Ventana Central: Trayectorias y travesías juveniles en el Cono Sur
Autores: Juárez Dayrell y Paulo César R. Carrano
Título: Jóvenes de Brasil
JOVENes, Revista de Estudios sobre Juventud
Edición: Nueva Época, año 6, núm. 17
México, D.F., julio-diciembre 2002
pp. 160-203
Jóvenes de Brasil
DIFICULTADES DE FINALES DEL SIGLO Y PROMESAS DE UN
160
MUNDO DIFERENTE( *)
JUAREZ DAYRELL Y
PAULO CÉSAR R. CARRANO( **)
(*)
Agradecemos a la
Socióloga Maria
Carla Corrochano
por el diálogo que
estableció con
nosotros durante el
proceso de
elaboración de este
artículo. Traducción
del texto: Sorel
Scarlet Contreras
Meyemberg y
Grigory Gazarian.
Resumen
Abstract
En el contexto de Estado mínimo y de
desigualdades maximizadas, a los
jóvenes, principalmente a los de bajos
recursos, se les penalizó en extremo
mediante la reducción de las
oportunidades y ausencias de redes
públicas de protección social. Dicho
escenario dio origen a lo que fuera
denominado como una inclusión
precaria y marginal en la sociedad
capitalista brasileña. En este artículo, se
pone de manifiesto la falta de énfasis
específico de las políticas públicas
nacionales de juventud. Las pocas
acciones existentes se sobreponen
sectorialmente y se desintegran en un
escenario crónico de inconsistencia de
acciones y, en una transferencia
progresiva de responsabilidades para las
organizaciones sociales y entidades de
carácter asistencial, que asumen
funciones de gobierno en la realización
de proyectos y programas sociales.
Within a context of minimal State and
maximized inequity, youngsters, mainly
those who belong to a low class, were
extremely penalized through a decrease
in opportunities and a lack of public
networks of social protection. This scene
brought into being the so-called
precarious and marginal inclusion in the
capitalist Brazilian society. The article
stresses out the need for particular
emphasis on national public policies of
youth. The few current actions are
placed over into sectors and are broken
up in a chronic scene of weakness of
actions, as well as in a progressive
transference of responsibilities to the
social and welfare organizations, which
take government responsibilities in the
carrying out of social projects and
programs.
JOVEN es
I
NTRODUCCIÓN
El objetivo principal de este artículo es presentar la situación
social de los jóvenes en el Brasil contemporáneo. El texto está
organizado en torno de tres ejes de análisis: los indicadores
sociales; las políticas públicas y la participación social y cultural de los
jóvenes de la clase baja que habitan en las periferias de las ciudades
brasileñas.
Partimos de la hipótesis de que conjuntamente con una grave
perspectiva social dentro de la cual se desarrollan la vivencia de los ciclos de
las vidas juveniles, se despliegan nuevas formas y temas relacionados con los
intereses y prácticas colectivas de la juventud urbana. La participación
juvenil, no reducida a los parámetros éticos, estéticos y políticos de los
movimientos sociales de la década de los sesenta, permite anticipar las
acciones sociales colectivas de la juventud, las cuales, situadas justamente
en la intersección entre los mercados del consumo y la producción cultural
autónoma, contribuyen a la prolongación del proceso de construcción de
una democracia participativa en el país.
161
I. DEFINICIÓN DEL CONCEPTO DE JUVENTUD QUE MANEJAMOS
Antes que nada, es importante señalar que el concepto de juventud no se
puede encerrar en esquemas modulares con tendencia a la
homogenización. La pluralidad y las circunstancias típicas de la vida juvenil
exigen que los estudios se realicen considerando la diversidad y las
posibilidades múltiples de la noción de ser joven. Esta diversidad, presente
en lo cotidiano, no siempre encuentra un equivalente en las
representaciones de la juventud ya existentes en la sociedad; es común que
éstas estén basadas en los estereotipos sobre lo que sería un joven típico o
ideal. Dichos estereotipos o modelos casi siempre se reflejan en los jóvenes
de la clase media y alta: los anuncios comerciales no dejan de recurrir a este
patrón seductor para el consumo, reforzando los estereotipos sobre las
relaciones entre las clases sociales.
Un análisis de los estudios juveniles en Brasil de las últimas décadas
indica que la mayor parte de la reflexión académica se concentra en el
debate sobre los temas y las instituciones en la vida de los jóvenes; aún es
limitado el número de investigaciones dedicadas al estudio acerca de cómo
los jóvenes viven y enfrentan distintas situaciones en su vida. Sólo
recientemente ha crecido, de alguna manera, el número de estudios
dirigidos hacia la consideración de los jóvenes y sus experiencias, así como
las formas de sociabilidad y actuación.1 Por un lado, está la preocupación
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Helena Abramo, “Considerações sobre a tematização social da juventude no Brasil”, Revista
Brasileira de Educação, núm. 5/6, ANPED, Sao Paulo, 1997. Marilia Spósito, Políticas
metropolitanas de juventud: projeto temático, Sao Paulo, mimeo, 2002.
JOVEN es
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(**)
Profesor Dr.
Adjunto I de la
Facultad de
Educación de la
Federal de Minas
Gerais y Profesor
Dr. Adjunto II de la
Facultad de
Educación de la
Universidade
Federal
Fluminense.
Investigador de
CNPq. E-Mail:
pcrcarrano@uol.com.br,
respectivamente.
Ambos autores
integran el grupo
de trabajo sobre
Movimientos
Sociales y
Educación en la
Asociación
Nacional de
Investigación en
Educación (ANPED).
162
por el hecho de que la juventud ocupa una parte significativa de los
noticiarios, en gran medida en un contexto de violencia; por otro, las
publicaciones académicas aún no reflejan ni cuantitativa ni
cualitativamente la demanda real de un análisis de la vida juvenil en
nuestras urbes. A pesar de que los jóvenes constituyen un segmento
importante de población, sus necesidades y prácticas colectivas, así
como las políticas destinadas a ellos todavía son prácticamente
desconocidas.
En nuestra vida diaria nos encontramos con una serie de imágenes
con respecto a los jóvenes que interfieren con nuestros intentos de
comprenderlos. Una de las imágenes más arraigadas es la que
representa a la juventud en su condición de transitoriedad, en la cual el
joven es un “llegar a ser”, que tiene, en un futuro, en su transición a la
vida adulta, la confirmación del sentido de sus acciones en un presente.
Aparte de esta perspectiva, existe un tendencia a considerar a la
juventud en términos de negatividad, como alguien quien “todavía no
ha llegado a ser”,2 negando su presente vivido. Esta concepción tiene
mayor presencia en la escuela: en el nombre de “llegar a ser” del
alumno, traducido en el diploma y los posibles proyectos en el futuro,
se tiende a negar el presente vivido del joven como un espacio válido
de formación, ya sea como las cuestiones existenciales que exponen, ya
más allá de las que el futuro apenas engloba.
Otra imagen existente se refiere a una visión romántica de la
juventud: cristalizada a partir de los años sesenta, resultado, entre otras
cosas, del florecimiento de la industria cultural y de un mercado de
consumo dirigido a los jóvenes, reflejado en la moda, bisutería, lugares
de tiempo libre, música, revistas, etcétera.3 De acuerdo con esta visión,
la juventud se reduce a un periodo de libertad, placer y expresión de
comportamientos exóticos. A esta idea se le une la noción de la
moratoria, entendida como un espacio para la prueba y error, para
experimentar, un periodo marcado por el hedonismo y la
irresponsabilidad, durante el cual la aplicación de sanciones por el
comportamiento juvenil es relativa. Más tarde, se añadió otra
tendencia: percibir al joven reducido solamente al campo cultural,
como si los jóvenes sólo expresaran su condición juvenil en los fines de
semana o al participar en las actividades culturales.
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Tânia Salem, “Filhos do Milagre”,
Ciência Hoje, vol. 5, núm. 25, SBPC, 1986.
Carles Feixa, De jóvenes, bandas y
tribus, Ariel, Barcelona, 1998. Carmen
Leccardi, Orizzonte del tempo:
esperienza del tempo e mutamento
sociale, Franco Angeli, Milán, 1991.
Helena Abramo, Cenas juvenis; punks e
darks no espectáulo urbano, Escrita, Sao
Paulo, 1994.
JOVEN es
Todas estas imágenes conviven con una más, la juventud percibida
como un momento de crisis, un etapa difícil, dominado por los
conflictos con la autoestima y/o la personalidad. Unida a esta idea,
existe una tendencia por considerar a la juventud como un momento
de distanciamiento de la familia, lo que indica una posible crisis familiar
como institución socializadora. Algunos autores destacan el hecho de
que la familia, junto con el trabajo y la escuela, gradualmente perderá
su papel central de orientadora y proveedora de valores para las nuevas
generaciones.4
Así, se vuelve necesario poner en tela de juicio estas imágenes, pues
ellas, arraigadas en esos “modelos” o estereotipos socialmente
construidos, hacen posible correr el riesgo de analizar a los jóvenes de
forma negativa, enfatizando las características que les faltan para
corresponder a un determinado modelo de “ser joven”. De esta forma
no conseguimos comprender los modos de acuerdo con los cuales los
jóvenes reales, principalmente aquellos de las clases populares,
construyen su experiencia como tales.
No es sencillo dar una definición de la categoría de juventud,
principalmente debido a que los criterios que la constituyen son
históricos y culturales. Si bien muchos autores ya habían estudiado el
tema y han hecho contribuciones importantes, no es nuestro propósito
recuperar esta discusión.5 En este artículo solamente nos limitaremos a
exponer nuestra postura, resaltando la dimensión de la diversidad
presente en ella.
Coincidimos con Peralva6 en que la juventud es a la vez una
condición social y un tipo de representación. Aunque posee un carácter
universal que le proporcionan las transformaciones del individuo en
una determinada etapa de su vida, durante la cual se completa su
desarrollo físico y el joven se enfrenta a cambios psicológicos, la forma
varía en gran medida de acuerdo con cada sociedad, el tiempo
histórico determinado y, en su interior, con cada grupo social
representativo en el cual participa en ese momento. Esta diversidad se
materializa en la condición social (clases sociales), la cultura (etnias,
identidades religiosas, valores), el género y, además, con las regiones
geográficas, por mencionar algunos aspectos.
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Mario Morcellini, Passagio al futuro; formazione e sociallizzazione tra vecchi e nouvi
media, Franco Angeli, Milán, 1997. Miriam Abromavay, et al., Gangues, galeras,
cegados e rappers; juventude, violência e cidadania nas cidades da periferia de Brasilia,
Garamond, Río de Janeiro, 1999. Alba Zaluar, “Gangues, galeras e quadrilhas:
globalização, juventude e violência”, en Hermana Vianna, Galeras cariocas, territorios
de conflitos encontros culturais, UFRJ, Río de Janeiro, 1997.
5
Para una discusión más a fondo al respecto de la noción de juventud, ver Carles Feixa¸
op. cit. Juarez Dayrell, “Juventude, grupos de estilo e identidade”, Educação em
Revista, núm. 30, Belo Horizonte, diciembre 1999, pp. 25-39. Juarez Dayrell, A música
entra em cena: funk e o rap na socializção da juventude em Belo Horizonte, Faculdade
de Educação, tesis de doctorado, Sao Paulo, 2001. José Machado Pais, Culturas juvenis,
Impresa Nacional Casa da Moeda, Lisboa, 1993. Angelina Peralva, “O jovem como
modelo cultural”, Revista Brasileida de Educação, anped, núm. 5/6, Sao Paulo, 1987.
Marilia Spósito, “A sociabilidade juvenil e a rua; novos conflitos e ação coletiva na
cidade”, Tempo Social. Revista Sociología de la USP, vol. 5, núm. 1, e. 2, Sao Paulo, 1983,
pp. 161-178. Marilia Spósito, Juventude e Escolarição – Estado do Conhecimineto (19841998), INEP, Brasilia, 2001; entre otros.
6
Angelina Peralva, op. cit.
JOVEN es
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No es sencillo dar
una definición de la
categoría de
juventud,
principalmente
debido a que los
criterios que la
constituyen son
históricos y
culturales
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164
Construir la noción de juventud desde la perspectiva de la
diversidad implica, en primer lugar, considerarla no tanto como sujeto
a los criterios establecidos, sino como parte de un proceso de
crecimiento visto a partir de una perspectiva de
totalidad, que adquiere rasgos específicos en el
conjunto de las experiencias vividas por los individuos
en su contexto social determinado. Esto no significa
entender a la juventud como una etapa con un fin
predeterminado, y mucho menos como un momento
de preparación que acaba una vez que comienza la
vida adulta. Melucci7 nos propone una manera de
comprender la adolescencia y la juventud. Para ello,
introduce la noción de la secuencia temporal en
curso de la vida, cuando la saturación biológica hace
que surjan determinadas potencialidades. En este
sentido, resulta imposible marcar el comienzo de la
juventud, cuando físicamente se adquiere el poder
de procrear, cuando la persona muestra señales de
tener menor necesidad de protección por parte de la
familia, cuando comienza a asumir responsabilidad, a
buscar independencia y a dar pruebas de
autosuficiencia, entre otras señales físicas y
psicológicas. Sin embargo, para el autor, una
secuencia temporal no necesariamente implica una
evolución consecutiva, en la cual la complejidad va
aumentando, pasando de las fases primitivas por las
más maduras; de tal forma, las experiencias
precedentes quedan canceladas.
Melucci, por el contrario, defiende la idea de que
los fenómenos evolutivos presentes en los cambios
de los ciclos vitales, son hechos que se refieren a
cada momento de la existencia, haciendo de los
cambios o transformaciones una característica
estable de la vida del individuo. Así, la adolescencia
no puede ser comprendida como un periodo que
termina, como una etapa de crisis o de transición
entre la infancia y la vida adulta, entendida ésta
como el objetivo último de maduración. Además, la
adolescencia representa el momento de inicio de la
juventud, un momento cuyo núcleo central lo
constituyen los cambios corporales, las afecciones,
así como las referencias sociales y relaciones
afectivas; un momento en el cual se vive de forma
más intensa un conjunto de transformaciones que de
algún modo van a estar presentes a lo largo de la
vida.
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A. Melucci e Anna Fabbrini, L’età dell’oro: adolescenti tra sogno ed esperienza,
Feltrinelli, Milán, 1992.
JOVEN es
A raíz de esta discusión entendemos a la juventud como parte de
un proceso más amplio de constitución de sujetos, cuyas
especificidades marcan la vida de cada uno. La juventud constituye un
periodo determinado, pero que no se reduce a un pasaje que adquiere
importancia en sí mismo. Todo este proceso se ve influido por el medio
social concreto en el cual se desarrolla y por la cualidad de los cambios
que éste le proporciona. Así, los jóvenes a los que nos referimos en
este artículo crean determinados modos de ser joven con algunas
peculiaridades, lo que, sin embargo, no quiere decir que haya una
única manera de ser joven en las clases populares. Es en este sentido
que enfatizamos la noción de juventudes, en plural, para destacar la
diversidad de maneras de ser un joven existente. Comprendida de este
modo la noción de juventud, se vuelve necesario vincularla al sujeto
inmerso en una determinada realidad social e histórica.
Enfatizamos la
noción de
juventudes, en
II. JÓVENES EN BRASIL: MENOS ESTADO, MÁS
DESIGUALDADES
plural, para destacar
la diversidad de
En lo que se refiere a la distribución de las ganancias en los años
noventa, aunque muchos estudios concuerdan en que no ha ocurrido
empobrecimientos significativos en un cuadro social históricamente
excluyente, Quadros y Antunes,8 tras analizar los datos de censos
realizados en este periodo, presentan resultados de investigación que
indican que en promedio solamente en unos pocos segmentos sociales
la situación ha mejorado, en algunos otros se ha mantenido igual y en
los demás ha empeorado.
Los datos que se obtuvieron durante el último Censo Brasileño,9 así
como indicadores sociales diversos muestran claramente el cuadro
global de las desigualdades sociales. En este contexto encontramos la
particularidad de la problemática juvenil, cuya característica principal se
vincula al empobrecimiento de las condiciones sociales de los jóvenes
marginados que viven en centros urbanos. En el siguiente apartado
presentamos aspectos demográficos de la juventud brasileña, así como
los indicadores sociales relacionados con la mortalidad en este sector
de población –en especial a causas externas–, la educación escolar y el
trabajo. Dentro del cuadro global de desigualdades sociales, los jóvenes
sobresalen como un sector de población particularmente vulnerable
que demanda la puesta en práctica de las políticas públicas que puedan
garantizar los derechos sociales, negados sistemáticamente a este
sector a lo largo de la historia de Brasil.
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José de Waldir Quadros & Davi José Nardy Antunes, Classes sociais e distribuição de
renda no Brasil dos anos noventa, Cadernos do CESIT, núm. 30, Campinas, octubre 2001.
9
IBGE, Censo 2000, internet: www.ibge.gov.br
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maneras de ser un
joven existente.
Comprendida de este
modo la noción de
juventud, se vuelve
necesario vincularla
al sujeto inmerso en
una determinada
realidad social e
histórica
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1. Síntesis demográfica e indicadores sociales
La población joven (personas entre 14 y 24 años de edad) está
conformada por 33 millones de brasileños, un número que se
encuentra dentro del intervalo de variación histórica que oscila entre
19% y 21% en relación con la población total del país. Si bien los
censos demográficos brasileños apuntan hacia una tendencia de
crecimiento absoluto del sector juvenil, a partir de la década de los
setenta se observa un gradual proceso de desaceleración. Las
generaciones nacidas a partir de los años ochenta son ejemplo, del
efecto de la fecundidad en declive que inició en los sesenta, junto con
la introducción de los métodos de anticoncepción orales y, más
recientemente, con la confirmación de la existencia de un elevado
número de mujeres estériles. Son los adolescentes y jóvenes los que
tienen la mayor capacidad migratoria, a tal grado que cerca de 80% de
ellos (27.75567 millones) viven en áreas urbanas que en gran medida
no cuentan con la infraestructura social necesaria para satisfacer sus
múltiples necesidades de desarrollo.
Los estudios demográficos indican que a partir de los años ochenta
la población de menos de 15 años de edad, está sistemáticamente
disminuyendo en relación con la población brasileña total. De acuerdo
con Cunha,10 lo mismo sucede con aquellos que tienen entre 15 y 18
años, aunque no tan rápido, debido al hecho de que este grupo incluye
cohortes nacidas en periodos cuando la fecundidad apenas empezaba
a disminuir. Igual ocurre con el grupo de edades de 19 a 24 años, que
sólo sentirá el impacto de la caída de la fecundidad después del año
2001, cuando aparecerán nuevas cohortes nacidas durante la década
de los ochenta. En diferentes grupos de edades de los jóvenes
brasileños, principalmente para aquellos de los sectores populares que
todavía no muestran significativas caídas demográficas, persisten
pronósticos muy pesimistas sobre la accesibilidad del derecho a la
educación pública de calidad.
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José Marcos Pinto da Cunha, “A dinâmica demográfica e seus impactos na trajetória da
população em idade escolar”, en Maria Helena Guimarães de Castro, Aurea Maria
Queiroz Davanzo, Situaceo da Educacao Básica no Brasil, Instituto Naiconal de Estudos e
Pesquisas Educacionais, Brasilia, 1999, pp. 130-118.
JOVEN es
2. Educación escolar
El Censo de 2000 trajo una buena noticia estadística: entre los jóvenes
de 15 a 17 años de edad, la tasa de escolaridad ha subido de 55.3% a
78.8 por ciento. De acuerdo con los datos, hoy en día los jóvenes
tienen un mayor acceso a los estudios formales y continúan en ellos
por más tiempo; sin embargo, esta tendencia se caracteriza, en gran
escala, por rechazos sistemáticos que crean distorsiones graves entre la
edad ideal y el año escolar. En cuanto a las personas de 18 ó 19 años
de edad, la proporción es menor: apenas 50.3% de los jóvenes de este
grupo tiene estudios. Entre los jóvenes de 20 a 24 años, la proporción
es de 26.5%, lo que indica el peso de la necesidad de trabajar y el bajo
número de jóvenes que cursan niveles escolares superiores.11
Al considerar la distribución de la población de 10 años o más, se
observa que 34.1% tiene hasta tres años de estudios. En los estados de
Piauí y Maranhão se conservan las tasas más altas de escolaridad
(56.3% y 53.2%, respectivamente) y en el Distrito Federal, la más baja
(16.1 por ciento); 15% de la población tiene de 8 a 10 años de
estudios concluidos, mientras que otro 14.9% tiene de 11 a 14 años.
En 1991, estas proporciones eran de 11% y 10%, respectivamente.
Hubo una baja en la proporción de los menos instruidos (19% contra
10%) y un aumento en la proporción de los que tienen 11 o más años
de estudios (13.8% contra 19 por ciento). En lo que atañe a una mayor
accesibilidad de los sistemas formales de enseñanza, cabe mencionar
que los problemas de la consolidación del sistema escolar público y de
la calidad, todavía están lejos de ser resueltos. La mayoría de los
jóvenes en el sistema escolar público aún están cursando los primeros
ocho grados de la enseñanza básica. El mismo Censo de 2000 que
apuntó una ampliación del acceso a la escolaridad para un mayor
número de los jóvenes brasileños, también reveló datos preocupantes
sobre un atraso escolar en la enseñanza pública. De acuerdo con la
información obtenida, en el grupo de edad de 15 a 17 años, más de la
mitad de los jóvenes estudiantes matriculados (52.6%) se encuentran
en la etapa de la educación básica, destinada a los niños de siete a 14
años de edad. Mello12 denominó con acierto la enseñanza secundaria
en Brasil como aquella destinada a las minorías sobrevivientes, frente al
acceso limitado que tienen los jóvenes a los grados de la escuela
posobligatorios en el país. Si son pocos los que “sobreviven”, son
todavía menos quienes logran llegar a esta cúspide de la pirámide
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En las tasas de escolaridad que muestran la frecuencia con la que los niños van a la
escuela, hubo progreso en todos los grupos de edades. En el periodo de 1991 a 2000, la
frecuencia subió de 37.2% hasta 71.9 por ciento. La tasa de analfabetismo disminuyó en
24.4% durante el mismo periodo y el porcentaje de personas que terminan 15 años de
estudios, lo cual incluye los estudios superiores, aumentó de 3.6% hasta 4.1% de la
población. Es probable que los datos que indican una mejora en el acceso de los
brasileños de edad escolar (entre siete y 14 años) a la educación, no sólo revelen
avances significativos en las políticas de universalización hacia la educación escolar –una
prioridad de la década de los noventa en relación con otros niveles del sistema
educativo– sino también, indican una fuerte tendencia a declive en la tasa de
fecundidad de este sector, que se refleja de manera significativa en la pirámide de
edades en Brasil.
12
Namo Guiomar Mello, Para que servem as estadísticas educacionais, Cadernos INEP, INEP,
Brasilia, 1999.
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En lo que atañe a
una mayor
accesibilidad de los
sistemas formales de
enseñanza, cabe
mencionar que los
problemas de la
consolidación del
sistema escolar
público y de la
calidad, todavía
están lejos de ser
resueltos
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En lo que atañe a
una mayor
accesibilidad de los
sistemas formales de
enseñanza, cabe
mencionar que los
problemas de la
consolidación del
sistema escolar
público y de la
calidad, todavía
están lejos de ser
resueltos
educativa sin accidentes durante los ocho años de la educación básica.
En 1996, el número de alumnos que mantuvieron una correspondencia
ideal entre la edad y el año escolar, alcanzaba 2.5 millones, lo cual es
menor a un cuarto de los más de 10 millones de brasileños entre 15 y
17 años de edad.
A pesar de un gradual aumento en el número de jóvenes
matriculados en la enseñanza básica, los índices de reprobación y
repetición siguen elevándose y profundizando la distorsión edadalumno-año escolar. De acuerdo con las estadísticas sobre la
educación, los alumnos de enseñanza básica en promedio permanecen
en la escuela durante 11 años. La cantidad que se deriva de esta
distorsión, sumada al número de ciudadanos que nunca han asistido a
la escuela, causó una enorme presión para una mayor cobertura en la
educación de jóvenes y adultos.
No obstante, los recursos públicos destinados a este sector, en vez
de aumentarse en respuesta a la demanda, se han reducido y entrado
en un círculo vicioso que sólo puede explicarse a través de la
percepción de quienes quedaron excluidos y “se les fue el tren” en
cuanto a la regularización escolar. El Gobierno Federal, al no calcular
las matrículas en los programas de Educación para Jóvenes y Adultos
(EJA), con la finalidad de contar el número de alumnos que repitieron las
asignaturas, comprobó “la incongruencia de los funcionarios de
gobierno, quienes en sus discursos dan valor a la educación pero
delegan las responsabilidades a los gobiernos municipales y a la
sociedad civil.”13 El Gobierno Federal hizo del discurso de asociación
con la sociedad civil, una coartada para la crisis de financiamiento que
el propio gobierno generó y que se desarrolla en un vacío de políticas
nacionales efectivas para el sector, que todavía cae en los viejos vicios
de las campañas de alfabetización de jóvenes y adultos, caracterizadas
por poco profesionalismo, uso de profesores legos y no capacitados, así
como por una insuficiente institucionalización de las iniciativas,
proyectos y programas.14
Lo mismo sucede con la mejora relativa en los índices de
escolaridad, revelada en el transcurso del Censo de 2000: la gran
mayoría de los jóvenes brasileños no logran llegar a la educación media
ni a la enseñanza superior. Aunque la tasa de analfabetismo en las
personas mayores de 10 años ha disminuido desde 19.7% en 1991
hasta 12.8% en 2000, muchos adolescentes y jóvenes se ven obligados
a abandonar los estudios para poder mantener o, al menos, ayudar a
mantener sus familias.
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Discurso pronunciado por el profesor Jamil Cury durante el 3er Encuentro sobre la
Enseñanza de Jóvenes y Adultos, que se llevó a cabo en Anhembi, San Paolo, 5-6 de
octubre de 2001.
14
Puesto que el objetivo del presente artículo no es discutir la historia de la educación en
jóvenes y adultos, remitimos a nuestro lector al artículo de Sérgio Haddad y Maria Clara
Di Pierro, “Escolarização de jovens e adultos”, Revista Brasileira de Educação, núm. 14,
ANPED, 2000, pp. 108-130; donde se trata el tema de la trayectoria de la escolaridad de
jóvenes y adultos en diferentes momentos de la historia de Brasil.
JOVEN es
3. Trabajo y desempleo entre los jóvenes
Los indicadores sociales que miden el desempleo de la fuerza laboral,
sugieren que dicho desempleo tiene como causa primordial, la
concentración de las ganancias. En lo referente a la distribución de
desempleo por edades, las tasas más bajas se hallan en el segmento
joven de la población. De acuerdo con Pochmann,15 el desempleo
juvenil aumentó en la década de los noventa en una proporción mayor
a la del desempleo total. Así, en 1996, 52.9% de los desempleados
tenían entre 10 y 24 años de edad. El hecho de que la tasa de
desempleo (0.4%) no acompañó a la expansión de la fuerza laboral
(1.1%) indica una falta de empleos para quienes los buscan, fenómeno
que muestra las dificultades de crecimiento de la economía nacional.
Los jóvenes representan 62.2% del número creciente –total– de las
personas que pierden trabajos remunerados. Otro rasgo característico
de los años noventa, fue el crecimiento de los puestos de trabajo poco
seguros, así como la contratación de eventuales y de baja preparación
profesional. En términos generales, las puertas de un primer trabajo se
cerraron para los jóvenes de Brasil, en especial para la mayoría de los
jóvenes provenientes de los estratos populares con estudios limitados.
Durante este periodo, cuatro categorías caracterizan al desempleo: a)
desempleo de inserción, en el cual se da una búsqueda del primer
trabajo durante un largo tiempo; b) desempleo recurrente,
caracterizado por una ocupación temporal; c) desempleo proveniente
de la desestructuración productiva en las empresas y, d) desempleo de
exclusión, marcado principalmente por una falta de empleo durante
largo tiempo y subsiguiente ausencia de estímulos para buscar trabajo.
El sentimiento de fracaso que acompaña al joven que busca trabajo
remunerado sin poder conseguirlo, es una puerta abierta para la
frustración, el desánimo y, además, la posibilidad de la vida criminal.16
Los efectos del desempleo para los jóvenes, se ven en gran medida
subrayados en quienes se encuentran en un momento de intensa
organización personal y social. Depresión, ansiedad, apatía y una baja
autoestima, son manifestaciones recurrentes en los jóvenes frustrados
por sus fracasos en la búsqueda de empleo. De este modo, la
socialización de los jóvenes se da en este marco de escasez de opciones
económicas para satisfacer las necesidades personales y colectivas, en
ambientes urbano-industriales saturados por signos y relaciones
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Marcio Pochmann, “Emprego e desemprego juvenil no Brasil: as trasformações nos
anos 1990”, en Osmar Fávero, Paulo Carrano e Sonia M. Rummert (organizadores),
“Juventude, Educação e Sociedade”, Movimiento, Revista de da Faculdade de Educação,
Universidade Federal Fulmínense, DP&A, núm. 1, Rio de Janeiro, mayo 2000, pp. 52-72.
16
De acuerdo con el Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE), el número de
adolescentes entre 12 y 18 años en este país alcanza 21.2 millones. Entre ellos,
alrededor de 30.7 mil cumplen penas socioeducativas por haber cometido delitos.
Aproximadamente 10 mil se encuentran internados en correccionales para menores
(Jornal do Brasil, 13 de junio de 2002, p. A2; reportaje de Luciana Navarro). Los técnicos
de la Secretaría de Justicia estiman que los presos entre 18 y 25 años constituyen casi
60% de los encarcelados en el país. Así pues, sumados a los adolescentes internados a
las instituciones correctivas o sometidos a otros castigos previstos por el Estatuto sobre
el Niño y Adolescente, el número de jóvenes infractores en Brasil alcanza 143 mil
personas (datos de la revista O Globo, 2 de septiembre de 2001, p. 3).
JOVEN es
169
El sentimiento de
fracaso que
acompaña al joven
que busca trabajo
remunerado sin
poder conseguirlo,
es una puerta
abierta para la
frustración, el
desánimo y, además,
la posibilidad de la
vida criminal
generados por la sociedad de consumo; todo lo cual es tierra fértil
para la flexibilización de la ética del trabajo honesto.
170
4. Mortalidad entre los jóvenes en Brasil. Una epidemia de
homicidios
Se estima que cada año en Brasil casi 26 mil niños y jóvenes entre 10 y
19 años de edad pierden la vida debido a causas diversas, tales como
accidentes, suicidios, enfermedades relacionadas con el embarazo y
otros factores; además de problemas crónicos de salud o deficiencias
que persiguen a las personas no sólo durante la juventud, sino también
durante toda la vida.17 En su trabajo sobre la mortalidad de los jóvenes
en Brasil, Araújo18 llegó a la conclusión de que la mortalidad entre las
mujeres jóvenes ha aumentado, principalmente a causa de
enfermedades relacionadas con el sistema endocrino, nutrición,
metabolismo y trastornos inmunológicos. En cuanto a los homicidios,
en los hombres jóvenes se ha dado un aumento de la mortalidad más
intenso por esta causa, aparte de las mencionadas para el caso de las
mujeres.
Aproximadamente 70% de muertes en los jóvenes se debe a causas
externas, principalmente, homicidios, accidentes automovilísticos y
suicidios. Los homicidios, en especial, se han vuelto una verdadera
epidemia de violencia que afecta directamente a la población joven de
los sectores más marginados social y económicamente de la sociedad
brasileña. Los datos estadísticos muestran que Brasil ocupa el tercer
lugar en el mundo en lo que se refiere a homicidios de jóvenes entre
15 y 24 años de edad, de acuerdo con el estudio realizado por UNESCO
en agosto de 2000 y titulado Mapa de violencia III. Río de Janeiro se ha
vuelto la tercera ciudad brasileña más peligrosa para los jóvenes de 15
a 24 años. De 1989 a 1998, el porcentaje de jóvenes en la capital
brasileña que perecieron a causa de homicidio se incrementó en 217.3
por ciento. Durante el mismo periodo, el número de asesinados por
cada 100 mil de habitantes subió de 44.5 a 141.1. En 1998, se registró
1.3 mil homicidios de jóvenes en la capital, que hace 10 años ocupaba
el 11o lugar en la lista de las ciudades brasileñas más peligrosas para
los jóvenes. Hoy día, sólo Recife y Vitoria –dos ciudades que sobrepasan
la tasa de 200 homicidios por cada 100 mil de habitantes –19 dejan atrás a la
capital de Brasil.
Según los datos de la Secretaría de Salud, las tasas de mortalidad en
varones brasileños de 15 a 24 años de edad casi superan a las de los
Estados Unidos en 50%, y a los de Canadá, Francia e Italia, en 100 por
ciento. La tasa de muertes por homicidio, en el mismo grupo, se
incrementó en 130% durante el periodo de 1980 a 1995. En las
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17
Ver la página de la Secretaría de Salud http://www.saude.gov.br/sps/areastecnicas/
adolescente/homicidios.htm
18
Herton Elley Araujo, A mortalidade entre os jovens adultos brasilerios –por quê e quais
morrem mais?, XI Encontro Nacional de Estudos Popilacionais da ABEP, Caxambu, 1998,
pp. 1911-1928.
19
Marcelo Freitas, Río de Janeiro ocupa el tercer lugar en violencia contra jóvenes, JB
Quinta-feira, Río de Janeiro, 17 de agosto de 2000.
JOVEN es
regiones de sureste y centro oeste, los índices subieron de 150% a
180%, respectivamente. Estos números muestran que los homicidios
de los jóvenes no sólo ocurren en grandes metrópolis, lo cual sugiere
que el crecimiento de la población en el Norte y Oeste, regiones de
yacimientos de diamantes y conflictos de tierras, sea un factor que
facilite las situaciones de violencia.
En la última década, el número de jóvenes brasileños entre 15 y 24
años de edad asesinados incrementó en 77 por ciento. De 1991 al
2000 la tasa de homicidios en los jóvenes subió de 66.5 a 98.8 por
cada 100 mil muertos. Estos indicadores exceden a los países que se
encuentran en estado de guerra declarada. El narcotráfico y consumo
de drogas ha contribuido de manera drástica a la participación de la
juventud brasileña en el ciclo perverso de homicidios, ya sea como
agresores o como víctimas de la violencia.20 Los narcotraficantes
encuentran en los jóvenes de los barrios populares una mano de obra
barata y disponible para sus negocios que se sitúan en un contexto de
una red de acciones criminales que incluyen, además del tráfico de
drogas, el robo, los juegos de azar, la exploración sexual, la extorsión y
la venta ilegal de armas.
En la última década,
el número de jóvenes
brasileños entre 15 y
24 años de edad
asesinados
incrementó en 77 por
5. Qué muestran los indicadores sociales
El crecimiento del sector de jóvenes y adolescentes, fenómeno que ya
recibió el nombre de la onda joven,21 alcanzará su apogeo
aproximadamente en el año 2005, cuando el número de personas en
este sector llegue entre 30 a 43 millones. En este momento la
proporción de los jóvenes comenzará a mostrar un declive significativo.
Hasta este momento, se necesitará un cambio de prioridad en las
políticas públicas, en caso de que se quiera poner fin al perverso y
explosivo proceso de aumento de las desigualdades sociales que
produce tan desconsoladores índices sociales de vida para enormes
cantidades de jóvenes brasileños.
El Estado brasileño se ha comportado como un padrastro cruel con
respecto a grandes cantidades de sus generaciones jóvenes. La
preocupación casi exclusiva por la estabilidad monetaria, representada
principalmente por el Plano Real, la asistencia financiera a los bancos
particulares y a la privatización de los estatales, resultó en el descuido,
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La presidencia de la República, en conjunto con los Consejos Nacionales de Drogas de
todo el país, lanzó en junio de 2002 la Campaña Nacional Antidrogas, destinada a los
niños y adolescentes. El primer estudio domiciliario sobre el uso de estupefacientes en
Brasil, una investigación nacional sobre el consumo de drogas en ciudades brasileñas,
llevada a cabo por el Gobierno Federal en 2002, constató que 19.4% de la población,
esto es, uno de cada cinco brasileños, de 12 a 67 años, ha consumido sustancias como
marihuana, solventes, estimulantes de apetito o cocaína por lo menos una vez en su
vida. Tomando en cuenta la población total en el país, esto equivale a más de 32
millones de personas. El estudio mostró, además, que 11.2% de la población son
dependientes de las bebidas alcohólicas, 9% del tabaco y 1%, de la cocaína. Asimismo,
los datos de la investigación muestran que 587 mil niños y adolescentes entre 12 y 17
años de edad se pueden considerar como alcohólicos y, aproximadamente 49 mil niños
y adolescentes del mismo grupo son dependientes de la marihuana (revista O Globo, p.
15, 18 de junio de 2002).
21
Felicia Reicher Madeira & Eliana Monteriro Rodrigues, “Recado dos jovens: mais
qualificação”, en Jovens acontecnedo na trilha das políticas públicas, CNPD, Brasilia, 1998,
vol. 2, pp. 427-496.
JOVEN es
ciento
171
172
en una profundización de la crisis social y en la creciente división entre
los más ricos y los más pobres. Por ende, es necesario romper con el
círculo de desarrollo caracterizado por excesivas ganancias del capital
especulativo, reducido crecimiento económico y amplia exclusión social
que ya adquiere forma de endeudamiento de la clase media en la
sociedad brasileña.
Lejos de este festejo de ganancias del capital la globalización
económica, se encuentra la juventud de la periferia, tanto espacial
como simbólicamente, de las grandes ciudades del país y de las
regiones menos desarrolladas del nordeste de Brasil. Nueve millones de
jóvenes tratan de sobrevivir en condiciones de extrema pobreza (61
reales per cápita).
Los indicadores sociales relacionados con la situación de los jóvenes,
representan una elocuente base empírica para confirmar la idea de que
la juventud no sólo es un sector grande en términos numéricos, sino
que, fundamentalmente, está constituido por múltiples dimensiones
existenciales que condicionan un abanico de oportunidades de vida. La
situación de exclusión y el riesgo social de amplios sectores de la
juventud brasileña, exigen medidas radicales y efectivas que muestren
un cambio de prioridades en el desarrollo económico. Se vuelve
necesario el desarrollo, conjuntamente con la descentralización de la
burocracia, de las políticas integradoras en diferentes esferas
gubernamentales y las acciones tomadas en el ámbito de la sociedad
civil, en un esfuerzo que debe potenciar el Estado, con una capacidad
de inversión y coordinación de las políticas públicas.
JOVEN es
III. JÓVENES POBRES Y VULNERABILIDAD SOCIAL:
POLÍTICAS PÚBLICAS Y ACCIONES SOCIALES 22
Reflexionar sobre los jóvenes en Brasil implica tener en cuenta las
enormes disparidades socioculturales existentes, así como los diferentes
contextos en los cuales los jóvenes se construyen como sujetos. Esta
diversidad se hace más patente en el contexto de la crisis23 que
atraviesa la sociedad brasileña y que se refleja en las instituciones
tradicionalmente responsables de la socialización, tales como el trabajo
o la escuela. Una de las caras de esta crisis son las transformaciones
profundas del mundo laboral: tanto en Brasil como en el extranjero, se
hace constar una permutación en los patrones de organización del
trabajo que altera las formas de inserción de los jóvenes al mercado
laboral.
Al igual que en el trabajo, la escuela para este sector no parece
constituir una referencia de valores en su construcción como sujetos.
La situación de estos sectores se ve agravada por la reducción de la
participación del Estado en la esfera pública, lo que no ofrece
soluciones de políticas que contemplen a la juventud. Esto produce una
privatización y despolitización de las condiciones de vida. En este
contexto, las familias son cada vez más responsables de garantizar la
reproducción de sus miembros, sin contar con quién las pueda “ayudar
a ayudarse”.
Tanto Castel24 como Martins25 nos advierten contra una imprecisión
en caracterizar a los jóvenes pobres como “excluidos”, y critican un
cierto fetichismo de la idea de exclusión que tiende a suprimir las
intervenciones existentes entre la economía y otros niveles y
dimensiones de la realidad social. Para Martins, el modelo económico
brasileño instrumenta:
Una intencional inclusión poco estable, precaria y marginal. Son las políticas de
inclusión de personas en los procesos económicos, en la producción y circulación
de bienes y servicios, estrictamente en términos de lo que es racionalmente
conveniente y necesario para una reproducción del capital más eficaz.26
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Consideramos la situación de vulnerabilidad social de la juventud como un complejo y
variable conjunto de factores que provocan que los jóvenes se vuelvan susceptibles a los
procesos de exclusión social y, al enfrentamiento de graves situaciones de violencia
física y simbólica. Partimos del supuesto de que la vulnerabilidad se origina en los
procesos de la desigualdad social y global y que, a su vez, conduce a desventajas
sociales específicas. En esta condición de vulnerabilidad se concentran los obstáculos y
riesgos que enfrentan ciertos grupos sociales que emplean tácticas cotidianas –que no
siempre se dan en situaciones legítimas– con el fin de buscar superar estas dificultades
relacionadas con la sobrevivencia.
23
No empleamos la noción de crisis en el sentido de una ruptura o caos, sino, siguiendo
la propuesta de Melucci, en el sentido de mutaciones o reconfiguraciones profundas en
las relaciones sociales, donde ya no funcionan los modelos anteriores y todavía no se ha
propuesto los nuevos. A. Melucci, L’invenzione del presente: movimenti sociali nelle
società complesse, II Mulino, Bologna, 1991.
24
Robert Castel, As armadilhas da exclusão, mimeo, 1995.
25
José de Souza Martins, Exclusão social e a nova desigualdade, Paulus, Sao Paulo, 1997.
26
Idem., p. 20.
JOVEN es
173
Tanto en Brasil como
en el extranjero, se
hace constar una
permutación en los
patrones de
organización del
trabajo que altera
las formas de
inserción de los
jóvenes al mercado
laboral
174
Las consecuencias de
la debilidad del
Estado y la
privatización de la
esfera pública, han
sido acciones
gubernamentales
fragmentarias en el
ámbito de las
secretarías de
gobierno a nivel del
país, sus diferentes
estados y municipios
Así, optamos por caracterizarlos como jóvenes pobres que viven formas
de inclusión frágiles e insuficientes en el contexto de una nueva
desigualdad social, desigualdad que implica el agotamiento de las
posibilidades de movilidad social para la mayoría de la población, en la
cual han cambiado las formas, los ámbitos y las consecuencias de la
pobreza. Si para las generaciones anteriores existía, acaso
remotamente, una perspectiva de movilidad a través de la escuela y/o
del trabajo, para los jóvenes de hoy esta opción ya no existe. En este
sentido adquiere forma el marco de las crisis: los antiguos modelos, en
donde las instituciones tenían un lugar socialmente definido, ya no
corresponden a la realidad. El trabajo ya no constituye un tipo de
regulación de la sociedad, la escuela no cumple la función de una
institución moralizadora y de movilidad social, mientras que los nuevos
modelos aún no están definidos. Lo que antes se caracterizaba como
una posibilidad de transición del momento de exclusión al de inclusión,
hoy en día, para el sector de los jóvenes pobres, se ha transformado en
un medio de vida.
Durante toda la década de los noventa y los primeros dos años del
presente siglo, no se registró la existencia de políticas nacionales
integrales destinadas a la juventud. Para los jóvenes brasileños, en
especial para aquellos que, principales víctimas del desempleo personal
y familiar y, de la muerte por violencia, se encuentran en una situación
de vulnerabilidad social y, por consiguiente, en menor medida cuentan
con el apoyo de las redes sociales de protección. Las consecuencias de
la debilidad del Estado y la privatización de la esfera pública, han sido
acciones gubernamentales fragmentarias en el ámbito de las secretarías
de gobierno a nivel del país, sus diferentes estados y municipios. Todo
esto a pesar de que en muchas ciudades han surgido iniciativas
novedosas que buscaron contar con la participación de los jóvenes en
la formulación e instrumentación de las acciones. Las políticas públicas
dirigidas a la juventud se desarrollaron en conjunto con una amplia y
variada red de iniciativas de apoyo privado a cargo del llamado tercer
sector, “constituido por un gran número de intervenciones educativas y
de apoyo, promovidas por las organizaciones no gubernamentales,
iglesias, asociaciones, etc., con financiamiento en parte público, en
parte privado, proveniente de fundaciones empresariales o
directamente de las empresas privada”.27
En seguida, presentaremos algunas consideraciones sobre la
situación de los derechos sociales en el Brasil contemporáneo, así como
un balance analítico de las políticas públicas destinadas a la juventud
en los años noventa en el ámbito nacional. Asimismo, destacaremos el
lugar de las iniciativas provenientes de la sociedad civil para el
desarrollo de proyectos y acciones sociales dirigidas a los adolescentes y
jóvenes.
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Paulo Singer, “Evolução da economia e vinculação internacional”, en Ignacy Sachs,
Jorge Wilheim e Paulo Sérgio Pinheiro, Brasil: um século de trasformações, Companhia
das Letras, Sao Paulo, 2001, p. 122.
JOVEN es
1. Derechos sociales en la experiencia democrática reciente
Después de la dictadura civil-militar en Brasil (1964-1984), la sociedad
brasileña reapareció en un escenario con alto grado de complejidad,
alargando los procesos sociales que ya se anunciaban en el contexto de
lucha por la ampliación de las libertades democráticas y garantías de
derechos sociales, y formando otro tipo de asociaciones y
movilizaciones antagónicas; todo en un panorama de una relativa
libertad democrática asegurada por la ley de amnistía política. El
sociólogo Moacyr Guilherme dos Santos denominó la intensificación
del movimiento asociativo en Brasil después de la dictadura como
posrevolución brasileña. El periodo de la dictadura se caracterizó
también por la hegemonía del gran capital que modernizó las fuerzas
de producción e hizo posible el desarrollo de los fundamentos objetivos
de la sociedad civil brasileña. En este contexto, surgieron y se
fortalecieron los movimientos sindicalistas, asociativos y partidarios,
tales como el Partido de los Trabajadores o el Movimiento de los Sin
Tierras (MST); durante toda la década de los noventa se presentaron
como fuerzas sociales antagónicas a las élites políticas y económicas
que siempre han tenido la supremacía en las organizaciones
gubernamentales y ideológicas del Estado.
El caso de Brasil fue, en gran medida, similar a lo que ha ocurrido
en muchos países de América Latina, donde los movimientos sociales
fueron un factor decisivo para redefinir el sentido de la política y el
papel del Estado. La descentralización causada por la caída del poder
militar ocasionó difusión de un sinfín de centralidades políticas por los
diferentes espacios del territorio nacional. Las luchas populares urbanas
se destacaron por la búsqueda de mejoras en la reproducción social de
la fuerza laboral y en derechos sociales. Las contradicciones sociales en
las ciudades, causadas por el desigual desarrollo capitalista y
anteriormente reprimidas por la dictadura, aparecieron como
obstáculos en el camino de numerosos movimientos sociales –de varias
grados de politización y organización social–, que en la práctica social
combatieron la lógica perversa de la combinación histórica entre el
crecimiento económico y la producción de la pobreza.
En la década de los ochenta, surgió una nueva noción de
ciudadanía. Según Davignino,28 esta noción tenía dos dimensiones: la
primera consiste en estar intrínsicamente vinculada a la experiencia
concreta de los movimientos sociales, tanto del tipo urbano como de
los movimientos de mujeres, negros, homosexuales, movimientos
ecológicos, etctera; cabe incluir los diferentes movimientos sociales de
la juventud, tanto los del carácter estrictamente político como aquellos
relacionados más directamente con la expresión cultural. En la
organización de estos movimientos sociales se evidenció la lucha por
los derechos: tanto el derecho a la igualdad como el derecho a la
diferencia y las formas de expresión, que practicaron los nuevos sujetos
socialmente activos y no sólo los ciudadanos consumidores.
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Evalina Davignino, “Os movimentos socieais e a emergência de uma nova noção de
cidadania”, en Evalina Davignino, Anos 90, políticas e sociedade no Brasil/org,
Brasiliense, Sao Paulo, 1994.
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La descentralización
causada por la caída
del poder militar
ocasionó difusión de
un sinfín de
centralidades
políticas por los
diferentes espacios
del territorio
nacional
176
El largo y continuo
proceso de
redemocratización
de la sociedad
brasileña puede
caracterizarse como
un aprendizaje social
a una escala amplia
y diversa, en el cual
se ha evidenciado
que la garantía
formal de los
derechos por el
Estado, no contiene
los sentidos
múltiples de la
Paoli y Teles29 también compartieron la percepción de que el
patrimonio significativo de los años ochenta consistió en el hecho de
que las luchas sociales han extendido el campo de lo político por vía de
una noción ampliada y redefinida de derechos y ciudadanía, creando
un espacio público informal. La nueva dinámica asociativa y
organizacional en la sociedad, alteró la jerarquía autoritaria presente en
las formas y contenidos de hacer política, que imperó durante los
veinte años de la dictadura civil-militar en Brasil. El proceso
constitucional de 1988, aparte de alterar las bases constitucionales de
los derechos sociales, civiles y políticos, causó un verdadero “efecto
dominó” en las constituciones de cada estado y en las leyes orgánicas
de los municipios. El nuevo ordenamiento jurídico de la Constitución de
1988, además de incorporar un enfoque universalista de derechos y
protección social, trajo las exigencias legales de participación en la
administración de los asuntos públicos, atrayendo las posibilidades de
una construcción repartida y negociada de una legitimidad capaz de
reconciliar la democracia con la ciudadanía.
El largo y continuo proceso de redemocratización de la sociedad
brasileña puede caracterizarse como un aprendizaje social a una escala
amplia y diversa, en el cual se ha evidenciado que la garantía formal de
los derechos por el Estado, no contiene los sentidos múltiples de la
noción de ciudadanía. El movimiento para las elecciones directas del
presidente (conocido como “Diretas Já!”)30 en 1984, si bien no alcanzó
sus objetivos y terminó en la elección de Tancredo Neves para el
Colegio Electoral de Deputados y Senadores,31 y las movilizaciones
populares para el derrocamiento del presidente de la república en
1992, son eventos característicos de este proceso que duró dos
décadas, en el transcurso del cual grandes segmentos de la población
recuperaron, tras salir a las calles, el derecho de participar directamente
en determinar los rumbos del sistema social brasileño. Este nuevo
protagonismo de la sociedad civil tuvo consecuencias profundas para la
constitución y difusión de una nueva cultura democrática en el país,
surgida pese a la tendencia dominante extendida en los años noventa,
y a pesar del “regreso de la subjetividad a esfera de la vida privada,
contexto en el que el mercado reorganiza el mundo público como un
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noción de ciudadanía
29
Maria Célia Paoli & Vera da Silva Telles, “Direitos sociais: conflitos e negociações nos
anos 1990”, en Osmar Fávero, Paulo Carrano e Sonia M. Rummert (organizadores),
Movimento, Revista da Faculdade de Educação, Universidade Federal Fulmínense, DP&A,
núm. 1, Rio de Janeiro, mayo de 2000, pp. 52-72.
30
Nota de la traducción: Manifestación brasileña por elecciones libres y directas del
presidente
31
Nota de la traducción: Institución creada por el régimen militar con el fin de elegir al
presidente de la república. Compuesto inicialmente sólo por los miembros de Cámara de
Diputados y los senadores, el Colegio simplemente confirmaba la elección del candidato
indicado por el comando de las Fuerzas Armadas; no obstante, durante las elecciones de
1985, tras incluir en esta institución a seis miembros del partido mayoritario de la
Asamblea Legislativa de cada estado, el Colegio Electoral, después de una campaña
realmente competitiva entre el candidato oficial, Paolo Salim Maluf, y el de la oposición,
Tancredo de Almeida Neves, eligió a éste último, lo que dio inicio a un nuevo régimen
civil.
JOVEN es
escenario de consumo y dramatización de los signos de status”.32 De
esta forma, el carácter educativo de la participación en las ciudades, se
contrapone a la despolitización de las prácticas sociales urbanas que
ocurre con la autorización del pragmatismo del mercado.
La conquista del poder local en muchas ciudades brasileñas
demostró la falsedad del dilema presente en la polarización entre el
Estado sin la sociedad y, la responsabilidad absoluta de la sociedad civil
que niega los vicios del Estado burocrático en lo que se refiere a la
búsqueda de garantía de los derechos sociales. En el ámbito de los
municipios, experiencias como una elaboración participativa del
presupuesto público, demostraron la viabilidad de la realización de
políticas públicas instrumentadas como acciones gubernamentales, en
muchas ocasiones inclusive, contando con el apoyo de las
organizaciones no gubernamentales y los movimientos sociales. Sin
embargo, el aspecto principal es la orientación vertical para responder
a numerosas demandas y satisfacer las necesidades emergentes de la
sociedad civil.33
En el ámbito de los
municipios,
experiencias como
una elaboración
participativa del
2. Políticas públicas fuera de enfoque
En el contexto de mencionada ampliación de la conciencia de los
derechos, la sociedad brasileña reconsideró la precariedad histórica de
los niños y adolescentes, especialmente de las clases populares. El
Estatuto sobre el Niño y Adolescente (ECA, por sus siglas en portugués),
promulgado en 1990, constituye un marco legal del proceso prácticoreflexivo dirigido a la transformación de la situación de la minoría
brasileña, especialmente, en lo que atañe a quienes se encuentran en
un proceso de exclusión social o en conflicto con la ley.34 En lo que se
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presupuesto público,
demostraron la
viabilidad de la
realización de
políticas públicas
instrumentadas
como acciones
32
Néstor García Canclini, Culturas Híbridas. Estratégias para entrar e sair da
modernidade, Editora da Universidade de São Paulo, Sao Paulo, 1998, p. 288.
33
Sobre la experiencia del presupuesto participativo en Porto Alegre ver Sérgio Gregório
Baierle, “A explosão da experiência: emergência de um novo princípio ético-político nos
movimentos populares urbanos”, en Sonia E. Alvarez, Evelina Davignino, Arturo
Escobar (organizadores), Cultura e política nos movimentos sociais latino-americanos:
novas leituras, UFMG, Belo Horizonte, 2000, pp. 185-220.
34
En 2002 el ECA cumplió 12 años. Durante este periodo, el país vivió intensos debates
sobre la cuestión de derechos sociales del niño (antes de los 12 años) y del adolescente
(de 12 a 18 años). Sin duda alguna, el tema que causó mayor discusión fue el que
dividió a los defensores de la reducción de las penas y nosotros, quienes juzgamos que
es de fundamental importancia mantener la integridad de la doctrina de protección
integral y sus instrumentos de medidas socioeducativas para los adolescentes en
conflicto con la ley. Se realizaron estudios científicos, se instituyeron organismos
judiciales, centros de investigación, protección y asistencia, siguiendo los preceptos de
la llamada doctrina de protección integral al niño y adolescente, que substituyó a la
doctrina de irregularidad del antiguo Estatuto sobre el Menor. De acuerdo con Irene
Rizzini (“Do risco à oportunidade: políticas e práticas sociais voltadas para população
infaltil e juvenil em trasformação”, I Encontro de Educação Social- Educação Social:
“uma outra história épossível?”, Sao Paulo, 13-16 de junio de 2001,), en Brasil surgieron
propuestas innovadoras de programas, que proponían alternativas para la asistencia
para los segmentos más vulnerables de población; además, ha aparecido una
multiplicidad de publicaciones que examinaban los derechos de este grupo. Al mismo
tiempo, se observa la persistencia de ideas y prácticas que durante siglos han
prevalecido en Brasil; éstas, lejos de garantizar los derechos básicos del niño, continúan
enfocándose en las situaciones de emergencia. La mencionada investigadora alerta que
la búsqueda de acciones preventivas adoptadas a la vida de los niños y jóvenes en sus
familias y comunidades es reciente y todavía poco clara. Asimismo, se dirige a la
protección, defensa y garantía de sus derechos.
JOVEN es
gubernamentales
177
refiere al enfoque de atención de las políticas públicas para la juventud,
Spósito35 advierte, que a pesar del doble recorte del ECA, por edades
(adolescentes) y por lo socioeconómico, se puede operar con
selecciones que acaban por imponer modos propios de concebir las
acciones públicas. En palabras de Spósito:
[…] si se toman exclusivamente por la edad cronológica y por los límites de la
mayoría legal, una parte de las políticas acaba por excluir a un amplio segmento
de individuos que alcanzan la mayoría, pero permanecen en el campo posible de
acciones, pues todavía viven la condición juvenil. Por otra parte, en el conjunto
de perspectivas no se toma en cuenta que, aparte de los segmentos excluidos,
hay un determinado grupo de jóvenes pobres, hijos de trabajadores rurales y
urbanos, los llamados sectores populares y segmentos de la clase media urbana
empobrecida, que forman parte de la amplia mayoría juvenil de la sociedad
brasileña y que puede o no estar en el horizonte de las acciones públicas a
consecuencia de un modo peculiar de concebirlos como sujetos de derechos.36
178
Un determinado sector de la juventud brasileña, particularmente
mayores de 18 años de edad, vive en un vacío de políticas dirigidas a su
situación especial de ya no ser adolescentes. Al mismo tiempo no
cuentan con las prerrogativas de la doctrina de protección integral del
ECA,
y tampoco se encuentran en situación de asistencia
socioeconómica, familiar y personal que pueda protegerlos por medio
de las políticas específicas de seguridad y acceso a los derechos
universales de ciudadanía.
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35
Marilia Spósito, Políicas metropolitanas..., op. cit.
36
Idem., p. 8.
JOVEN es
En Brasil no existen políticas nacionales integrales y concebidas para
una eficaz inclusión social, cultural y política de los jóvenes. Esta
ausencia de un proyecto global de desarrollo de los que solemos llamar
“el futuro de la nación”, es sustituida por las decisiones del gobierno
que, en líneas generales, intenta responder a las demandas específicas
urgentes y casi siempre bajo presión de la opinión pública (que se trata
invariablemente de la mediación de los grandes canales de
comunicación) y que reacciona cuando los indicadores de la seguridad
pública alcanzan niveles alarmantes o cuando algún suceso que
involucra a los jóvenes, generalmente de carácter trágico, se vuelve una
noticia importante a escala nacional o internacional. La ausencia de
producción del conocimiento científico continuo sobre la situación de
la juventud en un país tan grande, también puede considerarse como
un elemento que dificulta la toma de decisiones y que hace que las
políticas sean orientadas hacia lo que podríamos llamar, la
administración de problemas por medio de solución y crisis.
Es posible afirmar que vivimos una valorización retórica de la
juventud, en la cual la proclamación de buenas intenciones políticas se
disocia de prácticas efectivas al combate real de los procesos sociales,
culturales y económicos que incluyen las distintas situaciones de las
vivencias de la juventud en Brasil. Abramo,37 al considerar la
poblematización de la juventud en Brasil, reconoce que es reciente la
preocupación de los responsables por la formulación de políticas
gubernamentales con los jóvenes, y que, a pesar de haber entrado en
la categoría de “problemas sociales”, los jóvenes no han ocupado el
mismo espacio en la formulación de las políticas públicas.
De acuerdo con Rua,38 los rasgos característicos de las políticas
públicas brasileñas se dan más por los aspectos relacionados con la
fragmentación y las superposiciones, por la discontinuidad
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Helena Abramo, “Considerações sobre a tematização..., op. cit.
38
Maria das Graças Rua, As políticas públicas e a juventude nos anos 90. In Jovens
acontecendo na trilha das políticas públicas, CNPD, Brasilia, 1998.
JOVEN es
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179
180
administrativa y el enfoque en la oferta, que por la demanda efectiva
de los sujetos, además de las formas de evaluación y control
inadecuados e ineficaces. Dichos rasgos muestran patrones de
autoritarismo y centralización típicos de nuestra formación histórica y
de los legados de un pasado reciente marcado por el autoritarismo. De
este modo, hay una separación significativa entre los mecanismos de
decisión-formulación e instrumentación de la política, una
desarticulación entre la política económica y la política social, así como
dificultades para la elaboración de políticas centrales, elementos que
constituyen parte fundamental en un país, cuyas necesidades sociales,
sectoriales, locales y regionales son bastante heterogéneas. En Brasil, se
pueden encontrar, incluso, acciones destinadas al sector juvenil en el
interior de varias acciones gubernamentales. No obstante, en su gran
mayoría, tales acciones están incluidas en políticas que atañen a
diversas secretarías.
Las políticas públicas sobre jóvenes en Brasil incurren en el grave
error de la falta de enfoque, pues se formulan sin la definición de
destinatarios prioritarios. Hasta la fecha, y de acuerdo con Rua,39 sería
pertinente que los derechos que sean recursos universales fueran
redistribuidos, según las necesidades sociales, sectoriales, locales y
regionales. Mientras que, en los programas del gobierno federal, la
regla cambiaría. La información que la autora analiza sobre las políticas
a finales de los años noventa indica que, en principio, ninguna de las
políticas en las áreas relacionadas con los jóvenes excluidos de las
oportunidades de empleo, y en otras situaciones de riesgo social, está
específicamente dirigida a los jóvenes; ni siquiera a la educación para
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Idem.
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niños y adultos. Así, como regla general, es raro que en Brasil las
políticas contemplen las necesidades específicas de la juventud. Y, si
dicha regla representa una forma de vida caracterizada por situaciones
de gran vulnerabilidad debido a comportamientos y actividades de alto
riesgo, ni siquiera en el ámbito de seguridad y salud las políticas se
crean de tal manera que contemplen las necesidades específicas de los
jóvenes y que se contemplen en acciones genéricas destinadas a todas
las secretarías existentes. De este modo, las demandas por políticas
públicas para la juventud figuran como asuntos precariamente
resueltos en el ámbito de las políticas destinadas a un público más
amplio, con el cual los jóvenes tienen que competir por el espacio de
atención, sin llegar a considerarse como problemas políticos.40
Así, aquello que se podría denominar como una desorientación
política por falta de enfoque tendría, hasta el momento, una
característica de desarrollo de políticas sociales desprovistas de
formulación a profundidad de las necesidades específicas de los ciclos
de vida.
Grosso modo, es posible afirmar que los proyectos especiales
destinados a los jóvenes se dirigen, de forma prioritaria, a quienes se
consideran en una situación de riesgo social. Sin embargo, tales
proyectos surgen a partir de características de disolución interna entre
los órganos ejecutivos y los demás niveles gubernamentales de
intervención. La perspectiva compensatoria y de salvación, adquiere
mayor importancia respecto a la mayoría de las iniciativas que asumen
un carácter profiláctico o correctivo de las posibles distorsiones
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Idem., p. 739.
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causadas por la inmersión de aquellos jóvenes en contextos de
desventajas sociales. Partiendo de esa perspectiva, es común
encontrarse con el discurso de la aplicación de las artes, la práctica de
deportes o la realización de las actividades del trabajo como una forma
de distracción para no caer en el consumo de drogas, de otros vicios o
la participación en actos delictivos. Tal empleo funcionalista de la
cultura y del trabajo se contrapone con algunas iniciativas –la mayoría
de las veces localizada en el ámbito de las ciudades administradas por
gobiernos y algunas organizaciones no gubernamentales de
orientación progresista– que arremeten contra la participación de la
juventud en la elaboración y aplicación de las políticas. En esos casos, a
los jóvenes se les considera como colaboradores y partícipes de los
procesos y, difícilmente, como una población invisible, tal como en las
políticas y acciones sociales conservadoras que, en general, se
preocupan menos por la ciudadanía activa y más por el control del
tiempo libre de los jóvenes que pertenecen a clases bajas y, por la
búsqueda de la integración de la juventud excluida del orden social.
Con el propósito de analizar la
situación
demográfica
de
los
adolescentes en Brasil, Madeira y
Rodrigues41 alertan al lector sobre la
necesidad de que las políticas
sociales, contemplen el porcentaje de
demandas, así como su distribución
en el espacio geográfico, además de
estar atentos a las necesidades
específicas y a la heterogeneidad de
los espacios. Del mismo modo,
tomando en cuenta que esa
preocupación puede ser un asunto
común, alertan al lector sobre el
predominio de las políticas de la
naturaleza compensatoria, enfocadas
en determinados públicos invisibles y,
en general, instrumentadas por las
organizaciones no gubernamentales
en sectores, sin incluir a los
gobiernos. Las propuestas de
intervención de esa naturaleza,
siempre y cuando se plantearan
adecuadamente, podrían incluso
obtener un resultado positivo en el
destino de algunos individuos. No
obstante, todavía faltaría mucho para
enfrentar la cuestión social que
persiste en las mismas dimensiones.
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Felicia Reicher Madeira & Eliana Monteiro Rodrigues, op. cit.
JOVEN es
En este sentido, el punto débil de las políticas nacionales se muestra
mediante la combinación de la incapacidad del Estado de formular
políticas públicas con un enfoque puntual y, la tendencia de transferir
el presupuesto asignado, así como responsabilidades ejecutivas para el
llamado tercer sector. Por tanto, una conclusión común para muchos
especialistas brasileños es que existe una crisis real de formulación e
instrumentación de políticas de carácter universal enfocadas,
especialmente, en la juventud con una mayor vulnerabilidad social.
Además de eso, como afirma Abramo,42 en su gran mayoría son
raras las experiencias que consideran a los jóvenes como interlocutores
significativos, tanto para la formulación como para la instrumentación
de políticas. En general, las políticas se construyen para los jóvenes
desde el punto de vista de los problemas definidos por el mundo de los
adultos, y no desde los derechos de la juventud.
En lo que atañe al limitado cuadro nacional de las políticas
relacionadas con la juventud, es posible afirmar que en Brasil, se
produjo la década de los noventa, el surgimiento de nuevas
experiencias locales en innumerables ciudades brasileñas, que
instrumentaron políticas globales de orientación para la participación
popular en la definición de las prioridades políticas municipales. Los
jóvenes fueron actores clave de esa verdadera revolución social que
surge de la simplicidad de la urbe brasileña. Si se considera que es el
conflicto el que crea al autor colectivo, entonces se puede afirmar que
las ciudades, con la creación de canales de participación popular,
también harán posible la consolidación de nuevas identidades
colectivas que participen.
Uno de los desafíos más importantes para las políticas públicas
orientadas a los jóvenes, es la capacidad con la que los planificadores
cuentan para establecer condiciones favorables para la participación de
los jóvenes en el ramo de la investigación sobre su propia situación, en
la elaboración de propuestas, aplicación de acciones y evaluaciones de
procesos relacionados con las políticas sectoriales para la juventud o,
de políticas globales que necesiten contar con una amplia participación
juvenil. Por ello es de vital importancia reconocer y analizar los
múltiples significados de la realidad concreta de las prácticas de
participación juvenil que ocurrieron durante los años noventa.
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Helena Abramo, “Considerações sobre a tematização..., op. cit.
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183
IV. PARTICIPACIÓN SOCIAL Y CULTURAL DE LOS JÓVENES
BRASILEÑOS
184
Una primera imagen
que se tiene que
superar es la que
restringe la idea de
participación de las
formas de militar en
los partidos políticos
o en el movimiento
estudiantil: dos
espacios
tradicionales de
inserción de los
jóvenes en la vida
política
Antes de abordar el tema de la participación juvenil, es fundamental
realizar un primer movimiento de deconstrucción del conjunto de
imágenes y evidencias que se han elaborado socialmente y dificultan la
percepción de la dinámica propia, a través de la cual los jóvenes se
presentaron en un escenario público a lo largo de la década de los
noventa. Así, el propósito de este artículo es buscar comprender las
formas y temas en torno a los cuales los jóvenes se vieran y se ven
incluidos, con una participación activa en la esfera pública, forzando su
visibilidad en un contexto adverso que tiende a negarles la condición
de sujetos de derecho.
Una primera imagen por superar es la que restringe la idea de
participación a las formas de militar en los partidos políticos o en el
movimiento estudiantil: dos espacios tradicionales de inserción de los
jóvenes en la vida política. Además, en este enfoque se valora, casi
siempre, el grado de participación de las nuevas generaciones, a través
de investigaciones y encuestas, cuyos resultados tienden a ser
negativos. Por ejemplo, la investigación “Los jóvenes y el consumo
sustentable”,43 revela que apenas 10% de los entrevistados muestran
interés por la política, porcentaje menor al de quienes están
interesados en los video juegos (11 por ciento). Esa misma
investigación muestra que los adolescentes entre 16 y 17 años, a pesar
de que representan 3% de la población que tiene derecho a votar,
apenas constituyen 1% del electorado.44
Tales resultados se ven reforzados por la encuesta “Juventud:
cultura y ciudadanía”45 que constató la baja participación en
actividades políticas y afines. Cuando se preguntó por los temas que
más interesan a los jóvenes, la política apareció en séptimo lugar, con
11%, los temas que le anteceden son: empleo (37%), educación
(30%), cultura y tiempo libre (27%), familia (25%), relaciones
afectivas/amistades (22%) y deportes (20 por ciento). Este marco se
refuerza cuando se constata un rompimiento entre las instituciones
políticas y el mundo cotidiano de los jóvenes, lo que los lleva a ver la
política como algo distante, mas no inalcanzable. Menos de la mitad
(39%) acepta tener influencia sobre la política, mientras que 56%
acepta no tenerla. Los jóvenes entrevistados expresan tener el mismo
distanciamiento cuando concuerdan en que la política es importante,
pero para que otros se involucren en ella: concuerdan en su totalidad
(25%) o en parte (18%) que la política es algo que “sólo los
profesionales, como diputados y senadores” pueden hacer.
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43
Investigación realizada por el Instituto Akatu y publicada en el Folhateen, Jornal Folha
de São Paulo, 29 de abril de 2002, p. 3.
44
Gabarito, Correio Brasiliense, 17 de junio, de 2002, pp. 14-16.
45
Encuesta realizada por la Fundación Perseu Abramo en 1999, llegó a 9 millones de
jóvenes de 15 a 24 años en nuevas regiones metropolitanas brasileñas. Gustavo Venturi
e Helena Abramo, “Candidatos a cidadãos”, en: Um ano de juventude. Exposición de la
Comisión Extraordinaria Permanente de la Juventud, Presidencia Municipal de San
Pablo, 2001.
JOVEN es
Cuando encuestas como estas se analizan de forma
descontextualizada, se refuerzan estereotipos que se crean socialmente
sobre la juventud brasileña a finales de este siglo; muy bien
representada en un artículo de Manfredini, en el cual comenta la actual
encuesta realizada por el Instituto Akatu: “es el retrato devastador de
una juventud individualista, consumidora, pegada a la televisión, que
odia los libros y la política, que no se siente responsable por las
transformaciones sociales, y piensa en obtener un diploma sólo para
tener una profesión”.46 Dichas representaciones, cuyo modelo
simbólico es la idealizada juventud del 68, reafirman la
poblematización de la juventud como una “complicación social”, tanto
en la opinión pública como en las corrientes de pensamiento
académico.47 Al mismo tiempo, refuerzan un cierto escepticismo, en el
cual los jóvenes apenas constituirían la expresión radical de una
sociedad que se vuelca sobre sí misma, en una exacerbación de la
esfera íntima y de los intereses de naturaleza individualista. Pero ¿será
esa toda la realidad de la juventud de los años noventa en Brasil, o
estaremos ante problemas de observación e investigación que no
consiguen ni conseguirán percibir nuevas formas ni espacios de acción
colectiva de los jóvenes?
No se puede ignorar la existencia, en los jóvenes, de una negación
de las formas tradicionales de participación como los partidos y
sindicatos, principalmente cuando los vicios de la protección a
clientes48 y el nepotismo dominan dichas formas. Sin embargo, este no
es un fenómeno típicamente nacional, pues también se constata en
Europa: algunas encuestas muestran el distanciamiento de los jóvenes
de los sindicatos, mas no de la negación de su existencia; la
desconfianza en relación con los partidos, pero el reconocimiento de
un interés difuso sin la participación correspondiente; así como la
búsqueda de una política sin propuestas tradicionales que designan
posiciones de derecha e izquierda.49 De esta manera, afirmamos que,
al contrario de los estereotipos existentes, la juventud brasileña aportó
formas de participación social, muchas de las cuales pasaron
desapercibidas o no se tomaron en cuenta debido a su carácter
discontinuo.
Las nuevas formas y temas a través de los cuales los jóvenes se ven
ubicados en un escenario público, pueden ser el indicador de un
cuadro de crisis de las formas tradicionales de participación, lo que
apunta a procesos de mutación en el campo de la política, en el cual la
acción colectiva de los jóvenes, así como los movimientos sociales,
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Texto obtenido de la página: http:/www.vermelho.org.br/colunas/manfredini 0329.asp
Helena Abramo, “Considerações sobre a tematização..., op. cit.
Nota de la traducción: Protección que se proporciona a los clientes de manera
ilegítima.
49
Marilia Spósito, “Algumas hipótesis sobre as relações entre movimentos sociais,
juventude e educação”, Revista Brasuleira de Educação, núm. 13, ANPED, 2000. René
Bendit, “Particiáción social y política de los jóvenes en países de la Unión Europea”, en
Sergio Balardini (comp.), La participación social y política de los jóvenes el horizonte del
nuevo siglo, CLACSO, Buenos Aires, 2000, pp. 19-58.
47
48
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Las nuevas formas y
temas a través de
los cuales los
jóvenes se ven
ubicados en un
escenario público,
pueden ser el
indicador de un
cuadro de crisis de
las formas
tradicionales de
participación
185
pueden estar ocurriendo de formas múltiples, variables y con niveles
diversos de intervención en lo social, muchas veces de forma fluida y
poco estructurada.
186
1. Nuevas formas de participación
Durante las décadas de los ochenta y noventa, los jóvenes tomaron las
calles en varios momentos; así, se convirtieron en parte activa en
decisiones nacionales como la campaña por las “Diretas Já”, y la
destitución del presidente Fernando Collor de Mello. Después de esas
movilizaciones de grupos juveniles, más o menos numerosos, en
diferentes momentos se enfrentaran en público por diversos motivos:
desde la demanda de boletos gratuitos de trasporte público, hasta las
cuestiones más generales como el repudio, al Acuerdo de Área de Libre
Comercio de las Américas (ALCA). No obstante, la mayoría de dichas
movilizaciones ocurrieron mediante una trascendental independencia
de las organizaciones juveniles tradicionales y siempre con un carácter
discontinuo, en el que a momentos de recesión sucedieron los de
visibilidad, los cuales no se consideraron como expresiones válidas de
acciones políticas.
Otras modalidades de acciones colectivas, a pesar de que se estudiaron
poco, surgieron como asociaciones en torno a las actividades
voluntarias, comunitarias o de solidaridad.Estas formas de movilización
y organización son de los más diverso, pues van desde campañas
precisas como recolección de alimentos contra el hambre o
movilizaciones relacionadas a la calidad de vida y del medio ambiente,
hasta el surgimiento de organizaciones no gubernamentales (ONG),
creadas y dirigidas por jóvenes, con acciones más continuas en
diferentes direcciones. Cabe mencionar la importancia que cobra el
carácter local de dichas acciones, pues tienen como base los
espacios de estancia y de cuestiones relacionadas con la
urbanidad para posicionarse en la ciudad en primer lugar,
como espacio y tema referencial de la participación
juvenil.
Tales formas novedosas de participación
quedarían asentadas en el Foro Social
Mundial, realizado en febrero de 2002 en
Portto Alegre. Entre los 60 000 participantes
de América Latina y Europa, había más de 20
000 jóvenes de todo Brasil. El Campamento de
la Juventud se convirtió en una inversión de la
Torre de Babel, en el que la diversidad no
impidió la convivencia afectuosa y creativa de
lenguas, costumbres, afiliaciones políticas,
expresiones culturales y estilos muy diferentes,
donde las más diversas tribus pudieron vivenciar la
práctica de la consigna del Foro: “Otro mundo es
posible”. Esto significó un verdadero ritual, un
espacio de encuentro, de celebración y revivificación
JOVEN es
de utopías, un contrapunto en el clima de incertidumbres de la
globalización neoliberal.
Una dimensión innovadora constatada en varias investigaciones
sobre la juventud en la década de los noventa,50 es la expansión de los
intereses y prácticas colectivas juveniles, con énfasis en la importancia
de la esfera cultural que fomenta mecanismos de aglutinación de
sociabilidades, de prácticas colectivas y de intereses comunes,
principalmente relacionadas con los diferentes estilos musicales. El
mundo de la cultura aparece como un espacio privilegiado de prácticas,
representaciones, símbolos y rituales en el cual los jóvenes buscan
delimitar una identidad juvenil. Lejos de la vista de los padres, los
profesores o jefes jóvenes asumen una función de protagonistas al
actuar, sobre el medio y creación de una determinada imagen sobre sí
mismos y sobre el mundo que los rodea. En este contexto, la música es
la actividad que más los envuelve y moviliza. Muchos de ellos dejan de
ser simples consumidores y se convierten también en creadores y
forman así, grupos musicales de diversas tendencias: componen, se
presentan en fiestas y eventos, crean nuevas formas de mover los
recursos culturales de la sociedad actual, además de la lógica estricta
del mercado.51
Si en la década de los sesenta hablar de juventud constituía referirse
a los jóvenes estudiantes de clase media y al movimiento estudiantil, en
los años noventa implica incorporar a los jóvenes de las clases
populares y a la diversidad de estilos culturales existentes,
protagonizados por los punks, darketos, rockeros, clubers, raperos,
funkeros, etcétera. Muchos de esos grupos culturales presentan
propuestas de intervención social, como los raperos, mediante la
realización de acciones comunitarias en sus lugares de origen.
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Marilia Spósito, “A sociabilidade juvenil e a rua..., op. cit. Helena Abramo, Cenas
juvenis... op. cit. Elaine Nuenes Andrade, Movimento negro juvenil; um estudo de caso
sobre jovens rappers de São Bernardo do Campo, Faculdade de Educação da USP, Sao
Paulo, 1996 (Dissertação Mestrado). Paulo Carrano, Os jovens e a cidade, Relume
Dumará, Rio de Janeiro, 2002. Maria Regina Costa, Os carecas de suburbio: caminhos de
um nomadismo moderno, Vozez, Petrópolis, 1993. Juarez Dayrell, “Juventude, grupos
de estilo... op. cit. Juarez Dayrell, “Juventude e escola”, en Marilia Spósito, Estado da
conhecimento: juventude, INEP, Brasilia, 2000. Micael Herschmann (org.), Abalando os
anos 90: funk e hip hop, globalização, violencia e estilo cultural, Rocco, Río de Janerio,
1997. Hermano Vianna, Galeras cariocas; territórios de conflitos e encontros culturais,
Editora da UFRJ, Río de Janerio, 1997.
51
Juárez Dayrell, A musica entra em cena... op. cit.
JOVEN es
187
188
El punto central de la dimensión de la cultura en la vida de los
jóvenes, asociada con el tiempo libre, se confirma en la investigación
de la Fundación Perseu Abramo, a la cual nos referimos con
anterioridad. En las respuestas sobre lo que hacen los jóvenes en su
tiempo libre, resalta la importancia por la realización de actividades de
diversión, paseo, gozo de los bienes de la industria cultural y de los
medios de comunicación masiva, en contraste con los bajos grados de
gozar las formas de expresión de la cultura erudita y no industrializada
(como los museos, el teatro, las exposiciones, los espectáculos de
danza, etcétera). Cabe destacar el basto número de jóvenes que
conoce y está relacionado con las actividades que llevan a cabo otros
jóvenes y/o que se organizan en grupos relacionados con actividades
culturales y pasatiempos. 56% de los jóvenes entrevistados afirma
conocer algún “grupo cultural joven en su colonia o comunidad, sobre
todo grupos de música (33%), así como de danza (15%), patinaje o
patineta (13%), de teatro (12%), ciclistas (11%), jóvenes que escriben
mensajes en las paredes (11%), grafiteros (9%) y de radios
comunitarias (5%), entre otros menos frecuentes. 11% de los jóvenes
son miembros de algún grupo de esa naturaleza y 6% de ellos no es
miembro, pero participa en esas actividades (como espectador o
acompañante)”. De acuerdo con Abramo:
[...] se trata de un nivel de autoorganización y movilización en cuanto a las
actividades culturales y pasatiempos que, en buena medida se refiere a una
minoría, supera la participación en actividades de índole política, a través de los
diferentes canales institucionales disponibles.52
Dicho cuadro indica que las dimensiones de consumo y producción
cultural tienden a mostrarse como campo social aglutinador de los
sentidos existenciales de la juventud, al proporcionar también la
formación de nuevas identidades colectivas. Sin embargo, es preciso
poner atención al hecho de que las prácticas colectivas juveniles no son
homogéneas. Cabe mencionar que las configuraciones sociales en
cuanto a las identidades culturales, no se constituyen de manera
abstracta, sino que se orientan conforme a los objetivos que los
agrupamientos juveniles son capaces de procesar en un contexto de
múltiples influencias externas y, de intereses producidos en el interior
de cada grupo específico. En lo relacionado al estilo cultural, pueden
ocurrir prácticas de delincuencia, intolerancia y agresividad, así como
otras actividades relacionadas con el aprovechamiento de forma
saludable del tiempo libre, o incluso, para la movilización del ciudadano
en cuanto a la realización de acciones solidarias.
La movilización relacionada con las expresiones culturales puede
estar apuntando hacia las cuestiones centrales en la sociedad
contemporánea. Tales expresiones pueden ser expresiones de proceso
de transformaciones profundas, que atraviesan la sociedad brasileña y
mundial; me inclino por la información en el campo simbólico y en la
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Helena Abramo, Cenas juvenis... op. cit., p. 24.
JOVEN es
disputa por el control de los recursos igualmente simbólicos o por el eje
que, alrededor de los cuales, se caracteriza la llamada sociedad
compleja.
Por lo tanto, es preciso que se reconozca también al campo de
consumo como un espacio social de riesgos y posibilidades. El
surgimiento de un mercado dirigido específicamente a los jóvenes a
partir de la década de los cincuenta, que no sólo trajo consigo la
industrialización de las opiniones, sino de los riesgos y posibilidades en
cuanto a un nuevo concepto de ciudadanía cultural, mediada por los
mercados de consumo.53 En los diferentes contextos de producción
cultural, los jóvenes pueden estar articulando nuevas formas de
organización. Los grupos musicales, primordialmente los integrados por
jóvenes de escasos recursos, que pertenecen a los estilos más
diversos,54 son ejemplos trascendentales de esas nuevas formas de
agregación.
Tomando como ejemplo los estudios realizados55 sobre los grupos
musicales antes mencionados, con especial énfasis en los estilos rap y
funk, se puede constatar una multiplicidad de significados que dichos
grupos desempeñan junto a los jóvenes de bajos recursos económicos.
Este primer aspecto se refiere al ejercicio de la creatividad. Los estilos
musicales tienden a hacer posible que los jóvenes se introduzcan en el
escenario público más allá de la figura de espectador pasivo, para así
colocarse como creadores activos contra todos los límites de un
contexto social que les niega la condición de creadores. De esta forma,
las experiencias con los grupos musicales asumen un valor en sí, como
ejercicio de las potencialidades humanas. La música que crean, las
presentaciones que realizan y los eventos culturales en los que
participan, aparecen como una forma de afirmación personal, más allá
del reconocimiento en el medio en el que viven y, esto contribuye para
reforzar su autoestima. Al mismo tiempo, mediante la producción
cultural que realizan, principalmente el rap y su carácter de denuncia,
posiciona al joven de bajos recursos dentro del escenario social.
El segundo aspecto se relaciona con la dimensión de la escuela. Los
estilos musicales se colocan como uno de los pocos espacios donde los
jóvenes pueden ejercer el derecho de las escuelas, pues esto da pie a
modos de vida distintos y al margen de las experiencias vividas. Dicha
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Néstor García Canclini, Consumidores e cidadãos: conflitos multiculturais da
globalização, Ed. UFRJ, Río de Janerio, 1996.
54
Aquí, estilo se define como una manifestación simbólica de las culturas juveniles,
expresada en un conjunto más o menos coherente de elementos materiales e
inmateriales, que los jóvenes consideran representativos de su identidad individual y
colectiva. En la construcción de un estilo, los jóvenes escogen determinado género
musical que consumen, crean un tipo de visión y espacios propios de diversión y
actuación. Así, el estilo presupone la unificación de los campos de tiempo libre, de
consumo, de medio y de creación cultural. Juarez Dayrell, “Juventude, grupos de
estilo..., op. cit. Juarez Dayrell, “Juventude e escola..., op. cit.
55
Para más detalles sobre el funk, ver Paulo Carrano, op. cit. Juarez Dayrell, “Juventude e
escola..., op. cit. Micael Herschamann, O funk e o hip hop... op. cit. Livio Sansone, “Funk
baiano; uma versão local de um fenómeno global?, en Micael Herschamann (org.),
Abalando os anos 90..., op. cit. Hermano Vianna, O mundo funk carioca, Jorge Zahar,
Río de Janeiro, 1987. Hermano Vianna, (org.) Galeras cariocas... op. cit.; entre otros.
Sobre el hip hop, ver Juárez Dayrell, “Juventude, grupos de estilo... op. cit. Marilia
Sposito, “A sociabilidade juvenil e a rua... op. cit.
JOVEN es
La música que crean,
las presentaciones
que realizan y los
eventos culturales en
los que participan,
aparecen como una
forma de afirmación
personal, más allá
del reconocimiento
en el medio en el
que viven y, esto
contribuye para
reforzar su
autoestima
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Los jóvenes
enfatizan que la
afiliación a los
estilos genera una
ampliación de los
circuitos y redes de
sustitución, por lo
que se muestra que
los estilos musicales,
tales como los
grupos de
producción cultural,
se constituían como
productores de
sociabilidades
dimensión se vuelve más importante cuando se toma en cuenta que el
ejercicio de la escuela, junto con la responsabilidad de las decisiones
tomadas, es una de las condiciones para la construcción de la
autonomía. Tanto la escuela como la autonomía son frutos de
aprendizaje en los que se puede indagar: ¿cuáles son los espacios que
los jóvenes encuentran en el mundo adulto en el que pueden ejercer la
práctica de las escuelas responsables y crecer como sujetos
autónomos?
Otra dimensión presente en tales espacios y tiempos de sociabilidad,
es la alternativa de vivencia de la condición juvenil que los estilos
musicales proporcionan. Para la mayoría de esos jóvenes, los estilos
funcionan como un rito de transición, fortaleciendo elementos
simbólicos, estilos en la ropa, en lo visual o en la danza, para la
elaboración de una identidad juvenil. Esos estilos musicales son
referencia para la escuela de los amigos, así como para las formas de
distribución del tiempo libre ambas dimensiones constitutivas de la
condición juvenil: el grupo de parejas y el tiempo libre. La convivencia
continua en grupos o en parejas posibilita la creación de relaciones de
confianza, el aprendizaje de relaciones colectivas y también sirven de
espejo para la construcción de identidades individuales. Así, los grupos
de estilos diferentes también constituyen grupos de actitudes
compartidas.56
Los jóvenes enfatizan que la afiliación a los estilos genera una
ampliación de los circuitos y redes de sustitución, por lo que se muestra
que los estilos musicales, como los grupos de producción cultural, se
constituyen como productores de sociabilidades. La dinámica de las
relaciones existentes o el ejercicio de la razón comunicativa, la
existencia de confianza, la gratitud de las relaciones, más allá de la
propia relación, son aspectos que apuntan hacia la centralidad de la
sociabilidad en el proceso de construcción social de esos jóvenes. En
ese sentido, los estilos pueden considerarse como respuestas posibles a
la despersonalización y a la fragmentación del sistema social, lo que
hace posible que existan relaciones solidarias y la riqueza de la
información recabada y del encuentro con los otros.
La observación de esa realidad permite comprender que, de manera
general, los grupos de producción cultural, incluso con las percepciones
diferenciadas, pueden significar una referencia en la elaboración y
vivencia de la condición juvenil. Así, de cierta manera, se contribuye, a
dar un sentido a la vida de cada quien, en un contexto donde se ven
relegados a una vida sin sentido. Al mismo tiempo, puede facilitar a
muchos jóvenes una ampliación significativa del campo de
posibilidades para abrir espacios y darles la oportunidad de soñar con
otras alternativas de vida, diferentes a aquellas restringidas y ofrecidas
por la sociedad. Quieren que los reconozcan, quieren una visibilidad,
quieren ser alguien en un contexto que los vuelve invisibles y no
alguien dentro de una multitud. Quieren ocupar un lugar en la ciudad,
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Paulo Carrano, Os jovens e a cidade... op. cit.
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disfrutarla y transformar el espacio urbano en valor de uso. En fin, ellos
quieren ser jóvenes y ciudadanos con derecho a vivir plenamente su
juventud. Éste parece ser un aspecto central: para los grupos de
producción cultural, los jóvenes están reivindicando el derecho a la
ciudad y a la juventud.
Por otra parte, no se puede dejar de lado que la producción cultural
de esos grupos, en su mayoría, se muestra débil y limitada por la
precariedad y por la falta de profesionalismo. Cabe resaltar que si en el
mundo de la cultura se muestra un espacio más democrático para esos
jóvenes, éstos construirían un estilo propio, pero esto no sucede
cuando ellos pretenden disputar un nicho y sobrevivir por las
actividades culturales. Las barreras son muchas; entre ellas, se
encuentra el acceso restringido a los bienes materiales y simbólicos, y a
la falta de espacios que posibiliten un conocimiento más amplio y
profesional del funcionamiento del mercado cultural. Las escuelas
públicas, poco o nada, invierten en la formación cultural; en las
ciudades, casi no existen instituciones públicas en el área cultural que
hagan posible el acceso a los conocimientos específicos. Al mismo
tiempo, los jóvenes de escasos recursos se ven obligados a dividirse
entre el tiempo de trabajo y el de las actividades culturales, lo cual
dificulta la inversión en el propio perfeccionamiento cultural. Viven en
un dilema: están motivados con la producción cultural, sueñan en
poder dedicarse íntegramente a estas actividades, pero en la vida
cotidiana necesitan invertir buena parte de su tiempo en trabajos o
chambas que facilitan su sobrevivencia, cuando los tienen. Esos jóvenes
consiguen mantener un escenario cultural vivo y, de alguna forma,
activo, o lo hacen de la manera como les es posible y de acuerdo con
los recursos materiales y simbólicos a los que tienen acceso.
191
Las escuelas
públicas, poco o
nada, invierten en la
formación cultural;
en las ciudades, casi
no existen
instituciones
públicas en el área
cultural que hagan
posible el acceso a
los conocimientos
específicos del área
2. Algunas hipótesis relacionadas con las acciones colectivas
juveniles
Esa visión panorámica sobre los nuevos sentidos de la participación nos
lleva a preguntar por los significados posibles de esa ampliación del
campo de las acciones colectivas juveniles, tanto en su diversificación y
en las nuevas características que asumen. ¿Qué es lo que esos procesos
participativos pueden revelarnos en cuanto a las acciones colectivas
juveniles en Brasil?
Un punto de partida es definir la forma de tratarlas, dado el carácter
diverso de sus formas de organización, de los estilos de intervención,
así como de sus contenidos. Spósito57 sugiere abordarlas como redes
conflictivas que serían “formas de producción cultural; es decir,
activación de conductas relacionadas con conflictos, al igual que con
prácticas resultantes”, como es el caso del movimiento hip hop y
buena parte de las acciones de los grupos juveniles en el campo
cultural.
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Marilia Spósito, Algumas hipótesis sobre as relações entre movimentos sociais... op. cit.,
p. 82.
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Gracias a la
ampliación
sustancial de los
horizontes dentro de
los cuales las
poblaciones locales
miden sus
realizaciones, tal vez
tenga intensificado
el sentimiento de
privación relativa
Considerar las acciones colectivas juveniles como redes conflictivas
significa tomar en cuenta una multiplicidad oculta de grupos, de
puntos de encuentro, de circuitos de solidaridad, que asumen una
estructura fragmentada, en redes polifacéticas, lo que forma una red
de comunicación y se mezclan entre los diversos núcleos que la
constituyen. Se trata, según Melucci,58 de una estructura “oculta” o de
“hechos latentes” que en los momentos de movilización, se den o no,
resultan explícitas las conexiones existentes entre los diferentes
núcleos. Es ese carácter de red oculta el que hace que las acciones
colectivas juveniles muchas veces pasen desapercibidas.
Comprender las acciones colectivas juveniles como redes también es
provechoso, en la medida que permite enfatizar las prácticas culturales
y redes interpersonales de la vida cotidiana que las sustentan, en los
momentos de hechos latentes y de movilización, con el fin de buscar
los significados culturales en las prácticas políticas y en la acción
colectiva.59 De este modo, permite avalar la extensión en que los
discursos y las prácticas circulan en espacios institucionales y culturales
más amplios.
Las acciones colectivas juveniles comprendidas como redes sociales
nos colocan al frente de la tensión existente entre la dimensión local y
la dimensión global, tanto desde punto de vista de la producción
cultural como espacial. Dicha discusión se presenta en el contexto del
proceso de las transformaciones socioculturales que alteran el perfil de
la producción social en el ámbito mundial.
La producción social provocó que resurgieran las poblaciones locales
informadas sobre mercancías, estilos de vida, símbolos y culturas
remotas, como nunca antes. No obstante, gracias a la ampliación
sustancial de los horizontes dentro de los cuales las poblaciones locales
miden sus realizaciones, tal vez tengan intensificado el sentimiento de
privación relativa.
Se volvió indispensable pensar en términos de “heterogenización
global”. Sansone60 utiliza el ejemplo de intercambio simbólico entre la
gente de color en los diferentes continentes, por medio de estilos y
tipos de música de jóvenes como el funk y el hip hop. Muestra que el
proceso de creación de esos nuevos estilos negros, en parte como
reacción a la falta de status y oportunidades, parece semejante en
diferentes países. Al mismo tiempo, el intercambio favorece a la
redefinición de la “diferencia” negra en las sociedades occidentales,
mediante un análisis desde el punto de vista estético sobre la condición
de la gente de color, a través de dichos estilos de alta visibilidad y de la
música pop. En este caso, afirma el autor, existe una tendencia
convergente entre la cultura negra local y el surgimiento de una cultura
negra internacional.
Se puede afirmar que la misma situación puede estar presentándose
en relación a las “culturas juveniles”: existen culturas jóvenes locales y
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A. Melluci, L’invenzione del presente... op. cit.
59
Sonia Alvarez, Evelina Davignino, Arturo Escobar, op. cit., p. 35.
60
Livio Sansone, op. cit.
JOVEN es
convergentes con culturas similares internacionales. En ese sentido,
concordamos con Abramo61 al afirmar la existencia de una cultura
juvenil que se comunica por encima de las más variadas distinciones
sociales, entre ellas la geográfica y la nacional, lo cual no significa que
se deba pensar en la condición juvenil como universal, en la que
permanecen ausentes las diferencias sociales.
Así, la adopción de un estilo que se produjo originalmente en otro
país, como es el caso del rap o del funk, puede considerarse como el
fruto del reconocimiento de experiencias similares que resultan en la
adopción de las mismas referencias. Simultáneamente, ese estilo, al ser
adoptado, tiene sus elementos recodificados, lo que provoca que se
desarrolle una constelación propia de signos, actividades, temas y
valores de forma de expresar el contexto social y las cuestiones propias
del grupo. Éstos son los procesos de reterritorialización en el mundo
contemporáneo a los que hace referencia Herschmann.62 En suma, un
estilo expresa tanto el proceso de globalización con cuestiones
universales, como las relaciones locales y la lectura propia del contexto
en el que se ubican. Finalmente, apuntan hacia la importancia atribuida
por los jóvenes a la convivencia con un grupo similar, el compartir
sentimientos de pertenencia y experiencias cotidianas proporcionadas
por la vivencia mediada por el estilo. En este sentido, la ciudad –esa red
de redes–, se puede percibir como el lugar privilegiado de articulación
de acciones colectivas.
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Helena Abramo, Cenas juvenis... op. cit., p. 95.
62
Micael Hershmann, O funk e o hip hop... op. cit.
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Al mismo tiempo,
vivir en la periferia
implica lidiar con los
estigmas presentes
en un imaginario
común, que
relaciona los barrios
pobres con la
violencia, el tráfico
de drogas, la
criminalidad, las
edificaciones en
ruinas o el lugar de
ocio, descanso,
etcétera
La tensión entre lo global y lo local no se reduce a la producción
cultural, implica también una reflexión en la dimensión espacial. Las
acciones colectivas juveniles conllevan una fuerte connotación con la
dimensión local. Dicha dimensión es evidente entre los raperos, por
ejemplo, en la forma que conciben el sentido del término “periferia”.
Queda de manifiesto que para los jóvenes de escasos recursos, el lugar
donde viven no aparece recién como espacio funcional de residencia o
de socialización, sino como espacio de interacciones afectivas y
simbólicas, principalmente, cargado de sentidos. Vivir en la periferia
implica compartir, de cierta forma, los problemas relacionados con la
ausencia de equipo básico de infraestructura, de servicios públicos
(entre ellos el transporte), además de poder contar con opciones
restringidas de tiempo libre.
Al mismo tiempo, vivir en la periferia implica lidiar con los estigmas
presentes en un imaginario común, que relaciona los barrios pobres
con la violencia, el tráfico de drogas, la criminalidad, las edificaciones
en ruinas o el lugar de ocio, descanso, etcétera. Es decir, vinculan la
idea de la periferia con la idea de pobreza siempre en una perspectiva
de descalificación. La vivencia de esas experiencias va acompañada de
un enfoque simbólico, de un conjunto de informaciones e
interpretaciones más o menos comunes, que sí son punto clave en la
elaboración de una visión de sí mismos y de la ciudad.63
Pertenecer a la periferia significa un elemento de identidad entre los
raperos que representan la experiencia vivida de la juventud como los
pobres, negros o blancos, pero todos se encuentran viviendo una
experiencia de inclusión precaria en la sociedad.
Asimismo, revela una característica más amplia de la propia cultura
juvenil que se proyecta en las acciones colectivas que desarrollan, que
tiende a transformar los espacios físicos en espacios sociales, por la
producción de estructuras particulares de significado. Esto lo podemos
ver en el sentido que atribuyen a la calle; a las compañías que, muchas
veces, aparecen como palco para la expresión de la cultura que
elaboran, en una reinvensión del espacio. Concordamos con Pais64 al
afirmar que “las culturas juveniles, además de estar socialmente
construidas, también tienen una configuración espacial”. Al mismo
tiempo, las acciones colectivas juveniles se reapropian de espacios
públicos y hacen de ellos espacios importantes para la producción de
significados y donde los intereses alternativos se pueden re-construir.65
De esta manera, los grupos culturales pueden hacer posible que los
jóvenes representen la experiencia social inmediata en términos
culturales, traducida en forma de autoconciencia frente al proceso de
segregación espacial y de los preconceptos sociales y raciales que se
hacen crecientes en los grandes centros brasileños y facilitan, así, la
construcción de una identidad positiva como pobres y negros. Como
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Teresa Pires Caldeira, A política dos outros; o cotidiano dos moradores da periferia e o
que pensam do poder e dos poderosos, Brasiliense, Brasilia, 1984.
64
José Machado Pais, op. cit., p. 96.
65
Sonia Alvarez, Evelina Davignino, Arturo Escobar, op. cit.
JOVEN es
sugiere Santos: “el orden global busca establecer, en todos los lugares,
una racionalidad única. Y los lugares responden al mundo según las
diversas formas de su propia racionalidad”.66
En este sentido, se percibe que las acciones colectivas juveniles
pueden ser un espacio potencial de construcción de pautas de
significados alternativos a las interpretaciones dominantes. Esa
dimensión está presente en la importancia de la palabra para los
raperos, en la circulación de ideas en los medios de comunicación
alternativos,67 como las publicaciones alternativas y estaciones de radio
comunitarias, o en algún otro significado para el juego del cuerpo por
el baile de los jóvenes de la música funk.
Desde esta perspectiva, Alvarez68 afirma que los movimientos
sociales en América Latina, entre ellos los juveniles, “cuando presentan
concepciones alternativas de mujer, de naturaleza, raza, economía,
democracia o ciudadanía, que desestabilizan los significados culturales
dominantes”, ponen en marcha una política cultural. Ésta es resultado
de articulaciones discursivas que se originan en prácticas culturales
existentes –nunca puras, siempre híbridas–, mostrando siempre
contrastes con las culturas dominantes. Así, concluye la autora, las
políticas culturales de los movimientos sociales pueden ser también
clave para fomentar las “modernidades alternativas”.
Otro aspecto se refiere a la dimensión de la temporalidad que
envuelve las acciones colectivas juveniles. Contrario a la década de los
sesenta en la que dominó una concepción de futuro –una nueva
sociedad a construir– la juventud contemporánea parece rescatar el
presente como el momento de articular proyectos y utopías de nuevas
relaciones. Este cambio, refleja las transformaciones más amplias
introducidas en el contexto de las sociedades complejas como la
velocidad de las transformaciones tecnológicas que amplían las
incertidumbres características de nuestro tiempo. Frente a dichas
incertidumbres, la búsqueda del sentido se transfiere al presente, en un
eje temporal limitado que facilita su control.
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Milton Santos, A natureza do espaço, Hucitec, Sao Paulo, 1997.
67
Nota de la traducción: Es decir, que adoptan una posición independiente en relación
con tendencias dominantes.
68
Sonia Alvarez, Evelina Davignino, Arturo Escobar, op. cit.
JOVEN es
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Para Leccardi,69 el presente de hoy no es más que la ocasión y el
lugar, el cuándo y el dónde se formulan las preguntas a las que se
responde interrogando el pasado y el futuro, pero también es la única
dimensión del tiempo que se vive sin mayores incomodidades, y sobre
la cual es posible concentrar la atención. Esa perspectiva temporal trae
consigo el riesgo de la ausencia de perspectivas, y disminuye una
dimensión fundamental del humano que es la memoria y el proyecto.
En ese espacio es donde las acciones colectivas juveniles pueden
desempeñar una función importante.
De acuerdo con Spósito, en las acciones protagonizadas por la
juventud puede haber una especie de anticipación de la utopía,
principalmente en el ámbito de las acciones voluntarias que anuncien
hoy en día, y de forma profética, alguna otra posibilidad de vida en
conjunto. Para la autora: “Esa motivación que emerge en las
sociedades complejas y que encuentra en los segmentos juveniles una
disponibilidad, igual de confusa, contendría elementos antagonistas,
pues desafiaría el poder al invertir la lógica dominante instrumental al
construir alternativas de sentido”.70
Se puede percibir que las redes que tienen caracterizadas a las
acciones colectivas juveniles están marcadas por los intercambios
sociales que propician la elaboración de identidades comunes, de
sentimientos de pertenencia y de canales de expresión. Las formas de
adición son puntuales, y ocurren dentro de un objetivo determinado;
casi siempre en el presente y sin perseguir objetivos distantes e
inalcanzables. Además de eso, la adición tiende a existir cuando se
presenta una coincidencia entre los objetivos colectivos y las
necesidades afectivas, comunicativas y de solidaridad de sus miembros
y, así, hacer que cualquier aspecto de la vida que envuelva la acción
colectiva no se desligue de una búsqueda de realización personal.
Tanto la dimensión colectiva como la individual se integran en una
misma configuración que incide sobre individualidades; por lo tanto, el
actor colectivo y el sujeto se construyen juntos.71
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69
Carmen Leccardi, op. cit.
70
Marilia Spósito, Algumas hipótesis sobre as relações entre movimentos sociais..., op.
cit., p. 87.
71
Idem.
JOVEN es
Los momentos de visibilidad son esporádicos y responden a
problemas específicos, por lo que no hay indicios de una unificación en
cuanto a un actor privilegiado o a una dimensión única del sujeto. Tal
multiplicidad de formas puede ganar visibilidad en algunas situaciones
o experiencias de organización de redes articuladas, cuando se preserva
la identidad y autonomía de los grupos. No obstante, las dificultades de
constitución de la acción colectiva juvenil son muchas y tienden a
atenuarse cuando encuentran una red de protección y apoyo, ya de
ONG, ya de políticas públicas; lo que apunta como la importancia crucial
pero la sociedad es reconocer a la juventud como la que detonadora de
los derechos y hace que las colectividades juveniles sean actores en la
innovación política y social de la sociedad contemporánea.
V. CONCLUSIÓN
En la década de los noventa, Brasil experimentó un incremento
neoliberal caracterizado por una intensiva privatización que suprimió
los límites de las políticas de desarrollo y debilitó significativamente las
capacidades de acción social del Estado. El precio del relativo control
inflacionario y del frágil equilibrio monetario conquistado en el periodo
fue el mercantilismo de la sociedad, la destrucción del Estado y la casi
anulación de su capacidad de formulación política a la altura de aquello
que sería necesario para el enfrentamiento de las graves
contradicciones del desarrollo periférico brasileño. 72
La ideología política vendida a la población fue que la reducción del
tamaño y alcance de la acción del Estado sería el mejor remedio para
los problemas de la vida nacional. Las clases dominantes que
construirían los condicionantes políticos y económicos de un Estado
socialmente ineficiente y privatizado en sus acciones pública,s
fortalecían el coro de aquellos que anunciaban la muerte del propio
Estado.
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Sobre el impacto del neoliberalismo en la organización del Estado brasileño ver
Franciso Oliveira, “Uma alternativa democrática ao liberalismo”, en Democracia como
proposta, IBASE, Río de Janerio, 2000. Franciso Oliveira, Exterminio do Futuro: a hipoteca
do Estado, UERJ, Laboratório de Políticas Públicas, internet: www2.uerj.br/~lpp/htm/
artigo2.htm, 20 de junio de 2002. Emir Sader, O Estado entre o público e o privado, UERJ,
Laboratório de Políticas Públicas, internet: www2.uerj.br/~lpp/htm/artigo4.htm, 20 de
junio de 2002. Paulo Singer, op. cit.
JOVEN es
197
198
Entonces, la minimización de lo público aparece como la alternativa
neoliberal de libertad de los agentes económicos del peso fiscal y de
aquel que consideran una hipertrofia de encargos sociales, el llamado
“Costo Brasil” que, en otras palabras, estaría representado por los
derechos sociales que producirían, de manera inhábil, el flujo de
acumulación capitalista. El discurso dominante indicó durante la última
década que la sobrecarga de atribuciones del Estado necesitaría una
disminución tanto en el plano del desarrollo económico, como en la
instrumentación de políticas de protección social; es decir, que no
dejan que el país retrocediera al ciclo contemporáneo del desarrollo
global capitalista. Los gobiernos brasileños de la última década,
llevaarón a las últimas consecuencias el principio básico del
neoliberalismo: privatizaron empresas estatales productivas y redujeron
inversiones demandadas por innumerables problemas sociales en las
diferentes regiones del país.
Los datos del censo de población73 hacen notar mejoras globales en
algunos indicadores sociales estadísticos, principalmente los
relacionados con el acceso a la salud y educación escolar. Hoy por hoy,
la población posee un mayor acceso a los productos y servicios
(sobretodo a la telefonía) del que tenían en 1991 (año en el que se
realizó el último Censo en Brasil). Entre cinco y seis millones de
habitantes dejaron la línea de la miseria, lo que demuestra cierta
movilidad social en la década de los noventa. Mientras tanto, todavía
persiste una gran desigualdad en la distribución tanto de
remuneraciones como de oportunidades en el país. Las pequeñas
mejoras que alardea el Gobierno Federal, como señal de acierto en los
rumbos de desarrollo nacional, representan una gota en el océano de
desigualdades que separa a los más ricos de los más pobres de la
población.
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En los objetivos de este artículo, pasó por desapercibido tocar más a
fondo la situación educacional de los jóvenes brasileños. Cabe señalar
que, más allá de la exclusiva selección que caracteriza el acceso a la
enseñanza superior y a la escolaridad obligatoria, la realidad de los
estudios medios y superiores se presentan con fuertes segmentaciones
internas y disparidades, en cuanto a la calidad de los estudios ofrecidos
en diferentes regiones del país –incluso dentro de una misma región–
en lo que se refiere al origen social de los alumnos matriculados. En
suma, se podría definir al sistema brasileño de educación como la
supremacía de la lógica de las escuelas ricas para los ricos y escuelas
pobres para los pobres. O hasta ahora, como comentó el economista
Luiz Gonzaga Belluzo, opositor de la teoría del capital humano, en
Brasil los pobres no son pobres porque no tienen educación de calidad,
sino que no la tienen justamente por ser pobres.
La tendencia brasileña de las últimas décadas fue la de desacelerar
la expansión del sistema de educación. Brasil presenta, en términos de
educación, una década de atraso en relación con países con modelos
de desarrollo similar. Al expandir de forma lenta su sistema de
educación en las últimas décadas, acabó “aprisionando” a la población
entre barreras que fungían como obstáculo para obtener una mejor
escolaridad. Eso contribuyó al aumento de la escasez de trabajadores
calificados e influyó en el nivel de desigualdad salarial. 74
Cabe afirmar la imposibilidad de que haya democracia política sin
igualdad económica sustanciosa. En este sentido, en el análisis de los
indicadores sociales brasileños, es evidente la interrupción del flujo de
democratización plena en el país iniciado por la movilización política de
la sociedad civil desde el comienzo del fin de la dictadura militar.
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Eso es lo que muestra la investigación Por el fin de las décadas perdidas: Eduación y
desarrollo sustentado en Brasil (Pelo Fim das Décadas Perdidas: Educação e
Desenvolvimento Sustentado no Brasil), del Instituto de Investigación Económica
Aplicada. Ricardo Paes de Barros, Ricardo Henriques y Rosane Mendonça (El Estado de
S. Paulo, 23 de abril 4 de 2002 - Luciana Garbin).
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En un contexto de Estado mínimo y de desigualdades
maximizadas, a los jóvenes, principalmente a los de bajos recursos, se
les penalizó en extremo mediante la reducción de las oportunidades y
ausencias de redes públicas de protección social. Dicho escenario dio
origen a lo que fuera denominado como una inclusión precaria y
marginal en la sociedad capitalista brasileña.
En este artículo, procuramos poner de manifiesto la falta de
énfasis específico de las políticas públicas nacionales en la juventud.
Las pocas acciones existentes se sobreponen sectorialmente y se
desintegran en un escenario crónico de inconsistencia de las acciones
y una transferencia progresiva de responsabilidades para las
organizaciones sociales y entidades de carácter asistencia, que
asumen funciones de gobierno en la realización de proyectos y
programas sociales.
De forma simultánea, el vacío que dejaron las políticas públicas
destinadas a los jóvenes de escasos recursos de nuestras ciudades, se
observó en el periodo, el surgimiento de nuevas formas de
participación social juvenil. Los movimientos juveniles crearon nuevos
espacios y temas alternativos de construcción de la ciudadanía. Así,
contribuyeron con el proceso de consolidación de la democracia en el
país. En la década de los noventa, el hip hop y el funk fueron pruebas
empíricas de prácticas colectivas juveniles de participación social y
vivencias culturales, posibilidades como parte de una sociedad en
recomposición de vínculos con bandas en territorios de exclusión y
violencia de las periferias de las ciudades.
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Cabe señalar que las formulaciones políticas públicas para la
juventud demandan ampliar nuestra compresión de los jóvenes,
principalmente de aquellos en la periferia de los núcleos hegemónicos
de la producción material y simbólica de la sociedad. No podemos dejar
de lado lo que es aparentemente obvio: ellos son seres humanos,
aman, sufren, se divierten, hacen protestas, y piensan en sus
condiciones y sus experiencias de vida, se posicionan frente a ésta,
expresan deseos y propuestas de mejoras de vida. Se vuelve
imprescindible escucharlos, ver en las prácticas culturales y en las
formas de sociabilidad que desarrollan trazos de una lucha por su
humanización, ante una realidad que insiste en deshumanizarlos.
Desde la perspectiva del protagonismo juvenil, los toma como paralelos
a la definición de acciones que puedan potenciar lo que ahora traen
como experiencias de vida.
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