Finalmente no fallaron, marcaron dos puntos buenos y ya eran los campeones, antes que los Ortega corrieran sus dos últimas colleras.
Hace pocos años, si le ocurría a usted hacer un viaje, empresa que se acometía entonces sólo por motivos muy poderosos, era forzoso recorrer todo Madrid, preguntando de posada en posada por medios de transporte. Éstos se dividían entonces en coches de
colleras, en galeras, en carromatos, tal cual tartana y acémilas.
Mariano José de Larra
Los que están acostumbrados á caminar en coche de
colleras, ó en silla de posta, se pasmarán de los carruages de allá arriba, porque nosotros, en nuestra pelota de cieno, no entendemos de otros estilos que los nuestros.
Voltaire
El eco retozón de los cencerros acompañaba las apuestas y decires chalanescos, y la llanura parecía jadear ante aquel marcial y fanfarrón estrépito de trotes y de colleras, de fustas y de bocados.
El que le tenía muy fastidiado con su eterna cantinela de que era necesario arreglar las cosas de la corte de modo que no padeciera el decoro del Rey y su Gobierno, era el presidente del Consejo de ministros, encargado de las carteras de Guerra, Gobernación, Hacienda, Estado, Fomento, Gracia y Justicia y Ultramar, porque siempre estaba diciendo: -Señor, conviene al decoro de vuestra majestad y su gobierno adecentar un poco el real palacio y los ministerios, poner en la corte una miaja de alumbrado público, y adquirir para uso de vuestra majestad aunque sea un coche de colleras y para uso del gobierno aunque sea un carromato.
Debajo del cobertizo había dos grandes carros y cuatro arados, con sus látigos, sus colleras, sus aparejos completos cuyos vellones de lana azul se ensuciaban con el fino polvo que caía de los graneros.
La silla de posta caminaba por una vieja calzada: Las mulas del tiro sacudían pesadamente las
colleras, y el golpe alegre y desigual de los cascabeles despertaba un eco en los floridos olivares.
Ramón María del Valle-Inclán
El día señalado me bajaron hasta el portal en una silla; vi enganchado ya el coche de colleras que nos llevaría donde alcanzase el camino real; allí nos aguardarían mayordomo y caseros con cabalgaduras, para internarnos en la montaña.
Dicho esto, elige entre los trescientos hermosos y velocísimos caballos que tenía en sus soberbias cuadras, uno por cada troyano, y manda que se les lleven por su orden, cubiertos de ricas gualdrapas de púrpura, recamadas de varios colores. Del pecho les penden colleras de oro, de oro son sus jaeces, de rojo oro también los frenos que tascan sus dientes.
El PATAGÓN lleva la cuerda que une a los seis borricos en que van montados, por el orden siguiente: MISS KETTY, SOLEDAD, ESCOLÁSTICO, SIR CLYRON, MOCHILA y el DOCTOR MIRABEL. Los borricos llevan colleras con muchas campanillas, y alforjas y mantas de colores muy vivos.
Sin embargo, éstos acaban por emprender la marcha, y los cascabeles de sus
colleras, violentamente sacudidos, comienzan a sonar, pero con tal intensidad que el cascabeleo rompe inmediatamente la tela de araña de mi sueño.
Sigmund Freud
Su primigenia obra narrativa se ambienta en los sectores juveniles, en donde se conjugan los problemas de la adolescencia con el desajuste económico y la crisis psicológica con la desadaptación social. Los protagonistas son adolescentes agrupados en colleras o patotas (pandillas).