(Ver figura 3.)Los meristemas pueden ser inducidos en cualquier lugar de la planta por la expresión errada de los genes involucrados en la especificación de la identidad de las células madre, indicando que la identidad de las células madre es conferida por interacciones célula - célula y no por un linaje celular especificado embrionicamente.
La trama de Ciudad de cristal se inicia con un hecho que aconteció realmente al autor: una llamada errada en mitad de la noche de alguien que pregunta por una agencia de detectives, llamada que se repite hasta que el protagonista, Daniel Quinn, afirma ser la persona buscada y se ve involucrado en el caso.
De los que dicen que sólo los animales racionales son parte del que es un solo Dios Y si se obstinan en sostener la errada máxima de que solamente los animales racionales, como son los hombres, son partes de Dios, no puedo comprender cómo, si todo el mundo es Dios, separan de sus partes a las bestias.
¡reposo dulce, alegre, reposado!; techo pajizo, adonde jamás hizo morada el enemigo cuidado, ni se asconde invidia en rostro amigo, ni voz perjura, ni mortal testigo; sierra que vas al cielo altísima, y que gozas del sosiego que no conoce el suelo, adonde el vulgo ciego ama el morir, ardiendo en vivo fuego: recíbeme en tu cumbre, recíbeme, que huyo perseguido la
errada muchedumbre, el trabajar perdido, la falsa paz, el mal no merecido; y do está más sereno el aire me coloca, mientras curo los daños del veneno que bebí mal seguro, mientras el mancillado pecho apuro; mientras que poco a poco borro de la memoria cuanto impreso dejó allí el vivir loco por todo su proceso vario entre gozo vano y caso avieso.
Fray Luis de León
Conque para esa señorita el padecer y el sufrir eran cosas muy diversas; tan diversas, que si la envidia, la cólera, el terror de quedarse en la calle le causaban padecimientos morales capaces de quitarle el juicio; el sufrimiento, el santo sufrimiento, ese freno de oro que nos contiene y detiene al labio del abismo del despecho, no reprobaba en ella esas tan audaces como feas determinaciones. ::«Irme he por esas tierras ::Como una mujer errada, ::Y este mi cuerpo daría ::A quien bien se me antojara».
Dame una limosnita/ dame las buenas pascuas / en que has nacido / Niño de rosas / dale a la gitanilla / pago de glorias // Gustó lo popular y fue tierno sin perder ingenio, por eso compuso poesía fresca y casi coloquial, así como versos eróticos y burlescos -donde imitó a Francisco de Quevedo y Villegas- y hasta llegó a glosar la Elegía Décima de Ovidio en octosílabos. Hoy, su obra y su memoria ha sido rescatada del injusto olvido de una errada crítica.
Irme he por esas tierras Como una mujer errada Y este mi cuerpo daría A quien bien se me antojara, A los moros por dinero, A los cristianos por gracia.
No, Lanz: de las acciones virtuosas estímulo es la noble simpatía; El egoísmo vil de las viciosas. De Helvecio errada la filosofía convence en esta parte la conciencia, que es de nuestra razón la mejor guía.
Avie el bon omne una lengua
errada: Diçie mucha orrura de la regla vedada, Façia una tal vida non mucho ordenada; Pero diçie sus oras en manera temprada.
Gonzalo de Berceo
La cuenta les ha salido errada: si se constituye el nuevo Banco será con capital de costumbres honestas, es decir, desligado de la usura, que vendrá al país por una combinación financiera bastante aceptable.
Y aquella noche, Encalada recibió calabazas fresquitas, y dijo con un poeta: :::«Por ti de Dios me olvidé, :::por ti la gloria perdí, :::y a la postre me quedé :::sin Dios, sin gloria y sin ti». La marquesa no estuvo
errada en su augurio.
Ricardo Palma
Recudió la parida, fizose santiguada, Diçie: val me Gloriosa, reyna coronada, Si es esto verdat o si so engannada, Sennora beneita, val a esta
errada, Palpóse con sus manos quando fo recordada, Por ventre, por costados, e por cada ijada: Trobó so vientre llaçio, la çinta muy delgada, Commo muger que es de tal cosa librada, Non lo podie creer por ninguna manera, Cuidaba que fo suenno, non cosa verdadera, Palpóse e catóse la vegada terçera, Tiróse de la dubda en cabo bien çertera.
Gonzalo de Berceo