21 de agosto
Debo
buscar razones que justifiquen mi quietud, mi nada más al viento, como los
molinos ramell en Sa Pobla – Mallorca, empujados por una flecha… dejados de lo que
una vez fueron al capricho del aire; gris donde las palas lucieron fuertes de color
y ahora solo chirridos y quejas. A eso de tanto andar olvidé la salida, perdí
el destino y encontré a cambio de todo tanto que… apenas nada. Resignado a la contemplación cuento
estos días embelesado en Linares-Baeza de una en una todas las traviesas de la
vía, escucho los trenes que arrancan y en los que a nadie despido, son cuatro
millones de pares; pisan las
maderas raíles que escapan cobardes y concomitantes hacia el horizonte, hasta donde mis ojos operados ya no distinguen…
Como un trompetista bizco con la cara hinchada… quedo allí sentao oliendo la
grasa… viéndolo pasar.
Esta carta me llegó hoy, yo que nunca recibo… voy a tratar
de leerla:
Palacio
de las moredas 21 de agosto del presente
Señor Buendía, a usted que
fue solo un rato toda mi vida y que sin entender por qué no lo he
olvidado; quisiera pedirle que se retire, que sin causticidad entienda
que deseo… usted deje de vivir, que muera. Pues debe saber la grave molestia
que para mí es su presencia, incluso de oídas la certeza de su existencia…
tan larga y aburrida: en el olvido, en el recuerdo y en el reencuentro...
Señor, sepa que solo sus deleitosas torpezas provocaron en mi corazón estas
profundas heridas, todas: Sus obsesiones, ensueños y ambigüedades, aquel
absurdo subjetivismo, la exasperación de su extravagancia... los noes y
los síes, los peros… el desasosiego. Mi querido Fernando, de mi
desaparezca; sin que malentienda mi gusto espero, pues solo quisiera no
volver a necesitarlo… y no encuentro otro remedio para mi bien que su
inexistencia. Quisiera de esta manera recuperar el aliento y volver a
dormir con tranquilidad no más que hasta el amanecer reposada y esperar cada
día el desayuno descuidada en la cama. Conozca mi malestar el daño y las
molestias a lo largo de los años suscitadas, el runm runm incesante en mi
cabeza hasta romper en la locura; asimismo considere el perjuicio
ocasionado, lucro cesante por no haber aprovechado el tiempo
de su culpa perdido… con otro más elemental y menos
indeterminado.
Entérese también, sepa señor, que
especialmente la casa se me hace insoportable en las tardes en que asomada a la
ventana miro hacia la esquina del antiguo hospital de piedra cuando por un
casual y con aire desgarbado por allí cruza la decaída caricatura de lo
que antes, Distinguido y olvidado, usted fue… ¡si bien recuerdo
aún su fina estampa¡ Y con las manos apretadas a la pequeña baranda,
trato de cerrar los ojos para no ver… pero usted, inexcusable pasa.
Sin más me despido, sin nada, sin quererlo…
sin poder ¡ansiado olvido¡
Genoveva Oliveira
No sé de
quien vino ni debo querer saberlo, el cartero la dejo en el buzón junto
al resto de la correspondencia: recibos domiciliados y saludas de los bancos…
Pero ¡el tiempo huye…¡ he leído en esta carta, hacia atrás de mí
ahora… El presente es como el punto de fuga en una perspectiva, es un
vértice impropio, situado en el infinito y que solo tiene sentido como
referente para recrear la realidad, el pasado y el futuro constituyen las
aristas que conforman el volumen. Siempre estamos en el punto de fuga, impropio,
situado en el infinito, pero siempre huyendo hacia cualquier rincón, el que fue
o será... Olvida si puedes que existimos una vez querida y
recuerda que en realidad na fuimos… que solo soñamos… Pero si has de
imaginarme, imagíname siempre al acecho...
© f. buendía.