acechar

––Ven acá ––le decía Gertrudis a Caridad, cuando alguna vez se encontraban a solas, ocasión que acechaba––, ven acá, siéntate aquí, a mi lado...

Mientras allí el felón se deshilacha, la dama, que de lejos lo acechaba (porque perder su rastro se temía) lo halla a la boca de la cueva fría.

Los fatalmente perdidosos en el incendio interno teníamos que ser nosotros, ya que el ejército imperial reforzado y ahora bajo las órdenes de Lecor, acechaba en la frontera este, pronto a volver por la revancha de Ituzaingó.

Por lo que hace a la casa, estaba cerrada herméticamente; y en toda la extensión que alcanzaba la vista no se distinguían más seres vivientes que el cazador, la miruella y un hombre que cerca de la casa esparcía toperas en un prado, y acechaba de cuando en cuando las operaciones del topo, a cuya caza andaba.

Cuando Montes realizaba tres o cuatro "pasadas" de contrabando, por cuenta de otros que no querían exponer la vida, volvía al rancho, platudo y ansioso de caricias. La Bayana lo acechaba más que lo esperaba.

Iba con él Malvillos, que a éste solo fió su atrevimiento, y por partir la caza del sustento; y estando, ¡oh dura suerte!, acechando a la punta de un alero un tordo que cantaba, la inexorable muerte, flechando el arco fiero, traidora le acechaba.

Volvimos a casa, al atardecer, cuando el sol hundía enorme y rojo en el horizonte, con algunas tórtolas, algunos gorriones y una que otra ave marina que por curiosidad se aventuraba hasta aquellas arboledas tranquilas, bajo cuyas frondas acechaba la muerte.

El rey, furioso e iracundo, y al mismo tiempo aterrorizado por el peligro desconocido, le amenazó con que si no explicaba inmediatamente la naturaleza de la conjura que tan veladamente le acechaba, le quemaría vivo.

Sí, procuraba calmarse con esas explicaciones, pero era en vano. Completamente en vano, porque la Muerte, cada vez más cercana, acechaba a su víctima envolviéndola con su negra sombra.

João Francisco acechaba los movimientos de la fuerza invasora y la había dejado obrar temiendo que un ataque antes de tiempo le hiciera perder la presa; cuando supuso a los enemigos en condiciones de hacerse fuertes, se decidió a tirarle el zarpazo.

Marchamos silenciosos y en cada mente vacía el recuerdo de algo horrible pasó como un vendaval y el Horror acechaba a cada hombre y detrás el Terror se arrastraba sigiloso.

Durante la hora que duró el apagón las multitudes se apiñaron alrededor de la iglesia a orar bajo la lluvia, con cirios y lámparas encendidas que protegían con paraguas y papeles formando una barrera de luz que protegiera a la ciudad de la pesadilla que acechaba en las tinieblas.