustara haber practicado ms... Creo que lo que ms me ha ayudado ha sido... Puedo mejorar en... Lo que ms me ha gustado ha sido... Lo que menos me ha gustado ha sido...
408
Anexos
A continuacin encontrar una serie de conductas que han podido producirse en su familiar/conocido. Queremos saber cmo cree usted que l/ella se encuentra y acta. CONTESTE A TODAS LAS PREGUNTAS PENSANDO CMO SE SIENTE Y ACTUA..................................... DURANTE EL LTIMO MES. Aunque no est completamente seguro en algunas ocasiones, NO DEJE NINGUNA CASILLA SIN MARCAR, pues nos interesa su opinin aunque esta no sea ms que aproximada. Indique de 1 a 10 cunto ve que se han dado estas conductas y sentimientos en su familiar/conocido durante el ltimo mes:
1.- Desanimo. NADA 2.- Irritacin. NADA 3.- Ansiedad. NADA 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 MUCHSIMA 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 MUCHSIMA 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 MUCHSIMO
Anexo 1
409
7.- Frecuencia con la que hace frente, afronta, adecuadamente los problemas que se le presentan en la vida cotidiana. NUNCA 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 SIEMPRE
8.- Frecuencia con la que evita hacer frente a los problemas que se le presentan en la vida cotidiana. NUNCA 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 SIEMPRE
9.- Frecuencia con la que puede hablar tranquilamente con los dems, pedirles los favores que necesita y expresar cmo se siente NUNCA 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 SIEMPRE
10.- Cmo cree que l/ella se encuentra en general? MUY MAL 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 MUY BIEN
Anexo 1
411
412
Anexos
Anexo 2
413
414
Anexos
Lo que haca
415 MS
IMPORTANTES
Por favor, apunte las actividades agradables que quiere hacer esta semana, cundo las va a hacer y especifique la manera de llevarlas a cabo. Procure que todos los das tengan, al menos, un par de actividades agradables.
Nombre:
Fecha:
3. 4. 5.
6.
416
Anexos 3. SEGUIMIENTO SEMANAL DE ACTIVIDADES AGRADABLES Y DEL ESTADO DE NIMO Nombre: Das Fecha:
Actividades agradables
Anexo 2
417
4. REGISTRO DE ACTIVIDADES AGRADABLES Y DEL ESTADO DE NIMO NIVEL DE ESTADO DE NIMO Y CANTIDAD DE 10 9 8 ACTIVIDADES AGRADABLES 7 6 5 4 3 2 1 0 DIAS 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 20
418
Anexos
A lo largo de la semana, registre por favor todas aquellas situaciones que le crean un estado de malestar emocional, todas aquellas que considera problemticas. Los problemas o situaciones problemticas son normales en nuestra vida cotidiana y ocurren a diario. Un problema es una situacin real o imaginaria a la que tenemos que dar una solucin, pero no disponemos de ella en este momento. Mis problemas a lo largo de esta ltima semana han sido:
Anexo 2
419
Ventajas
Inconvenientes
420
Anexos
Anexo 2
421
422
Anexos
PENSAMIENTOS
Anexo 2
423
424
Anexos
Anexo 2
425
AUTORREGISTRO DE COMUNICACIN ASERTIVA Use esta pgina para escribir cualquier nota que usted necesite para ayudarse a recordar cmo se sinti cuando us su tcnica de comunicacin asertiva esta semana. Describa cul fue la situacin, qu dijo e hizo y el resultado de la situacin. Puede usar la Seccin A para explicar la situacin y despus use la Seccin B para apuntar el resto de la situacin.
Seccin A. La situacin en la que utilic mis destrezas de asertividad fue:
Anexo 3
427
Anexo 3
429
ELEMENTOS DE LA SESIN
TIEMPO
ESTIMADO
DURACIN
TOTAL
Presentacin
5 minutos
Explicacin de las metas del programa Cumplimentacin de la evaluacin 1. Entrevista de variables sociodemogrficas, tipo de cuidados, estado fsico y mental del mayor, motivos para ser cuidador, relacin con el familiar, deseo de institucionalizacin, autocuidado, visitas al mdico en el ltimo mes, consumo de psicofrmacos y apoyo social. 2. Escala de ansiedad del HAD 3. BDI 4. Cuestionario de Rosenberg 5. Escalas de rasgo, expresin y control de ira del STAXI-2 6. SF-12 7. Sobrecarga 8. COPE Abreviado 9. Escala de adaptacin Entrega de materiales y despedida
10 minutos
60 minutos 43 minutos
2 minutos
DESARROLLO DE LA SESIN Presentacin: en primer lugar, se da la bienvenida a los participantes, reforzando su conducta y haciendo mencin a la importancia que tiene acudir a un taller para cuidadores en orden a tratar de solucionar sus problemas. Se prefiere utilizar la palabra taller a tratamiento para evitar posibles temores iniciales de los cuidadores a participar en un tratamiento psicolgico. Se aprovecha la presentacin para cumplimentar la ficha de datos personales.
430
Anexos
Explicacin de las metas del programa de tratamiento: se comenta el nmero, duracin, frecuencia, lugar y gratuidad de las sesiones (que se presentan al cuidador como encuentros del taller), as como los objetivos del tratamiento. Se explican las normas bsicas (puntualidad, necesidad de participar activamente, confidencialidad con todos los datos y lo tratado en la sesin...) haciendo hincapi en que la primera sesin, al ser de evaluacin es distinta de otras sesiones, pero que es necesario conocer bien cada caso concreto para que el taller sea lo ms eficaz posible. Se le explica que es un programa que se concentrar en l, el cuidador, y sus pensamientos, sentimientos y reacciones motivados por el hecho de tener que cuidar a un familiar. La principal meta del taller es ayudarle a afrontar mejor su situacin como cuidador para que esto le ayude a sentirse mejor y por esto se pretende: 1) Ayudarle a entender que sus pensamientos sobre lo que significa de ser cuidador (y sobre su familiar) afectan fuertemente como se siente; 2) Ayudarle a entender que lo que l hace afecta fuertemente como se siente; y 3) Ayudarle a aprender una variedad de habilidades y mtodos especficos para cambiar pensamientos y comportamientos negativos. Cumplimentacin de la evaluacin: En primer lugar tiene lugar una recogida de informacin a travs de la entrevista de variables sociodemogrficas, tipo de cuidados, estado fsico y mental del mayor, motivos para ser cuidador, relacin con el familiar, deseo de institucionalizacin, autocuidado, visitas al mdico en el ltimo mes, consumo de psicofrmacos y apoyo social Una vez concluida la entrevista se pasa a la cumplimentacin de los cuestionarios de manera autoaplicada. En caso de que no dar tiempo de rellenarlos todos se mandan como tarea para casa. Al concluir la sesin se establece el tiempo y lugar del siguiente encuentro, se entregan unos materiales con el resumen de lo tratado en la sesin, as como de una carpeta de anillas en la que puede ir guardando los distintos materiales entregados. De esta manera puede aprender ms fcilmente y pueda revisar el material tantas veces como lo desee. As mismo se le entrega una segunda carpeta en la que poder ir llevando y trayendo las distintas tareas para casa.
Anexo 3
431
ELEMENTOS DE LA SESIN
TIEMPO
ESTIMADO
DURACIN
TOTAL
Revisin de tareas Cuestionarios Explicacin de las distintas causas de tensin en el cuidador Entrenamiento en control de la respiracin
5 minutos
60 minutos
Establecimiento de un contrato teraputico Resumen de la sesin y entrega de tareas para casa Ejercitar y registrar el control de la respiracin.
DESARROLLO DE LA SESIN Revisin de tareas: En primer lugar se comienza saludando al cuidador, preguntndole acerca del transcurso de la semana, si le ha sucedido algo relevante, si ha habido cambios importantes... se revisan los cuestionarios cumplimentados en casa y se le refuerza al cuidador por su realizacin. Explicacin de las distintas causas de tensin en el cuidador: Se pregunta al cuidador por su relacin con el familiar, as como por situaciones concretas que recuerda como especialmente problemticas, en las que se sinti tenso o irritado. Se aprovechan sus ejemplos concretos para resear que existen muchas causas o fuentes de tensin o de irritacin entre los cuidadores pero esencialmente podemos diferenciar cuatro fuentes: el desconocimiento (e.g. muchas veces la persona que atiende a un enfermo no conoce claramente el impacto que la enfermedad o el paso de la edad tienen en la conducta de un paciente. Puede que el cuidador espere que el paciente haga cosas que l/ella slo puede hacer parcialmente), pensamientos y actitudes (e.g. uno puede creer
432
Anexos
que debera haber justicia en la vida y luego pensar en la injusticia de tener que soportar la carga del cuidado), las habilidades (e.g. si uno no sabe cmo comunicar eficazmente sus sentimientos, puede que reprima pasivamente su tensin o que se desahogue, comportndose de manera agresiva y colrica. Ninguna de estas dos conductas es particularmente buena para resolver problemas) y la gente o situaciones (e.g. el cuidador no pudo obtener la informacin que necesitaba sobre el Centro de da) Entrenamiento en control de la respiracin: Se pregunta al cuidador cmo nota a los dems cuando estn nerviosos sin que se lo digan. Se indaga dnde nota el cuidador fsicamente que se encuentra tenso (e.g. cervicales, mandbula, pecho...). Se aprovechan sus ejemplos para sealar la relacin entre la tensin corporal y la tensin emocional. Se explica brevemente como la respiracin profunda y diafragmtica consigue relajar nuestro cuerpo y de esta manera se consigue reducir la tensin emocional. Se presentan tres ejercicios diferentes de respiracin que tienen como objetivos generales: a. Conseguir una respiracin profunda (abdominal, ventral o estomacal) que utilice los pulmones en toda su capacidad funcional. b. Regular el ritmo de inspiracin- espiracin. En el primer ejercicio se trata de conseguir que el aire inspirado se dirija a la parte inferior de los pulmones (respiracin diafragmtica inferior). Para ello se coloca una mano sobre el vientre (por debajo del ombligo) y otra sobre el estmago y en cada inspiracin, se dirige el aire a llenar a la parte inferior de los pulmones, de modo que se mueva la mano colocada sobre el vientre y no la colocada sobre el estmago o el pecho. La duracin del ejercicio es de 2-4 minutos, seguidos de un descanso de 2 minutos. Se repite el ejercicio 3-4 veces. En el segundo ejercicio se pretende conseguir una espiracin completa, regular y lenta. Para lo que se coloca una mano sobre el vientre (por debajo del ombligo) y otra sobre el estmago. Se efecta una inspiracin tal y como se ha aprendido en el ejercicio anterior. Y a continuacin, se comienza la espiracin cerrando bastante los labios (de este modo el aire se produce un leve ruido al salir, que sirve de informacin para ir ajustando el ritmo de la espiracin). La duracin del ejercicio es de 2-4 minutos, seguidos de un descanso de 2 minutos. Se repite el ejercicio 3-4 veces. En el tercer ejercicio el objetivo es conseguir una adecuada alternancia respiratoria. Para esto se realiza el ejercicio 2 pero sin marcar los tres tiempos de inspiracin (inspirar, retener, espirar). Se realiza las respiracin como un continuo y se van eliminando los sonidos que acompaan a la espiracin. La duracin del ejercicio es de 2-4 minutos, seguidos de un descanso de 2 minutos. Se repite el ejercicio 3-4 veces. Explicacin de los derechos del cuidador: Se insiste al cuidador que tiene derecho a cuidarse, a buscar ayuda, a mantener aspectos de su vida que no incluyen a la persona a la que est cuidando, esto es a desempear otros roles distintos del de cuidador, a encontrarse emocionalmente mal siempre que esto sea algo ocasional y no permanente, y a estar orgulloso de todo lo que ha logrado. Establecimiento de un contrato teraputico: Se pregunta al cuidador por su relacin con el familiar, as como por situaciones concretas que recuerda como especialmente problemticas, en las que se sinti tenso o irritado. Se proporciona al cuidador un documento a modo de contrato
Anexo 3
433
conductual en el que se especifican los compromisos de cada una de las partes. El documento, que consta una copia para el cuidador y otra para el terapeuta, se le entrega al cuidador para que lo lea y se firma por ambas partes. Resumen de la sesin y entrega de tareas para casa: Se pide al cuidador que indique los puntos abordados durante la sesin y se completan aquellos que el terapeuta considera que siendo importantes no han sido reseados por el cuidador. Por ltimo se pide al cuidador que ejercite la respiracin al menos una vez al da y que lo registre en el auto-registro preparado para tal efecto. Durante la semana realizar nicamente el primero de los ejercicios. Se establece un momento fijo al da para que pueda realizar este ejercicio de respiracin y se vuelve a insistir en la necesidad del trabajo individual para conseguir los objetivos de la intervencin. Se le entrega una cinta de audio donde se recogen las explicaciones necesarias para realizar los tres ejercicios de control de la activacin propuestos. De esta manera el cuidador tan solo tiene que escuchar la cinta y realizar lo que all se le indica para ejecutar cada uno de los ejercicios de respiracin.
434
Anexos
ELEMENTOS DE LA SESIN
TIEMPO
ESTIMADO
DURACIN
TOTAL
Revisin de tareas Ejercicio y registro del control de la respiracin Identificando nuestro estado de nimo
5 minutos
Explicacin de los factores que influyen en nuestro estado de nimo Incremento de actividades gratificantes
Entrenamiento en control de la respiracin Resumen de la sesin y entrega de tareas para casa Ejercitar y registrar el control de la respiracin. Registro conjunto de actividades agradables Elaboracin de problemticas estado de de nimo y
5 minutos
listado
situaciones
DESARROLLO DE LA SESIN Revisin de tareas: Se comienza saludando al cuidador, preguntndole acerca del transcurso de la semana, si le ha sucedido algo relevante, si ha habido cambios importantes... se revisan el autorregistro del control de la activacin cumplimentado en casa y se le refuerza al cuidador por su realizacin. Se pregunta al cuidador por la realizacin de las tareas y de la cumplimentacin del autorregistro. Mientras el cuidador est hablando de su experiencia es importante atender a los distintos obstculos que se pudieran haber presentado (e.g. no tener tiempo, no comprender la tarea, sentirse incomodo al tener que realizar la tarea y/o la evaluacin de la misma, no poder concentrarse) para tratar de resolver esos problemas. Conviene clarificar todas las dudas pues este ejercicio se va a repetir a lo largo de todo el programa.
Anexo 3
435
Identificando nuestro estado de nimo: Se comienza preguntando al cuidador por su estado de nimo, as como por los cambios experimentados. Utilizando sus propias experiencias se indica que ciertamente el ambiente, las cosas que nos pasan, influyen en cmo nos sentimos. Pero el ambiente influye en la medida en la que: a. hacemos unas cosas u otras ante eso b. pensamos unas cosas u otras sobre lo sucedido Se trata de explicar con ejemplos concretos que el ambiente influye, pero el poder est en cada uno. De hecho se pueden cambiar las ideas sobre los cosas que pasan y se puede escoger qu hacer en nuestras vidas. Eso le da a uno control sobre su estado de nimo. Y tambin el hecho de aprender a escoger los actividades apropiadas le ayudar a sentirse mejor. Incremento de actividades gratificantes: Se seala que existen muchas actividades gratificantes sencillas de llevar a cabo, que no son muy costosas, pero que a veces dejan de realizar por pereza, desinters u otros motivos (se pondrn algunos ejemplos como tomarse un caf con leche sentada en la cocina en lugar de tomarlo de pie y deprisa y corriendo, leer el peridico, regar las plantas, ir de tiendas...). Cada uno, eso s, tiene sus propias actividades agradables. Lo que para unos es muy gratificante para otros no lo es nada. Lo primero pues es identificar sus actividades agradables, es decir buscar actividades o quehaceres que le guste hacer y luego realizarlas para sentirse mejor. Conviene indicar que aunque esto puede parecer muy simple, quizs pueda estar tan ocupado como cuidador, que se le olvide el tener tiempo para dedicarse a hacer actividades que sean agradables. Para identificar actividades agradables se seguirn tres reglas: 1 regla: las actividades agradables tienen que ser realistas. 2 regla: hay que escoger actividades qu se puedan aumentar en frecuencia. 3 regla: hay que escoger las actividades ms importantes para cada uno: actividades que le gustan y no hace diariamente, aquellas que le gustaban y que ha dejado de hacer, as como actividades que le gustara hacer aunque nunca ha hecho, valorando el grado de dificultad para realizar esas actividades y el grado de satisfaccin que piensa que obtendra en este momento realizando esa actividad. Todo esto se apunta en el registro: Listado de actividades agradables. El segundo paso es realizar una lista semanal de actividades gratificantes. Se invita a escoger cinco o seis actividades de entre su listado de actividades agradables, con el objetivo de realizar al menos un par de actividades agradables cada da. En la lista Las actividades agradables ms importantes que me gustara hacer esta semana se especifica cundo y cmo llevar a cabo las actividades, sabiendo que cuanto ms preciso se sea ms fcil le resultar realizar las actividades que programe. El tercer paso es apuntar sus actividades agradables y su estado de nimo. Para ello se le entrega el registro Seguimiento semanal de actividades agradables y del estado de nimo donde se registran tanto las actividades programadas como las no previstas. Y se evala es estado de nimo al final del da. Entrenamiento en control de la respiracin: Se realiza un ensayo del ejercicio que est practicando en ese momento pues se le invita a que cuando consiga dominar el objetivo de un ejercicio de respiracin pase al
436
Anexos
siguiente. As, cuando consiga que el aire inspirado llegue a la parte inferior de los pulmones pase al ejercicio 2 y cuando consiga una espiracin completa, regular y lenta pase al ejercicio 3. Resumen de la sesin y entrega de tareas para casa. Se pide al cuidador que indique los puntos abordados durante la sesin y se completan aquellos que el terapeuta considera que siendo importantes no han sido reseados por el cuidador. Por ltimo se pide al cuidador que ejercite la respiracin al menos una vez al da y que lo registre en el auto-registro preparado para tal efecto. As mismo se le pide que registre su estado de nimo y actividades agradables, completando el registro al final de cada da durante esa semana. Eso nos ayudar a conocer mejor cmo se ha sentido. Por ltimo se le pide que elabore de listado de situaciones problemticas. Se trata de registrar a lo largo de la semana todas aquellas situaciones que le crean un estado de malestar emocional, todas aquellas que considera problemticas. Se explica que los problemas o situaciones problemticas son normales en la vida cotidiana y ocurren a diario y que un problema es una situacin real o imaginaria a la que se tiene que dar una solucin, pero no se dispone de ella en ese momento.
Anexo 3
437
CUARTA SESIN: INCREMENTO DE LAS ACTIVIDADES AGRADABLES Y SOLUCIN DE PROBLEMAS (Incremento de actividades placenteras-II y Solucin de problemas-I).
ELEMENTOS DE LA SESIN Revisin de tareas Ejercicio y registro del control de la respiracin. Registro conjunto de actividades agradables Elaboracin de problemticas estado de de nimo
TIEMPO
ESTIMADO
DURACIN
TOTAL
y 5 minutos
listado
Solucin de problemas
Control de la respiracin Resumen de la sesin y entrega de tareas para casa Ejercitar y registrar el control de la respiracin.
Ejercitar actividades agradables y registro conjunto de estado de nimo y actividades 5 minutos agradables Prctica de la solucin de problemas del problema abordado en sesin DESARROLLO DE LA SESIN Revisin de tareas: Se comienza saludando al cuidador y se revisan los autorregistros cumplimentados en casa y se le refuerza al cuidador por su realizacin. Se pregunta al cuidador por la realizacin de las tareas y de la cumplimentacin de los autorregistros. Se utilizan los datos de actividades agradables y estado de nimo para hacer un grfico conjunto de la cantidad de actividades gratificantes realizadas cada da y de las puntuaciones diarias de estado de nimo. Nuevas actividades agradables: El cuidador tiene que decidir qu actividades nuevas aade al programa. El criterio de eleccin sigue siendo el mismo: mayor satisfaccin y menor dificultad. Y se le invita, en cuanto se sienta
438
Anexos
preparado, a aadir alguna actividad que implique ejercicio fsico. A la hora de decidir en qu momento hacer las actividades agradables, hay que tener en cuenta las que ya hace, y cundo las hace. No es buena idea sustituir una actividad agradable que ya est haciendo por otra nueva. El objetivo es aadir nuevas actividades, no cambiarlas por otras. Solucin de problemas: Se utiliza esta tcnica para solucionar uno de los problemas que el cuidador haya indicado en el listado de situaciones problemticas que tena como tarea para casa la anterior sesin. Se siguien cuatro etapas que permiten abordar los problemas de manera eficaz: 1. Definicin y formulacin del problema: Al definir correctamente un problema tenemos ya la mitad del problema resuelto, puesto que, adems, esto nos permite generar ms y mejores alternativas. As pues, se trata de definir claramente el problema. teniendo en cuenta los siguientes pasos: Recoger informacin acerca del problema: quin est implicado?, qu est sucediendo?, dnde?, por qu? Cambiar los conceptos vagos o ambiguos por otros especficos y concretos. Seguro que as se separa la informacin relevante de la irrelevante, evitando todo tipo de suposiciones, inferencias... Establecer una meta (qu es lo que se quiere conseguir o alcanzar al resolver el problema) en trminos especficos, realistas y concretos. Nada de metas inalcanzables, sino objetivos posibles y adecuados a las circunstancias. 2. Generacin de soluciones alternativas: una vez definido el problema lo mejor es tener varias posibilidades de actuacin, puesto que eso ayuda a elegir la que ms se ajuste en ese momento concreto. El objetivo aqu es identificar o generar el mayor nmero posible de alternativas para solucionar la situacin-problema. Se apuntan con lpiz y papel todas las soluciones que se le ocurran, por descabelladas, tontas o irrealizables que puedan parecer, sin emitir ningn juicio de valor. De momento todo vale. Se trata de generar el mayor nmero de soluciones posibles partiendo del supuesto de que cuantas ms soluciones tenga, ms probabilidades habr de que la mejor solucin posible se encuentre entre ellas. Conviene generar el mayor nmero posible de alternativas 3. Toma de decisiones: Una vez que tenga creadas todas las alternativas, se evalan, se comparan y juzgan las disponibles y se selecciona la mejor. El primer paso es descartar aquellas alternativas de solucin obviamente negativas, ya que, de llevarse a cabo, generaran problemas an mayores (por ejemplo liarse a tiros con los familiares que cuestionan nuestro comportamiento con el enfermo). Para valorar las restantes conviene preguntarse Qu ventajas se obtendrn con cada una? Qu costes a corto y a largo plazo les generarn? Qu inconvenientes tiene cada una de las alternativas? Es preciso contestar a cada una de estas preguntas en las alternativas. Es cierto, puede resultar un poco largo y tedioso, pero es necesario puesto que les va ayudar a elegir la ms adecuada. 4. Puesta en prctica y verificacin de la solucin: Se sita uno como si ahora mismo fuera a dar solucin a su problema. Primero se trata de imaginar la puesta en marcha de esa solucin. Es decir, una vez se ha elegido la mejor alternativa, se imagina qu ocurre al ponerla en prctica. En caso de parecer la ms apropiada, se lleva a cabo realmente.
Anexo 3
439
Una vez elegida la alternativa de respuesta, se ha de programar y planificar cmo, cundo y dnde se llevar a cabo, estableciendo adems un perodo de tiempo durante el cual se pondr en prctica (por ejemplo 15 das). Conviene que este perodo sea relativamente largo, de forma que permita su aplicacin continuada y la constatacin de su eficacia al cabo de cierto tiempo. Durante ese tiempo no se puede volver a cuestionar la solucin al problema; la decisin tomada ha de mantenerse (es probable que las dificultades iniciales vayan desapareciendo con el paso de los das). Pasado este tiempo se vuelve a evaluar hasta qu punto la medida ha sido eficaz (es decir, ha conseguido la solucin efectiva de la situacin). Si se han alcanzado las metas como se fijaron, se habr solucionado el problema o estar en vas de solucin; si, por el contrario, no es as, habr que revisar el proceso de solucin de problemas. Como en todas las tcnicas anteriores, la solucin de problemas ser tanto ms eficaz cuanto ms se practique. Para facilitar su aprendizaje conviene comenzar por problemas no muy relevantes o con situaciones que se anticipan y pueden generar problemas, para pasar despus a cualquier tipo de situacinproblema. Entrenamiento en control de la respiracin: Se realiza un ensayo del ejercicio que est practicando en ese momento Resumen de la sesin y entrega de tareas para casa. Se pide al cuidador que indique los puntos abordados durante la sesin y se completan aquellos que el terapeuta considera que siendo importantes no han sido reseados por el cuidador. Por ltimo se pide al cuidador que ejercite la respiracin al menos una vez al da y que lo registre en el auto-registro preparado para tal efecto. As mismo se le pide que registre su estado de nimo y actividades agradables, completando el registro al final de cada da durante esa semana. Eso nos ayudar a conocer mejor cmo se ha sentido. Por ltimo se le pide que ponga en marcha la solucin del problema abordado en esta sesin. Slo cuando haya solucionado el problema se le invitar a elegir otro de sus problemas actuales en orden a tratar de aplicar de nuevo la solucin de problemas.
440
Anexos
QUINTA SESIN: EL MODELO SPC: IDENTIFICACIN DE LOS PENSAMIENTOS NO ADAPTATIVOS (El modelo Situacin, Pensamientos, y Consecuencias: S-P-C).
TIEMPO
ESTIMADO
DURACIN
TOTAL
Ejercicio de actividades agradables y registro conjunto de estado de nimo y actividades 5 minutos agradables Prctica de la solucin de problemas Nuevas actividades agradables 5 minutos 40 minutos 5 minutos 60 minutos
Control de la respiracin Resumen de la sesin y entrega de tareas para casa Ejercitar y registrar el control de la respiracin.
Ejercitar actividades agradables y registro conjunto de estado de nimo y actividades 5 minutos agradables Completar registros S-P-C. DESARROLLO DE LA SESIN Revisin de tareas: Se comienza saludando al cuidador y se revisan los autorregistros cumplimentados en casa y se le refuerza al cuidador por su realizacin. Se pregunta al cuidador por la realizacin de las tareas y de la cumplimentacin de los autorregistros. Hay que tener en cuenta que en el caso de la solucin de problemas, en ocasiones una semana no es tiempo suficiente para determinar si la solucin buscada es efectiva y conviene dejar ms tiempo antes de evaluarla definitivamente Nuevas actividades agradables: El cuidador tiene que decidir qu actividades nuevas aade al programa y cules van a ser sus actividades gratificantes para la prxima semana Explicacin del modelo SPC: Se explica que ante una situacin se puede obrar de distintas maneras. Y que algunas de las situaciones que nos provocan frustracin y malestar no pueden ser cambiadas, pero otras s.
Anexo 3
441
Cuando una situacin problemtica no puede ser cambiada (por ejemplo, que a su padre le hayan diagnosticado Alzheimer y cada vez est un poco peor; que para conseguir la receta de los paales del abuelo tengan que desplazarse hasta una oficina que est a 30 minutos de su casa, etc.) caben varias respuestas posibles: 1. evitar la situacin, huir 2. intentar sentirse mejor (que la situacin no nos afecte negativamente) Cuando una situacin problemtica puede ser cambiada (por ejemplo, tener que ir a un sitio y no saber con quin dejar al mayor; discutir con el mdico del mayor cada vez que van a consulta, etc.) adems de las respuestas anteriores (huir e intentar sentirse mejor) se puede intentar : 3. cambiar la situacin, Estas tres opciones se utilizan en muchas situaciones relacionadas con el cuidado de un enfermo. Huir del problema es una alternativa que muchos escogen, pero no ayuda a solucionar el conflicto. nicamente contribuye a aumentar las frustracin. Quizs al principio le ayude a encontrarse mejor, pero a medio o largo plazo no soluciona sino que empeora las cosas. Para intentar sentirse mejor, entre otras cosas, la persona puede intentar relajarse (controlar su respiracin), aumentar el nmero de actividades agradables y modificar los pensamientos inadecuados que le hacen sentirse mal. Pero tambin puede modificar de pensamientos inadecuados que agravan sus problemas. Los pensamientos influyen en el modo en el que nos sentimos, los pensamientos nos afectan, son responsables en gran medida de la manera en la que nos sentimos y del modo en el que nos comportamos. Para poder modificar los pensamientos lo primero es darse cuenta de que estos son muy importantes en cmo nos sentimos y en las conductas que realizamos. Le enseamos un modelo o manera de mirar las situaciones problemticas denominado modelo Situacin, Pensamientos, Consecuencia. Se comienza diferenciando situaciones, pensamientos, sentimientos y conductas. Las situaciones pueden describirse respondiendo a las siguientes preguntas: Con quin estaba? Qu estaba haciendo? Cundo ocurri? Dnde estaba? Los pensamientos son palabras o imgenes visuales, incluidos los recuerdos, que pasan por su cabeza. Para descubrir y describir los pensamientos ante una determinada situacin pueden preguntarse: Qu estaba pasando por su mente justo antes de empezar a sentirse como se sinti y de hacer lo que hizo? Qu es lo que la situacin dice de l? Qu teme que pueda ocurrir? Qu es lo peor que podra ocurrir si fuera verdad? Qu trasluce acerca de lo que las otras personas sienten o piensan respecto de l?) Qu significado tiene sobre las otras personas o los dems en general? Qu imgenes o recuerdos tiene de esa situacin? La ms importante, eso s, es la primera de todas las preguntas, as que en la medida de lo posible conviene no deje de hacrsela.
442
Anexos
Para identificar las consecuencias en su conducta basta preguntarse cmo reaccion en esa situacin?. Para descubrir conductas puede preguntarse qu hizo?, cmo se comport? Y otras consecuencias son los sentimientos. Puede preguntarse cmo se sinti en esa situacin?. Como regla general, los sentimientos pueden identificarse con una palabra. Si necesita ms de una palabra para describir un estado de nimo, convendra que lo describiese como un pensamiento. Ejemplos de sentimientos: Deprimido, Ansioso, Enfadado, Culpable, Avergonzado, Triste, Preocupado, Emocionado, Asustado, Irritado, Inseguro, Orgulloso, Furioso, Temeroso, Frustrado, Nervioso, Disgustado, Herido, Alegre, Decepcionado, Enfurecido, Espantado, Feliz, Carioso, Humillado, etc. Se invita al cuidador a que complete el registro El modelo SPC: Diario de pensamientos con un ejemplo de su vida cotidiana. Es decir tienen que identificar la situacin, pensamientos y consecuencias de una ocasin reciente en la que se haya sentido especialmente afectados a nivel emocional. Luego se explica que nuestros actos y sentimientos se guan por el esquema S-P-C. S, son las situaciones de nuestra vida cotidiana; P, los pensamientos derivados de esa situacin, y C, las consecuencias (conductas y sentimientos) de esta situacin y de estos pensamientos. A menudo se piensa que S es la causa de C. Sin embargo, S (situaciones) no causa C (consecuencia emocional o conductual) directamente, sino que C es causada por P (creencias acerca de S). De hecho una misma situacin (S) puede dar lugar a sentimientos y conductas muy distintas porque se tienen distintos pensamientos. Y se ponen ejemplos concretos de esta cadena. Se le pide al cuidador que indique situaciones vitales en las que ha pensado de maneras diferentes ante una misma situacin y esto les ha generado distintas consecuencias, es decir, distintos sentimientos y distintos conductas. Entrenamiento en control de la respiracin: Se realiza un ensayo del ejercicio que est practicando en ese momento. Resumen de la sesin y entrega de tareas para casa. Se pide al cuidador que indique los puntos abordados durante la sesin y se completan aquellos que el terapeuta considera que siendo importantes no han sido reseados por el cuidador. Por ltimo se pide al cuidador que ejercite la respiracin al menos una vez al da y que lo registre en el auto-registro preparado para tal efecto. As mismo se le pide que registre su estado de nimo y actividades agradables, completando el registro al final de cada da durante esa semana. Eso nos ayudar a conocer mejor cmo se ha sentido. Por ltimo se le pide que complete un registro El modelo SPC: Diario de pensamientos con un ejemplo que le ocurra durante esa semana.
Anexo 3
443
SEXTA SESIN: PENSAMIENTOS ADAPTATIVOS Y COMUNICACIN ASERTIVA (Reevaluacin cognitiva y Comunicacin Asertiva I).
TIEMPO
ESTIMADO
DURACIN
TOTAL
Ejercicio de actividades agradables y registro conjunto de estado de nimo y actividades 5 minutos agradables Registro S-P-C. Reevaluacin cognitiva 30 minutos 15 minutos 5 minutos 60 minutos
Comunicacin asertiva
Control de la respiracin Resumen de la sesin y entrega de tareas para casa Ejercitar y registrar el control de la respiracin.
Ejercitar la reevaluacin cognitiva y completar Diario de 5 minutos registros S-P-CDiscusinpensamientos completo. Ejercitar y registrar la practica de asertividad DESARROLLO DE LA SESIN Revisin de tareas: Se comienza saludando al cuidador y se revisan los autorregistros cumplimentados en casa y se le refuerza al cuidador por su realizacin. Se pregunta al cuidador por la realizacin de las tareas y de la cumplimentacin de los autorregistros. Reevaluacin cognitiva: Se tratar de discutir si los pensamientos que les provocan malestar son adecuados, tratando de encontrar unos pensamientos alternativos. Ejemplificando que cuando se encuentran unos nuevos pensamientos, cambian las consecuencias, es decir, se sienten de otra manera y reaccionan de forma distinta ante la situacin inicial. Existen cuatro formas principales de irracionalidad que pueden darse frecuentemente: 1. Pensar que alguien o algo debera, sera necesario o tendra que ser distinto de lo que es. 2. Calificar de horrenda, terrible, horrorosa, una situacin.
444
Anexos
3. Pensar que no es posible sufrir, soportar o tolerar a esta persona o cosa y afirmar que no debera haber sucedido as. 4. Ante los errores cometidos, afirmar que el que los comete merece reprobacin y puede calificrsele de canalla, intil, podrido, despreciable, etc. En la reevaluacin cognitiva se trata de cuestionar, de poner en tela de juicio, y debatir cientficamente la cuestin, haciendo un debate. Se pretende responder a situaciones abrumadoras de una forma nueva, positiva y lgica en lugar de reaccionar a la situacin emocionalmente, as como de aprovechar su capacidad de razonar. Existen ciertas preguntas que se pueden hacer a uno mimos para evaluar (debatir) los pensamientos ante una situacin que provoc malestar. Puede uno preguntarse en voz alta o mentalmente Cul es la evidencia que apoya ste pensamiento? Buscar evidencias a favor de los pensamientos que originan emociones fuertes de tristeza, enfado, irritacin, etc. no cuesta mucho. Es ms dificultoso encontrar evidencia en contra de estos pensamientos que generan malestar. Los siguientes, son ejemplos de preguntas que se puede hacer a usted mismo para encontrar evidencia en contra del pensamiento: Ha tenido alguna experiencia que demuestre que ese pensamiento no siempre es verdad? Si su mejor amigo o alguien que l quisiese tuviera ese pensamiento qu le dira? Si su mejor amigo o alguien que l quisiese supiera lo que est pensando qu le dira? Cundo no tiene estos sentimientos piensa en esta situacin de manera diferente? cmo? Cuando se ha sentido de esta forma en el pasado Qu pensaba que le poda hacer sentir mejor? Cmo ver esto dentro de 5 aos? Hay algo positivo en l o en la situacin que se est saltando? Se est culpando por algo de lo cual l no tiene el control? Todas estas preguntas le ayudarn a mirar una misma situacin desde distintas perspectivas y a tratar de reevaluar sus pensamientos. Con ello se generan distintas consecuencias. Se invita al cuidador a que complete el registro El modelo SPC-Discusin: Diario de pensamientos completo con el ejemplo de su vida cotidiana que tena como tarea para casa. Comunicacin asertiva: Se comienza explicando que hay tres diferentes maneras de comunicar los pensamientos y deseos a otros. Estas formas de comunicacin son: pasiva, asertiva o directa, y agresiva. Cada uno de estos tipos de comunicacin respetan de una manera diferente el espacio personal o los derechos de la otra persona. Para lograr una comunicacin efectiva es importante que se respete el espacio personal de la otra persona; y tambin el nuestro propio. La comunicacin asertiva no es fcil. Para comunicarnos adecuadamente con los dems es importante: Tener claro lo que se quiere decir o conseguir. No querer cambiar el mundo. Son ms efectivos objetivos concretos y detallados. Escuchar al otro (y no slo orle)
Anexo 3
445
Ponerse en el lugar del otro (entiendo que a ti te gustara... pero...; comprendo tus motivos para... pero intenta entenderme) Hablar en primera persona (yo creo..., a m me parece, ...), evitando juzgar al otro y describiendo como le afecta su conducta. Expresar los sentimientos sin evaluar al otro, sin ponerle etiquetas. Ser positivo. Destacar las consecuencias positivas de lo que l piensa en lugar de centrarse en los aspectos negativos de su interlocutor Se invita al cuidador a exponer una situacin en la que va a tratar de ser asertivo (de qu se tata, cmo se suelo comportar su interlocutor, etc.) Durante 5 minutos el terapeuta es el interlocutor del cuidador, es decir, el familiar o amigo a quien le piden algo de manera asertiva. Despus se invita al cuidador a revisar lo que hizo y dijo, pero sobre todo cmo se sinti y cual pudo ser el resultado de todo. Entrenamiento en control de la respiracin: Se realiza un ensayo del ejercicio que est practicando en ese momento. Resumen de la sesin y entrega de tareas para casa. Se pide al cuidador que indique los puntos abordados durante la sesin y se completan aquellos que el terapeuta considera que siendo importantes no han sido reseados por el cuidador. Por ltimo se pide al cuidador que ejercite la respiracin al menos una vez al da y que lo registre en el auto-registro preparado para tal efecto. As mismo se le pide que complete un registro El modelo SPCDiscusin: Diario de pensamientos completo con un ejemplo que le ocurra durante esa semana. Por ltimo se le pide que registre la prctica de asertividad, completando el registro de una situacin durante esa semana en la que ha intentado comunicarse de manera asertiva.
446
Anexos
TIEMPO
ESTIMADO
DURACIN
TOTAL
Ejercicio de la reevaluacin cognitiva y registro S-P-C- Discusin- Diario de pensamientos 5 minutos completo. Ejercicio y registro de la practica de asertividad Reevaluacin cognitiva del sentimiento de culpa 15 minutos 15 minutos 15 minutos 5 minutos 60 minutos
Comunicacin asertiva
Mejora de la autoestima
Control de la respiracin Resumen de la sesin y entrega de tareas para casa Ejercitar y registrar el control de la respiracin.
Ejercitar la reevaluacin cognitiva y completar Diario de 5 minutos registros S-P-CDiscusinpensamientos completo. Ejercitar y registrar la practica de asertividad Ejercicio de mejora de la autoestima DESARROLLO DE LA SESIN Revisin de tareas: Se comienza saludando al cuidador y se revisan los autorregistros cumplimentados en casa y se le refuerza al cuidador por su realizacin. Se pregunta al cuidador por la realizacin de las tareas y de la cumplimentacin de los autorregistros. Reevaluacin cognitiva del sentimiento de culpa: La culpa es una reaccin normal en los cuidadores. Sin embargo, cuando se tiene este sentimiento conviene estar alerta para que la potente combinacin de los sentimientos de frustracin no resuelta y de culpa no se conviertan en una seria sobrecarga o agobio que desemboque en problemas ms serios.
Anexo 3
447
Para discutir, ver las evidencias a favor y en contra de los sentimientos de culpa se pueden dar los siguientes pasos: Evaluar la importancia de lo sucedido: Otra persona considerara esta situacin menos seria (importante) de lo que yo lo hago? Por qu? Conoca con anterioridad las consecuencias de su accin? Qu importancia tendr esa situacin dentro de un mes?De un ao?De cinco aos?. Y sopesar su responsabilidad. Una buena manera de hacerlo es hacer una lista de todas las personas y de todas los aspectos de la situacin que contribuyeron a que ocurriese el suceso. Luego se adjudica un tanto por ciento de la responsabilidad a cada uno de los elementos de su lista. Se indica al final el tanto por ciento de responsabilidad que l mismo tiene en lo sucedido para que no se asigne demasiada. Conviene que entre los pensamientos y consecuencias se llegue a la conclusin de que NADIE ES PERFECTO, que ser una buena persona no significa que nunca haga las cosas mal, que puede intentar perdonarse a s mismo y tratar de enmendar sus acciones en la medida de lo posible. Comunicacin asertiva: Se proponen algunas tcnicas o estrategias que suelen utilizar las personas asertivas para expresar correctamente su punto de vista y que el cuidador puede utilizar en sus conversaciones. El cuidador escoge una situacin especfica que le genere problemas de asertividad (ej. decir algo al doctor, pedir un favor a un familiar, etc) y se ensaya en sesin. Mejora de la autoestima: Nadie puede dejar de pensar en s mismo y de evaluarse. Todos desarrollamos una autoestima, suficiente o deficiente, positiva o negativa, alta o baja, aunque no nos demos cuenta. Importa, por tanto, desarrollarla de la manera ms positiva y realista posible y que nos permita descubrir nuestros recursos personales (para aprender a utilizarlos adecuadamente) as como nuestras deficiencias (para aceptarlas y superarlas en la medida de nuestras posibilidades). Se entrega el folleto de la autoestima. Se lee en sesin y se comentan las posibles dudas. A continuacin se le pide al sujeto que realice el ejercicio de la silla vaca, donde despus de haber visualizado a una silla vaca y a un ser querido en ella, se visualiza a s mismo. El cuidador trata de atender a sus sentimientos en las tres situaciones y de responder si se quiere y se valora lo suficiente, si est satisfecho de l mismo, si se perdona y se cuidad suficientemente, etc. Entrenamiento en control de la respiracin: Se realiza un ensayo del ejercicio que est practicando en ese momento. Resumen de la sesin y entrega de tareas para casa. Se pide al cuidador que indique los puntos abordados durante la sesin y se completan aquellos que el terapeuta considera que siendo importantes no han sido reseados por el cuidador. Por ltimo se pide al cuidador que ejercite la respiracin al menos una vez al da y que lo registre en el auto-registro preparado para tal efecto. As mismo se le pide que complete un registro El modelo SPCDiscusin: Diario de pensamientos completo con un ejemplo que le ocurra durante esa semana. Se le pide que registre la prctica de asertividad, completando el registro de una situacin durante esa semana en la que ha intentado comunicarse de manera asertiva.
448
Anexos
Por ltimo, el cuidador tiene que realizar el ejercicio de autoestima titulado el rbol de la autoestima. Primero hace un listado de sus logros y de sus cualidades. Luego elige las ms importantes y las escribe en un dibujo del rbol, escribiendo en los frutos que cuelgan de las ramas, algunos de sus logros. Luego, en el rectngulo de la raz correspondiente a cada uno de los frutos, escribe las cualidades concretas que le han permitido esos logros.. Conviene que comparta detalladamente el rbol con un amigo o un grupo de confianza. Finalmente, que lo coloque en algn lugar donde pueda verlo a menudo y completarlo, a medida que obtenga nuevos logros y descubra otras cualidades.
Anexo 3
449
TIEMPO
ESTIMADO
DURACIN
TOTAL
Ejercicio de la reevaluacin cognitiva y registro S-P-C- Discusin- Diario de pensamientos 5 minutos completo. Ejercicio y registro de la practica de asertividad Ejercicio de mejora de la autoestima Repaso de habilidades aprendidas y Prevencin de problemas futuros Cumplimentacin de la evaluacin postratamiento: 1. Entrevista de tipo de cuidados, estado fsico y mental del mayor, relacin con el familiar, deseo de institucionalizacin, autocuidado, visitas al mdico en el ltimo mes, consumo de psicofrmacos y apoyo social. 2. Escala de ansiedad del HAD 3. BDI 4. Cuestionario de Rosenberg 5. Escalas de rasgo, expresin y control de ira del STAXI-2 6. SF-12 7. Sobrecarga 8. COPE Abreviado 9. Escala de satisfaccin con el tratamiento CSQ8 10. Escala de adaptacin DESARROLLO DE LA SESIN Revisin de tareas: Se comienza saludando al cuidador y se revisan los autorregistros cumplimentados en casa y se le refuerza al cuidador por su realizacin. Se pregunta al cuidador por la realizacin de las tareas y de la cumplimentacin de los autorregistros. Repaso de habilidades aprendidas y Prevencin de problemas futuros: Se repasan las habilidades y tcnicas aprendidas durante las sesiones. Se realiza una evaluacin cualitativa de los componentes del programa a travs de 10 frases incompletas. 35 minutos 60 minutos 20 minutos
450
Anexos
As mismo se pone en marcha una prevencin de problemas futuros. Se trata de pensar en algunas de las situaciones problemticas que piensa que le van a pasar en un futuro con respecto al cuidado de su familiar y cmo las va a manejar, es decir qu tcnica de las aprendidas puede utilizar. Cumplimentacin de la evaluacin postratamiento: En primer lugar tiene lugar una recogida de informacin a travs de la entrevista de tipo de cuidados, estado fsico y mental del mayor, relacin con el familiar, deseo de institucionalizacin, autocuidado, visitas al mdico en el ltimo mes, consumo de psicofrmacos y apoyo social Una vez concluida la entrevista se pasa a la cumplimentacin de los cuestionarios de manera autoaplicada. En caso de que no dar tiempo de rellenarlos todos se mandan como tarea para casa y se pide que se enven por correo al terapeuta antes de la prxima sesin se seguimiento que se les indica que tendr lugar al cabo de un mes. Se les recuerda que tienen la posibilidad de ponerse en contacto telefnico con el terapeuta siempre que lo estimen oportuno.
Anexo 3
451
ELEMENTOS DE LA SESIN
DURACIN
TOTAL
Presentacin
5 minutos
Explicacin de las metas del programa Cumplimentacin de la evaluacin 1. Entrevista de variables sociodemogrficas, tipo de cuidados, estado fsico y mental del mayor, motivos para ser cuidador, relacin con el familiar, deseo de institucionalizacin, autocuidado, visitas al mdico en el ltimo mes, consumo de psicofrmacos y apoyo social. 2. Escala de ansiedad del HAD 3. BDI 4. Cuestionario de Rosenberg 5. Escalas de rasgo, expresin y control de ira del STAXI-2 6. SF-12 7. Sobrecarga 8. COPE Abreviado 9. Escala de adaptacin Entrenamiento en control de la respiracin Entrega de materiales y despedida
10 minutos
90 minutos 50 minutos
20 5 minutos
DESARROLLO DE LA SESIN Presentacin: en primer lugar, se da la bienvenida a los participantes, reforzando su conducta y haciendo mencin a la importancia que tiene acudir a un taller para cuidadores en orden a tratar de solucionar sus problemas. Se prefiere utilizar la palabra taller a tratamiento para evitar
452
Anexos
posibles temores iniciales de los cuidadores a participar en un tratamiento psicolgico. Se aprovecha la presentacin para cumplimentar la ficha de datos personales. Explicacin de las metas del programa de tratamiento: se comenta el nmero, duracin, frecuencia, lugar y gratuidad de las sesiones (que se presentan al cuidador como encuentros del taller), as como los objetivos del tratamiento. Se explican las normas bsicas (puntualidad, necesidad de participar activamente, confidencialidad con todos los datos y lo tratado en la sesin...) haciendo hincapi en que la primera sesin, al ser de evaluacin es distinta de otras sesiones, pero que es necesario conocer bien cada caso concreto para que el taller sea lo ms eficaz posible. Se le explica que es un programa que se concentrar en l, el cuidador, y sus pensamientos, sentimientos y reacciones motivados por el hecho de tener que cuidar a un familiar. La principal meta del taller es ayudarle a afrontar mejor su situacin como cuidador para que esto le ayude a sentirse mejor y por esto se pretende: 1) Ayudarle a entender que sus pensamientos sobre lo que significa de ser cuidador (y sobre su familiar) afectan fuertemente como se siente; 2) Ayudarle a entender que lo que l hace afecta fuertemente como se siente; y 3) Ayudarle a aprender una variedad de habilidades y mtodos especficos para cambiar pensamientos y comportamientos negativos. Cumplimentacin de la evaluacin: En primer lugar tiene lugar una recogida de informacin a travs de la entrevista de variables sociodemogrficas, tipo de cuidados, estado fsico y mental del mayor, motivos para ser cuidador, relacin con el familiar, deseo de institucionalizacin, autocuidado, visitas al mdico en el ltimo mes, consumo de psicofrmacos y apoyo social Una vez concluida la entrevista se pasa a la cumplimentacin de los cuestionarios de manera autoaplicada. En caso de que no dar tiempo de rellenarlos todos se mandan como tarea para casa. Entrenamiento en control de la respiracin: Se pregunta al cuidador cmo nota a los dems cuando estn nerviosos sin que se lo digan. Se indaga dnde nota el cuidador fsicamente que se encuentra tenso (e.g. cervicales, mandbula, pecho...). Se aprovechan sus ejemplos para sealar la relacin entre la tensin corporal y la tensin emocional. Se explica brevemente como la respiracin profunda y diafragmtica consigue relajar nuestro cuerpo y de esta manera se consigue reducir la tensin emocional. Se presentan tres ejercicios diferentes de respiracin que tienen como objetivos generales: a. Conseguir una respiracin profunda (abdominal, ventral o estomacal) que utilice los pulmones en toda su capacidad funcional. b. Regular el ritmo de inspiracin- espiracin. En el primer ejercicio se trata de conseguir que el aire inspirado se dirija a la parte inferior de los pulmones (respiracin diafragmtica inferior). Para ello se coloca una mano sobre el vientre (por debajo del ombligo) y otra sobre el estmago y en cada inspiracin, se dirige el aire a llenar a la parte inferior de los pulmones, de modo que se mueva la mano colocada sobre el vientre y no la colocada sobre el estmago o el pecho. La duracin del ejercicio es de 2-4 minutos, seguidos de un descanso de 2 minutos. Se repite el ejercicio 3-4 veces.
Anexo 3
453
En el segundo ejercicio se pretende conseguir una espiracin completa, regular y lenta. Para lo que se coloca una mano sobre el vientre (por debajo del ombligo) y otra sobre el estmago. Se efecta una inspiracin tal y como se ha aprendido en el ejercicio anterior. Y a continuacin, se comienza la espiracin cerrando bastante los labios (de este modo el aire se produce un leve ruido al salir, que sirve de informacin para ir ajustando el ritmo de la espiracin). La duracin del ejercicio es de 2-4 minutos, seguidos de un descanso de 2 minutos. Se repite el ejercicio 3-4 veces. En el tercer ejercicio el objetivo es conseguir una adecuada alternancia respiratoria. Para esto se realiza el ejercicio 2 pero sin marcar los tres tiempos de inspiracin (inspirar, retener, espirar). Se realiza las respiracin como un continuo y se van eliminando los sonidos que acompaan a la espiracin. La duracin del ejercicio es de 2-4 minutos, seguidos de un descanso de 2 minutos. Se repite el ejercicio 3-4 veces. Resumen de la sesin y entrega de tareas para casa: Se pide al cuidador que indique los puntos abordados durante la sesin y se completan aquellos que el terapeuta considera que siendo importantes no han sido reseados por el cuidador. Por ltimo se pide al cuidador que ejercite la respiracin al menos una vez al da y que lo registre en el auto-registro preparado para tal efecto. Pasar de un ejercicio a otro en la medida en que consiga ir dominando cada uno de ellos. Es decir solo se ejercitar en el segundo ejercicio cuando haya conseguido dominar el primero y ejercitar el tercero tras dominar el segundo. Se establece un momento fijo al da para que pueda realizar este ejercicio de respiracin y se vuelve a insistir en la necesidad del trabajo individual para conseguir los objetivos de la intervencin. Se le entrega una cinta de audio donde se recogen las explicaciones necesarias para realizar los tres ejercicios de control de la activacin propuestos. De esta manera el cuidador tan solo tiene que escuchar la cinta y realizar lo que all se le indica para ejecutar cada uno de los ejercicios de respiracin. Al concluir la sesin se establece el tiempo y lugar del siguiente encuentro, se entregan unos materiales con el resumen de lo tratado en la sesin, as como de una carpeta de anillas en la que puede ir guardando los distintos materiales entregados. De esta manera puede aprender ms fcilmente y pueda revisar el material tantas veces como lo desee. As mismo se le entrega una segunda carpeta en la que poder ir llevando y trayendo las distintas tareas para casa. Los materiales entregados en esta sesin corresponden al resumen de lo abordado en la primera sesin y a las actividades equivalentes a las sesiones 2, 3 y 4 del tratamiento individual tradicional para que ellos los trabajen en su casa semanalmente Se le indica que el objetivo es leer una sesin a la semana y hacer las tareas correspondientes. As mismo se le informa de que se le llamar por telfono peridicamente, la primera de las veces, dentro de 15 das para ver cmo se encuentra, cmo va realizando las tareas y qu posibles dificultades tiene. El podr llamar a siempre que lo estime oportuno.
454
Anexos
N SEMANA
Contenido Comprendiendo la tensin del cuidador. Psicoeducacin y control de la activacin Revisin de tareas. Establecimiento de un contrato teraputico. Explicacin de las distintas causas de tensin en el cuidador. Explicacin de los derechos del cuidador. Identificando nuestro estado de nimo. Explicacin de los factores que influyen en nuestro estado de nimo. Entrenamiento en control de la respiracin. Resumen de la sesin. Ejercitar y registrar el control de la respiracin. Contacto telefnico entre ambas sesiones Incremento de actividades placenteras (I) Revisin de tareas. Incremento de actividades gratificantes. Entrenamiento en control de la respiracin. Resumen de la sesin. Tareas: Ejercitar y registrar el control de la respiracin Registro conjunto de estado de nimo y actividades agradables Elaboracin de listado de situaciones problemticas Contacto telefnico entre ambas sesiones Incremento de actividades placenteras (II) y Solucin de problemas (I) Revisin de tareas. Nuevas actividades agradables. Solucin de problemas. Control de la respiracin. Resumen de la sesin. Tareas: Ejercitar y registrar el control de la respiracin Registro conjunto de estado de nimo y actividades agradables Prctica de la solucin de problemas
Tareas:
Anexo 3
455
SEGUNDA SESIN Y QUINTA SEMANA: EL MODELO SPC Y LA COMUNICACIN ASERTIVA (Repaso de la solucin de problemas, incremento de actividades placenteras y control de la activacin. Introduccin a la Reevaluacin cognitiva y Comunicacin asertiva).
ELEMENTOS DE LA SESIN
TIEMPO
ESTIMADO
DURACIN
TOTAL
Revisin de tareas Ejercicio y registro del control de la respiracin Registro conjunto de estado de nimo y actividades agradables Prctica de la solucin de problemas 25 minutos
Comunicacin asertiva
Resumen de la sesin y entrega de tareas para casa Ejercitar y registrar el control de la respiracin. Ejercitar actividades agradables y registro conjunto de estado de nimo y actividades agradables Completar registros S-P-C. Ejercitar y registrar la practica de asertividad 10 minutos
DESARROLLO DE LA SESIN Revisin de tareas: Se comienza saludando al cuidador y se revisan los autorregistros cumplimentados en casa y se le refuerza al cuidador por su realizacin. Se pregunta al cuidador por la realizacin de las tareas y de la cumplimentacin de los autorregistros. Hay que tener en cuenta que en el caso de la solucin de problemas, en ocasiones una semana no es tiempo suficiente para determinar si la solucin buscada es efectiva y conviene dejar ms tiempo antes de evaluarla definitivamente Explicacin del modelo SPC: Se explica que ante una situacin se puede obrar de distintas maneras. Y que algunas de las situaciones que nos provocan frustracin y malestar no pueden ser cambiadas, pero otras s. Cuando una situacin problemtica no puede ser cambiada (por ejemplo, que a su padre le hayan diagnosticado Alzheimer y cada vez est un poco peor;
456
Anexos
que para conseguir la receta de los paales del abuelo tengan que desplazarse hasta una oficina que est a 30 minutos de su casa, etc.) caben varias respuestas posibles: 1. evitar la situacin, huir 2. intentar sentirse mejor (que la situacin no nos afecte negativamente) Cuando una situacin problemtica puede ser cambiada (por ejemplo, tener que ir a un sitio y no saber con quin dejar al mayor; discutir con el mdico del mayor cada vez que van a consulta, etc.) adems de las respuestas anteriores (huir e intentar sentirse mejor) se puede intentar : 3. cambiar la situacin, Estas tres opciones se utilizan en muchas situaciones relacionadas con el cuidado de un enfermo. Huir del problema es una alternativa que muchos escogen, pero no ayuda a solucionar el conflicto. nicamente contribuye a aumentar las frustracin. Quizs al principio le ayude a encontrarse mejor, pero a medio o largo plazo no soluciona sino que empeora las cosas. Para intentar sentirse mejor, entre otras cosas, la persona puede intentar relajarse (controlar su respiracin), aumentar el nmero de actividades agradables y modificar los pensamientos inadecuados que le hacen sentirse mal. Pero tambin puede modificar de pensamientos inadecuados que agravan sus problemas. Los pensamientos influyen en el modo en el que nos sentimos, los pensamientos nos afectan, son responsables en gran medida de la manera en la que nos sentimos y del modo en el que nos comportamos. Para poder modificar los pensamientos lo primero es darse cuenta de que estos son muy importantes en cmo nos sentimos y en las conductas que realizamos. Le enseamos un modelo o manera de mirar las situaciones problemticas denominado modelo Situacin, Pensamientos, Consecuencia. Se comienza diferenciando situaciones, pensamientos, sentimientos y conductas. Las situaciones pueden describirse respondiendo a las siguientes preguntas: Con quin estaba? Qu estaba haciendo? Cundo ocurri? Dnde estaba? Los pensamientos son palabras o imgenes visuales, incluidos los recuerdos, que pasan por su cabeza. Para descubrir y describir los pensamientos ante una determinada situacin pueden preguntarse: Qu estaba pasando por su mente justo antes de empezar a sentirse como se sinti y de hacer lo que hizo? Qu es lo que la situacin dice de l? Qu teme que pueda ocurrir? Qu es lo peor que podra ocurrir si fuera verdad? Qu trasluce acerca de lo que las otras personas sienten o piensan respecto de l?) Qu significado tiene sobre las otras personas o los dems en general? Qu imgenes o recuerdos tiene de esa situacin? La ms importante, eso s, es la primera de todas las preguntas, as que en la medida de lo posible conviene no deje de hacrsela. Para identificar las consecuencias en su conducta basta preguntarse cmo reaccion en esa situacin?. Para descubrir conductas puede preguntarse qu hizo?, cmo se comport?
Anexo 3
457
Y otras consecuencias son los sentimientos. Puede preguntarse cmo se sinti en esa situacin?. Como regla general, los sentimientos pueden identificarse con una palabra. Si necesita ms de una palabra para describir un estado de nimo, convendra que lo describiese como un pensamiento. Ejemplos de sentimientos: Deprimido, Ansioso, Enfadado, Culpable, Avergonzado, Triste, Preocupado, Emocionado, Asustado, Irritado, Inseguro, Orgulloso, Furioso, Temeroso, Frustrado, Nervioso, Disgustado, Herido, Alegre, Decepcionado, Enfurecido, Espantado, Feliz, Carioso, Humillado, etc. Se invita al cuidador a que complete el registro El modelo SPC: Diario de pensamientos con un ejemplo de su vida cotidiana. Es decir tienen que identificar la situacin, pensamientos y consecuencias de una ocasin reciente en la que se haya sentido especialmente afectados a nivel emocional. Luego se explica que nuestros actos y sentimientos se guan por el esquema S-P-C. S, son las situaciones de nuestra vida cotidiana; P, los pensamientos derivados de esa situacin, y C, las consecuencias (conductas y sentimientos) de esta situacin y de estos pensamientos. A menudo se piensa que S es la causa de C. Sin embargo, S (situaciones) no causa C (consecuencia emocional o conductual) directamente, sino que C es causada por P (creencias acerca de S). De hecho una misma situacin (S) puede dar lugar a sentimientos y conductas muy distintas porque se tienen distintos pensamientos. Y se ponen ejemplos concretos de esta cadena. Se le pide al cuidador que indique situaciones vitales en las que ha pensado de maneras diferentes ante una misma situacin y esto les ha generado distintas consecuencias, es decir, distintos sentimientos y distintos conductas. Comunicacin asertiva: Se comienza explicando que hay tres diferentes maneras de comunicar los pensamientos y deseos a otros. Estas formas de comunicacin son: pasiva, asertiva o directa, y agresiva. Cada uno de estos tipos de comunicacin respetan de una manera diferente el espacio personal o los derechos de la otra persona. Para lograr una comunicacin efectiva es importante que se respete el espacio personal de la otra persona; y tambin el nuestro propio. La comunicacin asertiva no es fcil. Para comunicarnos adecuadamente con los dems es importante: Tener claro lo que se quiere decir o conseguir. No querer cambiar el mundo. Son ms efectivos objetivos concretos y detallados. Escuchar al otro (y no slo orle) Ponerse en el lugar del otro (entiendo que a ti te gustara... pero...; comprendo tus motivos para... pero intenta entenderme) Hablar en primera persona (yo creo..., a m me parece, ...), evitando juzgar al otro y describiendo como le afecta su conducta. Expresar los sentimientos sin evaluar al otro, sin ponerle etiquetas. Ser positivo. Destacar las consecuencias positivas de lo que l piensa en lugar de centrarse en los aspectos negativos de su interlocutor Se invita al cuidador a exponer una situacin en la que va a tratar de ser asertivo (de qu se tata, cmo se suele comportar su interlocutor, etc.) Durante 5 minutos el terapeuta es el interlocutor del cuidador, es decir, el familiar o amigo a quien le piden algo de manera asertiva. Despus se invita al cuidador a revisar lo que hizo y dijo, pero sobre todo cmo se sinti y cual pudo ser el resultado de todo.
458
Anexos
Resumen de la sesin y entrega de tareas para casa. Se pide al cuidador que indique los puntos abordados durante la sesin y se completan aquellos que el terapeuta considera que siendo importantes no han sido reseados por el cuidador. Durante la semana inmediatamente posterior al encuentro, el cuidador tiene que ejercitar la respiracin al menos una vez al da y registrarlo en el auto-registro preparado para tal efecto. Tambin se le pide que registre su estado de nimo y actividades agradables, completando el registro al final de cada da durante esa semana. Eso nos ayudar a conocer mejor cmo se ha sentido. Se le pide que complete un registro El modelo SPC: Diario de pensamientos con un ejemplo que le ocurra durante esa semana. Por ltimo se le pide que registre la prctica de asertividad, completando el registro de una situacin durante esa semana en la que ha intentado comunicarse de manera asertiva. Al concluir la sesin se establece el tiempo y lugar del siguiente encuentro, se entregan unos materiales con el resumen de lo tratado en la sesin. As como las actividades equivalentes a las sesiones 6 y 7 del tratamiento individual tradicional para que ellos los trabajen en su casa semanalmente Se le indica que el objetivo sigue siendo leer una sesin a la semana y hacer las tareas correspondientes. As mismo se le informa de que se le llamar por telfono dentro de 15 das para ver cmo se encuentra, cmo va realizando las tareas y qu posibles dificultades tiene. El podr llamar a siempre que lo estime oportuno.
Anexo 3
459
N SEMANA
Contenido
460
Anexos
TERCERA SESIN Y OCTAVA SEMANA: REVISIN (Revisin, Prevencin de problemas futuros y conclusin).
ELEMENTOS DE LA SESIN Revisin de tareas Ejercicio y registro del control de la respiracin RegistroS-P-C-Discusin Diario de pensamientos completo Practica de la asertividad Ejercicio de autoestima Repaso de habilidades aprendidas y Prevencin de problemas futuros Cumplimentacin de la evaluacin postratamiento: 1. Entrevista de tipo de cuidados, estado fsico y mental del mayor, relacin con el familiar, deseo de institucionalizacin, autocuidado, visitas al mdico en el ltimo mes, consumo de psicofrmacos y apoyo social. 2. Escala de ansiedad del HAD 3. BDI 4. Cuestionario de Rosenberg 5. Escalas de rasgo, expresin y control de ira del STAXI-2 6. SF-12 7. Sobrecarga 8. COPE Abreviado 9. Escala de satisfaccin con el tratamiento CSQ8 10. Escala de adaptacin DESARROLLO DE LA SESIN
TIEMPO
ESTIMADO
DURACIN
TOTAL
25 minutos
20 minutos
90 minutos
45 minutos
Revisin de tareas: Se comienza saludando al cuidador y se revisan los autorregistros cumplimentados en casa y se le refuerza al cuidador por su realizacin. Se pregunta al cuidador por la realizacin de las tareas y de la cumplimentacin de los autorregistros. Repaso de habilidades aprendidas y Prevencin de problemas futuros: Se repasan las habilidades y tcnicas aprendidas durante las sesiones. Se realiza una evaluacin cualitativa de los componentes del programa a travs de 10 frases incompletas. As mismo se pone en marcha una prevencin de problemas futuros. Se trata de pensar en algunas de las situaciones problemticas que piensa que le
Anexo 3
461
van a pasar en un futuro con respecto al cuidado de su familiar y cmo las va a manejar, es decir qu tcnica de las aprendidas puede utilizar. Cumplimentacin de la evaluacin postratamiento: En primer lugar tiene lugar una recogida de informacin a travs de la entrevista de tipo de cuidados, estado fsico y mental del mayor, relacin con el familiar, deseo de institucionalizacin , autocuidado, visitas al mdico en el ltimo mes, consumo de psicofrmacos y apoyo social Una vez concluida la entrevista se pasa a la cumplimentacin de los cuestionarios de manera autoaplicada. En caso de que no dar tiempo de rellenarlos todos se mandan como tarea para casa y se pide que se enven por correo al terapeuta lo antes posible. Se les recuerda que tienen la posibilidad de ponerse en contacto telefnico con el terapeuta siempre que lo estimen oportuno.
462
Anexos