El Porfiriato

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El Porfiriato

Historia de México II
El porfiriato como régimen de gobierno puso fin a la división del mando político que
durante las guerras civiles ocurría a nivel nacional y se reproducía a nivel de los estados,
por la existencia simultánea de autoridades en lucha entre sí, cada una proclamándose
legítima.
Restablecer la paz y la estabilidad de los
gobiernos y de las instituciones públicas,
lo que no se observaba en el país desde
la conclusión del gobierno del presidente
Guadalupe Victoria (1824-1829), fue uno
de los grandes logros alcanzados en este
periodo, gracias a una política de
conciliación que en el corto plazo
incorporó al gobierno a adversarios,
combinada con una mano dura dirigida a
opositores recalcitrantes que se
levantaban contra su gobierno.
Un instrumento crucial para alcanzar
estos logros fue la presencia permanente
del ejército nacional en la frontera norte
y en las capitales de los estados.
En el caso del estado de Sonora, el
ejército participó en la deposición del
gobernador Carlos R. Ortiz en 1882, que
no resultó dócil a los dictados del centro,
y en el respaldo a la investidura como
gobernador del coronel Luis E. Torres, el
candidato del presidente Díaz en esta
coyuntura, en 1882-1883; en poner
término al conflicto con los apaches
También en el país, como instrumentos de coerción y disuasión, se desplegaron la
Gendarmería Fiscal y el cuerpo de los rurales, ubicados estratégicamente.
La arquitectura urbana del periodo incluye cuarteles, torreones, aduanas, penitenciarías,
palacios de gobierno, escuelas, mercados, rastros, alumbrado nocturno mediante
arbotantes y faroles, plazas con kioscos y paseos públicos como alamedas.
Esto se dirigía a satisfacer la aspiración de orden y seguridad de parte
de la sociedad, cansada por la sucesión de guerras intestinas e
intervenciones extranjeras y la proliferación de bandoleros y
delincuentes que hacían inseguros los caminos, el trabajo, el
domicilio, las fiestas y la vida.
Durante el porfiriato, con los objetivos de pacificar, poblar, comunicar y
homogenizar a la población, las entidades del Estado-Nación arribaron
o se consolidaron en las capitales de las entidades federativas y
territorios federales, en los puntos de cruce más estratégicos de las
fronteras norte y sur y en los puertos principales, y se fueron
extendiendo a las localidades más numerosas.
La cristalización del aparato del Estado-Nación, a lo largo del porfiriato, se tornó tangible
en la vida cotidiana de la población urbana y se fue introduciendo en el campo
lentamente.
Las redes ferroviaria y telegráfica fueron la obra material más notable y trascendente del
porfiriato porque enlazaron al país, haciendo posible la comunicación.
La conexión entre los niveles nacional y estatal se cimentó en el
porfiriato a través de la centralización -que iniciaron los gobiernos de
Benito Juárez y Sebastián Lerdo de Tejada, entre 1867 y 1876, periodo
conocido como el de la “República Restaurada”-, y se tradujo en una
subordinación de los gobiernos estatales y de los hombres fuertes
regionales al presidente de la república y al gobierno nacional.
Primera Etapa
Esta etapa abarca desde que ocupó por primera vez la presidencia, en 1877, hasta
cuando se aceptó la reelección indefinida (1890). El gobierno enfrentaba muchos y
muy variados problemas, entre ellos:

•La sociedad mexicana era sumamente heterogénea. No había una identidad


nacional.
•Los mexicanos estaban divididos y apoyaban proyectos de nación diferentes.
•La Constitución de 1857 no había sido cabalmente aplicada.
•Las fronteras, tanto en el norte como en el sur, no eran respetadas ni confiables.
•Seguía vigente la amenaza de invasiones extranjeras
Porfirio Díaz tuvo logros importantes en el ámbito internacional: pagó los
préstamos puntualmente a Estados Unidos, puso límites a su expansión territorial
y ganó su reconocimiento como presidente.
Con éste y con otros países, promovió la inversión extranjera mediante incentivos
y privilegios como una estrategia fundamental para modernizar la economía.
Para unificar las facciones liberales, incorporó a
su gobierno y al ejército a partidarios de Juárez,
Lerdo e Iglesias y también a imperialistas, claro
que siempre armonizándolos alrededor suyo.
También suavizó las tensiones que existían desde
tiempo atrás entre el gobierno liberal y la Iglesia.
No se cambiaron las leyes, pero hubo mayor
tolerancia en su aplicación.
Admitió que la Iglesia recuperara algunas
propiedades, que se reinstalara el clero regular -
con frailes y monjas - y que se fundaran
congregaciones de vida activa dedicadas a la
educación y a la atención de necesitados.
Segunda Etapa
Al llegar a su tercer periodo de gobierno,
Díaz maniobró para que el Congreso
votara la reelección por un periodo
adicional.
Dos años más tarde (1890), el Congreso
aprobó la reelección indefinida que se
aplicó a partir de 1896. A partir de esa
fecha, cada cuatro años hubo elecciones
y en cada una de ellas resultó electo
Porfirio Díaz.
Concluido su sexto periodo de gobierno (1900-1904), no había una figura con el peso
político para suceder a Díaz. Por tal razón, los distintos grupos políticos se unieron con la
finalidad de proponer una nueva reelección de Porfirio Díaz.
Propusieron también crear la figura de la vicepresidencia y la ampliación del periodo de
gobierno a seis años. Con estas nuevas condiciones, en las elecciones de 1904 triunfó la
fórmula Porfirio Díaz-Ramón Corral, para gobernar al país de 1904 a 1910.
Esta segunda etapa se caracterizó por un acentuado centralismo y
porque el gobierno era cada vez más personalista y autoritario.
El mismo modelo autócrata se repetía en todos los estados de la
república, con los gobernadores, los jefes políticos y los jefes militares
De ahí que el lema de su gobierno fuera “Paz y progreso”, basado en las
ideas del positivismo y en el individualismo, pero muy alejados de la
justicia social. Varios de estos “científicos” formaron parte del Gabinete
y permanecieron allí por muchos años

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