¿Qué es ser una mujer?
Esta es una pregunta trampa que le hacen periódicamente a Irene
Montero con la única intención generar un poco de ruido por las redes.
Sin embargo, si es una pregunta plausible es porque, en realidad, no es
fácil de responder. Por una parte todo el mundo sabe lo que es una
mujer; es decir, hay una definición que suponemos compartida (aunque
no sea así) por la mayor parte de la humanidad. Pero, por otro lado, parte
de esa definición, o toda, lleva siglos puesta en cuestión por algunas
corrientes de pensamiento, especialmente feministas; hay filósofas que
han dedicado obras monumentales a responderla. En Carta de una mujer
indignada, Wassyla Tamzaly, por ejemplo, una mujer que reivindica el
feminismo ilustrado frente a, digamos, el feminismo posmoderno, escribe
que la pregunta “¿qué es una mujer?” es la pregunta fundamental que ha
llevado al feminismo a hacer frente al orden patriarcal. Esa pregunta,
radical y política, dice, es la única capaz de sacarnos del caparazón del
sistema patriarcal. Es obvio que si la respuesta a esta pregunta fuera “una
persona con vagina” o una “hembra de la especie humana”, la pregunta no
tendría ningún sentido.
Hace 25 años, cuando yo comencé a estudiar feminismo en el seminario
Feminismo e Ilustración, el biologicismo y el esencialismo eran anatema.
Nadie hubiera dicho entonces que mujer era equivalente a hembra,
precisamente porque lo que entonces se decía es que confundir mujer con
hembra y hombre con macho era un error conceptual. Cuando la
propia Celia Amorós reconoce que la categoría mujer es problemática
está, simplemente, diciendo esto: que no es tan sencillo. Desde entonces
han ocurrido muchas cosas, pero una de ellas es que la cuarta ola supuso,
entre otras cosas, la masividad del feminismo, situación que tiene
ventajas e inconvenientes, más de las primeras que de las segundas. El
feminismo, o los feminismos, son un conglomerado de teorías críticas,
filosóficas, éticas, de prácticas políticas… que pueden llegar a ser
contraintuitivas en tanto que, en ocasiones, son saberes y propuestas que
desafían lo que entendemos por la base antropológica o epistemológica de
nuestras sociedades. Yo me tuve que preguntar el otro día qué hubiera
respondido a la pregunta que le hicieron a Irene Montero, y mi respuesta
era muy parecida a la que dio ella que, inmediatamente, fue acusada por
las redes y por muchas feministas de ser queer, posmo, woke…
La idea principal de Delphy es que las mujeres no
están dominadas por la biología ni por las ideas,
sino por las relaciones materiales de producción
Soy muy crítica con la teoría queer y una de las razones para serlo es que
mantengo que no ha sido tan original como se suele pensar y que mucho
de lo dicho por Butler ya lo habían dicho antes otras feministas. No hace
falta ser queer para dar una definición de mujer que no haga referencia a
lo biológico y sí a la posición social. Y justo en el momento en que Irene
contestaba esto yo estaba leyendo a Christine Delphy, una feminista
materialista, amiga y compañera de Simone de Beauvoir, cofundadora
con ella de la revista Nouvelles questions feministes en 1980. Ella explica
perfectamente la similitud (y la pertinencia) de la pregunta ¿qué es una
mujer? con la de ¿qué es un negro? Que tampoco tiene una respuesta
evidente, aunque la mayoría de la gente respondería que ser negro es
tener la piel negra. Delphy asegura con firmeza que tanto ser mujer
como ser una persona negra son posiciones sociales que nada tienen
que ver con la biología. Si lo que hace a la mujer es su vagina (o
cualquier otra parte de su biología), entonces la relación con los hombres
será de diferencia biológica y no de dominación. Para ella, pensar en estos
términos es esencialista y supone un límite para poder pensar la
humanidad fuera de las categorías biológicas. La idea principal de Delphy
es que las mujeres no están dominadas por la biología ni por las ideas,
sino por las relaciones materiales de producción. En otras palabras, para
Delphy las mujeres no son esos seres que tienen vulva, sino esos seres
que trabajan más que los hombres de sus familias o de sus sociedades,
pero que tienen menos dinero, capital, tiempo, espacio…Y esto es así en
cualquier lugar del mundo. Lo importante no es lo que sea una mujer, sino
qué significa serlo, es decir, el lugar social que ocupa; exactamente lo que
dijo Irene Montero.
De Monique Wittig es de sobra conocida su aseveración de que las
lesbianas no son mujeres ya que lo que sea que es una mujer se define
siempre en la matriz heterosexual, que es lo que la coloca en su posición
de dominada en relación con los hombres. No hay mujeres, para ella,
fuera de la relación heterosexual. No hay espacio en este artículo para
seguir citando a feministas que se han preguntado y respondido a la
pregunta fundamental de qué es una mujer, pero si nos movemos al
feminismo antirracista, entonces la explicación biologicista goza de aun
menos prestigio, precisamente porque las definiciones de lo que sea la
raza y el sexo han recorrido caminos paralelos.
La categoría mujer es una categoría que cumple
una función sociopolítica para la dominación y
debe estar en cualquier definición política de la
misma
Ya sé que la respuesta fácil a esto es afirmar que, en realidad, toda
posición social que ocupen las mujeres se levanta sobre la diferencia
biológica por lo que responder a la pregunta haciendo alusión a la
biología es más claro y preciso, ya que al final nos vamos a encontrar con
ella. Pero esto sería como decir que las causas biológicas explican la
dominación. Si podemos imaginar una sociedad igualitaria en la que la
diferencia biológica no significase nada, ni jerarquía ni dominación,
entonces esa diferencia no es la causa de esta. La categoría mujer es una
categoría que cumple una función sociopolítica para la dominación y debe
estar en cualquier definición política de la misma.
Por cierto, también fue el feminismo materialista de los años 70, y no el
feminismo queer, el que sostuvo con claridad que la política cambia la
biología. Sí, la biología se transforma, se comprende y se mide
culturalmente, dicen las materialistas. Y hasta hace poco, no había dudas
acerca de esto. Y siguiendo a Marx, este feminismo defiende que todo
conocimiento es producto de una situación histórica, tanto si lo sabe
como si lo ignora, y que es la organización social la que construye las
ideas y no al revés. Las funciones biológicas, lo que percibimos como
diferencias biológicas, no son un dato para Delphy, que solo habla de
mujeres sociales y hombres sociales y esto vale para el sexo y para la raza.
Pero entonces… ¿la categoría biológica no es importante? Por supuesto
que lo es, pero depende del contexto y para qué. Es obvio que no se puede
entender la realidad humana sin esa categoría (que a su vez está sujeta a
múltiples definiciones y tensiones) pero será más o menos importante
dependiendo del contexto y de para qué la utilicemos. Como feminista
nunca diría que a las mujeres nos matan por tener vagina sino por
nacer en una sociedad que ha creado unas estructuras sociales
jerárquicas y de desigualdad en la que unas personas valen más que
otras. Y no lo diría porque creo que el factor más relevante
explicativamente para una definición feminista es la posición social
que ocupan las mujeres, esta es la definición que permite entender
el patriarcado y combatirlo. Esta es la definición que nos importa.
Es cierto que la inmensa mayoría de las personas que ocupan una
posición social u otra en el sistema sexo/género tienen determinados
rasgos biológicos, nadie niega eso, pero esto puede cambiar (de hecho
cambia dependiendo de las sociedades y de las épocas) y puede ocurrir
que haya personas con otras características biológicas que ocupen sin
embargo las posiciones sociales que consideramos de mujeres; lo que no
cambia es que quien ocupa dicha posición sufrirá las discriminaciones
propias de ese lugar social: discriminación de tipo laboral, económica,
cultural, sexual, etcétera. ¿La misma discriminación exacta? No, como
tampoco sufre la misma discriminación exacta una mujer rica que una
pobre, una blanca que una negra, una guapa según el canon normativo
que una fea… las discriminaciones se enredan en eso que se ha llamado
interseccionalidad. Por ejemplo, las mujeres trans sufrirán
discriminaciones laborales y pueden sufrir acoso o agresiones sexuales
que no sufrirían si fueran hombres, pero dependiendo de sus trayectorias
vitales pueden tener una mayor autoestima o seguridad en sí mismas
adquiridas en un proceso de socialización masculino. También es
probable que una mujer rica tenga más autoestima que una mujer pobre.
Las trayectorias vitales son definitorias.
Es más complejo que esto, desde luego, porque el objetivo final de una
gran parte del feminismo es que la categoría “mujer” desaparezca, lo que
se aprovecha para afirmar que esto va en contra de la autoafirmación
como tales de muchas mujeres trans. Tan en contra como la afirmación de
que mujer es sinónimo de hembra. En definitiva, como feministas,
pienso que debemos pensar en dicha categoría de manera
estratégica, para construir un sujeto político imprescindible y en
esta cuestión, curiosamente hay más acuerdo del que parece.
Complicado, sí, pero basta con señalar que la respuesta a la pregunta ¿qué
es una mujer? no es sencilla ni obvia desde el feminismo y que desde hace
décadas se han dado múltiples respuestas que han servido para
contribuir a iluminar el camino.