articulo especial
Entrevista a
Myriam Mitjavila
Myriam Mitjavila es Trabajadora Social, Doctora en Sociologia por la Universidade de São Paulo (Brasil), Docente e investigadora de la Universidade Federal
de Santa Catarina (Brasil) y Coordinadora del Núcleo de Estudos e Pesquisas sobre Profissões e Instituições (NEPPI /UFSC/CNPq). Es especialista en biopolítica,
riesgo, salud, saber médico, medicalización y saber psiquiátrico.
Esta entrevista fue realizada por la Lic. Sandra Ripoll en el mes de agosto de
0, en la Escuela de Trabajo Social de la UNR y la versión que aquí se presenta
ha sido revisada y aprobada para su publicación por la Dra. Mitjavila.
SR: ¿Qué inquietudes te llevaron a estudiar la problemática del riesgo?
MM: Mi interés por la problemática del riesgo nació de mis trabajos en torno a la
medicalización del espacio social, o sea, de los procesos a través de los cuales
la medicina amplía sus fronteras en términos de objetos de conocimiento y de
objetos de intervención, para colonizar prácticamente todos los intersticios del
espacio social. No hay nada que hoy en día permanezca fuera de la mirada y de
la intervención médica; es el proceso progresivo de expansión del saber médico,
que se incrementó, desde mi punto de vista, a partir del uso del riesgo como
instrumento. ¿Por qué? Porque a partir del cálculo de probabilidades acerca de
la eventualidad de que en un futuro se puedan experimentar daños a la salud, se
justifican intervenciones médicas en los más diversos aspectos, que van desde
la reproducción humana, pasando por la prevención de enfermedades cardiovasculares, hasta lo que tiene que ver con los comportamientos considerados
moralmente indeseables, incluyendo no sólo conductas sino también actitudes
y sentimientos.
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Myriam Mitjavila
SR: ¿Y cuáles son las principales perspectivas teóricas que desarrollan el
concepto de riesgo?
MM: Bueno, tal vez por su impacto a nivel internacional, por el enraizamiento
que tuvieron tanto en la teoría social contemporánea como en los trabajos de
muchísimos investigadores alrededor del mundo, yo diría que los teóricos de la
modernización reflexiva son los que han tenido un impacto intelectual mayor en
todo el mundo Y en ese grupo podemos mencionar a Ulrich Beck con su clásico
trabajo La sociedad del riesgo; a Anthony Giddens que vincula la problemática
del riesgo con las transformaciones institucionales de la modernidad tardía; en
cierta forma a Luhmann con su trabajo Sociología del riesgo; a la antropóloga
Mary Douglas y, tal vez, a algunos otros. Más recientemente, tenemos algunos
autores que son tributarios del legado foucaultiano, y que introducen la problemática del riesgo en los trabajos sobre la gubernamentalidad como problema
contemporáneo: Nikolas Rose, por ejemplo, o Paul Rabinow. Todos ellos tienen
puntos de encuentro que contribuyen a generar consenso en torno a la idea de
que la modernidad es una cultura de riesgo, a que el riesgo puede adquirir diversos significados y a que, generalmente, la moralización y la politización de los
peligros suelen organizarse a través de discursos y de prácticas sobre riesgo.
SR: ahora bien, la perspectiva en la que vos lo desarrollás es justamente
pensarlo como un dispositivo biopolítico, ¿no?
MM: Sí.
SR: Entonces, ¿qué contribuciones nos puede brindar pensarlo desde esa
perspectiva?
MM: Puede ser que esa perspectiva no resulte interesante para investigar todos
los temas; no percibo una capacidad omnicomprensiva en una estrategia de investigación como esa. Lo que pude evaluar a lo largo de los últimos años fue que
esa perspectiva de considerar al riesgo como un dispositivo biopolítico presenta
algunas virtualidades para examinar ciertos aspectos de la vida social contemporánea. En primer lugar, que ha permitido examinar mejor -sin perder la idea de
totalidad social- algunos fenómenos que en un primer momento no vinculamos a
procesos macro sociales o macro políticos, y que indagaciones genealógicas (en
el sentido foucaultiano) permitieron identificar su relevancia en ese sentido. Esas
indagaciones han permitido establecer conexiones entre procesos muy localizados -como sería el caso de los inherentes a la creación de bancos de datos po-
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Entrevista
blacionales informatizados- y las profundas y recientes transformaciones de las
tecnologías políticas de gestión de lo social. Se trata de modalidades de gestión
de lo social que se vienen enraizando en áreas como las vinculadas a la gestión
biopolítica de la pobreza, pero igualmente en otras que tienen que ver con la
reproducción biológica y social de la población; con la gestión de la criminalidad
y con el área de la salud mental. Todas esas son áreas en las que ese tipo de
perspectiva se ha mostrado productiva.
SR: ¿Qué contribuciones pueden hacerle los estudios sobre riesgo a las
intervenciones de los/as trabajadores/as sociales?
MM: Posiblemente muchas más de las que yo puedo vislumbrar en este momento. Por un lado, los discursos y las prácticas organizadas en torno a la idea de
riesgo operan en el corazón de las instituciones modernas. Por otro lado, los/as
trabajadores/as sociales desarrollan sus prácticas en el corazón de las instituciones modernas; por lo tanto, podríamos decir que la actuación profesional del
Trabajo Social ocurre independientemente de que el/la profesional lo perciba o
de que lo desee. En la medida que ese ejercicio profesional transcurre al interior
del funcionamiento de estos dispositivos el trabajo profesional se convierte en
parte co-constitutiva del funcionamiento de los dispositivos biopolíticos. Además,
el/la trabajador/a social debería ser un/a analista competente de la realidad social, incluyendo un análisis del funcionamiento de estos dispositivos, por lo cual
determinados insights deberían ocurrir en el campo del Trabajo Social con relación al funcionamiento de los dispositivos y al papel de conocimiento científico
y técnico en el desarrollo de esas tecnologías biopolíticas, las cuales exigen, en
la mayor parte de los casos, que los/as trabajadores/as sociales participen en
los procesos de alimentación de nuevos campos documentales en los cuales se
registran informaciones sobre los individuos y nuevos campos documentales en
los cuales se analizan perfiles poblacionales. Creo que representa más bien una
oportunidad, un desafío para que el Trabajo Social examine el papel de sus prácticas profesionales en el desarrollo de las nuevas tecnologías biopolíticas.
SR: En uno de sus trabajos ha planteado la noción de “carácter neoparajurídico”. ¿Podría desarrollar esa idea?
MM: Es una observación puntual y que está planteada más en términos hipotéticos que de constatación empírica y sin ninguna pretensión de generalización
para el Trabajo Social en todo tiempo y lugar. Esa observación fue realizada a
partir del desarrollo de algunos trabajos de investigación, sobre el papel del Tra-
Myriam Mitjavila
bajo Social en el campo sociojuridico en Brasil. Por ende, ese tipo de enunciados se restringe a las realidades que yo he podido observar y que responden
a las peculiaridades de la trayectoria histórica de esta profesión en Brasil y en
ese campo particular. En el campo jurídico ocurre que, cuando desarrollamos
prácticas profesionales, esas prácticas siempre se edifican a partir de las lentes
conceptuales que la profesión como colectivo y cada profesional utiliza. Sería correcto decir que o uno/a o bien usa la teoría social como lente para comprender
la realidad -en este caso el tipo de realidad que se presenta en el campo jurídico- o usa otras cosas, la propia ideología, la religión, lo que fuere. Lo que ocurre
muchas veces es que, en ausencia de marcos de referencia teóricos oriundos
de las ciencias sociales, lo que pasa a oficiar de lente teórica es el discurso institucional. Entonces, por un camino que no es el camino que se experimentaba
en los inicios de la profesión, sino por un nuevo rumbo, se puede volver a experimentar una suerte de subordinación, o la adopción de un carácter para-jurídico
del Trabajo Social en lo que hace a sus fundamentos teóricos y, de ahí, la idea
de neoparajudicialización. En el caso de Brasil estamos delante de una profesión
que cuenta con una ley que la reglamenta, con organizaciones corporativas de la
propia categoría que aseguran el cumplimiento de las condiciones -por lo menos
del punto de vista formal- de autonomía técnica. Pero para que esa autonomía
técnica ocurra debe existir una autonomía teórica y eso no necesariamente es lo
que vemos…
SR: Se lo preguntamos porque encontramos cierto correlato con nuestras
prácticas. Finalmente y en este sentido, ¿qué contribuciones cree que se
pueden hacer desde la formación académica para generar esa autonomía
profesional?
MM: Insisto en que no se puede generalizar y que la realidad de Brasil es una
realidad muy diferente de la realidad, por ejemplo, de Argentina y de Uruguay
que entre sí se encuentran más próximas. Con respecto a Brasil, pienso que
lo que ocurre es esa especie de falta de marcos de referencia teóricos para la
intervención profesional. Buena parte de la formación en los cursos de grado no
proporciona lentes para analizar el tipo de fenómeno con el cual se trabaja en el
ejercicio profesional. No estoy diciendo que los contenidos actuales no sirvan,
sino que faltan contenidos que puedan ofrecer herramientas para un posicionamiento crítico y competente de los/as profesionales delante de los desafíos
que presenta la realidad en la cual van a actuar. Esto supone, por lo menos, que
la formación en los cursos de grado incorpore otras perspectivas teóricas, que
hablen de esos fenómenos con los que se va a trabajar. Y no me refiero a líneas
teóricas específicas, sino a que, independientemente de cuál sea la línea teórica,
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es preciso que se incorporen, tanto a la producción de conocimiento como a la
formación de los cuadros profesionales, perspectivas de análisis y herramientas
conceptuales y metodológicas en torno a asuntos con los cuales el/la trabajador/
a social estará obligado/a trabajar. Y esto hoy todavía no ocurre, por lo menos de
una manera muy nítida en Brasil.
SR: Muchas gracias.
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