El marido, la matrona y las vecinas calificaron de brujo a ño Cabrera, y hoy mismo no hay quien le apee el
mote de Chirote el brujo, a lo cual contesta él con mucha flema: -Merecido lo tengo.
Ricardo Palma
-Pa lo que su mercé guste mandá, yo soy el señor Pepe el Colorao. -Por los siglos de los siglos, y conste que no se le nota a usté lo del mote en la color.
En la parte superior de la cruz, el laurel se enlazará en una pequeña faxa donde aparecerá el mote: Vencedor en Chacabuco para los que se hallarán en esta accion gloriosa y Libertad para los que se dén posteriormente, á individuos que no concurrieron á ella.
La historia de dama que aguarda su amante doncel: y cree del que boga sentir en el viento la voz que se ahoga lejana, con lento murmullo vibrando del lago al lindel; y cree a los reflejos del agua que brilla mirar a lo lejos bogar la barquilla, la franja de sombra rasando en la orilla que en ella dibuja boscoso el vergel: y cree de la torre sentir el rastrillo, y ver a la dama salir del castillo, cruzar el desierto sendero del huerto, salvarle, y abierto dejar el cancel: llegar a la orilla, y enviar a la opuesta del breve estribillo la voz repetida por él en el mote del cántico puesta; señal convenida con que ella contesta, pregunta y respuesta que, dada y pedida, en ida y venida se dan ella y él.
Aunque oriundo de Oñate, en Guipúzcoa, y de noble familia, que lucía por mote en su escudo de armas esta leyenda:— Piérdale todor sálvese la /lowm,— había pasado gran parte de su juventud en Andalucía, donde su destreza en domar caballos, y su carác- ter pendenciero y emprendedor le habían conquistado poco envidiable fama.
Su vida es tan escasa de interés como la de cualquier otro ser, hasta que sabe correr como una ardilla: entonces deja al materno hogar por el Muelle de las Naos, y el nombre de pila por el gráfico mote con que le confirman sus compañeros; mote que, fundado en algún hecho culminante de su vida, tiene que adoptar a puñetazos, si a lógicos argumentos se resisten.
-Porque su madre vende alubias en la plaza. -¡Qué atrocidad! -¡Otra!... Y al tenor de esos, todas tenemos mote... ¿Pero ahora se desayuna usté? -Le aseguro a usted que sí.
No lo comprendió así la Cámara, que cometió el sacrilegio de reírse cuando don Juan Prim apeló al mote de su linaje para confundir al profano que quería presentar como sospechoso a la revolución el brazo más fuerte de ella, ni más ni menos que si los constituyentes maliciosos dudasen de la lealtad del conde de Reus.
Afírmó el monecipio que no había tal cosa, y en esto llegó el dómine de la escuela y aseguró que tenía costancia y esistencia de que en la sepoltura señalada por nusotros no podía haber otra cosa que el telar, o calavera en hueso puro y líquido de un rocín de cría; que por más señas el rocín fue suyo y se le desgració rondando con una cargo, de maíz que llevaba al molino en compañía de su sobrina Nestasia, por mal mote la Polida, a causa de estar en pocas carnes siempre y algo baja de color.
Godinot Chevassut era un hombrecillo regordete que empezaba a encanecer, y se alegraba mucho de ello, al revés de lo que ocurre normalmente con los viejos, porque al blanquearse sus cabellos perderían necesariamente aquel color encendido que tenían de nacimiento y que le había valido el desagradable mote de Rousseau, que sus conocidos sustituían por el suyo propio, por ser más fácil de pronunciar y de recordar.
El marido era bizco, de escasa talla, cetrino, de ruda y alborotada cabellera; gastaba ordinariamente una elástica verde remendada y unos pantalones pardos, rígidos, indomables ya por los remiendos y la mugre. Llamábanle de mote el Tuerto.
Las primeras claridades del día iluminaban vagamente el paisaje; la venta del Caracolo presentaba pintoresco golpe de vista; el señor Juan el Pistola, de pie en el umbral, empleábase, como de costumbre, en tejer larga pleita con el esparto que sacaba del abultado haz que sujetaba bajo la axila; el Perezoso, un zagalillo greñudo y atezado, parecía empeñadísimo en justificar su mote con una interminable serie de bostezos...