Bienaventurados!

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Bienaventurado

s!
•Gr. makárioi , cuyo
singular, makários
significa "feliz",
"afortunado";
corresponde con el Heb.
'ashre , "feliz",
"bendito“.
Las bienaventuranzas son el saludo de Cristo, no sólo para
los que creen, sino también para toda la familia humana.
Parece haber olvidado por un momento que está en el
mundo, y no en el cielo, pues emplea el saludo familiar del
mundo de la luz. Las bendiciones brotan de sus labios como
el agua cristalina de un rico manantial de vida sellado
durante mucho tiempo.
Pues de ellos es el
reino de los cielos.

los pobres
en espiritu
Refiriéndose a los pobres de espíritu, Jesús dice: “De ellos es
el reino de Dios”. Dicho reino no es, como habían esperado los
oyentes de Cristo, un gobierno temporal y terrenal. Cristo
abría ante los hombres las puertas del reino espiritual de su
amor, su gracia y su justicia. El estandarte del reino del Mesías
se diferencia de otras enseñas, porque nos revela la semejanza
espiritual del Hijo del hombre. Sus súbditos son los pobres de
espíritu, los mansos y los que padecen persecución por causa
de la justicia. De ellos es el reino de los cielos. Si bien aún no
ha terminado, en ellos se ha iniciado la obra que los hará
“aptos para participar de la herencia de los santos en luz”.
los que
porque ellos recibirán
lloran,
consolación.
El llanto al que se alude aquí es la verdadera tristeza de
corazón por haber pecado. Dice Jesús: “Y yo, si fuere
levantado de la tierra, a todos atraeré a mí mismo”. A
medida que una persona se siente persuadida a mirar a
Cristo levantado en la cruz, percibe la pecaminosidad
del ser humano. Comprende que es el pecado lo que
azotó y crucificó al Señor de la gloria. Reconoce que,
aunque se lo amó con cariño indecible, su vida ha sido
un espectáculo continuo de ingratitud y rebelión.
Abandonó a su mejor Amigo y abusó del don más
precioso del cielo. El mismo crucificó nuevamente al
Hijo de Dios y traspasó otra vez su corazón sangrante y
agobiado. Lo separa de Dios un abismo ancho, negro y
hondo, y llora con corazón quebrantado.
Ese llanto recibirá “consolación”. Dios
nos revela nuestra culpabilidad para que
nos refugiemos en Cristo y para que por
él seamos librados de la esclavitud del
pecado, a fin de que nos regocijemos en
la libertad de los hijos de Dios. Con
verdadera contrición, podemos llegar al
pie de la cruz y depositar allí nuestras
cargas.
los
mansos,

porque ellos recibirán la


tierra por heredad.
A través de las
bienaventuranzas se nota el
progreso de la experiencia
cristiana. Los que sintieron
su necesidad de Cristo, los
que lloraban por causa del
pecado y aprendieron de
Cristo en la escuela de la
aflicción, adquirirán
mansedumbre del Maestro
los que tienen hambre
y sed de justicia,
porque ellos serán
saciados.
No hay agente humano que pueda proporcionar lo
que satisfaga el hambre y la sed del alma. Pero dice
Jesús: “He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si
alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y
cenaré con él, y él conmigo”. “Yo soy el pan de vida;
el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en
mí cree, no tendrá sed jamás”.
Así como necesitamos alimentos para sostener nuestras
fuerzas físicas, también necesitamos a Cristo, el pan del
cielo, para mantener la vida espiritual y para obtener
energía con que hacer las obras de Dios. Y de la misma
manera como el cuerpo recibe constantemente el
alimento que sostiene la vida y el vigor, así el alma debe
comunicarse sin cesar con Cristo, sometiéndose a él y
dependiendo enteramente de él.
los
misericordioso
pues ellos recibirán
s,
misericordia.
El corazón del hombre es por naturaleza frío, sombrío y sin amor. Siempre que
alguien manifieste un espíritu de misericordia o de perdón, no se debe a un
impulso propio, sino al influjo del Espíritu divino que lo conmueve. “Nosotros le
amamos a él, porque él nos amó primero”.
los de limpio
corazón,
pues ellos
verán a Dios.
Pero las palabras de Cristo: “Bienaventurados
los de limpio corazón”, tienen un significado
mucho más profundo. No se refieren
únicamente a los que son puros según el
concepto del mundo, es decir, están exentos de
sensualidad y concupiscencia, sino a los que
son fieles en los pensamientos y motivos del
alma, libres del orgullo y del amor propio;
humildes, generosos y como niños
los que procuran la
paz,
pues ellos serán
llamados hijos de Dios.
Cristo es el “Príncipe de paz”, y su misión es
devolver al cielo y a la tierra la paz destruida
por el pecado. “Justificados, pues, por la fe,
tenemos paz para con Dios por medio de
nuestro Señor Jesucristo”. Quien consienta en
renunciar al pecado y abra el corazón al amor
de Cristo participará de esta paz celestial.
Aquellos que han sido
perseguidos por causa de la
pues de ellos esjusticia,
el reino de los cielos.
Jesús no ofrece a sus discípulos la esperanza de
obtener gloria y riquezas mundanales ni vivir sin
tribulaciones. Les presenta el privilegio de andar
con su Maestro por senderos de abnegación y
vituperio, porque el mundo no los conoce.
Cuando los insulten
y persigan, y digan
todo género de mal
contra ustedes
falsamente, por
causa de Mí.
Nadie, entre los hombres, fue calumniado más
cruelmente que el Hijo del hombre. Se lo ridiculizó y
escarneció a causa de su obediencia inalterable a los
principios de la santa ley de Dios. Lo odiaron sin razón.
Sin embargo, se mantuvo sereno delante de sus
enemigos, declaró que el oprobio es parte de la heredad
del cristiano y aconsejó a sus seguidores que no
temiesen las flechas de la malicia ni desfalleciesen bajo
la persecución.
Gozaos y alegraos, porque vuestro
galardón es grande en los cielos; porque así
persiguieron a los profetas que fueron antes
de vosotros.

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