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Abuso psicológico

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El abuso psicológico es una forma de violencia simbólica que se manifiesta a través del maltrato emocional y epistémico, que está presente en todas las relaciones de dominación, aun cuando los involucrados en dichas relaciones consideren "natural" o "legítima" la diferencia de poder (como sería el caso de las formas patriarcales de relación filial o sexoafectiva, y también de las relaciones laborales de explotación). El abuso psíquico es una estrategia de control que consiste en distorsionar la percepción que la persona sometida tiene de sí misma y de la realidad vincular, con el fin posibilitar dicho sometimiento.[1]

Descripción

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Es el maltrato de una persona hacia otra, independientemente de si existe o no violencia física o sexual entre ellas. Tiene el objetivo de controlar a la otra persona para obtener algún tipo de beneficio, que puede ser material (dinero, bienes, comodidades, trabajo doméstico gratuito), social (prestigio o acceso a grupos o comunidades) o emocional (apuntalamiento de la autoestima, compensación de un déficit narcisista). El abuso psíquico es una estrategia de control que consiste en distorsionar la percepción que la persona sometida tiene de sí misma y de la realidad vincular, con el fin posibilitar dicho sometimiento.

Entre sus manifestaciones más comunes están la intimidación con gritos o amenazas, la invalidación de los sentimientos, opiniones e intereses de la víctima, la desvalorización de sus logros o capacidades, la humillación, el aislamiento social, la inducción de sentimientos injustificados de culpa, vergüenza o inseguridad, el control de los ciclos de sueño y alimentación, el chantaje, los celos crónicos, las acusaciones falsas, la violación de los límites de autocuidado, la violación de la privacidad, la exigencia de acceso a contraseñas de cuentas de correo y redes sociales o dispositivos de comunicación, el obligar a la víctima a elegir entre la persona abusiva y otras personas importantes en su vida, condicionar el respeto, el afecto o la tranquilidad a que la víctima se comporte como la persona abusiva desea, cualquier tipo de presión para tener relaciones sexuales, esconder o tirar las pertenencias, limitar la libertad de movimiento, y cualquier otra obstrucción del ejercicio de los derechos humanos.

Objetivos del abuso emocional

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El abuso emocional posibilita la dominación por tres distintas vías:

  1. Ocultando el hecho de que la relación es una relación de poder, como ocurre en la infantilización de las personas adultas mayores, donde el control se disfraza de cuidado.
  2. Legitimando la dominación ante la persona dominada, como ocurre en las familias donde se naturalizan los estereotipos de género y se considera normal que la madre y los hijos e hijas se sometan a la voluntad del padre.
  3. Legitimando la dominación ante el resto de la comunidad, al presentar el abuso como algo que la víctima supuestamente "se merece", y en razón de eso que "es o hizo para merecerlo" se justifica su sometimiento.
  4. Socavando la capacidad de la víctima para defenderse, ya sea privándola de descanso, sometiéndola a estrés constante, deteriorando su autoestima, aislándola de sus redes de apoyo, impidiéndole fortalecer su cuerpo, sus conocimientos, sus finanzas o su autoestima, o provocándole confusión mental.

En las dinámicas de abuso se colonizan los espacios personales de la víctima, tanto los físicos, como los temporales, los sociales, los vinculares e incluso los atencionales. Siempre implica procesos de manipulación emocional y de información. Se ejerce casi siempre a través de la palabra (violencia verbal y entonación agresiva del habla) o del lenguaje corporal (gestos y actitudes). Puede ser en forma de agresión pasiva (victimismo o reproches crónicos, insultos, descalificaciones, chistes hirientes, engaños o coacción. Cabe hacer énfasis en que siempre que hay violencia física (golpes), también hay violencia emocional. Pero no siempre que hay violencia emocional hay golpes; sin embargo, sí son comunes golpes a las paredes, las puertas los muebles o destrucción de objetos. No siempre consiste en gritos, insultos o amenazas, también puede tomar la forma de impedir que la víctima crezca o desarrolle su propia identidad, por medio de la manipulación, miedo e inseguridad o sobreprotección.[2]

Consecuencias del abuso emocional

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El abuso emocional prolongado se relaciona estrechamente con diversos problemas de salud mental incluidas las adicciones, porque socava la confianza en uno mismo y desorganiza la identidad. Los estragos de este tipo de abuso conforman lo que la psiquiatría llama Trauma Complejo,[3]​ un tipo de trauma que impide la construcción de una relación sana con uno mismo y con los demás. El abuso emocional es una forma de violencia altamente destructiva precisamente porque no suele reconocerse como abuso, o si se llega a reconocer no se considera grave, lo que tiene como consecuencia que las situaciones de abuso se prolonguen por largos periodos de tiempo (a veces toda la vida) sin que nadie se de cuenta del daño progresivo que la víctima experimenta.[4]

Contextos del abuso emocional

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Se puede presentar en contextos familiares (violencia doméstica), escolares (acoso escolar), laborales (acoso laboral) o virtuales (ciberacoso, grooming), así como en contextos de agrupaciones como comunidades religiosas, sectas, criminales (acoso en grupo) o comunidades espirituales (coaching coercitivo), así como en vínculos afectivos o sexoafectivos (fraude moral, abuso emocional en la pareja, manipulación interpersonal, abuso terapéutico).

Ideas erróneas sobre el abuso emocional

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Erróneamente suele considerarse que el abuso emocional es un tipo de violencia distinto, menos grave y menos dañino que la violencia física o sexual. La realidad es que el abuso físico (golpes, empujones, pellizcos, etc.) suele ser parte de un patrón de abuso emocional y cumple la función de mantener vigente una amenaza lo suficientemente intimidante como para que la víctima no intente escapar del abuso.[4][1]​ Del mismo modo, el abuso sexual crónico es posible porque antes se ha instaurado un patrón de abuso emocional que impide a la víctima denunciar el abuso o defenderse de él. En las familias autoritarias o depredadoras y en las parejas crónicamente conflictivas el abuso emocional suele estar presente.

Interpretación psicopolítica del abuso emocional

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El abuso emocional tiene por objetivo el control de la conducta y la percepción de la realidad de una persona con el fin de dominarla. Esa dominación, a su vez, busca posibilitar la explotación material, laboral, social, sexual o emocional.[5]

Dimensión política (estructural) del abuso emocional

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Toda relación de dominación y/o explotación es una relación depredadora donde no existe interacción verdaderamente intersubjetiva (entre dos sujetos igualmente válidos), sino que la persona que abusa está instrumentalizando a la otra, es decir la está cosificando, deshumanizando, reduciendo a ser una "función", algo que se usa o se consume.[1]​ Las relaciones instrumentalizantes se caracterizan por lo que el psicoanálisis llama catexis parcial (o investidura libidinal parcial), que consiste en que sólo ciertos aspectos del otro, resultan significativos para la persona instrumentalizante, mientras que el resto de aspectos de la personalidad de la víctima carecen de importancia o directamente se niega su existencia.[6]​ Por eso las relaciones de dominación y explotación pueden clasificarse como relaciones desubjetivantes, porque destruyen o debilitan el estatus de sujeto autónomo que toda persona debería tener. La catexis parcial es por lo tanto una fetichización de la persona abusada.[1]​ La catexis parcial es un fenómeno característico de lo que la teoría lacaniana llama "perversión". El perverso cosifica y utiliza, invierte la escena del deseo (la dirección del flujo libidinal) de forma engañosa aparentando que ofrece algo (amor, interés, solidaridad), para luego extraer de la otra persona eso mismo que ofrecía.[7]​ Todos los sistemas de dominación, como la adultocracia, el patriarcado, la colonialidad y el capitalismo (y demás modos de producción basados en la explotación) requieren la producción de subjetividades cosificadoras que acepten instrumentalizar y ser instrumentalizados, explotar y ser explotados. Las subjetividades cosificadoras son subjetividades depredadoras incapaces de generosidad altruista. Por esta razón, autores como Rita Segato,[8]​ Abdullah Öcalan,[9]​ Enrique Dussel,[10]​ o Silvia Bleichmar[11]​ coinciden en que las violencias desubjetivantes (como el abuso emocional) de los contextos considerados privados, como la familia y la pareja, se relaciona directamente con la opresión y la explotación a escala social. Es por ello que el abuso infantil, la violencia de género, el abuso narcisista, el bullying escolar o el mobbing laboral no pueden considerarse excepciones producto de una descomposición social, sino que son la norma, son todas ellas estructurales y estructurantes de la sociedad contemporánea, es decir de la Modernidad occidental capitalista.[4]

Distinción entre violencia, maltrato y abuso emocional

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Existen muchas similitudes con el maltrato psicológico, incluso son llegadas a ser usadas como sinónimos, pero cuentan con una serie de diferencias como:[12]

  • Nivel de especificidad; El abuso es un concepto más específico que el concepto de maltrato, por ejemplo, en el abuso media una inequidad entre el maltratador y el maltratado, mientras que maltrato es todo acto perjudicial voluntario o involuntario causado a una persona, ser o propiedad por parte de un sujeto. En otras palabras, el abuso es un tipo particular de maltrato.
  • Relación de poder; Al momento de nombrarle abuso, se hace referencia a la noción de que existe desigualdad entre maltratado y maltratador, lo que provoca que la parte abusador tome esta desigualdad como ventaja.
  • Intencionalidad; Tanto en el abuso como en el maltrato puede existir intencionalidad, sin embargo, es más frecuente que el abuso sea realizado de manera totalmente consciente y voluntaria por parte del perpetrador.
  • Uso habitual del término; Cuando se habla de abuso, normalmente se piensa en la existencia de violencia sexual (aunque ésta sí consiste en un abuso, es un tipo de abuso físico, y quizá por sí sólo podría no considerarse un abuso psicológico, sin embargo, mantiene con este varios elementos en común, excepto por el uso de la fuerza física, por lo tanto, de otro punto de vista podría considerarse que la violencia sexual es un abuso tanto físico como psicológico, debido al daño psicológico que ocasiona a la víctima). Esto se debe a que el perpetrador hace uso de su mayor fuerza física, edad, poder, existencia de un vínculo afectivo, el miedo, el temor o simplemente la sorpresa para usarlo en beneficio propio y someter a la parte afectada. Pero también se usa normalmente para referirse al caso de abuso de autoridad.

Relaciones de contexto

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Independientemente de los casos, lo que se persigue generalmente es el sometimiento de la víctima por parte del abusador. Con regularidad predomina la fijación de un vínculo intrínseco entre las dos partes.[13]​ También, con la sola existencia de grupos sociales, surge la probabilidad de producir acoso, independientemente del tipo que sea el grupo.

En pareja

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En las relaciones de noviazgo, también llamada “dating violence” (Chung, 2005), ha sido definida como cualquier intento por controlar o dominar a una persona física, sexual o psicológicamente, generando algún tipo de daño sobre ella (Wolfe et al. 1996).” (p. 28). En este caso, las agresiones al perjudicado pueden preceder a otros tipos de violencia, por ejemplo los ataques físicos. Esto es debido a la interacción entre los miembros de manera activa. El objetivo de ganar cierto dominio o control de la otra parte empiezan a desarrollar tácticas de manipulación como la persuasión o la influencia utilizando los puntos débiles emocionalmente hablando del individuo para fortificar el impacto. Poco a poco, el desarrollo de estos métodos va en aumento, evolucionando en situaciones de carácter más crítico. Dando lugar a ser una de estas variables la relación de codependencia de sadomasoquismo.

Este tipo de violencia, por su naturaleza privada, es complicada su detección. Los factores que influyen en el tipo de maltrato, nivel de gravedad y la prevalencia, independientemente de si es físico, psicológico, emocional, sexual y económico, es la correlación entre el tiempo de relación y la frecuencia de los tratos.[14]​ Existen maneras de detectar el abuso, una de ellas es contestando la siguiente encuesta...[15]

  • ¿Su compañero/a aparece irritado o furioso varias veces durante la semana y cuando usted pregunta lo que le sucede lo niega o le echa la culpa?
  • Cuando usted se siente ofendida y trata de hablarlo con él, ¿se rehúsa a hablar o pretende que no sabe a qué se refiere?
  • ¿Con frecuencia usted se siente frustrada porque no puede hacer que él entienda sus intenciones y sus sentimientos?
  • ¿Usted siente que hay problemas en la comunicación?
  • A veces se pregunta: "¿qué tengo yo de malo, cual es mi problema.? Por qué me siento tan mal?
  • El parece siempre tener una opinión opuesta a la suya y dice "yo estoy en lo correcto y usted está equivocada"
  • ¿Siente temor de sus reacciones?
  • ¿El miedo y la desesperanza la invaden?
  • ¿Duda de sus capacidades y percepciones?
  • Usted no puede decir: ¡Basta! ¡No más!

En la adolescencia y los noviazgos

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Durante las relaciones cuando estas en la etapa de la adolescencia entre rangos de 17-23, se toman diferentes comportamientos, y las cosas o lo que se dicen tienen diferentes impactos, y esta comprobado que componentes como; descalificaciones, trivializaciones, conductas des- tructivas, aislamiento social. Pero le afectan de esta sección en especial, de manera distinta a rangos entre los 17-18 y 21-22.[16]

Hacia la mujer

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En los casos en los que la pareja es de este género, hay estudios que indagan el abuso dirigido a estos, excluyéndolos de los otros casos en pareja. Además, no se ha expandido en gran medida su estudio por la atención dada a la violencia física (de naturaleza empírica), llevando a minimizar su importancia y consecuentes daños.[17]​ Este puede adoptar una gran variedad de modalidades, por ejemplo las formas sutiles de abuso. Entre las acciones, podemos encontrar:

  • Abuso verbal
  • Intimidación
  • Amenazas
  • Destrucción de la propiedad
  • Aislamiento
  • Control del tiempo
  • Control del trabajo
  • Control de la educación
  • Control de las relaciones sociales
  • Control de las amistades
  • Control de las finanzas
  • Denigración
  • Minusvalorar
  • Crítica destructiva
  • Falta de respeto
  • Chantaje o presión para la interacción sexual
  • Imposición de relaciones o prácticas sexuales (violación en el noviazgo o en el matrimonio)

Familiar

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El término violencia familiar o violencia doméstica, suele aludir a violencia de género contra las mujeres adultas, o violencia parental contra los hijos e hijas (abuso infantil, o abuso en la infancia), aunque generalmente se manifiestan ambos tipos simultáneamente, ya que este tipo de violencia tiene sus raíces en la cultura patriarcal y en el autoritarismo adultocrático. La violencia doméstica suele ser cotidiana, constante y prolongada, por lo que causa daños graves a sus víctimas aún cuando éstos no sean visibles. La violencia doméstica también puede incluir otro tipo de violencias patriarcales como la homofobia o la transfobia, así como violencias narcisistas, que pueden ser ejercidas tanto por los hombres como por las mujeres, y tanto por los padres como por los hijos.

Maltrato psicológico contra los varones

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Aunque la prevalencia del maltrato psicológico contra el varón es proporcionalmente baja, existe y sus estragos son significativos para las víctimas y sus hijos. La violencia contra los varones no es una violencia de género (a menos que sea por homo/transfobia), más bien suele ser una violencia narcisista. Los varones víctimas de violencia enfrentan obstáculos específicos que los dificultan liberarse del abuso. Estos obstáculos son en su mayoría producto de la cultura patriarcal (machismo). Uno de ellos es el mito de que los hombres son más fuertes que las mujeres y por lo tanto no pueden ser sometidos por éstas. Este mito dificulta que los varones puedan reconocerse a sí mismos como víctimas de abuso, les impide denunciar el abuso por miedo a la vergüenza de ser etiquetados como débiles, o impide que sus amigos o las autoridades les crean y les puedan brindar ayuda.

Maltrato emocional a las infancias y adolescencias

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"La violencia emocional contra los niños es habitualmente perpetrada por personas con las que estos tienen una relación o vínculo personal estrecho."[18]​Por tanto, provoca heridas por el maltrato y por la traición que esto supone.[4]

En sí, “El maltrato psicológico a los niños, niñas y adolescentes en la familia es una de las tipologías principales y potencialmente más dañinas de desprotección infantil y a la vez una de las que presenta mayores dificultades para su identificación, evaluación y abordaje.”[19]​ También, se le suma a las consideraciones de ciertos casos que el abandono físico o negligencia infantil destaca respecto al resto de tipologías de maltrato infantil.[20]

En el ámbito penal, entra en la tutela jurídica de la salud mental, por causa de violencia doméstica y lesiones de género, justificada por patrones culturales y la socialización.[21]​ En el proceso de violación a los derechos e integridad del individuo, podemos encontrar el hostigamiento verbal, ya sea por medio de insultos, críticas negativas que afectan de manera permanente, descréditos, la humillación, destrucción con el gesto o el acto, etcétera. A diferencia de la violencia física, esta no tiene resultados inmediatos, más bien, son el resultado de una rutina de maltrato que, con el paso del tiempo, empieza a ganar visibilidad.[22]

Consecuencias generales

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El abuso psicológico provoca intencionalmente en la víctima una reacción de ansiedad, temor o miedo y depende las circunstancias en las que se esté llevando a cabo es cómo va a afectar a las víctimas; por ejemplo, en el área laboral, está comprobado que el abuso o acoso psicológico crea estrés sobre las víctimas, lo cual puede derivar en problemas organizacionales de trabajo.[23]​ Por otro lado, cuando se habla de abuso psicológico de padres hacia hijos en el ambiente familiar, las consecuencias muchas veces se ven reflejadas en el desarrollo de los niños ya sea a escala social o personal y aunque muchas veces estos casos no suelen ser intervenidos a menos que se pueda demostrar abuso físico o sexual en los niños, el estudio de Claussen y Crittenden demuestra que un 90% de los niños que presentaban evidencias de abuso físico, habían sido maltratados psicológicamente.[24]

Formas de detección

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A diferencia del maltrato físico, el abuso psicológico no siempre presenta secuelas que se pueden apreciar a simple vista, razón por la cual la detección del abuso psicológico es difícil de identificar por órganos externos. La profesora M. Gómez de Terreros Guardiola señala que cuando no se entiende una descripción comprensible del abuso o maltrato psicológico, es más complejo lograr tener un diagnóstico temprano del caso y por ende cualquier medida que se tome para efectuar un cambio en la situación es difícil de ejecutar. En el tema del hogar, dónde se trata con menores, es importante tener en claro qué conductas pueden ser permisibles y qué otras pueden ser perjudiciales para los niños para poder identificar que existe algún tipo de maltrato. Por otro lado, cuando se trata de un pareja ya sea noviazgo o matrimonio, se debe entender en qué momento el maltrato de una parte de la relación está afectando a la otra o incluso a ambas.

Ciertas conductas son;

  1. Burlas. Cuando comienzan a ridiculizarte en público, te rebajan, o te humilla, es un buen momento de detectarlo, comienzan a reírse de ti y no contigo.
  2. No se pone en tu lugar. Regularmente en parejas, esta rehusado a conversar contigo, te manipula a grado que consideras que tu punto de vista no es válido.
  3. Usa cosas hechas en tu contra. Chantajearte con secretos, normalmente cosas intimas de las que no quieres que la gente se entere.
  4. Te compara desfavorablemente. Una manera de hacerte sentir menos, es poniéndote en comparación física y mentalmente con alguien más. Siempre afirmando que la otra persona es mejor.[25]

Referencias

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  1. a b c d Herman, J. L. (2023). Truth and Repair: How Trauma Survivors Envision Justice. Estados Unidos: Basic Books.
  2. Guerra, Teresa (13 de noviembre de 2017). «Señales para reconocer el maltrato psicológico». 1. Consultado el 10 de octubre de 2017. 
  3. Gonzalez, A. (2017). No Soy Yo: Entendiendo El Trauma Complejo, El Apego, Y La Disociación: Una Guía Para Pacientes. España: Ana Isabel González Vázquez.
  4. a b c d van der Kolk, B. (2020). El cuerpo lleva la cuenta: Cerebro, mente y cuerpo en la superación del trauma. España: Eleftheria.
  5. Sauceda García, Juan Manuel, & Maldonado Durán, Jesús Martín. (2016). El abuso psicológico al niño en la familia. Revista de la Facultad de Medicina (México), 59(5), 15-25. Recuperado en 14 de marzo de 2024, de http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0026-17422016000500015&lng=es&tlng=es.
  6. Bleichmar, S. (2012). La construcción del sujeto ético. Argentina: Grupo Planeta - Argentina.
  7. Swales, S. S. (2012). Perversion: A Lacanian Psychoanalytic Approach to the Subject. Reino Unido: Routledge.
  8. Santamaría, Jaime Arturo (15 de noviembre de 2019). «Segato, Rita Laura. Contra-pedagogías de la crueldad. Buenos Aires: Prometeo Libros, 2018. 142 pp.». Ideas y Valores 68: 214-218. ISSN 2011-3668. doi:10.15446/ideasyvalores.v68n5supl.80620. Consultado el 14 de marzo de 2024. 
  9. Öcalan, A. (2015). Civilization: The Age of Masked Gods and Disguised Kings. Noruega: New Compass Press.
  10. Novoa, G. D. (2018). Ética de la liberación de Enrique Dussel: Ética descolonizada y transmoderna. Colombia: Ediciones Unibagué.
  11. Bleichmar, S. (2011). La construcción del sujeto ético. Argentina: Paidós.
  12. Castillero Mimenza, Oscar (2018). «Las 4 diferencias entre abuso y maltrato». 1. Consultado el 1 de septiembre de 2018. 
  13. Rodríguez-Carballeira, Álvaro (diciembre de 2005). «Un estudio comparativo de las estrategias de abuso psicológico: en pareja, en el lugar de trabajo y en grupos manipulativos». Anuario de Psicología. Consultado el 17 de septiembre de 2018. 
  14. Rey-Anacona, César Armando (2009). «Maltrato De Tipo Físico, Psicológico, Emocional, Sexual Y Económico En El Noviazgo: Un Estudio Exploratorio». Acta Colombiana de Psicología 12 (2): 27-36. ISSN 0123-9155. Consultado el 8 de octubre de 2018. 
  15. Marchand de Pombo., Maria Victoria (2012). «Maltrato-Abuso verbal y psicológico: Como detectarlo y cómo enfrentarlo». 310 235 0798. 1. Archivado desde el original el 28 de septiembre de 2018. Consultado el 10 de septiembre de 2018. 
  16. Blázquez Alonso, Macarena (1696-2095). «Estudio del maltrato psicológico, en las relaciones de pareja, en jóvenes universitarios». Pdf. Consultado el 10 de octubre de 2018. 
  17. Buesa, Sara; Calvete, Esther (2011). «Adaptación de la escala de abuso psicológico sutil y manifiesto a las mujeres en muestra clínica y de la comunidad». Anales de Psicología 27 (3): 774-782. ISSN 0212-9728. Consultado el 8 de octubre de 2018. 
  18. «Eliminar la Violencia Contra los Niños y Niñas: Seis Estrategias Para la Acción #ENDviolence». Sección de Protección de la Infancia de UNICEF. septiembre de 2014. Archivado desde el original el 19 de noviembre de 2017. 
  19. Arrabuarrena, Ignacia (2011). «Maltrato Psicológico a los Niños, Niñas y Adolescentes en la Familia: Definición y Valoración de su Gravedad». Psychosocial Intervention. Consultado el 20 de septiembre de 2018. 
  20. Manuel., Moreno Manso, Juan ([2002]). Maltrato infantil : teoría e investigación. Editorial Eos. ISBN 8497270258. OCLC 51667239. Consultado el 10 de octubre de 2018. 
  21. CHING C., Ronald Lin (Septiembre. 2003). «Propuesta de valoración del daño psicológico en materia de violencia doméstica. Med. leg. Costa Rica». Medicina Legal de Costa Rica. Consultado el 3 de septiembre de 2018. 
  22. «Comportamiento de la violencia intrafamiliar». Revista Cubana de Medicina General Integral 15 (3): 285-292. 1999-6. ISSN 0864-2125. Consultado el 8 de octubre de 2018. 
  23. Rodríguez Muñoz, Alfredo. «Abuso psicológico en el trabajo: revisión de la literatura y nuevas líneas de investigación». 2011. Consultado el Octubre, 2018. 
  24. Gómez de Terreros Guardiola, Montserrat. «Maltrato psicológico». Abril, 2006. ISSN 1135-7606. Consultado el Octubre, 2018. 
  25. BBC, Redacción. «Cinco señales de que eres víctima de abuso emocional». BBC News Mundo. Consultado el 10 de octubre de 2018. 

Bibliografía

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Véase también

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