El Espíritu Santo en El Nuevo Testamento

Descargar como pptx, pdf o txt
Descargar como pptx, pdf o txt
Está en la página 1de 29

EL ESPÍRITU SANTO

EN EL NUEVO
TESTAMENTO
Marcos Barrios
Santiago Imperial
Alexi Gutiérrez
Juan Carlos Villalba
EL ESPÍRITU SANTO EN EL
NUEVO TESTAMENTO
La plena revelación del Espíritu Santo como
tercera persona de la Santísima Trinidad se da en
el Nuevo Testamento. El Espíritu Santo se
encuentra en todo el acontecimiento de la
Encarnación; es el que llena de gracia a María, es
el que desciende sobre Jesús en su Bautismo.
Jesús tiene sobre sí el Espíritu de Dios porque es
“movido por su dinamismo”; el Espíritu le
confiere su doble cualidad de Mesías y de Hijo; de
ello nos hablan los evangelistas.
EL ESPÍRITU SANTO EN EL
NUEVO TESTAMENTO
Jesús comienza su ministerio lleno del Espíritu Santo, que luego de su ascensión
enviará a sus apóstoles a fin de comunicarles ese dinamismo para llevar el Evangelio
hasta los confines de la tierra. Esto aconteció el día de Pentecostés con viento y fuego,
según la profecía de Joel y del Bautista y la promesa de Jesús. Este Espíritu recibido es
el mismo que habló por los profetas y es el Espíritu de Cristo. Hace hablar en todas las
lenguas y otorga el poder de perdonar los pecados. San Pablo, en su teología, explicita
maravillosamente cómo este es el don por excelencia.
EL ESPÍRITU SANTO EN EL
NUEVO TESTAMENTO
El Espíritu Santo es uno de la Trinidad, en este
sentido, no es distinto al Espíritu manifestado en el
Antiguo Testamento (creación, liberación profética,
sabiduría interior, etc.), pero en el Nuevo Testamento
encontramos una nueva profundidad que nace del
misterio de Jesucristo. En este marco, de acuerdo con
Rahner, la inspiración del Nuevo Testamento se
orienta a la producción de textos que sean
constitutivos, fundantes y normativos para la Iglesia
del futuro.
EL ESPÍRITU SANTO EN EL
NUEVO TESTAMENTO
“También la comunidad neotestamentaria experimentó la
acción del Espíritu mucho antes de haber reflexionado sobre
ello y de haber intentado expresar en palabras cómo habría
que describir esa acción. También ella aprendió a ver una
tras otra todas las dimensiones del Espíritu Santo, sin ser
capaz de descubrir desde el principio esas mismas
dimensiones. Si se pretende conocer a un hombre, se debe
ver toda su vida en su conjunto (…) de la misma manera
hay que seguir paso a paso los descubrimientos de la
comunidad neotestamentaria y dirigir la mirada de todo lo
que experimentó sobre el Espíritu Santo”.
1. San Marcos y San Mateo
Continuando con las características del Antiguo Testamento,
Marcos y Mateo comprenden el Espíritu como fuerza de
Dios. En este contexto, se sitúan las palabras contra la
blasfemia contra el Espíritu Santo. Según Marcos 3, 28-30
la blasfemia es cometida por aquellos que en la expulsión de
los demonios de parte de Jesús no ven actuando la fuerza de
Dios, sino el poder del demonio. Esto expresa el
convencimiento de la comunidad neotestamentaria de estar
poseídos por el Espíritu Santo, donde no hay lugar para el
demonio. Anterior a ello, Mc 3,28 (Mt 12,32) remarca la
inconmensurabilidad del perdón.
1. San Marcos y San Mateo
En Mt 12,28 el Espíritu de Dios es el medio para expulsar los demonios, su presencia es
identificada con la presencia del Reino de Dios: la comunidad neotestamentaria consideraba que
la venida del Espíritu que opera milagros irrumpe el tiempo final (visión escatológica).

Mc 1,8 habla de una donación generalizada el Espíritu “Yo os he bautizado con agua, pero él os
bautizará con Espíritu Santo”: esto se cumple en Pentecostés. La utilización de agua (purificación)
y fuego (juicio) están en consonancia a las expectativas escatológicas de la comunidad
neotestamentaria; en este sentido, la participación del Espíritu dentro de la comunidad de Jesús
anticipa la salvación del juicio final; el bautismo con fuego plenifica al bautismo con agua.
1. San Marcos y San Mateo
El bautismo de Jesús (Mc 1, 9-11) se nos narra algo más que la
vocación de un profeta, es decir, se presenta al Mesías como
alguien dotado del Espíritu (esto ya se encuentra atestiguado en
el Antiguo Testamento). ¿Cuál es la novedad? La confirmación
de la paloma y la voz del cielo; la efusión del Espíritu tiene
lugar al final de los tiempos, después de que el Espíritu se haya
extinguido. Se trata del inicio o preludio de una nueva época
divina marcada por la presencia del Mesías.
1. San Marcos y San Mateo:
la paloma
Mc dice “como una paloma”, utilizando una fórmula comparativa frecuente en los textos
apocalípticos. Acerca de que el ave sea una paloma, algunos consideran que puede aludir al Espíritu
que planea sobre las aguas al comienzo de la creación (cf. Gn 1,2), en consonancia con esto, un texto
rabínico del Talmud de Babilonia indica que “el Espíritu de Dios planeaba sobre la superficie de las
aguas como una paloma que vuela sobre sus polluelos”. Otras hipótesis es que paloma se dice en
hebreo ionah, que es el nombre del profeta Jonás, mensajero de la conversión de los paganos, lo cual
nos señalaría la universalidad de la misión de Jesús. También, dentro del rabinismo, la paloma indica
la figura de la asamblea de Israel.
1. San Marcos y San Mateo
El mandato bautismal de Mt 28,19 “en nombre del Espíritu” junto con los
otros nombres es significativa. Pneuma es en Mt de una comprensión
distinta que en los otros lugares. Se supone que el evangelista conoció la
fórmula como fórmula bautismal de un círculo cristiano. Esta fórmula es
clave para la comprensión trinitaria de Dios. Marcos y Mateo comprenden
a Espíritu en continuidad con la idea veterotestamentaria, es decir, como
fuerza de Dios que capacita para hablar y actuar, por eso, los fenómenos
pneumáticos están bajo el paradigma del tiempo final mesiánico.
2. San Lucas
En la obra lucana (Evangelio y Hechos) encontramos múltiples y más
abundantes afirmaciones acerca del Espíritu, especialmente en Hch existe una
mención relativamente más repetida en el conjunto del Nuevo Testamento.
2.1. Relación del Espíritu con
Jesús
Lc 4,1 presenta a Jesús como sujeto de autoridad sobre el Espíritu. Él se convierte en portador del
Espíritu, actúa en el Espíritu Santo, es el Señor del Espíritu no solamente un pneumático o
carismático. Desde su nacimiento, del Espíritu, Jesús se encuentra poseído por el mismo; en este
sentido, en Lc no encontramos crecimiento alguno del Espíritu en Jesús; en el trasfondo se halla
una representación bíblicamente atestiguada según la cual es Espíritu de Dios, permanece siempre
en contraposición con el hombre. En cuanto aquel que posee el Espíritu desde el comienzo, Jesús se
convierte después de su resurrección en dador del Espíritu. Para Lc, Jesús es esencialmente más
que un pneumático; en él se revela el Espíritu.
2.2. Reciprocidad entre el
Espíritu y comunidad
En Lc, el Espíritu es presentado como algo que impregna la existencia global del creyente y de la comunidad,
sin transformarse en propiedad natural suya. Expresiones como “lleno del Espíritu” o “ser colmados por el
Espíritu” subrayan la compenetración permanente con el Espíritu; sin él resulta impensable la comunidad; el
Espíritu es el don de Dios a la comunidad, un don otorgado a los creyentes.

El Espíritu constituye el alma misionera de la Iglesia, es quien inspira y dirige: “El camino de proclamación
de Cristo está determinado ampliamente por el Espíritu Santo (Hch 8, 29.39; 11,13; 16,7). Los apóstoles han
sido cualificados por el Espíritu (1,2), el grupo de ancianos ha sido constituido por el Espíritu santo (20,28):
existe una decidida orientación eclesiológica en la comprensión del Espíritu en Lucas: la Iglesia recibe el
Espíritu por mediación de Jesús (Lc 24, 49; Hch 2,33)
2.3. Efectos del Espíritu
En Lc, el Espíritu es, en primer término, de
profecía (cf. Hch 3,24; 8,28; 10,43; 13,1;
21;10); aunque para él son importantes los
milagros, curaciones o expulsiones de
demonios, sin embargo, no son atribuidas
directamente al Espíritu. En el contexto de
la profecía se sitúa la predicación, la
comprensión del plan salvífico, la voluntad
oculta de Dios y la misión de los discípulos
(Hch 5,32; 13,2).
2.4. Espíritu como característica
del tiempo de la Iglesia
Para Lc, el Espíritu es el compendio de todos los dones
de Dios, es decir, el Don por excelencia, otorgado a todos
los miembros de la comunidad, la cual la experimenta de
manera sensible. “La Iglesia es el lugar donde se cumplen
las promesas del Espíritu, a ella en su globalidad se le ha
otorgado el Espíritu” (ver otro pie), esto se visualiza en la
efusión del Espíritu en Pentecostés (Hch 1,8; 2,4. 38) .
3. San Pablo
Es un dilema siempre el hablar del Espíritu Santo, incluso para
san Pablo. Pablo ofrece enseñanzas sobre él, no solo al estilo de lo
cual lo hace Lucas, más aún en los Hechos. Lo vemos así ya en la
Antigua alianza del pueblo de Israel, de manos de los profetas de
ese entonces, ya en tiempos en que Jesús, hace partícipe de su
Espíritu mismo, con la nueva palabra, “Dios ha enviado a
nuestros corazones el Espíritu de su Hijo que grita: ¡Abba,
padre!” (Gál 4,6). Con el Espíritu estamos tocando en el más allá
del lenguaje, las glosolalias de Corinto, que hablaban en lenguas,
lo sabían perfectamente, ya que su lenguaje “espiritual” se
desbordaba en todos los sentidos.
3. San Pablo
En las cartas de Pablo, encontramos 146 veces la palabra Pneuma, es una palabra griega que
originalmente significa, soplo de aire, el cual en las cartas designa el espíritu del hombre o del
Espíritu Santo. En la carta a los corintos encontramos abundantes de la palabra pneuma-espíritu,
como unas 40 a 34 menciones del vocablo. Luego de ese encuentro con Cristo Resucitado,
Pablo no quiere servir más que al Señor, que fue resucitado en el Espíritu y que actúa como el
Exaltado en el Espíritu. Cuyo Espíritu llama a la fe y en el bautismo capacita para una nueva
vida por ese Espíritu precisamente, que une a los creyentes concede su don para la edificación
de las comunidades, y que en todo ello se da a conocer como el Espíritu del Padre y del Hijo.
3. San Pablo
“La iglesia, para Pablo, es esencialmente comunidad espiritual, por medio de su ministerio
apostólico, Pablo comunica un don de gracia espiritual (Rm 1,11: Kharisma pneumatikom). Y las
comunidades se dan unas a otras participaciones en los dones del Espíritu (Rm 15,27:
pneumatika)”.

Evidentemente, el apóstol tiene también ocasión de exhortar a que los creyentes se esfuercen por
conseguir los dones del Espíritu, ya que no todos viven como espirituales (1Cor 3,1: pneumatikoi) o
se contentan con dones menores. En otro sentido, el Espíritu aparece como sentido de Dios y del
prójimo. Este interviene en favor del hombre que no sabe ni siquiera lo que tiene que orar (cf. Rm
8,27).
4. San Juan
La idea de irrupción repentina del Espíritu, manifestaciones extraordinarias, milagros u fenómenos
extáticos es extraña en Jn. “Las palabras, obras o signos de Jesús no se ponen en relación con el
Espíritu. La transición a una época nueva, aportada por el acontecimiento de Cristo, menos por la
llegada del Espíritu que por la presencia del Padre en Jesús. Aforísticamente puede hacerse esta
formulación atrevida: mientras que en los sinópticos se presupone la unidad Dios-Espíritu, que
después se amplía en la efusión del Espíritu sobre Jesús, en Jn es la unidad entre Padre e Hijo lo que
domina, lo cual lleva al otorgamiento del Espíritu por parte de ambos”.
Pero en ningún otro Evangelio el Espíritu ocupa un lugar tan central, al que también se designa como
“Espíritu de la verdad” y como “Paráclito”.
4.1. Jesús y el Espíritu
A diferencia del relato sinóptico, en Jn encontramos el
testimonio del Bautista sobre el descenso y
permanencia del Espíritu en Jesús y sobre Jesús como
el que bautiza en el Espíritu. En Jesús se cumple la
promesa de Is 11,2 y 42,1. Jesús es el que bautiza en
el Espíritu porque es el dador ilimitado del Espíritu
(cf. Jn 3,43). Aquí son claves dos conceptos: vida (Jn
1,4; 3,36; 6, 33.35.51.53.63; 8,12; 10,11; 11,23; 14,6;
20,31) y verdad (Jn 1,14.17; 3,21; 4,24; 8,32.40.44;
14,6; 16, 13; 17,17; 19, 35).
4.1. Jesús y el Espíritu
En la muerte, en cuanto momento culminante de la hora y enaltecimiento de Jesús, se produce la entrega libre
del Espíritu (19,30), de esta manera Jn logra expresar cómo en el momento de morir, Jesús entrega y derrama
sobre sus discípulos, de acuerdo con la voluntad del Padre, el Espíritu que hasta entonces había estado unido
a él como su portador; en este mismo contexto se sitúa el simbolismo del costado del cual brotan sangre y
agua (19,34; 1Jn 5,6).

Además, existe una comunicación del Espíritu por parte del resucitado (Jn 20,21); la donación se da aquí en
el contexto de la misión: la misión de Jesús prosigue en el envío que él hace a sus discípulos (Jn 13,36; 14, 3;
15, 18-20), esta comunicación, referida a Gn 2,7, se da como transmisión del aliento de vida del propio
Resucitado.
4.2. Espíritu y Vida
Una pregunta clave en Jn es ¿Cómo ganar la vida
eterna? El Espíritu es el que crea la vida (cf. Jn
6,36) y la vida consiste sobre todas las cosas en el
conocimiento de Dios (cf. Jn 17,3), este
conocimiento constituye la vida del creyente, que
un hombre llegue a creer en Jesús (cf. Jn 6,29)
equivale a una nueva creación o un nacimiento por
el Espíritu (Jn 3, 1-13). También se le compara en
Jn 3,8 con el viento (que no se sabe de dónde viene
ni a dónde va) indicando su incomprensibilidad.
4.3. Espíritu-Paráclito
El Paráclito es designado también como Espíritu de la verdad.
Ambos, Jesús y el Paráclito son enviados por el Padre y proceden
de él. El Paráclito es el abogado, el defensor, el intercesor, el
protector; en Jn, de acuerdo con los discursos de despedida, el
Paráclito es enviado como respuesta a la situación en que están a
los discípulos de Jesús, caracterizada por la ausencia de Jesús; el
Espíritu es un don del Padre a los discípulos (cf. Jn 14,16), cuya
misión consiste en enseñar y recordar (cf. Jn 14,26) y dar
testimonio en favor de Jesús, que se realiza, a su vez en la misión
de los discípulos (cf. 15,26; 16, 13-15). En fin, el Espíritu es el que
otorga el acceso a Jesús, donde desaparecen las diferencias
humanas.
4.4. Espíritu y comunidad
Juan separa el tiempo de Jesús y el tiempo del Espíritu. El tiempo del
Espíritu coincide con el tiempo de la comunidad. El Espíritu es el que
viene. La palabra “venir” puede considerarse como un lema joánico
característico del Espíritu (cf. Jn 15,26; 16, 7.8.13). “Al final del
Apocalipsis, cuando se cierra el libro y alcanza al presente de cada
generación cristiana, el Espíritu hace brotar la plegaria impaciente hacia
el horizonte de nuestras vidas: “El Espíritu y la esposa dicen: ¡Ven! El
que oye diga ¡Ven! Amén. ¡Ven, Señor Jesús! (22. 17.20)”.
4.4. Espíritu y comunidad
Su venida en el pasado y en el presente no puede separarse
de su venida en el futuro; y al venir del Paráclito
corresponde por parte del creyente la petición de su venida
(cf. Jn 4,9: 14,13.16; 15,7.16; 17,9.15.20). El Espíritu es
experimentado y descrito fundamentalmente como promesa
y como don del Resucitado para los discípulos, lo cuales
son herederos y receptores del Espíritu.
5. Síntesis pneumatológica
del NT
El Espíritu en el Nuevo Testamento, nos es un mero hecho
secundario o como un accesorio más, menos importante que la
revelación del Hijo. Por contrario, es la raíz del NT. El Espíritu que
desciende sobre cada apóstol, se nos muestra que han llegado los
últimos días que los profetas anunciaron (Jr 31), la historia llegó a su
fin y la escatología comienza. Eso no quiere decir que el tiempo
vaya a parar y no pase nada, sino que Dios no dirá cosas mayores a
la que ya ha dicho. Pues, en Cristo ha sido pronunciada la palabra
definitiva de Dios.
5. Síntesis pneumatológica
del NT
“Sin el Espíritu nosotros no comprenderíamos el misterio de la muerte y
resurrección de Cristo, que con el todo ha sido renovado, y es clave de
comprensión de la historia (…) El Espíritu no lleva a otra nueva era, más
grande que la de Cristo, sino que da consumación a la misión de Jesús y el
proyecto del Reino”.

Pero frente al Padre que calla porque ya nos ha dado su palabra definitiva en
Jesús, el Espíritu habla interiormente y a través de los profetas, se comunica,
inspira, nos hace comprender el misterio de Jesús. Nos impulsa a la acción,
como es el anti-Babel que nos hace comprender la palabra desde nuestra
propia lengua (Hch 2,6), porque el amor es el lenguaje que nos une a todos”.
BIBLIOGRAFÍA
• CODINA, V., No extingáis el Espíritu, Sal Terrae, Santander 2008.

• COUSIN, H., “El Espíritu y la esposa dicen: ¡Ven!”, en: ASURMENDI, J. (ed.), El Espíritu Santo en la Biblia, Verbo Divino,
Estrella 1991.
• HILBERATH, B., Pneumatología, Herder, Barcelona 1996.

• PERROT, C., “El Espíritu Santo en San Pablo”, en: ASURMENDI, J. (ed.), El Espíritu Santo en la Biblia, Verbo Divino,
Estrella 1991.

• QUESNEL, M., “Como una Paloma”, en: ASURMENDI, J. (ed.), El Espíritu Santo en la Biblia, Verbo Divino, Estrella 1991.

• ROYO, A., El gran desconocido. El Espíritu Santo y sus dones, BAC 1987.

• SCHWEIZER, E., El Espíritu Santo, Sígueme, Salamanca 1998.

• SHUTZ, C, Introducción a la Pneumatología, Koinonia, Secretariado Trinitario, Salamanca 1991.

También podría gustarte