l doctor don Juan Gualberto Valdivia, que tan útilníente ha servido al país en el profesorado, acaba de enriquecer la bibliografía nacional con una importante obra titulada:— líe- moria sobre las revoluciones de Arequipa desde 1834 hasta 1866, Ciertamente que nada hay de más comprometido y difícil que escribir sobre p)olítica contemporánea.
Vivos aún muchos de los personajes que han desempeñado los primeros papeles en nuestras contiendas civiles, el historiador tiene que atrope- llar por mil consideraciones para presentar hechos y actores; y tal es la tarea que, con sobra de audacia, ha acometido el señor doctor Valdivia.
Quien busque en el libro del señor Valdivia galas literarias, pierde lastimosamente su tiempo; pues bajo este aspecto la obra no está, ni con mucho, á la altura de la reputación del fogoso redactor del Yanacocha, Vése que los años han debi- litado el vigor de la pluma, que el lenguaje es por demás incorrecto, y que su llaneza se confunde, casi siempre, con lo vulgar El mismo señor Valdivia declara que no aspira á ser un Tácito ni á lucir primores académicos; y ante tan fran- ca declaración, no es ya lícito hacer hincapié en la cutión de forma.
El doctor Valdivia, dotado de una felicísima memoria, ha querido sólo dar á sus recuerdos la forma del libro, y defender al pueblo arequipeño de atrabiliarios é injustos calificativos.
En la narración que de los sucesos hace, desde la revo- lucióa contra Orbegoso hasta la caída de Santa Cruz, sucesos en que el doctor Valdivia tomó tan activa parte, hay páginas en que el escritor se anima y parece retemplado con un resto del calor de los días juveniles.
Las Memorias son la confesión sincera, el peccavi con sus respectivos tres golpes de pecho, que el señor Valdivia hace ante la patria de un error político, y bien merece absolución plenaria por su ingenuidad.
El se- ñor Valdivia, al ser uno de los más activos auxiliares de la invasión boliviana, cometió una falta de la que, en verdad, no puede culparse á su patriotismo sino al imperio de espe- cialísimas circunstancias del momento.
La amis- tad de Valdivia por el general Nieto es casi un culto, y esta constancia de afecto que sobrevive á la tumba, en estos tiempos de fragilidad, en que tan pronto se olvida á los que fueron para acordarse únicamente de los que son ó pueden ser, hace elocuente elogio de los sentimientos del hombre.
El señor Valdivia ha probado, con su libro autobiográfico, que tiene la memoria del corazón. En cambio, hay en su obra tanta destemplanza y tanto ex- ceso de bilis para hablar del general Vivanco, que no se puede menos que negar la imparcialidad al escritor.
El señor Valdivia ha olvidado que su libro, más que para nuestra generación, es para el mañana, y que por eso estaba obligado á juzgar á sus enemigos políti- cos 6 personales, con más caridad cristiana, sin amor ni odio.
Pero por apasionadas que sean las Memorias, nos compla- ceñios en reconocer que, con su publicación, ha prestado el doctor Valdivia un servicio á la Historia nacional; pues ellas arrojan luz sobre hombres y sucesos contemporáneos.— La His- toria tomará algún día en cuenta el libro del señor Valdivia, y ella, imparcial y justiciera, sabrá escoger el buen grano.
Que solo dejaba en claro, desde adentro y desde afuera; la fuerza que me generas, donde quiera, que estuviera. Y el cortes orador, algo descolocado contesta, que se refería a Valdivia, pues allí fue que él naciera.