Comunicaciones
Cæsaraugusta, 78. 2007, pp.: 673-686
ISSN: 0007-9502
Un yacimiento hispanovisigodo
en el Arroyo Culebro (Leganés, Madrid)
Eduardo PENEDO COBO
Jorge MORÍN DE PABLOS
Rafael BARROSO CABRERA
Pilar OÑATE BAZTÁN
Juan SANGUINO VÁZQUEZ
RESUMEN. Durante los años 1999 y 2000 se ha realizado en el término municipal de
Leganés (Madrid) la intervención arqueológica comprendida en el Programa de Actuación
Urbanística Arroyo Culebro, promovida por la empresa pública ARPEGIO y ejecutada por
la empresa de arqueología ARTRA, S.L. La actuación arqueológica se ha desarrollado a lo
largo de diferentes fases de intervención: prospección, sondeos y excavaciones en área. La
campaña de prospección y sondeos permitió localizar diferentes yacimientos (Hierro I,
Hierro II, altoimperiales, hispanovisigodos, etc.), entre los que destaca un importante enclave hispanovisigodo. La superficie excavada ha sido de unos 2.000 m2 y la extensión del
hábitat alcanzaría una superficie de más de 4 ha, siguiendo un modelo de implantación en
el territorio a lo largo de la vega del Culebro y en las pequeñas lomas que descienden hasta ese mismo arroyo. Se pudieron distinguir dos zonas de ocupación: una de habitación y
otra de almacenamiento. La primera estaba formada por una serie de cabañas rectangulares con zócalos de piedra, alzados de adobe y techumbre de tejas ímbrices. Más importante resultó la excavación del área de almacenamiento, localizada en un pequeño cerro próximo, donde se pudieron documentar casi un centenar de silos con diferentes tipologías y
fases. Se ha podido constatar la destrucción del hábitat de forma violenta en algún momento del siglo VIII d. C., aunque el espacio se volvería a reocupar de forma marginal hasta, al menos, finales de la octava centuria.
La intervención arqueológica en los yacimientos «B» y «D» (74/151-153),
forma parte de los trabajos previos comprendidos en el Plan Parcial 5 (P.P.5), que
a su vez se engloba dentro de la actuación del Plan de Actuación Urbanística (P.A.U.)
Arroyo Culebro, en el municipio de Leganés (Madrid). El P.P.5 se encuentra enclava-
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Palabras Clave. Hábitat, silos, hispanovisigodo, Culebro y Leganés.
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do al sur del término municipal, en la divisoria de éste con el de Fuenlabrada, junto
al parque de La Polvoranca.
Este lugar estaba incluido dentro de las zonas arqueológicas protegidas en el
término municipal de Leganés (Madrid) debido a la enorme concentración de yacimientos localizados a lo largo del curso de arroyo de la Recomba (más adelante
arroyo Culebro) que aparecen recogidos en el inventario de la Comunidad de
Madrid (Carta Arqueológica), constituyendo indudablemente un hábitat favorable
para el asentamiento humano desde tiempos remotos
Este hecho determinó la incoación de un expediente de zona arqueológica
para el arroyo de la Recomba y, ante la existencia de planes a corto plazo de ejecución de proyectos urbanísticos y viarios, se hizo necesaria la delimitación de los
asentamientos arqueológicos documentados anteriormente en la Carta Arqueológica. Tras la localización de los yacimientos arqueológicos a través de sondeos
mecánicos y manuales en la totalidad del P.P.5, se decidió sobre cuáles de estos yacimientos se debía actuar. El resultado fue la intervención arqueológica en cuatro
yacimientos: una necrópolis de incineración de la I Edad del Hierro, dos hábitats de
la II Edad del Hierro, y un asentamiento de época visigoda (hábitat y área de almacenamiento) que es el aquí tratado.
El terreno sobre el que se asentaron las comunidades humanas que habitaron
este enclave en el pasado es una superficie alomada que domina el curso del arroyo de la Recomba, con una topografía bastante suave, sin accidentes de importancia. El paraje ha sido explotado tradicionalmente como campo de cereales y leguminosas, así como para la práctica de una ganadería extensiva de ganado lanar. La
introducción de maquinaria moderna en la práctica agrícola supuso una serie de
daños irreversibles para los restos del enclave «B», con la destrucción de la mayoría
de las sobreestructuras del área de almacenamiento, conservándose sólo las unidades negativas excavadas en los bancos de arenas. Por último, no podemos dejar de
señalar que la construcción de la carretera M-407 significó la destrucción del enclave en su límite oeste.
Las primeras noticias sobre el yacimiento arqueológico en la zona ocupada por
la parcela P.P.5 procedían de la Carta Arqueológica de la Comunidad de Madrid,
elaborada en la década de los años 80, aunque en ella no aparecían definidos los
yacimientos «B» y «D», motivo de la presente comunicación. Con posterioridad,
durante la realización de sondeos entre la primavera y el verano de 1999, se localizaron restos inmuebles de importancia y se planteó la necesidad de realizar una
excavación en área de los mismos, dado que iban a verse afectados por la ejecución
del P.P.5.
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La intervención arqueológica
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El proceso que a continuación se expone ha sido el que se ha llevado a cabo
durante la intervención arqueológica en un área de la corona metropolitana de
Madrid que iba a verse afectado por el desarrollo de un programa de actuación
urbanística. Las líneas generales sobre las que había de basarse el proyecto vinieron
determinadas por las directrices emitidas por la Dirección General de Patrimonio
Histórico-Artístico de la Consejería de Educación de la Comunidad de Madrid.
El resultado fue la identificación de nueve zonas potenciales, cuyo estudio se
acometió de acuerdo con lo establecido por el pliego de prescripciones técnicas
redactado por los servicios técnicos de la Dirección General de Patrimonio
Histórico-Artístico de la Comunidad de Madrid, que estipulaba la ejecución de sondeos mecánicos en el 0,5% de la superficie afectada por el proyecto, y de un 2% en
los puntos identificados como yacimientos arqueológicos, con el objetivo de analizar la potencialidad arqueológica de los emplazamientos, mediante su documentación y lectura estratigráfica, así como determinar la potencialidad arqueológica del
resto del territorio incluido en el proyecto de urbanización.
Con el fin de delimitar con mayor precisión estos enclaves registrados en la
primavera de 1999, se planteó, para el verano del mismo año, una campaña de sondeos manuales, inicialmente distribuidos en cada yacimiento sobre dos ejes perpendiculares, y que debían detallar los límites de cada uno de los asentamientos y
su verdadera entidad.
Un yacimiento hispanovisigodo en el Arroyo Culebro (Leganés, Madrid)
La primera fase de intervención arqueológica consistió en la realización de una
prospección superficial del área de estudio, con objeto de obtener información destinada a localizar evidencias arqueopaleontológicas. Contrariamente al desarrollo
habitual de este tipo de trabajos, la prospección se efectuó con anterioridad a tener
conocimiento de la Carta Arqueológica de Leganés, según las directrices de los servicios técnicos de la Dirección General de Patrimonio Histórico-Artístico de la
Consejería de Educación de la Comunidad de Madrid para el caso concreto de este
proyecto. La consecuencia de este proceso fue elaborar una prospección de contraste con la realizada en el año 1988 para la confección del inventario arqueológico
autonómico referido, lo que se tradujo en la localización de varios yacimientos
arqueológicos de los que no se tenía constancia, así como en la eliminación de
enclaves arqueológicos cuya entidad había sido sobredimensionada.
Sin embargo, el hecho de que los cuatro asentamientos investigados se situaran en zonas afectadas por el proceso de urbanización —ya que todos ellos se
encuentran en manzanas de vivienda o se solapan parcialmente con los viales—, y
debido al deterioro de los restos excavados, donde sólo se conservan parcialmente
las cimentaciones de los paramentos, no se consideró factible la preservación de los
conjuntos arqueológicos en su emplazamiento original, y tampoco se juzgó rentable el traslado de los más significativos. De este modo, se planteó un seguimiento
arqueológico de los movimientos de tierra generados por los trabajos de urbanización, anteponiendo al mismo una destrucción controlada de las áreas excavadas y
su entorno inmediato bajo la supervisión de este equipo técnico ante la posible
existencia de restos o estructuras marginales de los asentamientos no documentadas en el proceso de investigación realizado anteriormente.
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Finalizadas estas tres fases preliminares (prospección, sondeos mecánicos, sondeos manuales), se pudo abordar con ciertas garantías de éxito la excavación sistemática en área de los cuatro yacimientos, hasta alcanzar su total documentación y
registro. Esta etapa de la intervención se extendió durante los cuatro primeros meses
de 2000 y, tras ella se redactaron propuestas sobre las medidas correctoras que, a juicio del equipo técnico, debían establecerse para cada uno de los enclaves arqueológicos dependiendo del estado de conservación de los restos exhumados. En ellas se
valoró también la viabilidad de iniciar un proceso de rehabilitación de los vestigios
documentados, bien in situ, bien en lugar distinto al de su ubicación actual, que
favoreciera la amortización social y cultural de los restos excavados.
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En líneas generales, éste ha sido el proceso evolutivo del modelo de intervención llevado a cabo durante los catorce meses de investigación arqueológica previa
a la construcción del Plan Parcial 5 de Leganés, investigación que ha permitido
conocer un importante enclave hispanovisigodo: los yacimientos B y D, posteriormente identificados en la Carta Arqueológica de la Comunidad de Madrid con el
número 74/151 y 74/153 respectivamente.
El hábitat (yacimiento D)
En el yacimiento D se han podido distinguir diferentes edificaciones con una
cierta distancia entre unas y otras que parece sugerir un hábitat disperso. Las estructuras presentan una planta rectangular y se han podido documentar bien las características constructivas: techumbres de tejas ímbrices, parte de los zócalos de los
alzados construidos con materiales locales (calizas, sílex, etc.), así como los suelos
de ocupación. Se han excavado un total de cinco unidades de habitación, aunque
es muy probable la existencia de un número mayor de estructuras que fueron destruidas por el continuado laboreo de los campos.
Tanto en el sector A como en el sector B de este yacimiento se han podido
documentar una serie de unidades estructurales de similares características en cuanto a los elementos integrantes. Dichas estructuras se definen como recintos rectangulares por la extensión del derrumbe de lo que fue la techumbre que sella los espacios interiores y las referencias perimétricas que aportan los escasos fragmentos de
zócalos de piedra de mediano tamaño documentados, muchos de estos últimos
robados y amortizados para otros hábitats (escasez de materia prima en la zona).
Sólo en contados casos ha sido posible identificar un nivel de ocupación por debajo del nivel de derrumbe.
Destaca en este sentido la unidad estructural 1, en la que la abundancia de
fragmentos de objetos metálicos de diversa índole plantea la posibilidad de que
estemos ante una zona de la aldea en la que se haya practicado la refundición de
pequeños objetos. Durante su excavación pudo documentarse un amplio espectro
de objetos y fragmentos de hierro y bronce, a nuestro entender, demasiado variado
como para poder ser interpretados sólo como objetos de uso cotidiano, máxime
cuando se recogieron además fragmentos de escorias de hierro y bronce y pequeñas
gotitas de bronce fundido; si a ello se añade la existencia de un hogar situado en el
exterior de la estancia pero próximo a ella en el que sin duda se alcanzaron grandes
temperaturas (de las que se deriva el ennegrecimiento de la tierra, incluso el tercio
meridional del interior de la estructura 1) parece probable que la estancia haya funcionado, en alguna medida, como espacio de refundición de materiales, desde
luego a una escala en nada comparable a lo que ha podido documentarse en yacimientos emplazados en zonas mineras. Se documentaría así, en esta pequeña
aldea, un aspecto más de esa constante en el mundo visigodo que es la reutilización
de materiales. En todo caso, esta actividad sería complementaria en una economía
cuya base sería fundamentalmente agrícola y ganadera como sugiere el propio
emplazamiento del yacimiento.
En cuanto a las unidades de derrumbe de teja, éstas constituyen, sin duda alguna, elementos arquitectónicos de estructuras desmanteladas como lo demuestra el
Por otro lado, en la excavación de este yacimiento se han detectado niveles
estratigráficos con restos materiales de cronología de la II Edad del Hierro, subyacentes al nivel de ocupación hispanovisigodo. En todo caso, no se localizaron las
estructuras correspondientes a dicho hábitat, aunque la excavación sí ha proporcionado un amplio conjunto mobiliar.
A pesar de que el arado y otros factores postdeposicionales han desmantelado
buena parte de las estructuras documentadas, la gran mayoría de los materiales y las
características constructivas de los restos estructurales aseguran la presencia, en los
sectores A y B, de un asentamiento de tipo rural, una aldea de cronología hispanovisigoda en la que no han podido valorarse adecuadamente los espacios comunes
ni la relación cronológica entre las distintas estructuras al no haberse documentado
el /los niveles de uso exteriores.
El campo de silos (yacimiento B)
El yacimiento «B» presenta una secuencia estratigráfica relativamente sencilla y
repetida en la totalidad de los sectores excavados: A, B y C para los dos momentos
cronológicos que presenta el yacimiento (altoimperial e hispanovisigodo).
Un yacimiento hispanovisigodo en el Arroyo Culebro (Leganés, Madrid)
hecho de que a veces cubren posibles niveles de uso. Sin embargo, su integración
en estructuras individualizadas no es posible determinarlo en muchos casos, fundamentalmente por la falta de referencia perimetral, así como por la grave alteración que han ocasionado las roturaciones del terreno.
El primer nivel es la tierra vegetal —que aquí constituye un nivel de escasa potencia—, por debajo de la cual aparece la U.E. 2, que es un nivel de textura arenosa alterado por el laboreo de las tierras con aperos mecánicos (30-40 cm). Debajo de éste
aparece el nivel geológico formado por arenas en el que se han excavado los silos.
Estos silos presentan diferentes unidades estratigráficas dependiendo de los rellenos
que los colmatan, numerándose independientemente para cada uno de ellos.
En realidad, el yacimiento «B» es uno de los llamados «campos de silos» que
serán habituales en nuestra península durante las épocas tardorromana y medieval.
Se trata de depósitos, muchas veces de grandes dimensiones, excavados en la tierra
que servían para el almacenaje de productos diversos, generalmente cereal. El sistema es conocido desde época prehistórica, siendo, como decimos, muy utilizado en
época romana tardía (p.e. en el yacimiento de Tinto Juan de la Cruz de Pinto, en el
siglo V d. C.) y altomedieval como sustituto de los grandes dolia y horrea que sirvieron de contenedores y almacenes en las villas romanas de época clásica, y llegando
a su apogeo en tiempos de la dominación islámica. Buenos ejemplos de ello en
la región de Madrid lo constituyen los silos de los arrabales del Madrid islámico
(ss. XI-XII) y el yacimiento de La Indiana (Pinto), de cronología anterior al siglo XI.
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La secuencia estratigráfica de cada silo varía, pero el proceso deposicional se
puede resumir en dos momentos: silos rellenados artificialmente (mayoría) y silos
colmatados de forma natural. En este sentido, tenemos que señalar que, aunque la
mayoría de los silos se han rellenado de forma artificial, no es extraño que este proceso se haya paralizado durante algún tiempo, colmatándose parcialmente el silo
de forma natural, para después continuar con el proceso de colmatación artificial.
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Una fuente anónima musulmana de los siglos XIV-XV nos informa de la bondad de
este sistema, que ha sido utilizado en algunas zonas de la España seca hasta época
actual: «...y sobre todo tiene la particularidad de que las cosechas se pueden almacenar bajo
tierra durante cien años sin que se alteren, se pudran, se corrompan ni se produzcan en ellas
el más mínimo cambio, a pesar del cambio de los años y la alternancia de las estaciones.»
Algunos autores han propuesto que la difusión de este peculiar sistema de almacenaje estaría relacionado con la existencia de comunidades familiares o tribales capaces de originar excedentes en la producción agraria y que su desaparición iría ligada a la llegada de los repobladores del norte de la península y la imposición de un
modo de producción feudal que modificaría las antiguas estructuras socioeconómicas. Es más probable, sin embargo, que la desaparición de los campos de silos
esté relacionada con un cambio en los sistemas de almacenamiento, que podría
haber preferido la construcción de graneros y grandes tinajas, tal como sucedía en
época clásica, así como al progresivo desarrollo de la vida vecinal, que iría arrinconando las viejas estructuras sociales de parentesco típicas de la primera Edad Media.
Por otra parte, hay que recordar que la implantación del régimen «feudal» (señorial)
no implica la desaparición de los excedentes campesinos, puesto que éstos se hacen
necesarios para el pago de la tributación al señor, como medio de garantizar la
siembra anual y, sobre todo, como modo de asegurar la propia supervivencia del
campesino y su familia sin la cual lógicamente desaparecería la apropiación de la
renta señorial. En todo caso, de ser cierta tal hipótesis nos encontraríamos con una
disminución en el número de silos o del tamaño de los mismos pero no su total
desaparición, que es precisamente lo que acredita la arqueología del momento.
Sector A
El Sector A del yacimiento B está compuesto por un conjunto de 12 fondos que
presentan una cierta agrupación aparentemente en forma semicircular, probablemente asociados a una antigua estructura no conservada. Se trata de fondos de
pequeño tamaño (aproximadamente de 1 m de diámetro) y poca profundidad
(0,5 m aproximadamente), aunque hay que suponer, no obstante, que debió ser
mayor que la conservada y que han debido perder la parte superior de estas estructuras. Todos ellos presentan una estratigrafía uniforme, con rellenos con escasa presencia de material arqueológico, que, en líneas generales, se reduce a fragmentos de
cerámica de cocción alternante, fragmentos de tejas y ladrillos, restos óseos, carbones y cenizas, así como piedras calizas y algún fragmento de molino de granito. Este
tipo de unidades se interpreta como un relleno antrópico de material constructivo
procedente de la limpieza o rehabilitación parcial de algún núcleo de habitación
que ha sido violentamente destruido situado en los alrededores, y al que debe atribuirse la construcción de estas estructuras. En cuanto a la funcionalidad originaria
de éstas, parece claro que estamos ante pequeños silos destinados al almacenaje de
grano o de otro tipo de productos agrarios que posteriormente han sido utilizados
como vertederos.
Las estructuras de algunos de los fondos de este sector presentan una rudimentaria preparación. Así, el suelo de dichas estructuras aparece recubierto con una
clara funcionalidad aislante. En uno de los casos esta preparación se realizó a base
de fragmentos de tejas y cerámicas, mientras que en los otros se hizo utilizando un
preparado de piedras calizas dispuesto sobre el suelo de la estructura.
El resto del conjunto presenta una morfología y tipología muy semejante entre
sí: se trata de estructuras excavadas en la arena en forma de saco o bien con paredes
cóncavas y fondo circular, cuya funcionalidad original debió ser, como ya se ha
comentado, la de almacenamiento de grano principalmente. Del mismo modo,
estas estructuras presentan un desarrollo estratigráfico semejante que permite verificar una fase de abandono de la función primitiva de los silos y su posterior reutilización como depósitos de escombros. La serie estratigráfica es en todos los casos
análoga: una serie de niveles deposicionales consistentes en escombros diversos,
cuya excavación ha proporcionado numeroso material constructivo (piedras, fragmentos de adobes y tejas, etc.), así como carbones y cenizas procedentes de la combustión de materia orgánica. Lo mismo puede decirse con respecto al material
arqueológico, representado mayoritariamente por cerámicas de pasta oscura poco
colada y cocción reductora, así como algunos objetos metálicos de la vida cotidiana (broches y hebillas de cinturón, cencerros, etc.) y material óseo.
Del estudio de los materiales puede deducirse una datación en torno a la segunda mitad del siglo VII, fecha que posiblemente corresponda a la cronología de uso
de los silos como tales si, como parece probable, estos rellenos proceden de la des-
Un yacimiento hispanovisigodo en el Arroyo Culebro (Leganés, Madrid)
El sector B por su parte es un amplio campo de silos que aprovecha un gran
banco de arenas algo apartado del cauce del Arroyo Culebro. Se detecta una alineación intencionada de los silos en hileras orientadas N-S. De forma general podemos
deducir que se trata de grandes fondos asociados a otros de dimensiones medianas.
La diferencia de tamaño podría corresponderse, aunque no necesariamente, con
una distinta finalidad en los depósitos a los que iban destinados. En algunas de las
estructuras de mayor tamaño (fondos XXVI y LXVI) se observa una preparación previa de las paredes y del suelo con una más que probable finalidad profiláctica. Para
ello se procedió al incendio de la estructura con el fin de endurecerla y conseguir
una capa más aislante tanto desde el punto de vista térmico como frente a animales que pudieran dañar la cosecha. Es ésta una técnica que diferencia a estos dos
silos del resto de las estructuras de este sector y que los pone en relación con una
de las estructuras del sector C (fondo XL) como veremos más adelante. No es la
única nota discordante con el resto de los silos del sector B: a diferencia de ellos, los
fondos XXVI y LXVI presentan una estratigrafía homogénea de relleno sin apenas
materiales arqueológicos. Entre los escasos materiales habría que señalar un fragmento de TSH (forma 10 lisa) aparecido en el fondo XXVI y otro de cerámica pintada de tradición indígena del mismo fondo. Resulta evidente, tanto por su singular estratigrafía como por las propias características constructivas de estos dos silos,
que ambos pertenecen a una fase cronológica diferente a la del grueso del conjunto, hipótesis que se comprueba además al compararlos con los silos XXXVI, XXXVII
y XL del sector C y, sobre todo, por el hecho de que los silos LXVI y XXVI se encuentran cortados por otras estructuras (fondos LXV y XLVI, respectivamente). Es cierto,
no obstante, que algunos materiales romanos se han encontrado también formando parte del relleno de los silos que consideramos de cronología posterior, pero ello
puede explicarse bien por contaminación con una estructura diferente o simplemente porque formaba parte de los niveles que sirvieron para rellenarlos, en cuyo
caso aparecen como un resto aislado dentro de un contexto claramente visigodo
(un fragmento de TSH hallado en el fondo XI).
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trucción violenta del antiguo poblado al que estaban asociados. Una destrucción
que se documenta parcialmente en el cercano yacimiento D. En ocasiones estos niveles de rellenos se encuentran salpicados de manchas de tierra de color más claro y
arenas de color amarillento de grano fino que se interpretan como niveles de abandono parcial en el relleno del fondo en unos casos, o como parte de un derrumbe
de las paredes y/o embocadura del silo, en otros. A modo de hipótesis, parece lógico suponer la existencia de algún tipo de estructura superior que sirviera de cierre a
los depósitos, que probablemente adoptaría la forma de un pequeño brocal de pozo
con tapadera. Sí se ha podido comprobar, en cambio, la presencia en algunos fondos (XI, XIII y XLI) de estructuras de cubierta levantadas sobre postes de madera gracias a las improntas de los hoyos sobre los que se alzaban aquéllas.
En cuanto a los niveles de relleno de los silos, ya se ha comentado anteriormente su carácter de depósito antrópico intencionado y relativamente rápido en el tiempo, realizado a partir de los restos de construcciones más antiguas, de parte de un
hábitat aledaño al campo de silos, parte de cuyas estructuras se han excavado en esta
misma campaña. Se trata de diferentes niveles de tierra arcillosa de color marrón mezclados con arenas y con un mayor o menor contenido de materiales de desecho (piedras, tejas, cenizas y carbones, etc.) que es lo que en última instancia permite diferenciar los distintos niveles de relleno de los fondos. Esta tierra debe proceder de la
descomposición de los adobes que constituían los alzados de los muros de dichas
construcciones. Esta circunstancia distingue a estos silos, que son mayoritarios entre
los del sector B, de los fondos XXVI y LXVI de cronología romano imperial de este
mismo sector, cuyos rellenos de arenas nunca presentan materiales constructivos ni
restos de adobes o tierra arcillosa que haga pensar en la existencia de éstos. Hay que
destacar el caso excepcional de los fondos XXXI y LXIII, que tienen una rudimentaria
preparación de piedras calizas de tamaño mediano-grande en su base, seguramente
como elemento sustentante de alguna estructura de madera o simplemente como una
rudimentaria estructura destinada a una finalidad aislante.
Otro hallazgo singular es el conjunto que componen los fondos LXIV y LXV. El
primero es un horno de bóveda con toberas y paredes rubefactas. En el momento
de su excavación conservaba todavía dos de las toberas originales y los restos de
otras tres más. La carga de este horno se realizaba aprovechando el silo LXV que
estaba adosado a él. Éste no se amortizó como basurero por completo, sino sólo
hasta una determinada altura con el fin de permitir una cómoda alimentación del
horno. Quizá podría establecerse el paralelo con el horno doméstico documentado
durante la excavación de la habitación 14 del yacimiento de La Vega (Boadilla del
Monte, Madrid).
Resulta evidente, a tenor de lo dicho hasta el momento, que nos encontramos
ante dos fases diferentes de aprovechamiento del entorno (en realidad tres fases sí
contamos el momento en que el campo de silos fue utilizado como escombrera): un
primer momento de construcción de los silos XXVI y LXXIII, cuya excavación y uso
habría que llevar a épocas altoimperiales, hacia los siglos I-II d. C., si nos atenemos
a los hallazgos arqueológicos (TSH, cerámica pintada de tradición indígena, cerámica de pasta gris o anaranjada, cerámica común romana, etc.), la tipología constructiva de los mismos (paredes rubefactas o con una incipiente preparación previa) y el
tipo de relleno que presentan. La segunda fase quedaría representada por la casi totalidad de los silos de este sector, cuya excavación ha proporcionado algunos materiales muy significativos desde los puntos de vista cronológico y de adscripción cultu-
En resumen, pues, cabe hablar de tres fases diferentes en la utilización del espacio que conforma el sector B del yacimiento B:
1. Construcción de dos silos con una cronología hacia el siglo I d. C. y posterior abandono de los mismos en una fecha indeterminada. Este conjunto se relaciona, como veremos, con los silos del sector C.
Un yacimiento hispanovisigodo en el Arroyo Culebro (Leganés, Madrid)
ral. Entre ellos habría que citar un broche de cinturón liriforme de bronce (fondo
LXV, n.º 1553). Otros elementos de cultura material que merecen ser destacados son
una empuñadura de spatha fabricada en hierro y madera (fondo XXXV, n.º 1546),
una hebilla de cinturón de bronce (fondo XXXV, n.º 1547), un broche de cinturón
de placa rígida de hierro (fondo XXXV, n.º 1544), así como gran cantidad de cerámica de cocción reductora y pasta poco depurada, con abundante presencia de desgrasantes. Característicos de estas producciones cerámicas son los morteros y los
jarros de pico vertedor, elementos muy comunes de la vajilla tardoantigua. Todos
ellos son materiales que permiten fechar esta segunda fase en torno a los siglos VIVII, probablemente en un momento de la segunda mitad de esta última centuria
como sugiere el broche liriforme (análisis de termoluminiscencia. Edad convencional 1350 ± 135 BP). Por último, queda señalar que el relleno de los silos debió realizarse con los materiales pertenecientes al antiguo hábitat al que estaba asociado el
campo de silos y que se disponía de forma dispersa a lo largo del curso del arroyo de
la Recomba, alguna de cuyas unidades de habitación han sido localizadas en la excavación del yacimiento D, aunque el foco principal debe de hallarse al oeste del área
de intervención junto a la carretera de Leganés a Fuenlabrada (M-407), o incluso en
las cercanías de la iglesia de Nuestras Señora de Polvoranca.
2. Construcción de un nuevo campo de silos en época visigoda (ss. VI-VII),
que en parte cortan a los silos de época romana, y abandono de la zona.
Algunas evidencias apuntan hacia un final traumático de la segunda fase. Entre
ellos destaca la aparición de algunos restos humanos inhumados en el fondo de los
silos (fondos XI, XXI y XXXV). Asimismo, la aparición de restos de bóvidos en posición anatómica y de gran cantidad de cencerros de metal, que deben ponerse en
relación con ellos y de los que resulta extraño que no hayan sido amortizados, parecen apuntar en el mismo sentido. De igual modo, podría citarse la presencia de la
empuñadura de una spatha, un elemento poco frecuente en los yacimientos de
la época y que aquí se encuentra en un contexto arqueológico extraño, pues, en
efecto, todos los indicios hacen presumir un contexto agropecuario para el hábitat
al que pertenecieron estos silos. Conocemos, con todo, un caso paralelo, un posible sax o scramasax encontrado en la excavación del citado yacimiento de La Vega
(Boadilla del Monte, Madrid), de cronología tardía, como se deduce de la aparición
de un triente del reinado conjunto de Égica-Witiza (a. 696-702) y que podría explicarse por idénticas razones de inestabilidad política. A estos indicios habría que
añadir el cúmulo de restos constructivos que sirvieron para rellenar los silos de
época visigoda, lo que supone una remodelación del hábitat de una magnitud considerable, que no se corresponde con la realidad arqueológica de la zona, donde los
núcleos habitados jamás pasaron de ser pequeñas aldeas de carácter rural.
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3. Reutilización de los silos de época visigoda como escombrera y construcción de un horno en un momento posterior a finales del siglo VII. Los materiales
de estos rellenos procederían, como ya se ha adelantado, de la destrucción y limpieza del antiguo hábitat hispanogodo.
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Sector C
Durante los trabajos de excavación del sector C pudo detectarse otro grupo de
silos de dimensiones considerables que estaría formado por los fondos XXXVI,
XXXVII, XL y LXXXV. Estos fondos se caracterizan por haber facilitado una cantidad
apreciable de restos de tradición prerromana y romana. Entre ellos habría que destacar la aparición de diversos fragmentos de cerámica pintada de tradición indígena, cerámicas de torno rápido, pastas depuradas y cocciones oxidantes y reductoras,
así como algunos fragmentos de TSH. Es interesante reseñar la total ausencia de los
tipos cerámicos que veíamos representados en los niveles de relleno de los silos de
época hispanovisigoda, al igual que merece subrayarse la gran diferencia en el tipo
de colmatación de los mismos, pues aquí ya no se detectan esos niveles de vertidos
constructivos que caracterizan el relleno de la mayoría de los silos del sector B, argumentos que apoyan una cronología más antigua para el conjunto de fondos del sector C. Esta datación queda reafirmada por la aparición de un as de la ceca de
Cascantum (Cascante, Navarra), de cronología altoimperial.
La serie estratigráfica que proporciona el sector C hace suponer la existencia de
un pequeño núcleo de carácter agropecuario fechable entre los siglos I-II d. C. y que
tal vez perpetuara un hábitat más antiguo de la Edad del Hierro. La aparición de un
abundante material prerromano es, en este sentido, muy significativa, aunque hay
que señalar que la gran calidad de las cerámicas de torno rápido de la II Edad del
Hierro, así como el buen gusto decorativo del que hacen gala, debió proporcionar
una vida amplia a estas producciones, que alcanzan los primeros siglos del dominio romano. La aparición de la moneda de Cascantum y los fragmentos de TSH obligan lógicamente a subir la cronología a un momento temprano del Imperio. En
suma, nos encontraríamos con un poblado a caballo entre el cambio de era y el
siglo II d. C. cuyo estudio, unido a los conocimientos que proporciona la progresiva excavación de núcleos de este tipo en la Comunidad de Madrid, permite arrojar
alguna nueva luz sobre el proceso de romanización del área central de la Meseta.
Encuadre histórico del yacimiento
La mayoría de los datos arqueológicos que poseemos del período hispanovisigodo en nuestra región, provienen de los hallazgos aislados procedentes de las
necrópolis ubicadas en su territorio, de las cuales sólo un pequeño número han
sido excavadas de forma sistemática. En la Comunidad de Madrid se conocen
actualmente las necrópolis de Cacera de las Ranas en Aranjuez, El Jardinillo en Getafe,
la Colonia del conde de Vallellano en Madrid capital, la de La Torrecilla de Iván Crispín
en Getafe, la de Tinto Juan de la Cruz en Pinto, las que se articulan en torno a la ciudad de Alcalá de Henares y la del Cerro de las Losas en Talamanca del Jarama.
Escasos son asimismo los datos acerca de asentamientos de carácter rural. Se
conoce el llamado Cancho del Confesionario, yacimiento que cuenta con una serie de
viviendas rupestres con pizarras numerales y cerámicas estampilladas, fechado entre
los siglos VI y VII y que al parecer estaba destinado a misiones de defensa y vigilancia. Otro yacimiento que quizá pueda atribuirse a este período es el de
Navalvillar, en Colmenar Viejo. Se trata de un asentamiento rural en el que pueden
distinguirse dos zonas: una de vivienda y otra de servicio.
Un yacimiento hispanovisigodo en el Arroyo Culebro (Leganés, Madrid)
En cuanto al hábitat al que estaban asociados los silos de época altoimperial
apenas puede decirse algo debido a la escasa entidad de los restos materiales que ha
proporcionado su excavación, limitados en general a fragmentos cerámicos. A
modo de hipótesis puede plantearse una ubicación del mismo en torno a la carretera que une Leganés y Fuenlabrada (M-407), o quizás en el área que actualmente
ocupa la iglesia de Nuestra Señora de la Polvoranca, donde la tradición sitúa el
poblado que dio origen al moderno Leganés. Es posible que dicha tradición tenga
algo de realidad pues el topónimo es de indudable origen mozárabe. En cualquier
caso, se trataría con toda seguridad de un pequeño núcleo rural que aprovecharía
las potencialidades agropecuarias que ofrece el entorno: una agricultura extensiva
de carácter cerealístico y una ganadería ribereña. En época hispanovisigoda se seguirían prácticamente las mismas pautas de poblamiento, aunque con una mayor
importancia de la ganadería. En efecto, el carácter agropecuario del hábitat hispanovisigodo queda puesto de manifiesto en los hallazgos materiales que sirvieron
de relleno en una época posterior y que sin duda procederían de sus estructuras
arruinadas: cencerros (n.º 1528, 1537, 1538, 1543, 1552, 1554, 1555, 1608), llares (n.º 1541), piqueta (n.º 1534), hoces (n.º 1539 y 1557), buriles (n.º 1542),
piedras de afilar (n.º 1559, 1661 y 1661bis), mangos de cuchillo (n.º 1654), asas
de acetres y calderos (n.º 1559, 1560, 1623) etc., materiales todos que remiten a un
conjunto de aperos de labranza y vida doméstica. Este núcleo de población podría
estar ubicado sobre los restos de época altoimperial o, más probablemente, algo
desplazado con respecto a éste, localizándose el foco principal en el entorno de la
iglesia de la Polvoranca, al oeste del área de intervención; las estructuras de habitación documentadas en la excavación del yacimiento D, habría que asociarlas a este
núcleo poblacional y al hábitat disperso que generaría el foco principal.
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Como se acaba de señalar, frente a los abundantes datos proporcionados por
las necrópolis, son escasos los restos referidos a los asentamientos de este período,
y en particular, del más importante de nuestra Comunidad, Complutum, del que no
tenemos apenas más que unas vagas referencias literarias, como por otra parte sucede en todo el ámbito peninsular. Es en este contexto marcado por la ausencia de
datos referidos al hábitat donde se enmarca el yacimiento de Tinto Juan de la Cruz
(Pinto). En realidad en Tinto Juan de la Cruz se documentaron dos yacimientos: una
villa tardorromana, con dos fases de reutilización posteriores entre los siglos V-VI,
y un pequeño asentamiento de época altoimperial, situado a cierta distancia del
primero, que proporcionó abundante material cerámico fechable entre los siglos
I-II d. C. Precisamente los yacimientos B y D (74/151-153) del P.P.5. – P.A.U. Arroyo
Culebro (Leganés, Madrid) presentan algunas características comunes con los yacimientos situados aguas abajo de este río. Se detectan dos fases de utilización de
un mismo espacio en épocas altoimperial y visigoda, y aunque en nuestro caso no
ha sido posible determinar con exactitud la ubicación de los hábitats, parece que
ambos estuvieron próximos entre sí, como se comprueba tanto en la reutilización
en tiempos visigodos de la misma área que sirvió en época altoimperial para excavar los campos de silos, así como por la documentación de niveles indígenas adscribibles al Hierro II en la zona de hábitat.
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Eduardo PENEDO COBO, Jorge MORÍN DE PABLOS, Rafael BARROSO CABRERA, Pilar OÑATE BAZTÁN y Juan SANGUINO VÁZQUEZ
FIG. 1. Hábitat hispanovisigodo del yacimiento D - sector A.
Un yacimiento hispanovisigodo en el Arroyo Culebro (Leganés, Madrid)
FIG. 3. Restos materiales procedentes de la excavación del yacimiento B.
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FIG. 2. Campo de silos del yacimiento B - sector B.
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