Ejemplos ?
-¡Entregate, añá! -gritóles el capataz. -Entremos en el monte -dijo Podeley-. Yo no tengo fuerza para mi machete. -¡Volvé o te tiro!
Más, en verdad, me pluguiera conducirte a una pagoda india, o a un chinesco alcázar de estalactíticas bóvedas de cedro eterno y fragante incrustado de oro y concha, de marmóreos pavimentos que orlaran densas alfombras, de techumbres sostenidas por columnas salomónicas, basadas sobre elefantes de negros pies y áureas trompas, de salones alumbrados por perfumadas antorchas, con son de música y fiesta estremecida su atmósfera; circundados de jardines encantados, de frondosas arboledas, y cascadas espumantes y sonoras; pero, ¡ay, lector!, el Oriente mi errante ingenio abandona y cierra de la Edad Media las caballerescas crónicas, para contarte del siglo de las luces una historia tan tenebrosa y confusa como su luz y sus glorias. Entremos...
Y esta confianza mía en su benevolencia, nace de la fe que tengo en el personal aprecio, de que abrumadoras pruebas me han dado siempre los hijos de la patria de San Martín. Entremos, pues, de lleno en el capítulo de las confidencias.
Pues viendo Lisis que ya la hermosa Filis se disponía para contar la suya, acompañada de los músicos, cantó estos burlescos madrigales: Entremos, pulga hermana, en cuenta vos y yo: ¿quién os ha dado condición tan tirana, valor tan fuerte y ánimo alentado, que no exceptáis persona?
9 Y dijéronse el uno al otro: No hacemos bien: hoy es día de buena nueva, y nosotros callamos: y si esperamos hasta la luz de la mañana, nos alcanzará la maldad. Vamos pues ahora, entremos, y demos la nueva en casa del rey.
Bien, pero – rectifiquemos – hasta que no rindieron la formidable prueba en contrario que emerge de comparecencia al Congreso de Concepción: clara y primera y por mismo trascendental demostración de su íntimo anhelo común de convergencia y asociación de iguales: e pluribus unun. Entremos en materia.
Había allí una gran piara de puercos que pacían al pie del monte; 5.12. y le suplicaron: Envíanos a los puercos para que entremos en ellos.
Gocémonos, Amado, y vámonos a ver en tu hermosura al monte ó al collado do mana el agua pura; entremos más adentro en la espesura.
Sennores e amigos, lo que dicho avemos, Palabra es oscura, esponerla queremos: Tolgamos la corteza, al meollo entremos, Prendamos lo de dentro, lo de fuera dessemos.
Bueno será que, dejando marañas y parlerías, entremos en el café de Francisquín y alquilemos orejas para ponernos al corriente de la novedad del día.
Tenemos que ir a ver la maravilla mayor, y el atrevimiento que ablanda al verlo el corazón, y hace sentir como deseo de abrazar a los hombres y de llamarlos hermanos. Volvamos al jardín. Entremos por el pórtico del Palacio de las Industrias.
Y aquí pongo punto, pues me parece que he dicho algo y que me he lucido en este ramo de historia cafetuna. Entremos, pues, en el café de Francisquín y oigamos lo que se charlaba en una mesa donde saboreaban jícaras del sabroso chocolate de Yungas, con canela y vainilla, un reverendo de la orden de predicadores, un depositario de la fe pública, un estudiante de prima de leyes, que así cursaba leyes como aleluyas, y un empleado del real estanco de salitres, digo, de tabacos.