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La Gestión Cultural en América Latina
Profesores:
Dr. Eduardo Nivón Bolán, UAM-I
Mtra. Delia Sánchez Bonilla, UAM-I
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Contenido:
1. La GC en la transformación de los estados latinoamericanos.
2. La gestión cultural en los orígenes del estado nacional-popular.
3. Gestión cultural e institucionalidad cultural.
4. Los gestores culturales en la primera institucionalización
cultural.
5. La segunda institucionalización de la cultura.
6. Tercer momento de la institucionalización.
7. El gestor cultural en distintos escenarios.
8. Tesis sobre los gestores culturales en América Latina
9. Bibliografía
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1. La GC en la transformación de los estados latinoamericanos.
La dinámica de los estados latinoamericanos del último tercio del siglo pasado hasta la
actualidad ha estado dominada por una importante transformación estructural que a su vez ha
obligado a dejar atrás viejos modos de hacer política. Manuel Antonio Garretón y un equipo de
sociólogos políticos 1 ha propuesto la noción de “matriz socio-política” (MSP) como un recurso
teórico que permite comprender las relaciones entre los actores más relevantes que subyacen a
estas transformaciones y a las prácticas políticas que les acompañan. Una matriz socio-política
“se refiere a relaciones entre el estado, una estructura de representación o un sistema de
partidos políticos (para agrupar demandas globales e implicar políticamente a sujetos) y una
base socioeconómica de actores sociales con orientaciones y relaciones culturales (lo que
incluye la participación y diversidad de la sociedad civil fuera de estructuras estatales formales)
todo ello mediado institucionalmente por el régimen político” (Garretón et al, 2004: 17).
Desde luego que es cada vez más difícil observar la vida política y social de los países
latinoamericanos de modo unificado. Tan sólo las formas de hacer frente a las tensiones
generadas por la globalización son diferentes en los casos de Chile y México -por poner dos
ejemplos de países que han comprado el paquete completo de la integración al mercado
global- de las experiencias brasileña y argentina que se han reservado una cierta capacidad
reactiva frente a ese fenómeno. No obstante, sin pretender concluir que hay una explicación
causal que dé cuenta de la dinámica económica, social y política de los países latinoamericanos
sí es posible hacer observaciones sobre los modelos sociopolíticos que imperan en distintos
momentos.
Garretón propone que en los países latinoamericanos acontece una desestructuración de lo
que llama la “matriz estatal-nacional-popular” vigente desde la década de 1930 a la 1980. Ésta
tenía al Estado como un símbolo e institución de unidad, que desempeñaba un papel central
por sus funciones para asignar recursos por medio de políticas sociales y redistributivas, “lo que
ha llevado a algunos a denominarla matriz Estado-céntrica” (Garretón 1993: 141). En esta
matriz la forma más eficaz de acción colectiva es directamente a través de las movilizaciones
políticas en tanto que era notable la ausencia de relaciones institucionales bien establecidas
entre sus diversos componentes. En el plano económico el desarrollo era hacia dentro a partir
de la industrialización, la autonomía nacional y la integración de las clases medias y los sectores
populares organizados. La acción social estaba subordinada a la política independientemente
del grado de representación de los sectores sociales. Las características de la economía y la
geopolítica internacionales fueron determinantes durante la emergencia de esta matriz sociopolítica y mantuvieron su importancia durante su apogeo (Garretón et al, 2004: 25).
En la década de 1970 empezaron los cambios y las tensiones internas que condujeron a una
descomposición gradual de la matriz y a una recomposición parcial y desigual -apoyada en
algunos países en dictaduras militares- que ahora estaría organizada alrededor del mercado y
1
Hay varios textos donde Garretón expone este concepto. Uno de los más amplios es el que compiló bajo el título
América Latina en el siglo XXI. Hacia una nueva matriz Sociopolítica Santiago, LOM, 2004
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en principios neoliberales (op. cit.: 136). La matriz neoliberal se extendió a otras regiones
cuando el impacto de la crisis de la deuda obligó a desmantelar el viejo esquema de relaciones
socio-políticas.
Más, tarde en los años ochenta y noventa, se superpuso a la prolongada desarticulación de la
matriz estatal popular los progresivos impulsos por construir una matriz alternativa neoliberal e
impulsada por el mercado y las luchas por resistir la imposición de esta última. Los esfuerzos
por salir de esta situación no han dado lugar a una clara matriz socio-política sino a tendencias
no siempre precisas ni integradas en un proyecto nacional único que apuntara a nuevas clases
de relaciones entre el estado y la sociedad y la posibilidad de reconstruir una matriz
sociopolítica. Con todo, se puede proyectar una MSP multicentrada emergente que poseerá
características que se oponen tajantemente a las dos anteriores. Ésta se configuraría a partir de
sus vinculaciones con la economía mundial y por el reforzamiento de la autonomía,
complementariedad e interacciones entre el Estado, el sistema de representación y la sociedad
civil (op. cit.: 143-4).
¿Qué implicaciones tiene la conformación de las distintas matrices sociopolítica desde el punto
de vista del Estado y la gestión? Durante el periodo nacional-popular la etapa de política de
masas no estuvo asociada al despliegue de la democracia política. La política se organizó en
torno a la intervención y la regulación del Estado impregnando todas las relaciones sociales.
Eran los canales políticos organizados en torno al Estado los que producían integración o
exclusión, marginación o participación en los recursos públicos. En este mismo ambiente el
Estado produjo y reforzó espacios culturales comunes vinculados las más de las veces al sistema
educativo.
La transformación de la matriz nacional popular debilitó el papel del estado como estructurador
de la sociedad. La globalización y el neoliberalismo propusieron nuevos modelos de desarrollo
que condujeron a una desintegración del tejido social que se expresó en nuevas formas de vida
urbana, inseguridad, criminalidad, individualismo, desigualdad, precarización, desconexión,
etcétera. Para muchos estudiosos estas manifestaciones tienen como trasfondo la reducción
del papel del Estado en todos los campos de la vida social. Del decisivo papel que tuvo en el
desarrollo durante el periodo nacional-popular pasó al de ser un testigo de la disolución de lo
público y, en cambio, se acrecienta su papel de mediador entre diversos actores sociales. Ya no
es el Estado el conducto para el acceso a bienes y servicios sino ha asumido un papel subsidiario
que intenta corregir los problemas que genera el mercado.
También es posible observar en algunos espacios nacionales que se intenta desarrollar una
nueva esfera pública no directamente identificada con lo estatal, donde los medios de
comunicación y las instituciones públicas reciben una autonomía que intenta representar la
sociedad y dar cauce a la democracia y los derechos ciudadanos. En muchos países de la región
ha habido una transformación de la gobernabilidad en aras de ceder a comisiones autónomas
poderes que antes estaban reservados al estado en cuanto árbitro de la competencia, las
comunicaciones, la evaluación de la acción pública, las elecciones, la banca, la información
estadística y hasta la acción cultural. De igual forma se han puesto en marcha procesos más o
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menos decididos para derivar a regiones o municipios muchas de las responsabilidades que
descansaban en un estado central. Incluso se ha abierto un espacio para revalorar la diversidad
frente a la visión oligárquica y nacional popular que pretendían fundar una identidad única.
El Estado entonces se ha vuelto un campo de disputa en cuanto administrador y gestor del
bienestar y en cuanto al acceso de los ciudadanos al pleno ejercicio de sus derechos
democráticos.
Las modalidades de la gestión pública se han identificado –siempre en términos amplios- con el
rol asumido por el Estado. Aceptando también que hay diversos niveles o jerarquía entre los
gestores públicos, en la matriz estatal-nacional-popular, en la que el Estado tiene el papel
central, la gestión es el instrumento mediante el cual éste cumple sus objetivos y el personal
que realiza esas tareas se identifica y adquiere en muchas ocasiones ese papel mistificador con
que el Estado se asume. La gestión y los gestores se vuelven celosos promotores de las tareas
del estado, asumen compromisos políticos y cívicos de los cuales se deriva la distribución de los
recursos y con frecuencia se comportan hacia el Estado como si éste fuera un patrimonio del
grupo que lo gestiona.
Bajo una matriz neoliberal o multicentrada, el Estado y la gestión se vuelven permeables a las
fórmulas empresariales y a las pautas internacionales. Los altos cargos de la gestión pública son
entregados a personas provenientes de otras esferas como las grandes empresas, las
universidades o las instituciones internacionales. La gestión deja de ser una carrera y se
convierte en un flujo horizontal que transita de la empresa a la administración y viceversa,
donde los valores con los que trabaja tienen rasgos empresariales o ciudadanos.
Una segunda implicación está en las capacidades y valores que la gestión pone en juego. En la
matriz clásica la lealtad al estado y a sus representantes es uno de los valores fundamentales
más allá de las capacidades técnicas. En la matriz neoliberal y multicentrada las capacidades y
calificaciones personales de los gestores tienden a ser más apreciadas que la lealtad política.
Desde el punto de vista de las prácticas, en la matriz clásica la iniciativa de los gestores se
circunscribía a la audacia para llevar a cabo los programas diseñados y a las directivas políticas.
A veces con heroísmo muchos gestores públicos se entregaban a un ideal de realización de los
objetivos populares incluso arrostrando riesgos personales. En la matriz neoliberal o
multicentrada la responsabilidad de los gestores también implica la fase planificadora. Más que
audacia personal, requieren inteligencia para identificar e integrar diversas miradas en la
realización de los objetivos públicos.
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2. La gestión cultural en los orígenes del estado nacional-popular.
El gestor cultural no es un actor nuevo en la escena cultural de América Latina. Podemos
rastrear ejemplos importantes a lo largo de todo el continente. Proponemos tres casos que
pueden ilustrar modelos diferentes de gestión cultural en la época de formación de los estados
latinoamericanos como estados modernos de inicios a mediados del siglo XX.
En México, José Vasconcelos (1882-1959) 2 ha sido considerado el gestor cultural por excelencia
del estado postrevolucionario. Fue impulsor de la alfabetización a través de una campaña que
movilizó a cientos de jóvenes y adultos, 3 creador de instituciones, mecenas de las artes, 4 editor,
maestro, funcionario… Hizo de la promoción cultural el gran espacio de consolidación del
Estado de los años veinte y su huella está aún presente. Tras Vasconcelos encontramos el
desarrollo de la gestión cultural en los bordes que conectan este campo con otros como la
educación, el desarrollo comunitario, la salud, o la producción artesanal y agrícola.
En otro extremo del modelo de intelectuales-gestores culturales latinoamericanos encontramos
promotores que desarrollaron su actividad fuera de las instituciones e incluso en contra de
ellas. El historiador Ronald Wilson nos presenta a Luis Emilio Recabarren (1976-1924) en su
incesante lucha por la construcción de la organización y conciencia de clase de los trabajadores
por lo que echó mano de todos los recursos, especialmente de la educación y el arte. 5 Por ello
Wilson se acerca al fundador del Partido Comunista de Chile y lo describe “como un educador,
2
De Vasconcelos se pueden escribir muchas páginas gracias, sobre todo, a que fue uno de los intelectuales
mexicanos que más testimonios dejaron de su andar político. Sus memorias publicadas bajo el título de Ulises
Criollo dan cuenta de cómo interpretaba su propia vida como en constante movimiento buscando arriban a una
Ítaca imaginaria. De hecho su cultura filosófica se basó en la lectura de filósofos del siglo XIX y diseñó para sí una
divisa de acción permanente que llevó a la práctica en sus años de funcionario. Al menos hay dos grandes etapas
en la vida de Vasconcelos como intelectual, la que va de la primera década del siglo XX en que formó parte de una
hornada de jóvenes ilusionados con el cambio y que al llegar el movimiento revolucionario se suma a la lucha
democratizadora de Francisco I. Madero, luego a la “Convención” que fue el intento de acuerpar a todos los grupos
revolucionarios y finalmente al obregonismo que le dio la oportunidad de desarrollar una agitada labor en favor de
la educación y la cultura durante el periodo de 1920 a1924 en que fue primero rector de la Universidad Nacional y
luego Secretario de Educación Pública. La cultura para él tenía un sentido semejante a la moral y la entendida
como un recurso purificador de la violencia que había caído el país en la segunda década del siglo. Esta etapa
termina en 1929, año en que participa en una larguísima campaña electoral por la presidencia del país de la que
resultó perdedor. La segunda etapa de la vida del Vasconcelos adulto inicia con su autoexiliarse por casi una
década, tiempo en que la amargura lo lleva a criticar la democracia, la revolución, la república española y en
general todo movimiento progresista y en cambio se manifiesta favorable a las ideas autoritarias y fascistas de la
época. Fue un hombre de contrastes y como tal sus últimos años defiende un conservadurismo extremo que lo
aproxima a las posiciones más retrógradas de esa época.
3
De hecho, fue la primera campaña de alfabetización posterior a una revolución social, como luego se hizo en
Cuba y Nicaragua.
4
Vasconcelos fue el impulsor del muralismo mexicano que nació precisamente en los muros de la Universidad
Nacional y de la Secretaría de Educación Pública.
5
Las impresionantes imágenes de su funeral no hacen sino confirmar la enorme influencia y afecto que a sus 48
años
de
edad
había
alcanzado
entre
los
sectores
populares
chilenos.http://www.youtube.com/watch?v=gqi82eHKxzw
7
gestor cultural y propagandista”. Para 1917, año de la revolución rusa, Recabarren ya había
experimentado diversas rutas para el crecimiento cultural de la clase obrera entre las que
destaca la prensa y el teatro.
Sin embargo, la creación de la prensa obrera, no solo generó diarios a favor de los intereses de
la clase trabajadora, sino que sus locales fueron enclaves de irradiación de la cultura obrera. Un
ecuatoriano avecindado en Iquique, David Barnes, recuerda que apoya y le arrienda a
Recabarren una casona en Barros Arana 9, casi esquina de Sotomayor, para instalar allí ‘El
Despertar de los Trabajadores’, barrio netamente obrero repleto de conventillos y cités. Allí se
instala con su imprenta. “La casa estaba junto a una escuela de niñas (...) El segundo piso era
una azotea que servía de teatro”. El 16 de enero de 1912 aparece el primer número de El
Despertar de los Trabajadores. En ese ambiente crea el Círculo Cultural y Artístico, organiza el
Conjunto Infantil Arte y Libertad, a cargo de Mariano Rivas, argentino, el Circulo Arte y
Revolución, dirigido por Jenaro Latorre; la estudiantina Germinal y el Coro Obrero, todas
instituciones que tendrán una amplia repercusión en la difusión de la cultura popular. Estos
datos históricos recopilados por Pedro Bravo Elizondo (Raíces del Teatro Popular en Chile,
1991), refutan el mito que dice que el teatro chileno nació con la creación del Teatro de Ensayo
de la Universidad de Chile en los años 40. Lo cierto es que el teatro, especialmente aquel de
carácter popular, germinó en el norte con Luis Emilio Recabarren, cuando el dirigente obrero
creó esta serie de grupos y centros culturales (Wilson, 2010).
Desde luego que no es nada sorprendente la adhesión casi inmediata de Recabarren a la
revolución de octubre. Es más interesante el que Vasconcelos haya encontrado en Lunacharski
una inspiración a su propio trabajo cultural que en los primeros años de la década de los veinte
estaba sostenido en la movilización de los estudiantes de la Universidad Nacional. Posiblemente
no fue el impacto del movimiento de la Proletcult 6 lo que le deslumbró, pero sí lo fue el
6
Al inicio de la revolución los principales intelectuales que asumen la conducción de la política educativa y cultural
formaron parte de una fracción bolchevique había disputado a Lenin la conducción del partido. El más notable de
ellos fue Alexander Bogdanov, un hombre con muy amplios intereses intelectuales que iban de la economía, la
medicina, la física y la filosofía. Bogdaniv era sólo tres años menor que Lenin (1873-1929) y también fue perseguido
y exiliado por las fuerzas represivas zaristas a fines del siglo XIX. Tras verse derrotado en la lucha política interna,
Bogdanov se integró a un grupo próximo al bolchevismo pero con actitudes radicales en cuanto a la táctica de
lucha. En 1909 Bogdanov fue expulsado del partido y decidió unirse a algunos exiliados como Maxim Gorki y
Anatoli Lunacharski (su cuñado) y otros miembros de la fracción otzovista (revocadores) que se oponía a participar
en las organizaciones legales y el parlamento y exigía revocar el mandato a los diputados socialdemócratas en la
Duma.
El grupo de exiliados en Italia fundó en Capri una escuela para trabajadores rusos y tal vez a causa de su lejanía del
partido hizo de esa actividad de formación un proyecto más claramente vinculado con una idea del papel de la
cultura en la creación de una sociedad comunista.
Al triunfo de la revolución Bogdanov fundó y dirigió el movimiento artístico proletario llamado Proletkult. Se trató
de un proyecto radical en cuanto su concepción de la cultura en el que propuso la destrucción total de la “vieja
cultura burguesa” a favor de una “cultura proletaria pura” del futuro. Al principio el Proletkult, como otros
movimientos culturales de corte radical de la época, tuvo apoyo financiero del gobierno bolchevique, pero a partir
de 1919-1920 la dirección bolchevique se volvió hostil al movimiento.
8
extraordinario despertar de las masas una vez destruida la autocracia, fenómeno coincidente
con el despertar cultural mexicano de los años posteriores a la movilización armada de la
segunda década del siglo XX. Por su parte, podemos suponer que una vez dado el triunfo de la
revolución Rusa, Recabarren vio confirmadas en el movimiento Proletkult sus tesis sobre
cultura de modo que su ideario político se fortaleció en la intención de impulsar una cultura
obrera que concebía como autónoma, distinta y contrapuesta a la cultura burguesa. En esos
márgenes él construyó toda su visión teórica y práctica del quehacer de su clase en la lucha por
el socialismo.
Vasconcelos montado sobre la ola de creatividad que produjo la revolución mexicana o
Recabarren como un gramsci anterior a Granmsci en cuanto promotor de la cultura popular son
dos ejemplos de arrebatados impulsores de la cultura, ambos arraigados en la “nacionalización”
de los valores culturales y el fortalecimiento de la identidad entre los sectores subalternos. Al
contar Vasconcelos con la fuerza de un estado que empezaba a definirse como un estado social,
los proyectos que desarrolló fueron de mayor alcance que el trabajo de Recabarren circunscrito
a las posibilidades que le otorgaba su organización política y los sindicatos, pero ambos
muestran las potencialidades del trabajo cultural como recurso para orientar simbólicamente
un proyecto de desarrollo.
Hasta cierto punto la Semana de Arte Moderna 7 que se realizó en Sao Paulo en 1922 tuvo un
efecto similar. Promovida por el llamado “grupo de cinco” –los escritores Mario de Andrade,
Oswaldo de Andrade, Menotti del Picchia y las pintoras Tarsila de Amaral y Anita Malfatti-, la
semana fue un proyecto de búsqueda de la nación brasileña a cien años de haber logrado la
independencia y a la luz del fracaso europeo que supuso la primera guerra mundial. El
modernismo que postulaban los intelectuales y creadores en ese evento incorporaba tanto la
confianza en el progreso y la industrialización como la búsqueda de un destino propio al
margen de los modelos europeos.
En definitiva, la Semana de Arte Moderna nacida en el teatro municipal de San Pablo e irradiada
a todo el continente, resaltó los valores nacionales y articuló esencialmente una visión futurista
del mundo, lo que sirvió para potenciar la aparición de otros movimientos como el tropicalismo
y en lo político contribuyó a fortalecer las raíces del Brasil y el desarrollo de una visión
cosmopolita y moderna para la construcción de un país más integrado por ejemplo a través del
planeamiento de la construcción de Brasilia (Della Salla, s/f).
Los máximos líderes políticos de la revolución Lenin y Trotski no compartieron esta visión de la nueva cultura
proletaria. Puede saberse más del Proletkult en Walsh (2007) y en el capítulo 7, “Rusia a través de la lente
soviética”, de Figes (2010).
7
La Semana tuvo lugar en febrero de 1922 y representó con el tiempo una renovación del lenguaje en la
búsqueda de la renovación, la libertad creadora y la ruptura con el pasado. Al mostrar su inconformidad con las
pautas clásicas del trabajo artístico, como la poesía parnasiana, los jóvenes poetas, músicos y artistas plásticos
buscaban un lenguaje en diálogo con lo moderno –por ejemplo con la sociedad industrial- y con lo brasileño. De
ahí que la ruptura habrá que verla tanto con el pasado como con las formas dominantes del arte importadas de
Europa. Puede verse un video de 8 minutos, ciertamente un trabajo escolar, que nos permite apreciar algunos
aspectos de este importante suceso artístico y político (http://www.youtube.com/watch?v=2kCuv53BYOI)
9
Muchos intelectuales brasileños del periodo otorgan a este ambiente una notable influencia en
el desarrollo de su país aunque no se haya traducido en una política gubernamental o en
grandes instituciones de la cultura brasileña. Sin embargo, la figura más notable del grupo,
Mario de Andrade (1893-1945), expresó un impetuoso espíritu para llenar los vacíos que
percibía en la sociedad y la cultura brasileña.
Ser brasileño está muy cerca de no ser nada; al menos, dice M. de A., en la medida en que los
franceses, los mexicanos, los “jorubás” (como insiste el autor en escribir ¨joruba¨) tienen
carácter, es decir, son algo, tienen una “entidad nacional”. Los brasileños aun no son, de la
misma manera que [en] “un muchacho de veinte años; uno más o menos puede percibir
tendencias generales pero todavía no es momento de afirmar nada”. Pero, sin embargo, allí
fuera –o mejor allí dentro- había algo: una creatividad popular, mucho más activa cuanto más
alejada de los centros urbanos… (Giobellina 2006: 548s).
Mario de Andrade es un intelectual de lo más completo. En los años veinte su actividad se
centró en la poesía y la crítica, principalmente a través de la revista Antropofagia que fundó
junto con Oswaldo de Andrade y, en los treinta, en medio de la inestabilidad política de la
época, se movió para fundar junto con el antropólogo Paulo Duarte (1899-1984) el
Departamento de Cultura e Recreação da Prefeitura Municipal de São Paulo en 1936, del que
fue director. El objetivo del Departamento, según su acta de fundación, era "conquistar y
divulgar para todo el país la cultura brasileña", una tarea que muestra el sentido “nacional” de
la promoción cultural que querían dar al trabajo del Departamento municipal. Su ámbito de
competencias entonces era bastante amplio: supervisaba la investigación cultural y
demográfica, estaba encargado de la construcción de parques y lugares de recreo y contaba
con una importante sección de publicaciones. Andrade ejerció su cargo con gran ambición y
puso especial empeño, junto con Duarte, en el trabajo sobre el folclore –sobre todo con las
misiones de investigaciones folclóricas, especie de proyecto antropológico orquestado en
búsqueda del núcleo de la cultura brasileña-, la música popular y la gastronomía, al tiempo que
organizaba numerosas representaciones, conferencias y exposiciones. Su trabajo fue de tal
impacto que “No sería exagerado afirmar que la experiencia del Departamento de Cultura
implica el surgimiento en Brasil de la propia noción de política cultural” 8, explica Roberto
Barbato, autor de Missionários de uma utopia nacional.
De este modo escribe otro investigador sobre el periodo:
Sao Paulo, con un tercio de extranjeros en su población, se convertiría en la cuna de la
nación brasileña; decía Paulo Duarte: “La Nación todavía era algo a ser descubierto e
inventado”. El papel del Departamento, como establecía su acta de constitución, era
“conquistar y divulgar para todo el país la cultura brasileña”, sintetizando lo que dice
8
Citado por Carlos Haag, 2004.
10
esta autora: los bandeirantes 9 habían desbravado el país todo, los intelectuales tendrían
en 1935 el mismo papel” (Giobellina 2006: 556).
Mario de Andrade empuja la creación del Departamento en la época en que el gobierno de
Getulio Vargas a través de Gustavo Capanema está creando las primeras insittuciones
nacionales de cultura. Se trató de una etapa fundacional que tuvo gran repercusión en las
políticas culturakes brasileñas por muchos años, no sin ser objeto de críticas. Daryle Williams
señala:
La dependencia del régimen de Vargas de la una red expandida de agencias federales
acusadas de una gestión cultural que reflejaba una aguda conciencia entre políticos,
educadores, artistas, intelectuales y ciudadanos comunes de que la administración de la
cultura podría ser una poderosa arma para administrar la Brasilianidad. Bajo el manejo
de un pequeño número de miembros de las élites políticas y culturales, muchos de ellos
provenientes de Minas Gerais, el régimen de Vargas construyó una red de instituciones
federales de gestión cultural que actuaron como centinelas en la gran lucha por
controlar la brasilianidad. Estas instituciones fueron ejemplos de los a veces
paternalistas, típicamente autoritarios e inevitablemente nacionalistas procesos de
construcción del estado y la nación que caracteriza la moderna historia política
brasileña.
No es coincidencia que los presidentes Collor de Melo (1990-1992) y Fernando Henrique
Cardoso (1995-2002) propusieran drásticas reformas a las relaciones del gobierno federal con la
cultura con la esperanza de revertir los patrones del estado establecidos bajo el gobierno de
Vargas… (Williams 2001: 52).
9
Los bandeirantes son una figura muy apreciada en la historia tradicional de Brasil. Fueron los colonos que desde
el siglo XVI penetraban, sobre todo desde Sao Paulo, en los territorios interiores del país agrupados en bandas
armadas para atacar a los indígenas, hacerlos esclavos y venderlos principalmente a las haciendas. Hoy puede ser
fácil identificarlos como una especie de bandidos, pero en Brasil fueron reconocidos como personajes heroicos por
extender la frontera incluso más allá de los límites marcados por el Tratado de Tordecillas.
11
3. Gestión cultural e institucionalidad cultural.
Vasconcelos, Recabarren, Andrade representan tres modelos de intelectuales que ven en la
cultura el recurso para la construcción de la nación. Vasconcelos se monta en el imponente
aparato de la Universidad Nacional y de la nueva Secretaría de Educación Pública, a partir de las
cuales realizó un amplio proyecto de creación de una cultura nacional y de difusión de las
creaciones artísticas. El ideal humanista de Vasconcelos calzó en sus inicios con la disposición
de los artistas por abrir una nueva fase en la comprensión de la revolución. Se trataba para
Vasconcelos de superar la barbarie a través del arte, de dejar atrás la muerte y la violencia que
tanto asustaba a las élites y a ciertos sectores de la intelectualidad, en favor de un proceso
creativo; habría que apartar lo que no fuera útil a la construcción cultural de México para dar
lugar a un país nuevo a partir, como decía Vasconcelos, de lo mejor de las culturas indígena y
española. Pero el ideal renacentista vasconceliano pronto fue llevado más allá por los
muralistas. Éstos no trataron simplemente de superar el México violento, sino de plasmar la
propia alma popular en los muros de los edificios públicos. Más que una obra plástica, se
trataba de una revelación, de hacer que el propio pueblo se contemplara a sí mismo en los
corredores, ábsides y cubos de las escaleras de San Ildefonso, el ex convento de San Pedro y
San Pablo o los muros de la Secretaría de Educación Pública.
Recabarren piensa en sentido opuesto: dotar a la clase obrera de los instrumentos para
fortalecer su lucha y para interpretar la sociedad y combatir al estado oligárquico. Una muestra
de la clara radicalidad de su pensamiento es el dato que apunta Alvaro Kaempfer de una
conferencia impartida por Recabarren el 3 de septiembre de 1910, en que criticó fuertemente
las celebraciones oficiales de[l centenario] de la independencia y espetó su rechazo a la
desmemoria que nutría la celebración oficial. De manera que, “cuando la oligarquía se
preparaba para celebrar con gran boato su siglo de vida republicana”, afirma Alejandro Witker
Velásquez 10, Recabarren “expresó, por primera vez una visión obrera de la historia de Chile,
sometiendo el orden social a una crítica profunda” (Kaempfer 2011: 151).
Andrade considera la acción cultural como el medio para descubrir al país explorando los
segmentos más alejados de la vida moderna y urbana. El modernismo es un intento de superar
lo tradicional y lo extranjero en favor de la construcción de una cultura brasileña. Por tanto su
idea al pueblo no es con el sentido “evangelizador” de Vasconcelos, sino una empresa fáustica
para hacerse con la verdadera sabiduría.
La época se caracterizó por la creación de muchas instituciones culturales aunque casi todas
ellas funcionaban de manera autónoma y aislada. Sólo el peso intelectual de los grandes
promotores culturales de esa época permitió superar el atomismo. Y tras de ellos un ejército de
promotores culturales se movió en diversos sentidos: educación, arte, patrimonio, educación
artística, investigación del folclore, artesanías, mejoramiento de la vida rural… La suerte de sus
proyectos va estar directamente relacionada con la capacidad de crear o influir en instituciones
que sirvieran de cobijo a estas acciones.
10
Los trabajos y los días de Recabarren, La Habana, Casa de las América, p. 68 16.
12
En México la Secretaría (ministerio) de Educación Pública creada por influencia de José
Vasconcelos en 1922 definió en su primitiva organización interna tres departamentos:
alfabetización, bibliotecas y bellas artes. Tres campos que integraban el hacer educativo del
momento: alfabetizar a un país mayoritariamente no letrado, bibliotecas como un anhelo de
crecimiento intelectual del pueblo mexicano y bellas artes que era la gran tarea civilizatoria.
Posteriormente el Departamento de Arqueología que dependencia de la Secretaría de
Agricultura pasó al ámbito de la Secretaría de Educación y en los años treinta y cuarenta se
crearon los institutos nacionales de Antropología e Historia (1938) y de Bellas Artes y Literatura
(1946) 11.
En Brasil la iniciativa de Mario de Andrade de crear el Departamento de Cultura y Recreación
del municipio de Sao Paulo es una muestra de la tendencia existente hasta la década de los
treinta de abandonar la atención de las demandas sociales de educación, salud, trabajo y
cultura a los gobiernos locales y regionales. Sin embargo, al sobrevenir el gobierno de Vargas
en 1930, el gobierno federal se propuso asumir un papel preponderante en las políticas sociales
-con un tono indudablemente centralista y autoritario- y por supuesto en el campo de la
cultura. Williams analiza este periodo como un tiempo de guerras culturales contra las viejas
pautas de la oligarquía y, al mismo tiempo, con el objetivo de hacer del estado el gran
promotor del desarrollo. Por ello, tras la constitución de 1934 y la elección de Vargas por el
Congreso, la reorganización del estado fue más profunda. El nuevo ministro de Educación y
Salud, Gustavo Capanema, reorganizó ambas funciones y dio a la educación un papel fundador
de la nación. En un memorándum sentenció que “bajo las provisiones establecidas en la
constitución [de 1934] la misión del Misterio de Educación, y del gobierno como un todo,
pueden ser resumidas en una palabra: cultura. O mejor, cultura nacional”. Incluso Capanema
contempló la idea de renombrar el ministerio como Ministerio de la Cultura Nacional (Williams
62).
En un terreno más específico, la gestión de Gustavo Capanema se significó por la creación, en
1937, de aparatos culturales de gran importancia como el Servicio de Patrimonio Histórico y
Artístico Nacional (convertido en Instituto en 1970), el Instituto Nacional del Libro, el Servicio
Nacional de Teatro (SNT), el Instituto Nacional de Cinema Educativo (INCE) y del Conselho
Nacional de Cultura en 1938.
Podemos recorrer varios países latinoamericanos en ese periodo y encontrar procesos
parecidos. En Colombia la secretaría de Educación creó en 1954 la Subsecretaria Técnico Cultural en donde agrupó la División de Extensión Cultural y la División de Coordinación
Universitaria y Alta Cultura 12. Por su parte, en los años veinte, el gobierno de Chile creó una de
las primeras instituciones culturales de alcance nacional. Se trató del Consejo de Monumentos
Nacionales (1925) cuyo origen puede relacionarse con la reforma del estado consagrada por la
constitución de 1925. Cuatro años después, en 1929, se creó la Dirección de Bibliotecas,
11
12
http://www.oei.es/cultura2/mexico/indice.htm
http://www.sinic.gov.co/OEI/paginas/informe/informe_20.asp
13
Archivos y Museos con el objetivo de reunir y coordinar las más destacadas instituciones
culturales que se habían formado desde el nacimiento de la república como la biblioteca
Nacional o Museos como el Historia Natural y el de Bellas Artes, instituciones hasta entonces
autónomas y carentes de una política común. La dirección, que dependía del Ministerio de
Educación Pública, tenía como principales objetivos dar a sus servicios dependientes una
“estructura de coordinación, armonía y concordancia exigida por la misión cultural a que en
conjunto están llamados” 13.
Una mención especial puede hacerse del caso argentino. En 1935 se creó la Comisión Nacional
de Cultura bajo una idea vinculada a la creación artística ya que su fundamento legal es la Ley
11.273 relativa al Régimen Legal de la Propiedad Intelectual. Esta norma establecía que sus 12
miembros fueran representantes de instituciones que se consideraban “los núcleos” que
participaban “en el proceso de creación de nuestros valores artísticos y culturales”. El objetivo
era que la comisión propusiera actividades al Poder Ejecutivo y la creación de premios de
estímulo y becas de perfeccionamiento artístico, literario y científico dentro del país y en el
Extranjero (Niño: 2007). Pero este objetivo aparentemente técnico rápidamente se
comprometió con la acción y la ideología de ese momento 14 de modo que muchas de las
acciones que se impulsaron desde la comisión tenían que ver con el acercamiento de la cultura
a los sectores obreros, preocupación básica de un ala del nacionalismo argentino. La comisión
permaneció vigente poco más de veinte años. En 1957, en el marco de la aprobación de la
constitución de ese año en la que se incorporan al texto los derechos sociales, se crea la
Dirección General de Cultura dependiente del Ministerio de Educación y Justicia.
13
http://www.dibam.cl/Vistas_Publicas/publicContenido/contenidoPublicDetalle.aspx?folio=5632
Alejandra Niño refiere la interpretación de Alberto Spektorowsky (The Origins of Argentina's Revolution of the
Right, University of Notre Dame Press, 2003)sobre el periodo de los años treinta y cuarenta argentinos: “Entre las
numerosas investigaciones de interés,2 la tesis de A. Spektorowsky postula la emergencia en la década del treinta
de una nueva derecha en la que confluyen a modo de síntesis dos vertientes del nacionalismo, antitéticas en un
principio, esto es: la “integralista” –que el autor mencionado identifica con la derecha más reaccionaria– y la
“populista” –que reconoce en FORJA principalmente– y cuya máxima expresión adquiere pregnancia durante el
gobierno militar de 1943-1946. Entre las características de este pensamiento de síntesis integralista-populista,
destaca su adhesión a nociones tales como las de antiimperialismo, justicia social o modernización
económica cercanas a un modernismo reaccionario [es decir el periodo del nazismo en Alemania].
14
14
4. Los gestores culturales en la primera institucionalización cultural.
Juan Luis Mejía (2012) en un breve y muy sustancial trabajo propone la problemática actual que
enfrentan las instituciones culturales. El texto sigue la idea de que ha habido en AL tres
momentos o etapas de la institucionalización cultural. La primera ya la hemos tratado es la
creación de instituciones propiamente culturales. Cierto que muchas de ellas proceden del siglo
XVIII como los gabinetes naturalistas o jardines botánicos y algunas academias y más tarde
museos, bibliotecas, archivos museos. Ya en el siglo XX y con la consolidación del estado
nacional-popular hemos observado la creación de nuevas instituciones ahora con una vocación
claramente cultural y de prácticas novedosas que tendían a vincular la investigación y la
formación artística. ¿Cómo fue el desempeño de los gestores culturales en este periodo?
Al comentar las características de los responsables de las instituciones culturales creadas por
Gustavo Capanema durante el gobierno de Vargas, Williams señala que el funcionariado con el
que echó a andar el proyecto del Estado Novo brasileño requirió un personal comprometido
con las reformas que estuvo formado por cuadros conservadores que sostuvieron
entusiastamente el giro hacia el estado autoritario. En general fue un personal ideológicamente
conservador en los cargos directivos e intermedios. A muy pocos intelectuales renovadores les
fueron abiertas las puertas de la administración pública. Los moderados y liberales también
fueron tomados en cuenta en el servicio público. Gustavo Capanema convenció a algunos de las
figuras más importantes del movimiento reformistas que participaran bajo contrato o sin él en
la expansión de las redes de las instituciones federales de cultura pues el Estado Novo se
conectaba con su visión de un Brasil moderno. Sin embargo los modernistas más a la izquierda
tuvieron muchos problemas para participar directamente en un estado autoritario al lado de
personas ultraconservadoras, aunque el ministro Capanema se esforzó por lograr equilibrios
ideológicos que parecían muy difíciles. En fin, la gestión del flamante aparato cultural del
gobierno federal era heterodoxo ideológicamente, pragmático, flexible y clientelista, pero
totalmente opuesto a decantarse por el modelo europeo fascista con el que simpatizaban
algunos personajes de la época.
México también contó con un personal directivo comprometido con el proyecto del
nacionalismo cultural. En el imaginario social mexicano aún brilla el proyecto de las misiones
culturales emprendidas por el gobierno federal en los años veinte y treinta. En 1923 Vascocelos
emitió el Plan de Misiones Federales de Educación que con diversos ajustes se mantuvo hasta la
época del cardenismo. Las misiones eran estancias de alrededor de un mes de un grupo de
maestros misioneros compuesto por “un jefe de Misión, un profesor de pequeñas industrias, un
maestro de música y orfeones, otro de educación física, una profesora de economía doméstica,
un doctor para la enseñanza de la higiene y de la vacuna y un maestro competente encargado
de las prácticas de enseñanza.” (Gamboa Herrera, 2007). En este sentido las Misiones
Culturales mexicanas fueron muy diferentes a las Misiones de Investigaciones Folclóricas
brasileñas impulsadas por Mario de Andrade en los años treinta. Aquellas llevaban la cultura al
pueblo. Las misiones brasileñas intentaban “traer de vuelta el Brasil aun no tomado por la
industrialización. Era un esfuerzo por “presentarles Brasil a los brasileños” (Haag, 2004).
15
Tanto en el proyecto brasileño como en el mexicano los cuadros medios en cambio eran más
proclives a las ideologías modernizadoras y de izquierda, y aprovechaban el tono discursivo de
muchos altos funcionarios para dar cobertura a su compromiso político. La célebre película de
Emilio Fernández “Río Escondido” (1947) narra la historia de la maestra Rosaura (María Félix)
que acude a una reunión convocada por el mismo presidente de la república para pedir a los
mejores y más abnegados maestros que vayan a los lugares más alejados y peligrosos de la
geografía del país a cumplir con el proyecto educativo del Estado. Rosaura padece muchos
infortunios por su abnegación político cultural que son parte del melodrama, pero no es menos
cierto que muchos maestros comprometidos con las misiones culturales y educativas de
aquellos años tuvieron que enfrentar a los enemigos de la reforma agraria y del estado laico
con el riesgo de sus vidas.
El siglo XX fue el siglo de las ideologías y de los grandes intelectuales. Esto no es irrelevante
para el campo de la cultura. En Brasil, el educador pernambucano Paulo Freire quien fue
maestro, director y pedagogo, dirigió en Recife el sector de Educación y Cultura del SESI
(Serviço Social da Indústria) de 1947-1954 y luego fue superintendente de mismo de 19541957. Tras varios años de exilio que aprovechó enseñando y asesorando proyectos
internacionales, Freire fue profesor en la Universidad de Campinas y luego, en 1989, secretario
de educación del Municipio de Sao Paulo. México también contó con grandes luminarias en el
campo de la educación y la cultura. En los años cincuenta y sesenta el poeta Jaime Torres
Bodet 15 reorganizo y amplió el número y la influencia de las instituciones culturales junto con
académicos y políticos de izquierda como Víctor Flores Olea 16. Ambos contribuyeron a que los
dirigentes del aparato cultural gozaran de un gran reconocimiento social.
15
Torres Bodet fue en su momento joven colaborador de Vasconcelos en los años veinte y luego Secretario
General de la UNESCO (1948-1952) y Secretario de Educación Pública (1943-1946 y 1958-1964)
16
Flores Olea fue director de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, Subsecretario de Cultura en la
Secretaria de Educación Pública (1977-1978) y de Asuntos Multilaterales de la Secretaría de Relaciones Exteriores
(1982-1988); representante de México ante la UNESCI (1978-1982) y primer presidente del Consejo nacional para
la Cultura y las Artes, CONACULTA (1988-1992).
16
5. La segunda institucionalización de la cultura.
Bajo el impulso de la UNESCO que en 1970 convocó la primera reunión internacional se dio en
América Latina lo que Juan Luis Mejía (2012) ha llamado el primer momento de
institucionalización cultural. Este proceso impulsó la formación de instituciones que unificaran
los aparatos culturales construidos en la etapa anterior. A través de comisiones, viceministerios
o ministerios se gestó una línea de actuación cultural que intentaba una actuación mejor
integrada en el campo de la cultura.
Este periodo se caracterizó por algunas constantes. La más novedosa fue la atención a las
experiencias y recomendaciones internacionales. Una muestra de esta transformación es el
robustecimiento de las delegaciones de la mayoría de los países latinoamericanos que
participaron en la Mondiacult de 1982, frente a la pobreza de las representaciones de la
Conferencia de Venecia de 1970. (Cuadro 1)
Cuadro 1
País
Argentina
Bolivia
Brasil
1970
Embajador
ante Italia
Presidente del
Consejo
Nacional de
Cultura
Colombia
Costa Rica
Cuba
Chile
Delegado ante
Unesco
Ecuador
El Salvador
Guatemala
Honduras
México
Nicaragua
Panamá
Paraguay
Director del
Ins. Nal. De
Bellas Artes
Embajador
ante Italia
Jefe de la Delegación ante las conferencias
1978
1982
Ministro de Cultura y
Secretario de Cultura
Educación
Embajador en Colombia
Embajador en México
Ministro Consejo de la
Embajador en México +
Embajada en Colombia
Secretario de Cultura del
Ministerio de Educación y
Cultura
Ministro de Educación
Ministro de Educación
Ministro de Cultura,
Ministro de Cultura
Educación y Deportes
Ministro de Cultura
Ministro de Cultura
Viceministro de
Educación y Cultura
Ministro de Educación y
Cultura
Ministro de Educación
Embajadora en Colombia
Viceministro de Educación y
Cultura
Embajador en México +
Subsecretario de Cultura del
Ministerio de Educación
Director General de Cultura
Embajador en México
Director General de
Relaciones
Internacionales de la SEP
Embajadora en Colombia
Director General del
Instituto Nacional de
Cultura
Director General de
Embajador en Italia (¿)
Secretario de Educación
Pública + Subsecretario de
Cultura
Ministro de Cultura
Director General del
Instituto Nacional de
Cultura
Agregada cultural de la
17
1998
Secretaria de Cultura de
la Nación
Viceministro de Cultura
Secretario de Intercambio
y Proyectos Especiales del
Ministerio de Cultura
Ministro de Cultura
Embajador en Suecia
Viceministro Primero de
Cultura
Embajador en Suecia
Embajador en Suecia
Viceministro de Cultura y
Deportes
Ministro de Cultura
Presidente del Consejo
Nacional para la Cultura y
Las Artes
Embajador en Suecia
Cónsul General en Suecia
Perú
Delegado ante
Unesco
Educación del Ministerio
de Educación y Culto
Delegado ante Unesco
embajada en México
Director General del
Instituto Nacional de
Cultura
Ministra de Educación y
Cultura
Secretario de Estado para la
Cultura
Delegado ante Subsecretario de Estado
Embajador en Suecia
Unesco
de Educación y Cultura
Venezuela
Presidente del Ministro de Estado para
Embajador ante la
Ins. Nal de
la Ciencia, la Tecnología y
UNESCO
Cult. y B. Artes la Cultura
Fuente: Rapport Final. Conférence Intergouvernementale sur les aspects institutionnels, administratifs et financiers
des politiques culturelles, Venise, 24 aout – 2 septembre 1970 UNESCO; Rapport Final. Conférence
Intergouvernementale sur les politiques culturelles en Amérique latine rn dans les CaraÏbes, Bogotá, 10 – 20 janvier
1978 UNESCO; Informe Final. Conferencia Mundial sobre las Políticas Culturales, México, 26 de julio – 6 de Agosto
de 1982, UNESCO y Conferencia Intergubernamental sobre las Políticas Culturales para el Desarrollo, Estocolmo, 30
de marzo- 2 de Abril, 1998
Uruguay
Este doble impacto –institucional y político- dio al campo cultural un enorme impulso. El
periodo se caracterizó por la autonomización del campo de la cultura del de la educación y por
la reestructuración de la acción cultural. Se inició también la planeación cultural y la
capacitación de los cuadros de nivel medio de las instituciones culturales. Ese mismo tiempo es
el inicio de una intervención en el campo de la cultura guiada por definiciones precisas de
política cultural. El concepto clave es democracia, entendido de dos maneras complementarias:
como ampliación del acceso a los bienes culturales y como participación en la toma de
decisiones sobre la política cultural.
En los años ochenta sucedió una profunda transformación en las sociedades occidentales a
partir del agotamiento del modelo de acumulación. Lo que habían sido políticas identificadas
con el fortalecimiento de la soberanía nacional y el estado de bienestar basado en la
solidaridad, ceden su lugar a una mayor interdependencia de los Estados y a un giro de la
concepción solidaria del estado de bienestar a una liberal en la que los individuos son los
principales sustentadores de los sistemas de salud, educación vivienda y jubilación a través de
formas privadas de ahorro.
En este periodo surgen dos procesos simultáneos: el primero es una nueva concepción de la
promoción cultural. Al no de ser ya el Estado el único actor de la política cultural el promotor
cultural ligado al Estado debe compartir protagonismo con una figura que actúe como enlace
de todos los espacios culturales sean estos públicos, privados o asociativos. Al nuevo actor se le
dio el nombre de gestor cultural. 17
17
Con mucha frecuencia se ha desarrollado en AL una crítica a la gestión cultural que la presenta como una
expresión del giro neoliberal que se expresa, en lo que se refiere a la gestión pública o gestión de gobierno, en la
externalización de diversas funciones para adelgazar al estado y reducir el gasto. Los autores de este texto
reconocen que ese proceso ocurrió efectivamente en los años ochenta y noventa pero no reducen la gestión
cultural a esa causa. La época coincide con una ampliación de la democracia y mayor conciencia de los derechos
humanos así como en una búsqueda de mayor autonomía de la sociedad y sus organizaciones con respecto al
18
El gestor cultural un especialista en el diseño de programas que atienden todos los factores
de la creación de los bienes culturales tomando en cuenta los valores de la democracia y
participación con la finalidad de satisfacer las necesidades culturales de la sociedad.
-
-
-
Al decir que el gestor cultural es un especialista nos referimos a que su práctica se
sustenta en una formación profesional basada primordialmente en la capacidad para
atender todos los requerimientos de quienes intervienen en la cadena de valor de los
bienes culturales: creadores, promotores, productores, difusores y consumidores.
Los principios o valores de la gestión cultural se derivan del porqué y para qué de la
gestión cultural. Estos son resultado del reconocimiento de los derechos de los
creadores, de la sociedad como demandante del acceso a los bienes culturales y todos
aquellos grupos y colectivos poseedores de una cultura propia.
El objetivo de satisfacer las necesidades culturales de la sociedad atiende a alcanzar al
término de un programa o proyecto cultural beneficios económicos, éticos y estéticos
que amplíen el bienestar de la sociedad.
La Gestión cultural tiene su cuna en los procesos de democratización y los movimientos sociales
de España y Portugal. Estuvieron estrechamente relacionados con el establecimiento de un
nuevo tipo de políticas locales y la recuperación de procesos identitarios que las dictaduras de
Franco y Salazar había inhibido.
En América Latina fue en países con mayor tradición de participación estatal en la cultura
donde el sentido de la gestión cultural pareció ajeno a sus tradiciones en la medida en que los
promotores culturales se definían bien por los roles que el Estado les asignaba, bien por lo que
comunidades tradicionales encargaban a los gestores culturales en cuanto recursos
estrechamente ligados a ella. Por el contrario, el sociedades con menor intervención pública en
la cultura el papel del gestor fue visto con mayor interés pues su trabajo venía a llenar un vacío
de una manera comprometida con el desarrollo cultural. Desde luego también interviene el
tamaño del país y el desarrollo de su institucionalidad cultural.
Un aspecto que destacó inmediatamente en la definición de los gestores culturales fue la
diferenciación de los perfiles que en general pueden definirse de tres tipos según las
responsabilidades que asumen:
Estado. Separar la paja y el trigo en la gestión cultural es una tarea necesaria como lo es diferenciar el
autoritarismo e integralismo del compromiso con la promoción popular que tuvieron lugar en la etapa de la matriz
nacional popular de la época anterior. Un texto crítico con la gestión cultural al identificarla con las políticas
neoliberales es el de José Luis Castañeira de Dios “Critica de la gestión cultural pura”, 2007.
19
Cuadro 2
Perfiles de los gestores culturales
RESPONSABLES DE PROGRAMAS
RESPONSABLES DE PROYECTOS
Responsables de imagen,
Técnicos generalistas de gestión
comunicación y marketing.
cultural.
Responsables de grandes
Técnicos animadores de programas
instituciones culturales temáticas.
y servicios culturales.
Programadores. Planificadores de
eventos culturales
Fuente: Elaboración propia a partir del Marcé X. y A Martinell (1995) Perfil y formación de gestores culturales en
España, Madrid, Ministerio de Cultura.
DIRECTIVO
Altos directivos de las grandes
políticas culturales.
Responsables de Procesos
administrativos, económicos y
laborales
Cuando en 2005 se hizo un recuento de programas de formación en gestión cultural estas
diversas realidades parecieron evidentes.
Cuadro 3
Numero de programas de formación en Gestión Cultural (2005)
País
Número de programas
España
15
Argentina
12
Colombia
9
Guatemala
8
Chile
6
Portugal
6
México
5
Brasil
4
Perú
4
Venezuela
4
Costa Rica
2
República Dominicana
2
Bolivia
1
Cuba
1
Panamá
1
Uruguay
1
Fuente: IBERFORMAT (2005) Formación en Gestión Cultural y Políticas Culturales. Directorio
Iberoamericano de Centros de Formación. OEI/UNESCO, Bs.As.
Estos cambios están asociados al segundo momento de la institucionalización cultural que
corresponde a al giro provocado por el pluralismo cultural.
20
6. Tercer momento de la institucionalización: la constitucionalización del
pluralismo cultural
A principio del siglo XXI el debate público latinoamericano sobre diversidad y pluralismo
cultural se ha saldado favorablemente a favor de la incorporación de la diversidad en las
políticas públicas sociales y de cultura de toda la región. Ha sido un debate aparentemente
terso pues no existen grandes voces contrarias a la aceptación del discurso sobre la diversidad,
aunque podrían encontrarse varios resquicios donde se cuelan dificultades para hacerlo
efectivo. Sin embargo, los cruces o tensiones a partir de las cuales se han construido los
consensos sobre la diferencia cultural son diferentes de los que se proponen en L’UNESCO et la
Question de la diversite Culturelle, 1946-2007debido a dos características propias de los estados
de la región: la existencia de una numerosa población indígena segregada a partir de criterios
raciales y sociales y los cambio de la economía global que han afectado la capacidad de estados
latinoamericanos de satisfacer las demandas emanadas del pluralismo y la diversidad. 18
La superación de las políticas asimilacionistas o integracionistas supuso un giro intelectual en la
forma de apreciar las culturas indígenas. La ruta intelectual por la que el antropólogo Guillermo
Bonfil 19 se libera de esta interpretación del papel del indio en la sociedad mexicana consistió en
el análisis de la construcción del discurso sobre el indio en el que pasa revista a las distintas
maneras de definirlo:
“El indio ha evadido constantemente los intentos que se han hecho por definirlo. Una
tras otra, las definiciones formuladas son objeto de análisis y de confrontación con la
realidad, pruebas en las que siempre dejan ver su inconsistencia, su parcialidad o su
incapacidad para que en ellas quepa la gran variedad de situaciones y de contenidos
culturales que hoy caracterizan a los pueblos de América que llamamos indígenas.”
(1995: 338)
Estas dificultades en gran medida fueron resultado de la construcción política y racial del
concepto indio a lo largo de la colonia. La aportación principal de Bonfil fue que la “categoría de
indio”, en efecto, es una categoría supra-étnica que no denota ningún contenido específico de
los grupos que abarca, sino una particular relación entre ellos y otros sectores del sistema social
global del que los indios forman parte. La categoría de indio denota la condición de colonizado
y hace referencia necesaria a la relación colonial.
18
Pese a las diferencias demográficas y de desarrollo social, los indios y afroamericanos han esta presentes en el
imaginario latinoamericano de todas las naciones (consúltese Mónica Quijada 1994). Anibal Quijano (2000)
describe cuatro trayectorias históricas y líneas políticas que marcan el desarrollo del estado nación en América
Latina, todas ellas definidas por el modo como se resuelve la confrontación racial interna.
19
G. Bonfil (1935-1991) fue un reconocido antropólogo mexicano promotor del reconocimiento de la diversidad y
la autonomía indígena y firme opositor del proyecto integracionista del indigenismo oficial. Su mirada rebasó el
marco mexicano. Fue promotor de las reuniones de Barbados que dieron por resultado importantes declaraciones
sobre la autonomía indígena en América Latina y primer presidente de la Asociación Latinoamericana de
Antropología fundada en 1990.
21
De este modo, el pluralismo cultural en América Latina se abrió camino a través de la
superación de la diversidad negada por el estado liberal y de la cancelación de la idea de que
sólo era posible un solo camino hacia el desarrollo. En este proceso el debate intelectual y la
movilización indígena jugaron un papel fundamental.
Los movimientos indígenas en América Latina están presentes en la región desde el comienzo
mismo de la colonización, pero fue en los años sesenta del siglo XX cuando aparecieron con
reivindicaciones políticas continentales. Vinculados originalmente con intelectuales y
misioneros conscientes de la opresión que han padecido, la movilización indígena se radicalizó
al buscar la autonomía política, cultural e intelectual con respecto otros grupos sociales. La
movilización indígena se articuló a partir de la discusión de demandas comunes y de un
sostenido ímpetu por transformar su presencia en los estados latinoamericanos. En 1977 los
firmantes de la Declaración de Barbados II 20, caracterizaron la situación de los indígenas a partir
de tres modalidades: la de los “grupos que han permanecido relativamente aislados y que
conservan sus propios esquemas culturales”; la de aquellos que “conservan gran parte de su
cultura, pero que están directamente dominados por el sistema capitalista” y la del “sector de
la población que ha sido desindianizado por las fuerzas integracionistas y ha perdido sus
esquemas culturales a cambio de ventajas económicas limitadas”. Sobre cada una de estas
situaciones los declarantes se pronunciaban y aspiraban a “culminar el capítulo de la
colonización”.
Al momento en que se celebraba en Colombia la Conferencia Intergubernamental sobre
Políticas Culturales de América Latina y el Caribe (1978) y luego la Mondiacult en México en
1982, los movimientos indígenas protagonizaban con discreción una profunda transformación
en las relaciones entre estado y sociedad y entre cultura y colonialismo. Al respecto, es notable
el énfasis que la conferencia de Bogotá pone en el pluralismo. La conferencia marca un
continuum entre la defensa de pluralismo cultural y la diversidad interna:
La presencia de las reivindicaciones culturales indígenas asoma en la declaración de Bogotá en
la confrontación de imágenes distintas sobre la conquista, el mestizaje o el desarrollo. Sobre la
conquista de América algunos delegados la asumieron como una gran empresa cultural y punto
de partida de la identidad cultural actual de la región, mientras que otros la caracterizan como
una ruptura trágica destructora de los valiosos aportes intelectuales y materiales de los pueblos
precolombinos a la cultura universal (idem, inciso 29). La lucha anticolonial y la reafirmación de
la soberanía frente a la explotación económica por parte de los grandes centros hegemónicos
han sido el origen de un crecimiento cultural que ha acompañado las intensas luchas sociales,
económicas y políticas de la región. Algunos observaban la existencia de sociedades duales en
América Latina, otros ratificaban el carácter occidental -a la manera latinoamericana, se llegó a
decir- de toda la región.
20
Una descripción cuidadosa de las declaraciones y el grupo de Barbados ha sido realizada por Miguel Bartolomé
(2006), uno de sus protagonistas (capítulo 10). La declaración cita se encuentra en
http://www.nativeweb.org/papers/statements/state/barbados2.php
22
El impulso dado por la Mondiacult al debate por las políticas culturales en América Latina fue
indudable. La discusión de instrumentos de cooperación regional encontró un clima favorable
en las cumbres iberoamericanas de jefes de estado y de gobierno que se suceden desde 1991.
La XVI cumbre de 2006 ratificó la Carta Cultural Iberoamericana que explícitamente hace
mención a los principios enunciados en la “Declaración sobre la Diversidad Cultural” (2001) y en
la “Convención sobre la Protección y Promoción de la Diversidad de las Expresiones Culturales”
aprobada en la ciudad de París (2005) de la UNESCO.
Otro camino seguido en el debate sobre la diversidad es el promovido por la Organización
Social del Trabajo. En efecto, en junio de 1989, la Organización Internacional del Trabajo aprobó
el Convenio 169 sobre Pueblos Indígenas y Tribales en Países Independientes. Noruega y
México fueron los dos primeros países que lo ratificaron en 1990 y posteriormente lo han
hecho, Bolivia (1991), Colombia (1991), Costa Rica (1993), Paraguay (1993), Perú (1994),
Honduras (1995), Guatemala (1996), Ecuador (1998), Argentina (2000), Dominica (2002), Brasil
(2002), Venezuela (2002), Chile (2008) y Nicaragua (2010). Es interesante que de los 22 países
que hasta la fecha lo han ratificado 15 sean de América Latina y el Caribe. 21
El Convenio 169 de la OIT ha sido uno de los instrumentos más relevantes para la defensa de los
derechos indígenas que establece procedimientos para examinar las denuncias que los grupos
indígenas sobre el incumplimiento de lo señalado por el convenio. Se trata de un avance a
pesar de que los pueblos indígenas como tales no están representados sino a través de las
delegaciones de sus respectivos gobiernos que eventualmente lleguen a denunciar.
Así, la lucha contra la discriminación, la superación del asimilacionismo, las aspiraciones de
autocontrol indígena, la inequidad jurídica, las contribuciones universales de los pueblos
indígenas y las diversos acuerdos internacionales de la ONU, UNESCO, FAO, OMS y el Instituto
Indigenista Interamericano fueron el marco del más importante instrumento jurídico
internacional sobre los pueblos indígenas hasta el acuerdo de la Declaración de las Naciones
Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas en 2006. Es entendible que los
movimientos indígenas latinoamericanos hayan encontrado en este acuerdo un importante
soporte jurídico de sus demandas y movilizaciones.
De esta manera la construcción de la diversidad o pluralismo cultural en América Latina es
expresión de tendencias particulares en el que se debe distinguir claramente entre las políticas
sobre la diversidad promovidas por los estados nacionales y las que se derivan de las demandas
de autonomía de los movimientos sociales privilegiadamente del movimiento indígena que
promueven una reforma radical del Estado. Estas tensiones tienen varias maneras de
expresarse:
21
http://www.ilo.org/ilolex/cgi-lex/ratifce.pl?C169 y
http://www.ilo.org/dyn/normlex/en/f?p=1000:11300:0::NO:11300:P11300_INSTRUMENT_ID:312314
23
-
-
La oposición entre un movimiento humanista de las élites promotor de la ideología del
mestizaje y de la integración versus los movimientos indígenas promotores del
pluralismo cultural.
La tensión entre los modelos eurocéntricos de desarrollo y modernización frente a la
reafirmación de la soberanía y la identidad nacional.
La oposición entre el uniformismo social y legal basado en la ciudadanía individual y la
creación de modelos estatales que cobijaran a los pueblos y comunidades indígenas.
La oposición entre el libre comercio y la protección de los bienes culturales como factor
de identidad y la creatividad
Los enfoques privilegian sujetos y dan lugar a estrategias que no siempre caminan por un
camino armonioso. Las primeras políticas latinoamericanas que asumieron la diversidad
pensaban como protagonistas a los estados y se empeñaron en producir instituciones culturales
que respaldaran tal preeminencia. El patrimonio material fue uno de sus campos de
intervención más notables, así como la producción de grandes instituciones nacionales que
permitieran la formación y difusión de las creaciones artísticas a fin de fortalecer la identidad
nacional local. El centralismo cultural fue una de las consecuencias de estas políticas. El diálogo
cultural se dirigía hacia el exterior a través de intercambios y acciones de cooperación a nivel de
estado. Algunos movimientos autonómicos latinoamericanos en la actualidad llegan a
compartir algunos de estos rasgos al enfatizar la autonomía y desalentar la interculturalidad.
Las acciones que se pueden identificar como de democracia cultural tuvieron un desarrollo más
lento y difícil, pues se trataba de dar a espacio a la diversidad interna. El reconocimiento de las
lenguas y culturas indígenas, acciones a favor de la educación indígena y luego de la educación
intercultural, la apreciación de los patrimonios locales que posteriormente fue identificado con
el patrimonio no material, la reivindicación amplia de los derechos culturales, las luchas por la
autonomía política y cultural fueron las expresiones de este proceso. Distintos movimientos
sociales como los indígenas, feministas, juveniles, de inmigrantes y de minorías sexuales y
religiosas confluyeron en la exigencia de un nuevo modelo de estado incluyente, plural,
solidario. La descentralización, la participación de la sociedad civil y el énfasis de los actores
locales le restaron protagonismo al estado, aunque continuó siendo el eje de las nuevas
políticas de cultura.
La globalización abrió un protagonismo nuevo a la sociedad civil pensada ahora como una
sociedad compuesta por múltiples actores interesados en la creación y en el acceso a los
productos culturales. Aunque los estados mantuvieron un papel fundamental en este periodo
son las empresas y organizaciones comunitarias las que han tenido un papel dirigente del
proceso. El diálogo intercultural es uno de los objetivos asociado al del fomento de los
intercambios. La disposición de la cultura como recurso es uno de los procesos más notables.
La paradoja de este proceso que ha dado por resultado la aceptación del pluralismo y la
diversidad cultural es que no se ha acertado a construir la institucionalidad adecuada para
gestionarla. Este es el agudo planteamiento de Mejía (2012):
24
Por lo tanto, mientras de un lado las constituciones proclamaban la diversidad y la
importancia de la cultura, por el otro, la realidad conseguía que aquella institucionalidad
que debía empezar a jugar un papel fundamental en el desarrollo y efectividad del
principio de la diversidad y de los derechos que de ella se derivan, se debilitara cada vez
más. La anterior es la gran paradoja que ha existido (y aún perdura) en América Latina,
pues aunque se proclamaron grandes postulados sobre la nueva reestructuración
estatal y la nueva visión del Estado y la nación, la realidad económica provocó que la
institucionalidad ganada pierda peso.
Este es el gran problema al que nos enfrentamos en este momento y la asignatura
pendiente de América Latina: se postularon unos derechos sin Estados sólidos que los
puedan garantizar. La institucionalidad en la región se encuentra debilitada. Cada vez se
entregan más funciones al sector privado y el esquema francés empieza a ser sustituido
por el anglosajón. Como consecuencia, el Estado, que debiera ser el garante de los
derechos, cada vez pierde más fuerza.
No tenemos un Estado que garantice los derechos culturales surgidos de las
constituciones y los haga efectivos; es débil e incapaz de trabajar para abolir las
diferencias sociales. Resulta difícil pensar en un desarrollo humano sin una garantía de
los derechos humanos y culturales. Desde mi perspectiva, esta tarea es imposible sin un
Estado que los garantice. La realidad de América Latina enfrenta, entonces, una gran
encrucijada.
25
7. El gestor cultural en distintos escenarios.
La gestión cultural tal como la definimos no responde a los intereses humanistas del gestor
como lo es en el caso del voluntariado, ni es un recurso de una comunidad, organización,
partido político o algún otro ente social. Su tarea, como lo señaló Alfons Martinell es “un
encargo social”, esta idea es clave para entender por qué el gestor cultural no solo es un
amante de la cultura, un interesado en el arte o un benefactor social al estilo de los filántropos;
sino que se sitúa como un agente de la sociedad que busca atender una necesidad.
Esta reflexión nos lleva a pensar en el desarrollo moderno de los estados, ha consistido en un
ampliación paulatina de los derechos de los ciudadanos, los cuales nacieron en la demanda de
libertades políticas (de expresión, asociación y participación) y pasaron a los derechos
económicos y luego culturales, como el derecho a la educación, la salud, la vivienda, o
modernamente, los derechos comunitarios al desarrollo, a un ambiente sano, a la identidad o,
como discute actualmente el parlamento brasileño, a la felicidad.
Cuadro 4. Conocimientos, capacidades y destrezas de los agentes culturales
Fuente: Elaboración propia. Para definir el rol de los gestores a través del tiempo, nos
apoyamos en el esquema de Eduard Delgado (Nivón, 2012).
26
En México y América Latina podemos rastrear la gestión cultural en la actividad de muchos
intelectuales que hicieron sobretodo de la educación el principal recurso para transformar
nuestras sociedades. En el caso de México, José Vasconcelos juega un papel importante pero
luego de él podemos observar en la actuación de innumerables categorías de trabajadores
culturales como los maestros rurales, los antropólogos indigenistas, los extensionistas agrícolas
o los gestores del patrimonio.
Una característica común a casi todas estas figuras es que su trabajo se encontraba
estrechamente vinculado con un grupo o comunidad. De hecho, eso dio origen a la figura del
promotor cultural comunitario. Éste era pensado como un recurso de un grupo social, formado
para lleva adelante los intereses de una comunidad, en materia de identidad y autonomía.
El antropólogo mexicano Guillermo Bonfil elaboró un esquema de control cultural, en el que lo
más importante no era qué hacía en una comunidad sino cómo se hacía. Anticipándose a la
teoría del desarrollo humano desarrollada por el PNUD en los 90, Bonfil se preocupaba porque
hicieran lo que hicieran las comunidades, eso debía ser fruto de una decisión autónoma de las
mismas; por el contrario, cuando los recursos de una comunidad como las tradiciones, la
lengua, las artesanía o las actividades de subsistencia eran decididas por un organismo externo,
la cultura se enajenaba sea a favor del estado o de una corporación económica. Bonfil entonces
pensó al promotor cultural como un individuo destacado por la comunidad para desarrollar los
intereses de la misma.
Cuadro 5: Dinámica del control cultural
Esquema del Control Cultural
Recursos culturales
Decisiones
Propias
Ajenas
Propios
Cultura Autónoma
Cultura Enajenada
Ajenos
Cultura Apropiada
Cultura Impuesta
Fuente: Elaboración propia a partir del pensamiento de Guillermo Bonfil (Nivón, 2012)
La figura del promotor cultural comunitario es muy interesante y se desarrolló en casi toda
América Latina. Desde luego que en México fue muy importante y en un momento colisionó
con la imagen del gestor cultural. Este último es un profesional de la cultura que tiene su razón
de ser en la complejidad que ha adquirido en la sociedad moderna la producción, circulación y
consumo de los bienes culturales.
27
Este proceso supone el cruzamiento de agentes e instancias sociales en las sociedades
contemporáneas: el sector público, el mercado y la comunidad, en donde se cruzan los
funcionarios, los actores privados y los promotores comunitarios, generando circuitos "puros"
pero que no son los únicos que existen.
Cuadro 6: Clasificación de los circuitos culturales
Fuente: Joaquin Brunner en Nivón 2012. Circuito cultural: Combinación típica de agentes e instancias
institucionales que abarcan además las fases de producción, transmisión y consumo de los respectivos bienes
culturales; agente: sujetos generadores de la acción cultural; participantes directos de la producción y transmisión
culturales; instancias institucionales: dispositivos de organización social, regulación o control de la cultura como
producto especializado; X = circuitos “puros”
La tesis de Brunner, es que un bien cultural entra y sale a lo largo de todo su ciclo de vida
(producción, circulación, distribución, consumo, etc.) del espacio público para pasar al espacio
del mercado, y de éste para llega al espacio comunitario. La producción de bienes y servicios
supone entonces un entramado de relaciones que requiere de un organizador que cumpla con
el encargo social de hacer exitoso ese proceso.
Bajo el esquema de Brunner, el gestor cultural es un profesional que puede trabajar más allá de
su territorio o su comunidad. Asume que puede moverse en cualquiera de los tres circuitos: el
público, el privado y el asociativo, pero que aún en el cambio de ambiente, quiere llevar
adelante un encargo social que es el de producir bienes y servicios culturales de calidad que
respondan a los valores aceptados por una sociedad democrática.
A partir de esta idea proponemos el papel del gestor cultural más allá de las tareas de
planeación, que van desde la generación de redes para las expresiones culturales, el desarrollo
de proyectos y la administración de espacios. La actividad cultural está ligada a la figura del
gestor cultural, cuente o no con un título universitario, debe tener reconocimiento social. Tal
vez la formación académica no los sitúe como creadores (artistas), pero un ejemplo claro es el
promotor cultural comunitario, sensible a su realidad y las necesidades de la población, que es
capaz de crear nuevos espacios y significados. No importa que la profesión sea una exigencia
del mercado, lo relevante es que a pesar del modo institucional en que se entregan a la
sociedad los bienes culturales, la gestión cultural tiene sentido porque hay un modo de vivir en
28
común, es una elección basada en valores colectivos, de una sociedad que quiere expandir la
democracia y los derechos de los ciudadanos.
Actualmente la labor del gestor cultural cada vez es más visible, su figura está presente en el
imaginario social y su práctica profesional se inscribe en un ideal de libertad y autonomía:
"Queríamos desarrollar acciones que reflejaran que habíamos venido para quedarnos y que
podíamos estar cerca de la gente. Elegimos la cultura sabiendo que no nos iba a dar masividad,
ni el mismo retorno que una campaña de publicidad tradicional, sino como una especie de
legado a la comunidad”. 22
Los proyectos surgen de un deseo, los recursos tienen que buscarse, es cierto que el arte es
producido por los creadores pero también intervienen otro tipo de profesionales, como los
gestores, quienes buscan apoyo de otros para la difusión, para el financiamiento y sobre todo,
para acercar al público, en donde a veces, de los mediadores depende que el proceso sea
exitoso.El cultivo del entorno necesario para apoyar el proceso de creación se vuelve objetivo
de los planes de desarrollo cultural: apoyos a la profesionalización de las artes, protección y
conmemoración del patrimonio, incremento de la sustentabilidad y eficacia de las
organizaciones artísticas y de patrimonio; enriquecimiento de la experiencia de los visitantes y
el apoyo al turismo sustentable, mejoramiento del acceso de los residentes y visitantes a las
artes y el patrimonio; aseguramiento de la diversidad cultural y conexión de la cultura de la
provincia con el mundo (Nivón, 2011).
En este sentido, resaltamos dos instrumentos necesarios para la gestión:
1. El diálogo. Es imprescindible en la tarea de los gestores culturales para favorecer la
cooperación en cualquiera de sus formas posibles (local, regional, nacional e
internacional y también entre sector público y sector privado). Los gestores culturales
son responsables del buen uso de los espacios –a menudo equipados con recursos
propios- para lo cual tienen que eliminar barreras entre los distintos actores, a veces
materiales, otras burocráticas, pero también ideológicas o simbólicas, de volver
accesible la oferta de actividades y recursos que promociona y busca mantener en un
tiempo determinado.
2. La construcción de redes. La relación con otros gestores, colectivos, instituciones y
empresas, para las cuales el gestor comunitario posee determinadas habilidades y
conocimientos, es parte del conocimiento y la experiencia en el territorio.Cuando el
gestor pertenece a la comunidad a la que se dirige un determinado proyecto, es posible
que sea más sensible a las necesidades de la población y promueva la participación
social. Sobre la transparencia, la rendición de cuentas y la evaluación del proyecto, es
conveniente hacerlo desde otra perspectiva, desde el asesoramiento externo para
22
http://edant.clarin.com/suplementos/economico/2007/06/10/n-01501.htm
29
valorar imparcialmente el funcionamiento del servicio o proyecto, desde el punto de
vista de las buenas prácticas y el grado de cumplimiento de las finalidades.
El siguiente cuadro integra los tres esquemas anteriores, para proponer un perfil del gestor
contemporáneo, situándolo como un actor que puede moverse en distintos ámbitos y tender
puentes para facilitar la cooperación entre actores. Así, las actividades tradicionales requieren
de la difusión en los medios, los pequeños colectivos apoyan a fundaciones más grandes, los
gobiernos locales convocan a la sociedad civil organizada y a los promotores comunitarios, y
piden asesoría a especialistas y académicos.
Cuadro 7: Gestión de la cultura online y offline
Mercado e instituciones
Mediadores
Empresas, asociaciones
civiles, recintos culturales,
dentro de un marco
legislativo.
Representantes de la
sociedad civil, mediadores de
conflictos, planificadores y
proveedores de una visión
holística del campo artístico,
promotores del consumo.
Comunidad de
creadores-consumidores
Voluntariado, técnicos,
profesionistas.
Fuente: Elaboración propia.
•
Representantes de la sociedad civil
La idea de promoción cultural toma forma en las décadas de los sesentas y setentas como
modos de movilización social y construcción de las comunidades. Fue en la década de los
ochenta donde a nivel subcontinental hubo un fuerte impulso al trabajo de promoción cultural
desde los ámbitos no gubernamentales. En estos espacios se comenzó a visibilizar la figura del
promotor cultural independiente, quien tenía como cometido objetivos tan diversos como la
iniciación artística, el trabajo comunitario y el rescate patrimonial, entre sus principales tareas.
•
Mediadores de conflictos
La mediación es un recurso al que recurren partes en conflicto con el fin de poder superarlo, el
protagonismo es de las partes, el mediador es imparcial y conduce el proceso hacia una
solución satisfactoria para ambas partes, facilitando la comunicación entre miembros con
distintos códigos –ideas, valores, normas, compromisos- Requiere conocimientos psico-socioantropológicos, habilidad para establecer enlaces de colaboración entre instancias.
• Proveedores de una visión holística del campo artístico y planificador
Las tareas de promoción van desde trabajar en la producción de obras de teatro, hasta generar
colaboraciones de trabajo virtual, por colocar algún ejemplo. Lo que el gestor cultural desee ser
y hacer estará íntimamente relacionado con su cosmovisión y con su mirada respecto del arte y
30
la cultura. Está vinculado a su perspectiva de aproximación y compromiso con el hecho cultural
entre lo esperado, lo deseado y lo posible, por eso la importancia de la planeación y de la
creación. Requiere conocimientos sobre estética, marcos legales, recaudación de fondos y
funcionamiento de las instituciones.
• Promotores del consumo
En la agenda de la UNESCO (2010) la cultura es un vehículo para construir la cohesión social, la
sustentabilidad, un medio ambiente sustentable, motor de creatividad, innovación y como
agente para el desarrollo económico y social.
La gestión tiene que ver con la administración de los recursos, en el sentido de ofrecer un
producto o servicio, destinado a cierto tipo y número de personas, procurando un mayor
acceso o satisfacción. El gestor requiere de conocimientos sobre publicidad, comunicaciones,
nuevas tecnologías, derechos de autor, emprendurismo.
31
8. Tesis sobre los gestores culturales en América Latina
I.
El gestor cultural en América Latina procede de una tradición de intelectuales y
políticos comprometidos con la construcción de lo nacional (no se reconocen
inicialmente en la herencia humanista del arte o de la administración, aunque
muchos aspectos de su práctica actual se completan con estas áreas o campos de
actividad). Su objetivo principal era crear las bases de un desarrollo nacional,
autónomo nacido de la cultura popular.
II.
El gestor cultural tradicional desempeñó su actividad de manera estrechamente
ligada a la educación, aunque se esforzó por construir entidades propiamente
culturales en los campos del patrimonio, la educación artística y la difusión.
III.
La diferencia entre e voluntario y el gestor cultural, es el compromiso de este último
con los objetivos públicos del desarrollo cultural.
IV.
El gestor cultural “moderno” encuentra su sentido actual en la ampliación, en el
último tercio del siglo XX, de la importancia institucional, económica y social del
campo artístico que requiere de una figura de permita atender todos los aspectos de
la cadena de valor de los bienes culturales: producción, circulación, distribución y
consumo.
V.
El gestor cultural adquirió un estatus profesional que lo obligó a pasar de la intuición
o espontaneidad a la planificación racional y del saber generalista a la
especialización. En este tránsito las universidades latinoamericanas han tenido un
papel fundamental.
VI.
El Gestor cultural está posicionado en un espacio de poder y su papel es el de
mediador entre los intereses de los diversos participantes en el campo creativo:
creadores, promotores, distribuidos y público.
VII.
Los valores en los que se sustenta la acción de los gestores modernos son los de los
derechos culturales de los ciudadanos divididos en derechos a la creación artística,
derechos al acceso y participación en la vida cultural y derecho al desarrollo de la
cultura propia. En este sentido el gestor cultural es un promotor y defensor de la
ciudadanía.
VIII.
Las distintas etapas por las que ha atravesado la institucionalidad cultural: creación
de entes culturales autónomos, creación de instituciones centralizadoras y/o
coordinadoras de los entes autónomos y constitucionalización de la diversidad
32
cultural, han dado lugar a gestores culturales diferentes. Hoy la tarea fundamental
de los gestores culturales es la gestión de la diversidad.
IX.
El gestor cultural es un agente de cambio en la medida en que su objetivo es
producir un impacto social, modificar el curso de la actividad cultural a través de
programas definidos racionalmente y a partir de objetivos establecidos
democráticamente.
X.
El gestor cultural requiere ser valorado por su aportación al desarrollo cultural. El
reconocimiento del que es merecedor debe reconocer su papel en la creación de las
condiciones de la creación artística y en la obtención de los objetivos éticos,
estéticos y económicos de la actividad cultural.
33
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