Me gustan las películas de Paul Greengrass por su estilo vibrante y su capacidad para generar tensión, pero en 22 de julio se echa en falta esa energía; la película es correcta y respetuosa, pero también resulta algo fría y distante, más cercana a un informe dramatizado que a un relato emocionalmente potente.
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Me gustan las películas de Paul Greengrass por su estilo vibrante y su capacidad para generar tensión, pero en 22 de julio se echa en falta esa energía; la película es correcta y respetuosa, pero también resulta algo fría y distante, más cercana a un informe dramatizado que a un relato emocionalmente potente.