Tu apariencia es la de un señor, pero tu conducta es más grosera que la de un esclavo. El joven se levantó, las mejillas ruborizadas de furor: -Yo soy hermano de El Mokri, el hombre que por tu culpa se mató en
Fez.
Roberto Arlt
Tu padre lo supo, y antes que el Califa le cubriese de vergüenza, vino a
Fez y visitó a El Mokri, amenazándole matarle con sus propias manos si él no lo hacía.
Roberto Arlt
Después quiso mostrarse clemente, porque no había de matar millares de personas; pero las expulsó de España a millares. Unas fueron a Marruecos y poblaron un gran barrio de la ciudad de Fez.
Ésta era la mujer por quien se había perdido El Mokri. El Mokri había ido a
Fez, encargado de una misión oscura acerca del Sultán.
Roberto Arlt
Además, Marbruk ben Hassan, en un momento oportuno, había asesinado, por intereses de Estado, a Ismaíl, el líder de los jóvenes nacionalistas de la Universidad de
Fez.
Roberto Arlt
La barba le llegaba hasta el estómago, y la capucha de su capa escarlata encuadraba un fino rostro arrugado, ligeramente achocolatado, de líneas muertas y mirada joven, falsa y cruel. Era su padre, el cadí de
Fez.
Roberto Arlt
El cadí pensó: "Evidentemente, el ciego sería portador de algún mensaje que permitiría establecer quién era el vendedor de armas que las conducía a
Fez.
Roberto Arlt
Érame divertido entrar en los corros que se formaban sobre cubierta a la sombra de grandes toldos de lona, y aquí chapurrear el ita-liano con los mercaderes griegos de rojo fez y fino bigote negro, y allá encender el cigarro en la pipa de los misioneros armenios.
«Tres años después volvió a emprender el viaje a Fez, del que regresó con éxito igual a los anteriores, pero el recuerdo de los niños que no había podido rescatar lo abrumaba como un remordimiento, y para aumentar sus recursos fue a mendigarlos a Castilla.
Hablábamos con entusiasmo y grandes gestos porque
Fez nos entusiasmaba, porque en cada callejuela de la milenaria ciudad africana encontrábamos ardientes motivos de ensueño.
Roberto Arlt
En el pozo seco de su finca de Msella del Pachá, en
Fez, podían encontrarse cincuenta mil cartuchos de fusil. Estaba a cubierto de sospechas.
Roberto Arlt
Un mofletudo muchacho, con bombachas anaranjadas y un
fez rojo, se detuvo frente a él; el Susi pidió café y luego comenzó a meditar.
Roberto Arlt