EL DISCURSO EXCLUYENTE
Autora; Mgs. Beatriz Sierraalta Márquez (2009)
De acuerdo con la ontología del lenguaje, el ser humano es un ser lingüístico, porque se constituye a través del lenguaje; el lenguaje es generativo, es decir, genera acción, genera el ser de las cosas, crea realidades; por lo que se considera que el individuo nace dotado de la posibilidad de participar activamente en el diseño de su propia forma de ser, en otras palabras, los seres humanos se crean a sí mismos en el lenguaje y a través de él (Domínguez, 1999).
Este hecho se hace vida en la realidad actual de Venezuela, ya que nuestro país se encuentra inmerso en una atmósfera de conflictividad política provocada precisamente por la radicalidad discursiva de dos grupos plenamente identificados y antagonistas: los chavistas o “revolucionarios bolivarianos” que se identifican con el gobierno presidido por el presidente de la república Hugo Chávez cuya predica se basa en un estilo de vida socialista en donde subyace un comunismo pretérito, y los opositores o “sociedad civil” que son los adversarios al mismo, defensores del status quo de la democracia.
Es notoria que en la premisa que identifica a cada bando se encuentra la génesis misma del discurso excluyente, aunque este discurso siempre ha estado presente desde antes. Por un lado, los revolucionarios adoptan el adjetivo de bolivarianos secuestrando la figura de Bolívar para sí, es decir, ellos y sólo ellos siguen el pensamiento bolivariano encarnado en la realidad por el líder de este movimiento quien en momentos delirantes lo personifica. Al respecto Chumaceiro (2004) comenta que Hugo Chávez hace uso de la figura de Bolívar, de su pensamiento y de su acción, como táctica para propiciar y afianzar la división entre los venezolanos. Por otro lado los opositores se han apropiado del término “sociedad civil”, en tanto en cuanto sirvió para unificar a los independientes y a los partidos políticos cuyos ideales son democráticos.
De esta manera, bajo las acciones de la “revolución bolivariana” y de “la sociedad civil” se han ido tejiendo dos tipos diferentes de ciudadanía, ambas con discursos excluyentes. Tal vez lo más grave de esta situación de caos sociopolítico, como apunta Salas (2004) es que la capacidad de discernir sobre los propósitos y despropósitos de cada grupo, ha sido atrapada por la censura y la autocensura que surgen como una forma de disciplina que acalla la crítica y la reflexión al silencio en el interior de cada grupo, al extremo que la menor observación que se haga sobre el contexto político nacional o internacional puede resultar nefasto y coloca al hablante en posición sospechosa por su discrepancia.
Ejemplo de esto se han dado en el país en forma pública y notoria, especialmente con los medios de comunicación, el cierre de Radio Caracas Televisión y el hostigamiento contra Globovisión, entre otros, como hechos más relevantes, pero más recientemente el caso ocurrido con Manuel Rosales amenazado por televisión, en vivo y directo, en cadena nacional, a través de la verborrea incesante del inquilino de Miraflores quien públicamente y sin reparos con un discurso visceral, oprobioso, insultante, descalificatorio, excluyente, sentenció a Rosales con llevarlo a la cárcel. Desde allí, y antes de eso, con la victoria de la oposición en el Zulia, comenzó la urdimbre del poder a cumplir los designios de Chávez.
En este sentido, Molero (2002) explica que un discurso es político en la medida en que el mensaje que trasmite no es solamente un mensaje sobre el mundo o sobre una situación social particular, sino sobre todo, un mensaje donde se revela el poder y la autoridad por parte de quien lo emite. Van Dijk (1994:7, citado en Molero, 2002) define el poder como “la relación social entre grupos e instituciones, e incluye el control que ejerce un grupo o institución más poderosa (y el que ejercen sus miembros) sobre las acciones y pensamientos de un grupo (y de sus miembros) menos poderoso. En tal sentido, el poder es un instrumento por medio del cual quien lo ejerce tiene la capacidad de influir en la voluntad de otros.
Ahora bien, sostiene Zapatero (2003), que a los sistemas políticos se les puede conocer por su lenguaje. El léxico que de alguna manera institucionaliza un sistema político nos dice mucho de las poderosas corrientes subterráneas que lo nutren. La idea de la íntima relación entre política y lenguaje fue expuesta por Platón al escribir a Pérdicas que los regímenes políticos tienen cada uno su lengua como si se tratará de seres vivos; hay un lenguaje propio de la democracia, otro de la oligarquía y otro, a su vez, de la monarquía. También, hay un lenguaje de la tiranía, a ese respecto Víctor Klemperer, filólogo alemán-judío, que sobrevivió a la persecución nazi anotó en su diario durante trece años los términos capitales de “La Lengua del Tercer Reich”. Así se pudo constatar más tarde que las mentiras y el salvajismo totalitario son fenómenos íntimamente relacionados a la corrupción del lenguaje y a su vez exacerbados por esa misma corrupción. Se pudo mostrar con claridad cómo el mismo nazismo impuso su dominación no sólo mediante la Gestapo y los campos de concentración sino también manipulando el lenguaje, logrando destilar en las palabras su veneno totalitario.
Asimismo, el autor anterior menciona el lenguaje del franquismo plagado de movimiento, comunismo, conjuras, asociaciones, orden público, gesta, lealtad, adhesión, entre otras palabras, las cuales, evocan todo un mundo de significados políticos. La democracia también construyó su propio lenguaje: constitución, Derechos Humanos, diálogo, Estado de Derecho, autonomías, solidaridad, partidos, tolerancia, respeto, igualdad, pacto, libertades, derecho, consenso, paz, por mencionar algunas significativas; las palabras se pusieron a trabajar a favor de la democracia y al generalizarse trasformaron en cultura los valores proclamados en el texto constitucional.
Ahora bien, pasados cuarenta años de vida constitucional en Venezuela, el lenguaje de la democracia comienza a resquebrajarse, las palabras consenso, paz, diálogo, respeto, tolerancia, perdieron su brillo, han sido sustituidas por traición, golpismo, fascismo, escuálido, corrupción, cúpulas podridas, oligarcas, imperialistas, mantuanos, pitiyanquis, enemigo, guerra, confrontación, Cuba, Fidel, militarización, terroristas; palabras que cobran valor político si penetran en el lenguaje habitual de los ciudadanos reflejando intolerancia o rencor y se puede correr el riego de que actúen como pequeñas dosis de arsénico que, tomadas a diario, nos intoxiquen sin que nos demos cuenta.
Lo anteriormente expuesto se precisa en la prensa escrita nacional, tanto de opositores como de revolucionarios, contrapuntean argumentos a favor de cada uno con el descrédito del otro y viceversa. Algunos ejemplos que pueden evidenciar esto es con relación al intento de magnicidio del presidente venezolano, veamos lo que dicen los opositores: “Chacumbele está bravo porque no le creen” (Bocanegra, Diario Tal Cual, 10/06/09); “No queda otra salida que reír a carcajadas cuando el gobierno vuelve a dar instrucciones a sus subalternos de la Asamblea Nacional para que abran una averiguación sobre un “nuevo plan magnicida” (Editorial, Diario El Nacional). La contraparte dice en boca de Diosdado Cabello: “No intenten nada que esté fuera de la ley, ni intenten ningún arrebatón, ningún zarpazo, ningún atajo porque el pueblo de Caracas les va a dar una respuesta contundente, firme…estén alerta porque el enemigo está tratando de buscar nuevas vías” (S/A, Diario La Calle, 10/06/09); el diputado Mario Isea declaró: “El desespero los lleva a acelerar los caminos distintos a los democráticos, por lo cual alertó a la AN, a todos los poderes públicos, para responder a cualquiera de las vías que tomen, porque la conclusión a la cual llegaron, de que “ahora llegarán a fondo y con todo”, puede significar magnicidio, invasión, desestabilización generalizada, conspiración permanente…”(Moreno, Diario Vea, 10/06/09).
El tema del viaje a Roma de la Conferencia Episcopal Venezolana, donde los obispos presentaron denuncias al Papa acerca del proyecto político de Chávez, fue para la oposición noticia de primera página: “La convivencia democrática está en riesgo en Venezuela…una creciente polarización política, ha aumentado la violencia, la inseguridad y el odio, y ha puesto en serio riesgo la convivencia democrática” (Agencia de noticias EFE, Diario El Nacional, 09/06/09) en tanto que para los rojos la noticia no pasó de ser una más del montón aunque en ella desprestigiaron a los prelados “Mienten al Papa obispos de la Conferencia Episcopal…se le olvidó a monseñor Santana…decirle al Papa, cuál era la situación del pueblo en los últimos años de la cuarta república; tampoco mencionó nada de la participación de ellos en el golpe de Estado de 2002…ni de su respaldo disimulado al paro petrolero que terminó con toda la navidad de los venezolanos. Entonces, los obispos fueron al Vaticano a esta “Ad Limina” a decirle medias verdades al Papa por lo cual no les llegará ninguna iluminación” (Moreno, Diario Vea, 09/06/09).
Sin embargo, esta diatriba discursiva ha calado honda y exitosamente entre los seguidores del presidente Chávez pues se sienten plenamente identificados con él, pues es a través del verbo del comandante que los excluidos y marginados se hacen voz; pero esto no es así para el resto del país quienes se siente contrariados al no sentirse reflejados e incluidos en ese mismo discurso. ¿Por qué el discurso político de Chávez llega a unos y excluye a otros? La respuesta nos la brinda Briceño (1982, citado en Toro, 2005) quien interpreta que, en general, en la cultura latinoamericana conviven tres discursos mutuamente excluyentes: el racionalista occidental, el mantuano o colonial hispánico y el salvaje.
El discurso racionalista occidental se centra en la razón, la realidad es objetiva, por tanto para declarar que un discurso es racional la palabra debe ser coincidente con la realidad. Este discurso se personifica en la oposición a través de Roberto Giusti, Marta Colomina, Teodoro Pekoff, Marcel Granier, Miguel Rodríguez, entre otros. Para un racionalista, por ejemplo, las peleas mediáticas del presidente venezolano con su homólogo Bush o con ilustres intelectuales como Vargas Llosa se calificaría como “…el enfrentamiento con figuras prestigiosas o poderosas de otros países para obtener respaldo de los excluidos del planeta” (Kozak, Diario Tal Cual, 09/06/09)
Por otra parte, el discurso mantuano se centra en los privilegios, en las relaciones interpersonales y de filiación, en la conducta individual, en el sentido de dignidad, grandeza, honor y felicidad. Es fácil captar la influencia del discurso mantuano en cosas, por ejemplo, como el avión de Chávez, las corbatas y zapatos de marca del ministro Carreño y las camionetas Hummer de algunos personeros del gobierno.
Por su parte, el discurso salvaje es afectivo, emotivo, desconcertante, de profunda raíces históricas, depositario del dolor infringido en las culturas precolombinas de América por la destrucción de sus culturas en manos de los conquistadores y en las culturas africanas por el pasivo traslado a América en esclavitud, de los resentimientos producidos en los pardos por la relegación de sus anhelos de superación, pero también portador de la nostalgia por formas de vida no europeas, no occidentales, conservador de horizontes culturales aparentemente cerrados por la de Europa en América. Este discurso es el que subyace en la identidad lingüística del pueblo venezolano en particular y de toda Latinoamericana en general (Toro, 2005).
El discurso salvaje se reconoce en la oratoria de persuasión y en la retórica instructiva del presidente Chávez hacia una audiencia que resiente profundamente su marginalización histórica. Chávez el líder, el maestro, el héroe, el guerrero, Chávez nuestro convalida el discurso salvaje, lo refleja, lo afirma y lo encarna, transmite a su target una profunda sensación de que su discurso puede y debe ser algo que no ha sido, hasta ahora, un discurso de poder (Hurtado y Toro, 1997; Elizalde y Báez, 2005).
El discurso oficialista se hace hegemónico a través de todos los medios de comunicación nacionales tratando de consolidar una armazón política que permita a los sectores excluidos imponerse y cambiar la sociedad por lo que un oficialista dice: “...la revolución aprecia las ideas pues las coloca al servicio de la construcción de una nueva hegemonía” (Kozak, Diario Tal Cual, 09/06/09).
Comenta Toro (2005) que para Briceño Guerrero, los tres discursos son incoercibles e incompatibles entre sí y cada uno de ellos está signado a protagonizar una pugna tan sempiterna como estéril por la supremacía sobre los otros dos y aclara que estos tres discursos se interpenetran, se parasitan, se obstaculizan mutuamente en una batalla trágica donde no existe la victoria.
.
Siguiendo este orden de ideas, la lengua modela la sociedad en la que se usa, hablar constituye una forma de hacer, la lengua es una fuerza activa dentro de la sociedad, un medio que tienen los individuos y grupos para controlar a los demás o para resistir tal control, un medio para modificar la sociedad o para impedir el cambio, un medio para afirmar o suprimir identidades culturales (Gallegos, 1997). Desde esta perspectiva, la lengua es una institución social cuya razón de ser es comunicar, servir de medio expresivo y, prospectivamente ser dialógica y cuyo objetivo o meta es el mismo que la del grupo (Gallegos, 1997; Halliday, 1982; Jackonson, 1981; Fichter, 1974 y Habermas, 1981). Entonces, si la institución social de la que hablamos es el lenguaje y el lenguaje es producto de la interacción comunicativa de los grupos sociales y si en este trabajo se viene hablando de dos lenguajes antagónicos representados por dos grupos sociales opuestos es obvia que la responsabilidad del problema es compartida.
Para resolver este conflicto, una estrategia posible sería tender puentes de diálogo desde la intersubjetividad que propone Buber, es decir, en el reconocimiento del otro que al reconocerlo me reconozca a mi mismo como parte de mi humanidad universal y de mi identidad como venezolano. Un diálogo que permita conciliar las diferencias en el consenso hacia Bien Común, evitando los extremos alcanzando el justo medio a través de la prudencia para vivir una vida buena como sostenía Aristóteles.
Es así como, que del análisis precedente se desprende que hay que entender, esto con respecto a la oposición, que esa falta de sin sentido que la racionalidad califica al discurso de Chávez es el corazón ideológico del proyecto chavista. Esa falta de sin sentido es el fundamento de su credibilidad en la calle, de su atractivo popular; el resentimiento contra el privilegio es profundo y generalizado entre los venezolanos pobres (Toro, 2005).
Y con respecto al oficialismo, en los tiempos de la cuarta república, los venezolanos acabamos por cansarnos de la distancia que había entre las palabras racionales y el comportamiento mantuano de las élites y, ahora, en tiempos de la quinta, más temprano que tarde, bien podría llegar a agotarse la brecha que hay entre el hablar salvaje de Chávez y el comportamiento mantuano de su gobierno (op.cit.).
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Agencia de noticias EFE. “La convivencia democrática está en riesgo en Venezuela”. Diario El Nacional. Cuerpo Nación, p. 4. Publicado el 09/06/09, Caracas.
Bocanegra, S. “Chacumbele está bravo porque no le creen”. Diario TalCual. Sección Política, p. 2. Publicado el 10/06/09, Caracas.
Caballero, M. (1998). La crisis de la Venezuela contemporánea. Caracas: Monte Ávila Editores.
Chumaceiro, I. (2004). El discurso de Hugo Chávez: Bolívar como estrategia para dividir a los venezolanos. Disponible en http//www.revele.com.ve/pdf/lingüística/vol20-/pag22.pdf
Domínguez, E. (1999). La ontología del lenguaje en la universidad del 2000. Revista Electrónica Interuniversitaria de Formación del Profesorado. Disponible en http//www.uva.es/aufop/publica/revelfop/99-v2n1.htm
Editorial. “Plan magnicida. Carcajada general”. Diario el Nacional. Cuerpo Economía y Negocio, opinión, p. 12. Publicado el 22/06/09, Caracas.
Elizalde, R. y Báez, L. Chávez nuestro. Casa Editorial Abril. Cuba.
Fichter, J. (1974). Sociología. Barcelona: Editorial Herder.
Gallegos, O. (1997). Hacia la historia del lenguaje social. Disponible en http://www.monografias.com/trabajos16/lenguaje-social/lenguaje-social.shtml
Habermas, J. (1981). Teoría de la acción comunicativa. II volumen. Madrid: Editorial Taurus.
Halliday, M. (1982): Exploraciones sobre las funciones del lenguaje. Alianza Editorial. Madrid.
Hurtado, I. y Toro, J. (1997). Paradigmas y métodos de investigación en tiempos de cambio. Editorial Episteme. Venezuela.
Jackobson, R. (1981). Lingüística y poética. Alianza Editorial. Madrid
Kornblith, M. (1998). Venezuela en los noventa. La crisis de la democracia. Caracas: Ediciones IESA, UCV.
Kozak, G. “El intelectual y la revolución”. Diario TalCual. Sección aquí opinan, p. 20. Publicado el 09/06/09, Caracas.
Molero, L. (2002). El personalismo en el discurso político venezolano, un enfoque semântico y pragmático. Revista Espacio Abierto, Vol. 11-nº 2/ ISSN 1315-006.
Moreno, J. “Mienten al Papa obispos de la conferencia Episcopal”. Diario Vea. Sección Política, p. 2. Publicado el 09/06/09, Caracas.
Moreno, J. “La conspiración se reactivo desde el 20 de mayo”. Diario Vea. Sección Política, p. 2. Publicado el 10/06/09, Caracas.
Romero, J. (2005). Discurso político, comunicación política e historia en Hugo Chávez. Revista Ámbitos Nº 13-14. Año 2005 (pp. 357-377)
S/A. “Cabello insta a movilizarse contra terrorismo mediático”. Diario La Calle. Sección Información, p.9. Publicado el 10/06/09, Carabobo.
Salas, Y. (2004). “La revolución bolivariana” y “la sociedad civil”: La construcción de subjetividades nacionales en situación de conflicto. Revista. Venezolana. de Economía. y Ciencias Sociales, vol. 10 Nº 2 (mayo-agosto), pp. 91-109
Sánchez, D. (1984). Martín Buber: fundamento existencial de la intercomunicación. Barcelona: Herber.
Toro, F. (2005). Salvajes, mantuanos y racionalistas: hacia una teoría crítica del chavismo. Artículo publicado en la Revista Veneconomía, Vol. 22, Nº 8. Venezuela.
Zapatero, V. (2003). El lenguaje de la constitución. Anuario Jurídico de La Rioja, Nº 9, pp.11-21. España.
5