Y por más servir y ver cómo estaban las ovejas que él había administrado, cuando vine a la población e conquista desta ciudad de la Concebción, habiéndole dejado por su ancianidad en la cibdad de Santiago, se metió a la ventura en un pequeño bajel e vino aquí a nos animar y refocilar a todos en el amor e servicio de nuestros Dios; y hecha esta romería, dio la vuelta a la dicha cibdad a hacer en ella su oficio.
Salió al fin de Panamá con veintidós buques y quinientos hombres, y en la travesía apresó un bajel que le llevaba al virrey im refuerzo de armas, caballos y tropas.
Dió en un resorte por fin, Saltó la tapa, y un niño Topó como un serafin, Mostrando origen no ruin Sus vestiduras y aliño. Ricos encajes traia Y ricas prendas sobre él, Y en terciopelos yacia, Aunque asi espuesto venia Sobre tan debil bajel.
Así, rota la vela, abierto el lado, pobre
bajel, a naufragar camina, de tormenta en tormenta despeñado, por los yermos del mar; ya ni en su popa las guirnaldas se ven que antes le ornaban, ni, en señal de esperanza y de contento, la flámula riendo al aire ondea.
Manuel José Quintana
Oh candil, oh
bajel, frente al altar cumplimos, en dúo recóndito, un solo mandamiento: venerar! Embarcación que iluminas a las piscinas divinas: en tu irisada presencia mi humanidad se esponja y se anaranja, porque en la muda eminencia están anclados contigo el vuelo de mis gaviotas y el humo sollozante de mis flotas.
Ramón López Velarde
on diez cañones por banda, viento en popa, a toda vela, no corta el mar, sino vuela, un velero bergantín. Bajel pirata que llaman, por su bravura, El Temido, en todo mar conocido, del uno al otro confín.
¡Oh candil, oh
bajel: Dios ve tu pulso y sabe que anonadas en las cúpulas sagradas no por decrépito ni por insulso! Tu alta oración animas con el genio de los climas.
Ramón López Velarde
Reprimí las lágrimas, recogí los suspiros, creyendo que con la fuerza que les hacía reventarían por parte que abriesen puerta al alma, que tanto deseaba desamparar este miserable cuerpo; mas la suerte, aún no contenta de haberme puesto en tan encogido estrecho, ordenó de acabar con todo, quitándome las esperanzas de todo mi remedio; y fue que en un instante se declaró la borrasca que ya se temía, y el viento que de la parte de mediodía soplaba y nos embestía por la proa, comenzó a reforzar con tanto brío, que fue forzoso volverle la popa y dejar correr el
bajel por donde el viento quería llevarle.
Miguel de Cervantes Saavedra
"Vino el día con muestras de mayor tormenta que la pasada, y hallamos que el bajel había virado un gran trecho...
Que no desplega entonces el velamen, antes amaina el cauto marinero, y aguanta a palo seco el choque fiero, si salvar piensa al mísero bajel.
¡Oh felicidad!, pues tu clemencia, César, hace que los desterrados de tu tiempo tengan más quietud de la que en el imperio de Cayo tuvieron los príncipes. No viven con temor ni esperanza de ver cada hora el cuchillo, ni se atemorizan con la venida de cualquier bajel.
Colón sintió una brisa de aromas impregnada y un aleteo de aves en torno del bajel, después un cañonazo, al fin la voz de ¡tierra!… Cuando él la vió, empezaba ya el día a amanecer.